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integración social
Este artículo ha analizado el proceso de deterioro del trabajo como fuente de derechos
sociales y como elemento socialmente integrador, en el marco de paso de una norma salarial
o social de empleo estable a otra basada en la desregulación del mismo.
1. Introducción
Este proceso se ha visto agrav ado con la crisis económica y financiera, pero ha habido diversas
dinámicas ligadas a las políticas sociales, al mercado laboral y a la economía que.
interrelacionadas y fomentadas desde las estructuras políticas y económicas, han provocado
una intensificación y generalización del proceso.
El trabajo tiene un carácter central sobre los procesos de exclusión e inclusión social, aunque
se observa que está perdiendo relevancia en su papel integrador de la vida social de las
personas, pues aparecen los llamados "trabajadores pobres".
Este contexto y los procesos referidos al mismo han sido observados en esta investigación a
partir de los discursos elaborados por expertos entrevistados del ámbito institucional
relacionado con la política social y económica que tienen conocimientos en las distintas áreas
que están ligadas con el mercado de trabajo y la exclusión social. El análisis de discurso se
desarrolla en cuatro ámbitos de factores de exclusión social distintos: el estructural, el
institucional, el relacional y el personal.
el plano estructural identifica las causas que según los expertos entrevistados provienen
de la estructura social
el plano institucional, por el que se señalan los factores relacionados con las políticas
sociales y políticas públicas de empleo:
el plano relacional que hace referencia a los factores que tienen que ver con la red social
de apoyo de la persona:
y por último, el plano personal que señala aquellas causas que según la interpretación
de los expertos entrevistados se vinculan con la biografía personal de los individuos.
En base a dicho análisis, este artículo analiza la progresiva pérdida de identidad del factor
trabajo como vía de integración y el surgimiento de un nuevo modelo de cohesión social
excluyente.
- Inicialmente, se abordan los conceptos vinculados con los procesos de flexibilidad laboral
-en este artículo se trata, fundamentalmente, la modalidad de flexibilidad numérica-, de
fragmentación del mercado laboral y de exclusión social.
- A continuación, se afronta el análisis del mercado de trabajo español, caracterizado por
una creciente precariedad en el empleo a través de las altas tasas de paro, la temporalidad
y el uso cada vez más extendido de las jornadas a tiempo parcial.
- Seguidamente, se analiza la relación que existe entre el trabajo y la exclusión social para
determinar qué consecuencias sociales tienen la flexibilidad y la precariedad laboral.
- Finalmente, desde un enfoque cualitativo, se analizan los cuatro ámbitos de los factores de
riesgo de exclusión social obtenidos de los discursos de los expertos entrevistados. Éstos
sirven para identificar el nuevo modelo de cohesión social al que las personas se están
viendo abocadas desde las estructuras económicas, sociales y políticas.
2. Planteamiento metodológico
Los expertos entrevistados disponen de un significativo conocimiento de las distintas áreas que
están ligadas con el mercado de trabajo y la exclusión social, lo que ha permitido profundizar
en la comprensión de la vinculación entre los procesos de precariedad laboral y de exclusión
social, identificando los cuatro ámbitos de los factores de riesgo de exclusión social
mencionados anteriormente.
Desde un punto de vista teórico, los conceptos relevantes para el entendimiento de la realidad
social que se han analizado son la flexibilidad, la fragmentación del mercado de trabajo, la
precarización del empleo, la exclusión y los diferentes espacios sociales en los que las
personas pueden ubicarse socialmente como son la integración, la vulnerabilidad y la
exclusión.
El trabajo, como hecho o construcción social reproducida por los individuos y condicionado
por el armazón cultural de cada época histórica ha sido constantemente redefinido. En tomo al
mismo se ordenan las diferentes esferas tanto públicas como privadas de la sociedad y de los
individuos. El trabajo es importante en la sociedad actual no sólo por su naturaleza económica
sino también por su naturaleza integradora en los terrenos social, político y cultural.
No obstante, este modelo de sociedad y de condición salarial ha sido degradado en las últimas
décadas y en ese proceso tuvieron un importante papel los nuevos modos de estructuración
del empleo basados en la flexibilidad.
