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MARCIANO VIDAL

V
MORAL DE ACTITUDES
iT TOMO TERCERO
V
MORAL SOCIAL

, f;

EDITORIAL. Covarrubias, 19. 28010-MADRID-----

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/

f ■

OCTAVA EDICION

’(c s
Con licencia eclesiástica

1.5. B.N.: 84-284-0553-0 (Obra completa)


1.5. B.N.; 84-284-0317-1 (Tomo III)
Depósito legal: M, 9.318-1995

I
Imprime FARESO, S. A. Paseo de la Dirección, 5. 28039 Madrid

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MORAL DE ACTITUDES. Ill MORAL SOCIAL
996

Págs.

a) Usos y abusos de la “solidaridad” en las teorías


sociales modernas............................... ................ 196
b) Reconstrucción del concepto de “solidaridad”. 205
1) Condiciones antropológicas........................ 205
2) Perspectivas bíblico-teológicas................... 206
3) Validez de la categoría antropológico-teo-
lógica de “solidaridad”............................... 208
c) La solidaridad en cuanto categoría básica de la
ética social.......................................................... 208
d) Solidaridad, justicia y opción preferencial por
el pobre............................................................... 215
1) La solidaridad: plenitud de la justicia...... 215
2) La solidaridad: mediación ética de la op­
ción preferencial por el pobre................... 217
e) Conclusión......................................................... 218

Segunda parte
DERECHOS HUMANOS

3 Derechos humanos y ética cristiana


I. Toma de conciencia de los derechos fundamentales
del hombre............................................................................ 224
1. “Exposición” del dato histórico................................... 224
a) Reconocimiento progresivo de las “libertades
sociales” del hombre............................................. 225
b) Declaraciones de los “derechos” del hombre .... 228
2. “Lectura cristiana” del dato histórico........................ 230
a) Reflexión teológica y derechos humanos............ 231
b) Doctrina social pontificia y derechos humanos, 233
TEXTOS: (“Redemptor hominis” y Documentos de Pue­
bla y Santo Domingo)......................................................... 237

IL Significado ético de los “derechos humanos”............... 243


1. La necesaria instancia ética de los derechos hu­
manos .............................................................................. 244
2. La razón ética de los derechos humanos.................. 246
a) Aspecto metodológico.......................................... 246
b) Aspecto de contenido............................................ 247

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QM7

l’ags.

3. La función de la instancia ética en la realización de


los derechos humanos.................................................. 247
a) Factor de “orientación" en las declaraciones y
en las normas positivas...................................... 24S
b) Factor de "protección" de las exigencias inhe­
rentes a los derechos humimos.......................... 24S
c) Factor de "crítica/utopía" ante las condiciones
sociales de los derechos humanos....................... 250
III. Panorámica de los derechos fundamentales................. 251
1, Textos de declaraciones............................................... 252
a) Dechiración universal de los derechos humanos. 252
b) Los derechos del hombre según la encíclica
“Pacem in terris" (números 11-27)................... 257
2. Recuento sistemático de los derechos humanos 261
a) Fuentes civiles y eclesiásticas................... 262
b) Fuentes eclesiásticas.................................... 265

Tercera parte
MORAL ECONOMICA

4 Actitud del Nuevo Testamento


ante los bienes económicos
1. Bienes temporales y plan de salvación......... 274
1. Creados por Dios......................................... 274
2. En la órbita de Cristo................................. 215
3. La perspectiva escatològica........................ 276

II. Bienes temporales y unión entre los hombres 277

IH. Peligros de las riquezas.....................................


1. Evangelios sinópticos.................................
2, San Pablo.....................................................
3. Escritos joáneos...........................................
4. Carta de Santiago.......................................
5. Los restantes escritos del NT....................

V'

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segunda parte

píRECHOS HUMANOS

. perechos humanos y ética cristiana


fjpínilo

■I

t
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1
MORAL DE ACTITUDES. Il,

IX-qnit's de hiibcr tratado en la primera parte la problemática


sub u- Social cristiana, correspon¿\^?^
rüXiat los tenias concretos en que se evidencia el compromiso

de la fe.
En partes ulteriores se analizará la dimensión moral de la
vivencia social mediante el estudio detallado de los factores basic
la estructura social: economía, política, cultura, conflicto.

Antes de tratar, por separado, cada uno de esos ejes axiolóei


la vida social, es conveniente ofrecer el núcleo temático de t
posterior desarrollo de la Moral Social concreta. El núcleo étic
otro que la dignidad de la persona formulada mediante la
derechos humanos.
Al tema de los derechos humanos dedicamos esta «.«ma
concibiéndola como la “obertura temática” de la Moral Social clnlral

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3
perechos humanos
y ética cristiana

En la síntesis moral tomista hay un coniimm a • ,


potenciales de la justicia, que han recibido e/nomhíe
Por su parte, la moral casuista desamoí"± í
el enfoque y el epígrafe de “deberes cívicos” del hombre ° í"’!
llamadas “virtudes sociales” como los denominados "deteres c“ “eos"
ofrecían, en panoramica inicial, los temas que la ética snci^i .n í
desarrollaba en tratados ulteriores.

Sin negar agudeza a los mencionados tratados tradicionales orefe


rimos organizar la tematica moral de este capítulo inicial en toAio a la
categoría axiologica de derecho/deber fundamental del hombre Cree­
mos que esta perspectiva está en mayor consonancia con la sensibilidad
del hombre actual y que ofrece mayores posibilidades para una formu­
lación ética de la convivencia social.

La categoría ético-jurídica de “derechos humanos” es axiológi-


camente previa a las concreciones morales de la ética económica, cul­
tural, política, etc.; estos campos concretos de la ética social reciben
iluminación desde la categoría de “derecho fundamental” del hombre.
Además, esta categoría ético-jurídica abre la moral social al horizonte
total de la convivencia social, horizonte que quedará restringido en los
capítulos siguientes al tener que limitarse a aspectos particulares de la
estructura social (economía, política, cultura, conflicto).
Por otra parte, la categoría ético-jurídica de “derecho fundamental”
es, además de noción teórico-sistemática, una realidad histórico-viven-
cial. En ella se ha ido plasmando la conciencia ética de la humanidad.
Por ello mismo ofrece notables ventajas para, desde ella, edificar una
ética social concreta adaptada a la evolución histórica de la humanidad.

' Summa Theolo^ica, II-II, qq. 101-122. R. Bernard, Les vertiis sociales: Som-
je Théologique, éd de la Revue des Jeunes (París, 1932);
^’iftudes sociales: Suma Teologica, t. IX (Madrid. )
R. Coste, Las comunidades políticas (Barcelona,

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-4 “E ATOTuo,

Situada la rctlexión de este capitulo dentro del horizo,,,

constataremos la trayectoria histórica de los derechos humsJS


'
* ’ii¿’
o toma de conciencia etum de la humanidad; 2) en
analizaremos el signdicado ético de los derechos tundamenSS?
10 categoría moral en si y en cuan o declaración organizada v v " <
de la stuñedad humana; 3) por ultimo, expondremos la panJ'?^’^
los derechos fundamentales y sus aplicaciones al campo dej "'‘'‘e
social concreta. ® 'norai
Estos son. pues, los apartados del capítulo:

1. Toma de conciencia de los derechos fundamental


hombre.

11. Significado ético de los “derechos humanos”.

111. Panorámica de los derechos fundamentales.

TOMA DE CONCIENCIA
DE LOS DERECHOS FONDAMENTALES DEL HOMBRE

Antes de analizar el significado y el contenido de los derechos fun­


damentales del hombre, es conveniente recordar su trayectoria histórica.
La toma de conciencia de los derechos humanos y su formulación es un
dato histórico de incalculable valor para la humanidad. La “exposición”
y la “lectura cristiana” de este dato histórico sirve de introducción al
desarrollo moral de los siguientes apartados de este capítulo.

1. “EXPOSICION” DEL DATO HISTORICO’

La toma de conciencia de los derechos fundamentales del


puede ser constatada de dos modos: anotando el reconocimiento p

J • «Ç filie
\eRdoodt, Naissance el signification de la déclaration ¿eí>
I’’- Déclaration Cf
L/X / de Louvain 5 (1974) 117-122; R.
rechos l^enschenrechte (Darmstadt, 19742), ■ ■pRuvo'',.

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humanos VhTiCA CRIS UANA ^25

e. la.s exigeomas o libcriade.s sociales" de la dignidad humana, y


menos vinculantes, de los "derc-
mas o mcno.s
s'''‘’.i..ulo las declaraciones, más
del hombre.
jios

progresivo de las “libertades sociales”

humanidad se concentra en un núcle»)


■ la dignidad del hombre. De este núcleo emanan y hacia él
decis*'' {odas las variaciones del ethos humano. Aquí nos referimos
Je estíi experiencia ética: la ascensión de la con-
■' libertad social o civil en la humanidad.
ciencia oc ■>
El tenia de la ascensión de la conciencia de las libertades sociales es
los más interesantes y reveladores del hombre occidental. Para trazar
^historia completa de las “libertades sociales” habría que comenzar
^f'^la noción y la realidad de la libertad en el mundo antiguo, griego y
P^niano. A este tema le ha dedicado Ortega y Gasset agudos ensayos \
También habría que hablar del influjo cristiano en la noción y vivencia
de la libertad. De un modo particular tendría que anotarse la influencia
de la filosofía nominalista en el descubrimiento del singular’, la apari-,
ción del espíritu individualista del Renacimiento y el influjo que ejerció
la Reforma (luteranismo y calvinismo) en el desarrollo del subjetivismo
y del individualismo^. Todos estos factores condicionan la aparición de
la sensibilidad de las “libertades sociales” en sentido moderno.
Nos colocamos, pues, en los últimos siglos para asistir a la aparición
y desarrollo del tema de las “libertades sociales”. “Desde el último
tercio del siglo XVIII, y superlativamente a lo largo del siglo XIX,
habla el hombre europeo en todos los tonos, y a propósito de todos los
asuntos importantes, tanto para la vida individual como para la convi­
vencia política, de libertad y libertades —el singular y el plural aluden
a una diferenciación clásica—, sin que, sin embargo, estos términos, y
especialmente el singular, hayan dejado de expresar ideas, o más bien

thomme (Tournai, 1982); W. Ernst, ¿ 231-270; S. T. Pras-


rechte in Geschichte und Gegenwart: Gregoi - conee'^ioni: Teresianum 37
KiEwcz, Diritti dell'uomo. Note storiche e diverstta d, conceaom.
(1986) 171-190. „ , completas (Madrid, 1955’)
* J. Ortega y Gasset, Del Imperio Romano: Obras compie
VI, 67-93; Ideas de los Castillos: 1. c., 11, s®- c.iiillaume d'Ockam: Studia
’ Cf, L. Vereecke, Individu et communauté selon Gudlaunn
Moraba 3 (1965) 150-177. _ 1968) 67-135.
Cf. E. Fromm, El miedo a la libertad (Bu

moral social ul

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MORAL DE ACTITUDES lir .

n esencialmente cambiantes. Así es cómo e„ _ ’*'■


ideales, di''«
«
* “ j^samo, la palabra mágica capaz de ahí'P’ca
•ca

"»Wes enardeemnentos . s,

F, reconoeimienlo progresivo de las "hberlades" del hombre ,


soei^Xeidental de los últimos siglos puede sintetizarse e„

guíenles ewpaí-
La caída del “Antiguo Régimen” y la aparición de la “burguesf,.,
como clase ascendente y portadora de las exigencias y reivindictioX
de h libertad social (Revolución francesa). "es

— La aparición del Estado liberal (constitucional, democrático


representativo, intérprete y servidor de la opinión pública). Nace así el
liberalismo como sistema social y como forma general de la cultura.

— La crítica del liberalismo a partir de los mismos liberales. A este


respecto es interesante recordar las anotaciones críticas de J. S. Mili’;
“La lucha entre libertad y autoridad es el rasgo más saliente de aquella^
partes de la Historia que nos son más familiares, especialmente en las
de Grecia, Roma e Inglaterra. Pero, en aquellos tiempos, la disputa se
producía entre los individuos y el gobierno. Se entendía por libertad la
protección contra la tiranía de los gobernantes” (p. 5). “Sin embargo,
llegó un momento en la marcha de las cosas humanas en que los hom­
bres cesaron de considerar como una necesidad de la naturaleza el que
sus gobernantes fuesen un poder independiente con intereses opuestos a
los suyos. Les pareció mejor que los diversos magistrados del Estado
fuesen representantes o delegados suyos, revocables a voluntad” (p. 7).
“Pero, en las teorías políticas y filosóficas, lo mismo que en las perso­
nas, el éxito pone de relieve defectos y debilidades que el fracaso hu­
biera ocultado a la observación. La idea de que los pueblos no tienen
necesidad de limitar su propio poder podía parecer axiomático en una
época en que el gobierno democrático no pasaba de ser un sueño o el
recuerdo bonoso de una época remota... Sin embargo, llegó el tiempo
5111^^ República democrática vino a ocupar la mayor parte de la
‘'^c’éndose notar como uno de los más poderosos
gobiemn pf % comunidad de las naciones. A partir de entonces e
Clones V crin ’’c^Ponsable se convirtió en el objeto de esas
sellegóaneiKa siempre se dirigen a todo gran acontecimien o-
__J^Pensar que frases como ‘el gobierno de sí mismo’ y ‘el

(Madrid, Hoescar, Introducción al libro de J. S. MUI “Sobre la libert<^‘^

(Madrid, 1971).

J
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PERECIIOS humanos y etica cristiana 227

de los pueblos sobre ellos mismos’ no expresaban el verdadero estado


de las cosas; el ‘pueblo’ que ejerce el poder no es siempre el mismo
pueblo sobre el que se ejerce, y el gobierno de cada uno por sí mismo,
sino de cada uno sobre los demás. La voluntad del pueblo significa, en
realidad, la voluntad de la porción más numerosa y activa del pueblo, de
la mayoría, o de aquellos que consiguieron hacerse aceptar como tal
mayoría. Por consiguiente, el pueblo puede desear oprimir a una parte
de sí mismo, y contra él son tan útiles las precauciones como cualquier
otro abuso del poder” (p. 8-9). Esta crítica de Mili puede encontrarse
también en otros autores del siglo XIX’.
— La crítica de Marx llevó el tema de las “libertades” a un nuevo
planteamiento: la ascensión del “proletariado” (la revolución de los
obreros). En la interpretación liberal, el estado de Derecho garantiza las
libertades de los individuos. Pero ¿de qué libertades se trata? Hemos de
reconocer que se trata no de las libertades de todos los individuos, sino
de los individuos burgueses. Ante esa situación hay que denunciar: a)
que la libertad del liberalismo es una libertad meramente “formal”; b)
.que la libertad liberal es libertad formal para todos, pero “privilegio”
para unos pocos: la burguesía capitalista; c) que el Estado del “laissez-
faire” es un Estado ineficaz y clasista; el pensamiento individualista del
siglo XIX limitó el fin del Estado al orden jurídico y éste exclusiva­
mente a la salvaguardia de la libertad de las personas y propiedades; por
eso con razón Fernando Lasalle (1825-1864) denominó a este Estado el
“estado de vigilantes nocturnos”.
— Ni la revolución burguesa ni la revolución proletaria han condu­
cido al hombre a la posesión de la libertad y de las “libertades”. En la
situación actual la libertad de la persona se siente amenazada por ene­
migos nuevos, además de los antiguos. Son los enemigos de la tecnocra­
cia, de la burocratización, de la excesiva tecnificación de la política, del
totalitarismo del Estado.
— En la reciente conciencia ética de la humanidad ha hecho apa­
rición la aspiración por un contenido más social en las libertades huma-

’ Cf. Rodríguez Huescar, /. c., XIV-XVl.


