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Introducción (falta)
Capitulo primero
MODELOS DE ACCIÓN
PASTORAL
Y MODELOS
ECLESIOLÓGICOS
1. EL MODELO
NORMATIVO
NEOTESTAMENTARIO
La Iglesia no ha caído del
cielo ya hecha. El modelo
neotestamentario, aunque
normativo para todos los
tiempos, se fue tejiendo por la
tradición apostólica,
constitutiva de las Escrituras,
inspirada por el Espíritu
Santo.
En la Escrituras, la Iglesia
primitiva aparece
simultáneamente como
universal y local. Es una
realidad transcendente con una
configuración terrena. Es la obra
misteriosa de Dios, precedida por el
pueblo de Israel y edificada sobre el
nuevo Israel el nuevo Pueblo de Dios,
guiado por el Espíritu del Señor,
muerto y resucitado. Por eso, en este
modelo, Espíritu e Iglesia van
indisolublemente unidos en el tiempo y
en el espacio. El tiempo de la Iglesia es
el tiempo de Espíritu Santo. No es una
institución cerrada, replegada sobre si
misma, sino publica y abierta a todos
los pueblos y razas.
El modelo normativo
neotcstamcntario, tejido bajo la
inspiración del Espíritu Santo, cuenta
con los elementos esenciales que
deben estar presentes en todos y en
cualquier modelo. En su peregrinar
histórico, según su contexto y las
necesidades de su misión
evangelizadora, la Iglesia va
encarnando este modelo en
conformaciones que plasman el rostro
de su precariedad como institución,
también cultural. Los modelos
subsiguientes dejan de plasmar la
normatividad primera, aunque no sean
falsos, dado que la tradición eclesial de
manera distinta de la tradición
apostólica, tiene la asistencia y no la
inspiración del Espíritu Santo.
Recordando el peregrinar de la Iglesia en sus dos milenios de historia, podemos identificar
por lo menos cinco modelos de acción, con sus respectivos modelos eclesiológicos. Es
interesante notar que en los periodos patrístico y del post-Vaticano II, primero viene el
modelo de acción, que configura un modelo eclesiológico, procediéndose de manera
inductiva o dialéctica en relación con la historia, mientras que en los periodos medieval y
moderno, primero aparecerá el modelo eclesiológico, seguido del modelo de acci6 n
derivado de el, con un procedimiento deductivo típico de la postura esencialista que
caracteriza esos periodos de la historia de la Iglesia.
Modelo de acción
En la Iglesia antigua, son tres las acciones principales que ocupan la vida de los cristianos:
el testimonio de la vida (martyria), la proclamación de la fe en Jesucristo (kerigma) y la
enseñanza de la palabra de Dios (didaskalia). El bautizado pasa a integrar la "comunidad de
los santos", que tiene en la eucaristía la expresión más viva de la nueva vida. La Palabra y
la predicación ocupan un lugar central, sobre todo en la vida de los que están al frente de
las comunidades: los episcopói (obispos), los presbiterói (presbíteros), así como los
profetas, los doctores, los guías, los evangelistas y los responsables. La acción pastoral se
centra, por tanto, en el testimonio y en el anuncio, en la celebración eucarística y en la
asistencia a los pobres, derivación o consecuencia de la Palabra y de la eucaristía. El
anuncio se hace por la predicación misionera, por la homilía y por la catequesis, que en este
periodo estaba estrechamente unida a la predicación. La instrucción o catequesis es
comunitaria, lo que posteriormente dará origen al catecumenado y, con el, a las "escuelas
de teología", como fueron las grandes escuelas de Alejandría (interpretación más alegórica
de las Escrituras) y de Antioquia (interpretación mas literal). En ese periodo, la reflexión
teológica es básicamente bíblica, lo que caracteriza a la teología de la época como una
teología sapiencial o "sabiduría" (sapientia).
