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GT V: Derechos Humanos y la cuestión de la violencia contra niños y adolescentes

en América Latina

Entre silencios y discriminaciones: jóvenes de diversidad sexual en


El Salvador
Amaral Palevi Gómez Arévalo
Doctor en Estudios de Paz, Conflictos y Desarrollo
O Itsmo

Resumen
La situación de jóvenes de diversidad sexual en El Salvador es un tema poco
abordado por investigadores sociales. En contra posición, en los últimos años
asistimos a una mayor visibilidad y autoafirmación de jóvenes como
pertenecientes a la diversidad sexual. Esta presentación tiene el objetivo de
analizar las formas de discriminación que padecen jóvenes de diversidad
sexual en los ambientes familiares y escolares de El Salvador. Por cuenta del
silencio sobre la sexualidad, se generan procesos de discriminación que
provocan al interior de la familia depresión, suicidios y otros riesgos para la
salud; por su parte en el ámbito educativo los silencios y discriminaciones
provocan bajo rendimiento académico y deserción escolar en jóvenes de
diversidad sexual.
Abstract
Social researchers have not addressed the situation of sexual diversity young
people in El Salvador. However, more recently we are witnessing greater
visibility and assertiveness of young people as belonging to sexual diversity.
This presentation aims to analyze various forms of discrimination that those
young people suffer in families and schools in El Salvador. The silence about
sexuality in families generates discrimination, leading into depression, suicide
and other health risks. In the education environment, this silence and
discrimination cause underachievement and dropout.
A manera de introducción
La situación de jóvenes de diversidad sexual en El Salvador es un tema poco
abordado por investigadores sociales. Básicamente es un tema relegado al silencio
en los ámbitos académicos. Esta situación muy probablemente se origina por los
fuertes prejuicios existentes en la sociedad para indagar sobre estas temáticas de
manera libre y sin discriminación. No obstante, en los últimos años asistimos a
procesos de autoafirmación de jóvenes como lesbianas, gays, trans o bisexuales,
visibilizando la existencia de una diversidad sexual desde la adolescencia y
juventud. Al mismo tiempo se está dando una visibilidad a los procesos de
discriminación y violencias que este segmento de la población padece.

Como parte del modelo hegemónico machista que aun impera en El Salvador,
debemos poner una cuota de especial interés a la violencia ejercida sobre jóvenes
de diversidad sexual. En ellos y ellas se corporifican actos de violencia directa como
golpes, amenazas, violaciones, laceraciones, insultos, entre otros. Se presenta la
violencia simbólica la cual les imposibilita expresar su orientación sexual y
expresión de género de forma natural en sus contextos de vida como la familia, la
escuela, la comunidad y la sociedad; considerando como problemas principales
para este sector de la juventud: la falta del reconocimiento de identidades de
género, el estigma y la discriminación (Instituto Nacional de la Juventud, 2011, p.
43).

Esta presentación tiene el objetivo de analizar las formas de discriminación


que padecen jóvenes de diversidad sexual en los ambientes familiares y escolares
de El Salvador, los cuales en la mayoría de veces contienen en su interior procesos
de violencia, ya sea psicológica, física hasta sexual.

Para realizar este análisis retomaremos dos ámbitos de primera importancia


para los procesos de socialización de cualquier persona: la familia y los centros
educativos. Al mismo tiempo que son importantes para la socialización, también en
estos acontecen procesos de discriminación que pueden ser catalogados -en no
más de una oportunidad- como procesos de violencia.

En este documento se entenderá diversidad sexual como una categoría que no


pretende aglutinar a todas las identidades sexuales existentes, pero sí hacer
referencia a la diferenciación de orientación sexual y expresión de género
disidentes a la norma heterosexual binaria.