En primer lugar, la posición neoclásica mantenida por autores como Hayek y Friedman
ven en la flexibilidad una liberación del mercado de trabajo de los límites que les habían
marcado las estructuras económicas externas
en segundo lugar, la perspectiva del modelo de especialización flexible representada
por Piore y Sabel (1990), observa que las empresas deben adaptar su sistema de
producción a un entorno cambiante
en tercer lugar, el modelo de los teóricos regulacionistas (Aglietta Boyer), ve cómo la
flexibilidad impone un nuevo modelo de producción como es el postfordista que, a su
vez, impone nuevas formas de empleo;
en cuarto lugar, el modelo toyotista, que se basa en el uso de la flexibilidad aunque
observa las nuevas formas de empleo como secundarias y coyunturales
por último, el enfoque escéptico representado por autores como Anna Pollert (1994),
pone en duda que la flexibilidad tenga el objetivo de reducir los costes laborales y hacer
frente a los problemas del paro, sino más bien a la necesidad de reducir los niveles de
protección y disminuir las múltiples ventajas sociales conquistadas por los trabajadores.
En cualquier caso, el mercado de trabajo, urgido por las dinámicas que imponen factores
como las nuevas tecnologías, la globalización de los mercados y el consecuente desarrollo de la
competencia internacional, experimentó la transición -y ruptura-, desde una norma regulada y
colectiva de empleo estable, a otra desregulada y caracterizada por la individualización y la
laxitud de las relaciones laborales
Esta situación, configura un mercado de trabajo que marcha a “dos velocidades”, la de los
que consiguen una adaptación poco traumática a los requerimientos del sistema, y la de
aquellos que quedan en los ámbitos periféricos, sin conseguir dicha adaptación.
Entre los condicionamientos que marcan la naturaleza del mercado de trabajo se encuentran
el sistema educativo, el género, las políticas públicas o el autorreclutamiento o lo que autores
institucionalistas llaman “sistemas de cierre”. Esto se ha observado en los discursos de los
expertos entrevistados en diversos aspectos.
Esta diferencia se debió al interés de las empresas por hacerse, en propiedad, de las
cualificaciones de los trabajadores que, hasta ese momento, habían pertenecido a los
trabajadores artesanales.
Estos autores identifican, por tanto, tres segmentos claramente diferenciados en dos áreas
como son el centro y la periferia
A esto no está ayudando el desarrollo de las políticas económicas de austeridad que impiden
el desarrollo económico y desmontan el Estado de Bienestar. Así, tanto las reformas laborales
como las políticas económicas actúan como factores de riesgo para los trabajadores
Esta segmentación del mercado de trabajo identificada por Gordon (1986) en el mercado
de trabajo de los Estados Unidos se ha mantenido desde la Segunda Guerra Mundial
aunque a partir de las décadas de los años sesenta y setenta todos los grupos de
trabajadores o grupos sociales han sido erosionados.
En el caso de España, el proceso de implantación de la norma salarial o social de empleo
estable fue más tardío, también el de segmentación y el de deterioro de los segmentos.
o El segmento primario independiente ha visto cómo su posición en relación a los
salarios, el desarrollo de cualificaciones profesionales y la seguridad en el trabajo
han sufrido una merma importante.
o También el segmento primario subordinado ha visto erosionada su posición en
relación a la estabilidad en el empleo.
o Es quizás el segmento secundario el que menos ha visto debilitada su posición
debido, en gran medida, a que es el grupo que menos beneficios había obtenido del
período anterior de crecimiento económico y de cohesión social, aunque no por eso
deja de experimentar procesos de erosión.
Tal y como considera Prieto (2009), la segmentación del mercado de trabajo es imperfecta y
no existe con claridad un segmento protegido y otro desprotegido.
Los cambios en el trabajo hacen que la dimensión del trabajo tenga consecuencias
sobre el resto de dimensiones consideradas: nivel de ingresos, formación, salud y
vivienda, tal y como también consideran los expertos entrevistados.
