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Política de vida y muerte.libro ICAHN (1)

Data · January 2014

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Nicolas Espinosa
The University of Arizona
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POLITICA DE VIDA Y MUERTE
Etnografía de la violencia de la vida diaria
en la Sierra de La Macarena.

Nicolás Espinosa

Departamento de Antropología
Facultad de Ciencias Humanas

Universidad Nacional de Colombia


2008
POLITICA DE VIDA Y MUERTE
Etnografía de la violencia de la vida diaria
en la Sierra de La Macarena.
Tesis de grado, aprobada y con mención meritoria,
de la Maestría en Antropología Social

Autor: Nicolás Espinosa.


Tutora: Marta Zambrano.

Departamento de Antropología
Facultad de Ciencias Humanas

Universidad Nacional de Colombia


2008
TRABAJO CO-FINANCIADO POR EL PROGRAMA DE “APOYO
DE TESIS DE POSGRADO” DE LA DIRECCIÓN DE
INVESTIGACION DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE
COLOMBIA SEDE BOGOTA. CONVOCATORIA 2007

TRABAJO CO-FINANCIADO POR EL “FONDO DE APOYO A


INVESTIGACIONES REGIONALES” DE LA CORPORACION
PARA EL DESARROLLO INTEGRAL DE LA AMAZONIA
COPOAZU. FLORENCIA, CAQUETA. CONVOCATORIA 2006

TRABAJO ACOMPAÑADO POR EL RESGUARDO INDÍGENA


MULTIETNICO, YAGUARA II DE LOSAgradecimientos
LLANOS DEL YARÍ; LA
ASOCIACIÓN DE JUNTAS DE ACCION COMUNAL DEL
MUNICIPIO DE LA MACARENA (META), ASOJUNTAS DE
CARTAGENA DEL CHAIRÁ Y ASOJUNTAS DE SAN VICENTE
DEL CAGUAN (CAQUETÁ)
AGRADECIMIENTOS:

Tras varios años de trabajo en La Macarena, el haber cursado la Maestría en


Antropología de la UN me ha permitió experimentar con nuevas formas de aproximarme
y estar en la región. Por ello reconozco el dedicado trabajo de las siguientes profesoras y
profesores, quienes hicieron permanentes críticas y observaciones a mi Tesis: Marta
Zambrano (mi tutora), César Abadía, Joanne Rappaport; Grardo Ardila, Fabricio
Cabrera y Ximena Pachón. Igual papel jugaron mis compañeros y compañeras de
estudio Cesar Tapias, Constanza Fletcher, Marco Tobón, Ana María León, Juana
Espinosa, Santiago Gómez y Miguel Mejía.

Pero sin duda esta tesis sólo fue posible gracias al apoyo de campesinos y campesinas de
la sierra de La Macarena, quienes a pesar de las difíciles circunstancias en que viven y
de las duras condiciones que la guerra impone, nunca dudaron en respaldar mi trabajo
ante las presiones de las Fuerzas Armadas y la insurgencia. Apelando a estrategias que
solo las comunidades conocen, y a pesar de los operativos militares y el control que
ejercen las Farc, gracias al acompañamiento campesino me fue posible explorar
suficientes espacios y situaciones para mi trabajo.

Aunque he tomado precauciones para que este trabajo no sea funcional a los proyectos
militares del estado y la insurgencia, y que nada de lo aquí escrito comprometa la
seguridad de los campesinos y campesinas que prestaron su testimonio, prefiero no
mencionar a nadie. En junio de 2008, cuando realicé entrega del trabajo a las
comunidades de La Macarena y Norte del Caquetá, me fue posible extender
agradecimientos personales.

Por ultimo agradezco a la Universidad Nacional y la Corporación Copoazú por la


financiación recibida. A las Asociaciones de Juntas de la región y al resguardo Yaguara
II por su acompañamiento y a mis asistentes de campo, Lorena Carrillo y Adrián García,
por su dedicación para con este trabajo.

Aclaro, eso si, que lo escrito en esta tesis es responsabilidad del suscrito y no
compromete las posiciones de las personas e instituciones antes mencionadas.
A la memoria de Helena y de la Profe,
quiénes siendo arte y parte de esta historia
se fueron de estas tierras sin poder
discutir mis letras.
“…huyen de la pobreza de una ciudad y se arriesgan
criando hijos lejos de una escuela o un hospital.
Escapan de una violencia entre dueños de poderes
y se encierran en una humillante soledad
para decirse así mismos que viven en libertad”.

Padre Jacinto Franzoi


Río Caguán. Memorias y leyendas de una colonización
TABLA DE CONTENIDO

INTRODUCCIÓN…………………………………………… 1
Metodología del trabajo
El viaje sin regreso
De la teoría a la práctica: ejes conceptuales
El observador observado
Organización del trabajo.

Capítulo Primero
ETNOGRAFÍA EN ZONA TÓRRIDA………………………… 36
La Sandía
El Yarí.
La triple frontera: el Yarí, La Macarena, el estado colombiano.
La Macarena
El río Guayabero
La vereda
La finca

Epílogo: el regreso

Capítulo Segundo
VIOLENCIA Y VIDA CAMPESINA
Etnografía de la violencia en la vida diaria…………………….. 77
Los marcos de la violencia
Colonización y conflicto
La violencia desde el estado. De lo simbólico a lo militar
La violencia desde la guerrilla
La violencia de la vida diaria.
El destierro
Un fin de semana en la vereda
Formas y dinámicas de la violencia en la región

Capítulo Tercero
POLÍTICA DE VIDA Y MUERTE
La normalización de la violencia…………………………………… 108
Las experiencias del sufrimiento
“Algo tenía que deber”
La injusticia toca la puerta
La comunidad imaginada
La naturalización del sufrimiento
La racionalización
Condiciones y respuesta sociales a la violencia
Capítulo Cuarto
VIOLENCIA POLÍTICA Y
PRÁCTICAS DE LA MEMORIA…………................................. 133
La memoria regional
Memoria constitutiva, sujeto y colectivo
La memoria constituyente como proceso
La memoria constituyente como apuesta de reconocimiento
La memoria constituyente y la construcción de fronteras regionales
Elementos pendientes para una agenda regional

Capítulo Quinto
LA POLITICA DEL LUGAR
Las tensiones del territorio político en La Macarena ……… ..... 159
Dentro y fuera: las fronteras de sentido
A las márgenes del estado
Lo político en el lugar y la política del lugar

CONCLUSIONES……………………………………………… 181

BIBLIOGRAFIA
Foto 1
Amanece en el río Guayabero.
A lo largo del texto, una crónica del trabajo de campo en fotografías.
Autor: Nicolás Espinosa

Foto de la portada: Alejandro sale de su casa.


Autor: Santiago Gómez
Introducción

INTRODUCCIÓN

La siguiente es una etnografía que realicé en la Sierra de La Macarena y algunas zonas

del norte del Caquetá y los llanos del Yarí (Véase: Mapa 01, página 2), en donde me

propuse analizar el impacto de la violencia política en la cotidianidad de las

comunidades campesinas. Tras una década de trabajo en La Macarena, para esta

investigación me fue posible recoger el acumulado de relaciones, confianzas y

experiencias que he construido allí, condición que me ha permitido abordar, en una

región complicada1, una situación complicada: la naturaleza compleja de las

manifestaciones regionales del conflicto armado.

En estos territorios amazónicos la violencia política se ha incorporado de manera sutil

en la vida campesina, pues mas allá de la reiterada sucesión de combates, bombardeos,

retenes y un largo etc. a que se ven sujetas las comunidades, el conflicto armado deja su

huella, por ejemplo, en actividades tan comunes como la agricultura. En La Macarena la

extensión máxima de los sembrados de coca, el número de hectáreas de selva que se

permiten tumbar anualmente por finca y otra serie de disposiciones que establecen las

Farc en sus áreas de influencia, son reglas de carácter obligatorio. El conflicto también

se siente en las condiciones que existen para movilizarse de una región a otra, pues

1
La Sierra de La Macarena es un sistema biogeográfico mas antiguo que los andes en donde confluyen los
ecosistemas andino, orinocense y amazónico. Su poblamiento se remonta a un proceso de colonización
reciente cuyos protagonistas fueron, en su mayoría, campesinos expulsados de la región andina a
mediados del SXX por los remanentes de la violencia bipartidista de aquel entonces. En los años 60 la
persecución a grupos campesinos organizados por el Partido Comunista los llevó a abrir frentes de
colonización a los que se sumaron, con los años, miles de familias campesinas que buscaron la
posibilidad de contar con una tierra para vivir. En inmediaciones de La Macarena, a mediados de los
años 60, se fundó la guerrilla de las Farc y desde entonces la región ha sido escenario de múltiples
operaciones militares, conflictos asociados a los cultivos de coca y a la ocupación campesina de zonas
de reserva natural. Para un panorama histórico y regional véanse los trabajos de Molano (1989),
Avellaneda (1989), Sierra (1995), Espinosa (2003).

1
Introducción

Mapa 01. Ubicación de la zona de estudio. Fuente IGAC

2
Introducción

dicho ejercicio implica para los habitantes de la región sortear los controles del ejército,

las regulaciones de la guerrilla; para ello es clave no transitar con ropa oscura y en lo

posible no ir a los cascos urbanos con botas pantaneras, pues el ejército sospecha de la

ropa negra y molestan mucho por la tenencia y porte de botas; suponen que éstas son de

uso privativo de la guerrilla y en la práctica parecieran estar proscritas. Así mismo, para

ir de una zona a otra es necesario llevar cartas de presentación de la Junta de Acción

Comunal de la vereda, dado que la guerrilla no permite el ingreso a sus zonas de

personas desconocidas en la región.

Como etnógrafo no he escapado a las normas y condiciones que imperan para la gente

(evito ropas oscuras, conservo las cartas de presentación de la Junta, reconozco que

temas o no se pueden discutir en una casa) y he descubierto estrategias para sortear

algunas condiciones propias de los controles militares: en los retenes del ejército es más

fácil evadir señalamientos y exhaustivos controles cuando me presento como

antropólogo (mi formación de maestría) y no cómo sociólogo (mi formación de

pregrado). Sin entrar en muchos detalles, la mención de antropólogo hace suponer que

me dedico a la arqueología o al trabajo con indígenas; la sociología carga con un

estigma que la relaciona, en muchos espacios y en muchos sectores del país, como

formación propia de guerrilleros.

En otros tantos momentos y espacios la violencia política cobra forma en La Macarena,

como lo son la configuración de la espacialidad regional, pues dadas las regulaciones de

la guerrilla relativas a la máxima extensión de las fincas, la cantidad de selva que cada

año se puede tumbar determina que tanto se ensancha la frontera agrícola. El conflicto

3
Introducción

también se vive cuando las excesivas regulaciones de las Fuerzas Militares limitan de

forma exagerada la cantidad de comida que las familias pueden llevar a sus fincas; la

dificultad que supone superar los retenes militares hacen pensar dos veces a la

población joven si vale la pena ir desde la zona rural a un centro poblado, pues el ser

jóvenes los hace sospechosos de ser miembros de la guerrilla.

De igual forma, al haberse incorporado a la vida diaria, el conflicto armado ha

configurado una serie de respuestas sociales al conflicto que en las esferas más íntimas

de la vida social se expresan en las formas de vivir el sufrimiento, de representarse la

violencia y racionalizar sus efectos. Las prácticas de la memoria y de la política, así

como las formas de apropiación territorial encuentra como marco regulador las

condiciones que la violencia impone.

En síntesis, mi tesis se orienta a comprender la violencia política a través de las

cotidianidades y vivencias de los campesinos de la región. Y es objeto del presente

capítulo exponer algunos de los contenidos de la investigación, las tensiones éticas que

mi etnografía en una zona de conflicto ha supuesto, y aquellas estrategias metodológicas

que, en conjunto con lo anterior, han configurado la investigación.

La introducción se divide en cuatro secciones: la primera comprende los antecedentes

etnográficos que dieron forma al objeto de estudio, la segunda trata algunos de los

elementos centrales trabajados en la investigación; la tercera plantea el marco

metodológico de la investigación y en la última realizo una presentación general del

texto.

PRIMERA PARTE: PRETEXTO ETNOGRAFICO.

Abril de 2007 fue un mes muy tenso para los habitantes de la vereda El Socorro en la

4
Introducción

Sierra de La Macarena. Fuertes combates río abajo los hacían temer una incursión

militar cerca de sus fincas mientras que el sobrevuelo de los aviones militares que

fumigan los cultivos de coca se hacía más intenso cada día. Era de esperar que las

aspersiones aéreas se hicieran de nuevo la en la vereda y que, como en ocasiones

anteriores, el veneno arrasara con toda clase de cultivos. De igual forma, y por aquellos

días, pequeños grupos de guerrilleros se movieron de finca en finca esta zona del

Guayabero, realizaron charlas con los campesinos, cobraron impuestos, arreglaron uno

que otro problema entre vecinos.

Una familia de la vereda, la familia de don Armando y doña Graciela, tenía aún más

motivos para estar preocupados: desde hacía varios meses estaban entre ojos de un

comandante guerrillero quién les había ordenado “abandonar el área”. Además de eso,

hacía pocas semanas una familia de campesinos (madre, padre, hijos menores, dos

primos y un tío) aparecieron como guerrilleros en el pueblo, se desmovilizaron2 y

señalaron a don Armando a través la emisora del ejército, en emisión especial, como

colaborador de la guerrilla, invitándolo a él y su familia a seguir su ejemplo y

desmovilizarse. Este señalamiento, por si fuera poco, hizo temer a la familia de don

Armando y doña Graciela una incursión del ejército. No tenían para donde tomar

2
El programa para la Desmovilización y Reincorporación es una política del estado colombiano orientado
a ofrecer beneficios jurídicos y socioeconómicos a aquellas personas que abandonen un grupo armado
al margen de la ley, según lo contempla la ley. Los desmovilizados son atendidos tres meses en
albergues temporales, para luego recibir durante dos años un estipendio mensual cercano a un salario
mínimo (en promedio) y un préstamo al finalizar este tiempo para iniciar un proyecto productivo. Los
desmovilizados han de comprobar de forma periódica su asistencia a estudios y capacitación para
recibir tales beneficios, así como no verse involucrados en ningún acto delictivo. En un contexto mas
amplio este programa hace parte de una estrategia contrainsurgente que busca la deserción y
desmoralización de miembros de la guerrilla, así como la obtención de importante información para la
inteligencia militar puesto que a cambio de información o servicios de guía en áreas de conflicto los
desmovilizados obtienen mayores beneficios económicos. Un análisis sobre los impactos regionales y
familiares de la desmovilización véase el trabajo de Lorena Carrillo “Cuando para los campesinos la
seguridad no necesariamente significa democracia” (2008).

5
Introducción

camino y aunque en su casa se respiraba un ambiente muy tirante esto no fue motivo

para que la visita que desde hacía varios meses les había prometido se hiciera efectiva.

Los acompañé unos cuantos días.

En aquel tiempo tenía en mente, como trabajo para la maestría, rastrear las narrativas

políticas de los campesinos sobre el estado. Planeaba realizar un video y para ello me

acompañaron mi amigo Cesar Tapias, compañero de estudios en la maestría, y mi

hermana Juana Espinosa, estudiante de antropología. A diferencia de César, Juana ya

había visitado conmigo La Macarena, por lo que semanas previas al viaje debí informar

a los líderes de la comunidad que iría acompañado de otra persona y que llevaríamos

una cámara de video. Advertencias de este tipo son necesarias, toda vez que por

regulación de la guerrilla las personas extrañas no pueden llegar a la vereda sin la

autorización y acompañamiento comunitario.

El trabajo sufrió un drástico cambio cuando fuimos consientes de los momentos

angustiosos que vivían doña Graciela, don Armando e hijos; momentos que captaron

toda mi atención. Pude observar cómo, a pesar del cruce enorme de fuerzas y poderes

que los superan (el conflicto armado que ha enfrentado al estado y la guerrilla de las

Farc durante más de 40 años), la vida de la familia seguía su curso: los niños

madrugaban para la escuela, don Armando se dedicaba a reparar las cercas de la finca y

doña Graciela ordeñaba de forma paciente las siete vacas que tenían. Nuestro trabajo en

video, con autorización de la familia, se dedicó a capturar momentos de su vida diaria y

a sistematizar su historia en el Guayabero.

El ambiente de tensión se respiraba a cada instante en esta familia: ante el sobrevuelo de

cualquier helicóptero las conversaciones cesaban, las visitas de los vecinos se tomaban

6
Introducción

con tranquilidad, no alteraban el trabajo del día; pero ante el aparecimiento de aquellas

personas que ellos creían cercanas a la guerrilla todo trabajo se aplazaba. Algunos temas

de mis entrevistas fueron vedados en las noches, puesto que en medio de la selva y en

estas casas sin paredes nunca se sabe quién puede estar escuchando.

Esta pareja de campesinos y sus hijos han hecho su vida, toda la vida, a las márgenes

del río Guayabero. Los conocí hace años y por donde quiera que me haya entrometido

en sus vivencias, en cada conversación la historia del conflicto y de la violencia política

se ha incorporado de una forma determinante para explicar sus experiencias de vida. En

aquella oportunidad, en abril de 2007, pude conocer de primera mano no solo la

encrucijada más complicada a que se halla enfrentado esta familia sino que también me

fue posible identificar el impacto de la violencia política en las experiencias diarias de

los campesinos, pues alrededor de la situación de doña Graciela y don Armando pude

identificar y comprender distintas dimensiones del conflicto armado que los pobladores

de La Macarena viven en la vida diaria.

Meses después regresé y ellos ya no estaban en la región. Sus familiares no quisieron

entrar en detalles sobre su paradero y las condiciones de su partida; incluso me

sugirieron que mejor dejara la historia tal cuál quedó. Eso implicó, por tanto, que el

video que realizamos con César y Juana deba permanecer inédito y que pueda

considerarse como eso que Veena Das ha llamado “conocimiento venenoso3”: aquellas

cosas que es mejor silenciar para no afectar la vida comunitaria.

El haberme visto inmerso en la cadena de acontecimientos, reflexiones y discusiones

3
Véase Das (1997 y 1997b)

7
Introducción

regionales a que dieron lugar las decisiones que habrían de tomar don Armando y doña

Graciela, significaron un cambio drástico en la perspectiva de mi trabajo: en principio

mi proyecto se encaminaba a dar cuenta de la cultura política de la región, pero a fuerza

de los hechos las indagaciones sobre la política y lo político en La Macarena me

mostraron que estas dimensiones de la vida social no pueden disociarse de la violencia.

Siendo así el trabajo de investigación se orientó desde entonces a dar cuenta de las

distintas escalas de violencia que configuran la región y la forma en que se naturalizan

en la vida diaria y en las experiencias de los campesinos.

La pregunta por quiénes son los campesinos, qué experiencia los define como sujetos,

fue una de las cuestiones que dio forma al sentido del trabajo. Los sujetos de esta

historia son campesinos no sólo porque vivan en una zona rural, sino porque su relación

con el medio, sus prácticas productivas y su racionalidad económica los hacen

campesinos, y así se hacen llamar. En alguna oportunidad le pregunté a doña Graciela

ella qué era: campesina o colona. Me dijo con orgullo, “somos campesinos porque

trabajamos la tierra”. A Santi, su esposo, no le gustaba trabajar en la finca, prefiere

aserrar madera, trabajar con máquinas como la guadaña o manejar canoas. Mantenía

junto a doña Graciela los sembrados de pancoger, la yuca, el plátano, el maiz. No era su

única ocupación, pero aun así también se asumía como campesino, pues para él ser

campesino significa haber nacido en el campo y vivir en una finca. Colonos fueron sus

padres, quienes fundaron la región, aclaró. Su vida allí les ha permitido compartir las

tradiciones y costumbres, las creencias, los mitos y las supersticiones propias de la vida

campesina y que en La Macarena observan algunas particularidades.

La discusión sobre el carácter campesino de los habitantes de la región se ubica no solo

8
Introducción

en aras de una precisión conceptual que diferencie a colonos de campesinos, sino en una

apuesta de política cultural (cfr. Escobar 2001). Si por un lado la categoría “colono”

señala una particular forma de relacionarse con el medio, una la racionalidad que

incorpora prácticas andinas y lógicas campesinas extractivas en el medio amazónico

(Molano 1987 y 1989b; Chávez 1998), la acepción oficial del término representa para la

gente de La Macarena una estrategia discursiva que desde el estado desconoce las

raíces que estos habitantes han echado sobre su tierra. Nombrar a los habitantes de la

región como colonos constituye un estereotipo desde el cuál el estado los descalifica

pues los considera como una población flotante, depredadores el medio ambiente cuyo

afán de lucro los hace seguir la bonanza de la coca.

Pero la historia de La Macarena no se limita a la colonización. Esta es una región que se

constituyó a partir de un proceso colonizador que se remonta a los años 60 y que

integró, en una naciente sociedad regional, a colonos que procedían de distintos lugares

del país: Huila, Tolima, Cundinamarca, Santander. Varias décadas después pocos se

reconocen allí como colonos, pues colonos fueron los primeros en llegar. La realidad de

los habitantes contemporáneos es otra, por ejemplo don Armando y doña Graciela (al

igual que la gran mayoría de jóvenes herederos de la colonización) nacieron y se criaron

en La Macarena y no conocían mas que su región; su finca no fue abierta en terrenos

baldíos, fue comprada. Hicieron parte de una comunidad que se reúne cada mes para

realizar trabajos en conjunto; una comunidad que tiene escuela, caminos y una Junta de

acción comunal. Su finca les proveía alimentos y el excedente que generaban, a partir

del trabajo familiar no remunerado, lo invirtieron en artículos necesarios para su vida y

que la finca no producía. En suma, los campesinos que hoy día viven en La Macarena

9
Introducción

Foto 2
Regreso a la vereda. Esta joven campesina comparte con su hija una condición especial:
ambas han nacido en La Macarena. A diferencia de la experiencia de los colonos, quienes
dieron los primeros trazos en la construcción de la región, ellas no tienen la referencia de una
tierra lejana como su lugar de origen.
Autor: N.E

10
Introducción

heredaron del proceso de colonización las bases de una sociedad regional que

comprende el piedemonte amazónico, y en donde múltiples historias, sentidos y

representaciones integran una cultura regional.

Una de esas historias desde la cual se han construido sentidos y representaciones, desde

la cual se han generado una serie de estrategias para negociar en la vida diaria ha sido

la violencia política. Con esto en mente me propuse una vía para interpretar lo

aparentemente incomprensible: en una zona donde el conflicto armado se vive con

mucha intensidad, ¿qué tipo de negociaciones realizan sus habitantes en la vida

cotidiana para seguirla habitando? Para dar respuesta a ello, en la investigación

contemplé una serie de contenidos que ha continuación describo.

SEGUNDA PARTE: CONTENIDOS DE LA INVESTIGACIÓN.

Para darme una idea de cómo se vive la vida en La Macarena he recogido una serie de

historias, experiencias y testimonios que me han permitido examinar algunas de las

condiciones políticas que configuran la región. Para eso he trabajado el marco de

violencia que la estructura, a la manera de distintas escalas (ejercidas desde el estado y

la guerrilla) que enmarcan una serie de procesos que inciden de forma directa las esferas

de la cotidianidad.

Desde el estado cabe destacar aquel elemento que configura en buena medida la forma

como dinamiza su presencia en la región, comprendido en la política de erradicación de

cultivos de coca. Política que se confunde con la estrategia contrainsurgente y que no

reconoce el conflicto social que sustenta los cultivos de coca ni el carácter político de

los campesinos; dado que la actividad de los cocaleros se comprende como criminal, el

11
Introducción

tratamiento que reciben es de delincuentes, cuando no de guerrilleros.

De otro lado, desde el ámbito de la guerrilla, el involucrar a los civiles de forma cercana

a la lucha armada redunda en que sea común el ajusticiamiento de campesinos

sospechosos de servir a las Fuerzas Militares. Esos ajusticiamientos les hacen perder

confianza entre las comunidades campesinas. De otro lado, el que las Farc hayan

asumido desde hace varios años la intermediación entre los campesinos productores de

pasta base de coca y los narcotraficantes que procesan la cocaína, ha significado para las

comunidades complejos problemas a los que han de enfrentarse, puesto que esa relación

de la guerrilla con la coca ha permitido que desde el estado se señale que la producción

coquera sea de las Farc, y por ende que todo productor sea acusado de ser guerrillero.

Ahora bien, a partir de la comprensión de distintas expresiones particulares de la

violencia política desde sus agentes, he identificado uno de los impactos por medio de

los cuales estas expresiones se manifiestan: la configuración de una “violencia

cotidiana”. Este tipo de violencia implica para los campesinos la rutinización del

sufrimiento humano como algo “normal”, que aparece bajo múltiples formas (Scheper-

Huges 1997) y como resultado de la interacción del cambio de las representaciones

culturales, la experiencia social y la subjetividad individual (Kleinman 2000).

Otros elementos conceptuales ofrecen pistas para trabajar la dimensión social de la

violencia cotidiana: la elaboración de cierta cultura de terror (según propone Taussig

2002) por medio de elementos narrativos y simbólicos –historia oral, discursos, ritos-

que reproducen de forma efectiva, y en algunas dimensiones de la conciencia colectiva,

algunos de los efectos propuestos por los actos mismos de la violencia. No es el terror la

única expresión cultural, pues en la naturaleza campesina coexisten distintas prácticas y

12
Introducción

escenarios que no pueden reducirse a una noción totalizadora de terror. Entre estos

escenarios es posible diferenciar dos de ellos claves para el análisis de la violencia en la

vida diaria: las esferas públicas y privadas de la vida social (Bourgois 2001).

En cuanto he tomado como referencia para comprender la subjetividad las experiencias

concretas e imaginadas de la vida de los sujetos, experiencias que los guían en la acción

y que lo sitúan en un campo de relaciones de poder (cfr Kleinman, Das, Lock 1997), es

posible observar el impacto de la violencia en la vida diaria en la serie de pautas que

naturalizan y normalizan la violencia política. A esas pautas las he llamado gramática

social, donde esa gramática marca el parámetro (de allí la noción de normalización)

desde el cual las comunidades campesinas sobrellevan en su cotidianidad el conflicto

armado. Algunas de esas pautas lo son la forma apropiada para hablar de temas

complejos -los ajusticiamientos, la desmovilización de un vecino, la detención de un

lider social- la elección de testigos seguros con quienes hablar de ello –por lo general el

círculo familiar- y la predilección de un lugar sobre otro para hablar cosas de este tipo.

Eso si: la rutinización y la normalización de la violencia no implican una especie de

naturaleza violenta propia del campesinado. La ya clásica discusión entre Catherine

Legrand (1994) y Alfredo Molano (1989) sobre el carácter revolucionario del Colono

que reivindica este último, contradicho por Legrand al señalar aspectos claves de su

vocación reformista, ofrece pistas para comprender que la respuesta armada de sectores

campesinos obedece a diversos procesos históricos y políticos extremos que han

configurado el panorama de nuestra guerra. Procesos que, al comprender la mentalidad

geopolítica que ha guiado la lucha contrainsurgente en nuestro país vale la pena

esclarecerlos (Cómo logra de alguna manera el trabajo de Serje 2006) para trazar

13
Introducción

acciones desde la sociedad civil, la academia incluida, que prevengan esa política de

arrasamiento a que se han visto sometidas poblaciones rurales y urbanas en nuestro

país4

Por tanto debo insistir en que mi propuesta de gramática social se orienta a comprender,

entre otras cosas, las respuestas que surgen desde las comunidades tras la ocurrencia de

un evento asociado a la violencia política. El análisis de los pasos que le suceden hace

posible ver los significados ocultos, implícitos en el día a día, por medio de los cuales

los campesinos se representan y racionalizan dichas experiencias. Uno de esos

significados tiene que ver con los procesos de vida y muerte a que se ven sujetos los

campesinos, situación que implica, en cierta medida, una biopolítica donde la vida,

antes que merecer una apuesta política para su conservación (en el sentido original con

que Focault propusiera el término biopolítica5), se sostiene mediante una serie de

estrategias donde, en ocasiones, la naturalización de la experiencia social indica que es

necesario dejar morir para poder vivir: varias de las narrativas que he recogido
4
No menos que con sospecha y prevención puede uno observar la posible justificación a que puede dar lugar
un supuesto trabajo académico que el periódico El Tiempo cita, y mal citado, en aras de contextualizar las
posibilidades de una posible “retoma” de las Farc en el céntrico departamento de Cundinamarca. Dice la
nota periodística que “al respecto, el sociólogo de la universidad Nacional Jorge Dueñas Cabra y un grupo
de especialistas que ha hecho un seguimiento del fenómeno de izquierda en Cundinamarca, señalan que
será muy difícil erradicar del todo a este grupo (las Farc) por los nexos familiares que aún mantienen en la
región”. El Tiempo, 15 de Mayo de 2006. Esta nota ha sido reproducida en la página oficial de las Fuerzas
Militares. Véase: http://www.fac.mil.co/?idcategoria=11240 Consulta enero 12 de 2008
Quizás gracias a pretextos de este tipo es que a lo largo de distintas y exitosas operaciones militares
desarrolladas en el país las operaciones paramilitares arreciaron en contra de poblaciones enteras, entre
ellas la población de Cundinamarca, el Oriente antioqueño, y las zonas norte y sur de la Sierra de La
Macarena, entre otras. Véase: “¿Meras coincidencias? Pese a la tregua unilateral que declararon los
paramilitares desde el año pasado (2002), han aumentado su presencia en regiones como Arauca, Cauca,
Antioquia, Cundinamarca y Huila. Operativos militares grandes y exitosos del gobierno de Alvaro Uribe
han coincidido con una fuerte expansión paramilitar en esas zonas”. En Revista Semana, edición digital.
http://www.semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?IdArt=71591 Consulta enero 12 2008
5
Sobre el concepto de biopolítica, como propuesta analítica para comprender las formas que asume la
lucha por la vida y la racionalziación de la muerte en la región véase Michel Focault (1991).

14
Introducción

legitiman los ajusticiamientos de campesinos por parte de la guerrilla, puesto que por

culpa de uno muchos pueden caer, o porque si lo mataron fue por algo.

Dos temas más que hacen parte del trabajo tiene que ver con las características de la

política del lugar, que como proceso que articula las distintas particularidades de la

región, define lo político y los escenarios para la participación política en la región, y el

papel de la violencia política en las prácticas constitutivas (el recuerdo de los hechos

pasados) y constituyentes (como parámetro de la a la construcción de la realidad social)

de la memoria (cfr Brito y Soto 2005).

Tras este repaso por los temas tratados en la investigación, en el siguiente apartado

abordo las principales características sobre la forma cómo se orientó y configuró el

trabajo etnográfico.

TERCERA PARTE: SUPUESTOS ETNOGRÁFICOS

La investigación en su enfoque etnográfico comparte aspectos de la tradición

antropológica en cuanto al trabajo de campo como principal fuente para producir

información, y al estudio cercano e íntimo de la organización de la vida social de una

comunidad. La observación, la participación y la reflexión han sido las claves del

método, tanto como la comprensión de mi papel como sujeto que observa, participa, se

relaciona y discute con los sujetos que integran esa comunidad local (Sluka y Robben:

2007:2).

El siguiente apartado comprende tres secciones: la primera trata sobre las

consideraciones metodológicas de la permanencia y cercanía que podía establecer con el

campo; la segunda aborda los ejes conceptuales que estructuraron el acercamiento

15
Introducción

metodológico y las técnicas de investigación; y por último, la constante reflexión sobre

el papel que como investigador asumiría en ese campo.

Sobre las consideraciones metodológicas de mi etnografía me es posible ubicarla en el

punto medio de la tensión que existe entre dos grandes tradiciones de las que Robben y

Sluka (2007) se valen para introducir las características del método en antropología: o

bien se tratan de etnografías que implican una permanencia de larga duración en el

campo, al estilo de Bronislaw Malinowsky, que presupone la compenetración muy

cercana a la realidad estudiada; o bien una estancia corta que privilegia el contacto con

informantes claves y observaciones hechas de manera puntual, a la manera de Franz

Boas.

Esta etnografía se enmarca dentro de un trabajo de larga duración, pues mi relación con

La Macarena se remonta a una década atrás. Desde entonces realizo dos o más viajes

anuales. Para este trabajo no he transcurrido larguísimas temporadas inmerso en la

región, pero tampoco me he limitado a un par de viajes y una estancia corta. Se trata de

un ir y venir constante que supera los límites del campo pues la relación que sostengo

con la región y algunos de sus habitantes trascienden esa barrera, mediante un continuo

entre el “estar allá” y “mi estar aquí”. Con el siguiente ejemplo, extractado de mis notas

ilustro la situación:

Martes 27 de febrero de 2007. Doña Alicia me llamó hoy, salía de clase en


la Universidad y pensé que su llamada se debía a la visita que sus
familiares hicieron a la ciudad. Se han quedado en mi casa y ella ha estado
muy pendiente. Pero no. Doña Alicia está muy preocupa porque el
presidente de Junta de su vereda “se entregó”. Es decir, el señor y su
familia se acercaron al pueblo y ante un grupo de soldados aseguraron ser
guerrilleros y se desmovilizaron. Esta estrategia es vieja, pues la situación
de pobreza en la región empuja a muchos a hacerse pasar por guerrilleros y
así ingresar al programa de asistencia social que ofrece el gobierno. Pero a

16
Introducción

doña Alicia le preocupa es que, para hacer esa vuelta, la familia en


cuestión hurtó algunas armas de gente de la vereda y que para entregarse el
ejército exige no solo las armas que ya entregaron sino información.
Información por la que pagan muy bien, tanto que muchas personas
terminan por señalar antiguos vecinos con tal de ganar más dinero del que
les pagan por ingresar al programa. En la comunidad se ha propuesto
realizar un memorial y recoger firmas. Doña Alicia quería saber yo que
pienso, que consejo le pudo dar. Tantos años de relación con ella y su
familia, con La Macarena y es la primera vez que mis “servicios
profesionales” son solicitados. Antes había colaborado con la comunidad
cuando detuvieron a varias personas y les abrieron juicio por rebelión.
Pero de ayudar, a ser consultado… primera vez.

“¿Dónde empieza el campo y donde termina, si es que lo hace?” se pregunta Deborah

D’Amico-Samuels (1991:83 citada en Sluka y Robben 2007:24) Mi trabajo empezó

hace años, y el límite del campo se hizo borroso. Existe una distancia, es cierto, entre la

región de estudio y el espacio académico y profesional en que me desenvuelvo: La

Macarena se encuentra a varios cientos de kilómetros de donde en este momento escribo

esta introducción. Pero estos espacios están relacionados de forma estrecha, pues es en

mi casa, o en la universidad donde recibo llamadas, donde estoy pensando de manera

constante en la investigación, donde el trabajo toma cuerpo y adquiere su sentido

académico.

Con la llamada que doña Alicia me hiciera fui capaz de dimensionar el alcance de ese

trabajo de campo como una experiencia que no se limita solo a la visita a la región. Al

respecto dice Anthony Cohen:

Nosotros traemos para el análisis nuestras notas de campo (y notas


mentales), que continuamente acumulan experiencias ajenas a las
circustancias en que fueron escritas, “En este sentido” dice Ottenberg, “la
experiencia de campo no se detiene”. Cosas que uno alguna vez leyó de una
forma, hoy lo puede hacer de otra forma”. Hastrup ofrece un punto similar:
“el pasado no es pasado en antropología”. Y eso es precisamente el proceso
de releer aquello a lo que me refiero en la frase “post-trabajo de campo del

17
Introducción

trabajo de campo. (Cohen 1992:345, citado en Sluka y Robben 2007:25)


Y si bien esta serie de reflexiones me permitieron situaron mi etnografía en una frontera

continua del campo, los aportes de la antropología de la violencia confluyeron para

definir la naturaleza de mi investigación. Esta tiene que ver no solo con el tema que me

atañe, la violencia política, sino que se desarrolló en una región que la vive de una

fuerte manera; es decir, las condiciones de violencia estuvieron presentes durante todo

el proceso de indagación. En ese campo de la antropología de la violencia que he

hallado experiencias etnográficas que ofrecen importantes reflexiones sobre la ética,

metodología y conceptos que supone un trabajo en contextos violentos. La compilación

editada por Carolyn Nordstrom y Antonious Robben (1995) significa un referente

importante gracias a las distintas experiencias y matices que sobre la violencia recogen,

pues fieles a su concepción sobre el carácter multifacético del fenómeno, proponen

analizarlo como una serie de capas en donde al desentramar y examinar cada una de

ellas:

…encontramos que incluso el más horrendo acto de agresión se expresa no


sólo como un golpe cortante y aislado de una "cosa" externa llamada
violencia, sino que genera encadenamientos que de manera dramática
reconfiguran vidas, afectan identidades del presenté, esperanzas y
potencialidades del futuro e incluso interpretaciones del pasado (Nordstrom
y Robben 1995: 5)
Aportes conceptuales de este tipo, que en mi trabajo asimilé como una guía

metodológica para desentramar las distintas facetas de la vida diaria que expresan y

ocultan dinámicas asociadas a la violencia política, por lo general se acompañan con

reflexiones sobre el trabajo del etnógrafo y su posicionamiento en un campo plagado de

peligros: cómo los sortea, que posiciones asume y en que posiciones es asumido (quizá

como terrorista, según la experiencia que narra Zulaika 1995); ó qué tan cercano está de

18
Introducción

perpetradores o de víctimas, y cuál es su decisión al enfrentar la tensión entre hacer del

peligro una vocación o reconocer el punto en que el peligro determina nuestra vocación

como antropólogos (Roggers 2004)6.

Escapa a los alcances de este apartado realizar un balance sobre este tipo de trabajos y

sus apuestas, pero a lo largo de las páginas que siguen aspiro a responder cuestiones

cómo las anteriores, en cuanto a las estrategias que desarrollé en el terreno para

garantizar la seguridad tanto de las comunidades como la mía, así cómo las reflexiones

éticas y metodológicas a que da lugar.

De la teoría a la práctica. Ejes conceptuales

Recogiendo algunos de los aspectos anteriores, desde la reflexión en torno al campo y

las preguntas que allí desarrollo me tracé cuestiones claves en torno al ejercicio

metodológico de llevarlos a la práctica. Este esfuerzo supuso un reto –a lo largo de mis

estudios de maestría- que con el tiempo me llevó a definir la vía mas pertinente para

hacer de los conceptos herramientas proclives para desenmarañar esas capas de

violencia política que impactan la vida diaria. En sintonía con la propuesta de Cohen

entes reseñada, mi trabajo lo planteé en dos espacios: la relectura de mis trabajos

previos, y la recolección de nueva información. Al primer espacio lo definí como una

deconstrucción de los antecedentes etnográficos, que supuso ubicar en anotaciones y

apuntes que tego de tiempo atrás aquellas cosas que me propuse buscar en el segundo

espacio de la investigación: el trabajo de campo específico.