Con la controversia de los lapsi (cristianos que ante la persecución del Imperio Romano
renegaron de su fe) y de los traditorio (responsables de la Iglesia que bajo presión
entregaron los libros sagrados de la Iglesia al Imperio para ser quemados), adquieren gran
importancia la reconciliación y la penitencia. Por un lado, esta la necesidad de que el
pecador vuelva a la comunión de los santos y, por otro, la generosidad y la capacidad de
perdón por parte de la comunidad eclesial. Hay una fuerte resistencia a la integración de los
cristianos en las estructuras paganas y opresoras del Imperio Romano, como el servicio
militar y el ejercicio de cargos públicos, la producción y el comercio de objetos para el
culto pagano y la presencia en espectáculos circenses. La literatura cristiana, en un primer
momento, es de tipo epistolar (cartas de edificación mutua entre las Iglesias), después de
tipo "apologético" (defensa de la fe cristiana ante el Imperio y las herejías) y, finalmente,
de tipo "teológico", con la que se busca explicitar los contenidos de la fe de manera más
sistemática y gratuita.
Modelo eclesial
En sus orígenes, generalmente había en cada ciudad una sola Iglesia (ecclesia/asamblea),
unida en torno a la celebración eucarística dominical y reunida alrededor de un colegio de
presbíteros, que normalmente presidían rotativamente la celebración, aunque a veces
algunos pasajes de las Escrituras den a entender que existe mas de una domus ecelesiae en
una misma ciudad (cf. Rom 16,3-5.10. 1 1.14.15). Las personas que integran las
comunidades, en general, provienen de los humiliores: personas de la plebe, de las
periferias. Mas tarde, en el alto Egipto, se crearon las primeras comunidades rurales, para
dispensar a los fieles de largas caminatas para participar en la eucaristía, siempre en la
madrugada del domingo, día del Señor.
Hay una sola categoría de cristianos: los bautizados. Los catecúmenos se preparan todavía
para serlo. Todo es misión de todos, en la corresponsabilidad de la misma fe. Solo a partir
del siglo III, cuando se impone la tríada obispos-presbíteros-diáconos, aunque ya existiese a
principios del siglo II con Ignacio de Antioquia (año 107), surge la palabra "laico", para
distinguirlo del clero, a ejemplo de lo que existía en el judaísmo. También el término
"laico" ya aparecía en la carta de Clemente Romano a los Corintios (40,6) en el siglo I (ano
90). Existe una Iglesia toda ella ministerial, en la que los laicos, entre otras tareas, guardan
y administran la eucaristía, ejercen el ministerio de la educación en la fe, participan en la
elección de los obispos y de los presbíteros, y en la administración de los bienes
eclesiásticos. Con esta finalidad, en muchas Iglesias existía el "consejo de laicos",
denominado seniores laici.
Este modelo tiene sus raíces en el giro constantiniano del siglo IV y en el agustinismo
del siglo V. El primero significo un profundo cambio en la vida de la Iglesia, tanto en
su concepción interna como en su configuración externa. Atrás quedarían la intolerancia, la
ilegitimidad y la persecución. Lo eclesial, el imperio y lo geográfico empezarían a tener
lazos que configurarían el modelo eclesial de la cristiandad medieval. El segundo
factor, el agustinismo, hace de la civitas Dei el horizonte de un modelo que legitimara,
por un lado, la intervención del Estado en la vida de la Iglesia y, por otro, a la Iglesia
como soporte ideológico del Estado.
Modelo eclesial
El modelo eclesial medieval esta ligado al concepto de cristiandad, el cual, sobre todo
después de la ruptura entre Oriente y Roma (1054), tiene una connotación claramente
estatal e imperial. La christianitas se entiende y se vive como una realidad
eclesiológica y política en la que se conjugan dos poderes: el sacerdotium (altar) y el
imperium (trono), dado que la autoridad máxima reside en el Romano Pontífice. Los
obispos se convierten en supremos funcionarios del Estado, con sus insignias, títulos y
privilegios respectivos. El papa adquiere un perfil imperial. El "Pueblo de Dios" se
convierte en populus christianus, un concepto no solo teológico, sino también
sociológico y político. El enemigo no es el mal espiritual, sino el enemigo del Imperio, y
lo no cristiano es un enemigo político. La cruz, signo teológico de redención, se
convierte en signo de victoria militar e insignia imperial oficial.
