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LA COMPLEJIDAD DE LAS PALABRAS

EN LA SOCIEDAD, LA POLÍTICA Y EL PODER

Juan Huaylupo

Las palabras son la manifestación del pensamiento, cultura, ideología, historia e identidad de las
personas, en este sentido las palabras son ricas y poseen complejas significaciones, presentes en
toda comunicación, las cuales trascienden la interrelación entre individuos para ser también
expresiones de grupos y sociedades en tiempos-espacios particulares.
Esto es, la comunicación requiere de algunas condiciones para establecer la interacción, sin
embargo, en determinados contextos la situación y condición social distinta entre los
interlocutores no logra su propósito, porque las palabras y su articulación, no pretenden ser
comprendidas porque no poseen significaciones ni intereses comunes. La incomunicación en el
presente, es paradójicamente el aislamiento social, no necesariamente físico, en una sociedad
articulada e interdependiente plagada de medios técnicos para la comunicación.
La pluralidad social en el presente globalizado no implica de ningún modo la incomunicación
entre individuos, grupos, clases ni de sociedades, por el contrario, la comunicación es un
requisito para la necesaria convivencia para la vida en comunidad y para nuestra socialidad como
humanos. Se podría afirmar que la incomunicación es una condición patológica de la sociedad
contemporánea, que impide el conocimiento entre unos y otros, a pesar de una extensa e intensa
relación en la diversidad de la cotidianidad.
La incomunicación no solo es una separación con quienes tenemos que convivir, es una ruptura
con los otros, a los cuales niegan absurdamente tener comunidad de intereses y anhelos
compartidos. Así, la incomunicación en la actualidad, antagónica a todo proceso democrático, no
representa el interés de todos ni el respeto al pensamiento, actuación e ideologías distintas a la
propia. Es un proceso político totalitario que crea enemigos, que separa lo que está unido, que
desprecia y pretende desaparecer a los otros, que en pulsión suicida asesina a quienes sustentan
su existencia.
Los medios en Costa Rica o gran parte de ellos, son ejemplos de la incomunicación, porque con
la mercantilización de las noticias pueden decir cuanta falsedad quieren sus contratantes, privados
o gubernamentales, además de mentir, calumniar, difamar y divulgar sobre asesinatos, asaltos,
accidentes o delincuentes, como modo para crear miedos y desconfianza en la ciudadanía.
Asimismo, se sacralizan los negocios privados del futbol que fomentan ilusiones y frustraciones,
minando la autoestima de los seguidores, mientras se enriquecen los usurpadores de un deporte
popular.
Esos medios no son públicos, son privados se imponen dogmáticamente con palabras que
ofenden la inteligencia e impiden el pensamiento complejo. Ese periodismo se encubre con la
honestidad, honradez y sacrificio de muchos periodistas, que en honor a su compromiso social
denuncian a gobernantes ilegítimos, la corrupción, la injusticia y los destructores de la
institucionalidad pública y los derechos ciudadanos. Lo común a todos, la construcción de una
conciencia sobre lo público y el debate serio, plural, comprometido, están ausentes en los medios.
Sin duda, los medios no son únicos de la premeditada incomunicación social, también el poder
político de gobernantes y el poder económico de los ricos, son otros obstáculos para la
comunicación, son ellos quienes que han decido confundir, distraer y mantener desinformadas a
las poblaciones sobre los aspectos afectan su calidad de vida, subsistencia y trabajo cotidiano, así
como de asuntos de interés público y el desarrollo nacional. La pandemia, por ejemplo, sirve para
de pretexto para depreciar los salarios, prolongar las jornadas de trabajo, sobreexplotar y
propiciar genocidamente la enfermedad y muerte pandémica a los trabajadores, mientras los
empresarios reciben millones de dólares en préstamos no reembolsables (regalados).
El jerarca del gobierno, ha sido el artífice de profundizar las políticas liberales, ha destrozado la
institucionalidad y las políticas públicas, ha conculcado las reivindicaciones laborales
conquistadas, crea con diputados la posibilidad de pauperizar aún más los salarios y la función
pública, se incrementan los precios de los servicios estatales, aumenta la inflación, las tasas de
interés del endeudamiento de los pobres continúan empobreciéndolos, así como, pretende hacer
creer que la crisis fiscal y económica es una responsabilidad de las mayorías, cuando gobernantes
y empresarios son los causantes. El pueblo no es culpable de la debacle financiera estatal ni de la
pretendida crisis empresarial, por el contrario, son víctimas como lo son de la pandemia.
¿Cómo explicar que se condonen las deudas al seguro social a los empresarios, como explicar
que no se les cobren los impuestos ni intereses a sus deudas, que ya cobraron en las mercancías y
servicios que venden? ¿Cómo es posible que un mandatario afirme que fue electo para emitir
criterio? ¿Qué podemos esperar de un gobierno que pregona democracia y libertad, cuando
impone acciones contra el pueblo que dice representar? ¿Cómo confiar en alguien que defraudó y
traicionó la decisión electoral del pueblo?
Al parecer las palabras y acciones de los autócratas, los ricos y de los propietarios de los medios,
revelan el vil cinismo del poder. Es lamentable que aún no podamos democráticamente destituir
al mandatario, dado que no tiene la solvencia moral de renunciar ni reconocer su traición al
pueblo costarricense. Nuestra población será callada y disciplinada, pero no es ignorante ni tonta,
son tales, quienes creen que la pueden engañar y defraudar inmune e impunemente.

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