6
Un completo balance bibliográfico sobre trabajos centrados en estrategias para conducir investigaciones
en situaciones de violencia puede hallarse en el trabajo de Gasser (2006). Una compilación de
etnografías en contextos violentos se encuentra en el trabajo de Robben y Sluka (2007)

19
Introducción

Foto 3
Campesinos de la Vereda Ayanabe. Detrás de las escenas de la vida diaria –algunas de ellas
plasmadas en estas fotos- se encuentran condiciones de violencia que configuran la vida
regional. Estos vecinos nos cuentan, por ejemplo, mientras arreglan el corral del ganado que
desde hace varios días dos jóvenes guerrilleros, al mando de una comandante, recorren las
veredas anunciando que para este año queda prohibido tumbar selva.
Autor N.E.

20
Introducción

La lectura de la realidad regional (la que ya había observado, la que estaba observando)

la hice en términos de una serie de pautas que permiten acercarse a la textura y la

textualidad que dan forma a La Macarena. Veena Das (1997) plantea que algunas

realidades necesitan ser hechas ficción antes de ser aprehendidas, y con esto en mente

tracé esas dos figuras metafóricas que me han permitido definir, en primer lugar,

aspectos físicos y sociales que estructuran la región (la textura) y, en segundo lugar, las

representaciones y significados con los cuales se les dota de sentido (la textualidad).

Con un trabajo a dos columnas, en donde identifiqué tanto texturas como textualidades,

hice una serie de preguntas al trabajo previo, al que me esperaba y al que realicé en

función de la investigación. Estas preguntas se integraron en un juego práctico que

conjugó tanto las nociones teóricas que orientan la investigación como la perspectiva

etnográfica que le da forma. De esta forma tres grandes ejes conceptuales orientaron el

trabajo metodológico: la violencia estructural, la violencia de todos los días y la

gramática social.

La violencia estructural (Farmer 2003), supone la existencia de una serie de estructuras

sociales de desigualdad que, para el caso de la región amazónica occidental colombiana,

motivaron la colonización de sus selvas (Molano 1989). Hoy día, la reproducción de

esas desigualdades inciden en que los cultivos de coca sean la principal, por no decir

única, fuente de ingresos económicos para los campesinos de la región. Como víctimas

de la violencia estructural se entiende también a las personas que han experimentado la

violencia asociada a su extrema pobreza (Kleinman 1997:227). En la textura regional

he buscado, por ejemplo, los elementos estructurales que configuran los distintos

21
Introducción

procesos de violencia que allí se viven: los he denominado marcos y los entiendo como

esas fuerzas sociales (agenciadas por el estado y la insurgencia) que estructuran la

región. En la textualidad regional he intentado identificar las distintas narrativas,

posiciones y actitudes que existen entre los campesinos para referirse y dar sentido a la

coca, al estado, la guerrilla y su propia situación.

Asociada al punto anterior, la violencia de todos los días (Scheper-Hughes 1992,

Kleinman 2000) es una situación que encuentra distintas manifestaciones no solo en su

dinámica sino también en su configuración, según la población se afecte o bien por la

violencia estructural, y/o por las respuestas que desde esta se generan. Este tipo de

violencia implica la rutinización del sufrimiento humano como algo “normal”, que

aparece bajo múltiples formas (Scheper-Hughes 1992:16) y como resultado de la

interacción del cambio de las representaciones culturales, la experiencia social y la

subjetividad individual (Kleinman 2000:238). En la textura regional he identificado, por

ejemplo, elementos del paisaje que dan cuenta de esa violencia: límites geográficos que

entran en juego para las prácticas campesinas (allí manda tal o cual frente, tal zona es

zona de paracos; esa región tiene dos mil soldados regados por todo lado); extensiones

de fincas que se ven mediadas por regulaciones de la guerrilla (dos kilómetros desde la

margen del río hacia selva adentro), o estrategias de siembra de coca en pequeñas

parcelas para evitar fumigaciones. Las textualidades me dan cuenta, entre otras cosas,

de los procesos de representación y racionalización a que da lugar esa violencia.

La gramática social es el eje conceptual que, como estrategia de investigación, me

permitió buscar en las prácticas cotidianas y en la cultura política regional el impacto de

las formas anteriores de violencia. He definido como gramática social aquella serie de

22
Introducción

normas implícitas, reglas y principios de la vida en comunidad que configuran el

territorio bajo el parámetro de la guerra: la versión expresión armada del conflicto social

y político que enfrenta al estado y a la guerrilla. La textualidad de la región da cuenta de

esto, en cuanto las narrativas y la cotidianidad dejan entrever esa serie de reglas

implícitas para sobrellevar la violencia, asumirla, soportarla, superarla. Esas reglas se

observan en la práctica, y dado que se pierden en la rutina ha sido mi distancia de la

región la que me ha permitido reconocer actitudes que para los comunidades pasan

desapercibidas: cambios en la entonación cuando en sus narrativas los campesinos

encarnan las palabras de un guerrillero que se ha portado de forma justa con la

comunidad (un discurso magnánimo, con fuerza, a veces con justicia); ó las de un

guerrillero que se ha portado de forma arbitraria (un discurso lleno de grosería,

altanería, malas caras, manos agresivas); o los militares (asumidos en los relatos con

actitudes agresivas).

La metodología en práctica.

La técnica de deconstrucción etnográfica que antes mencioné fue un ejercicio sencillo:

sobre apuntes, diarios, fotografías y busqué los aspectos relevantes que desde los ejes

conceptuales planteé para la investigación: ¿qué actitudes naturalizan la violencia, qué

testimonios dan cuenta de la racionalización de los eventos de violencia; qué historia me

habla de las fronteras de sentido que existen en la región, dónde puedo hallar la forma

en que la memoria entra en juego a la hora de enmarcar las posiciones políticas de una

comunidad?

Ahora bien, las técnicas que utilicé en campo fueron varias. Hablar de la observación

23
Introducción

como técnica puede ser complicado porque se trata, en forma llana, “estar allí” y tener

una sensibilidad especial para capturar las distintas expresiones de la violencia en la

vida diaria. Como mencioné antes, las fronteras del campo han sido borrosas, de manera

que la capacidad sensible para aprehender la realidad de la región se trasladó a cualquier

momento en donde mi relación personal con los campesinos resulta relevante para la

investigación: visitas a mi hogar, llamadas, cartas. De todas ellas conservo un registro,

porque observar está mas allá del mirar: escuchar, sentir, leer, y toda una gama de

sentimientos que se adscriban en mi experiencia los he considerado como observaciones

y entran en juego en esta investigación.

El trabajo directo se sustentó de forma principal en conversaciones. Se les puede llamar

entrevistas por cuanto tenía establecidas unas preguntas y temas claves para tratar, pero

no fueron grabadas. Con pocas excepciones evité usar grabadora porque hay temas que

no se hablan dejando huella, que exigen prudencia. Además, en cuanto a violencia se

trata, las posiciones que sume un entrevistado pueden ser comprometedoras y así, ante

una grabadora, por lo general se asumen discursos “oficiales” que implican desplegar la

corrección política que la gramática social permite: no hablar ni para bien, ni para mal,

de la guerrilla ni del estado. El ejercicio de grabar entrevistas me ha sido útil para saber

qué se dice de manera oficial, y que se sostiene sólo en privado. La distancia es grande,

y por ello prefiero las conversaciones, y aunque intento no inducirlas, una vez empieza

un tema que me resulta interesante me he integrado de forma respetuosa –con mis

propios juicios- guardando las prudentes distancias que todos respetan.

Los momentos para conversar son importantes, pues me han permitido identificar

distintas particularidades: de noche no se habla en cierto tono, de ciertas cosas; en la

24
Introducción

trocha sucede lo mismo, pues la selva y la noche tienen oídos. Así mismo, si entrevisto

a alguien en su casa la presencia de vecinos cambia la forma en que las personas

manifestan una opinión, e incluso la opinión en sí misma. Superar las desconfianzas y

generar credibilidad son el paso clave para acceder a las narrativas, condiciones

similares a aquello que escribió Patricia Lawrence (1997: 221) sobre cómo, para hablar

de la violencia sufrida, existe la necesidad básica de un espacio seguro y un testigo

seguro. Como testigo seguro me he posicionado a lo largo de los años gracias a la

confianza generada ya publicaciones previas en donde he mostrado que guardo la

identidad de las personas. Eso me permite ejercicios de libre conversación que hacen

posible mi acercamiento a la vida diaria en medio de esa vida diaria: se habla de la

guerrilla, de la fumigación, del bombardeo, de la detención en los momentos que los

campesinos tiene claros que son apropiados y seguros para ello, no cuando el

investigador cita a una reunión, introduce el tema y prende la grabadora. Y claro está:

esas conversaciones se dan en sitios seguros que la gente tiene muy claro cuáles son.

Otra de las estrategias de investigación fueron talleres de cartografía social que realice

con niños y adultos. Como estrategia de representación y autorepresentación este tipo

de talleres resultan muy útiles a la hora de permitir –e identificar- expresiones

individuales y colectivas de realidades sociales, en este caso territoriales7. La

información resultó muy útil para comprender las fronteras de sentido que dinamizan la

región, fronteras que aunque no aparecen en los mapas, la gente de la zona conoce y

maneja muy bien: en una orilla del río tiene jurisdicción el séptimo frente de las Farc, en

la otra el frente Yarí y río arriba el frente 40. Para moverse por una a otra hay que tener

7
Para acercarse a una propuesta de cartografía social véase el trabajo de Restrepo (2005)

25
Introducción

cartas de recomendación y conocer las distintas normativas que maneja cada frente,

como las cantidades de hectáreas de selva que se pueden tumbar, las instancias para

resolver conflictos, entre otras. Los cascos urbanos son zonas de dominio militar del

estado e implican un cambio de reglas, allí la coca no puede ser transportada con

libertad, los líderes sociales de la región han de guardar máximas medidas de seguridad

entre otras circunstancias.

Uno de los ejercicios de cartografía social lo realice con niños de la vereda, con quienes

dibujamos sobre la tierra un mapa del río, ubicando allí las casas donde han vivido.

Aunque fue difícil capturar su atención, el juego en que se convirtió el construir las

casas, adornar el río, construir las canoas sirvió de excusa para conocer sus historias y la

forma como la violencia política se integra a ellas. Varios niños de una familia han

cambiado sus casas por bombardeos del ejército, otros por las fumigaciones; unos más

por la movilidad propia de la región. El río guayabero ha sido el eje de sus vidas, de

arriba abajo el referente ha sido el río.

El observador observado.

Como mencioné antes la principal estrategia de mi trabajo etnográfico consiste en estar

en la región, romper las barreras del campo y compartir momentos de la vida cotidiana.

Como apartado metodológico en un trabajo etnográfico me parece pertinente incluir

reflexiones en torno al papel que he jugado como investigador y para ello me remito a

una reflexión útil para comprender las condiciones de trabajos, que como el mío, se

desarrollan en contextos de violencia.

En un articulo sobre las lecciones del trabajo de campo en Centroamérica, Philippe

26
Introducción

Foto 4
El observador observado. Familia del Guayabero rumbo al pueblo.
Autor: N.E.

27
Introducción

Bourgois (1997) discute los dilemas que acompañan la observación participante, pues

dicho ejercicio en determinadas circunstancias no se ciñe de forma estricta a las pautas

éticas que el trabajo de campo supone para la antropología8. Una de ellas resulta

problemática: expresar a las personas que se realiza una investigación y que sus actos y

testimonios son fuente de información. Para lograr ese verdadero consentimiento, dice

Bourgois con ironía, que deberíamos, entonces, “interrumpir las charlas controversiales

y las actividades para recordar a todos que… lo que digan o hagan puede ser escrito en

las notas de campo” (Bourgois, 1997:297).

Este dilema introduce aquello que en mi papel como investigador ha significado los

silencios deliberados, tanto en el trabajo de campo como en la escritura de mis textos.

Durante los recorridos y estancias en la región no expuse a todos los campesinos la

investigación en curso, ni presenté el proyecto a los militares ni lo compartí con los

guerrilleros con quienes me crucé en el camino. Las condiciones de mi trabajo implican

el desarrollo de éste bajo un escenario de guerra, por lo tanto máxima prudencia ha de

observarse. Suficiente con presentarme ante el ejército y la guerrilla como alguien que

visita amigos. Eso sí, algunas familias y personas claves sabían de mis propósitos en La

Macarena: líderes sociales reconocidos por sus comunidades, de los que supongo tienen

canales de comunicación con la guerrilla y que al ganarse el respeto de las fuerzas

militares podrían ante ellos explicar mi presencia en la región.

Ahora bien, la escritura de este texto ha supuesto otros tantos silencios. No sobra

8
Que para el caso de la antropología brasileña, según la ABA – Associação Brasileira de antropología- se
estima un lístado de derechos para las comunidades que son materia de investigación, entre ellos el
negarse a participar de una investigación.

28
Introducción

advertir que los nombres o sobrenombres9 de todas las personas y el de algunos lugares

han sido cambiados; no todas las fechas corresponden a momentos exactos. Al igual que

las preocupaciones que expresa Bourgois, no quisiera que mi trabajo pudiese ser útil

para fines contrainsurgentes o que sirviera a la guerrilla para identificar a sus detractores

en la región.

De igual forma me han sido confiadas muchas historias, problemas y situaciones que he

sabido diferenciar muy bien entre aquella información que, aunque muy relevante para

mi investigación, me fue confiada por amigos en situaciones mas allá del trabajo. No

hicieron falta advertencias, pues el solo dimensionar el alcance de dicha información

obliga a mantener una absoluta reserva pues se trata de historias y situaciones muy

comprometedoras y complejas tanto para los campesinos, como para quien sepa de

ellas.

Esta diferenciación ha significado toda suerte de problemas y debates éticos, pues nunca

me ha sido planteado por los campesinos qué puedo o no puedo publicar. La decisión ha

sido mía y de nuevo el criterio ha sido la prudencia y el respeto: hay situaciones muy

personales que por más que se cambie el nombre, a las personas no les va gustar verse

representadas; y situaciones tan delicadas que incluso pueden comprometerme con la

9
En La Macarena son comunes los sobrenombres. Se usan para señalar la procedencia de una persona (el
Boyaco, la Costeña, el Caqueteño), el trabajo que alguien realiza (Cacharrero, Sobandero); o son útiles
para resaltar una muletilla que identifica a su portador (quien repite constantemente la expresión
mexicana “híjole”, es llamado Híjole). Los hay también por el parecido con un animal, un árbol o una
planta (Mico, Mararai, Palodehaba, Cachamo, Vacaberto). Hay sobrenombres que se portan desde la
infancia, se perpetúan toda la vida y que incluso se heredan: hay familias enteras en donde todos
portan un sobrenombre. Me sucedió en San Vicente del Caguán que buscando a un señor que le dicen
Mulo la familia me pidió mas señas, pues allí todos son Mulos (los hombres) y Mulas (las mujeres).
Aclaré que buscaba al Mulo viejo. De igual forma sucede que las mujeres son reconocidas según el
apodo de su marido: si a un señor le dicen care’vaca, la señora se reconoce como la mujer de
care’vaca. Los sobrenombres no son ofensivos, pues se usan con naturalidad y nunca he visto que se
usen para ofender. Cuando las personas con quienes he tratado son llamadas por un sobrenombre, en el
texto los identifico con uno, de no ser así les he asignado un nombre.

29
Introducción

comunidad, la guerrilla o las fuerzas militares. Esas historias no hacen parte de esta

monografía y la negociación sobre aquello publicable no ha sido tan abierta como yo

quisiera, pues mi trabajo no se ha tratado de una etnografía en colaboración (Rappaport

2005) donde miembros de las comunidades participan como sujetos activos en la

investigación y reflexión. En un escenario de guerra, donde la violencia es cercana y

cotidiana, tratarla como un tema abierto de discusión no solo no convoca, sino que

puede resultar peligroso, pues una de las consecuencias del conflicto ha sido el

resquebrajamiento de la confianza entre vecinos.

Mi investigación ha supuesto la paradoja de moverme en un escenario tejido de

confianzas privadas muy restringidas, desconfianzas mutuas generalizadas y el

propósito de ganar entre todas ellas reconocimiento para mi trabajo. En este escenario se

circunscribe el debate ético que supone qué publicar o que no cuando la decisión,

aunque sea mía, puede llegar a afectar personas y comunidades enteras.

No existen escenarios públicos para exponer en la región mi trabajo, puesto que el

espacio para las respuestas sociales al conflicto existe por vía de las movilizaciones

colectivas: es común que varios campesinos o comunidades enteras se reúnan para

lograr la libertad de un detenido, dirigir una carta a la guerrilla, citar a una reunión y

cesar un rumor que ronda por la región. Pero el reflexionar sobre la violencia política, el

papel de la guerrilla, discutir sobre la pertinencia o no de un ajusticiamiento, ó analizar

las consecuencias de un operativo militar no son actividades públicas. Solo en círculos

familiares o de amistades muy cercanas estos temas y estas situaciones son susceptibles

de discusión y es allí, en estos escenarios privados, donde me he dirigido buena parte de

mi atención.

30
Introducción

La información que allí he recogido no puedo compartirla entre un círculo de amigos y

otro, entre una familia y otra, pues las posiciones que se tienen ante un tema (la política

de desmovilización, la coca, las regulaciones guerrilleras) o la cercanía que se tenga

ante las Farc significa asumir posiciones delicadas de las que depende la suerte de ellos.

A nadie le interesa que ciertos vecinos sepan lo que se piensa o no de la guerrilla, y a

nadie le interesa que alguien sepa el grado de su cercanía con la guerrilla. El ser

invitado a una discusión ó reunión familiar en donde se discuten temas delicados supone

un reconocimiento a la confianza que he ganado. Confianza que implica el guardar

prudencia.

Entre los campesinos que he ganado este reconocimiento he expuesto mi trabajo y

aclarado que sus historias son útiles a mis propósitos analíticos; allí no se me ha

advertido que puedo o no publicar, pero se me ha dejado claro que nadie mas en la

vereda debe saber lo que allí han dicho; sólo a ellos les corresponde compartir sus

opiniones con otras personas. Han sucedido casos en donde una familia me pregunta

sobre lo que piensa alguno de sus vecinos; allí les aclaro que así cómo al vecino no le

cuento lo que ellos me han dicho, no podría contarle a ellos lo que el vecino me ha

compartido.

En algunas comunidades he dejado copia de mis publicaciones y he anunciado que

nuevos escritos vendrán con el ánimo de hacer visibles, en la medida de lo posible y en

el medio académico, aquellas circunstancias que la guerra implica para los habitantes de

la región. Estos trabajos me permiten varias cosas: por un lado contribuyo al a debate

académico en torno a la guerra y sus efectos, mientras que por otro lado propongo

elementos de discusión a las organizaciones campesinas en su esfuerzo para reivindicar

31
Introducción

derechos ante el estado y la guerrilla. Cabe anotar que, en aras de posicionar mis

trabajos en ese medio del que hago parte, las publicaciones suponen el principal

indicador de productividad y de rigurosidad.

Finalizo este apartado con una situación ética que centró mi atención durante el tiempo

que realicé mi tesis de maestría, en ese espacio/tiempo donde el campo de mi

investigación perdió sus fronteras. Recibí una llamada desde La Macarena en donde me

alertaron sobre las condiciones de la región.

Miércoles 28. He caído en cuenta que mientras conversaba con doña


Crístina tenía dos líneas de pensamiento: por un lado compartía con ella la
preocupación por la situación de su vereda, e intenté darle una ajustada
respuesta y propuesta según las condiciones que están viviendo. Por otro
lado, mientras eso sucedía estaba pensando cómo introducir la historia en mi
análisis. Incluso llegué a sentirme no solo afortunado por la confianza que
depositan en mi, sino por tener un tema tan prometedor para mi trabajo.
“Esto es materia para un artículo” llegué a pensar. Hoy hablé con un
profesor y le expuse lo mal que me sentía ante la situación. Me comentó lo
difícil que es escaparse de la mirada etnográfica, pero que hay un morbo que
es necesario tener al límite.
Por respeto, dijo él.

La reflexión a que dio lugar este episodio reorganizó buena parta de mi trabajo, pues

desde allí decidí que había un límite entre lo que es mi trabajo de investigación y lo que

es mi relación, profesional y personal, con las comunidades de la región. Hacen parte de

mis publicaciones las observaciones, entrevistas y narrativas recogidas que no implique

problemas de seguridad a las comunidades ni que puedan ser útiles a la guerrilla ó al

ejército en sus planes militares. Aquello que corresponde a un ámbito personal, cuando

la confianza es tal que me es encomendada información en extremo delicada, la

conservo; y por respeto no la publico. A fin de evitar ese morbo que es necesario

mantener al límite, la mirada etnográfica sobre la región la he circunscrito a las

32
Introducción

reflexiones que puedan resultar útiles para el conocimiento y reconocimiento de la vida

de las comunidades de la región.

CUARTA PARTE: ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO

En el primer capítulo ofrezco la crónica de uno de mis viajes a La Macarena, en donde

pretendo dejar patente, y de forma implícita, las formas que asumen las experiencias

cotidianas de violencia política y sus consecuencias en la sociedad regional. La crónica

aborda un recorrido desde el Caquetá hasta La Macarena, y algunos días de trabajo de

campo en la vereda donde he desarrollado dicha actividad. Con este capítulo aspiro a

ofrecer el contexto en el que se desarrolló mi trabajo en La Macarena, destacando

aquellas historias que resultan claves a la hora de resolver las preguntas que formulé en

torno a los factores que configuran la cultura política en la zona. Los siguientes

capítulos son la respuesta a cuestiones que me plantee en torno a la dinámica de la

violencia política, su impacto en la vida diaria y en la configuración de la región.

En el segundo capítulo analizo las distintas escalas de violencia y conflicto presentes en

vida diaria. Allí trabajo el panorama histórico, proponiendo la existencia de unos

marcos reguladores de la violencia que desde el estado y la insurgencia se imponen en

la experiencia social de la vida campesina, presentando algunas características de las

respuestas sociales al conflicto.

Tras abordar la naturalización de la violencia, en el capítulo tercero describo la forma

en que se normaliza a partir de la serie de pautas y regulaciones para la vida social. El

análisis lo realizo desde la definición de tres momentos que comprende el sufrimiento

social: la experiencia del sufrimiento, la representación social de éste y la

33
Introducción

racionalización subjetiva con que es asumido y naturalizado. Allí exploro los sentidos

que adquieren las prácticas que se derivan de los eventos de violencia y las

consecuencias que estas representaciones implican, la forma colectiva de estas

representaciones y su incidencia en la configuración de las expresiones y percepciones

individuales.

En el capítulo cuarto expongo aquellos elementos que permiten comprender la forma

en que la violencia política configura y regula la experiencia social campesina. El

ejercicio de la memoria aparece allí como un elemento central en las prácticas políticas

de las comunidades, donde ese ejercicio de la memoria conjuga los recuerdos de la

historia regional con una serie de marcos y pautas para la acción política identificables

en la narrativa sobre la violencia.

El último capítulo lo he destinado para exponer el impacto de los procesos de

naturalización, normalización y memoria de la violencia política en la configuración de

un sentido político regional que integra en un mismo momento la violencia y la política.

Esta unidad indisociable otorga especial característica al sentido de lo político, y a la

práctica de la política en la región. El propósito de este capítulo es conjugar los

anteriores capítulos a partir de la identificación de unas fronteras de sentido configuran

una región en donde el “nosotros” que aglutina e identifica a los pobladores está

atravesado por una serie de tensiones que limitan las posibilidades políticas del

movimiento social en un escenario de guerra.

34
Capitulo primero
Etnografía en Zona Tórrida

Capítulo Primero.

ETNOGRAFÍA EN ZONA TÓRRIDA.


Termodinámica del trabajo de campo en La Macarena

“Día 14. Un Jeep de la empresa CoTrasnCaguán me acerca a mi destino: una


vereda en el municipio de La Macarena que al igual que la zona por donde cruzo
se encuentra bajo el control político de las Farc. Desde hace un par de semanas he
recorrido la región norte del Caquetá, “la puerta de la amazonía colombiana”
según versa en los folletos turísticos, pero que una vez abandono San Vicente del
Caguán se conoce como “la nueva Colombia”, tal cual puede leerse en uno de los
carteles de las Farc que sobreviven a la presencia militar. Ya estoy metido de lleno
en lo mas caliente de la región, y según este mas o menos caliente podré continuar
mi camino. La termodinámica del territorio fija las posibilidades de mi trabajo. De
camino a La Macarena me quedaré un par de días en el caserío de La Sandía, y
luego espero atravesar los llanos del Yarí. Por último desde el pueblo, bajaré por
el río Guayabero hasta arribar a la vereda el Socorro, donde realizaré la última
etapa de mi trabajo de campo”.
(Fragmento del Diario de Campo. 2007)

Como ejercicio para mi investigación puse en juego la sistematización de las

observaciones, experiencias de campo y las entrevistas realizadas en juego en una serie

de crónicas que se convirtieron en el principal insumo para mi monografía. Este capítulo

recoge una de ellas. Dibuja un contexto regional útil para comprender las texturas y

textualidades de mi trabajo de campo en la región, a la vez que resalta aquellas

situaciones de la vida campesina asociada a la violencia política, tratadas en los

capítulos subsiguientes.

La crónica da cuenta de las etapas del viaje: el paso por un caserío a las puertas de lo

que he llamado la triple frontera entre el Caquetá, La Macarena y el estado colombiano;

allí donde la guerrilla mantiene una activa presencia militar, frecuentes combates con el

ejército y una consolidada hegemonía política. Luego el tránsito por los llanos del Yarí,

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Capitulo primero
Etnografía en Zona Tórrida

Foto 5
El tortuoso camino hacia la nueva Colombia. Las carreteras construidas por la guerrilla
suelen estar acompañadas por carteles alusivos a la guerrilla. Esta fotografía la tomé en
cercanías los llanos del Yarí hace varios años y su mal estado llamó mi atención, pues le
imprime el accidentado sentido con que los campesinos de la región han vivido esa lucha por la
“Nueva Colombia”.
Autor: N. E

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Capitulo primero
Etnografía en Zona Tórrida

una zona de guerra que los campesinos han de sortear de forma rutinaria. Mas adelante

mi estancia en el casco urbano de La Macarena y mi viaje a la vereda, donde narro

algunas de las consideraciones prácticas de mi trabajo de campo.

La Sandía.

Día 16. 2007. Llevo dos días en La Sandía. Estoy sentado en la única panadería en

varios kilómetros a la redonda y reviso las notas de los últimos días. Me interesa visitar

una comunidad que acoge a indígenas de varios grupos étnicos, muy adentro en los

llanos del Yarí. Me dicen que está demasiado lejos como para pretender llegar allí en

este momento y pienso que está demasiado profundo, muy lejos de cualquier centro

poblado, en la frontera oriental de la llanura como para entender por qué hay gente que

decide irse a vivir tan lejos. ¿Cómo hacen? Sin escuelas, centros de salud, con una

carretera muy precaria su vida no debe ser fácil. A ello hay que sumarle una complicada

situación de guerra que existe de La Sandía hacia adentro: “por allá está caliente” se me

advierte en el caserío. La guerrilla ha expulsado a varias familias, el ejército acosa de

forma permanente a los indígenas. Eso sí: la situación regional que anuncian con

vehemencia el ministro de defensa y sus generales, “una presencia (del estado) que hoy

se ha vuelto realidad”1 es un poco imprecisa: traigo conmigo copia del documento del

1
“Hoy podemos decir, con satisfacción, que el Estado ha llegado a Cartagena del Chairá, con toda su
acción integral, para quedarse. Y ha llegado también a La Julia y a San Vicente del Caguán y a La
Macarena y a Calamar y a Miraflores y a tantos otros municipios donde la presencia del Estado era
apenas nominal, una presencia que hoy se ha vuelto realidad con obras públicas, con educación, con
salud, con servicios y con la protección siempre presente de la Fuerza Pública”. Palabras del Ministro
de Defensa Nacional, Juan Manuel Santos Calderón, haciendo balance de la actividad de la Fuerza
Pública durante el año 2006 Cartagena del Chairá (Caquetá), 21 de diciembre de 2006.
www.mindefensa.gov.co/descargas/Sobre_el_Ministerio/Discursos_del_Ministro/20061221balance_20

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Capitulo primero
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ministro donde asegura eso para contrastarlo con la situación regional, y he atestiguado

que a pesar de los miles de soldados que el Plan Patriota ha destinado para la zona, la

guerrilla mantiene su influencia política y ejerce una constante y silenciosa presencia

militar. Sin mayores pretensiones ofensivas varias comisiones de las Farc, formadas

entre tres ó cinco guerrilleros, patrullan la región. El Yarí es una zona inexpugnable,

conseguir los permisos para adentrarse es materia complicada, y solo pocas personas lo

consiguen: religiosos del vicariato y ocasionadle forma ocasional una brigada de salud.

Ni siquiera los funcionarios de la alcaldía que trabajan con la oficina de Desarrollo

Comunitario pueden llegar hasta el caserío donde estoy sentado, revisando mis notas.

Las cartas de recomendación que llevo conmigo, otorgadas por la Universidad y por

aquella Junta de Acción Comunal de La Macarena a la que he estado cercano hace una

década, me permiten cierto margen de movimiento entre el Caquetá y La Macarena. La

Universidad certifica que soy estudiante de ella, que realizo mi trabajo de tesis. La Junta

certifica que soy viejo conocido de la vereda, que ellos responden por mí.

Son bastantes los poblados que se encuentran en la región, y todos parecieran haber sido

cortados con la misma tijera. De San Vicente a La Macarena hay por lo menos seis que

fueron célebres durante los fracasados diálogos entre el gobierno y las Farc(1998-2002):

Los Pozos, San Francisco de La Sombra, La Machaca, La Yé, Las Delicias, La Sandía.

No son más que una veintena de casas en madera que bordean una carretera destapada y

que hacen las veces de centros regionales que congregan extensas y lejanas veredas.

Tras finalizar los diálogos, cuando empezó la ofensiva militar financiada por el

gobierno norteamericano en el marco del Plan Colombia, las ocasiones en que el

06.pdf

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Capitulo primero
Etnografía en Zona Tórrida

ejército acampa en los caseríos pocas personas se atreven a visitarlos, y la situación se

hace tensa. A un conocido le planteo la cuestión de la presencia militar: ¿eso que

implica para los habitantes? Me cuenta que nadie habla con los soldados y que la gente

se queja de la brusquedad con que tratan a la población. En esta época ya no se vive con

la prosperidad de antaño, y eso se relaciona con la presencia militar y las políticas de

erradicación forzada de la coca que no ofrecen ninguna alternativa productiva a los

campesinos. Hace unas semanas el ejército pasó de largo por el caserío y se cuenta la

anécdota de unos panes que los soldados compraron y que fueron envenenados; varios

helicópteros rescataron a los intoxicados.

Es medio día, y hace poco sol, desde ayer ha llovido y la única calle de La Sandía es un

barrial. Me doy una vuelta por el caserío y muchos ojos me siguen atentos. Solo en las

tardes el poblado toma un poco de vida, pues acomodados a las circunstancias y bajo la

influencia política de la guerrilla, el control silencioso que ejerce el movimiento armado

se materializa en pequeñas cosas, como por ejemplo la prohibición que existe en La

Sandía para jugar cartas, dominó o billar antes de las tres de la tarde. Paso a saludar al

presidente de la Junta de Acción Comunal, máxima instancia comunitaria que existe en

cada vereda y poblado de la región. En su sede un cartel anuncia las normas de

convivencia y las multas a que da lugar su contravención; me llama la atención lo

costosos que resultan los “chismes comprobados”: un millón de pesos. La redacción de

las normas convoca a todos los miembros de las comunidades, que cuentan con el

respaldo de la guerrilla para hacerlas efectivas; nadie duda de la potestad de las Juntas

para invocar el orden y establecer las normas de convivencia y servir de instancia

jurídica para resolver conflictos y reconocer contratos de compraventa, arrendamiento o

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Capitulo primero
Etnografía en Zona Tórrida

de tipo laboral. La Junta arregla los problemas que existan entre los pobladores, avala

contratos de arrendamiento o de compraventa e impone multas a los infractores.

De punta a punta, La Sandía no tiene más que 150 metros, y me aventuro a salir un

poco, pero mas allá solo hay potreros y regreso. Aunque me quedo en casa de un amigo,

y ya he hablado con líderes de la comunidad, aun me siento observado por todos; un

extraño en La Sandía es cosa rara. Son dos las claves para poder moverse por acá sin

mayor lío: ser conocido, tener quien lo recomiende a uno y no cargar “cosas raras” que

lleven al ejército a pensar que se está del lado de la guerrilla; los militares han dado

exhaustiva cuenta de todas mis pertenencias. Inquietos personajes en los caseríos donde

me he detenido, quizás milicianos de la guerrilla, interrogan sobre mis intenciones.

Aunque intenten pasar desapercibidos, los traiciona su hablar: “¿compañero, para donde

se dirige? “¿en el área quien lo conoce?”. Compañero, área; palabras propias de la

retórica insurgente. Se sabe que las personas que son desconocidas son devueltas, o en

ocasiones son retenidas por la guerrilla para una investigación. Sé que al rato de haber

llegado a La Sandía la gente del caserío ya sabe que voy para La Macarena, que he

llegado con Gabriel, el hijo del señor Pinzón y que me quedo en su casa. La inquietud

no es grande, soy alguien “conocido”, pero la curiosidad traiciona a varios que se

atreven a preguntar ¿y qué lo trae a este pueblucho tan lejano? No es La Sandía un

destino clave para la asistencia humanitaria, o de agencias estatales donde los foráneos

son identificados como gente que lleva cosas, trae programas u ofrece subsidios. Apenas

es un caserío perdido, donde las sandías se dan silvestres.

Me han dicho que aquí es mejor no tomar fotografías, aunque el amigo que allí me

recibe reniega de la advertencia: “aquí nadie ha dicho nada, ni es una norma de la Junta

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Etnografía en Zona Tórrida

ni la guerrilla lo ha prohibido”. Pero a la conspicua presencia que represento, no quiero

sumarle mayores motivos de atención y prevención. Tras revisar mis notas camino por

la única calle del poblado para visitar a Buda, un primo de Gabriel con quien quiero

hablar. Si, sigo siendo observado pero no de forma tan insistente. Y dado que esta

mañana una comisión de la guerrilla estuvo de paso por el caserío, y yo sigo en el

caserío, no hay motivos para generar mayores sospechas; mi presencia ha dejado de ser

tan exótica. Esto ayuda a que me pueda mover con mayor propiedad, y pueda hablar con

más gente en espacios informales. Buda nos lleva a tomar cerveza a la única tienda del

pueblo, pide que le suban el volumen a la música y nos cuenta su historia. Es un

comerciante que viene del Valle, tiene 33 años y dos hijas. Llegó hace tres años porque

los negocios prometían. Desde entonces no ve a su familia y cree que dentro de poco lo

va a hacer, porque hoy día se encuentra en una complicada situación que no lo deja irse.

Dos cervezas más y a mi pregunta sobre “¿qué le pasa?” tan solo menciona que:

-“Me muero de las ganas de contársela, pero usted sabe que no puedo”. Sobran las

explicaciones. Cuatro cervezas más y cuenta que pocos días antes un guerrillero se

desmovilizó, las delaciones que hizo ya han costado la vida de siete guerrilleros. Buda

está muy preocupado, pues había hecho muchas vueltas para la guerrilla en compañía

del ahora desertor. Teme haber sido delatado, pero a pesar de su temor se mantiene en la

zona por aquellas razones que no pudo contarme. Seis cervezas y lo perdemos del todo;

ahora mira hacia el infinito con la misma cara de preocupación.

Las conversaciones que realizo las hago de manera informal, en mi investigación me

dice mas el contexto de las conversaciones y aquellos temas vedados sobre los que los

campesinos guardan silencio, que un formato de preguntas y una estructura de

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Capitulo primero
Etnografía en Zona Tórrida

entrevista. He rastreado los silencios y han resultado bastante elocuentes: qué se oculta,

qué se calla, cómo se oculta. Participo de las charlas sin hacer preguntas que generen

problemas y prefiero dejar que los temas de la guerra y del conflicto surjan por

iniciativa de mis contertulios. Temas que, por lo demás, no es difícil llegar porque las

condiciones del conflicto y el impacto de la violencia política engloban varios aspectos

de la vida cotidiana: los negocios, los viajes, el trabajo en la finca, la organización

comunitaria. En una charla en una casa vecina se menciona que hace varios días hubo

bombardeos en una zona cercana, y eso impide a los campesinos ir a trabajar a algunas

fincas. Pero el tema central ha sido el que la guerrilla haya levantado la orden de cobrar

impuesto al ganado. En la noche indago más sobre el asunto cuando el señor Pinzón me

presenta a don Jesús y familia, quienes nos invitan a tomar algo. El bar lo atienden los

miembros de una familia emparentada con un comandante del frente guerrillero.

Llegaron allí hace un par de años, pues el comandante fue trasladado y su familia quiere

estar “cerca” de él, aunque cerca signifique que el comandante se mueva y no pare de

moverse por todos los llanos del Yarí y que por seguridad no aparezca nunca por los

caseríos. Pero de alguna manera tendrán comunicación, pues no es el único familiar que

tienen en el frente.

Día 18. Al medio día pasa la Línea de camino a Macarena. De nuevo supe que la

guerrilla estuvo muy de mañana por el caserío, rara vez se quedan largo rato pues la

movilidad se les ha acrecentado como la mejor estrategia para hacer frente al operativo

militar. Aunque, me cuentan, no falta el día en que patrullas de 20 o más guerrilleros

pasan por el poblado y se quedan la noche, bailan en la discoteca, hacen sus compras y

dan charlas políticas. Ya en el Jeep que nos lleva a Macarena, y adentrándonos en los

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Capitulo primero
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llanos del Yarí, a la distancia se ven hombres armados. Son muchos, deben ser soldados.

El Yarí.

Al sur de la sierra de La Macarena se encuentran unas sabanas que corresponden a la

última frontera de la Orinoquía, las sabanas del Yarí. Rodeadas de selva amazónica, el

camino que va de San Vicente del Caguán a La Macarena atraviesa un buen trecho de El

Yarí. Se transita por una difícil carretera construida por la guerrilla a la que nadie le

hace mantenimiento.

El grupo de soldados que avistamos acampan en unas caballerizas, ven acercarse el Jeep

y nos detienen; rodean el carro y a diferencia de los retenes que uno encuentra en

carreteras cercanas a las grandes ciudades, donde los soldados saludan, son amables y se

presentan, estos soldados se muestran hoscos, no saludan y solo ordenan que nos

bajemos, abramos las maletas y nos separemos hombres de mujeres. Desde los corrales

algunos militares gritan indicándole al Teniente que pida a todos la libreta militar, para

que quien no la tenga se quede con ellos de una vez. Un cabo me pregunta por qué no

hice el servicio militar, me interroga sobre mi viaje y le dice al teniente:

“Mejor que lo dejemos acá prestando servicio y no que se ingrese al Frente Yarí”.

