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NUEVO AVISO
PREVIO AVISO
Hay por ahí en el radio una canción que canta Fey en donde en un
que suplica “no me dejes sola”, una de Luis Miguel que murmura “me
todas con una vocecita tan rota que a uno no le importa si están
dice “los viernes cada tarde como siempre la esperanza dice sí”, y
que salen del radio bien podrían estar expresando sus sentimientos
decidir que ellos son los que saben cuáles son los dramas
mejor la gente los acepta y los embellece cantando una canción que
diga “hoy daría media vida por volverte a ver / de qué sirve la
está ‘filosofando’, verbo que no usan los filósofos, o que uno ‘se
lo que hacen los filósofos’), pero hay una muy bonita: ‘la
porque como que trae la música por dentro. Según esta definición,
sale con esta canción”, o como uno mismo, que dice, cuando alguien
la canten las gentes, esas personas que uno ve pasar y que no sabe
Bienaventurada la tarea
en que se puede cantar
EUGENIO D’ORS
EL DOMINIO PÚBLICO
LA VOZ DE LA COCINA
RADIO SORPRESA
canción que lo menciona, que sale por el radio y que a los demás
les parece admisible, de suerte que, por ejemplo en las cuestiones
de abandono y de lejanía de quien se fue, el asunto no puede ser
realmente tan grave; cuando hay algo para lo cual no hay palabras
en el lenguaje corriente, ese algo puede ser aterrador, pero
cuando sí las tiene, quiere decir que hasta está catalogado, y por
lo tanto entra dentro de lo normal; uno se entera que lo que le
acontece no es asunto de vida o muerte, sino nada más de amor o
desamor. Y la segunda cosa que uno entiende, por las mismas
razones, es que finalmente uno no está solo, y que si, en efecto,
había sido expulsado del lenguaje habitual, ahora uno ingresa a la
secta del lenguaje poético; que, de hecho, uno recibe la visita y
la compañía entrañable del cantante que la canta, quien se vuelve
aliado porque parece comprender y compadecer lo suficiente, gesto
éste sumamente consolador. La secta poética, como toda secta, se
siente superior y tiene un número más reducido de integrantes,
pero más intenso. Puesto así, a uno hasta le gusta proferir “hoy
quiero saborear mi dolor / no pido compasión ni piedad”, que es
una sentencia del gurú José José.
dientes o incluso nada más cantada con los puros oídos, ya que los
demás no deben enterarse toda vez que una condición para entender
algo importante es habérselas con ello a solas. Entonces, puede
advertirse, el lenguaje de las canciones sí se utiliza, sí se
dice, pero se dice no para que lo oigan los demás, sino que se
trata de un lenguaje intracraneano, que solamente puede escuchar
el que está dentro de ese cráneo, que por lo común es uno mismo:
el verdadero cantante de esa canción es el que la escucha, y ahí,
en ese ámbito, sí se valen, no son cursis ni son chafas enunciados
como ‘te amo’ y ‘te adoro’ y “si te fallado / te pido perdón / de
la única forma que sé / abriendo las puertas de mi corazón”, cosa
que en público y frente a los demás solamente se le permite a
Chayanne, y eso por dinero.
