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María de Zayas (1590h-1660d)

María de Zayas y Sotomayor es la figura central de la reivindicación de la mujer en


el siglo XVII. Sobre su biografía apenas tenemos unos pocos datos: era madrileña, vivió en
la primera mitad del siglo XVII (1590-1647?) y fue reconocida y alabada en el mundo literario
del momento, por Lope de Vega, entre otros.
Su obra conocida es escasa: dos colecciones de diez novelas cortas publicadas en
Zaragoza, bajo los títulos de las Novelas amorosas y ejemplares en 1637y la Parte segunda del Sarao
y entretenimiento honesto, en1647. Con ellas alcanzó gran éxito, se reeditaron en numerosas
ocasiones y fue traducida a otras lenguas, con particular fama en Francia. También escribió
una obra dramática, La traición en la amistad; y hay poesías suyas dispersas en sus textos en
prosa.
En los prólogos de sus novelas defiende reiteradamente el derecho de la mujer a la
instrucción, a acceder a la cultura y reivindica también la fama literaria que ella misma merece
por su obra.

Prólogo a las Novelas amorosas y ejemplares, 1638

AL QUE LEYERE
Quién duda, lector mío, que te causará admiración que una mujer tenga
despejo, no sólo para escribir un libro, sino para darle a la estampa, que es el cri- sol
donde se averigua la pureza de los ingenios. Porque hasta que los escritos se rozan
en las letras de plomo no tienen valor cierto, por ser tan fáciles de engañar los sentidos
que a la fragilidad de la vista suele pasar por oro macizo lo que a la luz del fuego es
solamente un pedazo de bronce afeitado. ¿Quién duda, digo otra vez, que habrá
muchos que atribuyan a locura esta virtuosa osadía de sacar a luz mis borrones
siendo mujer, que en opinión de algunos necios es lo mismo que una cosa incapaz?
Pero cualquiera, como sea no más de buen cortesano, ni lo tendrá por novedad ni lo
murmurará por desatino, porque si esta materia de que nos componemos los hombres
y las mujeres, ya sea una trabazón de fuego y barro o ya una masa de espíritus y
terrones, no tiene más nobleza en ellos que en nosotras; si es una misma la sangre,
los sentidos, las potencias y los órganos por donde se obran, sus efectos son unos
mismos, la misma alma que ellos (porque las almas ni son hombres, ni mujeres), ¿qué
razón hay para que ellos sean sabios y presuman que nosotras no podemos serlo?
Esto no tiene, a mi parecer, más respuesta que su impiedad o tiranía en encerrarnos y
no darnos maestros, y así, la verdadera causa de no ser las mujeres doctas no es
defecto del caudal, sino falta de la aplicación, porque si en nuestra crianza, como nos
ponen el cambray en las almohadillas y los dibujos en el bastidor, nos dieran libros y
preceptores, fuéramos tan aptas para los puestos y para las cátedras como los
hombres y quizá más agudas, por ser de natural más frío, por consistir en humedad
el entendimiento, como se ve en las respuestas de repente y en los engaños de
pensado; que todo lo que se hace con maña, aunque no sea virtud, es ingenio. Y
cuando no valga esta razón para nuestro crédito, valga la experiencia de las historias,
y veremos lo que lucieron las que por algún accidente trataron de buenas letras, para
que ya que no baste para discípula de mi ignorancia, sirva para ejemplar de mi
atrevimiento. [...] Y que después que hay polianteas en latín y sumas morales en
romance, los seglares y las mujeres pueden ser letrados. Pues si esto es verdad, ¿qué
razón hay para que no tengamos prontitud para los hombres? Y más si todas tienen
mi inclinación, que en viendo cualquiera, nuevo o antiguo, dejo la almohadilla y no
sosiego hasta que le paso. De esta inclinación nació la noticia; de la noticia, el buen
gusto, y de todo hacer versos, hasta escribir estas novelas, o por ser asunto más fácil
o más apetitoso; que muchos libros sin erudición suelen parecer bien en fe del sujeto,
y otros llenos de sutileza se venden, pero no se compran, porque la materia no es
importante o es desabrida. Esto es decir que el libro a que te convido puede servir por
fruta entre otros platos de más sustancias, que está el gusto humano tan achacoso y
con tanto hastío de ver las cosas que pasan en el mundo que ha menester valerse de
sainetes para quitar los amargores o para tragar los sobresaltos. No es menester
prevenirte de la piedad que debes tener, porque si es bueno, no harás nada en
alabarle y si es malo, por la parte de la cortesía que se debe a cualquiera mujer, le
tendrás respeto. Las sátiras y las furias no se hicie- ron para los rendidos, sino para
los soberbios. Quien tiene honra da lo que tiene, cada uno hace como quien es. Con
mujeres no hay competencias: quien no las estima es necio, porque las ha menester;
y quien las ultraja, ingrato, pues falta al reconocimiento del hospedaje que le hicieron
en la primer jornada. Y así, pues no has de querer ser descortés, necio, villano ni
desagradecido, te ofrezco este libro muy segura de tu bizarría y en confianza de que
si te desagradare, podrás disculparme con que nací mujer, no con obligaciones de
hacer buenas novelas, sino con muchos deseos de acertar a servirte. Vale.

