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LA DISTINCIÓN DE DIOS!

Algunas veces pienso que nos parece que nada cambia.


Sentimos como que estamos estancados en nuestra cotidianidad
y que nuestras vidas solo repiten lo mismo una y otra vez. Pero
esa no es la realidad. La realidad es que cambiamos, y que
cambiamos cada día de nuestras vidas, pero muchos de esos
cambios que ocurren son superficiales – ganamos algo de peso;
lo perdemos y cosas como esas. Los cambios en nuestra
personalidad, en la dirección de nuestras vidas son, en su mayor
parte, graduales y casi imperceptibles.

Pero creo que todos nosotros hemos experimentado momentos


de crisis en la vida que han alterado radicalmente la dirección de
nuestras personalidades o nuestras carreras. Si piensas en el
pasado de tu vida, serás capaz de identificar, estoy seguro, un
puñado de experiencias críticas, momentos críticos que han
cambiado para siempre el curso de tu vida.Yo había sido cristiano
por un poco más de un año, y mi conversión a Cristo, el punto
más dramático de mi vida. Me había enamorado de Jesús, y mi
vida dio un vuelco por completo. Mis amigos pensaban que había
perdido la razón. Ellos no podían superar esa transformación y la
preocupación por aquello que marcó mi personalidad.Yo estaba
obsesionado con aprender la Biblia, pasaba todo el tiempo
devorando la Biblia. Un día mi profesor de Filosofía estaba
hablando de San Agustín. Estaba enseñando acerca del
entendimiento de Agustín de la creación del universo. Y Agustín
estaba hablando acerca del poder trascendente de Dios por el
cual Él podía traer un completo universo a existencia, solo por la
pura fuerza de su mandato.
Él estaba describiendo lo que Agustín había llamado el
Imperativo Divino, el poderoso mandamiento por el cual Dios
podía decir simplemente, “Sea la Luz” y fue la luz. Y mientras yo
escuchaba eso, tuve una repentina epifanía de la grandeza de la
distinción de la majestad de Dios, que no me había dado cuenta
aun durante mi primer año de absorción de mi interés en estudiar
las Escrituras.  Y lo que pasó fue casi como una segunda
experiencia de conversión para mí. Había pasado por esa
conversión a Cristo. Me había enamorado de Jesús, la Segunda
Persona de la Trinidad, pero en esta ocasión, escuchando esta
exposición del Génesis de uno de las mentes más grandes de la
historia de la iglesia, San Agustín, de repente tuve un completo y
nuevo entendimiento del carácter de Dios, el Padre. Y cuando
digo un nuevo entendimiento, quiero decir un entendimiento
diferente. Nunca más pude mirar a Dios como un tipo de Santa
Claus celestial, un ujier cósmico que está de turno para
responder cada una de mis peticiones y mandamientos.  Nunca
más pude pensar en la fe como algo que empieza y termina en
mi experiencia.

Ahora mi atención no estaba en aquel que fue salvado (o sea en


mi persona), sino en Aquel que descendió del Cielo para
encontrarme, para redimirme, para perdonarme, y reclamar
mi vida para Él. Y empecé a tener este nuevo entendimiento del
Dios con el que debía tratar. Y recuerdo que cuando terminó la
clase yo estaba petrificado. Sentía que debía conocer a Dios,
tengo que conocer más de Aquel que confiere, que revela y que
manifiesta tal grandeza y excelencia magnífica. No era suficiente
con solo estudiarlo.  No quería simplemente un entendimiento
abstracto de ideas. Lo que ahora quería más que nada era
encontrarme a solas con Dios.
¡EL LUGAR SANTO!
Mencioné como Agustín abrió mi entendimiento a una dimensión
completamente nueva del carácter de Dios y que me asombró
escuchar cómo Agustín explicó el poder y la majestad y la
santidad de Dios. Bueno, él mismo Agustín escribió un pasaje
interesante sobre su propia experiencia personal con la presencia
de Dios. Esto es lo que dijo: “¿Qué es eso que fulgura a mi
vista y hiere mi corazón sin lesionarlo?” ¿Notan el contraste
entre estas imágenes? Algo que lo atraviesa, algo que lo azota,
algo que lo golpea con una tremenda fuerza y, aun así, no lo
lastima, no lo hiere, no le deja marcas. Hay algo que le atrae de
este tema y que hiere su corazón, pero al mismo tiempo hay algo
que lo atemoriza. Él dice: “Al mismo tiempo me siento
horrorizado y enardecido”. ¿Qué quiere decir con horrorizado?
Que es una experiencia estremecedora, una experiencia que lo
hace temblar.

Podemos haber sido hechos a su imagen. Podemos disfrutar


cierta semejanza o similitud con nuestro Hacedor, pero más allá
de esa semejanza y más allá de tal similitud existe una enorme
diferencia, la disimilitud entre quién es Dios y quiénes
somos nosotros.

Volvamos a San Agustín cuando él hizo la siguiente pregunta,


“¿Qué es eso que fulgura a mi vista y hiere mi corazón sin
lesionarlo? Me siento horrorizado y enardecido…
horrorizado, por la desemejanza con ella; enardecido, por la
semejanza con ella.”
Hay un sentido en el cual nosotros somos como Dios, hechos a
Su imagen, y es debido a que somos hechos a su imagen y
hechos para su gloria, y hechos originalmente para disfrutar de
comunión con Él,.

Al haber sido diseñados en nuestra propia naturaleza como


criaturas hechas a la imagen de Dios, anhelamos por nuestra
residencia en su presencia. Es como si hubiera algún tipo de
vacío dentro de nosotros, un abismo que nos obsesiona en la
profundidad de nuestras almas hasta que podamos alcanzar y
abrazar en una relación armoniosa al Dios que nos hizo. Y, sin
embargo, debido a nuestro distanciamiento de Dios y debido a la
disimilitud entre quién es Él y lo que somos nosotros,
permanecemos temblando cada vez que se entromete en nuestra
presencia. Ante tal intrusión, esos momentos preciosos, esos
momentos significativos donde sentimos la presencia de Dios
están llenos con la ambivalente reacción de atracción y temor.
¡LA CAÍDA DE UN HEROE!

Cada uno de nosotros experimentamos momentos de crisis en


nuestras vidas que van a definir el resto de nuestro futuro.
Cambian el rumbo de nuestro camino. Nos desvían de un rumbo
y nos ponen en uno nuevo del cual nunca debemos desviarnos.
En el Antiguo Testamento, quizá, nada sería mas traumático para
un hombre que ser llamado directa e inmediatamente por Dios
para ser convocado a un santo oficio y vocación; ser ungido por
el Espíritu Santo y ser apartado para el rol y oficio de profeta.