LA MISMA CANCIÓN
LA SOBERBIA ENAMORADA
El promedio de vida de Dios es tres minutos. Las canciones
parecen actas de una reunión de trabajo con las fuerzas de la
creación, la minuta de una entrevista personal con el universo, y
por ello, las palabras que se usan tienen ese tamaño, a saber, el
tamaño de la soberbia de la omnipotencia. Por eso siempre se habla
en términos estelares y con magnitudes astronómicas, como en una
canción de Miguel Bosé que dice “estando juntos nos sentíamos
infinitos / y el universo era pequeño comparado con lo que éramos
tú y yo”. No importa si las canciones de veras se escriben con
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las tristes, porque son las que están hechas con el mismo molde,
bajo la misma forma, que la memoria, como si las canciones tristes
trajeran de fábrica la marca de la memoria; la memoria tiene el
mismo sonido que la tristeza, de manera que cualquier canción
vieja que aparezca viene asimismo con la languidez de la tristeza
y la nostalgia. Por esta mezcla rara las canciones tristes pasan
siempre al cancionero del recuerdo, y los programas radiales de
canciones viejas son los más escuchados y asediados de peticiones
que algunos comentaristas les llaman complacencias, y piden “El
Triste” que dice “qué triste fue decirnos adiós”. Toda canción
triste sí llega a vieja y toda canción vieja se vuelve triste. En
una entrevista Oscar Chávez declaró lo siguiente: ‘la gente no se
acuerda de las canciones alegres. Toda canción alegre pasa a ser
triste cuando la recuerdas. Cualquier alegría recordada es
melancólica. Es la condición humana’.
Con estas dos cosas, ser triste y de memoria, las canciones
empiezan a ganar belleza, y no está mal, porque lo que gana
belleza es la vida de uno mismo cuando las canta, cuando canta
“volver a verte / volver a verte / saber que vives en realidad” o
canta “mi amor de verano / mi primer amor / amor de estudiante /
ya se terminó” o canta “será que tuvo que empezar a andar / será
que tuvo que cambiar”, de Rocío Dúrcal, Roberto Jordán y Emmanuel
respectivamente: viejos descontinuados.
La forma de fondo de las canciones tristes consiste,
simplemente, en la lentitud, esa cualidad que se mueve y se oye
con gravedad, según explica un músico de nombre Jesús Iturralde:
“es un rollo musical complicado pero, creémelo, los tonos menores
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desesperación.
Hay canciones tristes que ya rayan en otra cosa, una cosa
que extralimita a la memoria y a la nostalgia, y que sucede cuando
la lentitud de la forma empieza como a obsesionarse consigo misma,
como si le entrara , como dice Fey, un “subidón, una inyección de
adrenalina”, y entonces se transforma en una lentitud extraña,
como si trajera dentro algo así como una aceleración que no se
mueve, como cuando se acelera un coche en punto muerto, un impulso
retenido por la misma lentitud, una espera que no se aguanta, como
con sobrecarga eléctrica, y entonces, efectivamente, agarra un
matiz francamente desesperado, como si el pasado y la soledad y la
tristeza de las canciones lentas sacara una mano del baúl del
desván en donde están olvidadas para salirse y regresar. Y la
canción, de ser mera sencillez tristona y suavecita, se vuelve una
cosa que empieza a hablar sin sensatez, con frenesí, de manera
anormal, enloquecida, enfermiza, que es cuando a las canciones
sentimentales les entra el ataque de la pasión, y son típicamente
canciones obsesas, reiterativas, que no se detienen y siguen y
siguen, como si el que cantara ya no pudiera parar ya estando
encarrerado en el tren de su desesperación.