Remate del “Desengaño tercero”, Desengaños amorosos, 1647

Ellos nacieron con libertad de hombres, y ellas con recato de mujeres, y así,
por lo que deben ser más culpadas, dejando aparte que son más desgracia- das, es
que, como son las que pierden más, luce en ellas más el delito; y por esto, como los
hombres se juzgan los más ofendidos, quéjanse y condénanlas en todo, y así, están
hoy más abatidas que nunca, porque deben de ser los excesos mayo- res. Demás
desto, como los hombres, con el imperio que Naturaleza les otorgó en serlo,
temerosos quizá de que las mujeres no se les quiten, pues no hay duda que si no se
dieran tanto a la compostura, afeminándose más que Naturaleza las afeminó, y como
en lugar de aplicarse a jugar las armas y a estudiar las ciencias, estudian en criar el
cabello y matizar el rostro, ya pudiera ser que pasaran en todo a los hombres. Luego
el culparlas de fáciles y de poco valor y menos provecho es por que no se les alcen
con la potestad.Y así, en empezando a tener discurso las niñas pónenlas a labrar y
hacer vainillas, y si las enseñan a leer es por milagro, que hay padre que tiene por
caso de menos valer que sepan leer y escribir sus hijas, dando por causa que de
saberlo son malas, como si no hubiera muchas más que no lo saben y lo son.Y ésta
es natural envidia y temor que tienen de que los han de pasar en todo. ¡Bueno fuera
que si una mujer ciñera espada sufriera que la agraviara un hombre en ninguna
ocasión! ¡Harta gracia fuera que si una mujer profesara las letras no se opusiera con
los hombres tanto a las dudas como a los puestos! Según esto, temor es el abatirlas y
obligarlas a que ejerzan las cosas case- ras. Esto prueba bien el valor de las hermanas
del emperador Carlos Quinto (que no quiero asir de las pasadas, sino de las
presentes), pues el entendimiento de la serenísima infanta doña Isabel Clara Eugenia
de Austria, pues con ser el Católico y don Felipe II de tanto saber que adquirió el
nombre de Prudente, no hacía ni intentaba facción ninguna que no tomase consejo
con ella: en tanto estimaba el entendimiento de su hija. Pues en el gobierno de Flandes
bien mostró cuán gran- de era su saber y valor. Pues la excelentísima condesa de
Lemos, camarera mayor de la serenísima reina Margarita y aya de la emperatriz de
Alemania, abuela del excelentísimo conde de Lemos, que hoy vive, y viva muchos
años, que fue de tan excelentísimo entendimiento, demás de haber estudiado la
lengua latina, que no había letrado que la igualase. La señora doña Eugenia de
Contreras, religiosa en el convento de Santa Juana de la Cruz, hablaba la lengua latina,
y tenía tanta promp- titud en la gramática y teología, por haberla estudiado, que
admiraba a los más elocuentes en ella. Pues si todas éstas, y otras muchas de que
hoy goza el mundo excelentes en prosa y verso, como se ve en la señora doña María
Barahona, religiosa en el convento de la Concepción Jerónima:Y la señora doña Ana
Caro, natural de Sevilla, ya Madrid ha visto y hecho experiencia de su entendimiento
y excelentísimos versos, pues los teatros la han hecho estimada y los grandes en-
tendimientos le han dado laureles y vítores, rotulando su nombre por las calles.Y no
será justo olvidar a la señora doña Isabel de Ribadeneira, dama de mi señora la
condesa de Gálvez, tan excelente y única en hacer versos, que de justicia me- rece
el aplauso entre las pasadas y presentes, pues escribe con tanto acierto, que arrebata,
no sólo a las mujeres, mas a los hombres, el laurel de la frente; y otras muchas que
no nombro, por no ser prolija. Puédese creer que si como a estas que estudiaron les
concedió el Cielo tan divinos entendimientos, si todas hicieran lo mismo, unas más y
otras menos, todas supieran y fueran famosas.
Ana Caro de Mallén (1590-1646)

