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Coordinador del proyecto

¡Y no olvides comprar a los autores, sin ellos no podríamos disfrutar


de tan preciosas historias!
2

MI BELLO MUCHACHO
Sinopsis
El joven Wilbur Munroe no sabe diferenciar una
cuchara de sopa de un tenedor de ensalada. Y a pesar de
que se gana la vida trabajando como obrero para gente rica
en Savannah1, sueña con una vida mucho mejor de la que
conoce.

El doctor Harlan Henderson es un maestro de


lingüística aplicada de fama mundial. Y en su tiempo libre
disfruta de la compañía de rudos hombres bisexuales de
c l a s e t r a b aj a d o r a q u e n u n c a l e h ac e n r e c l am o s
emocionales. A los treinta y nueve años, lo último que
busca es un compañero de vida.

Pero cuando el joven Wilbur tropieza con una vasija,


en una de las famosas fiestas de Harlan en Savannah, y
derrama su martini de granada sobre una senadora de
Georgia, la vida de Harlan cambia para siempre. Aunque su
primer instinto es despedir a Wilbur, queda fascinado con el
horrible acento de Wilbur y su espíritu audaz.

Cuando Wilbur vuelve al día siguiente para pedirle a


Harlan que le enseñe a hablar bien y lo convierta en un
perfecto caballero, Harlan está dispuesto a asumir el reto.
Hace que Wilbur se mude a su casa, trabaja con él día y
noche, y se niega a detenerse hasta ver resultados.
1
Ciudad del estado de Georgia.
3

Solo que no se da cuenta de que Wilbur se está


empezando a enamorar de él. Y para cuando lo haga,
puede ser demasiado tarde...

Nota aclaratoria: a lo largo del libro, se van a


encontrar muchas faltas ortográficas, frases mal
construidas... no es un fallo de traducción o de corrección,
se debe a que uno de los protagonistas habla así.

Por eso se ha respetado en la traducción la forma de


expresarse que el autor creó en el original, y que si
hubiésemos corregido en la traducción no hubiéramos sido
respetuosos o fieles con dicho texto.

Gracias.
4

Capítulo Uno
Harlan Henderson daba dos fiestas enormes al año.
Una a finales de la primavera, en la que su histórica casa
de estilo Neogriego2, situada en una elegante plaza de
Savannah, se llenaba de flores exóticas frescas y la piscina
se desbordaba con apuestos jóvenes en diminutos trajes de
baño. La otra caía en Navidad, con un árbol de Navidad
totalmente decorado en cada habitación y una vela
encendida colocada en medio de cada ventana.

Harlan provenía de una vieja y respetada familia de


Savannah. Aparte de su tía Margaret, que pasaba la mayor
parte de su tiempo en Nueva York, él era el único que
quedaba.

La fiesta de primavera tenía cada vez un tema


diferente. Un año fueron las rosas. Toda la casa se llenó de
rosas de todos los tamaños, colores y variedades. Otro año
fueron cintas moradas, con sedas de color berenjena que
fluían desde todas las ventanas, candelabros y lámparas de
araña. Pero el año en que Harlan eligió como tema la
granada, fue probablemente la fiesta de primavera que
recordaría, en detalle, para el resto de su vida. Era la fiesta
que iba a cambiar su vida de una manera que nunca podría
haber previsto.

2
El estlo arquitectónico Neogriego (en inglés: Greek Revival) se desarrolló en Inglaterra y en los Estados
Unidos durante los siglos XVIII y XIX. El Greek Revival busca la belleza en la inspiración de las formas y de
las proporciones de los templos griegos antguos. Está considerado como el primer estlo nacional de los
Estados Unidos.
5

Aunque en su mayor parte la fiesta con la temática de


la granada no fue muy diferente de sus otras fiestas de
primavera, los últimos quince minutos hicieron que la
mirada de Harlan fuera de enojo y su rostro enrojeciera.
Mientras estaba de pie en la puerta diciendo buenas noches
al último de sus invitados, alejó de la pared una gran vasija
llena de granadas para mostrarle a uno de sus invitados
que era una antigüedad asiática importante que llevaba
años en su familia. Se olvidó de volver a ponerla contra la
pared cuando terminó de explicarlo, y un joven camarero
torpe con una bandeja de vasos vacíos de martini tropezó
cuando iba del comedor a la cocina. El camarero se
tambaleó hacia delante; la bandeja de martinis voló por los
aires. Luego el camarero apoyó ambas palmas de las
manos en la espalda de Harlan y la bandeja aterrizó sobre
la invitada más importante de la noche: una senadora de
Georgia. Aunque la mayor parte de las copas de martini
estaban vacías, quedaban restos de martini de granada en
algunas de ellas.

Cuando Harlan miró hacia arriba y vio que su


distinguida invitada tenía dos pequeñas gotas de martini de
granada en su vestido de cóctel de color beige, apretó los
puños y miró al joven camarero. No se molestó en notar
que el camarero había derramado más martini de granada
en su propia camisa blanca, y no se molestó en preguntar
si el joven camarero se había hecho daño con la caída.

Harlan se volvió hacia la senadora y dijo:

—Lo siento mucho. Por favor, envíeme la factura del


vestido. Parece que hoy en día no puedo encontrar un buen
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servicio en ninguna parte. —Entonces le lanzó una mirada


furiosa al joven camarero.

Harlan había visto a este tipo trabajar alrededor de la


casa. Por lo general, trabajaba fuera con los demás
jardineros, pero en realidad nunca le había conocido.

La senadora se limpió las gotas de granada con la


palma de la mano y sonrió al camarero.

—Estoy bien —dijo—. Estoy segura de que mi tintorero


puede eliminarlas. No lo piense más.

El camarero recuperó el equilibrio y dio un paso


adelante. Parecía grande, torpe y desgarbado. Sus
pantalones eran demasiado cortos y ajustados, y su camisa
blanca era tan grande que las costuras de los hombros le
caían sobre los brazos.

—Lo siento, seño. Esta’o de pie toa la noche y no vi las


jrutas rojas en ese gran bote viejo. Sé que no taba ahí
antes. Alguien tuvo que jalarlo. —Los señaló y miró a
Harlan—. Esa cosa es peligrosa. Debería echarla pa’ juera
antes de que una persona se caiga y se rompa algo pior.

A Harlan se le desorbitaron los ojos y se le cayó la


mandíbula. Movió con el pie la vasija hacia la pared y dijo,
burlándose:

—Esa cosa solo es peligrosa cuando hay idiotas en la


habitación. —Este tipo tenía el peor acento rural que Harlan
había oído nunca. Le produjo escalofríos en la espalda y
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dolor de tímpanos. Y Harlan lo sabía todo acerca de


dialectos. Había estudiado dos aspectos distintos del
dialecto durante toda su vida adulta: el regional y el de la
clase social. No solo tenía un doctorado en lingüística
aplicada, también había escrito libros de texto e impartido
conferencias sobre las diferencias entre los dialectos
regionales y de clases sociales. Este camarero, en lo que a
él concernía, tenía el peor dialecto combinado de clase baja
regional que había oído en su vida en todo el país. Había
algo extraño en él que no tenía sentido.

La senadora sonrió y le estrechó la mano a Harlan.


Señaló una sección de su vestido, abajo, cerca del
dobladillo, donde las gotas de martini de granada habían
aterrizado y dijo:

—Mire, no pasa nada. Difícilmente se puede ver algo


ahora.

—Lo siento mucho, seño —dijo el camarero—. Quería


estirar la pata cuando esa bandeja se le caigó, de averas.

Harlan sonrió, dio las gracias a la senadora por asistir


a su fiesta, y la vio caminar por la ruta de acceso frontal.
En el momento en que Harlan se dio la vuelta, su socio
académico más cercano, el doctor Fritz Griffin, un profesor
mayor que una vez fue maestro de Harlan, le sonreía.

—Cálmate, hombre —dijo Fritz—. No ha pasado nada.


Lo vi desde el otro lado del pasillo. El chiquillo tropezó con
la pecera porque estaba en medio de la habitación. No fue
su culpa.
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—¿A ves? —dijo el camarero—. Le dije que no jue mi


culpa. —Entonces le sonrió a Fritz y dijo–: Gracias mano,
pero no soy ningún chiquillo. Acabo de tener veinte la otra
semana.

Fritz sonrió e hizo una reverencia.

—Mis disculpas entonces, joven.

Pero Harlan no estaba sonriendo. Levantó una ceja y


miró al camarero, que estaba ahora en el suelo sobre sus
manos y rodillas, recogiendo las granadas de dos en dos y
volviéndolas a colocar en la vasija.

Levantó la vista y dijo:

—Se ta calentando por na' cuando la tía ya se jue y


dijo que las gotitas le importaban un culo. No lo podían ni
verlo.

Su acento era tan cerrado que era difícil entender la


mayoría de sus frases. Había un toque inusual de cockney3
británico mezclado con el acento. Se dejaba todas las “g”,
generalmente ignoraba las “h”, usaba mal la mayoría de los
verbos, y no tenía ni idea cuando se trataba de diferenciar
entre palabras como “ello” y “eso”. Era casi como si hablara
una lengua completamente diferente.

—Estaba siendo amable, pedazo de idiota —dijo Harlan


—. La mujer es senadora y su campaña depende de las
3
El término Cockney se utliza para denominar a londinenses de clase trabajadora del este de la
ciudad y sobretodo se refiere a la forma de hablar de éstos, que es muy particular y que a veces
se identifica casi como un dialecto del inglés.
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grandes donaciones de gente como yo. Probablemente está


en su coche, ahora mismo, maldiciéndome, por no hablar
de mi fiesta. Nunca he estado tan avergonzado.

El joven dejó caer la última granada en la vasija y se


levantó. Se puso las manos en las caderas y frunció el
ceño.

—¿Me dijistes idiota? Quería estirar la pata cuando


esas raras manzanas chistosas me tiraron del culo a la
habitación de alado. Si me echa la cuestión, USTÉ’ eres el
menso por dejar esa cosa a la vista, ‘onde una persona
puede morirse a sí mesmo.

—¿Dónde diantres fuiste a la escuela? Me gustaría


conocer a tu maestra de primer grado y aporrearla. Nunca
he escuchado tal degradación del idioma inglés. Tú, mi
querido muchacho, eres la razón de la que la gente del sur
refinada y educada tenga una mala reputación todo el
tiempo. Haces que el resto de nosotros se vea mal.

El camarero parpadeó. A pesar de que parecía


desorientado, Harlan podía decir que sabía que Harlan lo
estaba insultando.

—Soy un guen chico, de averas —dijo—.Nunca me he


meti’o na’ con drogas y ni siquiera bebo ni na’ de trago
como al resto de mocosos que conozco. Me cabreastes
hablando de mí como si juera una porquería.

Harlan le dio a Fritz un vistazo.


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—¿Has oído eso? Utilizó un negativo cuádruple en la


misma frase. Y esa ha sido la mejor parte de lo que acaba
de decir. Nunca he escuchado tanta basura en mi vida. —
Se mordió el labio inferior y todo su cuerpo se estremeció.

—¿Me llamastes basura? —preguntó el muchacho,


cuadrando los hombros—. Soy un guen chico, de averas.
Me rompo el culo en este lugar desde que empecé aquí.
Esta mañana me arrastré pa’ca, podado, cortado y
limpiado. Y he trabaja’o toda la noche y no he dormi’o más
que unos horas de anoche, alistando esta feria.

—¿Uno de tus padres era británico? —preguntó


Harlan, haciendo caso omiso a sus quejas. Aunque no era
demasiado pronunciado, no podía dejar de preguntarse de
dónde venía el toque cockney en su acento.

—Me pa’ es de Inglaterra —dijo—. Y me ma’ de


Arkansas.

Harlan se apretó el dedo índice contra el labio inferior.

—Bueno, eso explica el cockney que estoy oyendo.

Fritz sonrió y le dio unas palmaditas a Harlan en la


espalda.

—Te preocupas demasiado por la lingüística. Parece un


buen hombre. No seas tan duro con él, Harlan. Tiene una
calidad inocente adorable que no se ve a menudo. —Luego
miró al camarero de arriba abajo y se frotó la mandíbula.
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Harlan apretó los labios y se cruzó los brazos sobre el


pecho. Fritz, él lo sabía, era un viejo cazador de
muchachos. Tenía una debilidad en el corazón, y en su
ingle de sesenta años, por los jóvenes indefensos como
este pequeño camarero miserable. Y el hecho de que el
camarero tuviera un cuerpo delgado y duro, un espeso pelo
castaño oscuro, y una amplia protuberancia en sus
pantalones negros mal ajustados, sin duda ayudaba a su
favor.

—Se —dijo el camarero—. Y a’más, se caigó la mayor


parte d’esa cosa roja en me camisa blanca igual. —Extendió
el brazo y señaló una larga mancha roja en su camisa
blanca de algodón. Los puños y el cuello estaban
deshilachados, los puños descansaban a la mitad de su
mano—. No tengo dinero pa’ salir y comprarme una nueva.

Harlan levantó los brazos y se encogió de hombros.

—¿Quién es este chico? ¿Jethro Clampet4?

—No soy Jethro —dijo el camarero—. Soy Wilbur


Munroe. Y de ‘onde viengo, esos que me dan de insultos
que creyen que son de lo más más, por lo general no saben
na' de na'.

Fritz bajó la mirada hacia la entrepierna de Wilbur


Munroe y se mojó los labios. Luego se frotó las manos y
dijo:
4
Puede referirse a Jethro Bodine o a J. D. “Jed” Camplet, ambos personajes de la serie de televisión
estadounidense de los años 1960 The Beverly Hillbillies (en España: Los nuevos ricos, en Hispanoamérica:
Los Beverly ricos y rústcos en Dinerolandia), que trata sobre una familia de montañeses (hillbillies)
viviendo en el sur de California. En la serie, Jed Clampet descubre petróleo mientras caza en sus terras.
Con su familia y su nueva riqueza se muda a Beverly Hills (California).
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—Ciertamente es un hombrecito valiente. Nunca he


c o n o c i d o a n a d ie c on t al e sp í r i tu . C r e o q u e e s
absolutamente encantador.

—Seguro que sí —dijo Harlan.

—¿Es otro insulto? —le preguntó Wilbur a Harlan—.


Poque si lo es, solo daba hasta aquí a este trabajo. Dios
sabe que necesito el billete ya. Mas pero no me
aprovecharé de nadies. Trato de hacer correcto. Me
conseguí un guen trabajo ético, a que sí.

Antes de que Harlan pudiera responder, otro joven,


este de unos treinta años, entró en el pasillo y le dijo:

—¿Vamos a subir pronto, nene? Estoy cansado. Le dije


a mi esposa que la llevaría a comprar un nuevo televisor de
plasma de sesenta pulgadas mañana. Me prometiste que
me darías el dinero después de la fiesta. —Aunque su voz
era grave, adquiría una tonalidad quejumbrosa cuando le
pedía algo a Harlan.

Cuando llamó "nene" a Harlan, al joven Wilbur Munroe


se le cayó la mandíbula y parpadeó.

Harlan cerró la puerta y le sonrió al joven. El último


invitado acababa de salir de la fiesta, y Fritz lo sabía todo
acerca del joven que le hablaba (no le importaba lo que
pensara Wilbur). Fritz y Harlan no eran solo compañeros
académicos. Fritz lo sabía todo acerca de la pasión de
Harlan por los hombres jóvenes y peligrosos, y vivía para
escuchar las historias subidas de tono de Harlan. Y este
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joven le había proporcionado a Fritz un gran


entretenimiento. Su nombre era Vince Jones y llevaba
durmiendo con Harlan los últimos seis meses. A pesar de
que no vivían juntos, a menudo pasaba la noche con
Harlan. Por las mañanas, Vince volvería al párquing de
caravanas con su joven esposa, con algunos condones
menos en su cartera y un puñado de dinero crujiente y
fresco.

Fritz se rió y le guiñó un ojo a Harlan.

—Supongo que debería irme, Harlan. Parece que


tienes algunos asuntos muy importantes que tratar en el
piso de arriba con el joven Vince. —Cogió el pomo de la
puerta y dijo—: Te llamaré mañana.

—No seas sarcástico —dijo Harlan.

Fritz sonrió.

—No lo soy —dijo—. Lo estoy siendo en este


momento. —Le dio una palmadita a Harlan en la espalda y
salió de la casa.

Cuando Fritz se fue, Harlan se volvió hacia Vince y


sonrió.

—Subamos ahora. También estoy cansado.

Aunque Vince no era refinado o educado y hablaba


casi tan mal como Wilbur5, tenía esa oscura y ruda mirada
5
A pesar de eso, el autor no escribe a menudo los diálogos de Vince con los errores gramátcales de
Wilbur, salvo en contadas ocasiones, supongo que hablará con un acento humilde, por lo que decidí
14

que siempre había hecho al corazón de Harlan latir más


rápido. Vince también tenía un abundante cabello oscuro
que le caía hacia el lado derecho de la frente en un mechón
espeso, tenía tatuajes en los bíceps, y el tipo de piernas
peludas que hacían que gentiles hombres homosexuales de
cuarenta años como Harlan sacaran las tarjetas de crédito y
babearan. Pero, más que eso, Vince era la quintaesencia
del hombre activo en la cama. Tenía la polla más grande
que Harlan alguna vez hubiera chupado. Le costó dos
semanas aprender cómo acomodar su volumen y longitud,
y otras dos tomarlo entero sin experimentar el tipo de dolor
que hacía que sus muelas traseras le dolieran.

—¿Qué con me camisa? —preguntó Wilbur. Se había


quedado de pie, al margen, viendo a Harlan coquetear con
Vince.

Vince ladeó su pulgar y lo inclinó hacia Wilbur.

—¿Quién es este bocazas?

—Nadie, guapo —dijo Harlan, mirando la densa


sombra de la barba en el rostro de Vince, que parecía
haberse oscurecido desde que comenzó la fiesta. No podía
esperar a llegar a la cama de arriba y frotar su cara contra
ella. No podía esperar a que Vince le extendiera las piernas
y lo golpeara contra la cabecera.

—¿A quién llamastes nadies, nene? —dijo Wilbur—. Le


dije que era un guen chico. He ‘tao trabajando duro pa’

traducir los diálogos de Vince correctamente para que haya una ligera diferencia con Wilbur y también
para no romperme la cabeza sobre cómo traducirlo mal… sorry 
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uste’ casi cerca de un año y ninsiquiera me paró bola.


Ninsiquiera cabeceó por la mañana cuando me se cruzaba.
Y ahora me arruiné me mejor camisa blanca porque
pusistes una olla de frutas rojos en den-medio de la sala.

Harlan ignoró al joven Wilbur y se encogió de


hombros. En circunstancias normales, habría despedido a
Wilbur por llamarlo nene. Pero pensar en los testículos del
tamaño de un toro de Vince le suavizó el estado de ánimo.

—Subamos ahora, Vince. Es tarde y no quiero perder


el poco tiempo que tenemos juntos.

—¿Tendré el dinero para el nuevo televisor de plasma


de sesenta pulgadas por la mañana? —preguntó Vince.
Parecía ser un requisito previo para subir las escaleras.

Harlan sonrió.

—Todo depende de lo duro que trabajes esta noche.

—Estoy listo —dijo Vince—. He estado trabajando todo


el día en el gimnasio. —Levantó el brazo derecho y flexionó
sus bíceps.

—¿Cómo que este va a tener billete pa’ una teve


nueva y yo no te puedo sacar niuna camisa nueva? No me
parece —dijo Wilbur—. Ni siquiera habla más mejor que yo.

Harlan casi se rió en su cara. Aunque Wilbur no sabía


diferenciar un adverbio de un sustantivo, no era un
completo idiota. Así que Harlan empezó a dirigirse hacia la
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escalera. Tomó el brazo de Vince y le apretó los grandes


bíceps tatuados a través de la tela de su chaqueta oscura.
Sin volverse a mirar a Wilbur, sonrió y dijo:

—Vince tiene algo que tú no, joven, y no tiene nada


que ver con el espíritu.

—¿Qué es? —preguntó Wilbur.

—Eres demasiado joven y llevaría demasiado tiempo


explicártelo —dijo Harlan en un tono despectivo—. Confía
en mí en esto.

—Crees que soy un naco, ¿no? —dijo Wilbur—. Sé que


vas a hacer esta noche. Tengo un primo que trató algo así
conmigo una vez y me lo puse correcto. Yo no podría hablar
demasiado bueno, pero soy un guen chico y sé quen soy.

Con la arrogancia de alguien que nunca ha tenido que


trabajar duro para sobrevivir, Harlan se sacó dos billetes de
veinte dólares del bolsillo y los dejó caer en el suelo de
mármol gris y blanco.

—Aquí hay cuarenta dólares para una camisa nueva,


chico. Ahora sé un buen muchacho y ayuda a los demás a
limpiar. —Ahora que Vince estaba allí, luciendo tan duro y
peligroso, Harlan sintió una punzada de compasión. Se dio
cuenta de que había causado que el camarero se tropezara
al dejar la vasija en el medio y quería limpiar su mente de
cualquier culpa.
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Wilbur se puso de rodillas y levantó los dos billetes de


veinte dólares. Les dio la vuelta dos veces, y luego dijo:

—Maldición. Puedo comprar diez camisas blancas


nuevas en la tienda de segunda mano con esto.

Pero Harlan no lo oyó. Ya estaba en la parte superior


de las escaleras, y Vince deslizaba su mano grande y
callosa por la parte trasera de sus pantalones.
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Capítulo Dos
En la cama, había varias posiciones a las que Harlan
era aficionado. Pero la única posición que lo volvía loco de
deseo más allá de las palabras no siempre era fácil de
realizar. Se necesitaba un hombre joven y fuerte, con
piernas sólidas y la fuerza suficiente para equilibrar todo el
cuerpo de Harlan. No cualquier hombre podía hacerlo.
Aunque Harlan conservaba el cuerpo firme y apretado de
un hombre veinticinco años, y todavía tenía una cintura de
ochenta centímetros, medía casi un metro ochenta de alto y
estaba lleno de músculos atractivamente definidos. No
había muchos jóvenes que pudieran satisfacer el deseo de
Harlan de estar en esa posición, y cuando Harlan
encontraba a uno con la suficiente fuerza bruta, se
aprovechaba de la buena situación todo el tiempo que
podía.

Así que, cuando Vince se despertó la mañana siguiente


al amanecer, y dijo:

—¿Puedo tener ya el dinero para comprar la nueva


televisión de plasma?

Harlan respondió con un bostezo y dijo:

—Después de que lo hagamos una vez más en mi


posición favorita.

—Pero me prometiste el dinero —dijo Vince—. Te


descalabré dos horas ayer por la noche y mis piernas están
doloridas. Me estás desgastando, hombre.
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Harlan tanteó bajo las mantas y le agarró la polla a


Vince. Acarició su eje un par de veces, le frotó la cabeza
con la yema del dedo pulgar, y dijo:

—Solo una vez más, en mi posición favorita, y luego te


daré el dinero que necesitas. —No quería hacer trabajar
demasiado al tipo. Pero si no lo hacían ahora, Harlan
terminaría pensando en eso todo el día.

Vince se frotó los ojos y estiró sus fornidas piernas.

—Me estás agotando. Nunca había conocido a nadie a


quien le gustara follar tanto como a ti. Eres peor que mi
esposa el primer año que estuvimos juntos. Pero entonces
tenía dieciocho. Ahora tengo veintiocho.

—Eso es una tontería —dijo Harlan, tirando de las


mantas—. Eres un hombre joven y fuerte, lleno de
testosterona. Tener mucho sexo es realmente bueno para
ti. Te hace más fuerte. Es como una vitamina, por así
decirlo.

—¿En serio?

—Sé que es un hecho —dijo Harlan—. Una vez leí en


una revista todo sobre eso. —No tenía ni idea de lo que
estaba hablando. Pero sonaba lógico y Vince parecía
creerle.

—Está bien —dijo Vince—. Pero solo una vez más, en


tu posición favorita. Después de eso, me das el dinero.
20

—Trato hecho.

—Ponme duro para empezar —dijo Vince—. Luego,


ponme un condón en la polla y me quedaré de pie en el
borde de la cama para que puedas ponerte en posición.

Vince apoyó la cabeza en la almohada y abrió las


piernas para Harlan. Harlan se incorporó, se inclinó sobre el
torso de Vince, y comenzó a acariciarle el pene semierecto.
Incluso sin estar totalmente erecto, Harlan se maravillaba
de la forma en que el grueso trozo de carne le llenaba la
palma de la mano. Cuando abrió la boca todo lo que pudo y
empezó a chupar, casi gimió. Luego cerró los ojos y aspiró
el fuerte aroma masculino entre las piernas de Vince.

Mientras que la mano derecha de Harlan exploraba los


duros músculos abdominales de Vince, su mano izquierda
descansaba sobre el suave vello oscuro del muslo de Vince.
Harlan siempre acicalaba y rasuraba su propio cuerpo, pero
prefería estar con hombres que no se lo afeitaran. Siempre
usaba ligeros toques con Vince; sabía que Vince lo prefería.
Y esta mañana no pasó mucho tiempo antes de que la polla
de Vince alcanzara una erección completa. Harlan había
sentido como se expandía en volumen y longitud dentro de
su boca todo el tiempo que la había estado chupando.

—Creo que ya estás listo —dijo, mirando a Vince a la


cara. Tomaba el eje con la mano izquierda y la cabeza
apoyada en su labio inferior—. Dame el condón de la mesita
de noche.

Vince le tiró el condón y gimió.


21

—Creo que estaba más caliente de lo que pensaba.


Esto se siente bien.

—Eres un tipo fuerte, viril —dijo Harlan—. Tienes


necesidades. —Le estaba diciendo puras bobadas otra vez.
Sabía que acariciarle el ego a Vince funcionaba tan bien
como acariciarle la polla. Si Vince tenía algo de cerebro, no
estaba en su cabeza. Estaba entre sus piernas.

—Ponme el condón muy despacio —dijo Vince—. Hazlo


con la boca de la manera que me gusta.

—Lo que tú quieras —dijo Harlan.

Después de que Harlan cubriera suavemente la polla


de Vince, este se incorporó y salió de la cama. Mientras que
apoyaba las piernas contra el lateral del colchón, Harlan se
acostó de espaldas, levantó las piernas y las extendió.
Entonces Vince dobló las rodillas y apretó la cabeza de su
pene contra la apertura de Harlan. Tanteó, un segundo o
dos, y luego se hundió hasta el fondo del agujero de Harlan
con un movimiento rápido. El condón estaba prelubricado.
Harlan giró la cabeza y jadeó en busca de aire. Se le
curvaron los dedos de los pies y arqueó hacia arriba la
parte baja de la espalda. Aunque al principio la entrada
siempre le dolía con Vince —el hombre era un burro
enorme—, y Harlan siempre tenía que concentrarse mucho
para superar ese dolor, nunca tardaba más de un momento
o dos en acomodarlo.

Cuando estaba tan dentro de Harlan como podía,


Vince se inclinó hacia adelante y le pasó los brazos por
22

debajo de las rodillas, y Harlan levantó la parte superior de


su cuerpo tanto como pudo y entrelazó los dedos detrás del
ancho cuello de Vince.

—¿Estás listo? —preguntó Vince—. Te voy a levantar


ahora.

Harlan asintió, con un gemido.

—Agárrate fuerte —dijo Vince. Luego levantó a Harlan


y dio unos pasos hacia atrás, tambaleándose por un
momento para no perder el equilibrio, buscando una
posición sólida.

—Ah, sí —dijo Harlan, ajustando su posición—. Esto es


maravilloso. —Sus piernas estaban extendidas y colgaban
de los brazos de Vince, su pene estaba contra el torso de
Vince, y sus brazos estaban envueltos alrededor de los
anchos hombros de Vince. Lo mejor de todo, la enorme
polla de Vince todavía estaba enterrada dentro de su
cuerpo. Esta era la posición final. La polla de Vince le
golpeaba el punto G de la manera correcta.

—Estoy listo —dijo Vince.

—¿Estás seguro?

Antes de que Vince tuviera la oportunidad de asentir


con la cabeza, Harlan comenzó a montar su polla. Utilizó los
hombros de Vince para apoyarse y apuntar hacia sus dedos
de los pies. Arqueó la espalda, extendiendo las piernas
hasta que los músculos de la ingle le tiraron, y empezó a
23

subir y bajar por la polla de Vince mientras este lo


mantenía en su lugar. Mientras él cabalgaba, Vince
afianzaba sus dos grandes palmas de las manos bajo el
culo de Harlan como apoyo adicional y simplemente se
quedó ahí equilibrando todo el peso de Harlan. Harlan no
sentía ni una pizca de culpa porque sabía que a Vince le
gusta esta posición, también. Siempre que follaban de esta
manera, todo el cuerpo de Vince temblaba de placer y
siempre terminaba llenando el condón con una carga mayor
de lo habitual.

Diez minutos más tarde, Harlan echó la cabeza hacia


atrás y su boca se abrió.

—Me estoy acercando.

Su rostro había enrojecido y le caían gotas de sudor


por la sien. Todavía estaba montándolo, solo que mucho
más rápido ahora. Cuando estaba en esta posición, nunca
tenía que tocar su propia polla para llegar al clímax.

—Nalguéame el culo ahora. Nalguéame lo más fuerte


que puedas. —Harlan jadeaba en busca de aire.

—Estoy cerca, también –dijo Vince—. No te detengas.


Me voy a venir pronto.

Cuando Vince comenzó a palmearle el culo con fuerza,


incluso con chasquidos, Harlan apretó el músculo del
esfínter y echó la cabeza hacia atrás. En la tercera
palmada, el cuerpo de Harlan se sacudió. En la cuarta, el
24

cuerpo se le puso rígido, los pies subieron, y se vino por


todo el torso de Vince.

Vince le golpeó el culo dos veces más, luego llenó el


condón. Después de eso, le bajó lentamente de vuelta a la
cama y se la sacó tan rápido como se la había metido. No
hubo besos; y ninguno dio las gracias. Vince acabó de dejar
a Harlan sobre su espalda, con las piernas abiertas y el
pecho agitado, y se sacó el condón. Todo eso estaba muy
bien para Harlan. A los casi cuarenta años, había tenido su
cuota de amores y romances, siempre con mal final. Ahora
no quería nada más que un hombre joven y fuerte como
Vince para satisfacer sus necesidades físicas y sus deseos.

Cuando Vince tiró el condón en un cubo de basura al


lado de la cama, miró a Harlan y se echó a reír. Las piernas
de Harlan estaban todavía en el aire y se limpiaba el sudor
de su frente.

—¿Por qué te ríes? —preguntó Harlan. Tenía


problemas para hablar.

—Nunca he visto a nadie al que le gusten las pollas


tanto como a ti, eso es todo —dijo Vince—. Parece que
estás listo para tomar a diez chicos más.

Harlan sonrió y extendió las piernas ampliamente.


Lástima que no hubieran más chicos en la habitación. Era
cierto: los habría tomado a todos. Estiró los brazos y dijo:

—¿Debo pedir disculpas porque sé lo que me gusta?


25

Vince se encogió de hombros.

—Me importa una mierda —dijo—. Te follaré todo lo


que quieras. Solo quiero el dinero para mi TV, ahora.

—Voy a dártelo antes de salir —dijo Harlan—. Vamos a


darnos primero una ducha rápida juntos y a vestirnos. Voy
a enjabonarte de la manera que te gusta. A menos que
tengas prisa hoy.

Vince lo miró y dijo:

—No tengo prisa. Podemos darnos una ducha.

Como a la mayoría de los bisexuales alfa con los que


Harlan había estado, a Vince le encantaba ser consentido y
mimado. Cuando se duchaban juntos, Vince se quedaba
con la espalda contra el azulejo y cerraba los ojos,
gimiendo, mientras que Harlan le frotaba jabón alrededor
de las piernas.

—Entra y ten el agua lista, estaré allí en un minuto.

Vince asintió y fue al baño. Harlan se sentó y observó


el pequeño culo apretado moviéndose con cada paso que
daba. En ese preciso momento, no había nada más que
Harlan necesitara en la vida.
26

Como de costumbre, el ama de llaves de Harlan, una


mujer mayor con un moño gris ajustado y una amplia y
redonda cintura, preparó una bandeja con café y algunos
alimentos ligeros para el desayuno que incluían bollos
frescos. Su nombre era Mildred y llevaba trabajando para la
familia Dylan desde que Harlan era niño. Ahora que era el
único que quedaba de su familia, se ocupaba de él como si
fuera su propio hijo, sin cruzar la línea y convertirse en
demasiado familiar. Cuando llevó la bandeja a la biblioteca
por la mañana, Harlan estaba de pie al lado de su escritorio
y Vince estaba de pie delante de la ventana. Ella le dio los
buenos días a Harlan y apoyó la bandeja sobre la mesa sin
reconocer Vince.

—Gracias, Mildred —dijo Harlan. Se dio cuenta de que


había traído suficiente café y comida para Vince también.
Harlan y Mildred nunca habían hablado de sus jóvenes
amigos en voz alta. Pero Mildred lo sabía todo sobre ellos y
había aprendido a planificar el futuro sin hacerle a Harlan
ninguna pregunta incómoda. De vez en cuando, Mildred, sin
sobrepasar sus límites, hacía pequeñas alusiones acerca de
que Harlan conociera a alguien agradable y sentara cabeza.
Ella nunca decía si debía ser hombre o mujer. Solo
generalizaba acerca de lo agradable que sería si Harlan
estuviera con alguien de forma permanente.

Mildred le frunció el ceño a Vince y le dijo a Harlan:

—El doctor Griffin acaba de llegar y está entrando.


Puse tres tazas en la bandeja. Uno de los jardineros dijo
27

que quería hablar con usted esta mañana. Dijo que era
muy importante.

Sabía que su amigo, Fritz, entraría en la biblioteca y


se sentiría como en casa. A menudo compartían el café
temprano por las mañanas en esta época del año. Pero no
estaba seguro acerca del jardinero.

—¿El jardinero dijo a qué se refería, Mildred?

Cuando se encogió de hombros, sus grandes pechos


caídos subieron.

—No lo hizo, doctor Henderson. ¿Debo decirle que le


verá?

—Será lo mejor —dijo Harlan—. Podría ser algo


importante acerca de alguno de los jardines. —A Harlan le
gustaba que el exterior de su casa fuera tan perfecto como
el interior—. Ve a decirle que le veré en quince minutos.

Un minuto después de que Mildred saliera, Fritz entró


en la habitación con una enorme sonrisa en su redonda
cara. Llevaba su tweed6 marrón con un chaleco de color
crema y una corbata amarilla manchada.

—Buenos días, Harlan —dijo. Luego se volvió hacia


Vince y le miró de arriba abajo—. Buenos días, joven. —
Tenía la cara roja y un deje de aturdimiento en la voz,
siempre le sucedía cuando estaba alrededor de Vince.

6
El tweed es un tejido de lana áspera, cálido y resistente, originario de Escocia, que rechaza el
agua por la pelusa que tiene en su superficie.
28

—Hey —dijo Vince sin mirarlo—. Estaba mirando a un


pájaro en un sauce fuera de la ventana. Harlan se
preguntaba qué, si es que había algo, le pasaba por su
magnífica cabeza.

—Buenos días, Fritz —dijo Harlan, sirviendo tres tazas


de café.

—Ambos se ven bien —dijo Fritz.

—Gracias, amigo —dijo Vince. Entonces encaró a


Harlan—. ¿Puedo obtener mi dinero ya? Quiero llegar a TV
City7 mientras que todavía sea temprano para evitar las
multitudes. —No parecía tener vergüenza de ningún tipo
acerca de tomar el dinero de Harlan. El hecho de que Fritz
estuviera allí no parecía significar nada para él.

—Cálmate —dijo Harlan—. Son solo las nueve. Las


tiendas ni siquiera abren hasta las diez. Toma un poco de
café. —Le gustaba observar la manera en que Fritz miraba
boquiabierto a Vince tanto como disfrutaba haciendo a
Vince esperar por su dinero.

Vince bajó la cabeza y puso mala cara. Se acercó a la


mesa y tomó una taza de café negro.

—¿Vas a comprar un nuevo televisor? —le preguntó


Fritz, echando mano a su café con la derecha y
descansando la izquierda en su gran vientre.

Los ojos de Vince se iluminaron y sonrió.


7
Me pregunto ¿qué venderán en ese lugar?
29

—Voy a conseguir una de esas nuevas pantallas planas


de plasma de sesenta pulgadas 3D, con Blu-ray y todo.
Cuando vuelva a ser la temporada de fútbol este año, seré
el tipo más popular en el bar Applejack.

—En efecto. —Fritz le dio a Harlan una mirada y sonrió


—. Deben ser muy caros.

—Le estoy ayudando con los pagos —dijo Harlan—. A


cambio, él me está ayudando con algunas cosas muy
importantes alrededor de la casa. —Sabía hacia dónde iba
Fritz y no le gustó. Aunque Fritz a menudo bromeaba sobre
los jóvenes amantes de Harlan, no le gustaba cuando iba
demasiado lejos. Vince no era brillante, y estaba aceptando
dinero a cambio favores sexuales, pero no era tampoco un
mal chico. De hecho, Vince era probablemente el amante
ocasional más decente que Harlan había tenido y no quería
que Fritz se burlase de él.

Antes de que Fritz pudiera responder, Mildred llamó a


la puerta de la biblioteca y dijo:

—El jardinero está aquí para verle ahora.

Mientras aún hablaba, Wilbur Munroe irrumpió en la


habitación diciendo:

—Buenas, Doc Henderson. Vine pa’blar de algo


importante. —No pronunció la “h” de Henderson.

—Usted simplemente no puede irrumpir así, joven —


dijo Mildred.
30

Harlan levantó el brazo y agitó la mano.

—Está bien, Mildred. —Luego se volvió hacia Wilbur y


dijo:

—¿No eres tú el que derramó el martini de granada


sobre la senadora anoche? —Aunque Wilbur estaba vestido
de manera diferente esa mañana, usando una camiseta
blanca, pantalones vaqueros embarrados y botas de trabajo
negras desgastadas con agujeros en cada dedo del pie,
Harlan no podía olvidar su inconfundible acento.

—Que no le eché na’ a ella —dijo Wilbur, con un tono


destrozado—. Me trompecé con esas manzanas graciosas, a
que sí.

—Podrías al menos haberte lavado la cara esta


mañana —dijo Harlan. Wilbur tenía manchas grises en las
mejillas, su enmarañado cabello oscuro estaba grasiento, y
sus uñas estaban negras.

—Yo creo que se ve divino —dijo Fritz. Él sonreía más


ampliamente que nunca. No estaba seguro de a dónde
mirar, si al fornido joven Vince, o al pequeño y sucio
Wilbur.

—Hey —dijo Wilbur—. No se me eche encima al


momento en que entré en el cuarto. He veni’o aquí pa’
pedirle algo importante. Ya me bañé la otra noche. Siempre
‘toy limpio, a que sí. —Entonces miró a Vince de arriba
abajo, y frunció el ceño.
31

Harlan tomó un sorbo de café y sonrió.

—¿Qué puedo hacer por usted, señor Munroe? —


Aunque podía oler las axilas de Wilbur desde el otro lado de
la habitación, había algo inocente y encantador en él. Fritz
estaba en lo cierto. Wilbur tenía un inusual sentido del
humor.

Wilbur cruzó la habitación y se sentó en un sillón


orejero de cuero frente a la mesa de Vince. Luego lo miró y
sonrió.

—Quiero que me aprenda cómo hablar bien —dijo—.


Tengo este amigo, mira, que toma lecciones de Italia, en la
universida’ comunitaria. Y oyí que era un maistro. Así que
me gustaría que me aprenda bien inglés, así que puedo
hablar como un caballero.

Harlan casi se atragantó con el café.

—¿Quieres qué?

—No me gusta cómo suena eso —dijo Vince. Se acercó


a la mesa y miró de arriba abajo a Wilbur—. Tú no tienes
tiempo para este chico, Harlan.

—Qué interesante —dijo Fritz—. Creo que el joven


Vince está preocupado de que el joven Wilbur pueda tomar
demasiado de tu tiempo y no te quede suficiente para él.

Harlan le echó un vistazo a Fritz. Pero en el fondo, el


concepto le hizo sonreír. Aunque sabía que Vince no estaba
32

molesto por Wilbur de una manera romántica, y


probablemente solo estaba preocupado por que Wilbur
pudiera entrometerse en su flujo de caja, todavía sentía
una cómoda sensación al pensar que un tipo como Vince
estuviera celoso.

—Te puedo pagar —dijo Wilbur, con los ojos abiertos


—. Yo no soy de carida’. No espero algo al cambio de na’.

Vince se echó a reír.

—¿Tú vas a pagarle?

—Por lo general, esa es la forma en que funciona —


dijo Fritz frente a Vince—, cuando una persona ofrece un
servicio a otra, la que ofrece el servicio recibe un pago.

Vince se echó a reír.

—Si no lo supiera. —Miró a Harlan—. ¿Puedo tener ya


mi dinero?

Harlan ignoró tanto a Vince como a Fritz. Miró a los


ojos verdes de Wilbur y le preguntó:

—¿Por qué diantres querrías hacer esto?

—Quiero hablar más mejor. Quiero ser un caballero,


como esos tipos que vi en su fiesta de anoche. —Luego se
volvió hacia Vince y frunció el ceño—. Yo no quiero ser
ninún naco to’a me vida, a que no.
33

—Hey —dijo Vince—. Ten cuidado, amigo.

Mientras los dos jóvenes se enviaban mutuamente


miradas desagradables, Harlan consideró la perspectiva.
Había pasado toda su vida adulta estudiando diferentes
dialectos y acentos, y aunque podía encasillar los
antecedentes de cualquier persona al escuchar un par de
frases, nunca había tenido la oportunidad de transformar
realmente a alguien. Sabía que había actores con talento
que podían cambiar de un acento a otro sin ningún
problema. Pero nunca había conocido a alguien como
Wilbur, con habilidades sociales y académicas tan limitadas,
que pudiera hacerlo.

—Creo que suena intrigante —dijo Fritz—. Veo


potencial aquí. No estoy seguro de ser realista.

—Creo que puedo hacerlo —dijo Harlan, como si


Wilbur no estuviera en la habitación—. Te apuesto mil
dólares a que lo puedo convertir en un perfecto caballero."

Fritz se frotó la mandíbula y pensó por un momento.


Miró a Wilbur y sacudió la cabeza. Luego sonrió a Harlan y
dijo:

—Está bien. Mil dólares a que no puedes.

—Y yo puedo pagar —dijo Wilbur—. Yo no soy carida’.


Le doy diez dólares por sesión, mientras me aprende a
hablar.

Harlan se echó a reír.


34

—¿Tienes alguna idea de cuánto se le paga a gente


como yo para que enseñe a gente como tú?

—Solo regrésalo por donde vino —dijo Vince—. Él


pertenece a la basura de atrás.

—Hey —dijo Wilbur. Se puso de pie y miró a Vince a


los ojos—. Sé lo que ‘tas haciendo aquí, amigo. Y veo no
tienes nada de derecho de llamarme basura cuando ‘tas
senta’o en medio de un montón de mierda derrama’a tú
mismo.

Vince se acercó a Wilbur y presionó su hombro contra


el suyo. Lo miró y le dijo:

—¿Me estás llamando como creo que me estás


llamando, chico? Dilo de nuevo. Te doble-reto a hacerlo.

Harlan le envió a Fritz una mirada y se encogió de


hombros.

—Lo doble-reta.

—Lo he oído —dijo Fritz, tratando de controlar la risa.

—No soy el chico de nadies —dijo Wilbur—. Yo soy un


hombre, a que sí.

—Está bien, ya basta, ustedes dos —dijo Harlan.


Luego se acercó a Wilbur y se inclinó hacia delante—. Si
hablas en serio acerca de esto, tienes que seguir mis
35

reglas. No quiero ningún dinero de ti. Pero tienes que hacer


exactamente lo que te diga.

—¿Qué reglas?

—¿Estás seguro de esto, Harlan? —preguntó Fritz—.


Yo no hablaba realmente en serio acerca de la apuesta.

—Yo no sé de esas reglas —dijo Wilbur. Miró a Vince


—. Toy seguro como el infierno no haré lo que hace este
con uste’. No soy ese tipo de gentes. Si ‘tas buscando solo
rascártelo o algo, házmelo saber ahora.

—¿Qué quiere decir, Harlan, por rascártelo? —


preguntó Fritz.

