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PARTE I

Teología Pastoral Fundamental:


El POR QUE DE LA PASTORAL

Introducción (falta)

Capitulo primero

MODELOS DE ACCIÓN
PASTORAL
Y MODELOS
ECLESIOLÓGICOS

La Iglesia, como institución


divina y humana, es también
un factor cultural. Por
consiguiente, la acción
pastoral, aunque esté bajo el
influjo de la gracia y del
dinamismo del Espíritu, no
deja de ser una acción
humana, sujeta a las
contingencias de cualquier
acción. Al responder
pastoralmente a los desafíos
de su contexto,
inevitablemente ira
configurando determinados
"modelos" de acción, en los
que, a su vez, subyacen
diferentes "modelos"
eclesiológicos. El caminar de
la Iglesia en la historia nos
muestra esta contingencia,
que, lejos de ser un límite, la
libra de ser una ideología.

¿Cómo entender la existencia


de modelos eclesiológicos, si
la Iglesia de Jesucristo es
"una" y "única"? Como
"tradición", la Iglesia es la
historia del Espíritu Santo en
la historia del peregrinar del
nuevo Pueblo de Dios a través
de los tiempos. La constituyen
dos elementos esenciales: el
Espíritu Santo, como
presencia continua de Dios, y
las personas que la forman. La
Iglesia fue querida y fundada
por Jesús, pero constituida por
el Espíritu de Pentecostés,
transformando en activos a
unos discípulos inactivos.
Como estructura hierofánica,
tiene la misión de manifestar
lo divino a través de lo
humano, sin pretender nunca
tomar su lugar, so pena de
eelipsarlo. Su primera misión
es dejar a Dios ser Dios. No
pretende poseer la verdad,
sino dejarse poseer por ella.

La tensión entre los dos polos


-carisma e institución-,
inevitable y saludable, hace
que la Iglesia vaya elaborando
a lo largo de la historia, a
partir de su forma de
presencia en el mundo y de su
acción, progresivas y
diferentes comprensiones de
si misma. Subyacente en cada
modelo de acción hay un
modelo eelesiológico. Unos
ponen de relieve ciertos
aspectos y peculiaridades que
I otros olvidan, silencian u
opacan. Como institución
divina y humana, por un lado,
es santa y esta animada por el
Espíritu del Resucitado y, por
otro, imprime me en cada
época un rostro
inevitablemente imperfecto,
modificable y reformable.

1. EL MODELO
NORMATIVO
NEOTESTAMENTARIO
La Iglesia no ha caído del
cielo ya hecha. El modelo
neotestamentario, aunque
normativo para todos los
tiempos, se fue tejiendo por la
tradición apostólica,
constitutiva de las Escrituras,
inspirada por el Espíritu
Santo.

En la Escrituras, la Iglesia
primitiva aparece
simultáneamente como
universal y local. Es una
realidad transcendente con una
configuración terrena. Es la obra
misteriosa de Dios, precedida por el
pueblo de Israel y edificada sobre el
nuevo Israel el nuevo Pueblo de Dios,
guiado por el Espíritu del Señor,
muerto y resucitado. Por eso, en este
modelo, Espíritu e Iglesia van
indisolublemente unidos en el tiempo y
en el espacio. El tiempo de la Iglesia es
el tiempo de Espíritu Santo. No es una
institución cerrada, replegada sobre si
misma, sino publica y abierta a todos
los pueblos y razas.

Son siete por lo menos los elementos


que caracterizan el modelo eclesial
neotestamentario:
 La Iglesia apostólica. Según el
Nuevo Testamento, no hay Iglesia
sin apóstoles o sin relación con
ellos. Los testigos del Resucitado
son los primeros receptores del
Espíritu y de sus dones para el
servicio del Evangelio. Los
apóstoles son los primeros en la
misión y en la predicaci6n. Son el
fundamento de la Iglesia en el seno
de la comunidad local, particular
(cf. Mt 28, 19-20; Jn 20, 21-23; He
2, 14; 2, 42; 4, 33; 6, 1-6; 15, 2; 21,
18).

 La /iglesia es una. Su unidad viene


de Dios, que es uno solo y
Trinidad: un solo Dios en tres
personas. Viene también de su
constitución: una sola fe, un solo
bautismo, un solo Espíritu. Es la
unidad del amor, de una "tunica
inconsútil", que se manifiesta en
"un solo rebano y un solo Pastor".
Toda división en su seno es un mal
que debilita su ser y su misión (cf. 1
Co 1-13; 3,9-II; 10, 16-17; 12, II;
12, 12-26).

 Es la Iglesia de la palabra y de los


signos sacramentales. Ante todo, la
Iglesia es Iglesia de la palabra
anunciada como Evangelio, acogida
y proclamada por el testimonio, que
por la fuerza del Espíritu Santo
actualiza la salvación, sobre todo
por el bautismo y la eucaristía Por
el bautismo, hace acontecer la
nueva creación en la medida en que
confiere a la persona bautizada la
participación en el misterio pascual
de Cristo. San Pablo dice que por el
bautismo somos "insertados" en
Cristo. La eucaristía es el símbolo
que mejor expresa y alimenta esta
pertenencia al Reino de Dios,
inaugurado y anunciado por
Jesucristo (cf. He 2, 14-36; 3, i 2-
26; 4, 8- 1 2; 5, 29-32; 1 0, 34-43).

 La Iglesia esta regida por un orden


de carismas y ministerios. En el
Nuevo Testamento no hay
contraposición o separación entre
carismas que el Espíritu confiere a
todos y ministerios, es decir,
servicios institucionalizados en el
seno de la comunidad. No hay dos
clases de cristianos-clérigos y
laicos-, sino una comunidad, toda
ella ministerial, en cuyo seno los
ministerios se distinguen unos de
otros, pero no se separan. Destacan
los carismas de la Palabra, pues la
Iglesia es ante todo la Iglesia de la
Palabra: profecía, interpretación y
predicación, seguidos de los
carismas caritativos o diaconales.
Palabra y diaconia son las dos
características fundamentales de la
Iglesia neotestamentaria. La
diaconia no es una mera derivación
de la Palabra, sino sobre todo
condición para acogerla y hacerla
fructificar (cf. Jn 3, 8; Rom 1 2, 4-
S; I Co 12, 1-3 1; 1 3; 14; Ef 4, 16;
1 P2, 4-10).

 La Iglesia es la comunidad de los


convertidos y de los que han nacido
a la fe. La fe se concibe como
acogida del Evangelio y de la vida
de Dios, vivida en la esperanza, en
la perseverancia y en la fidelidad
hasta el martirio, que significa 'dar
testimonio". La fe se hace efectiva
y concreta en el amor simultáneo a
Dios, en Jesucristo, y a los
hermanos. Como dice san Juan, "si
dices que amas a Dios, a quien no
ves, y no amas al hermano, a quien
ves, eres un mentiroso" ( I Jn 2, 4;
cf. Mt 4, 17; 1 1, 12; Lc 16, 16; Col
1, 24).

 La Iglesia esta en el mundo, pero no


es de este mundo. Existe para el
mundo, para ser signo e
instrumento de salvación del
mundo. Esta en el mundo, sin poder
salir del mundo y sin pertenecer a
él, porque viene de Dios. Intentar
colocarse fuera del mundo no deja
de ser una manera de continuar
dentro del mundo de forma
alienada. La Iglesia fue enviada al
mundo, aunque no comparta su
mentalidad y tendencias, puesto que
es instancia que lo invita a
transcenderse, a realizarse
plenamente en el seno de la nueva
creación inaugurada por Cristo
resucitado (cf. Jn I 1, 52;10,16; Heb
13,14; Ef 2, 21-22; 4, 13).

