JUAN PABLO II

EL PAPA MÁS ALLÁ DE LAS FRONTERAS

A 100 AÑOS DE SU NACIMIENTO

Compilador Marco Gallo

1
Agradecimientos
Al momento de entregar esta elegante
edición (con textos y fotos) sobre la figura
de San Juan Pablo II, de quien el año pasa-
do se ha recordado el centenario de su naci-
miento, quiero agradecer a la Embajada de
Polonia en Argentina y a las autoridades de
la UCA, especialmente al Vicerrectorado de
Integración, que han permitido, con esfuer-
zo, la publicación de la jornada de reflexión
con el título: “Juan Pablo II, el Papa más allá
de las fronteras. A 100 años de su nacimien-
to”, realizada el 22 de Octubre de 2020.
El Seminario ha sido promovido por
diferentes unidades académicas de la Uni-
versidad Católica Argentina, en un trabajo
mancomunado. En efecto las exposiciones
presentadas en el seminario se han organi-
zado en paneles coordinados respectivamen-
te por el Dr. Marcelo Camusso, Director del
Instituto de Relaciones Internacionales de la
Facultad de Ciencias Políticas de la UCA, el
Dr. Ricardo Albelda, Director del Instituto de
Cultura Universitaria (ICU) y el Dr. Horacio
Garcia Bossio, Director del Departamento de
Historia de la UCA. Gracias a sus aportes y
profesionalidad, junto a los expositores, la
jornada ha logrado sus objetivos para pre-
sentar la compleja y multifacética figura del
pontífice polaco. En fin quiero agradecer
al profesor Marco Impagliazzo y al Nuncio
Apostólico en la Argentina por embellecer
con sus exposiciones la jornada de reflexión.

Marco Gallo, Curador

Buenos Aires, Marzo de 2021

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3
4
Miguel Angel SCHIAVONE
Rector de la Universidad Católica Argentina
Señora Aleksandra María Piatkowska,
Embajadora de la Republica de Polonia en
Argentina. Mons. Miroslaw Adamczyc, Nun-
cio Apostólico en Argentina, distinguidos di-
sertantes y docentes. Agradezco profunda-
mente su presencia en este acto en el que
la Cátedra Pontificia de nuestra Universidad
brinda homenaje a San Juan Pablo II en el
centenario de su nacimiento.
Permítanme referirme brevemente a
una vivencia personal en relación a uno de
los viajes de Juan Pablo II a la Argentina.
Era junio de 1982, hacia dos meses que el
pueblo argentino estaba sufriendo por sus
hijos enviados al combate en las islas Mal-
vinas. A los 29 años me desempeñaba en el
servicio de emergencia del Hospital Fernán-
dez, cuando el conflicto bélico se volvía más
intenso y llegaban noticias del sufrimiento
de nuestros hermanos en las frías trinche-
ras de aquellas islas. Necesitábamos que
algo o alguien detuviera tanta insensatez,
tanta violencia, tanta muerte, tanto dolor.
En una carta fechada el 25 de mayo, Juan
Pablo II se dirigió al pueblo argentino para
anunciar una visita que si bien sería breve,
reafirmaría la tradición católica de nuestro
país, alentando personalmente iniciativas de
paz ante las autoridades de los países en lu-
cha. El Director del Hospital nos informa del
viaje del Papa a la Argentina, pero además
que el Hospital Fernández estaría a cargo
del servicio médico de emergencia. Sentí
una emoción múltiple, por un lado, una in-
mensa alegría por la visita del Santo Padre
que ya había evitado en 1978 un derrame
de sangre en el conflicto entre Argentina y
Chile por el canal de Beagle. Por otro lado,
la inmensa responsabilidad del cuidado de
la salud de Juan Pablo II en caso de que
me tocara actuar ante una emergencia o un
atentado en medio de tanta locura. La visita
duró sólo 31 horas, entre los días 11 y 12
de junio de 1982. Recuerdo el Papa Móvil,
una F100 avanzando por la avenida de mayo
hasta la Catedral Metropolitana. El fervor, la
alegría, y las manifestaciones de profunda
fe de nuestro pueblo eran conmovedores. A
su paso por el edificio de La Prensa sonaban
las sirenas y el público lo vitoreaba. Policías
y personal de seguridad no podían contener
tanta emoción popular y allí estábamos con
las ambulancias del Hospital Fernández al fi-
nal de la caravana de vehículos. La plaza de
Mayo y sus alrededores estaban colmados
de fieles. En la Catedral Metropolitana Juan
Pablo II expresó su rechazo a la guerra, al
terrorismo y a cualquier método de violencia
y nos ilusionó al decir que esta no era una
visita pastoral, que volvería en otra oportu-
nidad; y así lo hizo en abril de 1987 durante
la Jornada Mundial de la Juventud. Sorpren-
dentemente a la tarde del mismo día de su
arribo a la Argentina, viaja a Lujan para visi-
tar a la Virgen y al mediodía del día siguiente
nos regala una misa al pie del monumento
de los españoles sobre la Avenida Libertador.
Pocas horas más tarde mostrando una resis-
tencia física increíble regresa a Roma. A los
pocos días de esta visita la guerra concluye. 
5
 Una multitud recibe a Juan Pablo II en la Avenida Nueve de Julio. Abril de 1987

Pude verlo a poca distancia cuando arri- amor más fuerte que la guerra y la muerte.
bó al inmenso altar levantado en la Avenida Hoy como Rector de esta universidad
del Libertador, estábamos a pocas cuadras vuelvo a sentir la misma alegría y percibir
del Hospital y allí se ubicaba mi ambulancia. aquella pasión que emanaban de Juan Pablo
Esa sonrisa, esa energía, esa fe creaban un II, aún continúa haciendo eco en mis tím-
halo alrededor de su cuerpo. Juan Pablo II panos el lema de su pontificado dirigido a
sabía que Cristo lo llamaba a servir y por María: “Totus tuuss”. 
eso utilizó todos sus dones y talentos, toda Les agradezco a los organizadores de
su energía y salud para mostrarnos a Cristo. este homenaje a San Juan Pablo II, por
Cristo era el centro de su vida, su alegría, su permitirme traer nuevamente a mi corazón
fuerza y su gran amor. Siempre aceptó con aquellos recuerdos.
esperanza la misión que el Señor le había
ofrecido. Sabía que un mundo sin Dios es un
mundo sin alegría, sin belleza, sin verdadera
humanidad y esto lo trasmitía permanente-
mente a los fieles.
El sufrimiento que vio y vivió duran-
te toda su vida le permitió entender que la
esperanza es más fuerte que el miedo y el

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Aleksandra Piątkowska
Embajadora de la República de Polonia

Buenos días estimadas señoras, esti- los expertos de la vida de Juan Pablo II, en
mados señores, señor Rector, señor Nuncio, varios aspectos de sus enseñanzas, en su
honorables panelistas y distinguido público. importancia mundial e influencia a miles de
Al principio quisiera agradecer especialmen- personas, permitirá a ver el personaje de
te al señor Rector de la Universidad Cató- Juan Pablo II aun más amplio, más claro,
lica Argentina Miguel Ángel Schiavone y al más entendible para todos nosotros.
profesor Marco Gallo, director de la Cátedra Muchas Gracias
Pontificia, por organizar este evento tan im-
portante y tan significativo, especialmente
en el año cuando se ha cumplido 100 años
del nacimiento de Karol Wojtyla, el Papa
Juan Pablo II, santo de la iglesia católica.
Permiten mi decir muy brevemente algunas
palabras más.
Para Polonia fue “nuestro” Papa quien
siempre quedará en nuestros corazones. Y
para el mundo fue un peregrino de la paz y
libertad, un promotor del dialogo, el Papa de
la juventud, un gran admirador de cultura.
Fue un guía para millones de personas en
todo el mundo.
Juan Pablo II fue aclamado como uno
de los lideres más importantes del siglo xx,
recordado especialmente por ser uno de los
principales símbolos del anticomunismo, de Juan Pablo II el pontífice misionero
la lucha contra el comunismo y de verdad
estoy segura que sin sus peregrinajes a Po-
lonia en 1979, 1983, 1987, sin sus palabras
muy fuertes a los líderes del partido comu-
nista en Polonia, sin su oración por la patria,
sin su diplomacia Vaticana no hubiera sido
Polonia independiente, libre y democrática.
Señoras y señores! Estoy segura que
en nuestro Webinar, con la participación de

7
 El pequeño Karol Wojtyla con la madre

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Juan Pablo II, niño y joven en la Polonia Nazi. 
Monseñor Miroslaw Adamczyk – Nuncio Apostólico en Argentina
Buenos días, saludo a todos muy cordial-
mente y los felicito por esta idea de encuen-
tro para conmemorar al gran Papa polaco.
Señor Rector; Señora Embajadora; todos los
participantes y todos aquellos que los siguen
a través de las redes sociales.
 Juan Pablo II. El Papa más allá de las
fronteras. Así está intitulado nuestro en-
cuentro, celebrado exactamente 42 años
después de la misa  de inauguración de su
pontificado y en el año en el que hemos ce-
lebrado 100 años de su nacimiento. Hoy día,
estamos hablando de un Papa canonizado,
San Juan Pablo II. Estamos hablando de un
gigante de la historia de la Iglesia: Karol Wo-
jtyła. Así se llamaba; no siempre ha sido el
sumo Pontífice. Celebrando 100 años de su
nacimiento pensaba que sería muy intere-
sante presentar,  los primeros años de su
vida, de infancia, tiempos de seminarista y
joven sacerdote.
Karol Wojtyła nació en una familia sen-
cilla y muy cristiana. Estuvo rodeado por el
amor familiar aunque no por mucho tiem-
po. Tenía apenas 9 años cuando perdió a la
mamá. Me ha causado siempre impresión el
hecho que su madre murió en abril de 1929,
por lo tanto un mes antes de la Primera Co-
munión de Karol. Imagino muy fácilmente la
tristeza de no tener junto a sí a la mamá en
ese día. Cuando tenía 12 años perdió a su
hermano Edmund y se quedó solo con su
padre. Acerca de esas dos muertes, de la
mamá y del hermano, que debieron haberlo
dejado sin respiro, Juan Pablo II nunca ha-
bló mucho.
A finales del mes de mayo de 1938 Karol
Wojtyła obtuvo el diploma de Bachiller. Poco
tiempo antes, en mayo de 1938, recibió el
sacramento de la Confirmación. Durante
la ceremonia de  Confirmación, fue elegido
para dirigir el saludo al Arzobispo de Craco-
via, Adam Sapieha. Al parecer el muchacho
dejó muy bien impresionado a Monseñor Sa-
pieha, quien le preguntó al joven:” ¿Nunca
has pensado en hacerte sacerdote?”.  Karol 
Wojtyła respondió tranquilamente: “no”.
Quiero continuar  los estudios de la lengua
y literatura polaca en la universidad. ¡Qué
lástima! Fue el comentario del Arzobispo.
El joven y su padre se trasladaron ese
mismo año a Cracovia y Karol, en el otoño,
comenzó los estudios en la famosa Univer-
sidad Jagellónica de Cracovia. Lamenta-
blemente el año siguiente, el 1ero de sep-
tiembre de 1939, se dio inicio, primero en
Polonia y después en todo el mundo a la
segunda Guerra Mundial. La universidad rei-
nició los cursos pero las clases duraron so-
lamente hasta el 6 de noviembre, cuando
los alemanes reunieron a 184 profesores y
los enviaron al campo de concentración de
Sachsenhausen. De ellos, pocos pudieron
regresar. Polonia estaba ocupada por los
alemanes. Quedaron abiertas solamente las
escuelas primarias. Todos los polacos, de los
18 a los 60 años tenían que trabajar. Polonia
resistía, uno de los modos de la resistencia
9
 El niño Karol Wojtyla con los padres

Juan Pablo II ( primero en alto a la izquierda) adolescente, con los compañeros del colegio

10
era la educación clandestina.
La universidad también comenzó una
existencia clandestina; 136 profesores
arriesgaron su vida dando clases a 800 estu-
diantes, entre los cuales estaba Karol. A me-
nudo de noche en casa privadas. Para evitar
la deportación a trabajos forzados en Ale-
mania, desde el otoño del año 1940 Wojtyla
trabajó en una cantera de piedra vinculada a
la fábrica química Solvay. En febrero del año
1941 murió su padre. De ahora en adelante,
ya no tenía familia. Prácticamente a la edad
de 20 años se quedó totalmente solo. En el
otoño de 1942, tomó la decisión de entrar
en el seminario de Cracovia, pero atención!
También el seminario funcionaba clandesti-
namente; debía permanecer en el más es-
trecho secreto incluso con aquellas personas
que eran allegadas. El arzobispo Sapieha,  la tradición en ese día, en memoria de todos
acondicionó el seminario, siempre de ma-
nera clandestina en su residencia episcopal.
Ello hubiera podido provocar, en cualquier
momento, tanto para sus superiores como
para los seminaristas, severas represiones
por parte de las autoridades alemanas. Así
pues, desde octubre de 1942,  Karol cursaba
clandestinamente teología en la universidad
de Cracovia como estudiante del seminario
y al mismo tiempo trabajaba en la cantera
de piedra y vivía en una casa de un barrio
de Cracovia. Cada mañana iba a la casa del
Arzobispo para ayudar en la Misa en la capi-
lla privada del Monseñor Sapieha. A menudo
lo acompañaba otro seminarista clandestino,
Jerzy Zachuta. Años más tarde, Juan Pablo
II lo recordaba de esta manera: “cuando al
terminar la misa pase por su casa, supe que
durante la noche había sido arrestado por la
Gestapo (policía alemana en los territorios
ocupados), poco después su apellido apa-
reció en la lista de los polacos destinados al
fusilamiento.
Al atardecer del 29 de febrero de 1944,
mientras regresaba del trabajo a casa, Ka-
rol fue atropellado por un camión alemán;
el chofer no se detuvo. Karol se desvaneció,
tenía una fractura en la cabeza. Fue hospita-
lizado y necesito algunos días  para recupe-
rar la conciencia. Poco tiempo después es-
capó, por casualidad, de una redada de los
nazis. Para evitar otros riesgos, en octubre
de 1944, el Arzobispo decidió hospedar al
grupito de los seminaristas en su casa; eran
7 u 8 en total. Una mano amiga hizo desa-
parecer de la lista de la Solvay el nombre de
Karol Wojtyła y así él pudo estudiar y prepa-
rarse al sacerdocio con relativa paz y segu-
ridad. El primero de noviembre de 1946, a
la edad de 26 años, en la capilla privada del
Arzobispo monseñor Sapieha, fue ordenado
sacerdote. Al día siguiente, 2 de noviembre,
celebró su primera Misa, más aún, como es
los difuntos, él celebró tres misas. No cabe
duda de que ofreció su primera misa en me-
moria de su mamá, su papá y su hermano.
La Segunda Guerra Mundial terminó en
mayo de 1945 pero para Polonia comenza-
ba otra larga noche negra: la de cuarenta
y cuatro años de socialismo soviético. Para
que completara su formación, monseñor Sa-
pieha envía al joven sacerdote a Roma. Al
regresar, dos años más tarde, fue nombra-
do vice párroco en una pequeña parroquia
a 50 kilómetros de Cracovia. Pocos meses
después el arzobispo lo llamó a Cracovia, a
la parroquia de San Fioriano, en un barrio
universitario.
Los comunistas nunca se habían con-
formado con la exclusividad en la política y
en el poder. Ellos querían controlarlo todo;
también el alma de la gente. Estaban con-
vencidos de que la religión es puro efecto
de la ignorancia. Según ellos, una persona
educada jamás es creyente. Es suficiente
educar a la gente para hacer desaparecer
la iglesia. Por eso los jóvenes universitarios,
sobre todo fueron el primer objetivo del po-
11
 El padre Karol con los jóvenes durante los retiros

12
der comunista. El partido comunista quiso
alejar a los jóvenes de la iglesia y reducir las
actividades de la iglesia a la sacristía. Las
autoridades comunistas cerraron casi todas
las instituciones católicas y eliminaron la en-
señanza de la religión en las escuelas.
Tal situación fue un desafío para los sa-
cerdotes. No bastaban ya más los métodos
tradicionales y precisamente en la Parroquia
de San Fioriano, el joven sacerdote Wojtyła,
encontró su ambiente y halla los nuevos mé-
todos para la pastoral. Organiza cursos de
formación para la vida de las parejas y de
la familia. Funda un grupo de jóvenes para
completar su formación intelectual con lo
que las universidades comunistas no ense-
ñaban. Con los jóvenes prepara presentacio-
nes teatrales, más aún él mismo escribe el
guión de los dramas. Favorece a sus jóvenes
el contacto con la naturaleza que considera
un canal privilegiado para llegar a Dios. Con
los jóvenes, transcurre las vacaciones en las
montañas; camping-escuelas semi clandes-
tinas porque estaban prohibidos por las au-
toridades comunistas. Para no suscitar sos-
pechas, deja a un lado la sotana y se viste
de laico: hay fotos que lo muestran sentado
sobre la hierba, dialogando con los mucha-
chos y las muchachas y hablando con ellos.
Su acción pastoral de hecho podría definirse
en los siguientes términos: una sólida for-
mación intelectual, cultural y religiosa de los
fieles sin olvidar al mismo tiempo el deporte
y la recreación.
Cuando en 1958, el joven sacerdote a
los treinta y ocho años, llegó a su destino
como Obispo auxiliar de Cracovia. A sus 38
años estaba justamente con los jóvenes de
excursión en canoa. Llegó a Varsovia, acep-
tó el nombramiento que le fue comunicado
por el cardenal Wyszyński y regresó de nue-
vo con los muchachos. Un año más tarde,
cuando le consultaron acerca de los temas
para ser tratados en el Concilio Vaticano,
surgió entre otros dar la oportunidad a los
sacerdotes que tengan un contacto más es-
trecho con todos los aspectos de la vida del
hombre en el mundo, incluso el ejercicio del
deporte y de las actividades teatrales.
A modo de conclusión de esta telegráfi-
ca presentación del joven Karol Wojtyła, se
podría decir que las condiciones del semina-
rio y de los primeros años del sacerdocio de
Wojtyla no fueron muy normales. Sus años
de seminario, durante la ocupación alemana
y después su sacerdocio en sus duros prime-
ros años que debido al comunismo no fue-
ron normales.
Pero estas condiciones extraordinarias
fueron típicas en toda la generación polaca
de esta época y han formado la gente cató-
lica; orgullosos de ser católicos, orgullosos
de ser polacos y orgullosos de ser parte de
la cultura cristiana. Estas circunstancias his-
tóricas han creado las personas de fe y de
razón. Así como fue Juan Pablo II, un gran
apóstol no solamente de la Polonia sino que
del mundo entero.
Me parece importante no solo ver al
Papa Juan Pablo II como grande y santo
Sumo Pontífice, pero también como un niño,
un joven que no teniendo una vida fácil,
logró a través de la fuerza, de la fe y su
personalidad, ser una persona así como la
conocemos y hemos conocido.
13
 Karol Wojtyla en el día de su ordenación episcopal (Cracovia 28 de Septiembre de 1958)

