Está en la página 1de 14

Tres Papas a los presos

Implicancias teológicas y pastorales de los discursos de Pio XII, Juan XXIII y Pablo VI
a los encarcelados.1

1. Visita de los Papas a las cárceles:


1.1 Hasta el siglo XX
En el mundo romano las cárceles, se concibieron principalmente como un lugar
de retención de los acusados de graves delitos hasta ser juzgados, o de los reos
condenados a muerte, cuya ejecución se consumaba, la mayoría de las veces, en el propio
recinto carcelario. No se pensó en ningún momento, que la prisión pudiera ser un lugar
de expiación de una pena o un castigo, ni que hubiera que hacer alguna inversión
económica, de los que inevitablemente iban a morir. El concepto de la pena, concebida
como la privación de la libertad para que el preso pudiese arrepentirse y reformarse, se
debe a la Iglesia que desde la Edad Media, arbitró medidas humanitarias e incluso
reclusiones en sus propios monasterios.
Tenemos registro de la visita a los encarcelados por parte de miembros de la
Iglesia desde los comienzos de la evangelización; así, el Papa San Cipriano escribió una
encíclica en el año 253 que se refiere a la obligación de caridad de visitar a los detenidos.
Desde el siglo VI ha sido deber del clero el visitar a los presos. Por eso siempre en la
Iglesia se fundaron organizaciones o cofradías que se dedicaban a esta obra de caridad.
Así el Papa Inocencio VIII creó en 1448 la Compañía de Misericordia de San Juan
Degoyado, a fin de acompañar a los condenados a muerte.2 3
En cuanto a las visitas de los Papas a las cárceles, hay varias documentadas y que
se han convertido en la ocasión para mejorar la condición de vida de los prisioneros. Tanto
Inocencio X Pamphili en 1650, como Clemente XI en 1704, se dirigieron sorpresivamente
y en secreto a visitar las obras para la construcción de las Cárceles Nuevas de vía Giulia
y la conocida como Hospicio de San Miguel en Porta Portese. Y regresaron una vez
acabada su construcción para reunirse con los detenidos y verificar la gestión de las
mismas.
León XII en 1824 y después en 1827 hizo dos visitas a detenidos: la primera fue
en las Cárceles Nuevas de vía Giulia y la segunda a la cárcel para menores de vía del
Gonfalone.4

1
Este artículo se complementará con un segundo sobre el mensaje del Papa Juan Pablo II a los presos
argentinos en 1987 que estoy escribiendo.
2
Cfr. BERISTAIN IPIÑA, Antonio, Criminología, victimología y cárceles, tomo II, págs. 178-179, Bogotá
2006
3
Cfr. GARCIA CUERVA, Jorge, Dos mujeres en la pastoral carcelaria del siglo XIX, pág. 21, Rio Gallegos
2019
4
Cfr. TORNIELI Andrea, Los gestos papales para los que están tras las rejas, en diario La Stampa, 5 de
mayo 2015

1
También Pío IX, hizo una visita pastoral a los detenidos, visitando a los presos
políticos en las prisiones ciudadanas de Roma. Después, el 26 de octubre de 1868, fue a
visitar a los reclusos del Civitavecchia, que acababa de ser inaugurada.5

1.2 En el siglo XX
1.2.1 Pio XII (1939-1958)

Habría que esperar 90 años para que otro Papa, Juan XXIII, visitara una cárcel.
Aunque no hay que olvidar que Pío XII, en la Navidad de 1951, dedicó un radio-mensaje
a todos los detenidos del mundo para manifestarles su cercanía:
En nuestra constante solicitud por cada clase de sufrimiento, a quien nos une los
lazos especiales de piedad paterna, no menos importantes son ustedes, amados hijos e
hijas de Italia y del mundo, que gimen en los Institutos penales, (…)
Y también estamos cerca de sus familias, a las que la ausencia de ustedes a
menudo elimina, junto con el pan, la alegría de la Navidad, que es disfrutar de los
sagrados misterios de la infancia de Jesús, vividos en el cariñoso calor del santuario
doméstico.6
Pio XII entiende que las familias también están de algún modo presas; y que esta
situación les quita toda alegría, y les genera enormes gastos y necesidades básicas
insatisfechas. Otro eslabón más de la cadena de injusticias y dramas que provoca el
sistema carcelario.
Y más adelante, dirigiéndose especialmente a los presos más jóvenes, dice:
Finalmente, una palabra siempre cariñosa y paterna, tenemos la intención de
dirigirnos a ustedes, sobre quienes se inclina la predilección de su Divino Amigo Jesús,
ya que en la todavía tierna edad de la vida, ya conocen sus frutos amargos. Intoxicados
prematuramente por la perversión de la sociedad actual, puestos en circunstancias
adversas sin una educación adecuada, quizás sean más víctimas que culpables.
Vuestra condición es un recordatorio severo para aquellos que, más que ustedes,
son verdaderamente culpables; Para los de la prensa, las asociaciones de espectáculos
y, a veces, incluso la escuela, ávidos de lucro, si no de corrupción premeditada de la
infancia, pisotean la sagrada inocencia de los pequeños y acumulan inmensas ruinas
morales.
Pio XII dirige palabras contundentes a los detenidos más jóvenes, a los que define
más como víctimas que como culpables. Y pone el acento en la necesidad de una

