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Última revisión
23/11/2020.
Tema72. Cambio social y movimientos alternativos. Feminismo, Pacifismo y Ecologismo.

INTRODUCCIÓN

El cambio social es un fenómeno que caracteriza a la sociedad contemporánea; sin embargo, el ritmo de
cambio nunca ha sido tan acelerado como el que se vive en la sociedad actual. A lo largo de este tema
veremos cómo, en los últimos sesenta años, hombres y mujeres han emprendido movimientos sociales
en busca de cambios en la sociedad de la cual forman parte, algunos de ellos promoviendo la defensa de
los derechos inherentes del ser humano. Entre los movimientos sociales más importantes figuran el
feminismo, el pacifismo y el ecologismo.

El desarrollo de este tema seguirá el siguiente esquema:

1. Transformaciones culturales y cambio social


1.1. Teorías sobre el cambio social y las transformaciones culturales
1.2. Movimientos alternativos
1.3. Las ONG
1.4. Los Derechos Humanos
2. Feminismo
2.1. Objetivos
2.2. Evolución histórica
2.3. El feminismo en España
3. Pacifismo
3.1. Objetivos
3.2. Evolución histórica
4. Ecologismo
4.1. Objetivos
4.2. Evolución histórica
4.3. Conferencias internacionales sobre medio ambiente

De acuerdo con el Real Decreto 1105/2014, que establece el currículo en la Educación Secundaria
Obligatoria y en el Bachillerato, este tema contribuye al desarrollo de las diversas materias vinculadas a
la Geografía y a la Historia en la ESO y Bachillerato. Los cambios operados en la sociedad contemporánea
se abordan desde una perspectiva socioeconómica y cultural en la materia de Historia del Mundo
Contemporáneo de 1º de Bachillerato. Sin embargo, los movimientos sociales analizados en este tema
aparecen, de manera transversal, en el desarrollo de las asignaturas impartidas en los diferentes niveles
al aportar puntos de vista diversos y complementarios para la mejor comprensión de la realidad social
actual. A través del estudio de cuestiones como la contaminación, la diversidad de espacios naturales, la
historia de la mujer y los avances en el reconocimiento de sus derechos, los enfrentamientos bélicos y sus
consecuencias, los focos de tensión en el mundo, etc., se trabajan contenidos vinculados al ecologismo,
al feminismo, al pacifismo y a otros movimientos similares. Además, es responsabilidad del docente
favorecer en el alumnado el desarrollo de la competencia social y cívica de responsabilidad y compromiso
que convierta a nuestros alumnos y alumnas en nuevos agentes de cambio.

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1. TRANSFORMACIONES CULTURALES Y CAMBIO SOCIAL


El cambio social consiste en la alteración de las estructuras sociales, incluidas sus manifestaciones, como
son las normas y los valores culturales. Es el resultado de las necesidades humanas de adaptación y
evolución social generadas por factores de diverso tipo: demográfico, cultural, tecnológico, ideológico,
etc. En esta definición quedan comprendidos los cambios a pequeña escala, como la aparición de un
pequeño grupo social que busca un objetivo concreto, y los cambios a gran escala, como las revoluciones.
La política, la sociología, la antropología, la economía y la historia son algunas de las disciplinas que tratan
de analizar los cambios sociales.

En la sociedad actual, el cambio social constituye un rasgo tan común que algunos especialistas suponen
que se trata de un fenómeno peculiar del mundo contemporáneo. Si bien es cierto que los cambios
actuales superan en velocidad y amplitud a los ocurridos en épocas pasadas, estos han existido en todas
las sociedades habidas hasta el presente. Esta velocidad de cambio está relacionada con el proceso de
globalización por el que atraviesa la sociedad actual. Se fundamenta en el desarrollo de una economía
global, que conlleva un conjunto de transformaciones que afectan a los sectores más diversos de la
sociedad, sin implicar una ruptura del orden vigente (Álvaro, 2003).

Las mujeres y los hombres actuales conocen el mundo en el que viven, dominan la técnica, conocen los
principales mecanismos científicos y han asumido su propia relatividad, y, por ello, la sociedad en la que
viven es una sociedad relativa, con unos valores relativos, tanto en aspectos religiosos, como filosóficos,
artísticos o literarios.

1.1. TEORÍAS SOBRE EL CAMBIO SOCIAL Y LAS TRANSFORMACIONES CULTURALES

Las teorías sobre el cambio social y sus consecuentes transformaciones culturales hunden sus raíces en
los estudios realizados por Frédéric Le Play (1806-1882) y Auguste Comte (1798-1857), “padre de la
sociología”, en el siglo XIX.

Las principales teorías son las evolucionistas, la teoría de ciclos, la sociología marxista y la alternativa
funcionalista:

 La teoría evolucionista. Los sociólogos evolucionistas, como Lewis Henry Morgan (1818-1881),
aplicaron conceptos darwinistas –como la selección natural y la lucha por la vida– al proceso del
cambio social, lo cual les sirvió para explicar y justificar la organización de la estructura de las distintas
sociedades. Según estas teorías, los procesos de cambio evolucionan de lo simple a lo complejo,
pasando por distintas etapas de desarrollo. Estas teorías predominaron a finales del siglo XIX.

 La teoría de ciclos. Fue enunciada ya por Aristóteles (s. IV a. C.) y defendida por teóricos como Vilfredo
Pareto (1848-1923) o Pitirim Sorokin (1889-1968). Plantea, al igual que la anterior, que las sociedades
atraviesan por diversos estadios; sin embargo, la diferencia entre ambas radica en que, en esta teoría
se plantea que, al llegar a una etapa final, se regresaría al punto de partida completando un ciclo e
iniciando uno nuevo. De esta forma las sociedades atravesarían por distintas etapas de desarrollo y
decadencia, siendo los momentos de transición de uno a otro los de mayor intensidad y conflictividad
en el cambio social.

