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TOMO II
CAPITULO II: “LA SOCIEDAD COLONIAL: RAZA, ETNICIDAD, CLASE Y GENEROS. SIGLOS XVI Y XVII”
<<PRESTA>>
Los hombres y mujeres que llevaron a cabo la conquista y colonización de la América hispana
distaron de provenir del más elevado estrato de una pirámide social peninsular altamente
jerarquizada, cuyos nichos constituían barreras difíciles aunque no imposibles de trascender. La
nobleza castellana se había forjado en las centurias previas a la expansión interoceánica y había
alcanzado status y bienestar al ser recompensada por sus soberanos tras participar en la
consolidación del territorio peninsular. Como el status se aseguraba con la amplitud patrimonial,
los nobles no fueron ajenos a emprender variados negocios en sus áreas de influencia, aunque a
veces a través de sus empleados o testaferros, a fin de asegurarse un estilo de vida "conforme a su
calidad" sin intervenir en forma directa en menesteres contrarios a su jerarquía. Los
conquistadores imprimieron en la colonia las marcadas diferencias y los patrones culturales que
reflejaban el estrato superior al que siempre quisieron pertenecer pero al que sólo en el Nuevo
Mundo, como elite conquistadora, pudieron acceder. Esos patrones socioculturales reflejaban dos
paradigmas antagónicos que se expresaban bajo los viejos valores peninsulares atados al status: el
honor, la fama, la gloria, los títulos y la propiedad de la tierra combinados con las nuevas prácticas
mercantiles que reconocían el valor del comercio y el dinero para ascender en la escala social.
La escasa movilidad social peninsular y el más que cercano antecedente de la Reconquista, tras
una prolongada lucha de 700 años contra el moro "infiel", llevaron a los conquistadores de
América a emprender —y a que se valorizara— su tarea cómo gesta material y espiritual. En ella,
la gran mayoría de los protagonistas se bautizaba en el arte de la guerra para ganar para su
soberano y su fe hombres y territorios cuyo aprovechamiento obtenían mediante las prácticas
medievales de reparto del botín. Las viejas jerarquías y status peninsulares tambalearon cuando
hijos naturales con pasado pastoril, como Francisco Pizarro, accedieron a fortuna y títulos, el
heterogéneo grupo conquistador se amalgamó en la ventura de obtener por fuerza de las armas lo
que le estaba negado por cuna: honor, fama, gloria, bienestar material y hasta títulos, logrando
que sus actos de servicio redundaran en la obtención de status, cumpliendo con el objetivo de
"valer más".
En la temprana colonia las distinciones más marcadas entre los hombres eran las de raza. Ésta no
existe como categoría biológica de diferenciación social; sin embargo, como construcción cultural
fue operativa a ciertas sociedades para concretar propósitos de exclusión y segregación sociales.
De tal manera, españoles e indios fueron términos antagónicos.
Las gobernaciones del Tucumán y del Río de la Plata en los siglos XVI y XVII
Hacia mediados del siglo XVI la conquista se extendió al territorio situado entre el Río de la Plata y
el Alto Perú y produjo la formación estatal propia del periodo colonial. Entre esa fecha y principios
del siglo XVII se fueron consolidando los principales centros administrativos de la región, las
gobernaciones del Tucumán y del Río de la Plata. Ambas dependían de la jurisdicción del mismo
tribunal: la Audiencia de Charcas. (Importante centro político)
Los vecinos y sus ciudades, una comunidad aristocrática.