5
Cfr. GONZALEZ SERRANO, Pilar, La arqueología de las cárceles romanas, en TORALLAS TOVAR, Sofía y
PÉREZ MARTÍN, Inmaculada, (editores), Castigo y reclusión en el mundo antiguo, págs 165-166. Madrid
2003
6
PIO XII, Radiomensaje a los detenidos, 30 de diciembre de 1951

2
educación de calidad y en la responsabilidad de los distintos actores sociales a fin de
revertir un modelo social ligado a la corrupción, al que hoy podríamos también llamar de
exclusión.
Hoy en las cárceles los presos cada vez son más, y más jóvenes; según el informe
del Sistema Nacional de Estadística sobre Ejecución de la Pena (SNEEP) 2017, publicado
en octubre de 2018, la Argentina cuenta con 301 unidades de detención, siendo las
jurisdicciones con más cárceles el Servicio Penitenciario de la provincia de Buenos Aires
(SPB), con 54 y el Servicio Penitenciario Federal (SPF), con 32.
Al 31 de diciembre de 2017, el total de la población penitenciaria del país ascendía
a las 85.232 personas privadas de su libertad, lo que representa una tasa de 194 por cada
100 mil habitantes. Respecto a los jóvenes, tema ya alertado por el Papa Pio XII en su
discurso, en Argentina los detenidos de 18 a 20 años son el 8%; de 21 a 24, 19%,
concentrando el mayor porcentaje en la franja de 25 a 34 años, con el 43%. Es decir, que
más del 60 % de los presos son menores de 34 años. Un verdadero drama nacional,
jóvenes con un presente y futuro hipotecado.
Hay que resaltar la contundencia de las palabras de Pio XII en el contexto de la
posguerra, denunciando un sistema social que excluye a muchos jóvenes que terminan en
las cárceles, responsabilizando a la vez, a los diversos actores sociales y poniendo el eje
en la educación. Su discurso tiene más de 60 años, su vigencia es absoluta.

1.2.2 Juan XXIII (1958-1963)

El primer Papa que visitó una cárcel tal como las conocemos hoy en el siglo XX
fue el Papa Juan XXIII quien el 26 de diciembre de 1958 visitó al cárcel de Regina Coeli
en Roma, a menos de dos meses del inicio de su pontificado.
Cuentan que su deseo de visitar la cárcel el día del protomártir San Esteban, lo
expresó sencillamente: “También soy el obispo de esos presos”.
De esta visita, sólo quedó registro en un video que puede buscarse en internet7, y
también en algunos testimonios de ese día, como el que recuerda el Cardenal Pietro
Parolin, actual secretario de Estado del Vaticano, en su discurso pronunciado en junio de
2018 en Sotto il Monte, Bérgamo, durante la misa con la que concluía la peregrinación
de la urna con los restos de San Juan XXIII:
Él encarnó con autoridad y credibilidad la buena nueva que trajo Cristo, y por
lo tanto fue capaz de dar esperanza incluso en las situaciones humanas más difíciles.
Consideremos, por ejemplo, el episodio acaecido durante su visita a la cárcel romana de
Regina Coeli, cuando un detenido se arrodilló ante él y le preguntó: "¿Las palabras de

7
Se puede ver en youtube, Un minuto di storia - Papa Giovanni XXIII visita Regina Coeli.

3
esperanza que ha pronunciado valen también para mí, que soy un gran pecador?”,
recibiendo el abrazo del Papa, en medio del asombro y la emoción de todos.8
Parolin recuerda la escena del gesto del Papa cuando abraza a quien públicamente
se ha definido como un gran pecador, dubitativo de ser merecedor de la misericordia de
Dios. El abrazo de Juan XXIII valió más que mil palabras, expresó con él la ternura del
Padre del Cielo, su predilección por los pecadores; su búsqueda de la oveja perdida, su
amor al hijo pródigo. Nos interpela hoy fuertemente a valorizar más los gestos y los signos
que hablan por sí mismos, sin necesidad de grandes discursos, de fichas de catequesis
extensas o dinámicas grupales complejas, para trasmitir la Buena Noticia de Jesús.
Sobre la visita, su entonces secretario, Monseñor Loris Capovilla, dice:
Recuerdo las palabras del Papa Juan, el 26 de diciembre de 1958, cuando visitó
la cárcel Regina Coeli y salió con aquella expresión ciertamente novedosa: “Henos en
la casa del Padre”, ¿cómo? La cárcel, ¿la casa del Padre? “He metido mis ojos en
vuestros ojos, mi corazón junto al vuestro”: son palabras que se dicen rápidamente, pero
aquellos presos creyeron a quien las pronunciaba. Entonces, presos de una parte, el Papa
por la otra, pero sin barreras divisorias, hicieron familia. También usted y yo somos
presos porque algo nos impide, a veces, ver a nuestros hermanos. Nos lo impiden nuestros
límites, nuestras pasiones, nuestras debilidades. Si a través de esas barreras, sin
embargo, pasa la luz de dos ojos buenos, el calor de un testimonio franco, entonces nos
sentimos hermanos.9
En un discurso improvisado, el Papa Juan XXIII comienza diciendo “Soy José,
vuestro hermano”, se presenta con su nombre de pila y como hermano. Todo un signo;
¿cómo nos presentamos nosotros?; ¿desde nuestro cargo, desde nuestro título?
Seguramente no es lo mismo que cada uno de nosotros diga su nombre, a que lo “adorne”
con un monseñor, doctora, juez, catequista, diácono permanente, coordinador, etc.
Y también comparte una anécdota familiar a fin de generar empatía, provoca la
atención utilizando el lenguaje y la temática carcelaria: “¿Quién no ha tenido que ver
algo, alguna vez, con la justicia? Por ejemplo, un primo mío estuvo un mes en la cárcel
por haber ido a cazar sin licencia. ¡Un furtivo, ya veis!”
Del mismo modo que Jesús, que al hablar a pescadores usa el lenguaje que les es
propio, que al hablar a gente sencilla del campo habla de pastores, de siembra, de semillas,
de pájaros; así también Juan XXIII a los presos, les comienza hablando de justicia, de
cárcel, de furtivos, y les dice que él tuvo un primo encarcelado. Recurre a la llamada
captatio benevolentiae, del latín captatio, captación, acción de buscar algo, y
benevolentia, benevolencia, un recurso literario y retórico a través del cual el autor
intenta atraerse la atención y buena disposición del público.
El Papa Francisco dice al respecto: Ya decía Pablo VI que los fieles «esperan
mucho de esta predicación y sacan fruto de ella con tal que sea sencilla, clara, directa,
acomodada». La sencillez tiene que ver con el lenguaje utilizado. Debe ser el lenguaje