Los solados ríen con ironía, volvemos al Jeep y seguimos nuestro camino.

El frente Yarí que mencionaron los soldados es uno de los frentes mas recientes de las

Farc que fue creado una vez terminó la zona de despeje en el año 2002. Muchos

hombres y mujeres de otras regiones y otros frentes que se encontraban aquí fueron

reunidos y puestos al mando del Bloque Oriental de las Farc, el cual organizó con ellos

un frente que tiene por jurisdicción una enorme zona que comprende los llanos del Yarí.

Dada la cualidad de sus comandantes, pues fueron traídos a la zona de despeje en

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Etnografía en Zona Tórrida

cumplimiento de misiones político-militares, de este frente se dice en la región que es

un frente de “los duros”. Y deben serlo, pues a pesar de la intensa ofensiva militar hacen

presencia activa en toda la región. Es así que a la media hora de superar el retén militar,

aparece un miliciano y detiene el Jeep. Es un tipo muy alto y delgado, armado con una

pistola y vestido de negro. Hemos llegado a un lugar poblado y pregunta a todos

nosotros quiénes somos, para dónde vamos y quien nos conoce allí. Pregunta al chofer

si ha visto al ejército y el conductor le cuenta que si, que media hora antes los hemos

visto en las caballerizas. El miliciano bromea con él preguntándole

-“¿Y si el ejército le interroga dónde esta la guerrilla, ud. les cuenta?”

Y el chofer le dice con desparpajo que sí.

Desde hace años la guerrilla ha dicho a la gente que no nieguen la presencia del

movimiento. “Si el ejército pregunta si estuvimos aquí, o si hemos pasado digan que sí.

No tienen por qué negarnos” es algo que me aclara una señora que viaja con nosotros.

La fórmula se hará efectiva en los kilómetros y horas siguientes. Integro varias cosas en

mis notas mentales: en primer lugar la observación meticulosa del paisaje, las fincas, los

helicópteros que sobrevuelan, las inmensas sabanas, las vacas que pastan despistadas,

los guerrilleros que se ven a la distancia. En segundo lugar el registro sensorial de todo

lo que pasa, las conversaciones que se suceden en el Jeep, los imprevistos del viaje y los

siempre previstos, como son las enterradas en las montañas de barro, los retenes de la

guerrilla, el ejército y el daño mecánico que nunca falta. Y en tercer lugar, todo lo

anterior lo ubico en los mapas que llevo conmigo para darle una dimensión geográfica a

mis notas mentales. Un mapa es del Instituto Geográfico Agustín Codazzi, otro es un

mapa del conflicto elaborado por la Vicepresidencia de la República; y un tercero

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Capitulo primero
Etnografía en Zona Tórrida

Foto 6
Entre comadres. Desde cuando fui profesor de escuela rural a finales de los 90 hice muy
buena amistad con estas alegres comadres. Aunque ya no viven en la región, durante el tiempo
que vivieron en La Macarena fui bien recibido en sus hogares durante las pausas en mi trabajo.
Autor: N.E.

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Etnografía en Zona Tórrida

corresponde a una fotografía satelital. “Geografía dinámica” podría llamar al ejercicio

que realizo: ver lo que se ve, experimentar lo que pasa y no encontrar nada de eso en

mis mapas. Según los cartógrafos del Agustín Codazzi la carretera por la que vamos, no

existe, los caseríos que pasamos, tampoco; y La Macarena no se llama La Macarena

sino El Refugio. Mi otro mapa, los mapas de conflicto de la Vicepresidencia de la

República, son igual de precisos: consideran que la efectiva acción de las Fuerzas

Armadas han sacado corriendo a la guerrilla del Yarí y sus alrededores. Debo confesar,

eso si, que el mas ajustado de mis mapas es la foto satelital, pues a diferencia de los

otros mapas en este si se ven las carreteras que cruzan por el Yarí, y que hay fincas; y

que hay una distribución espacial cercana a los ríos que evidencia presencia guerrillera

y su normativa en la tenencia de la tierra.

El miliciano nos ha despedido, y alguien mas se cuelga de nuestro Jeep, viaja con un

niño que es recibido dentro del carro. Seguimos nuestro camino. Media hora después, en

medio de la gran sabana, en la intersección que divide el camino hacia La Macarena y

hacia La Tunia, se ve un grupo de guerrilleros. Una guerrillera nos hace el pare y se

acerca. El comandante del grupo ordena por radio a sus hombres regresar por los puntos

asignados mientras se escuchan varios aviones sobrevolar la zona. La guerrillera mira

con inquietud mi estampa, y la de mi acompañante, y pide nuestras billeteras; retira el

dinero de allí, nos lo entrega y lleva las billeteras al comandante, quien nos solicita

bajarnos del Jeep. Es un tipo barbado, no muy alto y tendrá sus 35 años. Habla pausado,

y aunque seco en sus apreciaciones se esfuerza por aparecer amable, no se presenta,

pero nos saluda de mano y nos pregunta quienes somos, qué hacemos, para donde

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Capitulo primero
Etnografía en Zona Tórrida

vamos, y cómo no: quién nos conoce. A todas las preguntas respondo con seguridad,

pero nos advierte:

- “Esta es una zona muy peligrosa, no olviden llevar con ustedes las cartas de

recomendación”.

El comandante saluda por igual a los demás viajeros, no conoce al conductor y le

pregunta por sus conocidos. Se tranquiliza al saber que es hijo de don Guille, un viejo

campesino de una vereda cercana. Nos deja ir, pero un daño mecánico hace su aparición

en el peor momento: quedamos varados en medio de la sabana, sin árboles donde

protegernos, a pleno rayo de sol, junto a un grupo de guerrilleros y con varios aviones

sobrevolando de forma amenazadora. Con pericia el chofer arregla en algunos y eternos

minutos el cable que se soltó, y seguimos el camino.

Mas adelante nos encontramos con otros dos guerrilleros. Tiene un semblante aburrido,

y sentados de forma perezosa, los fusiles a su lado, las piernas estiradas y la mirada al

horizonte, están a las puertas de una vieja casa de tabla al lado de la carretera escuchan

vallenatos que emite la emisora de la Guerrilla, Radio Resistencia. Saludan al chofer sin

levantarse, hablan con él un par de cosas mientras un pasajero se queda allí. Los

guerrilleros se dan cuenta de mi presencia y su parsimonia cambia. Se me acercan

curiosos. El ritual inicia de nuevo: quien soy, para donde voy, a qué me dedico y cómo

no: quien me conoce. Los despacho rápido, indicándoles que, además, esta no es la

primera vez que paso por este camino. Nunca antes un guerrillero me ha pedido mi

libreta militar. Debo explicarles que no presté servicio y que a todos los mayores de 18

años nos exigen libreta militar para firmar contratos, para estudiar y alguna otra

diligencia que no recuerdo. Sin mayor problema me señalan que mas adelante, a un par

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Capitulo primero
Etnografía en Zona Tórrida

de kilómetros y donde la selva amazónica marca su frontera con el Yarí, está el ejército.

Regresan a su banca y le suben el volumen al radio.

Salimos hacia el encuentro con los soldados, y pecando de ingenuo (pues ya sé la

respuesta) le pregunto al chofer qué hacemos

- “¿Si nos preguntan, decimos que hemos visto guerrilleros?””


- “¡Pues claro que sí! –exclama- No se puede uno poner a enredarse con versiones
raras. Así son las cosas por acá”. Y si, así son las cosas por acá.

La triple frontera: el Yarí, La Macarena, el estado colombiano.

Voy nervioso y ya siento el cansancio del viaje. Hemos avanzado mas de la mitad del

camino pero nos falta la otra mitad: una vez se supera el Yarí la selva hace de la

carretera una vía imposible. Pero no es eso lo que me preocupa, me preocupa el

encuentro con el ejército. Claro, el chofer se preocupa mas por la carretera que por el

ejército, pues según me cuenta por todos los caminos de la región el panorama es el

mismo: guerrilla, ejército, preguntas, requisas. En cambio la carretera lo inquieta más

puesto que por donde transita hoy, es probable que mañana el barro no lo haga posible.

Y dicho y hecho: una vez la carretera retoma la selva, en un potrero un centenar de

soldados corren hacia nosotros, la avanzada detiene el Jeep. Un soldado pregunta de

dónde venimos, para dónde vamos.

-“¿Ha recogido a alguien por el camino?” le pregunta al chofer.


- “No, venimos todos de San Vicente”, responde.

Nos hacen bajar, separan hombres de mujeres y nos requisan con violencia. Los

soldados ya han tomado posiciones, rodean el Jeep y hacen guardia varios metros

adelante y atrás. La mayoría se amontona junto a una cerca y desde allí nos miran.

Parecen cansados, tienen en los rostros una mirada intensa; están mojados de arriba

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Capitulo primero
Etnografía en Zona Tórrida

abajo. Los oficiales no se identifican, pues estamos en “el área” y en el área los oficiales

no se identifican, la guerrilla en especial les dispara a ellos. Un grito nos lleva a una fila,

y de una patada un soldado separa mis piernas y me requisa con desespero. Pero salgo

bien librado, mis acompañantes campesinos son casi desnudados, les hacen quitar las

botas en busca de cicatrices que los identifique como guerrilleros y sin camiseta les

tocan la espalda buscando las marcas de un morral pesado, como el que suelen cargar

los insurgentes. De entre los soldados se me aproxima uno, me quita mi sombrero y me

pide mirarlo a la cara, durante un minuto me mira a los ojos, le sostengo la mirada sin

demostrarle la molestia que siento por la forma como nos tratan.

No sé hasta que punto la presencia del Estado me hace sentir mas seguro en las

márgenes del mismo, pero siento más miedo aún y es el miedo el que me hace guardar

mi rabia, y guardar prudencia. No es momento de realizar reclamos, no estamos en

terrenos del estado de derecho, estamos en el área y en el área estamos en guerra. El

soldado retira su mirada, y parece que se ha aprendido mi rostro. No podría olvidar el de

él, es igualito a un primo mío que alguna vez también fue soldado. Me pregunta el

motivo de mi viaje a La Macarena y le digo voy a visitar familiares. Miro a los otros

militares, y aunque me siento intimidado, detrás en sus rostros veo también miedo,

ansiedad y caras conocidas: algunos se parecen a mis viejos amigos del colegio, y los

recuerdo porque en su mayoría son rostros jóvenes, son mas jóvenes que yo.

Nos hacen bajar las maletas del Jeep al barro, y de nuevo otra requisa. Es la segunda

del día, la quinta para los pasajeros que vienen desde San Vicente. Dos soldados

mayores, mas viejos que el resto, se me aproximan. No le ponen mucho cuidado a mis

pertenencias y me preguntan si he visto a la guerrilla. No sé qué decirles. ¿Si los he

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Capitulo primero
Etnografía en Zona Tórrida

visto me compromete? ¿Si les digo que no, pero alguien dice que si, también me

compromete?

-“Si, vimos unos guerrilleros (no me detengo en señalar cuantos) hace unos 20 ó 30

minutos”. Los soldados pusieron caras serias, y muy rápido se dirigieron a otro militar.

Ordenan detener la requisa, y apuran al chofer a cuadrar la carga e irse rápido. Siguen

insistiendo, un par de maletas se caen, nos subimos al Jeep y arrancamos.

Le pregunto al chofer si es normal que los soldados sean así de agresivos.

-“Eso cuando están en el área y hay combates son muy bravos” responde.
- “¿Y la gente no se queja. No dice nada?”, le pregunto
-“¿Eso quien dice algo? ¿Qué les cuesta matar a alguien y ponerle un uniforme?”

Y cuenta que hace un mes, en otro camino del Yarí, unos soldados detuvieron su Jeep,

sacaron a toda la gente y los tendieron en el suelo. Rompieron los forros de las puertas,

abrieron las sillas y buscaron como locos armas, coca. Es más: me asegura que en caso

de haber dicho que en el Yarí recogimos al señor que va con un niño, los soldados lo

hubieran dejado ahí mismo. - “Es que así son las cosas por acá”. Insiste.

El camino se hace mas lento. Ha oscurecido, unos soldados nos detienen y nos dan la

bienvenida a La Macarena. Han sido 8 horas de viaje, tres retenes del ejército, tres de la

guerrilla y el paso por una zona de combate. Un viaje normal.

La Macarena.

La carretera por la que hemos llegado, construida por la guerrilla durante los años del

despeje, respeta el camino que trazaron los primeros colonos que en 1953 llegaron por

primera vez a La Macarena. Otra forma de llegar, ya no desde el Caquetá sino desde el

Meta, es hacer el viaje por aire, viaje que sigue una ruta que en los años 60 condujo en

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Capitulo primero
Etnografía en Zona Tórrida

aviones de la Fuerza Aérea a varias oleadas de campesinos que buscaron refugio ante

los últimos rezagos de la época llamada “la violencia”. Otros tantos lo hicieron

buscando mejores condiciones de vida gracias a las bonanzas que ofrecía la región:

pieles, pescado, madera, marihuana, coca.

El pueblo de La Macarena es uno mas de los pueblos que hay en toda la región y al

igual que los caseríos y pueblos del Caquetá este respeta la tendencia de una sola calle

principal (que conduce al puerto sobre el río) cruzada por calles polvorientas, pocas

casas en material y muchas casas hechas con tablas. El comando de policía se encuentra

incrustado en todo el casco urbano, diagonal al hospital, al aeropuerto y a escasas

cuadras del colegio. Trincheras y espesos muros de hormigón parecen protegerlo de un

eventual ataque guerrillero. Las casas vecinas, el hospital y el colegio del pueblo no

cuentan con trincheras ni hormigón para protegerse, pero de nada han servido años y

años de reclamaciones para que el comando sea ubicado a las afueras. De manera

afortunada para estos los vecinos, dada la presencia de varios miles de soldados en la

zona, la guerrilla hace varios años no ataca en el casco urbano.

He llegado de noche y me alojo en casa de unos amigos, don Ramiro y doña Claudia,

viejos campesinos de la región que han migrado del campo al pueblo puesto que sus

hijos han crecido y el trabajo de la finca se les hace difícil. Hoy no hay toque de queda y

podemos hablar en la puerta de la casa, los soldados ya han tomado sus puestos de

guardia nocturna y aunque es sábado se ve poca gente en el pueblo. La energía eléctrica

la cortan temprano debido a la escasez de combustible: la guerrilla prohíbe su ingreso

por carretera, pues durante un pasado paro armado los administradores de la Planta

Eléctrica recibieron combustible del ejército y desde entonces el frente Yarí decidió

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Capitulo primero
Etnografía en Zona Tórrida

hacer permanente la prohibición.

Pero el racionamiento de energía no es el único lío del pueblo: la crisis del comercio de

la coca hace mella en la economía de las familias campesinas, y por ende del municipio.

Desde que la guerrilla decidiera en el año 1999 intermediar entre el campesino

productor de pasta base y el narcotraficante productor de cocaína, el negocio se hace

difícil por la poca facilidad que tiene la guerrilla para asumir un papel que es difícil se

hubieran imaginado el Ché Guevara ó el finado Jacobo Arenas, fundador y máximo

ideólogo de las Farc. A eso hay que sumarle el bajo precio del dólar que redunda en una

menor ganancia para las importaciones nacionales, sean estas legales o no. Pero hay una

alternativa para comerciar la coca, y una de ellas es traerla al pueblo y venderla a manos

particulares, no obstante es peligroso en dos vías: la policía y el ejército ejercen fuertes

requisas y la guerrilla ha prohibido vender coca a particulares. Casos se han dado de

campesinos a quienes:

a. se les decomisa la coca; b. son robados por los posibles compradores; c. son

capturados por las fuerzas militares; d. todas o cualquier combinación de las anteriores.

Si la guerrilla se entera, y los mas probable es que si, la sanción es inapelable: la

prohibición de volver a las veredas.

Casos también se han visto de campesinos a quienes los narcotraficantes roban la coca.

¿Ante quién poner la denuncia? No hay nada que hacer, puesto que en las economías

ilegales la regulación, también ilegal, tiende a concentrarse en una sola instancia que

garantiza el respeto a la palabra, el único activo válido cuando de transacciones se trata.

Activo que se soporta con la integridad física y posesiones de los participantes en el

negocio, y que la instancia reguladora no duda en hacer valer. Pero que en este caso no

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Capitulo primero
Etnografía en Zona Tórrida

llega a manos de la guerrilla, pues no reconocen (dentro de lo no reconocido, que ironía)

el comercio privado de la coca. Y así, el que se arriesgue a vender coca se arriesga a

perder sus inversiones. Pero no venderla también arriesga la economía familiar. Un

dilema pues que suma una tensión más a la vida de los campesinos de la región, pues

otras situaciones se encargan de complicar todavía mas su vida y obra.

Día 21. Ya es domingo y al puerto empiezan a llegar las primeras canoas que traen

campesinos de río abajo, de río arriba. Con la excusa de acompañar a don Ramiro a

preparar su canoa para un viaje que va a realizar en la tarde, aprovecho para ver una vez

más lo que he visto en todos estos años. Saludo a rostros conocidos. La gente viene a

hacer mercado, realizar diligencias en la alcaldía, ir al médico, pero primero deben

superar las requisas en el puerto, donde aburridos soldados reciben a la gente y miran

con sospecha a los jóvenes, extremando la requisa: les hacen quitar el calzado y la

camiseta, en búsqueda de las marcas que se supone caracterizan a los guerrilleros; y les

examinan las manos, intentando hallar las manchas que la coca deja en las manos de

quienes la raspan de la mata. Las mujeres son separadas y les requisan los bolsos,

pueden seguir primero que los hombres. Una persona tras otra supera la requisa y debe

registrarse ante los policías, quienes recogen las cédulas, las anotan en un libro y las

revisan en una base de datos en búsqueda de antecedentes judiciales. Dos soldados me

ven observando y se me acercan agresivos, qué quien soy y qué hago allí. Don Ramiro

acude en mi ayuda y les asegura que soy un familiar de él. Mas calmados me piden la

cédula, la hacen registrar en el libro de la policía y revisan mis antecedentes. Todo en

regla. No vuelven a molestarme, y en medio del calor mas infernal doy una vuelta por el

pueblo para visitar amigos.

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Foto 07
Cartografía de la violencia. Estas niñas y el niño, junto a sus padres, han hecho sus vidas
junto al río Guayabero. En un taller de cartografía social me ayudaron a ubicar en un mapa del
río las casas que han habitado y a partir de ellas a conocer los principales recuerdos que
guardan: algunas fueron abandonadas por las presiones de las fuerzas militares y de la
guerrilla.
Autor: N.E.

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Etnografía en Zona Tórrida

La presencia militar es fuerte, hay patrullas en cada una de las seis o siente calles que

tiene el pueblo. Desde el aeropuerto el movimiento de helicópteros es constante.

Encuentro conocidos en una tienda y me siento con ellos, la música norteña no deja

escuchar muy bien pero es el escenario mas seguro para hablar de ciertas cosas sin

llamar mucho la atención. Me cuentan que los milicianos igual visitan el pueblo, y

hacen sus cosas: convocan comerciantes a reuniones en alguna vuelta del río (donde es

seguro negocian el “impuesto”), llaman a un funcionario público a dar cuenta de su

trabajo o citan a personas a reunirse con los comandantes para aclarar alguna cuestión.

Ese fue el caso de una conocida, doña Pilar, a quien un miliciano le entregó un papel

donde la guerrilla la citaba, cuanto antes, a aclarar la vinculación de su familia con la

deserción de un supuesto guerrillero. Doña Pilar subió por el río en canoa y llego al

punto de la cita, allí se reunió durante varias horas con un comandante y aclaró las

cuestiones del caso: ni ella ni su familia tuvieron que ver con la deserción de un

trabajador de su finca, quien apareció como guerrillero pero que ni la guerrilla misma lo

ha reclamado como guerrillero.

Hasta hace un par de años era frecuente que desde la otra orilla del río la guerrilla

hiciera disparos a los policías y militares que patrullan los puertos. Pero ya el ejército

controla ese lado del río frente al pueblo y los soldados pueden bajar hasta allí, donde

otra vez me requisan, pues preparo mi viaje para la vereda. Partir exige anotarse de

nuevo en las listas de la policía, la verificación de antecedentes y un añadido mas: las

familias deben presentar la factura de sus compras ante un oficial del ejercito quien les

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autoriza sacar mercados que no superen el limite de 150 mil pesos por familia. Aunque

molesto y dispendioso, el trámite y la eterna fila son cosas rutinarias, pues desde hace

casi 30 años (a excepción de los tres años largos de despeje) el ejército lo exige a los

campesinos. No sé que tanta mella esto haga en el abastecimiento de la guerrilla pero

puedo estar seguro que en estas tres décadas la guerrilla se ha multiplicado de forma

exponencial, por lo que dudo que este bloqueo económico les signifique mayor

problema. Problema que si es tal para los campesinos, quienes tienen que mover los

insumos que requieren para trabajar la coca. Hasta hace poco la policía era quien

controlaba los puertos, pero una vez se descararon y empezaron a cobrar chantaje por

cualquier cosa que se moviera, no solo los insumos de la coca, la gente se quejó y el

ejército tomo para sí el control del puerto. Siendo así, los campesinos deben recurrir a

toda clase de ingenio para pasar los insumos del trabajo de la coca.

Las dos de la tarde marca la hora en que las líneas, es decir las canoas que ofrecen el

servicio de transporte público, empiezan a salir. Hay líneas según las veredas, y hay

canoas según el gusto o afinidad que se tenga con el motorista que la conduce. Hace una

hora me encontré con Cachamo, y es Cachamo quien mejor me cae: nunca me ha

dejado, a veces me rebaja el pasaje (porque es carísimo) y en mas de una ocasión me ha

movido por el río sin mayor problema. Hace un fuerte calor, y las nubes a lo lejos

presagian un aguacero de padre y señor mío. “Esto es puro sol de lluvia” me aclara una

señora, que con sus tres hijos de 4, 9 y 14 años, mas 100 kilos de carga, se acomoda al

lado mío en una de las tablas que hace las veces de silla. Las empinadas escaleras del

puerto son sorteadas con pericia por los coteros, quienes cargan las canoas con bultos,

canastas de cerveza, barriles de gasolina, tejas, cemento y cuanta cosa. Las canoas las

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mueven motores medianos fuera de borda de 40 caballos. Espero paciente, acalorado y

sorprendido por la resistencia de estas canoas en medio de los gritos de los motoristas

que apuran a la gente, gritos de la gente que afana al motorista, llamados a la señora a

quien le falta un paquete, señales al señor que ya va a llegar, y alaridos de la gente, del

motorista, del señor y la señora que están hablando y riendo entre si.

El Río Guayabero

Algunos meandros, un par de islas, un difícil paso donde la canoa debe superar dos

piedras en el río y varias paradas para dejar gente me separan de la vereda a la que me

dirijo. El río aun conserva su importancia como vía de comunicación, y el Guayabero

aun mantiene esa estela mítica que la historia del conflicto le ha asignado. En el año

1964, y varios kilómetros mas arriba, Manuel Marulanda junto a los 40 o 60 campesinos

sobrevivientes del ataque a Marquetalia fundaron las Farc, que hoy tiene a varios miles.

Dice el ministro, y aseguran los generales, que los ríos de la región se han “recuperado”,

pero no hace mucho durante un paro armado nadie pudo circular por el río; solo los

guerrilleros. Una tras otra las personas se van quedando, el motorista va algo afanado

porque no tiene permiso para navegar sino hasta las 6pm y ya son las 4pm. Estoy a

media hora de mi destino, y él a dos horas largas de su casa, mas abajo en el río. Junto a

la canoa pasan varios pescadores que a remo tienden una malla en el río; me explica la

señora de los bultos y los niños que se esta pescando muy bien por esos días, pero que

sigue prohibido vender pescado. Hace poco le inventaron el chisme que ella estaba

vendiendo pescado, y tuvo que ir a aclarar que no, que si acaso ella intercambia el

pescado por gasolina para que su marido siga pescando; nada más. Sobra preguntar ante

quién tuvo que ir a explicarse, tanto como todos saben que el motorista va tarde y que le

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pueden poner una multa si se pasa de las 6:00pm.

Minutos antes de llegar a la vereda empieza a llover. Los plásticos cubren la carga, y

algunas personas se protegen con carpas difíciles de controlar por el viento. Empapado,

veo la casa de mi destino y le señalo a Cachamo que allí me quedo. Arrimar las canoas a

los puertos de las casas es un arte, hay que sortear palos, la contracorriente, los árboles

de la orilla y el barro que se acumula en ella. Cachamo “aterriza” la canoa con presteza.

Le pago los pasajes, que van de mano en mano hasta llegar a su bolsillo, y junto a mis

acompañantes descargamos maletas. La gente de la finca sale a recibirnos mientras los

perros ladran de forma insistente.

La vereda.

Durante estos días me quedaré en una finca a varias horas, camino adentro. Las

primeras noches en esta casa, pues hay varias cosas por hacer en esta orilla del río:

visitas por realizar, hablar con la presidenta de la Junta y cómo no: hacer acto de

presencia. He creído que una forma para garantizar mi seguridad, ante la guerrilla y ante

el ejército, es ser muy visible. Dejo mis pasos marcados anunciando a todo mundo en

donde estoy, para donde voy.

Día 22. La vereda El Socorro ha cambiado con el tiempo. Madrugo y salgo a caminar

río arriba y veo que familias del Caquetá han comprado sus fincas, algunos jóvenes han

heredado extensiones de sus padres y algún vecino de otra vereda ha venido a vivir aquí.

La movilidad en la región es un proceso lento, mediado por las condiciones del cultivo

de la coca y por los contactos que se dispongan: solo gente conocida y recomendada

puede llegar y quedarse. En un tiempo, incluso, se llegaba a pedir una carta de

recomendación del frente guerrillero del lugar originario. Hoy día es suficiente una carta

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Foto 8
Imagen satelital. Veredas ribereñas del Guayabero medio, cercanas al municipio de La
Macarena (abajo, a la izquierda) y en donde realicé parte de mi trabajo de campo. La
mayoría de carreteras que se observan fueron trazadas por las Farc o abiertas por los
campesinos.
Fuente: Google Maps

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de la Junta de Acción Comunal, y una recomendación ante los vecinos de la persona que

vende la tierra, o de quien lo lleva.

Los caminos de la vereda son trochas, llenas de barro en invierno y polvorientas en

verano. A muy pocas veredas en este sector de La Macarena, el Guayabero bajo, llegan

carreteras. A ninguna llega acueducto ni energía, ni que decir de centros de salud. A

duras penas escuelas mal dotadas. Tras caminar una hora el camino da paso de la selva a

los potreros ganaderos y entro a predios de la escuela. Este año solo hay 13 estudiantes

y parece que la van a cerrar porque el número, dice la Coordinación de Educación, no

justifica un profesor. Me detengo y hablo un rato con el profe, un tipo joven, nacido y

criado en la región y con muy buena voluntad para hacer bien su trabajo. Me cuenta que

la deserción es altísima, muy pocos niños terminan la primaria y casi ninguno entra al

bachillerato. Cómo ha sido constante, algunos niños y niñas se sumarán a la guerrilla,

las jóvenes encontrarán maridos con mayor edad que ellas y tendrán varios hijos. Otros

se quedarán trabajando en las fincas de sus padres, raspando coca en fincas vecinas; se

harán a una tierra y labrarán sus fincas con el paso de los años. Esa ha sido la suerte de

quienes fueron mis estudiantes de Escuela Primaria en dos veredas de La Macarena

hace 10 años.

Con tres niños de la escuela sigo mi camino hacia su casa, que se encuentra a una hora

surcando la orilla del río. La madre de ellos es ahora la presidenta de Junta de Acción

Comunal y desde hace un par de años una comerciante reconocida en la vereda: plantea

(es decir, presta todo lo que alguien necesita) a los campesinos que cultivan coca con

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insumos y mercado mientras realizan la raspa. Una vez se ha cosechado y producido la

pasta base, le pagan el plante (la deuda), guardan el excedente y otra vez son planteados.

Ahora, que no hay compra de coca, la señora está quebrada, no hay quien le pague y no

tiene cómo pagar a quienes la plantean a ella. Entro a su casa, la saludo, me ofrece

guarapo para beber. Está tan fuerte que despide burbujas de alcohol, se lo cambio por

una aguadepanela, que siguiendo la tradición, se encuentra hirviendo. Sigo mi camino,

paso por un par de casas mas, saludo y llego a mi destino. No hay nadie. Juancho y

Matilde han de estar trabajando, la casa está sola. Es una pequeña construcción en

madera, techo de zinc y en lo alto de una loma sin un solo árbol, donde pastean de con

tranquilidad tres vacas. La selva rodea la loma, a lo lejos se ve la Sierra de La Macarena

y el rio Guayabero. Mientras espero asalto su cocina.

Matilde enviudó en el 2002, cuando su esposo fue ajusticiado por la guerrilla. Tras vivir

uno duros meses en Villavicencio regresó a Macarena una vez sus familiares

constataron que la guerrilla no tenía nada contra ella. Dos o tres años después conoció a

Juancho y ahora viven juntos. Ambos trabajan fuera de su finca y aunque no tienen coca

la crisis económica también los toca, porque no hay suficiente trabajo. Matilde es nacida

y criada en La Macarena, tiene 37 años. Juancho viene de Mesetas, municipio que esta

en la punta norte de la Sierra de La Macarena y tiene 30. Llegan al caer la tarde y un

afectuoso saludo inaugura la noche. Matilde prende unas velas, Juancho saca sus útiles

para tallar la madera y junto a Matilde empezamos a ponernos al día con nuestras vidas.

Pasaré la noche en esta casa, y mientras hablamos prenden la radio.

Son dos las emisoras FM que a diario se sintonizan en La Macarena: la del ejército,

“Colombia Estereo”, y la de la guerrilla La voz de la Resistencia”. Los farianos alternan

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música guerrillera (producida por ellos mismos, vallenato, merengue, salsa, corridos,

llanera…), la muy conocida música latinoamericana de protesta y ritmos nuevos de

contenido social, donde cada dos o tres canciones se hace una pausa para emitir

mensajes revolucionarios, noticias y análisis políticos. Tienen programas dedicados a la

instrucción marxista (escuché un programa que trató la relación capital-trabajo) y

espacios en donde se escuchan discursos de comandantes guerrilleros. Invitan de forma

reiterada la vinculación campesina a los órganos de participación política clandestina

que ellos disponen para los civiles: el movimiento bolivariano, las milicias populares y

el partido comunista clandestino. La emisora transmite desde “las montañas de

Colombia” y pertenece al Bloque Oriental de las Farc.

La emisora del ejército programa música comercial, enlaza todas las mañanas y a todo

el país, por medio de un especial diario de noticias producido desde Bogotá. En la

programación diaria, entre canción y canción, se escuchan mínimo dos o tres mensajes

que invitan a la desmovilización de guerrilleros, propagandas institucionales que

reivindican la política de erradicación forzada y mensajes del ejército en los que se

ofrecen recompensas por delatar comandantes subversivos. Hay varios tipos de

propagandas que invitan a la desmovilización. Hay unas realizadas en la propia emisora

que emite desde La Macarena donde se escucha una voz de un soldado invitando a los

guerrilleros de la cuadrilla del Yarí a desmovilizarse. “Ustedes operan en pequeñas

compañías de máximo cinco hombres. Coordine con sus compañeros un plan de escape

y acérquese a la unidad militar mas cercana. Su economía escasea, el avance del Plan

Patriota los tiene diezmados. Guerrillero, regrese a la libertad.” De igual forma se invita

a las mujeres guerrilleras a volver al hogar, a hacer una familia. Otro tipo de

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propagandas integran la voz de guerrilleros desmovilizados que narran de forma

pormenorizada, sin música de fondo, las enfermedades venéreas que existen en los

campamentos, que en suma vienen a ser todas las conocidas por la ciencia médica con

especial énfasis en el SIDA. Estas propagandas dan la impresión que en los

campamentos guerrilleros todos sus integrantes son promiscuos portadores de

enfermedades. Así mismo se da cuenta de los maltratos a que se ven sujetos los

guerrilleros. “Mientras a los cabecillas no les falta nada, nosotros hemos pasado hambre

y encima nos toca salir a combatir sin suficientes recursos” decía una de las

propagandas narradas por un joven ex-guerrillero quien invitó a sus compañeros Jair,

Alonzo y Rosa a desmovilizarse. En las noches hay un programa que en especial atrapa

la atención de muchos campesinos: la hora del guerrillero. En ella los recién

desmovilizados dan cuenta de su vida guerrillera, son entrevistados por soldados que

realizan preguntas del tipo “¿como era su vida en la organización narcoterrorista?”, ó

“¿en dónde delinquían ustedes?”. Una respuesta que escuche daba cuenta en los mismos

términos: “nosotros delinquíamos por los lados del río Cabra”. Vida que el ex-

guerrillero narra colmada de sufrimientos, penalidades y cómo no: de enfermedades

venéreas.

Día 23. Hoy voy de vista a casa de Doña Flor. Grito de orilla a orilla en el río y sus

nietas me cruzan en una pequeña canoa a remo. Es una humilde construcción que se

levanta sobre pilotes a un metro de altura del suelo, pues cuando el Guayabero se crece

suele inundar. Doña Flor lleva casi 30 años en La Macarena y nunca mas regresó a

Boyacá, de donde es oriunda. Cuatro de sus hijos viven también en Macarena. A la hora

del almuerzo sintonizan la emisora del ejército. Uno de los problemas que le encuentran

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es que “es una cosa cansona tanta propaganda que ponen”. Cuenta doña Flor que alguna

vez se apresuró, asustada, a quitar esta emisora, y sintonizar la de la guerrilla, cuando

vio que varios guerrilleros caminaron cerca de su casa. “Por ahí dicen que la guerrilla

prohíbe escuchar la emisora del ejército pero yo no sé, nunca han dicho nada. Pero por

si acaso mejor que no lo vean a uno escuchando la emisora del ejército”, aseguró. En

esta casa me cuentan que por medio de la emisora del ejército y en la “hora del

guerrillero” mucha gente se enteró en la región, y en específico en la vereda El Socorro,

que el presidente de Junta se había desmovilizado junto a su familia, un hermano y un

cuñado. La gente se sorprendió, pues en la vereda se sabía que esa familia en un tiempo

colaboró con la guerrilla y que el hermano del presidente había sido alguna vez

miliciano. Pero en la emisora se presentaron como guerrilleros, hablando de la

situación pobre y diezmada en que se encuentra la organización narcoterrorista, y

renegando de los sufrimientos a los que se veían sujetos. Así mismo invitaron a varios

campesinos de la vereda a desmovilizarse, señalándolos de una vez de ser guerrilleros.

Entre los señalados se encontraba Hugo, un habitante de la vereda que hace unos años

llegó desde el Guaviare. Según me contaron, Hugo esperó resignado desde entonces, y

hasta el día de su desmovilización, un posible desembarco del ejército en su finca. A lo

largo de mis vistas a La Macarena la casa de Hugo y su esposa Yeni era un sitio

obligado de visita, pues lleno de historias y anécdotas intercalaba un cuento y otro con

canciones, con invitaciones a pescar o con paseos por su finca. Además era una casa

llena de movimiento: con seis hijos a cuestas, siempre había algo que hacer o un juego

que jugar. Hugo había tenido que ver con la guerrilla años atrás. Había servido para

ellos como conductor de canoa y su trabajo era un trabajo que, aunque como cualquier

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otro trabajo, un trabajo remunerado con unas obligaciones establecidas, no era cualquier

trabajo. Trabajó para la guerrilla y eso lo convirtió a ojos de la población en un

miliciano. El ejército tiempo atrás le había desembarcado en su casa, allí golpearon y

torturaron a un sobrino suyo del que sospecharon era guerrillero, lo allanaron sin orden

judicial ni acompañamiento del ministerio público o la fiscalía (como debe ser según la

legislación colombiana, cosa que nunca pasa en la región) e intimidaron a su familia. El

ejército se alojó en su casa durante varios días pero no encontraron pruebas que ligaran

de forma directa a Hugo con la guerrilla. El negó todo vínculo y resultó paradójico que

no haya sido detenido, pues le ganó la sospecha del comandante guerrillero, tanto así

que el frente había decidido darle destierro. Hugo, indignado, decidió no irse de la

región, envió una carta a otro frente guerrillero comentando su situación y se pasó a

vivir con Yeni y sus seis hijos a otra finca.

Un par de meses después de la desmovilización del presidente de Junta, Hugo fue

delatado por ellos. En la emisora le insistían que se desmovilizara. De forma paradójica,

con la pesadumbre del destierro de la guerrilla que aún no se había resuelto y ante la

inminencia de un nuevo desembarco del ejército, es probable que la posibilidad de la

desmovilización empezara a rondar como una opción probable. Dadas las implicaciones

que trae consigo la desmovilización me parece una política perversa, pues no saca de la

guerra a los combatientes que desean dejar las armas y a los no combatientes (como es

el caso de Hugo); en muchos casos son instrumentos de la inteligencia militar. Pero

difícil juzgar la decisión de una persona que ha sido amenazada por la guerrilla,

señalada por unos vecinos y perseguida por el ejército. Hugo y su familia se fueron sin

decir nada a nadie. Y a diferencia de otros tantos desmovilizados no hablaron en “la

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hora del guerrillero”, no señalaron a nadie.

Salgo de la casa de doña Flor, camino a la finca donde me esperan. Varios helicópteros

pasan muy bajo, otros lo hacen alto y uno lleva un cañón; han de haber combates río

abajo. Tomo camino río abajo, bordeando siempre el río. Paso por la casa de Hugo y

familia. Está vacía, y según me contaron fue saqueada al día siguiente de su

desmovilización pero algunas de las pertenencias de la casa eran de otras personas;

motivo suficiente para poner la queja ante la guerrilla. Una comandante de la guerrilla

dijo que las cosas aparecían. Y aparecieron. Cruzo un par de potreros mas y escucho

que río abajo, muy lejos, se escuchan bombardeos, explosiones muy fuertes. Todo el día

hay movimiento de helicópteros pero eso no es impedimento para que en una casa por

donde paso, la casa de doña Cristal, me inviten a pescar un rato. Sorteo el cerco que me

hacen los perros, y un palazo los convence de mis buenas intenciones. Puedo entrar y al

rato me voy con los pelados de la casa a nadar en el río. Se hace tarde y decido

quedarme aquí. La casa es una casa normal, de tablas, un techo en zinc, a la que se le ha

añadido una precaria construcción en material de dos habitaciones y un baño que la

alcaldía entregó a algunas familias.

Doña Cristal vende carne de vaca. Compra cada semana una res y la sacrifica todos los

viernes y los sábados la vende a los campesinos que se detienen de camino al pueblo y

le encargan tantas libras, para ser recogidas en la tarde, de regreso a sus fincas. De igual

forma la vende a vecinos de su finca. La vaca se vende toda, pero debido a que el dinero

circulante es escaso, el precio de la carne, de los jornales, los insumos, la comida y otras

tantas cosas en la región se tasa en gramos de coca, donde un gramo equivale a dos mil

pesos. Siendo así, la gente le paga a doña Cristal en gramos de pasta base de coca, y ella

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paga al dueño de la res en gramos de pasta base. Hasta que la guerrilla no logre vender

la coca que guarda, y pague las deudas que tiene, circulan gramos de pasta base o los

vales (unos papelitos con un valor en pesos, la firma de un comandante y un sello) que

la guerrilla entrega como pagarés y que hacen las veces de un titulo valor.