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 La sociología marxista. Los sociólogos marxistas trataron de demostrar que el cambio social surge
como consecuencia del desarrollo de la técnica. Desde su punto de vista, la sociedad se transforma
por la actuación de fuerzas endógenas, y los cambios se perciben como el vehículo que conduce hacia
el progreso y a la sociedad sin clases.

 La alternativa funcionalista. Esta teoría fue desarrollada por Bronisław Malinowski (1884-1942).
Fusiona elementos evolucionistas, como la genética, con conceptos marxistas. En general, busca las
causas del cambio en los elementos que constituyen la estructura social y presupone en el ser humano
una serie de necesidades que son satisfechas por las instituciones sociales y culturales con una función
determinada.

1.2. MOVIMIENTOS ALTERNATIVOS

Puede definirse movimiento social alternativo como el esfuerzo colectivo para promover u oponerse
al cambio de la sociedad de la cual forma parte (Avilés et al., 2014). El tipo de relaciones de los individuos
que forman parte de los movimientos sociales es despersonalizado y se relaciona con “simpatizar” con
una doctrina u opinión con el objetivo de conseguir cambios en la política y en la sociedad; característica
que les diferencia de la pertenencia a un partido político, cuyo fin es la conquista del poder político.

Los movimientos sociales son un fenómeno de las sociedades posindustriales. Se han desarrollado
rápidamente desde los años setenta del siglo XX, como consecuencia del crecimiento económico y de la
mejora del nivel educativo. Uno de los ejemplos más paradigmáticos fue el movimiento del Mayo del 68.
Sin embargo, los movimientos sociales de los años sesenta tuvieron poco éxito por la incongruencia o
utopía de sus doctrinas. La historia ha demostrado que los criterios del éxito de los movimientos sociales
son esencialmente dos: formular una doctrina que un gran número de personas considere importante,
con principios que supongan verdaderas alternativas, y crear grupos políticos o adherirse a alguno ya
existente para que las propuestas puedan llegar a materializarse políticamente y cristalizar en la sociedad.

El ejemplo más reciente en nuestro país lo tenemos con el Movimiento 15-M, conocido también como
el movimiento de los indignados. Fue un movimiento ciudadano surgido a raíz de la manifestación del 15
de mayo de 2011, convocada por diversos colectivos haciendo uso de redes sociales; su intención era
promover una democracia más participativa, que rompiera de forma definitiva con el sistema bipartidista
del PSOE-PP y con el dominio de la economía por parte de bancos y corporaciones. A consecuencia de
este movimiento se formaron nuevos partidos políticos, que hoy día se presentan como una alternativa
al bipartidismo español.

1.3. LAS ONG

En ocasiones, los movimientos alternativos y de cambio social se agrupan en torno a organizaciones no


gubernamentales (ONG), asociaciones, fundaciones o instituciones privadas constituidas por personas de
diferentes naciones que, haciendo gala de solidaridad internacional, persiguen un objetivo de utilidad
transnacional sin ánimo de lucro y se rigen por el derecho internacional. Para ser autónomas y viables, las
ONG necesitan recursos financieros que proceden de sus propios miembros individuales y de la
financiación pública. La Comisión Europea financia muchas de ellas.

Sus objetivos prioritarios suelen girar en torno a cuatro grandes pilares: la ayuda humanitaria; la defensa
del medio ambiente; la promoción de los derechos humanos; y la ayuda al desarrollo. Las ONG no son un

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fenómeno novedoso, pero no fue hasta la década de los ochenta del siglo XX cuando alcanzaron una
verdadera trascendencia a nivel mundial. Greenpeace (1971), Amnistía Internacional (1977) y Médicos
sin fronteras (1971) son algunas de las ONG más reconocidas. Su presencia y participación en foros y
reuniones de carácter internacional ha ido adquiriendo, progresivamente, una mayor importancia, como
demuestran los más de 2400 representantes de ONG que asistieron a la Cumbre de la Tierra de Río, en
1992.

1.4. LOS DERECHOS HUMANOS

Los Derechos Humanos son un conjunto de derechos y libertades que corresponden a todos los
hombres y mujeres por el mero hecho de pertenecer a la especie humana; son, por lo tanto, inherentes a
tal condición. En los ordenamientos modernos ocupan el lugar más alto en la jerarquía normativa, y deben
ser garantizados y protegidos por los poderes públicos.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, que reconoció por primera vez a escala
internacional los derechos fundamentales de la persona, ha ido adquiriendo presencia en la conciencia
global y en los ordenamientos jurídicos de los Estados. Tanto la Declaración de 1948 como los Pactos de
1966 recogieron los derechos procedentes de la tradición liberal –los derechos civiles y políticos–,
conocidos como derechos de la primera generación o de la libertad, y los derechos procedentes de la
tradición socialista –los derechos económicos y sociales–, calificados como derechos de la segunda
generación o de la igualdad. A partir de los años setenta se empezó a hablar de nuevos derechos –la
tercera generación–, o derechos de la solidaridad; son aquellos que tratan de responder a las nuevas
exigencias de los tiempos: los avances científicos y tecnológicos; la globalización económica; los medios
de comunicación de masas; la sociedad multicultural; los movimientos migratorios, etc.