Desde el momento en que Jeremías, o Amós o Ezequiel fueron


llamados por Dios, investidos por Su espíritu para esa vocación,
sus vidas nunca fueron las mismas, porque ser un profeta era
uno de los oficios más demandantes y difíciles que cualquier
humano pudiera realizar en el Antiguo Testamento.Porque hablar
de parte de Dios exigía, una y otra vez, hablar en contra de sus
semejantes. Estar de parte de Dios siempre ha significado lo
inevitable de los momentos tensos en los que debemos enfrentar
a nuestros amigos, incluso contra nuestras familias, tal como lo
dijo Jesús. Moisés pensó en rechazar el llamado; Jeremías
protestó contra su oficio, pero una vez hecho el llamado, no había
salida. Realmente no había opción cuando Dios ungía a una
persona en Israel para ser profeta. No había vuelta atrás. Ese
llamado debía ser obedecido. Toda persona que es colocada
en esa posición y que tiene la gran responsabilidad de hablar con
veracidad la Palabra de Dios, cuentan con la credencial de un
llamado sagrado.
El capítulo 6 de Isaías es el registro del llamado de Isaías al oficio
de profeta. Él dice al inicio de ese capítulo que fue en el año en
que el rey Uzías murió. Así que el escenario para la consagración
de Isaías en Israel, y algunos han dicho que Isaías, si podemos
medir en tales términos, fue el profeta más grande del Antiguo
Testamento. Él fue quien se relacionó con reyes, a quien
buscaron como consejero en asuntos diplomáticos. Era un
estadista y también un profeta.Son pocos los reyes de Israel de
los cuales podía decirse que buscaron al Señor. Pero se dice de
Uzías que en esos días en que buscó a Jehová, Dios derramó
sus bendiciones sobre él, sobre su casa y sobre toda la nación.
“Mas cuando ya era fuerte, dice la Biblia, su corazón se enalteció
para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su Dios,
entrando en el templo de Jehová para quemar incienso en el altar
del incienso”. Por cincuenta y dos años fue rey, y por casi cada
uno de esos años, él buscó a Dios con rectitud y diligencia. Sus
políticas demuestran justicia, pero se llegó a intoxicar con su
propio poder, con su propio estatus a tal punto que él tomó una
decisión que lo llevó a la permanente destrucción de sí mismo y
de la nación. Él no estaba satisfecho con ser el rey. Él quería ser
un sacerdote también. Así el rey Uzías fue leproso hasta el día de
su muerte.Y el sentimiento de que si este rey podía caer de forma
tan miserable, ¿En quién se puede confiar? ¿En quién se puede
descansar? ¿Quién podría ser el rey en quien se puede confiar
total y absolutamente? Y es en este contexto de tal pregunta en
el que Isaías ve a Dios en su trono. El rey terrenal estaba muerto,
pero el Rey de reyes estaba vivo, estaba bien, y estaba ahora
llamando a Isaías a ser su profeta.Hubo un enorme vacío de
liderazgo en la nación, y fue durante esa crisis que Isaías se
encontró con el Dios y Rey de Israel, quién era totalmente
santo, que no tenía ni una sombra de variación, ninguna
posibilidad de caer, ninguna posibilidad de desilusionarnos.
Él está todavía en su trono.
¡RESPLANDECIENTE DE GLORIA!

Dios aparece a Isaías. Él dice, “En el año que murió el rey Uzías,
vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus
faldas llenaban el templo”. Juan nos dice en el Nuevo Testamento
que la visión que Isaías tuvo no fue una visión de Dios el Padre,
sino que fue una visión de la presencia celestial, mucho antes
de la encarnación, era una visión de la presencia celestial de la
exaltada segunda persona de la Trinidad. Isaías tuvo el
privilegio de ver sentado en el cielo en la Jerusalén celestial, en
el templo celestial al Rey de reyes y Señor de Señores.

(Cada vez que lee SEÑOR en mayúsculas en Las Américas o la NVI, es


porque se trata del término hebreo que se traduce en la RV60 como
Jehová “Yo Soy el que soy”. Ese es el sagrado nombre de Dios, el santo
nombre de Dios – Jehová. En el verso 1 está la palabra “Señor”, sólo con
S mayúscula y se traduce en hebreo “Adonai”, y que significa simplemente
el Soberano)

Isaías ve al Señor. Ve a Adonai. Él tiene una visión de aquel que


es totalmente soberano. Y lo ve a Él con toda su investidura. Lo
ve a Él después de su coronación. Lo ve a Él ocupando el trono
alto y sublime. Imágenes de exaltación, imágenes que
demuestran la gloria de Dios, la gloria del Ungido de Dios, la
gloria de Cristo. Entonces, es en ese contexto Isaías dice que,
“… sus faldas llenaban el templo”. Y mientras él observa al
interior de las cámaras del cielo mismo, dentro del lugar donde
está el trono de Dios, él ve a la Deidad sentada en su trono,
donde la cola de su túnica llena por completo al templo
celestial.
Nunca ha habido una vestimenta así en la tierra, un tipo de
majestad que no conoce paralelo en la tierra. Es una majestad
trascendente la que él observa, porque “… sus faldas llenaban
el templo”. Y luego Isaías describe los seres que acompañaban y
rodeaban al rey. Él dice, “Por encima de él había serafines; cada
uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían
sus pies, y con dos volaban”. ¿Por qué seis alas? ¿Por qué
tenían que cubrir sus caras?¿Cuál es el hábitat, cuál es el
ambiente de un serafín? Es la inmediata presencia de Dios. Y
así Dios los equipo con apéndices que estaban diseñados para
cubrir sus rostros.

Sabemos que en la Escritura se nos dice de los seres humanos


que ninguno podrá ver a Dios y vivir. Recordamos cuando Moisés
le dijo a Dios: “Te ruego que me muestres tu gloria”. Y Dios le
respondió: “Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y
proclamaré el nombre de Jehová delante de ti… He aquí un lugar
junto a mí, y tú estarás sobre la peña; y cuando pase mi gloria, yo
te pondré una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano
hasta que haya pasado. Después apartaré mi mano, y verás mis
espalda pero… no se verá mi rostro” “… porque no me verá
hombre, y vivirá”. No es porque Él sea invisible que no
podemos verlo sino porque hay una deficiencia en nuestro
carácter. Una deficiencia en nuestro corazón. No somos puros
de corazón, y debido al pecado, no estamos permitidos de
contemplar la presencia de Dios. Los serafines, esos seres
celestiales no caídos y sin mancha están equipados para
proteger sus ojos de la ardiente gloria de Dios. Aun los ángeles
deben cubrirse sus ojos de la luz que es más brillante que el sol
del mediodía.
Y les fueron dadas dos alas adicionales para cubrir sus pies.
¿Por qué? Una vez más, cuando Moisés entró en la presencia de
Dios cuando se le apareció a él en el desierto madianita, le habló
desde la zarza ardiente, diciéndole: “¡Moisés, Moisés!… quita el
calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa
es”. Era santa porque Dios estaba allí. Y nuestros pies indican
que estamos atados a la tierra. Y Moisés es llamado a sacarse el
calzado, un gesto simbólico que reconocía que ahora esa criatura
está de pie en la presencia del Todopoderoso Dios.

Aun los ángeles cuyo hábitat natural es el cielo mismo son


criaturas. Ellos cubren sus ojos para protegerlos de la gloria
ardiente; cubren sus pies para reconocer en humildad que son
criaturas delante del Dios viviente. Lo que Isaías ve, y lo que
Isaías siente es el compartir, el asombro de los ángeles mismos
mientras ellos contemplan la presencia de Dios.
¡EL HIMNO DE LOS ANGELES!

Era el siglo VIII antes de Cristo cuando Isaías fue llamado por
Dios para ser profeta, uno de los profetas más importantes de la
historia del Antiguo Testamento. Fue en ese momento de la
historia en que Isaías tuvo la experiencia de ver los lugares que
eran el corazón del cielo mismo, Isaías fue capaz de ver al Señor
mismo exaltado y sentado sobre un trono.

En nuestra última sesión analizamos el significado de la


estructura de los serafines, y terminé mencionando que no era
tanto la naturaleza de los serafines lo que nos interesa aquí, sino
su mensaje. Se nos dice en el capítulo 6 de Isaías: “Y el uno al
otro daba voces, diciendo: “Santo, santo, santo, Jehová de
los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.”

(Los judíos usaban la repetición para poner énfasis o dar importancia a


algo. Jesús lo hizo. Cada vez que Él enseñaba a sus discípulos, con
frecuencia Él empezaría diciendo: “Amén, amén te digo.” Lo que
usualmente se traduce en las versiones antiguas como: “De cierto, de
cierto te digo” o en las versiones más recientes se traduce: “De verdad, de
verdad te digo. ¿Y qué significa amén? Viene de la palabra hebrea amut
que significa verdad. Así que amén significa es verdad. Pero Jesús hizo
algo extraordinario. No esperó por el consentimiento de sus discípulos
para afirmar que lo que estaba diciendo era verdad. Él presentó sus
enseñanzas con la palabra amén, diciendo amén, amén. Las repitió y los
discípulos sabían que esa era su técnica de énfasis para subrayar algo
que era de suma importancia)

Ahora, lo importante es que la canción de los ángeles no es solo


santo es el Señor. Ni están cantando santo, santo es el Señor. La
canción que cantan es que Dios es santo, santo, santo. Otra vez,
en ningún otro lugar de las Escrituras un atributo de Dios es
elevado a este grado de importancia.
La Biblia no dice que Dios es amor, amor, amor o misericordia,
misericordia, misericordia o justicia, justicia, justicia o ira, ira, ira;
nos dice que es santo, santo, santo.