 O La Iglesia es una realidad


escatológica. Por su condición de
"sacramento del Reino de Dios", la
Iglesia vive en tensión entre el "ya"
y "todavía no" (O. Culmann), entre
un Reino del cual es ya signo e
instrumento en este mundo, pero
que llegara a su plenitud en la
metahistoria, en la escatología. Por
su misión, va haciendo que se
vislumbren en la historia los
últimos tiempos (cf. Rom 8, 19-22;
I Co 10, 1 1; 15, 26-27; Col 3, 4; I
Tim 2, 1 1-12; 2 Pe 3, 13; 1 Jn 3,
2).

2. LOS MODELOS HISTORICOS DE


LA TRAYECTORIA ECLESlAL

El modelo normativo
neotcstamcntario, tejido bajo la
inspiración del Espíritu Santo, cuenta
con los elementos esenciales que
deben estar presentes en todos y en
cualquier modelo. En su peregrinar
histórico, según su contexto y las
necesidades de su misión
evangelizadora, la Iglesia va
encarnando este modelo en
conformaciones que plasman el rostro
de su precariedad como institución,
también cultural. Los modelos
subsiguientes dejan de plasmar la
normatividad primera, aunque no sean
falsos, dado que la tradición eclesial de
manera distinta de la tradición
apostólica, tiene la asistencia y no la
inspiración del Espíritu Santo.
Recordando el peregrinar de la Iglesia en sus dos milenios de historia, podemos identificar
por lo menos cinco modelos de acción, con sus respectivos modelos eclesiológicos. Es
interesante notar que en los periodos patrístico y del post-Vaticano II, primero viene el
modelo de acción, que configura un modelo eclesiológico, procediéndose de manera
inductiva o dialéctica en relación con la historia, mientras que en los periodos medieval y
moderno, primero aparecerá el modelo eclesiológico, seguido del modelo de acci6 n
derivado de el, con un procedimiento deductivo típico de la postura esencialista que
caracteriza esos periodos de la historia de la Iglesia.

2.1 La pastoral profética: la Iglesia como ministerio de comunión (Ecclesia Mater)

Este modelo de acción y el modelo eclesiológico derivado de el son típicos de la Iglesia


antigua, que comprende todo el periodo patrístico (del siglo II al comienzo del siglo VII en
Occidente, y al siglo VIII en Oriente); aunque con la llegada de la era constantiniana (siglo
IV) y del agustinismo (siglo V), empezó ya a perfilarse el modelo de "cristiandad". El
modelo eclesiológico de este período se concibe a partir de la acción; el modelo del periodo
siguiente se superpondrá a ella.

Modelo de acción

En la Iglesia antigua, son tres las acciones principales que ocupan la vida de los cristianos:
el testimonio de la vida (martyria), la proclamación de la fe en Jesucristo (kerigma) y la
enseñanza de la palabra de Dios (didaskalia). El bautizado pasa a integrar la "comunidad de
los santos", que tiene en la eucaristía la expresión más viva de la nueva vida. La Palabra y
la predicación ocupan un lugar central, sobre todo en la vida de los que están al frente de
las comunidades: los episcopói (obispos), los presbiterói (presbíteros), así como los
profetas, los doctores, los guías, los evangelistas y los responsables. La acción pastoral se
centra, por tanto, en el testimonio y en el anuncio, en la celebración eucarística y en la
asistencia a los pobres, derivación o consecuencia de la Palabra y de la eucaristía. El
anuncio se hace por la predicación misionera, por la homilía y por la catequesis, que en este
periodo estaba estrechamente unida a la predicación. La instrucción o catequesis es
comunitaria, lo que posteriormente dará origen al catecumenado y, con el, a las "escuelas
de teología", como fueron las grandes escuelas de Alejandría (interpretación más alegórica
de las Escrituras) y de Antioquia (interpretación mas literal). En ese periodo, la reflexión
teológica es básicamente bíblica, lo que caracteriza a la teología de la época como una
teología sapiencial o "sabiduría" (sapientia).

Con la controversia de los lapsi (cristianos que ante la persecución del Imperio Romano
renegaron de su fe) y de los traditorio (responsables de la Iglesia que bajo presión
entregaron los libros sagrados de la Iglesia al Imperio para ser quemados), adquieren gran
importancia la reconciliación y la penitencia. Por un lado, esta la necesidad de que el
pecador vuelva a la comunión de los santos y, por otro, la generosidad y la capacidad de
perdón por parte de la comunidad eclesial. Hay una fuerte resistencia a la integración de los
cristianos en las estructuras paganas y opresoras del Imperio Romano, como el servicio
militar y el ejercicio de cargos públicos, la producción y el comercio de objetos para el
culto pagano y la presencia en espectáculos circenses. La literatura cristiana, en un primer
momento, es de tipo epistolar (cartas de edificación mutua entre las Iglesias), después de
tipo "apologético" (defensa de la fe cristiana ante el Imperio y las herejías) y, finalmente,
de tipo "teológico", con la que se busca explicitar los contenidos de la fe de manera más
sistemática y gratuita.

Modelo eclesial

En sus orígenes, generalmente había en cada ciudad una sola Iglesia (ecclesia/asamblea),
unida en torno a la celebración eucarística dominical y reunida alrededor de un colegio de
presbíteros, que normalmente presidían rotativamente la celebración, aunque a veces
algunos pasajes de las Escrituras den a entender que existe mas de una domus ecelesiae en
una misma ciudad (cf. Rom 16,3-5.10. 1 1.14.15). Las personas que integran las
comunidades, en general, provienen de los humiliores: personas de la plebe, de las
periferias. Mas tarde, en el alto Egipto, se crearon las primeras comunidades rurales, para
dispensar a los fieles de largas caminatas para participar en la eucaristía, siempre en la
madrugada del domingo, día del Señor.
Hay una sola categoría de cristianos: los bautizados. Los catecúmenos se preparan todavía
para serlo. Todo es misión de todos, en la corresponsabilidad de la misma fe. Solo a partir
del siglo III, cuando se impone la tríada obispos-presbíteros-diáconos, aunque ya existiese a
principios del siglo II con Ignacio de Antioquia (año 107), surge la palabra "laico", para
distinguirlo del clero, a ejemplo de lo que existía en el judaísmo. También el término
"laico" ya aparecía en la carta de Clemente Romano a los Corintios (40,6) en el siglo I (ano
90). Existe una Iglesia toda ella ministerial, en la que los laicos, entre otras tareas, guardan
y administran la eucaristía, ejercen el ministerio de la educación en la fe, participan en la
elección de los obispos y de los presbíteros, y en la administración de los bienes
eclesiásticos. Con esta finalidad, en muchas Iglesias existía el "consejo de laicos",
denominado seniores laici.

A ejemplo del modelo neotestamentario, la Iglesia es local. En la comunión de las personas


concretas que la integran se hace presente toda la Iglesia (heredera del Pueblo de Dios del
A.T.), aunque no la Iglesia toda. Esta constituida por los "llamados" o "santos",
"discípulos", "hermanos", o simplemente "cristianos" (caracterizados así por primera vez en
Antioquia), que constituyen el pueblo escatológico de Dios. La autocomprensión de la
Iglesia (eclesiología) se funda en la pneumatología: la Iglesia es la asamblea (reunión) y la
koinonía (comunión) de los convocados por la misteriosa decisión de Dios en Jesucristo,
para vivir en la unidad, mediante los dones del Espíritu, capaces de acoger las diferencias
de razas y culturas. Por eso, la Iglesia es generalmente llamada "madre" (Ecclesia mater),
esposa de Cristo (sponsa Christi) y misterio de comunión (koinonía). Sin triunfalismos, se
autoconcibe como la "pequeña grey", que, ante un mundo pagano y hostil, esta llamada a
ser diferente, a vivir en el riesgo, en la persecución y en el martirio.