I. Familia: silencio que discrimina


Como premisa principal, al interior de las familias no se habla sobre
sexualidad. El silencio es el discurso construido para abordar la sexualidad
(Velásquez, 2012, p. 76). Este discurso, mantiene la idea que existe una única
opción de manifestar el deseo: la heterosexualidad. En este orden de cosas, en
ningún momento se plantea que al interior de una familia pueda existir en uno de
sus integrantes otra forma de relacionar su cuerpo y sus deseos. En un dado caso,
sí se comienza a sospechar que puede existir la posibilidad de alguna diferencia, al
interior de la familia se ignora estas manifestaciones diversas de la sexualidad,
sobre todo cuando se presentan en la etapa de la infancia (Velásquez, 2012, p. 76).

La homosexualidad como patología está fuertemente arraigada en las


familias, lo cual es reforzado por los discursos religiosos evangélico-católicos del
pecado (Garay, Salguero & Segovia, 2002, p. 16). Por tal motivo, el silencio de la
sexualidad y la homosexualidad en específico, está en una polaridad cargada de
ignorancia y temores a que un hijo o hija atraviese o se quede al borde de las
fronteras de la heterosexualidad obligatoria y sus expresiones de género.

La orientación sexual y las expresiones de género diferentes a la norma no


pueden permanecer en el discurso del silencia en la mayor parte de los casos,
aunque estoy completamente seguro que existen aún muchas personas que han
optado por no revelar su orientación sexual por las consecuencias negativas que
puedan existir. No obstante, existen algunos casos en la etapa de la adolescencia y
otros en la juventud que optan por romper este silencio y manifestar su condición de
trasgresores de las normas heterosexuales. Entonces la carga de ignorancia y
temores que el silencio escondía en su interior, inmediatamente muestra su
verdadera cara, la del rechazo. Este rechazo esta matizado por la supuesta
“vergüenza familiar” (Hernández & Hernández, 1998, p. 24) de tener un hijo gay,
lesbiana o persona con identidad trans.

Así en el caso de mujeres lesbianas descrito por Garay, Salguero & Segovia
(2002, p. 130), la actitud de la familia, al conocer la orientación sexual diferente de
sus hijas “es de rechazo y vergüenza que finalmente es asumida como una
discriminación sutil […]”. Por su parte, López & Naves (2006) el 71% de los casos
de hombres homosexuales que revelaron su orientación sexual a su familia la
reacción fue negativa, “mostrando enojo, rechazo, decepción, vergüenza, tristeza”
(López & Naves, 2006, p. 47). Estos datos contrastan con la información obtenida
por Villatoro & Quintero (1988), quienes encontraron que el 79% de los 100
hombres homosexuales consultados en el área urbana de San Salvador, su
autopercepción de aceptación familiar fue positiva (1988, p. 53).

El factor religioso en las familias incide en la construcción de prejuicios. La


ideología construida por las diferentes denominaciones evangélicas conlleva
mayores prejuicios contra la homosexualidad y manifestaciones diferentes a la
norma binaria (Rosales, Sánchez & Segovia, 2011). La primera manifestación de
expresiones de discriminación influenciadas por la ignorancia, los temores y los
discursos del pecado es el refuerzo patológico de la homosexualidad. Planteándose
la procura de ayuda profesional para corregir el defecto que el miembro de la familia
presenta. Por otra parte, familias en que el peso religioso es mayor, se abocan a
sus iglesias respectivas para solicitar a ese ser supremo que todo lo controla en el
cielo, en la tierra e incluso hasta debajo de la tierra también; la concesión del
milagro de la normalidad de su hija o de su hijo.

Cuando las terapias y oraciones correctivas solicitando la transformación del


defecto de su hija o hijo no dan resultados, se presentan dos caminos posibles para
gestionar la homosexualidad al interior de la familia. El primero de ellos, por triste
que parezca son más frecuentes de lo que se pueda imaginar, es la expulsión
material del hogar (Velásquez, 2012, p. 77) y el corte de relaciones de
comunicación entre los miembros de la familia y del ser expulsado por su
transgresión a las buenas normas establecidas. Esta situación genera la primera
etapa de un ciclo de marginación y violencia que puede conducir a la muerte de ese
sujeto proscrito por ser homosexual. El segundo camino es la aceptación forzada de
la expresión diferente manifestada ahora por su hijo o hija. Esto no está exento de
problemas o dificultades.