Harlan miró a Wilbur y dijo:

—Yo te aseguro que no estoy buscando solo rascarlo.


—Entonces miró a Fritz y dijo—: Te explicaré lo que
significa más tarde.

—¿Qué clase de gente es esa? —preguntó Vince—.


Dímelo a la cara.

Los dos hombres se miraban uno a otro de arriba


abajo de nuevo. Los puños de Vince estaban apretados y
Wilbur estaba moliendo sus dientes posteriores.

Pero Harlan los ignoró a ambos. Nunca antes en su


carrera le había sido presentado un reto tan fascinante.
Podría ser el punto culminante de su carrera como docente.
36

—Si estoy de acuerdo en enseñarte, tienes que


ducharte todos los días.

—¿Me ‘ta llamando cochino? —dijo Wilbur—. No soy un


cochino. Me baño una vez a la semana, cada sábado por la
noche.

—Y tienes que afeitarte las bolas y conseguir un corte


de pelo. —Solo estaba bromeando acerca de que se afeitara
las bolas. Únicamente quería tener una reacción de Wilbur.

—Hey, me largo de aquí —dijo Wilbur—. Esto es


bastante sucio ya. No voy a afeitar mis bolas por nadies.
¡Uste’ es prevertidos!

—Pervertido —dijo Harlan, corrigiéndolo.

—Yo no soy un prevertido —gritó Wilbur, perdiendo el


punto—. Uste’ es prevertidos.

Las cejas de Harlan se fruncieron y su voz se volvió


profunda y seria.

—Te ducharás todos los días, y te mudarás a esta


casa. Quiero una transformación completa y un control
total. Vas a hacer exactamente lo que te diga en todo
momento. —Entonces miró a Fritz y dijo—: Creo que puedo
hacer esto. Cuando haya terminado con él estará listo para
una cena de estado en la Casa Blanca.

—Creo que es un error —dijo Fritz—. Odiaría ver el


espíritu del niño roto. Es especial.
37

—Aguanta —dijo Wilbur—. No quiero entrar a vivir


p’aquí o na’ de esas cosas. —Miró a Vince y frunció el
ceño–. No soy como él. Soy un guen chico, de averas. Y no
me afeitaré mis bolas por nadies.

—¿Estás diciendo que no quieres vivir aquí porque soy


gay y me voy a aprovechar de ti? —preguntó Harlan. Pensó
que también podría ser directo.

—Yo no soy gay —dijo Vince, cuadrando los hombros


—. Tengo una esposa. Soy bisexual.

—No me importa —dijo Harlan, desestimando a Vince


completamente. Seguía mirando a los ojos a Wilbur. Su
corazón latía ahora. No podía dejar de pensar en las formas
en que transformaría Wilbur—. ¿Es porque soy gay, y todos
en el pueblo saben que lo soy? Sé honesto.

—No me importa na’ de eso —dijo Wilbur, agitando la


mano. Él miró hacia abajo a sus viejas botas; no podía
mirar a los ojos de Harlan.

—¿Tú eres gay? —preguntó Harlan.

—No etiqueto a nadies —dijo Wilbur—. Me gustan los


chicos más que las mujeres. Pero no me cojo a cualquiera.

—Así que eres gay —dijo Harlan, inclinándose hacia


delante, mirándolo de arriba abajo. No importaba si era gay
o no, porque Harlan no tenía intención de dormir con él.
Era solo que Harlan nunca había visto a un joven gay tan
descuidado.
38

—Tenía la sensación de que era gay —dijo Fritz—. Lo


vi en sus ojos—. Se estaba divirtiendo tanto que casi perdió
la bandeja cuando dejó su taza de café.

Wilbur parecía al borde del pánico. Retrocedió y se


dirigió hacia la puerta de la biblioteca.

—Te lo dije, no marco a nadies como homos o heteros.


Soy un hombre, es todo, y no dejaré que naides me
etiqueta. Y deja de echarme ojos así. Ahora me ’tás
cabreando. He visto esa mirada antes. Otros chicos trataron
de dármelo y pelié contra todos ellos, incluyendo me propio
primo. No duermo con ningún hombre a menos que quiera.

Fritz levantó los puños y los apretó juntos.

—Oh vaya —dijo—. Un virgen.

—Ja —dijo Vince—. Es un mentiroso. Si él es virgen,


yo soy sacerdote.

—Me largo de aquí —dijo Wilbur—. Tán totalmente


zafados con toda esta cochina’a. Nunca oyí decir esas
groserías en me vida. Además, nunca dije que era virgen.
He sali’o lo suficiente.

Fritz frunció el ceño.

–Ah, bueno, que mal.

Harlan se acercó hacia donde estaba de pie.


39

—No te vayas —dijo, levantando un juego de llaves de


coche de una mesa junto a la puerta. Eran las llaves de su
nuevo Porsche8. Las mostró con la mano en la cara de
Wilbur y las sacudió un par de veces—. No más charla de
sexo. No me importa si eres virgen o no. No importa. Solo
quiero enseñarte. Si te quedas, puedes conducir mi nuevo
Porsche.

—Nunca me dejas conducir el Porsche —dijo Vince.

Harlan ignoró a Vince y miró fijamente a Wilbur.

Los ojos de Wilbur se agrandaron y las cejas se


levantaron. Se quedó asombrado con las llaves y dijo:

—¿Puedo?

—Conmigo en el coche, por supuesto —dijo Harlan—.


Pero tienes que mudarte a la casa y hacer exactamente lo
que te diga los próximos seis meses, mientras te doy
exactamente lo que necesitas.

Todos miraron a Harlan y dijeron al mismo tiempo:

—¿Seis meses?

—Voy a necesitar por lo menos seis meses para hacer


de ti un caballero perfecto —dijo Harlan, haciendo caso
omiso de todos, excepto de Wilbur.

8
Vamos… Un Porsche!!!!!
40

—No toy seguro —dijo Wilbur, sin dejar de mirar las


llaves del Porsche de Harlan.

Harlan sonrió y dejó las llaves sobre la mesa.

—¿Tienes alguna idea de cuántos jóvenes en tu


posición matarían para que se les ofreciera una oportunidad
como ésta? Solo un miserable idiota lo rechazaría. Te puedo
convertir en alguien. Puedo cambiar toda tu vida.

—¿Puedo tener mi dinero ahora? —preguntó Vince.


Hizo un mohín y pateó la silla. Parecía perturbado porque
Harlan nunca le había permitido conducir el Porsche.

Sin quitar los ojos de Wilbur, Harlan dijo,

—Hay un cheque sobre la mesa a tu nombre, Vince.


Pero quiero que me ayudes con una cosa más antes de
salir. —Luego inclinó la cabeza y le preguntó a Wilbur—:
¿Te quedas o no?

—Ah, bueno —dijo Wilbur—. Supongo que no hace


daño a nadies. Pero na’ de cosas raras. Solo toy aquí pa’
aprender. ¡Y no me afeitaré mes bolas!

Harlan se echó a reír.

—Está bien —dijo—. No tendrás que afeitarte las


bolas.

Cuando Wilbur aceptó quedarse, Harlan gritó el


nombre de Mildred y la convocó a la biblioteca. Sin dudarlo,
41

le dijo que llevara a Wilbur a la habitación de invitados en


el tercer piso y lo asease. Y solo para estar seguro de que
Wilbur no cambiara de opinión, le pidió a Vince que
ayudase a Mildred a llevarlo arriba. Aunque pudiera parecer
que estaban obligando a Wilbur a que hiciera algo en contra
de sus deseos, Harlan sabía que era por el bien de Wilbur.
Estaba decidido a convertir este sórdido y maloliente
despojo de criatura en un digno joven príncipe.
42

Capítulo Tres
Pobre Wilbur. Luchó hasta el final hasta el tercer piso.
Mildred tuvo que tomar su mano y arrastrarlo por las
escaleras, y Vince se vio obligado a agarrarlo por la nuca y
empujarlo todo el camino. Harlan los siguió, con una
enorme sonrisa en el rostro, absorbiendo las etapas
iniciales del desarrollo de Wilbur, preguntándose cuánto
tiempo tardaría en sucumbir a todos los cambios que
estaban a punto de sucederle. Con cada paso, Harlan hacía
una nota mental que escribiría más tarde ese día.

En el segundo piso, Vince le dijo a Wilbur que olía


como un cesto viejo para la ropa sucia y Wilbur intentó
liberarse.

—Esto ‘ta mal —dijo, tratando de empujar a Vince


lejos de él—. No hecho na' pa’ ser maltratado así. —Miró a
Mildred y frunció el ceño.

Pero Vince se negó a moverse. Si era lo


suficientemente fuerte para equilibrar el peso de Harlan
sobre su pene, tirar de Wilbur hacia el cuarto de huéspedes
no era nada para él.

En la parte superior de la tercera planta, Wilbur gritó


con tal fuerza que la pobre Mildred perdió el control, agarró
la parte delantera de su camiseta, y le dijo:

—Deja de hacer escándalo, joven, o te enderezaré yo


misma. —Entonces sacudió su puño y lo agitó delante de su
cara.
43

—Yo me encargo de él —dijo Vince. Aún sostenía a


Wilbur por la nuca—. Lo meteré ahí. Necesita una ducha.
Apesta tanto que estoy a punto de vomitar.

Wilbur hizo un gesto con el brazo.

—Yo no apesto. Me bañé el sábado.

—No le hagan daño —dijo Harlan—. Está en estado de


shock. Se calmará una vez que se dé cuenta de que esto es
por su propio bien. Ten cuidado, Vince. Él no es tan fuerte
como tú.

—Espero que esté haciendo lo correcto, doctor


Henderson —dijo Mildred—. Algunas personas podrían
pensar que esto es un secuestro.

—Tonterías —dijo Harlan—. No lo voy a secuestrar.


Wilbur aceptó esto. ¿No es verdad, Wilbur?

—No acuerdé en que este gran gorila me empuje como


si fuera basura —dijo Wilbur—. Quítame a este gran feo
burro de mí.

Harlan se rió y señaló la habitación.

—Solo llévalo a su habitación y ten la ducha lista,


Mildred. Él estará bien. —A pesar de que sabían que
estaban siendo un poco duros con Wilbur, también sabían
que si Wilbur realmente hubiera querido irse, nadie lo
habría detenido. Estaba luchando contra ellos, pero solo
44

hasta cierto punto. En el fondo, Wilbur parecía saber que


esto era lo mejor para él.

Y cuando llevaron a Wilbur a su nuevo dormitorio y


Harlan vio la mirada de asombro absoluto en su cara, él
respiró hondo y exhaló. Sabía que todo estaría bien.

—¿Este es me cuarto? —preguntó Wilbur, mirando a


Harlan. Su voz se convirtió en un susurro suave. No se
estaba apartando y sus brazos ya no se agitaban.

Harlan dijo que sí. Le había dado a Wilbur una de sus


habitaciones favoritas de la casa. No era la habitación más
grande, y no era la más lujosa, pero tenía la clase de
encanto y sencillez que Harlan creía apropiados dada la
educación de Wilbur. Aunque el resto de la vieja casa
estaba llena de alfombras ornamentadas, antigüedades
francesas doradas y arañas de cristal, esta habitación era
un paraíso beige monocromático de simplicidad que hacía a
Martha Stewart9 lucir llamativa. Los muebles de estilo
Misión10 estaban pintados de un tono más claro de beige
que las paredes, con un brillo satinado. Las ventanas largas
y delgadas que daban a la plaza estaban flanqueadas con
visillos blancos de algodón, las sábanas y el edredón eran
de algodón blanco como las cortinas, y había dos auténticas
pinturas de Andrew Wyeth11 en la pared larga cerca del
armario. Lo único en la habitación que no era del buen
9
Empresaria, autora y presentadora de televisión estadounidense que formó un imperio con su
negocio de estilo de vida y cocina.
10
El Estilo Misión fue un movimiento arquitectónico que comenzó en Estados Unidos a fines del
siglo XIX y que se inspiró en las misiones españolas que se construyeron en los siglos XVII y XVIII en
el estado de California.
11
Andrew Newell Wyeth fue un pintor realista y regionalista estadounidense. Es uno de los más
conocidos del siglo XX, comúnmente se le llama el "Pintor del Pueblo" debido a su popularidad
entre el público estadounidense.
45

gusto del tono beige era el suelo de roble macizo. Era un


tono de madera diferente al del resto de la casa, más
parecido al color de una cascara de patata de Idaho que al
del roble real.

Wilbur se acercó a un armario de color beige y pasó


los dedos por la puerta de la izquierda, luego se volvió y
tocó una almohada de algodón blanco que descansaba
sobre un sillón orejero12 cubierto con una funda blanca, al
lado del armario.

—Esto es muy bueno pa’ gente como yo —dijo,


volviendo la cabeza a izquierda y derecha lentamente—.Yo
vo’a ‘tar asusta’o mudándome aquí. Soy un poco torpe, sí.

Mientras Wilbur miraba boquiabierto la tranquila


habitación, Mildred fue al baño y abrió la ducha. Vince
montaba guardia junto a la puerta, para que Wilbur no se
fuera, con las piernas abiertas y los brazos cruzados sobre
el pecho. Vince era bueno recibiendo órdenes, y parecía
estar disfrutándolo. Harlan estaba en la puerta, mirando
con una sonrisilla sabionda.

—No lo sé —dijo Wilbur—. No se siente bueno pa’ mí.

Para cuando terminó la frase, Mildred volvió a entrar


en el dormitorio y lo miró.

—Quítese la ropa y déjela en el suelo. Traeré ropa


limpia.

12
Es como un sillón común, solo que el apoyabrazos se extiende hacia el respaldo .
46

Wilbur apretó la palma de la mano contra su pecho y


dio un paso hacia atrás.

—¿Qué me quite la ropa? Yo no me pelaré delante de


todos. No le entro a ninguna pervertida mierda cochina, a
que no.

—Haz lo que te dice —dijo Harlan. Usó un tono


contundente, pero sin crueldad—. No hay nada pervertido
en ello, y lo único sucio en esta sala eres tú. Puedo olerte
desde aquí. ¿Llevas cebollas bajo los brazos?

—No me vo’a quedar pela’o13 —dijo Wilbur—. Esto ‘tá


mal, sí.

Mientras Wilbur se encogía contra el armario, Harlan


suspiró y asintió hacia Vince.

—Mildred y tú llévenlo al baño y desvístanlo. Entonces


métanlo en la ducha. Voy a conseguir algo de ropa limpia.
Creo que es aproximadamente de la misma talla que yo.

—Esto ‘tá mal —gritó Wilbur—. No me vo’a pelar


delante de nadies, y menos delante de una vieja mala y un
gran burro viejo.

Mildred negó con la cabeza y tomó a Wilbur del brazo


derecho. Vince le tomó del izquierdo y lo metió en el cuarto
de baño. Pero no gritaba ni peleaba. No lo arrastraban
contra su propia voluntad. Sacudió la cabeza y repitió “Esto

13
Encuerado, en traje de Adán, calato, como Dios lo trajo al mundo, como quieran llamarlo…
47

‘tá mal” un par de veces. Pero podría haberse ido si hubiera


querido.

Cuando cerraron la puerta del baño, Harlan salió al


pasillo para poder ir a la segunda planta y obtener ropa
limpia de su propio armario. Vio a Fritz en la parte superior
de las escaleras. Estaba allí, de pie, con una mano en la
barandilla y la otra en el bolsillo del pantalón. Aunque
Wilbur ya no gritaba, sus protestas un poco menos
violentas podían escucharse por todo el pasillo.

—No me sacaré los calzones, ya te digo. Eso ‘tá mal.

Fritz frunció el ceño.

—¿Estás seguro de que haces lo correcto, Harlan?

—Nunca en mi vida he estado más seguro de algo —


dijo Harlan. Se sentía más ligero de lo que se había sentido
en años. No podía esperar para sentar a Wilbur y darle su
primera lección.

—Tienes una reputación que considerar —dijo Fritz—.


Y este chico podría no traerte más que problemas. Uno lee
sobre estas cosas todo el tiempo en el periódico: un
hombre gay de mediana edad establecido toma a un joven
gay bajo su amparo y termina en desgracia para todos.
Algo así ocurrió en el oeste. Un rico hombre gay de
mediana edad llevó a una estrella porno a su casa y la
estrella porno terminó disparándole a muerte en medio de
la noche.
48

Harlan dio unas palmaditas a su viejo amigo en la


espalda y sonrió.

—Deja de preocuparte. Lo sé todo acerca de esas


historias. Leí todo sobre ese incidente en Colorado. Esto es
diferente. Lo que estoy haciendo con Wilbur es casi arte.
Además, no soy de mediana edad. Ni siquiera llego a los
cuarenta todavía.

—¿Cuál es la diferencia?

—Mi único interés en este horrible pequeño monstruo


es académico y profesional. No tengo ninguna intención de
acostarme con él, pagarle con dinero por favores sexuales,
o abusar de él de ninguna manera en absoluto, sexual o
emocionalmente. Le estoy ofreciendo la oportunidad de su
vida.

—No es malo para los ojos —dijo Fritz—. Es realmente


muy atractivo.

—Te lo aseguro, Fritz —dijo Harlan—. No tengo


absolutamente ningún interés sexual en él. Deberías
conocerme a estas alturas. Tengo hombres jóvenes como
Vince para cuidar de todas mis necesidades. ¿Por qué
diantres iba a estar interesado en aprovecharme de un
naco sucio como Wilbur? —Entonces le guiñó un ojo y
golpeó a Fritz en la espalda—. Además, conoces mis gustos
tan bien como yo. Wilbur es demasiado delgado, demasiado
torpe, y demasiado débil. Me gustan bruscos y fuertes, con
grandes músculos y piernas peludas, como Vince.
49

Fritz se echó a reír.

—Crees que es pasivo, ¿no?

Harlan se encogió de hombros y empezó a bajar las


escaleras.

—Sinceramente, no podría importarme menos. Ni


siquiera ha entrado en mi mente. —Estaba diciendo la
verdad. Cuando miraba a Wilbur, los únicos pensamientos
que cruzaban su mente eran académicos.

Fritz lo siguió hasta su habitación en el segundo piso.


Mientras estaba escogiendo algo de su ropa, Fritz suspiró.

—¿Qué pasa con los apegos emocionales?

Harlan cogió un par de pantalones de color beige de su


armario y los colgó del respaldo de una silla.

—No habrá ningún apego emocional —dijo. Revolvió


en el otro lado de su armario, buscando una camiseta con
cuello de color verde oliva que sabía que era más pequeña
que sus otras camisetas. Enviaría a Mildred a comprar ropa
nueva para Wilbur más tarde ese día. Pero tenía que
encontrar algo adecuado para ese momento.

—¿Cómo puedes estar tan seguro de eso? —preguntó


Fritz.

—Porque, amigo mío, me gusta mi vida tal como es.


No tengo que rendirle cuentas a nadie, puedo hacer lo que
50

me dé la gana, y tengo la intención de que siga siendo así.


He estado involucrado en relaciones antes y no funcionó.
Sé quién soy, Fritz. Soy un bastardo egoísta, malcriado,
que siempre consigue lo que quiere —dijo Harlan con
orgullo. Sonrió y descolgó la camiseta con cuello verde oliva
de una percha de madera—. En otras palabras, soy un
cretino egoísta.

—No estaba hablando de ti, Harlan —dijo Fritz—. Ya sé


que eres un cretino egoísta. Estaba hablando de Wilbur. El
muchacho es joven. Supongamos que se enamora de ti.

Harlan le dio una mirada a Fritz, apretó la palma de la


mano contra su estómago y se dobló de la risa.

—Si estás tratando de tomarme por sorpresa —dijo—,


no está funcionando. Confía en mí, Fritz. En el momento en
que haya terminado con el viejo Wilbur, estará tan harto de
mí que ni siquiera va a querer verme la cara. Tengo la
intención de hacerlo trabajar más duramente de lo que
alguna vez haya hecho trabajar a alguien en mi vida. En lo
último en que va a estar pensando es en amor.
51

Después de que Harlan eligiera la ropa adecuada, con


zapatos oxford14 marrones, un cinturón que combinaba y un
par de calzoncillos de diseño suyos, él y Fritz se reunieron
con Vince en el pasillo del tercer piso. Acababa de dejar el
nuevo dormitorio de Wilbur.

—¿Cómo está ahora? —preguntó Harlan.

—Va a estar bien —dijo Vince—. Me voy a comprar el


televisor ahora. Pero primero voy a comer. No puedo
esperar a tener un par de cervezas, un gran plato de alitas
de pollo, y algunos chicharrones. Tu sí que me desgastaste
hoy y ni siquiera son las once aún.

—Agradezco tu ayuda —dijo Harlan—. El cheque está


en mi escritorio. Te veré en un par de días.

Vince se despidió y bajó las escaleras de dos en dos.


Cuando estaba fuera de la distancia para escuchar, Fritz se
frotó la mandíbula y dijo:

—Tengo una curiosidad, Harlan. ¿Por qué no has


tratado alguna vez de transformar a cualquiera de estos
otros tipos? Mira a Vince, por ejemplo. Aunque no es tan
tosco como el querido joven Wilbur, sin duda le irían bien
unas cuantas lecciones de etiqueta en todas las áreas,
desde la forma de hablar hasta la manera de caminar. Y
parece dispuesto a hacer cualquier cosa que le pidas. Tengo
curiosidad.

Harlan sonrió.
14
Zapatos de vestir de cuero con pasadores.
52

—Hay tres razones, viejo amigo. En primer lugar,


tengo que pagar a Vince por sus servicios. Nunca se ofreció
a pagar como lo hizo Wilbur. En segundo lugar, Wilbur pidió
ayuda, lo que significa que iba en serio sobre aprender,
crecer y cambiar. Y en tercer lugar, el pobre Vince, al igual
que los otros chicos que he tenido, son casi tan inteligentes
como el pilar de la barandilla de allí. No es un mal chico,
pero tampoco es muy brillante. Él es lo que es.

—Crees que Wilbur es inteligente —dijo sin un signo


de interrogación.

Harlan asintió.

—Todavía no estoy seguro. Pero hay algo más en él,


una cualidad oculta que estalla por ser liberada. Y yo voy a
ser quien la suelte.
53

Capítulo Cuatro
—No sé si puedo acostumbrarme a estos calzoncillos
apreta’os aquí —dijo Wilbur—. Estoy acostumbra’o a usar
viejos boxers de me pa’. —Se refería a los bóxer negros de
diseño de Harlan, y estaba hablando con Mildred. Iban de
camino a la biblioteca de Harlan y este podía escuchar cada
palabra que decían.

Wilbur se había duchado y afeitado, y le habían


peinado con la raya al lado. Cuando entró en la biblioteca,
Harlan levantó la vista de su escritorio y parpadeó. Aunque
los pantalones de algodón de color beige eran un poco
demasiado grandes para su delgado cuerpo, y la costura
del hombro de la camiseta polo colgaba más de dos
centímetros en ambos hombros, su cara estaba limpia, sus
ojos verdes estaban alertas, y sus rasgos faciales parecían
más expresivos ahora. Tenía una fuerte y definida barbilla y
unos altos y esculpidos pómulos. Su nariz no era
demasiado puntiaguda ni demasiado redonda, y su piel era
absolutamente impecable. No tenía ni una peca, ni un lunar
o mancha a la vista.

Harlan se puso de pie y le sonrió, mirando este lienzo


en blanco de un hombre, preguntándose por dónde
empezar primero.

—Te ves muy diferente, Wilbur. Casi me recuerdas a


una versión conservadora de ese actor, Colin Farrell.
54

Wilbur se quedó mirándose los pies. No parecía seguro


sobre dónde colocar las manos, por lo que se las metió en
los bolsillos.

—Me siento diferente, también. No como yo.

—Todo lo que tenemos que hacer es llevarte a un


buen estilista ahora —dijo Harlan. Wilbur tenía el pelo
grueso, recto, casi negro. Los lados le caían sobre las
orejas y la parte posterior aterrizaba en la base de su
cuello. Mildred lo había peinado separándolo hacia un lado.
Pero Harlan sabía que Wilbur se vería mucho mejor con un
corte de pelo corto que tuviera una de esas lindas ondas
pequeñas levantadas por encima de la frente.

—Tengo que trayer algunas cosas de me lugar —dijo


Wilbur—. Después de todo, no vení a trabajar esta mañana
planeando quedarme aquí por seis meses, ahora, ¿verdad?

Al hablar Wilbur lentamente, Harlan recogió más de


esa influencia británica en su pronunciación. No habría en
ninguna otra parte del mundo entero un acento como este.
Si Harlan escribiera sobre él en un periódico, nadie le
creería. Se le aceleró el corazón y se frotó las manos. No
podía esperar para empezar con la transformación.

—No necesitarás nada de tu casa —dijo Harlan—. Voy


a sacarte para que te corten el pelo hoy, y mientras
estemos fuera, Mildred va acomprarte ropa nueva. Ella va a
comprarte todo lo que necesites en la ciudad y si no te va
bien, traeremos a mi sastre aquí y lo arreglará. Vas a tener
de todo, desde un esmoquin formal hasta vaqueros
55

informales. —Sonrió a Mildred, sabiendo que no estaría


emocionada con esto—. ¿No es así, Mildred?

Ella giró los ojos.

—Supongo sí, doctor Henderson.

Harlan sonrió.

—Tómate todo el tiempo que necesites, Mildred. Esta


es la única cosa en la que quiero que te concentres los
próximos días. ¿Puedes manejarlo?

—Estoy segura de que puedo, doctor Henderson —dijo


Mildred—. He ido de compras para usted desde que era un
niño. Sé qué comprar.

Harlan se echó a reír y luego le dio las gracias. La


única cosa que despreciaba más que dos pasivos tratando
de follar en la cama era ir de compras, para cualquier cosa.
Si no hubiera sido por Mildred, se habría visto obligado a
comprar todos sus trajes por internet, o a encargar a su
sastre hacerle diseños personalizados.

—Pero tengo que ir a casa —dijo Wilbur. Seguía


mirándose los pies—. Hay algunas cosas que necesito,
algunas cosas personales y eso que tengo que tener.

—Muy bien —dijo Harlan—. Vamos a parar en tu casa


de camino de regreso del estilista. Pero no quiero que
traigas nada de tu ropa vieja. A partir de ahora, usarás solo
lo que te diga que uses.
56

Cuando Wilbur asintió, no miró a los ojos a Harlan. Por


un momento, Harlan se preocupó de estar siendo
demasiado estricto con él. No quería romper su espíritu.
Después de todo, era su brillante espíritu intrépido lo que le
dio el valor para pedir ayuda. Pero en una segunda mirada,
vio que Wilbur no ponía mala cara, y no parecía estar
angustiado. Su aspecto general ahora parecía de
preocupación.

—Aquí está tu primera lección, Wilbur —dijo Harlan—.


Es muy sencilla. Cuando me hables, o a cualquier otra
persona, quiero que mires a los ojos de ahora en adelante.
No quiero que mires a la izquierda o a la derecha, ni hacia
el suelo o al techo. Vas a mirar directamente a los ojos de
la otra persona. ¿Lo entiendes?

—Sep —dijo, sin levantar la vista.

—Sep no es una respuesta —dijo Harlan—. Sí es una


respuesta, y mírame a los ojos cuando lo digas.

Wilbur levantó la cabeza lentamente. Dudó un


segundo o dos, y luego miró a Harlan directamente a los
ojos y dijo:

—Sí.

—Excelente —dijo Harlan—. Vamos ahora. Mi estilista


no va a estar emocionado por tenerte hoy. Pero voy a hacer
que su tiempo valga la pena. Llevaremos el Porsche".

Wilbur levantó la cabeza rápidamente.


57

—¿Puedo conducir? Uste’ dijo que podía.

Harlan miró a Mildred y giró los ojos. Respiró rápido y


sonrió. Señaló la mesa cerca de la puerta y dijo:

—Las llaves están allí. ¿Tienes una licencia de conducir


válida?

Wilbur asintió y dijo:

—Yo conduzco bueno. No tengo multas pa’ nada, y no


tengo ninún punto en me contra.

—Eso podría ser una bendición disfrazada —dijo


Mildred.

Harlan frunció el ceño, sin hacer comentarios. Mildred


se refería al hecho de que Harlan no era el mejor
conductor. Tendía a conducir demasiado rápido, aparcaba
en las aceras de la ciudad, y nunca había dominado el arte
de ir marcha atrás. Cuando la gente en Savannah lo veía
venir, por lo general daban un paso atrás contra una pared
o un árbol hasta que pasaba de largo.

Cuando Mildred vio que Harlan no se había divertido


por su comentario acerca de sus hábitos de conducción,
sonrió y dijo:

—Me gustaría empezar ya, doctor Henderson, a menos


que usted me necesite para algo más.
58

—Eso es todo, Mildred —dijo Harlan—. Será mejor que


nos pongamos en marcha también, Wilbur. Tenemos mucho
que hacer hoy, y quiero estar en casa a las cuatro y media
para mi siesta.

—¿Su siesta? —preguntó Wilbur—. Nunca oyí hablar


de ninún joven que tomara siestas antes. Eso es pa’ los
viejos.

Mildred se volvió para irse, pero se cubrió una sonrisa


con la mano para que Harlan no viera cuán entretenida
estaba.

—Yo no soy joven —dijo Harlan—. Tengo el doble de


tu edad. Tengo casi cuarenta.

—Maldición —dijo Wilbur—. Eso no es ser viejo. Me


abuelo es viejo. Está cerca de los noventa ahora. Pero no
‘toy muy seguro, yaque como su ma’ lo parió en el bosque
y nunca tomó cuenta de la fecha. Ellos eran gente del
campo, nacos ineducados.

—Bueno —dijo Harlan—. Cuarenta no es ser joven


tampoco.

—¿Que no? —Entonces pensó por un momento—. Aun


así nunca oyí decir de ninúno de cuarenta que tome siestas
todos los días. No parece natural.

Harlan cuadró los hombros y tomó una postura


defensiva.
59

—Bueno, ahora lo sabes —dijo—.Tomo mi siesta a las


cuatro y media todos los días de la semana, sin falta. —
Llevaba haciéndolo desde que su última pareja lo había
dejado diez años antes. Cerraba los teléfonos, apagaba su
computadora, y le decía a Mildred que no debía ser
molestado a menos que fuera una cuestión de vida o
muerte. No se trataba de estar cansado o de necesitar
dormir. Era acerca de matar el tiempo. Harlan despreciaba
las horas entre las cuatro y media y las seis y media de la
tarde. Ese era el tiempo más vacío y más solitario del día
para él. No había nadie con quien hablar, nada que ver y
demasiado tiempo para pensar. Cuando su última pareja lo
había dejado para estar con otro, Harlan había aprendido a
pasar cada día esas dos solitarias horas cayendo en un
sueño profundo. Era tan bueno en eso que podía conciliar el
sueño incluso sin estar cansado. Y lo llevaba haciendo tanto
tiempo que no estaba seguro de que pudiera sobrevivir sin
su siesta.

—¿Tengo que tomar una siesta, también? —preguntó


Wilbur. Frunció los labios y miró a Harlan de soslayo.

La pregunta salió de su boca con tal inocencia que


Harlan tuvo que controlarse para no reír a carcajadas.

—No —dijo—. No estás obligado a tomar una siesta, o


afeitarte las bolas. Puedes hacer lo que quieras hasta la
cena. Puedes colgarte de los árboles, no me importa.

—Tengo una idea —dijo Wilbur—. Tal vez podamos


juegar cartas alguna vez en lugar de siestar. Tengo
60

realmente algunos buenos movimientos de póker que te


puedo aprender.

Las cejas de Harlan se dispararon.

—Te lo he dicho, Wilbur. Yo tomo la siesta todos los


días, y no voy a cambiar mis hábitos. Ahora vamos. Se está
haciendo tarde y tenemos mucho que hacer hoy,
empezando con ese horrible mechón negro encima de tu
cabeza. Es tan malo que hiere mis sentimientos.

Wilbur se volvió y se acercó a la mesa a por las llaves


del auto. Tenía la cabeza baja y no parecía estar hablando.
Pero Harlan lo oyó murmurar algo que sonaba como “nunca
oyí de ningún joven siestando todos los días de la
semana... no es natural”. Pero no podía estar seguro de lo
que Wilbur había dicho, por lo que decidió ignorar el
comentario por completo.

Aunque Wilbur no podía decir una frase completa sin


hacer que Harlan se retorciera de dolor, en el momento en
que se sentó en el asiento del conductor y arrancó el
Porsche, Harlan notó una transición inconfundible. Wilbur
se puso el cinturón de seguridad en primer lugar, y luego
obligó a Harlan a usarlo también.
61

—No arrancaré este carro hasta que se abroche —dijo


Wilbur. Y cuando Harlan frunció el ceño y respondió:

—No me gusta la sensación. Nunca llevo cinturón de


seguridad.

Wilbur se sentó, cruzó los brazos sobre el pecho y se


negó a moverse hasta que Harlan usara el cinturón de
seguridad. Harlan no tenía ganas de discutir, así que se
puso el cinturón de seguridad y ordenó a Wilbur que
arrancara el auto.

Entonces Wilbur ajustó los espejos retrovisores y


metió el coche en primera. Cuando salieron del camino de
entrada, Harlan sujetaba el asa que había por encima de su
cabeza. Pero en el momento en que llegaron a la calle y se
dirigieron hacia el primer stop, las manos de Harlan
descansaban tranquilamente en su regazo y se maravillaba
de la manera en que Wilbur cambiaba la velocidad con
tanta facilidad. Pasaba de un cambio a otro, sin siquiera dar
un tirón brusco. Movía la palanca de cambios en perfecta
armonía con el embrague, manteniendo los ojos en la
carretera en todo momento. Si Harlan no hubiera sabido
que iba sentado en un auto con la transmisión manual,
hubiera conjeturado que estaba en el auto con la
transmisión automática más suave jamás inventada. Y
Wilbur apenas utilizaba el pedal de freno. Solo reducía la
marcha en el momento adecuado, llegando a frenar si era
necesario.
62

En el momento en que llegaron al estilista de Harlan,


le dijo a Wilbur que aparcara en el estacionamiento para
discapacitados para ahorrar tiempo.

—No pasa nada —dijo—. Aparco en el espacio para


discapacitados en todo momento. Marc Terry no lo hace
cumplir, y todas las plazas de aparcamiento están tan cerca
que los espacios para discapacitados están tan cerca como
los demás. —Marc Terry era su estilista y el dueño del
salón, una reina dramática de Nueva York que hablaba
demasiado, pero que podía convertir el peor pelo en algo
mágico. Había sido uno de los invitados a la fiesta de
primavera de granada, llevaba un lazo de oro en la oreja
con una diminuta granada colgando del centro.

Pero Wilbur ignoró a Harlan. Condujo más allá del


espacio de discapacitados y aparcó a tres espacios de
distancia.

—Yo no me parquearé en ningún lugar pa’ lisiados.


Supone un pobre lisiado viene por un corte y no hay
espacios dejados. ¿Cómo se va parquear ‘tonces? Y no
quiero niuna multa. Tengo un registro limpio, a que sí. Las
multas son re-caras.

Harlan giró los ojos y se encogió de hombros.

—Bueno, no me gusta caminar mucho.

—Bueno, eso es vergüenza pa’ uste’, su alteza —dijo


Wilbur, tirando del freno de mano y apagando el motor—.
Pero ‘tá perfectamente sano pa’ caminar de aquí a la
63

Florida. La gente lisiada no es tan suertuda. Tienes que


contar tus bendiciones en esta vida, sí.

—Muy bien —dijo Harlan, sintiéndose más molesto que


culpable—. Aparca donde quieras. No me importa.

—No ‘toy parqueando ‘onde quiero —dijo Wilbur—.


Solo sigo la ley, eso es to’o. Me ‘toy parqueando donde se
supone que debo parquear.

Cuando entraron en el salón, Marc Terry estaba


tomando dinero de un hombre mayor con espeso cabello
blanco rizado y mejillas de color rojo brillante.

Wilbur echó un vistazo al pelo blanco rizado y se


inclinó al oído de Harlan.

—Será mejor que no salga luciendo como ése.

—Deja de preocuparte —le dijo Harlan. Estaba


sonriendo más de lo habitual, emocionado por ver lo que el
nuevo corte de pelo le haría a la apariencia de Wilbur—.
Marc Terry es el mejor estilista que hay.

Pero Marc Terry no parecía feliz de verlos. Cuando el


hombre mayor salió, miró a Harlan, levantó una ceja y se
puso las manos en las caderas.

—Estaba a punto de volver a casa. Mi hermana de


Nueva York llegó de visita y quería pasar algún tiempo con
ella.
64

Llevaba una camisa de color rojo brillante que se


aferraba a su barriga, blancos pantalones capri15 ceñidos a
su cintura, y de sus largas muñecas colgaban pulseras de
oro macizo. Harlan notó que tenía nuevas mechas rubias en
su oscuro pelo de punta y un bronceado artificial salpicado
con purpurina de oro.

Harlan forzó una sonrisa. Marc Terry sabía de cabellos,


pero su fuerte acento de Brooklyn siempre le ponía los
vellos de la nuca de punta.

—Es una emergencia. Mi joven amigo, Wilbur, necesita


arreglar su cabello en este momento, y necesita el mejor
estilista del estado de Georgia para hacerlo. —Tenía la
esperanza de que la adulación funcionara. Marc Terry
tendía a desmayarse y ruborizarse cuando alguien elogiaba
su trabajo.

—Voy a traer a uno de mis otros estilistas para que lo


haga —dijo Marc Terry—. Van a cuidar bien del joven
Wilbur. —Cuando miró a los gruesos, enmarañados y
grasientos mechones de pelo oscuro en la cabeza de
Wilbur, frunció los labios como si estuviera a punto de
silbar.

Harlan se sacó la tarjeta platino de crédito del bolsillo


y la puso sobre el mostrador, delante de Marc Terry. Sonrió
y dijo:

—Yo realmente prefiero que lo hagas tú. No quiero a


nadie más. —Realmente creía que los estilistas gais con dos
15
Pantalones a media pantorrilla.
65

nombres eran mejores que los otros. Cuando la adulación


no funcionó, pensó en intentarlo con dinero. Marc Terry no
era tímido a la hora de tomar dinero. Un corte de pelo
normal en su salón costaba al menos trescientos dólares—.
Estoy dispuesto a pagar el doble por tu tiempo y
experiencia. —Entonces le hizo un gesto a Wilbur y dijo—:
Me doy cuenta de que es con poca antelación. Pero como
puedes ver por la manera en la que luce, esta es una
situación inusual.

Marc Terry bajó la mirada hacia la tarjeta platino y


sonrió. Luego miró a Wilbur y frunció el ceño.

—Bueno, ya que es una emergencia, supongo que


puedo hacerlo. Pero solo por esta vez, y por favor no se lo
digas a nadie. No quiero que los demás clientes crean que
pueden parar por aquí a cualquier hora que se les antoje.
—Salió de detrás del mostrador y le dijo a Wilbur—:
Sígueme y podremos empezar.

—¿Viene también? —le preguntó Wilbur a Harlan.

—Me quedaré enfrente y esperaré —dijo Harlan—. Vas


a estar bien.

—Eso espero —dijo Wilbur—. La única que me haiga


corta’o el pelo es me má’.

Lo hizo de nuevo, e hizo a Harlan sonreír. Wilbur dijo


“mi” con ese interesante toque británico.
66

—Solo tienes que ir y relajarte —dijo Harlan—. Voy a


estar esperándote aquí fuera. Vas a lucir increíble.

Una hora más tarde, Harlan levantó la vista de la


revista que había estado leyendo y parpadeó. El corte de
pelo estaba terminado y Wilbur acababa de entrar a la sala
de espera. Sus largos y desordenados mechones de cabello
oscuro ya no estaban. El nuevo corte de pelo era corto y
peinado hacia el rostro, con una onda ligeramente recogida
por encima de la frente, justo como Harlan lo había
imaginado. El rostro parecía más largo ahora, y los rasgos
más pronunciados. En lugar de hacerle parecer más joven,
como tendían a hacerlo la mayoría de los cortes de pelo,
Wilbur en realidad parecía algo mayor y unos centímetros
más alto. Harlan se puso de pie y miró la transformación
con los labios entreabiertos. La pequeña criatura sucia de
esa mañana había sido sustituida por un joven de tez
morena que tenía el potencial para llamar la atención donde
quiera que fuera.

Luego, por desgracia, Wilbur abrió la boca y arruinó


toda la apariencia.

—No ‘toy tan seguro de este cortado. ¿No me hace ver


mucho gay?

—Pero eres gay.

—No, no soy —dijo Wilbur, pisándose el pie derecho


—.Te dije que no le entro a las etiquetas pa’ na’. Eso está
bien pa’ algunas personas, ¡pero no pa’ este!
67

Marc Terry entró y le preguntó:

—¿Qué piensas, Harlan? ¿Trabajé mi magia en él? —


Caminó detrás de Wilbur, mirando hacia la nuca.

—Es perfecto —dijo Harlan—. No puedo agradecerte lo


suficiente por hacerlo en tan poco tiempo. —Luego miró a
Wilbur seriamente y se trasladó al mostrador para pagarle
a Marc Terry.

Mientras este pasaba la tarjeta de crédito de Harlan,


sonrió y preguntó,

—¿Wilbur es un buen amigo tuyo, Harlan? —No hizo


ningún comentario sobre la forma en que Wilbur hablaba.

Harlan sonrió. Sabía que Marc Terry se moría por


saber cómo se asoció con Wilbur. Marc Terry era el peor
traficante de chismes en la ciudad, y su salón era
normalmente un hervidero de noticias más rápido que The
Associated Press16.

—No, no es un amigo.

Marc Terry le entregó la tarjeta de crédito y un trozo


de papel para firmar.

—Ya veo. ¿Es un pariente, entonces? —Sonrió


tímidamente y se presionó la lengua contra la mejilla.

16
The Associated Press o AP es una agencia de noticias. Es una cooperativa propiedad de sus
periódicos, y estaciones de radio y televisión contribuyentes en Estados Unidos, que tanto
aportan historias como utilizan el material escrito por la misma. El servicio de la agencia se
produce en cinco idiomas: inglés, alemán, neerlandés, francés y español.
68

A pesar de que a Harlan se le ocurrió decirle a Marc


Terry la verdad sobre Wilbur, decidió que no era asunto
suyo, sobre todo cuando miró el recibo. Marc Terry había
cargado más de seiscientos dólares en la tarjeta de crédito
de Harlan, y pensó la pequeña víbora había recibido ya más
de lo que se merecía esa tarde.

Así que firmó el recibo rápidamente y le dio la espalda


a Marc Terry sin decir una palabra.

—Vamos, Wilbur. Tenemos otra parada que hacer esta


tarde antes de ir a casa para mi siesta.

Wilbur lo siguió hasta el auto con la cabeza inclinada y


los hombros caídos. Cuando estaban en el coche, respiró
hondo y miró por el espejo retrovisor.

—Yo no sé de esto. Me familia no me va a saber


reconocer quien yo es.

—Deja de ser tan dramático, Wilbur —dijo Harlan—.


Ahora arranca el auto y movámonos. Estoy seguro de que
tu familia sabrá reconocerte perfectamente. Solo tienes que
abrir la boca y hablar.
69

Wilbur se dirigió a casa de su familia con la misma


precisión con la que había conducido hasta Marc Terry. Para
el momento en que estuvieron a seis kilómetros de la
ciudad y giraron a la derecha por un camino de tierra, los
párpados de Harlan realmente se sentían pesados. Nunca
se había sentido tan tranquilo y tan relajado con cualquier
otro conductor.

Pero cuando estaban a mitad del camino de tierra que


conducía a la casa de Wilbur, el coche comenzó a desviarse
en zigzag en todas las direcciones, y no fue debido a las
habilidades de conducción de Wilbur. Había muchos
agujeros, baches y hendeduras en el camino y cualquier
otro piloto hubiera arruinado el auto. Pero Wilbur maniobró
en cada obstáculo con gran cuidado, siempre consciente de
lo que tenía delante de él. No pisó el freno ni una vez.

Cuando el camino de tierra se ensanchó y Harlan pudo


ver las estructuras, Wilbur tocó la bocina para que un grupo
de pollos sueltos saliera de su camino.

Harlan miró hacia atrás y hacia adelante con la palma


de la mano pegada a la garganta, y dijo:

—Ah, bueno, he vivido en Savannah toda mi vida y


nunca supe que un lugar como este existiera.