Algunas personas me han dicho: No creo eso; mi Dios es un Dios


de amor. Bueno, ciertamente la Biblia enseña que Dios es un
Dios de amor, pero no podemos acercarnos a las Escrituras
como si se tratara de una mesa de buffet donde podemos
escoger y elegir esos atributos de Dios, poner en nuestro plato lo
que nos apetece y dejar en la mesa, para los otros, lo que no nos
gusta, porque Dios es Sus atributos. Él es todos Sus
atributos, de modo que su amor, por ejemplo, es siempre un
amor santo, un amor justo y un amor soberano.

De la misma manera, su santidad es siempre una santidad


amorosa, una santidad justa, una santidad soberana. Así que,
no podemos construir una jerarquía de atributos y decir que uno
es más importante que el otro. Pero si tuviéramos que hacer eso,
de hecho, a la luz de la revelación bíblica del carácter de Dios, el
atributo que destacaría entre los otros, sería el atributo de la
santidad. De hecho, hay muchos estudiosos que creen que la
santidad no es simplemente un atributo único, sino que captura y
reúne todos los atributos de Dios juntos, porque la santidad
señala la majestad trascendente, la grandeza superlativa, la
distinción que caracteriza a Dios y lo hace único y lo hace
digno de nuestra adoración.

Ahora, quiero que noten que en este texto la actividad de los


ángeles día y noche en la presencia de Dios, la cual Isaías tuvo
el privilegio de contemplar, fue la actividad de adoración. Su
actitud era una de reverencia, de honor y de dar gloria a Dios. Es
la naturaleza de estos ángeles el adorar y exaltar a Dios.
Fuimos creados con una naturaleza que fue diseñada para
adorar, honrar, venerar, exaltar la majestad de Dios. Pero ahora,
después de la intromisión del pecado en nuestras almas, tal
adoración y exaltación del carácter de Dios ya no es natural en
nosotros. Es extraño a nosotros. Esto es algo que tiene que
fluir de un alma renovada, solo cuando Dios el Espíritu Santo
cambie la disposición de nuestro corazón, seremos capaces
de adorarle en espíritu y en verdad.

¿Cuál es la primera petición que encontramos en el Padre


nuestro? ¿Cuál es el primer pedido? ¿Cuál es la primera cosa
que Jesús instruye a sus discípulos para que oren? “Padre
nuestro que estás en el cielo, Santificado sea tu nombre”. ¿Qué
significa eso? Jesús dijo, cuando ores, lo primero por lo que
debes pedir es que el nombre de mi Padre sea considerado como
santo.

Los serafines entienden el reino de Dios en su morada celestial


porque están allá arriba del trono de Dios cantando diariamente,
regocijándose por la entronización del rey. Allí, el reino es una
realidad visible y los ángeles en el cielo, cada minuto, hacen y
hacen a la perfección la voluntad de Dios. Los ángeles en el cielo
también entienden que Dios es santo y cantan este himno todos
los días. Esto es lo que Isaías vio, no la ciudad del hombre, sino
la ciudad de Dios donde en todos y en cada uno de los
momentos hay una conciencia aguda y una celebración gozosa
de que Dios es santo, santo, santo.
 
Hasta que comprendamos quién es Dios, podremos captar el
estándar, la norma por la cual todo lo demás en este universo,
incluido nosotros mismos, debe medirse. En las Sagradas
Escrituras, el estándar final por el cual usted será medido es el
carácter mismo de Dios, cuyo carácter es totalmente santo.
¡LA MAJESTAD DE DIOS!

No hay un solo segundo que pase por el reloj sin que haya algún
lugar en la tierra donde haya gente celebrando la venida de
Cristo al mundo y el triunfo de Cristo sobre la oscuridad, sobre la
fealdad y la desesperación. La gloria de Dios que no puede
ocultarse ni esconderse bajo la fachada del deterioro o muerte.

Y pensé en el sexto capítulo de Isaías, cuando los ángeles


cantaban la respuesta antifonal celebrando la santidad de Dios
mientras se decían uno a otro, “Santo, santo, santo es el Señor,
Dios de los ejércitos” Ellos añaden al coro las siguientes
palabras,“Toda la tierra está llena de su gloria”, la tierra está
llena con la evidencia de la gloria de Dios.

El apóstol Pablo en el primer capítulo de Romanos describe la


situación que es común a la humanidad. Pablo nos dice en
Romanos 1 que desde el mismo inicio del tiempo, desde el
mismo comienzo de la creación Dios se ha revelado a sí mismo y
continúa revelándose a sí mismo a través de la naturaleza. Él
dice allí, “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y
deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del
mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas…”
y sostenemos esta verdad de la revelación en un espíritu de
impureza. La resistimos, la reprimimos, la enterramos, la
enjaulamos. Entonces el apóstol dice que “… la ira de Dios se
revela…” contra el mundo entero, y la razón de su enojo es
porque reprimimos y suprimimos la gloria que Él manifestó
aun en la naturaleza misma. Y añade que nuestra propensión
es a cambiar la verdad de Dios por la mentira, y servir y
adorar a las criaturas en vez de al Creador.
Esa es nuestra inclinación natural, una inclinación hacia la
idolatría, fijando nuestra mirada en las cosas de este mundo y
nunca reconociendo cómo las cosas de este mundo guían
nuestra atención más allá de este mundo a la gloria y a la
majestad de su Creador. El pecado fundamental, de acuerdo al
apóstol, es que rechazamos el honrar a Dios como Dios, ni
tampoco somos agradecidos.

Si la tierra está llena de la gloria de Dios, no tenemos que ser


genios científicos para encontrarla. No necesitamos un
microscopio. Está en todas partes. La claridad manifiesta de la
majestad de Dios nos rodea por completo y hemos perdido
nuestra capacidad de asombro. Hemos trivializado la gloria
divina.

Volvamos a la visión de Isaías mientras oye a los serafines


afirmando, “Santo, santo, santo es el Señor de los Ejércitos. Toda
la tierra está llena de su gloria”. Lo que sigue inmediatamente en
el texto es extraordinario. Él dice, “Y los quiciales de las
puertas se estremecieron con la voz del que clamaba… y la
casa se llenó de humo”, las puertas del templo interior del cielo
mismo están repentinamente temblando en sus bases y vibrando
ante el espectáculo de la gloria divina. Si no podemos
emocionarnos con la gloria de Dios, entonces algo está mal, algo
no está funcionando en nuestras almas, porque en ese texto,
cuando la gloria de Dios es presentada de forma simple y su
santidad está radiando a través del santuario, las puertas y las
columnas del templo son movidas. Esas son cosas y objetos
inanimados. Las puertas no tienen espíritus. Las puertas no
tienen almas. Las puertas no tienen mentes; pero aun esos
objetos hechos de madera o metal fueron movidos por la
presencia de Dios.
No hay un encuentro que pueda tener un ser humano que
sea más relevante para la vida diaria que encontrarse con el
Dios viviente.

Uno no fue creado para aburrirse con la gloria de Dios. Tienes


que estar espiritualmente muerto para aburrirte con la gloria de
Dios, porque la gloria de Dios llena la tierra. 

¿Cuán práctico es realmente ir por la vida estando muy


preocupado con las cosas del momento que nunca nos
detenemos para penetrar la superficie? Cuando entendemos que
solo bajo la superficie hay un millar de puntos de luz—no de luz
política, no luz social, sino la luz de la radiante gloria de Dios.
No hay nada más práctico, nada que cambie más nuestra
práctica de forma radical que estar cara a cara con la gloria del
Dios santo. La evidencia de ello está a nuestro alrededor.
¡ENCONTRANDO LA GLORIA!

Isaías 6:4 “los quiciales de las puertas se estremecieron con


la voz del que clamaba, y la casa se llenaba de humo ,
entonces dije: ¡Ay de mí! Que soy muerto, porque siendo
hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo
que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al rey, Jehová
de los ejércitos”.