8
PAROLIN, Pietro, Homilía con motivo de la celebración final de la "peregrinatio" de la urna con los restos
de San Juan XXIII, Sotto il Monte, Bérgamo, 2018
9
CAPOVILLA, Loris, El Papa Juan visto por su secretario, Barcelona 1963

4
que comprenden los destinatarios para no correr el riesgo de hablar al vacío.
Frecuentemente sucede que los predicadores usan palabras que aprendieron en sus
estudios y en determinados ambientes, pero que no son parte del lenguaje común de las
personas que los escuchan. Hay palabras propias de la teología o de la catequesis, cuyo
sentido no es comprensible para la mayoría de los cristianos. El mayor riesgo para un
predicador es acostumbrarse a su propio lenguaje y pensar que todos los demás lo usan
y lo comprenden espontáneamente.10
Esto es un enorme desafío para toda tarea de evangelización, y por supuesto para
la pastoral carcelaria; estamos siempre desafiados a ponernos en el lugar del otro, a
conocer su lenguaje, su modo de razonamiento, sus diferentes expresiones culturales, y
desde allí, compartir la Buena Noticia de Jesús, en nuestro caso, por qué no, en clave
tumbera.
Tampoco es un detalle menor decir que soy hermano de los presos, esto dice
mucho; somos hijos de un mismo Padre, y nos conectamos desde nuestra propia
vulnerabilidad; por eso el Papa reafirma esta idea al decir He metido mis ojos en vuestros
ojos, mi corazón junto al vuestro; se da una profunda comunión entre Juan XXIII y
aquellos hombres que lo reciben expectantes. Más allá de una entendible cierta distancia
referida a cuestiones de seguridad, el Papa y los presos son uno, y así lo sienten todos.
Quizás una de las expresiones más fuertes del discurso es cuando dice “estamos
en la casa del Padre”; dentro de una cárcel, rodeado de detenidos y condenados, aquél
lugar en el que la sociedad quiere encerrar el mal, Juan XXIII dice que es la casa del Padre
del Cielo; remite a la casa del Padre misericordioso de Lucas 15, que espera al hijo
pródigo, y que al volver lo abraza, lo besa y le organiza una fiesta. Refiere también a Juan
14, “en la casa de mi Padre hay muchas habitaciones”, una casa grande, abierta a todos,
donde todos encuentren un lugar, sin excluidos, sin que algunos se queden en el umbral
esperando las migajas…11
Y antes de partir, Juan XXIII se refiere a las familias de los presos, el valor más
importante de la vida de los detenidos: «En la primera carta que escribáis a vuestros
seres queridos, les diréis que el Papa ha venido a visitaros, que se ha entretenido con
vosotros. Y el Papa en la santa misa, en el rosario cotidiano, pensará con intenso afecto
en cada uno de vosotros, vuestros seres queridos, todos...». Y allí, los presos comenzaron
a aplaudir con fuerza; el Papa había tocado las fibras más íntimas de sus corazones al
hablarles de sus seres queridos.
Cómo habrá marcado con su visita y palabras los corazones, que en 1963 los
presos de la cárcel de Regina Coeli encargaron a su capellán que envíe el siguiente
telegrama al Vaticano cuando Juan XXIII ya estaba muy enfermo, “Santo Padre, estamos
de todo corazón a vuestro lado”. Firmado: Los presos de la cárcel de Regina Coeli.12

10
FRANCISCO, Exhortacion apostólica Evangelii Gaudium 158, ciudad del Vaticano 2013
11
Cfr. Lc. 16, 19- 31.La parábola del rico y el pobre Lázaro. Había también un mendigo llamado Lázaro,
que estaba echado a la puerta de aquel, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la
mesa del rico
12
Diario La Nación, San José de Costa Rica, 30 de mayo de 1963

5
1.2.3 Pablo VI (1963-1978)