Comento a doña Cristal la buena calidad de los caminos, están limpios y los puentes en

estado aceptable. La explicación es sencilla: la guerrilla hace un mes envió un papelito

en donde decía que los caminos debían permanecer limpios. Hace varios meses que no

se ve guerrilla por la vereda, pero un papelito es suficiente para asegurar su presencia.

Oscurece, se prenden las velas, se sintoniza el radio y toda la noche se escucha el

bombardeo.

Día 23. Tras amanecer allí, salgo por fin rumbo a la finca. Dos hijos de doña Cristina

me acompañan, es mas prudente que vaya con alguien de la vereda pues con combates

río abajo no sería extraño encontrarse con soldados o guerrilleros.

La Finca.

El sitio donde llego es un sitio con historia, y con muchas historias: historias de sus

habitantes, de sus visitantes, de la vereda, historias mías. Allí viví una temporada

cuando fui profesor de escuela, los miembros de la familia son todos amigos míos y me

acogen cada vez que vengo a Macarena. La Finca tiene un par de centenares de

hectáreas, pastos para el ganado, sementeras de yuca y plátano. Alguna vez cultivaron

coca pero no era la vocación de la familia, dejaron ese sembrado y se dedicaron a la

ganadería. Sin embargo los hijos sí han trabajado con coca haciendo contratos: la

raspan, la pican, hacen las veces de químicos en los laboratorios artesanales, la

transportan a sitios donde la guerrilla la compra.

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Foto 9
Finca de El Mono. A mitad de camino, luego de tres horas de marcha desde el pueblo, junto a
varios amigos llegamos a la finca de El Mono, un hijo de viejos colonos de la región que
llegaron atraídos por la promesa de paz y tierra para todos; sus perros salieron a recibirnos. Se
hacía tarde y la guerrilla ha prohibido transitar después de las 6 pm; el Mono ofreció alojamos.
Autor: S.G.

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El patriarca de la familia, el abuelo ya muerto, nació y se crió en Viotá (zona comunista

del centro del país), llego a Macarena con sus hijos en los años setenta y fue uno de los

primeros lazos regionales que el movimiento comunista tuvo en la región. Años después

fue miembro de la UP y concejal del municipio. Cuando sus hijos crecieron uno de

ellos, don Luifer compró esta tierra, vecina a la de su padre, se casó son doña Eneida

con quien ha criado cinco hijos. Alguna vez fueron desterrados por un comandante

guerrillero, pero apelaron ante un comandante superior y la decisión se revocó, y el

comandante fue sancionado. En otra ocasión atravesaron una época muy difícil, don

Luifer andaba de arriba abajo armado con un revólver y nunca quiso contarme por qué;

respeté su decisión y jamás le insistí. Era el año 2003, por esa época fueron allanados

por el ejército y sus hijos golpeados por los soldados. La situación se superó, aunque

años más tarde una de sus hijas fue detenida y acusada de rebelión, y otro de sus hijos

tuvo que irse de la región por problemas políticos. Otra hija salió por la crisis

económica.

Don Luifer y doña Eneida son muy respetados en la vereda y conocidos en el

Guayabero bajo, son unos reconocidos líderes comunitarios a quienes muchas personas

acuden en busca de consejo o ayuda. Hoy día viven en el pueblo, ya retirados y viviendo

de sus ahorros y algunos negocios que tienen por ahí. La finca la ha heredado uno de sus

hijos, Efraín.

Desde la finca realizo y organizo el trabajo para mi investigación. La casa es grande,

tiene varios cuartos alrededor de un salón principal sin paredes, desde el que se puede

observar la inmensidad del potrero que rodea la casa y la selva que todo lo absorbe. La

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cocina está en la parte de atrás, aunque sin paredes está mas o menos cubierta por unas

tablas que la separan de la casa. Es allí donde la familia discute sus asuntos delicados, y

donde toman las decisiones trascendentales: qué sembrar este año, qué negocio plantear

a un vecino, qué hacer con los hijos, cómo arreglar un problema en la vereda, qué se le

va a decir al comandante guerrillero. Cuando se tratan temas delicados se habla en voz

baja y solo soy bienvenido cuando alguien me llama para preguntar algo, o contar una

historia; si no es así, no soy bienvenido y darse cuenta es muy fácil: si entro a la cocina

y están hablando es notorio el cambio de conversación, y el aumento del volumen para

hacerlo. Con los años he ganado familiaridad y confianza con la familia: discuto sin

tapujos todas mis apreciaciones académicas, podemos hablar de manera libre sobre

nuestras formas de ver el conflicto, la coca, los campesinos, la región… Gracias a esta

familia he podido atestiguar muchos de los eventos que sustentan mi trabajo, algunos de

los cuales sucederán los días que se avecinan y de los que hablaremos en la cocina.

Día 24. Efraín me invita a acompañarlo a su trabajo, damos vuelta a la finca y un par de

horas después, tras haber regresado, le ayudo a arreglar una cerca. Ha evaluado que

rastrojeros (potreros antes intervenidos que la naturaleza recupera) puede quemar para

acondicionar sembrados este año. El frente guerrillero de esta zona ha prohibido la tala

de selva para quemar, solo autoriza preparar cinco hectáreas de rastrojos viejos. En

cambio, un poco mas para el oriente donde hace presencia otro frente guerrillero, el

comandante de allí autoriza tumbar las cinco hectáreas de selva. Efraín se encuentra un

poco confundido, tiene tierras en donde ejercen jurisdicción ambos frentes. En un lado

ha podido tumbar selva, en esta finca no.

Los helicópteros siguen su movimiento habitual y ya llegan rumores de vecinos que

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vienen del río contando cómo, en una finca sobre una isla muy abajo, el ejército le

desembarcó a la guerrilla y se prendió el combate. Ya van tres días en eso, y no paran.

Los bombardeos frustran mi propósito de ir río abajo. Pero ya tengo varios planes para

realizar durante las semanas que vienen. Las preguntas que he traído conmigo de las he

formulado de forma permanente a todo lo que veo, a todo lo que escucho, a todos con

quienes hablo, a todo lo que siento. Y así transito por la vereda los próximos días. Pero

guardo algo de miedo y prevención, pues nunca antes me habían tocado combates tan

cercanos y no sé cómo sortear una situación de estas. Efraín se ríe de mis temores y me

dice que mejor me acostumbre, pues al día siguiente vamos a recoger un maíz.

Día 25. Expongo a Efraín algunos apartes de mi trabajo. Antes de salir a trabajar me

escucha de forma paciente y responde algunas de mis preguntas, y el realiza las suyas.

Le parece difícil poder descubrir cosas que de lo mismo normal se hacen invisibles. “Es

como la selva, uno de tanto verla todos los días ya ni se da cuenta que está allí”.

En esta oportunidad, y para esta investigación, he preferido no utilizar con frecuencia la

grabadora. La distancia que se observa cuando la grabadora está encendida es muy

grande con lo que luego las personas me dicen con la grabadora apagada. A diferencia

de veces anteriores, he decidido realizar una investigación en donde me importa mas

compartir días largos y en apariencia intrascendentes que concretar la recolección de

datos e información en momentos precisos de entrevistas y talleres. Por ejemplo hoy,

que fui con Efraín a recoger una herramienta que tenía prestada a un vecino pude

integrarme a una conversación sobre las desmovilizaciones que sostuvieron Efraín y la

señora de la casa, doña Silvía. Se rieron de que sean campesinos, que no guerrilleros,

los que se desmovilicen. Doña Silvia anotó que lo complicado es que cualquier

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campesino ahora decide desmovilizarse y luego va y le echa dedo a cualquiera. Salimos

de nuevo para la finca, de camino se escuchan los helicópteros pero esta vez

acompañados de unas avionetas de guerra con las que el ejército fumiga los cultivos de

coca. “Las fumigadoras –señaló Efraín- ya vienen a hacer daños por acá”. Pero iban de

paso, pues en los días siguientes no volvimos a escucharlas.

Día 27. Hoy fuimos a ayudar a otro vecino a limpiar un potrero, a don Heliodoro. A una

hora y medio entre lomas cubiertas de selva se encuentra la finca a la que vamos. Hago

un esfuerzo por no perder el paso de Efraín. Una vez allí, en la casa, echo de menos a

uno de sus hijos, y Efraín me advierte que mejor no pregunte nada. Más tarde mientras

almorzamos, don Heliodoro me cuenta que Yeison, su hijo mayor, el de 15 años, se fue

para la guerrilla. Hace dos meses el chico fue unos días a conocer cómo era lo de la

guerrilla, le dieron dos semanas para que lo pensara y ya está con ellos. No sabe dónde

está, ni cómo está. Los combates de río abajo han tenido muy nervioso a don Heliodoro.

No es el primer padre que conozco preocupado por la suerte de su hijo en la guerrilla, y

es algo normal. La opción de la guerrilla es eso, una opción de vida más que existe para

los jóvenes de la región, hombres y mujeres. Algunos lo hacen por convencimiento

político, otros por el prestigio de la guerrilla, otros por salir de sus casas y muchos

porque es un horizonte de futuro.

Regresamos al trabajo, el sol del medio día cae y aunque hace mucho calor la brisa

facilita la limpiada del potrero enrastrojado que don Heliodoro quiere acondicionar para

sembrar maíz. Una vez cortado el rastrojo, antes de terminar el verano le prenderá

fuego. La familia esta urgida de maíz, pues el año pasado los aviones del ejército

fumigaron sus cultivos y de paso el glifosato, el venenos utilizado, se llevó por delante

72
Capitulo primero
Etnografía en Zona Tórrida

varias gallinas, enfermó varias vacas, contaminó el pozo de agua y echo a perder varias

hectáreas de maíz. En cambio la coca se salvó, pues los campesinos tiene trucos para

sacarle el cuerpo a la fumigada: soquean muy rápido las matas o las lavan en melaza

con ajo.

Día 35. Mi visita a Macarena termina con una sorpresiva visita de la guerrilla a la casa

de Efraín. No ha pasado una semana desde los bombardeos río abajo y una comisión de

tres jóvenes aparece: al mando un muchacho calvo de nomás 20 años, armado con un

revólver; otro jovencito que no aparenta tener mas de 14 años, también con revolver, y

una joven con el pelo muy largo y castaño, con ojos claros y armada con un fusil AK-

47. No ha de tener mas de 15. Se les ofrece el almuerzo y hablan de los asuntos que han

de hablar con Efraín. Al rato se despiden tímidos, de forma amable y siguen su camino.

Epílogo: el regreso.

Al poco tiempo de haber dejado el pueblo dos guerrilleros muy jóvenes detuvieron el

Jeep en el que iba y pidieron al chofer el favor que los llevara mas adelante; el chofer

dijo que no había ningún problema. Uno de ellos se acercó a mi ventana y, cómo no, me

preguntó mi historia: quien soy, quien me conoce, donde estuve, para donde voy… Sin

mas preámbulos se subieron en la parte trasera del Jeep advirtiéndole al chofer que mas

adelante estaría la otra parte del grupo. Y así fue, a dos minutos de arrancar en la

carretera estaban 12 guerrilleros, comandados por un hombre maduro, algo barbado y de

unos 35 años. En la parte delantera se sentaron dos adolescentes con armas cortas, a mi

lado se sentó el comandante. En la parte trasera el resto de guerrilleros. Me presenté al

comandante, y resultó que varias personas que conozco en el Guayabero eran conocidas

73
Capitulo primero
Etnografía en Zona Tórrida

por él. Eso hizo que se relajara un poco. Le pregunté sobre las Farc y las razones de su

existencia.

-“Mientras haiga hambre, haigan desigualdades y haiga exclusión política nuestro deber

es luchar para que las condiciones del pueblo mejoren”.

En términos muy campesinos me habló un rato sobre su plataforma política y los

problemas que el yanquismo (se refería al imperialismo norteamericano, supongo) trae

para el país. Le pregunté sobre la coca:

-“No es un problema para las Farc intermediar en la coca, no les trae esto
desprestigio?”
- “Vea que no, de todas formas nosotros no traficamos cocaína. Y el que le
compremos a los campesinos, como somos una organización seria, el campesino
sabe que puede confiar en nosotros, que no le vamos a robar como antes hacían
los otros. Pero claro, hay gente que cree que las Farc están metidos en eso, pero
no…”

Le comenté que un par de semanas antes, y por estos mismos parajes por donde

cruzamos, había fuerte presencia militar. Yo estaba un poco inquieto y asustado, pues

viajando con un grupo de guerrilleros a la hora de un combate imposible hacer efectiva

la distinción entre civiles y combatientes. El comandante me aclaró que si él andaba tan

tranquilo con su grupo es porque sabía que el ejército no estaba por esos lados. Al llegar

a los llanos del Yarí pidió al chofer que lo dejara en una mata de monte y allí se bajó

con su grupo. Se despidió y se perdió entre la sabana.

74
Capitulo primero
Etnografía en Zona Tórrida

Foto 10
Gallo fino. La cría de gallos es una tradición bastante arraigada en la región y Yerson un
experto entrenador. Yerson dividía su tiempo entre la cría de estos animales, el sostenimiento
de su finca y el trabajo en un rústico laboratorio de pasta base de coca. A los pocos días de
tomar esta foto, fue detenido por el ejército portando 200 gramos de pasta base de coca,
detenido por ello y luego condenado a varios años de cárcel.
Autor: S.G.

75
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

Capítulo Segundo

VIOLENCIA Y VIDA CAMPESINA.


Etnografía de la violencia en la vida diaria1

A mediados del año 2007 el rumor sobre el inicio de la erradicación manual de las

matas de coca hacia la zona sur de La Macarena se hacía cada vez mas grande. Para

confirmarlo una tarde de septiembre del mismo año me reuní en La Macarena con un

funcionario de la oficina de Parques Nacionales, quien recién salía de una reunión con

las autoridades municipales anunciando que “si Dios quiere, la erradicación manual la

empezamos en octubre”. Esos días me acompañaron en La Macarena dos investigadoras

que trabajan el tema de la coca. Una de ellas le contó al funcionario lo que había sido la

erradicación en el guayabero bajo. Tras escuchar su historia le aseguré al funcionario

que de existir Dios, no permitiría la erradicación manual.

La erradicación manual se adoptó en La Macarena luego del ataque en 2005 de las Farc

a una patrulla del ejército que causó 29 muertos. Por tratarse de una zona de reserva los

debates ambientales en torno al peligro de la fumigación obligaron al gobierno a

plantear una erradicación manual, que se hizo efectiva seis meses después. Se sostuvo

hasta octubre de 2006 cuando una mina sembrada en un campo de coca mató a 14

erradicadores. Ese día el gobierno nacional ordenó fumigar de nuevo2, no hubo debate

ambiental y una parte importante de la historia pasó desapercibida: el impacto

humanitario de la erradicación y los varios miles de campesinos que fueron

1
Una versión anterior de este capítulo fue publicada (Espinosa 2006), en el marco de mis estudios de
Maestría y desarrollo de mi proyecto de monografía en la Revista Colombiana de Sociología.
2
“Por atentado de las Farc el Gobierno decidió iniciar fumigaciones en La Macarena” Agosto 4 de
2006 http://www.eltiempo.com/conflicto/noticias/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-
3066609.html

76
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

desplazados. Al igual que un ejército de ocupación, la erradicación forzada trajo consigo

varios miles de hombres que como mangostas arrasaban con todo a su paso: cultivos,

viviendas, bienes materiales. Ante el entendido oficial sobre la ilegalidad de la

ocupación de un parque natural, al igual que el cultivo de la coca, las fuerzas militares

no encontraron a su paso ciudadanos sino criminales y pertenencias mal habidas: las

gallinas, las casas, las cosas. Es una política literal de tierra arrasada. Pero la

erradicación manual llegó para quedarse. En 2007, tras un sensible recorte de la “ayuda”

norteamericana a la política antidroga de Colombia, el discurso del Gobierno Nacional

cambió y reconoció que resultaba más efectiva la erradicación manual3. Por lo tanto,

tras varias experiencias de fumigación, esta forma de erradicación llegó desde

noviembre de 2007 al sur de La Sierra de La Macarena. Una llamada desde Macarena

me alertó sobre la situación: una familia del pueblo supo que habían empezado a

arrancar matas en el Raudal y que ya se registraban atropellos hacia la población. Esto

lo habíamos previsto con algunos lideres campesinos, a quienes les sugerí que se

acercaran a la personería municipal y la defensoría del pueblo.

La situación que se vive es un ejemplo más del impacto se políticas antidrogas en la

región. Políticas que en La Macarena se adscriben al gobierno, pero de las que se sabe

los norteamericanos tienen mucho que ver pues en La Macarena es de conocimiento

público que el componente militar, antidrogas y contrainsurgente proviene del

presupuesto norteamericano. Esta condición que hace muy lejana la posibilidad de un

solución integral del problema pues si para los campesinos el lograr acercamientos con

3
¿Por qué Colombia cambió el glifosato por la erradicación manual? Julio 27 de 2004
“http://www.semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?IdArt=105184

77
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

el estado colombiano es algo muy restringido, no cuentan con reconocimiento político,

más difícil lo es llegar a tener contacto con ese gobierno extranjero.

Los intereses estadounidenses tienen mucho que ver con el destino de las vidas de los

campesinos de La Macarena vía las políticas oficiales antidrogas y contrainsurgentes, y

vía la respuesta política y militar con que la insurgencia resiste y responde al estado.

Sobre este escenario macro, que contribuye a dar forma a la violencia política que se

habita la región, es que quiero explorar en el presente capítulo la forma en que estas

condiciones políticas que se deciden por fuera de la región y superan la voluntad de sus

habitantes se incorporan en la vida de los campesinos.

Una de las manifestaciones que asume ese impacto, y que me ha interesado observar, es

la configuración de una “violencia cotidiana” que implica para los campesinos la

rutinización del sufrimiento humano como algo “normal”, que aparece bajo múltiples

formas (Scheper-Huges 1997) y como resultado de la interacción del cambio de las

representaciones culturales, la experiencia social y la subjetividad individual (Kleinman

2000). Otros elementos conceptuales ofrecen pistas para trabajar la dimensión social de

este concepto: la violencia cotidiana pueden crecer y unirse a una "cultura de terror"

(según propone Taussig 2002), situación que establece un sentido común de

normalización de la violencia en las esferas pública y privada por igual (Bourgois

2004).

Por lo tanto me interesa rescatar de las propuestas de los autores citados la relevancia

que tiene el papel de ciertas fuerzas sociales en la configuración de la violencia

cotidiana, la forma que ésta asume en el sentido común y el papel que la experiencia

social juega en ella. Sin perder de vista una condición fundamental: el carácter político

78
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

del conflicto en que se enmarca la región. Esta particularidad plantea, entonces, la

pertinencia de definir qué hace política la violencia política. Una posible respuesta

puede remitirse a la propuesta de Charles Tilly (1998) quien plantea que una situación

de conflicto político implica dos o mas grupos con intereses en disputa, donde uno de

ellos hace las veces de gobierno. Ahora bien, una versión mas aguda de un conflicto de

este tipo se entendería como violencia política cuando ésta se ejerce “como medio de

lucha político social, ya sea con el fin de mantener, de modificar, de substituir o de

destruir un modelo de estado o de sociedad, o también de reprimir a un grupo humano

con identidad dentro de la sociedad por su afinidad social, política, gremial, étnica,

racial, religiosa, cultural o ideológica, esté o no organizado” (CINEP 1999).

Desde esta perspectiva la configuración social de La Macarena4 se ha desarrollado bajo

una serie de marcos reguladores que han tenido un impacto directo sobre la cotidianidad

campesina. Un estudio detallado de la dinámica del conflicto armado en esta región

debe tener en cuenta los discursos hegemónicos de la lucha norteamericana contra el

terrorismo que derivan en la financiación actual de la ofensiva militar en el suroriente

del país (Plan Colombia 1998, Plan Patriota 2003, Plan Victoria ó Plan Consolidación

2007, o cómo quiera se llame hoy día), y las políticas de lucha contra las drogas que, ha

ido tradición, los gobiernos colombianos han cumplido de forma tan juiciosa a partir de

4
Para efectos del presente capítulo, entiendo por configuración social las formas en que se organiza la
vida comunitaria en la región a partir de una serie de pautas políticas y sociales que han sido
constituidas a partir de la relación que ha existido entre la guerrilla y los campesinos. Relación que se
ha construido en medio de una situación regional donde la fragilidad con que el Estado ha hecho
presencia en las zonas mas profundas de la amazonía occidental no ha significado un vacío ni de poder
ni de legitimidad para sus pobladores, sino todo lo contrario: la consolidación de un poder y una
legitimidad insurgente que desafía al Estado en sus pretensiones hegemónicas. Son varios los trabajos
que dan cuenta de la creciente consolidación del poder guerrillero en regiones campesinas, véanse por
ejemplo: Guillermo Ferro (2000), Fernando Cubides (1988) y Reinaldo Barbosa (1998).

79
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

los intereses norteamericanos, exigencias europeas y supervisión de la ONU (Thoumi

1997, Tokatlian 1997). Para tener una perspectiva global de las situaciones que

parecieran ser en estricto locales, como lo son el poder regional que ejercen las Farc y la

respuesta militar que reciben desde el estado, vale la pena mencionar algunos de sus

impactos sobre la región: la erradicación forzada implica el desarraigo de cientos de

familias, abusos de las Fuerzas Militares sobre las comunidades, daños al medio

ambiente y como respuesta, según he podido registrarlo durante mi trabajo en La

Macarena, un incremento en el reclutamiento de jóvenes en la guerrilla y un mayor

sentimiento de hostilidad entre la población hacia el gobierno. De igual forma, desde la

terminación de la zona de despeje en el año 2002 la militarización de la vida social ha

sido un proceso creciente: el estado hace buena parte de su presencia por vía de las

Fuerzas Militares, quienes ejercen un estricto bloqueo alimenticio a las comunidades (en

aras de evitar que alimentos y vituallas lleguen a la guerrilla); controlan todos los

movimiento de la población por medio de censos, fotografías y registros de la gente.

Ante este panorama, muchas personas han decidido abandonar la región.

A continuación abordo el panorama histórico de los marcos reguladores que desde el

ejercicio de la violencia estatal e insurgente se incrustan en la experiencia social.

Después presentaré algunas selecciones de mis notas de campo dos casos

representativos para introducir el análisis sobre el impacto de esos marcos en la

cotidianidad campesina.

LOS MARCOS DE LA VIOLENCIA

80
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

Como estrategia para comprender la violencia regional, en este apartado analizo como

factores constituyentes de ésta las condiciones sociales del proceso de poblamiento

regional y los marcos reguladores del conflicto armado que estructura la violencia de la

vida diaria.

La noción de marcos supone para este trabajo un esquema de interpretación que señala

los elementos básicos que sitúan la naturaleza de las fuerzas sociales que ejercen la

violencia política. Dicho esquema lo he diseñado a partir de una serie de nociones

provenientes de la teoría de los movimientos sociales, en particular los procesos de

enmarcamiento entendidos como interpretaciones colectivas del mundo que legitiman la

acción colectiva de los grupos sociales (Tejerina 1998). La pertinencia de este enfoque

radica en que hace posible identificar en las narrativas campesinas aquellos elementos

que dan sentido al estado y a la insurgencia como fuerzas sociales ligadas de forma

estrecha a los destino de la región.

Colonización y conflicto

Las historias de los primeros colonos de La Macarena, recogidas en los trabajos de

Alfredo Molano (1989) y Fanny Sierra (1995) dan cuenta de campesinos quienes,

expulsados de sus tierras en el Huila y Tolima por el ejército, en 1953 abrieron camino

desde la cordillera oriental hasta el Caquetá. Llegaron a San Vicente del Caguán donde

no fueron admitidos dada su filiación liberal, pues allí gobernaban los conservadores. Se

adentraron entonces por viejos senderos indígenas en los llanos del Yarí y tras caminar

varias semanas llegaron a orillas del río Guayabero, a la parte sur de la Sierra de La

Macarena y se asentaron junto a una rudimentaria pista aérea abandonada, construida

81
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

Foto 11
La Sierra de La Macarena. En el año 1953 llegaron los primeros pobladores a la sierra tras ser
expulsados del caquetá por el Ejército; durante semanas atravesaron los llanos el Yarí y
fundaron a orillas del río guayabero un pequeño caserío al que llamaron El Refugio y luego La
Macarena. Entre 2006 y 2008 realizamos varios viajes a la región y estas fotos, a manera de
crónica, recogen sus principales incidencias.
Autor: N.E.

82
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

por exploradores petroleros de la Shell. A estas familias años mas tarde se les sumarían

otros tantos campesinos organizados por el Partido Comunista, quienes abrirían nuevos

frentes de colonización en la Sierra mediante las conocidas “columnas de marcha”

(Molano 1983) que las comunidades campesinas de Tolima y Cundinamarca

organizaron tras las arremetidas gubernamentales en contra de lo que Álvaro Gomez

llamara en su tiempo “Las repúblicas independientes”. Corría el año de 1955 y desde el

Sumapaz y Villarrica salieron columnas de familias protegidas por guerrilleros mal

armados quienes hicieron frente a la ofensiva del Ejército. Atravesaron escarpadas

montañas para llegar al alto Guayabero unos, a El Pato (en el Huila) y la región del

Ariari, otros. Ha sido el libro de Alfredo Molano Trochas y Fusiles (1998) el que recoge

las experiencias vividas en dichas columnas y que da pistas para entender buena parte

de las condiciones sobre las cuales se ha constituido la sociedad regional. Un hecho

anecdótico que trabaja Molano en dicho libro permite ilustrar uno de los impactos de

esa expulsión campesina y la hazaña que significó el desplazarse en columnas por entre

ríos y cordilleras: el comandante del bloque de las Farc que controla los frentes

guerrilleros que hacen presencia en el oriente del país es Jorge Briceño (el Mono Jojoy),

quien vivió su infancia en una columna de marcha, su adolescencia en la guerrilla y su

vida adulta como comandante.

Esta modalidad colonizadora fue la que William Ramírez (1981) hizo célebre con el

término “colonización armada” que aunque no halla sido la modalidad que mas

habitantes halla dejado en la región, sin duda fue la que le imprimió a la naciente

sociedad de La Macarena un especial carácter político: fueron los comunistas que

83
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

llegaron buscando refugio a la región quienes ofrecieron su experiencia para la

organización de las comunidades y quienes lideraron las primeras experiencias de

movilización colectiva en los años 80, cuando los colonos exigieron el relinderamiento

de la reserva (Cubides 1988).

Desde los setentas a los ochenta, distintas bonanzas económicas (pieles, pescado,

madera, marihuana y coca) atrajeron a miles de campesinos y habitantes urbanos,

muchos de lo cuales se quedaron del todo una vez se agotaron los recursos o dejaran de

ser rentables la coca y la marihuana.

Este proceso de colonización estuvo marcado por una dinámica de violencia que

expulsó a los campesinos andinos a tierras bajas, y de nuevo los volvió a expulsar a

profundidades selváticas más lejanas en un ciclo que Darío Fajardo (1989) estableciera

como propio en nuestro país y que implica una dinámica de migración - colonización -

conflicto – migración -donde dicho proceso- traslada a muchos de sus actores, inclusive,

a través del tiempo y el espacio, como elementos constantes en el proceso de la

colonización y que detrás de ellos lleva y reproduce las estructuras agrarias y las

contradicciones propias de ellas a todos los rincones de la frontera agrícola. La violencia

de medio siglo en la frontera amazónica amplió los márgenes de la frontera por la

presión de terratenientes en el Caquetá y Meta (Molano 1987) y se hizo más aguda por

inclusión, a mediados de los años 60, de un nuevo agente en su dinámica: la guerrilla

comunista de las FARC.

Al igual que la violencia el poblamiento amazónico, se ha transformado con el tiempo.

En palabras de Darío Fajardo se tiene que

el escenario de esta colonización es, definitivamente, el del otro capítulo de la

84
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

sociedad colombiana, en el cual se proyectan los resultados de la inflexibilidad de


las estructuras productivas y políticas de la "frontera interna", pero en la cual se
comienza a construir un espacio y una colectividad, con aprendizajes duramente
logrados al conquistar y esculpir este nuevo mundo (1989:206).
Los colonos se adaptaron al medio y adaptaron el medio a sus condiciones gracias a un

proceso de campesinización que se impuso, tras el agotamiento de los recursos propios

de la modalidad extractiva que fue dominante en la Amazonía (Ruiz 2002). Es decir, la

colonización y sus conflictos sentaron las bases para el surgimiento de una sociedad

regional que comparte entre si un territorio, una historia y una relación particular de

transformación campesina del medio amazónico.

Uno de los conflictos presentes ha sido la coca, que llegó a la región a finales del

decenio de 1970 y encontró en la pobreza de los campesinos terreno fértil (Molano

1989:300). Esta primera época adquirió un carácter de “bonanza” y duró pocos años,

hasta 1984 cuando el precio se vino abajo, y quebró a los campesinos. La coca repuntó

de nuevo a comienzos de la década del 90, sin el carácter de bonanza sino bajo una

modalidad semiextractiva que le imprime la racionalidad campesina. De esta forma la

producción se ha extendido desde entonces por medio de cultivos pequeños y medianos

(entre 3 y 10 hectáreas), vínculos duraderos con la tierra y una economía de tipo

familiar cuyas ganancias no generan mayor excedente. La coca ha sido fuente de

conflicto y violencia, pues en principio atrajo la atención de narcotraficantes que

intentaron controlar su comercio, luego de la guerrilla quien tras su aparición a lo largo

y ancho de la región logró regular su producción por medio de una serie de impuestos a

la cadena comercial para controlar desde el año 1999 su comercio, intermediando entre

los campesinos productores y los narcotraficantes. De igual forma la coca ha atraído la

atención del estado, quien se propone erradicarla (sin ofrecer alternativas de sustitución

85
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

a los campesinos) para así acabar con los narcotraficantes y dejar sin fuentes de ingreso

a la guerrilla.

Durante mi trabajo en la región he encontrado que tras el proceso histórico de la

colonización que se remonta a las décadas de 1950, 1960 y 1970 los campesinos de la

Amazonía occidental, al establecerse y arraigarse, perdieron la condición de migrantes

desterritorializados: los hijos de la colonización heredaron la racionalidad campesina de

sus padres y ha diferencia de ellos no viven el choque que significó, por ejemplo,

desplazarse de la zona andina a la amazonía (Trejo 2002). Los hijos de la colonización

son pues los campesinos que hoy día habitan la región y la extienden. Desde su

nacimiento han convivido con la precariedad de las condiciones de vida, la falta de

educación y de servicios profesionales de salud, con las condiciones biofísicas de la

región, con el conflicto armado y con la coca como única producción económica viable.

La violencia desde el estado. De lo simbólico a lo militar.

Uno de los lugares comunes mas frecuentes en el lenguaje oficial para referirse a los

campesinos amazónicos consiste en continuar nombrándolos como “colonos”, no

amparados en una discusión académica que pretenda reivindicar la construcción de una

identidad regional “colona” como lo hacen algunos estudios (Cháves 1998), sino todo

lo contrario: para negar cualquier atisbo de identidad. La discusión no pasaría de ser una

trivialidad semántica de no ser porque esa forma de nombrar tiene sus implicaciones

cuando el estado, a la hora de afrontar la política antidrogas, por ejemplo, comprende a

los habitantes de la región como “colonos”, y por lo tanto les niega su carácter de

pertenencia regional. Este estereotipo de los pobladores de la región amazónica

86
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

occidental colombiana no toma en cuenta los procesos de poblamiento y asentamiento.

Los hijos de los colonos son quienes expanden y reproducen su cultura dentro de unas

fronteras simbólicas y territoriales que ellos asumen como propias, normales y con-

naturales. El siguiente es un ejemplo sobre la forma como opera el estereotipo: la

oficina gubernamental Acción Social publicó una nota periodística relativa al proceso

de erradicación forzada iniciada en La Sierra de la Macarena a comienzos de 2006. En

el comunicado reconocen que la región

(la) habitan colonos que llegaron allí hace más de 40 años, cuando aún no había
sido declarada parque, hijos de esos colonos que nacieron allí y consideran éste
como su territorio, y miles de colombianos que en los últimos años llegaron a la
región atraídos por la coca5.

La información, aunque no dista mucho de la historia de la colonización, es

contextualizada enseguida por el director de la Agencia Presidencial para la Acción

Social y Cooperación Internacional, el Consejero Presidencial Luis Alfonso Hoyos

Aristizábal, quien aclara que

muchas de estas personas terminarán, como ocurrió en Miraflores, abandonando


la región y regresando a sus tierras de origen, pues lo que las llevó allí fue la
coca6.

Esta lectura gubernamental permite identificar dos consideraciones fundamentales que

le constituyen: una de tipo discursivo, mediante el cual se criminaliza a los campesinos

cocaleros; y otra sobre el estricto carácter represivo de las acciones del estado. De esta

forma se justifica que las políticas públicas tengan una orientación penal que asume al

campesino cocalero como un criminal y el problema de la coca como un problema

5
Véase: “La erradicación manual forzosa, de experimento a realidad”. Presidencial de Acción Social.
http://www.red.gov.co/Noticias/2006/GME_Macarena_2_20_01.htm
6
Idem

87
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

delincuencial. Estas perspectivas gubernamentales no contribuyen pues, a la solución

del conflicto social (la falta de oportunidades económicas de los campesinos), al

conflicto ambiental (la presión que existe sobre el medio ambiente) y el conflicto

armado (negando el carácter político de las FARC), y que, en últimas, agudizan la

violencia en la región.

En materia de discurso es posible encontrar evidencias de la criminalización campesina

en narrativas oficiales como la siguiente: quien fuese un funcionario encargado de

políticas sociales en la Agencia Presidencial “Empresa Colombia” (hoy día acción

social) durante la administración Pastrana (1998-2002), Gonzalo de Francisco, al

referirse en una entrevista sobre los campesinos cocaleros propuso que

hay que explicarle a esa gente [los cultivadores de coca] que el hecho de que sea
pobre y esté abandonada por el Estado no le da derecho a ser delincuente [...] Es
como si un obrero dijera: me niego a trabajar de obrero en una construcción
porque es que gano más plata de sicario7

Este ejemplo permite observar como desde instancias del estado se construye un símil

entre cocalero y delincuente, a un extremo tal que no solo con cinismo se reconoce la

pobreza y abandono estatal son la razón fundamental de los cultivos de coca, sino que

solo las motivaciones de los campesinos se entienden tan solo como un afán de lucro

(“gano mas plata”). En un plano moral se asemeja la actividad cocalera a las andanzas

de un asesino a sueldo (“gano más plata de sicario”). Siendo así, toda acción en contra

de la coca se legitima, pues es una acción contra avaros delincuentes. Como ejemplo

para comprender la utilidad de esta criminalización, guardando las debidas

proporciones, resulta útil remitirse al libro “Si esto es un hombre” del sobreviviente de

7
Publicado en el periódico El Tiempo, Octubre 2 de 2000.

88
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

Aushvitz, Primo Levi (2006). Levi explica la rudeza y feracidad como fueron tratados

los prisioneros en los campos de concentración como una estrategia de los Nazis, y de

los capataces de los campos para deshumanizar a sus víctimas y hacer posible las

prácticas de exterminio: tales nivele de maltrato permitian a los Nazis y sus capataces

interpretar que estaban lidiando con animales, no con humanos.

La criminalización de los campesinos, como materialización del discurso, se puede

encontrar en las ofensivas militares que se desarrollan en la región. Por ejemplo, en

enero de 2006 el gobierno nacional se propuso erradicar la coca de la macarena por

medio de la operación “Colombia Verde”, buscando con ello no solo quebrar las

finanzas de las FARC provenientes de la coca sino también afectar a los campesinos8.

Con los hechos se interpreta que para el estado la población se considera un caso

perdido, se toman como un grupo de delincuentes que además le es funcional a la

guerrilla. Siendo así, deben desaparecer del panorama si lo que se trata es de derrotar a

la guerrilla.

No cabe duda: dudas las comunidades campesinas representan la muy genérica “base

social” de la guerrilla, pero en medio de esta certeza hay que resaltar que a estas

comunidades les cabe también cierto rango de independencia ante la estructura armada

y a quienes, ante todo, no se les reconoce los derechos propios de la ciudadanía

(Ramírez 2002). El discurso gubernamental no reconoce el carácter campesino de la

región, de la producción de coca y mucho menos reconoce una distinción entre

campesinos y guerrilleros; se generaliza dentro del universo del enemigo a los

8
Véase el informe de la periodista Marta Ruiz “Operación Colombia Verde ¿asunto de locos?” en la
edición digital de la Revista Semana www.semana.com

89
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

Foto 12
Es medio día en La Macarena. La presencia del estado no se hace sentir con infraestructura o
con políticas sociales. Sin embargo, los frecuentes sobrevuelos de helicópteros se encargan de
recordar a los campesinos el tipo de respuestas que el estado colombiano ha dado a los
conflictos de la región. El día de esta foto río abajo se produjeron combates con el 7º frente de
las FARC-EP
Autor: S.G.

90
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

campesinos, pues no se les separa de la guerrilla. El siguiente aparte de un discurso del

presidente Uribe, refiriéndose a las operaciones de erradicación que se iniciarían en

2007 la región, ilustra cómo se invisibiliza el conflicto social, como se confunde a

guerrilleros y campesinos. Dijo Uribe:

el mundo debe saber, los ecologistas deben saber lo siguiente: parques naturales
como La Macarena han sido totalmente violados por el narcoterrorismo de las
FARC, con 3.000 o 4.000 hectáreas de coca sembradas9.

Otro ejemplo en donde se observa la negación del conflictos social: apoyados por la

retórica ambiental que justifica las acciones antidrogas como acciones en pos de la

conservación, la agencia de Acción Social publicó un informe de prensa donde

constataba que:

Con el apoyo en seguridad de efectivos del Ejército y la Policía Nacional, los


erradicadores han logrado entrar en zonas que por años fueron dominio de los
grupos armados ilegales y arrancar extensas hectáreas de cultivos de coca, que se
encontraban afectando directamente bosques primarios e importantes nacederos
de agua, que desembocan en los ríos Guejar, Ariari y Guayabero, y que hacen
parte de los departamentos del Meta y Guaviare, explicó el Alto Consejero
Presidencial Luis Alfonso Hoyos Aristizábal10.

El informe de prensa no menciona la crisis humanitaria a que dio lugar la intervención o

siquiera una asistencia del estado para los campesinos, supuesto deber de la agencia que

publicó el reporte.

