Edgar Alejandro García Díaz 11 de noviembre de 2020
CIC San Juan de los Lagos, Jal
REPORTE DE LECTURA: ALEGRAOS
La alegría de los consagrados y en general de toda la Iglesia surge de la certeza de un
encuentro vivo con Jesucristo, con su persona, y el mensaje que nos trasmite con la propia vida y la comunión de todo el pueblo de Dios. Alegraos (2014) es una carta por la que la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica hace reflexión como resonancia de algunas palabras que el papa Francisco dirige a las comunidades religiosas; de la vida de los religiosos según la vida evangélica que es un llamado a la alegría.
Anteriormente, en la lectura de Gaudete et exultate, pudimos ver que la santidad está
íntimamente relacionada a la vida de alegría de la persona que la encuentra en la unión con Dios, el seguimiento de Cristo, el servicio a los hermanos. A través de la Carta Alegraos nos recuerda que Jesús nos enseña a ser santos y por ende su rostro nos trasmite la alegría. Así mismo recordamos que hemos sido creados a imagen de Dios, en Cristo, de modo que si el rostro de Jesús trasmite el gozo y la alegría de la santidad estamos llamados a ser trasmisores de la alegría también con nuestro rostro. Aquí se muestra el aspecto comunitario de la alegría en el encuentro con el Señor.
Un punto que consideramos importante es el tema de la fidelidad. Y es que podemos decir
que la alegría nos da fortalece para la fidelidad, que la alegría es garantía de discernimiento, que es el fruto no de una idea o un ser fantástico, sino de la conversión del hombre pecador llamado a la alegría de ser lo que puede llegar a ser, un hombre que ama en Cristo, un santo. Por eso es esencial la alegría que «se consolida en la experiencia de fraternidad, como lugar teológico, donde cada uno es responsable de la fidelidad al Evangelio y del crecimiento de los demás» (9).
Finalmente resaltar la importancia de la alegría de la salvación que encontramos en Cristo y que
nos impulsa a la misión. Podemos ver en María un ejemplo claro de esto. La alegría ha de llevarnos a las periferias geográficas pero también existenciales, intelectuales y culturales. Ahí, cada uno, como dice la carta, hemos de vivir en fraternidad y ejerciendo la alegría de la paternidad y maternidad pastoral. Esta es la invitación, alégrense los pobres, porque de ellos es el reino de los Cielo; ¡alégrense! Edgar Alejandro García Díaz 11 de noviembre de 2020 CIC San Juan de los Lagos, Jal