En 1993 se celebró en Viena la Conferencia Mundial sobre los Derechos Humanos, y se constituyó el
primer Tribunal Internacional para juzgar los crímenes de guerra cometidos en la antigua Yugoslavia y, un
año después, los cometidos en Ruanda. En 1998, la Conferencia de Roma aprobó la creación del Tribunal
Penal Internacional, con competencia para juzgar los crímenes de guerra y delitos contra la humanidad.
Kofi Annan (1938-2018), Secretario General de las Naciones Unidas, promovió en 1998 una nueva etapa
para hacer llegar todos los Derechos Humanos a todos los pueblos. Así, en noviembre de 2007, se aprobó
y ratificó la Declaración Universal de Derechos Humanos Emergentes (DUDHE), que recoge las exigencias
éticas, aspiraciones y demandas de la sociedad civil global del siglo XXI.

Con todo, la proclamación de los Derechos Humanos está muy lejos de su práctica universal. En
Vietnam, por ejemplo, el partido comunista centraliza el control de la República; es uno de los casos más
graves de privación de Derechos Humanos y abundancia de presos políticos. Corea del Norte presenta
una situación simular. No podemos olvidar la Guerra de Siria y el aumento de conflictos en Oriente Medio,
que han adquirido tintes de extrema crueldad y violencia con la entrada en escena del Estado Islámico,
provocando la salida de millones de refugiados –en 2016 se registró la cifra más alta de refugiados desde
la Segunda Guerra Mundial–.

2. FEMINISMO
El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define feminismo como la ideología que defiende que
las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres.

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Definido por las propias feministas, el feminismo es un movimiento social y político que supone la toma
de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano, de la opresión, dominación y explotación
de que han sido y son objeto por parte del colectivo de varones en el seno del patriarcado bajo sus
distintas fases históricas de modelo de producción, lo cual las mueve a la acción para la liberación de su
sexo con todas las transformaciones de la sociedad que aquella requiera.

2.1. OBJETIVOS

El feminismo actual lucha por alcanzar los siguientes objetivos: conseguir la plena igualdad entre sexos;
erradicar la discriminación por motivos de género; analizar las causas de la opresión secular; promover en
las mujeres la toma de conciencia de la explotación que han padecido y aún padecen; lograr la integración
y plena participación de las mujeres en la política y la sociedad; y eliminar cualquier tipo de violencia
contra la mujer por el hecho de serlo.

2.2. EVOLUCIÓN HISTÓRICA: LAS OLAS DEL FEMINISMO

En la historia del feminismo se detectan una serie de etapas o hitos que se conocen como olas de
feminismo. Para describirlas seguiremos el criterio de Amelia Valcárcel (1950), catedrática de Filosofía
Moral y Política de la UNED y Celia Amorós (1944), filósofa y teórica feminista, que proponen tres grandes
etapas u olas feministas, comenzando su clasificación en la Ilustración (frente a las teóricas anglosajonas,
que señalan el inicio de la primera ola feminista en el sufragismo). Teniendo en cuenta este criterio, los
orígenes del feminismo, conocidos como la primera ola (el feminismo ilustrado), propia de la Ilustración
y primeras décadas del siglo XIX, hay que situarlos en los albores de la Revolución Francesa y están ligados
a la consecución de mejoras jurídicas y políticas de las revoluciones liberales. La segunda ola (feminismo
liberal sufragista) se extiende desde mediados del XIX hasta la década de los años 50 del siglo XX (Segunda
Guerra Mundial). La tercera ola (feminismo contemporáneo) comienza con las revoluciones de los años
60 y se extiende hasta la actualidad (aunque algunas teóricas plantean que llega hasta los años 80). Sus
reivindicaciones se sitúan, fundamentalmente, en la abolición del patriarcado. Con el lema: "Lo personal
es político" (Kate Millet) entran en el debate la sexualidad femenina, la violencia contra la mujer, la salud
femenina o el aborto, entre otros; es característica del mundo globalizado. En la actualidad se plantea la
existencia de una cuarta ola del feminismo, iniciada en la segunda década del siglo XXI y que se manifiesta
por la adscripción masiva al feminismo, la exigencia de presencia en el ámbito político y la denuncia de
las violencias contra las mujeres, enarboladas por movimientos como el #MeToo y las salidas
multitudinarias a las calles en España, Argentina o Brasil.

Si existe un modus operandi de los movimientos sociales, en general, es el de su desaparición tras la


obtención de una serie de derechos que se reclaman. “Ese borrar la memoria de las luchas feministas
contribuye a su habitual clasificación como ‘nuevo’ movimiento social, lo que no ayuda ni a restituir su
historicidad, ni a comprender sus periódicas reemergencias, ni a captar la heterogeneidad de un
movimiento que, desde finales de los sesenta del siglo XX, no ha cesado de reinventarse” (Méndez, 2014).

 Protofeminismo y primera ola (feminismo ilustrado)

La historiografía social de la mujer ha puesto en valor toda una serie de publicaciones que abrieron el
camino del movimiento feminista antes de la llegada de la Ilustración. Una de las pioneras fue la escritora
Christine de Pisan, quien en 1405 publicó su obra La ciudad de las damas, una reivindicación al derecho

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de la igualdad femenina. Otro hito importante fue la obra de Poulain de la Barre (1647-1723), conocido
como el “padre del feminismo”, en De l’egalité des deux sexes (1673) demostraba que el trato desigual
que sufrían las mujeres carece de fundamento natural y que procede de un prejuicio cultural.