Padre Wojtyla ( en el centro con anteojos) con un grupo de jóvenes

14
Juan Pablo II, el Papa de la Paz
Marco Impagliazzo
Profesor Titular de Historia Contemporánea de la Universidad Roma Tres

El mundo como una familia de tir– y así romper el telón de acero que es-
naciones trangulaba su patria polaca. Como arzobispo
de Cracovia, sintió el telón de acero como
una amenaza existencial. Vino de lejos, en
El pontificado de Juan Pablo II es difícil
el sentido de que su patria estaba más allá
de definir debido a los innumerables discur-
del telón de acero, mientras hoy parece di-
sos, textos, actos, gestos, viajes y reuniones
fícil considerar a Polonia como un país leja-
que hizo. Me han pedido que hable del tema
no. Wojtyla como patriota polaco recordaba
de la paz, una verdadera obsesión para un
que un punto culminante de la historia de su
papa que vivió la Segunda Guerra Mundial
país fue la Mancomunidad Jaguelónica –la
muy de cerca y que era hijo de un pueblo
unión que formaron polacos, lituanos, judíos
que sufrió a causa de los dos totalitarismos,
y todas las nacionalidades federadas en el
nacionalsocialista y comunista, que ensan-
territorio de Polonia–. Un polaco que no era
grentaron el siglo XX. Pero la paz para Wo-
rusófobo sino que estaba convencido de la
jtyla era una cuestión universal. Tenía un
importancia de Rusia y que, en cuanto es-
conocimiento muy particular del mundo y
lavo, era capaz de dirigirse a los europeos
en cierto sentido también se consideraba un
del este.
papa geográfico. En una conversación con
La concepción de las relaciones entre los
periodistas dijo: “Siempre vivo en esta di-
pueblos forma parte de una visión del pon-
mensión, idealmente moviéndome alrededor
tificado que tiene su propia “teología de las
del globo. Mi espiritualidad es un poco geo-
naciones” (véase el caso polaco e italiano),
gráfica”. Y añadió: “el Papa debe tener una
pero que está relacionada con la idea de la
geografía universal”1.
La geopolítica eclesiástica y espiritual de comunidad internacional como “una familia
Juan Pablo II era esencialmente continen- de naciones”, para la que existe un “bien co-
tal. África, América, Asia y Europa no sólo mún internacional”. En este sentido, la Santa
eran para él definiciones académicas, sino Sede insiste en el diálogo ante los conflictos
realidades efectivas. Europa, en primer lu- y las tensiones internacionales. El diálogo es
gar. Wojtyla creía firmemente en una Euro- la base sobre la que se pueden resolver las
pa unida, que pudiera volver a “respirar con divergencias entre los Estados mediante ne-
sus dos pulmones” –como le gustaba repe- gociaciones a ultranza. Precisamente a tra-
vés del diálogo –por ejemplo– la Santa Sede
1 A. Riccardi, Juan Pablo II. La biografia, Cinisello trabajó para lograr el fin del conflicto inter-
Balsamo, 2011, San Paolo, p.525. nacional entre Chile y Argentina en los años

15
Juan Pablo II pronuncia su discurso en las Naciones Unidad ( Nueva York 5 de Octubre de 1995)

Discurso de Juan Pablo II delante de las Naciones Unidas

16
ochenta. El derecho internacional se consi-
dera como el principal instrumento para la
resolución de conflictos. La ONU es para
la Santa Sede la organización central para
afirmar el diálogo y el valor del derecho. En
todas las crisis internacionales, valerse de la
ONU es una preocupación constante de la
Santa Sede, como en la crisis del Golfo o la
guerra en Irak. En el paso del mundo de la
Guerra Fría al escenario posterior a 1989,
la Santa Sede se mantiene fiel a una visión
basada en el multipolarismo. Junto al poder
hegemónico de Estados Unidos, hay otros
sujetos y comunidades internacionales que
deben contribuir a la solución de los proble-
mas.
Paz desde Asís
La paz fué el tema en el que más insistió
la Iglesia en el siglo XX. Juan Pablo II here-
dó el mensaje de paz de los papas del siglo
XX: desde la guerra como “inútil matanza”
de Benedicto XV en 1917, hasta el “nunca
más la guerra” de Pablo VI en la ONU en
1965. El Papa Wojtyla expresó repetidamen-
te su apego a la paz y su oposición a la ló-
gica de la guerra. En primer lugar, a nivel
espiritual. Aquí se sitúa la histórica jornada
de oración por la paz que quiso hacer en
Asís en 1986. El evento del 27 de octubre de
1986, es decir la reunión en Asís de 110 líde-
res religiosos de 29 países, que representa-
ban 38 tradiciones diferentes, fue al mismo
tiempo un logro y un nuevo relanzamiento2.
El “Día de Oración y Ayuno por la Paz” fue de
hecho un evento sin precedentes, ya que ni
el Parlamento de las Religiones de Chicago
de 1893, ni ninguna de las reuniones bila-
terales celebradas en el siglo XX se le pare-
2 C. Bonizzi, L’icona di Assisi nel magistero di Giovan-
ni Paolo II, Assisi 2002, págs. 110 a 115. El volumen
presenta una lista detallada de todos los participantes.
cen3. La novedad fue que el jefe de la Iglesia
católica, el Papa, tomó la iniciativa de con-
vocar a los líderes de las grandes religiones
del mundo como su iniciativa personal. Pero
las novedades eran muchas: 1. en la fórmula
–rezar no juntos / sino/ los unos al lado de
los otros, manteniendo todas las diferencias,
pero ya no en contra o indiferentes–, 2. en el
alto nivel de representación y en la amplitud
de procedencia de los presentes, 3. en el en-
foque de la reunión sobre el tema de la paz,
4. en el hecho de no ser una conferencia,
un congreso, un evento intelectual, sino una
oración, es decir, una cita espiritual. Tam-
bién fue inédita la resonancia planetaria que
el día generó. Todas estas características
serían sintetizadas y rebautizadas por quien
había impulsado la Jornada y había hecho la
invitación, el papa Juan Pablo II, con la ex-
presión “espíritu de Asís”, para indicar preci-
samente esta triple dimensión: el encuentro
entre creyentes de religiones diferentes, la
invocación a Diòs y la petición de paz.
Algunos se preguntaron si aquella
oración por la paz en la ciudad de san Fran-
cisco era una celebración más o un gesto
para consolar a los hombres de religión por
la impotencia ante el difícil escenario inter-
nacional. Hubo quien vio en aquella reu-
nión el riesgo de las tentaciones sincretistas
o la búsqueda de confusas unificaciones.
También afloró la voluntad de relativizar su
importancia, viéndola sólo como una ocasión
de celebración alrededor del Papa4. Sin em-
bargo, la invitación a rezar los unos al lado
de los otros, respetando la diversidad, nació
3 G. Bonet-Maury, Le congrès des religions à Chicago
en 1893, Paris 1895. H. Fey, R. Rouse, S.Ch. Neill,
Storia del movimento ecumenico dal 1517 al 1968, Bo-
logna 1982. G. Cereti, A. Filippi, L. Sartori, Dizionario
del movimento ecumenico, Bologna 1994.
4 Véase G. Baget Bozzo, Un giorno di pace nel nome
di Wojtyla, en “La Repubblica”, 8-10-1986; Id., Quel
calumet fumato ad Assisi, en “La Repubblica”, 29-10-
1986. También hubo críticas de los círculos evangéli-
cos y valdenses.
17
 Juan Pablo II con los representantes de las religiones mundiales. (Asís 27 de Octubre de 1986)

Juan Pablo II en Asís en la Jornada de Oración Mundial por la Paz ( Asis 27 de Octubre de 1986)

18
de la convicción de que la fe religiosa puede
liberar energías de paz. De la “fuerza débil”
de la fe –como le gustaba decir a un obis-
po muy próximo a Wojtyla, monseñor Pietro
Rossano– el encuentro fraterno entre hom-
bres de diferentes religiones hacía emerger
el valor de la paz de las profundidades de
cada tradición religiosa5.
Así se creó una encrucijada decisiva
entre dos caminos paralelos: el del diálogo
interreligioso y el del trabajo de los creyen-
tes por la paz. La paz no era un espacio re-
servado a los líderes de las superpotencias,
sino que también tocaba de cerca a todos
los hombres de fe. Los creyentes –según
Wojtyla– son, por su propia fe, buscadores
de paz. La reunión de Asís no tenía como ob-
jetivo ningún acuerdo o proceso de unifica-
ción: las comunidades religiosas se presen-
taban con su propia identidad, sobre todo
juntas en la invocación de la paz. La paz
vinculada a la oración y las religiones que se
desvinculan de la guerra y se transforman
en fuerzas de paz6. Ciertamente, el derecho
a usar la fuerza en situaciones particulares
no se cuestiona; pero se supera en su visión
del martirio y la no violencia.
La revolución pacífica en Europa
del Este
La caída del Muro de Berlín el 9 de no-
viembre de 1989 fue una fecha clave para el
siglo XX. En el río de acontecimientos histó-
ricos, que normalmente fluye con continui-
dad, hay algunos momentos que provocan
cambios radicales y a menudo impredeci-
5 P. Rossano, Violencia del mundo y fuerza de las re-
ligiones, en Comunidad de Sant’Egidio, Religiones en
diálogo por la paz, Brescia 1991, pp.157-170, p. 165;
véase también Comunidad de Sant’Egidio, War never
again. Religioni e pace, Brescia 1990, págs. 22 y 23.
6 C. Bonizzi, L’icona di Assisi nel magistero di Giovanni
Paolo II, Assisi, 2002, Porziuncola.
bles. El derribo de la barrera que simbolizó
la Guerra Fría y la división europea es uno
de estos momentos, en los que la historia
parece empezar a correr más rápido que en
otros tiempos. Aquel acontecimiento –como
es bien sabido– inició un inexorable proceso
de transición en los países del Este comu-
nista, que trajo la libertad a muchos pue-
blos europeos y determinó el fin del atrac-
tivo mito del comunismo (imponiendo una
revisión también a los regímenes comunis-
tas supervivientes, así como a los partidos
occidentales que se inspiraban en aquella
ideología). Un verdadero punto de inflexión
radical que tuvo lugar sin el derramamiento
de sangre que normalmente caracteriza los
cambios de la historia. Para un siglo XX en-
sangrentado por guerras y revoluciones fue
una conclusión verdaderamente positiva.
Entre los distintos protagonistas de aquella
transición casi completamente pacífica, el
principal es Juan Pablo II.
El 1 de diciembre de 1989, tres semanas
después de la caída del Muro, el Secreta-
rio del PCUS (Partido Comunista de la Unión
Soviética) Mijail Gorbachov fue al Vaticano
para una reunión histórica con Juan Pablo II.
La frontera entre las dos Alemanias, sellada
durante décadas, vuelve a ser permeable, la
Guerra Fría comienza a ser un recuerdo, el
régimen marxista-leninista agoniza. En me-
nos de dos años el imperio soviético se de-
rrumbaría y su presidente se vería obligado
a dimitir. En enero de 1990, en un artículo
publicado simultáneamente en importantes
diarios europeos, Gorbachov habló sobre
aquellos extraordinarios acontecimientos
afirmando que “nada de lo que ocurrió en
Europa del Este podría haber ocurrido sin
este Papa”.
Se trata de un reconocimiento relevante.
Los actores implicados en aquel proceso his-
tórico fueron muchos: entre los actores co-
lectivos, obviamente la Unión Soviética, los
19
 Juan Pablo II en un momento de oración ecuménica

20
Estados Unidos y Europa. En cuanto a los in-
dividuos, sin embargo, el papel que desem-
peñó el Papa polaco fue especial. El proceso
fue breve, pero fue un salto impresionante
para Polonia y para Europa Oriental en ge-
neral. Algunos pensaron que el resultado fi-
nal habría podido ser el fruto de un conflicto,
que habría sido mundial con graves conse-
cuencias y provocando devastación. En cam-
bio, se produjo una transformación pacífica
que puede considerarse un modelo, quizás
el principal, de las liberaciones del siglo XX
logradas sin derramamiento de sangre. Pro-
bablemente, sólo la Sudáfrica de Mandela
puede preciarse con la misma intensidad de
haber vivido una historia de superación pa-
cífica de un sistema de “esclavitud”. Pero en
Polonia lo que estaba en juego geopolítico
era mucho mayor, ya qué el de Varsovia era
un espacio vital para el imperio soviético, en
el corazón de las fronteras de la Guerra Fría.
El papel que tuvo Karol Wojtyla en aque-
lla transición fue decisivo. El Papa ayudó a
lograr una verdadera revolución pacífica,
mostrando dos siglos después de la Revolu-
ción Francesa que las revoluciones también
pueden ser no violentas.
Esto es algo que se puede apreciar ob-
servando también su trayectoria personal
que se entrelazó con momentos clave de la
historia del siglo XX: el surgimiento y desa-
rrollo de los totalitarismos nazi y comunista,
la Segunda Guerra Mundial, la Shoá, la Gue-
rra Fría con la división de Europa en dos,
la caída del Este comunista, el cambio de
milenio, la aparición del terrorismo interna-
cional con los ataques del 11 de septiembre
de 2001, etc.
Karol Wojtyla fue un testigo privilegiado
de la historia del siglo XX y una figura em-
blemática del paso entre dos siglos. Tuvo la
oportunidad de desarrollar una experiencia
única en el mundo, a través de viajes (en
varios casos replicados) a 127 países dife-
rentes. Fue la persona que estableció una
comunicación directa y personal con un ma-
yor número de personas y grupos mas que
cualquier otra figura pública, como señaló
el entonces cardenal Joseph Ratzinger. Un
papa carismático –como lo definió Andrea
Riccardi– que siempre vinculó la responsabi-
lidad de sucesor del apóstol Pedro al marti-
rio, arriesgando su vida, como ocurrió en el
atentado que sufrió el 13 de mayo de 1981
en la plaza de San Pedro. Wojtyla desarro-
lló amplias visiones idealistas, pero siempre
partiendo de un conocimiento de los hom-
bres y pueblos en sus diferentes contextos.
Sus frecuentes referencias a la necesidad
de paz no han dejado de asombrar, mien-
tras que la guerra reaparecía en el mundo
como un instrumento para resolver los des-
acuerdos. Hizo gestos espirituales proféticos
y asombró con sus connotaciones místicas
aplicadas a sus coordenadas geopolíticas.
Finalmente, mostró fuerza apostólica en
momentos de extrema debilidad, debido al
avance de la enfermedad, que casi lo des-
figuró.
Cuarenta y dos años después del co-
mienzo de aquel pontificado –fue el 22 de
octubre de 1978 – con el primer papa eslavo
de la historia a la cabeza, ahora se puede
estudiar su figura con una distancia histórica
razonable. La iniciativa de esta conferencia
de estudios es bienvenida – y agradezco la
invitación - porque es necesario reconstruir
aquel complejo y duradero pontificado desde
una perspectiva no sólo teológica o interna
a la realidad eclesial, sino dentro del marco
más amplio de la historia contemporánea y
la geopolítica.
Juan Pablo II tiene dos características
particularmente originales: un carisma de
encuentro humano, conectado en buena
medida a un ascetismo interior, y una visión
geopolítica planetaria, expresada plástica-
mente con los muchos viajes, incluso más
21
 Juan Pablo II con Mijail Gorbachov (Roma 1 de Diciembre de 1989)

22
allá de las fronteras y visiones tradicionales
de la Iglesia católica. En aquellos viajes no
se distinguía entre el centro y la periferia, y
si bien Europa y América Latina, continentes
de mayoría católica, fueron objeto de mu-
chas visitas suyas, también visitó abundan-
temente Asia y África, hasta el punto de que
se hizo difícil comprender cuáles eran sus
prioridades, dado que todas las realidades
locales le parecían prioritarias.
No a la guerra
Un aspecto interesante es la compleja
relación de Wojtyla con el mundo anglosa-
jón. En cierto sentido, podríamos decir que
quiso luchar contra una temida deriva angli-
cana del catolicismo occidental. En sus nu-
merosos viajes a América del Norte, durante
los cuales se había enfrentado repetidamen-
te al mundo liberal, Wojtyla repetía que no
hay libertad sin verdad. El mundo anglosa-
jón fue un problema para él. La prensa libe-
ral nunca le perdonó la moral sexual conser-
vadora. Por otro lado, estaba el fenómeno
neo-protestante, con la difusión de sectas
más o menos evangélicas, al que se enfren-
tó con su carisma. No es casual que ningu-
no de sus viajes a los Estados Unidos fuera
realmente triunfal.
En el frente político, la relación más po-
sitiva fue probablemente con Reagan, con
quien tenía en común el deseo de eman-
cipar a Europa del Este del comunismo. El
presidente Carter coincidió con el mensaje
wojtyliano sobre los derechos humanos,
pero tuvo miedo de que el catolicismo lati-
noamericano reservara una sorpresa de iz-
quierdas en un área geopolítica que siempre
los Estados Unidos consideraron de su es-
tricta incumbencia. Ciertamente, Juan Pablo
II rechazó la teología de la liberación, pero
creía en el cristianismo como una fuerza de
liberación en el pleno sentido del término
–como en Polonia, también en Chile y Fili-
pinas–. Creía en la necesidad de una transi-
ción pacífica de los regímenes dictatoriales
a la democracia, algo que con el tiempo se
ha logrado en muchos países de América
Latina. El Papa le dijo a Frossard: “Parecía
que sólo otra guerra podía hacer vacilar el
orden europeo surgido de la Segunda Gue-
rra Mundial; sin embargo, este orden fue
repentinamente superado por la acción no
violenta...”.7
Con los Bush, padre e hijo, se ha produ-
cido la crisis por la guerra, la de Kuwait en
1991 y luego la de Irak en 2003. El papa po-
laco trabajó por la paz. No fue un gandhiano,
pero tampoco un teórico de la guerra justa.
Su horror frente a la guerra fue profundo y
visceral, fue el horror del niño polaco que
vio morir a sus amigos y que se preguntó
hasta el último momento por qué no le había
tocado a él también el mismo destino. En los
casos concretos de las guerras durante los
gobiernos Bush, padre e hijo, en particular
la guerra de Irak, el Papa se opuso porque
rechazaba el choque de civilizaciones. No
quería una guerra entre Occidente y el Is-
lam. Este instinto está profundamente arrai-
gado en las fibras del catolicismo, que no se
identifica con ninguna civilización. Y aunque
se identifique, no la absolutiza y siempre
deja una reserva abierta.
Desde Roma un mensaje de uni-
dad y paz
Los nacionalismos erosionan a la Iglesia
universal. No sólo los nacionalismos euro-
peos clásicos, que llevaron a la Primera y
Segunda Guerra Mundial, sino también los
nacionalismos eclesiásticos. Lo vimos en
los Balcanes, donde era difícil para muchos
croatas y eslovenos conciliar sus aspiracio-
7 A. Frossard, Il mondo di Giovanni Paolo II, Casale
Monferrato, 1992, Piemme, p.31.
23
 Juan Pablo II visita en Auschwitz la celda de San Maximiliano Kolbe – Junio de 1979