2.2. La pastoral sacramental: la Iglesia como cuerpo de Cristo ("Mater regina")

Este modelo tiene sus raíces en el giro constantiniano del siglo IV y en el agustinismo
del siglo V. El primero significo un profundo cambio en la vida de la Iglesia, tanto en
su concepción interna como en su configuración externa. Atrás quedarían la intolerancia, la
ilegitimidad y la persecución. Lo eclesial, el imperio y lo geográfico empezarían a tener
lazos que configurarían el modelo eclesial de la cristiandad medieval. El segundo
factor, el agustinismo, hace de la civitas Dei el horizonte de un modelo que legitimara,
por un lado, la intervención del Estado en la vida de la Iglesia y, por otro, a la Iglesia
como soporte ideológico del Estado.

Como ya hemos hecho referencia anteriormente, en este período medieval el modelo


eclesiológico precede al modelo de acción, como consecuencia de sobreponerse lo ideal a
lo real, en un procedimiento deductivo y esencialista.

Modelo eclesial

El modelo eclesial medieval esta ligado al concepto de cristiandad, el cual, sobre todo
después de la ruptura entre Oriente y Roma (1054), tiene una connotación claramente
estatal e imperial. La christianitas se entiende y se vive como una realidad
eclesiológica y política en la que se conjugan dos poderes: el sacerdotium (altar) y el
imperium (trono), dado que la autoridad máxima reside en el Romano Pontífice. Los
obispos se convierten en supremos funcionarios del Estado, con sus insignias, títulos y
privilegios respectivos. El papa adquiere un perfil imperial. El "Pueblo de Dios" se
convierte en populus christianus, un concepto no solo teológico, sino también
sociológico y político. El enemigo no es el mal espiritual, sino el enemigo del Imperio, y
lo no cristiano es un enemigo político. La cruz, signo teológico de redención, se
convierte en signo de victoria militar e insignia imperial oficial.

En este periodo, la imagen de la Iglesia, que llega a su auge con el sistema tomista, es
la de corpus Christi, pero no como referencia a la realidad misteriosa de la Iglesia,
sino a su dimensión sociológica, denominada "cristiandad". Ella, como institución,
polariza la totalidad del orden temporal y espiritual, pone en evidencia sus aspectos
jurídicos y se presenta como congregatio o potestas. La misión de la Iglesia es ordenar el
mundo según las "leyes de Cristo", de manera que incluso la imagen patrística de la mater
Ecclesia es sustituida por la imagen imperial de Ecclesia regina. La imagen de Jesús, el
Buen Pastor, es eclipsada por el pantokrator (Cristo Rey). Se pone en evidencia la
soberanía y el dominio del poder espiritual de la Iglesia sobre la humanidad. Como
Cristo es la cabeza de la Iglesia, el clero es la cabeza del populus christianus; por
tanto, alter Christus. El cristomonismo reinante concibe a la Iglesia como originaria del
poder de Cristo, que pasa por él a los apóstoles y, de estos, a los obispos. No hay lugar para
el Espíritu Santo. Todo procede del derecho divino, entregado por Cristo a la
jerarquía, a quien cabe integrar la humanidad, la sociedad, en una palabra, el mundo
a la Iglesia, que es el único medio de salvación, puesto que ella se identifica con el
Cristo glorioso y resucitado. Es la identificación de la eclesiología con una cristología
docetista.

Modelo de acción

La acción pastoral, al contrario de lo que ocurre en e! periodo patrístico, que es


predominantemente urbana, puesto que la Iglesia esta fundada en las ciudades
romanas, en el periodo medieval es mas rural. En el primero, es primordialmente
oriental, con mayor pujanza en el norte de África, Asia Menor y Grecia. En e^!
segundo, es mas occidental y casi exclusivamente después del cisma ortodoxo en 1054
. El Occidente, montañoso y con poblaciones dispersas, excepto las grandes ciudades, solo
es evangelizado mas tarde. En la Edad Media se da el paso de un cristianismo muy
estructurado socialmente en torno al obispo a un cristianismo fragmentado en
parroquias rurales distantes, organizado en torno al presbítero. El obispo tiene su
papel pastoral disminuido y se valora su función sociopolítica.

Ante el descalabro de la administración civil del moribundo Imperio Romano, sobre todo
de lo que quedaba de las ciudades invadidas por los bárbaros, el obispo asumió la
función de defensor civitatis, encargado de responsabilidades temporales: ejercicio del
poder judicial, colaboración en la administración y en la economía de la región, papel
militar y consejero de los príncipes. La identidad, antes eucarística y sacramental de
las comunidades, ahora dispersas en las periferias y en la zona rural, se da en torno al
presbítero, cuya identidad a su vez se asocia a la presidencia de la eucaristía. Así, el
centro de unidad se desplaza de la diócesis, ligada al modelo político de la ciudad
antigua, a la parroquia, asociada al feudo medieval, donde el presbítero asume la
función que era del obispo en la Iglesia antigua. El obispo tiene mucho de la figura del
príncipe, y el presbítero, del señor feudal.

Esa mayor cercanía a la población ligada al mundo agrario medieval contribuye a una
inserción mas profunda de la Iglesia en la sociedad, que pasa a ser sustentadora de la
"civilización occidental cristiana". Esto no significa una mayor inculturación del
cristianismo; al contrario, fiel al imaginario agustiniano de la civitas Dei, la Iglesia, en
lugar de encarnarse en la historia, absorbe al mundo, sacralizándolo, en nombre de
un poder recibido de Dios. Al mismo tiempo que se produce una clericalización de la
Iglesia, se da una sacralizacion del mundo, que es visto como un todo penetrado por lo
sagrado. En verdad, hay un dualismo en la oposición entre lo temporal y lo espiritual,
pero este es superior a aquel y con derecho de regirlo. El mismo dualismo se transfiere
al interior del Pueblo de Dios, en la medida en que el clero se asocia a lo espiritual, y
los laicos a lo temporal. También pasa a formar parte del cristianismo una visión
peyorativa del mundo. En las tareas seculares se ve un peligro para la autonomía de lo
espiritual y para la libertad de la Iglesia ante el mundo. Por eso, el prototipo ideal de una
vida santa ya no es el martirio del periodo patrístico, sino la vida monástica, célibe y
apartada del mundo, que forja la típica espiritualidad medieval de la fugo mundo, ora
et labora de san Benito.

Al contrario de lo que ocurri6 en el periodo patrístico, en el que hubo un verdadero


interés por los contenidos de la fe y por el dialogo con la cultura greco-romana, en la
Iglesia medieval hay un fuerte declive del nivel cultural, sobre todo del clero. Con el
nacimiento de las universidades y el surgimiento de los profesores de teología,
desaparece prácticamente la función doctoral del ministerio episcopal. Tomas de
Aquino hablara de la necesidad y vigencia en la Iglesia de dos magisterios: el de los
obispos y el de los teólogos, aunque el papel del primero sea confirmar la autenticidad
de la fe. El obispo se limita a la gestión jurídico-practica de su propia diócesis, que
prácticamente pasa a ser una sucursal de Roma, y el, un vicario del papa.

En este período surgen igualmente el "alto" y el "bajo" clero. El primero, urbano y


erudito; el segundo, mal formado y disperso, encargado de administrar los
sacramentos en pequeñas comunidades rurales dispersas, integradas por fieles,
generalmente sin acceso a la escritura, es decir, analfabetos. El primero se compone
del clero regular; el segundo, del clero secular. El clero secular se ocupa de la cura
animarum y esta ligado al obispo. El clero regular depende directamente del Romano
Pontífice. Por eso la predicación corre en gran medida a cargo de las órdenes
mendicantes, creadas con este fin para cubrir esa laguna, ya que el clero, ahora
elegido por los príncipes, sin ninguna preparación teológica, no va más allá del
terreno común de una fe espontánea.

