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Al comienzo nos parece divertido, vemos una oportunidad para descansar de la rutina
diaria. A medida que pasan los días, nos invade la incertidumbre sobre cuánto tiempo
durará la medida, si alcanzará el dinero, y las preocupaciones por las medicinas y
alimentos”, dice la psicóloga Susana Obediente Strauss, especialista en terapias familiares.
En casa, se mezclan los miedos y ansiedades de cada miembro del hogar. Se afectan unos a
otros. La psicóloga Loreany Carpio explica que el estrés puede generar “irritabilidad hacia
las personas con las que vivimos, sentimientos de soledad y apatía, o cansancio por la
inactividad”. La educadora Vida Gaviria, coach familiar y autora del libro Vida en familia,
dice que cada persona enfrenta la situación de una manera diferente. “Identifiquemos qué es
lo que más nos funciona. Para algunos, mantener una rutina parecida a la de la vida
cotidiana los ayuda. A otros les funciona dedicarse a aquellas cosas que generalmente
posponen porque, precisamente, siempre se quejan de falta de tiempo”.
Reunimos aquí las recomendaciones de la psiquiatra Diana Rísquez, las psicólogas Susana
Obediente Straus y Loreany Carpio, y de la coach familiar Vida Gaviria para cuidar la salud
emocional de los miembros del hogar y mejorar la convivencia.
¿Qué puedo hacer para manejar mi estrés?
Asumir el miedo para evitar el pánico. “Es una emoción natural, pero no podemos
dejar que nos controle o sobrecoja. El miedo sano me permite protegerme, me hace
proactivo y dispuesto a cuidar también a los demás”, explica la psiquiatra Diana
Rísquez.
Comunicarse de forma clara. Rísquez recomienda a las familias sentarse a hablar
sobre la situación actual y sobre lo que sienten. “Todos deben tener derecho a
opinar y a preguntar, incluyendo niños y personas mayores”.
Escuchar al otro. Comunicarse para entender sus necesidades, no para reprocharle
ideas o sentimientos. Establecer tareas juntos y formas de colaborar. “Esto hay que
hacerlo desde el amor, mostrar que el otro nos importa. No es igual decir ‘¡estás
haciendo todo mal!’ a preguntar ‘¿podrías ayudarme?’”, dice Rísquez.
Hacer actividades juntos, como compartir una ronda de juegos de mesa, lecturas en
grupo o la preparación de alguna receta nueva.
Respetar los momentos de soledad. No podemos hacer todo juntos. Cada miembro
del hogar tiene intereses que desea desarrollar, necesita espacios para relajarse, o
incluso debe atender tareas de teletrabajo.
Al comienzo nos parece divertido, vemos una oportunidad para descansar de la rutina
diaria. A medida que pasan los días, nos invade la incertidumbre sobre cuánto tiempo
durará la medida, si alcanzará el dinero, y las preocupaciones por las medicinas y
alimentos”, dice la psicóloga Susana Obediente Strauss, especialista en terapias familiares.
En casa, se mezclan los miedos y ansiedades de cada miembro del hogar. Se afectan unos a
otros. La psicóloga Loreany Carpio explica que el estrés puede generar “irritabilidad hacia
las personas con las que vivimos, sentimientos de soledad y apatía, o cansancio por la
inactividad”. La educadora Vida Gaviria, coach familiar y autora del libro Vida en familia,
dice que cada persona enfrenta la situación de una manera diferente. “Identifiquemos qué es
lo que más nos funciona. Para algunos, mantener una rutina parecida a la de la vida
cotidiana los ayuda. A otros les funciona dedicarse a aquellas cosas que generalmente
posponen porque, precisamente, siempre se quejan de falta de tiempo”.
Reunimos aquí las recomendaciones de la psiquiatra Diana Rísquez, las psicólogas Susana
Obediente Straus y Loreany Carpio, y de la coach familiar Vida Gaviria para cuidar la salud
emocional de los miembros del hogar y mejorar la convivencia.
¿Qué puedo hacer para manejar mi estrés?
Identificar los pensamientos que le generan malestar. “Ese es el punto de partida,
conocerte y reconocer cuándo y por qué estás sintiendo determinada emoción y
luego actuar sobre el motivo y no sobre el sentimiento en sí”, dice la psicóloga
Susana Obediente. Debemos recordar que mantener la cuarentena es algo que
hacemos por el bien común.