Pablo VI visitó a los presos de esta misma cárcel el 9 de abril de 1964; en su


discurso, emotivo y contundente, tuvo expresiones como las siguientes:
Y ahora a vosotros, hijos carísimos, quiero hablaros un momento, para saludaros
con paternal afecto.
Quisiera que cada uno de vosotros se sintiera destinatario de mi saludo. No
quiere ser un gesto convencional y sin significado. Sino que quiere ser un encuentro de
verdad, unos instantes de diálogo y de intimidad con cada uno de vosotros.13
Al igual que los otros Papas, se presenta muy afectuosamente; y manifiesta su
deseo de no hacer una visita convencional. Quiere generar encuentros personales, íntimos,
con diálogo con cada uno. Quiere sentirse cerca.
Cuando se necesitó fundamentar teóricamente toda la tarea pastoral que venían
llevando adelante los centros barriales de adicciones de la Familia Grande de los Hogares
de Cristo, a fin de realizar una presentación en Washington en la sede central del Banco
Interamericano de Desarrollo (B.I.D) se definieron los tres pilares en los que se sostiene
el proyecto: Cercanía: real y concreta; implica un conocimiento cotidiano de la realidad;
estar en contacto con la existencia concreta de los otros. Presencia: integración profunda
con las diversas problemáticas; no exclusivamente con acciones o programas de
asistencia y promoción, sino con una atención puesta en el otro, considerándolo como
uno consigo; Vínculo: implica la atención amante que genera confianza, compartiendo la
más profunda angustia existencial, acompañando la vida como viene.14
Desde ese momento, estos tres conceptos comenzaron a ser utilizados también en
la pastoral carcelaria, como modo de expresar nuestro ser Iglesia en el mundo de la
carcelación.15
Otros mensajes papales comienzan también expresando el deseo de estar cerca de
cada uno de los presos, y manifestándoles que sientan siempre presente el afecto y la
proximidad del Papa.16 17
Os dais cuenta [prosiguió el Papa con voz emocionada, y surgió el primer aplauso
de la concurrencia], os dais cuenta de que me cuesta hablar, pues me parece que en este
momento las palabras dicen poco. No quisiera ocultar con frases mi gran pena. ¿Sabéis

13
PABLO VI, Discurso durante su visita a la cárcel Regina Coeli, abril 1964
14
Cfr. AA.VV, Cooperación Obispado de San Isidro – Provincia de Buenos Aires / BID, Proyecto de apoyo
a la recuperación de adolescentes y jóvenes en condiciones de vulnerabilidad extrema, con adicción a las
drogas localizados en la comunidad del Obispado de San Isidro, San Isidro 2014
15
Cfr. GARCIA CUERVA, Jorge, Presencia y cercanía, en Itinerario, Mirada y espiritualidad, Familia
Grande Hogar de Cristo, págs. 58 y ss, Buenos Aires 2017
16
Cfr. JUAN PABLO II, Mensaje radiotelevisivo a los presos argentinos, Buenos Aires 1987¡Me hubiera
gustado ir a veros personalmente durante este viaje a la querida nación argentina! Aunque ello no ha sido
posible, podéis estar seguros de que el Papa, en su corazón de Pastor de toda la Iglesia, está siempre
cercano a vosotros, de modo particular durante estos días.
17
Cfr. FRANCISCO, Discurso a los presos del Instituto Correccional Curran-Fromhold, Filadelfia 2015:
Gracias por recibirme y darme la oportunidad de estar aquí con ustedes compartiendo este momento. Un
momento difícil, cargado de tensiones.

6
cuál es? Que no pueda hacer nada por vosotros. Deseáis la libertad, y no está en mi
mano, no puedo, ciertamente, concedérosla. Deseáis el honor, reconstruir vuestra
persona, vuestro nombre, vuestra familia. ¿Qué puedo hacer yo? Buscáis el bienestar y
muchas cosas útiles y beneficiosas. Sé que cada una de vuestras almas está colmada de
esperanzas y sometida a un aguijón acuciante. Esta es la pena más aguda, no poder tener
lo que se anhela. Esto es lo que más me apena, porque no puedo yo traeros estos
beneficios, ardientemente deseados.18
Desde el comienzo, el Papa se desnuda emocionalmente frente a los detenidos
que lo escuchan. Llora, llora de impotencia, de emoción, de tristeza; expresa crudamente
la imposibilidad de brindarles lo que más desean, su libertad. Se vincula desde su propia
vulnerabilidad, desde su fragilidad; es el Papa, pero como Pastor también decide ser un
hermano que muestra todo su dolor.
Francisco habló a los sacerdotes el 4 de agosto pasado diciendo que hay llevar
adelante una paternidad espiritual capaz de llorar con los que lloran.19 Puede ser una
buena orientación también para la pastoral carcelaria; que el dolor, la impotencia, las
lágrimas sean motivo para forjar una espiritualidad cercana, una mística comprometida
con los más pobres, aunque no tengamos en nuestras manos la solución a sus problemas.
¿Sabéis por qué he venido? Porque he sido enviado. ¿Por quién? Es preciso
remontarse muy atrás, y encontraríamos que si Cristo no hubiese dicho un día a los
primeros que le escuchaban: “Id, buscad a los pobres, visitad a los desgraciados, para
ayudarles y consolarles, buscad a los pecadores, llegaos a todas las partes donde haya
un dolor que dulcificar”, yo no estaría aquí. No tendría ninguna razón, y quizá en mi
pequeñez tampoco tendría ningún deseo. Y, sin embargo, me siento feliz de estar aquí,
enviado por Nuestro Señor Jesucristo. Este mandato divino, esta orden que viene del
Evangelio, esta actualidad de nuestra fe, hacen no sólo fácil y hermoso, sino obligado y
lleno de gozo, el encuentro con vosotros.
Pablo VI expresa por qué va a la cárcel, pregunta que tantas veces nos hicimos o
nos han hecho. Y pone el centro en Jesucristo; Él es el que nos envía; Él es la razón de
nuestra misión.
Y aquí vale la pena recordar las palabras del Papa Benedicto XVI, cuando al
convocar al Año de la Fe en el 2012 dijo “La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad
sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda”.20
Seguramente ponemos mucho amor, mucha dedicación, mucho compromiso en
nuestra tarea pastoral, pero también es verdad que con el paso del tiempo, con las
frustraciones, con las dificultades, estos nobles sentimientos se enfrían, la paciencia va
desapareciendo, el entusiasmo da lugar a la queja, al desaliento, a la tristeza; cuántas
razones cada uno de nosotros encuentra muy legítimamente para dejar de ir a la cárcel:
porque no nos dan los tiempos, porque tenemos miedo, porque fuimos víctimas también
nosotros de algún delito, porque nuestra tarea parece no dar frutos, etc. Pero sigue

