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CAPITULO II

I.- INTERPRETACIÓN JURÍDICA. CONCEPTO, TEORÍAS, CLASIFICACIÓN.

Introducción.
Sentidos de “interpretación”
El término “interpretación” se usa en muchos sentidos diferentes, algunos de ellos
escapan al ámbito jurídico, como cuando decimos de una orquesta que interpreta una pieza
de Mozart, o de un arqueólogo que interpreta los objetos hallados en una determinada
excavación. Se puede interpretar también un acontecimiento histórico en cuyo caso
interpretar significar conjeturar una relación de causa efecto o de otro tipo entre ciertos
hechos.
También se puede interpretar un texto (lingüístico) y aquí interpretar también se usa
en sentidos diversos, significa atribuir sentido o bien puede significar descubrir, averiguar,
el significado verdadero de un determinado texto.
Por otra parte, en expresiones como interpretación jurídica, interpretación de la ley,
interpretación de normas, y otras similares, interpretar se puede referir bien la actividad de
averiguar o decidir el significado del algún documento o texto jurídico o bien el resultado o
producto de esa actividad, el significado mismo. Es la denominada ambigüedad actividad-
producto.
De manera entonces que, son distintos los objetos que se pueden interpretar, y desde
esta perspectiva se habla de interpretación en sentido amplísimo, en sentido amplio y en
sentido restringido.
Cuando decimos, por ejemplo, que se puede interpretar una pieza musical, o una
pintura rupestre estamos hablando de atribuir significado a un objeto cualquiera, acepción
que excede el ámbito jurídico y entonces se hablará de interpretación en sentido amplísimo.
Pero también se puede interpretar (atribuir significado a o descubrir el significado de)
un texto lingüístico, como el enunciado “Cuidado con el perro”, cuyo significado es
normalmente transparente; y entonces se hablará de interpretación en sentido amplio.
Finalmente, se puede interpretar (atribuir significado a o descubrir el significado) un
texto oscuro, ambiguo y vago, como por ejemplo, “todo lo real es racional” y entonces se
hablará de interpretación en sentido estricto. Volveremos sobre esto más adelante.
Se llama interpretación tanto a la actividad (de atribuir significado a disposiciones
normativas o averiguar su significado según el caso) que realiza el juez con la finalidad de
redactar una sentencia, por ejemplo, y que está entre nosotros reglamentada por las reglas de
interpretación contenidas en diversos textos legales y se habla también de interpretación para
referirse al producto de dicha actividad, constituido por la propia sentencia, aunque ambas
cosas estén conectadas por el hecho de que, a falta de otro acceso a la mente del juez, la
sentencia (es decir la interpretación producto) parece constituir la única base posible para
reconstruir la interpretación-actividad. Esta última es la que concentrará nuestra atención.
A la interpretación actividad (atribución de significado a textos) se le denomina en
interpretación en sentido específico, por oposición a la interpretación en sentido genérico que
se refiere a cualquier actividad realizada con la finalidad o como consecuencia de la
interpretación en sentido específico: actividades como aplicar, argumentar, sistematizar,
deducir, resolver antinomias, integrar y cosas similares.
Se habla también de la interpretación en abstracto y de la interpretación en concreto.
La interpretación en abstracto es la que se hace de un texto sin referencia a un caso particular,
como la que podría hacer un jurista en un tratado o un profesor en un aula universitaria y la
interpretación en concreto que es la que se hace respeto de una situación determinada, como
la que hace un juez en su sentencia o un abogado al redactar una demanda o al interponer un
cierto recurso.
Se usa interpretación también en otros contextos, como cuando hablamos de
interpretación legal, judicial, administrativa, o privada, según si la realizan entes públicos o
personas particulares.
Es necesario tener siempre presente, sin embargo, que la interpretación judicial, a
diferencia de la interpretación doctrinaria es directamente funcional a la aplicación; mientras
los juristas en sentido estricto interpretan, pero no aplican, y por lo tanto, pueden también
abstraerse de las exigencias de la aplicación, los jueces interpretan para aplicar, de manera
que están siempre obligados a decidir.
Visto lo anterior y antes de continuar es necesaria un breve precisión terminológica,
en el modo usual y corriente de expresarse se interpretan normas, nosotros diremos que lo
que se interpreta son disposiciones normativas cuyo significado son las normas, es decir, las
normas son el resultado del proceso de interpretación.

II.- CONCEPTOS DE INTERPRETACIÓN JURÍDICA.