Esta práctica de negación de enmarca en un proceso sistemático del estado colombiano

que se resiste a tomar en cuenta las condiciones sociales que han favorecido la

9
Declaración del Presidente Álvaro Uribe al terminar Consejo de Seguridad en Granada, Meta. “Lo que el
mundo debe saber…” Presidencia de la república, Diciembre de 2005.
http://www.presidencia.gov.co/prensa_new/sne/2005/diciembre/28/06282005.htm
10
“Erradicación de coca en la macarena llega al 55% de la meta establecida”. Agencia Presidencial
de acción Social. Julio 10 de 2006
http://www.red.gov.co/Noticias/2006/Erradicacion_Macarena_10_07_06.htm

91
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

implantación, crecimiento y generalización del cultivo de la coca entre los campesinos

de la Amazonía occidental. No es el afán de lucro individualista, ni una avanzada del

narcotráfico a manos de la guerrilla lo que explica la existencia de los cultivos de coca.

Las opciones de vida de los campesinos que colonizaron la Amazonía colombiana se

han configurado de forma principal por la violencia política y la pobreza. De cierta

forma, la emergencia y consolidación de la guerrilla, así como la adopción del cultivo

de coca por campesinos de la región, son procesos sociales ligados a esas estructuras de

desigualdad (la violencia política y la pobreza) que Paul Farmer (2003) ha llamado

violencia estructural. Esas condiciones ayudan a comprender cómo miles de campesinos

fueron expulsados a las selvas amazónicas (la violencia de los años 50, la pacificación

de los años 60) y por qué la mayoría de ellos recurren a la siembra de coca como la

única actividad que hace posible sobrevivir, puesto que otros medios de vida no resultan

viables (Molano 1987. Mora 1986, Thuomi 1997). Las coca se enraíza en la historia de

exclusión y expulsión de miles de campesinos de tierras productivas, en la

concentración de la tierra; en una política agraria que no protege la producción

campesina. La coca se arraiga en los pobres suelos amazónicos a falta de alternativas

productivas para la región. Sobre este aspecto, un campesino mencionó en una

entrevista que realicé en el año 2001.

¿Cuáles serán esos otros medios (para sustituir la coca)? Mire: por lo menos qué
saca uno con llevar yuca a La Macarena, maíz o plátano si no se lo van a comprar.
¿Usted con qué va a comprar sus cosas? En cambio lleva usted un kilo de coca o
unos poquitos gramos y se la compran rápido. Sale usted a vender una res y no se
la compran. Lleva usted 20, 100, 200 o 600 gramos de coca y ahí sí se ve la plata.
¿Qué hace entonces uno? Entonces nosotros ya no vivimos de los marranos, no es
del ganado, sino realmente de la coca11.

11
El testimonio de un campesino que recogió Alexandra Trejo parece sintetizar en una sola frase la

92
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

La violencia desde la guerrilla.

No menos complicada que la violencia ejercida desde el estado son las formas de

control militar que practica la guerrilla, pues aunque la relación histórica que existe

entre las comunidades campesinas y las FARC han constituido una serie de órdenes

sociales, que a la manera de campos de relaciones integran a ambos agentes en la

configuración regional en términos de resolución de conflictos, organización política,

regulaciones económicas y ambientales (Espinosa 2003). Ese control militar tiende a

exacerbarse en épocas en que las Fuerzas Militares adelantan ofensivas, por ende los

ajusticiamientos y destierros están a la orden del día desde que se iniciara el Plan

Patriota.

Es difícil hallar documentos de las FARC sobre su estrategia frente a estas situaciones.

De igual forma es difícil saber cómo se han planteado desde sus directrices la forma de

abordar el trabajo político y de regulación social. Durante mi trabajo de campo y por

medio de entrevistas he tenido conocimiento de orientaciones generales que desde las

más altas instancias de las FARC llaman a organizar las comunidades en varias

estructuras políticas y político-militares. Luego cada frente se traza unos planes para

cumplir con estas expectativas y depende de cada uno de ellos la estrategia mediante la

cual buscará convencer pobladores para integrar su propuesta.

Así mismo ha sido frecuente la intención de las FARC de desprenderse de la resolución

de conflictos, dejando esta responsabilidad a las Juntas de Acción comunal: en varias

cuestión del problema: “Si en la macarena el maíz se vendiera nosotros entonces seriamos maiceros, en
vez de coqueros” (Trejo 2002;137).

93
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

reuniones realizadas en La Macarena la guerrilla ha insistido desde el año 2000 que solo

las comunidades pueden resolver conflictos, que ellos solo los asumen cuando no hay

forma de llegar a una solución. Pero en cuanto a regulaciones económicas y el control

social ante la población no hay mayor claridad al respecto.

En la práctica los campesinos saben, porque lo han escuchado de los guerrilleros que

visitan sus casas u organizan reuniones, que aquellos colaboradores de las Fuerzas

Militares serán ajusticiados. Esto libraría de malestar a quienes con certeza saben que

“nada deben”. Pero las muertes y destierros de campesinos inocentes sobre quienes

apenas cabía una sospecha producto de un vecino celoso, o de asociaciones sin mayor

fundamento (“si viaja mucho al pueblo es porque debe ser informante”) hacen vivir a

todos la incertidumbre de una situación que puede volverse contra ellos en cualquier

momento, pues nunca es clara la forma en que la guerrilla llega a concluir que alguien

es o no un auxiliador de las Fuerzas Militares. Incertidumbre que, junto a otros factores

descritos más adelante, tiende a traducirse en una pérdida de legitimidad de la guerrilla.

Para el caso de la violencia ejercida desde la guerrilla encuentro dos elementos que al

imponerse sobre los campesinos, los ajusticiamientos y el control del negocio de la

coca, agudizan la situación de conflicto. Este contexto se traducen en la pérdida de

confianza y solidaridad entre las comunidades, y como mencioné antes, de legitimidad

para la guerrilla.

Los ajusticiamientos tienen que ver en la forma como la guerrilla asume a los

campesinos como militares. Esta práctica guerrillera, cuyo diagnóstico fuese realizado

por Mario Aguilera (2001), desnaturaliza a los campesinos como civiles al ser

totalizados como una población apéndice del grupo armado, lo que los hace susceptibles

94
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

Foto No 12
Coca, la última de las bonanzas. La coca es para muchas familias la única opción de sustento
y un serio problema para sus vidas: las políticas antidrogas del estado meten en un mismo saco
a guerrilleros, narcotraficantes y campesinos. La emisora del ejército advierte a los
‘narcotraficantes’ que cultivan coca que serán perseguidos; la emisora de la guerrilla recuerda a
los campesinos que por cada hectárea de coca debe sembrarse una de plátano y otra de yuca.
Autor: S.G.

95
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

de ser castigados cuando se sospecha una posible relación con las Fuerzas Militares. El

ajusticiamiento es la modalidad más extendida de castigo, donde al parecer en la

guerrilla su puesta en práctica no merece mayor autocrítica. Está supuesto en normas

internas que toda ejecución debe ser autorizada por el Secretariado de las FARC, pero la

forma expedita como se realizan los ajusticiamientos en la región da lugar a dudas sobre

si esos ajusticiamientos fueron autorizados en última instancia.

Otro elemento que tiende a hacer mas compleja la situación de conflicto es la regulación

directa que desde hace un tiempo las FARC realizan sobre la comercialización de la

pasta base de coca. Desde que la guerrilla consolidara su poder y presencia en la región,

ha cobrado toda suerte de impuestos. Entre ellos el gramaje, que consiste en cobrar a los

narcotraficantes el 30% del valor total que han pagado por el kilo de pasta base de coca.

Este impuesto era pagado por los compradores de pasta base, los“chichipatos”, al frente

guerrillero en cuya jurisdicción se encontraran. Desde el año 2000 las FARC decidieron

controlar de forma directa la intermediación entre campesinos y los narcotraficantes,

para así evitar, según se cuenta en la región, que los “chichipatos” pagaran menos de lo

debido a los campesinos y además no pagaran el impuesto completo. Para ejercer dicho

control cada frente guerrillero designa a una persona de la región para que sea el

comprador o autoriza a un grupo de guerrilleros para realizar tal labor. Luego de

adquirida la pasta base es revendida a narcotraficantes que se encargaran de su

procesamiento en cocaína. Esto implica que la producción de coca, señalada como una

actividad propia la guerrilla, encuentre nuevos argumentos para que desde el estado

acuse a los campesinos como colaboradores de las Farc, cuando no guerrilleros.

96
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

El panorama se complica aun más de la siguiente manera: La producción de coca ha

construido una serie de solidaridades comunitarias que el carácter ilícito del cultivo

exige: en algunas veredas las familias se turnan el trabajo de cosecha de la hoja de coca

(raspa) en fincas vecinas, no se conocen casos donde alguien haya delatado los cultivos

de coca de los vecinos ante las autoridades del Estado. Además cuando no hay moneda

circulante o la compra de la coca se ha visto afectada por una ofensiva de las Fuerzas

Armadas es común que entre los campesinos, y entre campesinos y comerciantes, se

intercambien gramos de pasta base de coca por alimentos y enceres. La relación con la

guerrilla, por otro lado, también ha construido otro tipo de solidaridades, donde el apoyo

que las FARC reciben de parte de algunos campesinos es visto por las comunidades

como algo normal pero peligroso, pues se encuentran en un estado de guerra.

Ahora, desde que las FARC intervienen en la intermediación de la venta de pasta base

de coca entre los campesinos y los narcotraficantes, ambos tipos de solidaridad y las

complicidades en cierta medida tienden a difuminarse, pues la solidaridad comunitaria

se ve ahora mediada con una solidaridad casi impuesta para con la guerrilla: así hayan

campesinos que no quieran tener vínculos directos con la guerrilla, el saber dónde están

ubicados los guerrilleros que les compran, o saber quién es el encargado por las FARC

para realizarla, los involucra. Y no solo eso: desde que las Fuerzas Militares

intensificaron su ofensiva en la región por medio del Plan Patriota, la política de

reinserción ha logrado que cada mes sean varios los guerrilleros y campesinos cercanos

a la guerrilla que desertan. Entre ellos, y como ha sucedido en varios casos, se

encuentran los guerrilleros encargados de realizar las compras, quienes no solo delatan a

sus antiguos compañeros sino que también comprometen a los campesinos que

97
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

producen pasta base de coca, pues tienen conocimiento de quienes tienen coca y en qué

cantidad. De allí que los campesinos le pierdan más confianza a la guerrilla, pues a

sabiendas que la deserción es posible, la solidaridad tiende a mermarse y la legitimidad

a perderse, puesto que con la producción de la coca se ven mas comprometidos con las

acciones guerrilleras y contraguerrilleras.

LA VIOLENCIA DE LA VIDA DIARIA.

¿Cómo se producen y reproducen los marcos de violencia en la vida diaria campesina?

Teniendo presente que los campesinos no son agentes pasivos ante la violencia (la

critican, inventan estrategias para hacerle frente, levantan memoriales para dirigirse a la

guerrilla, para denunciar al ejército, para escribirle al presidente de la república) desde

varias instancias han pretendido marcar distancia frente a la guerrilla y ganar

reconocimiento desde el Estado12. Pero este propósito escapa a la realidad regional en

cuanto la violencia no representa tan solo una serie de sucesos: combates entre guerrilla

y Ejército, bombardeos de la Fuerza Aérea, ajusticiamientos de las FARC, detenciones

de la Policía, fumigaciones indiscriminadas. La violencia ha representado también una

condición para la vida comunitaria, y como tal ha logrado sedimentarse de tal forma

entre los campesinos que ésta, al ser arraigarse en el micro-contexto local de la vida

diaria, dinamiza de manera constante y en ocasiones de forma perversa las relaciones

sociales.

En este apartado pretendo transito sobre el amplio contexto marco desde el cual se

12
Como lo fueron, por ejemplo, las mesas de negociación instauradas durante las negociaciones entre el
gobierno Samper y los campesinos cocaleros en 1996. Véase Ramírez (2002).

98
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

inscribe la violencia en la región al análisis de la dimensión local donde se experimenta.

Para ello presento dos casos tomados de mi experiencia de campo en la región sobre los

cuales realizo un análisis al final del capítulo.

El destierro.

En enero de 2006 los problemas de Fernando con un vecino de la vereda El Socorro no

iban mas allá de un conflicto que, como cualquier otro en La Macarena, sería

solucionado de manera fácil por la Junta de Acción Comunal, la máxima instancia

comunitaria. Nacido y criado en el Caquetá, Fernando y su familia llegaron a la vereda

El Socorro no hace más de un año y dadas las similitudes de su tierra natal con ésta

región, daban por hecho que tras la mediación del Comité de Conciliación, el

mencionado problema sería resuelto. Sucedía que don Julio le adeudaba un dinero a

Fernando por un trabajo realizado meses antes y se negaba a terminar de pagarlo

aduciendo que la crisis en que se encontraba la coca lo tenía sin recursos. Pero todos en

la vereda sabían que don Julio tenía formas de pagar sus deudas, pues ha contado con

suficiente ganado y aunque es cierto que los compradores de la coca demoran mucho en

pagar, en cada compra a don Julio le quedaba suficiente dinero porque es alguien que

tiene mucha coca.

Una noche un vecino llevó la razón a Fernando de que la guerrilla lo estaba buscando

para matarlo porque alguien en la vereda había dicho que era paramilitar, se presumía

que ese alguien fuese don Julio pues él había advertido a Fernando que si seguía

molestando por la plata que le debía le iba a “echar” la guerrilla para que dejara de

molestar. A la mañana siguiente Fernando tomó camino para el pueblo junto a su

familia, abandonaron la finca, vendieron sus animales y prepararon su viaje para el

99
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

Caquetá. En vísperas de la partida, un amigo lo convenció de hablar con don Diego y

doña Ligia, una pareja de viejos fundadores de la vereda, quienes reconocidos por la

comunidad por su honestidad y liderazgo median de forma frecuente en conflictos que,

como este, por no ser un problema del todo comunitario escapan de la jurisdicción de la

Junta.

Don Diego preguntó por los antecedentes del conflicto y al ver que se trataba de una

posible estratagema de don Julio para no pagar una deuda, no dudó en prestar su apoyo,

pues Fernando le generaba confianza toda vez que tenía fama de ser un muchacho que

trabajaba para su familia sin meterse nunca en problemas. Don Diego consideraba

injusto que una pareja tan joven tuviera que irse corriendo sin deber nada. Ese mismo

día salieron del pueblo y buscaron a la guerrilla allí dónde los campesinos saben que

siempre están. Don Julio puso al tanto al comandante Jairo del problema en cuestión; el

comandante interrogó a Fernando y le aclaró que sobre él no pesaba ninguna denuncia,

que mientras trabajara y no andara en malos pasos no le pasaría nada y que de todas

formas la guerrilla no funciona así: ellos nunca envían razoneros pues informan en

persona ante cualquier eventualidad y que cuando se trata de ajusticiar a alguien, le

hayan o no advertido, lo hacen sin informarle a nadie.

Fernando regresó a la vereda con su familia, no se sentía cómodo trabajando en otras

casas y no se fiaba de nadie: con ningún vecino compartió su historia y evitó asistir a

espacios comunitarios bien fueran asambleas de la Junta o desafíos gallísticos. Se

dedicó a su finca para intentar venderla. Aunque no abandonó la región, al final vendió

su finca y se cambió de vereda. Don Julio fue multado por la guerrilla por no pagar

deudas y aunque no pudo comprobarse que fue él quien incitó el chisme fue advertido

100
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

que de presentarse una situación similar la multa, o un posible castigo, sería mayor.

Una semana en la vereda.

En junio de 2005 en compañía de un amigo odontólogo y una amiga socióloga junto a

quienes comparto intereses de investigación, vimos que nuestros trabajos se veían

comprometidos y restringidos gracias a la lluvia que por esos días caía en La Macarena.

Alojados en la finca del Secretario de la Junta, quizá fue la prudencia que nos transmitió

la que nos convenció de no realizar recorridos por la región, pues la movilización de

tropa en helicópteros fue constante por esos días y no resultaba seguro caminar por las

trochas pues la guerrilla puede estar en cualquier lugar. Ante tal panorama, iniciamos un

improvisado campeonato de bádminton en la vereda para distraer a un buen número de

niños que estaban de vacaciones durante esas semanas de junio. El campeonato resultó

exótico para la gente de la casa, puesto que el fútbol es el único deporte practicado por

los niños de la región, y gracias a eso varios campesinos se acercaron curiosos a

observar y conversar. Nuestros objetivos etnográficos se hicieron posibles gracias a las

visitas de quienes trabajan en fincas cercanas o de amigos que pasaron a saludar, pues

mientras transcurría con calma el juego, y el odontólogo era una y otra vez derrotado,

una serie de noticias fueron traídas por los campesinos. El contexto en el que estábamos

no era el más halagador.

Lunes: Inicio del campeonato. Un niño de la casa sacó una grabadora para poner música

y sintonizó una emisora en FM que resultó ser la emisora de la guerrilla. La mamá del

niño, doña Eugenia, salió y cambió de emisora sin decir nada. Sintonizó la emisora del

ejército. Martes: Un helicóptero militar voló a muy poca altura cerca de la casa. Eso

indicaba que hay tropa en la región y que algo, o sucedió o estaría por suceder. Gente

101
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

curiosa se acercaba a observar los juegos.

Miércoles: En la tarde unos campesinos trajeron la noticia a doña Eugenia que en la

vereda de más arriba, a una hora de camino, la guerrilla había matado a El Panadero la

noche del lunes y que había dejado encima de su cuerpo un cartel que decía que eso le

pasaba a los informantes del ejército. El helicóptero que se vio ayer fue en el que

recogieron el cuerpo para se llevarlo al pueblo. Doña Eugenia nos contó eso en la noche

y argumentó que si lo mataron, fue por algo. Discutimos sobe la pena de muerte y le

hice saber que yo no estaba de acuerdo con esta medida. Respondió que ella tampoco

estaba de acuerdo, pero que a veces “por culpa de uno pueden caer muchos”.

Jueves: Una señora de la vereda nos contó que cerca de su casa estaba acampanado el

ejército y que no sería extraño que se movieran por la vereda. Aunque el ejército se ve

todos los días en el casco urbano del municipio, cuando sale a patrullar genera inquietud

porque puede dar lugar a combates, bombardeos y son conocidas varias historias de

atropellos a los que se ven sometidos los campesinos.

Viernes: Muy temprano llegó un joven que vive al otro lado del río, venía por unos

encargos que había realizado a doña Eugenia y le contó que por su finca acampaba un

grupo de guerrilleros. Supo que eran guerrilleros porque en el grupo había mujeres y el

comandante era un tipo muy barbado, características que en la región se conocen para

distinguir si un grupo de gente armada hace parte del ejército o la guerrilla.

Sábado: Finalizó el campeonato y para celebrarlo asistimos a una riña de gallos que se

realizaba en una finca cercana. Asistieron casi todos los campesinos de la vereda y se

hizo una improvisada fiesta que duró hasta la madrugada. Al parecer, los únicos

preocupados por lo que había pasado durante la semana, y estaba por suceder, éramos

102
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

nosotros. Le pregunté a doña Eugenia como podían estar tan tranquilos. “Son cosas que

pasan, y eso acá es normal”.

Formas y dinámicas de la violencia en la región.

En una de mis visitas a La Macarena una mala noticia llegó a la casa de doña Cristina.

Un miliciano de la guerrilla se desertó y según decían ya había empezado a delatar, no

solo a los miembros de la guerrilla sino a campesinos que trabajan con coca13. El

miliciano era el encargado de comprar la pasta base, y ya había tenido problemas con

personas de la región porque no pagaba en su totalidad lo acordado y demoraba mucho

en saldar las deudas. Las quejas llegaron a oídos del comandante que patrulla la zona y

éste lo sancionó. El comandante lo relevó de sus funciones y lo destinó a trabajar en su

finca hasta pagar el dinero que según se descubrió se había robado. Inconforme con su

castigo, el miliciano decidió desertar.

Una noche, mientras comía en compañía de la familia de doña Cristina, su esposo

comentó la historia preocupado porque varios de sus amigos no podrían volver al

pueblo porque habían sido acusados de colaborar a la guerrilla. Doña Cristina concluyó

que no entendía por qué la guerrilla no había matado a ese miliciano, que si lo hubieran

matado se habrían evitado tanto problema. Recordé las palabras de doña Eugenia, quien

me había dicho hacía poco, tras la muerte de un panadero, que “por culpa de unos

13
Dentro de las estructuras de las FARC existen dos tipos de milicia: popular y bolivariana. La milicia
bolivariana la integran civiles que prestan su apoyo a la guerrilla y cumplen funciones políticas en las
comunidades, actuando en la clandestinidad. La milicia popular la conforman civiles que integran la
estructura político-militar de las FARC, y no solo realizan actividades políticas sino que también
apoyan el trabajo militar sin integrar la fuerza guerrillera. Es decir, son campesinos que trabajan en sus
fincas y solo cuando son llamados cumplen funciones militares. Aunque se suponen clandestinos,
muchos milicianos son gente conocida por los campesinos de La Macarena

103
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

Foto 14
Marchas en la Macarena. En junio de 2008 los habitantes de La Macarena marcharon por las
calles del pueblo para exigir el cese a los continuos señalamientos del ejército y la policía hacia
la población civil. Diez personas -entre comerciantes, campesinos y coteros- fueron detenidas
días antes en el casco urbano y presentadas como miembros del anillo de seguridad del Mono
Jojoy capturados en medio de una persecución en zona selvática.
Autor: N.E.

104
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

pueden caer muchos14”. Otras personas en la mesa propusieron que la solución no era

ajusticiarlo, pues el miliciano tiene familia; mejor si la guerrilla lo hubiese recogido y

llevado a otra región. En todo caso el daño ya estaba hecho. Aunque no tuviesen

vínculos con la guerrilla algunas personas cambiaron de casa, otras estaban pensando

irse de la región y otras acudían al casco urbano con prevención, pues alguna vez le

habían vendido la coca que producen al miliciano.

La normalización de la violencia asume las más variadas formas, una de ellas es la

regulación de la vida comunitaria. Existen temas que no son tratados más allá del

ámbito familiar, como las críticas a la guerrilla o aquella conversación sobre el

miliciano desertor. Este carácter de confidencialidad existe puesto que en la región “se

sabe” que es peligroso ventilar comentarios acerca de la guerrilla porque eso da pie a

señalamientos sobre una posible simpatía hacia las FARC o todo lo contrario: una

simpatía con las Fuerzas Armadas. La totalización de la población implica que aquellos

que no se muestren cercanos a una de las fuerzas en conflicto pueden ser acusados de

afinidad hacia la otra.

En otra serie de regulaciones de la vida diaria es posible encontrar la normalización de

la violencia. Trasegar por los caminos de La Macarena significa advertir la presencia del

conflicto. De camino al municipio de La Macarena, por la carretera que comunica la

región con San Vicente del Caguán, me he encontrado uno tras de otro retenes

14
Los procesos de vida y muerte a que se ven sujetos los campesinos implican, en cierta medida, una
biopolítica donde la vida antes que merecer una apuesta política para su conservación (en el sentido
original con que Focault propusiera el término biopolítica) se sostiene mediante una serie de
estrategias donde, en ocasiones, la naturalización de la experiencia social indica que es necesario dejar
morir para poder vivir. Sobre el concepto de biopolítica, como propuesta analítica para comprender las
formas que asume la lucha por la vida y la racionalziación de la muerte en la región véase Michel
Focault (1991).

105
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

guerrilleros y retenes del Ejército. El ejército inspecciona de forma minuciosa la carga y

pasajeros, mientras que la guerrilla establece que todos los viajeros sean gente conocida

y reconocida en la región. Es frecuente encontrar en algunas veredas carteles que le

recuerdan a los campesinos la serie de normas que la comunidad ha adoptado: fechas

para trabajos comunitarios, comportamientos prohibidos y sus consecuentes multas.

Algunas normas obedecen sin duda a una adecuación al poder guerrillero, como lo es

por ejemplo que las FARC prohíben la caza de algunos animales, entonces la Junta lo

adopta como norma comunitaria a razón que la multa por dicha infracción queda en

arcas de la comunidad.

Para comprender esta situación resulta útil la idea de Carolyn Nordstrom, quien

encuentra la viabilidad del concepto de hábitus propuesto por Pierre Bourdieu para

explicar como las estructuras de violencia pueden ser reproducidas en la sociedad

(Nordstrom 1995:7). La interiorización de la violencia en el hábitus campesino ha sido

un proceso histórico que como consecuencia ha conllevado la normalización de la

violencia y la naturalización de las respuestas ante esta. La forma en que los habitantes

de la región asumen la cotidianidad y se representan el medio social están influenciados

por aquellos marcos reguladores que la violencia política y el conflicto social entraña.

Producto de esto es la forma antes tratada de “violencia de la vida diaria”, que aparece

como una condición de la vida que rutiniza el sufrimiento de la guerra y el conflicto

como algo “normal”. Es decir: las políticas antidrogas y contrainsurgentes del estado,

junto a las estrategia de la guerrilla que les hace frente y las condiciones de la región

que giran en torno a la exclusión económica y política de los campesinos, han terminado

por interiorizarse en el hábitus campesino, pues han de estar con ellas en su vida diaria.

106
Capítulo Segundo
Violencia y Vida Campesina

“El ejercicio de la disciplina supone un dispositivo que coacciona por el juego de la

mirada”, escribió Foucault (2003:175), donde el poder de esa mirada es casi inmanente.

Aunque paradójico, la selva de La Macarena guarda para sí una forma de panóptico que

todo lo absorbe: en los caminos no se habla de los problemas, del ejército, de la

guerrilla; los temas comprometedores son proscritos y si acaso se realizaran en casa, el

espacio es la cocina. Nadie quiere ser visto con alguien comprometedor: alguien de

quien se diga es miliciano o de quien se suponga lleva información al ejército.

La guerra, mas allá de las balas y los bombardeos, deja su huella en la región por medio

de los ajusticiamientos ejemplarizantes de la guerrilla, la persecución estatal de todos

los campesinos, las detenciones indiscriminadas y las ejecuciones extrajudiciales de las

fuerzas militares. Estas son situaciones extremas, no suceden todos los días, pero son

hechos comunes que se reflejan en varias esferas de la vida diaria: las relaciones

sociales (de quien soy amigo, a quién mejor no vuelvo a visitar), el tránsito por los

caminos (después de las seis pm no se puede, si hay un camino “caliente”, pues hay

combates, está el ejército, mejor no tomarlo); la conversaciones (qué se habla, que no),

las visitas al pueblo (ir muy seguido pede ser sospechoso, para el ejército, para la

guerrilla); los planes para cultivar el año que entra (la guerrilla deja tumbar un año 4

hectáreas de selva, otro año no permite sino quemar rastrojos). Todo este amplio

espectro de escenarios de la vida cotidiana observa la influencia de la guerra.

En el siguiente capítulo trabajo el proceso mediante el cuál los campesinos asumen la

naturalización de la violencia y se adecuan a la normalización que ésta supone. Allí

presento la propuesta de gramática social como la serie de normas interiorizadas que se

ajustan a ese proceso de normalización.

107
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

Capítulo Tercero

POLÍTICA DE VIDA Y MUERTE


La normalización de la violencia1.

En el presente capítulo abordo la forma en que los campesinos de La Macarena

experimentan y racionalizan las vivencias de vida y muerte, dolor y sufrimiento

asociadas a la violencia política. Dichas experiencias y representaciones las he

denominado gramática social en la medida que la dimensión social del sufrimiento ha

moldeado las formas en que la colectividad y los individuos se comportan y asumen las

reglas que impone la situación de guerra en que viven, es decir: la normalización de la

violencia. Los editores de la colección sobre sufrimientos social y violencia, Veena

Das, Arthur Kleinman y Margaret Lock, definen sufrimiento social como aquellos

“problemas humanos que tienen sus orígenes y consecuencias en las devastadoras

heridas que las fuerzas sociales pueden infligir en la experiencia humana” (1997:IV). El

sufrimiento como una experiencia social, y dado su carácter relacional, implica que el

dolor aunque tenga una dimensión subjetiva, la forma como se asume obedece a un

proceso colectivo, conocido y reconocido de forma explícita o por medio de estrategias

implícitas que serán tratadas más adelante.

En este capítulo desarrollo una propuesta de acercamiento conceptual y metodológico

afín a la mirada etnográfica de la introducción: con especial interés en la expresión de la

violencia en la textura y la textualidad regional.

1
La versión original de este capitulo corresponde al trabajo final del seminario “Sufrimiento,
desigualdades sociales y desarrollo” orientado por el profesor Cesar Abadía. Una segunda versión fue
publicada (Espinosa 2007), en el marco de mis estudios de Maestría y desarrollo de mi proyecto de
monografía en la Revista de la Asociación Iberoamericana de Antropología, AIBR.

108
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

Como planteé en el capítulo anterior, la textura regional se enmarca en una dinámica de

Violencia Estructural (Farmer 2003) que en su momento motivó el proceso colonizador

y que en la actualidad propicia la existencia de los cultivos de coca como principal, por

no decir única, fuente de ingresos económicos en la región. La perspectiva desde la

violencia estructural permite comprender cómo las Farc encuentran en La Macarena, y

en general las zonas campesinas deprimidas del país, no solo una base social proclive a

sus propósitos sino la principal fuente de hombres y mujeres que desde hace 50 años

engrosan sus filas.

En síntesis, sobre un escenario o una textura de violencia estructural se desarrollan las

experiencias de la violencia en la vida diaria campesina y las textualidades que de esta

se derivan, textualidades que a la manera de narrativas, representaciones y practicas

sociales analizo en este capítulo. Argumento que la situación de conflicto social de la

región, traducida a una serie de experiencias de violencia de la vida diaria, no solo se

han naturalizado (es decir, se incorporan en la cotidianidad) sino que también se han

normalizado (es decir, cuentan con una serie de pautas y regulaciones). A esta

normalización la he llamado gramática social.

Y así como las comunidades campesinas disponen de un sistema jurídico

consuetudinario (Espinosa 2003), otros tantos momentos de la vida diaria cuentan con

una normatividad propia, pues existen formas para comportarse de tal o cual forma en la

casa, en una casa ajena; para vestirse de forma apropiada el día de mercado, para hablar

con un hombre o una mujer; para dirigirse a los padres, para educar a los hijos. En fin,

muchos aspectos de la cotidianidad se rigen por normas que se reproducen de forma

invisible en los procesos de socialización en la familia, en la misma relación con los

109
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

vecinos.

A fin de ilustrar los procesos que entraña la gramática social me valgo de tres momentos

para su comprensión. En primer lugar presento algunos eventos de la violencia política

que he conocido durante mi trabajo de campo. En segundo lugar analizo el proceso de

naturalización que estos eventos generan y en tercer lugar abordo la forma como estas

representaciones se racionalizan en la vida diaria de los campesinos.

LAS EXPERIENCIAS DEL SUFRIMIENTO.

Las siguientes historias condensan el impacto de la violencia política en La Macarena.

Corresponden a narraciones que he consignado en mis notas de campo y que han

llamado en especial mi atención por una característica que comparten: a pesar de

obtener distintas versiones, las historias coinciden cuando se trata de hechos ajenos en

donde las personas que narran no han sido protagonistas. Cuando las historias las

cuentan las personas que han tomado parte activa en ellas, sus versiones no toman en

cuenta algunos parámetros desde los cuáles se califican socialmente algunas acciones,

pues por lo general asumen un papel de víctimas donde la inocencia esta por fuera de

toda duda. El colectivo tiende a legitimar, por ejemplo, sanciones impuestas por la

guerrilla ó calificar como descuidos o irresponsabilidades los eventos que derivan en

detenciones por parte de las Fuerzas Militares.

Como narrativas que son, las historias las he trabajado de tal forma que he llenado en

ellas los vacíos que existen con mi propia experiencia como testigo de los eventos, sin

perder de vista que en ocasiones esos vacíos son los que dan significado al relato y

dicen qué hay detrás de él. Los silencios serán motivo de análisis mas adelante pues

110
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

Foto 15
Atarraya. La pesca en los ríos de la región está controlada por las Farc: sólo se permite pescar
para el autoconsumo. Incluso Jorge, quien es familiar de varios guerrilleros, sólo puede sacar
los peces necesarios para proveer a su esposa y seis hijos, y algunos más para intercambiar
por yucas en la vereda. Tiempo después de tomada esta foto Jorge tuvo problemas con la
guerrilla y, a pesar de sus antecedentes familiares, huyó de la región.
Autor: S.G.

111
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

resultan claves para comprender las implicaciones personales y sociales del narrar los

eventos.

Aunque las siguientes experiencias no correspondan de forma estricta a una narrativa

histórica, comparten con ellas la dinámica que enlaza silencio y expresión, pues “las

narrativas históricas producen necesariamente silencios que son ellos mismos

significativos” (Trouillot 2003:1, citado por Restrepo 2007:289). He ocupado el espacio

de esos vacíos para cumplir con los propósitos de este capítulo, y es que en primera

instancia ofrecer un panorama que recoge distintos momentos y versiones sobre eventos

concretos de violencia en la región.

“Algo tenía que deber…”

“El Pollo” fue uno de los campesinos que discutió con mayor vehemencia los

presupuestos con los que trabajé hace algunos años algunos aspectos de la relación entre

los campesinos y la guerrilla en La Macarena. Su discurso, aunque nostálgico por la

experiencia de la Unión Patriótica2 era bastante crítico con las Farc, pues no compartía

la forma autoritaria como se relacionaban con las comunidades. A pesar de ser un líder

comunitario, pues era presidente de la Junta de Acción Comunal, se mantenía alejado de

la actividad política. Según él, tantos muertos de la UP eran el mejor ejemplo de que no

hay condiciones para la participación de los campesinos en política. “Mientras haiga

guerra no hay nada que hacer” insistía. Como todos los campesinos ante mis preguntas

2
Movimiento político que acogió a numerosas fuerzas sociales, cívicas y de izquierda, entre ellas
miembros de la guerrilla, que tras fundarse gracias la tregua decretada por las Farc en 1984 durante el
gobierno de Belisario Betancourt fue sometida a un proceso sistemático de exterminio desde grupos
paramilitares y sectores de la fuerza pública que la hicieron desaparecer por completo.

112
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

siempre se mostró reservado y cauteloso, incumplió muchas de las citas acordadas para

entrevistarnos y al final tuve que quedarme en su casa varios días, hasta que, fastidiado

de tanto verme, cedió. Su interpretación jurídica sobre la forma como se resuelven los

conflictos en la región y sus propuestas para un mejor desarrollo de esta actividad

abrieron nuevos horizontes para mi trabajo y redefinieron la orientación que desde

entonces acogí. Cuando me encontraba redactando el informe final de aquella

investigación me enteré de su muerte. Le había enviado con anterioridad cartas y

presentes, pero sus familiares decidieron guardar esta noticia varios meses hasta el día

en que me llamaron.

La guerrilla “ajustició” a “El Pollo” mientras trabajaba en una finca cercana a su casa. A

finales de 2002 las Farc, no se sabe si de forma deliberada o por una perversa

coincidencia, ejecutó varios campesinos en la región todos los viernes de noviembre. La

guerrilla había advertido meses antes que en la vereda “El Socorro” había un “sapo” que

pronto iba a pagar sus cuentas. Según me comentaron varias personas mas de uno se

sentía atemorizado en esos días puesto que en términos de efectividad la guerrilla es

implacable, pero en eficacia no tanto. Es decir, son eficientes para ejecutar a cualquiera

pero “no siempre con razón”, pues casos se conocen de errores cometidos. En el caso de

“El Pollo” las narrativas sobre la forma en que fue asesinado coinciden. Toda la vereda,

incluso, asistió a su entierro. Pero las narrativas sobre su muerte varían, pues a

excepción de la familia de “El Pollo” quienes hasta no verlo muerto no creyeron que lo

hubieran matado “si el no le hacia nada a nadie”, varios campesinos dejaban notar

entrelineas que la probabilidad de que “El Pollo” si fuese un sapo. Tras su muerte las

sospechas empezaron a aparecer. “¿Por que iba tanto al pueblo?”; “El Pollo” siempre

113
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

criticaba a la guerrilla”; “A mi me dijeron que por un camino él iba criticando a la

guerrilla y la guerrilla lo escuchó y por eso lo mataron”; “El policía que recibió el

cuerpo en el pueblo dijo “que pesar, mataron al señor que siempre nos ayudaba”. “Si lo

mataron fue por algo”.

La injusticia toca la puerta

La casa de don Ramiro fue allanada por el ejército sin orden judicial y en su ausencia.

Dos de sus hijos, de 15 y 10 años estaban en la casa cuando un grupo de soldados

encapuchados ingresó por varios lados haciendo destrozos. Llegaron buscando

guerrilleros y preguntando por las armas escondidas; los dos niños fueron golpeados y

al llegar don Ramiro y doña Magnolia los insultos y las amenazas arreciaron. La

situación se calmó y la familia pudo convencer a la tropa que allí no había guerrilleros.

Dieron de beber a los soldados y un año después, cuando me contaron su historia,

saludaban en el pueblo a los soldados que ingresaron a su casa sin mostrar rencor

aparente. en el 2006, el hijo mayor de la familia, Gabriel, fue detenido por el ejército

cuando caminaba con sus hijos por el pueblo y judicializado como guerrillero. Hoy día

está en la cárcel a la espera de su libertad o la apertura formal de juicio. Entre tanto, en

la región, corren rumores que hablan sobre una posible colaboración de Gabriel con las

autoridades, pues no de otra manera la gente se explica que en un control policial hayan

capturado a otro joven a quien la fiscalía acusa de complicidad con Gabriel. Algunas

personas duda que Gabriel esté en la cárcel y aseguran que este recibió una recompensa.

La captura de Gabriel, que coincidió con la mudanza de su familia a Villavicencio, hizo

que los rumores se complicaran, pues para algunas personas el cambio de vida de la

114
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

familia sólo se explica por los supuestos tratos judiciales de Gabriel y el dinero que éste

recibió. Si se comprueba la inocencia de Gabriel y sale de la cárcel la familia duda de

que regrese, pues creen que la guerrilla puede pensar que si salió es porque ha hecho

algún tipo de trato. Gabriel y su familia, por tanto deberán buscar nuevas formas de

vida.