En este periodo, la imagen de la Iglesia, que llega a su auge con el sistema tomista, es
la de corpus Christi, pero no como referencia a la realidad misteriosa de la Iglesia,
sino a su dimensión sociológica, denominada "cristiandad". Ella, como institución,
polariza la totalidad del orden temporal y espiritual, pone en evidencia sus aspectos
jurídicos y se presenta como congregatio o potestas. La misión de la Iglesia es ordenar el
mundo según las "leyes de Cristo", de manera que incluso la imagen patrística de la mater
Ecclesia es sustituida por la imagen imperial de Ecclesia regina. La imagen de Jesús, el
Buen Pastor, es eclipsada por el pantokrator (Cristo Rey). Se pone en evidencia la
soberanía y el dominio del poder espiritual de la Iglesia sobre la humanidad. Como
Cristo es la cabeza de la Iglesia, el clero es la cabeza del populus christianus; por
tanto, alter Christus. El cristomonismo reinante concibe a la Iglesia como originaria del
poder de Cristo, que pasa por él a los apóstoles y, de estos, a los obispos. No hay lugar para
el Espíritu Santo. Todo procede del derecho divino, entregado por Cristo a la
jerarquía, a quien cabe integrar la humanidad, la sociedad, en una palabra, el mundo
a la Iglesia, que es el único medio de salvación, puesto que ella se identifica con el
Cristo glorioso y resucitado. Es la identificación de la eclesiología con una cristología
docetista.
Modelo de acción
Ante el descalabro de la administración civil del moribundo Imperio Romano, sobre todo
de lo que quedaba de las ciudades invadidas por los bárbaros, el obispo asumió la
función de defensor civitatis, encargado de responsabilidades temporales: ejercicio del
poder judicial, colaboración en la administración y en la economía de la región, papel
militar y consejero de los príncipes. La identidad, antes eucarística y sacramental de
las comunidades, ahora dispersas en las periferias y en la zona rural, se da en torno al
presbítero, cuya identidad a su vez se asocia a la presidencia de la eucaristía. Así, el
centro de unidad se desplaza de la diócesis, ligada al modelo político de la ciudad
antigua, a la parroquia, asociada al feudo medieval, donde el presbítero asume la
función que era del obispo en la Iglesia antigua. El obispo tiene mucho de la figura del
príncipe, y el presbítero, del señor feudal.
Esa mayor cercanía a la población ligada al mundo agrario medieval contribuye a una
inserción mas profunda de la Iglesia en la sociedad, que pasa a ser sustentadora de la
"civilización occidental cristiana". Esto no significa una mayor inculturación del
cristianismo; al contrario, fiel al imaginario agustiniano de la civitas Dei, la Iglesia, en
lugar de encarnarse en la historia, absorbe al mundo, sacralizándolo, en nombre de
un poder recibido de Dios. Al mismo tiempo que se produce una clericalización de la
Iglesia, se da una sacralizacion del mundo, que es visto como un todo penetrado por lo
sagrado. En verdad, hay un dualismo en la oposición entre lo temporal y lo espiritual,
pero este es superior a aquel y con derecho de regirlo. El mismo dualismo se transfiere
al interior del Pueblo de Dios, en la medida en que el clero se asocia a lo espiritual, y
los laicos a lo temporal. También pasa a formar parte del cristianismo una visión
peyorativa del mundo. En las tareas seculares se ve un peligro para la autonomía de lo
espiritual y para la libertad de la Iglesia ante el mundo. Por eso, el prototipo ideal de una
vida santa ya no es el martirio del periodo patrístico, sino la vida monástica, célibe y
apartada del mundo, que forja la típica espiritualidad medieval de la fugo mundo, ora
et labora de san Benito.