Los intérpretes deben descubrir el significado verdadero de una disposición cuando
el texto no resulta claro o cualquiera sea el caso, atribuyen un cierto significado a una
disposición como resultado de un razonamiento.
La diferencia es importante, se trata de establecer si interpretar constituye un acto de
conocimiento o un acto de valoración y decisión.
A).- Interpretación en sentido estricto.
Hay textos que son de tal modo claros que de su sola lectura aparece su sentido, hay
otros textos que son ambiguos y/o vagos, y sólo en estos casos es necesario que el juez
interprete, descubra el verdadero significado de la ley.
Tradicionalmente este problema se ha planteado a través de la pregunta siguiente ¿Los
jueces deben interpretar siempre las leyes, o bien interpretan sólo las leyes cuando son
oscuras? como parece sugerir el antiguo adagio latino “in claris non fit interpretatio”.
En nuestro país, tradicionalmente suele afirmarse que sólo se interpreta cuando el
texto es oscuro. Ya Andrés Bello esbozaba la idea que ha primado en esta materia, en una
publicación en el Araucano de 30 de septiembre de 1942 “nosotros creemos que lo más seguro es
atenerse a la letra; que no debemos ampliarla o restringirla, sino que cuando de ello resulten
evidentes absurdos y contradicciones; y que todo otro sistema de interpretación abre ancha puerta
a la arbitrariedad y destruye el imperio de la ley”1. Esta afirmación de Andrés Bello se expresa
nítidamente en el artículo 19 inc primero del CC. “Cuando el sentido de la ley es claro, no
desatenderá su tenor literal…
Este es el sentido en que se usa tradicionalmente esta expresión, se interpretan los
textos que son oscuros. Interpretar en sentido estricto, entonces, es atribuir significado a una
disposición normativa que ofrece dudas en cuanto a su ámbito de aplicación, o mejor dicho
descubrir el verdadero significado de la ley.
Quienes utilizan la expresión interpretar en este sentido estricto, distinguen entonces
entre aquellos enunciados normativos que requieren interpretación, (los oscuros o equívocos)
y aquellos que no requieren interpretación (claros).
O dicho de otra manera, distinguen dos tipos de supuestos de hecho. Supuestos de
hecho respecto de los cuales no hay duda que la disposición es aplicable o inaplicable (casos
fáciles) y supuestos de hecho respecto de los cuáles no es claro si una determinada
disposición resulta o no aplicable, es decir, casos en que la aplicación de la norma es
discutible o incierta. (casos difíciles). Cuando se resuelve un caso claro no hay interpretación
y sí la hay cuando se resuelve un caso difícil.
En los casos fáciles, la decisión sobre el significado de la disposición es un mero acto
de conocimiento que no exige justificación, mientras que, en las del segundo tipo se trata de
un acto de voluntad o de decisión que requiere ser justificada o argumentada.

B.- Interpretación en sentido amplio


Como adelantamos, en sentido amplio, se emplea la expresión interpretación
para referirse a la atribución de significado a una disposición normativa, independientemente
de si existen dudas, de si el texto es claro u obscuro, es decir, cualquier texto en cualquier
situación requiere de interpretación, tanto si se trata de casos fáciles o difíciles. Dicho de otra
manera, no hay a priori textos claros u oscuros, las leyes no son portadoras de un significado
verdadera y siempre el intérprete debe efectuar elecciones, justificar el modo en que entiende
una determinada disposición legal.

1
(Obras Completas, vol XIV, Código Civil de la república de Chile, Caracas 1981
http://fundacionpedrograses.com/Docs/pdf_docs/14.pdf)
Así entendida la interpretación es un tipo de traducción, ambas constituyen una
reformulación de textos. “Traducir” significa reformular un texto en una lengua diversa de
aquella en la que fue formulado; “interpretar” consiste en reformular un texto sea en la misma
lengua o en otra. Así, tal como el texto traducido es distinto de su traducción, del mismo
modo el texto interpretado debe distinguirse del lenguaje del intérprete y por ello es que,
como decíamos más arriba, resulta indispensable distinguir el texto interpretado (enunciado
o disposición) del resultado de la actividad interpretativa (significado de la disposición o
norma, en el caso del uso prescriptivo del lenguaje).