Sin embargo, no fue hasta la Revolución francesa cuando las mujeres toman una posición claramente
defensiva de sus derechos, en el contexto de las nuevas corrientes de pensamiento. Las vindicaciones de
las mujeres fueron recogidas en los llamados “Cuadernos de quejas”, como el de la anónima Madame B.B.
de Caux. Las mujeres de las clases trabajadoras parisinas se movilizaron dentro de las protestas y clubes
políticos de la revolución, como demuestra la famosa marcha que protagonizaron más de 6000 mujeres
parisinas sobre Versalles el 5 y 6 de octubre de 1789. En 1791, Olimpia de Gouges (1748-1793) publicó
Los derechos de la Mujer y la Ciudadana; murió guillotinada. En Inglaterra, Mary Wollstronecraft (1759-
1797), una de las teóricas del movimiento, publicó una de las primeras obras feministas, Vindicación de
los derechos de la Mujer (1792). Pese a estos esfuerzos, el misógino código napoleónico se convirtió en la
fuente de las legislaciones europeas en las que las mujeres aparecían despojadas de sus más elementales
derechos. A pesar de ello, los logros obtenidos durante la revolución supusieron un primer paso hacia la
desnaturalización de la desigualdad entre sexos.

 Segunda ola (feminismo liberal sufragista)

El desarrollo del capitalismo en sus distintas facetas subvirtió los cimientos de las sociedades
occidentales a lo largo del siglo XIX. La industrialización abrió las esperanzas de progreso, sin embargo,
sobre la mujer recayó con fuerza el peso de formas insospechadas de explotación (Pérez, 2018). En este
contexto surgió la segunda ola del feminismo. En Francia, a lo largo del siglo XIX, el feminismo luchó por la
igualdad a manos de mujeres como Flora Tristán (1803-1844). En Reino Unido, en 1825, se publicó La
demanda de la mitad de la raza humana, las mujeres, de Ana Wheeler (1785-1848) y William Thompson
(1775-1833), en que se ponía de relieve la subordinación política, social y doméstica de la mujer dentro
del sistema capitalista y se apelaba a la rebelión de las mujeres. Las sufragistas inglesas reivindicaron
durante cincuenta años la igualdad jurídica y política mediante el derecho a voto. Algunos de los nombres
más significativos son el de Emmeline Pankhurts (1858-1928) y Sylvia Pankhurts 1882-1960). El derecho
al voto no se pudo ejercer en Reino Unido hasta 1928. En EE. UU el movimiento feminista, visibilizado
por Alice Paul (1885-1977), unió la lucha por la igualdad jurídica y política con el abolicionismo de la
esclavitud. En 1848 se celebró una Convención en Seneca Falls en la que participaron Elisabeth Stanton
(1815-1902) y Lucretia Mott (1793-1880). El resultado fue la publicación de la Declaración de Seneca Falls,
inspirada en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y considerada el texto fundacional
del movimiento feminista, siendo su demanda central el derecho al sufragio femenino; algo que no se
lograría en este país hasta 1920.

 Tercera ola (feminismo contemporáneo)

A partir de la Segunda Guerra Mundial –ubicándolas como iniciadoras del nuevo feminismo– se
destacan los aportes de Simone de Beauvoir (1908-1986), en El Segundo sexo (1949), y de Betty Friedan
(1921-2006), con el también consagrado Mística de la feminidad (1963). En esta etapa se toma consciencia
de que, más allá del derecho al voto, la educación y otros logros de las primeras feministas, es la estructura
social la que provoca desigualdades y sigue estableciendo unas jerarquías que benefician a los varones.
Una teórica clave es Kate Millet (1934-2017), quien en Política sexual (primera tesis doctoral sobre género

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presentada en la historia, defendida en Oxford, 1969) plantea que la raíz de la opresión es la diferencia
entre los sexos, iniciando de este modo la corriente feminista radical (de raíz).

De forma paralela se fue produciendo la institucionalización del feminismo. En 1975, la ONU declaró
el Decenio Internacional de la Mujer, que se materializó en la Conferencia Mundial sobre la Mujer de
Copenhague (1975), y las posteriores de Nairobi (1985) y Beijing (1995). Desde entonces se celebran cada
cinco años. En 1977 se convocó en Vincennes (Francia) la Internacional Feminista. En los años ochenta
nacieron múltiples redes, asociaciones y colectivos feministas. Los resultados de este feminismo
institucional se tradujeron en importantes avances en cuanto al reconocimiento social de los derechos
civiles y educativos de la mujer. A partir de los noventa, el feminismo comienza una apertura de enfoques
y tendencias (ecofeminismo, ciberfeminismo…), que se suman a las ya afianzadas corrientes del
feminismo radical, feminismo liberal o feminismo socialista iniciadas en los 60; y aparecen, además, las
denominadas teorías queer (cuestionamiento del sistema sexo-género), destacando las aportaciones de
Judith Butler (1956) con su obra El género en disputa.

 Cuarta ola (feminismo actual)

En la segunda década del siglo XXI estamos viviendo un nuevo hito en la historia del feminismo que
busca su reconocimiento como una cuarta ola, caracterizada por su carácter transnacional y el uso de
internet y de las redes sociales como medio de expresión y comunicación, lo que le ha otorgado una mayor
visibilidad y un carácter de movimiento de masas. Desde el #NiUnaMenos en Argentina, el movimiento
#MeToo en Estados Unidos, #TimesUp en el Reino Unido hasta las multitudinarias marchas de las mujeres
contra Donald Trump, en 2017, contra Bolsonaro, en Brasil, y las movilizaciones a favor del derecho al
aborto libre en diferentes países como Polonia, Irlanda o Argentina han caracterizado este nuevo repunte
del feminismo más activista. Muestra de ello fue la histórica primera huelga feminista, que se convocó el
8 de marzo de 2018; una movilización sin precedentes que inundó diferentes ciudades bajo lemas como:
“Si nosotras paramos, se para el mundo”.

Entre las principales reivindicaciones del feminismo del siglo XXI, ratificadas en El Convenio del Consejo
de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra la mujer y la violencia doméstica (Convenio
de Estambul, 2011), se sitúan la lucha contra la desigualdad estructural y contra la violencia sistemática
sobre las mujeres en forma de agresiones sexuales y mercantilización de sus cuerpos.