Progresivamente se dará una separación entre clero secular (diocesano) y clero regular
(religioso). Mientras aquél es iletrado y rural, este frecuenta universidades, presta servicios
a las grandes obras papales, como las Cruzadas y la Inquisición, y goza de privilegios
pontificios. Como telón de fondo hay una doble criteriología pastoral: el clero regular es
consciente de la insuficiencia del límite territorial como principio normativo de la acción
eclesial, mientras el clero secular se conforma con actuar dentro de las fronteras de su
parroquia.
Como en el periodo anterior, también aquí el modelo de acción esta precedido por el
modelo eclesiológico, preconcebido para defender el catolicismo de los ataques de la
"herejía" protestante y de la laicidad.
Modelo eclesial
Modelo de acción
Para marcar la especificidad católica ante las Iglesias de la Reforma, la vida eclesial
gira alrededor de la presencia real del Santísimo Sacramento (adoración), de la
devoción a la Virgen María, de la misa como sacrificio y del sacerdocio clerical. Los
protestantes-habían puesto la Biblia en manos del pueblo, pero ante eso, la Iglesia
católica, en vez de recomendar prudencia en la lectura de la Biblia por parte de los
fieles, prácticamente la prohíbe. Es conocida la condenación de Pascual Quesnel, el 8
de septiembre de 1713, por la constitución dogmática Unigenitus de Clemente XI,
condenación confirmada en 1718 por el mismo Clemente XI, y en 1756 por Benedito
XIV, a los que defendían la lectura de las Escrituras por todos indistintamente.
Como no es posible recorrer aquí los diversos países europeos, como Francia, Italia,
Alemania y Bélgica, escenario de múltiples iniciativas del catolicismo social, y mostrar sus
realizaciones, a titulo ilustrativo nos limitamos a algunos hechos de los católicos sociales
franceses. Indudablemente, en Francia es donde el catolicismo social alcanza importancia y
significado.
A grandes rasgos, podemos decir que el movimiento paso por dos fases: una antes y
otra después de la Rerum Novarum. El periodo anterior se caracteriza por la "época
paternalista de los patronos sociales", que buscaban básicamente mejorar las
condiciones laborales de sus trabajadores y prestarles una asistencia social ante las
necesidades que ellos juzgaban más urgentes: educación religiosa, alimentación y
salud. El periodo del movimiento posterior a la Rerum Novarum se caracteriza por la
evolución hacía la democracia cristiana y la Acción Católica, funcionando como
transición hacia la postura de recepción de la Modernidad operada por el Concilio
Vaticano II.
En el caso de Francia, la primera fase del catolicismo social, -el periodo anterior a la Rerum
Novarum-, evolucionara en dos etapas: la primera, de 1850 a 1870, es la época influenciada
por Armand de Melun y Le Play; la segunda, de 1870 a 1890, la época de Albert de Mun y
la obra de los círculos de obreros católicos. Durante la primera etapa, los hombres y las
mujeres de acción que se inquietan con la miseria son relativamente pocos, y la mayoría de
ellos se inspira en las teorías de Le Play, que, combinadas con una interpretación estricta
del Syllabus, concordaban con la doctrina de la contrarrevolución. Armand de Melun
(1807-1877) se caracteriza por la organización de la asistencia y, como legitimista y
miembro de la nobleza, tiende a unir las clases sociales. Quiere organizarlas dentro de los
parámetros del cristianismo, independiente del Estado, pero entre trabajadores y burgueses.