Un profeta del Antiguo Testamento era alguien separado por


Dios, ungido por el Espíritu de Dios y comisionado para anunciar
la palabra de Dios a su pueblo. Él era un hilo conductor de
revelación sobrenatural. Él fue dotado y autorizado para hablar
los pronunciamientos de Dios, ellos eran tanto pronunciamientos
positivos o pronunciamientos negativos ( buenas o malas
noticias)

Ser bienaventurado es vivir Coram Deo, vivir delante del rostro


de Dios, vivir en la inmediata presencia de Dios, donde el
Señor hace que su rostro brille sobre ti, donde el Señor alza
sobre ti la luz de su semblante. Ese es el oráculo de buenas
noticias. Ese es el oráculo de bendición.

La maldición, en Israel, era la expresión suprema de la ira y el


juicio de Dios, la antítesis de bienaventuranza. En vez de hacer
resplandecer la luz de su semblante al maldito, Él los lanza a la
más terrible oscuridad. En vez de hacer que su rostro brille en el
maldito, Él remueve por completo su rostro de entre ellos.
Dentro del simbolismo judío se piensa que la peor de todas las
cosas, la más grande pesadilla de la humanidad es estar en una
situación donde la bendición es totalmente ausente, y solo la
maldición permanece, solo el abandono está allí. Esas son malas
noticias. Ese es el pronunciamiento de la fatalidad.
Cuando la palabra de Dios pronuncia fatalidad y juicio, los
profetas usan el término “ay”, así como Jesús usa la fórmula
oracular en su denuncia radical en contra de los fariseos y los
escribas que estaban supuestos a ser los líderes de la devoción,
los ministros de gracia, pero fueron los más duros opositores al
Hijo de Dios. Él les dijo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos
hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y
una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que
vosotros”.

¿Cuál es la primera profecía de Isaías, cuál es el primer oráculo


pronunciado por este magnífico profeta del Antiguo Testamento?
No es contra Damasco, no contra Israel, no contra Judá, no
contra los escribas, no contra los fariseos. Su primer oráculo
profético es entregado contra él mismo, porque cuando ve la
develada gloria y santidad de Dios, él clama, “¡Ay de mí!”

Lo que Isaías está experimentado en este momento del


encuentro con la santidad de Dios es el proceso que podríamos
llamar desintegración psicológica. Por primera vez en su
vida, Isaías realmente entendió quién era Dios. Y la reacción
inmediata y la consecuencia fue que, por la primera vez en su
vida, Isaías conoció quién era Isaías. Evitamos el contacto con
lo santo porque sabemos que no somos santos. Queremos que
la gente nos diga cuán grandes somos, cuán rectos somos y
cuán virtuosos somos. Un vistazo de la develada santidad de
Dios, e Isaías se desintegró. Nuestros labios no son limpios
porque nuestros corazones no son limpios. Él se dio cuenta, por
comparación, de lo sucio que estaba.

¿Cómo responderías si tuvieras esa visión? Estarías en el suelo


sobre tu rostro a sus pies clamando en sobrecogimiento ante su
gloria. Y estarías aterrorizado hasta los huesos a la vista del
Señor.
¡HEME AQUÍ, ENVÍAME A MI!

¿Qué hace Dios con este hombre que ahora se está maldiciendo
a sí mismo, que está postrado ante Dios, que clama por su propia
suciedad e inmundicia? ¿Acaso responde Dios desde el cielo
mirándolo y diciendo: sí, tú, gusano, eres inmundo, yace allí en la
tierra y agoniza por siempre; tú no me importas? Eso no es lo
que Él hace.

Dios no demanda perfección. Dios no demanda pureza antes que


Él nos redima. Mientras aún somos pecadores es que Cristo
muere por nosotros. Ese es el evangelio. Pero no exageremos
tanto ese evangelio como para decir a las personas que no tienen
que hacer nada. Ellos tienen que arrepentirse. Y si no nos
arrepentimos, Dios nunca nos recibirá en Su reino. Y si nunca
nos arrepentimos, Él nos dejará en la tierra gritando delante de
Su santidad.

Él demanda que pongamos nuestra fe en su Hijo unigénito


confiando en él y sólo en él y su justicia para que podamos
tener el perdón de los pecados. Sí, en cierto sentido Dios ama
a todos incondicionalmente, en el sentido de que no hay
condiciones que tenemos que cumplir antes de que Dios nos
dé Su gracia común.

Pero hacemos una distinción en teología entre el amor de la


benevolencia de Dios y su amor complaciente. Ese amor
complaciente, no en el sentido de la indiferencia, sino en el amor
que disfrutan aquellos que han sido adoptados en Su familia,
el amor redentor de Dios. Y ese amor no es incondicional, para
recibir ese amor, se requiere de fe. Requiere una respuesta de
reconocimiento de nuestro pecado y nuestra necesidad
desesperada del perdón de gracia de Dios para poder ser parte
de su familia.
Cuando nos presentamos ante Dios con toda honestidad, sin
minimizar la situación, sin dar mil excusas ante Él, clamamos:
¡Oh, Dios, he pecado contra Ti! Contra ti, contra ti solo he
pecado, tal como clamó David en el Salmo 51. Cuando hacemos
eso, hay algo dulce, algo que es un deleite, algo liberador al
hacer una confesión abierta ante Dios. Pero, al mismo tiempo,
amados, siempre hay algo doloroso que acompaña la confesión.
No es divertido arrepentirse. Hay algo extremadamente costoso
en ello, porque tenemos que mirarnos al espejo y darnos
cuenta de que no fuimos tan buenos como creemos ser.

Entonces, cuando Isaías maldice: “¡Ay de mí, que soy muerto!”, lo


siguiente que sucede es que Dios toma la iniciativa y los
Serafines ahora se mueven desde arriba del trono de Dios, de
estar ejerciendo sus obligaciones y deber de celebrar a Dios en
adoración. Ahora, en el servicio a Dios, Dios dirige al ángel para ir
al altar. No hay redención en el Nuevo Testamento excepto
por el altar del Gólgota donde Cristo fue levantado como
nuestro sacrificio por una vez y para siempre. Y en ese altar
sagrado, la expiación fue hecha por nuestros pecados.

Isaías nos dice esto: “Y voló hacia mí uno de los serafines,


teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con
unas tenazas;” . Bueno, ¿qué hace él con eso? Dios le ordenó
que volara a la tierra donde estaba Isaías postrado y que tomara
ese carbón vivo del altar y que lo colocara sobre los labios de
un hombre. Los labios son, de alguna manera, los que guardan la
entrada a nuestras almas, los labios sellan nuestras lenguas para
que no expresen mentiras o falsedades, los labios pueden ocultar
el veneno de las zarzas, como dicen las Escrituras, en su
superficie están algunas de las terminaciones nerviosas más
sensibles que tenemos en la piel.
¿Te imaginas un carbón encendido al rojo vivo que se coloque en
tus labios, poniéndotelo en la boca?¿Qué clase de Dios es este,
que cuando un ser humano se humilla en oración, en
arrepentimiento, contrito, simplemente no le dice a Isaías: te
perdono? ¿Por qué este acto que parece ser un castigo cruel e
inusual? ¿Cuál es el propósito del carbón? El propósito del
carbón no es castigar a Isaías. El carbón se trae para la
limpieza… La boca de Isaías está sucia. Necesita limpieza. Él
es una persona herida.

(En la antigüedad, hasta el siglo XX, el procedimiento estándar para la


limpieza y curación de una herida era el proceso de la cauterización
mediante el cual el fuego purificaba la herida para evitar que la infección y
el veneno se acumulen y se vuelvan fatales)

Por eso, Dios se inclina en misericordia para limpiar a su


siervo y le ordena al ángel que venga con el carbón ardiente y se
lo ponga sobre los labios. Al mismo tiempo que los ángeles
actuaron para purificar, Dios habló. Y las palabras de Dios que
cayeron sobre los oídos de Isaías fueron las palabras más
maravillosas que Isaías o cualquier ser humano pudieron
escuchar. “Y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que
esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu
pecado.”