Ver la crítica de Marx en los Anales franco-alemanes: K. Marx, Escritos de
juventud. Selección, traducción e introducción de F. Rubio Llórente (Caracas, 1965)
62-63. “Ante todo, constatemos el hecho de los llamados derechos humanos, los
droits de l’homme, a diferencia de la sociedad civil, es decir, del hombre egoísta,
óel hombre separado del hombre y de la comunidad... Ninguno de los llamados
derechos humanos va, pues, más allá del hombre egoísta, más allá del hombre como
miembro de la sociedad civil, es decir, del individuo retraído en sí mismo, en sus
intereses privados y en su arbitrio particular y segregado de la comunidad...” (p. 62).
Cf. M. Atienza, Marx y los derechos humanos (Madrid, 1983).

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I

MORAL DE actitudes

228 1^ toma de conciencia ética ant


No I (económicas, políticas, culturales^ '*1^'
’S X un claro .natiz social. Se p„¡^'“"“'íi"';
*í,oreenan todas ella « planteamiento marxista-totalitar
l-\be?.ades Irunranas desde el
I» libertad humana se verifica y se consolida de„, *’
crático ■ eialismo democrático y a través de -.1 unJ
en A- '
opción ^ral” paralela a una “revolución moral” en ’
“revolución CUltU . Uc ---- -- la --
e ios de lo humano se entiende dentro de las coordenadas tnarcla^“®
•____ onriíl US
el hamanistno

Declaraciones de los “derechos” del hombre

Fl asnéelo del reconocimiento progresivo de las “libertades social. ..


debe er completado con el de las "declaraciones de los derechos" d'í
ñersona De hecho, estas declaraciones son la concreción histórico-in,,
dica de la toma de conciencia de las libertades sociales del hombre,
¿Qué sentido tiene hablar de declaraciones de derechos y deberes
del hombre? El término “declaración” puede revestir diversos matices
significativos: 1) puede entenderse como simple “formulación” de dere­
chos y deberes que el hombre encuentra y descubre en la persona; en
este sentido, no tendría más valor que el que le da el hecho de ser
formulados en principios precisos y concretos; 2) puede entenderse como
una “explicitación”: en este sentido, existiría una concienciación cada
vez mayor de los derechos y deberes inherentes a la persona; 3) puede
entenderse como una “declaración” que la humanidad hace delante de sí
misma de comprometerse a realizarlos y a respetarlos; 4) puede en­
tenderse, por último, como una “aceptación vinculante” que una deter­
minada comunidad realiza en orden a poner en práctica tales derechos
y obligaciones.

hH P®' momento, el término “declaración” en la ampli-


M • ^'g^’^'^^c'ones indicadas, podemos señalar su trayectoria his­
tórica del siguiente modo:
masia^s podemos prescindir de un dato inicial en el que de­
de tales derechm^ topara, a saber; que la conciencia clara y
hay que anotar ni los tiempos modernos” sin ontbutg; .
l'dagna Carta inpilc”^^ antecedentes; la Magna carta libertatum ’
_______ “»'■Shda por Juan sin Tierra; el Decreto de Al»

" Cf E '
4. Truyol y Serpa n y sociedad democrática (Madrid, 1^69
’ derechos humanos (Madrid, 1977^) 12-

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perechos humanos y rmcA cristiana 229

so IX en las Cortes de León fl 188j; la Constitución de Avila fI52b.


Estas cartas medievales de “derechos estamentales”, junto con el reco­
nocimiento de la libertad religiosa al final de las “guerras de religión”
en Europa y de la tolerancia interconfesional en la colonización de
América del Norte, las doctrinas del racionalismo ilustrado (siglos XVÍÍ-
XVIII), las declaraciones inglesas de 1628 (Petition of RP^ht) y de 1689
{Declaration of Rights): son ejemplos típicos de los antecedentes a las
declaraciones de los derechos humanos.

Las declaraciones en el sentido moderno del término, es decir, como


fundamentadoras de la estructura política y jurídica de la sociedad
moderna, comienzan con la declaración de independencia de los Estados
Unidos de América (1776), que da por supuestos “ciertos derechos in­
alienables”. Desde entonces, las declaraciones más importantes son las
siguientes:
• Declaración de derechos ("Bill of rights”) de Virginia (1776). Es
la primera que contiene un catálogo especifico de derechos del hombre y
del ciudadano. Junto a ella hay que colocar las declaraciones de otros
Estados particulares. La filosofía que está a la base de estas declaracio­
nes tiene un tono empirista y práctico, procedente de la filosofía de Loc-
ke, del iusnaturalismo protestante de los siglos XVII-XVIII, y de Mon-
tesquieu en lo que se refiere a las estructuras del poder.
• Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano (1793),
adoptada por la Asamblea constituyente francesa. Esta declaración en­
camó durante el siglo XIX los ideales de la sociedad liberal y bajo su
bandera se transformó la estructura política y social de Occidente. Dio
origen, o inspiró, a las declaraciones de derechos que aparecen en las
constituciones liberales de muchos países durante el siglo XDÍ. Las
declaraciones de derechos de la persona van siendo comunes a todos los
países, e incluso coexisten con todas las formas de gobierno, incluidas
las de tipo autoritario o totalitario.
• Declaración universal de derechos humanos (1948), adoptada por
la Asamblea General de las Naciones Unidas. A esta declaración prece­
dieron la Declaración de Filadelfia (1944) y la Carta de la ONU (1945).
En ella aparece un equilibrio entre las libertades individuales y los
derechos sociales. Por lo que respecta a su fuerza vinculante, “nadie
discute la obligatoriedad moral de la Declaración universal de los dere­
chos humanos. Jurídicamente, su significación no es otra (al igual de las
declaraciones de derechos en los ordenamientos internos) que la de una
pauta superior de inspiración y criterio superior de interpretación para
los órganos llamados a configurar, desarrollándolo convencional o
consuetudinariamente y en todo caso aplicándolo por vía judicial o ar-

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230 ACTi ru,3gj,
M()b
bitral el derecho internacional positivo. Este es el caso "' X
para quienes no profesan el positivismo jurídico. La n
indudablemente la expresión de la conciencia jurídica de i
representada en la ONU y, como tal, fuente de un ‘derech? ’’"'^anid
lüí>her-lí¡w, cuyos principios no pueden desconocer sus ^^P^dor'
Precisainente para reforzar la Declaración fueron adoptados
^
*
blea General dos Pactos (1966): Pac/o internacional de / '
nómicos. sociales y culturales y Pacto internacional de de^^ e^'
y políticos. Estos dos Pactos recogen los derechos de la n
pero introducen importantes matices y alguna innovación

La Declaración universal y los Pactos internacional


únicos exponentes de la actividad de la ONU en relación^^ '»s
chos humanos. Recordemos otras Declaraciones de la Asan^hi”
(derechos del niño, 1959; sobre la eliminación de la discH ^5peral
la mujer, 1967), las Convenciones en relación con los dere de
nos, la actividad de la OIT, la actividad de la UNESCO etc^P
*^^
respecta a Europa, es de particular importancia la “Convención°F
para la salvaguardia de los derechos humanos y las libertades f
tales” (Roma, 1950), que representa el mayor avance realizado d hT
aparición del Estado moderno para tutelar los derechos humanoT^^ í
plano internacional. El Acta final de Helsinki (1975) reconoce en i
respeto de los derechos humanos “un factor esencial de la paz la ¡ustick
y el bienestar necesarios para asegurar el desarrollo de relaciones amis
tosas y de cooperación” entre todos los Estados.

2. “LECTURA CRISTIANA” DEL DATO HISTORICO

de las “libertades socialp<5” ^’''st'anismo ante la toma de conciencia


humanos”? Esta orceunfa declaraciones de los “derechos
afirmar que el cristianíc respuesta matizada. No se puede
rio; pero tarnoom c i factor esencialmente retardata-
zadora del nrocpsn h’° PJ^^de calificar de fuerza abiertamente dinami-
algunos datos nX Aportaremos a continuación
pertenecientes a la agrupamos en dos series: los
no de la doctrina « teológica y los relacionados con el fenóme-
enseñanza del (incluyendo en el último grupo la
'^onciiio Vaticano II).

” ¡Md., 54.

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1

dereciios humanos y etica cristiana


231
a) Reflexión teológica y derechos humanos

No fHltHFi quienes mininiizun el nanpi i n •


tólica en la génesis de las liberlades sociales v dVl^is
Es cierto que este tema tiene un entronque evid^Vi Í
nace del tiomínq/ís™ medieval, se prolonga 1 través de “SinaV
culmina en las doctrinas deí Derecho oalural raeionalisla; no Ín vaní
estos factores ideologico-religioso-culturales son el presupuesto tame-
si ’ de concfencia de los
derechos uníanos. Sin embargo, no es exacto considerar sin más como
“reaccionaria la postura adoptada por la segunda escolásiica (Escuela
de Salamanca y Teologos S. J. de los siglos XVI-XVIl)^^,
Sin referirnos por el momento a la doctrina oficial de la Iglesia,
podemos señalar de un modo esquemático los siguientes datos de la
reflexión teológica en relación con los derechos humanos
.
*
• En la reflexión teológica más primitiva, como la paulina, se en­
cuentran pistas teórico-prácticas en que se apoyan y hasta se “fuerzan”
las exigencias históricas de la libertad humana La patrística no olvida
esta urgencia práctica ni su correlativa reflexión teórica

Vh. de la Chapelle, La déclaration universelle des droits de l’homme et le


catholicisme (Paris, 1967); Pu. Delhaye, Points de vue catholique sur les droits de
l’homme: Ami du Clergé 78 (1968) 338-342; Ch. Wackenheim, Significado teoló­
gico de los derechos humanos: Concilium n. 144 (1979) 64-72; M. Schooyans, La
place des Droits de l’homme dans le catholicisme: Lumen Vitae 35 (1980) 7-32; G.
Thils, Droits de l’homme et perspectives chrétiennes (Lovaina,1981); I. Manzano
Reflexión sobre los derechos humanos y conciencia cristiana: Verdad y Vida 39
(1981) 115-126; A. Montemarano, Diritti dell’uomo e proposta cristiana (Roma
1983); Varios, Droits de l’homme, défi pour la charité (Paris 1983); M. Barlow,
L’évangile des droits de l’homme (Paris, 1984); Varios, Derechos humanos: Theo-
logica Xaveriana 30 (1985) n. 55; H. F. Zacher, Grundrechte und Kirche: Stimmen
der Zeit 20 (1986) 454-462; J.-F. Collange, Théologie des droits de l’homme (Paris,
1989); W. Kasper, The theological foundation of human rights: Pontifical Council
for Justice and Pace, Human Rights and the (3hurch (Vaticano, 1990) 47-71.
” M. Atienza, Derechos naturales y derechos humanos: Varios, Política y
derechos humanos (Valencia, 1976) 23-24.
’* J. Blank, Los derechos humanos en el NT: Concilium n. 144 (1969) 41-52;
J. M. González Ruiz, Los derechos humanos a la luz de la tradici^ paulina :
Proyección 23 (1976) 3-10; J. Limburg, Los derechos humanos en el AT: Concilium
*
n. 144 (1979) 33-40 B M Ahern, Biblical doctrine on the rights and duties of man:
Gregorianum 65 (1984) 301-317; G. Braulik, Das Deuteronomium und die Mens-
chenrechte: Theologische Quartalschrift 24 (1986) 101-104. . ,
’’ Ver textos y comentarios en J. M.’ Diez Alegría, acem in tenis y
irina de los derechos humanos: Actitudes cristianas ante los PæWemas sociales (Bar­
celona, 1967^) 164-166; S. Verges, Derechos humanos y dignidad
lución y progreso. Estoicismo y S. Agustín: Compostellanum 35 (1990) .09-

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mora« pb AcnnniES. ni moral s(x-,al

. ,.,,, .,ae,ná.s de insinuar el tratado


• Uí teología moral ilc la l-.dad Mcu«
* •* contiene evidentes
de derechos fundamentales dcsanollo un referimos al terna del
conexiones con el de los derechos ' ¡js significaciones de esta
llamado derecho de gentes. Dentro c c as la existencia de un
categoría ético-jurídica hay Mue colocar «. ¡„vídico y que es la justifi-
orden moral que sobrepasa el grupos humanos,
cación de los derechos básicos de los diversos g h
• En la doctrina ético-jurídica de losi?®°’”F,^jerecho de^gentes'’
XVU se cneuenlra un desarrollo más expher o d' echo gen,es
V un claro apoyo a las exigencias morales de la digmda /
Escuela de Salamanca, con ocasión del descubrimiento de América,
profundiza en la dignidad luiniial del hombre y en los derechos que
corresponden a r„fo hombre. En Vitoria, Soto, Cano y Las Casas se
puede encontrar un elenco de derechos naturales correspondientes a todo
hombre Lo mismo hay que decir de los teólogos de la Compañía de
Jesús, y particulamicnte de Suárez.
• Frente al olvido y al recelo de los teólogos de los últimos siglos
ante las doctrinas de tos derechos humanos, nacidas dentro de un contex­
to laicista y a veces anticlerical, se advierte en la actualidad un notable
interés de la teología por el tema de la dignidad humana y de sus dere­
chos. La producción bibliográfica es un claro indicio de este interés^“.

