Acciones Derivadas De La Responsabilidad Contractual Indirecta
En lo referente a las acciones derivadas de la responsabilidad contractual indirecta, la doctrina describe a las siguientes: Dado que el deudor resulta responsable ante el acreedor, en razón de los hechos culposos o dolosos del tercero (del cual se vale para el cumplimiento de la prestación asumida), tiene el derecho de reclamar a este por vía de acción de regreso, cuando haya tenido que indemnizar al acreedor por culpa suya. Los autores ponen énfasis en que esta acción tiene como fundamento la relación jurídica contractual que vincula al deudor con sus representantes convencionales (a través de contrato de mandato) o con sus dependientes (a traves de locación de servicios, contrato de trabajo, etcétera). Si la representación proviene de la ley, por ejemplo, padre, tutor o curador, se dice que la acción de regreso se rige por los principios de la responsabilidad extracontractual o aquiliana. Asimismo, la doctrina recalca que para que la acción de regreso prospere, el deudor tendrá que probar la culpa de su representante o dependiente, y la relación de causalidad entre el hecho y el monto del daño cuyo reintegro se pretenda. Según Eduardo B. Busso, independientemente de la responsabilidad del deudor por la culpa de sus representantes, el acreedor siempre dispone de una acción directa contra estos para obtener el resarcimiento del daño que ellos le han provocado. Pero es de observar que entre el acreedor y los autores directos del daño no hay vínculo jurídico preexistente, pues la relación obligacional es con el deudor. De ahí que el daño deba ser encuadrado dentro del marco de la responsabilidad por los hechos ilícitos y, por lo tanto, el acreedor que quiera hacer valer esta acción directa tendrá que establecer todos los presupuestos de hecho que condicionan el juego de aquella responsabilidad. Además, el acreedor podrá entablar contra los autores del daño una acción indirecta u oblicua, subrogándose en los derechos de su deudor contra ellos. Ahora, viendo lo que dice el ordenamiento peruano, el artículo 1325 del Código Civil atribuye responsabilidad exclusiva al deudor, prescindiendo de todo análisis respecto a la falta de diligencia en la elección del personal idóneo para ejecutar la prestación (culpa in eligendo) o en la falta de cuidado para controlar la actividad de sus auxiliares (culpa in vigilando). Si bien el deudor y su auxiliar aparecen identificados en una sola persona ante el acreedor, en sus relaciones internas, sucede que el hecho de uno de ellos no se confunde con el hecho del otro. Por ende, cuando el deudor resarce al acreedor, por los daños ocasionados dolosa o culposamente por el tercero, le asiste el derecho de repetir contra este de acuerdo al vínculo jurídico que mantiene con el causante directo del daño, que usualmente se fundamenta en contratos de locación de servicios, mandato, entre otros. Entonces, no existe controversia respecto a la responsabilidad del deudor por los actos dañosos de sus colaboradores o auxiliares, y es que esta postura encuentra su fundamento en factores de atribución objetivos, que prescinden totalmente de la noción de culpa en la elección o vigilancia. En tal sentido, se entiende que, si el deudor delega en un tercero la ejecución de la prestación a su cargo, asume el riesgo del eventual comportamiento dañoso de este; es decir, siendo el obligado quien inserta riesgos al permitir la participación de terceros, entonces, éste deberá responder por los perjuicios causados por estos. 3.3. Principales Supuestos De Responsabilidad Contractual Indirecta Podemos mencionar los siguientes: a) En el contrato de arrendamiento El artículo 1683 del Código Civil peruano prescribe que, aun cuando deriven de incendio, el arrendatario es responsable por la pérdida y deterioro del bien ocurridos durante el curso del arrendamiento, si no prueba que han sucedido por causa no imputable a él. Luego, en concordancia con el artículo 1325, agrega que el arrendatario es también responsable por la pérdida y el deterioro ocasionados por causas imputables a las personas que hubiera admitido, aunque sea temporalmente, al uso del bien. b) Como supuesto particular, el Artículo 1693 establece.- Tanto el subarrendatario como el arrendatario están obligados solidariamente ante el arrendador por las obligaciones asumidas por el arrendatario. Sin duda, este es un caso en el cual la ley establece responsabilidad solidaria ante el incumplimiento de alguna de las obligaciones del contrato de arrendamiento. Ya sea que dicho incumplimiento obedezca a causa imputable al arrendatario, o al subarrendatario u obedezca a causa imputable a ambos. Se debe tener presente también, que podría haber pluralidad de arrendatarios o pluralidad de subarrendatarios, pero siempre estaríamos en presencia de una obligación de carácter solidario. c) En el contrato de locación de servicios: Se sabe que por la locación de servicios, el locador se obliga, sin estar subordinado al comitente, a prestarle sus servicios por cierto tiempo o para un trabajo determinado, a cambio de una retribución (artículo 1764 del Código Civil peruano de 1984), y que dicho servicio debe prestarse personalmente. Sin embargo, la propia ley establece que el locador puede valerse de auxiliares y sustitutos, siempre y cuando tal colaboración esté permitida por el contrato o por los usos y no sea incompatible con la naturaleza de la prestación, estando dichos auxiliares bajo la dirección y responsabilidad del locador (artículo 1766 del Código Civil peruano). d) En el contrato de hospedaje: La responsabilidad principal del hospedante es la de ser depositario del dinero, joyas, documentos y otros bienes recibidos en custodia del