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Hasta entonces, se decía que los sacrificios humanos de los aztecas eran
esporádicos, que el canibalismo lo era aún más y que aquella pared de restos
humanos, si existió, estaba compuesta sólo por cabezas de guerreros
capturados en batalla y que el objetivo de su exposición en un muro era el
amedrentamiento.
En los últimos años se ha profundizado la idealización y el panegírico de las
culturas “originarias” y en ese contexto se ha caído en condenas
extemporáneas a la crueldad de los españoles, reduciendo toda la empresa
de colonización a un genocidio y obviando la cultura y las instituciones
exportadas a América y, más importante aun, el proceso de mestizaje
impulsado desde el primer momento por Los Reyes Católicos, Isabel y
Fernando, y continuado por su nieto, Carlos I de España. Un mestizaje que
dio origen a las actuales nacionalidades hispanoamericanas. Un rasgo casi
privativo de la dominación española: si miramos a las colonias poseídas por
otros países europeos, veremos que allí el mestizaje fue casi inexistente,
porque el personal de la metrópoli vivía aislado de la población local, cuando
no se dedicaba a capturar a los nativos para traficarlos como esclavos.
El Presidente mexicano criticó esta hipótesis pero debió admitir que “varios
pueblos originarios como los totonacas, los tlaxcaltecas, los otomíes, los de
Texcoco” y otros “ayudaron a Cortés”, aunque agregó que “este hecho no
debe servir para justificar las matanzas llevadas a cabo por los
conquistadores ni le resta importancia a la grandeza cultural de los
vencidos”. También admitió que la idea “de que Moctezuma era un tirano
puede ser cierta”. “Tampoco debe verse a Cortés como un demonio, era
simplemente un hombre con poder”, dijo.
Por otra parte, como advierte Marcelo Gullo, incurre en el error de asimilar la
historia de los aztecas con la historia de México ya que éstos eran sólo a una
de las muchas etnias que habitaban ese territorio. Y cita al filósofo mexicano
José Vasconcelos que afirma que “la historia de México empieza como
episodio de la gran Odisea del descubrimiento y ocupación del Nuevo
Mundo”.
“Después que las hubieron muerto y sacados los corazones, llevaban las
pasito, rodando por las gradas abajo; llegadas abajo, cortaban las cabezas y
espetaban las un palo, y los cuerpos llevaban los a las casas que llamaban
calpul, donde los repartían para comer.” Esto escribió fray Bernardino de
Sahagún, en Historia general de las cosas de la Nueva España. Sahagún fue el
primero en estudiar la cultura azteca. Describió con detalle las ceremonias y
el calendario religioso de los aztecas. Muchos prisioneros de guerra eran
mantenidos cautivos para ser sacrificados en determinadas fechas.
Sigue Sahagún: “Después de desollados (...) llevaban los cuerpos al calpulco,
adonde el dueño del cautivo había hecho su voto o prometimiento; allí le
dividían y enviaban a Moctezuma un muslo para que comiese, y lo demás lo
repartían por los otros principales o parientes (...). Cocían aquella carne con
maíz, y daban a cada uno un pedazo [en] una escudilla o cajete, con su caldo
y su maíz cocida”.
Los sacrificios no se limitaban a los adultos: “Estos tristes niños antes que los
llevasen a matar aderezábanlos con piedras preciosas -dice Sahagún-, con
plumas ricas y con mantas y maxtles muy curiosas y labradas (...); y cuando
ya llevaban los niños a los lugares a donde los habían de matar, si iban
llorando y echaban muchas lágrimas, alegrábanse los que los veían llorar
porque decían que era señal que llovería muy presto”.
“Lo religioso fue entonces móvil esencial para practicar la antropofagia entre
los antiguos indígenas; en la inteligencia de que los muertos [N. de la R: los
de los aztecas, se entiende, los otros eran alimento] no eran objeto de olvido
ni desprecio”.
Pero resulta que esta antropofagia, que según los indigenistas de hoy no
existía o era sólo esporádica y ritual, tuvo que ser prohibida por una Ley de
Indias (XII del Título 1 del Libro 1), dictada por Carlos V en junio de 1523:
“Ordenamos, y mandamos a nuestros Virreyes, Audiencias, y Gobernadores
de las Indias, que [...] prohíban expresamente con graves penas a los Indios
idólatras y comer carne humana, aunque sea de los prisioneros y muertos en
la guerra...”
“La principal fuente de alimento de los dioses aztecas estaba constituida por
los prisioneros de guerra -agrega Harris-, que ascendían por los escalones de
las pirámides hasta los templos, eran cogidos por cuatro sacerdotes,
extendidos boca arriba sobre el altar de piedra y abiertos de un lado a otro
del pecho con un cuchillo de obsidiana esgrimido por un quinto sacerdote.
Después, el corazón de la víctima -generalmente descripto como todavía
palpitante- era arrancado y quemado como ofrenda, El cuerpo bajaba
rodando los escalones de la pirámide: que se construían deliberadamente
escarpados para cumplir esta función”.
Harris precisa luego cuál era el destino final de los cuerpos: “Como afirma
(Michael) Harner (de la New School), en realidad no existe ningún misterio
con respecto a lo que ocurría con los cadáveres, ya que todos los relatos de
los testigos oculares coinciden en líneas generales: Ias víctimas eran
comidas”.
https://www.infobae.com/sociedad/2021/08/31/el-canibalismo-imperial-de-
los-aztecas-una-verdad-incomoda-para-los-criticos-de-la-conquista/