El trabajo o, con mayor precisión, su ausencia, es considerado por múltiples autores como
clave para comprender la mayoría de las situaciones de exclusión social
Los análisis sobre el tema apuntan hacia la consideración de la exclusión social como un
fenómeno o hecho social estructural y también subjetivo, heterogéneo y que puede
enfrentarse desde las políticas públicas. Otras características muy relevantes de la exclusión
social son la multicausalidad, la multitud de dimensiones implicadas y su dinamicidad.
Así, la exclusión social es dinámica pues puede afectar de un modo cambiante a grupos
sociales y personas según su posición en las distintas dimensiones que definen la
exclusión social.
o No puede considerarse como un estado o una situación estable sino como un
proceso movido tanto por los factores individuales como por los factores
estructurales.
Por esta razón, la exclusión social se entiende como un proceso en el que existen distintas
etapas jalonadas por puntos de corte o de inflexión. Relacionado con este proceso, Castel
(1997) considera tres espacios sociales construidos sobre las dimensiones laboral y relacional.
En estos procesos las personas acumulan desventajas sociales a la vez que se limita el ejercicio
de ciertos derechos de ciudadanía (derecho a la vivienda, al trabajo, a la educación, etc.).
Se considera que la exclusión social es multidimensional, pues son diversos los ámbitos
vitales de las personas que pueden verse afectados como son el económico, laboral,
formativo socio-sanitario, residencial…
La exclusión social es un proceso movido por los factores sociales-estructurales aunque
también por los individuales, lo que le añade el carácter de subjetividad. La exclusión
social se vive de una manera única y personal, pues los individuos desarrollan estrategias
y recursos personales en todas las dimensiones de la exclusión social.
El paro en España se revela como uno de los grandes problemas a resolver debido a las altas
tasas de parados que se han alcanzado en los últimos años, pues en 2014 se situaron en el
24,4%, habiendo alcanzado el 26,36% en 2013. La intensidad del crecimiento de la tasa de
paro en los primeros años de la crisis se explica, fundamentalmente, por el deterioro del sector
de la construcción.
- Ahora bien, el paro no es vivido de la misma manera por los distintos grupos sociales:
afecta en mayor medida a las mujeres que a los hombres, a los jóvenes que a las personas
de edad más avanzada y a los trabajadores no cualificados que a los cualificados.
- Además, para algunos trabajadores, el paro no es una situación vivida como transitoria,
pues existe un alto porcentaje que está inmerso en el llamado paro de larga duración
-42,49% en 2014-, Este hecho es identificado en el discurso de los expertos entrevistados
como un evidente factor de riesgo.
- En paralelo a la situación de estos trabajadores, se encuentra aquella de los que
encadenan sucesivos empleos de corta duración junto a peores condiciones laborales, o
los llamados “parados flexibles”
La temporalidad se presenta como el segundo gran problema del mercado de trabajo español
a solucionar ya que es uno de los factores de potenciación de la precariedad laboral. El
porcentaje de trabajadores con contratos temporales alcanzó el 34,04% en 2006%. En 2012 y
2013 se observó una importante reducción del porcentaje de población asalariada temporal,
debido a la crisis económica y financiera y la destrucción de empleo que fue más intensa en el
sector de la construcción en el que predominan los contratos temporales que, además, sirven
de ajuste ya que sus costes son inferiores a los de los contratos indefinidos, quedándose el
porcentaje en el 24% en 2014.
Por último, el uso de los contratos de jornada a tiempo parcial ha sido alentado en las últimas
reformas laborales. Así, el porcentaje de trabajadores a jornada parcial se ha visto
incrementado notablemente en el período de crisis 2009-2013 pues ha pasado del 11,97% en
2008 al 16,03 en 2013,
Es destacable el hecho de que este tipo de jornada no es deseado por la mayoría de los
trabajadores.