24
Juan Pablo II visita el campo de concentración de Auschwitz – 7 de Junio de 1979

25
 Papa Wojtyla con el presidente de Estados Unidos Jimmy Carter

Juan Pablo II con el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan

26
nes nacionales con el espíritu universal de
la Iglesia católica. Pero hay nacionalismos y
etnicismos africanos y otros... Ese es, qui-
zás, uno de los mayores problemas para el
Papa y para toda la estructura eclesiástica al
comienzo del nuevo milenio.
Wojtyla, aunqué era muy sensible al sur
del mundo, nunca pensó que el futuro de la
Iglesia sólo estuviera allí. Fue un firme de-
fensor de la idea de Roma como síntesis y
eje del catolicismo. Tanto más importante en
el mundo globalizado y siempre al borde del
choque de civilizaciones.
Para Juan Pablo II la Santa Sede es “un
lugar símbolo de paz y caridad”8. Desde aquí
imagina la gran obra de paz de su pontifi-
cado. Su visión es amplia y abarca a todos
los pueblos del mundo: “Todos los pueblos
deberían estar aquí (en el Vaticano), porque
esta es la casa de todos”9. No son palabras
de cortesía, sino un verdadero programa. El
plan que el Papa cultivó desde el principio
es hacer de la Santa Sede la casa de todos
los pueblos. El pensamiento de Juan Pablo II
sobre la vida internacional parte de la con-
vicción de que “el verdadero corazón de la
vida internacional no son tanto los Estados
sino el hombre [...] Hay intereses que tras-
cienden los Estados: son los intereses de la
persona humana, sus derechos”10. Y la Igle-
sia está del lado del hombre, como muestra
en su primera encíclica.
La apertura a las naciones y pueblos que
impulsó Juan Pablo II es de dimensiones im-
presionantes. Los datos son incontestables.
Tal vez el más llamativo sea el aumento en el
número de países acreditados ante la Santa
Sede: en 1978 eran 94, y al final del pontifi-
cado superaban los 170. Cada uno de ellos
merece respeto y consideración –naciones
8 Juan Pablo II y la familia de los pueblos, cit., 14 de
enero de 1980, p.55
9 Ibidem, 12 de enero de 1981, pág. 56
10 Ibidem, 16 de enero de 1993, no. 11, pág.
grandes como los Estados Unidos (1984)
y estados pequeños como Belice (1983)–.
Tanto es así que el Papa subraya que no hay
“ningún prejuicio en cuanto a la importancia
numérica de la población: aquí no es el fac-
tor numérico el que es decisivo”11.
Como conclusión de mi breve reflexión
puedo afirmar que para Wojtyla la paz es un
compromiso decisivo para todo cristiano y
que la guerra es siempre “una aventura sin
retorno”. Pero la paz se logra sobre todo a
través de la oración, de la que empapó su
vida personal, no es sólo obra de políticos
o diplomáticos, sino sobre todo de los cre-
yentes –como demostró en la iniciativa de
Asís. En 2002, ya enfermo, en una visita al
santuario dedicado a Santa Faustina de las
afueras de Cracovia, dijo:
“En todos los continentes, desde lo más
profundo del sufrimiento humano parece
elevarse la invocación de la misericordia.
Donde reinan el odio y la sed de vengan-
za, donde la guerra causa el dolor y la
muerte de los inocentes se necesita la
gracia de la misericordia para calmar las
mentes y los corazones, y hacer que bro-
te la paz. Donde no se respeta la vida y la
dignidad del hombre se necesita el amor
misericordioso de Dios, a cuya luz se ma-
nifiesta el inexpresable valor de todo ser
humano. Se necesita la misericordia para
hacer que toda injusticia en el mundo ter-
mine en el resplandor de la verdad.”
11 Ibidem, 16 de enero de 1980
27
 Juan Pablo II en uno de sus encuentros multitudinarios

28
El Papa San Juan Pablo II y los jóvenes
Gustavo Boquin,
Vicerrector de Integración de la Universidad Católica Argentina

El comienzo de la relación pastoral del
Pbro. Karol Wojtyla con los jóvenes la po-
demos situar en 1948, porque habiendo
terminado sus estudios en Roma ejerció su
ministerio en la parroquia de San Florián, en
Cracovia. Allí fue capellán de los universita-
rios hasta 1951 cuando reanudó sus estudios
teológicos. En 1953 presentó en la Universi-
dad Jagellónica de Cracovia, una tesis sobre
la posibilidad de fundar una ética cristiana a
partir del sistema ético de Max Scheler. Des-
pués fue profesor de Teología Moral y Ética
en Cracovia y en la Facultad de Teología de
Lublin. Como podemos observar su minis-
terio sacerdotal estuvo ligado al mundo de
los jóvenes universitarios, ya fueran laicos o
aspirantes al sacerdocio.
En 1958 fue nombrado Obispo Auxiliar
de Cracovia y en 1964 Arzobispo de Cracovia.
El Obispo Wojtyla estuvo ligado fuertemente
al movimiento Oasis o también llamado Luz
de vida. Esta fue una iniciativa muy valiosa

Un joven padre Wojtyla

29
 Padre Karol Wojtyla charlando con los jovenes en sus ritiros de montaña

30
desde que los comunistas habían cerrado las
asociaciones de jóvenes católicos. La can-
ción preferida del Papa, Barka (Pescador de
hombres), tuvo su origen en el movimiento
Oasis. Esta canción fue cantada numerosas
veces por el Papa y los jóvenes. Como él
lo admitió, sus estrofas fueron de un gran
apoyo cuando fue elegido Papa. Más tarde,
Barka, fue cantada por S. Juan Pablo II con
los jóvenes de todo el mundo a lo largo de
sus viajes apostólicos.
Una de las iniciativas más cercana al co-
razón del Obispo Wojtyla fue el festival de
música y canciones religiosas inaugurado
en 1968, organizado cada año en distintas
ciudades. Cuando las autoridades civiles im-
pusieron políticas restrictivas hacia las ini-
ciativas independientes, el festival devino un
evento muy valioso para la cultura polaca.
El Arzobispo de Cracovia ayudó en la orga-
nización y sostuvo financieramente estos
eventos.
Fue al comienzo del ministerio del P. Ka-
rol que ya se revelaba su amor por cantar.
Como él lo admitió, él cantaba en cada oca-
sión que podía, especialmente en compañía
de los jóvenes. Las canciones variaban, ellos
podían cantar canciones folklóricas o cantos
scouts alrededor de una fogata y durante
las fiestas nacionales polacas: el aniversario
del fin de la segunda guerra mundial, o el
levantamiento de Varsovia; ellos cantaban
cantos patrióticos o cantos de los soldados,
por ejemplo: “Coloradas amapolas en Mon-
te Casino”, evocando a los soldados polacos
enterrados en esa localidad italiana
La juventud ocupó un lugar muy im-
portante entre los intereses del P. Wojtyla.
Él hizo foco principalmente en los temas
relacionados con el amor humano. Tíos de
amigos, matrimonios jóvenes con quienes
él iba a practicar canotaje fueron los que
estuvieron al comienzo de sus reflexiones
para el futuro sobre el ser humano, la pa-
reja humana, y fueron los primeros en leer
su libro “Amor y Responsabilidad” escrito en
los últimos años de 1950. La atmósfera de
las reuniones con la gente joven estaba ca-
racterizada por la apertura, la honestidad y
el humor.
En la post-guerra cuando la ideología
marxista propagaba el materialismo y crecía
su popularidad, el P. Wojtyla trataba de pro-
teger a las jóvenes generaciones contra esa
influencia. Había jóvenes que se acercaban
a él para preguntarle sobre Dios, el significa-
do de la vida y problemáticas anejas. Estas
cuestiones, comentarios y dudas fueron la
esencia de “Amor y responsabilidad”.
“Persona y acto”, otro libro del P. Karol,
fue la continuación de “Amor y responsabi-
lidad”, y responde a las preguntas hechas
por cada persona a lo largo de los siglos. “La
cuestión acerca de lo bueno y lo malo nunca
abandona el corazón humano y es hecha por
el joven del Evangelio que le pregunta a Je-
sús: “Maestro Bueno, ¿qué debo hacer para
heredar la vida eterna” (Mc 10,17)
El 22 de octubre de 1978, el día del co-
mienzo de su pontificado, luego de la Litur-
gia, el Papa dirigió las siguientes palabras
a los jóvenes reunidos en la plaza de San
Pedro: “Ustedes son la esperanza para la
Iglesia y para el mundo – ustedes son mi es-
peranza” Durante los siguientes años estas
palabras fueron frecuentemente evocadas
por los que escucharon al Papa.
Amistoso, directo, alegre, desbordante,
infatigable, con humor, espontáneo y capa-
cidad de improvisar, pero a la vez profundo,
hondo, fueron notas del estilo que caracte-
rizaron los encuentros del Papa con los jó-
venes, lo que fue una completa novedad en
la historia de la Iglesia. Donde quiera que
él se encontrara con jóvenes se establecía
una perfecta comunicación. Los jóvenes lo
escuchaban, rezaban con él, se alegraban
en su presencia; incluso él hacía chistes,
31
 Karol Wojtyla en canoa

Karol Wojtyla era un apasionado de la bicicleta

32
cuando cumplió 83 años dijo: “Me siento de
83 jóvenes años”. Este estilo fue también
una particular lección que el Papa dio a la
jerarquía de la Iglesia. El Cardenal Miroslav
Vlk, primado de la Iglesia Checa, contó una
anécdota vivida en la Jornada Mundial de
la Juventud en Manila, Filipinas, cuando S.
Juan Pablo II cantaba junto a los jóvenes
en ronda y dándose las manos: “Yo observé
que los Cardenales, especialmente los de la
Curia Romana, al principio estaban un poco
asustados y sorprendidos, pero pronto to-
mando el ejemplo del Papa, ellos también
se rindieron a la música”. El Cardenal Juan
Cipriani, Arzobispo de Lima, dijo: “Cuando
hablé recientemente con el Santo Padre me
recordó las caminatas en invierno y las ex-
cursiones en canoa. Él me dijo cómo el es-
píritu de los deportes y el contacto con la
naturaleza durante las caminatas en la mon-
taña junto a los jóvenes habían influenciado
en su temperamento. El Papa es un feroz
guerrero gracias a Dios y a su amor a los
deportes”
La carta apostólica “DILECTI AMICI”, di-
rigida a los jóvenes y fechada el 31 de marzo
de 1985, año internacional de la juventud,
declarado por la Organización de las Nacio-
nes Unidas, es un documento escrito por al-
guien que conoce el corazón de una persona
joven y que formula un programa específi-
co,. En 16 puntos reflexiona acerca del sen-
tido de la vida, la conciencia, el encuentro
consigo mismo y sobre diferentes aspectos
del amor. Estimo que es el gran legado que
San Juan Pablo II hace a los jóvenes de toda
época.
Dice que la juventud tiene un parti-
cular significado para la Iglesia. Ella como
madre es depositaria de verdades y valores
fundamentales para la vida humana, y a
la vez es servidora de los destinos eternos
que el hombre y la gran familia humana tie-
nen en Dios mismo. Ya había expresado en
Redemptor hominis (1979), que el hombre
es el camino fundamental y cotidiano de la
Iglesia. Que la Iglesia atribuye una espe-
cial importancia al período de la juventud,
es una etapa clave, un bien especial para
todos, un bien de la humanidad. Les dice
a los jóvenes que en ellos está la esperan-
za que siempre está unida al futuro, es la
“espera” de los bienes futuros que Dios ha
prometido al ser humano en Cristo, y simul-
táneamente es la espera de los bienes que
las personas construirán usando los talentos
que les ha dado la Providencia. Les dice a los
jóvenes que a ellos les corresponde la res-
ponsabilidad de lo que un día se convertirá
en actualidad junto con ellos y que ahora es
todavía futuro. Este futuro dependerá de las
categorías éticas según las exigencias de la
responsabilidad moral que tiene el ser hu-
mano como persona, el valor fundamental
de los actos, de los propósitos, las iniciati-
vas y de las intenciones. Por eso exhorta a
los jóvenes a “estar siempre dispuestos para
dar razón de su esperanza a todo aquel que
se las pidiere” 1Pe 3,15
La esperanza que mora en el corazón
de los jóvenes cristianos está en relación
con el Evangelio y por eso él dará razones
desde el coloquio que Jesús tiene con el jo-
ven rico, (Mt 19,16-22), que es el encuentro
más completo y rico en contenido, más uni-
versal y ultratemporal, que guarda un valor
constante y continuo para todo joven, se-
gún considera S. Juan Pablo II. Las palabras
evangélicas contienen una verdad particu-
larmente profunda sobre el ser humano en
general y es en especial, la verdad sobre la
juventud humana, por lo cual invita a cada
joven a desarrollar un coloquio personal con
Jesús desde el texto evangélico.
Considera la juventud como una rique-
za singular, no por los bienes materiales que
puede poseer un joven como el del Evan-
gelio, sino porque es un tiempo de un des-
33
 Juan Pablo II y los jovenes: un amor reciproco

