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ENSAYO: LAS EXPERIENCIAS COMPARADAS DE RESISTENCIAS

SOCIALES EN COLOMBIA Y LA RESISTENCIA ZAPATISTA EN MÉXICO

GRUPO C

ANDRÉS DARÍO ARREDONDO


PATRICIA ISABEL GALVIS VERA
JUAN GUILLERMO MEDIORREAL MONTAÑO

CORPORACIÓN UNIVERSITARIA MINUTO DE DIOS


FACULTAD DE POSTGRADOS A DISTANCIA
MAESTRÍA EN PAZ, DESARROLLO Y CIUDADANÍA
SANTAFÉ DE BOGOTÁ
2.017
ACTIVIDAD 10

Hace ya mucho tiempo que desde el mundo indígena en América Latina ha


emergido una serie de miradas, experiencias y prácticas que tratan de interpelar a la
llamada “sociedad mayor” conformada por el conjunto de habitantes mestizos de todo el
continente. Esos llamados suelen estar cargados de preguntas sobre las identidades, los
proyectos de construcción nacional y las maneras como la instrumentalización del poder
por castas específicas desde siempre detentadoras del poder, han creado situaciones de
exclusión y marginalidad.

Un ejemplo notorio de esas luchas indígenas lo representa la constitución del


Concejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), cuyo proceso incluyó la iniciativa de los
pueblos autóctonos del Cauca para consultarle a las otras culturas nativas residentes en
ese departamento y en el resto de Colombia sobre sus procesos, problemáticas y
expectativas. Poco a poco y hasta aquella emblemática fecha de 1971 el Concejo
indígena fue haciéndose fuerte a medida que se permitió pensar en sus propias raíces,
tradiciones y legado.

Es fácil entonces establecer un símil o una relación entre los procesos indígenas
colombianos y el movimiento zapatista del sur de México pues al igual que ellos, los
pueblos de aquí se han propuesto una movilización social y política que incluye ciertos
elementos:

1. Reconocimiento de la importancia de la cultura y el saber propio


2. Exaltación del territorio como referente “situado” en el que se construyen los
procesos sociales y comunitarios
3. Reivindicación de la acción colectiva en comunidad (las mingas y los caracoles)
4. Acción directa en las que las armas no son lo más importante (“un ejército
armado sólo con bastones y ancestro”)
5. Democracia real en la medida en que toda la comunidad puede expresarse a
través de la palabra y el ejemplo (democracia asamblearia).
6. Nuestro “caminar la palabra” es un modo muy concreto y parecido de afirmar
“el pueblo manda y el gobierno obedece”.

En ambos procesos indígenas, tenemos como gran protagonista al “Estado canalla”


que, si lo vemos detalladamente, en toda Latinoamérica actualmente estos Estados

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atraviesan por una profunda crisis de legitimidad porque son verdaderas plutocracias
que de manera vil promueven guerras (a pesar de que Colombia ha abrazado este
incipiente proceso de paz, aún le falta mucho por mejorar en torno a la verdad y
reparación) y devastación promoviendo un supuesto desarrollo para los países han
provocado en gran parte una forma muy sofisticada de autoritarismo y la falta total de
democracia. Todas las instituciones anexas a estos gobiernos están en crisis por el
desbordamiento del despotismo patriarcal (la familia), la erosión del poder sobre el
conocimiento que ejercía el currículo en las escuelas y colegios, el debilitamiento del
poder médico en las instituciones clínicas, en fin… la oferta de una sociedad
humanitaria y equitativa no ha quedado más que en palabras que se las lleva el viento y
en el que muy pocas personas creen. La resistencia civil no violenta promueve la
participación plena y decisoria de todos los grupos poblacionales; tanto en Colombia
como en México habría que comenzar a relativizar el poder de nuestros representantes,
hacer ejercicios de recuperación de la soberanía de los ciudadanos, promoviendo
procesos de autonomías que diseñen pactos flexibles para comunidades concretas,
desatando grandes procesos sociales de desconocimiento de las decisiones inequitativas
o arbitrarias del Gobierno.

