CUIDADO PASTORAL
Por qué no deberías usar
hebreo ni griego en el púlpito
El abuso actual de los idiomas bíblicos en la predicación
Cuando voy a predicar, siempre es-
tudio el pasaje en el original hebreo
o griego. Sin embargo, en el púlpito
casi nunca hablo de ninguna pala-
bra antigua. Es porque nuestra meta
es explicar y aplicar el significado
de la Biblia, con el poder del Espí-
ritu, y en el idioma de la congrega-
ción.
Por esa razón, es una buena aplica-
ción del principio de que “en la igle-
sia prefiero hablar cinco palabras
con mi entendimiento, para enseñar
también a otros, que diez mil pala-
bras en lengua desconocida” (1 Co
14.19 RV60).
Claro que hay palabras bíblicas que
uno podría explicar: “Amén”, “Ale-
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luya”, “Cristo”, “Mesías”, “Shalom”,
son unas; “Hosanna”, “Maranata”,
“Gehena”, “Pentecostés”, y unas
pocas otras. Pero la lista es corta.
¿Son de ayuda los idiomas
bíblicos en el púlpito?
No todo el mundo está de acuerdo
conmigo: son los predicadores que
acostumbran intercalar hebreo y
griego en sus mensajes. A mi pare-
cer, este vocabulario antiguo no me-
jora el sermón: no recuerdo la última
vez que una referencia a una pala-
bra hebrea o griega hizo el mensaje
más claro. Es metal que resuena.
A propósito, un profesor famoso de
Dallas Seminary bromeaba: “Her-
manos, la palabra ‘gozo’ en este
versículo viene de una palabra grie-
ga que significa, bueno... ‘gozo’”.
Además, mi experiencia ha sido que,
cuando alguien siempre menciona
las lenguas antiguas, generalmente
esa persona tiene un entendimiento
muy superficial de ellas. Qué pena
si usamos palabras antiguas para
figurar de “expertos” en la Palabra,
¡y especialmente cuando no hemos
alcanzado el estudio necesario!
Mi punto: nuestra tarea es explicar
las Escrituras en castellano claro y
preciso, y ya. Y si no suena tan im-
presionante, bueno, ¡está bien!
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 “Nuestra tarea es ex-
plicar las Escrituras en
castellano claro y pre-
ciso, y ya. Y si no suena
tan impresionante,
bueno, ¡está bien!”
“¿Qué haría Pablo
en mi lugar?”
En esto debemos imitar a los profe-
tas y los apóstoles, pues ellos rara-
mente usaban palabras extranjeras.
Por ejemplo, en 1 Co 1.30, Pablo
cita Jer 9.24, “Si alguien ha de glo-
riarse, que se gloríe en el Señor”.
¿Podemos imaginar a Pablo dicien-
do: “Bueno, en el hebreo original, el
verbo jalal en la forma Hitpa’el signi-
fica jactarse, gloriarse”? No, porque
el intento de Pablo es explicar en el
idioma de sus oyentes lo que sig-
nifica gloriarse y por qué debemos
hacer a Dios el centro de nuestra
existencia. ¿Qué tipo de ventaja po-
dría obtener de emplear la palabra
hebrea?
Es aun más peligroso cuando los
pastores siempre “corrigen” la ver-
sión castellana. Por ejemplo, uno
dice que la palabra agapé en sí sig-
nifica “amor divino”, y que philé es el
“amor humano”, y por eso, todas las
versiones de Juan 21.15-17 están
equivocadas. Otra tradición es que
la palabra para “arrepentimiento” es
metanoia, y que esa palabra grie-
ga “realmente” significa “cambio
de mente” o —en mejor español—
cambio de idea. Pero, de hecho, ¡el
arrepentimiento bíblico es mucho
más que un cambio de opinión!
Esta supuesta “iluminación” del
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griego no agrega nada, solamente
da la impresión de que las versiones
de la Biblia son poco confiables. Y
por eso, la gente se me acerca para
preguntarme: “Bueno, en tal-y-tal
versículo, esta versión dice X, pero,
¿qué significa esta palabra en el ori-
ginal?” Mi respuesta, +98% del tiem-
po es: “Lo que el texto dice en su
versión es lo que significa”.
Los traductores de la Biblia son
expertos en los idiomas; pasan mi-
les y miles de horas para producir
cada nueva versión castellana, y de-
bemos honrar su esfuerzo. Y si de
vez en cuando queremos subrayar
algún punto u otro, podemos senci-
llamente decir algo como: “Bueno,
creo que la NVI es más clara que la
RVA aquí”, y ya; esto en vez de dar
una charla sobre, no sé, la evolución
del aoristo gnómico en el período
koiné.
Desmitifiquemos
los idiomas bíblicos
Existe un mito, y es que el griego (o
el hebreo) son casi super-idiomas,
medios mágicos para comunicar
información, o que los tiempos grie-
gos son incomparables, o que el
hebreo tiene significados místicos.
De hecho, el hebreo y el griego son
lenguas humanas, no más o menos
precisos que los demás. Por ejem-
plo, en Juan 14.1b, ¿quiso decir Je-
sús: “Ustedes creen en Dios; crean
también en mí”; o: “Crean en Dios;
crean también en mi”; o hasta: “Us-
tedes creen en Dios; también creen
en mí”? Todas son traducciones po-
sibles, según el griego, que no es
preciso en este versículo. Entonces,
hay que determinar su significado al
leerlo en su contexto.
La exégesis bien hecha es un tra-
bajo duro. Sin embargo, debemos
recordarnos que cada domingo pre-
dicamos al pueblo de Dios, gente
que ha trabajado mucho durante la
semana en sus empleos, y aún más,
son el pueblo escogido de Dios.
Merecen un mensaje basado en la
Palabra inspirada de Dios, desarro-
llado con mucha oración, por medio
de un predicador lleno del Espíritu.
Merecen un mensaje en español,
sin vagabundeos, imprecisiones,
y sí, sin tantas palabras hebreas y
griegas que por lo general no sirven
en el púlpito.
Por Gary S. Shogren
Gary es estadounidense, pero
reside en Costa Rica desde
hace 18 años. Está casado con
Karen y tienen 4 hijos adultos.
Posee un Ph.D. en Nuevo Testa-
mento. Ha sido pastor, maestro,
y escritor desde 1980. Ha escrito varios artículos y
libros. Actualmente se desempeña como profesor
de Nuevo Testamento en el Seminario ESEPA, en
San José, Costa Rica.
gsshogren@gmail.com
www.razondelaesperanza.com
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