Con la Rerum Novarum el catolicismo social entra en una segunda fase, en la medida
en que el magisterio pontificio se hace eco de muchas de las tesis disputadas en el seno
del movimiento, especialmente de aquellas que están más en sintonía con los valores
de la Modernidad. Se produce un cambio, especialmente en el campo político y
económico, al proponer la re-cristianización de la sociedad y del Estado, pero ya no de
arriba hacia abajo, por la vía clerical, sino desde la base, por medio del laicado y de
instituciones profanas. La preocupación del papa es que los católicos hagan suyas las
aspiraciones de su tiempo, a fin de impregnar con espíritu cristiano todas las formas
de la civilización moderna. La apertura de la jerarquía eclesiástica a las libertades
políticas modernas se combina con la voluntad de asegurar una orientación del
proyecto político y social de re-cristianización. La apertura a la Modernidad estimula
la formación progresiva de diversas organizaciones encargadas de enmarcar la vida
cotidiana de los católicos y de promover una visión cristiana de la sociedad.
Pero en el plano cultural la Rerum Novarum es todavía muy tímida, pues esta alineada con
la mentalidad de cristiandad. Se mantiene la idea de que el cristianismo debe estar ligado a
una civilización, a una cultura. Persiste el deseo morboso de restauración de una cultura
cristiana global: un catolicismo cultural.
Poco a poco se iba preparando el Concilio Vaticano II, en un lento proceso, pero
gradual, en el que serian protagonistas diversos movimientos de renovación: el
movimiento bíblico, centrado en la vuelta a las Escrituras y en una relectura de la
palabra de Dios desde la historia en su contexto actual; el movimiento eclesiológico,
que buscaba superar el eelesiocentrismo y recuperar la categoría "Reino de Dios",
eclipsada por una eclesiología cristomonista; el movimiento ecuménico, que sonaba
con la restauración de la unidad de los cristianos y una apertura del cristianismo a un
verdadero dialogo con las religiones; el movimiento laical, que reivindicaba un lugar
especifico dentro de la Iglesia como sujeto y con identidad propia; el movimiento
teológico, que buscaba superar los métodos del meta-relato agustiniano y tomista y
ubicar la teología dentro del paradigma de la racionalidad moderna; el movimiento
ecuménico, que se proponía gestar un nuevo rito, sobre nuevas bases teológicas y mas
encarnado en la cultura contemporánea, etc.
Modelo de acción
A diferencia de los dos modelos precedentes, en los que la eclesiología precede a los
modelos de acción, en este período vuelve a ser la acción el punto de partida para la
reflexión, como en la Iglesia primitiva y antigua, cuando los modelos eclesiológicos se
fueron configurando desde las exigencias y necesidades de la evangelización. Un paso
importante es el respeto a la autonomía de lo temporal y el dialogo, particularmente
con las ciencias sociales. El diagnostico de una realidad descristianizada y la
constatación de la insuficiencia e ineficacia de las prácticas y estructuras pastorales
existentes provocó una nueva actitud pastoral. Se toma conciencia de las exigencias y
de la eficacia de la fe, aunque en el seno de una sociedad emancipada. Es necesario
buscar una nueva forma de presencia de la Iglesia en el mundo, no con espíritu de
hostilidad y confrontación, sino de interacción mediante el dialogo y el servicio.
Es importante resaltar que las prácticas fueron el factor propulsor de los avances,
tanto en la pastoral como en la reflexi6n teológica. A este respecto, tuvieron un papel
preponderante la Acción Católica especializada por ambientes, el movimiento de los
"curas obreros" y el movimiento de renovación parroquial, que contribuirá al
redescubrimiento de la dimensión diocesana de la pastoral. La superación del
parroquialismo, por un lado, y, por otro, la superación de una universalidad
generalizante profesada por los movimientos de espiritualidad, se debió a la
constatación de la existencia de una acción eclesial desarticulada del contexto local,
entendido ahora no como "parte", sino como "porción" de un contexto global.