Buscar pruebas de realidad y datos confiables. Revisar los hechos consultando la
información que ofrecen los expertos calificados, como los médicos, las autoridades
sanitarias o científicas de su país y del mundo (por ejemplo, los reportes de
la Organización Mundial de la Salud).
Dosificar el consumo de la información diaria. Estar permanentemente conectado
no le hará estar mejor informado. La psicóloga Loreany Carpio recomienda hacer
un horario para el uso de las redes sociales. “Utilizar solo una o dos horas y solo
seguir a una o dos cuentas de fuentes calificadas. Si no quieres recibir cadenas de
WhatsApp puedes decirle a la persona que las envía, de manera respetuosa, que no
deseas recibir ese tipo de contenido”.
Apagar el celular por un momento. La psiquiatra Diana Rísquez nos invita a
desconectarnos completamente por unas horas. “Los seres humanos estamos muy
claros de que tenemos que relacionarnos con los otros para poder sobrevivir. Ahora
nos enfrentamos a un mensaje contrario para nuestra supervivencia y las redes son
nuestra forma de estar conectados con el exterior. Pero podemos apagar el teléfono
de vez en cuando para controlar la avalancha de información”.
Mantener las rutinas o generar una nueva ajustada a la realidad. La psicóloga
Susana Obediente explica que “las rutinas permiten dirigir nuestra atención hacia un
momento u objeto determinado, lo que contribuye a disminuir la angustia”. Se
recomienda mantener horarios para trabajar, descansar, asearse y comer; sobre todo
porque cuando estamos en casa solemos comer de forma compulsiva y
desordenada.
Asumir el miedo para evitar el pánico. “Es una emoción natural, pero no podemos
dejar que nos controle o sobrecoja. El miedo sano me permite protegerme, me hace
proactivo y dispuesto a cuidar también a los demás”, explica la psiquiatra Diana
Rísquez.
Comunicarse de forma clara. Rísquez recomienda a las familias sentarse a hablar
sobre la situación actual y sobre lo que sienten. “Todos deben tener derecho a
opinar y a preguntar, incluyendo niños y personas mayores”.
Escuchar al otro. Comunicarse para entender sus necesidades, no para reprocharle
ideas o sentimientos. Establecer tareas juntos y formas de colaborar. “Esto hay que
hacerlo desde el amor, mostrar que el otro nos importa. No es igual decir ‘¡estás
haciendo todo mal!’ a preguntar ‘¿podrías ayudarme?’”, dice Rísquez.
Hacer actividades juntos, como compartir una ronda de juegos de mesa, lecturas en
grupo o la preparación de alguna receta nueva.
Respetar los momentos de soledad. No podemos hacer todo juntos. Cada miembro
del hogar tiene intereses que desea desarrollar, necesita espacios para relajarse, o
incluso debe atender tareas de teletrabajo.
Reacciones comunes
Las reacciones comunes ante la aflicción desaparecerán con el tiempo en la mayoría de los niños.
Los niños que hayan estado directamente expuestos a un desastre pueden volver a sentirse
angustiados y volver a mostrar comportamientos relacionados con el acontecimiento si ven o
escuchan algo que les haga recordar lo que pasó. Si los niños siguen muy afectados, o si sus
reacciones interfieren con sus deberes escolares o sus relaciones con otras personas, los padres
podrían hablar con un profesional o hacer que sus hijos conversen con alguien que se especialice en
las necesidades emocionales de los niños. Obtenga más información sobre las reacciones comunes
ante la aflicción:
En bebés y niños hasta los 2 años
Es posible que los bebés se vuelvan más irritables. También es posible que lloren más de lo habitual
o que quieran estar más tiempo cargados y abrazados.
En niños de 3 a 6 años de edad
Puede que los niños en edad prescolar y de kínder vuelvan a tener comportamientos que ya habían
superado. Por ejemplo, puede que tengan “accidentes” (mojar o ensuciar la ropa interior), mojar la
cama, o sentirse asustados por la posibilidad de ser separados de sus padres o cuidadores. Quizás
también les den rabietas o tengan dificultad para dormir.
En niños de 7 a 10 años de edad
Puede que los niños más grandes se sientan tristes, enojados o asustados ante la posible repetición
del acontecimiento. Puede que sus compañeros les den información falsa; sin embargo, los padres o
cuidadores pueden corregir la información errónea. Es posible que los niños más grandes se
concentren en algunos detalles del acontecimiento y quieran hablar sobre ello todo el tiempo, o no
quieran hablar de eso para nada. Puede que tengan dificultades para concentrarse.
