Está en la página 1de 4

LITERATURA ESPAÑOLA DEL SIGLO XVI

Luis Bagué Quílez


Curso 2022-2023

Práctica 5. La narrativa en el segundo Renacimiento

1. Compara el texto del Amadís de Gaula (fragmento 1) con el del Lazarillo de Tormes
(fragmento 2). ¿Qué datos se aportan sobre los orígenes de ambos personajes? ¿Qué
rasgos irónicos adviertes en la genealogía de Lázaro

En el texto de Amadís de Gaula, los padres eran Elisiana y Peniandro, rey de Inglaterra, lo
que hacía que Amadís fuera hijo ilegítimo, y por tanto su madre dice en el texto que no
podía ni quejarse ni gemir, ya que nadie debía enterarse de su embarazo. Su madre ante la
situación en la que se encuentra la única solución que ve es dejarlo en el río amplio y que
daba a un mar. Cuando hace dice que lo envuelve en ricos paños, que es cuando vemos una
referencia a la nobleza. Se describe Amadís como Sin tiempo ya que se esperaba que
muriera, pero al final no lo hace.
Respecto al Lazarillo de Tormes, el si que era un hijo legítimo de Tomé Gonzáles y de
Antonia Pérez de Tejares y nace en una aldea de Salamanca. Su apodo de Tormes se debe a
que su madre tuvo que darlo a luz en el rio Tormes, que ni de lejos se parece al rio que
describen en Amadís, pero de lo que el Lazarillo se siente orgulloso. Su padre trabaja en un
molinero y además se dice de él que robaba y fue arrestado por ello. Debido al arresto de su
padre su madre decidió mudarse a la ciudad para acabar siendo prostituta. Pero esto el
Lazarillo lo describe como si su padre robase para un bien mayor y su madre estuviera cerca
de los nobles dándole a él una especie de origen honorable y poderoso.

2. ¿Cómo se retrata al ciego en el fragmento 3? ¿Y al clérigo de Maqueda en el fragmento


4? ¿Y al escudero en el fragmento 5? ¿Qué cosas le preocupan a Lázaro? ¿Cómo
expresa sus inquietudes? ¿Dónde reside la comicidad?

La relación que tienen el ciego y Lázaro es de amo y siervo o maestro y alumno ya que es del
ciego del que Lázaro aprende la astucia. Lázaro describe al ciego como alguien astuto y sagaz.
Era bueno fingiendo devoción por su forma de hablar y su tono. Pero lo que realmente movía al
ciego era el dinero. Vemos como el ciego se encuentra en el mundo de medicina, pero sin tener
ningún tipo de conocimiento y siendo un falso curandero. Todo esto se debía a la avaricia del
ciego. En el texto se describe la sutileza como algo ingenioso y las mañas como astucia y
sagacidad, que es lo que aprenderá Lázaro. Al final vemos que Lázaro supera al ciego y se
convierte en un maestro del engaño y es cuando él deja su inocencia y empieza a valerse por el
mismo y conseguir dinero.
En el texto 4, el clérigo de Maqueda, se le describe como alguien pero que el ciego. A este era
desconfiado y avaricioso. Era tan controlador que vigilaba hasta la comida y si había algún fallo
Lázaro seria reprendido.
Finalmente, en el texto 5, el tiempo cronológico es lo que destaca. Se describe según la hora en
la que se encuentre Lázaro como esta emocionalmente. A las ocho se encuentra en el mercado, a
las once está en la iglesia. A la una está en una casa con una entrada lúgubre y con un patio
pequeño y habitaciones medianamente normales. En ese punto el caballero lo que quiere es
mantener su honradez. Luego a las dos, el hambre de Lázaro se intensifica y es cuando se aleja
cada vez mas de sus expectativas la situación.
3. Compara los retratos anteriores con el elaborado por Quevedo (fragmento 6). ¿Qué
diferencias hay entre el lenguaje del Lazarillo y el del Buscón?