Una de ésas, igual de vieja que la anterior, y que tuvo su
gloria en su día, es la de Joselito, un niño que cantaba, ahora sí
que cosas de adulto: “esta obsesión convertida en perenne agonía /
es mi vida / este egoísmo profundo que dices que siento / me
domina / porque quiero que sepas que vivo pendiente de todo / sólo
admito que a ti te acaricie la almohada en que duermes / y que tus
labios repitan por siempre la misma oración” (se repite y se
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repite hasta entrar en trance). Aquí hace falta citar un poco más
extensamente, para que se vea de qué se trata, porque la forma de
estas canciones está hecha generalmente de versos o frases mucho
más largos de lo normal, que tienen hasta quince sílabas contra
las demás canciones al uso que tienen como ocho, y eso es para que
la lentitud con la que empiezan, faltándoles comas y otras pausas,
pueda ir agarrando velocidad, y, se diría, hasta despegando, ya
que conforme avanza la frase, uno se va aguantando la respiración
y el tono va subiendo, pero no para alegrarse, sino por puro
desenfreno, aunque siempre, sin embargo, conservando la monotonía,
un poco como de jaculatoria, pero, para que no vaya a caer en el
error de la alegría, lo cual sería una vergüenza y una
desvergüenza, la canción se amarra a su monotonía, como con cierto
disfraz de indiferencia, lo que la hace más patética, y sumamente
atractiva, como la del Buki Marco Antonio Solís que se oyó en su
momento por todos los estanquillos del barrio: “no hay nada más
difícil que vivir sin ti / muriendo en la espera de verte llegar /
el frío de mi cuerpo pregunta por ti”. U otra, de La Revolución de
Emiliano Zapata, igual de simple, de tenaz, donde las palabras
parecen deliberadamente descuidadas y hasta tontas para que se
note que la desgracia no deja pensar bien: “día tras día mi vida
se va / junto con ella mis fuerzas de amar / día tras día los días
se van / sé que ya nunca jamás volverás / cómo te extraño / me
haces falta mi amor / si eso es quererte / hoy renuncio al amor /
y de nuevo / comenzar a vivir”.
Y el contenido a que se refieren, puede ser tanto de pérdida
total como de recuperación completa, de angustia o posesión, ambos
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El ser humano es la
criatura que canta
WILHELM VON HUMBOLDT
LA TEORÍA CÁNTICA
viaje.
Todavía, hoy en día, cuando la gente se descuida, es decir,
cuando se enoja, se contenta, se emociona, se burla, etc., el
lenguaje que va profiriendo empieza a agarrar su tonada original,
y entonces, sube el volumen en ciertas partes, al final de la
frase si es furia, al principio si es decepción, se agudiza si es
urgente, se agrava si es suspenso, se alarga, se apura, se acorta,
se detiene, se come sílabas, y así sucesivamente, esto es, cuando
la gente se descuida, que es muy a menudo, el lenguaje vuelve a
cantarse sin querer como la primera vez que fue dicho.
Puede anotarse que eso que se llama civilización o educación
lo obliga a uno desde chiquito a que hable pausado sin apuraciones
ni variando el tono de la voz, como persona racional y decente que
se supone que uno debe ser, o sea, se le obliga a que quite de las
palabras el apasionamiento, y cuando se hace esto, lo que se quita
también es la canción. Entonces, las canciones que salen en el
radio no son otra cosa que nuestro habla tradicional recuperada,
llena de afectos y salpicada de inflexiones, expuesta así de
manera notoria. Por eso a veces ciertas canciones que dicen a la
letra cosas muy tristes pero a las que se les ponen tonadas
alegres, simplemente no pueden ser memorizadas –y por eso aquí no
hay un ejemplo- ni resultan buenas –y por eso tampoco-, debido a
que hay una incongruencia entre tonada y canción, y ni la voz ni
la memoria la aceptan. “Una Triste Canción de Amor” de Alex Lora
no es triste, y de hecho es bastante regocijante.
Por plantearlo de algún modo, no es a uno al que le gusta
cantar, sino que es al lenguaje al que le gusta hacerlo: el
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usamos todos los días para platicar, que nos hacen que hablemos,
no porque tengamos algo que decir, sino que tenemos algo que decir
porque hablamos, por el puro gusto y la celebración, no de que
poseamos lenguaje, sino de que el lenguaje nos posee a nosotros,
en fin, las palabras, traen dentro una especie de latido interior
que les da vida propia y que resuena cuando las imaginamos o
decimos y que provoca, por un lado, que hablemos hasta por los
codos, y por el otro, que pudiendo usar cualesquiera otras
palabras, se prefieran algunas en especial, como más acordes con
la canción particular de la vida propia.