Progresivamente se dará una separación entre clero secular (diocesano) y clero regular
(religioso). Mientras aquél es iletrado y rural, este frecuenta universidades, presta servicios
a las grandes obras papales, como las Cruzadas y la Inquisición, y goza de privilegios
pontificios. Como telón de fondo hay una doble criteriología pastoral: el clero regular es
consciente de la insuficiencia del límite territorial como principio normativo de la acción
eclesial, mientras el clero secular se conforma con actuar dentro de las fronteras de su
parroquia.

Un factor grave en el modelo de acción pastoral medieval es el fin de la catequesis de


adultos, el catecumenado. La "conversión" en masa al cristianismo -cristianos no
evangelizados-, redujo el catecumenado, que en otro tiempo eran dos o mas anos de
formación en la fe, al tiempo de Cuaresma. Una de las causas es la disminución gradual del
número de adultos que pide el bautismo, hasta desaparecer completamente, y el aumento
vertiginoso del número de niños cuyos padres lo hacen por ellos.

2.3. La pastoral colectiva: La Iglesia como sociedad perfecta

Este periodo comprende dos momentos distintos dentro de un mismo proyecto


apologético: el primero se enfrenta a la Reforma Protestante con la Contrarreforma
católica; el segundo, tomando posición ante la Modernidad, promueve la
emancipación del ser humano y del mundo con respecto a la teocracia reinante. Dos
concilios tejieron el modelo eclesiológico de este periodo: el Concilio de Trento y el
Concilio Vaticano 1. Uno poniendo en pie un movimiento en favor de una "segunda
escolástica" y el otro, de una "tercera escolástica", lo que realmente ocurrirá.

Lo que caracteriza la Modernidad es la búsqueda de autonomía con respecto a la


teocracia y el eclesiocentrísmo, con vistas a la afirmación del ser humano, de la razón
y de lo temporal en su propia esfera. Este anhelo de autonomía de los príncipes y de la
sociedad civil venía ya del siglo XI. Pero a partir del siglo XVI comienza a plasmarse el
gran proyecto civilizador moderno. Dos momentos marcan este proceso: la primera
ilustración (emancipación de la razón individual) en torno al humanismo, al
renacimiento, al racionalismo, al empirismo y a la revolución científica; y la segunda
ilustración (emancipación de la razón práctica) alrededor de los filósofos de la praxis
y de las dialécticas idealista y marxista, así como de la revolución industrial. Lo que
desencadena el movimiento de la Reforma Protestante es la recepción en el ámbito
religioso de la razón individual y de la subjetividad. Ya el proyecto de neocristiandad,
tejido en torno al catolicismo social, que desemboca en la Rerum Novarum de León
XIII (1891), tiene en la tercera escolástica erigida por el Concilio Vaticano I su
referencia eclesiológica de reconquista para la Iglesia, aunque ahora ya no de arriba
hacia abajo, mediante el clero, sino de abajo hacia arriba, mediante la acción capilar
de los laicos en el seno de la sociedad emancipada.

Como en el periodo anterior, también aquí el modelo de acción esta precedido por el
modelo eclesiológico, preconcebido para defender el catolicismo de los ataques de la
"herejía" protestante y de la laicidad.

Modelo eclesial

El modelo eclesiológico, tanto del primer momento de la Modernidad -la


Contrarreforma-, como del segundo -la neocristiandad-, se basa en la imagen de la
Iglesia como cuerpo de Cristo, teniendo como telón de fondo el teocentrismo y el
eclesiocentrísmo, el dualismo espiritual-temporal y el binomio clero-laicos.
Mientras del lado protestante surge una eclesiología mas espiritualista y personalista
(sola fides, sola gratia, sola Scriptura) y el único sacerdocio común de los fieles, del lado
católico continua la visión de una Iglesia institución, de carácter universal, que acentúa
la supremacía del sacerdocio jerárquico sobre el sacerdocio común de los fieles y los
sacramentos como único medio de salvación.
Roberto Belarmino, teólogo oficial de la posición de Trento, concibe la Iglesia como
"encarnaci6n continuada": la sociedad de seres humanos unidos por la profesión de la
verdadera fe, la comunión de los mismos sacramentos y bajo el gobierno de los legítimos
pastores, principalmente el único vicario de Cristo en la tierra, el Romano Pontífice.

La autocomprensión de la Iglesia como "sociedad perfecta" se perfila con mas


claridad en el seno de la ilustración, en el contexto del deísmo y del "siglo de las
luces", para el cual el principio de todo es el ser humano -su naturaleza y su razón.
Cuestionado el argumento de autoridad, la Iglesia, a finales del siglo XIX y comienzos
del siglo XX, aparece como "baluarte", "fortificación" o "castillo ", cerrando filas en
torno al papa, crean do dispositivos de defensa, luchando contra el enemigo
modernista, proclamando nuevos dogmas y condenando toda "herejía". En esta
perspectiva se definen el primado de jurisdicción y la infalibilidad pontificia que
acentúan la centralización romana. La Iglesia aparece uniformada según Roma, que
amplia el sistema curial; crece el papel de las nunciaturas y su injerencia en el
nombramiento de los obispos. En una palabra, la Iglesia aparece mas como gueto que
como una institución inserta en el mundo moderno y en dialogo con el.

Modelo de acción

En el primer momento de la presencia de la Iglesia en el seno de la Modernidad, su


modelo prolonga el modelo medieval: la pastoral sacramental, que acentúa la
dimensión ex opere operato (el valor salvífico del sacramento en si mismo) con
respecto a la dimensión ex opere operantis (el valor salvífico relacionado con la
acogida libre y responsable del receptor). Tributaria del eclesiocentrismo reinante, la
Iglesia se autocomprende como depositaria exclusiva de todos los medios de salvación
dejados por Cristo. La definici6n eclesiología belarminiana, que hace énfasis en su
visibilidad histórica, reducida a categorías sociológicas, destacara la presencia pública
de la Iglesia ante la hostilidad del mundo moderno, de la emancipación de la razón y
de los Estados.

De la confrontación polémica contra el protestantismo se pasa al combate contra el


positivismo, contra el Estado moderno democrático y contra las ciencias
metodológicamente arreligiosas, buscando recuperar su antiguo lugar en la cúspide de
la pirámide social.

Para marcar la especificidad católica ante las Iglesias de la Reforma, la vida eclesial
gira alrededor de la presencia real del Santísimo Sacramento (adoración), de la
devoción a la Virgen María, de la misa como sacrificio y del sacerdocio clerical. Los
protestantes-habían puesto la Biblia en manos del pueblo, pero ante eso, la Iglesia
católica, en vez de recomendar prudencia en la lectura de la Biblia por parte de los
fieles, prácticamente la prohíbe. Es conocida la condenación de Pascual Quesnel, el 8
de septiembre de 1713, por la constitución dogmática Unigenitus de Clemente XI,
condenación confirmada en 1718 por el mismo Clemente XI, y en 1756 por Benedito
XIV, a los que defendían la lectura de las Escrituras por todos indistintamente.

Se busca suprimir la ignorancia religiosa con la elaboración de un catecismo (de


Trento), que contuviese las verdades de la fe católica (para defender a los católicos de
las herejías protestantes). Se acentúa también la importancia de la institución
familiar. Así como la Iglesia medieval es la Iglesia del culto, la prioridad de Trento es
la unificación y la codificación litúrgica, con la publicación del Breviarium romanum
(1568), del Missale Romanum (1570), del Pontifícale Romanum (1596), del
Ceremoniale Episcoporum (1600) y del Rituale Romanum (1614). Esta codificación y
el espíritu de redogmatización de la religión se prolongan desde el Vaticano I hasta la
aurora del Vaticano II.