Quevedo hace alusión a la novela picaresca, utilizando neologismos para marcar la expresividad
de las palabras como en, (archipobre con que pobre, protomiseria – paradigma de la miseria)
artificio verbal. Retrataros donde se explotan los conceptos. En el lazarillo los recursos verbales
no abarcan el relato, lo que sí ocurre con el Buscón.

Pues no tardó mucho que a Elisena le vino el tiempo de parir de que los dolores sintiendo como
cosa tan nueva y tan extraña para ella, en gran amargura su corazón era puesto, como aquella
que le convenía no poder gemir ni quejar, que su angustia con ello se doblaba. Mas en cabo de
una pieza quiso el Señor poderoso que sin peligro suyo un hijo pariese, y tomándole la doncella
en sus manos, vio que era hermoso si ventura hubiese, mas no tardó de poner en ejecución lo
que convenía, según de antes lo pensara, y envolviole en muy ricos paños y púsole cerca de su
madre y trajo allí [un] arca, y díjole Elisena:
—¿Qué queréis hacer?.
—Ponerlo aquí y lanzarlo al río —dijo ella— y por ventura guarecer podrá.
La madre lo tenía en sus brazos, llorando fieramente y diciendo:
—Mi hijo pequeño, cuán grave es a mí la vuestra cuita.
La doncella tomó tinta y pergamino e hizo una carta que decía:
—Este es Amadís Sin Tiempo, hijo del rey.
Y sin tiempo decía ella porque creía que luego sería muerto. [...] Esta carta cubrió toda de
cera, y puesta en una cuerda se la puso al cuello del niño [...]. Esto así hecho puso la tabla
encima tan junta y bien calafateada que agua ni otra cosa podía entrar y tomándola en sus brazos
y abriendo la puerta la puso en el río y dejola ir, y como el agua era grande y recia presto la pasó
a la mar, que más de media legua de allí no estaba.
(Garci Rodríguez de Montalvo, Amadís de Gaula)

Pues sepa Vuestra Merced ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tomé
Gonzáles y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nascimiento fue
dentro del río Tormes, por la cual causa tomé el sobrenombre; y fue desta manera: mi padre, que
Dios perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una aceña que está ribera de aquel río, en
la cual fue molinero más de quince años; y estando mi madre una noche en la aceña, preñada de
mí, tomole el parto y pariome allí; de manera que con verdad me puedo decir nascido en el río.
Pues siendo yo niño de ocho años, achacaron a mi padre ciertas sangrías mal hechas en los
costales de los que allí a moler venían, por lo cual fue preso, y confesó, y no negó, y padesció
persecución por justicia. Espero en Dios que está en la gloria, pues el Evangelio los llama
bienaventurados. En este tiempo se hizo cierta armada contra moros, entre los cuales fue mi
padre, que a la sazón estaba desterrado por el desastre ya dicho, con cargo de acemilero de un
caballero que allá fue; y con su señor, como leal criado, fenesció su vida.
Mi viuda madre, como sin marido y sin abrigo se viese, determinó arrimarse a los buenos
por ser uno dellos, y vínose a vivir a la ciudad, y alquiló una casilla, y metiose a guisar de comer
a ciertos estudiantes, y lavaba la ropa a ciertos mozos de caballos del Comendador de la
Magdalena; de manera que fue frecuentando las caballerizas.
(La vida de Lazarillo de Tormes)