34
cubrimiento particularmente intenso del “yo
humano” y de las propiedades y capacida-
des que contiene.
La personalidad en desarrollo se abre
gradual y sucesivamente a aquella especí-
fica – en cierto sentido única e irrepetible
– potencialidad de una humanidad concreta,
allí está como inserto el proyecto completo
de la vida futura. La vida se delinea como la
realización de tal proyecto, como “autorrea-
lización”.
La juventud como riqueza para descubrir
y programar, de elegir y prever, y de asumir
como algo propio las primeras decisiones,
que tendrán importancia para el futuro en
la dimensión estrictamente personal de la
existencia humana que repercutirá en la so-
ciedad. La riqueza es la juventud misma.
Esa riqueza, ¿debe alejar a la persona
joven de Cristo?
En el episodio evangélico vemos que la
riqueza exterior aleja al joven del Salvador,
pero su riqueza interior lo acercó a Jesús,
lo que él era lo llevó hasta el Señor. Y en
el coloquio personal pregunta por las cues-
tiones esenciales que tienen que ver con el
proyecto de vida: ¿qué debo hacer para que
mi vida tenga pleno valor y pleno sentido?
Preguntas para toda la vida, pero que en la
juventud cobran un carácter profundamente
intenso, incluso insistente. Esas preguntas
prueban la dinámica del desarrollo de la per-
sonalidad que desea respuestas profundas
que abarquen al conjunto de la existencia;
preguntas sobre el sentido y el valor de la
vida se convierten el algo esencial y particu-
larmente dramático, ya que están marcadas
por el dolor de la existencia humana, que
padecen muchos jóvenes en el mundo. El
dolor puede suscitar en los jóvenes senti-
mientos de ser inútiles a la humanidad. Sólo
Cristo puede ser el interlocutor competen-
te que a cada joven le descubra su riqueza
interior, su valor personal y le descubra el
sentido más profundo y alto.
La respuesta de Jesús acerca de la bon-
dad de Dios nos anuncia que sólo Dios es
el último fundamento de todos los valores.
En Él y sólo en Él todos los valores tienen
su primera fuente y cumplimiento final, au-
tenticidad y confirmación definitiva. Sin Él
todo queda suspendido en un vacío absolu-
to, pierde su transparencia y expresividad.
El mal se presenta como bien y el bien es
descartado. El Papa se pregunta si no es
ésta la experiencia de nuestro tiempo don-
de Dios ha sido eliminado del horizonte de
las valoraciones, criterios, actos? Sólo Él da
sentido definitivo a la vida humana porque
es Bueno, porque es Amor (cfr. 1 Jn 4,8.16)
La pregunta sobre el valor, el sentido de
la vida forma parte de la riqueza particular
de la juventud, brota de lo más profundo
de las riquezas, de las inquietudes que van
unidas al proyecto de vida que se debe asu-
mir y realizar. Frente al dolor propio y ajeno,
confrontando el misterio de la iniquidad (cfr.
2 Tes2,7), la respuesta de Cristo equivale
a que sólo Dios es Bueno porque es Amor,
respuesta que puede parecer difícil pero es
firme y verdadera; lleva en sí la solución de-
finitiva. Escuchar esa respuesta de un modo
personal para encontrar el camino interior
para comprenderla, aceptarla, hacerla rea-
lidad es lo que nos propone S. Juan Pablo
II. Es el núcleo, el punto esencial de la res-
puesta a las preguntas de los jóvenes. Abre
diversas perspectivas, ofrece como tarea el
proyecto de una vida entera, responde a qué
valores, qué sentido, qué es la verdad, cuál
es su significado, dónde está el bien y el
mal. Cristo al responder indica a Dios como
fuente y fundamento que está en los jóve-
nes. Cada uno ha sido creado a imagen y
semejanza de Dios y por eso se suscitan las
preguntas. El ser humano sin Dios no puede
comprenderse a sí mismo ni puede tampoco
realizarse sin Dios. Sin esta dimensión fun-
35
Juan Pablo II con los jóvenes representantes de los cinco continentes en la Jornada Mundial de la
Juventud – Jubileo 2000 – Roma Tor Vergata 20 de Agosto de 2000
damental la persona caería fácilmente en la
oscuridad. Estas apreciaciones nos recuer-
dan las enseñanzas de Gaudium et Spes nº
22: “ el misterio del hombre sólo se esclarece
en el misterio del Verbo Encarnado….Cristo,
el Nuevo Adán, en la misma revelación del
misterio del Padre y de su amor, manifiesta
plenamente el hombre al propio hombre y le
descubre la sublimidad de su vocación”.
El Santo Padre extrae desde la pregunta
sobre qué hacer para heredar la vida eterna,
el interrogante sobre el sentido, el valor de la
vida. Discierne que nuestra civilización tiene
un amplio dominio sobre la materia a través
de la ciencia y la técnica, y también sobre el
mundo interior del hombre, su pensamiento,
sus capacidades, sus tendencias y pasiones.
Pero frente a Cristo la pregunta sobre la vida
eterna cobra otro horizonte, porque Él es el
testigo de los destinos definitivos que la per-
sona tiene en sí misma. Él es el testigo de la
inmortalidad del ser humano, desde su resu-
rrección es el Único que puede conducir más
allá de las fronteras de la muerte. (Rm 6,9)
36
S. Juan Pablo II nos exhorta a amar al
mundo como Dios lo ama pero ha de bus-
car también el desprendimiento interior. El
hombre es finito en la dimensión visible del
mundo, pero al mismo tiempo lleva la razón
interior de superarse a sí mismo, lleva con-
sigo todo aquello con lo que supera al mun-
do. Por ser creado a imagen y semejanza de
Dios se pregunta sobre la temporalidad y la
eternidad, esperanza que se abre paso por
el Reino que Cristo le ofrece al ser humano.
A partir del punto 6 de la carta reflexiona
sobre la moral y la conciencia. Los manda-
mientos son parte de la Alianza entre Dios y
la humanidad; son la base esencial del com-
portamiento humano; deciden el valor moral
de los actos humanos y permanecen en re-
lación orgánica con la vocación del hombre
a la vida eterna. Este código de moralidad
encuentra su ápice en el sermón de la mon-
taña y el mandamiento del amor.
Otra redacción del código moral es la
que está en la conciencia moral de la huma-
nidad. Para quienes no conocen la ley reve-
lada de Dios, son para sí mismos ley. (Rm
2,14) Los preceptos de la ley están insertos
en sus corazones siendo testigos de su con-
ciencia (Rm 2,15)
Problema importante para la juventud
y el proyecto de vida, ya que la verdad de
las obras construye el proyecto de vida. La
verdad de las obras debe fundamentarse en
la ley revelada y en la conciencia. En ese
sagrario es la conciencia están las senten-
cias que acusan o excusan, descubrimos
las reacciones ante las preguntas de Jesús.
Revelarán el proyecto de vida en relación al
bien o al mal moral, a la autenticidad y recti-
tud de la conciencia, a la sensibilidad moral.
Allí se da el cruce entre la temporalidad y la
eternidad.
Allí radica la grandeza del ser humano,
desde aquí el hombre se supera a sí mis-
mo en dirección a la eternidad; el tesoro de
la conciencia lleva al hombre más allá de la
frontera de la muerte porque en la Presencia
de Dios encuentra la última y definitiva ver-
dad sobre toda su vida.
En la conciencia se encuentra la verdad
interior de nuestros actos como presencia
de la dimensión de la vida eterna. Y a la vez
la conciencia imprime el sello más expresivo
de las generaciones en la historia, las cultu-
ras, las naciones, la humanidad entera.
S. Juan Pablo II nos advierte sobre la
conciencia desviada por el relativismo o el
utlilitarismo.
El Santo Padre nos señala cómo en este
proceso se ve emerger la moral objetiva es-
crita en el corazón y que recibe el testimonio
de la conciencia.
Indica la necesidad del discernimiento
de los problemas esenciales e importantes
para la juventud, y cómo la mirada de amor
de Cristo sobre el joven es el camino para
descubrir el camino del amor que nos pro-
pone Jesús, amor que será sellado con el
sacrificio de la cruz. En el calvario se expresa
lo que estaba en la mirada, la afirmación del
hombre y de la humanidad, su debilidad y
dignidad.
Al ser humano le es necesaria esta mi-
rada amorosa, saberse amado, eternamente
amado, elegido desde la eternidad, está allí
el sólido punto de apoyo para nuestra exis-
tencia humana.
La mirada de Cristo nos hace tomar con-
ciencia del amor que en Él se mostró más
fuerte que toda mal y destrucción; dicha
conciencia nos permite sobrevivir. Por eso se
ha de buscar tener una experiencia del amor
de Jesús.
Pero el diálogo continúa, y el joven pre-
gunta: ¿qué me queda aún?
Manifiesta la aspiración a algo más, es
un estado de búsqueda que encontramos
en personas de otras religiones, hay en el
corazón humano un deseo de perfección,
señala el Papa. Esta plenitud se alcanza por
el mandamiento de la caridad, no sólo como
tarea a realizar, sino como Don que se de-
rramó en el corazón (Rm 5,5) Esta donación
de la propia vida en continuidad con el Don
recibido se expresa en las bienaventuranzas
y los consejos evangélicos. De este modo
la persona consciente del Don recibido vive
conforme a la donación de sí mismo, es una
dimensión más profunda, superior y funda-
mental ya que crea el perfil maduro de toda
vocación humana y cristiana.
De este modo se puede gestar la lla-
mada al servicio del sacerdocio ministerial
unido a la responsable y libre elección del
celibato, como la elección de la vocación re-
ligiosa, vocaciones necesarias para la iglesia
y el mundo.
El llamado que hace el Señor al joven con
el “Sígueme” indica una vocación “de vida”,
un proyecto que es descendente, proviene
de lo alto, pero a la vez tiene una dimensión
ascendente, reúne los deseos, aspiraciones,
factores que llaman y que componen un de-
37
terminado orden de valores, (jerarquía de
valores) de los que brota un ideal a realizar.
Es una vocación que se hace proyecto,
un proyecto que se hace vocación.
Precisar la relación existente entre “pro-
yecto de vida” y la “vocación de vida” será la
tarea que cada joven tiene que realizar en el
contexto de la oración a Dios como Creador,
como Padre. ¿Cuál es tu plan respecto a mi
vida? ¿Cuál es tu plan creador y paterno?
¿Cuál es tu voluntad?
Aquí el proyecto adquiere el significado
de “vocación de vida”, como tarea confia-
da por Dios al hombre, dada a su libertad y
condicionada por las circunstancias de índo-
le externa e interna. La persona, examinan-
do las circunstancias, construye el proyecto
de vida y reconoce este proyecto como vo-
cación a la que Dios lo llama.
Es un trabajo apasionante, nos dice S.
Juan Pablo II, suscita un compromiso inte-
rior entusiasmante. Es el desarrollo de la
humanidad y el crecimiento de la persona-
lidad hacia la madurez interior. Esta tarea
arraiga en el ser personal para convertirse
en lo que debo llegar a ser para mí mismo,
para los demás, para Dios.
Paralelamente a “la vocación de vida”
debería desarrollarse la conciencia de que
ésta es también “vocación cristiana”.
El proyecto de vida unido a la vocación
cristiana está fundamentado en la participa-
ción universal de todos los bautizados en la
triple misión de Cristo: profética, sacerdotal
y real, como en la vocación universal a la
santidad; de este modo toda vocación de
vida humana, como la vocación cristiana,
corresponde a la llamada evangélica para
transformar el mundo con el espíritu evan-
gélico, y allí se abre el amplio mundo del
apostolado de los laicos.
Este ser y hacer tiene su fundamento
sacramental en el Bautismo y la Confirma-
ción. Allí encontramos el depósito funda-
38
mental de la vida y la vocación cristiana. En
la Eucaristía descubrimos la plenitud del Don
sacramental concedido, y en la Penitencia y
la dirección espiritual el ámbito para la for-
mación de la personalidad cristiana, ya que
se constituyen como escuela sistemática de
vida interior. Es en la sacramentalidad de la
Iglesia donde se forma nuestra vocación de
vida cristiana. Por los Sacramentos nuestro
yo se abre a la acción de Dios para vivir en
Dios y llevar una vida auténticamente huma-
na. Es un Don que conlleva renuncias pero
que las supera por su grandeza
La vocación sigue siendo tratado en el
punto 10 de la carta desde el llamado al ma-
trimonio. Es una experiencia del amor que
se hace proyecto, contiene una belleza me-
tafísica y expresa una gran riqueza afectiva.
El Santo Padre señala el paradigma del
modelo progresista y moderno del amor, que
es identificado exclusivamente con el placer,
lo que manifiesta el egoísmo y por eso la
natalidad se vive como una añadidura fas-
tidiosa. De este modo la civilización mate-
rialista y consumista penetra el maravilloso
mundo del amor conyugal, lo despoja del
contenido más profundamente humano que
desde el principio llevó una señal de lo divi-
no. El amor que se complace en la verdad
implica exigencias que manifiestan que el
amor es verdadero. Exhorta a los jóvenes
a dar razones de este amor para hacerlo re-
nacer hermoso, humano, cristiano. Un amor
humana y cristianamente grande, maduro y
responsable.
Abriendo aún más las relaciones de los
jóvenes, explicita los vínculos que manifies-
tan también el amor: la familia y la patria.
Además señala la importancia del trabajo
como una “escuela sin instrucción” que nos
permite otro acercamiento a la verdad. Ade-
más el trabajo es una escuela de grandes e
importantes valores.Conocer la verdad para
vivir de la verdad, ya que la estructura del
espíritu humano se organiza en torno a la
verdad, aspiración y expresión fundamental
del ser humano que manifiesta la dignidad
y grandeza de la propia persona. Manifies-
ta su preocupación por el desempleo de los
jóvenes y cómo el trabajo es un derecho de
cada persona, por lo tanto el centro de toda
política económica debe ser la preocupación
por crear posibilidades adecuadas de traba-
jo, especialmente para los jóvenes.
Insta a los jóvenes a la autoeducación
para la verdad y la libertad. Ser libre es ser
persona de conciencia recta, ser responsa-
ble, ser para los demás. Por eso señala las
amenazas que atentan contra la vida de los
jóvenes, y desde su preocupación amorosa
surgen sus severas y graves palabras en el
punto 13 de la carta.
Cita en el punto 14 el texto de Lc 2,52:
“Jesús iba creciendo en sabiduría, en esta-
tura y en gracia delante de Dios y de los
hombres” para vincular nuevamente el de-
sarrollo de cada persona en relación con la
cristología y el crecimiento como rasgo fun-
damental de la persona joven.
Para ir cerrando su reflexión hace una
mirada de conjunto a la realidad, a las pre-
guntas que están en los corazones juveniles
y a la respuesta que les brinda Jesús.
“Todos somos conscientes de que en el
horizonte de la existencia de miles de mi-
llones de personas, que forman la familia
humana de finales del segundo Milenio des-
pués de Cristo, parece perfilarse la posibili-
dad de calamidades y de catástrofes de una
magnitud verdaderamente apocalíptica.
En tal situación ustedes, jóvenes, pue-
den preguntar justamente a las generacio-
nes anteriores: ¿Por qué se ha llegado a
esto? ¿Por qué se ha alcanzado tal grado
de amenaza contra la humanidad en nues-
tro planeta? ¿Cuáles son las causas de la
injusticia que hiere nuestra vista? ¿Por qué
tantos mueren de hambre? ¿Por qué tantos
millones de prófugos en diversas fronteras?
¿Tantos casos en los que son vilipendiados
los derechos elementales del hombre? ¿Tan-
tas cárceles y campos de concentración,
tanta violencia sistemática y muertes de
personas inocentes, tantos maltratamientos
al hombre y torturas, tantos tormentos in-
fligidos a los cuerpos humanos y a las con-
ciencias humanas? En medio de todo esto
encontramos también hombres aún jóvenes,
que tienen sobre la conciencia tantas vícti-
mas inocentes, porque se les ha inculcado
la convicción de que sólo por este medio –el
del terrorismo programado– se puede mejo-
rar el mundo. Ustedes una vez más pregun-
tan: ¿por qué?
Ustedes, jóvenes, pueden preguntarse
todo esto, es más, deben hacerlo. Se trata,
ciertamente, del mundo en que vivís hoy, y
en el que deberán vivir mañana, cuando la
generación de edad más madura habrá pa-
sado. Con razón, pues, preguntan: ¿Por qué
un progreso tan grande de la humanidad –
que no puede compararse con ninguna épo-
ca anterior de la historia– en el campo de la
ciencia y de la técnica; por qué el progreso
en el dominio de la materia por parte del
hombre se dirige en tantos aspectos contra
el hombre? Justamente preguntan también,
aun con miedo interior: ¿Es quizás irreversi-
ble este estado de cosas? ¿Puede ser cam-
biado? ¿Podremos cambiarlo nosotros?
Ustedes preguntan justamente esto. Sí,
es ésta la pregunta fundamental en el ámbi-
to de su generación.
De este modo continúa su coloquio con
Cristo, iniciado un día en el Evangelio. Aquel
joven preguntaba: «¿Qué debo hacer para
alcanzar la vida eterna?». Y ustedes pregun-
tan siguiendo la corriente de los tiempos en
los que se encuentran por ser jóvenes: ¿Qué
debemos hacer para que la vida –la vida flo-
reciente de la humanidad– no se transfor-
me en el cementerio de la muerte nuclear?
39
40
¿Qué debemos hacer para que no domine tén «siempre prontos para dar razón de su
sobre nosotros el pecado de la injusticia uni- esperanza a todo el que se las pida». Sí, pre-
versal, el pecado del desprecio del hombre cisamente ustedes, porque de ustedes de-
y el vilipendio de su dignidad, a pesar de pende el futuro, de ustedes depende el final
tantas declaraciones que confirman todos de este Milenio y el comienzo del nuevo. No
sus derechos? ¿Qué debemos hacer? Y aún permanezcan pues pasivos: asuman sus res-
más: ¿Sabremos hacerlo? ponsabilidades en todos los campos abiertos
Cristo responde, al igual que respondía a ustedes en nuestro mundo.
a los jóvenes de la primera generación de la Estimo que la atracción que produce la
Iglesia, con las palabras del Apóstol: «Les persona de S. Juan Pablo II sobre los jóve-
escribo, jóvenes, porque han vencido al ma- nes tuvo su raíz en la profunda autenticidad
ligno. Les he escrito a ustedes, hijos míos, de su vida unida a Cristo, y cómo fue testigo
porque conocen al Padre...Les he escrito, de una intimísima experiencia del poder de
jóvenes, porque son fuertes y la Palabra de la resurrección en su propia vida, marcada
Dios permanece en ustedes» (1Jn 2, 13s) por la cruz en diversos sentidos y momentos
Las palabras del Apóstol, de hace casi dos como se puede observar en su biografía. Su
mil años, son también una respuesta para antropología cristocéntrica nos permite decir
hoy. Expresan el sencillo y fuerte lenguaje que todas las verdades que expuso encuen-
de la fe, que lleva consigo la victoria contra tran en Cristo su fuente y su corona.
el mal que hay en el mundo: «Esta es la vic-
toria que ha vencido al mundo, nuestra fe»
(1Jn 5, 4). Estas palabras están llenas de la
experiencia apostólica –y de las generacio-
nes cristianas sucesivas– de la Cruz y de la
Resurrección de Cristo. En esta experiencia
se ratifica todo el Evangelio. Se ratifica, en-
tre otras cosas, la verdad contenida en el
coloquio de Cristo con el joven”
Finalmente evoca el vigésimo aniversa-
rio del fin del Concilio Vaticano II que llamó
a los jóvenes “esperanza de la Iglesia”, y los
confía a la protección de María que dice:
“hagan lo que Jesús les diga” (Jn 2,5)
En el año 1985 inauguró las Jornadas
Mundiales de la Juventud, que a lo largo de
todo su pontificado reunieron millones de jó-
venes en diversos lugares, dando aliento al
coloquio de Cristo con los jóvenes y al pro-
pio vínculo de S. Juan Pablo II con la juven-
tud del fin del milenio. Quiso actualizar las
palabras que escribió al final de “Queridos
Amigos”: Estamos rezando en la comunidad
de la Iglesia, a fin de que –en la perspectiva
de los tiempos difíciles en que vivimos– es-