Los grupos indígenas que basan su poder en la diferencia han comenzado a ser
absorbidos por una cultura única, a ser homogenizados y pasterizados dentro de las
reglas del mercado internacional o la infeliz adhesión a uno de los bandos de la guerra
(como pasó en Colombia con las guerrillas que reclutaban indígenas y campesinos). No
quieren ser Gobierno, ni quieren tomarse el poder, simplemente piden que los dejen ser
libres en su diversidad, que les dejen afirmar su peculiar forma de vida. Las
comunidades indígenas les solicitan a sus guerreros que les dejen vivir su vida a su
manera, los jóvenes desempleados no quieren empleos, sino un modo creativo de
producir, siendo amigables con el medio ambiente, demandando reconocimiento
mundial a su diferencia.

En esencia, Colombia y México son dos países muy parecidos, pues tienen en
común el narcotráfico y la violencia, la deliciosa gastronomía y la música, como
también que Colombia está tratando de salir de medio siglo de conflicto armado,
mientras que México se hunde más y más en la lucha violenta entre narcotraficantes y
las fuerzas armadas de la nación. También las comunidades indígenas son muy
parecidas, las relaciones con las familias, madres muy devotas de sus hijos, mujeres que

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dedican toda su vida al cuidado de los descendientes, el uso de los textiles también es
algo especial, hermosas telas, bordadas, con maravillosos diseños, pues todavía en
algunas comunidades indígenas se usan algunos telares manuales, se comparte de igual
manera, la creencia en varias figuras divinas con gran influencia sobrenatural, cuyo
propósito principal es la protección.

Las luchas de los indígenas colombianos y los zapatistas nació del empobrecimiento
crónico de ambas comunidades, necesitaban de manera urgente promoción constante de
su sistema político y social; y en gran medida estas revoluciones se han debido a que sus
necesidades básicas han sido ignoradas por muchos años por los Gobiernos centrales, el
descuido de ambos Gobiernos, el desarrollo de la política neo-liberal y las amenazas por
parte de los grupos represivos, provocaron grandes sueños en las comunidades
campesinas y en las mingas, muchos se atrevieron a idealizar una reforma agraria,
rechazando el capitalismo y la globalización, las mujeres han tenido un papel muy
importante en esta lucha revolucionaria y han reconocido los derechos de las
comunidades LGBTI. Lo que estos movimientos han demostrado es que la desigualdad
histórica todavía existe, pero los indígenas y los zapatistas están promoviendo una serie
de alternativas que han llamado la atención y apoyo del mundo entero, los Gobiernos
han empezado a reconsiderar cómo gestionar las relaciones con los pueblos indígenas y
cómo incluirlos en la construcción de una sociedad más equitativa y justa.

Existen muchos elementos que unen y hermanan los procesos indígenas zapatistas y
los pueblos de Colombia, en particular los de la cultura Nasa. En principio ambas
experiencias se toparon con la opción armada como mecanismo de lucha, pero también
como manera de encontrar una reivindicación clara y profunda de sus demandas.

Es muy interesante que, en el transcurso de los hechos propios de la confrontación


armada, ambos pueblos encontraron razones para desistir de tal accionar en vista de que
se evidenció la alienación violenta y autoritaria que produce la guerra “Las
organizaciones y autoridades indígenas presionaron la finalización de la experiencia de
resistencia armada del Quintín Lame y éste, ante la eventualidad de quedarse sin ningún
respaldo comunitario, optó por su desmovilización en 1990” (Useche, 2016. Pag, 440).
A su vez el zapatismo argumentó desde el principio mismo del alzamiento sus críticas y
reparos a concebir la vía armada tal como había sucedido hasta entonces con los
movimientos insurgentes en el continente:

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“Vemos la lucha armada no en el sentido clásico de las
guerrillas anteriores, es decir, la lucha armada como un solo
camino, como una sola verdad todopoderosa en torno a la cual
se aglutinaba todo, sino que nosotros siempre vimos desde el
principio a la lucha armada como parte de una serie de
procesos o de formas de lucha que van cambiando; algunas
veces es más importante una y a veces es más importante
otra.”1(Entrevista al Subcomandante Marcos, La Jornada, feb
4 de 1994)

Estas no son coincidencias o casualidades, sino la conclusión lógica fruto de


lecturas coincidentes sobre la realidad en la que entran en juego la cultura, la identidad y
el territorio.