Le recordó a una escena de una película de terror,


donde un grupo de jóvenes universitarios se perdía en un
camino de ida y terminaban siendo acechados por un
asesino en serie. Pero no mencionó eso en voz alta.
70

A la derecha se asentaba una antigua granja de piedra


con un enorme agujero en el techo y sin paneles de vidrio
en ninguna ventana. Era un gran monstruo antiguo, con un
montón de potencial si alguien tuviera la cantidad justa de
dinero para invertirlo en él. Pero ahora había pollos
posándose en los marcos de las ventanas y la maleza era
tan espesa que ni siquiera era accesible sin una hoz y una
cortadora de césped industrial. A la izquierda, al otro lado
del patio, había una casa hecha de tablillas sin pintar con
un porche delantero torcido; sucias cortinas andrajosas
colgaban de las ventanas delanteras, y tenía bloques de
cemento apilados como escalones de entrada.

—¿Aquí es donde vives? —preguntó Harlan. No había


imaginado que fuera tan horrible.

Wilbur se detuvo en la casa de tablillas sin pintar con


los escalones de bloques de cemento y se encogió de
hombros.

—Sé que no es el Palacio de Buckingham 17, pero es me


hogar.

Harlan no quería insultarlo. Pero se sentía con ganas


de dar la vuelta y correr de nuevo hacia la carretera
principal.

17
Es la residencia ofcial del monarca británico en Londres. También se utliza para ceremonias ofciales,
visitas de Estado y visitas turístcas. Es famoso por albergar la Royal Collecton, extraordinario conjunto
de obras artstcas fruto del coleccionismo real. El palacio es un punto de reunión de los británicos en
tempos de crisis y de festvidad. O.o!!!!!
71

—Me quedaré en el coche mientras entras. Por favor,


no te demores mucho. Quiero estar en casa a tiempo para
mi siesta.

Wilbur apretó el freno y negó con la cabeza.

—Toma un montón en serio esas siestas suyas. Yo


nunca había visto a nadies tan preocupa’o por siestar.

Antes de que Harlan pudiera hacer comentarios, un


hombre alto y joven abrió la puerta y salió al porche. Desde
la distancia, no era mal parecido. Pero no llevaba nada más
que unos calzoncillos y una camiseta blanca suelta. Se
quedó mirando al Porsche y se frotó la barbilla con una
mano, y se rascó las pelotas con la otra. Un segundo más
tarde, un hombre mayor más redondo salió a la calle con
dos latas de cerveza.

—Ahí ’ta me primo, Darvin —dijo Wilbur—. Y me pa’,


Larvin.

Harlan parpadeó.

—¿Darvin y Larvin? —Oh, Fritz Griffin nunca creería


esto.

—Les gustan rimar nombres en me familia —dijo


Wilbur—. Yo soy el uno que no tiene un nombre rima’o. Me
tío era Parvin. Ese era el pa’ de Darvin. Pero ahora está
muerto. Se enfrió a sí mismo durante un juego de cartas
tan solo unos meses después de que alguien se cogió a su
esposa.
72

—¿Darvin, Larvin y Parvin?

—’Pera aquí —dijo Wilbur, abriendo la puerta—. Voy a


‘tar de vuelta rápido.

Harlan se sentó y cruzó las manos sobre el regazo.


Observó a los dos hombres en el curvado porche delantero
inclinarse hacia adelante y mirar a Wilbur. Cuando Wilbur
empezó a subir las escaleras, Larvin agarró una escopeta
del porche delantero y Darvin, el primo, le gritó:

—¿Qué quieres por aquí?

Cuando Harlan vio la escopeta, se dejó caer


rápidamente debajo del salpicadero. Evidentemente, Larvin
no reconoció a su propio hijo con el nuevo corte de pelo, y
Harlan no quería morir de esa manera.

Un momento después, Harlan oyó la risa. Así que poco


a poco se levantó y miró por encima del salpicadero para
ver lo que estaba sucediendo. Wilbur y su padre, Larvin,
estaban hablando en el porche. Larvin se reía y le daba a
Wilbur palmaditas en la espalda. Wilbur hizo un gesto con
el brazo derecho hacia el coche, le dijo algo a su padre, y
luego ambos saludaron a Harlan.

Harlan sonrió y les devolvió el saludo, luego ambos


desaparecieron dentro de la casa.

Cuando Harlan miró el reloj y vio que eran casi las


cuatro de la tarde, empezó a dar golpecitos en el asiento,
preocupado por no regresar a tiempo para la siesta. Solo
73

había un corto intervalo para tomar siestas, y ese intervalo


duraba solo de las cuatro y media a las cinco y media.
Cualquier hora entre las cuatro y media y las cinco y media
funcionaría. Pero después de las cinco y media, una buena
siesta estaba arruinada. Entonces, el resto de la noche se
arruinaba también.

Harlan estaba a punto de exhalar cuando una voz


profunda que vino de su derecha, dijo:

—Sí que ‘tas bueno. Bonito carrusel, también.

Se volvió y miró por la ventana. El alto primo en ropa


interior, Darvin, estaba inclinado mirando el auto.

—¿Discúlpeme?

—Dicía que ‘tas bueno. Soy Darvin. —Apoyaba las


manos en sus rodillas y estaba sonriendo. Le faltaban dos
dientes delanteros y el resto eran de color amarillo
parduzco. Era mucho mejor parecido desde la distancia.

Harlan tragó saliva. No estaba seguro de qué decir.

—Bueno, gracias. —Pensó que este debía de ser el


primo gay que había intentado seducir a Wilbur, y ahora
miraba la entrepierna de Harlan y se lamía los labios.

—¿Cómo te llamas? —preguntó Darvin.


74

—Harlan. —El acento de Darvin era ligeramente


diferente del de Wilbur. Él sonaba pueblerino, sin el toque
británico de Wilbur.

—Me gustan los pantalón que ‘tás usando —dijo


Darvin, y alcanzó el interior del auto, bajó la enorme mano,
y empezó a frotar la pierna derecha de Harlan—. ¿Eres
homaseksal? Tengo uno bien grande pa’ ti colgando entre
mis piernas.

El corazón de Harlan se aceleró. Normalmente, los


tipos como ese no se insinuaban a otros chicos a la
intemperie. Tenía que haber algo mal con Darvin, algo
inestable que podría hacerlo peligroso. Harlan sintió un
sudor frío en la frente. Sonrió cortésmente a Darvin, luego
tocó el claxon varias veces. Este hombre era enorme, por lo
menos un metro noventa de altura. Y sus manos eran del
tamaño de los discos voladores. Si quisiera, probablemente
podría sacar a Harlan fuera del auto, llevarlo al bosque y
atarlo al tronco de un árbol. Aunque a Harlan le gustaba el
sexo brusco y los hombres rudos, solo le gustaban cuando
esa era su elección.

Para el momento en que Harlan tocó la bocina de


nuevo, la gran mano sucia de Darvin estaba entre sus
piernas y tanteando el fondo de su culo. Harlan se sentía
mareado. Comenzó a tomar aire.

Entonces se oyó un fuerte golpe en el techo y Wilbur


gritó:
75

—Quítate tu mano de ahí, tremendo tonto hijo ‘e puta.


Ese allí es un caballero. Y quita las manos de su encima
ahora o te vo’ a patear el culo hasta que no lo tengas.

Harlan no podía verle la cara a Wilbur; él estaba junto


al auto en el lado del conductor. Todo lo que podía ver
desde el interior del auto eran los puños cerrados de
Wilbur.

Pero Darvin le quitó la mano de entre las piernas y dio


tres pasos atrás. Luego levantó los brazos en señal de
rendición y le dijo:

—Yo ‘taba dándole al hombre un cumpli’o, na’mas.


Párale, chico bonito. Solo porque tienes un nuevo corte y
ropa nueva no te me hagas el más más conmigo. Todavía
soy tu primo más mayor.

Después de eso, el padre de Harlan se apoyó en el


auto y se presentó. Hablaba con el más grueso y pesado
acento cockney que Harlan hubiera oído nunca. Harlan se
había preocupado por el padre de Wilbur. No estaba seguro
de cómo se sentiría el padre acerca de que Harlan llevara a
su hijo a vivir a su casa durante seis meses. La mayoría de
los padres no lo habrían aprobado. Hubieran hecho una
larga lista de preguntas, y hubieran querido poner las
intenciones de Harlan sobre la mesa.

Pero no el viejo Larvin. Le dijo a Harlan que se


alegraba de que su hijo homosexual hubiera encontrado un
lugar en el mundo. Dijo que estaba preocupado de que
Wilbur terminara como Darvin. Dijo todo eso a través de la
76

ventanilla abierta, agradeció a Harlan por interesarse en su


hijo, y dijo que Harlan podía contar con él durante todo el
tiempo que quisiera. Incluso se rió, se frotó su barriga
cervecera, y dijo que Harlan podía mantenerlo para
siempre, si quería. Luego se incorporó, le dio una palmada
a Wilbur en la espalda y le dijo:

—No vayas y arruines esto. Haz lo que el buen hombre


te diga que hagas, Wilbur. Los de tu clase no son buenos
pa’ muchas otras cosas en este mundo.

Wilbur no respondió. Abrió la puerta y arrojó una


pequeña bolsa de papel en el asiento trasero. Puso en
marcha el coche y dio la vuelta sin mirar atrás hacia su
casa, su padre, o la mujer con pelo largo y gris en la
ventana del frente de la casa. Ni siquiera sacó el brazo por
la ventanilla y dijo adiós.

Cuando estaban de vuelta en el camino de tierra,


Harlan preguntó:

—¿Quién era la mujer en la ventana?

—Esa es Ma’.

—¿Por qué no ha salido también?

—Ella no sale de la casa —dijo Wilbur—. Ella es una


escondedora.

—¿Una escondedora?
77

—Cuando los extraños aparecen, ella corre a su


dormitorio y se esconde —dijo Wilbur, con un tono seguro
—. Ella no ha sali’o de casa desde 1991. Y eso era porque
no tenía de otra. Si tenían que sacarle un diente, el dentista
no vendría hasta aquí de lejos.

—Ya veo —dijo Harlan. Estaba empezando a entender


por qué Wilbur estaba dispuesto a hacer cualquier cosa que
dijera. También estaba empezando a ver que había más
capas en Wilbur de lo que había imaginado. Cómo había
sido capaz de sobrevivir en un caos tan disfuncional
durante tanto tiempo era una incógnita.

Harlan volvió a mirar la pequeña bolsa de papel en el


asiento trasero y le dijo.

—¿Eso es todo lo que querías tomar de tu casa? —


Había imaginado que Wilbur saldría de la casa con los
brazos llenos de bolsas de plástico de basura recogidas del
dormitorio de su niñez.

Wilbur se encogió de hombros.

—Solo quería trayer me juego de cartas, era todo. Na’


más allí me importa mucho pa’ mí. —Había un dejo de
tristeza en su voz.

Harlan solo asintió y lo vio maniobrar el Porsche de


vuelta por el camino deplorable de tierra. Parecía más
seguro ahora que cuando habían tomado el camino hacia su
casa esa tarde. Cuando llegaron al final de la calle y fue
hora de girar a la izquierda para regresar a la ciudad,
78

Wilbur miró a la izquierda, a la derecha, luego a la


izquierda otra vez. Pero nunca miró atrás, ni una vez.
79

Capítulo Cinco
Durante el siguiente mes, Harlan trabajó con la
manera de hablar de Wilbur en los niveles más básicos.
Estudiaban desde las ocho de la mañana hasta la hora de la
siesta de Harlan. Después de la cena, trabajaban tres horas
más, revisando lo que Harlan le había enseñado a Wilbur
ese mismo día. Harlan había situado a Wilbur en una
pequeña habitación del pasillo principal, no lejos de la
biblioteca, y le enseñó como si estuviera enseñando a un
niño de cinco años cómo leer por primera vez. Usó toda la
tecnología moderna disponible, incluyendo una máquina
computarizada que medía la capacidad del habla de Wilbur.
Pero en su mayor parte, en esas semanas iniciales, el
objetivo de Harlan era borrar todo lo que Wilbur hubiera
aprendido alguna vez y empezar de cero.

El cuarto viernes, Wilbur estaba allí, alrededor de una


hora antes de la siesta de Harlan, y este le dio a Wilbur un
ejercicio vocal y lo dejó solo en la pequeña habitación para
que trabajase por su cuenta. Aunque Harlan amaba su
trabajo, a veces la voz de Wilbur le irritaba los nervios.
Cuando Harlan cerró la puerta y se dirigió al pasillo para
poder unirse a Fritz en la biblioteca, Wilbur gritó y lanzó un
libro a través del cuarto. La pobre Mildred pasaba por el
vestíbulo en dirección a la cocina cuando la pared fue
golpeada. Cuando el libro se estrelló y Wilbur gritó, ella se
detuvo y se puso la palma de la mano en el estómago.

—Espero que no esté agotando ese pobre muchacho —


dijo. Bajó la cabeza y habló en voz baja y respetuosa—. La
forma en que trabaja tan duramente parece cruel a veces.
80

Apenas se toma el tiempo de comer y dormir, y no ha


salido de casa durante casi una semana.

Harlan sonrió y dijo:

—Te lo aseguro, Mildred. Sé exactamente lo que estoy


haciendo. —Desde que Wilbur había llegado, Mildred le
había tomado un fuerte apego. Si Harlan le hubiera dejado,
ella lo habría mimado y consentido—. Él necesita disciplina
en estos momentos. Si quiere llegar a su objetivo alguna
vez, no puedo ponérselo fácil.

Ella apretó los labios y negó con la cabeza.

—Supongo que sabe lo que está haciendo, doctor


Henderson. Odio verlo tan frustrado.

Harlan sonrió.

—No te preocupes. Me lo llevaré en un largo viaje en


auto mañana, y le dejaré conducir el Porsche. —Se había
encariñado con Wilbur, también. No quería que Wilbur
supiera lo mucho que se estaba encariñando con él.
Hubiera arruinado sus sesiones.

—Ah bien, entonces —dijo Mildred, presionando sus


manos juntas—. Estoy segura de que eso le encantará.

Harlan levantó el dedo índice por encima de la cabeza


y señaló hacia el techo.
81

—Pero solo si trabaja duro hoy. Le dije que si no


aprende a pronunciar las vocales correctamente, no lo
llevaré a ningún lado mañana. —Luego sonrió y cruzó hacia
la biblioteca para ver qué estaba haciendo Fritz. Llevaba allí
desde la hora del almuerzo, leyendo un libro viejo, porque
no tenía nada mejor que hacer ese día.

Savannah estaba en medio de una ola de calor


horrendo. El viernes era el cuarto día consecutivo con
temperaturas que alcanzaban los treinta y ocho, y no se
pronosticaba ningún alivio hasta mediados de la semana
siguiente por lo menos. Fritz había elegido usar su ligero
sirsaca18 a rayas esa semana, azul y blanco, que lo hacía
parecer recién salido de un carnaval. Aunque el aire
acondicionado estaba a todo volumen, Fritz estaba sentado
en un sillón de cuero marrón abanicándose el rostro con la
última edición de la revista Architectural Digest19 de Harlan.

—No te veas tan apagado, viejo amigo —dijo Harlan,


cruzando a la habitación con paso ligero—. Se está fresco
aquí.

Fritz miró el sol que golpeaba el cristal de la ventana y


sacudió la cabeza.

—No se está fresco en ningún lugar —decidió.

Harlan se sentó en el escritorio y abrió su correo


electrónico por si se había perdido algún mensaje

18
Sirsaca es una delgada tela arrugada hecha en su totalidad de algodón, normalmente de rayas o
cuadros, se utliza para la confección de ropa de primavera y verano.
19
Architectural Digest es una revista mensual americana fundada en 1920. Su tema principal es el diseño
de interiores, no la arquitectura de manera más general, como el nombre de la revista sugiere.
82

importante mientras estaba trabajando con Wilbur. Pero


antes de que pudiera leer cualquier cosa, Mildred llamó a la
puerta y dijo:

—Hay dos hombres bastante interesantes en la puerta.


Quieren hablar con usted sobre Wilbur.

Harlan le dio a Fritz una mirada y se encogió de


hombros.

—¿Sobre Wilbur?

—Dicen que sus nombres son Larvin y Darvin —dijo


Mildred con prudencia.

—¿Larvin y Darvin? —preguntó Fritz.

Harlan sonrió y le dijo a Mildred:

—Hazlos pasar. —Luego miró a Fritz y le dijo—: los


conozco, y los estaba esperando. Son el padre y el primo
de Harlan.

Un momento después, Mildred escoltó a Larvin y


Darvin hacia la biblioteca y los dejó con Fritz y Harlan.
Larvin, el padre de Wilbur, llevaba los mismos vaqueros
sucios y la floja camiseta negra que usaba la primera vez
que Harlan lo vio. Probablemente no los había lavado desde
entonces. Y aunque Darvin estaba completamente vestido
esta vez, los vaqueros estaban desgarrados en ambas
rodillas, las mangas habían sido cortadas de su camisa a
cuadros y sus botas de vaquero eran tan puntiagudas que
83

los dedos de los pies se curvaban. Ninguno de los dos se


había afeitado en por lo menos dos días, y ambos olían
como si acabaran de salir de una cuba de cerveza rancia
mezclada con vinagre.

Harlan se levantó del escritorio y se cruzó los brazos


sobre el pecho.

—¿Qué puedo hacer por ustedes esta tarde,


excelentes hombres? —Sabía por qué estaban allí, quería
jugar con ellos.

—Me alegro de verlo, doctor Henderson —dijo Larvin.


No pronunció la “h” en Henderson—. Yo y mi sobrino vengo
a verlo por un asunto serio.

Harlan sonrió y miró a Fritz. Hizo un gesto y los


presentó.

—Este es mi viejo amigo y socio, el doctor Fritz Griffin.


Fritz, ellos son Larvin, el padre de Wilbur, y Darvin, primo
de Wilbur.

Darvin se quedó contra la pared y le asintió a Fritz. Se


rascó la ingle y se olió los dedos.

Larvin dijo:

—Encanta’o de conocerlo.

Fritz no se levantó. Asintió con la cabeza a los dos y


sonrió.
84

Entonces Harlan cogió un libro de encima del escritorio


y lo abrió por una página central. Solo fingía leer. Por el
rabillo del ojo, observaba a Larvin y Darvin atentamente.
Darvin parecía inofensivo: estaba de espaldas a la pared,
inclinado hacia adelante, con las manos cruzadas sobre el
estómago. Pero Larvin tenía una expresión seria, con los
labios apretados y las cejas fruncidas.

Mientras miraba el libro, Harlan preguntó:

—¿Cuál es el asunto serio que vino a discutir? —Su


voz sonaba jovial, como si acabara de recibir una buena
noticia que quisiera compartir con ellos.

Larvin intentó cuadrar los redondos hombros y cruzar


la habitación. Pero después del primer paso dejó caer las
llaves de su camioneta. Estaba de pie frente a donde el
pobre Fritz estaba sentado, a pocos centímetros de la cara
de Fritz. Cuando se inclinó para recuperar las llaves de la
camioneta los flojos vaqueros se deslizaron por su espalda
y su camiseta negra se elevó, exponiendo su blanca piel
desnuda y tres centímetros de la raja del culo.

Fritz se quedó sin aliento por el culo desnudo de Larvin


y se recostó en el sillón con una mirada en blanco.

Harlan se rió y dijo,

—¿Es sobre Wilbur?


85

—He veni’o pa’ llevarlo a casa —dijo Larvin,


enderezando su gran cuerpo y adoptando una postura
fuerte y sólida.

—Siéntase libre —dijo Harlan, con una enorme sonrisa


—. Wilbur se encuentra en la habitación de al lado
estudiando. Usted puede simplemente entrar y llevárselo, si
quiere. —Entonces le dio unas palmaditas a Larvin en la
espalda y le hizo un guiño a Fritz.

—Lo necesito de vuelta en casa —dijo Larvin—.


He’stao trabajando doble desde que se ha ido.

—Es su hijo —dijo Harlan—, no el mío. No es mi


responsabilidad en absoluto.

El rostro de Larvin se apretó y negó con el dedo a


Harlan.

—Espere un momento. Uste’ se lleva a un joven


inocente lejos del seno de su familia durante un mes, a
hacer Dios sabe qué con él, y entonces solo intenta
entregármelo de nuevo a mí, porque ya hecho lo que quiere
con él y ahora ‘stá cansa’o de él. Y ahora quiere que me lo
lleve de vuelta. Es mercancía daña’a ahora.

Harlan cerró el libro y lo dejó caer sobre la mesa. Se


volvió hacia Larvin, lo miró a los ojos, y dijo:

—¿Cómo se atreve a venir aquí y tratar de


chantajearme? Primero dice que quiere que vuelva, a
continuación, le da la vuelta y se enoja conmigo por
86

devolvérselo. —Harlan no estaba dispuesto a dejar que


Larvin o alguien más se aprovechase de él. Y la manera en
que Larvin se refirió a Wilbur como mercancía dañada hizo
que su corazón se acelerase.

—Nunca dije nada acerca de chantajearlo —dijo


Larvin. Se volvió hacia Fritz—. ¿He decido algo sobre plata?

Fritz se acercó al borde del asiento y se encogió de


hombros.

—Bueno, si usted no quiere dinero, ¿qué quiere? —


preguntó Harlan. Le echó un vistazo a Darvin al otro lado
de la habitación. Darvin se estaba hurgando la nariz, ajeno
a lo que estaban hablando.

Larvin se rió en la cara de Harlan.

—¿Por qué cree que he veni’o?

Harlan dio un paso atrás, el aliento de Larvin le daba


náuseas.

—Estoy seguro de que no tengo ni idea.

—Cuando Wilbur me dijo que se lo ‘staba llevando con


uste’ el día que ambos llegaron en ese pequeño carro
extranjero, yo me bendije, lo hice. Y antes de irse, le dije,
no te olvides de dónde vienes, muchacho.

Harlan sonrió.
87

—Así que lo envió lejos conmigo a propósito. Quería


que yo se lo arrebatase de sus manos. —Harlan sabía hacia
dónde iba esto. Quería atrapar al anciano y colgarlo con su
propio cinturón.

—Él me dijo que se iba con uste’ y no quería ninguna


de sus ropas, ni siquiera sus calzoncillos —dijo Larvin. Se
inclinó hacia delante y le guiñó un ojo—. Ahora, qué se
supone que debía pensar de eso, se lo pregunto. Soy un
hombre de mundo. Yo conozco a los tipos como uste’. Lo he
visto antes. Sé lo que es gay y sé lo que hacen los
homosexuales. Un delicado y sensible muchacho inocente
como Wilbur, que nunca ha estado interesa’o en alguna
chica, quiere irse con un hombre bien parecido como uste’
y no quiere nada de ropa. ¿Qué se supone que tengo que
pensar como buen cristiano?

—Ya veo —dijo Harlan, con una media sonrisa sabia—.


Usted ha venido aquí hoy para rescatar a Wilbur, como
buen cristiano, porque cree que solo soy un hombre gay
rico y aburrido, jugando con un muchacho joven e inocente.
Y que le estoy haciendo cosas terribles y miserables.

—Es lo que es —dijo Larvin.

—¡Mildred! —gritó Harlan. Le dio la espalda a Larvin y


caminó hacia la puerta. Cuando Mildred entró, dijo—: El
padre de Wilbur vino a llevárselo a casa. Por favor, vaya a
buscarlo ahora.

Mildred miró a Larvin de arriba a abajo y frunció el


ceño.
88

Fritz se presionó la mano contra la boca.

El cuerpo de Larvin se sacudió y trotó hacia Mildred y


Harlan.

—Espere. No saquemos ninguna conclusión. No ‘stoy


tratando de insultarle. Yo soy un bueno cristiano que teme
a Dios, lo soy. —Cogió el brazo de Harlan y dijo—: Podemos
resolver esto. Uste’ y yo, ambos, somos hombres de
mundo. —Entonces le hizo un guiño a Harlan y sonrió.

—Bueno, ya veo —dijo Harlan en tono


condescendiente—. Mildred, será mejor que te vayas. No
quiero que escuches a dos hombres de mundo.

—Diría que no —dijo Mildred, dándole la espalda al


salir de la habitación.

Mientras Harlan se acercaba al escritorio, Larvin lo


siguió.

—No ‘stoy tan seguro de que quiero a Wilbur de vuelta


—dijo—. Si quiere mantenerlo con uste’ por un tiempo,
puede ser que sea lo mejor para todos. Uste’ recibe su
niño, y me da un poco de tranquilidad. Pero no puedo
permitir que lo tenga por nada, ya ve. Estoy interesado en
hablar acerca de un arreglo. Yo solo ‘stoy tomando ventaja
de mis derechos como padre de Harlan, y seguramente no
cree que solo dejaría que un joven bien parecido se vaya
así por así. —Miró a Harlan de arriba abajo y sonrió—. Se
ve como uno de los buenos, doctor Henderson.
89

—¿Los buenos? —preguntó Harlan, apoyando la


barbilla en la palma de la mano.

—Sí —dijo Larvin—. Uste’ sabe, con real clase, como


un hombre de verda’. No es uno de esos amanerados
copetudos, con la muñeca floja y un paso meneado. No se
arranca las cejas, habla con ceceo o usa maquillaje. Uste’
podría pasar por un hombre hetero en cualquier momento.
No puedo culparle por nada si tiene un gusto por los chicos
jóvenes e inocentes como me Wilbur.

Fritz se aclaró la garganta. Había permanecido en


silencio hasta entonces.

—Usted debe de ser consciente, Larvin, de que nada


malo está pasando aquí. Todo lo que el doctor Henderson
está haciendo con Wilbur es totalmente legítimo y
estrictamente profesional. El doctor Henderson es un
excelente lingüista y profesor, con la mejor reputación.

Larvin se rió y se cubrió los labios.

—Apuesto a que es muy bueno en lo que hace. Si no,


me gustaría pedir dos mil.

—¿Está diciendo que vende a su propio hijo por dos


mil dólares? —preguntó Harlan. Había viajado mucho, pero
nunca había conocido a nadie como este hombre.

—¿Tiene usted algo de moral? —preguntó Fritz.


90

Larvin se encogió de hombros y miró a Darvin. Se


estaba mordiendo la uña del dedo pulgar ahora. Tenía el
rostro vuelto hacia un lado y masticaba con sus dientes
posteriores.

—Cuando se es tan pobre como yo —dijo Larvin—,


uste’ no puede permitirse el lujo de tener moral. —Luego se
sentó en la silla frente a Fritz y suspiró—. Míreme. Tengo
un hijo homosexual, una esposa que no sale de casa, y un
sobrino homosexual medio tonto por ahí de pie contra la
pared chupándose los dedos. No he visto Inglaterra desde
el día en que me fui y me tengo que quedar en ese nido de
ratas donde vivo hasta el día que me muera. Yo solo ‘stoy
pidiendo mil dólares. Solo por todo lo que hice pa’ criar a
me Wilbur y prepararlo para el gusto de hombres como el
doctor Henderson.

Harlan rodó los ojos y se echó a reír. Le dio un toque a


Fritz en el hombro y dijo:

—Ya que él lo puso así, tal vez debería darle dos mil
en vez de mil. Solo por ser tan buen cristiano. —Luego fue
detrás del escritorio y sacó la chequera.

Larvin se puso de pie.

—Oh, no —dijo—. Yo solo quiero mil, eso es todo. No


me sentiría bien tomando un centavo más que eso. Tengo
mi propio límite.

Fritz se puso de pie y respiró hondo. Mientras Harlan


escribía el cheque, se frotaba la mandíbula y dijo:
91

—Lástima que el matrimonio gay no sea legal, Harlan.


Si lo fuera, te podrías casar con Wilbur y sería mucho más
barato.

Harlan ignoró a Fritz. Sabía que estaba bromeando, y


no quería iniciar una nueva conversación sobre casarse con
Wilbur. Su único interés en Wilbur era académico. Ahora
que sabía cómo era en realidad el antecesor de Wilbur,
estaba aún más decidido a hacer algo con el chico para
mantenerlo alejado de esa pobre gente.

—Solo no entiendo por qué su gente siempre está con


eso del matrimonio —dijo Larvin—. Nunca me casé con la
madre de Wilbur. No he visto una razón para ello.

Harlan le entregó a Larvin el cheque y miró a Fritz.

—¿Por qué no me sorprende oírle decir eso?

Larvin le arrancó el cheque de la mano a Harlan y se


dirigió a la puerta rápidamente. Agarró a Darvin por la
camisa, tiró de él, y le dijo a Harlan,

—Nos estamos viendo. Tenga un buen día.

Pero en su camino a la sala, Larvin se topó con Wilbur.


Wilbur acababa de saltar fuera de la pequeña sala de
estudio con los brazos en el aire.

—Estoy hasta aquí —dijo—. No puedo hacer más. —


Luego se detuvo y miró a su padre. Bajó la voz y apretó los
puños. Miró a Larvin con la cabeza inclinada hacia un lado.
92

—¿Por qué estás aquí? —Frunció el ceño hacia Darvin


—. ¿Y por qué está este gran tonto aquí, también?

—No empieces ya —dijo Larvin, señalando con el dedo


índice la cara de Wilbur—. Haz lo que se te diga desde
ahora, y escucha todo lo que el doctor Henderson te dice
que hagas. —Se volvió a Harlan—. Si le da problemas, solo
use el cinturón con él como yo siempre lo hice. Una buena
paliza siempre lo endereza.

—¿Usted lo golpeaba? —preguntó Fritz. Estaba cerca


de la puerta, de pie detrás de Harlan—. ¿Con un cinturón?

Wilbur tensó los labios, se cruzó los brazos sobre el


pecho y se alejó de ellos.

Cuando Harlan oyó que Wilbur había sido golpeado,


sintió un tirón en el estómago. Aunque no era afeminado,
había algo tan suave y sencillo en Wilbur que hacía difícil
imaginar a alguien golpeándolo o haciéndole daño.

—Claro que lo azoté —dijo Larvin, tirando de la camisa


de Darvin de nuevo. Echó la cabeza hacia atrás y había un
dejo de orgullo en su voz—. Wilbur es fuerte, también.
Nunca lloró, ni una vez, sin importar cuántas veces lo
golpeaba. Bueno, seguiré mi camino ahora. Vamos Darvin.
Larguémonos.

Prácticamente corrieron hacia la puerta, casi tirando a


la pobre Mildred de la escalera. Mildred siguió caminando
hacia la cocina, murmurando algo en voz baja.
93

Cuando se fueron, Wilbur se enfrentó a Harlan y le


preguntó:

—¿Qué es lo que querían ellos?

—No hay necesidad de preocuparse —dijo Harlan,


sonriendo—. Regresa y estudia tus vocales. Voy a
prepararme para la siesta. Ha sido una tarde muy ocupada.

—No vo’ a regresar pa’allá —dijo Wilbur—. Sé mes


vocales. —Las repitió con el peor acento que había usado
en días, diciéndolas completamente mal una vez más.

Fritz apoyó el brazo en la espalda de Wilbur y le dijo:

—Solo tienes que seguir practicando, hijo. Vas a


hacerlo bien. Sé que lo harás.

—No seas amable con él —dijo Harlan mirando a


Wilbur—. Necesita trabajar más duro y tiene que
concentrarse más en lo que está haciendo. Ser amable con
él no va a ayudarle.

Fritz suspiró.

—Es que no quiero ver que haces trabajar en exceso al


pobre chico. Te llamaré más tarde. Me voy a casa ya.

Harlan lo acompañó hasta la puerta y esperó a que


estuviera en el auto. Después de eso, se dio la vuelta y se
dirigió a las escaleras. Pero a medida que se iba, dijo
Wilbur,
94

—¿Qué se supone que debo hacer ahora, mientras


estás ahí arriba tomando tu endemoniada siesta?

Harlan sonrió.

—Vuelve a estudiar. O puedes comenzar a tomar


siestas tú mismo. De esa manera cuando repasemos el
trabajo de hoy en adelante, estarás más descansado y te
concentrarás mejor. —Sabía que este último comentario le
pondría la cara roja a Wilbur.

—No vo’ a tomar ningunas siestas —gritó Wilbur—. Y


no vo’ a estudiar más hoy.

Cuando Harlan estaba a mitad de escalera, se volvió y


miró a Wilbur. Se rió y dijo,

—Wilbur, dirás las vocales correctamente para el final


de este día. Vamos a repasarlas más tarde, después de la
cena. Y si no las dices correctamente, no conducirás el
Porsche mañana.

—¿De qué ‘tás hablando ahora? —preguntó Wilbur. Le


dio la espalda a Harlan, estaba de mal humor.

—Te iba a llevar a dar un largo paseo mañana en auto


—dijo Harlan—. Iba a dejarte conducir el Porsche. Pero si
no dices las vocales correctamente esta noche, te sentarás
en casa y estudiarás de nuevo todo el día de mañana. —
Luego se volvió y siguió hacia su habitación. Tenía muchas
ganas de tomar su siesta ahora.
95

Mientras subía las escaleras, Wilbur lo miró y sacudió


el puño.

—Eres un mal hombre, Harlan Henderson. Eres cruel.


No te importo nada, o cómo me siento. Todo lo que te
importa es tu siesta.

Harlan sonrió y continuó subiendo. En ese preciso


momento, por primera vez desde que comenzó a trabajar
con Wilbur, estaba seguro de que estaba haciendo
progresos. Esta vez, cuando Wilbur dijo la palabra nada, no
dejó caer la “d”. Cuando pronunció el nombre completo de
Harlan, utilizó las “h”. Pero más que eso, en realidad utilizó
la palabra correcta, “nada”, en lugar de utilizar una doble
negación. Y ni siquiera sabía que lo estaba haciendo.
96

Capítulo Seis
El lunes por la mañana, Vince llamó como caído del
cielo y le preguntó a Harlan qué haría ese día. Harlan
estaba en la biblioteca con Fritz y Wilbur, bebiendo té y
repasando las lecciones de Wilbur. Harlan había sido dócil
con Wilbur ese fin de semana. Había llevado a Wilbur a dar
un largo paseo en el Porsche, el sábado, y el domingo le
había permitido usar la piscina toda la tarde. No habían
estudiado nada desde que practicaron la pronunciación de
las vocales la noche del viernes (no lo había hecho bien ni
una vez). Así que ahora, en lo que se refería a Harlan, la
diversión había terminado y era hora de trabajar.

Cuando sonó el teléfono y Harlan vio aparecer en la


pantalla el nombre de Vince, casi dejó caer la taza de té
para responder. No había visto a Vince casi en un mes. Y
no había estado con un hombre desde entonces.

—Hola —dijo Harlan, alejándose demasiado de repente


de Fritz y Wilbur. Fritz estaba sentado en el sofá, y Wilbur
estaba en un sillón orejero junto a la chimenea.

—Me preguntaba si te gustaría que fuera hoy —dijo


Vince. Habló con una disposición más ligera de lo habitual.

Harlan sonrió y dijo:

—Creo que estaría bien. —No quería que Fritz ni


Wilbur supieran que era Vince. Fingió que era la llamada
ocasional de un conocido. A pesar de que no le importaba,
en sentido general, lo que alguien pensara de su vida
97

sexual, tampoco le gustaba exhibirla en la cara de todo el


mundo.

—Quería ir antes —dijo Vince—, pero he tenido


problemas con mi camión. Tiene diez años y voy a
necesitar uno nuevo.

—Ya veo —dijo Harlan. Sabía que Vince no lo llamaba


porque lo echara de menos. Vince nunca llamaba a menos
que necesitara dinero para algo. Esta vez parecía que
necesitaba un nuevo camión—. ¿Por qué no vienes y lo
hablamos más tarde? Tengo que darle a mi nuevo
estudiante los ejercicios del día, entonces estaré libre todo
el tiempo que quiera.

—Puedo estar allí a las diez —dijo Vince.

Harlan se miró el reloj. Eran casi las nueve, lo que le


daba tiempo de sobra de preparar suficiente trabajo para
mantener a Wilbur ocupado durante la mayor parte del día.

—Estaré arriba —dijo Harlan—. Sube por las escaleras


exteriores traseras que conducen a la terraza de mi
habitación.

—Hasta entonces —dijo Vince—. Mejor me pongo en


marcha. Todavía tengo que ducharme y vestirme.

Harlan se volvió y se inclinó hacia delante. No quería


que Fritz ni Wilbur escuchasen.
98

—No —dijo—, no hay necesidad de eso. Puedes


hacerlo cuando llegues. —Cuando estaba con Vince,
prefería que oliese como un hombre debía oler, no bañado
en ofensiva colonia barata y fuerte desodorante.

Vince se rió y dijo:

—Iré como estoy entonces, todo sudado.

Cuando Harlan colgó, se volvió y miró a Wilbur y a


Fritz. Sujetaban sus copas a la misma altura y le miraban.
Parpadeó y sonrió.

—¿Ocurre algo? ¿Tengo comida en la barbilla?

—¿Con quién hablabas? —preguntó Wilbur.

—Con mi amigo Vince —dijo Harlan—. Lo conociste el


día que te mudaste aquí y empezaste a estudiar.

—Ah, bueno —dijo Wilbur—. El gran burro y tonto


pueblerino. —Luego miró a Fritz y asintió—. Me recuerda a
me primo Darvin. Apuesto a que ambos tienen pies talla
cuarenta y nueve y cerebros del tamaño de guisantes.

Fritz presionó sus dedos contra los labios y soltó una


risita.

A Harlan, sin embargo, no le hizo gracia.

—No me primo —dijo—. Es mi primo. Y, francamente,


Wilbur, tu única preocupación es aprender a hablar
99

correctamente, no juzgar a mis amigos o mi vida personal.


¿Está claro? —No quería parecer enojado, pero quería dejar
claro su punto. Su vida personal no tenía nada que ver con
Wilbur, y no quería que nadie juzgara lo que hacía, ni con
quién lo hacía.

Wilbur se miró el regazo y puso mala cara.

—Sí, más claro que el agua.

—Y solo para tu información, Vince no calza un


cuarenta y nueve —dijo Harlan—. Calza un cuarenta y
siete.

Fritz tragó saliva y se apretó la palma de la mano


contra el pecho.

—Es un gran pie.

—Es un gran chico —dijo Harlan, guiñándole el ojo a


Fritz.

Wilbur giró los ojos y dijo:

—Todo lo que pase de cuarenta y seis es un burro. —


Seguía mirando hacia su regazo, poniendo mala cara y
dando patadas al borde de la alfombra.

Cuando se ponía de esa manera, Harlan siempre


sentía una punzada de culpa sin razón aparente. Y no le
gustaba sentirse culpable por nada. Así que cruzó la
habitación y señaló el pequeño estudio.
100

—Movámonos —dijo—. Voy a ponerte un ejercicio


importante en el que quiero que trabajes exclusivamente
toda la mañana.

Las cejas de Wilbur subieron.

—Tu amigo está llegando, ‘tons me tengo que quedar


estanca’o solo en esa pequeña habitación.

—¿Te gustaría que trabajara con él mientras estás, ah,


mientras estás entreteniendo a tu amigo Vince arriba? —
preguntó Fritz.

Harlan le echó una mirada a Fritz y frunció el ceño.

—No —dijo—. Prefiero que Wilbur trabaje solo. Es un


ejercicio simple en realidad. Todo lo que tiene que hacer es
practicar y repetir toda la mañana. —Se volvió hacia Wilbur
—. Lo repasaremos de nuevo esta tarde.

Entonces Wilbur y Harlan entraron en la sala y


cruzaron hacia el estudio. Cuando Wilbur se sentó detrás de
un pequeño escritorio, Harlan alcanzó un gran libro en el
estante superior de un gran librero jurídico 20 junto a la
puerta. Abrió el libro y pasó las páginas durante un
segundo o dos. Al llegar a la página que estaba buscando,
colocó el libro frente a Wilbur y señaló las primeras líneas
de la parte superior de la página derecha.

—Quiero que leas esta frase en voz alta toda la


mañana hasta que lo hagas bien —dijo Harlan—. La leeré
20
Es un estante de varios niveles con ventanas de vidrio… muy lindo y elegante.
101

yo primero, entonces quiero que repitas lo que dije hasta


que te salga absolutamente perfecto.

—¿Quieres que repita la misma cosa una y otra vez


durante toda la mañana? Eso no tiene ningún sentido pa’
na’.

Harlan rodó los ojos y se palmeó la frente.

—Solo haz lo que te digo, Wilbur, y deja de hacer


comentarios sobre mis métodos. —Se aclaró la garganta y
recitó el pasaje: La lluvia en España se mantiene
principalmente en la llanura. Entonces miró a Wilbur y dijo
—: Ahora repite lo que dije.

Wilbur lo miró con los ojos muy abiertos, inocentes.


Respiró rápidamente, cuadró los hombros y exhaló. La
llovia en Estaña se sostiene príncipemente en...

Antes de terminar, Harlan golpeó la estantería.

— N o e s sostiene, ¡ e s mantiene! —Harlan estaba


haciendo progresos con su rústico acento sureño, pero a
veces sonaba como si su cockney Británico se hiciera más
fuerte—. Ahora presta atención y repite exactamente así:
La lluvia en España se mantiene principalmente en la
llanura.

Wilbur apretó los labios y respiró hondo. Luego suspiró


y dijo:
102

—La llovia en Estaña se maltiene príncipemente en la


chamura.

—No, no, no —dijo Harlan—. Hablas igual que tu


padre. No es llovia, Estaña, maltiene, príncipemente o
chamura. No me estás prestando atención. Es lluvia,
España, mantiene, y llanura. ¿Entiendes? —Estaba
haciendo progresos con Wilbur evitando las “g”, y sabía que
este ejercicio no iba a ser fácil, pero no esperaba que
Wilbur fuera tan torpe en esto.

Wilbur asintió y bajó la vista hacia el libro.

—Ahora me voy a mi cuarto y le diré a Mildred y a


Fritz que no quiero ser molestado por ninguna razón. Tú
permanecerás aquí y repetirás esto una y otra vez hasta
que lo hagas bien. Debes trabajar más duro y concentrarte
más, Wilbur. Para el momento en que vuelva, esta tarde,
quiero que me leas esto exactamente de la manera en que
acabo de leértelo. ¿Entendido?

Wilbur asintió, sin dejar de mirar el libro.

Pero mientras Harlan se giraba para irse, subir y


esperar a Vince, Wilbur levantó la cabeza y sonrió. Sin
mirar hacia atrás a Harlan, dijo,

—Diviértete.

Harlan no respondió, aunque experimentó un ligero


vuelco en el estómago. No estaba seguro de por qué se
sentía de esa manera así que continuó caminando, cerró la
103

puerta del estudio con un golpe y se dirigió hacia la


escalera.

Fritz estaba en el pasillo, con las manos en los bolsillos


y una sonrisa en el rostro.

—¿Por qué sonríes? —preguntó Harlan—. ¿No merezco


un poco de diversión de vez en cuando, también? Soy un
hombre adulto, maldita sea. Y si quiero reunirme con
alguien como Vince una o dos veces al mes, es mi
problema. —Se sentía como si Fritz y Wilbur le estuvieran
juzgando, y no creía que eso fuera justo. Aunque el
bisexual de Vince no era exactamente el héroe de una
película de romance, y estaba lejos de ser un genio, era
honesto, muy competente en la cama, y siempre consciente
sobre el sexo seguro. Harlan nunca había sido un hombre
promiscuo. En los momentos de su vida en los que no
estaba en una relación, siempre era monógamo, lo cual era
más de lo que podía decir de sus exparejas. Incluso con
Vince era monógamo, y no tenía por qué serlo.

Fritz levantó las manos y dijo:

—Cálmate. No te equivoques, viejo amigo. Solo estoy


sonriendo porque tengo la extraña sensación de que
nuestro joven Wilbur está un poco celoso del grande y
fornido Vince que calza un cuarenta y siete.

Harlan inclinó la cabeza hacia un lado y se frotó la


mandíbula.
104

—Ah, bueno —dijo—. Tengo serias dudas sobre eso.


En todo caso, Wilbur está tan molesto conmigo en este
momento por hacerlo trabajar tan duro que probablemente
estará listo para aporrearme con un bate de béisbol. —Le
dio una palmadita a Fritz en el hombro y se echó a reír—.
Tienes una imaginación muy interesante. —Se volvió hacia
las escaleras y dijo—: Pero me temo que estás muy lejos
en este caso, Fritz.

Fritz se encogió de hombros.

—Tal vez sea así. Soy conocido por haberme


equivocado anteriormente.