2.3. EL FEMINISMO EN ESPAÑA

El feminismo español del XVIII y XIX tuvo, como movimiento social, una menor envergadura que en la
mayoría de los países desarrollados europeos. Siempre estuvo más centrado en reivindicaciones de tipo
social, como el derecho a la educación o al trabajo, que en demandas de igualdad política. Y nunca adoptó
la acción directa violenta como estrategia de combate ni alcanzó un grado destacado de militancia. En
consecuencia, la resonancia social de las feministas españolas fue bastante reducida. (Nash y Tavera,
1994).

La conquista del voto femenino tras los ejemplos norteamericano y británico se convirtió en una
demanda más o menos intensa en el resto de los países occidentales. Sin embargo, el feminismo europeo
y norteamericano no fueron secundados en España, principalmente, por la ausencia de democracia, el
peso del conservadurismo católico y la escasa prosperidad económica, que impedían la incorporación de

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las mujeres a la educación y al mundo del trabajo (Amorós, 1986). La escritora María de Zayas (1590-1661)
fue la primera en criticar la falta de acceso de la mujer a la educación. Emilia Pardo Bazán (1851-1921)
calificó de "doma" la educación que recibían las mujeres en España. Y otras de las primeras españolas
claramente feministas fueron las periodistas Concepción Arenal (1820-1893) y Carmen de Burgos (1867-
1932). Hubo que esperar a la II República para que se estableciera en nuestro país la igualdad jurídica y
política con el voto femenino. La Constitución de 1931 supuso un enorme avance en la lucha por los
derechos de la mujer. En ese periodo destacó la acción de la abogada Victoria Kent (1891-1987) y de las
diputadas Clara Campoamor (1888-1972) y Margarita Nelken (1894-1968). La mayoría de estas leyes
fueron abolidas por el régimen franquista, cargado de valores tradicionales y reaccionarios.

El feminismo no se desarrolló con fuerza en España hasta la transición democrática. Una vez muerto
Franco, en 1975, dos semanas después se celebra en Madrid (en la clandestinidad) el “Primer Día de la
Liberación de la Mujer”. Los estudios de género llegan a las universidades, se desarrollan teorías críticas
del feminismo y la militancia feminista llega a las calles. Nombres como Celia Amorós (1944), Amelia
Valcárcel (1950), Mary Nash (1947), Victoria Sau (1930-2013), autora del Diccionario ideológico feminista
(1981), o Marina Subirats (1943), entre otros muchos, se convirtieron en referencias obligadas para las
nuevas generaciones, avalando con su prestigio intelectual y su compromiso ideológico la madurez y
seriedad del feminismo académico español hasta el día de hoy.

3. PACIFISMO

Siguiendo la definición establecida por la Real Academia Española, el pacifismo es un movimiento a


favor de la abolición de la guerra como solución a los conflictos entre naciones.

Se basa en la creencia de que los conflictos entre pueblos y entre personas se pueden resolver de forma
no violenta mediante el diálogo y la negociación. El pacifismo actúa contra los instrumentos que hacen
posibles las guerras (pacifismo instrumental), contra las parcelas del comportamiento humano que
inducen al ser humano al uso de la violencia (pacifismo finalista) y contra las instituciones que respaldan
legalmente las guerras, bien de forma implícita, bien explícitamente (pacifismo institucional). Se sirve de
herramientas diversas, como pueden ser la diplomacia, la objeción de conciencia, la educación por la paz,
las campañas a favor de la no violencia, la desobediencia civil, el boicot, etc. Las posturas en contra de
este movimiento afirman que el pacifismo es imposible e incluso inmoral, ya que mientras existan seres
humanos malos e impere la ley del más fuerte se necesitará la violencia para poder establecer la justicia;
otras afirman que la violencia es algo innato al ser humano y característico de las relaciones que
mantienen los hombres entre sí (Sacristán, 2009).

3.1. OBJETIVOS

Los pacifistas organizan su actividad en tres niveles: por un lado, defienden que la guerra, sea ofensiva
o defensiva, es éticamente ilegítima y, a la larga, ineficaz para conseguir los objetivos propuestos;
sostienen que existen formas de presión no violentas más eficaces para acabar con las injusticias. Por otro
lado, luchan por conseguir la abolición de los ejércitos y establecer un sistema de instituciones jurídicas
internacionales capaces de solucionar tanto los conflictos nacionales como internacionales.

3.2. EVOLUCIÓN HISTÓRICA

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Las guerras, que de forma tan habitual han jalonado la historia de la humanidad, han tenido también
sus oponentes. En la Edad Antigua encontramos actitudes de este tipo en las figuras de Lao Tse (siglo VI
a. C.) y Buda (siglos VI-V a. C.), además de los textos evangélicos cristianos. Durante la Edad Media, en el
mundo occidental eran habituales las Treguas de Dios, que prohibían las actividades guerreras durante la
Cuaresma. En el Renacimiento, Erasmo de Rotterdam (1466-1536) fue el creador de un espíritu tolerante
y pacifista. Anabaptistas y cuáqueros, a partir del siglo XVII, defendieron la paz entre los hombres. En el
siglo XVIII y comienzos del XIX, las teorías racionalistas no religiosas próximas al pacifismo fueron
expresadas por autores como William Godwin (1756-1836), John Locke (1632-1704), Voltaire (1694-1778)
o Immanuel Kant (1724-1804). En el siglo XIX, pensadores como Benjamin Tucker (1854-1939) y León
Tolstoi (1828-1910) desarrollaron la tendencia pacifista dentro de las doctrinas anarquistas. Henry David
Thoreau (1817-1862) destacó como ideólogo de la desobediencia civil dentro de la estrategia pacifista. El
pacifismo moderno surgió tras las guerras de unificación italiana (1859-1861) y franco-prusiana (1870-
1871), y se plasmó en la fundación de la Cruz Roja en el año 1859 y la aparición, por primera vez, de
enfermeras en el campo de batalla en la Guerra de Crimea (1853-1856). Debemos destacar también la
labor pacifista de la Segunda Internacional, fundada en París en 1889, que manifestó su total oposición a
un enfrentamiento bélico e hizo un llamamiento a los partidos y sindicatos obreros de todos los países en
contra de la participación en la Gran Guerra.