En preadolescentes y adolescentes
Algunos preadolescentes y adolescentes reaccionan al trauma comportándose mal. Esto podría
incluir conducir en forma imprudente, o consumir alcohol o drogas. Otros preadolescentes y
adolescentes podrían tener miedo a salir de su casa. También es posible que pasen menos tiempo
con sus amigos. Podrían sentirse abrumados por sus intensas emociones y no poder hablar sobre
ellas. Sus emociones pueden llevarlos a tener más discusiones e incluso peleas con sus hermanos,
padres o cuidadores, o con otros adultos.
En niños con necesidades especiales
Los niños que necesitan usar de manera continua un respirador o aquellos que usan una silla de
ruedas o están en cama podrían tener reacciones más fuertes a una amenaza o a un desastre real.
Ellos podrían sentir una angustia más intensa, o mayor preocupación o enfado que los niños sin
necesidades especiales, porque tienen menos control sobre su bienestar diario que las demás
personas. Lo mismo se aplica a los niños con otras limitaciones físicas, emocionales o intelectuales.
Puede que los niños con necesidades especiales necesiten más palabras tranquilizadoras, más
explicaciones acerca del acontecimiento y más consuelo, y otro tipo de contacto físico positivo,
como abrazos de sus seres queridos.
Cómo les afecta? ¿Qué hacer para minimizar el impacto? ¿Cómo sobrellevar una situación que
puede resultar desbordante tras una semana de confinamiento?
La casuística de situaciones que se vive hoy en las casas en las que hay menores es casi inagotable,
pero el aumento de la ansiedad, la irritabilidad, la tristeza, la agitación o una mayor necesidad de
llamar la atención por parte de los niños son algo lógico y común
el escenario, también para ellos, ha cambiado "de forma drástica" y las sensaciones de "no saber ni
entender qué está pasando" pueden entremezclarse con el miedo y el desconcierto.
Eso unido a que la falta de movimiento y de actividad física es muy significativa en el caso de la
infancia. "Lo necesitan para su regulación porque el sistema nervioso central se está desarrollando y
los estímulos que proporcionan posibilidades de aprendizaje y adquisición de habilidades necesitan
fundamentalmente del movimiento y la interacción. Es algo natural: están hechos para moverse",
Cuando esto se interrumpe, como en el contexto actual, la búsqueda de estímulos "es mucho más
intensa".
Esa explosión hay que canalizarla de alguna manera. Por eso, el tiempo para el juego y la actividad
física es clave, según el listado de consejos elaborado por el Colegio Oficial de la Psicología de
Madrid. Aquí, redoblar la dosis de paciencia es fundamental. "Es normal que nos tiremos de los
pelos y perdamos la calma, pero el reto y el aprendizaje está en el día a día. Los niños necesitan
descargar, así que van a bailar, correr, saltar jugar con la pelota... Podemos montar discotecas, hacer
yoga juntos y quizás el sofá tiene que ser el nuevo tobogán"
Esto no quiere decir que haya que darle rienda suelta al descontrol total. Mantener las rutinas, los
hábitos y los horarios es fundamental. Sobre todo porque es posible que ellos, ante el cambio de
escenario, "busquen nuevos límites y tensen la situación", ncontrar un equilibro entre poner
normas de forma consistente y atender a su contexto "ganándose su conexión emocional desde el
respeto".
Esta es quizás la parte más difícil, pero también la más importante, coinciden las expertas. Entre
otras cosas recomiendan agacharse y hablar a la altura de los pequeños, esperar a que estén en
calma, y dirigirse a ellos con amabilidad. Según la guía elaborada por el Hospital Infantil Niño
Jesús (Madrid) es clave enfocar las órdenes y los límites (por ejemplo, quedarse en casa)
haciéndoles partícipes de lo que está pasando: son necesarios, importantes y necesitamos su ayuda.
"Recuérdales a diario que gracias a que están en casa hay mucha menos gente poniéndose malita",
detalla el manual.