Unos minutos antes de las diez, Harlan oyó a Vince


trotar por las escaleras traseras que llevaban a la terraza
exterior de la puerta de su dormitorio. Sabía que tenía que
ser Vince. Nadie más subía corriendo los escalones pisando
tan fuerte. Así que se fue a la cama, se tendió sobre el
estómago, y descansó el cuerpo a través de la anchura del
colchón de matrimonio. Ya estaba desnudo, extendió las
piernas y arqueó la espalda. Era divertido fingir que Vince
lo sorprendía sin previo aviso, atrapándolo desnudo y
tendido sobre la cama, para que pudiera saltar sobre él
mientras estaba en medio de un cómodo y profundo sueño.
105

Cuando oyó girar la perilla, Harlan apoyó la cara en las


sábanas y cerró los ojos. Unos segundos más tarde, Vince
cruzó la habitación, se subió a la cama y cayó encima de él.
Harlan estiró los brazos y suspiró. La tela áspera de los
vaqueros de Vince en el dorso de sus piernas y su culo hizo
que sus bolas saltaran un par de veces. Sus botas
desgastadas de vaquero le hacían cosquillas en los pies
descalzos. Entonces Vince presionó su barba áspera en el
oído de Harlan y susurró:

—Hoy te ves suave y caliente. Parece que acabes de


ejercitarte y de afeitar todo tu cuerpo para mí.

—Lo hice solo por ti —dijo Harlan en un susurro—. Me


levanté muy temprano, hice una hora de entrenamiento,
luego usé una de esas cremas depilatorias en la ducha. —
Era verdad, también. Pero no lo había hecho solo por Vince.
Harlan entrenaba cada mañana, y usaba crema depilatoria
en todo el cuerpo una vez por semana para que
permaneciera suave y sin vello. A pesar de que le gustaban
los hombres con una ligera cantidad de vello corporal,
especialmente en las piernas, prefería ser suave por todas
partes. Le hacía sentirse sexy y civilizado.

Vince se agachó y le frotó el suave muslo.

—Se siente bien —dijo—. Gracias. Siempre eres tan


elegante cuando se trata de estas cosas. No hay nada que
me guste más que un bonito, limpio y suave culo redondo.
Hueles bien, también. Igual que la ropa recién lavada.
106

—Te sientes bien, también —dijo Harlan, extendiendo


las piernas más ampliamente. La hebilla fría del cinturón de
Vince estaba presionando en la parte baja de su espalda, y
podía sentir la erección de Vince a través de los vaqueros.

—Soy un desastre —dijo—. Debería tomar primero una


ducha. No me he duchado desde el sábado. Y estaba afuera
trabajando en el garaje esta mañana, tratando de arreglar
mi camión. Tengo las manos llenas de grasa. —Luego frotó
su barba contra la mejilla de Harlan y apretó duramente su
culo.

La cabeza de Harlan se sacudió y sonrió. Su labio


inferior tembló.

—No te duches. Te quiero tal y como eres. Hueles bien


para mí. —Harlan no era para nada obsceno o demasiado
fetichista. Vince no olía de forma ofensiva, ni había nada
repulsivo en él. Cuando Vince no se duchaba durante un día
o dos, tendía a oler a tweed21, como los viejos vaqueros
que llevan colgados en el armario mucho tiempo. Y sus
partes privadas adquirían un aroma húmedo y sutil, que
hacía que Vince le recordara a una toalla húmeda de la
playa en un día caluroso de verano que se hubiera
enrollado y metido en una bolsa playera.

—Pero te dejaré marcas grasientas por todo tu suave


y limpio cuerpo —dijo Vince, mordiéndole el lóbulo de la
oreja.

21
Debe tener un olor peculiar :S).
107

Harlan abrió las piernas aún más. Quería esas huellas


de grasa por todo el cuerpo, especialmente en el culo.

—Podemos tomar una ducha después —dijo—. Vamos


a divertirnos primero. Puedes dejarme manchas de grasa
en cualquier lugar que desees sobre mí. —Siempre estaba
seguro de usar las palabras adecuadas con Vince. Nunca se
refería al sexo como hacer el amor.

Vince se bajó la cremallera y liberó su polla. Frotó la


cabeza contra el culo de Harlan y dijo,

—¿Me extrañaste? —Entonces empujó su cálida lengua


en la boca de Harlan y lo besó con fuerza.

Mientras se besaban, Harlan asintió. Un momento más


tarde, Vince rodó a Harlan sobre su espalda, se subió
encima de él y empezó a besarlo de nuevo. Harlan cerró los
ojos, entrelazó los dedos en la nuca de Vince sin apretar.
Cuando levantó las piernas, las envolvió alrededor del
cuerpo de Vince y cruzó los pies por sus tobillos. Vince
estaba besándolo y presionando sus caderas para entonces.
Sintió la erección de Vince frotar la parte blanda entre su
pierna derecha y su pene.

Se besaron por un largo tiempo, mucho más largo de


lo qu e Har lan es per aba. Habían estado follando
discretamente durante un tiempo, y esto era lo más
largamente que alguna vez se habían besado en el pasado.
Harlan no estaba dispuesto a oponerse a los besos
tampoco. Cuando estaban juntos de esa manera, Harlan
siempre permitía que Vince hiciera los primeros
108

movimientos. Quería que Vince tomase el control. Pero hoy


parecía diferente por alguna razón; Vince realmente parecía
estar disfrutando de esa sesión de besos. No era forzado o
planeado. Aunque los preliminares solían variar,
dependiendo de la cantidad de tiempo que tenían para
estar juntos, había algo muy diferente en la manera en que
Vince lo abrazó, lo besó, y jugó con su cuerpo.

No terminó con los besos. Cuando dejaron de rodar


por la cama, Vince se levantó y se quitó toda la ropa.
Arrojó la ropa interior sucia y los calcetines al rostro de
Harlan y se echó a reír cuando Harlan dijo que estaba
siendo un pervertido. Cuando recogió su bota de vaquero
talla cuarenta y siete y frotó la suela entre las piernas de
Harlan, sonrió y le mordió el dedo gordo. Parecía más
juguetón y animado esa mañana, de una manera que
Harlan no había visto antes.

Cuando Vince estuvo desnudo, se subió a la cama y se


sentó a horcajadas en la cara de Harlan. Primero, dejó los
testículos colgando sobre su boca, luego bajó el cuerpo
para que Harlan pudiera chuparlos un rato. Después, se
recostó sobre el pecho de Harlan y le metió su erección en
la boca. Mientras Harlan succionaba, empujó las caderas
dentro y fuera. La cabeza golpeaba la parte posterior de la
garganta de Harlan y las bolas le cacheteaban contra la
barbilla cada vez que se empujaba hacia adelante. Vince
tenía una de esas fuertes pollas insensibles. Cuando la
cabeza se frotaba contra los dientes de Harlan, no hizo una
mueca de dolor ni se quejó. Solo frotaba con más fuerza.
Lo hizo durante tanto tiempo que Harlan tenía la sensación
de que Vince se quería correr en su boca. No se habría
109

opuesto. Le gustaba el sexo oral, y el sabor del semen le


hacía la boca agua más que un caro chocolate negro.

Pero Vince tenía otra idea. Finalmente sacó la polla de


la boca de Harlan y saltó de la cama. Cuando estuvo de pie,
dijo:

—Da la vuelta ahora. Acuéstate sobre la espalda y pon


la cabeza bajo mis bolas.

Harlan se dio la vuelta, siguiendo las órdenes de


Vince. Tenía la sensación de que Vince iba a masturbarse
en su pecho mientras succionaba las bolas de Vince.
Aunque Harlan quería follar, no iba a quejarse. La mitad de
la diversión de estar con un hombre joven y bisexual como
Vince era permitirle que hiciera lo que quisiera en la cama,
sobre todo cuando él mismo estaba disfrutando tanto del
sexo. Harlan conocía la diferencia. Había estado con un par
de tipos que no disfrutaban del sexo. Lo hacían por dinero y
porque habían nacido con un sentido injustificado de
superioridad. Lo hacían porque no había nada mejor que
hacer, lo hacían porque estaban borrachos y solo querían
cerrar los ojos y correrse. Y la mayoría de las veces solo se
recostaban, se bajaban la cremallera, y dejaban que tipos
como Harlan se la mamasen. No todo era malo, hacerles
correrse no demoraba mucho tiempo, pero era mucho
mejor cuando el tipo estaba realmente disfrutando.

Cuando Harlan estaba sobre su espalda y su cabeza


estaba debajo de las bolas de Vince, este se inclinó hacia
delante, agarró a Harlan por la cintura, y levantó el cuerpo
entero de Harlan en el aire.
110

—¿Qué diantres estás haciendo? —preguntó Harlan.


Estaba boca abajo, con la parte delantera de su cuerpo
pegada a la parte delantera de Vince. Tenía la cara entre
las piernas de Vince, sus piernas estaban abiertas, y su
culo estaba a una fracción de centímetros de los labios de
Vince—. Vas a hacerte daño.

—Estoy bien —dijo Vince—. Puedo manejarlo. ¿Tú


estás bien?

Podía sentir el aliento caliente de Vince en el culo.


Estar suspendido boca abajo hizo que su corazón se
acelerara aún más rápido.

—Estoy bien. Podría estar de esta manera todo el día.


Pero no quiero que te hagas daño.

—Estoy bien —dijo Vince, frotando la barba oscura en


la raja del culo de Harlan—. Solo chúpame la polla.

Harlan sonrió y se lamió los labios. Nunca había estado


cabeza abajo antes. Puso una mano en el muslo superior de
Vince como apoyo, luego agarró la polla de Vince con la
otra y empezó a mamarlo. A pesar de haber estado antes
en la posición del sesenta y nueve con Vince en la cama,
nunca lo había hecho en posición vertical, colgando en el
aire. Y cuando Vince bajó la cabeza y comenzó a comerle el
culo, los párpados de Harlan revolotearon y los dedos se
curvaron hacia atrás tanto que casi se le acalambraron.

Harlan perdió la noción del tiempo, pero fue mucho


más de lo que había esperado. Para el momento en que
111

Vince lo bajó de la cama y lo apoyó suavemente sobre el


colchón, Harlan estaba listo para ser follado, y pudo ver por
la mirada de desesperación en los ojos de Vince que estaba
listo para follar.

—Lo quieres, ¿no es verdad? —preguntó Vince—.


¿Quieres que te folle ahora?

Harlan se humedeció los labios y asintió.

—Sí. Y por favor, no te contengas. —Nunca había sido


del tipo que gritaba “fóllame” o gritaba órdenes. Pero no
era tímido para decirlo educadamente.

Vince se puso un preservativo y le dijo a Harlan que se


levantara a cuatro patas. Le dio una palmada en el culo un
par de veces, le dijo que extendiera más las piernas, y se
preparó para montarlo. Para el momento en que se
sumergió en su interior, a Harlan no le importaba el dolor.
Echó la cabeza hacia atrás, tomó cada centímetro que Vince
tuviera que ofrecer, y oró para que Vince se corriera de esa
manera. Cuando estaba con Vince... a pesar de que estaba
teniendo sexo seguro con condón... la fantasía de ser
llenado por el semen de Vince hacía a su cuerpo temblar.
Para Harlan, esa era la definición de lujuria. Y aunque no
era la definición del amor, estaba bien con eso. El
verdadero amor lo había pasado por alto. Pero la lujuria
aún estaba ahí, y era algo con lo que siempre podía contar.

Quince minutos más tarde, Vince gruñó y dijo:

—Me corro. No me puedo contener.


112

Harlan buscó su propia erección y comenzó a


masturbarse. Se estrechó alrededor de la polla de Vince y
comenzó a cerrar y abrir el músculo del esfínter tan rápido
como pudo.

—Sí —dijo Vince—. Sigue haciendo eso. Es


jodidamente salvaje. No pares.

Harlan continuó apretando y Vince continuó chocando


contra él. Vince volvió a gruñir, se sacudió con más fuerza
y llenó el condón. Harlan se corrió mientras Vince estaba
todavía profundamente en su agujero. Disparó un largo
chorro sobre sus blancas sábanas y comenzó a gotear por
su dedo índice.

Vince cayó encima de él y le dijo:

—Maldita sea, eso fue malditamente intenso. Me


gustaría que le pudieras enseñar a mi esposa cómo hacer
que su coño se apriete de la forma en que lo hace tu culo.

Harlan se lamió el dedo índice. Luego suspiró en voz


alta y frunció el ceño. Cuando estaba caliente y quería un
hombre, el hecho de que Vince fuera bisexual y casado no
le molestaba. La lujuria se hacía cargo y lo único que
deseaba era follar. Pero después del sexo, cuando caía en
la cuenta de que estaba follando con un hombre casado,
siempre sentía un tirón en el estómago. Lo único que podía
hacer para hacerlo desaparecer era racionalizar. Se decía
que no estaba tratando de robarle Vince a su esposa. No
estaba tratando de arruinar su matrimonio y no tenía
intención de hacerle a Vince ninguna exigencia emocional
113

nunca. Y el dinero que le daba a Vince ayudaba a la mujer,


también.

Golpeó el muslo de Vince y le dijo:

—Vamos a tomar una ducha. Tengo que volver al


trabajo esta tarde. —Entonces se arrastró por debajo de
Vince y se fue al cuarto de baño.

Después de la ducha, mientras Harlan secaba a Vince,


este le puso la mano en el culo a Harlan y apretó.

—Tengo un problema real con mi camión —dijo—. Si


no lo mando a arreglar, mi esposa va a perder su trabajo
en el restaurante.

Harlan apretó los labios y continuó secando las bolas


de Vince. Tuvo la sensación, cuando Vince le dio la vuelta,
de que le iba a costar más de lo habitual.

—¿Por qué iba a perder su trabajo?

—Porque voy a tener que usar su auto para ir a


trabajar —dijo Vince—. Y su coche tiene quince años, con
casi trecientos mil kilómetros en el odómetro 22.

Harlan levantó el pene flácido de Vince y lo acarició


suavemente con la toalla. Tenía que ser de dieciocho
centímetros flácido, y tan grueso que llenaba toda la palma
de Harlan. Acarició la parte superior un par de veces y dijo:

22
O cuentakilómetros.
114

—¿Cuánto quieres, Vince? —Pensó que ahorraría


tiempo si simplemente preguntara.

—Sabes que no me estoy aprovechando —dijo Vince—.


Solo pido lo que necesito. No estoy buscando que me des el
dinero solo por diversión.

—¿Y qué hay del televisor de pantalla plana?

Vince puso mala cara.

—Realmente lo necesitaba eso —dijo—. ¿Cómo va a


ver un chico un partido sin una gran pantalla plana?

Harlan sonrió. Sabía que Vince no estaba siendo


superficial. En su mente, una televisión de pantalla plana
era una necesidad. A pesar de que él mismo no tenía un
gran televisor de pantalla plana, sabía que Vince no estaba
tratando de aprovecharse de él.

—¿Ahora necesitas un nuevo camión?

Vince le rodeó con los brazos y le acarició la espalda.

—No nuevo. Hice un trato muy bueno por un camión


usado —dijo. Se refirió a la marca de la camioneta, el
kilometraje, y algunas otras cosas que a Harlan no le
importaban—. Son seis mil dólares. Pero todo lo que
necesito es el dinero del pago inicial. Mil quinientos dólares,
es todo. Financiaré el resto y lo pagaré con el tiempo. Ya
tengo el préstamo preaprobado.
115

Cuando Vince le dijo la tasa de interés que tendría que


pagar, Harlan apretó los dientes y maldijo al banco. Pero
más que eso, era difícil de entender el hecho de que
hubiera gente sin mil quinientos dólares para el pago inicial
de un camión usado. Pero al menos esto no costaría tanto
como el televisor de pantalla plana.

Así que pasó los brazos alrededor del cuello de Vince y


le besó el pecho.

—Te diré qué, Vince. Te haré un cheque por seis mil e


irás a comprar el camión totalmente. No quiero que pidas
un préstamo. Tú y tu esposa no necesitan gastar de más.

Vince dio un paso atrás y lo miró boquiabierto.


Levantó los brazos y alzó las palmas.

—No te estoy pidiendo por todo el asunto. Y no te


estoy pidiendo un préstamo o una limosna. Mil quinientos
está bien. No quiero nada más que eso. Maldición, me
estoy empezando a sentir mal por cobrarte.

—¿Por qué?

Él se encogió de hombros y miró al suelo.

—Me gusta estar contigo, eso es todo. No vine solo por


el dinero hoy. Vine porque quería verte.

Harlan cogió la polla de nuevo. Envolvió los dedos


alrededor del eje y dijo:
116

—Mira, eres un tipo decente. Sé que no estás pidiendo


todo el dinero. Me estoy ofreciendo a dártelo. No es un
préstamo. Solo me estoy ofreciendo a hacerlo por ti y tu
esposa. —Tenía razones egoístas para hacerlo. Al menos
aliviaría la culpa que sentía por acostarse con un hombre
casado. No la haría desaparecer. Pero le ayudaría a dormir
mejor por la noche.

—¿Por qué? —preguntó Vince—. ¿Voy a tener que


hacer algo extra por ti?

Harlan se rió y negó con la cabeza.

—No. No me debes nada. Y si no quieres volver aquí


de nuevo, eso está bien conmigo. Esto no es un préstamo.
No estoy pidiendo nada a cambio. Yo quiero hacer esto.

—¿Estás seguro?

—Estoy seguro —dijo Harlan, liberando la polla de


Vince—. Ahora vístete, así puedo escribirte el cheque y
puedes salir de aquí. Tengo que volver al trabajo. —Tenía la
sensación de que iba a ser una tarde difícil. No dejaba de
pensar en la expresión derrotada en la cara de Wilbur
cuando le hizo recitar la frase del libro.

Mientras Harlan volvía a salir del baño, Vince le agarró


el brazo. Miró a los ojos de Harlan y dijo:

—Quise decir lo que dije. Disfruto de venir aquí y estar


contigo. Y ya no vengo solo por el dinero. Lo hacía al
principio. Pero ya no.
117

Harlan le tomó la mano y la acarició.

—Estás casado —dijo—. No hagas esto. Solo somos


amigos, Vince. Eso es todo lo que seremos siempre. Yo no
voy a ser responsable de la ruptura de tu matrimonio, y si
pensara que lo fuera, esto se terminaría en este momento.
¿Lo entiendes?

Vince se encogió de hombros.

—Entiendo. Pero no puedo evitar lo que siento. Estoy


siendo honesto contigo.

—Y yo estoy siendo honesto contigo —dijo Harlan.


Inclinó la cabeza hacia un lado—. Una vez me dijiste que
amabas a tu esposa.

—Lo hago —dijo Vince—. La amo más que a nada.


Pero es difícil porque me siento atraído por los hombres,
también. Y realmente me gustas.

Harlan sonrió.

—Termina de vestirte y regresa con tu esposa, Vince.


118

Capítulo Siete
Para el momento en que llegaron a un bien avanzado
agosto, Wilbur había hecho avances con su forma de
hablar. Cuando trabajaba cara a cara con Harlan, ya no se
dejaba las “d” y pronunciaba casi todas las “h”. En lugar de
estar "felí’" estaba feliz, y en lugar de sentirse "abati’o" por
estudiar durante tantas largas horas interminables, se
sentía abatido. Pero cuando terminaban de estudiar, Wilbur
volvía de nuevo a su manera de hablar con acento
sureño/cockney británico y Harlan cerraba los puños y
respiraba profundamente unas cuantas veces para
controlarse. Por alguna razón que a Harlan se le escapaba,
simplemente no lo entendía. Había utilizado todo tipo de
equipos técnicos y guías de estudio, había investigado y
dado seguimiento a sus compañeros de las mejores
universidades, y había tomado notas minuciosas para
asegurarse de que estaba haciendo todo lo que se suponía
que debía estar haciendo. Y después de dos meses, Wilbur
debía haber hecho más progresos.

Aunque esto frustraba a Harlan hasta el punto de


perder el sueño, también lo decidía aún más a transformar
a Wilbur en un ejemplo de excelencia social y nadie lo iba a
hacer cambiar de opinión. Fritz vio cuán duro trabajaban
juntos tanto Harlan como Wilbur. Durante una de sus
sesiones de medianoche, cuando Harlan estaba tan agotado
que apenas podía mantener los ojos abiertos, Wilbur salió
de la habitación limpiándose las lágrimas de los ojos,
porque no podía repetir una frase. Fritz estaba en la
119

biblioteca con ellos. Se volvió hacia Harlan, se detuvo un


segundo, y dijo:

—Tal vez simplemente no es posible, Harlan. Tal vez


no lo puedes cambiar. Has estado trabajando tan duro, y
no veo muy buenos resultados.

Harlan se frotó los ojos y dio un puñetazo sobre la


mesa.

—No me voy a rendir. Es solo que él no se está


concentrando lo suficiente.

Después de esa noche, Harlan y Wilbur comenzaron a


trabajar siete días a la semana en lugar de cinco. El único
descanso que Harlan se tomaba era para su siesta de la
tarde, y dejaba a Wilbur en la biblioteca estudiando todo el
tiempo que él dormía. Finalmente llegó el momento en el
que Mildred tuvo que decirle algo a Harlan, y Mildred nunca
interfería en la vida profesional de Harlan.

—Doctor Henderson —dijo—. No es de mi


incumbencia, pero esto no está bien. —Era una noche
dramática, en la que Wilbur salió de la habitación y Harlan
estaba detrás del escritorio, apoyando la cabeza entre sus
manos—. Ese pobre chico está a punto de perder la razón,
usted está completamente abrumado, y no he podido
entrar en esta biblioteca para limpiarla en casi tres
semanas.

Harlan se recostó en la silla y dio un largo y profundo


suspiro. Estiró los brazos y bostezó.
120

—Ya está lográndolo, Mildred. Sé que lo está.

—Pero se está matando a sí mismo —dijo—. El chico


está cansado, pero es usted quien me preocupa. Incluso los
jardineros están hablando. Cuando lo ven sacuden la
cabeza y dicen: “Pobre doctor Henderson. Se va a matar a
sí mismo con ese chico.”

Esto, por alguna razón, hizo reír a Harlan. A pesar de


que siempre había sido intenso en su trabajo, nunca había
dado su clase y riqueza por sentado.

—Hay mucha gente que trabaja mucho más duro que


yo, Mildred. Estaré bien. Te lo prometo.

Ella bajó la cabeza y sonrió.

—Supongo que sabe lo que es mejor, doctor


Henderson —dijo ella—. Pero tengo que entrar aquí y darle
a esta biblioteca una buena inspección. Han pasado
semanas desde que le quité el polvo.

Harlan se echó a reír. Tenía la sensación de que


estaba más preocupada por dar a la biblioteca una “buena
inspección” que otra cosa.

—Este sábado puedes tener toda la biblioteca para ti


misma —dijo Harlan—. Voy a darle a Wilbur el día libre y lo
dejaré conducir el Porsche.

Por la forma en que ella lo miró, con esa gran sonrisa


y esos ojos grandes y brillantes, cualquiera podría haber
121

pensado que le había dado un caro collar de diamantes en


lugar de un permiso para limpiar la biblioteca.

—Es lo mejor, doctor Henderson. Creo que ambos


necesitan un día de descanso. —Entonces salió de la
habitación con paso ligero, casi saltando hacia la sala
principal.

Harlan volvió a bostezar y se levantó del escritorio. Su


cabeza golpeaba y sentía las piernas rígidas y pesadas,
necesitaba dormir. Aunque tenía sus propias dudas sobre si
Wilbur entendería o no alguna vez lo que estaba tratando
de enseñarle, Harlan no estaba dispuesto a renunciar
todavía. Para empeorar las cosas, Harlan no había estado
con un hombre desde el día en que le dio a Vince el dinero
para comprar el camión usado. Había decidido al escribir el
cheque que ya era hora de enfriar las cosas con Vince. Esta
era la primera vez que estaba con un hombre casado y no
quería que floreciera en una relación sórdida y furtiva.
Cuando tomó la decisión, empezó a dormir mejor por la
noche durante la primera semana. Pero entonces volvió a
tener insomnio y le echó la culpa de todo a la frustración
sexual. El único sueño decente que experimentaba era el de
sus siestas de la tarde.

Pero cuando se despertó a la mañana siguiente no se


sentía mucho mejor. Tenía el pene sólido como una roca y
no había nadie alrededor para cuidar de él. Pudo haber
llamado a Vince. Pero no lo hizo. En vez de eso sacó un
consolador de su mesita de noche, lo untó con lubricante, y
se masturbó antes del desayuno. Por lo que a él
respectaba, nada podía compararse a estar con un hombre
122

de verdad. Pero por lo menos no pasaría el resto del día


sintiéndose culpable por andar a escondidas con un hombre
casado, y no iba a terminar ladrándole a Wilbur por estar
sexualmente frustrado. Ya había suficientes ladridos gracias
a la falta de trabajo duro de Wilbur y su incapacidad para
comprender lo que Harlan estaba tratando de enseñarle.

Después de un desayuno rápido en la biblioteca,


Harlan sacó el libro con la cita “La lluvia en España se
mantiene principalmente en la llanura”, y le dijo a Wilbur
que todo el día giraría en torno a él para que aprendiera a
decir esa frase correctamente. Fritz estaba en el sillón
orejero junto a la chimenea. Cuando oyó eso giró los ojos y
negó con la cabeza. No habían hecho ese ejercicio por un
tiempo porque la última vez había sido demasiado horrible.

—Vamos a estudiar esto hasta que lo hagas bien —dijo


Harlan, colocando el libro en el regazo de Wilbur—. Si lo
haces bien para el final del día, mañana conduces el
Porsche toda la tarde. Vamos a ir a dar un largo paseo.

Wilbur no pronunció una palabra. Simplemente se


quedó mirando el libro y tragó saliva. Llevaba una de las
nuevas camisetas que Mildred había comprado para él, una
camiseta con cuello de manga corta negra con rayas
blancas en los hombros. Sus vaqueros eran de esos
apretados de talle bajo y desteñidos, con una cremallera de
cinco centímetros y un cinturón ancho de cuero. Acababa
re-arreglarse el cabello tres días antes y hacía que su
fuerte cara luciera limpia y fresca. El muchacho se veía bien
esa mañana; al igual que cualquier otro lindo y bien
educado chico fiestero gay. Pero Harlan no quería
123

enterrarlo con cumplidos, hasta que aprendiera a repetir la


frase sin errores.

—Y faja tu camisa —dijo Harlan, frunciendo las cejas.


No estaba seguro sobre los vaqueros de talle bajo. Hubiera
preferido un par de pantalones de algodón más
conservador—. Conozco a un montón de jóvenes que llevan
las camisas por fuera estos días. Pero los prefiero fajados.
—Entonces le echó un vistazo a Fritz y le guiñó un ojo.

Wilbur se puso de pie y miró a Harlan. Mientras se


metía la camisa en los vaqueros ajustados, hizo una mueca
que pareció como si hubiera probado algo amargo.

Fritz le miraba el trasero a Wilbur y sonrió.

—Te ves mucho mejor con eso metido, Wilbur. —Sus


cejas subieron y bajaron un par de veces y se lamió los
labios.

—No se trata de cómo se ve —dijo Harlan. Sabía que


el viejo Fritz era inofensivo; miraba a Wilbur con ojos
desesperados, pero no lo tocaría—. Se trata de lo que está
bien y lo que está mal. Si quieres ser un verdadero
caballero, tienes que vivir como tal en todos los aspectos
de tu vida. Francamente, no podría importarme menos la
apariencia de Wilbur. No es el joven más atractivo del
mundo. Eso no importa. Se necesita más para ser un
caballero que únicamente verse bien.

Wilbur levantó la cabeza.


124

—Hey —dijo, sin pronunciar la “h”. ¿’Tás diciendo que


no soy atractivo?

Harlan sonrió y le guiñó el ojo de nuevo a Fritz. Quería


volver loco a Wilbur a propósito. En realidad, pensaba que
Wilbur era muy atractivo. Pero antes de que Wilbur pudiera
decir otra palabra, el teléfono sonó y Harlan fue a su
escritorio para responderlo.

Era Vince. Le dijo a Harlan que lo extrañaba y quería ir


a verle esa tarde. Le dejó en claro que no estaba interesado
en ningún dinero y que no quería nada de él. Esta vez solo
quería ver a Harlan porque había estado pensando en él.

Harlan asintió, sonrió y escuchó sin dejar que Fritz y


Wilbur supieran a quién le estaba hablando. Los dos
estaban sentados en el borde de sus asientos, esperando la
próxima palabra de Harlan.

Harlan les sonrió y dijo,

—No es un buen momento. Estoy muy ocupado ahora.


Te llamo la semana que viene. —No mencionó el nombre de
Vince ni una vez.

Cuando Vince se negó a renunciar, bromeando con


Harlan sobre que estaba tan caliente que estaba listo para
follar con un poste de teléfono, Harlan les sonrió
casualmente a Fritz y a Wilbur y dijo:

—Tengo que colgar ahora. Estoy demasiado ocupado


para hablar. Te llamo la semana que viene. —Luego apagó
125

el teléfono, se aseguró de que el timbre no estuviera


encendido, y lo dejó de nuevo en el escritorio.

Fritz no le preguntó con quién había hablado. Levantó


la vista hacia el techo, ajustó su posición, y suspiró con una
expresión en blanco.

Pero Wilbur se inclinó hacia delante y sonrió a Harlan.

—¿Quién era? —preguntó—. ¿Era el bueno de Vance?


No ha estado mucho por aquí últimamente.

—Su nombre es Vince —dijo Harlan—, no Vance. Y no


es asunto tuyo quién era. La única cosa por la que tienes
que preocuparte hoy es por aprender a decir “La lluvia en
España se mantiene principalmente en la llanura”. Le
señaló y movió el dedo arriba y abajo rápidamente—. Ahora
ponte a trabajar.

Wilbur alejó su cuerpo de Harlan. Se quedó mirando al


libro y puso mala cara. Luego se cruzó de brazos sobre el
pecho, resopló un par de veces, y comenzó a recitar la
frase en voz alta.

Cuando tomaron un descanso para el almuerzo y


Wilbur todavía no era capaz de recitar la oración de la
manera correcta, Fritz frunció el ceño y dijo:

—No sé, Harlan. No se ve bien. Tal vez haya algo más


que pueda recitar y practicar. Tal vez sea esta disposición
particular de las palabras lo que lo está confundiendo.
126

La espalda de Harlan se puso rígida y su cabeza subió.

—Me niego a admitir la derrota. Trabajaremos más


duro.

Después del almuerzo, trabajaron hasta la hora de la


siesta y Wilbur todavía no podía hacerlo bien. Estaba
inclinado sobre la mesa de café para entonces, con los
hombros caídos y una expresión lúgubre.

Cuando Mildred les trajo un plato de galletas caseras


con trocitos de chocolate, Harlan tomó tres y le entregó la
bandeja a Fritz. Deliberadamente lo pasó por delante de la
cara de Wilbur. Wilbur se quedó mirando las galletas de
chocolate, frunciendo los labios y frotándose el abdomen.

—¿Y yo qué? —preguntó, mientras observaba a Fritz


morder una de las galletas.

—Estás demasiado ocupado para comer —dijo Harlan,


tragando su galleta. Señaló el libro—. Ahora ponte a
trabajar y deja de perder el tiempo.

Para las cuatro y media, Harlan se miró el reloj y dijo:

—Voy a parar para tomar mi siesta. Fritz, si deseas


quedarte a cenar puedes tomar una siesta en la habitación
de invitados en el segundo piso.

—¿No tengo un descanso, también?


127

Harlan sonrió. Aunque se sentía frustrado más allá de


las palabras, no quería que Wilbur lo supiera.

—Te quedarás aquí y continuarás recitando esta frase


hasta que lo hagas bien. Si no lo has dominado para el
momento en que me despierte de mi siesta, no recibirás
ninguna cena esta noche.

Harlan y Fritz tuvieron una cena ligera —emparedados


de berro y espárragos fríos— en la biblioteca, y Wilbur
continuó trabajando en la pronunciación de “la lluvia en
España” mientras comían. Los vio masticar y tragar, con la
mano apretada contra su vacío estómago y la boca
salivando. En un momento dado, se inclinó tanto que casi
se cayó de la silla mirando la punta del espárrago en el
extremo del tenedor de Fritz.

Para medianoche, Fritz estaba recostado de espaldas,


durmiendo en el sofá. Harlan cogió un frasco de aspirinas y
dijo:

—Tengo un terrible dolor de cabeza. Me palpitan las


sienes. —En todos sus años de enseñanza, escritura, y
docencia, nunca había estado tan frustrado ni se sentía tan
plenamente desilusionado.
128

—Mi cabeza ’tá palpitando, también —dijo Wilbur—. Ni


siquiera puedo pensar con claridad jamás. —Su voz se
hundió y su tez tenía una pálida sombra gris.

Harlan se tragó las pastillas y se levantó de la silla de


escritorio. Se acercó hacia donde Wilbur estaba sentado y
desplomado hacia delante y le dio dos aspirinas y un vaso
de agua.

—Sé que estás cansado —le dijo. Hablaba con un bajo


tono agotado—. Sé que te duele la cabeza aún más que a
mí. —Se sentó frente a Wilbur y lo miró a los ojos—. Pero
trata de pensar en la magnitud de lo que estás haciendo.
Esta es una valiente cosa, y no muchos jóvenes de donde
provienes tendrían las agallas para hacerle frente, por no
hablar de la idea de querer hacerlo en primer lugar. Estás
aprendiendo a dominar el idioma inglés en su forma más
pura. No se trata solo de hablar de cierta manera. Es arte,
es historia, es matemática, y más. Todo gira en torno al
amor, la verdad y la belleza. Y estás tratando de dominarlo.
Piensa solo en lo que en realidad estás haciendo. Escucha
tu corazón en lugar de tu cabeza, y descubre cuán especial
eres. Cuando finalmente todo llegue al mismo tiempo, y
hayas absorbido lo que te he estado enseñando, verás lo
que te quiero decir.

Wilbur lo miró boquiabierto, con la mano apretando su


corazón y los ojos vidriosos. Sus labios entreabiertos y su
cuerpo todavía muerto.

Harlan sonrió y le palmeó el brazo. En ese momento,


estaba dispuesto a dejarlo en paz por ese día.
129

—Te propusiste dominar un objetivo. Querías hacer


esto tanto como yo quería ayudarte a hacerlo. Estabas tan
ansioso que estabas dispuesto a pagarme. Y domínalo, lo
harás. —Luego suspiró y se levantó de la silla.

Mientras caminaba de regreso al escritorio, Wilbur se


sentó allí mirando, reflexionando sobre lo que Harlan
acababa de decir. Excepto por el ligero silbido procedente
de la respiración de Fritz, toda la habitación estaba en un
silencio sepulcral. Incluso el antiguo gran reloj de pie de la
sala parecía haber dejado de hacer tic-tac.

Harlan se sentó y se recostó en su sillón de cuero.

Wilbur se sentó, levantó la barbilla y movió los labios.


“La lluvia en España se mantiene principalmente en la
llanura.” Habló despacio y pronunció cada palabra a la
perfección. Aunque su rostro continuó en blanco e inseguro,
sus ojos centellearon con anticipación.

—¿Qué fue eso? —Harlan se empujó hacia adelante en


la silla y miró fijamente a Wilbur.

Se enfrentó a Harlan girando lentamente y repitió lo


que había dicho. “La lluvia en España se mantiene
principalmente en la llanura.” Lo hizo sin ningún acento
sureño ni el menor atisbo de cockney.

Fritz abrió los ojos y parpadeó. Se sentó en el sofá y


se enfrentó a la espalda de Wilbur, como si no pudiera
creer lo que estaba oyendo.
130

—Una vez más —dijo Harlan. Sus labios se elevaron


un poco, como si estuviera aterrorizado de sonreír
realmente.

—“La lluvia en España se mantiene principalmente en


la llanura.”

Fritz se levantó de un salto y juntó ambas manos.

—Lo consiguió, Harlan. Por Dios, lo hizo bien esta vez.

Después de un segundo de incredulidad, Harlan


finalmente se puso de pie y le sonrió. Corrió por la
habitación y sacudió los hombros de Wilbur, luego agarró
Fritz y le dio un abrazo.

—Él lo consiguió —gritó.

—Lo conseguí —dijo Wilbur, y gritó la oración “lluvia


en España” tres veces más.

Hicieron tanto ruido felicitando a Wilbur que Mildred


bajó corriendo las escaleras en ropa de cama.

—Escuché gritos. Es más de medianoche. ¿Está todo


bien, doctor Henderson?

—Todo está estupendo, Mildred —dijo Harlan,


cruzando la habitación y dándole un fuerte abrazo, también
—. ¡Las cosas nunca han estado mejor!

Mildred retrocedió y frunció el ceño.


131

—Bueno, voy a llevar a este muchacho a la cama. Ha


trabajado suficiente por un día. —Se puso las manos en las
caderas y le frunció el ceño a Fritz—. Sugiero que ustedes
dos hagan lo mismo antes de que todos terminen en el
hospital.

Wilbur seguía sonriendo. Fritz estaba golpeándose la


rodilla.

—Creo que es hora de que lo saquemos en público —


dijo Harlan. Se volvió hacia Fritz—. Me invitaron a una
fiesta del Día del Trabajo en los Hampton. Voy a alquilar un
jet23 y volaremos hasta Nueva York. Nos quedaremos en la
casa de mi tía Margaret en East Hampton. Ella es la única
familia que me queda y no la he visto desde mi última
fiesta de Navidad.

—¿Crees que está listo? —preguntó Fritz. Se rió—.


¿Crees que tu tía Margaret y East Hampton están listos
para él?

Mildred les ignoró a ambos. Tomó a Wilbur del brazo y


empezó a tirar de él hacia fuera de la biblioteca.

—Nunca lo sabremos a menos que le demos una


oportunidad —dijo Harlan. Entonces cogió del otro brazo a
Wilbur. Los detuvo, solo por un segundo, y miró a Wilbur a
los grandes ojos almendrados—. Nunca he estado más
orgulloso de nadie en toda mi vida. Sabía que podías
hacerlo. Sabía que finalmente lo captarías. Simplemente
tenías que entenderlo.
23
Un transporte más pequeño que un avión.
132

Wilbur sonrió y se encogió de hombros.

—No podría haberlo hecho sin ti. —Entonces se inclinó


para abrazar a Harlan.

Pero Harlan dio un paso atrás antes de que Wilbur lo


pudiera sostener en sus brazos.

—Sube a la cama y ten una buena noche de sueño.


Mañana puedes conducir el Porsche toda la tarde. —Luego
se volvió hacia Fritz y le dijo—: Tenemos que conseguir un
esmoquin con chaqueta blanca. Sé que va a ser una cena
formal en East Hampton, en el Club Maidstone 24, y que
tendrá que llevar una chaqueta blanca adecuada.

—Yo me encargo de eso —dijo Mildred, escoltando a


Wilbur hacia el pasillo—. Pero primero este pobre muchacho
se va a dormir un poco. Y también ustedes dos. No está
bien estar trabajando hasta tan tarde.

Harlan no la estaba escuchando. Su cabeza corría con


los pensamientos de alquilar un pequeño jet, comprar ropa
nueva y planificar el fin de semana del Día del Trabajo en
los Hamptons. Pero si hubiera estado prestando atención,
se habría dado cuenta de la forma en que Wilbur lo miraba
justo antes de que se volviera para salir de la habitación.
Aunque Mildred sostuvo su brazo todo el tiempo, miró hacia
atrás y observó a Harlan, con la cabeza intencionalmente
hacia la izquierda, con los labios entreabiertos y los ojos

24
Es un club de campo privado en el Océano Atlántico en la localidad de East Hampton, Nueva
York. Además de una playa privada, piscina, casa de tenis y casa club, Maidstone tiene
también un campo de golf privado de 18 hoyos y 9 hoyos. El club debe su nombre al nombre
original de East Hampton, que era Maidstone, en honor a Maidstone en Inglaterra.
133

brillando con el tipo de adoración que solo los amantes


comparten.
134

Capítulo Ocho
Wilbur parecía disfrutar del vuelo en el pequeño jet
alquilado. Pero frunció el ceño y arrugó los labios cuando
aterrizaron en el aeropuerto de Teterboro en Nueva Jersey.
Cuando Harlan le preguntó qué le pasaba, se encogió de
hombros y dijo que esperaba ver el aeropuerto Kennedy,
no algún pequeño aeropuerto de Nueva Jersey, donde la
gente apenas bajaba del avión a la pista. Dijo que nunca
había estado en un gran aeropuerto y estaba deseando ver
a gente insólita caminando hacia y desde sus destinos
exóticos.

Fritz le palmeó la espalda y le dijo que era más fácil


para los pequeños aviones aterrizar en pequeños
aeropuertos.

Harlan dijo que había tratado de volar directamente a


Long Island, pero solo pudo conseguir un vuelo a Teterboro
con tan poca antelación.

—Y es mucho más civilizado —dijo Fritz con una


sonrisa—. Confía en mí. Viajar en un vuelo comercial puede
ser muy estresante. Con los controles de seguridad, las
largas colas y demoras, nos habría llevado todo el día llegar
hasta aquí.

Luego Harlan le dio un codazo a Wilbur y le dijo que


debería estar agradecido de no tener que pasar horas
perdiendo un tiempo precioso en un gran aeropuerto.
135

—Avancemos. Quiero estar en East Hampton a las


cuatro de esta tarde para instalarnos y aun así tener tiempo
para mi siesta.

Mientras caminaban hacia el coche de la ciudad que ya


les esperaba, Wilbur le dio a Fritz una mirada y giró los
ojos.

—Ahí va ese reverendo asunto de la siesta de nuevo.

Harlan sonrió y le entregó el equipaje al conductor.

—A ambos les iría muy bien tomar una siesta también.


Estaremos fuera toda la noche, y luego volveremos a
Savannah por la mañana. Una siesta los refrescará.

Fritz se encogió de hombros.

—Soy demasiado viejo para desperdiciar mi vida


durmiendo.

Wilbur sacudió la cabeza y dijo:

—Voy a dar un paseo mientras tomas una siesta, si te


parece bien.

Harlan se encogió de hombros y dijo:

—Haz lo que quieras, Wilbur. Lo que hagas en tu


tiempo libre es asunto tuyo.
136

Wilbur no respondió. Pero le miró de reojo y presionó


la lengua contra el interior de su mejilla.

En el viaje en auto, Wilbur se sentó en el borde del


asiento y miró el horizonte de Nueva York, los puentes, el
tráfico, y toda la congestión. Le dio un toque a Fritz en el
brazo y respiró profundamente.

—To’o esto es demasiado, y tan grande. Incluso huele


diferente que Savannah.

Fritz se echó a reír y se frotó el redondo vientre.

—Eso se llama contaminación.

—Yo no estaba hablando de los autobuses y autos —


dijo—. Estaba hablando de la energía. En realidad se puede
oler. Y es casi como si pudieras sentirla pasar a través de
to’o tu cuerpo. Nunca he visto tanto de to’o en mi vida.

—Presta atención a tus “d”, Wilbur —dijo Harlan. Había


esperado que el habla de Wilbur tambalease ligeramente. El
muchacho estaba tan emocionado que parecía tener
problemas para controlar su siguiente respiración—.
Quieres hacerlo bien en la cena de esta noche, ¿no? Te
estarán observando muy de cerca.

Wilbur se sentó y cruzó las manos sobre el regazo.


Ahora estaban en la autopista de Long Island en dirección a
los Hamptons.
137

—Mientras estamos con el tema de la cena —dijo


Wilbur—, me gustaría pedirte un favor.

Harlan ladeó la cabeza y lo miró.

—¿Cuál es?

—Me gustaría ser llamado Will ahora, en lugar de


Wilbur.

—Tal vez no sea una mala idea —dijo Fritz.

—No creo que sea necesario —dijo Harlan. De todas


las cosas tontas que había oído decir a Wilbur, esta era la
más ridícula—. No hay nada de malo en tu nombre. —
Harlan pensó que el nombre de Wilbur tenía buena energía
y un montón de espíritu.

—Pero Wilbur suena tan pasado de moda —dijo Wilbur


—. Me recuerda al viejo abuelo de alguien. Me gusta más
Will.

Harlan frunció las cejas. No veía nada malo en el


nombre Wilbur. En realidad, nunca había conocido a nadie
llamado Wilbur y se había encariñado con él. Harlan
siempre se había sentido atraído hacia nombres
extravagantes e impopulares, y tendían a gustarle las
personas con estos nombres más que las personas con
nombres ordinarios de moda. Pero no era su decisión.