Cuando esta aceptación forzada se presenta, en el caso de hombres


homosexuales más de la mitad distingue “[…] que su participación e integración
dentro de su ambiente familiar es inadecuada, es decir que se perciben no
implicados ni aceptados por los otros miembros familiares” (López & Naves, 2006,
p. 45). Sí es difícil aceptar la orientación sexual de un miembro de la familia, la
puesta en práctica de esa orientación sexual por medio de relaciones sentimentales
con otra persona del mismo sexo, es una situación que es rechazada por todos los
medios. Aunque la familia inmediata pueda manifestar una aceptación, en algunos
casos existe una expulsión simbólica de la familia extendida (Mejía, Ortiz & Roca,
2013, p. 90).

Esta situación conlleva a que las personas de diversidad sexual generen


sentimientos de culpabilidad por el dolor causado a su familia debido a su
orientación sexual (López & Naves, 2006, p. 47). De igual forma se construye una
baja autoestima (Garay, Salguero & Segovia, 2002, p. 138). La culpa y la baja
autoestima pueden ser detonantes para la exposición a riesgos de salud tanto
físicos como psicológicos.

El discurso del silencio da como resultado a nivel individual la creación de


una vida secreta, narración y forma de vida por la cual optan muchos jóvenes de
diversidad sexual. Esto se debe al miedo de las acciones negativas originadas por
las discriminaciones que pueden experimentar al interior de sus familias. En aras de
enderezar al árbol torcido muchos padres de familias incurren en diversos tipos de
violencias, que van desde la psicológica por medio de recriminaciones por no ser
“normal”, física por medio de castigos hasta violencia sexual, ya sea en el caso de
un hombre ser obligado a tener relaciones sexuales con mujeres en un prostíbulo o
en el caso de mujeres el ser sometidas a procesos de violación, incluso por sus
propios familiares.

Los continuos procesos de discriminaciones al interior de las familias, inciden


inevitablemente en la autoestima de adolescentes y jóvenes de diversidad sexual.
Esto en un primer momento se refleja en depresión, muchas veces no percibida,
hasta que esta provoque ideaciones suicidas y luego en intentos suicidadas que
logran quitar la vida de jóvenes, siendo esto al mismo tiempo un medio de respuesta
y una escapatoria para los procesos de discriminación que se padecen al interior de
los hogares. De igual forma la marginación y vulnerabilidad social que inicia al
interior de las familias los hace estar expuestos/as a la muerte e infecciones de
VIH-SIDA (Asociación Panamericana de Mercadeo Social/El Salvador, 2010). Otra
respuesta, que a primera vista hemos perjudicial, es la huida del hogar. Esto es lo
que acontece al interior de las familias, ahora pasemos a ver lo que sucede en el
espacio escolar.

II. Escuela: discriminaciones silenciosas


La Escuela como institución adscrita al contexto salvadoreño, reproduce el
discurso del silencio sobre sexualidad. Este discurso remite a la sexualidad al tabú
en la currícula escolar. Esto se refuerza por la presión que ejercen sectores
conservadores ligados a las religiones católico-protestantes por impedir la discusión
de estos temas al interior de las aulas de clase. Relegando estos temas a los
ámbitos de lo íntimo individual y lo privado familiar. Anudado a lo anterior se
encuentra la falta de preparación para abordar estas temáticas por parte de los
profesores, estos en la mayoría de ocasiones reproducen los esquemas de
discriminación al interior de los espacios educativos. Esta situación da como
resultado dos opciones: la invisibilidad o la deserción de personas LGBT del
sistema educativo.

