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Una canción apenas

De las relaciones de los ulrikos con la música

Por Fernando Linero Montes


Sin música será un error

sin música es un error…

Rafael Del Castillo

Sin poesía no hay música. Sin música no hay poesía. Esta relación es indisoluble, así
indistintamente cada una de estas manifestaciones tenga su espacio propio. Entre los
griegos no existía ninguna diferencia. Es algo ya dicho repetidas veces. De hecho es común
que los críticos y los teóricos del arte cuando quieren explicar la poesía, por lo general se
remiten a expresiones con un vocabulario que nos recuerda el universo particular de la
música. En los inicios de la civilización la canción contribuyó a fijar en la memoria de los
cofrades del clan, las calidades éticas, los prototipos y criterios que ayudaron a instaurar la
vida y la concordia. Tal vínculo ha sido entendido desde siempre por el hombre. No
gratuitamente surgieron en su imaginario los mitos de Orfeo– hijo de Apolo Dios de la
música, y Calíope musa de la poesía y que bajó a los infiernos y con su canto neutralizó
todos sus horrores- y de Anfión, del cual dice el mito que en la construcción de las murallas
de Tebas, en la que participó al lado de hermano, bastaba con que tocara su lira para que las
piedras le siguieran y se acomodaran en el lugar correspondiente.
El poeta ha estado atento de ese parentesco, de esa parcería, sabemos que las repeticiones,
aliteraciones, rima y juego de palabras provienen de la música y así la estética, la metáfora
y la brevedad en la música provienen de la poesía. Todos logramos apreciar cómo el habla,
incluso la más cotidiana, tiene una musicalidad que está en la plataforma misma en la que
se origina la música de una canción. Bueno es citar algunas alusiones que nos muestran
cómo algunos filósofos, humanistas e incluso místicos, han expresado su interés por esta
cuestión.
Se dice de Sócrates, que tocaba la cítara, y que en la última etapa de su vida se dio a la tarea
de musicalizar las fábulas de Esopo, esto porque supuestamente, en un sueño repetido,
Apolo le ordenaba dedicarse a la composición musical.
Platón, a pesar de haber desterrado a los poetas de la República, manifiesta en uno de sus
diálogos (Fedro) que únicamente con la intermediación de la música y la poesía es posible
que los sabios puedan recuperar virtudes quasi divinas extraviadas por su relación con los
asuntos terrenales; y en otro (El Crátilo) sugiere que sean los poetas los que procuren a las
cosas innombradas los nombres apropiados.
En su Arte poética española de 1592, Juan Díaz Rengifo declara que: “Es la poesía buena
para enseñar y mover, porque en ella se pueden decir verdades y dar avisos y consejos
saludables; los cuales por ir en aquel estilo se quedan mejor en la memoria y se imprimen
en los corazones y más aún cuando algún buen músico los canta.” Por igual época Gaspar
de Aguilar hablando de lo mismo se refiere así: “El soberano don de la poesía es
propiamente una música de palabras cuyo acento hiere el alma”
Por su lado Paul Valery exploró con curiosidad sobre la relación sonido/sentido, acaso
obligado por esa leve tonadilla de pueblo que alguna inadvertida tarde lo atrapó y que no
pudo dejar de tararear nunca jamás.
Y en una de sus cartas Sthephan Mallarmé manifiesta: “Yo hago música, y llamo así no a lo
que se pueda obtener del acercamiento eufónico de las palabras, esta primera condición va
de por sí; sino al más allá mágicamente producido por ciertas disposiciones de la palabra,
donde esta no queda en el estado de medio de comunicación material con el lector como las
teclas de un piano.”
Los místicos no se han quedado atrás “los orbes mismos celebran al Criador cantando” dice
San Agustín y a su vez San Isidro dice “tan torpe cosa es no saber música como no saber
letras, pues, qué música hay sin poesía, si la poesía es el alma de la música.”
El Libro de los salmos de la Biblia, es por completo otra buena muestra: Ruega a él con
sonidos de trompetas / con laúd y arpa / con tambores y danzas / con cuerdas e
instrumentos de viento / con címbalos sonoros / con metálicos cémbalos. (Salmo 150)
Así también tenemos bastantes ejemplos de cómo deliberadamente poetas y músicos han
desarrollado proyectos puntuales en colaboración. Por citar algunos recordemos a Joan
Manuel Serrat y Mario Benedetti; Bono, el líder de la banda U2 y el escritor Salman