—Muy bien —dijo—. Si insistes, te presentaré como


Will Munroe. Pero te seguiré llamando Wilbur cuando
138

estemos solos. No creo que suene pasado de moda. Creo


que suena bastante elegante.

Tanto Wilbur como Fritz hablaron al mismo tiempo.

—¿Eso crees?

Harlan echó la cabeza hacia atrás. Parecía que


estuvieran listos para abalanzarse sobre él. No había
esperado que ambos reaccionaran con tanto ahínco.

—Sí, lo creo —dijo a la defensiva—. Pero si insistes en


ser llamado Will, así es como te voy a presentar. —Harlan
no creía que marcara la diferencia en un sentido u otro.
Algo de lo que había aprendido creciendo entre privilegios y
riquezas, era que algunas de las personas más poderosas
tenían nombres de lo más extraños. El nombre de su propio
padre había sido Vivian. El nombre de su abuelo había sido
Elmer Lucas Henderson. Y todo el mundo siempre lo llamó
Elmer Lucas.

Después de que discutieran su nombre, el viaje a East


Hampton resultó sin incidentes. Pasaron por el mismo nivel
de las tierras agrícolas y los mismos centros comerciales
que Wilbur veía en Savannah todo el tiempo. A medida que
el paisaje se allanaba, el tráfico disminuyó. Wilbur continuó
cruzando y descruzando las manos, como si no estuviera
seguro de dónde ponerlas.

Pero cuando por fin llegaron a las afueras de la


pequeña localidad de East Hampton y dejaron la carretera
de Woods Lane, Wilbur se inclinó de nuevo hacia delante y
139

miró por la ventana. Todo el camino hasta Georgia Road, se


apoyó en el apoyabrazos de la puerta de atrás y se quedó
boquiabierto. Aunque la mayoría de las grandes casas caras
estaban ocultas a la vista, los hogares visibles, o en parte
visibles, parecían hipnotizarlo. En Cottage Avenue suspiró;
en Lily Carril respiró hondo e inhaló el fresco aire salado.
Cuando finalmente llegaron a Lily Pond Lane y aparcaron a
la entrada de la casa de verano de la tía de Harlan,
Margaret, él sacudió la cabeza y tragó saliva. Era una de las
más antiguas casas de campo de estilo tablillado 25, con un
largo porche blanco, frontones empinados, y setos
recortados en círculos perfectos. Había estado en la familia
de Harlan desde finales de 1920 y Harlan era el siguiente
en la línea para heredarla.

Wilbur salió del coche y miró al techo.

—Nunca he visto nada más maravilloso en me vida —


dijo. Luego se llevó la mano a la boca y suspiró—. Se
parece a la casa en esa película, Grey Gardens26, con esas
dos ancianas locas.

— E n mi vida —dijo Harlan. Pero sonrió al mismo


tiempo. Cuando vio la manera en que Wilbur se quedaba
mirando la casa antigua, con esos ojos tan abiertos e
inocentes y con tanto amor, se dio cuenta de que casi había
olvidado lo maravilloso que era el lugar en realidad. Al
crecer con todo esto, a menudo lo daba por sentado—. La

25

26
Grey Gardens es una película de HBO. La trama de la película se centra en la vida de Edith
Bouvier Beale y Edith Ewing Bouvier Beale, familiares de Jacqueline Kennedy Onassis, que vivían
rodeadas de escombros, basura y desechos, su vida quedó en ruinas, tanto como su casa, de lo
que algún día fue una gran mansión, que pertenecía a la familia Bouvier, una de las familias más
prestigiosas de los Estados Unidos.
140

casa de la película no está lejos de aquí. Se ha renovado


por completo. Y mi familia las conocía bien. No estaban
locas y no eran ermitañas. Solo tuvieron un ligero cambio
de fortuna.

—Es agradable estar aquí de nuevo —dijo Fritz—.


Siempre me ha gustado East Hampton. —La familia de Fritz
una vez fue propietaria de una casa al otro lado de Woods
Lane—. Es interesante volver a una parte de tu vida y darte
cuenta de que has perdido mucho más de lo que realmente
te habías dado cuenta. —Se frotó las manos regordetas
juntas y respiró hondo.

Mientras que el conductor vaciaba el maletero, Harlan


se miró el reloj y sonrió.

—Son solo las cuatro —dijo—. Justo a tiempo para mi


siesta. Los instalaré a ambos en sus habitaciones y nos
reuniremos de nuevo a las siete.

Wilbur lo miró y pateó la grava con la punta del


zapato.

—Un paseo por la playa estaría bien —dijo.

Harlan sonrió.

—Siéntete libre de dar un largo y agradable paseo,


entonces.
141

—Podría ser agradable para dos personas —dijo Wilbur


—. Podrías omitir la siesta hoy y caminar conmigo.
Podríamos hablar y mirar el océano.

—Tal vez Fritz vaya contigo, si no está muy cansado —


dijo Harlan. Él estaba ocupado buscando a tientas en el
equipaje, sin prestarle completa atención a Wilbur.

—¿Qué pasa con tía Margaret? —preguntó Fritz—.


Vamos a tener que pasar algún tiempo con ella antes de la
cena.

—Nos reuniremos con ella en la fiesta —dijo Harlan—.


Todavía está en la ciudad. Tenía un evento de caridad hoy y
se reunirá con nosotros en el Maidstone más tarde. El ama
de llaves nos dejará entrar. —Luego se acercó de nuevo al
coche y le dijo al conductor que volviera mañana a las once
en punto—. Ven aquí, Wilbur —dijo—. Llevemos el resto de
este equipaje a la casa e instalémonos, así no pierdo ni una
hora de buena siesta. —Sonrió y señaló su reloj—. El reloj
sigue corriendo.

Wilbur apretó los labios y miró a Fritz.

Fritz le palmeó el hombro y dijo:

—Voy a dar ese paseo contigo, Wilbur. Iremos a Lily


Pond Lane y pasearemos por la playa. No lo he hecho en
mucho tiempo.
142

—Ves —dijo Harlan—, no tendrás que caminar solo


después de todo. Tienes al buen Fritz para que te haga
compañía.

Wilbur sonrió y dijo:

—Tal vez deberías venir con nosotros. Podríamos


practicar lo que voy a decir esta noche. Estoy un poco
nervioso por ello. No quiero decir o hacer las cosas mal
delante de toda esa gente de sociedad. —Mientras hablaba,
miraba a Harlan como buscando aprobación y atención al
mismo tiempo. Casi sonaba como si estuviera pidiéndole a
Harlan que se uniera a ellos.

Fritz pareció darse cuenta.

—¿Po r qué no vienes con nosotr os, Harlan?


Ciertamente no te matará perderte una siesta. No seas tan
cuadrado con tus hábitos. Eres demasiado joven para ser
tan cascarrabias.

—Van a estar bien sin mí —les dijo Harlan—. Sabes


cómo me siento sobre mis siestas. —Pero su corazón
comenzó a latir con fuerza, y su mente corría con imágenes
de Wilbur asistiendo a esa cena formal en el Club
Maidstone, donde algunos de las personas más ricas y más
importantes del país se reunían durante el verano. Harlan
no le había mencionado nada a Wilbur o a Fritz todavía,
pero estaba pensando en presentar a Wilbur a sus amigos
de Savannah en su próxima gran fiesta de Navidad. Y si
podía conseguir que Wilbur pasara como un caballero en el
Club Maidstone, podría hacerlo en cualquier lugar.
143

Esa tarde en particular, Harlan experimentó una de


esas raras siestas que lo dejaba sintiéndose relajado y lleno
de energía al mismo tiempo. Y si alguien sabía de siestas,
era Harlan Henderson. Era un sueño tan profundo que
babeó la funda de la almohada. Cuando se despertó, cada
célula de su cuerpo se estremeció con una sensación de
confort y bienestar y no estaba seguro de dónde se
encontraba. No había dormido bien durante ese mes.
Cuando le gruñó el estómago, se le ocurrió que tampoco
había estado tan hambriento durante meses. Lamentaba no
haber planeado quedarse más tiempo. Podría haber
trabajado con Wilbur en East Hampton igual de bien que en
Savannah.

Pero cuando miró el pequeño reloj de la mesita de


noche y vio que eran más de las seis y media, saltó de la
cama y fue por el pasillo hasta la habitación de Wilbur para
ver si se estaba vistiendo para la cena. Antes de tomar su
siesta, le había dejado el esmoquin a Wilbur, el nuevo con
chaqueta blanca, para que no tuviera que preguntarse qué
se suponía que debía llevar. Sabía que Fritz estaría listo a
tiempo, pero no quería correr ningún riesgo con Wilbur. Por
144

lo que sabía, Wilbur todavía podía estar en la playa


recogiendo conchas de mar y mirando hacia el océano.

Se acercó a la puerta de Wilbur y la abrió sin llamar —


o pensar—. Pero cuando entró en la habitación y miró hacia
la cama, se quedó boquiabierto y se agarró la hebilla del
cinturón con la mano derecha. Wilbur estaba en medio de
la cama, desnudo, de espaldas, con las piernas bien
abiertas, almidonando27 una de sus medias deportivas
blancas con rápidos movimientos regulares.

Wilbur se incorporó y miró boquiabierto a Harlan con


los ojos como faros. Se le puso la cara roja y su mano
derecha dejó de moverse.

—¿Hey, no tocas primero? ¡’toy pela’o! —Luego sacó el


calcetín blanco de su erección y se cubrió la mitad inferior
del cuerpo con la sábana blanca.

Harlan se dio la vuelta y se apretó la mejilla con la


palma de la mano. Lo último que esperaba encontrar era a
Wilbur masturbándose con un calcetín.

—Lo siento mucho, Wilbur. No quise entrometerme.


Debería haber tocado. Solo quería ver si necesitabas ayuda
con tu esmoquin. —Aunque los había avergonzado a
ambos, no podía borrar la imagen del pene de Wilbur de su
mente. Tenía que ser por lo menos de veintitrés
centímetros de largo y grueso como su nueva vela

27
Almidonar es mojar una prenda de vestir con almidón para que quede tiesa. Vaya forma sutil
de describir lo que estaba haciendo!!!! jijijijijiji
145

artificial28 de la Home Shopping Network29. La forma en que


le rebotaban las bolas de arriba abajo mientras se
masturbaba le causaba a Harlan un tirón en el estómago.

—Sí —dijo Wilbur—. Deberías haber tocado.

—Solo quería ver si necesitabas ayuda.

—Lo he estado haciendo bien durante mucho tiempo


solo —dijo Wilbur—. Creo que puedo encargarme de mi
polla muy bien por mí mismo, gracias.

—No quise decir ayudarte con eso —dijo Harlan—.


Quise decir ayudarte a vestir adecuadamente.

—No soy un completo idiota —dijo Wilbur—. Yo sí sé


cómo vestirme.

—Entonces simplemente te dejaré solo —dijo Harlan—.


Puedes terminar lo que estabas haciendo y olvidaremos que
esto sucedió alguna vez. —Sabía que el muchacho tenía
necesidades. Harlan ya se había masturbado dos veces ese
día: una vez por la mañana mientras tomaba una ducha, y
una segunda vez antes de cerrar los ojos para dormir la
siesta. Cuando tenía la edad de Wilbur, solía almidonar sus
propios calcetines cuatro o cinco veces al día. Por lo que
recordaba, no había nada más placentero que una buena
sesión de masturbación con un suave calcetín blanco.

28
Por Dios, Tenía que ponerle una imagen!! :S
29
Home Shopping Network es una cadena de televisión americana, de cable y por satélite, que
es propiedad de HSN, Inc. Es el canal de compras desde el hogar con canales hermanos
antiguos y actuales en varios otros países.
146

Sin volverse, Harlan preguntó:

—¿Estás bien? ¿Estás enojado conmigo?

—‘Stoy bien —dijo Wilbur—. No es gran cosa. Y ‘stoy


seguro de que no es la primera polla que has visto que no
sea la tuya. —No parecía enfadado, solo un poco molesto y
con una pizca de frustración.

Harlan se echó a reír. De hecho, era una de las más


grandes que Harlan había visto en mucho tiempo, incluso
más grande que la de Vince. Pero no mencionó eso en voz
alta, y no le corrigió a Wilbur la gramática o el habla esta
vez.

—Nos vemos abajo en media hora —dijo. Luego cerró


la puerta y volvió a su habitación, tratando de eliminar la
imagen de la polla del joven Wilbur sobresaliendo a través
de la punta del húmedo calcetín blanco.

Media hora más tarde, Fritz y Wilbur pasearon hacia el


vestíbulo, esperando a que Harlan bajara. Cuando
finalmente lo hizo, ambos le miraron y apretaron los labios.

—¿Va a usar eso? —preguntó Wilbur.

Harlan se detuvo en medio de la escalera y se miró el


atuendo.

—¿Qué hay de malo en lo que estoy usando? —


preguntó. Llevaba una chaqueta deportiva de tweed
marrón, una camisa de algodón blanco con un botón al
147

cuello, y unos vaqueros negros ajustados. Sin corbata.


Zapatos oxford marrones.

Fritz y Wilbur vestían esmoquin con chaqueta blanca.


Fritz lucía bien, pero Wilbur lucía como si acabara de salir
de una carroza real dorada. El paseo por la playa le había
bronceado el joven y guapo rostro. Debajo de la sutil luz
que venía de la araña de salón, parecía brillar con siete
tonos diferentes de color ámbar. Incluso sus ojos
almendrados brillaban y bailaban.

Pero se puso las manos en las caderas y miró a


Harlan. Luego le señaló y dijo:

—Ambos estamos vistiendo esmoquin, y tú luces como


siempre. No es justo.

Harlan descendió la escalera y sonrió.

—Nunca voy de etiqueta —dijo—. En realidad, nunca


asisto a estos pretenciosos eventos de etiqueta a menos
que sea absolutamente necesario. Los desprecio
muchísimo. Es todo tan falso y sin sentido.

Fritz se echó a reír.

—Me encanta vestirme elegante.

—Entonces, ¿por qué vamos a esta? —preguntó Wilbur


—. Yo ‘staría tan feliz de ir por otro largo paseo por la plaia.
No me gusta vestirme así de elegante tampoco.
148

—Es la única manera de ver si todo nuestro duro


trabajo ha dado sus frutos —dijo Harlan—. Querías que te
transformara en un perfecto caballero y eso es lo que he
hecho. —Tenía sus dudas, sin embargo. Desde que había
irrumpido en el cuarto de Wilbur, este parecía estar
volviendo a su vieja forma de hablar.

—Pero, ¿qué hay de ti? —preguntó Wilbur, ladeando la


cabeza.

—Yo sé quién soy —dijo Harlan—. Y estoy


perfectamente bien con lo que soy. Además, vengo de una
mayor fortuna y un linaje más largo que la mayoría de las
personas que estarán allí esta noche. No tengo nada que
demostrarle a nadie.

Fritz cogió a Wilbur del brazo y dijo:

—No trates de entenderlo. No es posible.

Wilbur respiró rápido y se volvió hacia la puerta.

—Ni que lo digas.


149

Capítulo Nueve
Tomaron el Cadillac 1952 convertible de tía Margaret
hacia el Maidstone, pero condujo Wilbur en lugar de Harlan.
Cuando Harlan trató de sacar el gran auto fuera del garaje,
casi rozó el guardabarros derecho trasero. Fritz y Wilbur
estaban esperando en la entrada. Los dos al mismo tiempo,
se tambalearon hacia delante, agitaron los brazos y
sugirieron que sería buena idea que Wilbur condujera. Y
Harlan estuvo más que dispuesto a levantar los brazos en
el aire y deslizarse en el asiento del pasajero sin protestar.
Aunque el Maidstone estaba a corta distancia en coche, a
Harlan no le gustaba conducir coches grandes. No parecía
ser capaz de considerar nunca el ancho, y no quería dañar
el coche clásico de su tía, por no hablar de los arbustos
entre Lily Pond Lane y el club.

Minutos más tarde, salieron del coche y Wilbur le


entregó las llaves al aparcacoches. Harlan sonrió y le dio
una mirada significativa a Wilbur. Ya habían ensayado un
plan para la noche. Wilbur solo tenía que hablar con la
gente cuando se le hiciera una pregunta directa y no diría o
haría nada sin mirar antes a Fritz o a Harlan para su
aprobación. Su objetivo principal esa noche era sonreír
mucho, mirar bastante, y ser tan misterioso como fuera
posible. Y nunca le dejarían solo. Cualquiera de los dos,
Fritz o Harlan, tenía que estar con él en todo momento.
150

Durante el cóctel, en una pequeña sala de recepción


no muy lejos del comedor principal, Harlan saludó a su tía
Margaret con un beso rápido en la mejilla.

—Te ves maravillosa, querida —dijo—. Es tan bueno


verte. Ella acababa de llegar, con solo unos minutos de
sobra antes de que terminara la hora del cóctel.

Su tía lo miró de arriba abajo y levantó una ceja.

—Me gustaría poder decir lo mismo. Te ves como si


estuvieras yendo a jugar bolos. Eso no es apropiado para
una cena formal en el club, ni siquiera el fin de semana del
Día del Trabajo. Esta no es una de esas típicas fiestas
informales. Esta decía específicamente que era una fiesta
de etiqueta, y una noche de casino para recaudar dinero
para caridad.

Él se rió y dijo,

—¿Qué está mal con lo que llevo puesto? Creo que me


veo bien. —Había olvidado que era un evento de caridad.

Ella se rió y le palmeó el brazo.

—No seas obtuso, querido. Sabes que no soporto a los


tontos. —Por esa razón, había estado casada y divorciada
cinco veces.

—Te ves absolutamente maravillosa —dijo Harlan.


Llevaba el pelo rubio recogido en una ordenada trenza
francesa. Llevaba un sencillo vestido negro, un pequeño
151

prendedor circular de diamantes en su hombro derecho, y


zapatos negros con tacones de siete centímetros. Siempre
había tenido un aspecto clásico espontáneo, que parecía
exudar buenos antecedentes y educación. Gracias a buenos
genes fuertes, a algunos excelentes cirujanos plásticos, y a
los cuatro o cinco martinis secos todos los días de su vida
adulta, tía Margaret tenía muy pocas líneas en la cara y la
misma talla cuatro30 que tuvo como debutante adolescente.
Aunque tenía setenta años, no aparentaba tener más de
cincuenta.

—¿Qué pensará la gente cuando vean cómo vas


vestido? —dijo tía Margaret.

Sabía que a ella no le importaba lo que llevaba. Solo


estaba jugando con él por deporte.

—¿Debo preocuparme? Me cambié de ropa interior.

—Pequeño bastardo arrogante —dijo ella, con una


sonrisa socarrona—. Te enseñé bien.

Él se inclinó hacia ella y le dijo:

—Ya que estamos solos, quiero advertirte sobre algo.


Verás, recogí a un muchacho desdichado en mi última
fiesta de primavera y he estado trabajando con él durante
todo el verano.

—Ah, bueno, Harlan —dijo ella—. Suena bastante de


mal gusto. Desearía que encontraras a un buen hombre de
30
Las medidas de una talla cuatro son: 86-64-90…..o.O
152

tu edad y sentaras cabeza. Te estás volviendo demasiado


viejo para estas aventuras sórdidas con jóvenes toscos. —
Sabía que él era abiertamente gay, y siempre había sido su
mayor defensora. Si alguien siquiera lo miraba de una
manera equivocada, o hacía un comentario sarcástico gay,
le atacaba sin pensarlo dos veces.

—No es así, querida —dijo—. Solo llevé a este joven a


mi casa para cambiarlo. Todo es puramente académico, te
lo aseguro. Lo voy a educar. Hasta ahora, le he enseñado
cómo hablar correctamente, le he enseñado cómo caminar
y vestir, y le he enseñado cómo ser un perfecto caballero.
Esta noche es un experimento: su primera vez en público.

—Espero que sepas lo que estés haciendo. —Suspiró


—. Estas personas pueden ser muy perversas. Espero que
esté listo para lidiar con ellos.

Harlan levantó la mano y le hizo señas a Fritz y a


Wilbur. Estaban de pie cerca del bar, esperando la señal.

—Creo que me he superado a mí mismo esta vez, tía


Margaret. Solo desearía que hubieras visto a la pequeña
criatura miserable antes de transformarlo en quien es hoy
en día.

Fritz se dirigió hacia donde estaban y le tomó la mano


a Margaret.

—Es tan bueno verte de nuevo. Te eché de menos en


la última fiesta de Harlan. Fue todo un acontecimiento. En
Savannah se sigue hablando de ello.
153

—Es bueno verte también, Fritz —dijo ella—. Estaba


en Europa. Simplemente no pude salir a tiempo. Pero
estaré allí esta Navidad. Lo prometo.

Harlan cogió a Wilbur del brazo y dijo:

—Y este es Will Munroe, tía Margaret. Es el joven de


Savannah del que te he estado hablando.

Wilbur sonrió y alzó la barbilla. Al llegar a estrecharle


la mano, dijo:

—Es un placer conocerla.

Harlan contuvo el aliento, luego sonrió. El cuerpo de


Wilbur estaba rígido y le caía una gota de sudor por el lado
izquierdo de su cara. Pero pronunció cada palabra sin una
pizca de su antiguo acento.

—El placer es mío —dijo la tía Margaret. Lo miró de


arriba abajo y sonrió.

—Su sobrino me ha dicho tantas cosas espléndidas


sobre usted —dijo Wilbur. Hablaba despacio, pronunciando
las palabras como si cada una fuera una obra de arte
independiente.

Tía Margaret sonrió y miró a Harlan.

—Será mejor que nos vayamos a cenar ahora. Tengo


la sensación de que va a ser una noche interesante.
154

Harlan acompañó a su tía, y Fritz caminaba junto a


Wilbur. Mientras encaminaban su paso por el comedor lleno
de gente, Harlan notó que la gente se giraba y se quedaba
mirando a Wilbur. Y no solo por ser una cara nueva.
Caminaba lenta y suavemente, con la cabeza en alto y los
ojos centrados en su destino. Un hombre se apoyó sobre
otro y murmuró algo. Dos mujeres jóvenes se codearon
entre sí y se rieron.

Cuando llegaron a la mesa, ya había otras dos


personas sentadas: una mujer de mediana edad que
llevaba un vestido color beige de volantes y un joven de
unos treinta años que llevaba una chaqueta blanca. El pelo
castaño claro de la mujer estaba estrictamente liso, con
raya en medio, y cortado bruscamente justo por debajo de
las orejas. Llevaba gafas de medialuna de montura oscura
que descansaban en la punta de su nariz y un poco de lápiz
de labios de color rosa claro. A Harlan le recordaba a Willy
Wonka31 en la versión de Johnny Depp. El joven, sin
embargo, era alto y delgado, con una atractiva y fuerte
línea de mandíbula, de pelo corto y oscuro peinado con
acondicionador y ojos de color azul acero que suavizaba sus
fuertes rasgos anglicanos. Cuando se acercaron a la mesa,
el joven se puso de pie y miró a los ojos a Wilbur. Sus
labios se abrieron ligeramente y se inclinó para sacar la
silla.

Mientras que tía Margaret presentaba a todo el


mundo, la mujer de mediana edad permaneció sentada. Su
nombre era Buffy Campbell y el joven era su hijo, Biff
Campbell. Harlan los conocía de antes. Era gente de Nueva
31
En serio????? El de la fábrica de chocolate!!!!!!!
155

York que veraneaba en East Hampton desde siempre. Pero


no los había visto en mucho tiempo así que no los habría
reconocido en ninguna otra situación.

Tía Margaret presentó a Wilbur al final. Sonrió a Buffy


y ladeó la cabeza.

—¿Cómo está? —dijo, pronunciando cada palabra a la


perfección. Incluso bajó la voz y exageró todas las vocales
un segundo o dos más de lo que debía.

En el fondo, meciéndose hacia adelante y hacia atrás


sobre las puntas de los pies, el guapo Biff levantó la mano
derecha y señaló a tía Margaret. Evidentemente, no quería
que se olvidara de presentarle a Wilbur.

Cuando finalmente le presentó Wilbur a Biff, como


Will, Wilbur sonrió tímidamente y batió los párpados.

—¿Cómo está? —dijo.

Biff se movió hacia un lado y caminó alrededor de la


mesa. Extendió el brazo derecho, se asomó a los ojos de
Wilbur, y dijo:

—Muy bien. ¿Cómo estás tú?

Wilbur volvió la cabeza en un giro dramático.

—Muy bien.

Harlan se aclaró la garganta y dijo:


156

—¿Por qué no nos sentamos todos, ahora que todos


estamos tan bien? —La mesa era redonda; quería sentarse
junto a Wilbur. Había esperado que Wilbur no tuviera que
hablar demasiado. Sabía que todavía no se había
transformado por completo y no quería ningún desliz. Biff,
vio Harlan, podría ser un problema en potencia. Era
definitivamente gay, y no era tímido con eso tampoco. Era
como si Wilbur lo hubiera hipnotizado. Si Biff tuviera cola,
la habría meneado. Harlan no había planeado eso. Había
asumido que estarían rodeados durante toda la noche por
la habitual gente heterosexual y no tendría que
preocuparse de que alguien tratara de entrar en los
pantalones de Wilbur.

Aunque Wilbur parecía inocente e inconsciente, eso no


desanimó a Biff. Cuando Harlan sugirió que todos se
sentaran, Biff agarró a Fritz por el brazo y le dio un tirón a
la silla de al lado de Buffy, y dijo:

—Me gustaría sentarme junto a Will, si no te importa.


Me gustaría llegar a conocerlo mejor. ¿Tomarías mi lugar al
lado de mi madre?

Fritz no tuvo la oportunidad de responder. Antes de


darse cuenta, estaba sentado al lado de Buffy.

Superficialmente, todo parecía inofensivo. Tía


Margaret se sentó al otro lado de Buffy y Harlan se sentó
junto a su tía. Fue algo bueno que Harlan estuviera
también junto a Wilbur. Cuando Wilbur se sentó, se olvidó
de ponerse la servilleta en el regazo y Harlan tuvo que
darle una patada por debajo de la mesa y asentir hacia la
157

servilleta. Cuando el primer plato llegó y Wilbur empezó a


comer con el tenedor equivocado, Harlan tuvo que patearle
de nuevo. Y cuando llegó la sopa y Wilbur cogió la cuchara
de sopa más cercana a él en lugar de la más lejana, Harlan
estuvo allí para recordárselo.

Lo bueno de Biff Campbell era que estaba tan absorto


en sí mismo que no paró de hablar durante toda la comida.
Le explicó a Wilbur todo sobre sus habilidades atléticas,
desde lacrosse32 hasta fútbol universitario. Pasó al menos
veinte minutos delirando sobre su pasatiempo favorito,
conducir autos de carreras, y otros veinte minutos tratando
sobre sus planes de futuro como abogado en Nueva York.
Le hablaba solo a Wilbur. Sonreía con tanta frecuencia que
parecía doloroso. Enfocaba la mirada entre los ojos y los
labios de Wilbur, a veces se inclinaba tan cerca que Wilbur
tuvo que retroceder en la silla y levantar el mentón para
que sus narices no se tocaran.

Fritz, ajeno a todo el mundo, se concentró en comer.


Tía Margaret y Buffy pasaron la mayor parte de la noche
hablando de su próximo evento de caridad en otoño. Para
el momento en que el postre estaba listo para servirse,
Harlan respiró y suspiró. Había estado tan preocupado de
que Wilbur hiciera o dijera algo equivocado, especialmente

32
El lacrosse es un juego rápido entre dos equipos de diez jugadores cada uno que usan un palo con una
red en la parte superior (denominados "palos" o stcks en inglés) para pasar y recibir una pelota de goma
con el objetvo de meter goles embocando la pelota en la red del equipo contrario.
En su versión moderna, el lacrosse se juega con tres delanteros, tres mediocampistas, tres
defensores y un portero. La superfcie de la cancha puede ser césped natural o sintétco. Los hombres
usan cascos para mantener la integridad corporal, que es parte fundamental del juego. Las mujeres usan
máscaras, menos protectoras que los cascos masculinos debido a que no están permitdos los
encuentros fsicos bruscos entre jugadoras. Este deporte es muy popular en la costa este de Estados
Unidos entre universidades e insttutos de secundaria
158

con Biff centrándose en él con una concentración absoluta,


que estuvo posponiendo un viaje al baño de hombres toda
la noche. Pero Wilbur parecía entender la importancia de
permanecer en silencio. De hecho, Harlan se sintió tan
confiado ahora de que Wilbur podía manejarse por sí mismo
que se excusó de la mesa para usar el baño de hombres sin
llevarse a Wilbur con él. Antes de irse, le echó un vistazo a
Fritz y este asintió hacia él, asegurándole que observaría a
Wilbur incluso si todo iba bien durante su ausencia.

Cuando regresó a la mesa, Fritz sonrió e inclinó la


cabeza. Biff todavía estaba hablando de su próximo evento
de carreras mientras Wilbur lo miraba, sonriendo y
asintiendo con la cabeza con una expresión insulsa.

Entonces Buffy giró los ojos y dijo:

—He oído que pronosticaban lluvia la semana que


viene. Ciertamente espero que se equivoquen. Tengo una
fiesta de jardín el martes y no quiero que llueva.

Wilbur se espabiló y se afirmó en su sitio.

—La lluvia en España se mantiene principalmente en la


llanura.

Fritz parpadeó.

Harlan dejó caer el tenedor.

Buffy y la tía Margaret bajaron las tazas de café y se


quedaron mirando fijamente a Wilbur.
159

—Discúlpame —dijo Biff, inclinándose de nuevo hacia


delante, apoyando la palma de la mano en el respaldo de la
silla de Wilbur. Tenía las piernas tan separadas que estaba
casi a horcajadas sobre la silla de Wilbur.

—La lluvia en España se mantiene principalmente en la


llanura —dijo Wilbur—. Pero en Savannah, Atlanta, y
Valdosta, es conocida por inundar arroyos y ríos. —Ahora
que había ganado algo de renovada confianza parecía
dispuesto a hablar.

Biff zapateó y se echó a reír. Se acercó y puso la


palma de la mano sobre el hombro de Wilbur.

—¿Qué hay de divertido en eso, joven? —preguntó


Wilbur—. Creo que lo dije bien. —Levantó las cejas y
enderezó la espalda.

—Nada —contestó Biff—. Eres tan adorable. Me


encantan tus ojos.

Wilbur bajó los párpados y sonrió, disfrutando de la


atención que Biff le prestaba.

Fritz se aclaró la garganta y asintió a Harlan con una


trascendental mirada.

Antes de que Harlan tuviera la oportunidad de entrar


en la conversación, dijo Buffy,

—Espero que no tengamos mucha lluvia esta


temporada. Con todas estas nuevas cepas de gripe dando
160

vueltas, estaremos todos usando máscaras de protección.


La gripe aviar, la gripe porcina. No puedo seguir la pista.

—La madre de mi primo Darvin, mi tía Bobbie Lee,


murió de gripe porcina no hace mucho —dijo Wilbur—. Esos
que vivieron con ella dijeron que era porque estaba siempre
con esos puercos todo el tiempo.

Harlan levantó la cabeza y abrió los ojos. No habían


ensayado esto. Se le había dicho a Wilbur que no dijera
nada a menos que alguien se dirigiera a él en primer lugar.
Le dio un ligero codazo a Wilbur y se aclaró la garganta.

Pero Wilbur no quería parar.

—Dicen que fue la gripe porcina. Pero siempre ha sido


mi teoría que se cargaron a la pobre vieja para conseguir el
dinero de la asegura-dora. —Aún hablaba lentamente, con
cautela. Pero enfatizó la sílaba en la palabra aseguradora y
los rastros de su verdadero acento empezaron a mostrarse.

—¿Se la cargaron? —preguntó tía Margaret, con la


cabeza inclinada hacia un lado.

Fritz se frotó la mandíbula y miró hacia el techo.

—Sí —dijo Wilbur, con un cabeceo—. Ellos se la


cargaron. ¿Por qué iba a sucumbir a algo como la gripe
porcina cuando prácticamente vivía con esos puercos, y
luego superó el cáncer el año anterior? Era una dura vieja
molleja. Todos pensaban que no iba a lograrlo cuando cayó
enferma con cáncer. Pero mi padre continuaba deslizándole
161

cerveza por la garganta en el hospital cuando nadie estaba


mirando. —Hablaba despacio, con un tono suave y una
cadencia pretencios a. Incluso masticaba algunas
consonantes.

Harlan volvió la cabeza. Era demasiado doloroso de


ver, y no había nada que pudiera hacer para detenerlo. Biff,
tía Margaret, y Buffy se quedaron boquiabiertos,
inclinándose hacia delante para escuchar el resto de la
historia.

Wilbur tomó un sorbo de café y siguió:

—Entonces volvió en sí tan rápido que se puso su


dentadura postiza en la boca, se arrancó de un mordisco el
tubo intravenoso del brazo, se levantó de la cama y salió
dando pisotones fuera del hospital por su cuenta con su
culo colgando de la bata.

—Ah, bueno —dijo Buffy, presionándose la palma de la


mano contra el pecho.

—Ahora, ¿cómo podría una mujer con ese tipo de


dureza en ella morir de gripe porcina? ¿Y qué le pasó a su
colección de figuritas hechas en Japón que debería haber
venido a mí? —Le hizo un guiño a Buffy y tomó otro sorbo
de café—. Alguien se la robó cuando nadie estaba mirando.
Y pienso que los que se la robaron se la cargaron.

—¿Se la cargaron? —preguntó Buffy—. Pero, ¿qué


quiere decir eso exactamente, se la cargaron?
162

Harlan se inclinó hacia delante y sonrió. Tenía que


salvar a Wilbur de la ruina completa.

—Esa es una nueva forma de hablar. Todos los


jóvenes hablan de esta manera en los sitios de internet
como Facebook. Ahora tienen su propia jerga. Significa que
la mataron.

Los ojos de Buffy se abrieron.

—¿Estás diciendo que tu tía fue asesinada?

Wilbur sonrió y tomó café.

—Eso es exactamente lo que estoy diciendo. Los que


vivieron con ella la habrían matado solo por una estatuilla
hecha-en-Japón, por no hablar de toda la colección más
una pó-liza de seguro.

Harlan miró a Fritz en busca de ayuda. Pero Fritz


estaba inclinado hacia delante con los codos sobre la mesa.
Tenía la cara entre las manos y negaba con la cabeza.

—No creo que la cerveza fuera buena para ella, al


menos no en el hospital, mientras recibía tratamiento para
el cáncer —dijo Buffy—. Podría haberla matado.

Wilbur sonrió. Parecía estar disfrutando de toda la


atención.

—No a tía Bobbie Lee. Ella amaba la bebida. De todo


tipo, no solo cerveza. El vodka era como agua bendita para
163

ella. Además, me padre se secaba tanta cerveza que sabía


de las propiedades curativas de primera mano, a que sí.

—¿Su padre era un bebedor empedernido? —preguntó


Buffy.

Wilbur giró los ojos.

—Él prácticamente se bañaba en alcohol.

Biff se echó a reír. No importaba lo que dijera Wilbur.


Parecía estar en trance sentado junto a él.

—¿De qué te ríes? —preguntó Wilbur. Levantó la


barbilla y miró a Biff a los ojos.

—Me encanta tu forma de hablar —dijo Biff—. Lo


haces tan bien. Eres muy especial.

—¿Entonces por qué te ríes? —preguntó Wilbur. Miró


hacia atrás y hacia adelante para ver cómo estaban
reaccionando los demás—. ¿He hablado algo
desproporcionadamente?

Harlan cerró los ojos y gimió. No tenía idea de que


Wilbur hubiera recogido esa palabra.

Tía Margaret sonrió.

—Lo estás haciendo muy bien, querido.


164

Cuando Wilbur abrió la boca para hablar esta vez,


Harlan se levantó y dijo:

—Creo que es hora de que echemos un vistazo a las


mesas de casino. No podemos quedarnos hasta tarde.
Tenemos que tomar el vuelo de regreso a Savannah por la
mañana. —Entonces asintió con la cabeza hacia Fritz para
que se levantase, y ayudó a Wilbur con la silla.

Biff se levantó y metió la mano en el bolsillo. Sacó


unas fichas y dijo:

—Fue un placer conocerte, Will. No puedo recordar


haberme divertido tanto. Me gustaría que tuvieras estas
fichas. Tal vez te traigan un poco de suerte. —Entonces le
entregó las fichas a Wilbur y le acarició la mano un par de
veces.

Harlan agarró del brazo a Wilbur y lo apartó de Biff.


Luego asintió hacia su tía y hacia Buffy y les dijo:

—Realmente debemos irnos ahora. No nos queda


mucho tiempo. Vamos, Fritz.

Antes de que alguien tuviera la oportunidad de decir


otra palabra, se llevaron a Wilbur lejos de la mesa y se
dirigieron a la sala de casino. Fritz los siguió con la cabeza
baja y los ojos fijos en el suelo.

Pero eso no mejoró. La sala de casino se llenó y


Harlan no pudo controlar a Wilbur. Había demasiadas
personas admirando a Wilbur y Harlan no quería causar una
165

atención innecesaria. Cuando Wilbur vio a un grupo de


personas jugando a la ruleta, dejó a Harlan de pie junto a
Fritz y corrió por la habitación para unirse a ellos.

En el momento en que Wilbur33 y Fritz se encontraron


con él, había colocado todas las fichas que Biff le había
dado en un número.

—Me número de la suerte es el diez —dijo Harlan.


Cuando la rueda de la ruleta comenzó a girar, apretó los
puños y saltó arriba y abajo—. Vamos, nena. Vamos, nena
—gritó.

Harlan colocó la palma de la mano sobre la espalda de


Wilbur para reprimir su entusiasmo, pero Wilbur estaba
demasiado excitado para concentrarse en otra cosa que no
fuera la rueda de la ruleta. Nadie más gritaba, pero a
Wilbur no le importaba. Harlan sabía que esas personas no
estaban ahí para ganar dinero. Estaban ahí para contribuir
con una organización benéfica. Pero Wilbur quería ganar y
no estaba tratando de ocultar sus sentimientos.

Cuando la rueda de la ruleta comenzó a frenar, Wilbur


se puso las manos en las caderas y se inclinó hacia delante.
Al acercarse a su número, se mordió el puño y cerró los
ojos. Pero cuando los abrió y vio que la rueda había
aterrizado en el número de al lado, y vio al distribuidor
recoger todas sus fichas, sacudió la cabeza y gritó:

—Bueno, putas gracias.

33
Creo que se refiere a Harlan y no Wilbur!!!! El autor confunde mucho a los personajes no les
parece?????
166

Por un segundo, todo el mundo a su alrededor se


quedó en silencio.

Dos hombres dejaron de hablar y se le quedaron


mirando.

Fritz bajó la cabeza y se giró en dirección opuesta.

Una mujer que estaba de pie a unos metros de Wilbur


agarró sus perlas con una mano y alcanzó al hombre junto
a ella para apoyarse con la otra mano.

Cuando Wilbur se dio cuenta de lo que acababa de


hacer en público, se mordió el labio inferior y se encogió de
hombros. Se volvió hacia Harlan y le dio una mirada de
disculpa. Él pronunció las palabras:

—Lo siento.

Harlan sonrió y dijo:

—Voy a ver a mi tía y escoltarla a su auto, y entonces


mandaré traer el nuestro. Tú y Fritz encuéntrenme afuera
en un par de minutos. Solo continúa sonriendo y trata de
no decir otra palabra. —No podía enojarse con él. No era
culpa de Wilbur. Era culpa de Harlan por sacarlo en público
antes de tiempo. Todavía necesita trabajar más. Además,
cuando Harlan vio la expresión de asombro en el rostro de
la mujer después de que Wilbur usara la palabra “puta”,
casi se cayó de la risa. A pesar de los errores de Wilbur,
había sido una de las noches más agradables que Harlan
había experimentado en mucho tiempo.
167

Eso fue exactamente lo que le dijo a su tía cuando le


cuestionó lo que estaba haciendo con Wilbur.

—No creo que sea justo para el muchacho —dijo ella


—. Él es quien es, y solo vas a llenarle la cabeza con cosas
que nunca entenderá. Podrías terminar haciéndole más mal
que bien.

—Eso es ridículo, tía Margaret —dijo Harlan—. Lo estoy


educando y dándole oportunidades que nadie más podría
ofrecerle.

—Es perjudicial —dijo—. Es un buen chico, y estás


jugando con él porque no tienes nada mejor que hacer.
Debes involucrarte más en las obras de caridad. O volver a
la enseñanza a tiempo completo. Incluso podrías escribir
otro libro. Pero no debes confundir a una pobre alma y
llenarle la cabeza con cosas que nunca entenderá. Está
mal.

Harlan no estaba de acuerdo. Y ahora que sabía cómo


se sentía su tía acerca de su proyecto con Wilbur, se
alegraba de que solo se alojaran allí una noche. No podía
esperar a volver a Savannah y reanudar sus sesiones.
Ahora que sabía dónde tenía que centrarse —nada de
historias de los parientes de clase baja de Wilbur o de su
pasado— Harlan estaba aún más decidido a convertir a
Wilbur en el caballero perfecto.

Ayudó a su tía a entrar en el auto y le dijo:


168

—Te veré por la mañana en el desayuno. —La besó en


la mejilla y cerró la puerta—. Vas a ver que estoy haciendo
lo correcto. Cuando vengas a Savannah para la fiesta de
Navidad estará listo para cualquier cosa o cualquier
persona.

—Eso espero —dijo ella—. Espero que hables en serio


sobre el bienestar de este muchacho. No se puede jugar
con los seres humanos, Harlan. No son juguetes.
169

Capítulo Diez
Por la mañana, Harlan se unió a Fritz y a su tía
Margaret en el comedor para desayunar. Siempre había
amado esa habitación. Aunque era considerado el comedor
formal, se hacía eco de la sencillez del resto de la casa.
Paredes color mantequilla, con molduras de blanco brillante
y muebles de caoba oscuro. La mesa era de estilo Sheraton
y las sillas de Chippendale. En la pared, sobre el aparador
d e Hepplewhite34, había una escena suave pintada a mano
de un pueblo colonial. Fue hasta el aparador y se sirvió una
taza de café, y luego se llenó el plato con pequeños
panecillos, fruta fresca, y un mini bollo danés 35.

—Estoy muerto de hambre —dijo. Se sentó junto a


Fritz y engulló dos panecillos de arándanos antes de coger
la servilleta. Tía Margaret estaba a la cabeza de la mesa—.
Debe ser el aire del océano. —Miró el plato de Fritz y
parpadeó. Había tanta comida que las uvas colgaban del
borde y descansaban sobre el mantel de encaje blanco.

Su tía sonrió.

—Imaginé que lo estarías, querido, así que pedí un


desayuno completo esta mañana. Normalmente solo tomo
café negro en la terraza interior. Pero sé que tienes un día
ocupado por delante. Me hubiera gustado que planearas

34
George Hepplewhite (1727 - 1786), Thomas Sheraton (1751-1806) y Thomas Chippendale (1718 -
1779) fueron fabricantes de muebles, los «tres grandes» de la ebanistería inglesa del siglo XVIII.
35
En España, brioche con pasas.
170

quedarte más tiempo. A veces siento como si mantuviera


este viejo lugar para nada.

—Lo siento, no planeé quedarme más tiempo —dijo


Harlan—. Realmente debo volver a Savannah. Todavía
tengo mucho trabajo que hacer con Wilbur.

Fritz dejó de comer y le echó a tía Margaret una


mirada en blanco. Se aclaró la garganta y alisó la servilleta.
Parecía que esa mañana ya habían discutido sobre Wilbur
sin él.

—Me gustaría hablar de Wilbur —dijo ella. Se inclinó


hacia delante y pensó por un momento—. Creo que
deberías parar con todas estas tonterías, Harlan. Vas a
confundir al pobre chico, y posiblemente arruinarás su vida.
—Su voz se mantuvo plana y serena. Miró a Harlan a los
ojos sin pestañear.

—Estoy de acuerdo con tu tía —dijo Fritz—. Creo que


deberías parar ahora mismo. Me gustaría cancelar la
apuesta que hice contigo, y cuando volvamos a Savannah,
creo que Wilbur debería reanudar su vida normal. No es
justo para el chico. —Cogió un pequeño panecillo del plato
y le untó un trozo de mantequilla en la parte superior. El
trozo era más grande que el panecillo.