La invisibilidad es la primera estrategia de sobrevivencia escolar que muchos


adolescentes y jóvenes de diversidad sexual utilizan como medio de protección para
evitar la discriminación. Pero esta estrategia resulta ser inoperante cuando la
expresión de género se agrega al abanico de la diversidad sexual. En este sentido,
los niños, adolescentes y jóvenes que comienzan a desarrollar una expresión de
género femenina o no normativa, se convierten rápidamente en el blanco de
bromas, hostigamientos, hasta ataque físicos. Este hecho da como resultado la
deserción escolar a muy temprana edad. Por ejemplo, en el estudio realizado por
Cabrera & Parada (2009) 43% de las mujeres trans entrevistadas desertaron entre
el 7° y el 9° grado, lo que correspondería entre los 13 a 15 años de edad.

En el apartado anterior, hablamos que los procesos de discriminación al


interior de las familias generan depresión en jóvenes de diversidad sexual. Esta
depresión afecta el estudio, lo cual se refleja en el bajo rendimiento que estos
estudiantes pueden padecer al interior de los centros escolares. Parafraseando la
segunda conclusión del estudio realizado por Chávez & Morales (2002), los
estudiantes de diversidad sexual, como cualquier otro estudiante, tiene la
posibilidad de desarrollar sus capacidades intelectuales, pero al vivir en un
constante contexto de discriminación; su rendimiento académico se ve afectado por
la discriminación y no por dificultades de índole cognitivas.

Los procesos de deserción escolar por causa de discriminación por


orientación sexual y expresión de género son poco documentados. Se conoce el
caso de un niño que fue expulsado del Colegio Hugo Lindo Olivares, en la ciudad
portuaria de La Libertad a 45 km de distancia de la capital; por ser homosexual, y
bajo el supuesto no comprobado de ejercer trabajo sexual fuera de la institución
(Sanz, 2000, p. 9). Otro caso fue el de una adolescente lesbiana que luego de
continuos procesos de asedio por parte de la dirección del Liceo Cristiano por
cuenta de su orientación sexual abandona sus estudios de educación media
(Comisión Internacional de Derechos Humanos para Gays y Lesbianas, 2004, p. 2).
Ambas instituciones son de carácter privado y también comparten el ser
instituciones confesionales evangélicas. Vemos en los casos narrados como los
profesionales de educación se transforman en una especie de guardianes de la
norma para que ninguno de sus estudiantes sobre pase o se quede en la frontera
del sistema binario de sexualidad y de género. Incluso existiendo profesores que se
adjudican la misión de “enseñar el camino del bien” (Guevara, 2015) a personas de
diversidad sexual, tal cual narra Natalhy –mujer trans- desde sus experiencias de
vida.

Soledad escolar se vuelve también una estrategia para sobrevivir las


discriminaciones al interior de los centros educativos. Brandon (Guevara, 2015),
hombre trans, ejemplifica esta situación. Él narra que vivió su vida escolar de forma
aislada, sin crear lazos de amistad con sus coetáneos por el miedo a ser rechazado
y al mismo tiempo por un autorechazo a su identidad de género, la cual en ese
momento no sabía cómo nombrarla. Otro punto de constante conflicto era la
utilización de un uniforme escolar que no se adecuaba a su identidad de género.
Por último, lidiar con la atracción hacia sus compañeras, era una dificultad enorme,
ya que esta atracción giraba entorno de dos ejes: el rechazo de las compañeras y el
propio autorechazo por considerarse anormal.