La esencia del Evangelio de Jesucristo es el anuncio de la


remisión de los pecados, y que algo sea remitido indica ser
eliminado, quitado. ¿Y qué le dice Dios a su pueblo? “Cuanto
está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros
nuestras rebeliones.” Ven, Él dice, el profeta Isaías en el primer
capítulo, “Ven y estemos a cuenta: Si vuestros pecados fueren
como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren
rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.”
… pero oí esta voz que me decía: mira, tus pecados han sido
quitados. Tus transgresiones han sido eliminadas. Y tus
pecados han sido purgados. No solo perdonados, sino
limpiados. Te estoy limpiando la boca sucia. Ya no tengo
contra ti los pecados que salieron de esa boca. Te estoy
dando una boca pura y te estoy poniendo en la boca, Isaías,
mis palabras, para que ahora lo que salga de tus labios no se
blasfemia ni maldiciones ni mentiras, sino que ahora
hablarás mi Palabra.Y mientras Isaías escucha este glorioso
anuncio de su redención, escucha algo más. Dios dijo: “¿A quién
enviaré, y quién irá por nosotros? Y lo primero que Isaías dice
con labios ampollados pero puros es: “Heme aquí, envíame a
mí.” La incongruencia de esto. Dos minutos antes, este Isaías
acababa de anunciar que tenía la boca sucia. ¿Por qué debería ir
y ser el portavoz de Dios? Él es la persona más descalificada en
el mundo para hablar por Dios, ¿hasta qué? Hasta que él fue
perdonado. La única credencial que tenemos todos nosotros es
que hemos experimentado el perdón de Cristo.

Sabes que Dios no es ciego y sabes que Él conoce el pecado


que está en tu alma, que está en tu boca, que está en tu vida.
Pero también ha provisto una cobertura para eso, con el manto
de la justicia de Cristo. Y todo el que está adornado con ese
manto de la justicia de Cristo, es aceptable ante el Padre.
Pero para recibir esa limpieza, uno debe confiar en Cristo y
solo en Cristo. Si confías en tu rectitud, si confías en tu
desempeño, si confías en tus esfuerzos eso es todo lo que
podrás presentar ante un Dios santo. Y no será suficiente. Pero si
pones tu confianza en la justicia de Cristo, entonces puedes estar
seguro de que Dios dirá: Tus pecados te son perdonados y tus
transgresiones han sido removidas.
¡EL DIOS VERDADERO!

A lo largo de la historia bíblica, cuando la gente estaba cerca de


la manifestación de Dios, ellos tenían una experiencia terrible,
aterradora y devastadora.


Calvino dijo: “el hombre nunca siente de veras su bajeza hasta
que se ve frente a la majestad de Dios.”


Calvino dice que nos permitimos adulaciones, considerándonos a
nosotros mismo un poco menos que semidioses, hasta que
nuestra mirada se vuelca al cielo. Quedamos devastados por el
contraste evidente que existe entre la santidad de Dios y nuestra
propia impiedad. No hay nada en el universo más aterrador, más
amenazante al sentimiento de seguridad y bienestar de una
persona, que la santidad de Dios.


Me sorprende la gente cuando discuto con ellos acerca del
cristianismo y, a menudo, me dicen: “bueno, está bien que tengas
una fe religiosa en Cristo, pero no siento la necesidad de Cristo”.
Y yo les digo, bueno, si Dios es santo, entonces necesitas a
Cristo. No hay nada más apremiante en la vida que la necesidad
de un Salvador, porque si Dios es santo y él es tu juez, y tú no
eres santo, entonces tienes algo que temer, algo que temer que
finalmente es mucho más devastador que un tornado o el cólera.
Como dice la Biblia, es algo terrible caer en las manos del
Dios vivo. 


Las Escrituras enseñan que en nuestra humanidad caída,


estamos en enemistad con Dios, no queremos tener a Dios en
nuestro pensamiento, pero no somos indiferentes o neutrales con
respecto a Dios, sino que hay como un dominio básico que reside
en lo profundo de nuestras almas contra nuestro creador.
¿QUIÉN ES ESTE JESÚS?

Marcos 4:35 “Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos
al otro lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba,
en la barca; y había también con él otras barcas. Pero se levantó
una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de
tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa,
durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron:
Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose,
reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el
viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así
amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? Entonces temieron con
gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el
viento y el mar le obedecen?”

Los discípulos tuvieron miedo del peligro claro y presente de esa


fuerza impersonal de la naturaleza, la tormenta que se había
levantado. Ahora, tengan en cuenta que estos eran pescadores
profesionales. Estos no eran novatos inexpertos que no sabían
cómo operar un barco en aguas turbulentas. Ellos tenían
experiencia. Ellos eran expertos, pero esta tormenta surgió con
tanta ferocidad. Fue tan feroz que aún estos veteranos
experimentados estaban asustados. ¿Y qué haces cuando ocurre
una crisis como esa? Lo primero que hacen las personas es
buscar a su líder. Y entonces fueron a buscar a Jesús para pedir
ayuda. ¿Y qué leemos? Que Jesús estaba dormido en la parte
trasera del bote. Jesús evaluó la situación, vio la tormenta, abrió
la boca y pronunció un mandato. Él le dio una orden a las
fuerzas impersonales, y al instante el mar fue como cristal y no
hubo la más mínima brisa en el aire. Hubo calma total en el mar.
La calma del viento, la calma del mar, la calma en Jesús, la
calma estaba en todas partes, excepto en los corazones de los
discípulos.
La Biblia dice: “Entonces temieron con gran temor” o sea que
tuvieron mucho miedo; no de la tormenta, ni del viento, ni del
agua, sino de Jesús. Se quedaron paralizados pero temblando
ante este hombre, quien con un imperativo divino, ordenó a la
naturaleza a que hiciera algo y la naturaleza obedeció. Estaban
aterrorizados. Bueno, ¿qué clase de hombre era éste? Era un
hombre santo, un hombre diferente en trascendencia y
otredad, quien es el supremo foráneo, ante cuya santidad las
personas que antes se sentían cómodas en su presencia, ahora
estaban aterrorizadas y hubieran recibido con satisfacción el mar
embravecido para darles un respiro.

No nos sentimos cómodos en presencia de lo santo. De hecho, la


santidad es traumática. “¿Quién es éste, que aun el viento y el
mar le obedecen?” Él es santo. Y cuando esa santidad rompe
el velo de su naturaleza humana, la gente tiembla.

¿Qué clase de hombre cree que era Cristo? ¿Cómo reaccionaría


si en su presencia él mostrara esta dimensión trascendente
distinta y extraña de santidad? ¿Se asustaría? ¿Alguna vez ha
conocido a uno como éste que tiene la autoridad para mandar a
las obras de la creación, que tiene la autoridad por su sola
palabra de hacer que el viento deje de soplar y que el mar se
calme? Este es el Jesús de la Biblia, no el Jesús manso y
benigno, sino el Jesús que es santo y que atemorizó a la gente
más cercana a él.
¡UNA NUEVA PERSPECTIVA!

Jesús fue el ser humano más súper competente que alguna vez
caminó sobre la tierra. Y ¿quiénes fueron lo que más lo
resistieron y lo odiaron? No era la gente común. Las Escrituras
dicen que la gente común le oía con agrado. Se regocijaban en
su habilidad y en su competencia. Pero eran los fariseos y los
escribas los que lo odiaban. ¿Por qué? Bueno, los fariseos eran
un grupo de personas que empezó, históricamente, como un
grupo de gente que se llamó a sí mismo como los separados, que
se consagraron a sí mismos a la rigurosa búsqueda de la rectitud.
Y ellos eran tan celosos en su búsqueda de la rectitud que
llegaron a obtener un nivel poco común de aprecio popular y
aclamación por su estatus, siendo los pilares de la comunidad.
Ellos mostraron todas las apariencias externas de grandeza con
respecto a la rectitud. Eran tan disciplinados, mucho más
disciplinados que la gente común, tan devotos en sus oraciones,
en sus diezmos y en su liderazgo, que la gente empezó a
mirarlos como los modelos de todas las virtudes, pero, en
realidad eran un fraude. Su rectitud solo era superficial. Eran
unos hipócritas (externo de rectitud, pero que es corrupto en el
interior) . Y ellos fueron capaces de engañar a la gente. Su
santidad falsa no fue revelada como falsa y fraudulenta hasta
que el mismo santo apareció.
Lucas 5:1 “Aconteció que estando Jesús junto al lago de
Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de
Dios. Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y
los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus
redes. Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de
Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose,
enseñaba desde la barca a la multitud.Cuando terminó de hablar,
dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para
pescar. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche
hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu
palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho, encerraron gran
cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron señas a
los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen
a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera
que se hundían. Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas
ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy
hombre pecador. Porque por la pesca que habían hecho, el
temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban
con él, y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que
eran compañeros de Simón”.