Protegerles de la sobreinformación, y especialmente de los bulos, adaptar qué les contamos del
COVID-19, preguntarles cómo se sienten,
Transmitir tranquilidad frente al tema del COVID-19: Los niños prestan mucha atención a cómo los
adultos hablan del coronavirus, por lo tanto, los niños y niñas se mostrarán más o menos ansiosos
en función de cómo se comuniquen con ellos los adultos que tengan cerca. Los niños y niñas
necesitan la ayuda de los adultos para poner en perspectiva la situación, necesitan que los adultos
les interpreten la información. Hay que tener claro que los niños y niñas, con frecuencia, se percatan
de lo que está sucediendo más de lo que los adultos creen. Muchas veces, escuchan las
conversaciones de los adultos incluso cuando parece que no lo estén haciendo, por todo esto, es
mejor hablar con ellos directamente y reconfortarles tanto como sea posible.
• Aportar datos precisos y adecuados para la edad del niño y niña: Antes de hablar con los niños y
niñas, los adultos deben entender los datos y estar preparados para compartir información correcta
de manera que los niños y niñas la puedan entender. Es importante transmitirles que la mayoría de
los niños y niñas no se enferman del coronavirus o lo hacen levemente. Esto les ayudará a estar
menos ansiosos.
Pueden explicarles que nos quedamos más en casa para ayudar a que se frene la propagación de los
microbios y asegurarse de que las personas que estén enfermas reciban la ayuda necesaria de los
médicos.
• Ayudar a los niños/as a lidiar con la ansiedad que les puede provocar el encierro: Quedarse en
casa y no tener contacto social probablemente sea una situación estresante para los niños y niñas de
cualquier edad, así que los adultos necesitan darles algunos mecanismos para que lidien con la
situación. Seguir un horario (por ejemplo, actividades educativas durante la mañana, tiempo de
actividades libres en la tarde) puede ayudar a todos a generar la sensación de un ambiente
predecible, ya que la constancia ayuda a los niños y niñas a sentirse seguros.
Se pueden incorporar rutinas entretenidas a su día: cuentos, juegos en familia, manualidades,
cocinar en familia, ayudar en labores hogareñas: hacer la cama, poner la mesa, retirar los platos de
la mesa, ya que así se sentirán útiles y contentos consigo mismos. También es recomendable
escuchar música, bailar o saltar a su ritmo, cantar muy fuerte, liberando así energía.
Es positivo invitar a los niños y niñas a compartir cómo se sienten acerca de estar separados de sus
amigos y familiares menos directos, y que les ayuden a organizar planes para que estén en contacto
con ellos: visitas virtuales, llamadas telefónicas o incluso, cartas. Es importante también que los
adultos expliquen que, si bien esta interrupción es difícil, se trata de algo temporal y que se hace
para cuidar que las personas no se enfermen. Igualmente es necesario limitar la exposición de los
niños y niñas a las noticias y las redes sociales
• Hablar con los niños/as para aliviar la ansiedad: Esta es una oportunidad para que los niños y
niñas aprendan a que cuando las cosas les preocupan, es importante hablar con las personas. Se les
puede decir: “cuando te sientas asustado o nervioso, habla conmigo, te hará bien”. Hay que saber
que los niños y niñas pueden responder de maneras distintas ante el estrés; por ejemplo, portándose
mal, volviéndose más dependientes o inquietos, más exigentes o irritables.
Los niños y niñas no son siempre conscientes de que su comportamiento ha cambiado ni por qué ha
cambiado, por lo que es positivo que el adulto les ayude a entender y expresar sus sentimientos de
maneras saludables, alentándolos a que compartan cómo piensan y cómo se sienten. Por ejemplo,
algunos niños o niñas pueden que les preocupe mucho llegar a enfermarse; otros puede que estén
contentos de no tener que ir al jardín infantil o escuela; y otros puede que extrañen a sus amigos.
Para ayudar al niño o niña a lidiar con sus emociones, es útil sugerirles que hablen con los adultos
cercanos, respiren profundamente, hagan expresión plástica (pintar, dibujar), “escriban”, en
conjunto con el adulto, una historia que trate de cómo se siente, entre otras posibilidades.
Durante este período será especialmente necesario acoger y dar consuelo efectivo a los niños y
niñas, contenerlos, pasar más tiempo con ellos, jugar juntos, abrazarlos y mantenerlos cerca. Junto
con esto, será esencial mantener los espacios de conversación, escuchar sus preguntas, y darle
explicaciones simples, reales y breves; y también ayudarlos a expresarse, ya sea verbalmente o a
través de dibujos o juegos. Es importante conversar con frecuencia, validar lo que piensan y sienten,
aclarando sus dudas.