III.- Teorías de la interpretación jurídica,


Una teoría es siempre un intento de explicar una porción de la realidad o una cierta
actividad, de manera tal que una teoría será tanto o más satisfactoria en función de si la
explicación que ofrece permite comprender mejor el fenómeno de que se trata.
Tratándose de interpretar en términos jurídicos, hay principalmente dos intentos de
explicación, o mejor, dos clases principales de teorías que se denominan teoría cognoscitiva
y teoría escéptica.
En palabras sencillas, estas teorías intentan explicar en qué consiste interpretar:
¿consiste en descubrir el significado verdadero de una disposición normativa o texto legal o
bien consiste en decidir cuál de entre varios significados posible debe atribuirse a una
disposición?

A.- Teoría cognoscitiva, (formalismo interpretativo)


Para la teoría cognoscitiva, que es una teoría tradicional, de gran influencia entre
nosotros, la interpretación es una actividad de conocimiento, interpretar consiste en verificar
el significado objetivo, verdadero o correcto, de los enunciados o disposiciones normativas
Los enunciados interpretativos, resultado del proceso de interpretación son enunciados
descriptivos de los cuales puede predicarse verdad o falsedad.
Un breve recorrido por los autores nacionales desde el siglo XIX hasta el XXI nos permite
afirmar que mayoritariamente la doctrina chilena concibe la interpretación como una actividad que
a partir del texto conduce a descubrir, captar, declarar, explicar, desentrañar, el sentido verdadero,
exacto, de la ley. En otras palabras, la actividad interpretativa sería una actividad de conocimiento
conducente al sentido verdadero de la ley, por oposición a eventuales sentidos falsos.

En efecto, según Paulino Alfonso “llámase interpretación de la ley la determinación del


verdadero sentido de ellas, especialmente cuando su sentido es oscuro o se presta a dudas” 2; Para

2
Paulino Alfonso (De la interpretación de la ley, 1892 p.3)
José Clemente Fabres ”Interpretar es explicar el sentido de la ley”.3 Por otra parte, para Luis Claro
Solar “interpretar la ley es fijar el sentido o significado que en ella se contiene, o en otras palabras
conocer bien la ley, dándole su verdadero alcance”4. Agrega que en “la interpretación podemos
distinguir cuatro elementos, gramatical, lógico, histórico y sistemático.”5 Por su parte, para el
profesor Barros Errázuriz “interpretación de la ley es la determinación de su verdadero sentido y
alcance.” 6Y agrega que el Juez para interpretar la ley deberá tener presente cuatro elementos; el
gramatical, el lógico, el histórico y el sistemático, en ese mismo orden de precedencia, agregando
que “a falta de todos estos elementos se recurre a la equidad natural”7. Para el insigne Victor Pescio
“interpretar sería lo mismo que explicar, esto es, esclarecer cuál es la recta y verdadera significación
de la ley”8. Más recientemente Vodanovic Haclicka entiende que “la interpretación de la ley es el
proceso encaminado a captar y determinar el exacto sentido de ella9. Para Hernán Larraín Ríos
“interpretar la ley es “explicar o declarar el sentido y alcance verdadero de las normas que la
constituyen! 10

Aunque hay por cierto excepciones, la más notable quizás es la del profesor Fernando Fueyo
Laneri, que sostienen la tesis contraria, esto es, que la actividad de interpretar no es de
conocimiento sino de decisión, es acto de voluntad, creador de derecho, cuando refiriéndose a las
normas en blanco, afirma que en esos casos se interpreta “mediante la consideración de los hechos
y circunstancias, debidamente probados, con el agregado de un razonamiento creador del juez”

A pesar de la influencia que este modo de entender la actividad interpretativa ha


tenido entre nosotros, estimamos que este punto de vista es inexacto, o mejor dicho, no sirve
para describir de modo verosímil la actividad interpretativa.
Se funda, de hecho, en postulados falaces: en primer lugar, en la idea de que la
disposiciones jurídicas transmiten información y pueden ser, por tanto, verdaderas o falsas
(y sabemos que las leyes tienen por objeto regular la conducta y no describir realidades); en
segundo lugar en postulado denominado naturalismo lingüístico que defiende la idea que
existiría un significado propio de las palabras, en el sentido de connatural a él, que conectaría
cada palabra con la cosa misma a la que designa; el intérprete podría, por lo tanto, limitarse
a reconocer ese vínculo, y sabemos que las palabras son símbolos y no signos y que diferentes
palabras pueden referirse a una misma realidad u objeto; tercero, la creencia de que las
autoridades normativas tienen una voluntad unívoca y reconocible como los individuos.
Desde esta perspectiva cada disposición normativa admite una y sólo una interpretación