“ Cf. T. Urda-noz, Tratado de la Justicia: Suma teológica, t. VIII (Madrid,


1956» 419-420; A. Osuna, Derechos de la persona y jerarquía desde la perspectiva
de Santa lomas: Escritos del Vedat 5 (1975) 55-80; J. G.arcía López, Los derechos
humanos en Sanio lomas (Pamplona, 1979).
ST?’ y deberes del hombre (Madrid, 1954); L. Pereña, Ld
95- 17 S 7pezisanneM/o político español (Salamanca, 1954)
XM-X\'llh iKiétir f derechos del hombre en América Latina (siglos

cisco de Vitoria íS U imunz-. luoá,^?^’ Derechos humanos en Frau­


de los derechos humanos (Madrid Casas. Defensor
mé de Las Casas (Lima 1992v A i r fju herrez, £/ Pensamiento de Bartolo-
a la defensa y promoción dèi I de los Dominicos en el siglo

*
■Vrnjclunrfc/Ke (Ncukirthen iy77(^)
''T *
(h6);
7 Varios, GíUfí’.í/fí'liíí’ muí
144 (1979); E. Chiavacci rjw/zrv’ y ¡os derechos humanos: Conciliuni
If^ro giustificazione: Rivista di Í“. dei diritti dell’uomo e sullo

(>m te. Seminarium 35 (1983) n 3- v ”• L’ Varios, Los derechos del


^
*
2'3^77 ”^' Commissioìi m-dignitv and human l igii'S-

0985) 383 7qÌ ^f’^Surianum 66 (1985) 7^7^ necnon de iuribus per^


383-391; Vida Religiosa 66 (S»? Documentatiou Catholique 82
u. ¿•. Por los derechos humanos”.
pERECnOS HUMANOS Y ETICA CRISTIANA
233

Doctrina social pontificia y derechos humanos^'

La actitud de la llamada ‘doctrina social de la Iglesia” ante la.s


“Declaraciones de derechos humanos”, que tienen lugar desde el siglo
XVII hasta el XX, no ha sido siempre la misma. Ruiz-Giménez^^ dis­
tingue los siguientes períodos y las siguientes actitudes: I) fase contra­
rrevolucionaria (Gregorio XVI, Pío IX); 2) apertura de horizontes (León
XIII); 3) nuevas perspectivas (de León XIII a Pío XII); 4) momento de
la gran decisión (Juan XXIII); 5) Vaticano 11 y perspectivas posconci­
liares.
Es justo reconocer que la actitud de la Iglesia no fue siempre posi­
tiva ante los derechos individuales, sobre todo durante el siglo XÍX^^.
Hay que esperar a la segunda mitad del siglo XX para que la doctrina
oficial católica adopte una postura decidida a favor de los derechos
humanos: Pío XII, Juan XXIII, Concilio Vaticano II, Pablo VI, Sínodo
de Obispos, Juan Pablo IL

La encíclica de Juan XXIII Pacem in tenis marca un hito en la


aceptación y asunción, por parte de la Iglesia católica, del contenido de
la “Declaración universal de los Derechos del hombre”. Tanto teólogos

J. A. González Casanova, Las declaraciones de los derechos humanos y la


encíclica “Pacem in terris” : Anuario de Filosofía del Derecho 10 (1963) 201-255;
H. Pfuertner, Die Menschenrechte in der romischkatholischen Kirche: Zeitschrift
für Evangelische Ethik 20 (1967) 35-63; J. Ruiz-Giménez, El Concilio y los derechos
del hombre (Madrid, 1968); J. M. Diez Alegria, declaración de los derechos del
hombre y la doctrina de la Iglesia: Teología frente a sociedad histórica (Barcelona,
1972) 81-89; Comisión Pontificia “Justitia et Pax”, La Iglesia y los derechos del
hombre (Vaticano, 1975); J.-E. Bolte, Les droits de l'homme et la papauté contem­
poraine (Montreal, 1975); H. Wattiaux, Statut des interventions du Magistère re­
latives aux droits de l'homme: Nouvelle Revue Théologique 98 (1976) 799-816; J.
CoMBLiN, Iglesia y derechos humanos: Mensaje 26 (1977) 475-483; F. Refoule, El
papado y los derechos humanos: Concilium n. 144 (1979) 97-104; B. Plongeron,
L'Eglise et les Déclarations des Droits de l'Homme au XVIII siècle: NRT 111
(1979) 358-377; J. Jiménez, Puebla y los derechos humanos: Medellin 5 (1979) 508-
512; L. C. Bernal, Los derechos humanos a la luz de Puebla: Theologica Xaveriana
30 (1980) 259-270; Id., Derechos humanos y misión de la Iglesia: Theologica Xa­
veriana 34 (1984) 7-19; E. Hamel, L'Eglise et les droits de l'homme. Jalons
d'histoire: Gregorianum 65 (1984) 271-299; J. M.“ Laboa, La Iglesia y la Declara­
ción de los derechos del hombre'. Miscelánea Comillas 47 (1989) 473-493, Ponti­
fical Council for Justice and Pace, Human Rights and the Church. Historial and
Theological Reflections (Vaticano, 1990): ver, sobre todo, el artículo de J. Joblin,
The Church and human rights. Historial overview and future outlook , pp. 11-46.
J. Ruiz-Giménez, El Concilio y los derechos del hombre (Madrid, 1968) 17-
88.
Truyol y Serra, o. c., 33; Comisión Pontificia Justitia et Pax , La Iglesia
y los derechos del hombre (Vaticano, 1975).

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--------

MORAL DE ACTITUDES. ^0«,


234 srx-,
,. v.u'i ilc.s constatan la “total concordancia” pn,
.
'I'“-' I’“'“ “'“'’I?“'- *»«
"''iálogo eí“'«
»'. .',61¡co.< V l»s "» . ■ Pof vez prime?
eem ín tenis” el magisterio pontificio “hace una S?’»
kreehos del hombre relativamente completa y, en cierto^
iii ív ihm comparable a las Declaraciones de Derechos deu'^'"’
r '-.mmuh’áihis por Asambleas nacionales o internacionales desd^T'
'kí XVUl”< Merece la pena recordar la valoración oí í'
ÍKÍchla de .luán XXni hace de la “Declaración universal de los

eho.s del hombre”:


"Argumento decisivo de la misión de la ONU es la Declaración univo
^al de los derecho.'i del hombre, que la Asamblea general ratificó el 10 a
diciembre de 194S. En el preámbulo de esta declaración se proclama como
obietivo básico, que deben proponerse todos los pueblos y naciones, el reco
iHx'imienlo y el respeto efectivo de todos los derechos y todas las formas de
la libertad recogidas en tal declaración.
No se nos oculta que ciertos capítulos de esta declaración han suscitado
alaunas objeciones fundadas. Juzgamos, sin embargo, que esta declaración
debe considerarse un primer paso introductorio para el establecimiento de
una constitución jurídica y política de todos los pueblos del mundo. En dicha
declaración se reconoce la dignidad de la persona humana, y se afirman
todos los derechos que todo hombre tiene a buscar libremente la verdad,
respetar las nonnas morales, cumplir los deberes de la justicia, observar una
vida decorosa y otros derechos íntimamente vinculados con éstos”

El Concilio Vaticano II ofrece, en el conjunto de sus documentos,


una exposición sistemática de los derechos fundamentales del hombre
De un modo expreso proclama una actitud positiva ante esta realidad de
la época actual; “La Iglesia, pues, en virtud del Evangelio que se le ha
confiado, proclama los derechos del hombre y reconoce y estima en
mucho el dinamismo de la época actual, que está promoviendo por todas
partes tales derechos. Debe, sin embargo, lograrse que este movimiento
quede imbuido del espíritu evangélico y garantizado frente a cualquier
apariencia de falsa autonomía. Acecha, en efecto, la tentación de juzgar
que nuestros derechos personales solamente son salvados en su plenitud

I. L. L. Aranguren, Derechos humanos: Varios, Los


(Madrid. 1968’) 49. derechos hun^a'
J. M,
* DtEz Alegría, “Pacem in terris'y la doctnn« ‘ ^^67^) I62.
nos; Actitudes cristianas ante los problemas sociales (Bare /^«.drid, 1992)
* Pacem in terris, nn. 143-144; Once grandes mensajes
Sobre el significado del reparo de las “fundadas cf. L
después del Concilio (tema de la libertad religiosa y del matri
Alegría, La declaración de los derechos..., 87-88.
Ver la síntesis en Ruiz-Giménez, o. c., 89-174.

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derechos humanos y etica cristiana
235
cuando nos vemos libres de toda norma divina. Por ese camino, la
dignidad humana no se salva; por el contrario, perece”
Pablo VI, en la carta apostólica Octogésima adveniens, al mismo
tiempo que apiecia las declaraciones de los derechos humanos hace una
crítica del sistema jurídico correspondiente:
Para inscribir en los hechos y en las estructuras esta doble aspiración
(de Igualdad y participación) se han hecho progresos en la definición de los
derechos del hombre y en la firma de acuerdos internacionales que den
realidad a tales derechos. Sin embargo, las injustas discriminaciones —étni­
cas, culturales, religiosas, políticas— renacen siempre. Efectivamente, los
derechos del hombre permanecen todavía con frecuencia desconocidos, si no
burlados, o su observación es puramente formal. En muchos casos la legisla­
ción va atrasada respecto a las situaciones reales. Siendo necesaria, es toda­
vía insuficiente para establecer verdaderas relaciones de justicia e igualdad.
El evangelio, al enseñamos la caridad, nos inculca el respeto privilegiado de
los pobres y su situación particular en la sociedad: los más favorecidos deben
renunciar a alguno de sus derechos para poner con mayor liberalidad sus
bienes al servicio de los demás. Efectivamente, si más allá de las reglas
jurídicas falta un sentido más profundo de respeto y de servicio al prójimo,
incluso la igualdad ante la ley podrá servir de coartada a discriminaciones
flagrantes, a explotaciones constantes, a un engaño efectivo. Sin una educa­
ción renovada de la solidaridad, la afirmación excesiva de la igualdad puede
dar lugar a un individualismo donde cada cual reivindique sus derechos sin
querer hacerse responsable del bien común”

El Sínodo de los Obispos de 1974, tratando de conmemorar el dé­


cimo aniversario de la encíclica “Pacem in tems” y el vigésimo aniver­
sario de la Declaración de Derechos Humanos en las Naciones Unidas,
formuló un mensaje final sobre los derechos humanos en el que se
señalan “ciertos derechos hoy día más amenazados .
El Papa Juan Pablo II en su primera encíclica Redemptor homtnis
(1979) concretó el tema de la dignidad del hombre en el respeto a los
derechos humanos (n. 17), pidiendo que “los derechos de! hombie^lle­
guen a ser en todo el mundo principio fundamental del esfuerzo por el
bien del hombre”. La proclamación y la defensa de los '
nos es una constante del magisterio de Juan Pablo II . En a enmcl.ca
Centesimus annus pide que, “después de la caí a , . j n icio
munista y de otros muchos regímenes totalitarios y de segundad nacio-

28
Gaudium et spes, n. 41.
29
Octogésima adveniens, n. 23,
30
Ecclesia n. 1.714 (2 de noviembre de 1974) 1 i-iz.
31 O. Hoeffe Paost J. Paul I¡ und die Menschenrechte. Freib. Zeitsch. Hhil.

Theol. 27 (1980) 36-55; J. Pinzón, Una aprox-^ación a Í¡Í^“™Y773


U sobre los derechos humanos: Theologica Xavenana 34 (1984) 47-63.

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236
nal’” la instaurada democracia política se consolide y se ,
mediante “una viva atención y preocupación por los derechos h

(n. 47).
Asimismo, la III Conferencia del Episcopado Latinoarnerir
bla, 1979) proclamó que “el enunciado de los derechos ftind'
de ia persona humana, hoy y en el futuro, es y será parte indis
de su misión evangelizadora” (Documento de Puebla, n. 1 270?^^
* ’’®
mismo tiempo, hace un elenco de los derechos más imnorHn» ’ ’I
momento actual (núms. 1.271-1.273). en e|

La IV Conferencia, celebrada en Santo Domingo (1992) ha


do como primer elemento de la “Promoción humana” (realid
junto con la “nueva evangelización ” y la “cultura”, constituye el
del mensaje de Santo Domingo) la salvaguarda y la promoción
derechos humanos (nn, 164-168).

Por todo lo expuesto es fácil colegir el interés que actualme


existe en la teología y en la doctrina oficial de la Iglesia por la realid H
de los derechos humanos. Aunque es preciso seguir avanzando en ll
conocimiento de la dignidad humana, aún dentro de la misma Iglesia”
se puede hablar de un “movimiento pastoral” en relación con los dere­
chos humanos”. Los recelos pasados han desaparecido; el cristianismo
se proclama claro defensor de los derechos del hombre. Más aún en este
tema se unifican los intereses de las diferentes Iglesias y, en general de
la Religiones«. La V Asamblea del Consejo Ecuménico de las Iglesias
cristianas (Nairobi, 1975) es un exponente claro del interés de las Igle­
sias no católicas por los derechos humanos. El trabajo por los derechos
fundamentales del hombre integra hoy a todos los cristianos.

J^áIogJ’(dÍciSe Cuadernos para el


}P^^^f^^'echte-Kirchenrechte' Diakn ’ Menschenrechte-
derechos de los Varios. La participa.
C»ú r ■ Doveri e diritti d^'^Tr' Xaveriana 34 (1984) 91-
Cdltohca 136 (1985) I, 22-36^ coniiiniotie ecclesiale: La Civiltà
iglesia v d^ l en la Iglesia
dnd,^ 1989), )' derechos humanos. IX Congreso de Teología (Ma-
García y ' -
^-24. ’ de tos derechos del hombre: Proyección 23

Punían ri&hfs' Pp
reche Berí^rk^ humanos: Concilium n. 144 (1979) 105-
sionalia n für Evan Frage der Allgemeinen Menschen-
‘‘HuX Ethik 30 (1986) 155-174; Studia
s grandes religiones v d ^eligions”; Concilium n. 228 (1990).
y erechos humanos”.

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perechos humanos y etica cristiana 237

textos

1. JUAN PABLO ÍI: Encíclica **


Redemptor Hominis", n. 17.

Derechos del hombre: **


*
letra o “espíritu''

Nuestro siglo ha sido hasta ahora un siglo de grandes calamidades para el


hombre, de grandes devastaciones no sólo materiales, sino también morales, más
aún, quizá sobre todo morales. Ciertamente, no es fácil comparar bajo este aspecto,
épocas y siglos, porque esto depende de los criterios históricos que cambian. No
obstante, sin aplicar estas comparaciones, es necesario constatar que hasta ahora este
siglo ha sido un siglo en el que los hombres se han preparado a sí mismos muchas
injusticias y sufrimientos. ¿Ha sido frenado decididamente este proceso? En lodo
caso no se puede menos de recordar aquí, con estima y profunda esperanza para el
futuro, el magnífico esfuerzo llevado a cabo para dar vida a la Organización de las
Naciones Unidas, un esfuerzo que tiende a definir y establecer los derechos obje­
tivos e inviolables del hombre, obligándose recíprocamente los Estados miembros a
uña observancia rigurosa de los mismos. Este empeño ha sido aceptado y ratificado
por casi todos los Estados de nuestro tiempo y esto debería constituir una garantía
para que los derechos del hombre lleguen a ser en todo el mundo, principio funda­
mental del esfuerzo por el bien del hombre.

La Iglesia no tiene necesidad de confirmar cuán estrechamente vinculado está


este problema con su misión en el mundo contemporáneo. En efecto, él esta en las
bases mismas de la paz social e internacional, como han declarado al respecto Juan
XXIII, el Concilio Vaticano II y posteriormente Pablo VI en documentos específi­
cos. En definitiva, la paz se reduce al respeto de los derechos inviolables del hombre
—”opus iuslitiae pax”—, mientras la guerra nace de la violación de estos derechos
y lleva consigo aun más graves violaciones de los mismos. Si los derechos humanos
son violados en tiempo de paz, esto es particularmente doloroso y, desde el punto
de vista del progreso, representa un fenómeno incomprensible de la lucha contra el
hombre, que no puede concordarse de ningún modo con cualquier programa que se
defina “humanístico”. Y ¿qué tipo de programa social, económico, político, cultural
podría renunciar a esta definición? Nutrimos la profunda convicción de que no hay
en el mundo ningún programa en el que, incluso sobre la plataforma de ideologías
opuestas acerca de la concepción del mundo, no se ponga siempre en primer plano
al hombre.

Ahora bien, si a pesar de tales premisas, los derechos del hombre son violados
de distintos modos, si en práctica somos testigos de los campos de concentración,
de la violencia, de la tortura, del terrorismo o de múltiples discriminaciones, esto
debe ser una consecuencia de otras premisas que minan, o a veces anulan casi toda
la eficacia de las premisas humanísticas de aquellos programas y sistemas modernos.
Se impone entonces necesariamente el deber de someter los mismos programas a
una continua revisión desde el punto de vista de los derechos objetivos e inviolables
del hombre.

La Declaración de estos derechos, junto con la institución de la Organización i


de las Naciones Unidas, no tenía ciertamente sólo el fin de separarse de las ho- i
^nbles experiencias de la última guerra mundial, sino el de crear una base para una
i
continua revisión de los programas, de los sistemas, de los regímenes, y precisa-

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MORAL DE ACTITUDES, m

, . nimto de vista fundamental que es el bien del h


mente desde estecomunidad- y que como factor fundamentí'’Mbre
digamos de la per^ criterio esencial de todos los programas, si
común debe constiw.„^luso en tiempo de paz, c-
a" "TsTuSieñtos y al mismo tiempo, junto con ellos se' desa«>n£
nada a distintos sur neocolonialismo, imperialismo, que ami‘■bollan•
varias formas de j naciones. En verdad, es un hecho signifir
1’ “.3"eS por las experiencias de ia hisioria, eónre’
confirmado repetid . acompañada de la violación de los derecho
é,ri esid nniSo por vine,dos orgánicos e„„„ X«

más grande.
Ya desde la primera mitad de este siglo, en el periodo en que se estaban
a«nrro1lando varios totalitarismos de estado, los cuales —como es sabido- 11 "
™íía horrible catástrofe bélica, la Iglesia había delineado claramente su postura
frente a estos regímenes que en apariencia actuaban por un bien superior, como
es el bien del estado, mientras la historia demostraría en cambio que se trataba
solamente del bien de un partido, identificado con el estado. (Pío XI, Ene. Qz/u-
dragesirno AAS 23 [1931] 213; Ene. Non abbiamo bisogno: AAS 23 [19311
285-312’ Ene. Divini Redemptoris: AAS 29 [1937] 65-106; Ene. Nlit brennender
Sorge\ AAS 29 [1937] 145-167; Pío XII, Ene Summi pontificatus: AAS 31 [1934]
413-453).
La Iglesia ha enseñado siempre el deber de actuar por el bien común y, al hacer
esto, ha educado también buenos ciudadanos para cada Estado. Ella, además, ha
enseñado siempre que el deber fundamental del poder es la solicitud por el bien
común de la sociedad; de aquí derivan sus derechos fundamentales. Precisamente en
nombre de estas premisas concernientes al orden ético objetivo, los derechos del
poder no pueden ser entendidos de otro modo más que en base al respeto de los
derechos objetivos e inviolables del hombre. El bien común al que la autoridad sirve
en el Estado se realiza plenamente sólo cuando todos los ciudadanos están seguros
de sus derechos. Sin esto se llega a la destrucción de la sociedad, a la oposición de
los ciudadanos a la autoridad, o también a una situación de opresión, de intimida­
ción, de violencia, de terrorismo, de los que nos han dado bastantes ejemplos los
totalitarismos de nuestro siglo. Es así como el principio de los derechos del hombre
toca profundamente el sector de la justicia social y se convierte en medida para su
verificación fundamental en la vida de los Organismos políticos.
Entre estos derechos se incluye, y justamente, el derecho a la libertad religiosa
junto al derecho de la libertad de conciencia. El Concilio Vaticano II ha considera o
particularmente necesaria la elaboración de una Declaración más amplia sobre es e
documento que se titula Dignitatis humarme (cf. AAS 58 [196 ]
^46), en el cual se expresa no sólo la concepción teológica del problema, s
am len la concepción desde el punto de vista del derecho natural, es decir,
humana”, sobre la base de las premisas dictadas por a
la^mka?' h^^bre, por su razón y por el sentido de su dignidad. Cierta
una exnp^^” la libertad religiosa de las personas o de las comunidades
hombre^ dolorosa, sino que ofende sobre todo a la dignidad mi
profesada o de la concepciónan
con la dienidad^d^i imitación de la libertad religiosa y su violación
to conciliar dír \ ^^6re y con sus derechos objetivos. El menciona o
conciliar dice bastante claramente lo que es tal limitación y violación

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fCHOS HUMANOS Y ETICA CRISTIANA 239

, j-eligiosa. Indudablemente, nos encontramos en este caso frente a una ¡njus


*
jical respecto a lo que es particularmente profundo en el hombre, respecto
tic¡^ g5 auténticamente humano. De hecho, hasta el mismo fenómeno de la
3 jgiidad, arreligiosidad y ateísmo, como fenómeno humano, se comprende so-
te en relación con el fenómeno de la religión y de la fe. Es por tanto difícil,
desde un punto de vista “puramente humano”, aceptar una postura según la
1 sólo el ateísmo tiene derecho de ciudadanía en la vida pública y social, mientras
hombres creyentes, casi por principio, son apenas tolerados, o también tratados
ciudadanos de “categoría inferior”, e incluso —cosa que ya ha ocurrido— son
^ri^ados totalmente de los derechos de ciudadanía.

Hay que tratar también, aunque sea brevemente, este tema porque entra dentro
1 complejo de situaciones del hombre en el mundo actual, porque da testimonio
cuánto se ha agravado esta situación debido a prejuicios e injusticias de distinto
orden Prescindiendo de entrar en detalles precisamente en este campo, en el que
tendríamos un especial derecho y deber de hacerlo, es sobre todo porque juntamen­
te con todos los que sufren los tormentos de la discriminación y de la persecución
or el nombre de Dios, estamos guiados por la fe en la fuerza redentora de la cruz
de Cristo. Sin embargo, en el ejercicio de mi ministerio específico, deseo, en
nombre de todos los hombres creyentes del mundo entero, dirigirme a aquellos de
Quienes, de algún modo, depende la organización de la vida social y pública, pi­
diéndoles ardientemente que respeten los derechos de la religión y de la actividad
de la Iglesia. No se trata de pedir ningún privilegio, sino el respeto de un derecho
fundamental. La actuación de este derecho es una de las verificaciones fundamen­
tales del auténtico progreso del hombre en todo régimen, en toda sociedad, sistema
o ambiente. En realidad aquellos regímenes habían coartado los derechos de los
ciudadanos, negándoles el reconocimiento debido de los inviolables derechos del
hombre que, hacia la mitad de nuestro siglo, han obtenido su formulación en sede
internacional. Al compartir la alegría de esta conquista con todos los hombres de
buena voluntad, con todos los hombres que aman de veras la justicia y la paz, la
Iglesia, consciente de que la sola “letra” puede matar, mientras solamente “el
espíritu da vida” (cf. 2 Cor 3,6), debe preguntarse continuamente junto con estos
hombres de buena voluntad si la Declaración de los derechos del hombre y la
aceptación de su “letra” significan también por todas partes la realización de su
“espíritu”. Surgen en efecto temores fundados de que muchas veces estamos aun
lejos de esta realización y que tal vez el espíritu de la vida social y pública se halla
en una dolorosa oposición con la declarada “letra” de los derechos del hombre. Este
estado de cosas, gravoso para las respectivas sociedades, haría particularmente res­
ponsable, frente a estas sociedades y a la historia del hombre, a aquellos qu(
contribuyen a determinarlo.

El sentido esencial del Estado como comunidad política, consiste en el hecho de


que la sociedad y quien la compone, el pueblo, es soberano de la propia suerte. Este
sentido no llega a realizarse, si en vez del ejercicio del poder mediante la participa­
ción moral de la sociedad o del pueblo, asistimos a la imposición del poder por parte
de un determinado grupo a todos los demás miembros de esta sociedad. Estas cosas
son esenciales en nuestra época en que ha crecido enormemente la conciencia social
c los hombres y con ella la necesidad de una correcta participación de los ciuda-
anos en la vida política de la comunidad, teniendo en cuenta las condiciones de
a pueblo y del vigor necesario de la autoridad pública (cf. Conc. Vat II, Cons
Pa-st. Gaudium et Spes, 31: AAS 58 [1966] 1050). Estos son pues problemas de

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I
MORAL DE ACTITllnr«
240 III Mo,<
primordial i.npor.ancia desde el pun.o de vista del progreso del hombre ,«•
desarrollo global de su humanidad iiisr^,

2 JUAN PABLO II, Encíclica "Cenresiinns annus”. n. 47.

Después de la caída del totalitarismo comunista y de otros mucho,


totalitarios y de “seguridad nacional , asistimos hoy al predominio, no
tes del ideal democrático junto con una viva atención y preocupación ^”'’ii'as-
rechos humanos. Pcm, precisamente por esto, es necesario que los pueble ?''
refomiando sus ordenamientos den a la democracia un auténtico y sólido r“®
to mediante el reconocimiento explícito de estos derechos (RPf ,-7" “"^amen-
principales hay que recordar; el derecho a la vida, del que forma parte im ‘"s
derecho del hijo a crecer bajo el corazón de la madre, después de haber Ci'“"''
cebido; el derecho a vivir en una familia unida y en un ambiente moral f ®
al desarrollo de la propia personalidad: el derecho a madurar la propia
y la propia libertad a través de la búsqueda y el conocimiento de la
derecho a participar en el trabajo para valorar los bienes de la tierra y recí^ ’ ?
mismo el sustento propio y de los seres queridos; el derecho a fundar libremem
familia, a acoger y educar a lo.s hijos, haciendo uso responsable de la propia
lidad. Fuente y síntesis de estos derechos es, en cierto sentido, la libertad reliX^'^
entendida como derecho a vivir en la verdad de la propia fe y en conformidad
la dignidad trascendente de la propia persona.

También en los países donde están vigentes formas de gobierno democrático no


siempre son respetados totalmente estos derechos. Y nos referimos no solamente al
escándalo del aborto, sino también a diversos aspectos de una crisis de los sistemas
democráticos, que a veces parece que han perdido la capacidad de decidir según el
bien común. Los interrogantes que se plantean en la sociedad a menudo no son
examinados según criterios de justicia y moralidad, sino más bien de acuerdo con
la fuerza electoral o financiera de los grupos que los sostienen. Semejantes desvia­
ciones de la actividad política con el tiempo producen desconfianza y apatía, con lo
cual disminuye la participación y el espíritu cívico entre la población, que se siente
perjudicada y desilusionada. De ahí viene la creciente incapacidad para encuadrar
los intereses particulares en una visión coherente del bien común. Este, en efecto,
no es la simple suma de los intereses particulares, sino que implica su valoración y
armonización, hecha según una equilibrada jerarquía de valores y, en última instan­
cia, según una exacta comprensión de la dignidad y de lo.s derechos de la persona
(cf. GS, 26).

La Iglesia respeta la legítima autonomía del orden democrático; pero no posee


título alguno para expresar preferencias por una u otra solución instituciona
constitucional. La aportación que ella ofrece en este sentido es precisamen e
concepto de la dignidad de Ja persona, que se manifiesta en toda su plenitu
misterio del Verbo encamado (cf. GS, 22).
PERETHOS humano.s y etica CRI.STIANA 241

3 documento de puebla (1979) nn. 1268-1274.

126«. La realización de la persona .se obtiene gracias al ejercicio de .sus derc-


cho,s fundamentales eficazmente recontKidos. tutelados y promovidos. Por eso la
Iglesia, experta en humanidad tiene que ser voz de l«,s que no tienen voz (de la
persona, de la comunidad frente a la swicdad. de la.s naciones débiles frente a las
poderosas) correspondiéndole una actividad de docencia, denuncia y servicio para la
Comunión y la participación. ‘

1269. Frente a la situación de pecado surge por parte de la Iglesia el deher de


denuncia, que tiene que ser objetiva, valiente y evangélica; que no trata de condenar
sino de salvar al culpable y a la victima. Una tal denuncia hecha después de previo
entendimiento entre lo.s pastores, llama a la solidaridad interna de la Iglesia y al
ejercicio de la colegialidad.

1270. El enunciado de los derechos fundamentales de la persona humana hoy


y en el futuro, es y será parte indispensable de su misión evangelizadora. Entre
otros, la Iglesia proclama la exigencia y realización de los siguientes derechos:
1271. Detechos individuales, derecho a la vida (a nacer, a la procreación
responsable), a Ja integridad física y síquica, a la protección legal, a la libertad
religiosa, a la libertad de opinión, a la participación en los bienes y servicios, a
construir su propio destino, al acceso a la propiedad y a “otras formas de dominio
privado sobre los bienes exteriores” (GS 71).
1272. Derechos sociales: derecho a la educación, a la asociación, al trabajo,
a la vivienda, a la salud, a la recreación, al desarrollo, al buen gobierno, a la libertad
y justicia social, a la participación en las decisiones que conciernen al pueblo y a
las naciones.
1273. Derechos emergentes: derecho a la propia imagen, a la buena fama, a
la privacidad, a la información y expresión objetiva, a la objeción de conciencia
“con tal que no se violen las justas exigencias del orden público” (DH 4), y a una
visión propia del mundo.
1274. Sin embargo, la Iglesia también enseña que el reconocimiento de estos
derechos supone y exige siempre “en el hombre que los posee otros tantos deberes:
unos y otros tienen en la ley natural que los confiere o los impone, su origen, su
mantenimiento y vigor indestructibles” (PT 28).

4. DOCUMENTO DE SANTO DOMINGO (1992) nn. 164-168.

Derechos humanos

164. La igualdad entre los seres humanos en su dignidad, por ser creados a
imagen y semejanza de Dios, se afianza y perfecciona en Cristo. Desde la Encar­
nación, al asumir el Verbo nuestra naturaleza y sobre todo su acción redentora en
la cruz, muestra el valor de cada persona. Del mismo modo. Cristo, Dios y hombre,
es la fuente más profunda que garantiza la dignidad de la persona y de sus de­
rechos. Toda violación de los derechos humano.s contradice el Plan de Dio.s y es
pecado.

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í
165. La Iglesia, ai proclamar el Evangelio rab "

, mamltito
.11 al •• arroga tma tarca alajena
de Jesucristo su lamisión
hacera de avud ’ ‘îde d
■lias- le.s corresponde protegerlos y desarrollarlos n..A ^"‘-'eden '^da gv %
. -ial
obede'- ’’-- de su misión evangelizadora. Los Estados no
eseiK'iiL ' ‘'“"'bré'S ,
el ’’"'•su

Desafíos pastorales

166. La conciencia de los derechos humanos ha progresado not hi


Puebla, junto con acciones significativas de la Iglesia en este camno^ P ^esde
tiempo lia crecido el problema de la violación de algunos derechos^sp ”’«smo
lado la.s condiciones sociales y políticas adversas. Igualmente se h '"^’'enien
concepción de los mismos derechos por interpretaciones ideoloeiz- (b ij
ción de grupos, mientras aparece una mayor necesidad de mecun’^.'^^"ipula-
de participación ciudadana. >‘Smos jurídicos y

— Los derechos humanos se violan no sólo por el terrorismo I-


xsesinatos, sino también por la existencia de condiciones de extr ’ •* los
estructuras ecanónücas injustas que originan grandes desigualdades? y de
política y el indiferentismo frente a la situación del ernpobrecimiP \ '"'o'^rancia
muestran un desprecio a la vida humana concreta que no podemS cafll^'"^''^“^”

nmos, la mujer y los grupos más pobres de la sociedad- camip •

afroamencanos. También hay que denunciar el negocio del

Líneas pastorales

168. Promover, de modo más eficaz y valiente, los derechos humanos, a través
del Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia, con la palabra, la acción y la
colaboración, comprometiéndose en la defensa de los derechos individuales y so­
ciales del hombre, de los pueblos, de las culturas y de los sectores marginados, así
como de los desprotegidos y encarcelados.
Comprometerse en la defensa de la vida desde el primer momento de la
concepción, hasta su último aliento.
.Participar con discernimiento en organismos de diálogo y mediación y
len en instituciones de apoyo a las diversas clases de víctimas, con la condición e
y instrumentalicen mediante ideologías incompatibles con
doctrina Social de la Iglesia.
de t^a^SÜT a la luz de los valores evangélicos, en la supe«c>ón
credos, ptocurand^"r
***
^'^" ’’uzas, nacionalismos, culturas, s
moviendo la reconcUi^ión^ *udo odio, resentimiento y espíritu de venganza y