Este tipo de jornada es, además, propia de la mujer, joven y ocupada en trabajos de
escasa cualificación, lo que potencia aún más su segregación laboral y social
Como reflejo del mercado de trabajo, la sociedad se convierte en dual o polarizada. Existe
una élite perfectamente integrada en la sociedad que por poseer empleos estables y unas
fuertes redes familiares y de sociabilidad es cada vez más exclusiva, y una gran masa
compuesta por grupos que padecen la exclusión social o están en peligro de caer en ella y que
cada vez es más numerosa
La imposibilidad de construir una narración vital y laboral de carácter lineal mina poco a poco
la capacidad de los trabajadores para reconocerse en el seno de la comunidad, es decir,
merma sus habilidades y capacidades sociales.
En definitiva, la necesidad del corto plazo de la economía se opone a la necesidad del largo
plazo que muestra la seguridad ontológica del individuo.
Desde el año 2005 hasta el año 2013 se ha observado una tendencia creciente en la tasa
Arope. En 2013 son un 27,3% de personas las que se encuentran en situación o riesgo de
pobreza o de exclusión social, por un 23,3% en 2007.
No sólo ha habido una generalización de la precariedad laboral y de la exclusión social,
sino que también ha habido una intensificación pues estos procesos son crónicos para
determinados grupos sociales.
En estos dos grupos habría que considerar los ejes de desigualdad como son el género y la
etnia y la nacionalidad.
Según el análisis de los discursos de los expertos se pudieron identificar cuatro ámbitos desde
los que se pueden clasificar los factores de riesgo de exclusión social:
a) En primer lugar, el ámbito estructural observa la existencia de estructuras sociales que por
sí mismas generan factores que potencian la exclusión social, tales como el mercado de
trabajo o el sistema económico. L
a crisis económica de los últimos años no sólo está afectando al gasto dedicado a las políticas
contra la exclusión social -ámbito institucional- sino que está deteriorando el Estado de
Bienestar en su conjunto, de manera más o menos intencionada. Se ha dado un golpe absoluto
al Estado social porque se ha puesto de manifiesto que la prioridad es la económica y no la
social (E8).
Cada vez hay más ciudadanos que no tienen ningún tipo de prestación ni de cobertura por
parte de las administraciones públicas ni por parte del Tercer Sector de acción social y se están
quedando fuera de las coberturas que ese Estado del Bienestar debería de garantizar La
situación económica profundamente adversa, junto con el descrédito de las instituciones para
la ciudadanía, hacen que el momento actual sea especialmente crítico.
Sé que la red familiar está empezando a hacer aguas. Sé que el apoyo familiar puede
durar un mes, dos o tres pero las situaciones permanentes nos asfixian a todos (E9).
b) El discurso que trata el ámbito personal apunta hacia la existencia de factores como la
descualificación, la violencia de género o los conflictos personales y sociales no resueltos
que pueden ser tenidos en consideración como factores de riesgo para la integración de
los individuos en sociedad.
En definitiva, el nuevo modelo de cohesión social se caracteriza por tener unos espacios de
vulnerabilidad y de exclusión más amplios o extensos, más profundos pero, al mismo tiempo,
más invisibles.
En el nuevo modelo las personas se están viendo desprotegidas por parte de las
estructuras sociales y buscan la integración social a través de estrategias individuales
-alejadas ya del trabajo- que son más débiles que las estrategias colectivas o
estructurales propias del antiguo modelo de cohesión social.
De este modo, la responsabilidad sobre las situaciones de exclusión social ya no es tanto
colectiva como individual. La explicación del proceso descrito se deja ver en los discursos de
los expertos entrevistados y en los cuatro ámbitos de clasificación de los factores de riesgo de
exclusión social. El estructural y el institucional contienen factores intensificadores de la
exclusión social a través del deterioro del trabajo, mientras que el relacional y el personal
disponen de factores que pueden actuar como integradores y, por tanto, compensatorios.
Fiar el futuro de la sociedad española a los ámbitos relacional y personal la aboca a ser el
arquetipo del nuevo modelo de cohesión social en el que a los individuos se les deja sin
asideros para integrarse socialmente y sentirse ciudadanos de pleno derecho.
Esto podrá ser remediado únicamente si desde los ámbitos -sobre todo desde el institucional-
se abordan políticas públicas responsables y de profundo calado que eviten que las diferencias
sociales sean prácticamente insalvables. Solamente así se puede reconstruir un modelo de
cohesión social integrador.