huésped, debiendo poner en su cuidado la diligencia ordinaria exigida por la naturaleza de la obligación y que corresponda a las circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar. Dentro de ese contexto, el hospedante responde igualmente por los actos u omisiones de los familiares que trabajan con él y de sus dependientes (artículo 1722 del Código Civil peruano). e) En el contrato de obra: La característica principal del contrato de obra, como modalidad de prestación de servicios, es que el contratista se obliga a hacer una obra determinada y el comitente a pagarle una retribución. El contratista no puede introducir variaciones en las características convenidas de la obra ni subcontratar íntegramente su ejecución, salvo autorización escrita del comitente, en cuyo caso responde solidariamente frente a este por las acciones del subcontratista (artículo 1772 del Código Civil). f) En el contrato de mandato: La ley civil peruana precisa que el mandante está obligado, salvo disposición distinta, a practicar personalmente los actos comprendidos en el mandato y a sujetarse a las instrucciones del mandante (inciso 1 del artículo 1793 del Código Civil). Sin embargo, tratándose de un mandato sin representación, se prescribe que el mandatario no es responsable frente al mandante por la falta de cumplimiento de las obligaciones asumidas por las personas con quienes haya contratado, a no ser que al momento de la celebración del contrato conociese o debiese serle conocida su insolvencia, salvo pacto distinto (artículo 1812). Resulta claro, entonces, que la regla es que el mandatario cumpla personalmente la obligación encomendada, pero, si las partes así lo convienen, puede valerse de terceras personas para tal ejecución, estableciéndose, además, una presunción legal de responsabilidad en caso de que esas terceras personas resultasen insolventes al momento de concertar con ellas los negocios que le servirán para el cumplimiento de su mandato. 4. DISTRIBUCIÓN DE LA CARGA DE LA PRUEBA 4.1. Respecto a la probanza de los daños ocasionados y los criterios usados para la cuantificación del mismo. El artículo 1329, como claramente se desprende de su texto, determina la presunción de que la inejecución de la obligación o su cumplimiento parcial, tardío o defectuoso obedece a culpa leve del obligado, salvo prueba en contrario. Como se trata de una presunción juris tantum, el deudor puede exonerarse probando su inculpabilidad, salvo que la ley o el pacto exijan la prueba del caso fortuito o fuerza mayor. El artículo 1330, por su parte, dispone que la prueba del dolo o de la culpa inexcusable corresponde al perjudicado por la inejecución de la obligación o por su cumplimiento parcial, tardío o defectuoso. Desde este punto de vista, el acreedor puede agravar la responsabilidad del deudor demostrando la inejecución o el cumplimiento irregular de la obligación por dolo o por culpa inexcusable. La tesis enunciada se explica con facilidad, pues la gravedad del dolo o de la culpa inexcusable y, por consiguiente, su carácter excepcional, exige que no se presuman. Para destruir la presunción bastará con otorgar al juez todos los elementos que lo conduzcan a la convicción de que ha existido dolo o culpa inexcusable. El artículo 1331 ordena que la prueba de la existencia de los daños y perjuicios, así como la de su cuantía, corresponda al perjudicado por la inejecución de la obligación o por su cumplimiento parcial, tardío o defectuoso. Quien no sufre un daño, aun cuando la inejecución o el cumplimiento irregular obedezca a dolo o a culpa del deudor, carece de título para exigir la reparación. Por ello, no obstante, la presunción de culpa leve ante la inejecución o tal cumplimiento irregular, la carga de la prueba de los daños y perjuicios, así como la de su cuantía, corresponde al acreedor. La regla admite, por cierto, dos excepciones: el acreedor queda relevado de probar la existencia de los daños y perjuicios, así como la cuantía de éstos, cuando se encuentra protegido por una cláusula penal; y también queda relevado de esa prueba, cuando los intereses moratorios compensan el retraso en las obligaciones de dar sumas de dinero. Al margen de esas dos excepciones, el acreedor estará siempre sujeto a probar que ha sufrido un perjuicio por la inejecución de la obligación o por su cumplimiento parcial, tardío o defectuoso, y a demostrar su cuantía. Respecto a la evaluación del daño esta depende de una serie de factores complejos, muchas veces difíciles de acreditar en su monto preciso, tales como precios, valorizaciones, créditos, demandas comerciales, etc. Por otra parte, la necesidad de una prueba rigurosa a cargo del acreedor también aumenta o disminuye en razón de que se trate de un daño emergente o de un lucro cesante. La prueba es más severa cuando se exige el pago de una indemnización por el daño emergente, porque ella es directa y, desde luego, generalmente más sencilla. Para el lucro cesante el rigor deberá disminuir pues la prueba directa se hace más difícil; ya que se trata de hechos futuros, el juez deberá contentarse muchas veces con presunciones. (Parodi, 1990) A ello obedece el texto del artículo 1332 del Código Civil, que obliga al juez a liquidar con valoración equitativa en caso de que el daño no pueda ser probado en su monto preciso. Esta norma es útil para aquellos casos en los que la complejidad del cálculo del resarcimiento puede convertirse en un problema que genere injusticia. Para su aplicación, es necesario que se cumplan dos requisitos: i) Que se haya probado la existencia de un daño, y ii) Que este daño no haya podido ser calculado por la parte interesada, a pesar de los intentos de hacerlo. A continuación, analizaremos cada uno de estos elementos: