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LA VIVIENDA Y EL ESTADO –ARQUITECTURA EN EL PERÚ

La relación entre el Estado y la edificación de vivienda de interés social presenta una larga
historia, cuya complejidad política y socioeconómica dificulta un fácil resumen; sin embargo,
quisiéramos tocar algunos asuntos referentes a este tema, desde el punto de vista de su
influencia en la arquitectura y el urbanismo en el Perú. Por sus especiales características, la
vivienda de interés social ha sido el vehículo más efectivo para la introducción de nuevas y
renovadoras ideas sobre arquitectura y urbanismo. Más que la arquitectura doméstica
destinada a los niveles altos de la población o que los edificios comerciales o institucionales,
cuyas características arquitectónicas han tendido, en la mayoría de los casos, a reafirmar
valores tradicionales y conservadores, los programas de vivienda económica han materializado
propuestas auténticamente renovadoras, por lo menos desde un punto de vista estrictamente
arquitectónico. El origen de la relación entre Estado y vivienda de interés social data de
aproximadamente cincuenta años. Hasta los años treinta, la provisión de vivienda para los
sectores social y económicamente desfavorecidos había estado en manos de instituciones de
beneficencia; y consistió básicamente en la construcción de quintas de un diseño elemental
relativamente racionalizado, partiendo en realidad del callejón espontáneo, planeándolo y
edificándolo como un conjunto integral.

El primer barrio obrero, construido en el distrito de La Victoria en 1936, aportó dos conceptos
fundamentales, en ese entonces prácticamente revolucionarios: el del «área libre» como lugar
de expansión e integración social, y la racionalización funcional y tecnológica de la idea de
«vivienda mínima». El proyecto consistía en un conjunto de casas unifamiliares ordenadas
alrededor de un campo deportivo, concepción totalmente nueva en ese momento. Otro
aspecto interesante, desde un punto de vista estilístico, es que, pensando en la economía
como criterio fundamental, se despojó a las edificaciones de toda ornamentación, llegándose,
de forma tal vez involuntaria, a una expresión arquitectónica de líneas muy simples y claras,
techos planos y aleros, ventanas sin decoración, etcétera, que se podía inscribir perfectamente
en el naciente estilo mecanicista de la arquitectura moderna. Aquí, en el Perú, a esa expresión
arquitectónica se la denominó estilo buque. En otro barrio obrero construido posteriormente
en la actual avenida Caquetá, el arquitecto Dammert incorporó a su propuesta un nuevo
elemento: la racionalización de la circulación mediante corredores en segundo nivel y al
descubierto. Hubo también en este proyecto una gran preocupación por diferenciar
funcionalmente las distintas habitaciones de la vivienda de acuerdo con su uso (dormitorios,
baño, cocina, etcétera), y por dotarlas a todas de una adecuada iluminación y ventilación.
Tanto por la concepción apretada y racional del «área mínima» necesaria, el despojamiento de
toda ornamentación, la racionalización de los elementos usados, el ordenamiento de la
circulación y el uso de las áreas libres como lugares de expansión y encuentro, así como por la
búsqueda de una expresión arquitectónica simple y directa, estos barrios obreros se pueden
proclamar con toda justicia como los auténticos representantes de la nueva arquitectura en el
Perú de los años treinta

Es importante para este planteamiento que las torres presenten el primer piso transparente y,
de ser posible, totalmente libre, para que las áreas verdes se proyecten ininterrumpidamente
en un sentido tanto visual como de flexibilidad de la circulación peatonal. Si bien en San Felipe
esta idea es reconocible, no se encuentra totalmente resuelta debido, en parte, a la ocupación
parcial del primer piso; y en parte, a que muchas áreas libres no están ocupadas por jardines
sino por amplias playas de estacionamiento que desvirtúan inevitablemente el carácter ideal
del área verde ininterrumpida. Desde un punto de vista espacial y urbanístico, el Conjunto
Residencial San Felipe no organiza sus espacios exteriores basándose en calles o plazas, y ni
siquiera en patios o áreas deportivas, como lo hacían conjuntos habitacionales precedentes,
sino en esta idea de gran área libre que lo cubre todo. Este planteamiento solo es posible si se
recurre a edificios tipo torre, que no son tanto creadores de espacio a escala humana como
elementos puntuales colocados sobre esta área. Las ideas de calle, tanto vehicular como
peatonal, así como de barrio, se incluyeron por primera vez en agrupamientos destinados a
vivienda económica en el Conjunto Los Próceres, diseñado por un equipo dirigido por el
arquitecto José Bentín, y ya durante el Gobierno Militar (1968-1980). Este agrupamiento,
directamente inspirado en los new towns ingleses de los años sesenta, busca crear también un
segmento autónomo de la ciudad con equipamiento propio. Tal vez se podría decir que el
regreso de la vivienda unifamiliar constituye un retroceso en relación con toda la historia de
los conjuntos habitacionales de interés social; pero, desde este punto de vista, es preciso
reconocer la introducción renovadora de la idea de calle y plaza a escala humana como los
elementos fundamentales de la configuración del espacio libre

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