Está en la página 1de 3

SEMINARIO MAYOR

“DEL BUEN PASTOR”


Centro de Estudios Teológicos

LECTURA DEL MENSUAL:

Documento de Aparecida
“En el mundo de hoy se da el fenómeno de la globalización como un entramado de relaciones a
nivel planetario. Aunque en ciertos aspectos es un logro de la gran familia humana y una señal de
su profunda aspiración a la unidad, sin embargo, comporta también el riesgo de los grandes
monopolios y de convertir el lucro en valor supremo”

Aparecida: Discurso Inaugural de su Santidad Benedicto XVI, 13 de mayo de 2007

La fe en Dios anima y reconforta la vida de toda persona y cultura. Por esto, Aparecida parte del
encuentro entre culturas, dejando visualizar algo más enriquecedor y frutífero que un simple
choque o controversia entre ambas. La fe nos abre la puerta y enseña el camino a seguir de modo
que, nuestra vida se vea enriquecida por los diferentes elementos contextuales, sociales o
culturales. Adhiriéndose a ello la alegría y coherencia de vivir con plena conciencia el discipulado
de Cristo. Es decir, ser misioneros valientes y capaces de anunciar y, dar testimonio de la fe con
entera y firme convicción y amor.

El encuentro entre las dos culturas de América y España enriquece y expande aspectos o
elementos particulares a la vivencia propia de la fe. Ante este impacto cultural, se nos conduce a la
inculturación la cual conlleva sembrar el Evangelio y que este mismo genere los frutos que el
mismo Dios y Señor desea para sus fieles. A ello, corresponde y es responsabilidad de la misma
Iglesia salvaguardar y cuidar de los frutos generados, porque la Palabra de Dios es viva y eficaz y
sobrepasa todo tiempo, situación y circunstancia terrena. Reflejo de esta preocupación es
expresada en el mismo documento, que deja entrever la necesidad y concientización de asumir y
vivir de manera autentica y armoniosa el Evangelio de Cristo.

Es la persona humana quien es libre de ceder el paso para su salvación. Aunque es invitada a
aprender a dialogar y comprometerse con Jesús, consigo mismo y con el otro. Aparecida nos
recuerda que es el pacto de dos personas libres: la divina y la humana que unifica a la misma
persona y a su entorno social, religioso y cultural, dándose como prueba amorosa y misericordiosa
del logos encarnado. Alimentar nuestra fe requiere de vivir íntimamente con Cristo, imitarlo y dar
testimonio vivencial. Al ser bautizados somos incorporados como miembros de la Iglesia, en quien
comprendemos que nuestra esencia del actuar cristiano es ser discípulos, misioneros y pregoneros
del mismo mensaje de Salvación: La buena Nueva que es Cristo quien Padeció, Murió y Resucito,
para darnos vida en abundancia.

El mandato misionero dado por Cristo es primordial para el cristiano, pues provoca o estimula para
sí mismo el valor sustancial y vital de su ser bautizado. Ante lo ya mencionado, caben las siguientes
preguntas ¿Por qué el cristiano no es capaz de crear una convicción firme y determinante en su ser

Sergio Enrique Zarabia Romualdo


SEMINARIO MAYOR
“DEL BUEN PASTOR”
Centro de Estudios Teológicos

de bautizado? ¿Hay algo que el cristiano perdió y debe recuperar? ¿Acaso puede haber algo más
grande o vital en la vida del cristiano, que la persona de Cristo?

La realidad actual nos conduce a la respuesta de estas interrogantes. La problemática se suscita en


el contexto social y real del mismo cristiano, es donde radica su fragilidad y ruptura con Dios,
llegándose a manchar la sana inculturación de la fe cristiana. En primer lugar, se deja claro que es
Jesús el puente entre Dios y los hombres, confiándole y dándole una misión específica a la Iglesia:
La Salvación de la Humanidad. Cristo es la medida y mediador para el cristiano, por lo que es
invitado a seguir su ejemplo e implorar su ayuda y gracia, ya que sólo Dios conoce a Dios, sólo su
hijo que es Dios de Dios, Dios verdadero, lo conoce. Es preciso, que el cristiano entienda a Dios
como su realidad primordial y necesaria, porque no es un Dios ideal o meramente pensado, es un
Dios de vivos y muertos con rostro humano, Dios con nosotros, el Dios que nos amó hasta la
muerte en Cruz.

En segundo lugar, a abrazar la fe en Cristo, de quien procede la liberación ensimismada de la


persona, porque nos conduce a la comunión, fraternidad y a formar parte esencial de la familia
universal: La Iglesia. A lo que, nos apremia un seguro encuentro con Dios, conmigo mismo y con
mis hermanos que me rodean. En definitiva, el cristiano adquiere la conciencia de responsabilidad
y compromiso, no sólo con él, sino con Dios y su hermano. Ofreciendo su vida como ejemplo
convincente y coherente de la fe, generando un gran impacto en la sociedad herida por el
sufrimiento, el odio, la discordia y la muerte, siendo apto para llevar y anunciar el Evangelio de
Cristo, no sólo de palabra, sino palabra y vida conjuntas.

En tercer lugar, es indispensable la perseverancia y constancia del cristiano, ya que, sólo


escuchando y viviendo de la Palabra de Dios, aprenderá a discernir y reflexionar no de forma
egoísta, sino comunitaria y fraternalmente. Sabrá que es de suma importancia el ser educado por
Cristo, para después educar con Cristo. Es esta la maduración consciente y humilde de la fe
cristiana, que acepta a Cristo como única Luz que puede iluminar lo escabroso y tenebroso del
camino de la vida, convirtiéndose en testigos y amigos de Cristo.

La Iglesia como madre y maestra nos favorecerá de los diversos elementos y néctares sustanciosos
que harán del cristiano un árbol grande, fuerte y frondoso, idóneo para dar cobijo, descanso y
asilo a otros hermanos errantes, perdidos o heridos por la culpa del pecado. Nutriéndose y
nutriendo a sus hermanos del Gran Banquete: La Eucaristía, alimento indispensable y esencial para
la vida de un verdadero discípulo y misionero de Cristo.

Por lo tanto, estamos todos llamados a ser consientes y a formar nuestra conciencia como el
recinto sagrado donde Dios, recuerda, refresca y actualiza el fin para el que ha sido creado: Ser
amado y Amar como Cristo nos ha amado. La conciencia será la abogada justa y verdadera, la cual
nos conduce a la virtud objetiva, universal y personal. Quedando de manifiesto y rectificada
nuestro llamamiento a la vocación de ser santos como nuestro Padre Celestial es Santo (I Pedro
1,16).

Sergio Enrique Zarabia Romualdo


SEMINARIO MAYOR
“DEL BUEN PASTOR”
Centro de Estudios Teológicos

Sergio Enrique Zarabia Romualdo

También podría gustarte