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Dios aparece a Isaías. Él dice, “En el año que murió el rey Uzías,
vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus
faldas llenaban el templo”. Juan nos dice en el Nuevo Testamento
que la visión que Isaías tuvo no fue una visión de Dios el Padre,
sino que fue una visión de la presencia celestial, mucho antes
de la encarnación, era una visión de la presencia celestial de la
exaltada segunda persona de la Trinidad. Isaías tuvo el
privilegio de ver sentado en el cielo en la Jerusalén celestial, en
el templo celestial al Rey de reyes y Señor de Señores.
Era el siglo VIII antes de Cristo cuando Isaías fue llamado por
Dios para ser profeta, uno de los profetas más importantes de la
historia del Antiguo Testamento. Fue en ese momento de la
historia en que Isaías tuvo la experiencia de ver los lugares que
eran el corazón del cielo mismo, Isaías fue capaz de ver al Señor
mismo exaltado y sentado sobre un trono.
No hay un solo segundo que pase por el reloj sin que haya algún
lugar en la tierra donde haya gente celebrando la venida de
Cristo al mundo y el triunfo de Cristo sobre la oscuridad, sobre la
fealdad y la desesperación. La gloria de Dios que no puede
ocultarse ni esconderse bajo la fachada del deterioro o muerte.
¿Qué hace Dios con este hombre que ahora se está maldiciendo
a sí mismo, que está postrado ante Dios, que clama por su propia
suciedad e inmundicia? ¿Acaso responde Dios desde el cielo
mirándolo y diciendo: sí, tú, gusano, eres inmundo, yace allí en la
tierra y agoniza por siempre; tú no me importas? Eso no es lo
que Él hace.
Marcos 4:35 “Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos
al otro lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba,
en la barca; y había también con él otras barcas. Pero se levantó
una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de
tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa,
durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron:
Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose,
reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el
viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así
amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? Entonces temieron con
gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el
viento y el mar le obedecen?”
Jesús fue el ser humano más súper competente que alguna vez
caminó sobre la tierra. Y ¿quiénes fueron lo que más lo
resistieron y lo odiaron? No era la gente común. Las Escrituras
dicen que la gente común le oía con agrado. Se regocijaban en
su habilidad y en su competencia. Pero eran los fariseos y los
escribas los que lo odiaban. ¿Por qué? Bueno, los fariseos eran
un grupo de personas que empezó, históricamente, como un
grupo de gente que se llamó a sí mismo como los separados, que
se consagraron a sí mismos a la rigurosa búsqueda de la rectitud.
Y ellos eran tan celosos en su búsqueda de la rectitud que
llegaron a obtener un nivel poco común de aprecio popular y
aclamación por su estatus, siendo los pilares de la comunidad.
Ellos mostraron todas las apariencias externas de grandeza con
respecto a la rectitud. Eran tan disciplinados, mucho más
disciplinados que la gente común, tan devotos en sus oraciones,
en sus diezmos y en su liderazgo, que la gente empezó a
mirarlos como los modelos de todas las virtudes, pero, en
realidad eran un fraude. Su rectitud solo era superficial. Eran
unos hipócritas (externo de rectitud, pero que es corrupto en el
interior) . Y ellos fueron capaces de engañar a la gente. Su
santidad falsa no fue revelada como falsa y fraudulenta hasta
que el mismo santo apareció.
Lucas 5:1 “Aconteció que estando Jesús junto al lago de
Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de
Dios. Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y
los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus
redes. Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de
Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose,
enseñaba desde la barca a la multitud.Cuando terminó de hablar,
dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para
pescar. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche
hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu
palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho, encerraron gran
cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron señas a
los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen
a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera
que se hundían. Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas
ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy
hombre pecador. Porque por la pesca que habían hecho, el
temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban
con él, y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que
eran compañeros de Simón”.
¿Qué pasó? Genesis 3:6 “Y vio la mujer que el árbol era bueno
para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable
para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto y comió; y dio
también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces
fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban
desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron
delantales. Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en
el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron
de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto.
Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y
él respondió: Oí una voz en el huerto, y tuve miedo, porque
estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: ¿Quién te
enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que
yo te mandé no comieses?”
La primera experiencia emocional y sicológica que la
humanidad tuvo con el primer pecado los llevó a tomar
conciencia de la desnudez. Fue una experiencia de vergüenza,
una experiencia de culpa. La culpa provoca vergüenza y
humillación. Y no hay nada que protejamos más cuidadosamente
que nuestras reputaciones, porque hay un sentimiento verdadero
y real, amados, en el cual no queremos que la gente conozca lo
que realmente somos en secreto. Pero el Señor ha provisto un
lugar—el matrimonio, donde dos personas pueden conocerse
uno al otros tan íntimamente, sin adornos y sin limitaciones
hasta donde sea humanamente posible. Por eso debemos
aprender a ser muy, muy cuidadosos acerca de nuestra
desnudez, la desnudez espiritual, la desnudez intelectual, la
desnudez ética y física.
Y puedo ver que Aarón está enojado con Dios. Y Aarón va donde
Moisés y le dice: ¿Qué está pasando aquí? Y Moisés le recuerda
a Aarón la santidad del sacerdocio. Le recuerda a Aarón cómo
Dios había instituido esta acción en primer lugar.
La única ley que no se podía violar era que ningún ser humano
debía tocar el Arca de Dios. De hecho, cuando el Arca estaba
debidamente colocada en el Lugar Santísimo, solo podía verla
una persona, y esa era el Sumo Sacerdote, y aún él mismo, lo
podía hacer solo una vez al año, en el día de la Expiación, el cual
era el único día donde el sumo sacerdote estaba autorizado a
entrar en el Lugar Santísimo, donde estaba el Arca. Y él entraba
y esparcía sangre sobre el Arca, pero incluso el Sumo Sacerdote
no debía tocar el trono de Dios. Pero en esta ocasión, cuando los
bueyes tropezaron, y el Arca estaba a punto de caer al suelo, Uza
extendió la mano y la tocó. Su motivo pudo haber sido justo. Él
puede haber estado pensando en querer evitar que el Arca caiga
al suelo. Pero, amados, a los ojos de Dios, no era el suelo el
que profanaría este mueble sagrado. No hay nada
contaminado en la tierra. El barro hace lo que se supone que
debe hacer en obediencia a las leyes de Dios. Lo que no estaba
permitido era tocar el Arca de Dios con manos humanas.
La única cosa que podía contaminar el Arca en ese momento, no
era el suelo, era Uza. Y fueron las manos del hombre lo que Dios
dijo que nunca debían ensuciar su santo trono. Y Uza olvidó eso,
y lo pagó con su vida.
Jesús dijo que a menos que “A” tomase lugar, “B” seguirá de
forma inevitable. ¿Qué son las As y las Bs? “antes si no os
arrepentís, todos pereceréis igualmente”.
Debido a que Dios no envía fuego del cielo cada quince minutos,
cada vez que pecamos, somos como la canción popular que dice,
“Hemos crecido acostumbrados a su gracia”. Nos hemos jactado
de tal gracia. Hemos asumido que Dios será tan amable con
nosotros como siempre. Como lo es hoy, y esto es porque Él
detiene la mano de Su justicia y la mantendrá así para siempre.
Recibimos misericordia una vez. Nos emocionamos. Alabamos a
Dios. La recibimos dos veces y decimos cuán maravillosa es su
bondad. Pero para este momento, empezamos a asumirla y
presumirla. Y sin pestañear, empezamos a demandarla.
Empezamos a pensar que el Señor nos la debe.