¿Por qué Simón Pedro le pediría que Jesús se vaya? Él no ha


dañado las redes, ni tampoco los botes y menos le ha hecho
daño a la gente. Simón nos da la razón. Él dice, “Apártate de mí,
Señor, porque soy un hombre pecador”. ¿Qué tenía que ver el
llenar las redes con peces con la pecaminosidad de Simón
Pedro? En esta obra milagrosa de Cristo, hay una aparición
repentina de la gloria. Su majestad trascendente, la cual había
sido velada, tapada y oculta por su humanidad, de repente se
manifiesta, y una vez más, Simón se da mucha cuenta de que
está parado delante de la presencia del santo. Y no puede
soportarlo. Jesús, por favor, apártate de mí. Vete, porque soy un
pecador, no puedo estar en la presencia del santo. Estoy
desnudo, estoy expuesto.
¿Por qué la gente huye de Cristo? ¿Por qué la gente escapa de
Dios? ¿Por qué somos, por naturaleza, fugitivos? Porque
sabemos que no somos dignos. Desde el mismo primer
pecado, los seres humanos se han ocultado, ocultándose del
rostro de Dios, buscando con desesperación algo que los cubra,
que los proteja del trauma de la presencia del santo.
 
¡CUBRIENDO LA VERGUENZA!

En el Antiguo Testamento, en el libro del Génesis, leemos de un


incidente extraño e inusual que tuvo lugar en la vida de Noé.
Después que las Escrituras registran la rectitud de Noé, la
expresión noble de fe que lo caracterizó a lo largo de su vida y
por la cual Dios redimió a Noé y su familia de los estragos del
diluvio, nos encontramos con un episodio desagradable en su
vida que sucedió un tiempo después.

Génesis 9:20 “Después comenzó Noé a labrar la tierra, y plantó


una viña; y bebió del vino, y se embriagó, y estaba descubierto
en medio de su tienda. Y Cam, padre de Canaán, vio la
desnudez de su padre, y lo dijo a sus dos hermanos que
estaban fuera. Entonces Sem y Jafet tomaron la ropa, y la
pusieron sobre sus propios hombros, y andando hacia atrás,
cubrieron la desnudez de su padre, teniendo vueltos sus rostros,
y así no vieron la desnudez de su padre. Y despertó Noé de su
embriaguez, y supo lo que le había hecho su hijo más joven, y
dijo: Maldito sea Canaán; siervo de siervos será a sus hermanos.
Dijo más: Bendito por Jehová mi Dios sea Sem, y sea Canaán su
siervo. Engrandezca Dios a Jafet, y habite en las tiendas de Sem,
y sea Canaán su siervo”.
La palabra griega para “desnudez” es la palabra “gumnas” y la
encontramos con frecuencia en la literatura de los judíos.

Veamos Génesis 2, en el cual recién se ha contado la historia de


la creación de Adán y Eva, y la unión de los dos hasta llegar a ser
una sola carne, hay un comentario final al terminar el capítulo 2
que parecer estar pendiendo allí sin ninguna importancia
particular. “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y
se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Y luego tenemos
ese tipo de afirmación colgante:“Y estaban ambos desnudos,
Adán y su mujer, y no se avergonzaban”.

Nuestra profunda motivación para vestir ropas humanas es para


cubrir nuestra desnudez. Adán y Eva no solo estuvieron ellos
desnudos al ser creados, sino que no estaban avergonzados de
su desnudez. Ellos estaban cómodos al estar desnudos.

¿Qué pasó? Genesis 3:6 “Y vio la mujer que el árbol era bueno
para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable
para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto y comió; y dio
también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces
fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban
desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron
delantales. Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en
el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron
de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto.
Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y
él respondió: Oí una voz en el huerto, y tuve miedo, porque
estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: ¿Quién te
enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que
yo te mandé no comieses?”
La primera experiencia emocional y sicológica que la
humanidad tuvo con el primer pecado los llevó a tomar
conciencia de la desnudez. Fue una experiencia de vergüenza,
una experiencia de culpa. La culpa provoca vergüenza y
humillación. Y no hay nada que protejamos más cuidadosamente
que nuestras reputaciones, porque hay un sentimiento verdadero
y real, amados, en el cual no queremos que la gente conozca lo
que realmente somos en secreto. Pero el Señor ha provisto un
lugar—el matrimonio, donde dos personas pueden conocerse
uno al otros tan íntimamente, sin adornos y sin limitaciones
hasta donde sea humanamente posible. Por eso debemos
aprender a ser muy, muy cuidadosos acerca de nuestra
desnudez, la desnudez espiritual, la desnudez intelectual, la
desnudez ética y física.

Si observas a lo largo de tu Biblia, por todo lugar en la Escritura,


la experiencia de desnudez está relacionada con la humillación.
Era la práctica de los romanos el crucificar desnudas a las
personas. Y es muy probable que Jesús haya sido crucificado
desnudo. Él fue hecho un espectáculo público delante de los ojos
de aquellos que lo tenían como motivo de burla. Era un castigo
en la antigüedad despojar a las personas de sus vestimentas.
Ninguno de nosotros desea que, todo lo que alguna vez hayamos
dicho o hecho, sea expuesto al mundo entero.

La primera experiencia de la humanidad con el pecado fue


huir cuando Dios estuvo cerca. Y Adán y Eva huyeron al
bosque para cubrirse a sí mismo de su desnudez. Lo que ellos
estaban cubriendo o tratando de cubrir no eran sus cuerpos, sino
su culpa. Y cuando Dios vino y les preguntó, ¿por qué se están
ocultando? Adán le dijo que era porque estaban desnudos.
¿Cómo sabes que estás desnudo? Tú estuviste desnudo ayer, y
no huiste. ¿Comiste del fruto del árbol? Sí.
Veamos lo que Dios hizo. Dios maldijo a Adán y maldijo a Eva,
maldijo a la serpiente. Maldijo la tierra. Dios maldijo al
mundo que había caído en pecado. Dios no iba a negociar su
santidad por Adán, por Eva, por la serpiente o por nadie más.
¿Qué más hizo Él? Hizo túnicas para sus criaturas
avergonzadas, atemorizadas, humilladas, pecadoras y caídas. Y
Él cubrió su desnudez.

La gran tragedia hoy en día, es que la gente sigue corriendo y


sigue ocultándose de la santidad de Dios por temor a que sean
encontrados desnudos delante de Dios. Lo que se han perdido es
que todo lo que la Biblia trata, que todo el simbolismo de la Biblia
cuando describe la obra de Jesús para nuestro bien es que
Jesús provee una cubierta a nuestra desnudez. Tú y yo
sabemos que toda nuestra rectitud es como trapos de inmundicia
delante de Dios, y que nunca podré soportar la mirada de un Dios
santo. Y tú tampoco podrás. Necesito estar cubierto, necesito
vestirme.

Jesús ha conseguido la perfecta santidad y rectitud, la cual Él ha


tejido en una túnica que Él ofrece para darte y para cubrirte
en la presencia de Dios con su justicia. Entonces, una vez
que estamos cubiertos por la justicia de Cristo, podemos
estar desnudos una vez más en la presencia de Dios y no
estar avergonzados. Podemos dejar de huir, dejar de
ocultarnos, porque hemos sido adornados con la vestidura de la
perfecta justicia si ponemos nuestra confianza en Él.
 