Harlan no podía creer lo que oía. Claro, habían surgido


algunos errores la noche anterior. Pero Harlan estaba aún
más entusiasmado por terminar su proyecto ahora que
sabía exactamente lo que tenía que trabajar con Wilbur. A
lo que Harlan había podido ver, tenía que concentrarse en
171

enseñarle a Wilbur qué no decir y qué sí. Wilbur había


captado los conceptos básicos; ahora solo tenía que
entender el concepto global.

Pero antes de que Harlan pudiera responder, Wilbur


entró en el comedor con la cabeza inclinada y los hombros
caídos. Se revolvió el despeinado cabello y apretó los
labios. Ni siquiera dio los buenos días. Solamente se acercó
a la mesa del aparador, se sirvió una taza de café y se
sentó a dos sillas de distancia de Harlan.

Tía Margaret frunció el ceño hacia Harlan.

Fritz suspiró y volvió a su plato de mantequilla.

—Buenos días, Wilbur —dijo Harlan—. ¿Has dormido


bien? —Lo último que quería era herir al chico de alguna
manera.

Wilbur se encogió de hombros.

—Supongo. —Habló en voz baja y sin mirar a Harlan a


los ojos.

—¿No quieres nada más que café? —preguntó Harlan.


Nunca había visto a Wilbur así—. Siempre estás tan
hambriento.

—El café está bien, gracias —dijo Wilbur. Luego alzó la


vista por un segundo y dijo—: Siento lo de anoche.
Decepcioné a todos. Me esforcé tanto. Si hubiera
172

mantenido la bocaza cerrada. Buffy y Biff Campbell deben


pensar que soy un absoluto idiota.

—Diste lo mejor, querido —dijo la tía Margaret.

—Así es —dijo Fritz—. No hay necesidad de que te


disculpes. Tal vez todo esto es demasiado para ti.
Estábamos pensando que podrías ser más feliz si dejamos
todo este experimento para que puedas volver a tu vida
normal.

Cuando Fritz dijo eso, Harlan miró a Wilbur buscando


una reacción.

Los labios de Wilbur se separaron y miró a Harlan.

—¿Crees que es demasiado para mí?

Harlan sonrió y se encogió de hombros.

—Eso depende de ti, Wilbur —dijo—. Solo te doy lo


que necesitas. La única razón por la que comencé este
experimento y la apuesta con Fritz fue porque viniste a mí
pidiéndome ayuda. Si recuerdas, yo no acudí a ti en primer
lugar. —Le lanzó una mirada a su tía. Quería que ella
entendiera. Todos parecían olvidar que esto no había sido
idea de Harlan. Había sido idea de Wilbur.

A continuación, el timbre de la puerta sonó y el ama


de llaves de la tía Margaret fue por el vestíbulo para ver
quién era. Hubo un momento de silencio y luego Harlan
escuchó sus tacones hacia el comedor.
173

—Biff Campbell está en la puerta —dijo el ama de


llaves. Sostenía un enorme ramo de rosas de color rosa—.
Trajo estas flores para alguien llamado Will y dijo que
quería verle.

—Está hablando del joven Wilbur —dijo tía Margaret.

—No quiero verlo —dijo Wilbur—. No quiero ver a


nadie durante el resto de mi vida. —Parecía afligido. Pero
cuando vio las magníficas rosas en los brazos del ama de
llaves, sus ojos se abrieron como platos.

—Yo me encargo de él —dijo Harlan. Se levantó de la


mesa y le dio unas palmaditas en el hombro a Wilbur—.
Además, no tienes tiempo para perderlo con Biff Campbell.
El coche estará aquí en breve para llevarnos al aeropuerto.
—Cuando dijo el nombre de Biff, su rostro se arrugó como
si le causara mal sabor en la boca.

—No entiendo por qué no volaron simplemente hasta


Long Island —dijo la tía Margaret—. Hubiera sido mucho
más fácil que volar a Nueva Jersey.

—No pudimos alquilar un vuelo a tiempo —dijo Harlan


—. No tenemos otra opción."

Entonces Harlan le dijo al ama de llaves que pusiera


las flores en agua y se dirigió a la puerta principal. Biff
estaba de pie en los escalones de la entrada de espaldas a
la puerta. Llevaba pantalones cortos beige claro, una
camiseta azul pálido con cuello y mocasines sin calcetines.
Tenía las manos en los bolsillos y las piernas separadas. Por
174

detrás, sus amplios hombros llevaban a una cintura


estrecha, y su culo era pequeño, estrecho y
sorprendentemente firme para un tipo que había estado tan
protegido toda su vida. No era un joven de mal aspecto en
absoluto, pero había algo en él que hacía a Harlan querer
bostezar en voz alta y tomarse una siesta. Harlan
ciertamente nunca se habría acostado con Biff. ¿Cómo
podría? Los rasgos de Biff eran demasiado perfectos,
incluyendo su bronceado, y su voz demasiado suave. Ni
siquiera podía imaginar a Biff con una barba desaliñada y
algunos tatuajes. No habría funcionado. Y... Harlan
imaginaba a Biff con la polla más pequeña que jamás
hubiera visto.

—Buenos días —dijo Harlan. Se encontró cuadrando


los hombros y levantando la barbilla sin darse cuenta de
que lo hacía—. ¿Puedo ayudar en algo?

Biff se volvió y sonrió. Sus dientes eran tan blancos


como la barandilla del porche, y sus ojos tan azules como el
cielo de East Hampton.

—Me preguntaba si podía ver a Will —dijo—. Sé que va


a viajar hoy. Pero tenía que verlo, solo un minuto. —Había
un filo en su voz suave que rayaba la desesperación. Se
acercó a la puerta de la pantalla y trató de abrirla.

—Will no quiere ver a nadie en estos momentos. —


Sostuvo la puerta.

—Tal vez más tarde. Puedo volver.


175

—No quiere ver a nadie nunca más. —Esas fueron las


palabras que Wilbur había utilizado, después de todo.

Las cejas de Biff cayeron e hizo un puchero.

—¿Le dirá que he venido a verlo? ¿Y que estaré en


Savannah durante las fiestas? Tengo primos a los que hace
años que tengo la intención de visitar.

Era como si Harlan no pudiera deshacerse de él


bastante rápido.

—Se lo diré. Gracias por venir.

—Gracias —dijo Biff con un guiño y una sonrisa


amable. Luego metió las manos en los bolsillos traseros y
corrió escaleras abajo.

Harlan se quedó en el pasillo y se asomó detrás de la


cortina blanca. Lo vio caminar hacia su auto —un pequeño
y típico Mercedes sedán negro. Antes de meterse dentro,
miró atrás hacia la casa, se pasó la palma de la mano por el
grueso pelo marrón, y sonrió. Cuando por fin puso en
marcha el auto y se alejó, tocó la bocina con dos golpes
alegres.

Cuando se marchó, Harlan volvió al comedor y se situó


en el otro extremo de la mesa.

—Creo que hay que subir y empacar ahora. El coche


estará aquí en unos quince minutos.
176

—¿Qué quería Biff? —preguntó Wilbur. Todavía estaba


de mal humor, bebiendo la misma taza de café. No levantó
la mirada, como si no le importara ni una cosa ni la otra.

Harlan agitó el brazo.

—Oh, nada importante —dijo—. Solo quería decirnos


que disfrutó de nuestra compañía la noche anterior y que
pasó un rato agradable. —Hizo parecer que Biff había
venido a verlos a todos, no solo a Wilbur. Pensó que era
mejor así. Lo último que Wilbur necesitaba era alguien
como Biff Campbell curioseando en su vida. Harlan conocía
a los tipos como Biff, había crecido con ellos. Biff era un
abogado que probablemente nunca ejercería la abogacía.
Vivía de un fondo fiduciario, pasaba la mayor parte de su
tiempo divirtiéndose, y revoloteaba y se lanzaba de un
amante a otro, dejando una larga estela de corazones
rotos, sin siquiera saberlo. Además, Wilbur no tenía tiempo
para diversión. Tenían trabajo que hacer.

—Iré a arriba y alistaré mis cosas —dijo Wilbur. Se


puso de pie y asintió con la cabeza hacia la tía Margaret—.
Quiero darle las gracias por dejar que me quedase en su
casa este fin de semana. Se lo agradezco. —Entonces bajó
la cabeza y salió de la habitación.

Cuando se marchó, Harlan sonrió a su tía y asintió a


Fritz.

—¿Han oído eso? Habló bien esta vez y ni siquiera


sabía lo que estaba haciendo. No había nada ensayado al
respecto. Ese era Wilbur hablando, no yo.
177

—Todavía no me gusta esto —dijo la tía Margaret.

—Y yo estoy teniendo mis propias dudas, Harlan —dijo


Fritz.

Harlan sonrió y cogió su copa para poder terminarse lo


último de su café.

—Yo sé lo que hago —dijo—. Ya lo verán. Wilbur


puede hacer lo que sea. Sé que puede.
178

Capítulo Once
—Te dije que no creo que sea una buena idea que nos
veamos otra vez —dijo Harlan.

Era el día después de Halloween y estaba hablando


con Vince. El clima de Savannah había sido cálido esa
semana y Harlan acababa de tomar un baño rápido en su
piscina temperada. Mildred estaba de compras, Fritz y
Wilbur habían tomado el Porsche para que Wilbur pudiera
obtener un teléfono celular propio, y Harlan decidió nadar
sin ropa. Pensó que estaría solo, no había hablado con
Vince desde septiembre. Vince había dejado algunos
mensajes de voz para ver si podía ir, pero Harlan no había
devuelto las llamadas.

Vince se agachó y se rascó la entrepierna. Miró a


Harlan de arriba abajo y sonrió con el lado derecho de su
boca.

—Hoy te ves caliente. Vamos a la piscina. Me quitaré


toda la ropa, te alzaré por encima de la cabeza y te haré
girar.

—No es una buena idea —dijo Harlan, aunque sí


sonaba tentador. No podía mirar a Vince. No había estado
con un hombre en meses y no estaba seguro de poder
controlar sus impulsos. Como estaba, sentía su polla crecer
y ni siquiera estaban de pie uno cerca del otro. Así que
tomó una toalla blanca corta, la única que había, y se la
179

envolvió rápidamente alrededor de la cintura. Vince se


acercó a él y le puso la palma de la mano en la parte baja
de la espalda.

—¿Qué mierda te pasa? Tú sabes que me quieres.

Harlan se mordió el labio inferior e inhaló. La áspera


palma de Vince le debilitó las rodillas.

—¿Qué quieres? ¿Tienes problemas? —Como no había


devuelto ninguna de las llamadas de Vince, pensó que
había continuado con su vida.

—Mierda —dijo Vince—. No quiero nada. Vine a verte,


es todo. —Quitó la mano de la espalda de Harlan y se bajó
la cremallera. Luego se sacó del pantalón la polla
semierecta y pegó a Harlan contra su cuerpo caliente.

Harlan trató de alejarlo.

—Suéltame —dijo—. Tengo que vestirme. Mildred


estará de regreso pronto, y también Wilbur y Fritz. No
quiero que me encuentren fuera de esta manera. —Siempre
había sido discreto sobre su vida sexual. Aunque todo el
mundo supiera que se sentía atraído por hombres como
Vince, nunca hacía alarde de ello en público. Lo último que
quería era que Mildred lo viera en brazos de Vince,
mientras que la polla de Vince sobresalía de sus
pantalones.
180

Vince bajó la mano y agarró el muslo de Harlan. Lo


recorrió lentamente hacia arriba por debajo de la toalla
blanca y la apoyó en el culo de Harlan.

—Tú no quieres que me vaya —dijo—. Quieres que me


quede.

—No. Quiero que te vayas —dijo Harlan. Pensó que lo


había dejado claro. Pero al mismo tiempo, Harlan dejó de
empujar a Vince. Si bien dijo que no, rodeó con sus brazos
los anchos hombros de Vince y apoyó la mejilla en su pecho
descomunal. Vince llevaba una camiseta blanca manchada
de grasa. Olía a una combinación de gasolina y caucho.

Vince bajó la otra mano y la metió debajo de la toalla.


La puso en el otro lado del culo de Harlan y le empujó la
toalla por encima de la cintura. Lo apretó con ambas manos
y le dijo:

—No he tenido una buena mamada desde la última


vez que te vi.

Harlan respiró rápido.

—Ah, bueno, es difícil de creer que no hayas tenido


una mamada desde entonces. —No podía creer que hubiera
pasado tanto tiempo desde que se la había mamado a un
chico. Para Harlan eso era un récord. Había estado
trabajando tan duro con Wilbur que parecían días en lugar
de meses.
181

—No dije que no he tenido una mamada —dijo Vince


—. Dije que no he tenido una buena mamada. Es que nadie
puede chupar una polla como tú. —Empezó a explorar con
los dedos en medio del culo de Harlan.

Harlan separó las piernas, arqueó la espalda y lamió la


camiseta blanca de Vince. Se puso de puntillas y se inclinó
hacia delante. Todo eso era por reflejo. Ni siquiera se dio
cuenta de que lo estaba haciendo. Luego cerró los ojos y
dijo:

—¿Qué hay de tu esposa?

—Ella no se lo traga. Piensa que es asqueroso y sucio.


—Separó el culo de Harlan y le metió dos dedos en el
agujero—. Pero sé que te gusta sucio.

Harlan suspiró, toda esta conversación se sentía fuera


de contexto y casi ridícula.

—No estoy hablando de eso. Estoy hablando del hecho


de que estás casado. No quiero seguir con esto. Debes irte
ahora.

Pero Vince sabía cómo hacer que Harlan siguiera


órdenes. Le quitó las manos del culo y dio un paso atrás.
Su erección sobresalía de los pantalones y se lamió el labio
inferior. Mientras Harlan se ajustaba la toalla blanca para
ocultar su propia erección —estaba apuntando hacia arriba
—, Vince se sacó un condón del bolsillo, señaló un columpio
de árbol al fondo de la propiedad, y dijo:
182

—Vamos a ese columpio.

—¿Al columpio?

Vince asintió y se agachó. Colocó un brazo debajo de


las piernas de Harlan y el otro en la espalda. Levantó a
Harlan en sus brazos y dijo:

—Ya verás.

Luego se lo llevó, con su polla balanceándose de arriba


abajo, alrededor de la piscina, a través de un pequeño
jardín, hacia el columpio en el borde de la propiedad.

El columpio no era nada especial, apenas un tablero


liso blanco colgando de dos cuerdas gruesas atadas a una
rama fuerte de roble. Aunque toda la parte posterior de la
casa estaba ajardinada, Harlan había dejado el columpio
cuando renovó la casa. Algo sobre el viejo columpio le
recordaba a un tiempo más simple y más tranquilo. En las
noches solitarias, le hacía sentir cálido y seguro, por
razones que no podía explicar.

Cuando llegaron al columpio, Vince lo bajó a la hierba


y se inclinó para besarle el cuello. Vince no se había
afeitado ese día, su áspera oscura barba pinchaba el cuello
de Harlan. Cuando Harlan levantó los brazos para sostener
a Vince, la toalla blanca se deslizó de su cintura y cayó
sobre la hierba. Harlan levantó la pierna izquierda y la
apoyó en la cadera izquierda de Vince. La frotó de arriba
abajo, mientras el corazón se le aceleraba y el pecho se le
agitaba. Aunque los vecinos de Harlan estaban cerca,
183

estaban en una zona muy sombreada y Harlan sabía que


nadie podía verlos. Esa sección de la propiedad estaba tan
lejos y tan bien escondida que ni siquiera podía ver el
columpio desde sus propias ventanas del segundo y tercer
piso.

—Te sientes bien —dijo Vince, frotándose la barba en


el cuello suave de Harlan—. Maldita sea, te he extrañado.
No te entiendo. Sabes que te gusta. Sabes que lo quieres. Y
todavía me apartas. ¿Qué mierda?

Harlan suspiró y bajó la pierna. Entonces envolvió la


mano alrededor del eje de Vince y lo acarició suavemente
(no pudo resistirse). En el pasado, el hecho de que el
pulgar no llegara a unirse a su dedo medio siempre le había
hecho sonreír. Pero no era lo mismo ahora. A pesar de que
se sentía atraído sexualmente hacia Vince, simplemente no
estaba enamorado de él. Harlan nunca había sido un
mojigato. Se había acostado con más hombres de los que
podía contar. Pero nunca había tenido una relación
permanente con un hombre solo en aras de sexo.

—Ponte de rodillas —dijo Vince—. Envuelve esos labios


calientes alrededor de mí y muéstrame lo bueno que eres.
—Entonces agarró a Harlan por la nuca y le tiró del cabello
—. Ahora agáchate y chúpame.

Harlan echó la cabeza hacia atrás y abrió la boca.


Alcanzó el macizo bíceps de Vince y lo apretó. Pero cuando
empezó a ir hacia abajo, se detuvo en seco y se quedó
inmóvil. Un segundo más tarde, dijo:
184

—Quiero parar.

—No, no quieres. Quieres chuparme, y luego quieres


que te folle sobre ese columpio. Eso es lo que voy a hacer.
Te voy a inclinar sobre el columpio, te abriré las piernas
tanto como pueda, y te follaré hasta que supliques
clemencia.

—No.

—Oh. Sabes que lo puedo hacer. Sabes que sé cómo


follar mejor que nadie en Savannah.

—¿Vas a violarme? —Sintió un tirón en el estómago.


Vince era más fuerte que él y nunca sería capaz de luchar
contra él.

—Por supuesto que no —dijo Vince—. Nunca te haría


daño, maldita sea. ¿Qué mierda te pasa?

Harlan sonrió y frotó el bíceps de Vince. Se encogió de


hombros y dijo:

—No estoy seguro. No esperaba que volvieras. Pensé


que te lo había dejado todo claro.

—Te quiero —dijo Vince—. Te quiero


desesperadamente. Baja y chúpame.

Si se ponía de rodillas, sabía que nunca sería capaz de


resistirse a Vince. Sabía que una vez que tuviera la polla de
Vince en la boca, haría falta una palanca para extraerla. Así
185

que respiró hondo, apretó los puños, y empujó a Vince


hacia atrás lo más fuerte que pudo. Luego recogió la toalla
de la hierba y se la envolvió alrededor de la cintura.

—Lo siento, Vince —dijo—. Estás casado y no puedo


lidiar con eso. Todos mis antiguos amantes me engañaron.
Tenían aventuras con otros hombres mientras estaban
todavía conmigo, y eso casi me mataba cada vez. Los
podría haber comprendido y perdonado si se hubieran
encamado un par de veces por el simple hecho de tener
sexo. Nadie es perfecto, después de todo. Pero ellos
cruzaron la línea cada vez que tenían esas largas relaciones
emocionales a mis espaldas, y yo era el último en saberlo.
Y juré que nunca le haría eso a alguien más.

Vince dijo:

—Pero creo que te amo. ¿Eso lo mejora?

—Métete la polla de nuevo en los pantalones y súbete


la cremallera. Tú no me amas. Solo amas mis mamadas.

—Pero, ¿qué pasa con nosotros?

—Vuelve con tu esposa, averigua quién eres, y luego


hablaremos —dijo Harlan—. Pero eso no va a suceder hoy.
Lo siento, Vince.

—Siempre has sabido que soy bisexual —dijo Vince—.


Y ahora, de repente, hay algo malo con eso.
186

—No me importa eso —dijo Harlan—. Pero no creo que


ser bisexual deba ser una licencia para engañar cuando se
está casado con una mujer, o en una relación con un
hombre. Estar comprometido con alguien es algo más que
sexo. Y el hecho de ser bisexual no te da la libertad para
jugar con hombres y mujeres cada vez que lo desees.
Ahora bien, si es así como quieres vivir tu vida, ve y
diviértete. No juzgo a nadie. Pero tienes que estar soltero
para hacerlo conmigo.

La polla de Vince estaba semierecta ahora. Levantó el


bulto de carne colgante con las dos manos, se lo metió en
los vaqueros y se subió la cremallera.

—No te entiendo —dijo—. Hay un montón de chicos


que me rogarían que los follara sobre un columpio.

—La mayoría de veces no sé quién mierda soy, Vince


—dijo Harlan. Era la verdad—. Sin embargo, sí sé quién no
soy. Vete a casa ahora. Trata de arreglar las cosas con tu
esposa. Si no puedes, entonces trata de averiguar quién
eres.

Vince se ajustó los pantalones y se inclinó. Agarró a


Harlan por la cintura y lo besó con tanta fuerza que sus
dientes se chocaron y Harlan casi perdió la toalla de nuevo.
Cuando lo soltó, se dio media vuelta y regresó a casa.
Tenía las manos en los bolsillos y la cabeza gacha.

Harlan se sentó en el columpio y lo vio salir. Mientras


caminaba alrededor de la piscina, Fritz y Wilbur abrieron la
187

puerta trasera y se encontraron con él. Ellos asintieron y él


asintió a su vez. Antes de irse, levantó el brazo y saludó.

—Nos vemos, Harlan —dijo.

Fritz y Wilbur se miraron y se encogieron de hombros.


Entonces Fritz entró y Wilbur continuó caminando hacia
Harlan. Harlan equilibró las piernas y apretó la toalla
blanca. Wilbur nunca sabría que no llevaba nada debajo.

—Quería mostrarte mi nuevo teléfono —dijo Wilbur,


acercándose al columpio. Se lo entregó a Harlan y frunció el
ceño—. ¿Qué estaba haciendo él aquí? No había venido
durante mucho tiempo. —Ahora que Wilbur hablaba mejor,
parecía mayor y más maduro.

—Solo se pasó a saludar —dijo Harlan, girando el


teléfono para ver la parte delantera—. Y estuvo solo unos
minutos. —A pesar de que no era asunto de Wilbur lo que
hacía con su propia vida personal, sintió la necesidad de
dejar claro que no había tenido relaciones sexuales con
Vince.

—¿Vendrá otra vez? —preguntó Wilbur—. Dijo que se


iban a ver.

Harlan se rió y dijo,

—Siempre lo dice. Es como cuando alguien dice que se


verán luego, sin darle importancia, pero no saben
exactamente cuándo será. Dudo que vuelva aquí por mucho
188

tiempo, si es que vuelve alguna vez. —Para su propia


sorpresa, sonrió cuando dijo eso.

—Ya veo.

Entonces Harlan miró la hora en el teléfono celular y


se llevó la mano a la garganta.

—¿Esta es la hora correcta?

Wilbur asintió.

Harlan se levantó del columpio y le devolvió el teléfono


a Wilbur.

—Es casi la hora de mi siesta y ni siquiera me había


dado cuenta. —Su voz era ligera y agradable—. Tenemos
una noche atareada. Vamos a repasar las vocales de nuevo
y espero que estés perfecto esta noche.

—Estaba pensando que tal vez podrías saltarte la


siesta de hoy y podríamos ir a nadar. Hace tanto calor. —
Miró la toalla blanca demasiado corta y se quedó
contemplándola—. Y ya vas en traje de baño.

Harlan se aclaró la garganta y siguió caminando. No se


volvió hacia atrás ni una vez, no quería que Wilbur supiera
que iba desnudo.

—Siéntete libre de utilizar la piscina, Wilbur. Nos


vemos en la cena.
189

Cuando se acercó a los adoquines que rodeaban la


piscina, sintió una ráfaga de energía pasar a través de todo
su cuerpo. Atribuyó eso a tener el control de sí mismo para
despedir a Vince. Había hecho lo correcto. No había duda
alguna en su mente. Pero si se hubiera molestado en dar la
vuelta una sola vez, habría visto que Wilbur no sonreía.
Todavía estaba de pie junto al columpio, con las manos en
las caderas, moviendo la cabeza hacia atrás y hacia delante
en dirección a Harlan.
190

Capítulo Doce
—Lo juro, Harlan, si hay cualquier indicio de bochorno
esta noche le pongo fin a todo este experimento de una vez
por todas —dijo Fritz. Vestía un traje negro con corbata de
color gris oscuro y un clavel rojo en la solapa. Acababa de
vestirse para la fiesta anual de Navidad de Harlan y estaba
bajando las escaleras—. No estoy bromeando, Harlan.

Harlan sonrió y se miró en el espejo del pasillo del


segundo piso cerca de la escalera. Aunque la fiesta era
semiformal y la mayoría de los invitados masculinos usarían
traje oscuro y corbata, él llevaba una chaqueta de color
verde oliva, una camisa blanca con el cuello abierto, y sus
viejos oxford marrones.

—Va a estar bien, Fritz. Deja de preocuparte.

Fritz apretó los puños.

—Si hay más momentos embarazosos como el que


sufrimos en el Club Maidstone el fin de semana del Día del
Trabajo, te obligaré a parar. No quiero que ese muchacho
sufra de nuevo. Le he tomado mucho cariño.

Harlan continuó sonriendo. Le dio unas palmaditas a


Fritz en el brazo y le dijo:

—Te lo aseguro, todo estará bien esta noche. He


trabajado mucho con él desde el asunto de Maidstone.
191

Además, esta noche no va a haber ninguna ruleta aquí. —


Sabía que Fritz no le cuestionaba para frustrarlo. La única
preocupación de Fritz era el bienestar de Wilbur y lo que
fuera en su mejor interés.

Bajando a la sala principal, Fritz siguió a Harlan a un


ritmo mucho más lento. Los preparativos para la fiesta
habían comenzado dos semanas antes. Cada habitación de
la casa tenía un árbol de Navidad gigantesco, decorado con
delicados adornos de cristal y encendido con miles de luces
blancas titilantes. Las guirnaldas enmarcaban chimeneas y
ventanas, el muérdago colgaba bajo el marco de cada
puerta, y grandes plantas de flor de pascua en rojo y
blanco decoraban las habitaciones. Algunas eran del
tamaño de un árbol, formando elegantes topiarios36. Otras
estaban colocadas en grandes vasijas antiguas y maceteros
que normalmente contenían palmas y jades. Harlan
contrataba a la mejor floristería de Savannah para hacer
todo esto cada año, y nunca quedó decepcionado.

Mildred se quedó fuera del armario del pasillo


comprobando las perchas. Llevaba un vestido negro con un
delantal de encaje Quaker37 blanco. Su trabajo implicaba la
supervisión completa del evento, y encargarse de todo el
personal adicional que Harlan contrataba cada año para
trabajar en la fiesta.

36
Poda artística. El arte de la topiaria es una práctica de jardinería que consiste en dar formas
artísticas a las plantas mediante el recorte con tijeras de podar. El nombre deriva de la palabra
latina topiarius (jardinero-paisajista ornamental), creador de topia (lugares).
37
Es un estilo de encaje. Quaker Lace fue una empresa fundada en 1889 precursora del encaje
hecho a máquina, muy popular porque al abaratar su manufactura hizo posible que las familias
de clase media pudieran disponer de la opulencia del encaje.
192

—¿Están todas las luces de la casa encendidas? —


preguntó Harlan. Aunque nadie podría subir al segundo o
tercer piso, Harlan quería que cada luz de la casa estuviera
iluminada por una noche. Pensó que haría parecer el lugar
festivo y acogedor.

Mildred frunció el ceño; odiaba malgastar la


electricidad.

—Todo está encendido. Todos los árboles están


iluminados, los camareros están en sus puestos, la comida
está lista para servirla, y la banda de jazz está en el salón
principal esperando comenzar. No se preocupe, doctor
Henderson, todo está bajo control. —Cruzó las manos por
debajo de la cintura y exhaló.

—Excelente, Mildred —dijo Harlan. Luego se volvió


hacia Fritz y le dijo—: ¿Por qué no te consigues una bebida
antes de que bajen tía Margaret y Wilbur? Te calmará los
nervios.

Fritz frunció el ceño.

—No es mala idea en absoluto —dijo—. No he estado


tan nervioso desde las últimas elecciones a la presidencia.
¿Te gustaría una, también?

—Estoy bien —dijo Harlan. Se dio la vuelta para


atrapar a Mildred antes de que saliera de la habitación—.
¿La terraza exterior de la sala principal está preparada? —
Este año había abierto la gran terraza porque el tiempo
estaba muy templado. Quería que los invitados pudieran ir
193

allí a bailar si les daba la gana. Incluso había colocado


grandes calentadores de propano por si acaso caso el
tiempo se volvía demasiado frío.

—Está todo listo, doctor Henderson —dijo Mildred.

Harlan le dio las gracias y siguió a Fritz hacia el salón.


Fritz ya tenía una copa en la mano y estaba de pie frente a
la chimenea.

—¿Seguro que Wilbur está listo para esto?

Harlan se acercó a un banco y se sentó. Fritz estaba


empezando a sacarle de quicio. Se encogió de hombros y
dijo:

—Le he instruido y entrenado durante seis meses. Si


no está listo ahora, nunca lo estará. Podrás ganar la
apuesta y tendré que admitir que me equivocaba todo este
tiempo.

Fritz le envió una mirada cómplice.

—No puedo dejar de sentirme parcialmente


responsable. Pero por lo menos me preocupo por él. ¿No te
importa lo que pase con el chico?

Harlan frunció el ceño y se giró bruscamente hacia él.

—¿Estás bromeando? ¿Qué crees que he estado


haciendo todos estos meses? —Miró el ardiente fuego y
sonrió—. Todo lo que he hecho ha sido por Wilbur. He
194

tomado a un joven infeliz con las uñas sucias y lo he


convertido en un fino caballero que ahora puede no
solamente hablar bien, sino conducirse por sí mismo en
cualquier situación que pueda surgir. Wilbur me importa
más de lo que alguien se pueda imaginar, Fritz. —Su voz se
volvió baja y grave. No estaba simplemente hablando con
Fritz. Hablaba como si acabara de descubrir ese hecho para
sí mismo.

Cuando levantó la vista del fuego, la cabeza se le cayó


hacia atrás bruscamente. Wilbur estaba de pie
solemnemente en la puerta junto al árbol de Navidad más
grande de la casa, mirándole con una media sonrisa.

Fritz dejó la copa y se acercó a él el primero. Lo miró


de arriba abajo, luego sonrió y dijo:

—Wilbur, estás magnífico esta noche.

—Gracias, Fritz —dijo Wilbur y sonrió. Movió


lentamente la cabeza y asintió hacia Fritz con un gesto
informal tan ligero que su barbilla apenas se movió.

Harlan se puso de pie y le miró un momento,


reconociéndolo, dándose golpecitos en la barbilla con el
dedo índice. Wilbur llevaba el suave pelo castaño peinado
con un ingenioso resultado, dando la impresión de que
acababa de bajar de un barco griego. Vestía un traje negro
ajustado, una almidonada camisa blanca de vestir y una
corbata negra de seda. La chaqueta se le ceñia a la delgada
cintura; el pliegue perfecto de sus pantalones negros le
bajaba por las delgadas piernas y se detenía en la parte
195

superior de sus zapatos de cuero negro. Incluso su piel


tenía un brillo especial, que podía ser por las titilantes luces
de Navidad. Harlan notó algo diferente en él que nunca
había notado antes, y no era solamente su aspecto
exterior. Wilbur parecía exudar una confianza en sí mismo
que venía de lo más profundo de su interior.

—Está maravilloso. ¿No estás de acuerdo, Harlan? —


preguntó Fritz.

Harlan se acercó a él. La cabeza le iba de arriba abajo.

—No está mal —dijo, frotándose la mandíbula—. Será


suficiente para esta noche.

Mientras Harlan le revisaba, Wilbur entrelazó los dedos


por debajo de la cintura y mantuvo una expresión neutra.
No parecía quedar ni rastro del joven temerario que derribó
las granadas en la fiesta de primavera. En su lugar había
un hombre joven seguro y fuerte, con el aplomo y la
confianza de la realeza.

—Tenemos que ir a la sala y esperar a los invitados


junto a la chimenea —dijo Harlan.

Pero se detuvo y vaciló. Entonces se dio la vuelta, se


acercó y apoyó la mano en la parte baja de la espalda de
Wilbur, así podía escoltarle hasta el mismo salón. Los ojos
de Wilbur se abrieron más y sus labios se separaron. Y no
dejó de sonreír hasta que Harlan retiró la palma de su
espalda.
196

Cuando llegaron los invitados, Wilbur se posicionó


entre Fritz y Harlan y saludó a cada uno de ellos con una
sonrisa distante y una mirada controlada. Harlan lo
presentó como el sobrino de Fritz de Boston, Will Munroe.
No entraron en detalles sobre su pasado. No parecía
necesario. Todo el mundo parecía tan cautivado con la
apariencia de Wilbur y la forma en que se movía, que se
quedaron asombrados y esperaron su próximo movimiento.

Harlan observó con atención. Wilbur parecía tener el


raro don del liderazgo sin esforzarse demasiado. Aunque
nadie en la habitación aparte de Fritz, Harlan, y la tía
Margaret conocían el enrevesado historial de Wilbur, lo
trataban como si acabara de ser elegido presidente de los
Estados Unidos. O como si fuera a ser elegido presidente en
el futuro. Y Wilbur se lo ganó solo por estar allí de pie
ofreciendo medias sonrisas y sencillos asentimientos de
cabeza. No solo se veía bien, parecía inteligente. Hizo que
todos se sintieran bien sin siquiera intentarlo; parecía saber
cómo brindar una sensación de emoción y esperanza al
mismo tiempo. Cada vez que un invitado miraba
deslumbrado a Wilbur, Harlan golpeaba a Fritz en las
costillas y se reía.
197

Cuando llegó la senadora que había estado en la


última fiesta de primavera de Harlan, se acercó a Fritz y a
Harlan y les presentó a su hijo.

—Él es Corbin —les dijo—. Está en casa de vacaciones


por el próximo mes. Este año está cursando un semestre
en Oxford.

—Es un placer conocerte, Corbin —dijo Harlan—. Me


alegro de verla de nuevo, senadora. Tenía miedo de que no
viniera después de ese pequeño percance en mi última
fiesta, cuando ese terrible chico derramó granada por todo
su vestido. —Entonces sonrió y le guiñó un ojo a Wilbur.

Wilbur se mordió el labio y le envió a Harlan una


penetrante mirada.

Pero la senadora simplemente sonrió y agitó el brazo.

—No fue nada, Harlan —dijo—. Yo no pensé más en


ello. Nunca me perdería una de sus maravillosas fiestas. —
Luego miró a Wilbur y sonrió—. Siempre tiene usted
invitados muy interesantes.

—Ah, bueno —dijo Harlan, señalando a Wilbur—. Él es


el sobrino de Fritz, de Boston, Will Munroe. Will, ella es la
senadora de la que te hablé. En la última fiesta un molesto
joven derramó algo por todo su vestido. —Tenía problemas
para mantener la cara seria; casi se echó a reír a
carcajadas.

Wilbur sonrió y dijo:


198

—Encantado de conocerla, senadora. —Entonces le


envió a Harlan otra seria mirada. Parecía tenso, tal vez
temeroso de que pudiera reconocerlo.

—Encantada de conocerle también, Will —dijo ella—.


Este es mi hijo, Corbin. Ustedes dos probablemente tienen
mucho en común. —No tenía la menor idea de que Wilbur
era el mismo joven que había derramado jugo rojo en el
dobladillo de su vestido hacía seis meses.

Cuando Corbin miró a Wilbur, Harlan dejó de reír.


Corbin frunció los labios como si estuviera a punto de silbar
y sonrió a Wilbur, con lujuria en la mirada y una expresión
siniestra. Al darle la mano a Wilbur, dudó por un segundo y
le miró la entrepierna. Harlan no estaba seguro de si la
senadora sabía que su hijo era gay, pero él pudo detectarlo
a una milla de distancia. El joven Corbin estaba
desvistiendo a Wilbur con los ojos. El pequeño pervertido
estaba probablemente midiéndole la polla. Estaba
literalmente a dos respiraciones de babear sobre la
chaqueta del traje de Wilbur. Era tan obvio que Harlan
golpeó a Fritz en las costillas de nuevo y dijo:

—Mira al pequeño rastrero, abriendo y lamiéndose los


labios.

—Efectivamente —dijo Fritz—. Es un poco obvio, debo


decir.

La senadora y su hijo podían haber permanecido allí


más tiempo, pero tía Margaret llevó a Buffy y a Biff
Campbell a saludar a Harlan.
199

—Mira quién llegó —dijo su tía—. Se están quedando


con unos familiares en Savannah para las fiestas.

—Me alegro de verte —dijo Harlan. Se había olvidado


de ellos. Tía Margaret mencionó que podrían estar en
Savannah, por lo que les había enviado una invitación a la
fiesta como un gesto amable, sin pensar que vendrían. Por
lo que Harlan recordaba, Buffy solía ir a Aspen para las
fiestas. Harlan preparó la lista de invitados él mismo. Pero
no comprobó las contestaciones. Confió en Mildred para
que lo hiciera todo en su lugar, sobre todo este año en que
estaba tan ocupado con Wilbur y todo eso.

Buffy besó a Harlan en la mejilla y le dio las gracias


por su amable invitación. Le felicitó por su casa, por la
elaborada decoración, y le dijo que había oído tanto acerca
de sus famosas fiestas que no podía creer que estuviera
realmente allí. Mientras ella hablaba sin cesar, Harlan
observó a Biff Campbell caminar furtivamente hasta Wilbur
y darle la mano. Biff se quedó demasiado cerca, mirando
todo el tiempo a los labios de Wilbur, y no se molestó en
saludar a Fritz o a Harlan. Evidentemente, Biff no había
olvidado a Wilbur, y ahora estaba tratando de recuperar el
tiempo perdido.

—Es bueno verte de nuevo, Biff —dijo Harlan—. Me


alegro de que finalmente hayas venido. —Estaba sonriendo
por fuera, pero en plena ebullición en su interior. Biff no
parecía tener vergüenza alguna. Y como todos los hijos de
papá38 de su clase, cuando quería algo, o a alguien, no
38
“Trust fund boys” en el original. Literalmente “chico de fondo fiduciario”: Una persona joven
cuyos padres son ricos y han establecido un fideicomiso para su hijo o hija. El fideicomiso
asegura que el niño va a ser atendido financieramente para toda la vida. Por extensión, se
200

dejaba que nada se interpusiera en su camino hasta


conseguirlo.

Buffy abrazó a Wilbur y le besó en la mejilla.

—Me alegro de verte de nuevo, Will. Fuiste muy


divertido el último verano, en la noche del casino. Todavía
estamos hablando de ello.

Wilbur le dio a Harlan un rápido encogimiento de


hombros y frunció el ceño. Luego se volvió hacia Buffy, la
miró a los ojos y dijo:

—Fue divertido, ¿no?, disfruté la noche


inmensamente. —Mantuvo un tono de voz monótono; no
sonrió ni una vez—. Espero que sepas que esa noche
estuve bromeando mucho.

—Tuve la sensación de que estabas bromeando —dijo


Buffy. Echó la cabeza hacia atrás y se rió—. Eres un niño
muy travieso, Will. —Sacudió el dedo de arriba a abajo y le
regañó.

Biff se acercó más.

—Eres un muchacho travieso —dijo, lamiéndose el


labio inferior—. Pero todos somos traviesos de vez en
cuando, ¿no es así? Yo puedo ser muy travieso.

aplica a los jóvenes “hijos de papá” con dinero que no saben lo que cuestan las cosas.
201

Buffy y tía Margaret no entendieron la doble intención


de Biff. Pero Harlan y Fritz sí. Harlan se inclinó hacia Fritz y
le dijo:

—Está tratando de meterse en sus pantalones, ¿no?

—Me temo que sí —dijo Fritz—. Y creo que el chico


está enamorado de Wilbur. Nunca he visto a nadie mirar a
otro de esa manera tan obvia.

—¿Enamorado? —preguntó Harlan. Pensaba que Biff


solo estaba caliente. No se le había ocurrido que alguien
realmente pudiera enamorarse de Wilbur.

—Mira la forma en que está ahí, mirándolo —dijo Fritz


—. Le he visto antes. Y le trajo flores el verano pasado. —
Fritz le palmeó el brazo—. Definitivamente él está
enamorado.

Harlan se frotó la mandíbula y miró a Biff. Le daba la


espalda a todo el mundo. Estaba mirando a Wilbur y
susurrándole algo. Wilbur intentó dar un paso atrás, pero
cada vez que se movía, Biff lo acorralaba más cerca de la
chimenea. Un paso más y Wilbur estaría dentro del fuego
en lugar de junto a él.

—Me encargaré de esto —dijo Harlan. Apretó la


mandíbula y enderezó los hombros.

—¿Qué vas a hacer?

—Ya verás.
202

Harlan se excusó y se acercó a la banda. Tocó al líder


en el hombro y le dijo que tocara algo clásico que inspirara
el baile en la terraza. Luego cruzó el salón y entró en la
sala principal para buscar a Corbin y a la senadora. Los
encontró de pie junto al aparador del comedor. Estaban
hablando con un político local sobre las próximas
elecciones.

Harlan tocó a Corbin en el hombro y le dijo:

—A Will le encanta bailar. Todavía está en el salón. No


estoy seguro de cómo se siente su madre acerca de que
usted baile con un hombre, pero pensé que debería saberlo.
—Esto podría ser delicado. Tenía que ser discreto. Y no
porque Wilbur no pudiera bailar. Fritz le había estado
llevando a una academia de baile durante semanas,
mientras Harlan dormía su siesta de la tarde. Había otra
razón para que Harlan se preocupara. Aunque era poco
usual que los hombres bailaran entre ellos en la mayoría de
lugares de Savannah, se esperaba ese tipo de cosas en una
de las fiestas de Harlan Henderson. La gente que iba no lo
pensaba mucho. Pero Harlan no estaba seguro de cómo
reaccionaría la senadora si su hijo comenzaba a bailar en
público con otro hombre.

Corbin arqueó las cejas y sonrió. Dio palmaditas en el


brazo a Harlan y dijo:

—Gracias, señor. No se preocupe por mi mamá. Ella


sabe que soy gay y está bien con eso. Llevo fuera del
armario desde que tenía quince años.
203

Cuando Corbin lo llamó señor, y luego se refirió a su


madre como mamá, Harlan sintió una punzada en el
estómago. De repente, se sentía como el hombre más viejo
de la sala, con estos prepotentes jóvenes en edad
universitaria listos para intensificar y asumir el control por
él. Si Vince hubiera aparecido en ese preciso momento y le
pidiera a Harlan que fuera a la cama con él, Harlan
probablemente lo seguiría solo para demostrarse a sí
mismo que no estaba fuera del juego todavía.

Pero Vince no estaba allí y Harlan estaba solo. Así que


siguió a Corbin hacia la sala y lo vio caminar hasta Wilbur y
Biff. Corbin no era tímido tampoco. Dio un paso entre
Wilbur y Biff y dijo algo que Harlan no pudo distinguir.
Entonces Corbin buscó la mano de Wilbur y lo llevó a la
terraza, dejando a un ofendido Biff Campbell de pie con las
cejas fruncidas y la boca abierta.

Harlan se acercó a Fritz y dijo:

—Será mejor que mantengamos un ojo sobre él. Tanto


Biff como Corbin quieren meterse en sus pantalones, y no
estoy seguro de que esté listo para algo así todavía.

Fritz cogió su copa de la repisa de la chimenea y dijo:

—Yo no me preocuparía.

—¿Por qué no?

—Wilbur no está interesado en ninguno de ellos —dijo


Fritz.
204

—¿Cómo puedes estar tan seguro? —preguntó Harlan


—. Los dos son unos jóvenes muy bien parecidos.

Fritz sonrió y le palmeó la espalda.

—Solo tengo esa sensación. No son su tipo. Vamos a


salir y a ver lo que hace Wilbur.

Wilbur y Corbin no fueron la única pareja de hombres


bailando en la terraza. Hubo varias otras, en edades que
iban desde los veinte hasta los setenta años. También
había algunas mujeres bailando juntas. Pero Wilbur parecía
concentrarse más en sus movimientos que en su pareja de
baile, notó Harlan. De vez en cuando volvía la cabeza,
miraba a Harlan, luego miraba hacia abajo, a sus pies,
como si temiera tropezar y caer.

Después del tercer o cuarto baile con Corbin, Biff se


acercó a ellos y tocó en el brazo a Corbin. Fritz y Harlan se
miraron y se encogieron de hombros. Cuando el siguiente
número comenzó, Biff le dio a Corbin un pequeño
empujoncito y empezó a bailar él con Wilbur. Dijo algo que
hizo que Wilbur sonriera, luego atrajo a Wilbur más cerca
de su cuerpo y le colocó la mano en la parte baja de la
espalda, tomando la iniciativa con la cabeza bien alta.

Mientras Corbin se situaba en un lado de la terraza a


la espera de su próxima oportunidad para interrumpir a
Biff, se frotaba las manos y daba golpecitos con su pie
derecho.