Artículo sobre Ana Caro en la wikipedia:


https://es.wikipedia.org/wiki/Ana_Caro_de_Mall%C3%A9n

Su nombre completo es Ana Caro Mallén de Torres. sus padres fueron Gabriel Caro de
Mallén y Ana María de Torres. No eran padres biológicos, sino adoptivos. Sabemos que era
esclava porque junto a su nombre hay una indicación: "Ana María, sclava de Gabriel Mallén".
Parece que este hecho avala la idea de que sus progenitores fueran moriscos ya que el
prohijamiento estaba apoyado por la Corona ante el problema social que este grupo generaba.
Se desconoce si era huérfana de algún rebelde morisco o hija de una esclava de este origen.
También figura en su partida de bautismo la coletilla "Era adulta". Pero en aquellos tiempos
la edad penal estaba alrededor de los 10 años.1
Se discute sobre si nació en Sevilla o en Granada, ya que al parecer fue hermana de Don Juan
Caro Mallén de Soto, nacido en Granada, que fue caballerizo mayor de Doña Elvira Ponce
de León. Existen muy pocos datos sobre esta escritora, a la que según las últimas
investigaciones se le supone nacida en Granada. Se tiene constancia de su actividad poética
desde 1628, cuando participó con una Relación en las fiestas ofrecidas por Sevilla a los mártires
del Japón. Ya en Madrid, en 1637, escribió el poema laudatorio Contexto de las reales fiestas
madrileñas del Buen Retiro.
Fue muy amiga de la famosa novelista María de Zayas, con la que convivió durante un tiempo
en Madrid. Trabó amistad con la condesa de Paredes, mecenas de las mujeres literatas, como
Sor Juana Inés de la Cruz, fue reconocida por sus colegas masculinos, entre ellos Juan de
Matos Fragoso o Luis Vélez de Guevara, quien la menciona en su El diablo cojuelo con el
apelativo de "décima musa sevillana". Alcanzó el favor y la protección del Conde Duque de
Olivares y del cabildo sevillano. Documentos conservados demuestran que cobró por
algunas de sus relaciones poéticas y obras de teatro, por lo que se la considera una de las
primeras escritoras profesionales.2 Rodrigo Caro escribió en Varones insignes en letras naturales
de la ilustrísima ciudad de Sevilla que ganó numerosos certámenes poéticos o justas literarias y,
desde luego, fue muy celebrada en su tiempo.
Asistió a la Academia Literaria del Conde de la Torre y escribió sobre todo poemas extensos
sobre eventos, celebraciones y fiestas públicas, como por ejemplo Romance por la victoria de
Tetuán (1633). Aunque no se conoce con exactitud cuándo empezó a escribir, lo cierto es que
desde 1628, año en que publica su primera obra, ocupa una posición consolidada en el campo
literario, como demuestran los sucesivos encargos que recibió para escribir varias relaciones
sobre sucesos relevantes del momento. A juzgar por estos, además de su capacidad creadora,
debió moverse con habilidad por los círculos de la nobleza sevillana cercana al Conde-Duque
de Olivares, pues fueron, sin duda, sus excelentes contactos los que le permitieron ganarse
la vida con la escritura, sobre todo gracias al beneficio obtenido por estos encargos oficiales,
demostrando cómo el mecenazgo compartía espacio con el pujante mercado editorial. Sus
poemas se plegaron claramente al discurso dominante y a los hechos religiosos y políticos
más importantes del presente, que la autora ensalzó, aprovechando el espacio de los
prólogos, inicios y cierres de poemas para dejar constancia del sujeto que escribe y de su
mirada sobre los temas que trata.
Parece que murió a causa de una epidemia de peste en Sevilla el 6 de noviembre de 1646. Su
entierro fue uno de los más costosos de la época, según la inscripción hallada en Real
Parroquia de Santa María Magdalena. Esto nos daría constancia de su fama. Y al morir por
la peste explicaría por qué ha llegado hasta nosotros tan poca obra suya, ya que
probablemente fue destruida por el fuego.1
Obra
Obra poética
Su obra poética conocida son 4 relaciones impresas (1628, 1633, 1635, 1637, las tres primeras
en Sevilla y la última en Madrid):
• Relación en que se da cuenta de las grandiosas fiestas que en el Convento de N. P. S. Francisco de
la Ciudad de Sevilla se han hecho a los Santos Mártires de Japón, Sevilla, Pedro Gómez, 1628;
• Grandísima vitoria que alcanzó de los moros de Tetuán Iorge de Mendoça y Piçaña, general de
Ceuta, quitándoles gran suma de ganados cerca de las mismas puertas de Tetuán, Sevilla, Simón
Fajardo, 1633;
• Relación de la grandiosa fiesta y octava que en la Iglesia parroquial del glorioso arcángel san Miguel
de la ciudad de Sevilla hizo don García Sarmiento de Sotomayor, conde de Salvatierra, marqués de
Sobroso, Gentilhombre de la Cámara del rey, nuestro señor y del serenísimo Infante, caballero de la
orden de Santiago, asistente y maese de campo general de la gente de guerra de Sevilla y su partido
por su majestad, Sevilla, Andrés Grande, 1635;
• Contexto de las reales fiestas que se hicieron en el Palacio del Buen Retiro, Madrid, Imprenta del
Reino, 1637.
Las relaciones son encargos hechos por el poder que necesita una literatura de masas que se
imprime en pliegos sueltos. El Conde Duque se interesará personalmente por su publicación.
Esto hizo que la profesión de poeta fuera muy competitiva y, por ello, es más admirable que
estos encargos le fueran hechos.3
Además se conservan: unas Décimas a Doña María de Zayas y Sotomayor, 1638; unas Décimas en
elogio de D. Francisco Salado Garcés y Ribera, 1640; y un soneto dedicado a Doña Inés Jacinta
Manrique de Lara, del que se desconoce la fecha. 3
Teatro
Respecto a su obra teatral, escribió dos comedias: El conde Partinuplés, publicada en 1653, y
Valor, agravio y mujer. También una Loa sacramental en la que juega con las distintas jergas que
se podían escuchar en la ciudad. Parece ser que asumió ser la encargada de escribir los autos
sacramentales para las fiestas del Corpus de Sevilla entre 1641 y 1645, pero sólo se han conser
vado los títulos: La cuesta de la Castilleja, La puerta de la Macarena y Coloquio entre dos.