18
PABLO VI, Op. Cit.
19
Cfr. FRANCISCO, Carta a los sacerdotes en el 160º aniversario de la muerte del cura de Ars, Ciudad del
Vaticano 2019
20
BENEDICTO XVI, Porta Fidei 14, ciudad del Vaticano 2012

7
habiendo una sola gran razón para ser discípulo misionero de Jesucristo en la realidad
carcelaria: el profundo acto de fe de creer que Jesús está en cada hermano encarcelado.
(Mateo, 25, 36). La caridad y el compromiso, si no se sostienen en esta fe en el Señor,
van a depender exclusivamente de nuestros estados de ánimo y en algún momento,
algunas de las causas que antes mencioné, nos harán abandonar o dudar de nuestra labor
pastoral. En cambio, creer una y mil veces que en cada preso está Jesús, nos animará y
renovará interiormente a ir a buscarlo entre las rejas de las prisiones. Pablo VI llega a
decir que es una orden que viene del Evangelio, que hace hasta obligado el encuentro con
los presos. Contundente. Una espiritualidad sustentada en la Fe Cristo céntrica.
Quiero ante todo explicaros por qué el Señor que me guía, me ha dado unos ojos
que profundizan hasta lo más íntimo de las almas, y pueden ver cosas que no consiguen
ver los ojos sabios y analíticos de la doctrina humana. Me permite, diría, ver con
transparencia los corazones, las existencias, las vicisitudes. Veo quizá lo que vosotros
muchas veces no conseguís distinguir en vuestro interior. Veo que sois mejor de lo que
parecéis, y que cada uno de vosotros conserva dentro de sí —ya se anegue en el llanto,
se decida al arrepentimiento y suspire silencioso sin saber expresarse, o ya se encuentre
también sofocado por un sentimiento de cólera o de odio—, un corazón, un corazón
humano. Basta esto para indicar un tesoro, la fuente, la capacidad de un bien inmenso,
la proximidad con Dios, la semejanza con El, la esperanza en El. Cojo con la mano la
vela encendida sobre el altar, colocada junto al misal. ¿Si estuviera apagada, que,
pasaría? Sería, sí, un cirio, pero sin luz. Aquí podemos encontrar una buena analogía
con nuestra vida. Quizá seamos velas apagadas, con posibilidades sin realizar, sin arder.
Pues bien, yo he venido para encender en cada uno de vosotros una llama, si es que está
apagada; para decir a cada uno de vosotros, repito, tenéis todavía posibilidades de bien,
grandes, nuevas, acaso mayores y más consistentes que vuestra misma desventura. De
todas formas, sabed que yo he venido porque os quiero bien, porque os tengo una
simpatía ilimitada. Si alguna vez surgiera en vosotros la tristeza al pensar, nadie me
quiere, todos me miran con ojos que humillan y mortifican, la sociedad entera que aquí
me ha relegado me condena; quizá hasta las personas queridas me miran con un
reproche insistente, ¿qué he hecho?; pues bien, recordad que yo, al venir aquí, os miro
con profunda comprensión y gran estima.21
La mirada contemplativa descubre a Dios en la hondura de lo real. No se trata de
una contemplación aséptica o distante, sino de una nuestra sensibilidad abierta al dolor,
de corazón a corazón. Se necesita de esa una nueva sensibilidad para percibir a Dios y su
acción en este mundo. Pablo VI dice tener unos ojos con los que Dios le permite llegar a
lo más íntimo del alma, una mirada distinta, una mirada que permite descubrir valores,
corazones capaces de buenas cosas, distinguiéndose de quienes miran con ojos que
humillan y mortifican.
San Ignacio de Loyola plantea en sus Ejercicios Espirituales que la ceguera está
en el origen de los procesos destructores de la vida. Por eso no podemos cerrar los ojos
al hermano y a la realidad, porque eso nos hará ciegos ante Dios.22