• Mostrarles buenos hábitos de higiene: Los adultos deben modelar una buena higiene para los niños
y niñas. Por ejemplo, lavado de manos frecuente, cantando una canción determinada para que el
lavado tenga la duración necesaria; hacer esto después de jugar o antes de las comidas; evitar
tocarse los ojos, la nariz y la boca.
• Cuidarse a sí mismo también (el adulto): Es importante que durante este período los adultos
presten atención a su propio bienestar emocional, lo que les permitirá apoyar mejor a sus niños y
niñas.
• Explicar a los niños y niñas que los adultos están trabajando para seguir protegiéndolos: Explicar
que las medidas de seguridad que se ponen en práctica son para que todos estén protegidos y para
que la enfermedad no enferme a mucha gente.
Subsecretaría de Educación Parvularia entrega recomendaciones para el manejo de la ansiedad con
las niñas y niños.
Subsecretaría de Educación Parvularia | Estrategias y recursos para realizar en familia |
https://bit.ly/2QVmjbF
8 consejos para tranquilizar y proteger a los niños
UNICEF
Empieza por invitar a tu hijo a hablar del asunto. Averigua cuánto sabe y deja que lleve la iniciativa.
Si es demasiado joven y todavía no ha oído hablar del brote, tal vez sea mejor no sacar el tema, pero
puedes aprovechar para recordarle los buenos hábitos de higiene sin generarle nuevos miedos.
Busca un entorno seguro y permite que tu hijo hable abiertamente. Los dibujos, las historias y otras
actividades podrían ayudarte a iniciar la conversación.
Los niños tienen derecho a conocer información veraz sobre lo que está pasando en el mundo, pero
los adultos también tienen la responsabilidad de evitar que sufran. Utiliza un lenguaje adecuado
para su edad, observa sus reacciones y sé delicado con su grado de ansiedad.
Si no tienes respuestas para sus preguntas, no hagas suposiciones. Aprovecha la ocasión para buscar
las respuestas juntos. Los sitios web de organizaciones internacionales como UNICEF y
la Organización Mundial de la Salud son buenas fuentes de información. Explícale que parte de la
información que hay en internet no es rigurosa, y que es mejor confiar en los expertos.
3. Enséñale a protegerse a sí mismo y a sus amigos
Una de las mejores formas de proteger a los niños del coronavirus y otras enfermedades es,
sencillamente, animarlos a lavarse las manos con frecuencia. No tiene que ser una conversación
alarmante. Prueben a cantar juntos con The Wiggles o a hacer este baile para que el aprendizaje sea
divertido.
También puedes enseñarle a cubrirse la tos o los estornudos con el codo, explicarle que es mejor no
acercarse demasiado a las personas que tengan síntomas y pedirle que te avise si comienza a sentir
fiebre, tos o dificultades para respirar.
4. Dale consuelo
Cuando vemos montones de imágenes preocupantes en la televisión o en internet, nos puede dar la
sensación de que la crisis está por todas partes. Es posible que los niños no distingan las imágenes
que ven en las pantallas de su propia realidad personal y crean que corren peligro inminente. Ayuda
a tu hijo a lidiar con el estrés ofreciéndole oportunidades para jugar y relajarse siempre que sea
posible. Sigue las rutinas y los horarios habituales, sobre todo la hora de irse a dormir, o intenta
crear una nueva rutina si cambias de entorno.
Si hay un brote en tu zona, recuérdale a tu hijo que es improbable que contraiga la enfermedad, que
la mayoría de las personas que tienen el coronavirus no se ponen muy enfermos y que hay muchos
adultos trabajando sin descanso para protegerlos a ellos y a sus familias.
Si tu hijo se encuentra mal, explícale que debe quedarse en casa o en el hospital porque es lo más
seguro para él y para sus amigos. Tranquilízalo diciéndole que sabes que a veces es difícil (o que
puede asustar o ser aburrido), pero que, si sigue las normas, todo el mundo estará a salvo.
5. Averigua si está siendo víctima de estigmas o si los está difundiendo
El brote de coronavirus ha traído consigo numerosas denuncias de discriminación racial por todo el
mundo, así que es importante comprobar que tu hijo no está siendo víctima ni está propiciando el
acoso.