41
42
Juan Pablo II, el Papa que aprendió en su casa
a amar a María y a la Familia
María Marcela Mazzini
Doctora en Teología de la Universidad Católica Argentina
En este evento, en el que recordamos
los 100 años de san Juan Pablo II, a mí me
ha tocado aportar dos aspectos que son fun-
dantes del magisterio del Papa polaco: María
y la familia. Se podría pensar que su perfil
Mariano y su magisterio sobre la familia, son
dos cuestiones distintas. En verdad, no es
así, sino que están estrechamente unidas. El
punto de encuentro es la biografía de Juan
Pablo II, allí encontraremos como hechos
estructurantes de su vida a la Santísima Vir-
gen y a la familia.
Comenzaremos entonces por su vida y
luego como una consecuencia diremos algo
más sobre María y la familia en su pensa-
miento y magisterio papal.
En su vida encontramos razones
El conocido teólogo M. Schneider es-
cribió un libro que se llama Teología como
biografía,1 en él dá cuenta de los itinerarios
biográficos como lugares en los que se pue-
de construir un discurso teológico. Creo que
esta idea es posible aplicarla al perfil de Juan
Pablo II. Es más: creo que muchos hechos
de su historia personal y de su accionar en
la Iglesia, no se comprenden o se compren-
den mal, si no conocemos su biografía, si
no conocemos algo de su familia, su cultura
1 Teología como biografía. Una fundamentación dog-
mática, (Bilbao: Desclée de Brouwer, 2000).
polaca, con sus valores característicos y las
alternativas dramáticas en las que el pueblo
polaco vivió el siglo XX.
Varias buenas biografías2 e incluso los
libros que el mismo Papa Polaco escribió,3
nos permiten ver las interesantes relaciones
entre acontecimientos históricos y biografía,
que explican sobre todo algunas decisiones,
opciones y convicciones de Juan Pablo II. A
los fines de este espacio conviene repasar
algunas.
En una interesante nota, aparecida hace
pocos meses, Alessandro Gisotti señala con
acierto, que muchas características de la fe
del Papa Wojtyla y de los temas por los cua-
les luchó toda su vida, los encontramos en
su familia.
Karol Wojtyla y Emilia Kaczorowska se
casaron el 10 de febrero de 1906 en Cra-
covia. Tuvieron tres hijos: Edmund (1906);
Olga, quien murió inmediatamente después
del nacimiento y el bautismo (1916); y Karol
(nacido en 1920).
Emilia tenía una salud frágil y cuan-
do queda embarazada de su tercer hijo, le
aconsejan que no siga adelante con la ges-
2 Miguel Alvarez, Juan Pablo II, el joven que llegó a
Papa, (Barcelona:Ed Casals, 2009). Andrea Riccardi,
Juan Pablo II. La Biografía, (Buenos Aires: San Pablo,
2016).
3 Uno de ellos es Don y Misterio, puede verse en
http://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/books.
index.html
43
tación, puesto que ni la madre ni el bebé
podrían llegar vivos a término, debido a los
antecedentes problemáticos de los embara-
zos previos de Emilia.
Emilia y Karol tenían una gran ilusión y
una fe inquebrantable en Dios y en el poder
de la vida y deciden seguir adelante. Sabien-
do que tendría un parto difícil, Emilia pide
que ese 18 de mayo de 1920, día del naci-
miento de su tercer hijo, siendo primavera
y el mes de María, le abrieran las ventanas
de su habitación, hasta donde se sentían las
oraciones de la gente reunida en la plaza
para que el amor por María fuera lo prime-
ro que escuchara su hijo. Los nueve años
posteriores al nacimiento de Karol se carac-
terizaron para Emilia por continuas interna-
ciones y un constante deterioro de su salud.4
La defensa apasionada de la vida humana
desde la concepción, uno de los rasgos dis-
tintivos del ministerio petrino de Wojtyła,
encuentra una referencia fundamental en su
propia madre.
En mayo de 1929,  Karol recibió la pri-
mera comunión. Ese mismo año la salud de
Emilia se deterioró significativamente y fa-
lleció. El funeral se realizó en Wadowice y
fue enterrada en Cracovia. El pequeño Karol
quedaba huérfano con 9 años.
En un conmovedor poema que escribe
a sus 19 años, el futuro Papa escribe “En tu
blanca tumba florecen las blancas flores de
la vida. Oh, ¿cuántos años han desaparecido
ya sin ti?”. Estas sentidas palabras manifies-
tan cuánta falta le hizo su madre al niño y
joven de Wadowice.
Los paisanos del Papa dedicaron a Emi-
lia Kaczorowska Wojtyła una obra a favor de
las mujeres/madres, la “Casa de la Madre
Sola”. Así lo recuerda Gisotti en su nota de
Vatican News:
4 Acceso 29 de septiembre 2020 https://es.aleteia.
org/2015/06/09/karol-un-poeta-de-la-piedra-y-de-lo-
inmenso/
44
“Estoy agradecido – afirmó Juan Pablo
II durante la visita a su tierra natal en junio
de 1999 – por este gran don de su amor por
el hombre y su preocupación por la vida”.
“Mi gratitud – continuó – es más grande aún
porque esta Casa lleva el nombre de mi ma-
dre Emilia. Creo que la que me dio a luz y
rodeó mi infancia con amor, también se ocu-
pará de esta obra”.5
Las perdidas siguen en la familia, tres
años después de la muerte de su madre, fa-
llece a los 26 años Edmund, el querido her-
mano mayor a quien Karol miraba con ad-
miración. Siendo un prometedor médico de
guardia en Cracovia, Edmund perdió su vida
en 1932 por atender a un joven paciente con
escarlatina, una enfermedad para la que no
existía ninguna vacuna en ese momento. El
joven médico claramente sabía a lo que se
arriesgaba. Su muerte, fue un shock para
el futuro Papa ya que su hermano mayor lo
había ayudado en sus estudios, le enseñó
a jugar al fútbol y se encargó junto con su
padre, después de la muerte de su madre,
de todo lo relativo a su crianza.
El ejemplo de entrega de Edmund que-
dó grabado en la memoria de su hermano y
reforzó su aprecio por salvar la vida de los
vulnerables.
Karol, de doce años, se queda solo junto
a su padre, un militar de carrera del ejército
polaco. Un hombre bueno, estricto, con una
fe sólida a pesar de tantas adversidades. Re-
pasando el legado de su padre, Juan Pablo
recordaba su honestidad, su patriotismo, el
amor a María, especialmente en su advoca-
ción nacional: Nuestra Señora de Czesto-
chowa
Alessandro Gisotti nos trae este recuer-
do:
“Mi padre –comentó Juan Pablo II – fue
admirable y casi todos mis recuerdos de mi
5 Acceso 29 de septiembre 2020 https://www.vati-
cannews.va/es/papa/news/2020-05/juan-pablo-ii-un-
santo-y-su-familia.html
infancia y adolescencia se refieren a él”. El
Papa señalaba entonces que los muchos su-
frimientos que experimentó en lugar hacer
que se encerrara en sí mismo lo abrieron a
“inmensas profundidades espirituales”. “Su
dolor – es el recuerdo del futuro Santo – se
hacía oración. El simple hecho de verlo arro-
dillado influyó decisivamente en mis años de
juventud”6
Cuando sobreviene la ocupación nazi
de Polonia, los Wojtyla vivían en Cracovia,
donde el joven estudiaba en la universidad,
que debe abandonar. Su padre muere en
febrero de 1941. Con sólo 21 años queda
sólo, pero los valores aprendidos lo ayuda-
rán a seguir su camino y caracterizarán su
magisterio Papal: la defensa de la vida y de
la dignidad humana, la entrega a los demás
sin reservarse nada, la fe como sostén de la
existencia y un inquebrantable y profundo
amor a María.
Su perfil Mariano
La devoción de Karol Wojtyla por María
Santísima es bien conocida. Por pocas refe-
rencias que se tengan del Papa polaco, es
conocido su entrañable amor por la Virgen.
La figura de María está fuertemente presen-
te en el magisterio de un Papa que ha que-
rido llevar en su escudo no sólo el anagra-
ma de María, sino las palabras  Totus tuus,
que sintetizan el núcleo fundamental de su
consagración personal de esclavitud maria-
na, hecha mucho antes de su pontificado
y renovada ante la imagen de la Virgen de
Czestochowa en su primer viaje como Papa
a Polonia.
En su perfil mariano, se han de contem-
plar dos aspectos: el aspecto magisterial y
el aspecto devocional personal. Ambos as-
6 Acceso 29 de septiembre 2020 https://www.vati-
cannews.va/es/papa/news/2020-05/juan-pablo-ii-un-
santo-y-su-familia.html
pectos empapan su pontificado y hacen que
tenga una fuerte irradiación pastoral. Este
Papa, de reconocido carisma, vive lo que
enseña y de ese modo irradia y convence,
entusiasma.
Respecto del aspecto magisterial, hay
dos núcleos donde encontramos sus princi-
pales enseñanzas sobre María: La encíclica
Redemptoris Mater y sus setenta catequesis
marianas.
En Redemptoris Mater, su carta encícli-
ca de convocatoria al año mariano en 1987,
Juan Pablo II expone su doctrina sobre Ma-
ría, en consonancia con su magisterio an-
terior. Así es: limitándonos a sus documen-
tos mayores, después de la gran trilogía de
encíclicas dedicadas a cada una de las tres
Personas Divinas (Redemptor hominis, so-
bre el Hijo; Dives in misericordia, sobre Dios
Padre; y Dominum et vivificantem, sobre el
Espíritu Santo), escribe esta encíclica convo-
cando al año mariano de 1987.
En la carta, relaciona a María con Cristo
y con la Iglesia, terminando con la media-
ción materna de la Virgen en la vida de la
Iglesia y de los cristianos.
En la introducción enlaza este pensa-
miento con el texto conciliar de GS 22, con
el que comienza su magisterio pontificio en
Redemptor Hominis (“El misterio del hom-
bre sólo se esclarece a la luz del misterio del
Verbo Encarnado”). Jesucristo, redentor del
hombre, centro del cosmos y de la historia
(RH1), ilumina y da sentido a la misión de
María como Madre del Redentor, Madre de
la Iglesia y de los cristianos.
En función de este planteo, en el do-
cumento mariano del Papa polaco subyace
el tema más antiguo de la fe de la Iglesia
sobre María: el tema de María,  nueva Eva,
asociada a Jesús, el nuevo Adán, en su obra
salvadora.7 Este tópico aparece tres veces a
7 La comparación Eva/María la encontramos en Justi-
no, Ireneo y Tertuliano. Cf. Cardenal John H. Newman,
The Mystical Rose, (Princeton: Scepter, 1996), 20.
45
 Juan Pablo II delante de la Virgen de Luján. Su amor apasionado por María

46
lo largo del documento. La desobediencia de
Eva junto a Adán, es reparada, en la pleni-
tud de los tiempos, por María, quien obede-
ciendo a Dios trajo al mundo al Salvador y,
con Él, la salvación.
Juan Pablo en la encíclica da un rol prin-
cipal al tema de la fe de María. Ella fue Ma-
dre de Cristo como consecuencia de su res-
puesta de fe al ángel. María es proclamada
por Isabel bienaventurada por haber creído.
Y la proclamación de su bienaventuranza
por todas las generaciones a lo largo de los
siglos sigue viéndola como dechado de fe.
Por cierto, se trata de una fe que no es una
mera afirmación intelectual, sino que implica
la donación total de sí que María renueva
cada día de su vida.
En la encíclica se subraya que la entrega
plena de María, expresada en su “sea-hága-
se”, está en plena consonancia con las pala-
bras del Hijo de Dios, que se hizo Hijo de la
Virgen y que, según la Carta a los Hebreos,
al venir al mundo, dice al Padre: «Sacrificio
y oblación no quisiste; pero me has formado
un cuerpo... He aquí que vengo... a hacer,
oh Dios, tu voluntad». María en su sí, que
va a ser vivido a lo largo de toda su vida,
se une a la oblación de Jesús. Imitando a
María, todos los cristianos hemos de reali-
zar una entrega que nos una al ofrecimiento
mismo de Jesús al Padre.
María aceptó su vocación a ser Madre
del Mesías, que se le comunicó en la Anun-
ciación. Aceptó igualmente vivir esa misión
en la oscuridad y el dolor, como se le pre-
dijo en la profecía de Simeón, a la que el
Papa llama la segunda anunciación. Abrazar
las paradojas del Evangelio es el centro de
lactitud espiritual que María nos ha dejado
como camino a cuyo recorrido nos invita.
Ella aceptó vivir el misterio de Jesús en la
oscuridad de la fe, incluso cuando el velo se
hizo especialmente denso, como sucedió en
el Calvario.
En ese momento supremo de dolor para
una Madre, que es la agonía del Hijo, es-
pecialmente cuando se trata de una muerte
violenta en cruz, María es el contenido de lo
que el Papa llama el testamento de la cruz.
Al darnos a su Madre como Madre nuestra,
Jesús moribundo nos da su última herencia.
Cuando nos daba la vida, cuando ya no te-
nía ninguna otra cosa que darnos, nos dio
a su Madre. Aceptar esta preciosa herencia
será tarea para toda la vida de un cristiano.
El Papa explicará que un cristiano acoge a
María, y con Ella el  testamento de la cruz,
cuando se consagra a Ella.
El texto termina con la antigua oración:
“Madre del Redentor virgen fecunda, puerta
del cielo siempre abierta, estrella del mar,
ven a librar a tu pueblo que tropieza y quie-
re levantarse, ante la admiración del cielo y
de la tierra diste a luz a tu santo creador y
permaneces siempre Virgen. Recibe Madre
el saludo del ángel Gabriel y ten de piedad
de nosotros, María”.
Le dedicó a María la encíclica pero tam-
bién muchísimas homilías y discursos. Entre
esas intervenciones se destacan una serie
de setenta catequesis entre 1995 y 1997.
En una de ellas encontramos una especie de
síntesis de su pensamiento:
“El mismo Concilio nos brinda un criterio
que permite discernir la auténtica doctrina
Mariana: “En la santa Iglesia [María] ocupa
el lugar más alto después de Cristo y el más
cercano a nosotros” (Lumen gentium, 54).
El lugar  más alto: debemos descubrir
esta altura conferida a María en el misterio
de la salvación. Se trata, sin embargo, de
una vocación totalmente referida a Cristo.
El lugar más cercano a nosotros: nuestra
vida está profundamente influenciada por el
ejemplo y la intercesión de María. Con todo,
hemos de preguntarnos acerca de nuestro
esfuerzo por estar cerca de ella. Toda la pe-
dagogía de la historia de la salvación nos in-
47
vita a dirigir nuestra mirada a la Virgen. La
ascesis cristiana de todas las épocas invita
a pensar en ella como modelo de adhesión
perfecta a la voluntad del Señor. María, mo-
delo elegido de santidad, guía los pasos de
los creyentes en el camino hacia el paraíso.
Mediante su cercanía a las vicisitudes de
nuestra historia diaria, María nos sostiene en
las pruebas y nos alienta en las dificultades,
señalándonos siempre la meta de la salva-
ción eterna. De este modo, se manifiesta
cada vez más su papel de Madre: Madre de
su hijo Jesús y Madre tierna y vigilante de
cada uno de nosotros, a quienes el Reden-
tor, desde la cruz, nos la confió para que la
acojamos como hijos en la fe.”8
Respecto del aspecto devocional-maria-
no de Juan Pablo II, María es sobre todo
quien se asocia a la obra redentora de Cristo
y la hace posible. La redención, la salvación
es un tema clave en el Papa polaco, Cristo
y María por su asociación a Él, se presen-
tan como quienes son capaces de liberar-
nos, de salvarnos de cualquier esclavitud y
opresión personal y social, como individuos
y como pueblo. La esclavitud más profunda
es la del pecado. No se cansa Juan Pablo
en su magisterio de recordarnos que Cristo
nos ha liberado del pecado y de la muerte,
del pecado personal y de las estructuras de
pecado. En su biografía esto es muy fuerte
e igualmente fuerte es su fe, su convicción
profunda en el poder de Cristo Salvador
Abrirse al poder salvador de Jesucristo,
al cristiano se le hace posible y hasta sencillo
apelando a la mediación materna de María.
Esto en Él era muy fuerte.
Mons. Vicente Segura, obispo de Ibiza y
Formentera, que trabajo muchos años con
Juan Pablo en la Secretaría de Estado, nos
trae este valioso testimonio:
8 Cf. Audiencia general 3 de enero de 1996. Acceso
2 de Octubre 2020. http://www.vatican.va/content/
john-paul-ii/es/audiences/1996/documents/hf_jp-ii_
aud_19960103.html
48
“Era normal verlo con el rosario en la
mano, aprovechando cualquier momento
que tenía libre par ir rezando a la Virgen. Y
tan cerca estaba de la Virgen que la Virgen
estaba cerca de él: así, por ejemplo cuando
el 13 de mayo de 1981 sufrió el atentado
en la Plaza del Vaticano, lo normal, por la
herida que le causó Alí Ağca es que hubiera
muerto enseguida pero… como él decía fue
la Virgen, en ese día de la fiesta de Fátima,
que le protegió y le evitó la muerte para que
siguiera haciendo el bien en el gobierno de
la Iglesia universal.
Todos los papeles que escribía en su
despacho la oración de San Luis María Grig-
non de Monfort a la Virgen; así en los escri-
tos de sus homilías, discursos, encíclicas, en
la parte superior derecha de las hojas: «En
la primera página escribía el inicio de la ora-
ción: Tuus totus ego sum, ‘Soy todo tuyo’;
en la segunda, Et omnia mea tua sunt, ‘Y to-
das mis cosas te pertenecen’; en la tercera,
Accipio Te in mea omnia, ‘Te pongo al centro
de mi vida’; en la cuarta, Praebe mihi cor
tuum, ‘Dame tu corazón’». En los archivos
de la Secretaría de Estado, donde yo trabajé
casi doce años, hay miles de esas páginas
donde se ve que Juan Pablo manifestaba de
modo muy íntimo y conmovedor su amor a
la Virgen. En la Plaza del Vaticano hay mu-
chas estatuas, pero él se dio cuenta de que
faltaba una: la de la Virgen, y la colocó. El
amor de Juan Pablo II por la Virgen fue un
amor sin límites. Nunca dejó pasar ocasión
para hablar de María. Le dedicó la encíclica
Redemptoris Mater, y muchas, muchísimas
homilías y discursos.”9
Casi al final del pontificado, celebró el
Año del Rosario, que tuvo tantos frutos de
devoción y renovación espiritual. Las afirma-
ciones doctrinales que hace sobre María van
siempre acompañadas de un cálido amor
9 Acceso 5 de octubre de 2020 https://www.perio-
dicodeibiza.es/opinion/opinion/2016/05/15/192964/
san-juan-pablo-devocion-virgen-maria.html
por la Madre de Dios que se transforman en
fuente de Devoción para el Pueblo de Dios.
Juan Pablo II y la familia
El Papa Francisco, durante la canoniza-
ción de Karol Wojtyła y Angelo Roncalli, el
27 de abril de 2014, recordaba que en su
servicio al Pueblo de Dios, san Juan Pablo II
fue el Papa de la familia.
Así es, durante sus 26 años de Ponti-
ficado habló incesantemente de la familia,
fue uno de los temas que más profundizó,
pero ¿por qué este tema era tan importante
para él? Tal como venimos reflexionando, el
primer motivo es su propia experiencia de
familia, tanto el amor que allí vivió y lo que
le fue inculcado como valor, como el hecho
de quedarse sin familia a los 21 años.
El segundo motivo es una especial sensi-
bilidad pastoral, una especie de llamado que
sintió desde muy joven, cuando su apostola-
do se desarrollaba sobre todo entre los estu-
diantes universitarios en Polonia. Juan Pablo
lo dijo varias veces, por ejemplo, en su libro
Cruzando el umbral de la esperanza:
“Como sacerdote, me di cuenta muy
pronto de esto. Sentía una llamada interior
en esa dirección. Hay que preparar a los jóve-
nes para el matrimonio, hay que enseñarles
el amor. El amor no es cosa que se aprenda,
y sin embargo no hay nada que sea más ne-
cesario enseñar! Siendo aún un joven sacer-
dote aprendí a amar el amor humano. Éste
es uno de los temas fundamentales sobre el
que centré mi sacerdocio, mi ministerio des-
de el púlpito, en el confesonario, y también
a través de la palabra escrita.”10
Luego, siendo Papa, en continuidad con
el Concilio Vaticano II que miró la familia
como uno de los “problemas más urgen-
10 Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la esperanza,
(Vaticano: Lib. Ed. Varicana.1994), 132-133.
tes”11 de nuestro tiempo, consideró que la
familia era una prioridad en la tarea de la
Iglesia.
Él quiso dar una respuesta a grandes
desafíos a los que estaba expuesto el amor
en el siglo XX: la naturaleza de los vínculos
interpersonales en el matrimonio y la fami-
lia, la separación entre amor y fecundidad,
el escepticismo hacia el “para siempre” del
amor. Intuiciones que en germen estaban en
el libro que escribió en 1960, siendo auxiliar
de Cracovia, Amor y Responsabilidad.
Recordando las innumerables aportacio-
nes del Papa polaco en este campo, se des-
tacan su Exhortación Apostólica postsinodal
Familiaris Cosortio (1981), la carta a las fa-
milias de 1994, y la fundación de un cen-
tro académico internacional sobre la familia
(Pontificio Instituto Juan Pablo II), para pro-
fundizar teológicamente y formar personas
que puedan acompañar a las familias frente
a los grandes desafíos de nuestro tiempo.
Cada año del pontificado de Juan Pablo
II es testimonio de su esfuerzo por anunciar,
con un profundo carácter pastoral, la buena
nueva sobre la familia. Hay pronunciamien-
tos sobre el tema en todos los continentes.
Son centenares. Citamos solamente el título
de alguno de ellos: Italia (1980), “Custodiar
la familia, en la cual el amor fructifica como
vida”; Nigeria (1982) “Por la familia el hom-
bre se incorpora a la sociedad”; Italia (1983)
“El paro, la droga y la soledad, tres plagas
que ponen en peligro la familia”; Países Ba-
jos (1985) “Pongo ante vosotros la vida y la
muerte”; India (1987) “El hogar, lugar del
amor de Dios”; Austria (1988) “No esta per-
mitido separar la vida calificandola según su
11 Recordemos que GS (Gaudium et Spes), dedica
toda su segunda parte a “Algunos problemas más ur-
gentes”, el primero de los cuales es la familia. Juan
Pablo II, quien participó como obispo de la redacción
de la Constitución Pastoral, estaba bien impregnado
de estas inquietudes y quiso darles espacio y continui-
dad en su pontificado.
49
valor, en valiosa o sin valor”; Angola (1992)
“La familia según el plano Divino”; Estados
Unidos (1995) “Vida consagrada y familia,
dos vocaciones que se complementan”; Bra-
sil (1997) “Santidad de la relación entre el
hombre y la mujer”; Polonia (1999) “Como
un buen hijo beso el umbral de la casa de
mis padres”; Croacia (2003) “El valor de la
familia en la Iglesia y en la sociedad”; y, por
fin, Vaticano (2005), dónde el Papa escribió
su último mensaje para la Cuaresma bajo el
título: “La longevidad como un especial don
de Dios”.12
Francisco ha continuado el legado de
Juan Pablo II, de ello dan cuenta sus inter-
venciones en los encuentros mundiales de
familias, pero sobre todo la convocatoria al
pre-sínodo y al sínodo de la Familia (2014
y 2015), sinodos que eran continuidad de
aquel de 1980, convocado por el papa po-
laco y que como fruto ofreció la exhortación
Familiaris Consortio. Ambos pontifices tuvie-
ron entre sus primeras intervenciones la pre-
ocupación por la familia y por convocar un
sínodo que trate los temas relativos a ella.
Me gustaría terminar con unas palabras
dichas por Francisco en el encuentro mun-
dial de familias en Filadelfia y retoma en
Amoris Laetitia, palabras que seguramente
suscribiría Juan Pablo II:
“Querer formar una familia es animarse a
ser parte del sueño de Dios, es animarse a
soñar con Él, es animarse a construir con Él,
es animarse a jugarse con Él esta historia
de construir un mundo donde nadie se sien-
ta solo, que nadie sienta que sobra o que
no tiene un lugar” (AL 321. Philadelphia, 26
septiembre 2015)”.