En ese primer momento, y también posteriormente, la acción pastoral adquiere un


cuño apologético de defensa ante el protestantismo. Así, ante la decisión protestante
de celebrar la liturgia en lengua vernácula, la Iglesia católica optara por el latín como
lengua oficial y universal; ante la eucaristía protestante como "cena", se pondrá el
énfasis en la misa como sacrificio y adoración (en la época medieval, la misa era una
de tantas maneras de adorar al Santísimo Sacramento); ante la valoración protestante
de la palabra de Dios, la Iglesia Católica dará importancia a la fe devocional; ante la
austeridad de los templos protestantes, que no tienen ni siquiera una cruz, en el
campo católico resaltaran la exhuberancia ostentosa de los templos barrocos, como
teatro espectacular, "con palcos y galerías, pinturas y mármoles, retablos y coros".

En ese primer momento, la acción pastoral sigue centrada en la parroquia, atada a


una mentalidad rural incluso en las ciudades que respiran la cultura moderna. Es una
acción masiva, circunscrita a un territorio, sin atención a las personas como
individuos y presentes en ambientes más allá del mundo habitacional. La Iglesia no
percibe la irrupción de un nuevo proyecto de civilización en torno a la Modernidad
emergente o piensa que se trata de la mentalidad de algunos individuos heterodoxos.

En el segundo momento de la presencia de la Iglesia en el seno de la Modernidad, la acción


eclesial, siempre enmarcada en una postura apologética, pasara del modelo de cristiandad
a un nuevo modelo, el de neocristiandad, diseñado en torno a una significativa e
importante búsqueda de presencia publica de la Iglesia en los medios sociales,
configurada en el denominado catolicismo social. Desembocara en la Rerum Novarum
de León XIII, precedida por el Concilio Vaticano I, que había puesto en pie una
"tercera escolástica". La acción pastoral postridentina había sido mas una respuesta
contra la Reforma Protestante que una reacción contra la Modernidad naciente.

Claro que no será una acción de interacción, sino un proyecto explícitamente


antimoderno, intransigente y tradicionalista, es decir, de reconquista para el seno de
una Iglesia que sigue autocomprendiéndose como único medio de salvación y de
equilibrio social. Solo con el Vaticano II 1a Iglesia dejara atrás la mentalidad de
cristiandad, su eclesiocentrismo y la teología escolástica como meta-relato de la fe
cristiana.

La postura apologética católica ante la Modernidad trata de defenderse de dos


enemigos: el liberalismo y el socialismo. Para la Iglesia de entonces, el primero atenta
contra la Iglesia Católica como única religión verdadera y contra el magisterio,
centinela de la verdad que habita la raz6n, que es colectiva y no individual, como lo
propone la Modernidad. El error no tiene ningún derecho. El segundo suprime el
derecho sagrado de la propiedad privada, que es un derecho natural, y reduce los
seres humanos a una igualdad que hiere las diferencias queridas por Dios.

Situado a mediados d el siglo XIX, el catolicismo social seria la primera encarnación


histórica de un proyecto antimoderno, antirrevolucionario, antiliberal y antisocialista,
tesis prestadas del catolicismo intransigente, que es una ideología que alimenta el
imaginario de grandes contingentes de católicos decididos a no ceder ante lo que ellos
imaginan que es el "accidente" de la Revolución Francesa. En verdad, el catolicismo
social se inscribe en un contexto de restauración católica.

Después de la Revolución Francesa, "legitimidad, contrarrevolución y restauración"


son tres consignas de un amplio movimiento desencadenado por varios segmentos de
la Iglesia. Impulsados por la mentalidad tradicionalista y romántica, de moda en
aquella época, y por la renovación de la escolástica, vuelven su mirada a la Edad
Media y piden un combate sistemático contra los valores de la Modernidad o,
sencillamente, la supresión del hiato histórico de la Revolución.

Como no es posible recorrer aquí los diversos países europeos, como Francia, Italia,
Alemania y Bélgica, escenario de múltiples iniciativas del catolicismo social, y mostrar sus
realizaciones, a titulo ilustrativo nos limitamos a algunos hechos de los católicos sociales
franceses. Indudablemente, en Francia es donde el catolicismo social alcanza importancia y
significado.

A grandes rasgos, podemos decir que el movimiento paso por dos fases: una antes y
otra después de la Rerum Novarum. El periodo anterior se caracteriza por la "época
paternalista de los patronos sociales", que buscaban básicamente mejorar las
condiciones laborales de sus trabajadores y prestarles una asistencia social ante las
necesidades que ellos juzgaban más urgentes: educación religiosa, alimentación y
salud. El periodo del movimiento posterior a la Rerum Novarum se caracteriza por la
evolución hacía la democracia cristiana y la Acción Católica, funcionando como
transición hacia la postura de recepción de la Modernidad operada por el Concilio
Vaticano II.

En el caso de Francia, la primera fase del catolicismo social, -el periodo anterior a la Rerum
Novarum-, evolucionara en dos etapas: la primera, de 1850 a 1870, es la época influenciada
por Armand de Melun y Le Play; la segunda, de 1870 a 1890, la época de Albert de Mun y
la obra de los círculos de obreros católicos. Durante la primera etapa, los hombres y las
mujeres de acción que se inquietan con la miseria son relativamente pocos, y la mayoría de
ellos se inspira en las teorías de Le Play, que, combinadas con una interpretación estricta
del Syllabus, concordaban con la doctrina de la contrarrevolución. Armand de Melun
(1807-1877) se caracteriza por la organización de la asistencia y, como legitimista y
miembro de la nobleza, tiende a unir las clases sociales. Quiere organizarlas dentro de los
parámetros del cristianismo, independiente del Estado, pero entre trabajadores y burgueses.

Durante la segunda etapa, en una perspectivas opuesta al paternalismo, está la obra


de los círculos católicos obreros, fundada por Albert de Mun (1841-1914) en 1871. En
la línea de Kolping, Albert de Mun crea los círculos obreros católicos, que ejercerán
una influencia duradera en el movimiento social católico, asegurando una larga
publicidad a las realizaciones de León Harmel y al programa de los consejos de
estudio animados por Rene de la Tour de Pin. Pero será León Harmel (1821- 1915) el
que hará la transición entre el legitimismo y el paternalismo hacia el sindicalismo y la
democracia cristiana. En 1867 crea una asociación religiosa de hombres que se
transformara en circulo cat61ico, después en sindicato mixto y, finalmente, en 1893,
en consejo de fabrica. Se trata de una cooperaci6n de obreros dentro del mismo
consejo de administraci6n, pero con participaci6n condicionada de los católicos. En
1872, en el Congreso de Poitiers, se compromete en los círculos de Albert de Mun y se
convierte en hombre de confianza de León XIII. Entre 1885 y 1892 toma la iniciativa
de organizar peregrinaciones de obreros a Roma, que son uno de los orígenes de la
Rerum Novarum.

Con la Rerum Novarum el catolicismo social entra en una segunda fase, en la medida
en que el magisterio pontificio se hace eco de muchas de las tesis disputadas en el seno
del movimiento, especialmente de aquellas que están más en sintonía con los valores
de la Modernidad. Se produce un cambio, especialmente en el campo político y
económico, al proponer la re-cristianización de la sociedad y del Estado, pero ya no de
arriba hacia abajo, por la vía clerical, sino desde la base, por medio del laicado y de
instituciones profanas. La preocupación del papa es que los católicos hagan suyas las
aspiraciones de su tiempo, a fin de impregnar con espíritu cristiano todas las formas
de la civilización moderna. La apertura de la jerarquía eclesiástica a las libertades
políticas modernas se combina con la voluntad de asegurar una orientación del
proyecto político y social de re-cristianización. La apertura a la Modernidad estimula
la formación progresiva de diversas organizaciones encargadas de enmarcar la vida
cotidiana de los católicos y de promover una visión cristiana de la sociedad.