Si se observa el fenómeno insurgente convencional en Latinoamérica, se


encuentra en este un evidente componente urbano, con dirigentes intelectuales producto
de la reflexión en las universidades en los que los problemas estructurales de nuestras
sociedades son analizados a partir de la evidente inequidad y cercenamiento de derechos
de las mayorías, incluyendo los derechos políticos. Es así que desde el sur con los
montoneros y tupamaros, hasta Brasil con el Var, en Perú, Venezuela y Colombia con
numerosos grupos alzados en armas de este estilo (aunque con diferencias tan marcadas
como las que pueden existir entre Sendero Luminoso, el ELN y el M-19), y Centro
América donde también prosperaron diversos proyectos guerrilleros; todos éstos
responden a una concepción enmarcada en la construcción de lo nacional, bajo las ideas
republicanas liberales.

Siguiendo la misma línea, consideramos que los puntos de contacto son los
siguientes en lo que se refiere al nacimiento de ambos movimientos:

1. Altos niveles de pobreza, marginación y desigualdad mayoritaria.


2. Sistema gubernamental oligárquico, clientelista y represivo.

1
http://enlacezapatista.ezln.org.mx/1994/02/04/entrevista-con-la-jornada-subcomandante-marcos-lo-
decisivo-en-una-guerra-no-es-el-enfrentamiento-militar-sino-la-politica-que-se-pone-en-juego-en-ese-
enfrentamiento/

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3. Adopción de las políticas neoliberales por parte de los Gobiernos, ocasionando
un deterioro general de las condiciones de vida de la población, desempleo
masivo y reducción del gasto social por parte del Estado.
4. Ambas poblaciones sufrieron una violencia renovada institucionalmente,
tratando de destruir su identidad, arrebatarles su dignidad moral y aniquilar su
modo de vida étnico.
5. Cambios globales que implicaron dejar de lado el modelo productivo agrario
tradicional, el despojo de tierras (por guerrilla o paramilitares), la disminución
del pago por el trabajo indígena, en esencia, menos tierras para los más pobres.
6. La ausencia de canales institucionales que pudieran analizar todas sus demandas.

Ahora bien, consideramos que estos son los puntos en común desde la opción ética
de la resistencia social no-violenta:

1. Ambos movimientos han sido fruto de la interacción entre dos grandes actores:
la comunidad indígena y la sociedad civil nacional e internacional.
2. Gran apoyo ideológico (sobre todo por parte de la Iglesia) que promovió nuevas
prácticas organizativas que incentivaban la reflexión intracomunitaria.
3. Un gran símbolo de resistencia han sido las mujeres indígenas.
4. El apoyo incondicional de organizaciones políticas de izquierda, organizaciones
no gubernamentales de derechos humanos, comunidades universitarias,
intelectuales, organismos internacionales como la ONU, la UE y las agencias de
cooperación.
5. Ambos movimientos persiguen la filosofía de la consecución autónoma de
recursos, medios y procesos para las comunidades indígenas.
6. La principal estrategia se ha centrado en la búsqueda y apertura al diálogo con el
Gobierno y con la clase política. El reconocimiento como interlocutor es el
primer paso para ser escuchados y consideran que éste es el paso inicial y más
importante para que se satisfagan las demandas.
7. Han buscado acercamientos y apoyo internacional con el objetivo de articular
otras luchas en contra de la corrupción y la implantación del neoliberalismo a
nivel global.
8. Entre sus acciones colectivas han realizado numerosas marchas, consultas,
encuentros entre las bases civiles y las comunidades indígenas.