12 Un hermoso testimonio sobre lo que significaba

la Familia para Karol Wojtyla, lo podemos ver en el
texto del Card. Dziwisz, quien fue su secretario por
años en Cracovia y en Roma y lo acompañó en todos
sus viajes: cfr. Acceso 6 de Octubre 2020 Almudi.org/
articulos-antiguos/7584-juan-pablo-ii-el-papa-de-la-
familia-y-de-la-vida-estanislao-dziwisz.

50
JUAN PABLO II Y LAS RELACIONES CON EL ISLAM
Por Ricardo Elía
Secretario de Cultura del Centro Islámico de la República Argentina
Muchísimas gracias; es un honor estar
con todos ustedes. Gracias doctor Horacio
García Bossio, es un honor también estar
junto al Vicerrector de Integración de la
UCA, el presbítero Gustavo Boquin, que ya
compartimos hace unos años una jornada
común. Yo simplemente voy a leer algunos
párrafos, precisamente de ese libro citado
del que soy su autor: “Nuestra Casa Común:
Catorce siglos de relaciones entre cristianos
y musulmanes” (Buenos Aires: Editorial Ará-
bigo-Argentina “El Nilo” – Instituto de Diálo-
go Interreligioso, 2017), referido a San Juan
Pablo II.
Se narra a partir de la página 724. Hubo
tres pontífices en el siglo que buscaban el
diálogo y la convivencia entre cristianos y
musulmanes: Juan XXIII, Pablo VI y Juan
Pablo II. San Juan Pablo II tuvieron una rela-
ción excepcional con los musulmanes. Ante-
riormente, ningún pontífice había calificado
reiterado al Islam como una religión herma-
na. Tampoco ningún Papa había entrado en
una mezquita por la paz y la concordia.
El 19 de agosto de 1985, en el estadio
Mohammed V de Casablanca, en Marrue-
cos, ante el Rey Hassan II, 10.000 jóvenes
musulmanes y 2.000 cristianos, provenien-
tes de las diócesis de Tánger y Rabat, Juan
Pablo II pronunció un discurso inolvidable.
El Papa saludó a la multitud en árabe y con-
tinuó todo su discurso en francés. Empezó
queriendo recordar las muchas cosas que
compartían el Islam y el Cristianismo. Luego
de puntualizar que cristianos y musulmanes
provenían de una misma tradición abrahámi-
ca, dijo “musulmanes y católicos creemos en
el mismo Dios único, el Dios vivo, la fuente
de todo lo que es bueno, de todo lo que es
bello y todo lo que es santo; el Dios que creó
los mundos y que lleva las criaturas hacia su
perfección.” El Pontífice recordó que la carta
conciliar Nostra Aetate, se destaca el interés
por los creyentes musulmanes, por su fe en
Dios único, por su sentido de la oración y por
su estigma de la vida moral.
Dice Juan Pablo II: “Para cristianos y
musulmanes en primer lugar corresponde el
amor a Dios que se expresa en la oración,
en la plegaria, alabanza y súplica. Esa fe en
Dios no puede sufrir ni infidelidad ni indife-
rencia, pero sólo alcanza su perfección en
el respeto hacia las tradiciones religiosas.
Esto es así porque debemos respetar a cada
hombre por lo que cree sin presiones exte-
riores. Allí, remarcó Juan Pablo II, es donde
reside el verdadero sentido de la libertad re-
ligiosa; es el centro mismo de la dignidad
humana. La dignidad del hombre, agregó,
nos convoca a amar a todo ser humano y
consecuentemente a respetar los derechos
humanos, porque son la expresión de la vo-
luntad divina y la exigencia de la naturaleza
del hombre creado a imagen y semejanza
de Dios.
51
 Los derechos humanos estaban ame-
nazados por la incomprensión, racismo, las
guerras, las injusticias, la desocupación, el
hambre y el despilfarro. El Papa se dirigió a
los jóvenes musulmanes y les dijo “Ustedes
son responsables del mundo de mañana,
deben construir ese mundo y no solamente
soñarlo. Pero para construir ese mundo nin-
gún ser humano debe jamás ser sacrificado
porque cada persona es única e irreempla-
zable en el plan divino. Ese plan divino nos
convoca a construir un mundo más pluralis-
ta y solidario, donde se superen las grandes
injusticias existentes, la falta de solidaridad
entre el norte y el sur.
En su biografía de Juan Pablo II, Andrea
Riccardi inserta este párrafo del emotivo
discurso que es seleccionador y resume la
tarea futura para los cristianos y musulma-
nes. Dice así Andrea Riccardi: “Nos hemos
encontrado en posiciones opuestas y hemos
consumido energías en polémicas y gue-
rras. Debemos respetarnos y también debe-
mos estimularnos recíprocamente a cumplir
obras de bien. En la redacción se percibe,
como lo hace notar Andrea Riccardi, el eco
del versículo coránico que dice “Esforzaos
pues juntos como si compitieseis haciendo
buenas obras; hacia Dios es el retorno de
todos vosotros, y os hará entender sobre
aquello en lo que discrepabais”. Esto se en-
cuentra en el capítulo 5 del Corán, versículo
48.
Cuando en octubre de 1986 el Papa
Juan Pablo II convocó la Jornada Mundial de
oración por la Paz en Asís, en Italia, estaba
consolidando una larga y ejemplar cadena
de diálogo, cuyo primer eslabón había sur-
gido hace 14 siglos cuando se reunieron por
primera vez los cristianos y los musulmanes
en la ciudad de Medina. El 7 de septiembre
de 1989 Juan Pablo II envió una carta apos-
tólica a los obispos sobre la situación en el
Líbano. Juan Pablo II, en el primer día del
52
año 2000, enuncian una de las más valien-
tes y sabias declaraciones sobre el espíritu
de la verdadera paz. Que nadie se haga ilu-
siones de que la simple ausencia de guerra,
aun siendo tan deseada, sea sinónimo de
una paz verdadera. No hay verdadera paz si
no viene acompañada de equidad, verdad,
justicia y solidaridad. En su visita al Reino
de Jordania, el martes 21 de marzo del año
2000, Juan Pablo II rezó una plegaria que fi-
nalizo diciendo: “Dios bendiga  a todos, Dios
Bendiga Jordania, San Juan Bautista proteja
al Islam, a todo el pueblo de Jordania y a
todos los que han participado en esta cele-
bración; una celebración memorable”.
El lunes 7 de mayo del año 2001, Juan
Pablo II se convirtió en el primer pontífice de
la iglesia católica en pisar un santuario mu-
sulmán, al entrar a las 17:20hs (hora local),
de Damasco, en la Mezquita de los Omeyas.
Fue descalzado, como manda la tradición
para entrar en el recinto islámico, donde
manifestó su deseo que no hubiera enfren-
tamientos entre musulmanes y católicos.
Nunca más. Ambas religiones, dijo, tienen
la necesidad de buscar el perdón y ofrecerse
disculpas mutuas. En todo momento el Papa
estuvo acompañado del muftí de Siria, Sheij
Ahmed Kuftaro (1915-2004), con quien an-
tes había platicado y tomado café en las
proximidades de la mezquita.
También en el año 2001, el 24 de sep-
tiembre, con motivo de su visita a la Repúbli-
ca de Kazajistán, San Juan Pablo II reiteraba
el respeto de la Iglesia Católica por el Islam
y dijo: “El Islam que reza y que sabe hacerse
solidario con quien sufre una necesidad”.
Yo quisiera concluir esta breve interven-
ción con una referencia a la visita de San
Juan Pablo II a la Argentina en la segunda
oportunidad que lo hizo y que fue el  lunes
6 de abril de 1987. Juan Pablo II llegaba en
una visita de una semana por segunda vez
a Argentina, tras permanecer siete días en
Juan Pablo II besa el Corán, libro sagrado para el Islam

Juan Pablo II con el líder palestino Yasser Arafat

53
Chile.. La primera vez había sido el viernes
11 de junio de 1982 para solucionar pacífica-
mente la guerra de Malvinas. El Papa había
sido invitado por los episcopados de ambos
países, en agradecimiento por la mediación
del Vaticano en el conflicto por el Canal del
Beagle en 1979. En esta oportunidad, pre-
sidió el Encuentro Mundial de la Juventud y
celebró en el Obelisco la misa del Domingo
de Ramos para más de 750.000 fieles que
lo vivaban diciendo “Juan Pablo II, te quiere
todo el mundo”.
El jueves 9 de abril de 1987, por la ma-
ñana, una delegación del Centro Islámico
de la República Argentina, encabezada por
su presidente, el señor Muhammad Massud,
visitó la Nunciatura Papal y entregó a Juan
Pablo II un ejemplar del Corán y un plato
recordatorio. Ese fue el primer encuentro
entre los musulmanes argentinos y un sumo
pontífice de la iglesia.
Bueno, muchos sabemos que ese fue el
primer encuentro pero no el último ya que
luego, posteriormente, hay una relación
muy estrecha entre el actual pontífice, Fran-
cisco, el recordado Arzobispo de Buenos Ai-
res, Jorge Mario Bergoglio; pero ese es otro
tema que seguro en otra oportunidad abor-
daremos. Esta es una mínima presentación
sobre San Juan Pablo II y el Islam y su rela-
ción con el Centro Islámico de la República
Argentina.
Agradezco mucho la invitación, que en
su momento me hiciera el profesor Marco
Gallo, y por cierto, vuelvo a reiterar que es
un honor estar presente ante todos ustedes.

54
Juan Pablo II y la Argentina
entre dictadura y democracia.
Marco GALLO,
Director de la Cátedra Pontificia de la Universidad Católica Argentina
En el marco de este seminario en opor-
tunidad del centenario del nacimiento de
Juan Pablo II, es importante subrayar el rol
determinante que Karol Wojtyla ha ejercido
en los años Ochenta para evitar o detener
conflictos bélicos que habrían producido en
el país daños incalculables. Además, como
para todo el continente latinoamericano,
Juan Pablo II ha apostado con mucha fuerza
al regreso de la democracia. En esta pers-
pectiva quiero enfocar mi intervención en
tres eventos paradigmáticos: 1) la media-
ción papal para evitar la guerra con Chile en
1978 en la controversia del canal del Beagle;
2) las reiteradas intervenciones y su viaje re-
lámpago a Argentina durante el conflicto con
Inglaterra por las Islas Malvinas/ Falklands
en 1982; 3) su viaje pastoral al país en 1987
donde ha apoyado el nuevo proceso demo-
crático, iniciado en 1983, con el desplome
de la dictadura militar.
En la Centesimus Annus, después de la
caída de los regímenes totalitarios del Este
de Europa y la implosión del régimen so-
viético, Karol Wojtyla clarifica su apoyo de-
cidido a la democracia. Afirma: “La Iglesia
aprecia el sistema de la democracia, en la
medida en que asegura la participación de
los ciudadanos en las opciones políticas y
garantiza a los gobernados la posibilidad de
elegir y controlar a sus propios gobernantes,
o bien la de sustituirlos oportunamente de
manera pacífica. Por esto mismo, no puede
favorecer la formación de grupos dirigentes
restringidos que, por intereses particulares
o por motivos ideológicos, usurpan el poder
del Estado.” (CA 46)
Y más adelante: “Después de la caída
del totalitarismo comunista y de otros mu-
chos regímenes totalitarios y de «seguridad
nacional», asistimos hoy al predominio, no
sin contrastes, del ideal democrático junto
con una viva atención y preocupación por
los derechos humanos. Pero, precisamente
por esto, es necesario que los pueblos que
están reformando sus ordenamientos den a
la democracia un auténtico y sólido funda-
mento, mediante el reconocimiento explícito
de estos derechos”. (CA 47) 1
Con referencia a la mediación papal en
el conflicto con Chile hay que destacar la ra-
pidez de la intervención pontificia, también
por las presiones ejercidas por el episcopado
argentino y especialmente por el cardenal
Primatesta. La llegada del cardenal Samoré
a Buenos Aires en los días de la Navidad de
1978 y luego a Santiago de Chile con el co-
mienzo de largas y complejas negociaciones
que llegarán a firmar en el Vaticano el acuer-
do de Paz, son ciertamente un unicum en la
larga trayectoria de la diplomacia vaticana.
Los dos países al borde de la guerra que ha-
1 Véase A. Espina, Juan Pablo II y la democracia,
Lumen Buenos Aires 2009
55
Juan Pablo II junto a la delegación chilena y argentina para la controversia del Beagle. Vaticano 1981

56
bría provocado sin duda una guerra regio-
nal, encontraron en la autoridad moral del
pontífice polaco el interlocutor adecuado.
Juan Pablo II recibió el 8 de Enero de
1979 de parte de las delegaciones argenti-
nas y chilenas en el diferendo por el Beagle,
el pedido de intervenir como mediador y el
pontífice polaco aceptó actuar en ese rol el
24 de Enero. Su intervención discreta y res-
petuosa de los antagonismos ha servido de
modelo para futuras negociaciones, también
alentadas  por Juan Pablo II en otros cua-
drantes conflictivos, donde la Iglesia Católi-
ca tuvo un papel preponderante.
En un discurso a las delegaciones de los
gobiernos de Argentina y Chile el 12 de di-
ciembre de 1980, el Papa indica en este es-
tilo negociador un ejemplo a seguir: “... por-
que me parece indudable que el gesto audaz
de apostar por la paz, aunque ello pudiera
comportar tal tipo de decisiones, además de
evitar peligrosas exacerbaciones, mostrará a
otros el camino por seguir cuando se pre-
sentan dificultades y tensiones en las rela-
ciones internacionales y dará también frutos
muy positivos en vuestros dos países...” 2
Sabemos que la mediación tuvo un iti-
nerario complejo y no privo de obstáculos.
Seguramente la caída de la dictadura militar
en Argentina, con el desastre del conflicto
bélico con Inglaterra por las Islas Malvinas,
ha abierto el camino para sellar en 1984,
después de un referéndum popular, el Tra-
tado de Paz y de Amistad entre los dos paí-
ses latinoamericanos. Aquel histórico evento
“bajo el amparo moral de la Santa Sede”
se selló el 29 de noviembre de 1984. Al día
siguiente las delegaciones fueron recibidas
por Juan Pablo II que se pronunció del si-
guiente modo:  “Si siempre han sido gratos
y motivo de esperanza mis encuentros con
vosotros y con todos aquellos que, a lo largo
2 C J Giaquinta, El Tratado de paz y amistad entre
argentina y chile. Como se gestó y preservó la media-
ción de Juna Pablo II, Agape libros Buenos Aires 2009
de estos años, con la continua asistencia de
esta Sede Apostólica, han prestado su inte-
ligencia y su abnegado trabajo para disipar
esas sombras, hoy deseo manifestaros la
profunda satisfacción con que os recibo. En
todas vuestras personas percibo también la
presencia de vuestros dos pueblos, cuyo fu-
turo de paz y amistad ha sido el móvil de mi
participación personal y de la consiguiente
acción de la Santa Sede, durante el proceso
de la mediación.”
Es fuerte en Wojtyla la conciencia de
una construcción de una paz como respues-
ta a la lógica de la violencia política y social
que en los años Setenta parecía la única pro-
puesta por parte de la mayoría de los regí-
menes dictatoriales latinoamericanos. En los
seis años de negociaciones que han llevado
a la firma del Tratado de Paz, si bien Juan
Pablo II es la figura central por su autoridad
moral y su clara pedagogía de la paz, no hay
que olvidar el esfuerzo de los negociadores
argentinos y chilenos.
El segundo punto que voy a tratar es la
intervención de Juan Pablo II en el conflicto
en el Atlántico del Sur en 1982 con Inglate-
rra.3
Este conflicto explota el 1 de Abril de
1982 con la invasión de las islas por parte de
las tropas argentinas enviadas por un régi-
men militar que está viviendo un verdadero
“canto del cisne”; Inglaterra, por su parte,
reacciona enviando su flota y las Naciones
Unidas condenan la unilateralidad de la ac-
ción del país latinoamericano.
3 Sobre la visita de Juan Pablo II a la Argentina y la
Búsqueda de la paz en el conflicto Malvinas/Flaklands
se puede ver mi ensayo en M. Gallo, El caso Argentino:
la acción pacificadora de Juan Pablo II con motivo de
las guerra de las Malvinas y su rol para favorecer la
vuelta a la democracia, en M. Camusso, M. Gallo, De
la dictadura a la democracia. La Iglesia Católica en
América Latina durante el pontificado de Juan Pablo
II (1978-2000) mediaciones y transiciones pacificas ,
Konrad Adenauer Stiftung, Buenos Aires 2015 pp 127-
164
57
 Una muchedumbre concurre a la Misa en Luján en junio 1982

58
 Delante de un conflicto que ve a dos
países cristianos como protagonistas, Juan
Pablo II desde el comienzo aboga por la paz,
en la búsqueda de un razonable negociado
que respete el derecho internacional. Ya la
crisis con Chile había evidenciado a la diplo-
macia vaticana la dificultad para encontrar
soluciones compartidas entre los beligeran-
tes.  será la base del consentimiento popular a la
El nuevo conflicto crea preocupación en
la diplomacia de la Santa Sede; el conflicto
en el Atlántico del Sur engendra preocupa-
ción y nuevos temores frente a un cuadro
mundial donde la guerra fría en América la-
tina había recrudecido sobre todo con la re-
volución sandinista en Nicaragua y la guerra
civil salvadoreña.
 El Papa desde el comienzo percibe la
necesidad de hacer algo, dar señales claras
contra el conflicto y buscar negociaciones ra-
zonables. Unos días después de la ocupación
de las islas por parte del ejército argentino,
se celebra la Pascua y el pontífice polaco en
su mensaje “urbi et orbi” cita explícitamente
la crisis bélica austral: “la alegría pascual ha
sido turbada por situaciones de tensión o de
conflicto en algunas partes del mundo... últi-
mamente se ha agregado una grave tensión
entre dos países de tradición cristiana, Ar-
gentina y Gran Bretaña con pérdida de vidas
humanas y con la amenaza de un conflicto
armado y con temibles repercusiones en las
relaciones internacionales”. El discurso del
Papa se transforma en un apasionado lla-
mado: “Formulo entonces el voto ferviente
y un llamamiento particularmente urgente a
las partes en causa, para que quieran bus-
car, con responsable compromiso y con toda
buena voluntad, los caminos de una pacífica
y honorable composición de la crisis, mien-
tras todavía queda tiempo para prevenir un
choque sangriento.”
En efecto la aventura bélica contra In-
glaterra por la soberanía de las islas del At-
lántico Sur, como nota el estudioso francés
Alain Rouquié, fue llevada por los militares
con cierta habilidad. Es objetivo el juicio que
el estudioso francés propone afirmando: “la
manipulación de la opinión pública fue con-
ducida de un modo magistral, el fervor pa-
triótico poderosamente mantenido desde el
2 de Abril al 13 de Junio”. Este nacionalismo
estrategia militar; gran parte de la sociedad
civil argentina, y también dentro de la misma
Iglesia católica, hay un apoyo incondicional.
Esta actitud sin duda agrega complejidad a
un camino negociado por vía de una pers-
pectiva unilateral con que se mira la cues-
tión de la soberanía de las islas disputadas.
Este panorama difícil y lleno de incógni-
tas y obstáculos es lo que se presenta delan-
te de la mirada angustiada y preocupada del
pontífice polaco. Desde las primeras noticias
sobre el inicio del conflicto, Juan Pablo II ha
buscado todas las formas y maneras para
detenerlo y encarrilarlo sobre los andariveles
de las dos negociaciones. Trata de involu-
crar a los episcopados argentinos e ingle-
ses, invitándolos a ceremonias comunes por
la paz, para firmar declaraciones conjuntas
que empujen a los beligerantes a tratar.
Seguramente el viaje pastoral a Inglate-
rra en mayo de 1982, programado dos años
antes, pero que finalmente se desarrollaría
en pleno conflicto,  podía ser una oportuni-
dad única para llevar a aquellas tierras sus
mensajes de paz y de reconciliación. Queda-
ba justamente la preocupación por parte del
pontífice que este viaje a Gran Bretaña pu-
diera ser interpretado por el pueblo argen-
tino como un apoyo implícito al país anglo-
sajón. Justamente para explicar la situación,
de manera inédita, Juan Pablo II escribe una
carta a los fieles argentinos, fechada el 25
de Mayo, día altamente simbólico por la con-
memoración de la Primera Junta del  nuevo
gobierno patrio en 1810, en la que quiere
59
aclarar el sentido de su viaje a Inglaterra. El
papa aclara de antemano que sus viajes no
deben ser justificados, porque únicamente
razones pastorales y de servicio evangélico
al mundo responden a estas exigencias. Afir-
ma Juan Pablo II: “la cancelación del viaje
hubiera sido una desilusión no solo para los
católicos sino también para muchísimos no
católicos, que lo consideran singularmente
importante también por su significado ecu-
ménico, y efectivamente lo es. Ellos saben,
en efecto, que la visita del Papa tiene un
carácter pastoral y para nada político”.
El Papa quiere comunicar a los argenti-
nos la esperanza, a pesar del drama real que
se vive; enumera todos los esfuerzos lleva-
dos adelante para lograr una pacífica nego-
ciación: “he rezado tantas veces por esta in-
tención, especialmente durante mi reciente
peregrinación a Fátima y de manera muy es-
pecial durante la Misa que he concelebrado,
el 22 de este mes, en la Basílica de San Pe-
dro junto a los pastores de la Iglesia Argen-
tina, de América Latina y los de la Iglesia de
Inglaterra, Escocia y Gales. Permanecen to-
davía vivas, con toda su exigencia, las frases
que he pronunciado en una circunstancia
tan histórica: “La paz es posible, la paz es
una tarea imperiosa”. El papa precisa que él
viajará a Argentina de manera inédita, des-
pués de su vista a Gran Bretaña; no será un
viaje pastoral, que en cambio lo programará
en futuro, sino un viaje para pedir “la victo-
ria de la justa paz sobre la guerra”. El  Papa
hace luego un llamado a los obispos argenti-
nos para que transmitan el verdadero signi-
ficado de este viaje apostólico. La búsqueda
de la unidad debe prevalecer sobre cual-
quier forma de patriotismo que pueda dividir
y profundizar los contrastes: “...asimismo, a
pesar de respetar las justas exigencias del
patriotismo, sean voceros de aquella unidad
que en Cristo y ante Dios, Creador y Padre,
abraza todos los pueblos y todas las nacio-
60
nes, más arriba de lo que distingue, divide o
hasta opone recíprocamente...”
El Papa quiere evitar cualquier tipo de
polarización y manifiesta cuál debe ser la
posición de la Iglesia frente a la guerra, una
posición libre de condicionamientos políticos
e ideológicos, solamente esta libertad puede
garantizar un accionar autónomo, premisa
indispensable para mediaciones exitosas:
“La Iglesia, aun conservando el amor
hacia cada singular nación, no puede dejar
de lado de tutelar la unidad universal, la paz
y la comprensión recíproca. De esta manera,
también en medio de las tensiones políticas
y de las calamidades que engendra la gue-
rra, la Iglesia no cesa de testimoniar la uni-
dad de la gran familia humana y busca los
caminos que evidencien tal unidad, más allá
de las trágicas divisiones. Son los caminos
que conducen a la justicia, al amor y a la
paz.”
Juan Pablo II no es un ingenuo, un utó-
pico pacifista, es plenamente consciente de
las dificultades  y de los diferentes obstácu-
los que se encuentran en este incierto cami-
no de reconciliación y como pacificador hace
referencia a la unidad del género humano y
amonesta en el creer a un patriotismo que
desemboca en un fanatismo nacionalista.
Así las palabras de Karol Wojtyla: “...las di-
ficultades pueden parecer no superables.
Pero nunca son insuperables, si las partes
saben dar, ambos, prueba de recíproca com-
prensión de los propios y ajenos derechos e
intereses vitales, incluido el honor nacional
legítimamente entendido; si saben dar prue-
ba, es decir, de una visión más amplia, que
abrace también el bien de otros pueblos y de
la humanidad; prueba de previsión en con-
siderar las consecuencias del propio actuar;
de magnánima buena voluntad, que nada
quita al debido sentido de responsabilidad
hacia el propio País y los propios conciuda-
danos. Requerimientos exigentes, pero ne-
cesarios; porque verdaderamente ‘humanos’
y esenciales para el bien de la humanidad”.
De estas exigencias los obispos presen-
tes deben hacerse embajadores, no buscan-
do polarizaciones indebidas sino presentan-
do de manera clara y unívoca la posición
de la Iglesia. Una posición garante de la
unidad que es ante todo ejemplo de vida y
de acción. La Iglesia debe recordar a todos
la misión de preservar los hombres como
“imagen de Dios” que a menudo la guerra
desfigura y vulgariza: “...de esta experiencia
típicamente cristiana yo le pido, venerables
hermanos e hijos queridísimos, haceros tes-
tigos y voceros. Proclamen ante todo con la
palabra y con el ejemplo que es posible, aun
respetando las justas exigencias del patrio-
tismo, salvaguardar aquella superior unidad
de pensamientos, de intentos, de realizacio-
nes, que se arraiga en la común naturaleza
humana y tiene su logro en la vocación a la
misma descendencia divina...”  sión última para realizar este inédito viaje
Cuatro días después de la Misa por la
paz, el 26 de Mayo, como respuesta al pedi-
do del Papa aparece una declaración conjun-
ta, suscripta por el arzobispo de Liverpool,
Mons. Worlock, el Arzobispo de Glasgow,
Mons. Winning, por el cardenal Gray, arzo-
bispo de St. Andrews y Edimburgo y el card.
Hume, arzobispo de Westminster; por los
obispos argentinos, los firmatarios son el
card. Primatesta y el cardenal Aramburu. En
la declaración los obispos agradecen al papa
por la iniciativa de celebrar la Misa por la paz
y se comprometen a trabajar en una solu-
ción pacífica del conflicto.
Hay como un examen de conciencia por
parte de los dos episcopados; no se ha he-
cho todo lo posible para evitar el conflicto,
de hecho ambos episcopados habían sido
hasta el momento poco activos en la bús-
queda de negociados. En esta perspectiva
las palabras de la declaración no son de cir-
cunstancia o formales, sino que adquieren
un espesor de fuerte responsabilidad. Ter-
mina de esta manera la declaración conjun-
ta: “la paz es un don de Dios. Tenemos que
orar todos para que este don precioso sea
restituido a nuestros pueblos. Nos compro-
metemos a trabajar para lograr un clima de
serena convivencia en el mundo que permita
al Santo Padre continuar su misión pastoral
de paz entre las naciones.”
Ya en aquellos días de Abril, Juan Pa-
blo II había escrito sendas cartas al general
Galtieri por un lado  y a la primera Ministra
inglesa Margareth Thacher para hacer lo im-
posible y buscar soluciones pacíficas y con-
sensuadas al conflicto. Según declaraciones
del card. Santos Abril y Castello el  mismo
cardenal Primatesta, presidente de la Confe-
rencia Episcopal Argentina, había manifesta-
do a Wojtyla el dramatismo de la situación y
de alguna manera había fogoneado el viaje
del Papa a Argentina. Sin embargo la deci-
fue una decisión exclusiva del Santo Padre.
El Papa, después de la misa por la paz,
de la declaración conjunta de los obispos y
de la carta a los argentinos, efectúa el pro-
gramado viaje a Inglaterra del 28 de Mayo
al 2 de Junio. Justamente en la audiencia
general del miércoles 26 de Mayo, en la vís-
pera del viaje, el Papa explica a los fieles
presentes el sentido del viaje y lee la carta
que enviará a los argentinos y vuelve a sub-
rayar que el viaje “no tiene ningún carácter
político, sino exclusivamente pastoral, y está
desprovisto incluso de los contactos con las
autoridades gubernamentales que son nor-
males en casos semejantes”. La carta será
entregada en aquellos días de Mayo al ge-
neral Galtieri, en un viaje relámpago, por
mons. Achille Silvestrini, entonces secretario
de los Asuntos Públicos de la Iglesia, que
anuncia a la cúpula militar el próximo viaje
del Papa al país rioplatense. La noticia de
la visita del Papa viene recibida con alegría
61
Juan Pablo II recibido en la Argentina por el presidente Raúl Alfonsin, Buenos Aires abril de 1987