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z^uns HUMANOS Y tìTICA CRISIIANA
PBRECH'^- 243
II

SlGNlPieAlX) etico de los “DERECHOS HUMANOS’’”


ta expresión “derechos hunianos’’^^ es una formulación histórica
nacida dentro de la etapa moderna de la cultura occidental, que recoge’

» J. Maritain, droits de l’Iiomme et la toi iiatiirelle (Paris 1957)- I Pnnis


tura homitds: Periodica 53 (1964) 8-30; J. Leclercq, Derechos y'deberes del honì-
bre según el derecho natural (Barcelona, 1965); R. Coste, Le droit d'etre un horn-
Nouvelle Revue Theolog.que 95 (1973) 1094-1118; J. Ai.len, A theological
approach to moral rights: Journal of Religious Ethics 2 (1974) 119-141; J. Molt-
MANN, Christian declaration on human rights: Reformed World 34 (1976) 58-72;
Id, Théologie et droits de Lhomme: Revue des Sciences Religieuses 52 (1978) 299-
314; R. McCormick, Human lights and the mission of the Church: Theological
Studies 37 (1976) 107-119; Varios, Gottesrechte und Menschenrechte (Neukirchen,
R. Dennehy, T/zc Ontological Basis of Human Bights: The Thomist 42 (1978)
434-463; Varios, Libertés et droits de rhomme: Le Supplement 125 (1978) 189-
309; S. Pfuertner, Los derechos humanos en la ética cristiana: Concilium n.l44
(1979) 73-84; Varios, Special issue on rights: Ethics 92 (1981) n. I; Varios, / Jz////;
umani. Dottrina e prassi (Roma, 1982); C. S. Nino, Etica y derechos humanos. Un
ensayo de fundamentación (Buenos Aires, 1984); J. Sobrino, Lo divino de luchar
por los derechos humanos: Sal Terrae 82 (1984) 683-697; H. E. Toedt, Derechos
humanos. Derechos fudamentales: Fe cristiana y sociedad moderna, t. 27 (Madrid,
1989) 25-85; J. Mahoney, The Basis of Human Bights: Ch. E. Curran (Ed.), Moral
Theology. Challenges for the Future (Nueva York, 1990) 313-333; A. Galindo, El
compromiso cristiano en favor de los derechos humanos: Salmanticensis 37 (1990)
319-345; F. Compagnoni, Derechos del hombre: Nuevo Diccionario de Teología
Moral (Madrid, 1992) 437-358; F. Torres, Derechos humanos: M. Vidal (ed.),
Conceptos Fundamentales de ética teológica (Madrid, 1992) 667-684; N. Villa,
interdependencia-indivisibilidad de los derechos humanos fundamentales: L. Alva­
rez Verdes - M. Vidal (Dir.), La justicia social (Madrid, 1993) 309-328; A. Rapisca,
Diritti umani: E. Berti - G. Campanini (Dir.), Dizionario delle idee politiche (Roma,
1993) 189-199.
También se utilizan otras expresiones para denotar la misma realidad: “de­
rechos del hombre”, “derechos fundamentales”, “derechos naturales”, “derechos pú­
blicos subjetivos”, “libertades fundamentales”. Sobre el trasfondo ideológico de la
cuestión terminológica, cf. M. A lienza. Derechos naturales o derechos humanos: un
problema semántico: Varios, Política y derechos humanos (Valencia, 1976) 19-27;
G. Peces-Barba, Derechos fundamentales (Madrid, 1976^) 21-22. El primero prefie­
re la expresión “derechos humanos”, mientras que el segundo trata de justificar su
opción por la de “derechos fundamentales”. En el fondo de la cuestión semántica
está el problema del iusnaturalismo-positivismo y de la misma noción de derecho
natural/fundamental”. En esta realidad entra en juego el derecho y la ética: la
primera connotación queda reflejada al hablar de “derechos”, mientras que la segun-
a puede expresarse con la adjetivación de “humanos» (y así se resalta el aspecto
r evita la justificación ontològica) o con la adjetivación de tundamen-
a es (y entonces se pone de relieve el carácter meta-juridico y 1 undante de ^oda
tortor norma positiva). Creemos que las dos expresiones “derechos humanos” y

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Í4ORAL DE ACTITUDES. Ul

244 , dignidad humana’í El análisis de su con-

objetiva que sobrep de contenido que


La realidad de perspectivas y por diversos saberes,
oued^e ser estudiada‘iesd^‘„Hdico ,, el que mas se ha detenido en h
Consideración de los .¿lea’«. Sin embargo, la aproxi-
can como realidad en relación con los derechos humanos,
mación jundica no nximaciones no menos importantes, nadie
i
Dejando aparte otras ap ética sobre los derechos bu-
podrá negar la 'eg'ijrnioa ¿^^^„oPar brevemente a continuación,
manos. Es la que mtent . ¿ instancia ética en la misma

2S=S£víí¿¿í-’ ’■
,j;s===:;=sas=a

capítulo) como el contenido concreto de las declaraciones


humanos (objeto del tercer apartado).

1- la necesaria instancia etica PC .


LOS DERECHOS HUMANOS

Sí’ deíeCLÍhhumanos sin aludir a su posi-


mient^ subjetivos” o de “lihert adquieran la condición de
ÓXeZT''™

humanos nacen de

eon propiedad í ? Solamente así se


nific " ""targo u ‘'‘•'ddte humanos.
"'hcación en «ia ’
^.^^fajurídicas; ‘^^legoría
jurídico humano no agota su sig-
’■‘ca), a la concreO'^^'’^^
*^ histórica noción alude a vertientes
--—.—___ Un actual (vertient procede (vertiente histó-
.'^^/echos fuña ^Liciológica) y al universo axio-

, ’ o ai “ «Me
^eanne Her¿kde\
’“"«das p„a ,-formular
,
, la realidad histórico-etico-
fSalamarl ^¡onibre a
a. 1973), otología preparada bajo la dirección de

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trechos humanos y etica cristiana

lógico en que se apoya (yeitiente elica). Estas ircs veiiicnic.s. jiinio con
¡, [Lirúlíca. co„sHh,ycn el can,,«, ,n,c,disci|.li„a, de la realidad r
„lensioual de los tiereclios liiiinanos. imirioi

La instancia ética de los derecho,s liiinianos es una evidencia prima­


ri.,. “Todo Derecho representa uno,s ciertos intereses c ideale.s que .se
pretende detender o realizar. Pero en ningún campo está tan presente,
tan inniediato, ese mundo de ki ética, de los valores, ese mundo del
hombre y de sus necesidades, referencia ineludible de todo Derecho que
pretende set justo, como en este campo del Derecho de los derechos
fundamentales. Esto es tan eletto que incluso para muchos lo esencial es
aquí el valor y no la nonna, aunque ya hemos combatido ese unilatera-
lismo afinnando la inescindible unidad dialéctica de los dos factores” ’".

Los derechos humanos son categorías jurídicas en cuanto pertene­


cientes al ámbito del derecho positivo vigente, pero también son cate­
gorías éticas en cuanto expresan valores básicos intraducidos e intradu­
cibies plenamente en el campo de la norma jurídica. “Los derechos
humanos se caracterizan por su tendencia desde la ética —filosofía de
los derechos humanos— hacia el Derecho positivo —como derechos
subjetivos reconocidos en su norma—. Son normas que representan una
idea de la justicia, o si están in fieri, una idea de justicia que pretende
convertirse en norma”'’". En este sentido se puede hablar de una ambi­
güedad ineliminable del concepto de derechos humanos; “la expresión
puede hacer referencia tanto a un cierto Derecho positivo (donde po­
drían distinguirse diversos planos: Derecho nacional. Derecho interna­
cional, Derecho válido. Derecho eficaz, etc.), como a una exigencia de
carácter ético; es decir, a lo que debe ser Derecho”'* ’.

L. Lachange, Le droìt et les droits de l homme (Paris, 1958); Varios, Z,6>.v


derechos humanos (Madrid 19685); J. Castan, Los derechos del homhte (Madrid,
19762); G. Peces-Barba, Derechos fundamentales (Madrid, 1976^); Id., rríí/iw/o de
la Modernidad y derechos fundamentales (Madrid, 1983); Varios, Política y deic-
chos humanos (Valencia, 1976); B. de Castro, El reconocimiento de los derechos
humanos (Madrid, 1982); L. L. Hierro, ¿Derechos humanos o necesidades huma­
nas? Problemas de un concepto: Sistema n. 46 (1982) 45-62; A.-E. Pérez LuÑo 7«
fnndamentación de los derechos humanos: Revista de Estudios Políticos 35 (I 78.H
7-71; J. Herrera, A propósito de la fundamentación de los den-chos humanos y l e
interpretación de los derechos fundamentales: Revista tie Estiulios Politiiiis .
(1985) 177-212; J. Uscatescu, Costón Tobeñas y los derechos del hombre: Eolia
Humanística 24 (1986) 141-144; J. Muouerza y oíros, Ll Jundamento de los deit-
‘■^os humanos (Madrid, 1989); S. López Camto, Etica y jurídica: los ‘^ hos hu-
(Madrid, 1990); J. Ballesteros, -I-
G. Peces-Barba, Derechos fundamentales (Madiid, > ) i< « •
4. Í'T/., 91.
Atienza, i. c., n.

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moral DE ACTITUDES ,
^"“'LSO
, instancia ética en los derechos humana "'''
„resene'“ * '“ ‘Sica el carácter de exigencia profèti,,, ,
’ín históf'ff'JÍ „anos por ser expresiones de valor’ '' Slobi’
J^LOS derechos huma ’ , i, profecía de lo '“«¡4'
Se-"" " “ ...................... .... “■'““■■■

r TARAZON ETICA DE LOS DERECHOS HUMANOS

J r-hnc humanos son expresiones históricas de k mn •


étiw->£ de la humanidad. En cuanto tales, están enraizados'en ?
teJiinadoeonlexto cultura y sometidos a variaciones de se„sib, "¿
piénsese en la evolución de los derechos humanos desde la mental,S
burguesa a la mentalidad socialista). Consiguientemente puede
larse un conjunto de condiciones cuya presencia o ausencia sea crit
decisivo para justificar la realidad histórica y sociológica de los
dios humanos.
Limitando la consideración a la vertiente ética, nos pregunta
las condiciones que justifican la razón ética de l¿s derechnc u P°’’
■Decir que hay derechos humanos’ o ’derechos del Z, "!®“’
texto hislórico-espiritiral, que es el nuestro, qu va e ^afi¿ar“
ten derechos fundamentales que el homhrp
hombre, por su propia naturaleza y^dig^dad deXr^
rentes y que, lejos de nacer de una mnL ■ ' ’ ^^^^hos que le son inhe-
e ser por ésta consagrados y garantizados" Política, han

•’ **
«• -»«Odológi™

^escul) *

derechos humanos no se
la el modp^i^^- ^^’^eiencia àr 3^5 de realidades
''àUda?^^’ los d „ /^°~j^’'’dica de los hombres. Por
*8nificad
® ^P’‘oxiinacr humano
^i§no adecuado analizar
paratampoco
extreL,
poderoJ’^ humanos a l ^’^^^^^'Positivista, al reducir el
^^’Tecta Dar de un ^’^eación positiva procedente
P^’-a estudia? ,^. sea de la mayoría). La
Serr. , dimensión ética de los derechos

‘^'nanos (Madrid, 1977^) 11.

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5 hvMA^^" 247
a qp®’ asumiendo el carácter histórico-,
concreto de éstos, lo
g laH“-’ ferencia que proyecta el valor inalienable de lo

,gpecto de contenido

'n ética de los derechos humanos se justifica a partir de una


La f^zp g da sentido a su toma de conciencia histórica. De un
f()í//'P’’'^Liático, señalamos los aspectos axiológicos que son asumi-
niodo de derechos humanos:
opción humanista, que de una u otra forma reconoce el valor
fjonibre por encima de cualquier otra realidad, está en la base
de la ideología de los derechos humanos. En esta corriente ge-
érica humanista tiene una influencia cierta el mensaje cris-
43
nano .
__ El reconocimiento de la persona humana como lugar axiológico
autónomo y original constituye el núcleo ético que desarrollan
los derechos humanos.
__ El valor de la libertad, originado en la matriz de la “moderni­
dad” (humanismo renacentista, reforma protestante, ideología
liberal, correctivo socialista, secularización), es el fundamento
inmediato de los derechos humanos. En éstos el “ser” libre se
completa en el “tener” libertades ”. “La libertad será el concepto
clave, dentro de la filosofía de los derechos humanos, para ex­
plicar la necesidad de un ámbito de autonomía del hombre en la
sociedad y de un límite a los poderes externos a él, especialmen­
te al poder del Estado”'*^.

3- la FUNCION DE LA INSTANCIA ETICA


EN LA REALIZACION DE LOS DERECHOS HUMANOS

pespués de haber señalado la existencia y el aue


ética de los derechos humanos nos queda aludir íi la ./zr Q

’^rvicio 42-43. “La idea de la


‘^iónef p“‘*" ’""^4ad, la autonomía
"fo-i distinción de
entre temporalpor
la persona en
y esptrt P colaborado de
uaLhan^^o

Progreso del humanismo que sustenta la filosofía de

'' a la libertad (Buenos Aires, 1968).


'^^es-Barba, o. c., 61.

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r

* desen.,Ktar. Dicha funcional dad puede reves,,,-


incidencia en d,versos tre.Ues de la con,prensión « ^.„1«.
r ción de los derechos humanos. Señalamos algunos aspee,» '4 i

al Factor de “orientación” en las declaracione


y en las normas positivas

La dimensión ética, inherente al mismo concent


nos7,er« una función de “orientación” en las declaraciones'
positivación de los mismos. Las declaraciones de libertades y Us. la
positivas tratan de plasmar en explosiones declarativas y en r
positiva,
ción normativa— las exigencias de la dignidad humana. La contiene,
''^’^ciencia
axiológica de esta dignidad es la que orienta el sentido de las declara,
ciones y de las normas:
— impidiendo que se des\'íen hacia positivaciones contrarias a la
auténtica realización del hombre;
— aportando la verdadera clave para la interpretación de sus apli­
caciones;
— urgiendo el progreso en la toma de conciencia de nuevos flancos
de la dignidad humana;
— asegurando que ese progreso se realice dentro de la fidelidad a
los valores objetivos de lo humano.

Si la exigencia de positivación es importante para que existan dere-


chos humanos, no lo es menos el factor ético para que sean derechos
cada vez más humanos.

b) Factor de “protección” de las exigencias inher


a los derechos humanos

La cobertura axiológica ejerce una función de ' con


instancia
iación a las exigencias de los derechos humano^ e -antías jurídi^^^
ética se puede y se debe postular aquel conjunto de ^^^^g^g^hos huaaa'
y metajurídicas que hagan posible la realización de
nos en cada situación histórica concreta. Resaltamos política V
— Los derechos humanos se hacen efectivos eir la
ciudadana, pero son anteriores a ella. De wt aspc‘^'^°j^j.e
un orden privado frente al poder público. Este ^,0^
la ideología liberal que hay que seguir manteni®

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humanos V ETICA CRISTIANA 249

Z""' nosibilidades de asociación intermedia son realidades au-


' 1 sas " frente al Estado, aunque tengan que vivirse y realizarse
tónoa’as jjj^ensión y ambiente políticos,
dentro do' '
r eso rnisnio hay que descartar la interpretación de aque-
e afirman la identificación del hombre y del ciudadano: el
líos ja ciudadano y renace como hombre en y por
l’oa^o’ social; cede todos sus presuntos derechos a la comuni-
sume y se anonada en ella para resurgir como ciudadano,
dad’ s residuo de “existencia privada”; el hombre pri­
vado para ellos ha desaparecido.