3
(José Clemente Fabres, Instituciones de derecho Civil, Tomo I, p.7, Imprenta y Librería Ercilla, calle de la
Bandera 1893)
4
(Luis Claro Solar Explicaciones de derecho civil, Tomo 1, pag. 56, Imprenta y Encuadernaciòn Chile, Santiago
de Chile, 1906)
5
(ibídem p.60)
6
(Barros Errázuriz Curso de Derecho Civil, 2 edición p. 28, Imprenta Chile, Santiago de Chile, 1915)
7
(ibídem p.29)
8
Víctor Pescio Manual de derecho Civil, Tomo 1, p. 259, Editorial Jurídica de Chile, 1978.
9
Antonio Vodanovic H. Manual de derecho civil. p.97, Editorial Jurídica Conosur Ltda.1 edición 1996
10
Hernán Larraín R. Lecciones de derecho Civil, p. 50, Editorial Jurídica de Chile, 1994
verdadera. Se trata de descubrir este significado objetivo o esta voluntad subjetiva
preexistente,
Esta teoría va acompañada normalmente de la idea de que el sistema jurídico, es
completo y coherente, que no hay discrecionalidad judicial esto es, que el juez se limita a
aplicar la ley. Este modo de entender la interpretación, está íntimamente relacionado con la
doctrina de la separación de los poderes y con el mito de la certeza del derecho y la sujeción
del juez a la ley (el juez es la boca de la ley o esclavo de la ley).

B.- Teoría escéptica (escepticismo interpretativo)


La segunda posición doctrinaria busca resaltar el hecho de que interpretar
requiere siempre de valoraciones, elecciones y decisiones. La interpretación no es una mera
actividad de conocimiento, puesto que las palabras son símbolos y no signos, no tienen un
significado propio o natural, es decir, el significado no les viene atribuido por la naturaleza
(como si existiera una palabra para cada cosa) sino por el usuario o intérprete, de manera que
el significado varía y cada decisión interpretativa es en buena medida arbitraria. Así, las
disposiciones o enunciados normativos pueden ser entendidos de distintas formas,
dependiendo, entre otras razones, de las posturas valorativas de los intérpretes.
Los enunciados interpretativos no son por ende verdaderos ni falsos, no
describen el uso que se hace de un término, sino que más bien proponen un modo en el que
este debe entenderse. La posibilidad de buen éxito de una determinada interpretación
dependerá de la argumentación que le sirva de fundamento. De aquí se sigue la relevancia
que adquieren los diferentes argumentos interpretativos.
Desde esta perspectiva entonces, las normas son el resultado de la
interpretación y no constituyen algo preexistente que se deba descubrir o meramente conocer.
A diferencia de la doctrina anterior, esta va frecuentemente acompañada de la
idea de que los sistemas jurídicos no son coherentes ni completos y que frente a lagunas y
contradicciones los jueces crean derecho nuevo tal como los legisladores