Ana Caro
(1590-1646)

Fragmento de Valor, agravio y mujer, segunda mitad del siglo XVII

TOMILLO: ¿Qué hay en el lugar de nuevo?


RIBETE: Ya todo es muy viejo allá; sólo en esto de poetas hay notable novedad por
innumerables, tanto que aún quieren poetizar las mujeres, y se atreven a hacer
comedias ya.
TOMILLO: ¡Válgame Dios! Pues, ¿no fuera mejor coser e hilar? ¿Mujeres poetas?
RIBETE: Sí; mas no es nuevo, pues están Argentaria, Safo, Areta, Blesilla y más de
un millar de modernas, que hoy a Italia lustre soberano dan, disculpando la osadía de
su nueva vanidad.
(vv.1163-1180)
Sor Violante del Cielo (1607-1693)
Artículo sobre sor Violante del Cielo en la Wikipedia:
https://es.wikipedia.org/wiki/Violante_del_Cielo

Violante de Ávila da Silveira Montesinos, conocida como Sor Violante del Cielo, Violante do
Ceo o Violante do Céu, nació el 30 de mayo de 1607 en Lisboa. Sus padres eran Manuel Siveira
Montseinos (Montesino) y Helena da França de Ávila, una mujer procedente de una
influyente familia vinculada a la nobleza portuguesa.
Ya desde su infancia, sor Violante recibió una gran formación cultural y mostró un talento
para la litetatura. De hecho, según el testimonio del padre Francisco de Santa María, 1 con
solo doce años representó ante Felipe III una comedia de su autoría titulada La transformación
por Dios que, como ocurre con otras piezas de la autora, no se conserva.
El 29 de agosto de 1630, a los 29 años, ingresó en el convento dominico de Nossa Senhora
del Rosário. Sobre la toma de esta decisión, algunos estudiosos han apuntado que podría
estar propiciada por un desengaño amoroso; 2 concretamente, sor Violante habría decidido
profesar cuando su abuelo (que había asumido las funciones paternas tras la muerte de
Silveira Montesinos) decidió rechazar la petición de mano realizada por Paulo Gonçalves de
Andrade.
En cualquier caso, parece que la vida de sor Violante intra muros se desarrolló con una intensa
actividad social y cultural. En el convento recibió visitas de amistades entre las que se
contaban artistas y personalidades como Manuel de Faria e Sousa, Miguel Botelho de
Carvalho o António Figueira Durão, que le dedicaron textos en el Proemio a sus Rimas
Varias.
El 28 de enero de 1693, a los ochenta y cinco años, sor Violante del Cielo murió en el
convento donde había pasado la mayor parte de su vida.
Obra
La obra de sor Violante resulta particular dentro de la historia de la literatura portuguesa por
ser la segunda mujer de este territorio que logró publicar una obra propia; la primera en
hacerlo había sido Bernarda Ferreira de Lacerda, con su España Libertada. Igual que Ferreira,
Violante escribió parte de su obra en castellano, para lo cual hay que tener en cuenta que
Portugal permaneció unido a España desde 1580 hasta 1640. El bilingüismo fue corriente en
otros autores contemporáneos como Gil Vicente, Sá de Miranda o Francisco Manuel de
Melo.3 De hecho, Violante siguió usando las dos lenguas incluso después de la independencia