PI j-econocimiento del valor ético de la persona es el punto


anque de los derechos humanos. Estos derechos son origi-
no dependen de ninguna instancia política ulterior, y con-
"• ¡entemente, son inalienables. Ellos no son “juzgados” por
^Ms instancias, pero sí “juzgan” toda estructura social. “Juzgan”,
te todo, la forma configurativa del poder político en su máxi-
expreZn: el Estado. En efecto, “para que se dé un verdadero
Eswdo de Derecho se requiere que esa democracia respete y
reconozca todos los derechos fundamentales de la persona... En
la medida en que queden reconocidos todos los derechos funda­
mentales de la persona estaríamos ante algo que podríamos de­
nominar Estado material (o sustantivo) de Derecho’’

— Para que los derechos humanos alcancen plena realización re­


quieren tanto el reconocimiento político^^ como la protección
jurídica^. Las declaraciones de los derechos humanos no pue­
den caer en la ingenuidad de que la simple formulación engendra
inmediatamente su aceptación y su verificación. La ideología de
los derechos humanos no puede quedar en mera retórica, sino
que ha de alcanzar la efectividad social.

La dimensión ética postula las exigencias del reconocimiento


político y de la protección jurídica. El mínimo de estas exigen­
cias puede concretarse del siguiente modo:

“1. Que una norma jurídica positiva los reconozca (nor­


malmente con rango constitucional o de ley ordinaria).

46
33 normalidad democrática: Revista de Fomento Social

M Lií comunidades políticas (Barcelona, 1971) 199-200.


biálogo p hos derechos Humanos y las estructuras: Cuadernos para e
’ L (diciembre 1975-enero 1976) 6-8.

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«>«A.- DE Ac,-n.„„Es
250
* ^Or
2. Que de dicha norma derive la posibiljd
tos de derecho de atribuirse como facultad co P^ra |
jetivo ese derecho fundamental. ’ derep? *‘bje

3. Que las infracciones de esas normas


desconocimiento de los derechos subjetivos un fant
legitime a los titulares ofendido,s para pretender t el
de justicia el restablecimiento de la situación v h fbbu
derecho subjetivo, utilizando, si fuese necpl P'’°^ccción .
aparato coactivo del Estado”“”. “Ho elio^^J

Por desgracia, a nivel internacional las i


derechos^ humanos no tienen todavía la’ sufieiem^“''“"9s
juridtca- Es este un aspecto en que la ética de ? ’’‘‘“'«tón
humanos ha de insistir de un modo particular “ ‘‘“^"hos

c) Factor de “critica/utopia” ante las condiciones sociales


de los derechos humanos

Función
humanos es laimportante de la en
que se concreta instancia ética inherente
el “disceminT . . i ,
las condiciones sociales en las que bro an vive cnt.co/utópico” de
líos. Esta función crítico-utópica adquiere’en la desarrollan aqué-
guientes compromisos; situación actual los si-

ción de los derechos In al ámbito real. La realiza-


sociales: económieí condicionada a las estructuras
cial injusta no sola fútales, políticas Una estructura so­
derechos humanos 'ueficaz para el despliegue de los
libertades en instr’ ° bende a convertir la declaración de
- Para que los P«« "^ás débiles,
creta para tod(w^p?°^ humanos adquieran una verificación con-
dualista y burgués necesario liberarlos de la ideología indivi-
En este sentido tip^ recibieron su primera formulación.
9ue desconfían Hp jazón ciertas corrientes de pensamiento
-—— os derechos humanos, por verlos excesiva-

49 n
TruyolÍ^Í/-
Iq’)dprly,
1968 - ”
33,3^''^° ‘^^''echos Orí J
o. r Qlhum Tamames, Los derechos ecoreé’’^’^. ^^r
Los derechos humanos (Madni

‘ »■ c.. ¡9f,.2(ig

Escapeado con CamScanner


xl A’W’S ' ' TK A nU.SUA.VA

.mellados al ”1
ri'd'«"-,”" ' ■.......
I pesili»'""’ >"■' 'L'ri'clli« liiiiiun,,, "" In^uf,, ,
ù'slòil cii irgiiilclics inliiliiiiii,,, .1,. I, L "" ‘""'igiiiriilP
Cnif siiix'rad™a d» 1"' dKviaci,„„, ,L , d"<'r.la pn;c„,ii,i
Surfii'-'a- ""-•■»•did.1,1

Cir-cin»' qn» la ci»»prciisi,i„ y ,, rcalizac,,',,, ,|, ,


„„„lar«' CI, c i.,oiiicnl„ i,ci„a| de l,„
(ián dd soeiahsnto democráticoFrente -, i ’ ¡ei op.
^'
lalitarios ha existido una corriente de *
swid' ‘'^'’fiali.s’nio.s to-
rvspeiuoso con la.s exigencias éticas de los
••Reconociendo su origen liberal, pero tniro humanos.
eionaniiento.s sociales burgueses, el marcò
los condicionamientOsS culturales— , ‘^•'P'htlista
¡usnaiuralista, ios derechos fundamentales sL hlcológieo
cinl de la libertad en la sociedad socialist-,”5’^’V^'’''^'’'‘’‘^''‘'^''-
cristiana, con sus insistencias en el vnhr\!e I '
seD'icio, ha ayudado no sólo a descubrir v • r '^* ‘‘'’'‘*‘‘d y del
chos preferentemente sociales, sino a •' dere-
tema hacia planteamientos de signo socHlií'^ p
la cornprensión socialista democrática de‘ los òlereòV’u^^'
evita las desviaciones del individualismo i¡k„ i huniano.s
te ganas de los lolaliiarisnio.s y s ± e í' ’
sueños de las pos.uras anarquiza^ '» incale.

IH

panoramica de LOS DERECHOS EDNDAMKNTALES

a desarrollo de la Moral Sooial concrela »-Xp"de qX


citación del contenido de los derechos m c derechos fundanienta-
este capítulo ofrezcamos una panoramica , . que será objeto
les. De este modo se puede contentplar g‘«baln^en e lo que
Reconsideración pormenoriztida en los siguien
. Para exponer la panoràmica de los y
Oírnos de dos procedimientos: transcripción d
f«uento sistemático de los derechos humanos.

»>31108 (Valencia, 1976)/i733-73;


bum socialismo y , Soeidlismo
E. DIaz ti dtiii
75-102. ... ,0763) .54.
’j- Peces-Barba, Derechos fundamentales (Mailnu,

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MORAL DE ACTITUDES, m

'^eXTOSPBDECLAMOONBS

Ofrecem® 'Vwo'í’“PaX
de derechos humanos y n tems>,

„ D«laración universal de los derechos humanos«

París. 10 de diciembre de 1948

Preámbulo
Considerando que la libertad, la jusheia y la paz en el mondo iie«„
por base el reeonoeimiento de la dignidad intrínseca y de los derecho"
iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana;
Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los de­
rechos humanos han originado actos de barbarie, ultrajantes para la
conciencia de la humanidad, y que se ha pi oclamado como la aspiración
más elevada del hombre el advenimiento de un mundo en que los seres
humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de
' palabra y de la libertad de creencias;
1
1

Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos


i por un régimen de derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido
al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión;
1

Considerando también esencial promover el desarrollo de relaciones


amistosas entre las naciones;
1

Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han re-


a irinado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre,
derp^JfT^k^ persona humana y en la igualdad de
ver el nmJ ®™bres y mujeres, y se han declarado resueltos a promo-
más ampEe la Ubert dentro de un concepto

asegurar, en coonprJ
*^- estados miembros se han comprometido a ,
el respeto universal Organización de las Naciones ’ 1
I
I
del hombre, y activo a los derechos y libertades fundarnen

‘d
Icom^ ihayoH^n^ ^hncepción común de estos derechos y
“mpromiso, «nportancia para el pleno cumplimiento de dte”
1
1
1
1
“ ’■‘W 1

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„.manos vnncACK.ST.ANA
253
' hiea proclama:

,a’iue Declaración Universa! de ios Derechos Humanos como


por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse a
idea' ..,nto los individuos como las instituciones, inspirándose corís-
en ella, promuevan, mediante la enseñanza y la educación, el
liiii.e”’^*estos derechos y libertades y aseguren, por medidas progresivas
nacional e internacional, su reconocimiento y aplicación uni-
V efectivos, tanto entre los pueblos de los Estados Miembros
^.¿rsales y teiritorios colocados bajo su jurisdicción.
■•onie e’u
■'culo I- Todos los seres humanos nacen libres e iguales en
y derechos, y, dotados como están de razón y conciencia, deben
portarse fraternalmente los unos con los otros.

Míenlo 2.1. Toda persona tiene todos los derechos y libertades


lainados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color,
idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen
nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra con­
dición.
2. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición
política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción
dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente como de
un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a
cualquier otra limitación de soberanía.
Artículo 3. Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y
a la seguridad de su persona.
Artículo 4. Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre; la
esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas.
Articulo 5. Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos cruc­
es, inhumanos o degradantes.
Aiticulo 6. Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al
'Conocimiento de su personalidad jurídica.
'lerech^'^^^^ Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción,
teccin^ ’g“®* protección de la ley. Todos tienen derecho a igual pro-
'*^3 '^oda discriminación que infrinja esta Declaración y contia
P ^''ocación a tal discriminación.
tribu Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante
y'olen "'‘cionales competentes, que la ampare contra actos q^ue
la ley US derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por

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MOKAL de ACTittu
254
Arttoto ». Nadie podrá ser arbitrariamente deie„¡j '"'"'t

desterrado.
Arlinlo 10. Toda persona tiene derecho, en condict
igualdad, a ser oída públicantenle y con justicia por „„ ¿“»es u, ;
diente e intparcial para la delenn.nacion de sus derechos v "Ü ¡"1=
o pava el examen de cualquier acusación contra ella en
Artículo a. 1. Toda persona acusada de delito tie penal.
que se presuma su inocencia mientras no se prueba su
confonne a la ley y en juicio público en el que se le havan
todas las garantías necesarias para su defensa.

2. Nadie será condenado por actos u omisiones que en i


de cometerse no fueron delictivos según el derecho nacional
cional. Tampoco se impondrá pena más grave que la aDlicX“'*® ”*’*
momento de la comisión del delito. en el

Artículo 12. Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en


privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de
su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la pro^t^^^-^'^
de la ley contra tales injerencias o ataques.

Artículo 13. 1. Toda persona tiene derecho a circular libremente


y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.
2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del
propio, y a regresar a su país.
Articulo 14. 1. En caso de persecución, toda persona tiene dere­
cho a buscar asilo y a disfrutar de él en cualquier país.
2. Este derecho no podrá ser invocado contra una acción judicial
realmente originada por delitos comunes o por actos opuestos a los
propósitos y principios de las Naciones Unidas.
A>íicm/o 15. 1. Toda persona tiene derecho a una nacionalidad.
2. A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del
derecho a cambiar de nacionalidad.
hombres y las mujeres, a partir de
nalidadT^^r^-^^^^’ restricción alguna por motivos de ”
les derer ‘gion, a casarse y fundar una familia, y disfrutaran
de disobip°' cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y
i.
disolución del matrimonio.
J
l
1 sos podr?±"^‘^"^" y pleno consentimiento de los futuro
podra contraerse el matrimonio.

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.MOS Y ETICA CRISTIANA

*’ 1 a familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad


derecho a la protección de la sociedad y del Estado.
* ''‘Zulo '** ’"’ P™pi<¡‘la<l. indi-
"„lectivamente.

Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad.


Á tíciilo persona tiene derecho a la libertad de pen-
■ \o de conciencia y de religión, este derecho incluye la libertad de
de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su
o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público
Íó°en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.

Artículo 19. Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión


. expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de
y opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones y el
de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expre­
sión.
Artículo 20. 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de re­
unión y de asociación pacíficas.

2. Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación.

Artículo 21. I. Toda persona tiene derecho a participar en el


gobierno de su país, directamente o por medio de representantes libre­
mente escogidos.
2. Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de
igualdad, a las funciones públicas de su país.
3. La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder
público; esta voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que
habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio universal e igual y
por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice la liber­
tad del voto.

Articulo 22. Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene


ot’echo a la seguridad social y a obtener, mediante el esfuerzo nacional
rep? internacional, habida cuenta de la organización y los
^^óa Estado, la satisfacción de los derechos económicos,
de culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarro o
personalidad.
elecXíd^^’ T Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre
y a 1^ trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias
protección contra el desempleo.

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MORAL DE actitudes
. ’• '" Moa
2 Toda persona tiene derecho, sin discriminación al
salario por .raba,0 igual. 9«ina a-
’ * '^'‘íl
3 Toda persona que trabaja tiene derecho a una
eoai ativa y sa.isfaotoria que lo asegure, así como , su?'
* ”'.».«
S“ ,cucia cunfo.™ a la dignidad humana y que será “’’»¡lia '
caso necesario, por cualesquiera «ros medios de protecc“™'
‘social;^’'
4. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos
para la defensa de sus intereses.
Articulo 24. Toda persona tiene derecho al descanso
del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración
y a vacaciones periódicas pagadas. trabajQ

Artículo 25. 1. Toda persona tiene derecho a un nivel h


adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el k-
y en especial, la alimentación, el vestido, la vivienda, la
médica y los servicios sociales necesarios; tiene, asimismo d«?'’
los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez
u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circu’nT^
cias independientes a su voluntad.
2. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asisten
eia especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de ma­
trimonio, tienen derecho a igual protección social

Artículo 26. 1. Toda persona tiene derecho a la educación. La


educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción
elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La
instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a
los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos
respectivos.
2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la perso­
nalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos
y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la toleran­
cia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o
religiosos y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones
Unidas para el mantenimiento de la paz.
cariA padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de ed

cacion que habrá de darse a sus hijos.


breméní^'^i^ persona tiene derecho a tomar 3
participaren el de la comunidad, a gozar de las
progreso científico y en los beneficios que de

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V PTICA CRISTIANA

Tnilo “ la prolección de los intereses


2 ’^íáierial« qa<= le correspondan por razón de las prodacciones
1- iles utprarias o artísticas de que sea autora.
®
n'^ tifie
** ’ j 1
ci¿” io 28- Toda persona tiene derecho a que se establezca un
e internacional en el que los derechos y libertades procla-
fden aa Declaración se hagan plenamente efectivos.
rlOS
, I 29. 1. Toda persona tiene deberes respecto a la co-
onesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente

En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades


2- estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por
el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los
h y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias
moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad
democrática.
3 Estos derechos y libertades no podrán en ningún caso ser ejer­
cidos en oposición a los propósitos y principios de las Naciones Unidas.
Artículo 30. Nada en la presente Declaración podrá interpretarse
en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a
una persona para emprender y desarrollar actividades o realizar actos
tendentes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades pro­
clamados en esta Declaración.

b) Los derechos del hombre según la encíclica “Pacem in terris”


(números 11-27)”

(Derecho a la existencia y a un decoroso nivel de vida)

(il) Puestos a desarrollar, en primer término, el tema de los dere-


os del hombre, observamos que éste tiene un derecho a la existencia,
j i^logridad corporal, a los medios necesarios para un decoroso nivel
eU * principalmente, el alimento, el vestido, la vivienda,
asistencia médica y, finalmente, los servicios indispen-
el L cada uno debe prestar el Estado. De lo cual se sigue que
®oferní P^see también el derecho a la seguridad personal en caso de
®tra pv^ jn^'alidez, viudedad, vejez, paro y, por último, cualquier
1® prive, sin culpa suya, de los medios necesmos
..^^^^^^sustento (cf. Pío XI, Divini Redemptoris, [1937], 78, y

"ce grandes mensajes (Madrid. 1992) 213-227.