21
PABLO VI, Op. Cit.
22
Cfr. IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales 106

8
Nosotros también hoy, desafiados a encontrarnos con Dios en el fondo de la
miseria como una presencia de dignidad y de vida. Descubrir la fuerza incontenible de la
vida alentada por Dios que brota desde el fondo de todas las situaciones inhumanas.
Desde nuestra experiencia espiritual mirar a la cárcel como santuario de Dios
porque Él se encarnó en el revés de la historia, en un pequeño pueblo, Belén; en un
pesebre, lugar de animales; en una familia pobre y sencilla de Nazaret; entre los enfermos
y los pecadores; en el Gólgota, crucificado por amor a los hombres.23
Quizás para renovar la mirada, tengamos que nacer de nuevo como Nicodemo:
“En verdad te digo que nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de nuevo desde
arriba”24
Os quiero, no por un sentimiento romántico, ni por un movimiento de compasión
humanitaria, sino que os amo de verdad porque también descubro en vosotros la imagen
de Dios, la semejanza con Cristo, el hombre ideal que vosotros también sois y podéis ser.
Descubro dentro de vosotros estos méritos, que quizá vosotros tampoco sabéis reconocer
bien. Observo dentro de vosotros —me cuesta, pero lo consigo, sabéis— la imagen que
voy buscando, que es todo el secreto de mi ministerio, de mi autoridad, de mi misión y
que espero un día en el Paraíso poder contemplar con estos mismos ojos, ahora abiertos
hacia vosotros.
Vuelve Pablo VI a expresar que no es por un sentimiento o sólo por compasión
que se acerca a la cárcel; es porque Cristo está en cada uno de los presos; e insiste con
una mirada profunda, positiva, esperanzada, sobre cada uno de ellos.
Voy buscando en vosotros la imagen de Cristo. Y os voy a decir una cosa que
quizá ya sabéis, pero volver a oírla de mis labios no os desagradará. Es una paradoja.
¿Qué quiere decir paradoja? Una verdad que no parece verdadera. Pues que Cristo, el
Divino Maestro, ha enseñado que, precisamente vuestra desventura, vuestra herida,
vuestra humanidad lacerada y mutilada es el motivo por el que vengo entre vosotros, a
amaros, a asistiros, a consolaros y a deciros que vosotros sois la imagen de Cristo, que
reproducís ante mí al Crucificado, al que ahora dirigiremos nuestra oración y
ofreceremos nuestro rito sacrifical. Vosotros me representáis al Señor. Por esto he
venido; y, diría, para caer de rodillas ante vosotros y decir a cada uno que sois dignos
de ser asistidos, amados y salvados; para recordaros —¿no estamos celebrando la
Pascua? —la ley de Dios. Ella, como el cirio encendido, difunde su luz sobre la
conciencia. Con esta luz se destacan las debilidades, las miserias, los pecados, las
desventuradas desviaciones.
La continuidad de su pensamiento teológico tiene como principal consecuencia
identificar a cada uno de los presos con Cristo, y caer de rodillas ante ellos, adorándolos.
Abrir los ojos para reconocerlo al Señor y servirlo en los más pobres. San Juan
Crisóstomo exhortaba: ¿Quieren en verdad honrar el Cuerpo de Cristo? No consientan

23
Cfr. GARCIA CUERVA, Jorge, Aproximaciones a una espiritualidad carcelaria, Buenos Aires 2017
24
Juan 3, 3

9
que esté desnudo. No lo honren en el templo con manteles de seda mientras afuera lo
dejan pasar frio y desnudez.25
La ley de Dios nos dice que es preciso ser leales y buenos, que no se debería
nunca violar la justicia, aunque no hubiera "carabinieri" y códigos penales. Todos
debemos llevar en el corazón esta justicia; más aún, la debemos crear con nuestras
acciones y con la fuerza moral. Y para que esta misma ley supere en nosotros toda
incertidumbre al practicarla, viene a completarse con otro milagro. El Señor que nos da
sus mandamientos y exige su observancia es el amigo que nos acompaña para animarnos;
ánimo, ánimo, estoy aquí para echarte una mano, para ayudarte; estoy contigo para
hacer posible lo que te mando.
La ley humana está escrita y a todos nos íntima: ¡Obsérvala! La ley cristiana
está también escrita, precisada. clara, salvadora, y el Divino Maestro nos dice:
“Observadla, pero conmigo”. El da la fuerza suficiente para poderlo practicar. Viene,
carísimos, a infundir vigor desde dentro: éste es el milagro, y lo confirma la experiencia
de todos los cristianos, especialmente cuando celebran la Pascua. Cristo viene a nuestra
vida para repetirnos, ven, ven, que vamos a trabajar juntos; yo soy tu Cirineo; yo te
ayudo, cambio las cosas delante de ti. Lo que tú creías un deshonor, puede ser tu
salvación; lo que creías el desastre de tu vida, puede ser el punto de partida vara volver
a empezar; la misma estancia en este Instituto puede ser tu regeneración. Todo está, hijos
míos, en convertir el corazón. Si transformamos nuestros pensamientos y los ordenamos,
y los hacemos semejantes a los de Cristo, la vida nos presenta un horizonte distinto.
Pablo VI distingue entre la ley de Dios y la ley humana: sintetiza la ley de Dios,
diciendo que hay que ser leales y buenos; es decir, vivir el mandamiento del amor. Ambas
leyes hay que observarlas, pero distingue el Papa que la ley cristiana la podemos cumplir
con Cristo de nuestro lado, siendo el Cireneo que ayuda a cargar todas las cruces; se puede
enmarcar la reflexión del Papa en el texto de Mateo capítulo 22, cuando en ambiente de
mucha exigencia de cumplimiento de leyes, Jesús nos dice que del amor a Dios y al
prójimo depende toda la Ley. Por eso, en medio de una cárcel, en la que hablar de la ley
es identificarla con los delitos tipificados por el legislador en el código penal, Pablo VI
plantea cuál es la ley medular que transforma corazones de la mano de Quien la propone.
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos,
se reunieron en ese lugar, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para
ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?». Jesús le
respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo
tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al
primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen
toda la Ley y los Profetas.26
En nuestra praxis pastoral, podemos, por ejemplo, aplicar concretamente esta idea
de la ley de Dios incluso en nuestro lenguaje: las palabras expresan ideas más profundas,
no siempre es inocente utilizar un concepto u otro; en el ámbito carcelario hay palabras
que son propias de la ley secular, del Estado; propias de los códigos penales y procesales;