Y cuando se logra decir algo poéticamente, después se repite
como cantaleta para que no se olvide y por el gusto de decirlo. El
hecho de que algo suene bien debe significar que encaja y se
acomoda con el resto de la realidad, con lo que se ve, con lo que
se toca, con el cuerpo propio, con las ideas y el pensamiento, y
en suma, con uno mismo, y ya por eso, se hace memorizable y
memorable, porque tiene la forma de la memoria.
EL ARTE DE LA MENSAJERÍA
LA RITMA
bien, estas reglas aparecen por ahí salteadas en alguna frase del
discurso, como si se tratara del latido genético del castellano,
su ritmo interior. Y por su parte, la memoria es un ritmo, y así,
lo que está hecho con ese ritmo, entra a formar parte de la
memoria, y lo que no, no. La rima ‘ritma’.
LA RIMA
LOS POEMAS
DECLAMACIONES
AMADO SUPERESTRELLA
La vibración es el ritmo
físico; la herencia es el
ritmo biológico; la
imitación es el ritmo
social; la memoria es el
ritmo psíquico
GABRIEL TARDE
LA CANCIÓN POÉTICA
Hay canciones menos normales que otras, que como que
dicen cosas más raras, porque lo que quieren decir es más difícil,
como, por ejemplo,
contra ese cielo impasible
vertical inquebrantable
millones de puños gritan
su cólera por los aires
millones de corazones
golpean contra sus cárceles
vuelve a tu soledad
con todos menos conmigo (Timbiriche)
tengo miedo
de los hombres que gritan y gritan
de los hombres que callan y callan (Rocío Dúrcal
cuando era niña)
que a la mejor quería decir lo mismo que Octavio Paz en ‘los otros
todos que nosotros somos’ pero que de cierto lo único que queda
claro es que Mari Trini quería decir algo.
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...cundió el pánico
...fue en balde
...cayó de bruces
LA CANCIÓN CANCIÓN
Entre lo que se entiende y lo que no se entiende está
la canción, la canción propiamente dicha, la canción de veras
canción, que ocupa un porcentaje de aire más bien reducido del
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que a tantas gentes les debe haber ocurrido y que canta Lucero y
cuyo autor es un señor español que se llama Rafael Pérez Botija,
socorridísimo por múltiples cantantes como José José por decir
uno, dueño de letras que se reconocen aunque no se sepa de quién
son, como ésa de “faldas cortas piernas largas / maquillada para
él / maniquí de porcelana / provocándole” o la de “eso soy / tu
muñeca / la que vale lo que peca”, que cantan Rocío Banquells y
Dulce, y que tienen que ser de él. Juan Carlos Calderón es otro
compositor que sabe hacerlas, como la de Mocedades que decía “de
whisky a cerveza / de butaca a general / de Winston a Celtas / y
unas cuantas canas más”. Ya no existen ni los Winston ni los
Celtas, pero poner ‘de Marlboro a Ducados’ no rima, y de todos
modos se entiende que el protagonista quien “duerme junto a un
muro / como un clochard de París” está pasando por ciertos apuros,
aunque no se trata de una persona, sino de un Citroën 2CV.
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La Ironía
La mezcla de lo cotidiano con lo poético no da
como resultado un compuesto, sino una sustancia nueva, un sentido
inédito, que es propiamente de lo que están hechas las canciones
canción. Esta sustancia es el sentido de ironía. La ironía es una
frase que dice lo contrario de lo que quiere decir para darle más
fuerza a la intención de lo que quiere decirse, como cuando le
dicen ¡qué elegante! a quien se colgó hasta la lámpara para
emperifollarse, y el chiste, o más bien el ácido de la ironía es
que nunca debe poder saberse si en lo que se dice hay intención
irónica o no, porque, justamente, siempre hay que poner cara de
quién sabe, y así, a quien le dijeron elegante lo que ha de hacer
es ir a checarse al espejo a ver si puede decidir qué fue lo que
le dijeron, porque ni siquiera puede ir a preguntar ‘oye, ¿tú
crees que me veo elegante?’ porque le van a contestar ‘¡uy, sí,
muchísimo!’. Pero, más aún, el mismo que dice la ironía no debe
estar seguro de si lo que dijo fue irónico o no, porque el mismo
que la dice también está del lado contrario de lo que dice, o, en
otros términos, él queda atrapado dentro de su propia ironía, como
en esa canción de Oscar Athié que parece broma y que no lo es
tanto: “flaco ojeroso cansado y sin ilusiones / paso los días
haciendo estas tristes canciones”. La ironía significa que da un
poco de risa cuando uno se fija cómo el autor construyó la frase,
y en realidad es la risa misma que le dio al autor: es la risa de
su propio ingenio.