Tras la Primera Guerra Mundial se incrementaron las ideas pacifistas. Mohandas Gandhi (1869-1948)
está considerada la figura pacifista más famosa del siglo XX. Su doctrina, a la que llamó Satyagraha (poder
verdadero), se basaba en escrituras hindúes, en el Nuevo Testamento y en las obras de Tolstoi, y es
aplicable tanto a la política como a las relaciones personales. La utilizó para oponerse de forma no violenta
al gobierno británico en la India, entre 1919-1947, hasta conseguir su independencia, materializándose
en lo que posteriormente se denominaría la resistencia pacífica.

Tras la Segunda Guerra Mundial se produjo un nuevo repunte en el auge de los movimientos pacifistas
como reacción a las atrocidades vividas en los años del conflicto. Surgieron movimientos organizados por
comunidades religiosas como los cuáqueros, los Testigos de Jehová, algunos de influencia budista e
imitadores del cristianismo primitivo. En 1963 fue proclamada la encíclica del papa Juan XXIII, Pacen in
Terris. Bertrand Russel (1872-1970) y Albert Einstein (1879-1955) protagonizaron una campaña en contra
de una guerra nuclear. A todo ello se sumarían los movimientos sociales hippies a favor de la paz, en
general, y en contra de la Guerra de Vietnam, en particular. El año 1986 fue proclamado por la ONU como
el Año Internacional de la Paz; a finales de ese año tuvo lugar la trascendental reunión, en Reikiavik, entre
Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov que inició el fin de la Guerra Fría. En 1987, en Washington, se firmó el
primer tratado de reducción de armamento de corto y medio alcance. En 1989, en París, se firmó el primer
tratado de reducción de armamento de armas convencionales entre George Bush y Mijaíl Gorbachov. La
Guerra Fría terminaba con la disolución de la URSS el 25 de diciembre de 1991.

Los últimos movimientos pacifistas que han recorrido el mundo actual son los organizados en contra de
la participación de EE. UU. en la Guerra de Irak, los movimientos en contra del terrorismo y los
movimientos antiglobalización como el Tute Bianche. La Primavera Árabe (2010-2013) (revoluciones
democráticas del mundo árabe) es un ejemplo de pacifismo de última generación; los ciudadanos árabes
se levantaron contra sus gobernantes y organizaron pacíficas y exitosas manifestaciones en varios países
musulmanes. Las revoluciones abrieron la puerta a un posible impulso democratizador en muchos de
estos países, si bien, la mayor parte de iniciativas –a excepción de Túnez– se vieron de una u otra forma
frustradas. El terrorismo islamista, el intervencionismo interesado de las principales superpotencias

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mundiales y las crisis de refugiados han provocado, en los últimos años, numerosas y multitudinarias
manifestaciones pacifistas.

4. ECOLOGISMO
La Real Academia Española define el ecologismo como un movimiento sociopolítico que propugna la
defensa de la naturaleza y la preservación del medio ambiente. De forma general, el ecologismo pone de
relieve los problemas medioambientales y propone soluciones alternativas como las energías verdes, el
reciclado, etc.

4.1. OBJETIVOS

Entre sus objetivos cabe citar la propuesta de cambios en el actual modo de vida para apartar a las
personas del consumismo; la gestión política del desarrollo económico; la crítica al sistema económico
por estar basado únicamente en criterios de rentabilidad; el uso más racional de los recursos; etc. En
esencia, la idea que persigue el ecologismo se corresponde con el concepto de desarrollo sostenible,
término acuñado por Donella Meadows (1941-2001), que señala que una sociedad sostenible estará
interesada en el desarrollo cualitativo y no en la expansión física. Meadows aspiraba a un sistema
económico que satisficiera las necesidades humanas presentes y las de las generaciones futuras, por lo
que era preciso frenar el crecimiento de las sociedades desarrolladas (crecimiento cero) y establecer un
desarrollo económico ecológicamente viable y socialmente justo con los países menos desarrollados.

4.2. EVOLUCIÓN HISTÓRICA

A medida que los avances científicos permitieron el conocimiento y previsión de las consecuencias de
los problemas medioambientales, y que la conciencia ecológica de la sociedad en su conjunto comenzó a
tomar forma, empezaron a plantearse, también desde las instituciones y gobiernos, las primeras medidas
relacionadas con políticas medioambientales. En el siglo XVIII encontramos las primeras posturas que
llaman la atención sobre la necesidad de proteger el medio natural con los planteamientos de David
Ricardo (1772-1823), Thomas Malthus (1766-1834) y su teoría sobre la población, y a la síntesis clásica de
Stuart Mill (1806-1873). En la década de los años treinta del siglo XX apareció una nueva disciplina llamada
Ecología Humana, cuyo objetivo era estudiar las relaciones que el ser humano mantiene con el medio
ambiente. Contemplaba, por un lado, una doble relación: la influencia del medio en el ser humano y la
adaptación de la comunidad humana al medio; y, por otro lado, la acción del ser humano en el medio en
aspectos físicos, económicos, sociales y culturales. A partir de la aparición de la obra de Eugene. P. Odum
(1913-2002), Fundamentos de la Ecología, en 1959, se generalizó el punto de vista de que el ser humano,
cuya acción sobre los ecosistemas no había sido tenida demasiado en cuenta hasta entonces, debe ser
considerado como una especie más en la dinámica de la biosfera. Sin embargo, los humanos no actuamos
como una especie cualquiera, sino que, en virtud de nuestra capacidad de vivir en casi todos los puntos
de la biosfera y de modificar el ambiente, ejercemos una acción sin precedentes sobre el equilibrio
ecológico de la Tierra.