Modelo eclesial
El Concilio Vaticano II, sin dejar de ser teológico, quiso ser esencialmente pastoral
(SC, n. 1). Desde los "nuevos signos de los tiempos" (GS, n. 4), se volcó sobre la
Iglesia, buscando una nueva autocomprensión de su ser y su mlsi6n. Se estableci6 un
dialogo con el mundo moderno, en actitud de solidaridad y cooperación. La Iglesia,
que finalmente reconoce no tener todas las respuestas a los problemas del mundo de
hoy, se propone, como peregrina en la historia con toda la humanidad, buscarlas con
"todas las personas de buena voluntad", en expresión de Juan XVIII. Como
institución, y por tanto también como factor cultural, reconoce la necesidad de
renovarse constantemente (Ecclesia semper reformanda) y de ponerse al día
(aggiornamento), no partiendo de modas e ideologías, sino mediante una verdadera
vuelta a las fuentes bíblicas y patrísticas.
Los elementos principales del modelo de Iglesia del Concilio Vaticano II, tal como
aparecen en la Lumen Gentium y en la Gaudium et spes, son los siguientes:
La Iglesia entendida como comunión (LG, nn. 8-9. Como koinonía, la Iglesia es
sacramento de la unidad de la Trinidad y, en ella, con los seres humanos y de
los seres humanos entre si. Los ministerios son expresión de la universalidad de
los dones del Espíritu, ordenados al servicio para el bien de todos, cristianos y no
cristianos. En vista de esto, se redefine teológicamente el alcance del sacramento del
bautismo y, desde ahí, la diversidad de los ministerios. Se elabora una nueva
teología de los ministerios ordenados, especialmente del obispo con relación al
ministerio petrino, dentro del colegio apostólico. Los laicos recuperan su identidad
y su lugar en la Iglesia y en la sociedad, como miembros de un mismo cuerpo, que
es la Iglesia, constituida por una única categoría de cristianos: los bautizados. Se
rearticula el principio sinodal o de colegialidad entre las Iglesias locales de una
región, Pals, continente o en torno al ministerio petrino. En resumen, lo que el
Vaticano II entiende por comunión no es una mera unidad u obediencia al papa y a
los obispos, sino la unidad de la diversidad de sus miembros, y de estos con todo el
genero humano.
La Iglesia entendida como Pueblo de Dios (LG, nn. 9-13). Pueblo de Dios no son
solo los laicos, sino iodos los bautizados; por tanto, de el forma parte el clero, cuyo
ministerio se funda en el sacerdocio común de los fieles, don que Dios confiere por
el bautismo a todos los "hijos de la Iglesia". Todo el pueblo de Dios es santo y
pecador, ungido, profético, carismático, servicial y participe de la misión de
Jesucristo muerto y resucitado en el Espíritu. Un pueblo, cuya autoridad es el
servicio, dedicado preferencial y prioritariamente al menor y a los últimos. Como
nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia prolonga en la historia el peregrinar del antiguo
Pueblo de Dios hacia la Tierra Prometida, el nuevo cielo y la nueva tierra,
rescatados por el Crucificado para toda la humanidad. La Iglesia es sacramento
-signo e instrumento del Reino-, inaugurado por Jesús y edificado en el Espíritu por
todas las personas de buena voluntad. La configuración hist6rica de una Iglesia
peregrina muestra su precariedad institucional, superando así el concepto de
sociedad perfecta.
La Iglesia universal presente en la Iglesia local (LG, n. 23; CD, n. I 1; AG, nn.
20.38). El Concilio Vaticano II ha redescubierto la universalidad del cristianismo en
la particularidad de las Iglesias locales. La Iglesia de la cristiandad confundió
"catolicidad" con la particularidad romana; la 'universalidad" como una determinada
particularidad que se extiende sobre las demás, absorbiéndolas y aniquilándolas.
