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La sociología del cuerpo

La sociología del cuerpo es una parte de la sociología que se interesa por la corporalidad
humana como fenómeno social y cultural, como materia simbólica, como objeto de
representación y de imaginación. Nos recuerda, así, que las acciones que tejen la trama de la
vida cotidiana —incluyendo desde las más inútiles o inaprensibles hasta las que se desarrollan
por entero en el escenario público— implican la participación de lo corporal, aunque solo sea
por la mera actividad de percepción que el hombre despliega en cada momento y que le
permite ver, oír, saborear, oler, tocar... y, por lo tanto, atribuir significados específicos al
mundo que le rodea.

Del cuerpo nacen y se propagan los significados que fundamentan la existencia individual y
colectiva; constituye el eje de la relación con el mundo, el lugar y el tiempo en los que la
existencia se hace carne a través del rostro singular de un actor. Existir significa, ante todo,
moverse en un espacio y un tiempo concretos; transformar el entorno mediante un conjunto
de gestos eficaces.

A partir del cuerpo el hombre se hace de experiencias. Ya sea en tanto que emisor o como
receptor, el cuerpo está constantemente produciendo significado, insertando de ese modo al
ser humano en un espacio social y cultural determinado.

A finales de los años sesenta del pasado siglo, un nuevo imaginario del cuerpo, exuberante, iba
a penetrar en la sociedad, y ningún ámbito de las prácticas sociales saldrá ileso de las
reivindicaciones que cobraron fuerza a raíz de una crítica de la condición corporal de los
actores.

SANTI

2-El hombre, "producto" de su cuerpo

Plantea que las características biológicas del hombre hacen a su posición en el conjunto y que
esta es la que le corresponde como un hecho de justicia. En lugar de hacer de la corporeidad
un efecto de la condición social del hombre, este pensamiento hace de la condición social el
producto directo de su cuerpo. Se trata de naturalizar las desigualdades de condiciones
justificándolas a través de observaciones "científicas": el peso del cerebro, el ángulo facial, la
fisiognomía, la frenología, el índice encefálico, etc.

Finalmente, el orden del mundo obedece a un orden biológico, con lo que lo único que se
precisa es encontrar las pruebas en las apariencias del cuerpo.

Se mide, se pesa, se corta, se hacen autopsias, se clasifican miles de signos que se transforman
en indicios para disolver al individuo en los auspicios de la raza o de la categoría moral.

El cuerpo se vuelve señalamiento, testigo frecuentemente a cargo de la persona a la que


encarna. El hombre no puede hacer nada en contra de esa "naturaleza" que lo revela; su
subjetividad no puede hacer otra cosa que bordar un dibujo particular que no tiene ninguna
incidencia en el conjunto.
3. Posición de los sociólogos

E. Durkheim y sus colaboradores se opusieron a esta fascinación por el modelo biológico en la


explicación del hecho social. Para Durkheim, la dimensión corporal del hombre se origina en la
organicidad, aun cuando ésta esté marcada por las condiciones de vida. En este sentido, se
trata más de las preocupaciones de la medicina y de la biología que de la sociología.

4. El psicoanálisis

Freud mostró la maleabilidad del cuerpo, el juego sutil del inconsciente en la carne del
hombre. Convirtió al cuerpo en un lenguaje que habla de manera poco clara sobre las
relaciones individuales y sociales, sobre las protestas y los deseos. Freud operó una ruptura
epistemológica que sustrajo la corporeidad humana del lenguaje del positivismo del siglo XIX.
Permite pensar la corporeidad en tanto materia modelada, hasta cierto punto, por las
relaciones sociales y por las inflexiones de la historia personal del sujeto.

Freud introdujo la idea de la relación en el seno de la corporeidad y la convirtió en una


estructura simbólica.

santi

2: Aportes etnológicos

Paralelamente, los etnólogos encontraron en otras sociedades usos del cuerpo que atrajeron
su atención y provocaron curiosidad sobre modos corporales propios de las sociedades
occidentales que hasta ese momento no habían sido cuestionadas por las ciencias sociales:
Maurice Leenhardt, F. Boas, B. Malinowski, G. Roheim, E. Sapir, E. De Martino, R. Bastide, F.
Huxley, M. Mead, G. Bateson, C. Lévi-Strauss, etc., describieron ritos o imaginarios sociales que
contribuyeron a poner la corporeidad bajo los mejores auspicios para el pensamiento
sociológico.

Una larga introducción de M. Mead esboza una etnología de la vida en Bali que también
contribuye a restituir las pulsaciones de la existencia colectiva. Caras, gestos, rituales,
situaciones de la vida familiar o pueblerina desfilan en cada página y le dan a esta obra un
especial valor científico y humano: aprendizaje de las técnicas corporales, puesta en escena de
situaciones de transe, relaciones padres-hijos, desarrollo del niño, juegos tradicionales,
relaciones con los orificios corporales (comer, beber, eliminar, orinar, excretar, purificarse,
etc.).

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