Pero en el plano cultural la Rerum Novarum es todavía muy tímida, pues esta alineada con
la mentalidad de cristiandad. Se mantiene la idea de que el cristianismo debe estar ligado a
una civilización, a una cultura. Persiste el deseo morboso de restauración de una cultura
cristiana global: un catolicismo cultural.

Para la encíclica, -lo que es un avance con relación a la cristiandad-, no se trata de


influir solo en el nivel de las conciencias, sino de re-cristianizar las estructuras,
aunque en función del contexto y de la evolución histórica de las posibilidades de la
reconquista (n. 10). Para aquella época fue una posición audaz, tanto que, si no dividió
a los cat61icos, suscitó al menos profundos debates y choques internos. Mayoritariamente
se impondrá la posición mas conservadora, pero muchos segmentos de la Iglesia,
especialmente la Acción Católica, harán avanzar a la Iglesia por la práctica del
dialogo con el mundo moderno. Desafortunadamente, después del pontificado de León
XIII, y hasta la mitad del pontificado de Pío XII, se imponen los tradicionalistas, que
resucitarán la apologética. De ahí en adelante, la Acción Católica Especializada, la
Nouvelle Théologie y los movimientos favorables al Vaticano II 1levarán a la Iglesia a
adoptar una relación cada vez mas decidida de servicio y de dialogo con el mundo
moderno.

2.4. La pastoral de conjunto: La Iglesia como pueblo de Dios

La pastoral de conjunto y la Iglesia considerada como "Pueblo de Dios" caracterizan


el periodo de post-cristiandad oficializado por el Concilio Vaticano II (LG, nn. 9-14).
Como acabamos de ver, el deseo de renovación y de reconciliación con la Modernidad,
de superación de una postura apologética y una actitud de dialogo y de servicio ante el
mundo, venia de lejos. El mismo Pío X (1903-1914), a pesar de su conservadurismo,
marco su pontificado con una gran preocupación pastoral y echo los cimientos de un
gradual proceso de renovación eclesial con su principio revertimini ad fontes (vuelta a
las fuentes). Mas tarde, del lado de los reformados, Kart Barth aboga por el regressus
ad verbum divinum (vuelta a la palabra de Dios). Surgirán teólogos con sensibilidad
pastoral, en un esfuerzo de contacto mas profundo con la revelación y de
aggiomamento (puesta al día) del pensamiento cristiano con las exigencias del mundo
moderno.

Poco a poco se iba preparando el Concilio Vaticano II, en un lento proceso, pero
gradual, en el que serian protagonistas diversos movimientos de renovación: el
movimiento bíblico, centrado en la vuelta a las Escrituras y en una relectura de la
palabra de Dios desde la historia en su contexto actual; el movimiento eclesiológico,
que buscaba superar el eelesiocentrismo y recuperar la categoría "Reino de Dios",
eclipsada por una eclesiología cristomonista; el movimiento ecuménico, que sonaba
con la restauración de la unidad de los cristianos y una apertura del cristianismo a un
verdadero dialogo con las religiones; el movimiento laical, que reivindicaba un lugar
especifico dentro de la Iglesia como sujeto y con identidad propia; el movimiento
teológico, que buscaba superar los métodos del meta-relato agustiniano y tomista y
ubicar la teología dentro del paradigma de la racionalidad moderna; el movimiento
ecuménico, que se proponía gestar un nuevo rito, sobre nuevas bases teológicas y mas
encarnado en la cultura contemporánea, etc.

Modelo de acción

A diferencia de los dos modelos precedentes, en los que la eclesiología precede a los
modelos de acción, en este período vuelve a ser la acción el punto de partida para la
reflexión, como en la Iglesia primitiva y antigua, cuando los modelos eclesiológicos se
fueron configurando desde las exigencias y necesidades de la evangelización. Un paso
importante es el respeto a la autonomía de lo temporal y el dialogo, particularmente
con las ciencias sociales. El diagnostico de una realidad descristianizada y la
constatación de la insuficiencia e ineficacia de las prácticas y estructuras pastorales
existentes provocó una nueva actitud pastoral. Se toma conciencia de las exigencias y
de la eficacia de la fe, aunque en el seno de una sociedad emancipada. Es necesario
buscar una nueva forma de presencia de la Iglesia en el mundo, no con espíritu de
hostilidad y confrontación, sino de interacción mediante el dialogo y el servicio.

Es importante resaltar que las prácticas fueron el factor propulsor de los avances,
tanto en la pastoral como en la reflexi6n teológica. A este respecto, tuvieron un papel
preponderante la Acción Católica especializada por ambientes, el movimiento de los
"curas obreros" y el movimiento de renovación parroquial, que contribuirá al
redescubrimiento de la dimensión diocesana de la pastoral. La superación del
parroquialismo, por un lado, y, por otro, la superación de una universalidad
generalizante profesada por los movimientos de espiritualidad, se debió a la
constatación de la existencia de una acción eclesial desarticulada del contexto local,
entendido ahora no como "parte", sino como "porción" de un contexto global.

Ayudados por la experiencia de la Acción Católica Especializada, los laicos


encuentran su lugar en la Iglesia y, por su situación privilegiada de inserción más
directa en el mundo, asumen un papel protagonista. Nacen ministerios laicales, no solo
hacia dentro, sino sobre todo hacia fuera de la Iglesia. El culto deja de agotar la
participación de los miembros de la Iglesia en la edificación del Reino de Dios ya en
este mundo. Las mismas verdades de la que son sometidas a la criba de su verificación
histórica en las prácticas eclesiales. Surge la catequesis renovada, la liturgia ligada a
la vida y a la pastoral social, fruto de la conciencia del significado y de la vivencia del
triple ministerio del bautismo: los tria munera: ministerio profético, litúrgico y de la
caridad (LG 13). El sujeto de la acción eclesial deja de ser el clero, hasta entonces
visto como "el pastor", para ser la comunidad eclesial como un todo, toda ella
ministerial, fundada en el mismo bautismo y en el sacerdocio común de los fieles. El
respeto del derecho humano a la libertad religiosa da origen al servicio del dialogo
ecuménico y macro-ecuménico. El respeto a la autonomía de lo temporal impulsa
acciones de cooperación y servicio compartidas con iniciativas, grupos y
organizaciones de la sociedad civil por un mundo solidario.

En este nuevo contexto post-apologético, la misión no consiste tanto en ir al encuentro


de los alejados para traerlos a la Iglesia, sino en llevar gratuitamente el evangelio y
encarnarlo en la historia. La superación del parroquialismo y de la pastoral territorial
ha de darse por el redescubrimiento de la dimensión diocesana de la pastoral,
situando toda y cualquier acción, aunque puntual y local, en este horizonte. Para esto
se llevara a cabo una reforma institucional mediante la creación de organismos de
globalización de la acción eclesial, como las asambleas y los consejos (CD, n. 27), así
como de nuevos mecanismos de coordinación con equipos y sus primeros
responsables, cuyas funciones se definen comunitariamente.

Modelo eclesial

El Concilio Vaticano II, sin dejar de ser teológico, quiso ser esencialmente pastoral
(SC, n. 1). Desde los "nuevos signos de los tiempos" (GS, n. 4), se volcó sobre la
Iglesia, buscando una nueva autocomprensión de su ser y su mlsi6n. Se estableci6 un
dialogo con el mundo moderno, en actitud de solidaridad y cooperación. La Iglesia,
que finalmente reconoce no tener todas las respuestas a los problemas del mundo de
hoy, se propone, como peregrina en la historia con toda la humanidad, buscarlas con
"todas las personas de buena voluntad", en expresión de Juan XVIII. Como
institución, y por tanto también como factor cultural, reconoce la necesidad de
renovarse constantemente (Ecclesia semper reformanda) y de ponerse al día
(aggiornamento), no partiendo de modas e ideologías, sino mediante una verdadera
vuelta a las fuentes bíblicas y patrísticas.