Pues, tornando al bueno de mi ciego y contando sus cosas, Vuestra Merced sepa que, desde que
Dios crio el mundo, ninguno formó más astuto ni sagaz. En su oficio era un águila: ciento y
tantas oraciones sabía de coro; un tono bajo, reposado y muy sonable, que hacía resonar la
iglesia donde rezaba; un rostro humilde y devoto, que, con muy buen continente, ponía cuando
rezaba, sin hacer gestos ni visajes con boca ni ojos, como otros suelen hacer. Allende de esto,
tenía otras mil formas y maneras para sacar el dinero. Decía saber oraciones para muchos y
diversos efectos: para mujeres que no parían; para las que estaban de parto; para las que eran
malcasadas, que sus maridos las quisiesen bien. Echaba pronósticos a las preñadas si traían hijo
o hija. Pues en caso de medicina decía que Galeno no supo la mitad que él para muelas,
desmayos, males de madre. Finalmente, nadie le decía padecer alguna pasión, que luego no le
decía: “Haced esto, haréis esto otro, cosed tal yerba, tomad tal raíz”. Con esto andábase todo el
mundo tras él, especialmente mujeres, que cuanto les decía creían. Destas sacaba él grandes
provechos con las artes que digo, y ganaba más en un mes que cien ciegos en un año. Mas
también quiero que sepa Vuestra Merced que, con todo lo que adquiría y tenía, jamás tan
avariento ni mezquino hombre no vi; tanto, que me mataba a mí de hambre, y así no me
demediaba de lo necesario. Digo verdad: si con mi sotileza y buenas mañas no me supiera
remediar, muchas veces me finara de hambre; mas, con todo su saber y aviso, le contaminaba de
tal suerte que siempre, o las más veces, me cabía lo más y mejor. Para esto le hacía burlas
endiabladas, de las cuales contaré algunas, aunque no todas a mi salvo.
(La vida de Lazarillo de Tormes)

Otro día, no pareciéndome estar allí seguro, fuime a un lugar que llaman Maqueda, adonde me
toparon mis pecados con un clérigo que, llegando a pedir limosna, me preguntó si sabía ayudar
a misa. Yo dije que sí, como era verdad, que, aunque maltratado, mil cosas buenas me mostró el
pecador del ciego, y una dellas fue esta. Finalmente el clérigo me recibió por suyo.
Escapé del trueno y di en el relámpago, porque era el ciego para con este un Alejandre
Magno, con ser la mesma avaricia, como he contado. No digo más, sino que toda la laceria del
mundo estaba encerrada en este (no sé si de su cosecha era o lo había anexado con el hábito de
clerecía).
Él tenía un arcaz viejo y cerrado con su llave, la cual traía atada con una agujeta del
paletoque, y en viniendo el bodigo de la iglesia, por su mano era luego allí lanzado, y tornada a
cerrar el arca; y en toda la casa no había ninguna cosa de comer, como suele estar en otras:
algún tocino colgado al humero, algún queso puesto en alguna tabla o en el armario, algún
canastillo con algunos pedazos de pan que de la mesa sobran; que me paresce a mí que aunque
dello no me aprovechara, con la vista dello me consolara.
Solamente había una horca de cebollas, y tras la llave, en una cámara en lo alto de la casa.
Destas tenía yo de ración una para cada cuatro días, y, cuando le pedía la llave para ir por ella, si
alguno estaba presente, echaba mano al falsopecto, y, con gran continencia, la desataba y me la
daba, diciendo:
―Toma y vuélvela luego, y no hagáis sino golosinar.
Como si debajo della estuvieran todas las conservas de Valencia, con no haber en la dicha
cámara, como dije, maldita la otra cosa que las cebollas colgadas de un clavo, las cuales él tenía
tan bien por cuenta, que si por malos de mis pecados me desmandara a más de mi tasa, me
costara caro. Finalmente, yo me finaba de hambre.
(La vida de Lazarillo de Tormes)
5