La sangre de Jesucristo cubre el propiciatorio, cubre


nuestros pecados, cubre nuestra culpa, y cuya justicia cubre
nuestra desnudez, con el fin de que podamos estar cómodos
en la presencia de Dios.
¡UNA LECCIÓN APRENDIDA!

Si queremos entender el Nuevo Testamento, primero debemos


tener algún conocimiento del Antiguo Testamento, porque, por
ejemplo, todo el drama que tiene lugar en el ministerio de Cristo
está íntimamente ligado y relacionado con lo que sucedió en la
historia pasada.

Levítico, capítulo 10 “Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada


uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual
pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño,
que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová y los
quemó, y murieron delante de Jehová.”

Moisés, fue la primera persona consagrada por Dios para ser el


sumo sacerdote de Israel.  Y Aarón, por supuesto, acompañó a
Moisés en todos los encuentros que Moisés tuvo con Faraón y
demás. Y Dios invirtió buen tiempo y fue muy detallista en definir
con precisión cuál debía ser la función del sacerdote, qué tipo de
ropa debía usar y aun cómo debían fabricarse esas prendas.
Entonces Aarón dedicó su vida entera a este oficio sacerdotal. Y
si puedo especular por un segundo, estoy seguro que él estaba
muy emocionado cuando vio también la consagración de sus
hijos al sacerdocio. En esta historia de Levitico 10 lo que pasó fue
que Nadab y Abiú, ofrecieron un fuego que no tenían por qué
ofrecer y tan pronto como ofrecieron este fuego sobre el altar, el
fuego explotó y los consumió y los mató en el acto. 
Leemos en el siguiente pasaje en el texto: “Entonces Moisés dijo
a Aarón: Esto es lo que el Señor habló diciendo: ‘Como santo
seré tratado por los que se acercan a mí, y en presencia de
todo el pueblo seré honrado.’ Y Aarón guardó silencio.” 

Y puedo ver que Aarón está enojado con Dios. Y Aarón va donde
Moisés y le dice: ¿Qué está pasando aquí? Y Moisés le recuerda
a Aarón la santidad del sacerdocio.  Le recuerda a Aarón cómo
Dios había instituido esta acción en primer lugar.

Lo que Moisés estaba diciendo: mira, Aarón, de eso se trata. De


esto se trata tu sacerdocio, de que los sacerdotes son apartados
y consagrados para acercarse a la presencia de Dios, y esa
presencia es santísima; y tú no haces nada profano en la
presencia de Dios o sino pereces. Ahora, sé que esos son tus
hijos, y sé que te importan tus hijos, y sé que amas a tus hijos,
pero hay algo en juego aquí que es mayor, y ese es el
mismísimo honor de Dios.  Tus hijos se comportaron de una
manera impía en el lugar santísimo. Y Dios no tolerará eso.

No tenemos un tabernáculo, pero todavía tenemos lugares


sagrados. Todavía tenemos tiempos sagrados. Y vivimos en un
mundo que cada vez más está profanando lo que es santo. No es
costumbre de Dios enviar fuego del cielo cada vez que
transgredimos lo santo. Si fuera su patrón habitual de
comportamiento, todos habríamos sido consumidos en llamas
hace años. Pero el registro sigue ahí, y el carácter de Dios
todavía está allí, y Dios todavía está muy preocupado por cómo
observamos los asuntos que son sagrados.
¡LO INTOCABLE!

En el Antiguo Testamento encontramos varios eventos que


muestran el repentino derramamiento de ira de Dios sobre las
personas. Una de las situaciones más famosas es la muerte de
Uza.

1 Crónicas 13 “Entonces David reunió a todo Israel, desde Sihor


de Egipto hasta la entrada de Hamat, para que trajesen el arca
de Dios de Quiriat-jearim. Y subió David con todo Israel a Baala
de Quiriat-jearim, que está en Judá, para pasar de allí el arca de
Jehová Dios, que mora entre los querubines, sobre la cual su
nombre es invocado. Y llevaron el arca de Dios de la casa de
Abinadab en un carro nuevo; y Uza y Ahío guiaban el carro. Y
David y todo Israel se regocijaban delante de Dios con todas sus
fuerzas, con cánticos, arpas, salterios, tamboriles, címbalos y
trompetas. Pero cuando llegaron a la era de Quidón, Uza
extendió su mano al arca para sostenerla, porque los bueyes
tropezaban. Y el furor de Jehová se encendió contra Uza, y lo
hirió, porque había extendido su mano al arca; y murió allí
delante de Dios. Y David tuvo pesar, porque Jehová había
quebrantado a Uza; por lo que llamó aquel lugar Pérez-uza, hasta
hoy. Y David temió a Dios aquel día, y dijo: ¿Cómo he de traer
a mi casa el arca de Dios?”
Nos parece asombroso que Dios actúe de una manera tan
aparentemente arbitraria. ¿Tienen la idea? El Arca es llevada en
procesión en el carro de bueyes. Y de repente uno de los bueyes
tropieza y el carro está a punto de volcarse y lo que está por
suceder es que el utensilio más sagrado en todo Israel, el Arca
del Pacto, está a punto de caerse del carro, en el barro, en el
suelo y quedar cubierto de suciedad; y para evitar que eso
ocurra, Uza, quien ha dedicado toda su vida a cuidar de los
utensilios sagrados, instintivamente estira la mano para
estabilizar el Arca y así evitar que caiga en el barro y se profane.
Uno esperaría que en ese momento las nubes se abrirían y del
cielo saldría una gran voz diciendo: gracias Uza. En cambio,
Dios lo fulmina y muere.

La única ley que no se podía violar era que ningún ser humano
debía tocar el Arca de Dios. De hecho, cuando el Arca estaba
debidamente colocada en el Lugar Santísimo, solo podía verla
una persona, y esa era el Sumo Sacerdote, y aún él mismo, lo
podía hacer solo una vez al año, en el día de la Expiación, el cual
era el único día donde el sumo sacerdote estaba autorizado a
entrar en el Lugar Santísimo, donde estaba el Arca. Y él entraba
y esparcía sangre sobre el Arca, pero incluso el Sumo Sacerdote
no debía tocar el trono de Dios. Pero en esta ocasión, cuando los
bueyes tropezaron, y el Arca estaba a punto de caer al suelo, Uza
extendió la mano y la tocó. Su motivo pudo haber sido justo. Él
puede haber estado pensando en querer evitar que el Arca caiga
al suelo. Pero, amados, a los ojos de Dios, no era el suelo el
que profanaría este mueble sagrado. No hay nada
contaminado en la tierra. El barro hace lo que se supone que
debe hacer en obediencia a las leyes de Dios. Lo que no estaba
permitido era tocar el Arca de Dios con manos humanas.
La única cosa que podía contaminar el Arca en ese momento, no
era el suelo, era Uza. Y fueron las manos del hombre lo que Dios
dijo que nunca debían ensuciar su santo trono. Y Uza olvidó eso,
y lo pagó con su vida.

Cuando leemos el Antiguo Testamento que respira, vive y se


mueve en una atmósfera de asombro, reverencia y respeto ante
la majestad y la gloria de Dios, nos ofendemos cuando Dios
actúa para demostrar su celo por su propia santidad.

La justicia original de Dios fue esta: que el alma que peca,


muera. Y no solo el alma debe morir, sino que la sentencia de
muerte debe ser impuesta inmediatamente. Recordamos la
advertencia a Adán y Eva. “porque el día que de él comieres,
ciertamente morirás.” Pero Dios en su bondad redujo las
ofensas capitales, desde un número casi infinito de posibles
delitos capitales hasta unos 30. Y también mitigó su justicia con
su misericordia al permitir que los culpables que han pecado y
profanado a Dios, continúen viviendo en su misericordia.
Entonces vemos que toda esa gracia está ahí y nos
acostumbramos tanto a esa gracia que comenzamos a darla por
sentada. Dios le recuerda a su pueblo la ley, de lo que se trata la
justicia máxima y de que cada uno de nosotros podría ser
justamente ejecutado en cualquier momento por Dios, por las
transgresiones que hemos cometido.