Los elementos principales del modelo de Iglesia del Concilio Vaticano II, tal como
aparecen en la Lumen Gentium y en la Gaudium et spes, son los siguientes:

 La Iglesia entendida como comunión (LG, nn. 8-9. Como koinonía, la Iglesia es
sacramento de la unidad de la Trinidad y, en ella, con los seres humanos y de
los seres humanos entre si. Los ministerios son expresión de la universalidad de
los dones del Espíritu, ordenados al servicio para el bien de todos, cristianos y no
cristianos. En vista de esto, se redefine teológicamente el alcance del sacramento del
bautismo y, desde ahí, la diversidad de los ministerios. Se elabora una nueva
teología de los ministerios ordenados, especialmente del obispo con relación al
ministerio petrino, dentro del colegio apostólico. Los laicos recuperan su identidad
y su lugar en la Iglesia y en la sociedad, como miembros de un mismo cuerpo, que
es la Iglesia, constituida por una única categoría de cristianos: los bautizados. Se
rearticula el principio sinodal o de colegialidad entre las Iglesias locales de una
región, Pals, continente o en torno al ministerio petrino. En resumen, lo que el
Vaticano II entiende por comunión no es una mera unidad u obediencia al papa y a
los obispos, sino la unidad de la diversidad de sus miembros, y de estos con todo el
genero humano.

 La Iglesia entendida como Pueblo de Dios (LG, nn. 9-13). Pueblo de Dios no son
solo los laicos, sino iodos los bautizados; por tanto, de el forma parte el clero, cuyo
ministerio se funda en el sacerdocio común de los fieles, don que Dios confiere por
el bautismo a todos los "hijos de la Iglesia". Todo el pueblo de Dios es santo y
pecador, ungido, profético, carismático, servicial y participe de la misión de
Jesucristo muerto y resucitado en el Espíritu. Un pueblo, cuya autoridad es el
servicio, dedicado preferencial y prioritariamente al menor y a los últimos. Como
nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia prolonga en la historia el peregrinar del antiguo
Pueblo de Dios hacia la Tierra Prometida, el nuevo cielo y la nueva tierra,
rescatados por el Crucificado para toda la humanidad. La Iglesia es sacramento
-signo e instrumento del Reino-, inaugurado por Jesús y edificado en el Espíritu por
todas las personas de buena voluntad. La configuración hist6rica de una Iglesia
peregrina muestra su precariedad institucional, superando así el concepto de
sociedad perfecta.

 La Iglesia, sacramento de salvación (LG, n. 48). Superando un eelesiocentrismo


milenario extra Ecclesiam nulla salus-, la Iglesia se autocomprende como
"sacramento" de una salvación universal, que sin embargo pasa también por otros
medios diferentes de los que la Iglesia dispone. El sacrificio de Cristo rebasa las
fronteras del misterio de la Iglesia, haciendo de ella una de las mediaciones de
salvación, aunque no una cualquiera, ya que ella dispone de todos los medios
salvíficos y de medios privilegiados, como son la palabra revelada y los
sacramentos. Aunque no haya salvación fuera de Jesucristo, puede ocurrir en el de
manera implícita, según la alegoría del evangelio de Mateo, capítulo 25. Esto
descentra a la Iglesia de si misma y de sus cuestiones internas, lanzándola a abrazar
como suyas las grandes causas de la humanidad, puesto que el Pueblo de Dios
participa de su mismo destino, porque "los gozos y las esperanzas, las tristezas y las
angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos
sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de
Cristo" (GS. n. 1). En cuanto a la mediación eclesial, supera el catolicismo, puesto
que la verdadera Iglesia de Jesucristo subsiste (subsistit in) en la Iglesia Católica, y
no solamente en ella (solummodo).

 La Iglesia como cuerpo de servicio del Reino de Dios en el mundo (GS, n 1 ). La


Iglesia no existe para si misma, sino para el Reino de Dios, que además no se agota.
en ella. Es su sacramento: signo e instrumento de su realización en la historia ("ya"),
aunque consciente de que jamás se dará aquí en plenitud ("todavía no"). Por
consiguiente, la Iglesia necesita un espíritu de cooperación y de servicio al mundo,
de dialogo y acogida. Como decía Ireneo de Lyon, "todo lo que no es asumido, no
es redimido". Redención, como hemos visto, que supera las fronteras de la
mediación eclesial, aunque competa a la Iglesia ofrecer el Evangelio a todos y
contribuir a la reunión y unión de todos los seres humanos en torno al mismo Padre.

 La Iglesia universal presente en la Iglesia local (LG, n. 23; CD, n. I 1; AG, nn.
20.38). El Concilio Vaticano II ha redescubierto la universalidad del cristianismo en
la particularidad de las Iglesias locales. La Iglesia de la cristiandad confundió
"catolicidad" con la particularidad romana; la 'universalidad" como una determinada
particularidad que se extiende sobre las demás, absorbiéndolas y aniquilándolas.
Para el Concilio, catolicidad no es uniformidad generalizada. La universalidad de la
Iglesia se debe no a una única forma de ser. sino a la misma fe; a su fuente trinitaria
y al don de la salvación que Dios ofrece a todo el genero humano. Según el libro de
los Hechos de los Apóstoles, la unidad consiste en "tener lo mismo en común” (He
2, 42ss). Por eso, en la Antigüedad, las Iglesias se denominaban "Iglesias en" y no
"Iglesias de", precisamente por ser "porción" del Pueblo de Dios y no "parte".
Nacen diferentes, sin que por eso se excomulguen. La parte no contiene el todo,
pero la porción si. De esta manera, en la Iglesia local esta toda la Iglesia, aunque no
la Iglesia toda. Esta "toda la Iglesia", pues es depositaria de la totalidad del misterio
de la salvación. Pero no es "la Iglesia toda", porque ninguna Iglesia local agota este
misterio. De ahí que la catolicidad de la Iglesia esta, desde la Iglesia local, en la
comunión de las Iglesias, puesto que la Iglesia de Jesucristo es "Iglesia de Iglesias".
En esta perspectiva, la Iglesia, cuanto más inculturada, cuanto mas encarnada este
en cada una de las diferentes culturas, será mas universal y católica. Y al contrario,
cuanto mas encarnada y presente este en una única cultura, tanto menos cat61ica y
universal será en las demás culturas.

2.5 La pastoral de comunión y participación: la Iglesia como eclesiogénesis


Es el modelo creado por la Iglesia en America Latina y el Caribe, en la perspectiva de
una "recepción creativa" del Concilio Vaticano II. A diferencia de la Iglesia de otros
continentes, los padres conciliares de America Latina no hicieron grandes aportes al
Concilio, pero durante su realización asimilaron su espíritu y, al volver a sus países,
mas que un punto de llegada, hicieron de el un punto de partida para la acción eclesial
y la reflexión teológica. La Iglesia en el continente, a la luz de la opción preferencial
por los pobres, recibió y profundizó las intuiciones del Concilio, acogió sus tesis y, de
acuerdo con las necesidades concretas de su pueblo, amplio sus horizontes de
aplicación.

Modelo de acción

Dada la fuerte connotación sociotransformadora y liberadora de este modelo, aparece


la acción pastoral en el protagonismo de los laicos y de los pobres. Los laicos son
considerados como sujetos con "voz y voto", con ministerios propios, con oportunidad
de formación bíblica y teológico-pastoral, y lugar de decisión en consejos y asambleas,
así como de coordinación al frente de los diferentes servicios pastorales. Con respecto
a los pobres, cambia la óptica: de objetos de la caridad ajena, pasan a ser sujetos de
un mundo solidario y fraterno. La Iglesia, además de asumir su causa, asuma también
su lugar social por medio de comunidades eclesiales insertas en una perspectiva
liberadora, con énfasis en la pastoral social, dada su precaria situación. Nacen los
servicios de pastoral con espiritualidad y fundamento propio, como la pastoral obrera,
la pastoral de la tierra y rural, la pastoral de la salud y de los enfermos, la pastoral de
los derechos humanos, la pastoral de la niñez, la pastoral de la ecología, la pastoral de
la conciencia negra e indígena, la pastoral de la mujer, etc.