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9. Han realizado innumerables escritos como: manifestaciones, demandas,
declaraciones, reflexiones en forma de ensayos, cuentos, proclamas políticas,
producciones plásticas y artísticas como: videos, exposiciones fotográficas,
pinturas, murales, vestimentas y conciertos de música.
10. La cosmovisión de ambos movimientos se caracteriza por una espiritualidad
alejada del individualismo occidental, muy ligada a la naturaleza y a la vida
comunitaria.
11. Usan la paradoja y otros recursos literarios muy importantes: “Detrás de
nosotros, estamos Ustedes”, “Para que nos vieran, nos tapamos el rostro, para
que nos nombraran, nos negamos el nombre; apostemos al presente para vivir un
futuro… y para vivir morimos”, “Que los actores armados no estén más en
nuestro territorio; la guardia indígena está presente (del movimiento indígena del
Cauca)”, “Guerrilla, paramilitares y fuerza pública, en su objetivo de atacar al
otro, causan desplazamiento, muertos y heridos”, “Si toca poner muertos, tocará,
pero este proceso no se parará”, “Nuestra respiración es el mismo aliento que
brota del mundo: el aire, los vientos y la brisa. Todas las razas humanas son
iguales (indígenas arahuacos)”.
12. Su objetivo político es garantizar la integración social y política de todos los
pueblos indígenas, a través de dos elementos fundamentales: el reconocimiento
y el respeto de su territorialidad y autonomía jurídico-política.
13. Ambos movimientos indígenas trabajan en la construcción de una nueva utopía:
“Un mundo donde quepan muchos mundos” construido sin exclusiones y con
una participación activa y plural.
14. En esencia, se busca: el derecho al uso y disfrute de los recursos naturales y al
territorio (hábitat), programas de desarrollo amigables con el medio ambiente,
políticas culturales propias, educación indígena de calidad, defensa de sus
lenguas, gestión de sus medios de comunicación y protección de sus formas de
democracia, en donde lo colectivo cobra mucha importancia frente a lo
individual, la búsqueda del consenso y la autonomía municipal (mandar
obedeciendo).

En cuanto a la economía podemos aportar lo que nos ha parecido más interesante de


las entrevistas al Subcomandante Marcos: “Y nosotros probamos varias fechas. Pero
teníamos que tomar en cuenta muchas cosas. Por ejemplo, teníamos que tomar en

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cuenta que tenía que ser algo que dejara claro que no era narco-guerrilla. Tenía que ser
algo sobre las ciudades, no podía ser algo en el campo que finalmente dijeran: no, pos
allá quedó en la selva, como hicieron cuando la sierra de la Corralchén, en ese cuartel
que nos encontraron, dijeron no, que son tala-montes, son mariguaneros y otras cosas
que decían; que no, que son guatemaltecos. Nosotros no podíamos hablar porque
estábamos pensando y esperando ver qué pasaba.

“Estaba el otro problema de la población civil. Si nosotros atacamos las


ciudades, qué va a pasar con la población civil y sobre el guerrillero, más que la causa,
pesa la población civil. Para un guerrillero, pues, está morirse por su causa, pero está
dispuesto a morirse antes de hacerle daño a un civil. No checa, pues, es algo que le
duele más que lo agarre el Ejército.

“A partir de entonces los compañeros empiezan a tomar en cuenta aspectos


logísticos para el alzamiento, no políticos. Es decir, por ejemplo, cuándo pueden
conseguir más reserva de alimentos, pensando desde un principio en una guerra larga,
en que nos cercan, que nos avientan contra las montañas. Entonces, tiene que coincidir
después de la cosecha, cuando se puede juntar dinero.” (Subcomandante Marcos, misma
entrevista).

Colombia ha buscado con este proceso de paz terminar con el escenario que hizo
posible que decenas de miles de habitantes de territorios asolados por la guerra
terminaran de sufrir, buscando un modo digno de existencia para todos. Este proceso
fue muy influenciado por la resistencia social comunitaria no-violenta, pues muchos
fueron los obstáculos que se presentaron para terminar con éxito los diálogos de La
Habana, pero los participantes mostraron una excelente actitud de resistencia pacífica y
de prácticas de no-violencia activas, garantizando que se ayudaría a sanar el dolor de las
víctimas, sirviendo de soporte a prácticas de vida con calidad para las diferentes
poblaciones y a encontrar otras formas para rehacer el tejido social colombiano.

Este proceso de paz colombiano estuvo muy influenciado por los zapatistas y
rodeado de sus valores positivos, en especial la solidaridad, al decidir dar la vida propia
por el bien de un pueblo, en donde la justicia tenía que ocupar su lugar preponderante (a
pesar de las críticas recientes a la JEP) y con serias aspiraciones a que la justicia tendrá
que condenar el uso de la violencia, a excepción de los casos en defensa propia.