El ecologismo, como movimiento social, surgió, junto a otras corrientes de protesta, en el ambiente
revolucionario de la primavera de 1968. En pocos años aparecieron organizaciones y grupos ecologistas
(como ADENA o Greenpeace (1972), y corrientes en su mayoría de izquierdas, que ejercieron una presión
cada vez mayor sobre los gobiernos y sus políticas ambientales. Poco después llegó su plasmación política

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en los partidos “verdes”; se produjo entonces una ampliación social del ecologismo con la incorporación
de sus programas políticos a las grandes políticas internacionales.

En las últimas décadas la voz de alarma ante la destrucción del medio ambiente ha planteado también
otros puntos de vista, entre los que destacamos los siguientes: el crecimiento cero, que defiende un
crecimiento de población cero para solucionar el problema medioambiental. En su contra, algunos
liberales sostienen que el problema radica en la mala distribución de la riqueza y no en la insuficiencia de
recursos. La postura economista propone la reconstrucción artificial de los mecanismos naturales
destruidos porque los perjuicios ecológicos son superiores a los beneficios económicos. También sugiere
utilizar el BEN –bienestar económico neto–, en lugar del PIB, como indicador económico. A esta idea se
suma la denominada geoidolatría, que considera la Tierra como un organismo vivo capaz de autorregular
sus funciones esenciales (Hipótesis Gaia) (Lovelock, 1985). La teoría del decrecimiento productivo
defiende la necesidad de abandonar el objetivo del crecimiento económico en favor de una disminución
controlada del consumo y de la producción global, que permita respetar los ecosistemas y también la vida
de los propios seres humanos. Ives Lacoste (1929), importante geógrafo francés del siglo XX, propone una
política basada en la idea de que la prohibición del agente contaminante no es suficiente, y que hay que
buscar un sustituto que lo reemplace; para ello es necesario que las políticas económicas, sociales y
culturales vayan de la mano. Estas y otras posturas sirvieron de base y fundamento para las primeras
conferencias internacionales sobre medio ambiente y en las incipientes políticas de intervención
gubernamental.

4.3. CONFERENCIAS INTERNACIONALES SOBRE MEDIO AMBIENTE

El problema del medio ambiente no se planteó a escala mundial hasta 1972, cuando la comunidad
internacional, a propuesta de la UNESCO, se reunió en Estocolmo para plantear una campaña mundial
que propusiera un plan de desarrollo y respeto al medio ambiente simultáneos. Esta conferencia, iniciada
y dirigida por el primer ministro sueco, Olof Palme (1927-1986), y por el secretario general, Kurt Waldheim
(1918-2007), marcó un punto de inflexión en el desarrollo de la política internacional sobre medio
ambiente. Con la asistencia de los representantes de 113 países, 19 organismos intergubernamentales y
más de 400 organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales, es ampliamente reconocida
como el comienzo de la conciencia moderna política y pública de los problemas ambientales globales. El
resultado fue una declaración con 26 principios sobre el medio ambiente y desarrollo, un plan de acción
con 109 recomendaciones, y una resolución. Para muchos, esta conferencia tuvo un impacto real en las
políticas medioambientales de la Comunidad Europea (más tarde, Unión Europea); por ejemplo, en 1973,
la UE creó la primera Directriz sobre Protección del Medio Ambiente y los Consumidores.

El camino hasta llegar a la Cumbre de Río fue largo; a ella contribuyeron de manera importante el
PNUMA (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, 1972) y la comisión Brundtland (1987).
En 1990, por mediación de las Naciones Unidas, se celebró la conferencia Bergen, que redactó un
compromiso para los países desarrollados en este sentido. En 1992 se celebró la Cumbre de la Tierra de
Río de Janeiro, que estudió en profundidad los cambios de los ecosistemas habidos desde la conferencia
de Estocolmo, celebrada 20 años antes. El resultado fueron una serie de acuerdos, de los cuales el
principal, conocido como Declaración de Río, planteó la necesidad de adoptar unas medidas que
contribuyeran a la protección de la calidad atmosférica, de las aguas, de la diversidad biológica y de la
calidad de vida y salud humanas. Su principal conclusión fue que el desarrollo económico y la conservación
medioambiental debían estar íntimamente relacionados. Otra de las propuestas resultantes de la cumbre

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fue la denominada Agenda 21, donde se propusieron actuaciones en todas las áreas relacionadas con el
desarrollo económico desde 1992 hasta el siglo XXI. Se redactó, además, la Carta de la Tierra, una
auténtica declaración de los Derechos de la Tierra. Por último, se pactaron dos importantes convenios:
uno sobre el cambio climático y otro para la conservación de la biodiversidad. El Convenio sobre el
Cambio Climático se centró en el compromiso por parte de los países desarrollados de la limitación de las
emisiones de CO₂ y otros gases de efecto invernadero, y en la creación de mecanismos financieros
mediante un Fondo Global para el Medio Ambiente (GEF). El Convenio para la Conservación de la
Biodiversidad tenía como objeto intercambiar recursos genéticos y tecnologías para mantener la máxima
biodiversidad en beneficio de futuras generaciones. En el año 2002 se celebró la Cumbre de la Tierra de
Johannesburgo, donde participaron alrededor de 180 países. En ella se acordó mantener los esfuerzos
para promover el desarrollo sostenible, mejorar las vidas de las personas que viven en pobreza y revertir
la continua degradación del medio ambiente mundial. Su principal objetivo fue renovar el compromiso
político asumido en Río con el futuro del planeta mediante la ejecución de diversos programas a corto
plazo. De nuevo en Río de Janeiro, se celebró, en el año 2012, la Cumbre Río+20. Las 193 delegaciones
que participaron alcanzaron un acuerdo de mínimos sobre el borrador de conclusiones titulado: El futuro
que queremos, que tenía que ser aprobado por más de 100 dirigentes de diferentes países. Las
organizaciones ecologistas y ambientales calificaron el texto de "fracaso colosal" ante la ausencia de
grandes líderes mundiales como Obama o Merkel, en su firma.