Al ser discriminados y expulsados del sistema educativo regular, en algunos


casos, procuran espacios educativos alternativos para continuar sus estudios, entre
los que destacan los programas de educación a distancia. Muestra de ello es el
programa Edúcame del Ministerio de Educación, el cual fue diseñado para ofrecer
servicios educativos flexibles gratuitos a jóvenes y adultos de 15 años de edad o
más, que abandonaron sus estudios en forma temprana y desean completar su
educación básica y educación media. Este programa, más que ser una muestra de
inclusión y atención a la diversidad como los documentos oficiales manifiestan
(Ministerio de Educación, 2009), se puede caracterizar como un gueto educativo,
donde todos aquellos y aquellas que no tenían cabida y eran rechazado en el
sistema educativo regular, procuran esta modalidad para concluir sus estudios.
Entre esas rechazadas se encuentran las mujeres trans y otros hombres gays. Pero,
inclusive en este espacio de gueto se reproducen las discriminaciones y violencias.
Muestra de ello fue el caso de Ámbar Alfaro, mujer trans activista de la Asociación
Salvadoreña para Impulsar el Desarrollo Humano, la cual fue amenazada por la
dirección escolar donde cursaba educación media, ya que para someterse al
proceso de graduación debía modificar su apariencia femenina: cortándose el
cabello, vistiendo otro tipo de ropa a la habitual y sin la utilización de maquillaje, de
lo contrario no se podría graduar (Ramos & Peña, 2014).

Palabras de cierre
Por cuenta del discurso del silencio las formas de discriminación y sus
consecuencias en jóvenes de diversidad sexual son poco conocidas. Esta
colaboración ha tratado de realizar una sistematización inicial de los procesos de
discriminación que jóvenes de diversidad sexual padecen en los ámbitos familiares
y escolares. Como tal no es un trabajo terminado, ni mucho menos completo. La
información que se ha presentado habla parcialmente de lo que acontece al interior
de ese fenómeno de violencia, que está oculto para una gran mayoría de la
población. También debo de aclarar que esta primera aproximación da cuenta
prioritariamente del área urbana de la capital, ya que la mayoría de fuentes dan
referencia a este territorio. Debemos ver también los espacios rurales y sus
dinámicas para tener una visión más amplia de este fenómeno.

También considero la existencia de resistencias para abordar esta temática y


proponer transformaciones al sufrimiento humano de los jóvenes de diversidad
sexual. Por ejemplo, al interior de las familias, al ser considerado este espacio como
íntimo y privado, la acción de las políticas públicas para disminuir los prejuicios y
discriminaciones no es tan efectiva como las de índole institucional-social. Esta
situación se ve reforzada cuando las familias son profesantes de religiones que
fundamentadas desde la visión dogmática del pecado niegan cualquier posibilidad
de dialogo familiar para minimizar los efectos negativos de las discriminaciones.

El Ejecutivo en el año 2010 emite el Decreto Presidencial N° 56, el cual prohíbe


cualquier tipo de discriminación por razón de orientación sexual y expresión de
género en los ámbitos institucionales de su jurisdicción. Este mismo decreto ha
servido como paraguas a las exigencias internacionales para disminuir los niveles
de violencia contra las personas de diversidad sexual. En el ámbito de Educación
este mismo Decreto fue insuficiente para disminuir la homofobia en los ambientes
escolares. Era necesario crear y aplicar estrategias específicas para abordar este
fenómeno y no solamente estimular “[…] a los directores de [las] escuela[s] a
enfrentar los casos de discriminación y bullying homofóbico” (Attawell, 2013, p. 37).

Considero que la Educación debe ser una prioridad para disminuir los procesos de
discriminaciones, violencias y silencios en torno de la diversidad sexual en El
Salvador. En primer lugar, se debe de modificar los centros escolares de espacios
hostiles a lugares de inclusión y aceptación. Esta situación se logrará mediante la
inclusión de una educación integral de la sexualidad que coloque luz a las sombras
de los tabúes, proporcionando conocimientos adecuados para cada nivel de
aprendizaje, formación inicial y continua del profesorado sobre estas temáticas e
inclusión en la curricula nacional de la temática de diversidad sexual y expresión de
género en todos los niveles educativos. Esta situación por sí sólo representaría un
avance para disminuir las violencias contra jóvenes de diversidad sexual en el
espacio escolar.

Para generar perspectivas de inclusión y aceptación es necesario escuchar las


voces de los jóvenes de diversidad sexual. Ya es hora de abrir el armario del
silencio.

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