portuguesa.
La obra de sor Violante es extensa y, en su mayor parte, la autora pudo verla publicada en
vida. Resultó crucial la publicación de su primer libro completo, Rimas varias de la madre Soror
Violante del Cielo, religiosa en el monasterio de la Rosa de Lisboa. Dedicadas al Excelentísimo señor Conde
Almirante, y por su mandado, sacadas a la luz, publicado en Ruan, en la Imprenta de Maurry, en
1646. En él se presentan 97 poemas, sesenta de los cuales son de contenido amoroso y
muchos de ellos escritos en español.
Antes de la publicación de estos poemas ya habían aparecido otros textos de sor Violante,
como la canción dedicada a Lope de Vega con motivo de la muerte de este en 1635 (Si crédito,
si gloria). A lo largo de su vida la autora iría produciendo varias piezas similares, pero será tras
su muerte cuando aparezca su segundo volumen propio, Parnaso lusitano de divinos, e humanos
versos (1733).
Con respecto a su contenido, la obra de sor Violante del Cielo ha llamado la atención por lo
encendido de algunos de sus poemas y por la exaltación de un erotismo poco habitual en
autoras de su tiempo. A veces, estas expresiones amorosas parecen dirigidas a alguien real,
llamado ocultamente como Silvano o Lauso, que probablemente sería Paulo Gonçalves de
Andrade. A pesar de esta vertiente en su obra, en algunas composiciones incluidas en el
Parnaso se lamenta por haber escrito poesía amorosa en su pasado, mostrando
posteriormente predilección por la dedicada al amor divino. Junto con esta temática, también
se cuentan entre sus poemas un gran número de panegíricos: elegías a amigas desaparecidas,
poemas dedicadas a compañeras o adulación de grandes personajes.

Sor Violante del Cielo (1607-1693)


Romance “Si vivo en ti transformada”, 1646
Si vivo en ti transformada, Menandra, bien lo
averiguas, pues cuando me tiras flechas hallas en
ti las heridas.
Flechas me tiras al alma, mas cuando flechas
me tiras como en ti misma me hieres hallas la
herida en ti misma. Tu mano cándida y bella,
dulce señora, lo diga,
pues siendo yo la flechada
ella fue solo la herida.
Ya no dirás que en tu mano no tienes el alma mía,
pues cuando el alma me hieres, sangre tu mano
destila.
Yo la vi sembrar claveles sobre azucenas
divinas después de matar tirana, después de
herir homicida.
¡Quién vio prodigio tan raro!, pues quedamos
aquel día con sangre la vencedora
y sin sangre la vencida. Pero, ¿qué mucho,
señora,
que en tan dichosa conquistas no me quitases la
sangre,
si nunca a muertos se quita? Mas, ¡ay!, que entre
dos extremos bien sabes tú que estaría
para verter sangre, muerta,
para sentir flechas, viva.
¡Oh, tú, de mis pensamientos idolatrada homicida,
dulce hechizo de las almas, dulce muerte de las
vidas. Si ver no quieres, señora, la nieve en
sangre teñida,
si el rigor con que me tratas, no quieres ver en ti
misma, no tires más flechas tantas
al blanco del alma mía, pues tirarás a tu
mano
si al blanco del alma tiras.

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