Rushdie, Jorge Luís Borges y Astor Piazzola sociedad esta que no acabó en buenos
términos. Y así es innumerable la cantidad de poetas y músicos - Leonard Cohen, Bob
Dylan, Federico García Lorca- estableciendo una especie de comercio entre uno y otro
género, hasta el punto de que hay momentos en que es difícil discernir sobre cual fue
primero en ese camino a la canción. Así mismo hay los que escuchan un fondo de rock
ácido en la obra de Edgar Allan Poe.
La tendencia a distanciar la palabra poética de la música es una ocurrencia nueva, está claro
que los modos más antiguos de poesía invariablemente fueron cantados. Ives Bonnefoy
–poeta francés- no habla de una relación, sino de “la alianza”, y así para él es revelador
tener claro que “la palabra de la que un significado ha tomado posesión, es también un
sonido.”
En Ulrika no hemos sido ajenos al fenómeno de la palabra cantada y sus trazas culturales,
su condicionamiento histórico y social. Aquí la canción siempre ha entrado como Pedro
por su casa, nunca ha tenido la necesidad de tocar a la puerta y siempre ha estado a flor de
labios apropiándose del sentir de los poetas que en torno de ella se han congregado gracias
al azar. Nuestra aventura ha estado acompañada de músicos: 1280 almas, Victoria Sur, el
maestro cubano Chiqui Tamayo, el Cuarteto Linero y no hay época de la revista que no esté
ligada a una canción desde las, ahora ya lejanas, de Janis Joplin y las agresivas de Tom
Waits, hasta las frívolas y encantadoras de Cold Play, todas alumbradas por las candelas de
la alegría. Escuchando canciones, deteniéndonos en la lucidez de las letras y en las formas
melódicas, aprendimos que los dones –de la palabra y de la música- concedidos por los
dioses o por la naturaleza, tienen un alto precio que resignadamente pagamos siendo poetas
de un país sin certidumbres; que ser los herederos de Orfeo, que extravió su felicidad recién
conseguida, nos enseña con dolor de la brevedad del gozo y así vamos por los salones de la
fiesta con nuestra descorazonada entrega. Y es ello mismo lo que fundamenta el papel del
arte sobre la tierra. Pero también tenemos claro, con nuestro amigo Margarito Cuellar, que
el que canta celebra. /El que celebra sana las heridas del mundo /con astillas de luz,
porque la canción es un remedio maravilloso para purgar el ánimo. Ya lo sabía Fray Luís de
León, …todo lo demás es lloro.
Creemos con los místicos que una de las cosas primeras creadas por Dios fue su camarilla
de músicos y poetas celestiales, que habrían de acompañar con su arte la creación del resto
del mundo y también que Dios sostiene a este mundo con su canto y que somos la
expresión de su canto.
Y así a la luz de la filosofía de Ulrika, en su espacio creativo la música ha sido
protagonista. Un buen ejemplo de ello lo constituye el álbum El poeta canta dos veces que
reúne las voces de poetas ulrikos: Robinson Quintero, Joaquín Mattos, Guillermo Linero,
Rafael del Castillo, Evelio Rosero, Gustavo Adolfo Garcés, Fernando Linero, pero también
las voces de poetas de otros ámbitos: Darío Jaramillo, María Mercedes Carranza, Efraín
Medina Reyes y Olga Malaver.
La música como la poesía restituye la realidad por eso queremos reiterar que seguiremos
acogiéndonos a sus doce sonidos, como a los doce meses, como a las doce horas del día y
de la noche, como a las doce parcelas que sospechamos tiene el alma; que entendemos
perfectamente al que dijo que todo arte aspira a la condición de la música. Y que quede
claro que lo que simplemente hemos querido, con palabras de nuestro querido poeta
Quessep, es una canción apenas.

APÉNDICE: No podemos olvidar a Gustavo Adolfo Garcés cantando palo palo palo palo
bonito palo e´; o a Armando Rodríguez cantando Gavilán o paloma y queriendo tocar el
saxo; o a nuestro querido Robinson Quintero –el zorzal de Caramanta- cantando tangos
con la energía de Joe Cocker; o a nuestro narrador estrella Evelio Rosero cantando y
acompañándose con la guitarra allá viene el policía muerto/ de risa muerto de risa / si es
que tiene sus amores / porqué no avisa / porqué no avisa; o a Joaco Mattos empecinando
por poner por enésima vez una canción de Bob Marly; o a Guillermo Martínez pidiendo el
bolero de Bobby Capó Porqué ahora;o a Pedro Badrán cantando sobre la arena mojada
bajo el viejo muelle…; o a Rafael del Castillo embebido en la Joplin; o a mi mismo
buscando una melodía.

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