O sea que las ironía se hace sola, de sólo incorporar los
elementos de la plática cotidiana al campo metafísico de la
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metáfora, y por esto, tal vez no haya una realidad humana más real
ni más humana que ésta que se aparece en las canciones, que no es
ni puro misticismo ni mero practicismo. En fin, aparentemente, el
sentido de ironía de este tipo de canciones consiste en una
conciencia explícita de su propia frivolidad: se saben frívolas y
en lugar de ocultarlo lo despliegan y lo ostentan en la mera forma
de decir las cosas: “que vuelva otra vez a las penas / porque tú
lo mandas y ordenas / ni que estuviera loca”; esto mismo hace que
la canción deje de ser frívola, y que pueda volverse hasta
dramática. Trágica nunca, eso no va con la ironía. En efecto, el
solo hecho de colocar cosas de diario en frases en verso ya le da
su toque irónico, a veces cáustico y a veces cálido. El muestrario
va desde quien hace del amor un asunto de azotea, como en
alguien nos arruina
nuestro amor de gatos
porque desde arriba
nos cayó un zapato (de Amanda Miguel),
la gente rumora
la gente rumora un asunto importante
la gente rumora
que alguien del pueblo está estrenando amante (de
Joan Sebastian)
a ésa -¿qué?
ve y dile que venga -¿para qué?
que lave tu ropa y todas tus miserias (de
Pimpinela)
Palabras en Juego
Por lo común, en general, el mundo de las
canciones no es un mundo de autores, sino de las canciones mismas,
toda vez que la aparición de una canción canción es independiente
de un autor o compositor. A la mejor es un mundo de burros que
tocan la flauta, o, a la mejor, las canciones se hace solas
incluso a pesar de su propio autor, quien la escribió más bien sin
querer porque lo que quería escribir era otra cosa, y así, se
pueden encontrar aquí y allá estrofas y versos inteligentes, sin
que sus autores necesariamente lo sean.
Probablemente forma parte de la ironía cierto gusto
divertido por el puro juego con las palabras, como si la canción
misma supiera que está contenta aunque esté cantando cosas
tristes. Así son las celebraciones del lenguaje. En los siguientes
ejemplos la ironía reside en el juego con sonidos, sílabas y
palabras, con repeticiones, recolocaciones y circularidades:
ya sabes que me encantan esas cosas
que no importa si es muy tonto
soy así (La Oreja de Van Gogh)
Canto de Autor
La ironía, como el talento, es inevitable, si se
tiene, o imposible, si se carece. Quod natura non dat, Salmantica
non presta, apotegma éste que se ha actualizado de la siguiente
manera: lo doctor no quita lo tarado. Lo que la naturaleza no da,
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cortarme la coleta
brindar a tu salud
yo no quiero
domingos por la tarde
yo no quiero columpio en el jardín
lo que quiero corazón cobarde
es que mueras por mí
no me esperes a las doce en el juzgado
no me digas volvamos a empezar
yo no quiero
ni libre ni ocupado
ni carne ni pecado
ni orgullo ni piedad.