Explícale que el coronavirus no tiene nada que ver con la apariencia, el origen o el idioma que habla
una persona. Si le han insultado o lo han acosado en la escuela, debería sentirse lo suficientemente
cómodo para contárselo a un adulto de confianza.
Recuérdale a tu hijo que todo el mundo merece estar seguro en la escuela. El acoso siempre está
mal y todos debemos hacer lo posible por transmitir generosidad y ayudarnos unos a otros.
6. Busca a las personas que están ayudando
Es importante que los niños sepan que la gente se está ayudando con actos de amabilidad y
generosidad.
Comparte las historias de los trabajadores de la salud, los científicos y los jóvenes, que, entre otros,
están trabajando para detener el brote y proteger a la comunidad. Para los niños puede ser un gran
consuelo saber que hay gente compasiva tomando medidas.
7. Cuídate
Podrás ayudar mejor a tus hijos si tú también estás sobrellevando la situación. Los niños percibirán
tu reacción a las noticias, así que les ayudará saber que estás tranquilo y que tienes todo bajo
control.
Si sientes ansiedad o estás muy preocupado, tómate un tiempo para ti y habla con otros familiares,
amigos o personas de confianza de tu comunidad. Busca tiempo para hacer cosas que te ayuden a
relajarte y recuperarte.
8. Conversaciones cercanas y atentas
Recuérdale a tu hijo que puede volver a hablar contigo sobre cualquier tema delicado en cualquier
momento. Recuérdale que te importa, que lo escuchas y que siempre estás disponible si hay algo
que le preocupe
Plan general
2- Lugar habilitado para estudiar (libre de distractores; libre de tv, música, ruido).
3- Mantener comunicación con los docentes y un plan de estudio de emergencia común (para evitar
que cada quien estudie por su lado lo que quiera, lo ideal es que todos tengan una metodología en
se utiliza bien.
1.- En primer lugar, es importante que el tema sea abordado. No seguir haciendo clases
“normales” como si aquí no hubiera pasado nada. Cuando el país está viviendo una crisis como ésta
(o cualquier otro evento que conmocione a la comunidad), es necesario hacer un alto en las
actividades habituales y dar un espacio para conversar y compartir las emociones generadas por los
eventos, o por lo escuchado en los medios y/o en la familia. Al compartir, no es necesario dar
explicaciones. El sólo hecho de poder expresar lo que uno siente en un ambiente protegido, ya es el
primer paso para sentirse contenido.
2.-Tras una situación de crisis y durante la misma, lo primero es preocuparse por la seguridad. En
ese sentido, se tiene que trasmitir la sensación de que están en un lugar seguro, y hacer todo lo
posible porque así sea. Es decir, procurar no exponerlos a situaciones riesgosas.
3.- Lograr la calma retomando rutinas. Retomar las rutinas es un elemento que ayuda a recuperar
la calma, pero las rutinas deben adecuarse a las circunstancias. Volver a clases no significa que los
niños y niñas estén en las mismas condiciones de siempre para atender, aprender, o rendir pruebas.
Es un desafío para la educación -en lo que se ha descrito como “climas nutritivos”-, implementar la
flexibilidad para adecuarse a las circunstancias de cada niño y a las contingencias emergentes,
adecuando los contenidos, los tiempos de clase y los ritmos. Hay muchas actividades que pueden
realizarse con los estudiantes y que ayudan a retomar la calma, desde actividades de reflexión sobre
lo que está ocurriendo, actividades de relajación, meditación, juegos y actividades de arte.
4.- Es importante recordar el rol de modelo que los educadores tienen para promover el diálogo, la
tolerancia y la empatía entre los estudiantes. En ese sentido, es bueno considerar que los profesores
también se han visto afectados directa o indirectamente por la crisis y, por lo tanto, necesitan
espacios de autocuidado para poder enfrentarse a sus grupos cursos en las mejores condiciones.
Adultos estresados no contribuyen a contener ni a calmar a los niños. .
Cómo pueden los profesores hablarles a los niños sobre la enfermedad por coronavirus
(COVID-19)
Consejos para mantener conversaciones para tranquilizar y proteger a los niños teniendo en
cuenta su edad.
UNICEF
Mientras personas de todo el mundo toman precauciones para protegerse a sí mismas, a sus familias
y a sus comunidades de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), también es importante que los
niños puedan continuar su aprendizaje en un entorno acogedor, respetuoso, inclusivo y solidario
para todos.