SOCIAL III.

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258 ACTlTvcg^
Pío XII, Mensaje de julio de 1941 en la fiesta de ’ ’** Mq

[1941], 195-202).
33
(Derecho a la buena fama, a la verdad y a ¡a

(12) El hombre exige, además, por derecho natu


peto a su persona, la buena reputación social, la posiSi^’^bid.
la verdad libremente y, dentro de los limites del orden k,''''
común, manifestar y difundir sus opiniones y ejercer dei
cualquiera y, finalmente, disponer de una información
sucesos públicos. objetiva 4?

(13) También es un derecho natural del hombre el


bienes de la cultura. Por ello es igualmente necesario '«s
instrucción fundamental común y una formación técnica^ o ^”3
I
de acuerdo con el progreso de la cultura en su propio país c
hay que esforzarse para que los ciudadanos puedan subir si
dad intelectual lo permite, a los más altos grados de los estudr
forma que, dentro de lo posible, alcancen en la sociedad Ios?¿^^”'
responsabilidades adecuadas a su talento y a la experiencia que h°^
adquirido (cf. Pío XII, Radiomensaje navideño de 1942, AAS 35 r194^?
9-24).

(Derecho al culto a Dios)

(14) Entre los derechos del hombre débese enumerar también el de


poder venerar a Dios, según la recta norma de su conciencia, y profesar
la religión en privado y en público. Porque, como bien enseña Lactan-
cio, “para esto nacemos, para ofrecer a Dios, que nos crea, el justo y
debido homenaje, para buscarle a El sólo, para seguirle. Este es el vín­
culo de piedad que a El nos somete y nos liga, y del cual deriva el i
nombre mismo de religión” (Divinae Institiiíiones, 1. 4, c. 28, núm. .
ML 6, 535). A propósito de este punto, nuestro predecesor, de
memoria, León XIII afirma: “Esta libertad, la libertad verdadera,
de los hijos de Dios, que protege tan gloriosamente la digni a
persona humana, está por encima de toda violencia y de toda op
y ha sido siempre el objeto de los deseos y del amor de S la
es la libertad que reivindicaron constantemente para sí los con
que confirmaron con sus escritos los apologistas, la
su sangre los innumerables mártires cristianos” (cf. León
pramílní/jjw«,«: AL 8 [Roma, 1888], 237-238).

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gRECHOS HVMAUOS Y ETICA CRISTIANA
259
(Derechosfamiliares)

(0)queAdemás
j, vida tienen
prefieran y, por hombres nk r .
losconsiguiente « elenir el
íeación el varón y la mujer tensan ’í una famn
seguir la vocación del sacerdocio^o df ^®
*'®chos y Jebé
g„»«ensaje „avideñ,, de I942-. AAS f Ut,M Pío X,,“

(16) Por lo que toca a la familia la e , ’


libremente
I, contraído,
semilla primera uno e indisohihì«
y natural de la sociedldT^'^''
*
"'' en el ma» • e®'’'®
^onsider^a
de atenderla con suma diligencia í, ! E>e lo cu^ t ?

„„„ fío consolidar la food,, a/odS'VcXr'“ S

ASS(¡7)
derecho
22 de los padres,
Amantener
119301. sinftd
embargo
y educar
539-592 Xo" corre
í, it > ’’•ó antes
^^sponde,
* XI c mif.
“), o

MS 35 l¡943¡. 9-24). ’ «‘«‘‘“'»eoeaje

(Derechos económicos)

(18) En lo relativo al campo de la economía es evidente que el


hombre tiene derecho natural a que se le facilite la posibilidad de tra­
bajar y a la libre iniciativa en el desempeño del trabajo (cf. Pío XII,
Mensaje del 1 de junio de 1941 en la fiesta de Pentecostés-. AAS 33
[1941], 201).
(19) Pero.con estos derechos económicos está ciertamente unido el
de exigir tales condiciones de trabajo que no debiliten las energías del
cuerpo ni comprometan la integridad moral ni dañen el normal desarro­
llo de la juventud. Por lo que se refiere a la mujer, hay que darle la
posibilidad de trabajar en condiciones adecuadas a las exigencias y los
deberes de esposa y de madre (cf. León XIII, Rerum novarum-. AL 11
[Roma, 1891], 128-129).
(20) De la dignidad de la persona humana nace también el derecho
a ejercer las actividades económicas, salvando el sentido de la respon­
sabilidad (cf. Juan XXIII, Mater et magistra-. AAS 53 [1961], 422). Por
tanto, no debe silenciarse que ha de retribuirse al trabajador con un
salario establecido conforme a las normas de la justicia y que, por lo
*^
*smo, según las posibilidades de la empresa, le permita, tanto a él
d'^í^h^ familia, mantener un género de vida adecuado a la dignidad
X^n Sobre este punto, nuestro predecesor, de feliz memoria. Pío
a irma: ‘Al deber de trabajar, impuesto al hombre por la naturaleza.

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MORAL DE actitudes Hj

nnde asimismo, un derecho natural, en virtud del cuai


'Tcambio de su trabajo, lo necesario para la vida ,
T kn probamente está mandada por la naturale: sus
Ji hombre” (cf. Pío XII, Mensaje del 1 de junio rVa,

AAS 30 [1941], 201). in

(Derec/m a la propiedad privada)

(21) También surge de la naturaleza humana el derecho a la


piedad privada de los bienes, incluidos los de producción, derecho
como en otra ocasión hemos enseñado, “constituye un medio
para garantizar la dignidad de la persona humana y el ejercicio lib
la propia misión en todos los campos de la actividad económica v
finalmente, un elemento de tranquilidad y de consolidación para la viT

ta¡,ar con el consiguiente aumento de paz y prosperidad en el Esta-


do (cf. Juan XXUI, Mater et magistra: AAS 53 [1961], 428)

(22) Por
propiedad último,
privada entraña una una
y es ésta advertencia
función necesaria
social (S el derprhn -b
^ 430)

(Derechos de reunión y asociación)

(23) De la sociabilidad natural de los hombres creen b


de reunión y asociación, el de dar a las asociac^ ¿entro
forma más idónea para obtener los fines i conducirb^
de ellas libremente y con propia responsábihda »i yy,(Rom^
los resultados previstos (cf. León Xlll, Rerum uova» u ' 199-20^1
18911134-142-, Pío XI, Quadragesimo anno’. AAS 33 ’
Pío Xh, Sertum laetitiae-. AAS 31 119391, 635-644).

(24) Como ya advertimos con gran insistencia en asO'


Mater et magistra, es absolutamente preciso que se funden la Encrcb''''
elaciones u organismos intermedios, capaces de alcanzar o ^sO'
los individuos por sí solos no pueden obtener eficazmente. ¿-yspen'

organismos deben considerarse como instrumento pgiso^^


bumanT para defender la dignidad y libertad Ae, I P 53
11961], 430)'^'^^ sentido de la responsabilidad (

(Derechos de residencia y emigración) dero^b®


(25) Ha de respetarse íntegramente también
hombre a conservar su residencia dent)

ro de lími
gRECHO'*’ humanos y ETICA CRISTIANA

más a’í’’’ 9ue le sea lícito cumd i


íivos. emigrar a otros países y fü-.r ..jp aconscien i.. .
»arideño de IK2-, 45 ¡ (cf. Pfo xn
"crtcneccr como ciudadano a una deiermii,. ’ '"=cho
Kpide en "'»i« ner núenibro de la fa n l¡,T'"’"'“' "»
Jé la sociedad y convivencia universal común a toe™"”

(Derecho a intervenir en la vida pública)

(26) Añádase a lo dicho que con la (liirnUb.ci i i


concuerda el derecho a tomar parte activa en la vì^daVE^eontìb"’
,,l bien común. Pues, como dice nuestro predecesor%e feliz XoríJ'
Pío xn. “e como tal, lejos de ser objeto y elenrenlo pmaZte'
pasivo de la vida social, es, por el contrario, y debe ser y permanecer
’‘'JTÁc 47 H04S1 ni"’ de
1944: o! 11945J, 12).

(Derecho a la seguridad jurídica)

(27) A la persona humana corresponde también la defensa legítima


de sus propios derechos: defensa eficaz, igual para todos y regida por las
normas objetivas de la justicia, como advierte nuestro predecesor, de
feliz memoria. Pío XII con estas palabras: “Del ordenamiento jurídico
querido por Dios deriva el inalienable derecho del hombre a la seguri­
dad jurídica, y con ello a una esfera concreta del derecho, protegida
contra todo ataque arbitrario” (cf. Pío XII, Radiomensaje navideño de
1942: AAS 35 [1943J, 21).

1. RECUENTO SISTEMATICO DE LOS DERECHOS HUMANOS

Toda clasificación de los derechos humanos tiene que ser


nal, por un lado, y por otro deberá tener en cuenta ese cen
tación que es la misma idea de libertad del hombie. i
efectos pedagógicos, es muy conveniente la clasi icacio
criterios de distinción a fijar” 5^. Pueden por razón del
zón del contenido, por razón del ámbito de ap i
^’^jeto, por razón de la forma de su ejeicicio, e c.

“ ^b-Barba. «. c. 104. clasificaciones según los eri-


, Ver en Peces-Barba, o. c., 104-113, dit
teños anotados.

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MOKAl. DI'

- 1 do de esta obra, seguimos un procedimiento in,


Dada la »'f. las fuentes; en una primera clasü; ^*' ‘^‘^1.,
ani'i»"
* ’ ‘“L Igual las fuenles civiles y eclesiásiitas;
'“““'íeSñ «lamente se consideran las luentes eclcsiást¿‘^g«„.

• 5K
a) Fuentes civiles y eclesiásticas

PIT = “Paeem in terris”; GS = “Gaudium el Spes”; DD = “Deckp •


universal de derechos humanos”; CE = “Convención Europea” (1950^'^'"'’"

1. Derechos biológicos y espirituales

A, Derecho a la vida y a la integridad física

— Derecho a la vida; PIT 11; GS 27,3; DU 3; CE 2. La Iglesia


precisa que este derecho pertenece al niño desde su concepción íPío XII:
A/ociicíón a la Unión Católica italiana de comadronas-, 29-10-1951;
AAS 1951, 838-839) y condena formalmente la supresión de los seres
inadaptados a la vida, preconizada especialmente por el nazismo (Pío
Xll; Discurso a los miembros del VJ Congreso Internacional de Dere­
cho Penal: AAS, 1953, 733). La Convención de Roma prevé explíci­
tamente la excepción de la pena de muerte y de la legítima defensa (art.
. Esta es también la doctrina de la Iglesia, que evidentemente no se
2)
opondrá a la abolición de la pena de muerte, si un Estado la juzga
oportuna. ¿No debería el cristiano alegrarse de hacer constar esta opor­
tunidad?
— Derecho a la integridad física; PIT 11; GS 27,3.
— Condena del genocidio; Convención de 1948; GS 79,2.

B. Derecho al respeto (PIT 12)

o desrartfntA^^TA^T^ tortura, de las penas o tratos crueles, inhumanos


sus formas V • 5’ CE 3. La Iglesia ha condenado la tortura en todas
Termas -física o psíquica-; GS 27,3; Pío XII; 3-10-1953.
Derecho a la buena reputación; PIT 12.

nalidad jurídica propia-’^^u^ó^''^”’ ocasiones, de la perso-

1971) 196-199. Coste, Las comunidades potincas (Barcelona,


r , „uníanos y etica cristiana
263

domicilio

(DU 3)
*
G

- f™'’í'cE"5^ Gs“27T’ destieiTo arbi-


,r;irios: UO 9,
Derecho de asilo en un país extranjero para escapar a per-
pcucion^s y no a diligencias judiciales contra crímenes de derecho
común UU H-

P Derecho a la libertad

__ Libertad de pensamiento, de conciencia y de religión DU 18; CE


9. piT 14; Concilio Vaticano II, “Declaración sobre la libertad reli­
giosa”.
__ Libertad de opinión y de expresión; DU 19; CE 10; PIT 12.

— Libertad en la elección de estado de vida, lo cual implica el


derecho al matrimonio y el de “seguir la vocación al sacerdocio o vida
religiosa” (PIT 15). La Declaración universal y la Convención de Roma
sólo consideran explícitamente el derecho al matrimonio.
— Prohibición de la esclavitud y de la trata de esclavos en todas sus
formas (DU 4; GS 27,3), lo cual implica la prohibición de los trabajos
forzados y obligatorios (CE 4) y de la trata de seres humanos con vistas
a la prostitución (Convención del 11 de octubre de 1933; Convención
del 25 de julio de 1951; GS 27,3).
— Libertad de circulación y libertad de establecimiento (a la vez en
el interior del territorio del Estado al que se pertenece y en el mundo
entero), lo cual implica el derecho de emigración y de inmigración: DU
13; PIT 25. Este es el ius communícandi de los antiguos teólogos. Es
normal que el ejercicio de) derecho de inmigración reciba algunas limi­
taciones.

E. Derecho a la protección jurídica de los derechos propios.


7-11; CE 6; PIT 27.

P- Derecho a la igualdad: DU 1; Carta de la ONU (art.


■ J’ OS 29,1. De él resulta especialmente la condena e
e todas sus manifestaciones, vigorosamente formu a a po
y Pío XII (cf. GS 29,2; 60,1; 64; P. Progressio, n. 63).

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moral de ACTITODES. U1

264
•viles V familia’’®®
2 Deretl*®® •

" , ;er- DII 16- PIT 15. La Deckirucion universa/ recuerda


Ía’íSlVdU^X natural inipUcitamente confirmada por la Revell
'n^sesún la cual “el matrimonio no puede ser concluido sino con el
X y pleno eonscntimiento de los futuros esposos”.

_ Protección de la familia: DL 16; PIT 16; GS 52,2. Del hecho de


que “la familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad”
(DL 16j resulta el derecho prioritario de los padres a asegurar el susten­
to y la educación de sus hijos; DL 26,3; PIT 17; Concilio Vaticano 11,
Declaración sobre la educación cristiana, 6.

Nota bene: Para un desarrollo completo de los derechos de la fami­


lia tener en cuenta la “Carta de los derechos de la familia” presentada
por la Santa Sede el 22 de octubre de 1983. Ver esta Carta en: Moral
de Actitudes, 11-2,“ parte, c. 26.

3. Derechos políticos

Libertad de reunión y de asociación pacíficas: DL 20; CE 11;


Pn 23.
. l^wecho de participación en la dirección de los asuntos públicos
y ae acceso alas funciones públicas; DU 21; PIT 26; GS 75, 1.

4. Derechos económicos, culturales y sociales

- DeiX'^ P’^opiedad: DU 17; PIT 21 y 22; GS 71.

LL 23 V y a unas condiciones satisfactorias de trabajo:


' Derech ’

-
20, 23-2¿^64; Magistra 9'1-\O2-, PIT 18.