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Gracias a esta influencia se planteó en Colombia un nuevo orden político y
democrático, además de la posibilidad de construcción de nuevas relaciones sociales y
un nuevo ejercicio democrático ocasionado por la reincorporación de los guerrilleros a
la sociedad civil, al principio en las zonas de concentración y luego en toda Colombia.
Todo este gran proceso social ocasionará que en el futuro las clases más desfavorecidas
aspiren a mejorar sus condiciones de vida en todo el país.

Ahora bien, la entrada en la arena política colombiana de las FARC como


partido, ha empezado a levantar ampolla en las otras colectividades y de sus dirigentes
depende la promoción de acciones no-violentas y a la animación de la gente a participar
activamente en política, en el marco de su movimiento. Este fenómeno es una nueva
ola de transformación social, que incluso ha animado al ELN a adherirse al proceso de
paz y sus raíces vienen de todos estos movimientos sociales, articulando los
movimientos sociales clásicos con la evolución de la izquierda y con los sectores
nacionalistas de las clases dominantes.

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CONCLUSIONES

1. Los insurgentes zapatistas han venido luchando por la autonomía, más no por la
independencia, pues además de ser comunidades indígenas se identifican como
mexicanos, celebran con ambas banderas (la zapatista y la mexicana) y cantan
con orgullo ambos himnos, han conseguido que su mensaje llegue a todos los
rincones del mundo, gracias a las nuevas tecnologías de información.
2. Estos rebeldes defienden el respeto a los derechos y a la cultura indígena, pero
están en contra de los usos y costumbres prehispánicas que atentan contra los
derechos humanos, como la discriminación que sufre la mujer en muchas
comunidades indígenas, como es el caso de la prohibición a las mujeres de
ocupar cargos de autoridad y pudiendo incluso ser vendidas.
3. El movimiento zapatista favorece el encuentro cultural, pues entienden que la
cultura es algo que evoluciona con el tiempo, dinámico y no como algo
permanente o estático.
4. La guerrilla zapatista no promueve la lucha de clases, ni la dictadura del
proletariado, sino la democracia y el combate al capitalismo. Tampoco quiere
tomar el poder, desvinculándose, por tanto, de la táctica revolucionaria de los
movimientos del corte marxista-leninista.
5. Las protestas actuales de las mingas colombianas que tienen paralizada casi a
media Colombia tienen mucha influencia de los movimientos zapatistas, pues
han recurrido al uso de la no-violencia, al diálogo, a la resistencia pacífica, a la
conservación de sus culturas y lenguas. Su lucha es a favor de los más
desfavorecidos, de los más pobres, de los marginados, de los que menos tienen y
a favor de la valentía y la solidaridad.
6. El proceso de paz colombiano estuvo muy influenciado por el movimiento social
zapatista, en especial por su uso de la no violencia, las prácticas de conciliación
asertivas y la preponderancia de la justicia para poderse reincorporar a la vida
civil. A pesar de que nuestra Justicia Especial para la Paz aún requiere algunos
ajustes Colombia va por muy buen camino y esperamos en el futuro vivir en un
país en paz con desarrollo económico sostenible y amigable con el medio
ambiente.

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BIBLIOGRAFÍA

RAMOS, J. Sin miedo: lecciones de rebeldes. Editorial Celebra. Nueva York,


2016. 200 p.

RINCÓN, O. Ya no es posible el silencio. Centro de Competencia en


Comunicación para América Latina. Santafé de Bogotá, 2007. 262 p.

SÁBATO, E. La resistencia. Editorial Planeta. Buenos Aires, 2016. 100 p.

SCOTT, J. Los dominados y el arte de la resistencia: discursos ocultos.


Colección Problemas de México. Ediciones Era. México, 2007. 303 p.

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de Bogotá, Corporación Universitaria Minuto de Dios, 2006.

USECHE, O. Los nuevos sentidos del desarrollo. Editorial Trillas de Colombia.


Santafé de Bogotá, Corporación Universitaria Minuto de Dios, 2008. 316 p.

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