62
y esperanza por la grey católica; entre los
militares hay una positiva aceptación, con la
esperanza no tan oculta, de jugar y aprove-
char la visita papal para apuntalar la imagen
muy deteriorada del gobierno frente a la opi-
nión pública local e internacional.
Despidiéndose de Inglaterra el pontífice
vuelve a recordar el sentido de su viaje, su
rol como mensajero de paz y de reconcilia-
ción, para proclamar el Evangelio de la paz.
Con estos mismos sentimientos e intencio-
nes Juan Pablo II pisa suelo argentino el 11
de Junio:
“mi estadía en tierras argentinas, aún
breve por exigencias bien conocidas, será
ante todo una súplica con vosotros a Aquel
de quien desciende toda paternidad en el
cielo y en la tierra, para que llene los ánimos
de todos de sentimientos de fraternidad y
de reconciliación”. El Papa se presenta como
“humilde servidor de la causa de la paz”. Hay
que destacar que es la primera vez en la his-
toria de la Iglesia que un pontífice pise suelo
argentino, el futuro Pío XII había llegado a
buenos Aires en 1934, en oportunidad del
Congreso Eucarístico Internacional, como
legado papal; pero la visita de un sucesor
de Pedro en tierra rioplatense era una no-
vedad absoluta y en el momento de gran
incertidumbre que vivía la nación argentina,
la aceptación de su visita fue casi unánime y
entre los católicos despertó nuevo entusias-
mo y esperanza.
  El Papa ya comienza su peregrinación
en el país con un ferviente llamamiento:
“permitidme, desde este momento, in-
voque la paz de Cristo sobre todas las vícti-
mas, de ambos bandos, del conflicto bélico
entre Argentina y Gran Bretaña: que mues-
tre mi afectuosa cercanía a las familias que
lloran la pérdida de algún ser querido” y lue-
go vuelve a reafirmar la importancia de “go-
vernance mundial” : “que se solicite de los
gobiernos y de la comunidad internacional
medidas aptas para evitar daños mayores,
sanar las heridas de la guerra y facilitar el
restablecimiento de los espacios de una paz
justa y durable y la progresiva serenidad en
los espíritus”.
Juan Pablo II, como había afirmado
en Coventry vuelve a repetir en Ezeiza  no
solo su rechazo a la guerra y a toda forma
de soluciones violentas que no respetan la
sacralidad de la vida humana y la dignidad
profunda de la persona, sino que condena el
uso mismo de la guerra, como solución de
conflictos y que provoca a menudo imborra-
bles secuelas en la vida de los pueblos: “El
espectáculo triste de pérdidas de vidas hu-
manas – afirma – en consecuencias sociales
que se prolongarán por no poco tiempo en
los pueblos que sufren la guerra, me hace
pensar con profunda pena en la estela de
muerte y desolación que todo conflicto ar-
mado provoca siempre”. Y concluye:
“No estamos ante espectáculos ate-
rradores como los de Hiroshima o Nagasa-
ki; pero cada vez que arriesgamos la vida
del hombre, encendemos los mecanismos
que conducen hacia esas catástrofes, em-
prendemos caminos peligrosos, regresivos
y antihumanos. Por eso, en este momento
la humanidad ha de interrogarse, una vez
más, sobre el absurdo y siempre injusto fe-
nómeno de la guerra, en cuyo escenario de
muerte y dolor solo queda en pie la mesa de 
negociación que podía y debía evitarla.” Su
llamado se concluye de la siguiente manera:
“que el mundo aprenda a poner por encima
de todo, siempre y en toda circunstancia, el
respeto a la sacralidad de la vida; a relegar
al olvido el recurso a la guerra, al terrorismo
o a métodos de violencia y a seguir, deci-
didamente, senderos de entendimiento, de
concordia y de paz”.
En el primer encuentro multitudinario
que se realiza en la Catedral Metropolitana
de Buenos Aires el Papa, dirige un significa-
63
64
tivo discurso a los sacerdotes y a los religio-
sos y religiosas argentinas. Su primera preo-
cupación es restaurar ante todo en la iglesia,
una unidad que en estos años atormentados
ha sido fuertemente desgastada y de alguna
manera ha favorecido ulteriores desuniones
y particularismos. Juan Pablo II pone énfasis
sobre el restablecimiento de un clima de fra-
ternidad y de reconciliación al interior de la
Iglesia. Si la Iglesia está dividida cómo pue-
de transmitir un mensaje de unidad a una
sociedad fuertemente fragmentada? Esto
parece el primer objetivo de Wojtyla; resta-
blecer un clima de pacificación social, que la
guerra ha ulteriormente deteriorado:
“la necesidad de establecer un clima
tal de fraternidad, nos lleva lógicamente a
hablar de la reconciliación al interior de la
Iglesia y de la sociedad. Particularmente en
los delicados momentos actuales que la ha-
cen mucho más obligatoria y urgente. Todos
conocemos las tensiones y heridas que han
dejado su huella, agravadas por los recien-
tes acontecimientos, en la sociedad argenti-
na; y que hay que tratar de superar lo antes
posible.”
El papa los considera hombres y mujeres
de oración  y les pide que la oración sea la
gran arma de los cristianos contra la guerra:
“hoy vengo para orar con vosotros...vengo a
orar por todos aquellos que han perdido la
vida; por las víctimas de ambas partes; por
las familias que sufren como lo hice igual-
mente en Gran Bretaña. Vengo a orar por
la paz, por una digna y justa solución del
conflicto armado. Vosotros, que en esta tie-
rra argentina sois por título del todo espe-
cial hombres y mujeres de oración, elevadla
a Dios con mayor insistencia, tanto perso-
nal como comunitariamente”. Juan Pablo II
quiere que en este momento histórico tan
dramático, crezca una Iglesia que ora y que
dé su testimonio de paz y de reconciliación.
Es seguramente un momento de cambio
de muchos dentro de la Iglesia y dentro de
la sociedad; aquel unanimismo a favor del
conflicto bélico, la causa de una guerra justa
comienza con las palabras del Papa a que-
brarse y a manifestar fuertes perplejidades.
La cuestión de la guerra justa era apro-
bada tanto por la iglesia argentina como por
la iglesia anglicana y por el mismo arzobis-
po de Westmister Basil Hume y esto pone
de relieve el coraje y la mentalidad contra
corriente de Karol Wojtyla. Es interesante
notar que el senador Rodolfo Terragno, en
ocasión de la muerte de Juan Pablo II en
2005, en un homenaje del Senado argenti-
no, recuerda justamente la intervención del
Papa polaco durante la Guerra de las Malvi-
nas con estas palabras: “el cardenal Hume
había dicho que la guerra era justa, y había
pedido a Juan Pablo II que suspendiera su
viaje a Gran Bretaña. Juan Pablo II no solo
no lo suspendió, sino que se dirigió por car-
ta a la primera ministro Margareth Tatcher
y al general Galtieri, pidiendo la tregua, el
compromiso y el diálogo... Entonces, el Papa
decidió que iba a hacer un viaje pastoral,
primero a Londres y luego a Buenos Aires,
con la esperanza de imponer una tregua de
hecho”. Y termina este homenaje con una
afirmación muy interesante; “El no detuvo
la guerra, pero influyó en los sentimien-
tos. Después del hundimiento del crucero
General Belgrano y del Sheffield, el propio
arzobispo de Canterbury se vio obligado a
reconocer su error: dijo que cuando se so-
brepasa cierto límite, la guerra ya no es jus-
ta”. Y termina con una punta de amargura:
“Juan Pablo II lo sabía y trató de trans-
mitir este mensaje de paz. En otros casos
fue escuchado. En este y en muchos más,
no lo fue. Pero sus enseñanzas deben acom-
pañarnos”.
Delante de una sociedad que comienza
a ver con sus propios ojos el desastre de
la guerra y las negativas consecuencias de
65
un nacionalismo fanático, Juan Pablo II, ha-
blando a los obispos argentinos, presenta su
visión universal de la Iglesia, amonestando
sobre los riesgos de una iglesia nacionalista,
ensimismada y que no vive a pleno la propia
catolicidad.
Nuevamente la búsqueda de la unidad
debe ser el objetivo principal de la tarea
pastoral del obispo. El obispo debe ser, se-
gún la concepción wojtyliana, “promotor de
la irrenunciable identidad de las diversas
realidades que componen su pueblo”. Ser
promotor de unidad sin uniformidad y sin
aplastar las diferencias: “es fácil – amonesta
Juan Pablo II – y puede ser cómodo a veces,
dejar las cosas diversas abandonadas a su
dispersión. Es fácil, colocándose en el otro
extremo, reducir por la fuerza la diversidad
a una uniformidad monolítica e indiscrimina-
da. Es difícil, en cambio, construir la unidad
conservando, mejor aún, fomentando la jus-
ta variedad. Se trata de saber armonizar va-
lores legítimos de los diversos componentes
de la unidad, superando las naturales resis-
tencias, que brotan con frecuencia de cada
una. Por eso – afirma, ser obispo será ser
siempre artífice de armonía, de paz y de re-
conciliación.” El ministerio episcopal es esen-
cialmente un ministerio de reconciliación
que deben buscar sanar todas las fracturas
y heridas presentes en la sociedad. Aquí el
pontífice advierte implícitamente sobre el
riesgo de una politización de la Iglesia: No
lo hará – [el ministerio episcopal] con los
instrumentos de la política, sino con la pa-
labra humilde y convincente del Evangelio”.
Juan Pablo II es consciente de estar frente
a una sociedad profundamente fragmentada
en que los obispos han apoyado con cierto
fervor la razón de la soberanía y hoy frente
a una derrota militar inminente viven una
cierta desorientación. En esta perspectiva
Juan Pablo II hace un discurso sobre la ca-
tolicidad y la universalidad de la Iglesia, para
66
liberar el episcopado de una visión reducida
de su misión:
“efectivamente – afirma el pontífice – en
virtud de la función espiritual que ejerce ante
el Pueblo de Dios, un pueblo de Dios concre-
to, encarnado en un determinado sector de
la humanidad – cada obispo es, por vocación
y carisma, pero es, al mismo tiempo, testigo
de lo que llamamos patriotismo, entendién-
dolo aquí como la pertenencia a un determi-
nado pueblo, con sus riquezas espirituales y
culturales más propias. De aquí derivan las
dos dimensiones de la misión episcopal: la
del servicio a lo particular- a su diócesis y
por extensión, a la iglesia local de su país
y la apertura a lo católico, a lo universal, a
nivel continental o mundial.”
El Papa recuerda la centralidad de este
ministerio de reconciliación y subraya nue-
vamente el carácter propiamente pastoral
de su anterior viaje a Inglaterra, haciendo
referencia a la “carta a los argentinos” y
agregando detalles muy personales sobre
este original gesto:
“Y no necesito comentar aquí la ya men-
cionada carta firmada con mi propia mano
que, como acostumbraba hacer San Pablo,
escribí “a los queridos hijos e hijas de la na-
ción argentina”. Fue una palabra salida del
corazón, en una hora de sufrimiento para
vuestro pueblo, con el fin de anunciar mi
ardiente deseo de venir a encontraros”. El
Papa en esta ocasión hace pública la carta
que los obispos ingleses, durante su viaje
a Gran Bretaña, habían escrito a sus pares
argentinos, señalando de esta manera los
vínculos de paz y de amistad entre las dos
Iglesias. Este mismo vínculo el Papa espera
se instaure entre los dos pueblos y naciones.
Retumba en sus palabras a los prelados las
enseñanzas que fueron de Juan XXIII que
siempre había insistido sobre la importancia
de buscar lo que une y dejar a un lado lo que
divide. En esto se reconoce Juan Pablo II
como hombre del Concilio Vaticano II, hom-
bre de diálogo y que hace del diálogo unos
de los pilares de la misión de la Iglesia en el
mundo. Así termina su discurso a los obis-
pos: “en medio de las esperanzas y peligros
que pueden cernirse sobre el horizonte, y en
vista de las tensiones latentes que de vez
en cuando afloran, es necesario ofrecer un
servicio de pacificación en nombre de la fe y
comprensión mutuas, para que las riquezas
religiosas y espirituales, verdaderos cimien-
tos de unidad, sean mucho más fuertes que
cualquier semilla de desunión.”
Es cierto que el predicamento de Juan
Pablo II hacia una transición democrática da
aliento, dentro la Conferencia Episcopal, al
grupo de obispos que habían expresado, en
diferentes ocasiones, sus críticas y rechazo
ante la desaparición forzada de ciudadanos
obrada por el régimen militar. La definitiva
derrota del régimen militar argentino en las
islas Malvinas, frente a una sociedad ilusio-
nada y agobiada, empuja el mismo episco-
pado a ejercer aquella función de mediación
frente a nuevos conflictos internos a la so-
ciedad argentina, que tanto había auspiciado
Karol Wojtyla en sus intervenciones durante
su estadía en el país austral: “la situación
económica actual está exigiendo el ejercicio
de la justicia y de la caridad de modo apre-
miante. Los altos precios y los bajos sala-
rios, el desempleo masivo y la inflación, la
usura y la indexación, y por otra parte las
extensas inundaciones, provocan angustia y
zozobra y afectan la paz y la vida de muchos
individuos y familias y hasta de poblaciones
enteras”. Terminada la guerra hay que re-
construir una sociedad desgarrada económi-
ca y socialmente; de aquí la intención firme
y decidida de los obispos: “queremos ser
ministros de reconciliación. Queremos ser
constructores de alegría y de paz, sirvien-
do al designio de Dios y a las ansias más
hondas de los argentinos”. Asistimos a un
progresivo cambio por parte de la Iglesia;
pero no es un cambio mimético, utilitaris-
ta,- como ha sido interpretado por algunos
analistas -, sino debido al fuerte impacto de
la predicación evangélica de Juan Pablo II,
que ha recogido como resultado concreto,
una mayor unidad entre sus miembros y una
conciencia firme para poder jugar un papel
positivo en esta nueva fase histórica que se
presenta. El Santo Padre celebra una misa
multitudinaria el 12 de Junio en Buenos Ai-
res. Es la fiesta del Corpus Domini y el pon-
tífice enfoca su predicación sobre el misterio
eucarístico, recuerda  que en la misma plaza
del Monumento a los Españoles se celebró el
congreso eucarístico internacional de 1934,
fecha emblemática para el crecimiento del
catolicismo argentino en el país. En este
cuadro tan lleno de simbolismos y memorias
Juan Pablo vuelve a pronunciar palabras de
afecto y de cercanía frente al sufrimiento de
una sociedad e indica el estrecho lazo en-
tre el sacrificio de la cruz y la muerte de las
víctimas de la guerra: “la verdad sobre el
Cuerpo y la Sangre de Cristo, signo de la
Nueva Alianza – indica el Papa – será luz
para todos aquellos hijos e hijas, tanto de
Argentina como también de Gran Bretaña,
que en el curso de las actividades bélicas
han sufrido la muerte, derramando su pro-
pia sangre”.
El pontífice identifica luego en los jó-
venes los interlocutores del futuro; a ellos
confía un destino de esperanza para el fu-
67
turo. Son estas palabras pronunciadas por
él que los jóvenes argentinos transformarán
en el canto de acogida del Encuentro mun-
dial de los Jóvenes, que se celebrará en abril
de 1987 en Buenos Aires, en una Argentina
que ha logrado volver a un sistema demo-
crático. Juan Pablo II se hace embajador de
un saludo de paz por parte de los jóvenes
ingleses que ha encontrado en Cardiff, en su
viaje pastoral a Inglaterra. En este sentido
el pontífice quiere manifestar, a través del
deseo de los jóvenes, que la guerra muchas
veces está impuesta por pocos y rechazada
por muchos, el Papa quiere dar voz a este
pueblo del silencio y su anhelo de paz se
transforma en una verdadera imploración:
“No dejen que el odio marchite las energías
generosas y la capacidad de entendimien-
to que todos llevan adentro. Hagan con sus
manos unidas – junto con la juventud lati-
noamericana, que en Puebla confié de modo
particular al cuidado de la Iglesia – una ca-
dena de unión más fuerte que las cadenas
de la guerra. Así serán jóvenes y preparado-
res de un futuro mejor; así serán cristianos.”
Despidiéndose del país rioplatense el pontí-
fice vuelve a pedir una solución negociada y,
según el testimonio del cardenal Santo Abril
y Castelló, parece que el Papa, antes de des-
pegar el avión de vuelta a Roma, recibe de
manera reservada la noticia de la rendición
del ejército argentino que será declarada ofi-
cialmente dos días después, el 14 de Junio.
De alguna manera el Papa parte de Argenti-
na con el objetivo logrado: el cese definitivo
de las hostilidades bélicas. Poco antes, en
el discurso de despedida, había dicho: “No
se dude en buscar soluciones, que salven
la honorabilidad de ambas partes y resta-
blezcan la paz”. Juan Pablo II habría querido
obviamente que el conflicto terminara antes,
sin las víctimas que se dejó en el campo de
batalla, pero tuvo que medirse con la inflexi-
bilidad de los dos partes; la actitud belicista
68
del general Galtieri y la dura firmeza de la
Primera Ministra inglesa Margareth That-
cher, que con la victoria bélica habría tenido
garantizado el éxito para ser reelegida en las
sucesivas elecciones políticas. Motivos políti-
cos internos habían llevado al final, los unos
al fracaso y los otros al éxito.
Un tercer mojón está representado por
el viaje pastoral de Juan Pablo II al país en
abril de 1987. Viaje que se ubica en un con-
texto histórico donde la frágil democracia
argentina está cumpliendo sus primeros pa-
sos.
El pontífice polaco volvía a una Argenti-
na que, si bien aún no pacificada, se desa-
rrollaba en un contexto en el que se habían
retomado las tradiciones democráticas, vi-
viendo una estación de esperanza con miras
al futuro. Podemos afirmar con cierta funda-
mentación que durante este viaje se privile-
giaron cuestiones como la construcción de
la paz, la defensa de los derechos humanos
y la protección y crecimiento de de la demo-
cracia frente a los fantasmas de la dictadura
(una semana después de la visita del Papa,
en la Semana Santa estuvo el intento de
golpe de Estado por parte de un grupo de
militares liderado por el coronel Rico). Las
palabras de Juan Pablo II significaron un lla-
mado a la unidad y a construir una sociedad
plural pero armónicamente estructurada con
una política que podríamos decir que mira
hacia los procesos migratorios de “puertas
abiertas”. Es el tono del discurso que dirige
en Paraná justamente al mundo de los inmi-
grantes: “...no obstante tanta diversidad de
procedencias, culturas y religiones, es muy
honroso comprobar que en la Argentina no
se han dado las divisiones o los conflictos
raciales o religiosos... un país abierto a la
inmigración es un país hospitalario, que se
mantiene siempre joven porque, sin perder
su identidad, es capaz de renovarse al aco-
ger sucesivas migraciones; esa renovación
– afirma el pontífice- en la tradición es pre-
cisamente señal de vigor, de lozanía y de un
futuro prometedor. La Argentina no ha sido
así solamente en el pasado: lo es todavía,
y siempre lo debe ser.” El Papa de alguna
manera acompaña esta nueva ola migratoria
que en los años Ochenta crece sobre todo
de los países limítrofes como Bolivia y Para-
guay. La riqueza para Argentina es, según
Juan Pablo II, el mestizaje, el encuentro y la
interacción entre pueblos y culturas, que no
son nuevos en el panorama cultural polaco
vivido y conocido por Wojtyla.4
Ciertamente las palabras pronunciadas
el 6 de Abril en la Casa Rosada frente a los
dirigentes políticos de esta nueva fase de-
mocrática adquiere un valor muy especial
frente a  los sucesivos intentos de desestabi-
lización política. El Estado debe ser garante
y protector de los derechos humanos; el for-
talecimiento de las instituciones democrá-
ticas debe encontrar una plena correspon-
dencia en la construcción de una sociedad
civil consciente y con valores éticos y mo-
rales: “...la exigencia inmediata de valores
morales...es una decidida opción por la ver-
dad y la justicia en la libertad, lo cual ha de
reflejarse en los instrumentos institucionales
y legales que ordenan la vida ciudadana. Por
ello, será siempre deber insoslayable de la
autoridad pública la tutela y promoción de
los derechos humanos, incluso en situacio-
nes de extrema conflictividad, huyendo de
la frecuente tentación de responder a la vio-
lencia con la violencia...”
La pedagogía de la no – violencia
woytiliana aquí evocada se conjuga con la
construcción de una comunidad política y
humana donde prevalezca la fraternidad so-
cial. Así se expresa Juan Pablo II: “El pleno
restablecimiento de las instituciones demo-
4 M. Gallo, El viaje de la esperanza a la Argentina de
Juan Pablo II. Paz, derechos humanos y democracia.
Ponencia presentada 17 de mayo de 2017, UCA Bue-
nos Aires
cráticas constituye un momento privilegiado
para que los argentinos sean cada vez más
conscientes de que todos están llamados
a participar responsablemente en la vida
política, cada uno desde su propio puesto.
Ejerciendo sus derechos y cumpliendo sus
deberes cívicos, contribuirán decisivamente
al bien común del país! Ojalá se alcance de
este modo un renovado sentimiento de fra-
ternidad social como corresponde a miem-
bros vivos de esta gran comunidad que es la
patria argentina!”
Finalmente dirigiéndose al concluir su
visita el 12 de Abril a los hombres de cultu-
ra, reunidos en el Teatro Colón, Juan Pablo
II presenta la cultura como instrumento de
unidad y convivencia: “la verdadera cultu-
ra es, pues, instrumento de acercamiento
y participación, de comprensión y solidari-
dad. Por eso, el auténtico hombre de cultura
tiende siempre a unir, no a dividir, no crea
barreras entre sus semejantes, sino que
difunde entendimientos y concordia; no le
mueve la rivalidad ni la revancha, sino el de-
seo de abrir nuevas cauces a la creatividad
y al progreso”. Y les entrega una tarea para
el futuro:
“ ...He aquí un desafío para vuestro
talento; mostrar a la sociedad que los en-
frentamientos y las incomprensiones van
frecuentemente ligadas a la ignorancia y al
desconocimiento mutuo entre las partes;
poner de manifiesto que la verdad es aque-
lla síntesis superadora, capaz de resolver
los problemas reales y los conflictos, de tal
manera que los sectores rivales puedan re-
conocer su propia parte en un proyecto más
íntegro y armónico, que abrace e incluya a
todos en un esfuerzo común de civilización.”
El Papa es consciente de los innumera-
bles problemas que enfrenta la joven demo-
cracia argentina, justamente por esto le exi-
ge una síntesis superadora de los contrastes:
69
 “esta labor – concluye Wojtyla – exige
paciencia, dedicación, espíritu tolerante y
pluralista. A veces se experimentará el dolor
de ver que desfallecen los ánimos, pero nun-
ca ha de fallar la esperanza de llegar a su-
perar los problemas que hoy nos aquejan.”
Son muchas las cuestiones abiertas que
el pontífice deja a la sociedad en su conjunto
y al catolicismo argentino específicamente
en su despedida del país. Algunas de estas
70
estarán presentes en los años futuros: for-
talecer y dar mayor relevancia a un laicado
marginal y a menudo clericalizado, construir
unidad y comunión en un episcopado dividi-
do y la búsqueda de acuerdos para “políticas
de Estado” entre las diferentes fuerzas po-
líticas. Constatamos con preocupación que
algunas quedan, incluso hasta hoy, pendien-
tes de solucionarse.
INDICE
Agradecimientos 2

Mensaje del Papa Francisco 3

Palabras de bienvenida
Miguel Ángel SCHIAVONE, Rector de la Universidad Católica Argentina 5

Saludos
Aleksandra PIATKOWSKA, Embajadora de la República de Polonia en Argentina 7

Juan Pablo II, niño y joven en la Polonia Nazi.

Miroslaw ADAMCZYC, Nuncio Apostólico en Argentina 9

Juan Pablo II, el Papa de la Paz

Marco IMPAGLIAZZO,
Profesor Titular de Historia Contemporánea de la Universidad Roma Tres 15

El Papa San Juan Pablo II y los jóvenes

Gustavo BOQUIN, Vicerrector de Integración de la Universidad Cátolica Argentina 29

Juan Pablo II, el Papa que aprendió en su casa a amar a María y a la Familia
María Marcela MAZZINI, Doctora en Teología de la Universidad Católica Argentina 43

Juan Pablo II y las relaciones con el Islam

Ricardo ELIA, Secretarlo de Cultura del Centro Islámico de la República Argentina 51

Juan Pablo II y la Argentina entre dictadura y democracia.

Marco GALLO, Director de la Cátedra Pontificia de la Universidad Católica Argentina 55

71
 La edición de este libro cuenta con el apoyo
de la Embajada de la República de Polonia
en Buenos Aires.

Este libro se terminó de imprimir

en el mes de Marzo de 2021
en los talleres de Alba Impresores S.R.L.
Av. Amancio Alcorta 3910 - C.A.B.A
albaimpresores@gmail.com

72