Para ello, las escuelas y los profesores tienen un papel fundamental. Compartir información
rigurosa y datos científicos acerca del COVID-19 contribuirá a reducir los miedos y la ansiedad que
sienten los estudiantes a causa de la enfermedad, y les ayudará a enfrentarse a los efectos
secundarios que pueda tener sobre sus vidas.
Les presentamos algunas sugerencias que podrán ayudar a los profesores a entablar conversaciones
con estudiantes de distintas edades (preescolar, primaria, primer ciclo de secundaria y segundo ciclo
de secundaria) acerca de las formas de prevenir y controlar la transmisión del COVID-19 y otros
virus. Cualquier conversación o actividad debe llevarse a cabo teniendo en cuenta las necesidades
específicas de los niños y las directrices proporcionadas por la escuela y las autoridades locales y/o
nacionales, y deberá basarse siempre en fuentes acreditadas como UNICEF y la Organización
Mundial de la Salud.
preescolar
Lo más importante es enseñarles buenos hábitos de salud, como cubrirse la tos y los
estornudos con el codo y lavarse las manos. Aquí puedes encontrar más información para
evitar el riesgo de infección.
Una de las mejores formas de mantener a los niños a salvo del coronavirus y otras
enfermedades es, sencillamente, animarlos a lavarse las manos frecuentemente durante, al
menos, 20 segundos. No tiene que ser una conversación alarmante. También pueden cantar
juntos con The Wiggles o hacer este baile para que el aprendizaje sea
divertido. Aquí puedes encontrar más información sobre cómo lavarse las manos.
Encuentra una forma de controlar que los niños se laven las manos y de compensarlos por
hacerlo con frecuencia o en los momentos oportunos.
Utiliza marionetas o muñecos para mostrarles los síntomas (estornudos, tos, fiebre), para
enseñarles qué hacer si sienten malestar (por ejemplo, si les duele la cabeza o el estómago,
si tienen mucho calor o si se encuentran especialmente cansados) y para consolar a alguien
que esté enfermo (cultivando comportamientos de empatía y cuidados adecuados).
Cuando sea la hora de formar un círculo, haz que los niños se sienten más lejos unos de
otros pidiéndoles que estiren los brazos o “muevan las alas”. El espacio entre ellos debería
ser lo suficientemente amplio para impedir el contacto físico.
Escuela primaria
Escucha siempre las preocupaciones de los niños y responde a sus preguntas de una forma
adecuada para su edad; no los satures con demasiada información. Anímalos a expresar y
comunicar sus sentimientos. Hablen de los distintos sentimientos que pueden tener y
explícales que son reacciones normales a una situación anómala.
Haz hincapié en el hecho de que los niños pueden hacer muchas cosas para protegerse a sí
mismos y a los demás. Por ejemplo, preséntales el concepto de distanciamiento social
(mantenerse más lejos de sus amigos, evitar grupos grandes de gente, no tocar a otras
personas si no es necesario, etc.). Céntrate también en los buenos hábitos de salud, como
cubrirse la tos y los estornudos con el codo y lavarse las manos. Aquí puedes encontrar
más información para evitar el riesgo de infección.
Ayuda a los niños a entender los conceptos básicos de prevención y control de la
enfermedad. Utiliza ejercicios que demuestren cómo se propagan los gérmenes. Por
ejemplo, puedes poner agua de color en un bote de spray y pulverizarlo sobre una hoja
blanca de papel y, a continuación, observar hasta dónde llegan las gotas.
Demuestra la importancia de lavarse las manos con jabón durante 20 segundos. Por
ejemplo, pon una pequeña cantidad de purpurina en las manos de un estudiante, pídele que
se las lave solo con agua y comprueben la cantidad de purpurina que queda. Después,
pídele que se las lave con agua y jabón durante 20 segundos y comprueben cómo la
purpurina desaparece.
Pídele a los estudiantes que analicen textos para identificar comportamientos de alto riesgo
y sugiéreles formas de cambiarlos. Por ejemplo, un profesor que está resfriado va a la
escuela. Estornuda y se tapa con la mano. A continuación, le da la mano a un colega.
Después se limpia las manos con un pañuelo de tela y se va a dar clase. ¿Qué puede
considerarse arriesgado en el comportamiento del profesor? ¿Cómo debería haberlo hecho?