Olvidamos que, cuando pecamos contra Dios, estamos


atacando Su soberanía. Estamos poniendo nuestra autoridad
sobre la Suya. Estamos usurpando su derecho a gobernar.
En cada pecado nos rebelamos contra nuestro Rey.
Socavamos su santo gobierno, pero debido a que Él es
característicamente tan amable y paciente, olvidamos lo que está
en juego.
¡JUSTICIA Y GRACIA!

¿Cuándo fue la última vez que quedaste asombrado por su


gracia? Pareciera como si lo que nos sorprende de Dios es su ira
o su justicia. Yo enseño teología, y tengo estudiantes que vienen
a mí todo el tiempo y que se hacen esa pregunta profunda y
problemática: ¿Cómo puede Dios siendo bueno, siendo
misericordioso, permitir los horrores y el sufrimiento que
encontramos en este mundo? Eso es lo que los sorprende, que si
Dios es tan amoroso, Dios es tan misericordioso y Dios tiene
tanta gracia, ¿por qué permite tanto dolor y pena que existe en su
mundo? Ellos dicen, ¿Cómo puede Dios permitir que eso me
pase a mí?

Tengo un amigo que perdió su hijo, su bebé, por muerte súbita


infantil, y estaba sumamente angustiado y enojado con eso. Y él
vino a mi agitando sus puños en mi rostro y diciendo, “RC, ¿cómo
pudo Dios permitir que esto sucediera?”  Lo miré fijamente y le
dije: ¿Por qué no debía pasar? ¿Por qué no haría esto a tus
otros hijos? ¿Por qué Él no te causaría la muerte al instante
que te levantaste de tu cama esta mañana, dado que en los
últimos quince minutos todo lo que ha salido de tu boca es
blasfemia? ¿Por qué no te mata?

Yo puedo entender a un Dios santo matando a todos los que no


son santos. Lo que me molesta es cómo un Dios bueno puede
permitir que exista el mal. Y si realmente queremos librar al
mundo del mal, me parece que la forma más rápida de
hacerlo sería eliminando a la gente del mundo, porque
somos los que propagamos el mal en este mundo.
Y lo más que debemos temer es la bondad de Dios, porque un
Dios bueno no tolerará la maldad. Entonces lo que realmente
debería asombrarnos, no es su justicia cuando Él la despliega, no
su ira cuando Él la expresa, sino su misericordia y gracia, la
cual derrama en abundancia.Tuve alguna vez un estudiante
que una vez vino para decirme que lo más difícil con lo que lucha
en su teología, lo que no puede entender es por qué Dios
permite que él sea redimido. Esa es la pregunta. Lo que no
puedo sacarme de encima es ¿Por qué no me ejecutó la
primera vez que pequé? ¿Has pensado en eso? Mira, de alguna
manera, en lo profundo de nuestros corazones abrigamos la idea
de que el cielo no podría ser lo mismo sin nosotros, que de algún
modo merecemos cada cosa buena que tenemos, y que todo lo
demás que tenemos que no es tan bueno es porque somos
pobres víctimas inocentes. Nunca ha habido una mentalidad de
víctima tal como la hay hoy en día.

Las injusticias ocurren en este mundo todo el tiempo, pero esas


injusticias son cometidas por personas en contra de
personas. Yo he cometido injusticias contra otros toda mi vida.
He sido la víctima de injusticia en las manos de otros toda mi
vida. Y se nos dice en las Escrituras que supliquemos por
justicia en el sentido que donde hemos sido tratados
injustamente, Dios nos permite pedirle que nos vengue y que
traiga justicia donde hemos sido injustamente acusados o
tratados injustamente. Pero esto, mis amigos, es solo en el
plano horizontal. Si me acusas falsamente, si me calumnias y
cometes una injusticia contra mí en el plano horizontal, tengo
todo el derecho, de acuerdo con la Ley de Dios, de buscar
compensación de ti por tal injusticia.
Pero en el plano vertical, nunca podré decirle a Dios, “Oh Dios,
es injusto que permitas esta injusticia de esa persona en contra
mía” Ves, podría haber sufrido injustamente en tus manos,
pero en el sufrimiento injusto en tus manos, no he sufrido
injustamente en las manos de Dios.

Lucas 13 “En ese mismo tiempo estaban allí algunos que le


contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había
mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les
dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales
cosas, eran más pecadores que todos los galileos?” Acá los
discípulos hacen una pregunta acerca de la justicia.

La pregunta es clara. ¿Cómo pudo Dios permitir que esas


personas inocentes que estaban en medio de la adoración, en su
iglesia, por favor, vieran entrar a los soldados de Pilato y
asesinarlos mientras ellos estaban en un acto de adoración,
dejando que se mezcle la sangre humana con la sangre de los
animales que estaban siendo sacrificados?¿cómo pudo Dios
permitir que esto sucediera? Escuchen la respuesta de Dios,
“¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales
cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo:
No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”.

Por lo tanto, los discípulos se estaban haciendo la pregunta


equivocada. Debieran estar preguntándose, ¿Por qué yo no fui
atravesado con esa espada, por qué mi sangre no fue
mezclada con la de los sacrificios? Debieron preguntar
acerca de la gracia, no de la justicia.
Y Jesús continuó: “O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la
torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que
todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No;
antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”.

¡¡¡Jesús dijo que aprendan de esto, “antes si no os


arrepentís, todos pereceréis igualmente”!!!

¿Qué es lo que está diciendo? Él está diciendo que, en esta


esfera terrenal, aun cuando desde las manos y la perspectiva
humana, el acto de Pilato era, por un lado, un acto injusto y
sanguinario; por el otro, el colapso de la torre en Siloé fue un
accidente impersonal donde no hubo premeditación ni malicia, y
la gente era inocente en ese evento particular. Sin embargo,
nadie es inocente delante de Dios por lo tanto es del destino
de todo aquel que no se arrepienta.

Jesús dijo que a menos que “A” tomase lugar, “B” seguirá de
forma inevitable. ¿Qué son las As y las Bs? “antes si no os
arrepentís, todos pereceréis igualmente”.

Debido a que Dios no envía fuego del cielo cada quince minutos,
cada vez que pecamos, somos como la canción popular que dice,
“Hemos crecido acostumbrados a su gracia”. Nos hemos jactado
de tal gracia. Hemos asumido que Dios será tan amable con
nosotros como siempre. Como lo es hoy, y esto es porque Él
detiene la mano de Su justicia y la mantendrá así para siempre.
Recibimos misericordia una vez. Nos emocionamos. Alabamos a
Dios. La recibimos dos veces y decimos cuán maravillosa es su
bondad. Pero para este momento, empezamos a asumirla y
presumirla. Y sin pestañear, empezamos a demandarla.
Empezamos a pensar que el Señor nos la debe.

Dios nunca está obligado a actuar con gracia. La gracia es por


definición, voluntaria. Y en el minuto que pienses que Dios te
debe misericordia, que suene una campana en tu cabeza y que
te des cuenta que ya no estás pensando más en misericordia,
estás pensando en justicia.

Hay realmente una tremenda confusión en nuestras cabezas


acerca de la diferencia entre misericordia y justicia. La justicia es
algo que es debido, algo que se relaciona con una obligación.
Pero recordemos que Dios dijo a Moisés, y Pablo tuvo que
recordárselo a los Romanos, que Dios se reserva el derecho de
gracia a sí mismo diciendo, “Tendré misericordia del que yo
tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me
compadezca”. La gracia y misericordia nunca son obligadas.
Y nosotros nunca debemos presumir de ellas. Esa es la razón
por la que Jesús dijo a sus discípulos, que estaban preguntando
por las tragedias de sus días, “Antes si no os arrepentís, todos
pereceréis igualmente”.

Y quisiera que pienses al respecto. ¿Qué te pasaría si Dios te


diera absoluta justicia? De seguro perecerías al igual que
todos nosotros.

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