C.- Teoría Mixta o intermedia


Para la tercera teoría llamada mixta o intermedia, las disposiciones jurídicas tienen
algunas veces un único significado (correcto, verdadero) y otras veces tienen varios
significados: a veces el intérprete se limita a reconocer ese significado, como sostienen los
formalistas otras veces están obligados a elegir uno, como sostienen los escépticos.
La teoría mixta es presentada por su creador, Hart, como solución salomónica a la
disputa entre formalismo y escepticismo interpretativo: y se debe probablemente a esta
presentación el éxito que le favorece actualmente. La misma teoría parece apelar más que a
razones jurídicas a razones lingüísticas: en particular, a la famosa tesis de la estructura
(textura) abierta de los conceptos jurídicos, ilustrada por el, aún más famoso, ejemplo de la
prohibición de ingreso de vehículos al parque.
Una norma prohíbe el ingreso de vehículos en un parque público. Claramente
ella prohíbe el ingreso de un automóvil: pero qué ocurre con las bicicletas, los patines, un
auto de juguete. ¿Qué dice de los aviones? ¿Todas estas cosas deben ser llamadas vehículos,
como a veces hacemos, para los fines de aplicación de la norma, o no? Si tenemos que
comunicarnos unos con otros... los términos generales que usamos - como vehículo en el
caso considerado - tienen que presentar algún caso familiar en el que no surjan dudas acerca
de su aplicación. Debe haber un núcleo claro de significado; pero también habrá una
penumbra de casos discutibles, en cuyo caso la aplicación de la palabra no es ni obvia ni está
claramente excluida.
La estructura abierta de términos generales como “vehículo” es una suerte de
vaguedad potencial y consiste precisamente en esto: los términos generales presentan casos
de aplicación que recaen en un núcleo de certeza o bien en una zona de penumbra. Cuando
el caso cae en el núcleo de certeza (un automóvil es un vehículo), o también cuando
abiertamente no recae (la tía Adalgisa no es un vehículo), entonces la solución es cierta, y el
caso es fácil, el intérprete no puede hacer otra cosa que reconocerla: excluyendo del parque
los vehículos y admitiendo a la tía Adalgisa.
Cuando el caso recae en la penumbra de incertidumbre (zona de penumbra), como
sucede con las bicicletas, los patines o aeroplanos, entonces la solución es incierta, el caso es
difícil y el intérprete debe elegir.
Sin embargo, como el propio Hart ha admitido, la teoría mixta tiende a reducir la
interpretación jurídica sólo a sus aspectos lingüísticos: como si sólo contara el significado de
las palabras y no también la intención del legislador (como lo pretende el art. 19). Por
ejemplo: ¿se admite en el parque un automóvil de la policía? En base a la regla lingüística y
al significado propio de la palabra, ciertamente no: un auto de la policía es indiscutiblemente
un vehículo. En base a cánones interpretativos jurídicos como la intención del legislador, en
cambio, ciertamente sí: si la norma se dictó para proteger la seguridad de los visitantes del
parque, entonces los autos de la policía debe ser admitidos.

IV.- CLASIFICACIÓN DE LA INTERPRETACIÓN


La actividad interpretativa admite diversas clasificaciones. En primer término, en
función del resultado distinguiremos por una parte la interpretación literal o declarativa y por
otro, la interpretación correctora, y en esta última a vamos a distinguir la interpretación
extensiva y restrictiva.

A.- LA INTERPRETACIÓN DECLARATIVA O LITERAL.


Es aquella interpretación que una vez efectuada por el intérprete conduce a la
conclusión de que el texto legal interpretado debe aplicarse únicamente a los casos que él
expresamente menciona, sin extender por tanto su aplicación a más casos de los que este
contempla y sin restringirlo tampoco a menos casos de los que el propio texto interpretado
señala.
En la interpretación declarativa, para establecer el o los posibles sentidos de una
disposición se recurre a las palabras de las que se ha valido la autoridad para expresar su
mensaje normativo. Esta definición supone que las palabras que ha usado el legislador tienen
un significado propio lo que ya hemos visto no es así, en el sentido de un significado natural.
Si, en cambio, adoptamos la idea de que las palabras pueden tener más de un
significado entonces una mejor definición de interpretación declarativa sería aquella que
la entiende como la que atribuye a una disposición o enunciado el significado que se
desprende del uso común o general de las palabras y de las reglas sintácticas del idioma
respectivo. De manera que si entendemos que las palabras tienen un significado propio lo
tienen de acuerdo a las reglas del lenguaje y al uso. Así lo entendemos nosotros.

A favor de la interpretación declarativa se dan dos clases de argumentos:


a).- el argumento del lenguaje común.
Que apela sencillamente al significado ordinario de las palabras y las reglas
usualmente aceptadas, aunque el significado ordinario de las palabras es también impreciso
y las reglas de la gramática son en ocasiones bastante elásticas por lo que el significado
ordinario puede llegar a ser controvertido.
Entre nosotros, el artículo 20 del CC. Reconoce este argumento, cuando dispone que
las palabras de la ley se entenderán en su sentido natural y obvio, según el uso general de las
mismas palabras.
Este es un argumento básico, se entiende que el legislador busca comunicar su
mensaje normativo en el mismo lenguaje que los destinatarios del mismo y por ello, es
normal que ese sea el sentido que deba atribuirse a las expresiones que emplea.
b).- el argumento a contrario
Se puede hablar de argumento a contrario como una técnica o argumento
interpretativo en sentido estricto, que da lugar a una interpretación literal de la disposición
interpretada. Se funda en la hipótesis del legislador racional. Este postulado implica que,
siendo el legislador racional, ha expresado exactamente su voluntad y no una distinta.
Se argumenta a contrario cuando se aduce que el legislador ha dicho exactamente
aquello que quería decir y que no ha dicho aquello que no quería, pues si hubiese querido lo
habría hecho. Aquí se presume que el legislador ha expresado fielmente su intención en el
enunciado respectivo.
En otras palabras, el argumento a contrario consiste en limitar la aplicación de un
precepto normativo a los casos estrictamente indicados en el mismo, sin que quepa su
extensión o ampliación a otros casos o supuesto distintos de los expresamente mencionados.
Por ejemplo, el siguiente enunciado normativo. “Se prohíbe entrar con perros”. Según el
argumento a contrario, quiere decir que está prohibido el ingreso con perros, todos los perros
(sin exclusión) y sólo los perros. La prohibición alcanza nada más que a los perros, pero a
todos ellos.