25
SAN JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre San Mateo, I, 3-4: PG 58, 508-509
26
Mateo, 22, 34-40

10
pero no del Evangelio. Así, hablar de pastoral penitenciaria, o de unidad penitenciaria,
remite a penitencia; y la cárcel no es eso; o seguir hablando de internos, o de liberados,
son conceptos de la ley penal, no del Evangelio que es la ley de Dios.
Para referirse a la prisión, siempre la Biblia, utiliza la palabra cárcel27. Quiero
resaltar que son los vocablos cárcel y presos los utilizados en el Antiguo Testamento y
por los evangelistas, y no penitenciaría; que por supuesto que alguien detenido puede
hacer un camino de penitencia y de conversión, pero que como institución, la cárcel no
fue ni es pensada por los distintos Estados y gobiernos como lugar de transformación
personal y apertura a la misericordia de Dios, sino como lugar de castigo, de encierro, en
esa fantasía de encerrar el mal.
Y continúa el Papa: Se realiza entonces un verdadero prodigio. Os decía al
principio que no podía hacer nada por vosotros. Pero mirad lo audaz y, diría, temerario,
que soy. Os digo que desde este observatorio cerrado podéis mirar la vida con nuevos
ojos y podréis un día afirmar: comencé allí a ser verdaderamente hombre, a ser
verdaderamente cristiano. Comprendí el valor de mi existencia cuando estaba como
aplastado por aquél sufrimiento. También yo he sido crucificado y he comprendido dónde
estaba la fuente de mi salvación.
Voy a resumirlo todo en una frase: quisiera meter en vuestros corazones la
capacidad de buenos propósitos, de pensar, sí, pero con tranquilidad y también con
alegría. Hay una palabra muy densa y rica en el lenguaje religioso y cristiano; una
palabra que es ordinaria también en el lenguaje profano, pero que aquí adquiere una
belleza y una fuerza solar: es la esperanza. Tenedla siempre en el corazón, hijos míos.
Diría que un solo pecado podéis cometer aquí: la desesperación. Arrancad de vuestra
alma esta cadena, esta verdadera prisión, y dejad que vuestro corazón se agrande y
vuelva a encontrar —aún en esta situación actual que os quita la libertad física,
exterior— los motivos de la esperanza. Yo os abro los cielos de esta esperanza, que son
los de vuestra dignidad restituida, de vuestra humanidad restaurada, de vuestro futuro,
no más cerrado y oscuro, de vuestra dirección hacia el destino superior al que el
Salvador os llama y os encamina. Aprended en esta dura escuela de “Regina Coeli” a
esperar; a esperar en el nombre de Cristo.
Y permitid que mientras os miro, queridos hijos, mis ojos, mi alma, lleguen a
todas las casas de penitencia del mundo y lance desde aquí, desde el altar del Señor, un
saludo paternal, y esta misma invitación a la gran esperanza cristiana, a cuantos como
vosotros sufren y son capaces de escuchar el eco de mi voz.
Es la voz de Cristo, precisamente, que invita a ser buenos, a volver a empezar, a
cambiar de vida, a resurgir; que invita, hijos míos, a esperar. Así sea.
Los últimos párrafos del mensaje papal son un canto de esperanza, evidentemente
el mismo Pablo VI se ha llenado de esperanza a medida que avanzaba en el encuentro con
los presos; recordemos que al comienzo se quiebra emocionalmente cuando dice que no
puede hacer nada por ellos; su corazón llegó cargado de pena; hacia el final está cargado
de esperanza que quiere trasmitir con mucho entusiasmo a su auditorio.