Para el Concilio, catolicidad no es uniformidad generalizada. La universalidad de la
Iglesia se debe no a una única forma de ser. sino a la misma fe; a su fuente trinitaria
y al don de la salvación que Dios ofrece a todo el genero humano. Según el libro de
los Hechos de los Apóstoles, la unidad consiste en "tener lo mismo en común” (He
2, 42ss). Por eso, en la Antigüedad, las Iglesias se denominaban "Iglesias en" y no
"Iglesias de", precisamente por ser "porción" del Pueblo de Dios y no "parte".
Nacen diferentes, sin que por eso se excomulguen. La parte no contiene el todo,
pero la porción si. De esta manera, en la Iglesia local esta toda la Iglesia, aunque no
la Iglesia toda. Esta "toda la Iglesia", pues es depositaria de la totalidad del misterio
de la salvación. Pero no es "la Iglesia toda", porque ninguna Iglesia local agota este
misterio. De ahí que la catolicidad de la Iglesia esta, desde la Iglesia local, en la
comunión de las Iglesias, puesto que la Iglesia de Jesucristo es "Iglesia de Iglesias".
En esta perspectiva, la Iglesia, cuanto más inculturada, cuanto mas encarnada este
en cada una de las diferentes culturas, será mas universal y católica. Y al contrario,
cuanto mas encarnada y presente este en una única cultura, tanto menos cat61ica y
universal será en las demás culturas.
Modelo de acción
En el seno de este modelo, se abre espacio para la reflexión y la acción de las mujeres,
de los contingentes afro-americanos e indígenas, que forjan desde sus practicas una
relectura de la Escritura y de las verdades de fe, haciendo de la revelación palabra de
salvación "para nosotros hoy", como dice el Concilio Vaticano II (GS, n. 62). La
catequesis privilegia la experiencia y la inserción comunitaria en un proceso de
educación permanente en la fe. La liturgia interacciona el misterio pascual con la
"pasión" del pueblo, que en su rostro desfigurado prolonga la pasión de Jesucristo en
el mundo. En la predicación o en k meditación de la palabra de Dios en cultos
dominicales sin sacerdote, se procura alimentar la esperanza del pueblo, actualizando
la revelación en el con texto de las víctimas de un sistema injusto y excluyente. Desde
la fe, se procura formar también la conciencia ciudadana, para que los mismos excluí
dos, organizados como ciudadanos, sean protagonistas, en el seno de la sociedad civil,
de un mundo solidario e incluyente.
Modelo eclesial
El Vaticano II apunta hacia una Iglesia Pueblo de Dios, conformada por todos los
bautizados, en relación de comunión y viviendo en comunidad a ejemplo del modelo
presentado por el libro de los Hechos de los Apóstoles (He 2, 42ss). La Iglesia en America
Latina y el Caribe sitúa al Pueblo de Dios en el peregrinar histórico de toda la humanidad,
compartiendo con ella el mismo destino y las mismas promesas. El "misterio de comunión"
del Vaticano II (LG, n. 13) se vislumbra en el continente como corresponsabilidad de todos
en una Iglesia toda ministerial, que deja el binomio clero-laicos para ser comunidad-
ministerios. La vida en comunidad se ve como posible solamente en pequeñas
comunidades, de tamaño humano, de vivencias y de base (Medellín, n. 15,10). Solo desde
esta experiencia fundante -eclesiogénesis- es posible hablar de "comunidad parroquial" o
diocesana, ya que no existe Iglesia si no hay experiencia y vivencia de la fe en
comunidades concretas.
Resumen
2. ¿Que modelo de acción y de Iglesia están presentes en la comunidad donde usted esta
comprometido?
J.B. LIBANIO, Igreja contempordnea. Encontro com a modernidade, Loyola, Sao Paulo,
2000.pp. 109-151 (Acaminhada da Igreja na America Latina).
J. MARINS et alii, Modelos de Igreja: comunidade eclesial de base na America Latina (por
um modelo libertador), Paulus, Sao Paulo, 1977.
Bibliografía complementaria