Era de mañana cuando este mi tercero amo topé; y llevome tras sí gran parte de la ciudad.
Pasábamos por las plazas do se vendía pan y otras provisiones. Yo pensaba (y aun deseaba) que
allí me quería cargar de lo que se vendía, porque esta era propia hora cuando se suele proveer de
lo necesario; mas muy a tendido paso pasaba por estas cosas. “Por ventura no lo ve aquí a su
contento ―decía yo―, y querrá que lo compremos en otro cabo”.
Desta manera anduvimos hasta que dio las once. Entonces se entró en la iglesia mayor, y
yo tras él, y muy devotamente le vi oír misa y los otros oficios divinos, hasta que todo fue
acabado y la gente ida. Entonces salimos de la iglesia; a buen paso tendido comenzamos a ir por
una calle abajo. Yo iba el más alegre del mundo en ver que no nos habíamos ocupado en buscar
de comer. Bien consideré que debía ser hombre, mi nuevo amo, que se proveía en junto, y que
ya la comida estaría a punto y tal como yo la deseaba y aun la había menester.
En este tiempo dio el reloj la una después de medio día, y llegamos a una casa ante la cual
mi amo se paró, y yo con él, y, derribando el cabo de la capa sobre el lado izquierdo, sacó una
llave de la manga y abrió su puerta y entramos en casa. La cual tenía la entrada oscura y
lóbrega, de tal manera que parece que ponía temor a los que en ella entraban, aunque dentro
della estaba un patio pequeño y razonables cámaras.
Desque fuimos entrados, quita de sobre sí su capa y, preguntando si tenía las manos
limpias, la sacudimos y doblamos y, muy limpiamente soplando un poyo que allí estaba, la puso
en él; y hecho esto, sentose cabo della, preguntándome muy por extenso de dónde era y cómo
había venido a aquella ciudad. Y yo le di más larga cuenta que quisiera, porque me parescía más
conveniente hora de mandar poner la mesa y escudillar la olla que de lo que me pedía. Con todo
eso, yo le satisfice de mi persona lo mejor que mentir supe, diciendo mis bienes y callando lo
demás, porque me parescía no ser para en cámara. Esto hecho, estuvo ansí un poco, y yo luego
vi mala señal por ser ya casi las dos y no verle más aliento de comer que a un muerto. Después
desto, consideraba aquel tener cerrada la puerta con llave, ni sentir arriba ni abajo pasos de viva
persona por la casa; todo lo que yo había visto eran paredes, sin ver en ella silleta, ni tajo, ni
banco, ni mesa, ni aun tal arcaz como el de marras. Finalmente, ella parescía casa encantada.
(La vida de Lazarillo de Tormes)

Supo que había en Segovia un licenciado Cabra que tenía por oficio el criar hijos de caballeros,
y envió allá el suyo y a mí para que le acompañase y sirviese. Entramos, primero domingo
después de Cuaresma, en poder de la hambre viva, porque tal laceria no admite encarecimiento.
Él era un clérigo cerbatana, largo solo en el talle, una cabeza pequeña, los ojos avecindados en
el cogote, que parecía que miraba por cuévanos, tan hundidos y oscuros que era buen sitio el
suyo para tiendas de mercaderes; la nariz, de cuerpo de santo, comido el pico, entre Roma y
Francia, porque se le había comido de unas búas de resfriado, que aun no fueron de vicio porque
cuestan dinero; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que de pura hambre parecía
que amenazaba a comérselas; los dientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes
y vagamundos se los habían desterrado; el gaznate largo como de avestruz, con una nuez tan
salida que parecía se iba a buscar de comer forzada de la necesidad; los brazos secos; las manos
como un manojo de sarmientos cada una. Mirado de medio abajo parecía tenedor o compás, con
dos piernas largas y flacas. [...] La barba grande, que nunca se la cortaba por no gastar [...].
Traía un bonete los días de sol ratonado con mil gateras y guarniciones de grasa; era de cosa que
fue paño, con los fondos en caspa. La sotana, según decían algunos, era milagrosa, porque no se
sabía de qué color era. Unos, viéndola tan sin pelo, la tenían por de cuero de rana; otros decían
que era ilusión; desde cerca parecía negra y desde lejos entre azul. [...] Cada zapato podía ser
tumba de un filisteo. Pues ¿su aposento? Aun arañas no había en él. Conjuraba los ratones de
miedo que no le royesen algunos mendrugos que guardaba. La cama tenía en el suelo, y dormía
siempre de un lado por no gastar las sábanas. Al fin, él era archipobre y protomiseria.
(Francisco de Quevedo, Historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos, 1626)

También podría gustarte