Harlan sonrió y dijo:


205

—Creo hemos terminado con nuestro Wilbur. Y creo


que he ganado la apuesta, Fritz.

—Es posible que hayas ganado la apuesta —dijo Fritz


—. Pero Wilbur no parece muy feliz ahí. Está muy rígido y
con la cara contraída. Si no lo conociera mejor, juraría que
el joven con quien baila no se ha bañado hoy.

—Tonterías —dijo Harlan—. Lo está pasando mejor


que nunca.

Entonces Harlan dejó a Fritz solo y cruzó la pista de


baile para averiguarlo por sí mismo. La banda había
comenzado uno de sus valses favoritos y quería bailarlo con
Wilbur. Se acercó a Biff y a Wilbur, y tocó a Biff en el brazo.
Cuando Biff vio que era Harlan se hizo a un lado, sonrió y
dejó que Harlan lo interrumpiera sin ningún tipo de actitud.
Hubo algo en ese gesto que insultó a Harlan. Como si
Harlan no representara una amenaza para Biff y Corbin sí.
Harlan solo tenía treinta y nueve años, sin embargo, este
insolente veinteañero insulso y atrevido lo trataba como si
tuviera cien años y estuviera listo para el cementerio.

Mientras Biff volvía al lado de la terraza para ponerse


al lado de Corbin, Harlan preguntó a Wilbur,

—¿Qué pasa? Estás muy serio. ¿Ha dicho algo que te


haya molestado?

Wilbur le paso una mano por la cintura y le tomó la


mano con la otra. Acercó a Harlan más y sonrió por primera
vez desde que salió a la terraza.
206

—No hay nada malo ahora que estás aquí. Estoy


cansado de que esos chicos me lleven alrededor de la pista
de baile. Ambos son muy prepotentes y agresivos. Quiero
guiar esta vez. Quiero tener el control.

Luego dio un paso atrás, se volvió rápidamente y


comenzó a bailar el vals con Harlan alrededor de la terraza.

Al principio, Harlan se quedó boquiabierto. Wilbur era,


de hecho, uno de los bailarines más fuertes con el que
alguna vez hubiera estado. Wilbur sabía cuándo girar, cómo
guiar y la forma de controlar cada paso que daba. Harlan
sonrió y se dejó llevar por Wilbur sin tropezar o perder el
paso. Harlan prefería seguir que guiar, y no se avergonzaba
de admitirlo ante nadie. Por primera vez esa noche, Wilbur
levantó la cabeza, cuadró los anchos hombros y sonrió
durante toda la danza.

Para el momento en que la canción terminó, Corbin y


Biff estaban esperando para interrumpirlo. Corbin llegó
primero. Pero Wilbur se negó a liberar la mano de Harlan
de inmediato. Lo sostuvo con un férreo control y dijo:

—¿Un baile más? Eres muy bueno. Puedo conducirte


por todos lados y hacerte lo que sea.

—Tengo que volver con mis invitados ya —dijo Harlan


—. Estarás en buenas manos con Corbin. Estoy seguro de
que es un buen bailarín. —Luego se hizo a un lado y Corbin
se adelantó a Biff para tomar la mano a Wilbur.
207

Cuando la siguiente canción empezó a sonar, Wilbur


bajó la cabeza y permitió a Corbin llevar el mando de
nuevo. Dejó de sonreír y siguió sus movimientos sin vacilar.

Al final de la noche, una de los invitados se acercó a


Harlan y dijo:

—He oído que el joven, Will Munroe, es primo tercero


del príncipe Guillermo por el lado de la familia de la
princesa Diana. —Entonces le agradeció a Harlan por la
fiesta y se deslizó por la puerta principal, agitando una
servilleta de papel rojo sobre su oído.

Harlan se rió y atrajo a Fritz a su lado. Estaban de pie


en el vestíbulo de entrada, como siempre, despidiendo a los
invitados.

—Acabo de escuchar que nuestro Wilbur está


emparentado con la fallecida princesa Diana. Parece que
hay un rumor. —Le dio una palmada a Fritz en la espalda y
dijo—: No te puedo decir lo maravillosamente que me
siento ahora mismo, Fritz. Y no podría haberlo hecho sin tu
ayuda.

—Es bastante increíble —dijo Fritz—. Pensar que hace


solo seis meses el chico era un desastre que tropezaba con
granadas. Ahora piensan que es de la realeza británica.

Cuando la senadora se fue, le dio las gracias a Harlan


y dijo:
208

—Ha sido una fiesta preciosa. —Miró a su hijo y sonrió


—. Sé que Corbin pasó un buen rato bailando con Wilbur.

Corbin se sonrojó, luego le estrechó la mano a Harlan


y le dio las gracias.

—Will me dio su número de teléfono. Podría verle de


nuevo pronto.

—¿No es genial? —dijo Harlan con desdén. Entonces


se rió y se volvió para dar las buenas noches a la siguiente
partida de invitados.

Buffy y Biff Campbell fueron los últimos en salir. Biff


no dejaba a Wilbur fuera de su vista. Había seguido a
Wilbur toda la noche, llamando su atención, tratando de
conseguir acercarse un paso más sin mucha suerte.

Incluso Buffy parecía interesada en Wilbur.

—Él tiene esa cualidad de ser distante, pero sabio —le


dijo a Harlan de camino hacia la puerta—. Nunca he
conocido a nadie como él. Tiene una elegancia imposible de
describir.

Biff le dio a Wilbur un largo abrazo, luego le estrechó


la mano a Harlan.

—Voy a estar por aquí una semana más o menos —


dijo—. Me gustaría que quedáramos, Will.

Harlan saltó rápido.


209

—Ya veremos, Biff. Estaremos yendo y viniendo toda


la semana. —Luego dio las gracias a Biff por venir a la
fiesta y prácticamente lo empujó hacia la puerta.

Cuando Biff se hubo ido, Wilbur suspiró y exhaló con


tanta fuerza que parecía como si todo su cuerpo fuera a
hundirse y desinflarse allí mismo, en la sala principal.

Harlan no estaba prestando atención. Estaba hablando


con Fritz, yendo hacia la sala para sentarse y tomar una
copa antes de acostarse. En el camino, se tropezó con una
gran urna cerca de la escalera. Sus brazos salieron
disparados y girando en círculos. El cuerpo se le fue hacia
adelante y luego hacia atrás, y luego de nuevo hacia
delante. A medida que su rostro se dirigía directamente
hacia el suelo de mármol, Wilbur extendió la mano y le
agarró por la cintura. Entonces tiró de él y le ayudó a
recuperar el equilibrio.

Harlan se puso colorado. Se alisó la parte delantera de


la chaqueta.

—Bueno, qué tonto soy. Debería haber visto esa


vasija. Gracias, Wilbur. —No tenía idea de que Wilbur fuera
tan fuerte. Si hubiera sido Fritz, habría caído contra el
mármol y se habría roto la nariz.

Wilbur se encogió de hombros.

—Sé cómo se siente. Tropecé con las granadas en la


fiesta de primavera de la misma manera. Es posible que se
210

plantee un cambio y mover esas vasijas. No siempre tiene


que ser todo de la misma manera.

Harlan le dirigió una mirada curiosa.

—Lo tendré en cuenta.


211

Capítulo Trece
Cuando Mildred apagó las luces que bordeaban el
camino de entrada, Harlan, Fritz, y Wilbur fueron a la
biblioteca para tomar una copa. Harlan pasó el brazo
alrededor del hombro de Fritz y dijo:

—No he sonreído así en años. No me he sentido así en


años. Casi me desmayo cuando me enteré de que
pensaban que nuestro Wilbur estaba relacionado con el
príncipe Guillermo.

Fritz se golpeó la rodilla y echó la cabeza hacia atrás.

—Eso es divertido, Harlan. Pensar que nuestro joven


Wilbur se relaciona con la fallecida princesa Diana. Es el
comentario más divertido que oí en toda la noche.

—¿Viste la forma en que todos se le quedaban


mirando? —preguntó Harlan—. Creo que algunos de ellos
estaban realmente aterrorizados de acercarse a él. —Se
sentó en una silla de cuero y estiró las piernas.

Fritz le entregó a Harlan un brandy, luego levantó su


vaso.

—Por hacer frente a lo imposible.


212

Entrechocaron sus vasos y tomaron un gran trago.


Mientras se reían y felicitaban, Wilbur se quedó en un
rincón oscuro de la habitación, cerca de la chimenea, con la
cabeza inclinada y las manos cruzadas. Los vio felicitarse
entre sí, y se burló cuando brindaron por su triunfo.

Un minuto después de que brindaron por Wilbur,


Mildred entró en la biblioteca, y dijo:

—Me voy a la cama, doctor Henderson. Todo está


guardado, y vamos a empezar la limpieza importante a
primera hora de la mañana.

—Gracias —dijo Harlan—. Fue una fiesta maravillosa.


La mejor que he tenido. No podría haberlo hecho sin ti.

Ella sonrió y le dio las gracias y dijo buenas noches.

Cuando Mildred los dejó, Fritz se terminó el brandy y


dijo,

—Harlan, te aplaudo. Dijiste que lo convertirías en un


caballero y lo has hecho. Debo admitir que tenía mis dudas,
pero en realidad lo hiciste. Convertiste a una criatura
subdesarrollada en un hombre pulido y respetable.

Cuando Fritz dijo eso, Wilbur puso su mano sobre la


mesa cercana a la chimenea y le envió una larga mirada
plana por debajo de sus párpados entrecerrados.

Durante los siguientes quince minutos, Fritz y Harlan


se jactaron y se jactaron sobre los logros de Harlan. Se
213

rieron de la manera en que Corbin y Biff habían luchado por


bailar con Wilbur. Se inclinaron cuando discutieron la forma
en que Buffy Campbell describió el distante sentido de
dignidad de Wilbur y su sentido natural del estilo. Y
mientras bromeaban y peleaban, Wilbur estaba en un
rincón oscuro cerca de la chimenea, mirando con los ojos
en blanco y los labios fruncidos.

—Ah, bueno —dijo Harlan, terminando su brandy—.


Me alegro de que todo haya terminado ya. Puedo ir a
dormir esta noche con la cabeza despejada. He hecho bien
mi trabajo.

Wilbur levantó la ceja derecha y se apretó la lengua


contra la mejilla.

Fritz sonrió y dejó la copa en el bar.

—Se está haciendo tarde. Creo que iré a casa y


dormiré un poco también.

Harlan se puso de pie y lo acompañó hasta la puerta


principal. Fritz no se molestó en decir buenas noches a
Wilbur, y pasó junto a él de camino a la puerta.

Cuando Harlan volvió, llamó a Mildred, pero ella no


respondió.

—Maldita sea —dijo—. Debe de estar ya arriba. Iba a


pedirle que llevase café a mi habitación por la mañana.
Creo que mañana voy a dormir hasta tarde. Me merezco un
descanso. He trabajado duro.
214

Wilbur no respondió. Se quedó allí mirando a Harlan.

—Buenas noches, Wilbur —dijo Harlan—. Voy a subir.


Por favor, apaga todas las luces de aquí, y sé un buen chico
y déjale una nota a Mildred para que me lleve el café a la
habitación por la mañana.

Harlan se dio cuenta de la forma en que Wilbur


permaneció en silencio, pero pensó que estaba cansado.
Los ojos de Harlan se sentían tan pesados que lo único que
quería hacer era meterse en la cama y taparse con las
cubiertas por encima de la cabeza para las próximas diez
horas. Pero cuando llegó a la escalera, se detuvo en seco y
se palmeó el pecho, y luego se dio unas palmaditas en los
pantalones.

—Maldita sea —dijo—. ¿Dónde he puesto las gafas


para leer? Pensé que estaban en uno de mis bolsillos. Debo
de haberlos dejado en algún lugar de la biblioteca.

Sin sus gafas de lectura ni siquiera podía ver el reloj


de la mesilla de noche. Se dio la vuelta y regresó a la
biblioteca, asumiendo que probablemente las dejó en la
mesa de café. Pero cuando llegó a la puerta y miró a la
habitación, se le fue la cabeza hacia atrás y se quedó
boquiabierto. Wilbur estaba sentado en uno de los sillones
frente al sofá. Estaba inclinado hacia delante, con los codos
sobre las rodillas y la cara entre las manos.

Wilbur miró a Harlan. Tenía la cara roja y los ojos


húmedos. Trató de controlar su labio superior, pero solo le
215

tembló más. Levantó las gafas de lectura de Harlan de la


mesa de café, y las arrojó al otro lado de la habitación.

—Aquí están tus malditas gafas de lectura, y puede


que nunca veas con claridad con ellas de nuevo. —Tenía la
voz rota por la emoción y las lágrimas le recorrían su suave
cara.

Harlan parpadeó.

—¿Qué diantres te pasa?

—Ah, bueno, no hay nada de malo en mí. Y


ciertamente no hay nada malo en ti. Gané la apuesta para
ti, y ahora puedes seguir adelante con tu pequeña vida feliz
como siempre. No significo nada para ti, nada en absoluto.

—Tú, pequeño y tonto ingrato —dijo Harlan. El


pequeño tonto estaba desquiciado. Se cruzó las manos a la
espalda y sonrió. Harlan se enorgullecía de no perder los
nervios, sobre todo a estas horas de la noche—. Tú no
ganaste nada para mí. He trabajado duro para ganar la
apuesta. Te di exactamente lo que necesitabas. —Entró en
la habitación y miró a Wilbur—. ¿Por qué me lanzaste las
gafas de leer? Eso ha sido muy grosero.

—Tú, pomposo y santurrón marica mimado —dijo


Wilbur—. Deberías haberme dejado solo. Nunca debiste
haberme enseñado nada. Ahora que todo ha terminado,
simplemente me echarás por donde vine. No significo nada
para ti. Solo he sido un experimento, un caso de estudio.
216

Harlan sonrió y se frotó la mandíbula.

—Ya veo —dijo—. Así que mi pequeña creación está


preocupada. —Él se rió en la cara de Wilbur.

Wilbur levantó los brazos y apretó los puños.

—Podría golpearte, hombre despiadado y pretencioso.

—¿Cómo te atreves a mostrarme los puños? —dijo


Harlan. Señaló el sofá—. Ve allí, siéntate y contrólate a ti
mismo. —No tenía miedo. Sabía que Wilbur nunca le haría
daño físicamente.

Wilbur dejó caer los brazos y sus hombros se


desplomaron. Suspiró y se acercó al sofá. Luego se dejó
caer en medio del cojín y empezó a gemir.

—Esto es un desastre. ¿Qué voy a hacer ahora?

Harlan comenzó a pasearse por la habitación. Esta


explosión era algo que no esperaba.

—¿Cómo puedo saber lo que vas a hacer? No estoy


seguro de lo que yo voy a hacer a continuación. —A pesar
de su sonrisa, se dio cuenta de que su tono era desdeñoso
e irritable.

—Lo sé —dijo Wilbur, sacudiendo la cabeza. Bajó la


voz y se tiró en el sofá con una caída dramática—. No te
podría importar menos. No te importa si vivo o muero, si
217

como o muero de hambre. No soy nada para ti. Significo


menos que tus condenadas gafas de letura.

—Gafas de lectura.

—Gafas de lectura.

Harlan frunció el ceño.

—No entiendo por qué te estás comportando de esta


manera. ¿He hecho algo para ofenderte?

—No.

—¿Te he maltratado de alguna manera mientras


estabas aquí?

—No.

—¿He intentado aprovecharme de ti de alguna


manera?

—No.

—Entonces simplemente no lo entiendo —dijo Harlan


—. Tal vez estás cansado y demasiado emotivo porque
hubo demasiada tensión hoy. Voy a dejarte conducir el
Porsche mañana. Ya sabes cuánto te gusta conducirlo. —
Forzó una sonrisa, con la esperanza de cambiar el humor
de Wilbur. Pero su estado de ánimo estaba empezando a
decaer también. De pronto se sintió como si estuviera
218

pisando a través de arenas movedizas—. Te sentirás mejor


por la mañana después de una buena noche de sueño.

—No. —Wilbur rugió la palabra como si estuviera


sufriendo. Luego dijo “gracias” con una voz más suave.

Harlan sonrió.

—Te sentirás mejor por la mañana, lo prometo. No


hay nada de qué preocuparse. Todo el estrés que has
pasado en los últimos seis meses se ha acabado.

Wilbur se puso de pie y le dio la espalda a Harlan.

—Se ha acabado todo para ti —dijo—. Pero no se ha


acabado para mí. —Entonces apretó los puños, los apretó
contra sus mejillas, y dijo—: Mierda, ojalá estuviera
muerto.

—¿Por qué diantres dirías algo tan horrible? —


preguntó Harlan—. Simplemente no lo entiendes todo aún.
—A pesar de que estaba tratando de seguir siendo claro y
optimista, este comentario le provocó un fuerte dolor en la
boca del estómago. Siempre había sabido que Wilbur tenía
un lado emocional, pero nunca había imaginado que el
muchacho pudiera ser irracional.

Wilbur levantó los brazos y se encogió de hombros.

—Soy demasiado estúpido para entender. Soy un


pueblerino subdesarrollado que no tiene ni idea. Deberías
haberme dejado donde me encontraste.
219

—Tienes todo el mundo frente a ti ahora —dijo Harlan


—. Eres joven y tienes todo un camino que te espera. Ve a
la cama y sé agradecido.

—Sé por qué tú estás agradecido —dijo Wilbur—. Te


escuché. Estás agradecido de que todo haya terminado y
me puedas echar ya. —Se esforzó por estabilizar su labio
superior—. Has terminado tu trabajo.

—Eres joven y libre para hacer lo que quieras —dijo


Harlan—. El mundo entero te está esperando. —No
entendía toda esta emoción. Simplemente no tenía sentido.
Si hubiera estado en el lugar de Wilbur, habría estado
bailando alrededor de la terraza.

Hubo una larga pausa. Wilbur caminó hacia el otro


lado de la habitación y tomó una respiración profunda. Bajó
la cabeza y dijo:

—¿Qué se supone exactamente que debo hacer? No


estoy capacitado para ninguna cosa, no tengo ninguna
educación formal, no tengo dinero y ninguna experiencia en
absoluto. Voy a acabar en las alcantarillas. Empujando un
carro de la compra y durmiendo en el parque.

Harlan sonrió y se frotó la barbilla.

—¿Así que eso es lo que te preocupa? Yo no me


preocuparía. Estarás bien. No tendrás ningún problema en
absoluto para encontrar tu propio lugar en el mundo.

Wilbur sorbió y se enjugó las lágrimas de los ojos.


220

—Podrías conocer a un caballero de mediana edad y


establecerte con él —dijo Harlan—. He visto ese tipo de
cosas muchas veces. Hombres gais de mediana edad y
bonitos jóvenes gais como tú que comienzan relaciones
maravillosas y saludables. No todos los hombres gais como
yo se resignan a estar solos por el resto de sus vidas. La
mayoría de ellos, de hecho, quieren un amante más joven y
un compañero con quien compartir su vida. Ellos están ahí
fuera buscándolo por todo internet. —Cuando dijo esto,
Wilbur le dirigió una mirada patética—. Y tú no eres mal
parecido —siguió Harlan—. En realidad, eres bastante bien
parecido a veces. —Luego frunció el ceño y respiró
rapidamente—. Ahora no, por supuesto, porque has estado
armando un escándalo y llorando. Ahora mismo te ves
terrible. Pero, sin duda, diría que cuando estás tranquilo y
en un estado mental normal eres lo que la mayoría de la
gente llamaría atractivo.

—¿Atractivo?

—Sí —dijo Harlan, enviándole una sonrisa alentadora.


Estaba tratando de levantarle el ánimo para poder irse a la
cama. Estaba tan agotado que había estado reprimiendo las
ganas de bostezar durante los últimos diez minutos—. Por
supuesto que no tienes los músculos de un joven como
Vince, pero tu cuerpo es delgado y no está mal en absoluto.
Tienes una buena cabellera. Estoy seguro de que hay
muchos hombres gais que te encontrarían atractivo. —
Entonces Harlan se metió las manos en los bolsillos y se
acercó a la puerta—. Te sentirás mucho mejor por la
mañana. Después de una buena noche de sueño, verás que
toda esta estupidez era por nada. Tal vez tía Margaret
221

pueda encontrar a un hombre de mediana edad adecuado


para ti. Conoce toneladas de hombres homosexuales en
Nueva York.

—Antes de conocerte, vendía duramente mi trabajo —


dijo Wilbur—. No me vendía yo. Trabajé como jardinero,
camarero, y como hombre de mantenimiento general, no
como puto masculino. Pero ahora que me has cambiado, no
hay mucho más para lo que esté calificado que convertirme
en un prostituto masculino y buscar hombres de mediana
edad que estén más que dispuestos a pagar por los talentos
de un joven como yo. —Se volvió y se enfrentó a Harlan. Le
miró y le dijo—: No conoces el significado de la palabras
relación, pareja o amor. Eres inhumano.

Harlan rodó los ojos.

—Dios mío, Wilbur, qué histrionismo. No tienes que


aceptar estar con un hombre de mediana edad si no quieres
—dijo—. Puedes hacer otra cosa.

—¿Como qué?

Pensó un momento, luego levantó el brazo y señaló


con el dedo.

—¿Qué tal vendedor de autos? Te encantan los autos.


Adoras conducir el Porsche. Podrías vender autos caros de
alta gama. Incluso te puedo presentar al gerente del
concesionario donde compré el Porsche. Estoy seguro que
estaría feliz de entrenarte.
222

Wilbur no respondió. Bajó la cabeza y le puso mala


cara.

Entonces Harlan se impacientó. Estaba perdiendo buen


tiempo de sueño. Bostezó y dijo:

—Tengo que ir a la cama ya. Estoy agotado. —Levantó


la cabeza y sonrió de nuevo, con la esperanza de mantener
los ánimos ligeros y agradables. A medida que avanzaba
por la sala, dijo—: Buscaba algo cuando llegué. Ahora, ¿qué
era?

—Tus gafas de lectura —dijo Wilbur. Su voz era baja y


uniforme.

—Ah, sí —dijo Harlan—. Recuerdo que las lanzaste


contra mí. —Se rió y bromeó con eso, con la esperanza de
poder salir de la habitación antes de que Wilbur comenzara
algo emocional.

Cuando se agachó a recoger las gafas del suelo, dijo


Wilbur:

—Antes de irte, me gustaría saber algo. Es importante.

Harlan se levantó y se metió las gafas en el bolsillo.

—¿Qué es?

Wilbur sonaba más tranquilo ahora.


223

—Me gustaría saber lo que me pertenece —dijo Wilbur,


siguiéndole por el pasillo—. ¿Esta ropa y la demás ropa que
compraste me pertenecen a mí, o te pertenecen a ti?

—¿Por qué diantres preguntas eso ahora? —No se


volvió. Continuó caminando hacia la escalera.

—Quiero saber lo que puedo llevarme conmigo cuando


me vaya —dijo Wilbur—. No quiero ser acusado de robar
cualquier cosa.

Cuando escuchó la palabra “robar”, se detuvo y se


volvió hacia Wilbur.

—No me gusta cómo suena eso, Wilbur. Tiene cierta


implicación que me molesta. Yo no te acusaría de robar.

Wilbur levantó la barbilla y le miró a los ojos.

—Lo siento, doctor Henderson. Solo soy un pueblerino


tonto que no conoce otra cosa mejor. Solo quiero saber lo
que es mío y lo que no lo es, para que no haya ningún
error. Nunca habrá ningún sentimiento entre un hombre
como usted y un hombre como yo, así que ¿me haría el
favor de decirme lo que es mío y lo que no lo es? —
Mantuvo la voz calmada y neutra, e incluso sin nada de su
antiguo acento.

Por su vida, Harlan no podía entender a dónde iba


Wilbur ahora. Wilbur no lo había llamado doctor Henderson
en más de seis meses. Oh, Harlan estaba cansado de todo
esto. Se sentía el rostro caliente y el corazón comenzó a
224

latirle más rápido. Así que levantó los brazos y respiró


hondo.

—Tómalo todo de la puta casa si lo deseas. Me


importa una mierda. —El ojo izquierdo le comenzó a
temblar. Se dio la vuelta y regresó a la escalera—. Eso sí,
no te lleves las joyas que llevas ahora. Son un préstamo de
un joyero de la ciudad.

—Espere —dijo Wilbur. Bajó las manos y comenzó a


quitarse el reloj Rolex que llevaba y los gemelos de
diamantes de los puños de la camisa—. Puede llevarse esto
ahora, así sabrá que están a salvo. No quiero que se
preocupe de que se los robe.

Harlan exhaló y negó con la cabeza.

—Dame esas cosas. Si no pertenecieran a la joyería,


te las metería por tu pequeño culo ingrato en este
momento.

Cuando Wilbur le entregó el reloj y los gemelos, se


volvió y se mordió el labio inferior. No podía entender por
qué Wilbur estaba siendo tan malo. En los últimos seis
meses, este era un rasgo que Harlan había pasado por alto.
Por un momento, Harlan se sintió como el doctor
Frankenstein, cuando su creación se volvió contra él y lo
atacó sin razón.

—Espere —dijo Wilbur—. ¿Qué pasa con el anillo? No


es del joyero. Lo compró para mí cuando salimos en un
largo viaje el verano pasado. —Se quitó el anillo y dijo—:
225

Ya no lo quiero. —Sonaba más como un niño enfurruñado


que como un hombre adulto.

Habían hecho un largo viaje y pasaron por un


mercadillo al aire libre en el sur de Georgia en agosto
pasado. Cuando se detuvieron a mirar a su alrededor, en
las mesas, Wilbur vio un anillo de plata de ley 39 con un gran
fragmento de ónix negro en el centro. Pareció tan cautivado
por el anillo que Harlan se lo compró. No costó mucho,
menos de veinte dólares. Pero al ver la mirada de placer
absoluto en la cara de Wilbur cualquiera habría pensado
que costó un millón. A través de todo el duro trabajo que
habían hecho, habían sido los momentos como este los que
le confirmaban a Harlan que estaba haciendo lo correcto
con Wilbur. Y aunque nunca le admitiría esto a Wilbur en
voz alta, si el anillo hubiera costado un millón de dólares se
lo habría comprado de todos modos.

Pero cuando Wilbur dijo que ya no lo quería, Harlan


sintió un pinchazo repentino en sus ojos. Su rostro se
endureció y cruzó de nuevo hacia donde Wilbur estaba de
pie. Cuando Wilbur se acercó para entregarle el anillo,
sintió una descarga de adrenalina. Así que le arrancó el
anillo de la mano, levantó el brazo rápidamente y lo arrojó
al otro lado de la habitación.

El anillo aterrizó en la chimenea. Wilbur se cubrió la


cabeza con ambos brazos y se agachó como si estuviera
evitando un golpe.

—No me pegues —gritó.


39
Aleación de plata y cobre
226

Los ojos de Harlan se hincharon.

—¿Golpearte? Nunca te golpearía. Yo nunca te haría


daño. No de la forma en que me has herido esta noche. Me
has lastimado de una manera que nadie lo ha hecho antes.
—Se dio la vuelta y se dirigió a las escaleras. Tenía la
cabeza gacha y los hombros caídos.

—Ahora ya entiendes por lo menos la mitad de cómo


me estoy sintiendo en este momento —dijo Wilbur.

—Eres un loco —dijo Harlan, tratando de alcanzar la


barandilla—. Nunca pierdo los estribos, nunca. Al menos no
hasta que te conocí. Me voy a la cama ahora. No quiero
alargar más esta discusión.

Cuando estaba a mitad de subida por las escaleras,


Wilbur miró y le dijo,

—Mejor escriba su propia nota para Mildred sobre el


café en la cama, porque yo no lo haré.

Harlan se detuvo y se volvió. Cuadró los hombros y le


envió a Wilbur una mirada furiosa.

—A la mierda la nota, a la mierda Mildred, a la mierda


el café en la cama, y a la mierda mi propia estupidez por
atreverme a desperdiciar mi talento en un pequeño cabrón
sin corazón como tú. —Luego se volvió tan rápido que casi
derribó una de sus vasijas de antigüedades en el rellano. La
atrapó a tiempo, titubeó con ella durante unos segundos
227

antes de poder equilibrarla, y miró a Wilbur. Respiró hondo,


exhaló, y continuó hasta su habitación.

Mientras él gruñía y gemía todo el camino hasta el


segundo piso, no sabía que Wilbur se había quedado en el
pasillo, agachado sobre sus manos y rodillas, escarbando a
través de las cenizas de la chimenea para poder recuperar
el anillo de ónix y plata barata. Si Harlan hubiera estado
allí, habría visto la forma en que Wilbur se desplomaba y la
forma en que sus hombros temblaban mientras trataba de
limpiarse las lágrimas de los ojos con el dorso de la mano
para no llenarse el rostro de cenizas. Pero más que eso,
Harlan no habría sido capaz de ignorar los sollozos
lastimeros que venían de lo más profundo del interior de
Wilbur cuando encontró el anillo y se lo puso de nuevo en el
dedo.
228

Capítulo Catorce
Después de la desagradable escena con Wilbur, Harlan
cerró la puerta del dormitorio y se arrancó la ropa. La tiró
en todas direcciones y se dejó caer en la cama. Cuando
estuvo por fin acostado, sus piernas se estremecieron con
alivio. Cuando apoyó la cabeza en la almohada y cerró los
ojos, bostezó tan fuerte que los oídos le estallaron.

Pero los oídos no paraban de sonarle desde todo el


ruido de la fiesta. Y no podía encontrar una posición
cómoda en la cama. Cambiaba la almohada y la golpeaba
cada quince minutos. No dejaba de mover los pies para
encontrar las partes frescas en las sábanas. Trató de
quedarse sobre el estómago, pero no funcionó. Trató de
dormir de costado y de espaldas. Pero cada vez que
cerraba los ojos se imaginaba a Wilbur acobardado cuando
había levantado la mano y arrojado el anillo a través del
cuarto. Harlan no quería asustarle; no tenía intención de
perder los estribos. La última cosa en la tierra que quería
era hacerle daño a Wilbur.

A las tres de la mañana, gruñó y se volvió de


espaldas. Estaba a punto de abandonar el sueño y abrir un
libro cuando se produjo un suave golpe en la puerta de su
dormitorio. Se subió las mantas hasta el pecho y preguntó
“¿Quién es?” La última vez que Mildred había llamado a su
puerta, la alarma antirrobo había avisado a la comisaría.
229

La puerta se abrió lentamente y vio a Wilbur


mirándole. No habló, se quedó allí con las piernas abiertas
y las manos en las caderas.

—¿Has venido aquí para pedir disculpas por tu


pequeño arrebato de esta noche? —preguntó Harlan.
Aunque se había calmado, todavía estaba algo molesto por
su pelea.

Wilbur entró en la habitación y cerró la puerta. Cuando


se puso de pie delante de un rayo de luna blanca que
brillaba a través de la ventana frontal, Harlan vio que no
llevaba nada, excepto unos bóxer celestes a cuadros.
Estaban sueltos y le colgaban de las caderas tan bajos que
podía ver dónde los músculos sólidos del dorso de Wilbur se
articulaban con sus músculos abdominales.

—Vine a ganar mi apuesta —dijo—. Entonces me iré.


Mis maletas están hechas.

Harlan se incorporó y se frotó los ojos. Se apretó


contra las mantas fuertemente; no estaba usando nada.

—¿De qué apuesta estás hablando?

Wilbur sonrió.

—Tú no eres el único con quien Fritz tenía una apuesta


—dijo Wilbur—. Yo también aposté con él. Estabas tomando
una de tus malditas siestas una tarde, el verano pasado, y
Fritz y yo estábamos jugando a cartas cerca de la piscina.
Le dije: “Fritz, me encantaría entrar en los pantalones de
230

Harlan” y Fritz se rió y dijo “Eso sería imposible. Tú no eres


el tipo de Harlan. No bebes suficiente cerveza, no eres lo
suficientemente inculto y desaliñado, no hueles como la
taquilla de un vestuario, y no escupes en la acera cada tres
minutos.” Entonces le aposté a Fritz que sí podría, de
hecho, meterme en tus pantalones. Fritz lo aceptó. Y ahora
estoy aquí para ganar la apuesta antes de salir de esta casa
para siempre. Pobre Fritz. Parece como que va a perder por
partida doble esta noche.

Harlan se incorporó un poco más y le echó un débil


vistazo.

—No te creo. Fritz me hubiera dicho algo acerca de


esto. —Todos estos meses que había estado ofreciendo su
mejor comportamiento, asegurándose de que no hiciera ni
dijera nada que pudiera ser malinterpretado como un
avance sexual. Quería dejar claro que su interés por Wilbur
era solo profesional. No quería que todo el mundo lo mirara
como si fuera un estereotipo de mediana edad. Pero
mientras él mantenía sus intenciones honestas y sinceras,
Fritz y Wilbur se habían estado riendo a sus espaldas todo
el tiempo.

—Fritz juró guardar el secreto —dijo Wilbur, dando dos


pasos más hacia la cama—. Y Fritz es un hombre de honor.
No lo culpo. Es un buen amigo y un buen hombre.

Eso era cierto. Harlan sabía que Fritz nunca diría una
palabra si hubieran juramentado una promesa secreta. Pero
no importaba mucho de todos modos, porque Wilbur no iba
a ganar la apuesta.
231

—Estás perdiendo el tiempo, Wilbur. No tengo ninguna


intención de hacer nada contigo. Tú no vas, como tan
elocuentemente citaste, a meterte en mis pantalones. —
Luego cruzó los brazos sobre su pecho y apretó los labios.

Wilbur sonrió y se metió la mano derecha en los


calzoncillos. Se bajó la cintura escasos centímetros, se sacó
el miembro, y lo dejó colgando para que Harlan lo viera.
Luego se puso las manos detrás de las caderas y dijo:

—Date la vuelta y extiende las piernas tanto como


puedas.

A Harlan se le desorbitaron los ojos y se le cayó la


mandíbula. Aunque había pensado en la polla de Wilbur
desde que se la había visto en los Hamptons —él no era un
santo—, siempre había empujado esos pensamientos al
fondo de su mente.

—Aleja esa cosa en este momento —le dijo—. Esto es


una locura. ¿Qué diantres estás tratando de hacer, Wilbur?
No tengo ninguna intención de dormir contigo.

—Yo no estoy hablando de dormir, Harlan. Estoy


hablando de joder. Estoy hablando de estrellarte contra la
otra habitación.

—Bueno, eso no va a suceder.

—Estoy tratando de meterme en tus pantalones para


poder ganar mi apuesta —dijo Wilbur—. Es lo justo. Tú
ganaste tu apuesta con Fritz. Ahora es mi turno. —Entonces
232

meció las caderas de delante hacia atrás, lo que permitió


que su grueso y blando pene se balancease en el claro de
luna.

—Tú no me das órdenes —dijo Harlan. Pero su boca


comenzó a hacerse agua cuando vio la forma en que la
polla de Wilbur rebotaba—. Yo soy el maestro. Yo estoy a
cargo. Yo soy el que te da las órdenes, y no lo olvides. —Se
cubrió con las mantas hasta el cuello y se sentó tan rápido
como pudo en la cama. No quería que Wilbur viera que su
pene crecía bajo las sábanas. Se dijo que estaba
emocionado porque no había estado con un hombre en
meses. Razonó que hubiera estado excitado si cualquiera
hubiera entrado en su habitación en medio de la noche y le
hubiera expuesto un gran trozo de carne saludable.

Pero Wilbur se limitó a reír. Se agachó, se agarró el


pene semierecto, y comenzó a acariciarse lentamente.
Mientras su mano frotaba arriba y abajo del eje, miró a los
ojos de Harlan y dijo:

—No juegues conmigo. He estado observándote de


cerca estos últimos meses. He visto tu tipo. En el momento
en que vi a Vince, sabía que iba a ser capaz de meterme en
tus pantalones. Sé lo que necesitas, Harlan. Te gusta rudo,
de la misma forma en que te di la vuelta en la pista de
baile. Yo soy más joven y mucho mejor de lo que Vince
será.

—Ah, bueno —dijo Harlan—. Crees que sabes mucho,


¿no? Bueno, ese es precisamente mi punto. No eres para
nada como Vince, o cualquiera de los otros hombres con los
233

que he estado antes. No lo haríamos muy bien juntos.


Probablemente nos aburriríamos el uno al otro hasta la
muerte.

Wilbur liberó su polla y la dejó reposar por su cuenta.


Estaba totalmente erecto para entonces; veinte o veintitrés
centímetros de eje, dos perfectos testículos que colgaban
por debajo, y una gran cabeza redonda que se asemejaba a
un hongo.

—Puede que yo no actúe como Vince —dijo Wilbur—.


Puede que no beba cerveza ni escupa. Pero eso es solo
porque tú me has enseñado cómo ser un caballero. Por
fuera me veo y hablo como un perfecto caballero. En el
interior, soy peor que Vince. —Se rió—. Ahora gírate de una
puta vez y separa las piernas. Te voy a joder los sesos
hasta que ruegues por misericordia.

—No lo creo, Wilbur —dijo Harlan. Pero su voz era


temblorosa y no sonaba muy convincente. Incluso dejó caer
las mantas y separó las piernas un poco más para que
Wilbur pudiera ver la mitad superior de su cuerpo.

—Tienes un buen cuerpo —dijo Wilbur—. Agradable y


fuerte, y un gran culo, también.

—Me ejercito —dijo Harlan. Entonces subió la voz—.


Pero esto no va a suceder. Debes volver a tu habitación y
conseguir una buena noche de sueño a partir de ahora.

Wilbur le ignoró. Se bajó los calzoncillos, se subió a la


cama y tiró de las mantas que cubrían el cuerpo desnudo
234

de Harlan. Miró las piernas tan suaves de Harlan y se lamió


los labios. Se agarró la polla y frotó la cabeza por la planta
del cremoso pie suave de Harlan.

—No hagamos nada que vayamos a lamentar, Wilbur


—dijo Harlan. Oh, quería sacarle de una patada fuera de la
cama y echarle fuera de su habitación. Esto estaba
simplemente mal. Pero no pudo encontrar la fuerza. Y
cuanto más decidido se volvía Wilbur, más ansioso estaba
el cuerpo de Harlan por él—. Vete y déjame en paz. Esto
está mal.

—No hay nada malo en esto —dijo Wilbur. Miró la


erección de Harlan y sonrió—. Y por lo que veo, estás a un
segundo de agacharte y abrir esas bonitas piernas tan
ampliamente como puedas. —Sonrió y le dio una palmada
en el duro muslo—. Sabes que lo quieres, Harlan.

Harlan respiró entrecortadamente. El corazón se le


aceleró tan rápido que se sentía mareado. Miró a los ojos
hambrientos de Wilbur.

—Pareces pensar que me conoces muy bien. Pretendes


saber lo que necesito y lo que quiero.

—Esa es exactamente la manera en la que me has


estado tratando todos estos meses —dijo Wilbur—. Le
dijiste a Fritz que sabías lo que era mejor para mí. Le
dijiste que sabías exactamente lo que necesitaba. Ahora me
toca a mí, porque sé exactamente lo que necesitas. Y voy a
dártelo en este momento. —Alcanzó las piernas de Harlan y
las extendió suavemente. Luego se arrastró entre ellas
235

sobre las rodillas y se inclinó para jugar con el culo de


Harlan con dos dedos.

Cuando Wilbur insertó sus grandes dedos en el orificio


de Harlan con un rápido movimiento, sonrió y dijo:

—Bonito y apretado. Me gusta eso.

La cabeza de Harlan cayó hacia atrás y elevó las


piernas al aire. Se le arquearon los pies, se quedó sin
aliento, y dijo:

—Hay condones en la mesita de noche.

Sin quitar los dedos del culo de Harlan, Wilbur estiró el


brazo izquierdo tan lejos como pudo y sacó un condón
prelubricado de un pequeño plato de cristal al lado del reloj.
Cuando se inclinó hacia delante, su erección presionó
contra la parte superior del muslo de Harlan. No era como
algunas grandes pollas que solo se ponían medio duras.
Ésta estaba tan sólida como el gran obelisco de cristal duro
que había sobre el escritorio de Harlan en la biblioteca.

Jugó con el culo de Harlan unos minutos más,


deslizando dos dedos hasta el fondo y sacándolos hasta el
borde.

—Quiero abrirte antes de entrar —dijo. Luego empujó


los dedos rápido, como si estuviera tratando de forzar su
mano entera en el cuerpo de Harlan—. Solo prométeme
una cosa.
236

—¿Qué cosa?

—Quiero saber si soy demasiado rudo. Tiendo a perder


el control cuando follo. No quiero hacerte daño.

Los párpados de Harlan revolotearon. Se apretó la


palma de la mano en la garganta y se quedó sin aliento de
nuevo.

—Lo haré.

Wilbur se mordió el labio inferior y metió más


profundamente los dedos. Giró la mano y empujó con
fuerza varias veces.

Harlan no se opuso. Este empuje contundente solo


hizo que las bolas se le contrajeran y se le giraran los ojos.

—Sabía que te gustaría rudo —dijo Wilbur—. Yo sabía


que iba a ser capaz de complacerte de una forma que nadie
jamás podría. Ni siquiera el gran, fuerte y cabeza-hueca de
Vince puede hacer lo que yo puedo hacer por ti.

Harlan cerró los ojos y miró de soslayo. A pesar de


que todavía no estaba seguro acerca de hacer esto con
Wilbur, estaba más allá del punto de la negativa. Así que se
presentó por completo, preparándose para lo que Wilbur
estaba a punto de darle.

Cuando Wilbur finalmente sacó los dedos para poder


cubrirse el pene con el condón, no perdió el tiempo. Entró
en Harlan con determinación, los brazos de Harlan se
237

movieron tan rápido que golpeó el reloj y el plato de los


condones de la mesita de noche. Wilbur mantuvo las
piernas de Harlan en alto, agarrándolas por detrás de la
rodilla. Las extendió ampliamente, se mordió el labio
inferior más duro, y comenzó a sacudir la pelvis contra el
cuerpo de Harlan. No había nada suave o sutil en la manera
en que Wilbur jodía, pero al mismo tiempo, no había nada
doloroso tampoco. Parecía saber cómo manejar esa línea
delgada entre el placer y el dolor sin siquiera intentarlo.

Las sábanas cayeron de la cama y las almohadas


terminaron contra las mesitas de noche. Mientras más duro
Wilbur golpeaba, más se inclinaba hacia delante.
Finalmente llegaron a una posición en que la cara de Wilbur
estaba casi directamente sobre el rostro de Harlan. Wilbur
lo había clavado a la cama de lado ahora, con la coronilla
de Harlan contra la cabecera de cuero y sus rodillas
prácticamente en las orejas. Cuanto más profundo y más
rápido lo estrellaba Wilbur, más quería Harlan.

Por primera vez en mucho tiempo, Harlan reaccionó de


formas que pensó que no haría de nuevo con un hombre.
Con Vince y los otros con los que había estado se había
centrado en su propio placer, esperando a que lo
complacieran sin preocuparse por lo que ellos estuvieran
experimentando. La mayoría de las veces les pagaba;
recibían su placer con cheques. Pero con Wilbur, Harlan se
sintió obligado a permitirle todo el control que necesitara en
bien del placer de Wilbur. Mientras Wilbur lo jodía, Harlan
levantó ambas manos y acarició la nuca de Wilbur
suavemente para mostrarle que estaba disfrutando esto y
que no tenía que reducir la velocidad. El pelo castaño de
238

Wilbur se sentía suave contra la palma de Harlan; su


grueso cuello hizo a Harlan suspirar. Cuando Harlan
descansó el talón izquierdo sobre el ancho hombro de
Wilbur y Wilbur comenzó a golpear más duro y a gruñir
más fuerte, él sabía que estaba complaciendo a Wilbur
tanto como Wilbur le complacía a él.

En el momento en que el rostro de Wilbur se puso rojo


y las gotas de sudor le caían de las sienes a la cara de
Harlan, Wilbur le miró a los ojos y dijo:

—Estoy cerca.

Harlan se agarró la polla con una mano y llevó la otra


a la nuca de Wilbur. Le acarició el pelo y dijo:

—Estoy listo también.

No parecía haber necesidad de hablar sucio con


Wilbur. Sus acciones hablaban más alto que si lo dijeran
con palabras. Sus expresiones y sus sonidos eran ya tan
intensos que apenas podían respirar. Además, hablar sucio
habría estado fuera de contexto y hecho que los dos se
sientan incómodos. Esta escena era tan intensa como
simple.