Las acciones y actitudes de algunos de los actores permiten comprender las principales
características de dichas formaciones estatales. Los asentamientos españoles se Autodenominan
“ciudades”. Vivían en ellas “vecinos encomenderos”, es decir, residentes permanentes que disfrutaban de dos
privilegios, la vecindad y el derecho a obtener el trabajo forzado o el producto del trabajo forzado
de los naturales. La vecindad suponía que tenían una casa poblada y que formaban parte de la
comunidad política con plenitud de obligaciones y derechos (como ser miembro del cabildo o
participar en las elecciones). Lo que convierte a esta comunidad en un ciudad es que se auto
atribuye derechos legítimamente reconocidos sobre una población sometida. La existencia de un
cabildo distinguía a una ciudad de un simplepueblo. La vecindad no sólo distinguía a los españoles
de los indios, también servía para diferenciar a los españoles que la poseían de sus compatriotas
que no la tenían. Los vecinos constituían un grupo aristocrático. La jerarquía interna de la
comunidad de vecinos se organizaba sobre la base de criterios de fuerte contenido nobiliario: los
méritos y las distinciones personales de un individuo o sus antepasados, los cuales nacían de las
proezas en la conquista, los servicios al monarca, las cualidades nobiliarias heredadas o todo al
mismo tiempo. El grupo de vecinos fue constituyendo entonces una red de familias notables, que
controlaban una variedad de recursos.
La formación de una jurisdicción territorial: Charcas y el Tucumán en la segunda mitad del siglo
XVI.
La formación de aquel conjunto de asentamientos organizados en cabildos de vecinos fue el
resultado de un lento proceso de fundaciones, destrucciones y traslados de ciudades, que en
realidad habría de continuarse durante el siglo XVII. Esto contribuyó a la delimitación de
unterritorio. Con el descubrimiento en 1545 de minerales de plata en Potosí, Charcas adquiere una
nueva importancia. Para la misma época, el Tucumán aparecía como una vasta frontera cuya
dominación era importante, tanto para la supervivencia del conjunto como para la apertura de
una ruta hacia el Atlántico. Se generaron algunos conflictos que pretendían el reconocimiento de
la autoridad de estos nuevos puntos estratégicos. Luego de años de pugna, una Real Cédula de
1563 creaba la gobernación del Tucumán, que en lo judicial pasaba a depender de la Audiencia de
Charcas. Ésta se benefició de una ampliación de su jurisdicción y también de una jerarquización de
sus funciones. Ejercía la capitanía general de su provincia, el Alto Perú. La formación de la
gobernación suele presentarse como el resultado de la actividad de los representantes directos de
la corona. Su acción habría creado una forma moderna descentralización política, un Estado
moderno, cuya existencia requería el disciplina miento de los grupos dominantes nacidos en la
conquista. En cambio, el relato intenta subrayar que el proceso tomó con frecuencia la dirección
opuesta. La configuración que adquirieron las formas estatales nació sobre todo de la acción y la
conformación local de grupos dominantes. Fue el resultado de una compleja trama de
interacciones, conflictos y negociaciones entre diferentes actores, coaliciones e individuos. Una de
las consecuencias de este enfoque sobre la articulación entre grupos locales y poder central
dentro de esas formaciones estatales es que afecta nuestra visión de los sectores dominantes, de
un proceso de formación y de sus relaciones con dichas formas estatales. Por definición, la
potencia del poder centrar depende de su capacidad de someter o disciplinar los grupos locales,
sin embargo, las cosas estaban lejos de ser tan claras. En primer lugar la centralidad del poder
central era problemática. (¿Dónde se situaba?). En segundo lugar servir al rey podía constituir una
estrategia de movilidad ascendente de quienes constituyeron las oligarquías en América.
LA ARGENTINA COLONIAL
Reformas controvertidas
El periodo más álgido de reformas coincidió con el reinado de Carlos III (1763-1788) y con la
presencia del mismo José de Gálvez en la Secretaria de Indias (1775-1787). El impulso reformista
decayó durante el reinado de Carlos IV (1789-1808), dado que la implicación de España en el ciclo
de guerras que abrió la Revolución Francesa fue erosionando la capacidad imperial.
Para mediados del siglo XVIII, las autoridades compartían un diagnóstico: los dominios coloniales
debían funcionar efectivamente como colonias. Para ello necesitaban modificar el modo en que se
gobernaban y transformar el laxo régimen de consensos y negociaciones que había sostenido
hasta entonces la fidelidad de las elites coloniales. Era preciso dotar el imperio de una burocracia