Es la experiencia y la peregrinación en la fe del paso de una situación de cautiverio, a


la liberación de todos los signos de muerte que hieren la dignidad de los hijos de Dios.
Para eso, la comunidad eclesial se organiza en pequeñas comunidades de vida en la
base, en el seno de las cuales se promueve la lectura popular de la Biblia. Hay un
esfuerzo de todos en crear una Iglesia con rostro propio, encarnando en su cultura los
ritos y símbolos de la fe cristiana. La liturgia se anima con cantos propios. Aunque a
un nivel popular, las asambleas, las reuniones, los días de estudio, los cursos, etc.,
desarrollan una reflexi6n teológicas contextualizada, y sobre todo una espiritualidad
de militancia desde la vida, marcada por la carencia y la exclusión.

En el seno de este modelo, se abre espacio para la reflexión y la acción de las mujeres,
de los contingentes afro-americanos e indígenas, que forjan desde sus practicas una
relectura de la Escritura y de las verdades de fe, haciendo de la revelación palabra de
salvación "para nosotros hoy", como dice el Concilio Vaticano II (GS, n. 62). La
catequesis privilegia la experiencia y la inserción comunitaria en un proceso de
educación permanente en la fe. La liturgia interacciona el misterio pascual con la
"pasión" del pueblo, que en su rostro desfigurado prolonga la pasión de Jesucristo en
el mundo. En la predicación o en k meditación de la palabra de Dios en cultos
dominicales sin sacerdote, se procura alimentar la esperanza del pueblo, actualizando
la revelación en el con texto de las víctimas de un sistema injusto y excluyente. Desde
la fe, se procura formar también la conciencia ciudadana, para que los mismos excluí
dos, organizados como ciudadanos, sean protagonistas, en el seno de la sociedad civil,
de un mundo solidario e incluyente.

Modelo eclesial

En los moldes presentados, la acción pastoral configura un modelo eclesial específico.


Teológicamente, sus bases se asientan sobre la "recepción creativa" del Vaticano II, hecha
por Medellín, y de la Evangelii nuntiandi), efectuada por Puebla. Es por tanto un modelo
eclesiológico con el rostro de la Iglesia en America Latina y el Caribe. Puede caracterizarse
como "eclesiogénesis", como "comunidad de comunidades", que nacen de pequeñas
comunidades insertas en su propio contexto de exclusión. Desde esta red, la pequeña
comunidad eclesial se hace pueblo, es decir, se inserta en el peregrinar del Pueblo de Dios y
de la humanidad, en busca de la "Tierra Prometida", de la "Tierra Sin-Males, de una
"Nueva Sociedad", que se confunde con la dimensión inmanente del Reino de Dios. En el
"Concilio de Jerusalén" de la Iglesia naciente, los cristianos se abrieron a los paganos (He 1
5, 1-30); en el Vaticano II, la Iglesia se abrió al mundo; en Medellín, se abrió a los pobres;
y, en Puebla, a las culturas. Son realidades ya presentes en el Concilio Vaticano II, pero que
en America Latina se recrean y amplían desde sus necesidades concretas de evangelización.

El Vaticano II apunta hacia una Iglesia Pueblo de Dios, conformada por todos los
bautizados, en relación de comunión y viviendo en comunidad a ejemplo del modelo
presentado por el libro de los Hechos de los Apóstoles (He 2, 42ss). La Iglesia en America
Latina y el Caribe sitúa al Pueblo de Dios en el peregrinar histórico de toda la humanidad,
compartiendo con ella el mismo destino y las mismas promesas. El "misterio de comunión"
del Vaticano II (LG, n. 13) se vislumbra en el continente como corresponsabilidad de todos
en una Iglesia toda ministerial, que deja el binomio clero-laicos para ser comunidad-
ministerios. La vida en comunidad se ve como posible solamente en pequeñas
comunidades, de tamaño humano, de vivencias y de base (Medellín, n. 15,10). Solo desde
esta experiencia fundante -eclesiogénesis- es posible hablar de "comunidad parroquial" o
diocesana, ya que no existe Iglesia si no hay experiencia y vivencia de la fe en
comunidades concretas.

El Vaticano II también convoc6 a los bautizados para la misión en el mundo, en espíritu de


servicio y de dialogo. La "espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino mas bien
avivar la preocupación de perfeccionar esta tierra" (GS, n. 39). Ante esto, la Iglesia en
America Latina hace de la misión en el mundo un compromiso de transformación de la
sociedad actual en una nueva sociedad, una acción no meramente religiosa, sino en unión
con todos los cuerpos intermediarios y organismos que militan en la perspectiva de un
mundo solidario. El dialogo entre fe y ciencia se traduce en interacción entre saber
científico y saber popular, entre fe cristiana e ideologías como mediaciones de acción, entre
Evangelio y culturas, en perspectiva ecuménica, macro-ecuménica y con todas las personas
de buena voluntad.
Finalmente, en la convocatoria del Concilio, el papa Juan XXIII abogó por "una Iglesia de
los pobres, para que sea la Iglesia de todos". En America latina, un desafío como este se
traduce en la opci6n preferencial por los pobres contra la pobreza (Medellín, n. 14, 7-10);
asumida y vivida en la inserción en los medios populares (Medellín, 14, 8-17); en la
transformación de las estructuras como erradicación del pecado estructural (Santo
Domingo, n. 243; en el mismo documento se habla de "conversión de las estructuras", n.
30); en fin, en una actitud profética, que no negocia con los valores del Evangelio, y por
consiguiente, una Iglesia mártir a ejemplo del Maestro, que fue fiel hasta el fin.

Resumen

- En cada época, la Iglesia se enfrenta a desafíos concretos a los que tiene


que dar respuesta. Lo hace dentro de las condiciones y de los
parámetros culturales de cada época, lo que acaba configurando
"modelos" de acción y de Iglesia diferentes.
- En rigor, existe un único modelo, normativo para todos los tiempos,
lejos del cual la Iglesia deja de ser la verdadera Iglesia de Jesucristo.
- Pero este único modelo, de acuerdo con el modo de ser y de vivir la fe
en diferentes contextos, acaba configurándose de modos distintos.
- En la trayectoria de la Iglesia a través de la historia, pueden
identificarse por lo menos cinco modelos de acción y de Iglesia: la
pastoral profética; la Iglesia como mater Ecclesia; la pastoral
sacramental: la Iglesia como mater regina; la pastoral colectiva: la
Iglesia como sociedad perfecta; la pastoral de conjunto: la Iglesia como
Pueblo de Dios; y finalmente, la pastoral de comunión y participación:
la Iglesia como eclesiogénesis. Este ultimo modelo, el modelo
latinoamericano, es una "recepción creativa" del Concilio Vaticano II,
en la medida en que asume sus tesis e intuiciones, recreándolas y
ampliándolas, según su contexto y las exigencias concretas de la
evangelización.

Preguntas para una reflexión compartida

1. ¿Cuáles son las características fundamentales de los modelos de acción y de Iglesia


del Nuevo Testamento y de los que, partiendo de este, se fueron configurando a lo largo
de la historia de la Iglesia?

2. ¿Que modelo de acción y de Iglesia están presentes en la comunidad donde usted esta
comprometido?

3. ¿Quc es necesario hacer para quc el modelo neotestamentario se encarne en tu propia


realidad, sobre todo en la perspectiva de los pobres y excluidos?
Bibliografía básica

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