De hecho, la única vez que Wilbur habló mientras le


jodía fue hacia el final. Llevaba golpeando a Harlan sin
parar tanto tiempo que una gruesa vena azul comenzó a
mostrarse en el lado izquierdo de su frente. Miró a Harlan y
le lanzó una mirada desesperada; su pecho se movía y dijo:
239

—La lluvia en España se mantiene principalmente en la


puta llanura —enfatizando cada palabra con un duro golpe
contra el culo de Harlan.

En el momento exacto del clímax de Wilbur, Harlan


expulsó una carga tan intensa que la mayoría terminó en
sus labios y su mentón. Resultó que Wilbur era de esos
tipos que parecía que sintieran el clímax en cada célula del
cuerpo. Sus piernas temblaban, su cabeza se sacudió y sus
manos lo apretaron con tanta fuerza que le dejó moretones
en la parte posterior de las piernas a Harlan que serían
visibles más tarde ese día.

Cuando su cuerpo dejó de vibrar, Wilbur miró a Harlan


y empujó la pelvis hacia adelante por última vez. Bajó la
cabeza y besó en Harlan en la boca. Harlan todavía estaba
acariciando la nuca de Wilbur, y aún tenía su propio semen
en la boca. Pero eso no pareció molestar a Wilbur. Presionó
los labios contra los de Harlan y le metió la lengua en la
boca.

Entonces Wilbur se levantó. Salió tan rápido como


había entrado y le dio una palmada en el culo a Harlan dos
veces.

—Ahora estamos a mano —dijo—. Tú ganaste tu


apuesta con Fritz, y yo gané la mía. Tú me diste lo que
necesitaba, y yo te di lo que necesitabas. —Se sacó el
condón del pene y lo arrojó sobre la mesa de noche—. Fue
agradable, Harlan. He disfrutado de los últimos seis meses.
—Entonces se bajó del colchón y se trasladó al final de la
cama para tomar sus calzoncillos.
240

Harlan bajó las piernas y se sentó. Los ojos se le


abrieron como platos e inclinó la cabeza hacia un lado.

—Eso es todo. ¿Me jodes y ahora me dejas aquí con


semen en la cara? —Se sentó y se limpió la barbilla.

Wilbur le envió una mirada de complicidad y sonrió.

—¿He hecho algo para ofenderte?

—No.

—¿Te he maltratado mientras estaba aquí de alguna


manera?

—No.

—¿He intentado aprovecharme de ti de ninguna


manera en absoluto?

—No.

—Entonces mi trabajo está hecho —dijo Wilbur,


mientras se metía los calzoncillos y se los subía hasta la
cintura. Sonaba alegre y fuerte—. Ahora puedo salir de aquí
con la mente clara. —Se rascó las pelotas y se ajustó la
polla. Aunque su erección había bajado, seguía siendo una
gruesa masa de carne que se notaba a través de los
calzoncillos.
241

Por primera vez en la vida de Harlan, estaba sin


palabras. Acababa de experimentar el mejor sexo de su
vida, y no estaba seguro de lo que Wilbur pensaba o sentía.

Así que se sentó en la cama y se cubrió por la mitad


con una almohada.

—¿Me estás diciendo que me jodiste para probar un


punto? —Sintió un tirón en el estómago, como si acabara
de ser abatido en su propio juego.

Wilbur se detuvo. Se volvió y se enfrentó a Harlan con


una mirada vacía.

—Por supuesto que no. —Señaló con el dedo y lo


sacudió—. Tienes que saberlo. Sé que puede parecerlo.
Pero nunca fue mi intención. Hice esta apuesta con Fritz
hace meses, y he estado pensando en ello desde entonces.

—¿Lo has estado pensando? —Esto era nuevo para


Harlan. Relajó el estómago. Pensó que Wilbur lo
consideraba un ogro que solo se preocupaba por cómo
hablaba, se vestía y se comportaba en público.

Wilbur asintió y sonrió.

—Sí, lo he hecho. —Luego se encogió de hombros y


dijo—: Nos vemos, Harlan. Sé bueno.

Harlan saltó de la cama y corrió hacia la puerta. Tomó


a Wilbur por la muñeca y dijo:
242

—Puedes quedarte todo el tiempo que quieras. —


Todavía podía sentir la polla de Wilbur en su cuerpo.

Wilbur miró a Harlan y negó con la cabeza. Frunció los


labios y silbó. Luego levantó la otra mano y la dejó caer
sobre el suave culo desnudo de Harlan.

—No puedo. Es hora de seguir adelante y hacer algo


con mi vida. Tenías razón. No puedo tener miedo para
siempre.

Harlan lo miró a los ojos y asintió.

—¿A dónde vas a ir?

—No lo he decidido aún —dijo Wilbur—. Pero tengo


algunas ideas. —Entonces le apretó el culo a Harlan duro y
lo besó en la boca de nuevo—. Gracias por todo lo que has
hecho por mí. No me entrometeré más en tu camino.

Harlan le acarició la parte posterior de la cabeza una


vez más y, a continuación, Wilbur dio media vuelta y
regresó a su habitación con los pies descalzos. Unos diez
minutos después de eso, Harlan escuchó dos golpes rápidos
del claxon de un coche fuera, frente a la casa, y entonces
oyó a Wilbur dar tumbos por la escalera hasta la puerta
principal.

Se levantó de la cama y se acercó a la ventana frontal


con vistas a la calle. Se puso de pie al lado de las cortinas
blancas transparentes para que nadie le viera. Había un
pequeño Mercedes Benz negro estacionado frente a la casa.
243

Cuando Harlan oyó abrirse abierta, vio a Biff Campbell salir


del auto y abrir el maletero. Entonces la puerta se cerró y
Wilbur se acercó al coche y le dio a Biff dos maletas. Biff
tomó ambas y las puso en el maletero, y luego cerró la
tapa y la comprobó para asegurarse de que quedaba
cerrada con llave. Y mientras Biff le murmuraba algo a
Wilbur en la oscuridad, mirándolo con ojos brillantes,
Wilbur miró hacia la casa una vez más. Envió una mirada
anhelante a la ventana de la habitación de Harlan, se frotó
la mandíbula un par de veces, y sonrió.
244

Capítulo Quince
Cuando Harlan se despertó a la mañana siguiente y
bajó las escaleras, Fritz estaba en la biblioteca tomando
café y Mildred estaba llevando una gran bandeja a la
cocina. El vestíbulo y el resto de la casa ya habían sido
limpiados y nadie habría adivinado que había habido una
fiesta la noche anterior.

—Buenos días, Mildred —dijo Harlan—. ¿Está mi tía


Margaret arriba todavía? —Había dormido hasta más tarde
de lo habitual. Después de que Wilbur se fuera con Biff, se
fue a la cama y dio vueltas en ella durante otras dos horas
hasta que finalmente cayó en un sueño incómodo.

—Su tía Margaret se levantó temprano —dijo Mildred


—. Recibió una llamada telefónica de la señora Buffy
Campbell sobre Wilbur y fue directamente hacia allá. La
señora Campbell se está alojando en la casa de su sobrino,
Jackson Campbell, mientras él está en Europa.

Harlan frunció el ceño y se frotó la mandíbula. Conocía


la casa Campbell. Era uno de esos viejos lugares históricos
no muy lejos de su casa.

—¿Buffy Campbell llamó? ¿Por qué diantres mi tía


Margaret iría allí por Wilbur? —Asumió que Biff Campbell
había llevado a Wilbur allí, pero no podía entender por qué
su tía iría allí a primera hora de la mañana.
245

—No estoy segura exactamente, doctor Henderson —


dijo Mildred—. Pero creo que tiene algo que ver con la
discusión que tuvo con Wilbur anoche. —Ella habló con
moderación, como si estuviera frenando sus verdaderos
sentimientos. Asintió con la cabeza hacia el pasillo—. Wilbur
dejó su teléfono celular y un pequeño anillo de plata en la
mesa del vestíbulo, con una breve nota de agradecimiento
pidiéndome que me asegurase de que usted los tuviera. Los
encontré esta mañana.

Harlan frunció el ceño.

—¿Dejó su teléfono celular? ¿Dejó un anillo?

Ella asintió con la cabeza.

—¿Qué debo hacer con ellos?

—Solo déjalos así por ahora, por favor.

Fritz dejó la taza de café y se levantó.

—¿Tuviste una discusión con Wilbur anoche?

Harlan observó a Mildred y dijo:

—No discutí con él. Él discutió conmigo. Me tiró las


gafas de leer como un niño mimado. —Se volvió hacia Fritz
—. Me dijo las cosas más horribles, y no tengo ni idea de
por qué las dijo. Entonces vino a mi habitación en medio de
la noche y me dijo que se iba. —Harlan no mencionó la
parte en que ellos tuvieron sexo. No era de su incumbencia.
246

—¿Lo dejaste irse? —preguntó Fritz—. ¿Ni siquiera


trataste de conseguir que se quedase?

Mientras estaban en el tema de Wilbur, Harlan levantó


ambas cejas y dijo:

—Lo he oído todo sobre tu pequeña apuesta con él,


Fritz. Me lo dijo todo la noche anterior. Muy inteligente, en
verdad.

Fritz se encogió de hombros. Pensó por un momento y


luego dijo:

—¿Gané?

—Puedes preguntárselo a Wilbur tú mismo —dijo


Harlan—. Yo prefiero no hablar de ello delante de Mildred.

Mildred bajó la cabeza y se quedó mirando la bandeja


que llevaba.

—Iré a ver cómo va la limpieza en el resto de la casa.


Quiero estar segura de que todo ha vuelto a la normalidad
para la hora de su siesta, doctor Henderson. —Entonces le
frunció el ceño y sacudió la cabeza, y salió de la habitación
antes de que pudiera responder.

—Yo no podía obligarlo a quedarse, Fritz. Después de


todo, no lo estaba reteniendo como un rehén y nunca
entenderé por qué decidió volverse contra mí como lo hizo.
247

Eso era cierto. Harlan habría permitido que Wilbur


permaneciera en su casa por tiempo indefinido, sin ningún
tipo de pregunta o duda. Se había acostumbrado a tenerlo
a su alrededor todo el tiempo. Wilbur tenía un fuerte
espíritu que llenaba la casa, y hacía a Harlan sonreír en
días en que no tenía ganas de sonreír. Y no tenía nada que
ver con el sexo. Era mucho más profundo. A él realmente le
gustaba Wilbur y quería lo mejor para él. Pero el pequeño
tonto no atendía a razones, y ciertamente no tomaba bien
las órdenes.

Fritz se sentó en el sofá y suspiró.

—Esta es una lamentable situación, Harlan. No quiero


ni pensar en lo que va a ser del chico ahora, allá afuera por
su cuenta, sin nada ni nadie por ahí para protegerle.

Cuando Fritz lo puso de esa manera, Harlan bajó la


cabeza y apretó los labios. Aunque Wilbur sabía cómo
vestirse, actuar y hablar como un caballero ahora, todavía
estaba tan indefenso y desorientado como el día que Harlan
le conoció en la fiesta de primavera.

—No tengo ni idea de por qué se comportó tan mal —


dijo Harlan—. Arruinó una buena noche de sueño para mí.
Voy a tener que hacer las paces con mi siesta de la tarde.

Fritz se puso de pie y se dirigió a la puerta. Gruñó algo


en voz baja sobre las siestas idiotas de Harlan y cuadró los
hombros.
248

—¿A dónde vas? —preguntó Harlan—. Ni siquiera te


has terminado el café.

—Voy a la casa Campbell para ver si Wilbur necesita


algo —dijo.

Harlan suspiró.

—Ah, bueno, dale mis saludos. Supongo que lo voy a


extrañar un poco.

—El infierno que lo extrañarás, Harlan —dijo Fritz,


pisando fuerte—. ¡Voy a extrañarlo mucho! Él era lo mejor
que le ha pasado a esta vieja casa. —Luego se volvió y se
dirigió a la puerta principal.

Una hora más tarde, Harlan aparcó el Porsche en


frente de la casa Campbell y fue a la puerta principal. Se
dijo que no estaba allí para discutir de nuevo con Wilbur. Y
desde luego, no estaba allí para rogarle que volviera a
casa. Si por casualidad Wilbur quería volver a casa con él,
seguir sus normas y reglas, y atender a razones, Harlan lo
dejaría volver. Pero también había otro motivo por el que
estaba allí. Le había sucedido lo más extraño desde que
Wilbur se había ido. Cada vez que el rostro de Harlan
imaginaba a Wilbur, sentía como si algo se rompiera en el
249

interior de su pecho. Harlan nunca se había sentido así


antes. Nunca se había preocupado tanto por alguien.

Así que llamó a la puerta hasta que la sirvienta de


Jackson Campbell respondió. Ella acompañó a Harlan hasta
una amplia terraza interior en la parte trasera de la casa y
anunció su nombre. Cuando entró en la habitación, tía
Margaret, Buffy Campbell, y Fritz lo miraron al mismo
tiempo. Le dirigieron miradas lúgubres al unísono y
apretaron los labios. Tía Margaret se puso las manos en las
caderas y lo miró. Wilbur estaba de pie en una esquina de
la habitación, cerca de una gran jaula blanca que contenía
dos loros de colores. Llevaba una camisa blanca, una
chaqueta de traje de lana negro y vaqueros desteñidos. Fue
el único que no se giró. Miraba la jaula y silbaba una
canción sin melodía.

—No puedo creer que puedas ser tan cruel —dijo la tía
Margaret.

Harlan se acercó a ellos y se apretó la palma contra el


pecho.

—¿Qué he hecho tan cruel?

—Sabes exactamente lo que has hecho —dijo Buffy.


Llevaba un traje de color rojo brillante, y el flequillo sobre
su corte de pelo de Willy Wonka parecía más corto de lo
habitual. Señaló a Wilbur—. Este pobre chico inocente nos
ha hablado de tu experimento. Trabajó tan duro y por tanto
tiempo para ti, y no apreciaste nada de eso. Lo trataste
como a una mascota en lugar de una persona.
250

Harlan le lanzó una mirada a Wilbur. Seguía mirando a


la jaula con expresión inocente. Pero Harlan tenía la
sensación de que Wilbur sabía exactamente lo que estaba
haciendo.

—Me temo que soy casi igual de culpable —dijo Fritz—.


No tomé en consideración sus sentimientos, pero estaba
tan emocionado acerca de lo bien que lo hizo anoche en la
fiesta que me olvidé por completo de ofrecerle los elogios y
las felicitaciones que se merecía. Supongo que estábamos
demasiado ocupados felicitándonos a nosotros mismos en
lugar de pensar en Wilbur. —Se volvió a Wilbur—. Lo
siento, Wilbur. No fue mi intención. Por favor, perdóname.

Harlan giró los ojos.

—Oh, hermano.

Wilbur se giró y le envió a Fritz una mirada suave.

—Sé que te importo, Fritz. Siempre me has tratado


como un caballero, y estoy muy agradecido por eso. Tú no
has hecho nada malo. —Entonces miró a Harlan y volvió la
cabeza rápidamente.

—A ver, espera solo un minuto —dijo Harlan—. Me


haces parecer un monstruo.

—Yo te hubiera arrojado un jarrón en lugar de un par


de gafas de lectura —dijo la tía Margaret.
251

—Yo te hubiera arrojado un ladrillo —dijo Buffy, con


dos asentimientos bruscos.

Wilbur se volvió hacia Harlan. Sonrió y dijo:

—Buenos días, doctor Henderson. Es tan bueno verle.


¿Quiere una taza de café? —Hablaba como si le estuviera
hablando a la realeza, exagerando cada sílaba y
manteniendo un digno tono regular.

Harlan se acercó a él. Se metió las manos en los


bolsillos y dijo:

—No te atrevas a hacer esa actuación conmigo. Yo fui


quien te lo enseñó. ¿Qué le has estado diciendo a toda esta
gente? Consigue tus cosas y vamos a casa. Basta de
tonterías. El Porsche está en la parte del frente y puedes
manejar. Y deja de hacer mi vida tan malditamente
miserable. No me has causado más que problemas desde
que te conocí.

Wilbur se sentó ante una pequeña mesa de té y


sonrió. Se sirvió una taza de café y tomó un sorbo suave,
con la espalda recta y el meñique extendido.

Fritz frunció el ceño ante Buffy.

Buffy miró a Harlan.

Tía Margaret sacudió la cabeza y dijo:


252

—¿Cómo puede alguien negarse a una invitación tan


agradable? Eres un encanto, Harlan. Eres el último de los
verdaderos románticos. Ahora, sé un caballero y deja de
amedrentar a este pobre muchacho.

Wilbur sonrió.

Harlan apretó los puños y comenzó a pasearse.

—Saqué a esta miserable criatura de los bosques de


Savannah. Yo le enseñé todo lo que sabe. Que me aspen si
va a salirse con la suya.

—¿Cómo diantres aprendiste algo de modales de mi


sobrino? —le preguntó tía Margaret a Wilbur.

Wilbur bajó la copa y sonrió. Batió los párpados y dijo:

—Fue todo gracias a Fritz. —Le envió a Fritz una


mirada de adoración. Él le estaba diciendo todo esto a tía
Margaret, pero parecía que quería que Harlan le escuchara
—. Yo no habría sabido cómo se comportaban las
verdaderas damas y caballeros si Fritz no hubiera estado
allí. Él siempre me mostró y me enseñó que yo era algo
mejor de lo que era. Ya ve, señora Henderson, la diferencia
entre un pueblerino y un caballero no es la forma en que se
comporta, sino la forma en que es tratado. Y Fritz siempre
me trató como si yo fuera un caballero: con amabilidad,
aprecio y respeto.
253

La sala quedó en silencio. Harlan se quedó frente a la


chimenea, con las cejas fruncidas y sus dientes traseros
apretados.

—Harlan siempre me trató como si no fuera nada más


que basura —dijo Wilbur—. Y siempre lo hará. Él piensa en
mí de una manera determinada, y me temo que eso nunca
va a cambiar. Pero sé que siempre seré un caballero para
Fritz, porque siempre me ha tratado como un caballero y
siempre lo hará. —Entonces sonrió y se volvió para ver si
Harlan estaba escuchando.

—Realmente lo haré —dijo Fritz—. Porque tú eres un


caballero.

—Oh cállate, Fritz —dijo Wilbur—. Estás haciéndolo


peor.

—Sí, eres un verdadero caballero, querido muchacho


—dijo Buffy—. Eres tan caballero como mi propio hijo, Biff.

Harlan se dejó caer en un sillón acolchado. Gruñó y


apretó la mandíbula. Por un momento, se preguntó si todos
se habían vuelto locos.

—No hagas sonidos vulgares, Harlan —dijo tía


Margaret—. No es apropiado.

Mientras Harlan continuaba poniéndose de mal humor


en la silla, la sirvienta entró en el conservatorio y dijo:
254

—La presidenta de la sociedad del arte está aquí,


señora Campbell. ¿Debo mostrarle el jardín?

Buffy Campbell se puso de pie y alzó la barbilla.

—Yo diría que no. Es diciembre. Llévela a la biblioteca,


por favor. —Entonces Buffy se volvió hacia Fritz y tía
Margaret—. ¿Les gustaría a ambos unirse a mí? La
presidenta es una vieja amiga mía, y estamos tratando de
resolver los detalles de un evento que tendremos en Nueva
York el próximo verano para recaudar fondos. Lo haremos
con un tema del Sur, y todo el arte donado será de artistas
del sur. Pensé que mientras esté aquí de vacaciones, bien
podría combinar un poco de trabajo con placer.

—Me encantaría conocerla —dijo la tía Margaret.

—Iré también —dijo Fritz—. Somos buenos amigos. No


la he visto en años.

Cuando todos desaparecieron y quedaron solo Harlan


y Wilbur en la terraza, Wilbur se inclinó hacia delante en la
silla y miró al frente. Harlan se levantó del sillón y empezó
a ir hacia la mesa de té. Se sirvió una taza de café. Puso
seis cucharadas de azúcar en la taza y agitó con tanta
fuerza la cuchara que chocó contra la porcelana.

—Ahora que has tenido tu pequeño juego —dijo Harlan


—, creo que es hora de volver a casa. Eso a menos que
quieras ofrecer otra actuación para la presidenta de la
sociedad de arte.
255

—Si vuelvo —dijo Wilbur—, continuaras dándome


ordenes, me tratarás como a basura y me harás buscar tus
lentes de lectura. Cuando estés caliente, me pedirás que
me acueste contigo, especialmente ahora que sabes lo
bueno que soy en la cama. No voy a ser nada más que la
versión instalada-en-casa de ese idiota de Vince.

—Eso no es cierto —dijo Harlan—. Te voy a tratar de


la misma manera en que trato a todos. Y me molesta lo que
has dicho de mí sobre no ser como Fritz. Soy exactamente
igual que Fritz.

—No, no lo eres —dijo Wilbur—. Fritz se preocupa por


la gente. Trata a todos con gracia y dignidad. Tiene respeto
por los demás.

Harlan tomó un sorbo de café y dijo:

—Al diablo con Fritz. Yo soy quien soy y no voy a


cambiar. Te trato de la misma manera en que trato a todos
los demás. Nunca he sido un hipócrita al respecto. —Se
inclinó hacia delante y extendió los brazos—. No soy una
falsificación.

—No me importa cómo me tratas —dijo Wilbur. Se


puso de pie y se acercó a la jaula—. No me importan tus
diatribas, tus groserías o rabietas. Ni siquiera me
importaría tener un ojo negro. Me han golpeado antes.
Estoy acostumbrado. Pero no voy a ser menospreciado por
ti o por cualquier otra persona. Y no voy a dejar que me
atropellen más sin siquiera detenerse a mirarme primero.
256

Harlan se rió y se sentó a la mesa donde Wilbur había


estado sentado antes. Cuando se sentó en esta ocasión,
torció los labios a un lado. Tenía el dorso de las piernas
adolorido por la manera en que Wilbur las había exprimido
la noche anterior.

—Me haces sonar como un camión a toda velocidad


por la carretera.

—Eres un camión acelerando —dijo Wilbur,


controlando su voz aún—. Acabas de circular por la
autopista tocando la bocina sin cuidado ni preocupación de
que alguien se interponga en tu camino. —Respiró
profundamente. Le habló a la parte posterior de la cabeza
de Harlan—. Pero puedo sobrevivir sin ti, Harlan.

—Sé que puedes —dijo Harlan. Cruzó los brazos sobre


el pecho y sonrió—. Yo soy quien te lo dijo en primer lugar.
—Pensó por un segundo. Se negó a caer en más juegos de
Wilbur. Su tono de voz cayó y dijo—: No creo que alguna
vez te preguntaras si yo podría sobrevivir sin ti, sobre todo
después del sexo que compartimos anoche. —Si Wilbur
podía jugar, él también.

La cabeza de Wilbur se sacudió a la izquierda.

—No trates de hablar suave conmigo, Harlan


Henderson. Te conozco demasiado bien. Siempre habrá un
joven rudo con la mano dispuesta a follarte por un nuevo
televisor o un camión nuevo. Esto no es sobre el sexo o
sobrevivir sin mí.
257

—¿Y qué si puedo sobrevivir sin ti? —gritó—. Puedo


vivir sin nadie y aun así salir adelante. —Se inclinó hacia
delante y bajó la voz—. Pero te echaré de menos, Wilbur.
Tengo que admitir que he aprendido algunas cosas de ti,
también. Cosas que no esperaba aprender. Y por mucho
que desprecie cualquier clase de cambios, a veces no son
del todo malos. —Con este tierno comentario, sabía que
tendría a Wilbur de nuevo en línea en cualquier momento.

—Tienes grabaciones de mi voz —dijo Wilbur,


levantando la barbilla—. Las puedes escuchar en cualquier
momento que desees. No puedes herir los sentimientos de
la grabadora como sí has lastimado los míos.

Harlan sabía lo que le estaba haciendo a Wilbur. Podía


oír la voz de Wilbur ablandarse. Calculó que si continuaba
diciéndole a Wilbur lo que quería escuchar, lo tendría de
vuelta en casa esa misma tarde. Así que suspiró y exhaló.
Incluso se secó una falsa lágrima del ojo derecho.

—Sin embargo, la grabadora no tiene un alma o tu


espíritu, Wilbur, y tu alma es todo lo que importa. —Sabía
que la palabra “alma” lo persuadiría. Esa palabra siempre
parecía golpear a los tipos duros histéricos y excesivamente
emocionales—. Y aunque puedo encender una grabadora y
escuchar tu voz, tu alma bendita no estará allí. —Bajó la
cabeza y se miró el regazo con un desilusionado ceño
fruncido.

Wilbur arqueó las cejas.


258

—Eres un hombre inteligente, Harlan Henderson. Pero


no voy a caer en ello más. ¿Por qué diantres iría a casa
contigo después de la forma en que me has tratado?

—Para divertirte —dijo Harlan. Se golpeó las rodillas y


se puso de pie para mirar Wilbur a los ojos—. Para eso
empezamos todo el experimento en primer lugar.

—Y puedes echarme cuando te canses de mí.

—Ah, bueno, siempre puedes simplemente continuar y


salir corriendo cuando estés cansado de mí.

—¿Y volver con mi padre, mi madre y mi primo tonto?

—Sí. O podrías vender autos en alguna parte, o


conseguir un trabajo en una tienda de ropa para hombres.
O te puedes mudar con Fritz y él podría ser tu socio. Estoy
seguro de que a Fritz le encantaría atender cada pequeño
capricho tuyo. —La forma en que Fritz se puso de parte de
Wilbur tenía fuera de quicio a Harlan. Se dijo que no estaba
celoso, pero no pudo reprimir imaginarse a sí mismo
pateando a Fritz en el culo un par de veces.

—No me gustaría Fritz como pareja más de lo que


quiero ser la tuya, y tú estás mucho más cerca de mi edad
que Fritz. —Elevó la voz, pero no grito mucho—. No estoy
buscando ser el amante o la pareja de nadie solo para que
me mantenga y lo sabes. Biff Campbell está dispuesto a
hacer cualquier cosa por mí. Quiere que vaya de regreso a
Nueva York y me mude con él después de las vacaciones.
259

Está locamente enamorado de mí. Está tan dedicado a mí


que me envía flores tres veces al día.

Harlan se rió. El mismo sentimiento peculiar sacudió


su estómago de nuevo. Se dijo que no eran celos, pero se
imaginó pateando a Biff en el culo, también.

—Así que eso es lo que quieres —dijo—. Te gustaría


que te fuera detrás como un cachorrito enfermo rogando
por tu atención. Bueno, yo no soy ese idiota de Biff
Campbell, y nunca lo seré. —Levantó el brazo y agitó el
puño.

Wilbur miró a Harlan a los ojos y suspiró con


exasperación.

—Eso no es lo que quiero tampoco. No quiero que seas


como Biff. Nunca querría que fueras como Biff. Solo quiero
un poco de respeto. Sé que no soy nada más que un
campesino y tú eres un reconocido profesor y autor, de una
antigua familia. Pero yo no soy una bolsa de basura que
puedes tirar todos los lunes por la noche tampoco. Estar
contigo comenzó aprendiendo a hablar correctamente,
vistiendo la ropa adecuada, conseguiendo el corte de pelo
adecuado. Pero se convirtió en mucho más. Y no estoy
hablando solo del sexo que tuvimos anoche, por mucho que
me encantara todo lo de anoche. Estoy hablando de las
veces que dimos largos paseos en el auto. Los momentos
que pasamos riendo después de haber trabajado todo el
día. Es la amistad y el respeto tanto como todo lo demás lo
que estoy buscando. En realidad, yo era tan tonto como
para pensar que estaba enamorado de ti.
260

El rostro de Harlan se quedó en blanco. Miró a Wilbur


a los ojos sin saber cómo responder. Por primera vez en
más años de los que podía recordar, sintió un tirón en el
corazón que pareció llegarle hasta las entrañas. Pero él
había dejado todo ese amor sin sentido tras él, y no estaba
buscando un compañero de vida. La palabra “amor” le
envió escalofríos por la columna vertebral. Así que apretó
los puños y le dijo:

—Nunca serás un caballero si continúas haciéndoles


reclamos emocionales a las personas. No es digno, y no
puedes esperar que alguien te dé nada más que atención.
—Sabía que estaba dando vueltas al argumento; sabía que
no tenía sentido. Pero no sabía cómo responder a los
sinceros comentarios de Wilbur sin caer de rodillas y decirle
a Wilbur que estaba enamorado de él. Si hiciera eso, su
vida nunca volvería a ser la misma.

—Ah, bueno —dijo Wilbur—. Lo hicistes de nuevo.

—Hiciste de nuevo. —Harlan le corrigió, sin pensar.

—Tú ya no eres mi maestro, Harlan Henderson, y voy


a hablar de la manera que me guste —dijo Wilbur—. Acabas
de darle la vuelta a todo para adaptarlo a tus propias
necesidades. Finges ignorar lo que te estoy diciendo. Sé
exactamente lo que estás haciendo. Y no me puedes
dominar por más tiempo. —Se dio la vuelta y se dirigió
hacia una gran pared de vidrio y miró hacia fuera. Se limpió
una lágrima del ojo y sonrió—. Volveré a Nueva York con
Biff, lo haré. Te lo voy a demostrar, Harlan Henderson.
261

—Así que dejarás que Biff te mantenga —dijo Harlan


—. Serás su activo semental de confianza en la cama y
ambos pueden vivir de su fondo fiduciario. Pero su fondo
fiduciario no es muy grande, me temo. Sé que eso es un
hecho. También sé que nunca va a ejercer la abogacía
porque no puede pasar el examen. No es lo suficientemente
inteligente. Oh, serán un buen par.

—Voy a mantenerme a mí mismo —dijo Wilbur,


levantando la barbilla—. No me importa el dinero de nadie.

—¡Ja! ¿Y cómo vas a hacerlo? —Harlan se frotó el


estómago y sonrió. Ahora lo tenía justo donde quería.

—Voy a ser un profesor de apoyo —dijo Wilbur.

—¿Qué vas a enseñar? —Se rió.

Wilbur le envió una mirada astuta. Sonrió, bajó la voz,


y le señaló con el dedo.

—Todo lo que me enseñaste. Me iré con ese famoso


profesor de Austria en Nueva York y le ofreceré mis
servicios. El mismo del que me hablaste una vez. El que no
te gusta porque ganó algún premio y tú no. Cuando oiga
que trabajé contigo, estoy seguro de que estará más que
feliz de contratarme en el acto.

—Te irás con ese farsante y le dirás todo lo que te


enseñé —dijo Harlan—. Te regalo mis secretos y te muestro
mis métodos. —A pesar de que trató de controlar la rabia,
se le calentó el y su corazón empezó a correr. Se acercó a
262

la ventana y apretó los puños—. ¿Cómo te atreves a


tratarme de esta manera? —Levantó los puños y los agitó
sobre la cabeza de Wilbur—. Yo podría aplastarte por esto.

Wilbur le miró a los ojos y sonrió. Luego miró hacia los


puños de Harlan y dijo:

—Sabía que terminarías por pegarme algún día. No me


sorprende. —Volvió la cabeza y sacó la mandíbula—.
Adelante, dame. Puedo tomarlo, Harlan Henderson. No
tendré miedo de ti nunca más.

Harlan respiró hondo y se dejó caer en una silla junto


a la ventana. Aunque su corazón todavía corría y su sien
latía con rabia, no tenía intención de golpear realmente a
Wilbur.

Pero Wilbur solo sonrió y lo miró.

—Mírate ahora, Harlan Henderson. —No pronunció las


“h” a propósito—. Creo ya al fin te derrota’o.

Durante un minuto o dos, Harlan se quedó mirándose


el regazo sin decir una palabra. Incluso cuando Wilbur le
dio la espalda y le dijo: “Ahora sé que puedo vivir sin ti, y
voy a estar bien por mi cuenta”, Harlan no habló.

Y eso fue porque Harlan no podía dejar de pensar en


lo que había hecho con Wilbur. El muchacho tonto con el
acento atroz y la ropa que no encajaba se había ido para
siempre. En su lugar había un joven fuerte y atractivo que
no parecía tener miedo de nada ni de nadie. Tan agridulce
263

como era, porque parte de él todavía quería controlar a


Wilbur, había ido mucho más allá de lo que originalmente
había presagiado para él.

Cuando Harlan se levantó, sonrió y se frotó las manos.

—Hice un trabajo mucho mejor contigo de lo que


esperaba. Pensé que solo te enseñaría cómo hablar,
vestirte y actuar. Pero parece que he creado un fuerte y
sólido miembro de la sociedad. No puedo decirte lo mucho
que me gusta lo que veo.

Pero mientras Harlan sonreía y elogiaba su propio


trabajo, olvidando una vez más que Wilbur había sido parte
de este experimento también, Wilbur inclinó la cabeza hacia
un lado y miró con una astuta expresión engañosa. No
agradeció a Harlan; no alabó a Harlan por todo lo que había
hecho. Simplemente levantó la barbilla y dijo:

—Adiós, Harlan Henderson. No vas a verme otra vez.

Entonces asintió con la cabeza, se volvió


completamente, y dejó a Harlan de pie cerca de la ventana
sin mirar atrás.
264

Capítulo Dieciséis
Harlan observó como Wilbur cruzaba la habitación,
entraba en la sala, y desaparecía por la escalera principal.
Wilbur mantuvo la cabeza bien alta y caminó con paso
rápido. Si alguien más lo había visto salir, habría pensado
que iba en una misión importante en lugar de volar a
Nueva York con un imbécil como Biff Campbell.

Harlan se quedó allí con la expresión en blanco,


frotándose la barbilla y mordiéndose el labio inferior.
Cuando se le ocurrió que nunca podría ver a Wilbur nuevo,
sintió un pinchazo en los ojos y un tirón en el estómago.

Luego se secó los ojos rápidamente para que nadie


viera las lágrimas. Levantó la cabeza y llamó a su tía
Margaret. No conocía esta casa, por lo que se quedó en
medio de la terraza y gritó su nombre un par de veces.

Cuando ella apareció en la puerta, sonrió y dijo,

—¿Qué diantres va mal? ¿Y por qué estás gritando?


Estamos en medio de una discusión sobre temas
importantes para la recaudación de fondos.

—Se ha ido —dijo Harlan—. Me dijo que no quería


volver a verme. —No podía quitarse la imagen de Wilbur al
salir de la habitación, caminando tan condenadamente
rápido, con los hombros rectos y la cabeza elevada, tan alto
265

y poderoso. El pequeño tonto no tenía idea de lo que


estaba haciendo, a dónde iba, o lo que podría ser de él.

Tía Margaret se encogió de hombros y entrelazó los


dedos en su cintura.

—¿Estás sorprendido? ¿Qué era lo que esperabas de


él? No estoy segura de entenderlo, Harlan. Todo esto fue
solo un gran experimento. Tú me lo dijiste. Dijiste que era
estrictamente académico.

¿Tenía que ser tan literal? ¿Había estado escribiendo


sus palabras exactas en un maldito cuaderno? Al principio,
lo único que Harlan había esperado de Wilbur era un
trabajo duro. Había comenzado como un experimento
académico. Después de eso, no estaba tan seguro. Se
quedó mirándose los zapatos y frunció el ceño.

—Pero no sé qué hacer ahora. No pensé que hablara


en serio acerca de irse. No entiendo por qué está siendo
tan terco y huyendo con Biff Campbell.

—Supongo que vas a continuar con tu vida como


siempre lo has hecho —dijo tía Margaret. Ella no le ofreció
ninguna solución—. Y Wilbur comenzará su nueva vida con
Biff en Nueva York. No te puedo decir lo feliz que está Buffy
al ver a su hijo con un buen joven como Wilbur. Y creo que
Wilbur será muy bueno para Biff. Él ayudará a Biff a crecer.

Harlan frunció el ceño y gruñó. Se preguntó si su tía


había perdido sus sentidos.
266

—Ah, bueno —dijo—. Estoy seguro de que Buffy está


feliz. Estaría feliz de ver que cualquiera le quita a ese idiota
de Biff de las manos. Él es bien parecido, pero no tiene
cerebro en la cabeza. Y por lo que puedo ver, Wilbur está
cometiendo un terrible error. Nunca será feliz con un bufón
como Biff Campbell.

—Pero eso no es de tu incumbencia ahora, ¿verdad


querido? —dijo—. Wilbur está fuera de tu vida y tú puedes
volver a hacer lo que sea que hagas. Debes estar contento
contigo mismo. Ahora tienes exactamente lo que querías, y
nada en tu vida ha cambiado. —Entonces ella le palmeó el
brazo y sonrió.

Si Harlan le hubiera estado prestando atención, habría


visto que su sonrisa era demasiado astuta y su expresión
demasiado alegre. Pero él todavía tenía demasiado
presente la espalda de Wilbur cuando salía de la habitación
como para notar que su tía estaba jugando con él. Harlan
sintió como si Wilbur simplemente le hubiera echado de su
vida, y nadie antes le había hecho nada como eso a Harlan.
Así que levantó la barbilla y le dijo:

—Tienes razón, tía Margaret. Está fuera de mi vida y


en buena hora. Ahora puedo hacer lo que quiera por
primera vez en seis meses.

Sonrió y miró hacia el techo. Se sentía como si un


gran peso le hubiera sido levantado de los hombros. Podía
ir a casa y llamar a Vince si quisiera. Tal vez le pediría a
Vince que trajera a algunos de sus amigos que necesitaran
algo de dinero extra. O podría ir a casa y leer un rato,
267

luego tomar la siesta en paz. No podía creer que ya era


después de las dos de la tarde.

—Me voy a casa ahora —dijo—. ¿Quieres que te lleve?

Ella sonrió y le dio un beso en la mejilla.

—No, querido —dijo ella—. Voy a ir a casa con Fritz.


Tenemos algunas cosas que resolver en la biblioteca.

—Te veré más tarde —dijo, dirigiéndose hacia la salida


—. No necesito a Wilbur o a cualquier otra persona. Tengo
mis siestas y tengo mis libros. Tengo mi Porsche y tengo a
Fritz para hacerme compañía. Dejaré a Wilbur Munroe irse
al infierno, para lo que me importa.

Después de eso, condujo la corta distancia de vuelta a


su casa con la radio del coche reproduciendo una de sus
canciones favoritas y una amplia sonrisa en el rostro.
Aparcó cerca de la puerta, saltó del coche con su paso
rebotando, y corrió hasta la acera. Pero cuando cruzó la
puerta principal y puso las llaves sobre la mesa del pasillo,
vio el celular y el anillo de Wilbur en la mesa donde los
había dejado la noche anterior. De repente, sintió como si
estuviera de pie en medio de una oscura cueva vacía en
vez de en su propio cómodo vestíbulo. Toda la casa parecía
más grande y más vacía. Cuando gritó el nombre de
Mildred y ella no vino, se acordó de que se había tomado el
resto del día libre porque había estado trabajando muy
duro supervisando la limpieza de la fiesta de Navidad.
268

Cuando se volvió y se dirigió hacia la biblioteca, oyó el


reloj de pie del pasillo hacer tictac. Esta fue la primera vez
en mucho tiempo que había sido consciente del gran reloj
viejo haciendo tictac. No lo había oído latir ni una vez en
todo el tiempo que Wilbur estuvo en la casa. Y las luces del
árbol de Navidad parecían menos brillantes que el día
anterior; los adornos ya no brillaban. Se dijo que estaba
cansado y que se sentiría mejor después de su siesta.

Pero cuando entró en la biblioteca y pasó la larga y


estrecha mesa, no muy lejos de su escritorio, miró la
pequeña grabadora y frunció el ceño. Durante las lecciones
de oratoria que había tenido con Wilbur, había grabado la
voz de Wilbur para mostrarle cómo se le oía. Sin pensarlo,
Harlan apretó el botón de rebobinado en la grabadora y
esperó hasta que la cinta llegó al principio. Luego pulsó el
botón de reproducción y le dio la espalda a la máquina.
Mientras la voz de Wilbur sonaba por los altavoces, se
acercó a un gran sillón de orejas de cuero marrón mirando
hacia el lado opuesto de la habitación, para poder mirar por
la ventana y escuchar la voz de Wilbur una vez más.
Mientras Wilbur repetía el sonido de las vocales, Harlan se
dejó caer en el asiento, respiró hondo y cruzó las piernas.

Se sentó allí durante los siguientes veinte minutos


escuchando la voz de Wilbur y viendo las ramas del sauce
balanceándose con la brisa. Él permanecía inexpresivo, con
el codo apoyado en el brazo del sillón y la barbilla en la
palma de la mano. Tal vez no debería haber sido tan duro.
Tal vez debería haber escuchado las necesidades de Wilbur
y apreciarlo más. Pero ya era demasiado tarde. Wilbur
269

había tomado una decisión y Harlan probablemente nunca


vería su adorable rostro de nuevo.

Entonces la grabadora se detuvo en medio de una


frase sobre la lluvia en España. Un segundo después, la voz
de Wilbur se filtró a través de la habitación. “Antes de
llegar pa’ca, me aseguré de tomar mi baño, me podé las
bolas, y me poní la ropa interior limpia, en verdá’.” Hablaba
con un tono bajo y suave. Era el mismo acento horrible con
el que Wilbur había llegado a casa de Harlan.

Pero Harlan se sabía esas cintas de principio a fin, y él


sabía que nunca había grabado a Wilbur hablando de
afeitarse las bolas o cambiarse la ropa interior. Aunque
Harlan se había resignado a estar solo, Wilbur había vuelto
a él y estaba de pie en la biblioteca a la espera de una
respuesta.

Harlan levantó la cabeza y miró por la ventana. Una


ráfaga de viento empujó las delgadas ramas de sauce hacia
la izquierda y una pequeña bandada de mirlos voló hacia el
cielo. Sin volverse hacia él, Harlan sonrió y dijo “Wilbur”.
Su voz seguía siendo baja, pero subió con un signo de
interrogación suave.

Wilbur se quedó de pie junto a la mesa de la biblioteca


y sonrió.

—Vine a ver si querías un poco de compañía durante


tu siesta de la tarde. Me sentía algo cansado también. —En
ese momento habló con la voz clara, precisa, de un
perfecto caballero.
270

Cuando Harlan se levantó y se enfrentó a Wilbur, forzó


su sonrisa en una mueca. Frunció las cejas y dijo:

—Yo iba a subir ahora, pero no puedo encontrar mis


gafas. ¿Podrías conseguirlas para mí?

Wilbur se rió y se quitó la chaqueta. Bajó la mirada


hacia la mesa y cogió un par de gafas y caminó por la
habitación. Cuando se las entregó a Harlan, sonrió y
preguntó:

—¿Te gustaría que te consiguiera algo más?

Harlan sonrió y puso la mano en la parte baja de la


espalda de Wilbur.

—No gracias. Vamos a subir y tomemos una siesta


temprana.

—Pero nunca tomas tu siesta temprano —dijo Wilbur


—. -Siempre dices que las siestas tienen que ser
perfectamente sincronizadas, o de lo contrario se arruinan.
Siempre dices que la siesta trata más de la rutina que de la
siesta en sí misma.

—He dicho un montón de cosas estúpidas en los


últimos seis meses —dijo Harlan, agitando el brazo—. Pero
las cosas van a cambiar por aquí ahora que has vuelto.

—¿En serio?

Él asintió con la cabeza y dijo:


271

—Porque te amo más de lo que he amado a algo o a


alguien nunca. Puede que no lo diga a menudo en el futuro,
pero quiero que lo sepas por adelantado. —Luego aplicó
una ligera presión en la parte baja de la espalda de Wilbur
y lo guió hacia la escalera.

—Te amo también, Harlan Henderson. Y puedo


decírtelo muy a menudo, así que te lo advierto antes de
tiempo.

—Pero me niego a llamarte Will. Voy a seguir


llamándote por tu nombre real, Wilbur.

—No creo que eso vaya a ser un problema.

Harlan sonrió y agarró la barandilla con una mano, y el


brazo de Wilbur con la otra. Se apoyó en el fuerte pecho de
Wilbur y sonrió. Este era un joven sin ninguna relación con
él en muchos sentidos, y sin embargo allí estaban, pisando
las escaleras hacia el dormitorio de Harlan como si se
conocieran de toda la vida. El reloj de pie dio la media hora.
Una tabla del suelo crujió. Cuando llegaron al rellano,
Harlan miró por la ventana y respiró rápido. La casa ya se
sentía viva de nuevo y Wilbur solo llevaba allí un par de
minutos.

FIN

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