La comunidad imaginada

De don Rogelio se dice que desde llegó a La Macarena hace 30 años siempre fue

simpatizante de la guerrilla. Fue uno de los fundadores de la Vereda La Aguacatala,

varias veces presidente de la Junta y un reconocido líder comunitario. Varias personas

me han contado que en su casa los comandantes guerrilleros siempre se detenían y que

allí se realizaron, más de una vez, reuniones entre los alcaldes y los comandantes de

turno. Una vez terminó el despeje, el ejército lo capturó en el pueblo mientras hacía el

mercado y lo detuvo sin orden judicial en una casa junto a varias personas de la vereda

El Roble, entre ellas un joven de 13 años, Ferney, que tiene dos hermanos en la guerrilla

y vive en la vereda vecina. La Junta de Acción Comunal de El Roble solicitó al ejército

la libertad de Ferney, de quien dieron fe era un buen trabajador que nada tenía que ver

con los asuntos de sus hermanos. De igual forma los miembros de la Junta de El Roble

dieron su apoyo al vecino de la vereda contigua, don Rogelio, y recogieron firmas y

testimonios, acudieron a la personería municipal y solicitaron su liberación. El ejército

liberó a don Rogelio y Ferney. El muchacho prefirió nunca más volver al pueblo para no

tentar la suerte y evitar una posible detención, a pesar que no tiene ningún vínculo con

la guerrilla. Don Rogelio, entre tanto, al ver que sus vecinos de la comunidad donde

115
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

vive no le prestaron ayuda decidió inscribir su finca en la Junta de Acción Comunal de

la vereda vecina y desde entonces la vereda El Roble es mas grande, pues ganó una

familia y una finca más. don Rogelio rompió todo lazo con la vereda que fundó.

LA NATURALIZACIÓN DEL SUFRIMIENTO.

No solo el escenario de conflicto genera las realidades de sufrimiento a las cuales están

expuestos los habitantes de la región sino que también define los sentidos que adquieren

las prácticas y las consecuencias de la guerra que allí se desarrollan. Siguiendo a

Foucault (2003) la construcción de una disciplina para conseguir individuos plegados a

las reglas es un proceso que se vale de la sanción ejemplarizante: aquellos desviados

serán castigados. La vida para los habitantes de La Macarena, y de otras regiones del

país, se complica porque hay varios ejercicios de disciplinamiento y estos entran en

conflicto debido a sus distintas formas de construir la legitimidad. Para ello no importa

que se de-construya y contradiga esa legitimidad: la lucha por el pueblo pasa por el

ajusticiamiento de sus traidores, y la lucha por la institucionalidad puede pasarse por

alto dicha institucionalidad.

La justificación de los ajusticiamientos como “algo que le pasa al que la debe” se

enmarca en un proceso de representación que naturaliza la situación. Al comprender las

representaciones sociales, de la manera como las propone Jodelet, hay que tomar en

cuenta que estas condensan un saber cotidiano y práctico que implica una toma de

posición, una actitud (Rodríguez 2002:122). La actitud que asumen los campesinos

tiene mucho que ver con que la política en la región define la vida y la muerte de

manera que la lucha por la vida pasa por la legitimidad de la muerte. Así como se vive,

116
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

y se reivindica la vida, se deja morir como una estrategia perversa para seguir viviendo.

Pocas veces alguien se atreve a contestar el poder de la guerrilla.

Las muertes en la región viene cargadas de significado, donde el acto de matar, según lo

propone Elsa Blair, comprende dos momentos: la ejecución y la significación (Blair

2005:XXV). Al acto físico en sí, propone la autora, lo suceden la interpretación, la

divulgación y la ritualización como escenas de significación de la muerte. Los

asesinatos de El Pollo o El Panadero, por ejemplo, se hicieron en la vereda de cada cual,

a luz del día y con testigos cercanos. La interpretación inmediata, como se verá mas

adelante, viene ligada a la razón de la muerte: los mataron por algo. La divulgación está

asegurada porque, con la presencia de testigos, la información corre muy rápido en la

región y su ritualización social se modela según la forma misma como esta sucedió:

como advertencia, como ejemplo, como muestra de poder y presencia. Nadie retiró el

letrero que la guerrilla dejó encima de El Panadero sino hasta que el ejercito levantó el

cadáver.

Este proceso de naturalización cuando la guerrilla ejecuta a alguien evoca una distancia

en la que la responsabilidad social se diluye. Es decir, la construcción social de lo que

significa el sufrimiento puede comprenderse como un viaje metafórico que realiza el

sufrimiento que se experimenta en la orilla de la vida diaria, que luego viaja hacia otra

orilla, un lugar abstracto donde se representa3. Allí, en esa orilla abstracta, la violencia

sobre alguien se moldea de tal forma que se reconstruye como un dolor y un sufrimiento

abstracto, ajeno a los individuos y de alguna manera exógeno a la colectividad pues ha

3
Para esta analogía he tomado prestado la figura metafórica de S. Cavell: la filosofía como río que fluye
entre dos orillas, la de la metafísica y la de la vida diaria (Das 1997:68).

117
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

recaído en los que algo deben.

Aun así, y a pesar de la distancia con que los individuos pretendan separar el

sufrimiento ajeno del propio, ese sufrimiento naturalizado asume una figura colectiva,

pues aunque el asesinado, el desterrado, el amenazado sea lejano, a todos les puede

tocar la misma suerte. La forma colectiva de esta experiencia configura en últimas las

expresiones y percepciones individuales (Kleinman y Kleinman 1997:2). Esas formas

colectivas son patrones visibles en la manera en que se sobrellevan los problemas,

donde estos son pensados y aprehendidos de forma directa o indirecta (Kleinman y

Kleinman 1997:2). Esta tensión entre el sufrimiento colectivo y su traducción subjetiva

supone que

las representaciones culturales autorizadas por una comunidad moral y sus


instituciones elaboran diferentes modos de sufrimiento. Así las diferencias locales
–genero, edad, grupo, clase, etnicidad, y por supuesto, subjetividad- como
también la penetración de un proceso global en mundos locales hacen de esta
influencia social parcial y compleja. (Kleinman y Kleinman 1997:3).

De allí que las afrentas infringidas por el estado o por la guerrilla sean distintas.

Mientras que aquellas que provienen del estado victimizan a la población y la

solidarizan, el papel hegemónico y si se quisiera legítimo (en términos políticos) de la

guerrilla en la región, se ha construido mas allá de la coerción. Así que cuando la

guerrilla mata, es por algo…

¿Cómo entender, entonces, no sólo el sufrimiento sino las distintas forma como se

presentan sus distintas apropiaciones? Esta inquietud implica una serie de retos

conceptuales y de aproximación, pues como lo proponen Das y Kleinman (2001:2) “las

transformaciones en las representaciones culturales y las experiencias colectivas de

118
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

sufrimiento reconfiguran las respuestas interpersonales ante la catástrofe y el terror”.

Martín Mora, al establecer una serie de características constitutivas de las

representaciones sociales, propone que la conciencia colectiva de la sociedad (en el caso

bajo estudio) construye una unidad de sentido que institucionaliza un saber normativo

(2002:6). Así aquellas personas que algo deben ya estaban advertidas, doble condición

que refuerza la legitimidad de un ajusticiamiento en la medida que la experiencia

colectiva de violencia a que esta sometida la región condiciona las respuestas

individuales y subjetivas. Es el ya mencionado camino de la normalización de la

situación. Así que puede entenderse que la representación cultural del sufrimiento lo

moldea como una forma de experiencia social donde

las normas de alguna manera envuelven al sufrimiento dentro de la normalidad (y


patología). La experiencia de sufrimiento, es aprendida, compartida y no
frecuentemente contradecida (Das 1997:XII).

La racionalización

La mención genérica y bastante abstracta sobre el conflicto, la guerra o la violencia

como fuente del sufrimiento, como responsable de las desgracias, como culpable de los

crímenes, es un recurso frecuente en los agentes enfrentados, y en ocasiones entre las

víctimas. En el caso de las Farc éstas edifican su discurso político a partir de la

victimización. “Victimas de cinco guerras4” es quizá el recurso que mas utilizan, donde

la mención al ataque de Marquetalia se erige como su mito fundacional. Pero cuando se

trata de afrontar sus propios excesos y su papel como victimarios, la culpa recae, en

abstracto, sobre la guerra y el responsable el estado, pues éste no ofrece las condiciones

4
Véase www.farc-ep.org en la sección documentos.

119
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

Foto No: 16
Yisela y su hija Yeimi. Yeimi vive con su esposo, a cuatro horas de la orilla del río, en zona que el estado
reconoce como área de reserva natural. Esta joven pareja se reparte las labores de la finca: él trabaja con
ganado y ella se encarga de los cultivos y de pilar el arroz. Ni Yeimy ni Yisela tienen coca, pero las
fumigaciones efectuadas sobre estos cultivos han afectado sus fuentes de agua y algunos de los cultivos de
su vereda.
Autor: S.G

120
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

de una negociación. Al respecto se puede apelar de nuevo a la interpretación de Arthur

Kleinman cuando afirma que

las memorias históricas del sufimiento, i.e. esclavitud, destrucción de


comunidades aborígenes, metáforas, modelos- pueden ser (y casi siempre lo son)
apropiadas en la cultura popular o por instituciones políticas particulares para
propósitos políticos y morales. Por esta razón el sufrimiento tiene un uso social
(1997:XII).

La victimización es un proceso constante en la labor política que desarrolla la guerrilla

entre las comunidades campesinas, puesto que tanto el reclutamiento cómo las simpatías

que se cultivan se ganan en buena medida gracias al llamado de atención sobre la

desatención gubernamental de las comunidades y la forma con que son tratados los

campesinos durante las operaciones militares. La historia de las Farc ofrece así mismo

una experiencia desde la cual dimensionar la situación actual de los campesinos: el

llamado a la organización (que para la guerrilla significa el integrar alguna de sus

estructuras político-militares) se justifica gracias a las agresiones que la organización

social cercana a las Farc han sufrido en su historia. La invasión a Marquetalia, las

columnas de marcha, los bombardeos a El Pato y el Guayabero son hitos históricos a los

que se suman eventos contemporáneos tales como el asalto a casa verde en 1991, la

operación Destructor I y II llevada a cabo en los llanos del Yarí a mediados de la decada

de 1990 y de forma mas reciente el Plan Colombia (1998-2002) y el Plan Patriota

(2003…) Si las comunidades no resisten organizadas pueden desaparecer, es el llamado

que hacen las Farc en sus reuniones. Una lectura crítica de sus responsabilidades se

evita de forma deliberada. Las responsabilidades son del gobierno.

En el caso del estado la argumentación que se esgrime ante sus responsabilidades frente

121
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

a los avatares de la guerra, y aquellos que no lo son de forma estricta pero que tiene que

ver con excesos armados, tiende a ser similar a la argumentación de la guerrilla: el

culpable es el agresor, la guerrilla; los errores propios (aunque de manera oficial no se

reconocen errores) son producto de la guerra.

De aquella época nefasta para la historia del país llamada La Violencia parece que

heredamos la costumbre de abstraer las responsabilidades en realidades totalizantes. El

lugar común propio de esta circunstancia histórica es que los mas de 300 mil

colombianos que murieron en aquel entonces lo hicieron “por culpa de la violencia”5.

Hoy día la culpa genérica recae también a la mención generalizada de “los actores

armados” como directos responsables de todo tipo de sufrimiento. Este tipo de lenguaje,

que ha hecho carrera en amplios sectores de la sociedad, encuentra como fuente

importante el discurso oficial que se reproduce en los medios masivos de comunicación.

Funcionarios y periodistas hablan de “actores armados ilegales” o “grupos armados

ilegales” como responsables del conflicto armado, donde las Fuerzas Militares no son

concebidas como un grupo o actor armado más6.

Así las victimas del conflicto pueden remitir a la responsabilidad abstracta de ese

conflicto que parece difuminar culpabilidades individuales. “Somos desplazados por la

violencia” es la firma que llevan los letreros de las personas que inundan lugares

públicos en las ciudades, pidiendo colaboración, o es la firma con que se muestran en

5
Al escribir el texto me sorprendí con la facilidad con que escribí esta cifra, pues no cuento con una
referencia directa y no recuerdo a ciencia cierta donde me enteré sobre ésta. Quizás la cifra de las
300mil muertes no cuanta con una fuente a quien referenciar porque, como otras tantas, como los
3.500 muertos de la U.P., hacen parte de un conocimiento colectivo compartido propio de los
colombianos. En todo caso el libro de Monseñor Guzmán (1962) fue quien inspiró el uso retórico de la
cifra en cuestión.
6
Véase la página web del ministerio de defensa www.mindefensa.gov.co

122
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

declaraciones públicas. Es una estrategia de supervivencia, claro está, porque dentro de

la lógica “si lo desplazaron fue por algo” es fácil ser señalado de guerrillero si alguien

dice “me desplazó el ejército o los paramilitares”.

En Macarena la situación tiene una particularidad: la racionalización de la

responsabilidad no es abstracta, no es etérea. Si alguien mató, si alguien desplazó, si

alguien cometió algún atropello ese alguien tiene color: fue la guerrilla, fue el ejército e

incluso tiene nombre o distinción: fueron guerrilleros del séptimo frente, fue el

comandante Alejandro, fue tropa de la Marina, fue tal sargento. Como anoté antes, la

muerte de El Pollo no fue a causa del conflicto, fue la guerrilla y fueron guerrilleros que

en la vereda conocían. El allanamiento de la casa de don Ramiro lo realizaron tropas

que los campesinos ya habían visto por la región al mando de oficiales con quienes se

saludan en el pueblo.

Esta cercanía quizá normalice mas las situación de guerra en tanto situación que se

espera sea mas previsible. Es decir, cuando el control tiene nombre propio, está

regularizado, se sabe como actuar ante éste. Distinto sucede cuando no se sabe a

ciencia cierta quien asesinó a una persona y por qué, o no se sabe quien ordena un

comportamiento y por qué. Ante un conflicto que se presenta de forma tan abierta la

racionalización de este es, entones, particular. El terror, el miedo, el control tiene

distintos rostros pero son rostros reconocibles. El trabajo de Martín Suárez “Speakeing

the unspeakable” (1990) propone una serie de mecanismos psicológicos de defensa

desde los cuales entiende los procesos de racionalización e interiorización del terror. De

su trabajo he tomado la noción de “racionalización” como estrategia constitutiva del

proceso de asimilación del sufrimiento asociado a la violencia política. Entiendo pues el

123
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

proceso de ón como el cato de justificar las prácticas de violencia y las respuestas que

éstas generan. Corresponde a la explicación lógica que los sujetos otorgan a los

pensamientos, los sentimientos; a la culpa, las responsabilidades. “El terror colectivo –

apunta Suárez- como otros sistemas culturales, posee una estructura subyacente, su

propia gramática” (Suárez 1990:366). Al encarar lo inenarrable el ego amenazado

intenta contener la “deconstrucción del mundo” por medio de la negación, la

racionalización y la interiorización y elaboración del terror. Bajo estos parámetros y al

releer los casos que he recogido en La Macarena puedo encontrar aspectos de negación

(“no creíamos que fuera él porque el no le hacia nada a nadie”) y racionalización (“el

que anda por el camino correcto nada le pasa”). Aún así este autor propone que el

momento de la interiorización y elaboración del terror se da una vez la situación se ha

calmado. El exilio o la superación total de la situación son los contextos que permiten

que la elaboración del terror regrese en forma de una nueva conciencia de eventos e

imágenes antes negadas, olvidadas o medio conocidas (Suárez 1990:366).

En el caso de La Macarena, donde la situación está lejos de superarse y el exilio no es

asumido por todos, la interiorización y elaboración del terror se da sobre la marcha y

cuenta con estrategias que lo normalizan de manera que no hay que preocuparse ante las

situaciones irregulares (cf. Baró:1990). “Hay que seguir adelante porque si no qué” me

dijo alguna vez una campesina, resignada ante los hechos de violencia que se

desencadenaron en la región tras una ofensiva militar en enero de 2007: bombardeos río

abajo, ametrallamientos desde helicópteros en caminos que transitan los campesinos,

amenaza de destierro para quienes no pagaran un impuesto al ganado que por entonces

la guerrilla cobraba.

124
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

La racionalización como sentido tiene sus límites. De forma similar a la propuesta de

Suarez (1990)7, la falsa seguridad que otorgan las fórmulas “si lo mataron fue por

algo”, se circunscriben a una situación de normalidad condicionada que se rompe

cuando las reglas de comportamiento que se supone la soportan, el “andar por el camino

correcto”, pierden toda garantía y cualquiera, entonces, es susceptible de ser castigado.

Esto ocurre con alguna frecuencia en La Macarena donde por ejemplo, a pesar que solo

los que deben algo tienen que temer, en noviembre de 2002 se generó un ambiente de

temor colectivo ante una serie de ajusticiamientos sumarios que realizaba el séptimo

frente de las Farc. Nadie debía nada, pero en las veredas del Guayabero bajo todos sus

habitantes se encontraban asustados.

De forma similar al trauma clínico, una sociedad traumada como la de La Macarena

refleja sus lesiones no solo en el cuerpo sino también en la mente, analogía que permite

ver entonces cómo que las personas ocultan de su memoria los eventos inquietantes

(Young:1997:245). Esto es clave porque, dice Young, que “aún así, por fuera de la

conciencia la memoria continúa afectando el comportamiento como fuente de

sufrimiento” (1997:247). Aquella época no se menciona, quedó en el pasado, pero

marcó un precedente sobre el que se ha establecido una contradicción: a pesar de la

supuesta certeza de la justicia de las ejecuciones, nadie se sintió seguro por completo.

Al indagar sobre esta contradicción, indagué sobre los sentimientos y la situación de

algunas personas en ese entonces. Las conversaciones tienden a girar en torno a

7
El autor trabaja en el caso argentino la falacia del teorema “no estuve en actividades subversivas ergo no
seré castigado” pues se comprobó que existieron asesinatos “por error” de personas que no estuvieron
involucradas en actividades subversivas (Suarez 1990:369).

125
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

consideraciones que, si bien recuerdan el miedo generalizado “eso todos los viernes

esperábamos a ver quien caía, esperábamos si la guerrilla venía por uno”, no hay una

reflexión sobre quienes fueron ajusticiados y que tuvieron que haber vivido la misma

angustia de todos. Quizá el haber sobrevivido demuestra que nada se debía, pero pocos

reivindican la inocencia de las victimas de entonces, pues ello supondría que nadie

puede estar seguro. De alguna forma alivia saber que aquellos ejecutados lo merecían.

Esto plantea un reto de características éticas, morales y políticas para la organización

campesina en la región, para el discurso político guerrillero y para la proyección de

políticas pos-conflicto del estado en cuanto a la facilidad paradójica con que se aceptan

y se padecen, en tanto se olvidan (como acto consciente o estrategia inconsciente)

distintas formas de sufrimiento cómo las ejecuciones de vecinos, las amenazas que

recaen para familias o veredas que son acusadas de colaborar con el enemigo y que

pueden dar lugar a destierros. Estas situaciones se somatizan en un olvido que siempre

está presente, una memoria colectiva de carácter traumático. Por ejemplo la noción de

“ajusticiamiento” que rodea los asesinatos de carácter político o social, encarnan una

significación de justicia como aplicación de una sanción justa que debe ser discutida en

la región, pues parece haberse sedimentado en la vida cotidiana, naturalizándose a la par

del control social. Aún hoy día, con la memoria fresca sobre los hechos e injusticias del

año 2002 cuando la amenaza fue general para los habitantes del Guayabero bajo, la

racionalización sobre las ejecuciones guerrilleras sigue reproduciéndose como una

sanción justa y merecida. Es difícil saber si las Farc han analizado el efecto perverso

que las ejecuciones y destierros tienen para sus propósitos políticos y militares, pero es

un hecho que éstas prácticas disminuyen no solo la confianza que existe entre las

126
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

comunidades y la guerrilla, sino que también ha contribuido a resquebrajar las

confianzas entre campesinos: si en un tiempo se respetaba a aquellas personas que

tenían lazos con el movimiento, hoy día se les teme.

Es cierto, la legitimidad política construida por la guerrilla entre sectores campesinos no

es un hecho menor, se debe a años de trabajo político, a su papel como garantes del

orden social en la región y a la esperanza que para algunos habitantes plantea su

plataforma ideológica. Pero dicha legitimidad y su reconocimiento en la región no

tienen por qué dejar de lado la crítica que desde las comunidades y las organizaciones

campesinas se pueden realizar sobre las injusticias y errores que las Farc cometen. Esto

en aras de contribuir a hacer que la guerrilla se comprometa a cumplir normas mínimas

internacionales que protegen y hacen respetar a los civiles en medio del conflicto.

CONDICIONES Y RESPUESTAS SOCIALES A LA VIOLENCIA.

Con la guerrilla los campesinos viven a diario desde hace décadas, su poder en la región

no se ve menguado por las acciones militares en su contra y a pesar de no haber

consolidado un control territorial que supere la trashumancia propia de la estrategia

irregular, su fuerza militar aun significa un desafío para el Estado. Durante el año 2003

asediaron el casco urbano de La Macarena más de un mes; a finales de 2005 atacaron un

grupo de soldados en donde causaron la muerte de 29 militares. La lectura del gobierno

nacional ligó la fuerza de ese ataque al avance de los cultivos de coca en la región, y

como respuesta se embarcó en una campaña de erradicación de cultivos ilícitos. La

réplica de las FARC no se hizo esperar y a comienzos de 2006 a pesar del avance del

Plan Patriota, la más fuerte ofensiva contrainsurgente lanzada por el estado colombiano,

127
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

la guerrilla impuso un paro armado que se extendió durante dos meses en toda la región.

La perspectiva que tiene el estado colombiano sobre el conflicto no distingue entre

campesinos, guerrilleros y narcotraficantes. La retórica oficial es fuerte y la respuesta

militar lo es de manera proporcional, afectando de forma directa a los campesinos. Se

considera desde el estado que la producción de coca es una producción ligada al

narcotráfico que lidera la guerrilla. Las políticas de erradicación de coca no contemplan

programas alternativos de producción y en cambio criminalizan a los campesinos, no

sólo como narcotraficantes, sino también como guerrilleros. La vinculación de la lucha

antidrogas en la lucha antisubversiva ha implicado para los campesinos, según

testimonios que he recogido, detenciones masivas, cuando no arbitrarias; allanamientos

sin orden judicial ni acompañamientos, bombardeos indiscriminados, constantes

señalamientos y atropellos. Las acciones oficiales se traducen en el descrédito de la

institucionalidad. Y en términos de la violencia de todos los días implican nuevos

marcos reguladores de las relaciones sociales.

Estas experiencias de violencia y sufrimiento se han sedimentando en la identidad

político/cultural de la región8 por medio de un proceso de normalización consistente en

la integración de la violencia de la vida diaria en el universo de sentido regional, a la

identidad cultural de la región mediante procesos de racionalización y representación de

esa violencia. Esa normalización la entiendo como una gramática social que comprende

las condiciones que regulan las respuestas sociales a la violencia, al sufrimiento social.

Las regulaciones son de variado orden: se encuentran en caminos y escuelas, en

carteles donde las comunidades han establecido una normatividad social algunas veces

8
La propuesta de sedimentación en las identidades colectivas véase en el trabajo de Charles Tilly (1998)

128
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

Foto No. 17
Oscar se prepara para ir a cazar. Sus hijos lo acompañan mientras prepara, con pólvora y
balines, los cartuchos para su fisto, un arma artesanal que él mismo construyó. La caza y la
pesca complementan la dieta campesina. La guerrilla prohíbe cazar animales grandes y sólo
permite la caza de armadillos, lapas y animales que hagan daño a los cultivos, como los zainos
y los chiguiros. Cazar un animal no autorizado acarrea sanciones y multas carísimas.
Autor: S.G.

129
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

amparada y legitimada por la guerrilla; allí se establece el cronograma para los trabajos

comunitarios y las respectivas multas para quien no asista, de igual forma se sancionan

actitudes tales como los chismes, la caza de animales protegidos como la danta y el

venado.

Otro tipo de regulaciones no encuentran el carácter formal de la normatividad

comunitaria o las “orientaciones” guerrilleras. Es de público conocimiento en la región

que después de las seis de la tarde transitar por ríos y caminos no solo es prohibido por

la guerrilla, lo que da lugar a multas en caso de incumplimiento, sino también peligroso

por cuanto de noche los aviones de la fuerza aérea suelen ametrallar cualquier

movimiento fluvial en determinados puntos del río. Estas prohibiciones se han hecho

públicas en reuniones que cita la guerrilla, pero se difunden y mantiene en el tiempo

gracias a un conocimiento tácito que se reproduce en las comunidades. Otras

consideraciones quizá mas sutiles den cuenta de la extensión de la gramática social: por

ejemplo las consideraciones que se toman en cuenta para escuchar o no la emisora del

ejército o de la guerrilla. De igual forma, aunque las acciones de las Fuerzas Militares

son criticadas de forma abierta, las críticas a la guerrilla suelen hacerse en voz baja, y es

preferible que se haga en el círculo familiar.

En una oportunidad le leí este listado de regulaciones a una campesina. Le pregunté

quien enseña esas cosas. Primero se sorprendió porque nunca se había cuestionado ese

tema. Luego porque hay muchas cosas en la vida, asegura, que se hacen sin que nadie

las enseñe: se sabe que al final del invierno se roza, que en el verano se quema, y que

luego se siembra. Pero respondió a mi pregunta:

130
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

- “Eso no lo enseña nadies, simplemente se aprende”.

La gramática social, como normalización de la violencia política, ha significado que la

memoria se haga selectiva y oculte, de forma colectiva y subjetiva, algunos sucesos

sobre los que “es mejor no hablar”. Por ejemplo el caso expuesto sobre el asesinato de

El Pollo; sus vecinos y amigos lo recuerdan con cariño, pero nadie sabe dar razón sobre

las causas de su muerte o sobre si ésta fue una muerte “justa”. Dicho ocultamiento no

significa la negación del hecho, sino la puesta en práctica de la gramática social que se

sustenta en aquella conciencia colectiva, implícita y subyacente de la vida diaria. Es

decir, los campesinos han de plantearse que si a El Pollo lo mataron por “hablador”, es

mejor no ser muy “hablador”. Veena Das (1997:221) afirma que ante la importancia de

hallar caminos para hablar sobre lo vivido (witnesing), como forma de vivir y superar el

dolor, cuando una persona encuentra que una vía del estar con otros fue herida de

forma brutal, entonces el pasado entra en el presente no necesariamente como memoria

traumática sino como conocimiento venenoso. Y esta historia, la historia de El pollo,

hace parte de un pasado que como otras tantas historias de la región encarnan ese

carácter de conocimiento venenoso.

Por último, cabe señalar según propone A. Kleinman (2000) que estas manifestaciones

de la violencia de la vida diaria reproducen la existencia social en un marco de múltiples

expresiones, cuyo resultado no es producto de una naturaleza humana uniforme. De

igual forma son producto, principalmente, de aquel control social y de la normalización

de la población (en el sentido que lo sugiere Focault 2003:182) impuestos desde un

orden guerrillero, y en pugna con la pretensión institucional de “retomar” la autoridad

en el territorio. Este enfrentamiento opone pretensiones hegemónicas que encuentran

131
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

como campo de luchas no solo el plano militar sino también los espacios sociales de la

región: por ejemplo, tanto la guerrilla como el estado orientan esfuerzos para controlar

las instancias de participación comunitaria, las Juntas, los comités, las asociaciones.

Esta incidencia de la violencia en distintas esferas de la vida social tiende a incidir en

las prácticas sociales de los campesinos, en donde se ponen en juego las contradicciones

que suponen estar a merced de la lucha por el control político y militar de la región.

Para comprender la forma en que la violencia se experimenta en estas prácticas, se

puede analizar la subjetividad como aquella forma singular que adquiere la hegemonía

cuando se encarna en la vida cotidiana de los sujetos sociales, es decir, en el modo en

que la gente experimenta las ideologías dominantes en sus propias prácticas (Briones

2005, citando a Grosber 2003). Las formas de participación política, las relaciones

comunitarias, las actividades económicas y la resolución de conflictos son práctica

sociales que se encuentran reguladas por la dinámica de conflicto y sobre las que el

“consentimiento activo” de la población, del que hablase Gramsci (Dagnino 2001), es

clave para comprender la aceptación de las regulaciones. Actitud que tiene mucho que

ver con el ejercicio de la disciplina y el poder disciplinario (Focault 2003:175) que se ha

establecido en la relación entre la guerrilla y las comunidades campesinas.

Ahora, una vía posible de respuestas sociales a la violencia tiene que ver con las formas

de resistencia, pues si bien la violencia política se ha naturalizado y se ha normalizado

en la región, también es cierto que los espacios de resistencia tienen su lugar. En ello

tiene mucho que ver la memoria como recurso simbólico del que se valen las

comunidades campesinas para hacer frente al conflicto. En el siguiente capítulo centraré

el análisis en aquellas prácticas de memoria que, en su carácter más político, hacen las

132
Capítulo Tercero
Política de Vida y Muerte

veces de un proceso enmarcador que integra a los campesinos en sus reivindicaciones.

133
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

Capítulo Cuarto

VIOLENCIA POLITICA Y PRÁCTICAS DE LA MEMORIA


La dimensión constitutiva y constituyente de la memoria en los procesos sociales en la
Sierra de La Macarena, llanos del Yarí y norte del Caquetá1

En este capítulo me propongo dar cuenta de las prácticas de memoria campesinas que se

han configurado en la amazonía occidental colombiana a partir de la violencia política.

Una de las experiencias que ha inspirado mi trabajo es la historia de la comunidad

indígena y campesina del Yaguara II, que se encuentra en los límites de los llanos del

Yarí y la selva amazónica.

Ubicado en la cabecera del río Apaporis a las márgenes del río Tunia y cercano a la

serranía del Chibiriquete, Yaguara II fue fundado por indígenas Pijaos expulsados de

Yaguará, Tolima, en 1964. Con el correr de los años a los Pijaos se les sumarían varias

familias indígenas provenientes del Vaupés (Fajardo 1989). Cuando el caserío aparece

en los mapas lo hace en terrenos del departamento del Guaviare, aunque su jurisdicción

pertenece, dada su cercanía, al municipio de San Vicente del Caguán, Caquetá. Pero,

como en otros tantos poblados del país, no es la cartografía tradicional la que permite

conocer sus condiciones jurisdiccionales sino el ejercicio de la geografía política, de la

política y la violencia, que tome en cuenta que la situación de Yaguara II escapa a la

división administrativa tradicional y al control político del estado: la autoridad y el

control allí lo ejercen las Farc desde hace más de dos décadas.

La política de seguridad del actual gobierno, como en otros tantos lugares, se ha

1
Una versión preliminar de este capítulo fue presentada en el Noveno Congreso Colombiano de
Sociología, en noviembre de 2006, y se deriva de discusiones sobre mi tesis en los seminarios de los
profesores Fabricio Cabrero (Teoría) y Gonzalo Sánchez (Comisiones de la verdad y memoria
histórica), cursados durante el segundo semestre de 2006.

134
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

propuesto “recuperar” el territorio por la vía militar atizando la situación de violencia

política sobre la que se enmarca el análisis que propongo en este capítulo: las prácticas

de memoria campesinas que se han configurado en la amazonía occidental colombiana a

partir de la violencia política que se remonta a los años sesenta.

Un poco de historia sobre Yaguara II puede ilustrar mejor el contexto al que me refiero.

Los medios de la época dan cuenta de cómo fuertes bombardeos sorprendieron hace 10

años a los habitantes del caserío2. En ese entonces la operación militar Destructor II

llegó a sus inmediaciones en búsqueda del secretariado de las Farc. El paso de los

militares diezmó el ganado, arrasó muchas de las casas confinó a los habitantes al centro

del caserío acusándolos de colaborar con la guerrilla. No fue sino hasta varios días

después que una comisión humanitaria de la Defensoría del Pueblo hizo presencia y

denunció los hechos. Los daños nunca fueron cubiertos por el estado colombiano y

desde entonces, en esta parte de la Amazonía occidental, sucesivas operaciones

militares han intentado sin éxito desentramar el poder de la guerrilla en la región. En la

actualidad, como siguiente etapa del Plan Colombia, se ha superado el Plan Patriota del

primer gobierno Uribe (2002-2006), y se desarrolla en el segundo periodo Uribe el Plan

Consolidación, que en principio fue bautizado por los estrategias militares como “Plan

victoria”; semejante triunfalismo generó una momentánea expectativa que muy rápido

fue frustrada por la contundencia de los hechos3. Para la gente de la región resultan

2
Véase: “Exclusivo: cómo se lucha en la selva colombiana” El Clarín, 22 de Septiembre de 1997.
www.clrarin.com
3
Véase: “Derrota total de las Farc es el objetivo de la nueva fase de operaciones militares en el sur de
país” El Tiempo, Diciembre 10 de 2006. http://www.eltiempo.com/conflicto/noticias/ARTICULO-
WEB-NOTA_INTERIOR-3360295.html Véase también: ”Palabras del Ministro de Defensa
Nacional, Juan Manuel Santos Calderón, haciendo balance de la actividad de la Fuerza Pública durante
el año 2006 Cartagena del Chairá (Caquetá), 21 de diciembre de 2006”

135
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

irónicas las pretensiones de victoria y consolidación pues las Farc sostienen en la

actualidad su poder territorial y su control político. Y bajo este escenario de guerra cada

vez más grave las comunidades siguen con su vida y con su historia.

En este escenario, para La Macarena y buena parte de la Amazonía occidental

colombiana4 los márgenes de maniobra de la organización social y política de las

comunidades campesinas se encuentran limitados y regulados por los avatares de la

experiencia de la violencia en la región. En el presente capítulo analizo cómo esa

experiencia toma cuerpo en un juego de la memoria que hace las veces de recurso

simbólico para sobrellevar el impacto de la guerra en la vida diaria. En esta parte del

trabajo incorporo elementos para el análisis basado en una serie de recorridos

etnográficos que realicé en zonas aledañas a la Sierra de La Macarena en mayo y

octubre de 2007. Es por ello que en este capítulo me atrevo a ampliar el margen de mis

conclusiones a la región amazónica occidental.

En este apartado exploro las narrativas y prácticas de la memoria para comprender

algunas de las formas materiales y simbólicas por medio de las cuales se sobrelleva la

violencia política: cómo las comunidades campesinas orientan su vida, representaciones

sociales y estrategias ante el conflicto armado a partir de una serie de marcos sociales

que se conjugan en un ejercicio doble de memoria regional: la memoria constitutiva y la

memoria constituyente. La primera es la memoria del proceso de colonización, que

opera como mito fundacional de la región, en donde se incorpora la génesis del

http://www.mindefensa.gov.co/descargas/Sobre_el_Ministerio/Discursos_del_Ministro/20061221balan
ce_2006.pdf
4
Región del piedemonte andino, que se extiende en los departamentos del Putumayo, Caquetá, sur del
Meta y Guaviare.

136
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

conflicto armado. La segunda es la memoria que encuentra sus límites temporales y

geográficos en la región misma, que integra las experiencias de violencia política y

conflicto sobre las que se desarrolla de forma permanente la construcción social de

significados.

Primero presento algunas condiciones del ejercicio de la memoria: el contexto social, la

identidad regional y la puesta en práctica del doble juego de rememoración. A

continuación me detengo en los rasgos más representativos de la memoria constitutiva,

para después trabajar dos procesos de la memoria constituyente: como apuesta de

reconocimiento y su dimensión territorial. En la última sección, tras una recapitulación,

exploro la pertinencia de esta discusión para las organizaciones sociales de la región.

EL ESCENARIO Y LA DOBLE CONDICIÓN DE LA MEMORIA REGIONAL


A manera de capas, las distintas experiencias de violencia vividas en la amazonía

occidental no quedan guardadas como cosas superadas, historias del pasado. Todo lo

contrario: hacen parte del presente como fuente de significación que permite a los

pobladores dar sentido al contexto de guerra. Uno tras otro, los conflictos que

atravesaron la amazonía –muchos de ellos no resueltos (marginación, criminalización,

exterminio de líderes sociales)- aparecen bajo nuevas formas. La anterior reflexión tras

un viaje a las puertas de los llanos del Yarí. Allí conocí a dos indígenas del Yaguara II:

don Alcibíades, viejo líder de la comunidad, y Sergio, un joven que le acompañaba. Me

los presentó un amigo comerciante quien les contó sobre mi investigación. Se mostraron

interesados y conversamos un rato mientras preparaban su regreso al poblado. Don

Alcibíades llegó al Yaguará hace más de 30 años proveniente de ríos lejanos que surcan

137
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

el departamento del Vaupés, mientras que Sergio migró desde el Guaviare hace 20 años

junto a su familia por el mismo camino que alguna vez recorriera don Alcibíades. La

vida en el Yaguara no es fácil y son varios los eventos de violencia que ellos han vivido

o han tenido cercanos: bombardeos indiscriminados, detenciones arbitrarias del ejército

y expulsión de miembros de su comunidad por parte de la guerrilla. Durante la

conversación trajeron a cuento la historia que abre este capítulo; desde hace un par de

años han vivido situaciones similares sin que en esta oportunidad hayan merecido

mayor atención de parte de la prensa, el movimiento indígena a nivel nacional u

organizaciones que trabajan con Derechos Humanos.

Al preguntar las razones por las cuales ellos y varias familias del Vaupés subieron los

difíciles ríos que circundan la Serranía de Chibiriquete para asentarse en este caserío,

Sergio remontó su historia a los tiempos en que su madre, una indígena Piratapuyo,

trabajaba en un caserío del Guaviare. Allí conoció a su esposo, un campesino boyacense

que rondaba la región hacía varios años tras escapar hacia allí de la guerra de los

colores.

-¿Guerra de los colores? le pegunté.


- Si, la guerra entre los liberales y conservadores, cuando unos eran rojos y
los otros azules. Mi papá llegó al Guaviare huyendo de Boyacá. Después de
mucho andar por el Guaviare, en Dos Ríos conoció a mi mamá. Y cuando yo
era muy niño escuchamos de un caserío nuevo, el Yaguara, y nos subimos
por el río, pues uno busca siempre vivir donde haya gente.

Muchos colonos expulsados por la guerra de los colores encontraron en la selva

amazónica, junto a los indígenas que la habitaban, una serie de conflictos que alimentan

desde hace décadas el conflicto armado. Los testimonios de don Alcibíades y Sergio

incorporan elementos de la memoria regional que hallan en la historia de la violencia

138
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

política los principales ejes de la vida comunitaria, de la experiencia individual y de la

configuración regional. En este marco general de conflicto han nacido y crecido varias

generaciones que como la de don Alcibíades y Sergio han atestiguado el

acrecentamiento del conflicto armado.

El Yaguara II representa en muchos sentidos la situación de cientos de caseríos y miles

de habitantes de la Amazonía occidental, indígenas o no, que han vivido bajo las reglas

que la guerra ha impuesto. La región se configura en su interior a partir de la dinámica

de guerra y conflicto de la región. Es así que las distintas jurisdicciones político-

jurídico-militares que ejercen los frentes de las FARC, el radio de acción de las Fuerzas

Militares y las políticas de erradicación de coca, entre otros factores que operan como

marcos reguladores, marcan la pauta para procesos de migración interna, la

organización social, la participación política, la construcción de subjetividades y

sentidos de las comunidades campesinas. Esa violencia política ha sido naturalizada de

tal forma que hace parte de la construcción del universo de sentido que integra a las

comunidades campesinas de la región.