^^recho a la ' *
05,1. ®n el terreno económico; PIT 18, 20 34;

69,1. de vida suficiente: DU 25,1; PIT 11; GS


humanos y. etica cristiana
265
P® perecho a la seguridad social: DU 22; PIT II.
perecho al descanso y a los ocios: DU 24; PIT 11; GS 67,3.
perecho a la educación y la enseñanza: DU 26; PIT 23; GS 60.
perecho a una información objetiva: PIT 12; GS 59,4 y 5.
nprecho de tomar parte libremente en la vida cultural de la
" Comunidad: DU 27; PIT 13 y 64; GS 59,4 y 5.

Fuentes eclesiásticas

Oocumentos de los Papas y del Concilio Vaticano 11


’■ relativos a los Derechos Humanos

n León XIII, Encíclica Rerum novarum, 15 de mayo de 1891


^afos 34'35: AAS 23 (1890-91), 663-665. Trata del derecho de aso­
ciación.
2) Pío XI, Encíclica Divini illius, 31 de diciembre de 1929, pá­
rrafos 25-35: AAS 22 (1930), 58-62. Trata de los derechos de los padres
a la educación de los propios hijos.
3) Pío XI, Encíclica Mit brennender Sorge, 14 de marzo de 1937,
párrafos 35-37, comp. párrafos 9-12 y 28: AAS 29 (1937) 159s., 148s.
y 156 (versión italiana del documento allí mismo, párrafos 38-40, p.
181s.; párrafos 11-14, p. 171; párrafo 31, p. 178). Trata del derecho a
la libertad religiosa.
4) Pío XI, Encíclica Divini Redemptoris, 19 de marzo de 1937,
párrafos 27-30: AAS 29 (1937), 78-80. Proclama la dignidad y los
derechos fundamentales del hombre en general.
5) Pío XI, Encíclica Firmissimam constantiam, 28 de marzo de
1937, párrafos 33-36: AAS 29 (1937), 196s. Trata de la libertad ori­
ginaria religiosa y civil y del derecho de resistencia contra los abusos.

6) Pío XII, Radiomensaje de 1 de junio de 1941 (en el cin­


cuentenario de Rerum novarum): AAS 33 (1941), 195-205 (versión
española del documento allí mismo, p. 227-237). Trata de los derechos
económicos de la persona humana, de los derechos laborales, de los
^fechos fundamentales de libertad en el campo socioeconómico.

in continuación algunas páginas de: J. M.’ Diez Alegría, “Pacem


Pioblem doctrina de los derechos humanos: Actitudes cristianas ante los
as sociales (Barcelona. 1967^), 169-176.

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r

..íaNOS y iítica ckistiana

Pío XII, Alocución de 30 de septiembre de 1954 nármfn« s


'* J, (!''«>• I» inviolabilidad de la vTh"^ :

*■'■ ¡icnic c. la pncrra.


"’"l'i) J.Kn, XXIII. ln,cíclicaAÍ,«„e,„,„,á,^^ IS.Iemayode 1961:
J y (l'X’l)' 4I>I-4M. líala de los derechos económico-sociales.

Juan XXIII. Encíclica Pamn i„ leirís. II de abril de 1963-


'55 (1963), 257-354. frata de lo.s derechos del hombre y de lo.s
pachos políticos fundamentales de orden interno y de orden interna-

¿lOUí'l-
•)|) Concilio Vaticano II, Declaración Dignitatis humanae sobre la
hertaú religiosa, 7 de diciembre de 1965. Proclama el derecho a la
¡írtad religiosa como derecho del hombre frente a la sociedad y a la
' bridad social y frente a los demás hombres.

22) Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et spes


sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, 7 de diciembre de 1965.
Trata de los derechos del hombre, de los derechos económico-sociales
y de los derechos políticos fundamentales de orden interno y de orden
internacional (con especial referencia al problema de la paz, de la guerra
y de la organización internacional).

2. Los Derechos del Hombre proclamados por la Iglesia

1) El derecho del hombre a la existencia y a un tenor de vida


correspondiente a la esencial dignidad de la persona humana, compren­
diendo también la “seguridad social” (Pacem in terris, párrafo 11, AAS
55,1963, 259s.; Gaudium et spes, n. 26, párrafo 2; n. 27, párrafo 3; n.
51, párrafo 3; n. 66, párrafo 3; Radiomensaje de Pío XII, 24-XII-1942,
párrafo 37, AAS 35, 1943, 19; Alocución de Pío XII, 29-X-1951, párra­
fos 11-12, AAS 43 (1951), 838s.; Alocución de Pío XII, 13-X-1952,
Pwafos 21-30, AAS 44 (1952), 784-787; Alocución de Pío XII, 30-IX-
”54. párrafos 5-8, AAS 46, 1954, 589-591).

ho derechos referentes a los valores morales y culturales: al


pro?’ libertad en la búsqueda de la verdad, en la expresión del
ooin'ú P^/’^^’^jento, en la creación artística (salva la moralidad y el bien
*’'<‘c¡ón .libre vida cultural de las minorías nacionales, a una infoi-
la va y ^1 libre examen y crítica de la actuación del Gobierno
o pública (Pacem in terris, párrafo 12, AAS, p. 260; Gaiidiiim
2; n. 59, párrafos 4 y 5; n. 73, párrafos 2 y 3,
Rad Pío 24-XI1-1942, párrafos y 35s., AAS, pp. 14
‘omensaje de Pío XII, 24-XlI-1941, párrafos 19-20 y 25; AAS

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human«« y269
e) a una cquilaliva participación en el uso de los bienes
*
iral’“jí
^^ ’rimarianienle deslinatlos a la comunidad de lodos los hom-
Lic''‘^ ‘^,^’iina razonable indcpentlencia económica lanío respcclo del
l,fcs: ^1^0 respcclo de la potencia capitalista privada; c) a participar,
^o(ra forma, en el dominio de los bienes (aun de los medios de
7n) salva siempre la función social intrínsecamente inherente a
privada (Paceni in lerris, párrafos 18-22, AAS, p. 26 Is.;
la et xpex, n. 26, párrafo 2; n. 27, párrafo 3; n. (H, párrafos 2 y
párrafo I; n. 6^^), párrafo I; n. 71, párrafo 5; Radiomensaje de
26ss., AAS, p. I7ss.; Mater et magistra,
. ’psoecialmente en la parte segunda, AAS 53, 1961, pp. 4l3ss.;
P’^’‘.‘"’’pnsaie de Pío XII, I-VI-1941, AAS 33,1941, 195-205 [versión
allí mismo, pp. 227-2371; Radiomensaje de Pío XIÍ, 24-XII-
¡9?!" párrafos 38 y 42-47, AAS 44, 1952, 13-15).

8) Derecho de reunión y asociación {Pacem in terris, párrafo


• AAS p. 'Ifal'i:, Gaudium et spes, n. 73, párrafo 2; Divini Re-
/mpwfíí, ’ párrafos 29, 1937, 78-80). En particular: a)
rbertad de asociación de derecho privado para fines honestos, con la
'nica condición de dejar a salvo el justo orden público (Rerum novarum,
párrafos 34-35, AAS 23,1890-91,663-665; cf. Dignitatis humanae, n. 7,
párrafo 3, donde se determina el concepto recto de orden público justo);
h) genuina autonomía de los cuerpos sociales intermedios (inferiores al
Estado y más amplios que la familia) respecto al Poder Público {Mater
etmagistra, párrafo 65, AAS 53, 1961, 417; cf. Gaudium et spes, n. 75,
párrafo 2); c) derecho de los trabajadores a fundar libremente asociacio­
nes que puedan representarlos verdaderamente y contribuir a estructurar
la vida económica con una recta ordenación, y también el derecho a
participar libremente en la actividad de las mismas, sin peligro de repre­
salias; se proclama expresamente que estos derechos deben ser contados
entre los derechos fundamentales de la persona humana (Gaudium et
¡pes, n. 68, párrafo 2).

9) Derecho a la libre elección de domicilio, a la emigración y a


la inmigración {Pacem in terris, párrafo 25, AAS, p. 263; Radiomensaje
Pío XII, 24-XII-1952, párrafos 31 y 33, AAS 45, 1953, 41s.; cf.
W/nm e/ spes, n. 65, párrafo 3).

10) Derecho a participar activamente en la vida pública, a tomar


veí^^i ^^gán modo en la actividad legislativa y ejecutiva para promo-
saip^a n'' cumún {Pacem in terris, párrafo 26, AAS, p. 263; Radiomen-
Pío 23-XÍI-I942, párrafo 10, AAS, p. 12; Radiomensaje de
*
AlocnI-’'2'^'^ ’’’^44, párrafos 7-11 y 14, AAS 37, 1945, Hs y 13;
*on de Pío XII, 2-X-1945, párrafos 7-13, AAS 37, 1945, 257s.).

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270 actitudes
” Mok .
11) Derecho a no ser objeto de discriminaciones
Público en razón de las creencias o de la incredulidad r P’’ «I
dium el spes, n. 21, párrafo 6). ^''giosa (¿J'f

12) Derecho a la tutela jurídica de los propios dere h


guridad jurídica), incluso frente al Estado, mediante tribum i ’a se
dientes c imparciales y normas jurídicas claras, con exclu ’
tormento, sea físico, sea psíquico, en el proceso judicial
{Pacem in terrís, pánafo 21\ Radiomensaje de Pío XII 7J
párrafo 48-52; Alocución de Pío XII, 3-X-I953, párrafos í 7 *'^^2,
45,1953. 735ss.; cf. Gaiidium el spes, n. 27, párrafo 3)
13) Estos derechos del hombre son inviolables (Parp ■
párrafos 9 y 60 s., AAS, p. 259 y 273s.; Gaiidium et spes n
2; n. 29. párrafos 2 y 4). “Estos derechos esenciales son’de til
inviolables que contra ellos ninguna razón de Estado, ningún
bien común podrían prevalecer” (Alocución de Pío XII ?? iv
párrafo 4, AAS 41, 1949, 556). ’ ^^-’2^-1949,
14) Derecho a defender, dentro de los límites de la lev natural in
derechos propios y de los conciudadanos contra el abuso del Po¿er
Publico et spes, n. 74, pánafo 5; Firmissimam constaniiam
párrafos 33-36, AAS 29, 1937, 196s.). ’

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MORzM. ni: AíTl-nin,,. ,

■' U la lil/’* PArr-r

‘.jn I,berta
’ p.n \ll Radioniensaje de 24 de diciembre de 1942- ,
Trata del orden interno de los Estados, de k, Í 3»

dc^mer ensayo de Declame,on de Derechos .¿ > E,


"libre,
O.’ YI! Radiomensaje de 24 de diciembre de 1944
„ 'la^to'ds 34-38: AAS 37 (I945),l Is, y 18-20. C' y.
*
,;ii.icos fundamen,ale.s. se proscribe la guerra de agresi/'
^ana la exigencia de una organización pohlica internacional" ’ *
' ,0, Pío Xn. Alocución de 2 de oclubre de 1945, párrafos’,

A^S ?7 257s. Trata de la necesidad de evitar tanto el “(qi ‘


Hurismo" como el “autoritarismo” en la organización y funcionamienío
de la pública autoridad.
11) Pío xn. .Alocución de 25 de septiembre de 1949, párrafo 4-
.A.AS 41 (1949). 556. Trata de la inviolabilidad de tos Derechos del
Hombre.
12» Pío xn. .Alocución de 17 de febrero de 1950, párrafos 5 y 22: '
.AAS 42 (1950). 251 y 256. Trata de la libertad de la opinión pública y
de la opinión pública en la Iglesia.
13) Pío XII, Alocución de 29 de octubre de 1951, páiTafos 1112:
AAS 43 (1951), 838s. Trata de la inviolabilidad de la vida del hombre
inocente (en relación con el problema de la güeña).
14) Pío XII, Radiomensaje de 24 de diciembre de 1951, párrafos
38 y 4247: AAS 44 (1952), 13-15. Proclama que la genuina libertad es
condicionante de la paz.
15) Pío XII, Alocución del 13 de octubre de 1952, párrafos 2130.
AAS 44 (1952), 784-787. Trata de la inviolabilidad de la vida del hom­
bre inocente.
16) Pío XII, Radiomensaje de 24 de diciembre de 1952, páirafos
y 33. AAS 45 (1953), 41 s. Trata del derecho de emigración e
wlidarida^d) problema demográfico y con el de ei

narteVvi^A^c^h de 3 de octubre de 1953


K „ i„ (espccialineule, pp. 735-7393 '*
P intipios y de las garanlías fundamentales en Derecho P

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,«s ""-'Wv
,4 l942J6s.yl8s.;AI<KUción de Pio XII, 17-11.15
AAS 42 (1950), 251 y 256; Radiomensaje de P(„ v,, ' »traf.,
44, 1952, 13-15). ’*
"'24-xÌ,5,

3) Derecho a una piena participación en los bien


según la capacidad personal de cada uno, sin acepción deÍ
les derecho a una apta formación intelectual, moral, relio soc 5
mente desarrollada; a una formación técnico-profesionalfeq '
correspondiente a la aptitud y al mérito personales .'^Perio,'
párrafo 13, AAS, p. 260; n. 26, párrafo ?
párrafos 1-2; Radiomensaje de Pío XII, 24-XII-1942, párrafo/i."’ ^0,
AAS.p. 19s.). '-^^42,

4) Derecho a obrar según la recta norma de la propia c ■


(Gaudium et spes, n. Ih, párrafo 2; cf. n. 16; Dignitatis
párrafo 3). "• 3.
5) Derecho de todos los creyentes a dar culto a Dios, tambié
forma pública, según la recta norma de la propia conciencia (Pacem^^
/erris, párrafo 14, AAS, p. 260; Gaudium ef spes, n. 26, párrafo 2- n 7?
párrafo 2; Radiomensaje de Pío XII, 24-XII-1942, párrafo 37, AAS n’
19; Mit hrennender Sorge, párrafos 35-37, comp. párrafos 9-12 y 28
AAS 29,1937,159s., 148s. y 156 [versión italiana, párrafos 38-40,11-14
y 31, allí mismo, p. 18ls.,171 y 178]; Firmissimam constantiam,\)mi.
fos 33-36, AAS 29, 1937, 196s.; Radiomensaje de Pío XII, 24-Xn-
1941, párrafo 25, AAS 34, 1942, 18s.; Dignitatis humanae). Derecho de
la persona humana a la inmunidad de coacción humana en materia re­
ligiosa, con la exclusiva condición de que se guarde el justo orden
público (Dignitatis humanae, n. 2, párrafos 1 y 2 y todo el documento).
6) Derecho a la libre elección del estado de vida: sea el matri­
monio —con igual derecho del varón y de la mujer, con base eco­
nómica, social, cultural y moral; monogàmico e indisoluble; salvo el
derecho de los padres a la procreación y educación de los hijos, sobre
todo en el aspecto religioso y mora)—, sea la vida sacerdotal o religiosa
(Pacem in terris, párrafo 15, AAS, p. 261; Gaudium et spes, n.
pánafo 2; n. 29, párrafo 2; n. 52, párrafo 2; n. 87, párrafo 3;
saje de Pío XII, 24-XII-1942, párrafo 37 y 40, AAS, p. 19s.^
illius, párrafos 25-35, AAS 22, 1930, 58-62; Radiomensaje de no -
1-VI-1941, pánafo 21, AAS 33,1941, 201 s.).
. . . Derechos económicos-sociales: a) a algún grado de
iniciativa; b) a ejercer el trabajo en condiciones que
dignidad de la persona humana y a las circunstancias, con una c
te participación en las responsabilidades y con una retri jj¡gj- del
que, en razón de tal, ha de ser suficiente para la vida a

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