6).- Por lo que sea, no ser inocente si no hay con qué. Sin
preámbulos, véase el caso de la canción que dice “mi unicornio
azul / ayer se me perdió / lo dejé pastando / y desapareció”. En
esta canción hay algo más que maldad. En efecto, no existe ningún
antecedente histórico, mítico, mágico ni esquizofrénico que
permita hacer ni por asomo referencia a un unicornio azul, por lo
que lo único que queda claro es que el autor, Silvio Rodríguez, se
quiso pasar de listo, vendiéndonos la idea de que además de ser
politizado, reflexivo e incansable, también es tierno, infantil,
dulce, melancólico y nostálgico, para lo cual se sacó de la manga,
pero con forceps, un unicornio, y no contento con eso –para eso
existen dos mangas-, lo pintó de azul; tal vez creyó que así se
acercaba a la flor azul de Novalis, a Azul de Rubén Darío, pero
sólo cayó cerca de “mi amor es azul como el mar azul” de Cristian.
En conclusión, lo que verdaderamente se obtiene de esta canción es
un muñeco de peluche.
cuenta de que era poeta, a juzgar por su engendro más famoso, que
dice entre otras cosas “y porque amor no es aureola / ni cándida
moraleja / te quiero por ser pareja / que sabe que no está sola”.
De verdad que da escalofrío tanto trabajo forzado para una persona
que sabe hacer su oficio con fluidez y maestría, y es que, al oír
esta canción, se siente casi como un peso físico en las manos
imaginándose el costoso trabajo del autor, o se siente como si no
pudieran entrar por los oídos palabras tan calculadas, pero
calculadas no en el sentido de planeadas, sino en el sentido de
cálculos, de piedras, como si a uno le pasara un cálculo por la
oreja. Se nota que Benedetti, empeñado en escribir una canción que
cantaran las masas por la calle, por cada dos versos que tenía, le
buscó a toda costa otros dos para emparejarlos, y lo que es más
grave, los encontró. Ciertamente, tenía sobre su escritorio “somos
mucho más que dos” y “en la calle codo a codo”, y entonces,
fastidiado de tanto rebuscar, puso para acabar lo único que
encontró: “mi amor mi cómplice y todo” y “si te quiero es porque
sos”; qué bueno que es uruguayo, para poder decir “sos” y terminar
la canción.
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NUEVO AVISO
muy difícil ya que para eso hay recetas de churros radiables. Pero
no existe la poesía asalariada, la canción a sueldo. Diríase que,
hoy por hoy, las canciones de verdad se encuentran traspapeladas
en las mesitas de noche de personas anónimas que nunca llegarán a
grabar un disco ni a salir en el radio.
Ya hay un sitio de internet que hace canciones sobre pedido,
que por cien euros le entrega en el plazo de una semana una balada
de tres minutos a título confidencial, para que uno pueda presumir
que la escribió. El periódico Reforma, de México, bajo el
pseudónimo de “Lucía” hizo su solicitud y lo que recibió a vuelta
de correo electrónico fue esto: “Lucía, no te puedo olvidar / sé
que sin ti mi vida es una botella / que nunca se llenará / para mí
eres más bella / que cualquier puesta de sol / eres mi voz”. No se
sabe si el periódico reclamó la devolución de su dinero, pero,
como era de esperarse, reúne todos los requisitos en contenido
(“bella, sol”) y de forma (“olvidar, llenará”) para ser una pizza.
Un dato interesante es que el 75% de las solicitudes es de hombres
treintañeros que piden canciones de amor; es interesante no para
intepretar la soledad esperanzada de los susodichos, sino para
comprobar la vigencia de las canciones de amor entre gente que
puede tirar cien euros.
Y hasta las porquerías se están acabando, porque el último
‘hallazgo’ de productores y disqueras ha sido el reciclaje,
finamente denominado ‘cover’, de canciones no solamente viejas y
olvidadas, sino recientes y recordadas, en la expectativa disquera
de que ‘si se las volvemos a poner no se dan cuenta porque ya
están medio atontados’ o ‘los que tienen quince años no se saben
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