Dar cuenta de ese universo de sentido encarna una dificultad especial: el reconocimiento

de la identidad del colectivo. ¿Tienen los campesinos y las campesinas amazónicas una

identidad? Son varias las respuestas a esta pregunta. Uno de los primeros trabajos sobre

la región, el realizado por Cubides, Jaramillo y Mora (1985) en el medio y bajo Caguán,

dio cuenta del proceso de poblamiento en esta región del Caquetá. Centraron su análisis

en las condiciones que acompañaron la conformación de comunidades y las primarias

formas de organización social, política y económica que caracterizaron la colonización.

En el terreno los autores se encontraron con ese proceso en ciernes; fueron tiempos en

139
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

Foto No 18
Campesinos del Yarí. Las familias que viven en los Llanos del Yarí suelen tener banderas
blancas en sus casas para evitar ser bombardeados. Esta familia en particular ha migrado por
distintas zonas de la región y desde hace casi dos décadas viven en Yagaura II, cerca al río
Tunia. Son ellos un antiguo fundador, su hijo y los nietos de la colonización.
Autor: N.E.

140
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

donde la construcción regional apenas cobraba forma. Años después, un trabajo

realizado en La Macarena,“El guayabero: una cultura que nace” (Sierra 1995) señaló los

primeros rasgos constitutivos de la región que se creó a partir de la colonización: la

consolidación de veredas, redes sociales y apropiación del territorio. El trabajo se José

Jairo Gonzáles hizo referencia a una condición singular del proceso de poblamiento

amazónico: la identidad colectiva que perfiló la colonización, que casi a la manera de un

movimiento social, articula una sociedad regional que resiste al despojo de la tierra

labrando nuevos terrenos (Gonzáles 1998).

Los ya clásicos trabajos de recolección de historia oral realizados por Molano (1987,

1989ª, 1989)), y el estudio de la Universidad Nacional realizado a finales de los 80

(Avellaneda 1989) recogieron los principales rasgos del proceso colonizador,

acompañado pro una dinámica de bonanzas extractivas que no perfilaron –para

entonces- mayores características de apropiación territorial en la población. La

migración era la constante, y la precariedad de condiciones –junto a distintas violencias,

asociaciadas al narcotráfico, el latifundismo, la persecución estatal y el surgimiento de

las guerrillas- dibujaron el escenario. La población fue categorizada como “colonos”, y

su carácter político debatido entre si eran revolucionarios (Molano 1989c) o reformistas

(Legrand 1994).

Mas de una década después del boom de trabajos sobre la colonización, y casi medio

siglo desde que el proceso de colonización iniciara, se ha propuesto que los pobladores

de La Macarena quieren una identidad, pero no la tienen. Lo afirma Ingrid Bolívar

(2006) a partir de una investigación realizada por María Vásquez (2006) sobre la

141
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

construcción de identidades, y los conflictos internos y externos que les configuran en

un municipio que integra la sierra de La Macarena. Las condiciones en la búsqueda de

esa identidad, afirma José Jairo Gonzáles, “dada la itinerancia de las familias de las

zonas de colonización, constituyen, más que un síntoma de "crisis", una dramática

expresión de las condiciones económicas, sociales y políticas en las cuales están

inmersas” (Gonzáles 1996:6) Esa identidad del colono, sugiere Margarita Chávez

(1998), no logra articularla y emerge –entonces- en situaciones de enfrentamiento con el

Estado,. Y gracias a la oposición ante el Estado, en el caso de las marchas cocaleras de

1996, los campesinos del piedemonte amazónico desarrollaron una política de identidad

en la que se reconocían campesinos y ciudadanos, argumenta Ma. Clemencia Ramírez

(2002).

Durante mi trabajo he encontrado que el escenario y los personajes de esa construcción

de identidad son en su mayoría los hijos y nietos de la colonización, quienes –a

diferencia de lo dicho por algunos autores antes citados- sienten como suya la región y

hoy día la pueblan, migran de una subregión amazónica a otra y se asientan en los

minifundios en que hoy día se han convertido las enormes fincas que un día sus padres y

abuelos abrieron entre la selva. La última generación de trabajos sobre la región (Trejo

2001, Ruiz 2002, Espinosa 2003 y 2008, Carrillo 2008) gracias a sus perspectivas

etnográficas permiten comprender la textura que se teje a partir del enraizamiento

territorial de la población amazónica. Así las cosas, uno de mis propósitos en este

artículo es incorporar una lectura de la relación entre la identidad campesina y el papel

que allí juega la memoria, para dar cuenta del momento actual del poblamiento del que

hablo. Los hijos y nietos de la colonización han heredado de sus padres la adaptación al

142
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

medio, las representaciones sociales a que dio lugar el encuentro entre campesinos (en

su mayoría andinos) y la selva amazónica; y la realidad social de una región que inició

entonces su construcción.

Los nuevos habitantes han nacido y vivido con una serie de situaciones que a diferencia

de sus padres, para ellos no han representado novedad: la presencia de la guerrilla, la

adopción de los cultivos de coca, la agresividad del estado marcan el contexto que hace

parte de la normalidad de la región. ¿Tienen identidad? Sin duda. El conflicto social y

político, la selva, la comunidad, las prácticas campesinas configuradas en la

colonización, y en la memoria son aspectos fundamentales del universo de sentido que

integra la región. Universo de sentido que encuentra en la memoria constitutiva un eje

articulador de los sujetos como sus exponentes y en el colectivo campesino el espacio

dinámico de producción y reproducción de la memoria constituyente.

Ese doble ejercicio de memoria constitutiva y constituyente, inspirado en la lectura que

hacen Brito y Soto (2005) del trabajo de Henri Desroche (1976), pretende conjugar los

hechos pasados (memoria constitutiva) a la construcción de la realidad social (memoria

constituyente). Es así que, como memoria incorporada y creadora, puedo proponerla

como parte fundamental del hábitus campesinos que la hace práctica5. La noción de

práctica social implica la noción de hábitus que acuñase Pierre Bourdieu: aquel sistema

de disposiciones (y memoria) interiorizadas que reproducen la estructura social. Donde

dicha estructura (o campo de relaciones) es transformable por medio de la práctica

misma. Desde esta perspectiva se puede explicar, por ejemplo, cómo se reproducen las

5
En el doble sentido que esta palabra ofrece a partir de la propuesta de P. Bourdieu, de quien también se
ha tomado el concepto de hábitus (1995)

143
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

estructuras de violencia (Nordstrom 1995). Como ya he argumentado la interiorización

de la violencia política en el hábitus campesino ha sido un proceso histórico que tienen

como consecuencia la normalización de la violencia y la naturalización de las distintas

respuestas ante esta; la memoria sobre los eventos y las experiencias asociadas a la

violencia una de ellas, pues permite explicar los sucesos vividos, la construcción de un

sentido común y, en suma, la construcción de unas narrativas compartidas por el

colectivo. Propongo que la memoria constituida, la experiencia y respuesta campesina

hacia el conflicto armado ha generado una suerte de memoria constituyente que permea

las prácticas sociales. Cierto tipo de protomemoria que designa aquella memoria que

funciona sin una toma explícita de conciencia (Candau 1998, citado por Sobral

2004:141)

Memoria constitutiva, sujeto y colectivo.

En este apartado sitúo la memoria constitutiva como la base o fuente de la subjetividad

campesina. El considerar la memoria así, como un producto social, implica establecer la

diferencia entre la memoria individual y la memoria colectiva, donde ésta última no es

una suma de memorias individuales (Halbawchs 2004). La memoria colectiva es la

expresión de un proceso social construido a partir de sucesos que han marcado cambios

fundamentales. Y la propongo como memoria constitutiva en cuanto ha cimentado

narrativas individuales, como la que existe en el siguiente caso:

Hace algunos años estudié la relación entre la guerrilla y las comunidades de La

Macarena. Para ello trabajé algunas historias de vida con el objeto de conocer de qué

lugar eran los campesinos. Una corrección sistemática la hicieron presente varias

personas, pues la pregunta ¿usted de dónde es? encarna un problema en su formulación:

144
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

no se trata de donde son los campesinos, me aclararon, sino de donde vienen, pues ante

todo aquellos que colonizaron la región son de La Macarena. Una de las historias de

vida, de un fundador del Guayabero bajo, don Plínio trascendió el orden temporal y

cronológico con el que pretendía reconstruir sus recuerdos: tras la trascripción de la

grabación, los apuntes tomados me permitieron luego darle un orden, mi orden, a la

narrativa bajo el marco de linealidad textual propia de las historias de vida: nació en

Restrepo, Meta; vivió su infancia entre Girardot, Fusa y Cumaral. Llegó a La Macarena

el 23 de marzo de 1972 a la edad de 7 años a abrir monte, pues allí “no había nada”.

Pero la amplitud y fragmentación de las temporalidades de su narrativa, ocultas tras el

marco cronológico de la historia de vida, la dotan de significado pues cuando Don

Plínio se refería, por ejemplo, a la dureza del terreno de La Macarena la comparó con la

situación que vivió su padre cuando salió de Viotá, por problemas con el ejército porque

“mi papá estuvo metido en las guerrillas de esa época. Le tocó salir y vivó unas épocas

muy duras”. Eso dio pie para recordar que él es del Castillo, Meta, pero que salió de allí

muy pequeño porque la violencia llegó a la región y muchas personas tuvieron que huir.

Violencia de la que años más tarde se refugiarían con otras tantas familias en La

Macarena, pero por poco tiempo, pues luego de que la guerrilla hizo su aparición, la

organización campesina empezaba a conformarse y a la vez que ganó en orientaciones

políticas se convirtió en foco de ataques del Ejército y presión de parte de las FARC.

“Pero nosotros no somos guerrilleros”, concluyó.

Hice una observación a don Plínio: me pareció impactante su capacidad para recordar

eventos que se remontan a su mas temprana infancia, cuando tenía cinco o siete años.

La esposa de don Plínio explicó que eso suele suceder con la gente, pues desde que

145
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

Foto 19
Memoria de las marchas. Entre sus fotos familiares, Doña Luz guarda una de sus padres en
las históricas marchas de los años 1980. En ese entonces, miles de campesinos de La
Macarena se movilizaron hacia San José del Guaviare exigiendo el realinderamiento de la zona
de reserva. Fueron los tiempos de la Unión Patriótica, muy activos y bastante trágicos: fueron
asesinados cientos de dirigentes sociales que luchaban por causas todavía vigentes.
Autor: N-E.

146
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

niños les enseñan cosas que luego toman como recuerdos propios. Este apunte de doña

Támara es la clave para entender cómo la memoria regional se expande generaciónes

incorporando sentidos comunes como los que a continuación introduzco: la violencia

vivida por don Plínio cuenta con varios plurales que señalan la experiencia colectiva. Su

familia, sus vecinos, otras personas acompañan los recuerdos de la violencia y, es

seguro, la construcción de sentidos en torno a ella. La aparición de la guerrilla en la

Macarena, por ejemplo, estuvo precedida por reuniones comunitarias en donde los

campesinos se plantearon qué hacer. ¿Denunciarlos? ¿Averiguar sus intenciones?

¿Trabajar con ellos? Las historias de don Plínio concuerdan con versiones de otros

campesinos, por lo que ahora puedo encontrar en esa narrativa un componente social

que constituye, para don Plinio y otras tantas personas, la estructura de su narrativa, la

forma de su historia: el marco social de la memoria colectiva. La concordancia de los

recuerdos individuales en una narrativa regional implica una reformulación de los

recuerdos que, según explica Bodei, “está ligada a la necesidad de volverlos coherentes

con el horizonte del presente y con las tradiciones aceptadas por la comunidad o por el

grupo del que se forma parte” (2000:10). Esto porque

la memoria individual no está sostenida tanto por recuerdos subjetivos como por
marcos sociales y por prótesis externas (señales, escrituras, ritos, monumentos)
que la sostienen y buscan perpetuarla, volviendo así comunicables las
experiencias compartidas…. no hay memoria fuera del sistema de cooordenadas
utilizadas socialmente por los hombres para fijar y encontrar sus propios
recuerdos (Bodei 2000:10).

La serie de conflictos que implicó el colonizar zonas de reserva natural, tener en el

cultivo de la coca la única alternativa económica y ser escenario del surgimiento y

consolidación de las FARC se han constituido como hitos de la memoria para la acción

147
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

colectiva. Y ha sido que, como lo han señalado los trabajos de Ramírez (2002) y Chaves

(1998), en ese escenario de movilización que la subjetividad ha encontrado referentes

para su constitución. Aquellas movilizaciones de 1996 en las que se exigió el

reconocimiento ciudadano, en donde se reivindicó el carácter campesino con diferentes

distinciones (jornaleros, raspachines, finqueros) y que hoy día configuran el apagado

pero aún permanente discurso político, han significado una reivindicación de las

condiciones de reconocimiento social e inclusión política que el campesinado demanda.

De allí que el ejercicio constante de la memoria como representación y experiencia del

conflicto social y armado aparezca como elemento de suma importancia para

comprender la forma como las comunidades campesinas se han adaptado al medio y sus

condiciones. Dicho ejercicio, como proceso de significación no se limita al simple

registro de sucesos. Más bien, en la línea que propusiera Halbwachs (2004), se trata de

una reconstrucción de la historia. Que para el caso de La Macarena se encuentra en

constante formulación, porque no se trata de un ejercicio de memoria sobre el conflicto

regional ya superado, sino de un ejercicio de memoria en constante movimiento, que

sobre aspectos fundamentales (hitos históricos, como lo fueron la colonización, la

fundación de las Farc, las ofensivas militares) incorpora los nuevos elementos que van

apareciendo para actualizarse de forma periódica. Un ejercicio de construcción

territorial pues define la serie de significados sobre los cuales se ejerce la ocupación del

espacio amazónico.

La memoria constituyente como proceso.

Ahora bien, al abordar la memoria como narrativa colectiva que configura el universo

148
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

de sentido regional ¿cuándo se hace posible observar el paso de lo constitutivo a los

procesos constituyentes? Al igual que la primera expresión de la memoria, el carácter

constituyente también es social en cuanto se encuentra atado a la construcción del sujeto

y del movimiento campesino. Podría proponerse, siguiendo la vieja distinción marxista,

la existencia de una “memoria en sí” y “memoria para sí”, donde la memoria colectiva

constitutiva, como condición del vínculo social, apunta a la construcción de nuevas

formas de significación. Si bien para el marxismo significó un reto analítico y político

identificar ese salto cualitativo de la conciencia en sí a la conciencia para si (cf. Tarrow

1997:11, quien señala la importancia del análisis gramsciano para comprender dicho

tránsito) la concepción dinámica de la memoria implica retos similares pues el paso de

lo constitutivo a lo constituyente no es resultado de una transmutación mecánica. A

partir de la propuesta de Desroche (1976) y en un marco analítico de conflicto y

violencia en la región, defino el espacio donde es posible identificar la memoria

constitutiva (en las narrativas sociales) y su desarrollo en memoria constituyente

(visible en las prácticas orientadas a hacer frente a la violencia política). El tránsito del

que hablo, en síntesis, se aprecia en la serie de prácticas y expresiones sociales que

exigen un conocimiento previo de las condiciones de la región. Es así que la memoria se

pone en juego y va más allá del registro de un monumento simbólico.

A continuación presento dos procesos estructurantes de la configuración regional de la

amazonía occidental colombiana. En primer lugar la forma en que las condiciones de la

violencia política -a manera de memoria constitutiva- marcan la pauta para las

posibilidades de la acción colectiva (en versión de memoria constituyente). En segundo

lugar exploro el papel de la memoria en la vida cotidiana, donde ésta hace las veces de

149
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

estrategia de adaptación. El primer proceso de la memoria se enfrenta a la política e

intervención del Estado en la región, en su apartado más conflictivo: la política

antidroga y contrainsurgente; mientras que el segundo proceso se enfrenta a ese “orden

de la guerra” derivado de la violencia política regional.

La memoria constituyente como apuesta de reconocimiento.

Las marchas campesinas del año 1996 son referencia obligada cuando se habla con

campesinos del Caquetá acerca de vida política de la región. En Cartagena del Chairá,

en mayo de 2007, tuve la oportunidad de discutir estos temas con algunos líderes

campesinos cuya experiencia política se remonta a las primeras versiones de la

organización campesina encausada por el Partido Comunista en los años 70 y 80.

La organización social que allí existe, alguna una vez impulsada por las Farc, con el

tiempo ganó autonomía y se hizo tradición gracias a una dinámica de “inercia política”.

Es decir, el trabajo que hiciera la guerrilla en los años 80 redundó con el tiempo en un

fuerte capital social que adquirió vida propia y que en la actualidad se expresa en un alto

nivel asociativo, pues a lo largo del río Caguán existen comités de caucheros, comités

de arroceros, comités de Juntas, comités de jóvenes, comités de mujeres, comités de

coteros, entre otros. Organizaciones sociales que desde hace varios años no solo no

necesitan de la guerrilla para funcionar, convocar reuniones o nuevos integrantes o para

ganar legitimidad, sino que con su ejemplo inspiran y motivan la fundación de nuevas

organizaciones en la región.

Esa historia reciente la comparten varias generaciones de campesinos que pueblan la

región, aquellos que colonizaron la amazonía y los hijos y nietos de la colonización.

150
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

Entre todos comparten el hito y la tragedia que marcaron las marchas campesinas de

1996. Los jóvenes que hoy rebasan los 23 años junto a sus mayores recuerdan con

orgullo esa masiva movilización, la dureza de las condiciones que acompañaron la

marcha, la solidaridad campesina que a su paso apoyó y sostuvo el esfuerzo; el papel de

las Farc en la orientación política del movimiento6, la criminalización de la que fueron

objeto y la consecuente represión a la que fueron sometidos por el ejército. Su

existencia como movimiento social se hizo sentir ante el gobierno y para el país con una

serie de reclamaciones que, reconociendo el carácter ilegal de los cultivos de coca,

llamaban la atención sobre la necesaria legitimidad que encarna para los campesinos el

trabajo en el único renglón económico que resulta rentable7. El movimiento reivindicó y

propuso la posibilidad de desarrollar alternativas económicas para los campesinos,

distintas a las políticas de fumigación indiscriminada que desde entonces se afirman

como la única atención y presencia que tiene el estado para tratar (no para solucionar) el

conflicto cocalero del país. En suma, ese posicionamiento como colectivo se encausó en

la exigencia al estado para ser reconocidos en su carácter ciudadano (Ramírez 2001).

A jóvenes y viejos el hito de las marchas significó la tragedia de una experiencia que

6
Cuyo papel ha generado una discusión entre los trabajos de Guillermo Ferro & Graciela Uribe (2002) y
Ma. Clemencia Ramírez (2000): si para el primero el apoyo hace parte de una estrategia política para
ganar adeptos en sus planes estratégicos a largo plazo y demostrar su poder en la reguón, para Ramírez
se trató de un apoyo conducente a exigir que el estado cumpla sus funciones.
7
Una nueva discusión que de igual forma convoca a Ferro & Uribe y Ramírez tiene que ver con el
carácter de los campesinos y su movilización como propia o no de un movimiento social: si de un lado
Ramírez (2000) propone la existencia de un movimientos social en el putumayo, al contrario (y
hablando del Caquetá) Ferro & Uribe (2002: 82) plantean que, dado el carácter variable de la
autonomía de la movilización, y el bloqueo de la movilización social ante fuerzas que superan a los
campesinos, los campesinos interesados en su emancipación optan por ser invisibles. La discusión
sigue abierta y supera los alcances de este trabajo la posibilidad de contribuir al debate analizando la
tención que supone la presencia de la guerrilla como expresión política que dinamiza y configura las
posibilidades de las acciones colectivas.

151
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

obtuvo como respuesta la represión militar, por un lado, y los incumplimientos a todos y

cada uno de los puntos pactados con el gobierno Samper (1994-1998), por el otro. La

respuesta del establecimiento derivó en la muerte, desaparición o exilio de los líderes

del movimiento. La cultura política que allí existe debe leerse en clave de sentidos, sus

posibilidades y estrategias. Sentidos que, según la propuesta de Álvarez, Escobar y

Dagnino (2001) han re-construido una idea de participación, democracia y legitimidad

que antes que pretender la destrucción del estado colombiano y la reivindicación de la

lucha armada se orientan a ganar espacios de reconocimiento político y social (cf,

Ramírez 2002). Las reivindicaciones actuales del movimiento campesino apuntan a una

solución como una política de ciudadanía ejercida por los campesinos, buen ejemplo de

lo que significa la política cultural. Ella se hace visible, por ejemplo, en los

comunicados de tres asociaciones campesinas existentes en La Macarena, Ascal-G,

Acatm y Asocolpaz, donde exigen atención y reconocimiento del estado para dialogar.

Durante 2006, en el marco de la amenaza de la erradicación forzada, circularon en la

región manifiestos de estas organizaciones donde reivindican la legitimidad de su

vocería. Pero la respuesta institucional va en contravía, puesto que la retórica oficial,

como estrategia para no reconocer al campesinado como el interlocutor legítimo que se

presenta, niega su filiación campesina como la analizaré más adelante.

Al revisar mis notas y transcripciones he encontrado que en el tema de las marchas del

año 96 y la historia de la UP, la narrativa campesina se transforma en un marco de

memoria que recuerda los eventos, los hitos y las tragedias, en una forma tal que los

recuerdos se reconstruyen en una sola voz desde la cual se analizan y juzgan las

posibilidades de la acción colectiva contemporánea. Las marchas y la historia de la UP

152
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

convocan al ejercicio de rememoración histórico, el análisis de sus consecuencias y la

certeza de las posibilidades cercenadas. De forma paradójica una de las voces de la

memoria es el silencio deliberado que remite a las condiciones de esas posibilidades. Es

decir: en medio de la guerra los silencios hacen parte de una amplia estrategia de

comunicación para referirse a los asuntos peligrosos, los temas delicados, los hechos y

pensamientos que pueden comprometedor la seguridad de quien habla y que entontes

calla para decirlo (véase por ejemplo la historia de Buda, tratada en el capítulo primero).

El silencio de la narrativa aparece cuando se habla de cuestiones que remiten a

explicaciones sencillas sobre la permanencia de las personas en la región, sus

perspectivas de migración; el silencio aparece cuando se trata la familiaridad, miedo o

certeza que las personas tienen acerca de la situación regional.

La narrativa política regional, que se nutre de cuestiones prácticas como las anteriores,

incorpora un silencio muy grande cuando se habla sobre las posibilidades para ganar

reconocimiento del estado. La impotencia se traduce en silencio. Allí donde priman los

silencios la situación puede comprenderse como una forma de recuerdo sublimado,

latente pero no tenido en cuenta donde, según propone Alida Assman:

a los recuerdos no disponibles y disponibles se añaden los recuerdos


inaccesibles guardados baje llave, cuyos Cerberos responden al nombre de
represión o trauma. Esos recuerdos son muy dolorosos o humillantes como
para poder salir a la superficie del conciente sin ayuda externa (2003:137).

En el caso de la narrativa política regional, la sublimación del recuerdo se incorpora

como una variante política, no de dolor o humillación, pues configura un silencio

reflexivo sobre problemas no resueltos.

Los silencios en las narrativas políticas campesinas apuntan hacia las Farc con una

153
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

Foto No 20
El cruce del vaquero. Tras pasar varias reces de una orilla a otra, atadas a las bandas de la
canoa, uno de los vaqueros -con su caballo y sus perros- se embarca hacia el margen derecha
del río Guayabero.
Autor: N.E.

154
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

condición muy particular: esos silencios señalan a las Farc como la vía mas expedita de

interlocución con el estado. En el Caquetá, La Macarena y en otras regiones del país la

guerrilla aparece como el único canal de expresión política posible en temas de

reivindicaciones sociales y políticas que desde el estado no son atendidos sino negados

como temas susceptibles de negociación. Por ejemplo los cultivos de coca o la

ocupación de zonas de reserva natural, que son tratados por el estado como asuntos

delictivos a ser atendidos conforme señala el código de procedimiento penal.

De igual forma una de las lecciones de la fallida negociación del Caguán (1998-2002)

dejó como enseñanza que mientras el estado atendía a la guerrilla, los movimientos

sociales no solo no encontraron ese espacio de negociación sino que fueron diezmados

en medio de esa negociación por medio de la desaparición física o amenaza a líderes y

participantes a manos de miembros de las fuerzas de seguridad del estado ó

paramilitares. Esa estrategia paramilitar encausada por las fuerzas armadas en el Oriente

antioqueño, el Putumayo, Arauca, Catatumbo, Cauca, Cundinamarca y otras tantas

regiones del país, comprende una historia que transita y se multiplica entre las

organizaciones campesinas del país; historia que o bien se ha vivido o ha llegado a las

tierras de la Amazonía occidental en boca de representantes de las comunidades que

participan en foros agrarios, por ejemplo. La historia y esta situación contemporánea

contribuyen a dibujar el panorama de política y de violencia al cuál se enfrentan los

campesinos.

Hace parte de la memoria constitutiva regional las justificaciones y la justicia que

defienden las Farc para legitimar la lucha armada. Esta memoria no se remonta solo a

155
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

los mitos fundacionales de las repúblicas independientes sino que se alimenta de forma

constante de las condiciones actuales de violencia estructural. El discurso político y

estrategia de las Farc no tiene que realizar demasiados malabares semánticos para ganar

a su base social, convocar a su proyecto político bolivariano y reclutar nuevos militantes

armados para sus filas guerrilleras, pues a fuerza de los hechos y las circunstancias la

memoria regional señala que la forma para hacerse sentir es por medio de las armas.

Cabe recordar pues que el genocidio de la UP no está muy lejano, la represión de las

marchas cocaleras marcó la identidad política regional y el desplazamiento de varios

millones de campesinos se ha sedimentado en esa identidad y conciencia campesina

como una dura experiencia que marca la pauta para la acción.

Memoria constituyente y la construcción de fronteras territoriales.

Mi experiencia de investigación en La Macarena y los recorridos en el Caquetá me han

permitido acercarme en términos más cercanos a la violencia política como un proceso

se ha incorporado a la vida diaria de las comunidades campesinas.

Algunos factores de la configuración territorial se encuentren en la dinámica del

conflicto y lógicas de sus agentes, quienes condicionan la definición de las fronteras

regionales (simbólicas, como universo de sentidos, y formales como jurisdicciones

políticas), la resolución de conflictos, las representaciones sociales sobre la política y lo

político y la organización social.

Uno de los aspectos relevantes en la construcción del universo de sentido que integra a

las comunidades campesinas, y desde el cual se ha definido la identidad regional, se

encuentra en la configuración de una serie de fronteras simbólicas precisadas por la

156
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

guerra. Los campesinos se desplazan de una región a otra tendiendo en cuenta las

condiciones de las jurisdicciones armadas: ¿es zona de operaciones militares, hay

paramilitares, qué frente guerrillero opera allí? Son preguntas interiorizadas, entre otras,

que orientan la migración, las redes comerciales, las relaciones sociales. En su versión

más perversa es corriente señalar a los habitantes de una región controlada por la

guerrilla como guerrilleros, vistos de forma sospechosa por el ejército y los

paramilitares. Y es común que la guerrilla vea con desconfianza a los habitantes de

caseríos y poblados donde el ejército y los paramilitares hacen fuerte presencia. Esta

lógica introduce entre muchos habitantes de la región que asumen las sospechas como

propias y verdaderas, marcando una pauta de mutua desconfianza para las relaciones

sociales. En ese universo de sentido es difícil que existan vacíos o pequeños espacios

para que sea reconocida la neutralidad y en todo caso la condición de los habitantes

como civiles, desarmados y con derecho a la ciudadanía.

El ejemplo anterior se enmarca, y puede entenderse, desde la estructuración del

territorio regional. Para ello es necesario comprender aquellas jurisdicciones formales

que funcionan como jurisdicciones políticas y marcan los límites internos y externos de

la región. Se encuentra en los caminos, por ejemplo y tal como lo señalo en el capítulo

primero, si no cambios de paisajes evidentes si cambios de ambiente.

Cómo moverse por la región, quién manda en dónde y las posibilidades para los

desplazamiento hacen parte de la experiencia regional que en forma de memoria se

hereda entre generaciones y se transmite socialmente entre las comunidades, pues la

experiencia de alguien que fuese devuelto o secuestrado es una experiencia que se hace

cercana para todos.

157
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

ELEMENTOS PENDIENTES PARA UNA AGENDA REGIONAL.

En el año 2004 los Pijaos de la comunidad del Yaguara II fueron expulsados por las

Farc. Nunca se supo la suerte de su líder histórico, don Escolástico8, y en la actualidad

los miembros de dicha comunidad viven como desplazados en san Vicente del Caguán.

Al respecto me ha sido difícil conocer lo sucedido, no he hallado quien me narre los

hechos sin prevenciones o me pueda dar mayores detalles. Don Alcibíades y Sergio

apenas comentaron la situación como un ajuste de cuentas de la guerrilla con los Pijaos

por una historia ocurrida en el Tolima, 33 años antes. Otras personas con quienes hablé

mostraron cierta incomodidad con los hechos y con evasivas cambiaron el rumbo de la

conversación. Dejaron claro que sobre el tema es mejor no hablar. Sus silencios pueden

ser entendidos de la forma como en el anterior capítulo lo hiciera remitiéndome a ese

conocimiento venenoso, propuesto por Veena Das (1997).

Las experiencias campesinas permiten entender las distintas formas en que la memoria

hace las veces de puente dinámico entre el pasado y el presente, pues como recurso la

memoria no se encarga solo de narrar el pasado sino que sirve como estrategia para

afrontar las situaciones de violencia política a las que se enfrentan diariamente las

comunidades que viven en este contexto de conflicto armado. Esta práctica narrativa, a

la manera de un marco social, construye una serie de significados comunes para los

eventos del conflicto armado a partir de los cuales se dota de sentido a esa violencia de

la vida diaria. La historia de la región, la historia de las comunidades y las historias

individuales se encuentran cruzadas por la violencia política de tal forma que es posible

8
La historia de don Escolástico se puede consultar en el trabajo de Alfredo Molano (2002) “Apaporis
viaje a la ultima selva”.

158
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

hallar en estos tres niveles de narrativas (regionales, comunitarias e individuales) una

serie de elementos comunes que permiten comprender la forma en que la violencia

configura y regula la experiencia social, la experiencia individual: la historia de la

violencia en sus distintas etapas se incorpora a la memoria constitutiva y es la pauta

desde la cuál desde las subjetividades se aporta a la construcción de la realidad social.

A mi parecer el trabajo sobre la memoria en el contexto conflictivo de la Amazonía

occidental no solo resulta útil para los análisis académicos que pretenden comprender

la configuración de la violencia y su impacto en la vida de las comunidades campesinas

y su vida política, sino que también puede servir para las organizaciones sociales de la

región para no dejar escapar la historia, incorporarla de forma más decidida en la

agenda política y para aprender junto a las nuevas generaciones los retos y las

posibilidades que el camino recorrido por el movimiento social campesino tiene para

enseñar.

Junto a varios compañeros con quienes he compartido trabajo en la región hemos

iniciado el desarrollo de una serie de propuestas a comunidades y colectivos

encaminados a explorar metodologías que permitan reconocer la historia de las

personas, las comunidades y la región para hallar la forma en que esa historia estructura

la vida presente. Esa recuperación sistemática puede contribuir a los colectivos sociales

a salvar algunos de los silencios a que el contexto de guerra los ha obligado, ayudando

a motivar aquellos elementos de reivindicación política tan urgentes y necesarios para

llegar a acuerdos con el estado colombiano para superar así, mediante una negociación,

algunos de los conflictos que hacen a la Amazonía un territorio fértil para la lucha

armada. .

159
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

Las condiciones políticas de este territorio es el tema a tratar en el siguiente capítulo.

160
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

Capítulo Quinto

LA POLÍTICA DEL LUGAR


Las tensiones del territorio político en La Macarena.

Este capítulo es fruto de discusiones sostenidas con líderes campesinos de La Macarena.

Muchas de mis opiniones se han forjado en esos momentos, pues fue allí cuando mis

observaciones, preguntas e incluso los primeros avances de esta monografía los puse en

debate. Así mismo este capítulo recoge apreciaciones motivadas por las preguntas

realizadas por compañeros y profesores en los distintos seminarios metodológicos de la

maestría. En principio se suponía que el tema tratado en este apartado sería el eje central

de la monografía, pero una vez puse en práctica el proyecto de investigación el tema de

la violencia asumió una complejidad no supuesta. Por lo tanto algunas de las preguntas

que motivaron ese proyecto siguen pendientes, pero es a partir del análisis de este

capítulo que cuento con más y mejores herramientas para comprender las condiciones y

posibilidades de la cultura política en la región.

En consecuencia, en este capítulo expongo el papel que juegan los procesos de

naturalización de la violencia y la memoria política (trabajados en los apartados

anteriores), en la definición de lo político en la región. Dicho papel se expresa en el

reconocimiento que existe allí de las fronteras intraregionales que demarcan la

existencia de ciertos límites políticos; estas fronteras las he llamado fronteras de

sentido, pues configuran el “nosotros” que aglutina e identifica a los pobladores. Un

“nosotros” que está atravesado por tensiones que, como analizaré mas adelante, limitan

las posibilidades políticas de las organizaciones campesinas.

161
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

La estrategia etnográfica de este capítulo identifica la relación entre cultura y política.

Dada la amplitud del tema, y los propósitos de este trabajo frente al impacto de la

violencia en la vida diaria, la mirada cultural identifica el papel que en esa relación

juegan las respuestas sociales (como producto cultural) a la violencia política. He

intentado no perder de vista las distintas escalas de violencia y de conflicto (que antes

he denominado como marcos reguladores) que moldean las formas de sociabilidad, ya

que esta perspectiva permite que

una vez hemos comprendido cómo las relaciones concretas y las relaciones
abstractas se conectan, empezamos a ver cuestiones de escala y
complejidad bajo una diferente luz (Das 2007:3).

Esas relaciones abstractas (los marcos de violencia) y concretas (las formas de

sociabilidad) toman sitio en una política del lugar. En esta política del lugar me ha sido

posible identificar tres escenarios que la estructuran y que trabajaré a continuación: la

cultura campesina, las representaciones sobre el territorio y las prácticas políticas.

Un referente constante en este capítulo es la mención a la cultura política. Como

concepto no hay acuerdo, pero es posible encontrar una clave para su definición en el

trabajo de Arturo Escobar (2001). Este autor concibe la cultura como un sistema de

significación mediante el cual se comunica, experimenta y reproduce un orden social; es

un conjunto de prácticas materiales que constituyen significados, valores y

subjetividades (Escobar 2001:19). Ahora, bajo una lectura de lo cultural en clave de la

política, en este trabajo comprendo por cultura política las prácticas sociales que

construyen sentidos de pertenencia y referencia, individuales y colectivos, con el

territorio de La Macarena y el mismo colectivo campesino. Son las pautas mediante las

162
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

cuales el colectivo se apropia de los intereses del “nosotros” en relación al territorio, y

se explican las situaciones que se viven y se significan las respuestas que ante dichas

situaciones son posibles.

Las preguntas que orientan este aparte son: allí donde la política esta aparejada con la

violencia en la vida diaria, ¿qué escenarios y agentes la configuran? ¿cómo se define lo

político, cómo se participa en la política? y por último: ¿qué posibilidades existen en La

Macarena para dicha participación en la política?

Para comprender ese panorama, y cómo se vive la vida política en la región, el capítulo

lo he dividido en las siguientes partes: en la primera presento, a la manera de una serie

de viñetas, descripciones de la vida política en La Macarena, rescatando algunas de las

tensiones que se cruzan en la vida de los campesinos. A continuación trabajo las

fronteras de sentido sobre la región, analizando el papel que juega en las narrativas

campesinas el reconocimiento del “afuera”, ese lugar lejano de la región que abarca

tanto al resto de la sociedad como al estado; en esta misma sección analizo las fronteras

internas que marcan la diferencia que existe entre una zona y otra según sea la

jurisdicción militar que allí predomine. Finalizo el capítulo con un desarrollo de la

propuesta de la política del lugar señalando los principales rasgos en la definición de lo

político en el lugar, y los retos a que se enfrentan las comunidades campesinas.

El panorama no es halagador, pues mis conclusiones apuntan que ante la existencia de

un estrecho margen para la acción política de las organizaciones campesinas, la guerrilla

parece asumir una vocería regional que han ganado a fuerza de la negación sistemática

del estado colombiano para reconocer a las comunidades y organizaciones campesinas

como actores legítimos, portadores de los derechos que la ciudadanía confiere.

163
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

Foto No. 21
El profe Yamid y sus estudiantes de la Escuela El Carmen. Algunos de estos niños y niñas
han de caminar un par de horas para llegar a la escuela. Pocos terminarán la primaria y
prácticamente ninguno podrá cursar bachillerato, pues estudiar en el pueblo es muy costoso. La
alcaldía ha amenazado con cerrar la escuela por el bajo número de niños. Muchos niños y niñas
no pueden estudiar porque en sus veredas sólo hay 3 ó 6 estudiantes.
Autor: N.E.

164
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

LA POLÍTICA EN LA VIDA DIARIA

2007 fue un año de mucho movimiento político para la vereda El Socorro.

Tras la desmovilización del presidente de Junta de Acción Comunal y su familia tuvo

que darse cierto proceso de acercamiento con la guerrilla para dar las explicaciones del

caso: varias personas de la vereda hicieron saber que la acción del presidente de Junta

fue cosa de él y su familia, la vereda no tuvo nada que ver ni nadie les ayudó. Para

completar el cuadro, semanas después se presentaron dos nuevas desmovilizaciones de

campesinos en la vereda, que no guerrilleros en el sentido estricto de la palabra; sino

colaboradores venidos a menos –por la situación de pobreza-, o venidos a mal –por

cuentas pendientes con la guerrilla. Pero la desmovilización de un miliciano de otra

vereda trajo problemas. A las pocas semanas el miliciano desembarcaba en los

alrededores con militares señalando gente: personas que trabajan con coca, campesinos

cercanos a la guerrilla, otros milicianos. Una situación mas compleja sucedió en el

2006: guerrilleros del séptimo frente acusaron a una joven mujer de ser auxiliadora del

ejército. La joven estaba embarazada, pero esto no importó para que en presencia de

sus hijos los guerrilleros la ajusticiaran. Su esposo era en ese entonces un reconocido

miliciano, respetado por la comunidad, a quien no se le informó de las sospechas que

existían sobre su esposa.

Como respuesta a semejante atropello el miliciano se desmovilizó y señaló a todos

aquellos a quienes el sabía trabajaban con la guerrilla, e incluso a todos aquellos sobre

los que el sospechaba estaban vinculados al movimiento. Los bombardeos y las

detenciones masivas del ejército no se hicieron esperar.

165
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

Tiempo después nuevos problemas se vivieron en las veredas. Uno de ellos, que

mencioné en el capítulo primero, fue la orden contradictoria de dos frentes guerrilleros

que autorizan el tope máximo de hectáreas para tumbar. Esto confundió a la gente que

tenía fincas en ambos lados del río. ¿Debían hacer caso cuál frente? ¿O en cada finca

había que obrar distinto? Esta situación fue inédita para los habitantes de la vereda. Y

como no había antecedentes, cada quien obró bajo su criterio: unos respetaron las

órdenes, según el lado donde se encontraba cada finca; otros cumplieron la orden del

frente que dejaba tumbar selva, pues cómo las familias viven bajo la jurisdicción de ese

frente, a ellos hay que hacerles caso. Se decidió que una comisión de la vereda hablara

con ambos frentes para saber qué se podía hacer.