De gran importancia han sido también las conferencias mundiales sobre el problema del cambio
climático. En este sentido, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático
(CMNUCC), adoptada en Nueva York en 1992, propuso, entre otras cosas, reforzar la conciencia pública a
escala mundial de los problemas relacionados con el cambio climático y disminuir la cantidad de gases
invernadero de la atmósfera. Uno de los principales referentes en este contexto fue el Protocolo de
Kyoto, de diciembre 1997, consistente en la propuesta de la reducción de gases de efecto invernadero
por debajo de los niveles de 1990, entró en vigor en febrero de 2005 en varios países industrializados
como los miembros de la UE y Rusia, que modificaron sus políticas económicas hacia un desarrollo
sostenible mediante el uso de energías no convencionales. Las conferencias de Montreal, en 2005, y Bali,
en 2007, establecieron grupos de trabajo para el cumplimiento de los objetivos de Kyoto. La XVIII
Conferencia de las Partes (COP 18), celebrada en Doha (2012), sobre cambio climático ratificó el segundo
periodo de vigencia del Protocolo de Kyoto, desde el 1 de enero de 2013 hasta el 31 de diciembre de 2020.
Sin embargo, este proceso denotó un débil compromiso de los países industrializados como Estados
Unidos, Rusia, Japón o Canadá. En la XX Conferencia de las Partes (COP 20), celebrada en Lima (2014), se
alcanzaron grandes compromisos por parte de China, EE. UU., Japón y la UE para reducir sus emisiones
de CO₂. Sin embargo, ha sido la XXI Conferencia de las Partes (COP 21), celebrada en París (2015), la que
parece haber alcanzado un nivel superior de compromiso por parte de los países desarrollados. En ella se
logró un “acuerdo” (en lugar de un “protocolo”), que alcanza al 55 % de los emisores y al 55 % de las
emisiones del mundo, cuyo fin es que la Tierra no se caliente más de 2 °C sobre la temperatura media de
referencia tomada a mediados del siglo XIX. EE. UU., de la mano de Trump, anunció su retirada de este
acuerdo en junio de 2017. La Unión Europea declaró el estado de emergencia climática a finales de 2019.

En septiembre de 2019 el actual Secretario General de la ONU, Antonio Guterres (1949), convocó
la Cumbre Sobre la Acción Climática, que se celebró en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. El
objetivo era adelantar las acciones necesarias para reducir las emisiones de efecto invernadero y frenar
el aumento de la temperatura global. La Cumbre logró el compromiso de 70 países para reducir a cero el
volumen neto de emisiones de carbono a más tardar en 2050 e impulsar planes nacionales para alcanzar

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lo acordado en París en 2015, entre otros acuerdos. Sin embargo, de nuevo quedó en evidencia el débil
compromiso de algunos de los principales países industrializados, como EE.UU., China o India. Para
aumentar la presión sobre los agentes políticos y económicos se ha iniciado un movimiento de protesta a
nivel mundial contra el cambio climático sin precedentes -más de 4 millones de personas participaron en
las protestas del 20 y 22 de septiembre de 2019-. En todo este contexto está siendo de gran relevancia
por su influencia internacional la presencia de la joven activista sueca Greta Thunberg (2003).

Entre los días 2 y 15 de diciembre de 2019 tuvo lugar en Madrid la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático, incluía la XXV Conferencia de las Partes (COP 25). Finalizó sin que las
partes llegaran a una solución satisfactoria sobre la reducción de gases de efecto invernadero, lo que ha
supuesto un nuevo fracaso en la lucha contra el cambio climático a nivel internacional. Mientras el mundo
se recupera de la pandemia de COVID-19, António Guterres (1949) hace un llamamiento para que se
aproveche este momento para recuperarnos mejor con una acción por el clima ambiciosa. Establece un
plan para conseguir que las empresas, los gobiernos y los países alcancen un volumen neto de emisiones
de carbono igual a cero para 2050. La Conferencia sobre el Cambio Climático propuesta para 2020 en
Glasgow, Escocia, (COP 26) se ha aplazado para 2021 debido al coronavirus, en ella se cree que se llegará
a acuerdos muy importantes para parar el cambio climático.

CONCLUSIÓN

La sociedad contemporánea se caracteriza por los cambios sociales, cuyo ritmo se ha acelerado de forma
vertiginosa desde la aparición de Internet (1991). La Declaración de Derechos Humanos, de 1948,
estableció el marco legal de un conjunto de derechos inherentes al hombre y la mujer por su condición
de seres humanos; desde entonces se vela por su mantenimiento y protección a escala planetaria. Parte
de la defensa de esos Derechos Humanos se lleva a cabo por los denominados movimientos sociales –
algunos de ellos alternativos–, entre ellos, el feminismo, en defensa de los derechos de la mujer; el
pacifismo, movimiento que busca el establecimiento y mantenimiento de la paz mundial; y el ecologismo,
que propone una nueva relación entre el ser humano y el medio ambiente.

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