27
Cfr. Gen. 39, 20; 42, 17; Is. 42, 7; Jer. 37, 15; Mt. 5, 25; 25, 36; Hech. 16, 23; Ap. 2, 10; etc.

11
El Papa Benedicto XVI en la encíclica Spe Salvi, cita algunas frases de una carta
del mártir vietnamita Pablo Le-Bao-Thin decapitado en 1857, en las que resalta la
transformación del sufrimiento de la cárcel y las torturas, mediante la fuerza de la
esperanza que proviene de la fe:
Yo, Pablo, encarcelado por el nombre de Cristo, os quiero explicar las
tribulaciones en que me veo sumergido cada día, para que, enfervorizados en el amor de
Dios, alabéis conmigo al Señor, porque es eterna su misericordia (cf. Sal 136 [135]).
Esta cárcel es un verdadero infierno (…) En medio de estos tormentos, que aterrorizarían
a cualquiera, por la gracia de Dios estoy lleno de gozo y alegría, porque no estoy solo,
sino que Cristo está conmigo. Os escribo todo esto para que se unan vuestra fe y la mía.
En medio de esta tempestad echo el ancla hasta el trono de Dios, esperanza viva de mi
corazón.28
En la misma encíclica, Benedicto XVI dice que Se nos ofrece la salvación en el
sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual
podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se
puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si
esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino.29
Ese es nuestro mayor desafío, ser testigos de esperanza en una realidad tan dura;
no transformarnos en cristianos pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre,
en palabras de Francisco, cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin
Pascua, porque un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral.30
Y esto no se logra con un acto voluntarista de querer ser un cristiano esperanzado
y alegre; es renovar diariamente nuestra fe: Jesús está vivo; Él es la fuente profunda de
nuestra esperanza; su resurrección no es algo del pasado; es una fuerza imparable de la
que tenemos que ser instrumentos.
Si nos falta alegría y esperanza, es porque nos falta resurrección.31

2. Conclusión

La presencia de la Iglesia en las cárceles se remonta al inicio de la evangelización.


Son muchos los clérigos, religiosos, laicos que a lo largo de la historia acompañaron a los
encarcelados, a sus familias, a quienes salían de prisión.
También los Papas estuvieron cerca, desde su palabra y magisterio, y también
desde su visita a las prisiones.

28
BENEDICTO XVI, Carta encíclica Spe Salvi 38, ciudad del Vaticano 2007
29
Ibid 1
30
Cfr. FRANCISCO, Evangelii Gaudium 6, 85, Ciudad del Vaticano 2013
31
Recuerdo siempre la historia del Chú, un joven del barrio San Pablo en Tigre; varias veces intentó
suicidarse, la última de ellas, al dispararse en la boca, perdió un ojo. Siempre su idea era que no servía para
nada, ni para matarse. Luego de varios meses en terapia intensiva, nos juntamos a charlar. Y con una sonrisa
en medio de tanto sufrimiento me dijo: Viste Jorge, no sé cómo matarme, pero lo que me sale bien es
resucitar.

12
En este artículo quisimos recuperar tres discursos papales del siglo XX, los tres
realizados de diversos modos: el de Pio XII leído y trasmitido por radio; el de Juan XXIII,
un discurso espontáneo en la cárcel recuperado por la grabación fílmica y el testimonio
de quienes estuvieron allí; el del Papa Pablo VI, un discurso elaborado previamente, y
leído por él mismo en Regina Coeli.
Cada uno de ellos con su propio estilo, pero con mucha densidad teológica, y al
mismo tiempo orientaciones para nuestra misión pastoral en el mundo de la carcelación.
Ser presencia en la cárcel, acompañando, escuchando, a veces puede parecer que
es nada, y sin embargo, es el modo en que Jesús nos dio a conocer el amor del Padre, con
su encarnación.
El ser discípulos misioneros que anuncien con alegría la Buena Nueva del
Evangelio, pero a la vez ser profetas que denuncien las injusticias que se dan en las
cárceles, y también alertando sobre un modelo social de exclusión, que cada vez genera
más presos y, entre ellos, cada vez más jóvenes.
Ser agentes de pastoral carcelaria que utilicen un lenguaje cercano, llano, hasta
tumbero, para hablar, para celebrar, para dar catequesis, para rezar, en definitiva, para
compartir la fe y la vida entre las rejas.
Tanto Juan XXIII como Pablo VI se muestran cercanos y frágiles; entran en
comunión con los presos desde su vulnerabilidad; con palabras sencillas, con gestos y
signos elocuentes, con emoción y lágrimas.
Algunos párrafos del discurso del Papa Montini son el fundamento de nuestra
espiritualidad cristocéntrica32, sobre la que debemos volver constantemente, vamos a la
cárcel porque Jesús nos dice estuve preso y me visitaste; cada vez que lo hicieron por el
más pequeño de mis hermanos lo hicieron por mí. 33
Después de leer estos textos, podemos pedirle a Dios unos ojos que profundicen
hasta lo más íntimo de las almas34, una espiritualidad de ojos abiertos, que descubra
signos de Vida en medio del dolor de las cárceles.35
Seguramente cada lector al adentrarse en los textos papales, al leerlos en el
contexto de su tarea pastoral, al aplicar esas palabras a los detenidos concretos que visita,
al imaginar que el Papa le habla a cada uno de ellos, y al equipo de pastoral del que somos
parte, y por qué no, a toda la pastoral carcelaria argentina en este 2019, será una hermosa
manera de volver al magisterio del Vicario de Cristo, y acercarlo a nuestra realidad y a
nuestro tiempo.
Porque todos los caminos conducen a Roma, pero hay que hacerlos volver.

Mons. Jorge García Cuerva

32
Ut supra, pág 7
33
Cfr. Mateo 25, 36.40
34
Cfr. PAULO VI, Op. Cit
35
Cfr. GONZALEZ BUELTA, Benjamin, Ver o perecer, Mística de ojos abiertos, Santander 2006

13
Obispo de la diócesis de Rio Gallegos
Vicepresidente y asesor episcopal de la Comisión Internacional de Pastoral Carcelaria
Miembro colaborador de la Comisión episcopal de Pastoral Carcelaria de la CEA
Rio Gallegos, septiembre 2019

14

También podría gustarte