Por último, a lo largo del año, el ejército no desembarcó en la vereda aunque se

esperaba que lo hicieran en el 2008, pues la erradicación forzada sigue su curso. Las

primeras comisiones de campesinos pensaron en organizarse para proponer al gobierno

alternativas, hacer un seguimiento a la erradicación y exigir soluciones de largo aliento.

Pero con tantas experiencias fracasadas, líderes amenazados y promesas incumplidas,

pocos han tenido fe en que ello funcione.

En la vereda el Socorro, la Junta eligió nueva directiva y recién posesionados tenían que

discutir con la alcaldía si para el próximo año les enviarían profesor para la escuela,

tenían además una cita con una institución del estado, el Instituto Colombiano de

Bienestar Familiar, que ofrece programas de seguridad alimentaría y a los poco días

fueron invitados a una reunión con la guerrilla. La vida política siguió su curso,

reuniones en las comunidades, visitas de comisiones guerrilleras a las veredas, boletines

166
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

radiales que anunciaban la erradicación de la coca. Pero con la proximidad de las

elecciones la situación estaba un poco tensa: no se sabía la guerrilla cómo obraría, si

decretaría paro armado, si permitiría o no votar ó si amenazaría a los candidatos.

Llegó octubre de 2007 y en el país se dieron las acostumbradas elecciones para alcaldías

y consejos. La Macarena vivió esa “gran fiesta democrática” como suelen titular los

medios aquella “cita de los colombianos con la democracia”. La cita y la gran fiesta no

estuvo exenta, faltaba más, de las consabidas prácticas electorales que hacen de la

nuestra la democracia mas antigua del continente: el clientelismo, la compra de votos, la

rifa al mejor postor del erario público. La guerrilla aunque no dañó la fiesta, tampoco

dio a entender que la votación estaba permitida; motivo por el cuál no fue masiva la

concurrencia de gente del campo al casco urbano. La abstención fue alta, solo votó el

45% del potencial electoral (2318 votantes entre 5089 personas inscritas)1. Desde hace

años la gente que vota es la gente de los cascos urbanos, la gente del campo votó cuando

existió la UP, o cuando el Partido Comunista tuvo representación.

En las veredas no se hizo campaña y lo único que alcanzó a llegar no fueron las ideas,

ni los programas de gobierno de los candidatos; solo dinero, tejas de cinc, bultos de

cemento, cuadernos para los niños y mercados de parte de dos candidatos de la derecha,

avalados por partidos gobiernistas. Uno de ellos ganó con 741 votos, el otro le siguió

con 729. Y de lejos, muy de lejos, quedó el candidato de izquierda con una ridícula

votación de 27 votos. En La Macarena algunos pensamos que el Polo Democrático

tendría un papel importante en las elecciones, aprovechando esa historia legendaria del

1
Cifras y estadísticas de la votación pueden consultarse en la página de la Registraduría Nacional del
Estado Civil, de donde fueron tomados estos datos:
http://www.registraduria.gov.co/reselec2007/1028/index.html (Consultado el 15 de febrero de 2008)

167
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

papel que jugó la UP en la región, la conciencia política de muchos habitantes del

campo y las nefastas políticas agrarias que los distintos gobiernos han tenido hacia los

campesinos; ni que decir del impacto de las fumigaciones, o los excesos de las fuerzas

militares. Pero no fue así. La experiencia de la UP en la región tuvo mucho de trabajo

político, de formación ciudadana, de discusión en las comunidades. La UP ganó

credibilidad como movimiento e hizo campaña con un sustento ideológico fuerte.

Situación que la propuesta de la izquierda electoral en La Macarena no logró concretar:

la campaña estuvo mas bien pobre de ideas, baja en recursos económicos y corta de

estrategia. Y lo que fue determinante: no se apoyó en el trabajo de base. Claro, hacerlo

habría sido muy peligroso por cuenta de los fuertes señalamientos que existen desde la

institucionalidad para confundir entre expresiones de la izquierda legal y la guerrilla.

Nadie quiere repetir la historia del genocidio de la UP, son muy pocos los que se

atreven a hacer política en las veredas y esta historia de persecuciones y criminalización

ha redundado en que sea solo la guerrilla la que enarbole el discurso político a favor del

campesinado, y que esto contribuya, vaya paradoja, a que sea la derecha la que gobierne

a lo largo y ancho de los municipios de la amazonía occidental colombiana (con la

honrosa y única excepción de la Uribe, en el departamento del Meta)2.

Pareciera que aquello que la población no le cobra electoralmente al gobierno, sí se lo

cobrara y con creces a los excesos de la guerrilla: paros armados, ajusticiamientos y el

trágico fin de la zona de despeje en el municipio de La Macarena, por ejemplo, no hacen


2
La historia reciente de La Macarena cuenta con un hecho que resaltar: en el año 2001-2002, durante el
tiempo del despeje, la organización de Juntas fue capaz de presentar listas al consejo y candidata a la
alcaldía. Tuvieron la votación mas alta para el consejo municipal pero les ganó la compra de votos en
la elección de alcalde. Tras finalizar el despeje, la candidata y líder de las Juntas fue asesinada por las
Farc, un par de los concejales resultaron en sendas investigaciones por corrupción y todos amenazados
por la guerrilla.

168
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

a la guerrilla muy querida en el casco urbano. Según he observado con los años (es la

tercera votación de la que puedo ser testigo en La Macarena) aquellos candidatos que

llegan avalados partidos gobiernistas, que de manera eventual hablan de seguridad y

guerra, compran votos y ofrecen clientelas, llevan las de ganar. Antes que un debate

ideológico, en estas localidades como en otros tantos municipios del país, las

necesidades de la población condicionan las posibilidades del discurso.

Desde finales de 2007, y terminando febrero de 2008 el municipio de La Macarena se

encuentra sin energía porque no ha sido posible ingresar combustible para la planta3. Es

una negociación pendiente entre la guerrilla y la nueva administración, pues a pesar de

la fuerte presencia militar en la zona, la guerrilla controla el entorno. El actual ministro

de defensa en enero de 2007 aseguró, y desde hace varios años lo ha sostenido, que

la guerrilla controlaba una parte importante del territorio nacional; ya no.


Controlaban las carreteras; ya no. En poblaciones como La Julia, San
Vicente del Caguán o La Macarena imperaba la ley de las Farc; ya no4.

La realidad dista bastante del deseo del ministro, pues ese entorno que controla la

guerrilla no se ha afectado de forma sustancial. En la siguiente parte del capítulo me

propongo analizar las condiciones políticas de ese entorno, la otra orilla del río que

separa la presencia del estado con sus márgenes políticas y militares.

DENTRO Y FUERA: LAS FRONTERAS DE SENTIDO.

3
Véase: “Farc tienen sin luz a La Macarena hace 20 días” El Tiempo, 18 de enero de 2008.
http://www.eltiempo.com/nacion/llano/2008-01-19/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3925482.html
4
Véase: El Espectador. Martes 16 de enero de 2007.
http://www.elespectador.com/elespectador/Secciones/Detalles.aspx?idNoticia=4449&idSeccion=39
(Consultado el 15 de febrero de 2008)

169
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

A las fronteras geográficas que circunscriben el territorio de La Macarena como

municipio del departamento del Meta, que limita al sur y occidente con el departamento

del Caquetá, y al oriente con el departamento del Guaviere, se le sobreponen otra serie

de fronteras que resultan más útiles para los pobladores: las fronteras de sentido. Estas

fronteras lo son tal en la medida que permiten organizar el territorio a partir de una serie

de representaciones sociales que, siguiendo la propuesta de Daniel Mato, son formas de

interpretación y simbolización de aspectos claves de la experiencia social (2004:75).

Uno de los aspectos claves en la experiencia social de La Macarena es la distinción

entre la región y el “afuera”. Cuando se viaja a una ciudad se viaja “afuera”. Cuando

llegan funcionarios del estado central, son funcionarios que vienen de “afuera”. Los

soldados que llegan a Macarena, los helicópteros y todo el andamiaje militar viene de

“afuera”.

El fuera es un exterior lejano, para muchos inalcanzable y desconocido que se relaciona

con La Macarena en distintos niveles y que, como exterior constitutivo, contribuye a la

autocomprensión del “nosotros” regional. Del afuera se tiene conocimiento por lo que

se ve en televisión (aunque es muy poca la gente que en las veredas tiene planta

eléctrica y televisión), por lo que se escucha en el radio, por las historias de los

familiares que viajan e intentan convencer a todos que afuera se vive mejor. Afuera es a

donde se van los desmovilizados, y de afuera es que vienen los erradicadores, los

aviones que fumigan; es desde donde hablan los generales, donde se deciden las

políticas que luego se aplicarán en la región. De afuera viene el Plan Patriota. La región

es donde el nosotros cobra forma en la vida, tradiciones, representaciones sociales,

conflictos y violencias que comparten sus habitantes.

170
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

Es así que a su carácter inalcanzable (afuera está muy lejos) y desconocido (es muy

complejo, pocos lo han visitado), la tensión dentro-fuera incorpora el peligro y la

contradicción que existe entre las condiciones de la región, marginalidad, coca,

guerrilla, y las intenciones militares del estado para hacerse con el orden, acabar con la

coca y derrotar la guerrilla. Bajo este marco regulador, esta espacialización del

pensamiento según lo propone Gaston Bachelard (1993) una en su dialéctica de lo de

dentro y de lo de afuera figura lo de adentro como algo concreto, que marca su distancia

de afuera por medio de barreras. A esas y otras barreras, que no son tal en sentido

estricto (pues no resultan insuperables) las denomino fronteras de sentido que

configuran la geografía del espacio político en La Macarena.

A las márgenes del estado…

Ahora bien, con una estrecha relación a esa dinámica dentro-fuera, las fronteras internas

dinamizan la región. La presencia militar en los cascos urbanos marca la línea mas

notoria: allí el poder del estado es fuerte y señala una distancia con la zona rural, donde

el poder de la guerrilla se ejerce a la manera de un control silencioso: pueden no verse,

pero se sabe que “están allí”. Los límites no son rígidos, pues el ejército desembarca y

avanza por cualquier lugar, en algunos con mayor dificultad que otros. Y la guerrilla

hace presencia en los cascos urbanos gracias a sus redes de milicianos. La frontera en

las márgenes del estado no separan con mojones un país de otro; sus límites se

encuentran adscritos en el espacio social, insertos en la conciencia de las comunidades.

Salir de los cascos urbanos es adentrarse en una zona donde la jurisdicción es clara: allí

171
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

manda la guerrilla.

Al mediar el año 2007, junto a varios campesinos, nos reunimos con don Luis Pachón,

un dirigente de una asociación ambiental. Le preguntamos cuestiones relativas a sus

proyectos, su trabajo y las expectativas que tienen. Don Mario lo invitó a visitar la

vereda y compartir la experiencia con la comunidad. Don Luis aseguró que no había

ningún problema, pero bajó la voz y su mirada, y hablando muy despacio preguntó si

“el cucho” autoriza las reuniones en esta zona de La Macarena. Don Mario le respondió,

bajando la voz y la mirada también, que no había ningún problema, que ellos se

entienden con “el cucho” y le explicarían de qué se trata; que por acá no molestaban.

Por cucho se entiende, de forma coloquial, a los dirigentes guerrilleros de mayor nivel,

los máximos comandantes de los frentes guerrilleros. Son personas con mucha

experiencia, comisarios políticos que conocen la zona desde hace años. Algunos incluso

son de allí mismo y los existe legendarios: como el camarada Cesar, quien fue el

primero que habló sobre lo que la guerrilla buscaba; ó el camarada Hermides, quien

fundó uno de los frentes en la zona (Leal 1995). El Cucho es el que autoriza que los

campesinos se organicen, se movilicen; es el que permite las nuevas reglamentaciones.

Con él la gente se puede entender para apelar la decisión de un comandante guerrillero,

a él remiten sus queja y reclamos. Y en la región en hay varios cuchos: en La Sierra de

La Macarena operan cuatro frentes guerrilleros, y cada uno tiene sus cuchos.

Dependiendo de la zona en donde se viva, cambia el cucho a quien hay que remitirse.

Así, a don Luis lo inquietó la posibilidad del permiso para ir a hablar al Guayabero,

pues esa no es “su” zona, por donde se puede mover tranquilo.

172
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

Existen, pues, fronteras de sentido que se configuran a partir de la presencia de uno u

otro frente guerrillero, que marcan los límites para la vida diaria: si un frente permite

tumbar cinco hectáreas de selva, otro bien puede no hacerlo. Si un frente no arregla

ningún tipo de problemas entre vecinos, otro frente tiende a concentrar para sí esos

menesteres. La gente sabe que está hablando de la misma guerrilla, que uno y otro

frente se apoyan en las campañas militares, que siguen la misma línea de las Farc. Pero

también saben que en el manejo de sus territorios cada frente es distinto, y con cada

frente hay que entenderse. Cuando en La Macarena se migra de un lugar a otro, por

ejemplo, es necesario llevar cartas de recomendación de la Junta de Acción comunal, y

en ocasiones una recomendación del frente guerrillero de donde se procede.

Estas fronteras condicionan aspectos de la dinámica de la amazonía occidental, como

pueden ser las pautas para la migración, pues existen zonas mas o menos “calientes”

(según el término común que designa la mayor o menor complejidad de la situación de

violencia política) que se toman en cuenta para definir dónde alguien quiere irse a vivir.

Las fronteras de sentido circunscriben las filiaciones políticas con las que se representan

poblaciones enteras. Si los habitantes de la región tienen la impresión que desde

“afuera” se les toma a todos por guerrilleros, dentro existen definiciones que señalan a

los habitantes de un caserío con presencia paramilitar, como paramilitares; ó a los

habitantes de cierto casco urbano como integrantes de la red de cooperantes del ejército.

Esta organización espacial de las identidades políticas dibuja límites: es peligroso que

una persona de un caserío transite por el río, tanto como resulta riesgoso el ir al pueblo

si el origen es una vereda reconocida por su afinidad con la guerrilla.

173
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

Según Gerardo Ardila (2006) uno de los instrumentos del poder para legitimar la

historia es el uso de marcadores de la memoria histórica sobre el territorio, que no

siempre resultan en marcadores materiales, aclara, pues algunas comunidades disponen

de “mapas mentales”. El mapa mental que se establece a partir de las fronteras de

sentido que existen en La Macarena, no se recrea en forma de rituales o ceremonias; se

experimenta en la vida diaria gracias a la memoria que se incorpora al conocimiento

compartido que puede identificarse como universo de sentido que reconoce los límites

territoriales y simbólicos del paisaje político de La Macarena. Los lugares imaginados,

en este caso la territorialidad que demarca las condiciones del “adentro” regional,

actúa en dos sentidos, pues las relaciones de poder requieren de la base


territorial… para establecer el comportamiento de los diferentes actores
pero, a la vez, la territorialidad se transforma con el juego cambiante de las
relaciones de poder (Ardila 2006).

He encontrado en esa territorialidad una política del lugar sobre la cual concentraré el

análisis en el siguiente apartado.

LO POLÍTICO EN EL LUGAR Y LA POLÍTICA DEL LUGAR.

Dentro de los estudios de los movimientos armados y las revoluciones en América

Latina el trabajo de T. Wickham-Crowley (1996) ofrece un panorama comparativo en el

que se rescata la importancia de “la cultura” en la configuración de los movimientos

insurgentes y sus posibilidades de victoria pues, por así decirlo, es según la sintonía

cultural con que actúe una organización con su población de base se puede garantizar un

suficiente apoyo. El carácter conflictivo del asunto radica en que, según propone el

autor, la estructura cultural no es reductible a la estructura social. Existen en nuestro

174
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

Foto no 22
En 2008 varios medios publicaron la noticia de la captura, en medio de la selva, de 10
milicianos que pertenecían al anillo de seguridad del máximo comandante del Bloque Oriental
de las Farc. Se trató de varios comerciantes de La Macarena que fueron detenidos en sus
casas y que fueron acusados de colaborar para la guerrilla. La comunidad se manifestó en
contra de los señalamientos. Autor: N.E.
Autor: N.E

175
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

país, por tanto, una serie de realidades culturales que se adecuan de forma distinta al

conflicto armado y sus agentes. Ante semejante panorama analítico, donde las formas

como la insurgencia y el estado se relacionan con las comunidades, y estas comunidades

sobrellevan al estado y a la insurgencia, se encuentran muchas versiones regionales de

dicha relación. La Macarena, una de ellas.

Esa versión de la relación cultura-política la comprendo como una política del lugar,

entendiendo por ella la conjunción de tres escenarios: cultura, territorio y política. En

términos culturales la historia de la colonización, la racionalidad campesina y la

configuración de una sociedad regional que comparte tradiciones, costumbres,

significados, sentidos y memoria sobre la vida allí, son los aspectos característicos de

La Macarena. En su apartado territorial, la adscripción de los campesinos al paisaje

amazónico (como domesticación de la selva y la adaptación de la vida campesina a ese

medio, Ruiz 2002), junto con la configuración de las fronteras de sentido en el contexto

de violencia política que se vive en la región, dan sentido a la organización política y

espacial de La Macarena. El escenario político se configura a partir de un sentimiento

regional, un “nosotros” campesino, desde el que se define el sentido de su papel

político, siguiendo la formula del constitucionalista aleman Carl Schmitt (1984), en la

definición de la oposición amigo – enemigo; donde el enemigo, como agente externo

de la región viene de “afuera”.

La forma de vivir la política tiene mucho que ver con la forma como se vive la

violencia. Cuando en la región se rastrean ambos fenómenos, uno lleva al otro de forma

directa. Por eso el sufrimiento social analziado en el capítulo tres tiene mucho que ver

176
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

con la forma como se experimenta la política en la vida diaria: el sufrimiento de la

guerra configura el sentido político regional de la manera como mas adelante propongo:

marcando una distancia entre las responsabilidades y costo político de las acciones y

excesos del estado y de la guerrilla; la victimización que viven los campesinos gracias a

la acción estatal, concreta en el nosotros una cercanía con la guerrilla.

Así como la violencia de la vida diaria incorpora distintas prácticas cotidianas a un

proceso de naturalización y normalización de la violencia política, ese carácter político

de la violencia también se vive en la vida diaria. Las agresiones militares y simbólicas

que, en su interpretación se identifican como provenientes de “afuera”, configuran un

proceso de enmarcamiento (Tejerina 1998) en donde la victimización de las

comunidades campesinas se orienta, por un lado a construir un marco de referencia:

somos campesinos, somos víctimas del estado. Y por otro a identificar para su marco

de referencia la lectura y práctica que realiza el estado frente al conflicto: los

campesinos constituyen, junto a la guerrilla, el enemigo por combatir.

Cómo traté en el capítulo tres, la disparidad que existe en la experiencia del sufrimiento

entre los campesinos, bien sea infringido por el estado o la guerrilla, marca diferencias

estructurales en la definición del discurso político campesino, puesto que las agresiones

institucionales se conciben de manera distinta a las agresiones insurgentes. Esto es

importante tenerlo en mente para comprender cómo en La Macarena, a pesar de la

situación extrema de violencia, las respuestas políticas a las agresiones del estado son

capitalizadas por la guerrilla.

Ahora bien, en la política del lugar hay que hacer dos precisiones, una referente a la

contradicción que encarna la cercanía histórica y cultural de las comunidades

177
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

campesinas con las Farc, y de otro lado la paradoja que identificara María C. Ramírez

(2002) en la relación de los campesinos con el estado: han recibido atención de este

debido a que su actividad como cocaleros es reprimida.

La contradicción que significa la cercanía con la guerrilla, en cuanto a la relación que

las Farc tienen con las comunidades no se trata de una relación entre un actor armado

ajeno, extraño, sino con una instancia que se integra a las mismas comunidades: la

guerrilla es de allí, los comandantes son personajes muchas veces nacidos y criados en

la región; de igual forma en las rememoraciones de la gente las Farc tuvieron su

importante papel en la década del 80 en la organización de los campesinos, en su

politización. Pero tras el genocidio de la UP, las Farc perdieron capacidad política y

margen de acción, pues muchos de los líderes campesinos afines al proyecto político

fueron asesinados o desterrados. El trabajo político de las Farc se hizo desde entonces

mas tangencial, destinado a formar cuadros articulados a estructuras clandestinas. Las

contradicción que genera la convivencia con las Farc es que esta guerrilla, aunque

cercana en sus raíces a los campesinos, no deja de ser una estructura independiente de la

organización comunitaria. Y esa independencia es una de las reivindicaciones que

esgrimen las organizaciones campesinas. Durante mis recorridos por la región he

encontrado en narrativas campesinas cierto sentimiento de cercanía con la guerrilla, que

no justifica para sus pobladores que en las Farc se tomen el derecho de presumir que las

comunidades son, entonces, parte de la guerrilla.

Ramírez (2002) ha destacado las paradojas alrededor de las relaciones con el estado a

partir de su estudio sobre las movilizaciones campesinas del año 1996. Según la autora

éstas significaron, entre otras cosas, la adopción de un discurso político de

178
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

reivindicación del movimiento campesino como movimiento ciudadano. Situación que

marcó la gran paradoja en la que viven las comunidades de la Amazonía occidental

colombiana:

los campesinos cocaleros solo han recibido atención del estado central a raíz de la
expansión de la economía de la coca en esta región del país… campesinos que han
sido estigmatizados como auxiliadores de la guerrilla, delincuentes que actúan
fuera de la ley, pero que, a la vez, demandan reconocimiento político y
participación ciudadana (Ramírez 2002:20)

El reclamo de los derechos que les ampara su condición ciudadana constituye la

principal reivindicación. En su trabajo, Ramírez sostiene que

ha emergido y está en proceso de configuración un movimiento social de


pequeños campesinos cocaleros que se evidencia a partir de 1994, como respuesta
a las acciones del estado sobre la región amazónica en el marco de la lucha contra
las drogas. (Ramírez 2002:24)

Pero la historia ha tomado otro rumbo, pues por lo menos en las zonas de la amazonía

occidental en las cuales hice esta investigación (Norte del Caquetá, Sierra de La

Macarena, y una sección del Guaviare) no existe el movimiento social campesino. Hay

organizaciones campesinas, sí. Existe un discurso político, y hay una apuesta de política

cultural (Escobar 2001) para redefinir aquellos conceptos con los que el estado pretende

enmarcarlos y desconocerlos. Pero no hay acción colectiva más allá de la participación

en las Juntas de Acción Comunal ó en las Asociaciones campesinas que existen;

instancias que no se involucran en una movilización política a nivel regional. No es el

desinterés de las comunidades campesinas lo que explique esta ausencia, sino las

condiciones extremas de represión que existen. Las resistencias son muy focalizadas y

reprimidas de forma muy fuerte (como ha sido el caso, por ejemplo, del bajo Ariari y

bajo Guayabero).

179
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

Lo que no gana la guerrilla a costa de su discurso político (legitimidad, hombres y

mujeres en armas) lo logra gracias a la agresividad del estado. El “nosotros” regional

encuentra una vía expedita para su expresión política por vía de las acciones armadas de

las Farc, pues ha sido la guerrilla quien ha asumido el discurso político a costa de la

represión oficial a las expresiones legales y de reivindicación ciudadana que se han

atrevido a proponer las comunidades y organizaciones campesinas.

En medio de estas paradojas la pregunta lógica que han formulado los campesinos con

quienes he hablado a lo largo de mi trabajo es ¿qué hacer? No lo mismo qué se

preguntara Lenin, ni tampoco un giro retórico cuya respuesta remita de forma directa a

la vinculación con la guerrilla. Esa guerrilla, cómo expresión de múltiples conflictos en

Colombia, como respuesta armada de sectores campesinos regionales, como proyecto

político y como generadora de violencia y nuevos conflictos, no convoca de forma

necesaria a todos los campesinos para sumarse a la lucha armada. Muchos de quienes

conozco en la región, lideres comunitarios, familias enteras, coinciden con su ideario

político, otros los observan como parte natural de la región; algunos están vinculados a

las Farc. Pero otros tantos quisieran tener espacios de deliberación y participación por

fuera de las presiones armadas de las Farc; espacios de negociación con el estado para

encontrar fórmulas para sustitución de la coca y garantías de participación política. Las

asociaciones campesinas, por ejemplo, intentan esto: ser reconocidas por el estado en

tanto insisten en ganar independencia frente a la guerrilla a la hora de decidir si, por

ejemplo, se aceptan programas de asistencia técnica ofrecidos por entidades

gubernamentales.

180
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

El panorama no es optimista. El plantearse un movimiento social de carácter regional,

en un contexto sujeto a la definición militar del conflicto político colombiano, no es la

prioridad de los campesinos con quienes he hablado; la política del lugar, constreñida

por la violencia política en cuya responsabilidad no se salvan ni el estado ni la guerrilla.

Las comunidades encuentran que es mas urgente sobrevivir a las fumigaciones y al

operativo militar, soportar el control de la guerrilla y hacerle el quite a la crisis

económica.

Mas no por ello la resignación predomina. La apuesta política no decae y es posible

encontrar valerosos ejemplos de resistencia ante las agresiones del estado y las

intenciones hegemónicas de la guerrilla. Años de luchas políticas no pasan en vano, y a

pesar del trauma regional que ha significado tanta violencia, existen comunidades que

han incorporado en sus vidas un proyecto regional. Gente que convoca reuniones de

vecinos y buscan la forma de ser reconocidos por el estado bajo figuras jurídicas de

asociaciones y cooperativas para seguir insistiendo en soluciones negociadas a los

conflictos que se cruzan en La Macarena.

Con el pasar de los años, la guerra se ha hecho más agresiva y hace más difícil la vida

de las comunidades. Es de esperar que nuevas alternativas surjan y espero que con esta

investigación pueda contribuir, tanto a académicos como comunidades campesinas, a

comprender mejor La Macarena y afrontar los desafíos políticos y éticos que la

violencia en la vida diaria plantea a la construcción de la región. Revelar los procesos

mediante los cuales las comunidades son criminalizadas, denunciar las practicas

contraproducentes para la politización de la región que efectúa la guerrilla, y reconocer

181
Capítulo Quinto
La Política del Lugar

el impacto de la violencia en la cotidianidad regional, puede contribuir al esfuerzo que

espera a las organizaciones campesinas para articular un discurso que convoque a las

comunidades y permita la recuperación del movimiento social. Recuperar las valiosas

experiencias de décadas pasados significaría para los campesinos un marco para la

acción, un acumulado histórico que al tenerlo presente podría motivar de nuevo una

organización mas activa.

Tras discutir el agrio panorama regional con Don Plínio, él coincidió conmigo en que la

participación política, la generación de alternativas, la propuesta de soluciones es una

tarea muy difícil, pero urgente. Le pregunté si a se había planteado irse de la región.

Pensó un momentó su respuesta:

“Cuarenta años en esta Macarena, desde que era un peladito. Llegué con papá, con
mi mamá y mis tres hermanos que son menores que yo cuando por acá no había
nada, sino tres ranchitos. Nosotros tampoco teníamos nada ¿Y ud cree que me voy
a rendir? No se han ido mis hijos, que sienten esta región como suya, menos me
voy a ir yo, que ayudé a construirla”.

182
Conclusiones

CONCLUSIONES

El poblamiento del piedemonte amazónico colombiano consistió en un proceso de

colonización que a lo largo de varias décadas a mediados del S XX integró en un mismo

espacio a campesinos provenientes de las mas lejanas zonas del país: Santander, Tolima.

Cundinamarca, Arauca, Valle, Cauca, Antioquia… El encuentro de una población tan

heterogénea en un espacio nuevo e inhóspito, como lo fue la selva amazónica para los

colonos, significó para ellos el reto de adaptarse al medio, y adaptar el medio a su

sistema productivo. Las primeras formas de organización social (veredas, comités de

colonos, Juntas de Acción Comunal), la comunicación fluida entre los distintos frentes

de colonización y el trabajo político que realizaran los frentes guerrilleros de las Farc a

lo largo del piedemonte amazónico, dieron los primeros pasos para lo que sería una

naciente sociedad regional. Sociedad que hoy día integra a los herederos de la

colonización, hijos y nietos de los primeros pobladores para quienes no existe mas

referentes en sus experiencias de vida que la región en sí misma, pues ellos (a diferencia

de sus padres o abuelos) comparten un origen y territorio común. Nacieron en medio de

la selva, compartiendo las redes regionales que se construyeron durante la colonización

y han vivido bajo una situación de conflicto regional y violencia política que no les es

extraña.

Y ha sido sobre este panorama regional identificado, que se orientó el trabajo de esta

monografía: analizar las formas que la violencia política adquiere en la vida diaria de las

comunidades campesinas.
Conclusiones

Foto 23
Antes de tomar esta foto, la escena que se vivió en esta casa me hizo pensar que desde muy
pequeños las niñas y niños de la región aprenden las difíciles condiciones del medio. Sobre la
mesa está la base de coca que sostuvo a está familia hasta que sus cultivos fueron fumigados.
Autor: N.E.
Conclusiones

Un primer momento de la investigación consistió en la búsqueda de los principales

rasgos que caracterizan la vida diaria de los campesinos. Para ello me enfoqué en

espacios tales como la vida familiar, el trabajo en la finca, la participación de las

personas en reuniones comunitarias y la relación que existe entre las veredas y el casco

urbano de La Macarena. La perspectiva etnográfica de mi trabajo me permitió

compartir, junto a varias familias campesinas, algunos momentos en dichos espacios

para identificar en la regularidad de sus rutinas y quehaceres situaciones que expresaran

connotaciones políticas.

Pero mas allá de las asambleas comunitarias, de las charlas que dictan las Farc o de las

reuniones que citan las oficinas gubernamentales (claros escenarios de participación

política), encaminé mi búsqueda hacia espacios prácticos de la cotidianidad campesina

donde se encuentran aquellos elementos tradicionales del mundo rural que parecieran

escapar a la órbita de la política y el conflicto.

El seguimiento que realicé sobre el quehacer campesino me permitió hallar que, por el

contrario, las esferas mas intimas de la vida social y productiva se encuentran

influenciadas por la violencia política.

Un caso para ilustrar esta situación lo es el calendario ecológico de los campesinos,

momento en el cual las familias planean el cronograma de actividades de los siguientes

doce meses cuando el verano está próximo a iniciar: discuten qué productos sembrar, en

qué cantidad, quiénes se harán responsables, cuantos jornales se podrán contratar. Otras

consideraciones habrán de tomarse en cuenta, según lo establezcan las condiciones del

medio físico, las tradiciones campesinas y la situación política. Por ejemplo, es


Conclusiones

necesario saber cuántas hectáreas permite tumbar la guerrilla para decidir qué producto

privilegiar, ¿yuca o maíz? Luego hay que estimar en qué lugares de la finca existen los

mejores suelos para uno u otro cultivo; es bueno averiguar que dicen los vecinos sobre

la erradicación de coca, si acaso alguien sabe cuando empezarán a fumigar. De igual

forma si el almanaque Bristol augura inundaciones, hay que tomar las precauciones del

caso. ¿Y si la ofensiva militar se intensifica vale la pena arriesgarse a perder el ganado

en los bombardeos, o mejor venderlo antes de que eso suceda? Pero antes que nada, hay

que hacer un rezo para que los animales de la selva no hagan daño a los cultivos. Este

calendario ecológico, un espacio práctico de la vida familiar, se encuentra permeado por

el marco regulador que imponen los agentes y la dinámica de la violencia (y la política)

en la vida diaria.

Me fue posible dimensionar esta situación gracias a la cercanía que tuve con familias

campesinas, lo que me permitió integrarme durante mis temporadas de trabajo de campo

a conversaciones espontáneas en donde los campesinos hablaron de sus planes, las

anécdotas que han acumulado con los años y temas un poco mas delicados: la intensidad

de los combates que por esos días se sintieron (enero de 2007), el papel que juegan los

distintos funcionarios del estado que se ven en la región (el alcalde, los representantes

del gobierno central, los miembros de las Fuerzas Militares) y las normas y

orientaciones que la guerrilla había dado por entonces (septiembre de 2007).

Esta perspectiva sobre la vida campesina dio forma al cuerpo de la investigación, cuyo

análisis lo enfoqué hacia el proceso mediante el cual la violencia política se incorpora y

regula instancias de la vida diaria, es decir: la naturalización y normalización del

conflicto. El marco que estructura dicho proceso lo encontré en los impactos sociales
Conclusiones

de distintas escalas de conflicto (que conjugan realidades internacionales, nacionales,

regionales y locales) materializadas en el enfrentamiento político y militar, que toma

escenario en la región, entre el estado y la guerrilla. Esta dinámica incide en las

respuestas sociales ante el conflicto, como lo son la forma en que los campesinos

sobrellevan el sufrimiento social, las prácticas de memoria que existen en la región y los

significados políticos que la configuran. Respuestas sociales que encuentran como

común denominador la violencia en la vida diaria.

Para comprender esta particular forma de violencia, he propuesto una alternativa

analítica desde la que me ha sido posible identificar la forma en que los campesinos

racionalizan, representan y rememoran su experiencia en la región. Esto hizo posible

que pudiese identificar algunas de las consecuencias políticas de dicho proceso, como lo

han sido su impacto en la organización espacial de La Macarena (por medio de una serie

de fronteras de sentido que configuran la región) y su huella en el letargo en el que se

encuentra el movimiento social campesino.

En un principio mi proyecto de investigación se planteo un estudio sobre el impacto del

conflicto armado en la cultura política. Pero dado que encontré que todo aquello que en

la región remite a la definición de lo político (quienes son los amigos, quienes los

enemigos) y al ejercicio de la política (en dónde participar, de qué forma hacerlo) está

mediado de forma irremediable por la dinámica de incorporación de la violencia en la

vida diaria, la pista que le seguí a esta última concentró todos mis esfuerzos analíticos.

Al respecto espero haber acertado en el análisis sobre el papel que juegan allí los

campesinos, no como grupo insensible ante el sufrimiento social, sino como un

colectivo que se adapta a las condiciones impuestas a su cotidianidad para llevar a


Conclusiones

cuestas el conflicto armado. Cuando sucede un bombardeo, un ajusticiamiento, una

detención; cuando el conflicto armado se expresa en sus versiones más extremas estos

eventos afectan el desarrollo del quehacer campesino, no pasan desapercibidos. Tales

sucesos hacen que el trabajo en la finca se detenga, los niños no vayan a la escuela ó

que las reuniones comunitarias se aplacen. Es decir, eventos de este tipo hacen parte de

lo ordinario, de lo que puede suceder, mas no por ello significa que pasen

desapercibidos, pues resulta que la atención que reciben de parte de las comunidades,

las propuestas que se generan y las demandas que se levantan ante el estado y la

guerrilla son las que en cierta medida dinamizan la cultura política de La Macarena.

Al proponer la violencia en la vida diaria como el eje desde el cual se articulan los

sentidos y representaciones que dan forma a la cultura política regional, con esta

propuesta espero avanzar, si no en resultados concretos sobre el universo de

representaciones y prácticas políticas existentes en La Macarena, sí en la reivindicación

de la pertinencia de los estudios antropológicos sobre violencia política como vía para

entender la naturaleza compleja de las manifestaciones regionales del conflicto armado,

y de alguna forma avanzar en su superación. Esto último por medio de la revelación de

los mecanismos discursivos que desde el estado criminalizan las poblaciones

campesinas de La Macarena, la denuncia de los efectos contraproducentes de las

políticas antidrogas y contrainsurgentes; la dificultad que significa proponer una

negociación política del conflicto armado cuando los excesos de la guerrilla tienen a

despolitizar cada vez mas dicho conflicto.

Este trabajo se enmarca dentro de aquella corriente antropológica interesada en los


Conclusiones

estudios de la violencia y su impacto en las subjetividades. Buena parte de las

reflexiones de la monografía se derivan de análisis sobre el sufrimiento social, la

violencia estructural, la violencia en la vida diaria y las experiencias etnográficas que

suponen el investigar en medio de situaciones y territorios conflictivos. Tras recoger

algunos apartados de autores y temáticas que me permitieron dar cuerpo a la tesis, he

situado los aportes de este trabajo en un punto de inflexión entre teoría y metodología:

la textura y la textualidad regional, los marcos reguladores, la gramática social, los

procesos de memoria y las fronteras de sentido son conceptos que quizá resulten útiles a

la hora de realizar análisis similares. Ejes conceptuales que para mi, antes que

representar un trabajo acabado, significan la apertura de un vasto campo de

investigación sobre el impacto de la violencia en los mas variados ordenes sociales.

El reto que encuentro a futuro radica en hallar espacios sociales y políticos para

demostrar la capacidad y pertinencia de los estudios antropológicos sobre la violencia, y

este estudio en particular, como un elemento analítico para comprender la complejidad

de los distintos escenarios sociales donde se desarrolla la guerra. Un futuro posconflicto

deberá tomar en cuenta las condiciones regionales para adelantar negociaciones no solo

entre los muy genéricos “actores armados” sino también dentro de las mismas

sociedades. Procesos de memoria, de perdón, de reparación, de no repetición, de

participación y de reconstrucción social necesitan para tener cierto éxito, y esa es mi

apuesta política, de un conocimiento riguroso del escenario donde se desarrollan.

Pero una de las grandes inquietudes que encuentro en mi trabajo es si éste puede resultar

útil, en el corto plazo, para las comunidades campesinas. Si bien se ha tratado de un

ejercicio de investigación para concretar mis estudios de maestría, condición que fue
Conclusiones

aceptada por los líderes sociales de la región a quienes les expuse los objetivos del

proyecto, mas allá del propósito de visibilizar en el medio académico algunas

condiciones de la vida campesina, mi esperanza es que las reflexiones aquí consignadas

resulten útiles para las organizaciones sociales. Bien sea para añadir nuevos elementos a

los debates que algunas organizaciones realizan sobre la situación regional, o bien sea a

la hora de sustentar sus reclamos ante el estado y la guerrilla. Pero no se trata solo de

llevar una copia del trabajo y dejarla en las bibliotecas de algunas escuelas o en los

archivos de las organizaciones; mi propósito se dirige a recorrer mis pasos de nuevo

para analizar, en espacios comunitarios, el impacto de la violencia en el

resquebrajamiento del tejido social y en el rezago del movimiento social.

Quizá resulte redundante llamar la atención sobre situaciones de violencia y política que

los campesinos experimentan a diario, más aspiro a que este trabajo de investigación

contribuya, con los elementos tratados a lo largo del texto, a la discusión sobre la

dinámica que regula la vida regional y las consecuencias que conlleva; y permita

reconocer a las comunidades su historia, los retos que tienen para hacer frente al

conflicto y los desafíos que enfrentan las organizaciones que se han propuesto la

articulación y movilización política de los campesinos.


Conclusiones

Foto 24
Anochece a orillas del Guayabero.
Autor: N. E.
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