Más allá de la interpretación literal, el argumento a contrario también sirve como argumento
productor de normas, y en este sentido es más habitual. Se utiliza para justificar ciertas
interpretaciones. Así, el argumento diría que si un precepto se refiere expresamente a un caso
debe entenderse que cualquiera otra situación distinta a las expresamente mencionadas debe
tener también una regulación distinta.
En efecto, si tomamos el ejemplo anterior, y argumentamos a contrario, podríamos decir que
la prohibición afecta a los perros, los gatos no son perros, entonces está permitido entrar con
gatos. Más que interpretar la regla, lo que hicimos fue crear una regla nueva referida a los
gatos.
Todo fundado en que “si el legislador hubiese querido incluir otros casos lo habría
hecho y si no los incluyó fue porque no quiso tratarlos del mismo modo”, pues si el legislador
los hubiese querido incorporar en la prohibición lo habría hecho.
Aunque no es un argumento deductivo resulta bastante persuasivo si se parte de la
base de la presunta voluntad del legislador.

B) LA INTERPRETACIÓN CORRECTORA.
Esta se define por oposición a la declarativa o literal y puede entenderse como aquella
que se desvía del significado propio de las palabras o bien como aquella que atribuye al
enunciado o disposición normativa un significado distinto al de su significado literal
(conforme al uso común de las palabras y de acuerdo a las reglas sintácticas del idioma
respectivo).
Este significado distinto puede ser más restringido o más amplio que el literal.
La interpretación correctora en general, encuentra justificación en distintos
argumentos. Estos son argumentos de tres tipos.
i.- EL ARGUMENTO PSICOLÓGICO O TELEOLÓGICO (llamado también en
forma impropia lógico) que apela a la intención del legislador o a los fines que éste perseguía,
en síntesis, a la ratio legis. Aquí la idea es que, según el intérprete, existe un desacuerdo entre
lo que el legislador quiso o buscó y lo que efectivamente expresó en términos lingüísticos.
Se suele entender este propósito o finalidad en términos subjetivos u objetivos, esto
es como el propósito o finalidad del legislador histórico o bien, el propósito o voluntad de la
misma ley.
Aunque no nos detendremos a analizarlo aquí, se plantea el siguiente problema ¿se
pueden atribuir fines o propósitos sólo a entes dotados de voluntad como los individuos
particulares o se les puede también atribuir voluntad a otros entes, tales como grupos de
personas o incluso a textos?
La variante subjetiva: para averiguar la voluntad del legislador histórico (los hombres
que participaron activamente en la redacción y aprobación de la disposición o enunciado
normativo a interpretar) el único camino es valerse de los trabajos preparatorios. Entre
nosotros es la denominada historia fidedigna del establecimiento de la ley. (art. 19 CC). “su
intención o espíritu claramente manifestado … o en la historia fidedigna de su
establecimiento”.
La segunda variante, objetiva es la de la intención o voluntad de la ley, considerada
con independencia de su creador, para ello habría que atender sólo al texto de la ley y no a la
historia fidedigna de su establecimiento que refleja no la “objetiva“ voluntad de la ley sino
la “subjetiva” de sus creadores. El art. 19 se refiere a esto con la expresión “su intención o
espíritu claramente manifestado en ella misma …”
Desde luego hablar de la voluntad de la ley es un modo un tanto oscuro de expresarse,
que oculta el hecho de que el intérprete le quiere atribuir al texto un sentido que sea acorde
con su propia política jurídica y no con la del legislador que la dictó.

ii.- EL ARGUMENTO APAGÓGICO O REDUCCIÓN AL ABSURDO.


Es un argumento negativo o indirecto que en lugar de ofrecer razones o apoyo directo
a favor de una determinada tesis (interpretación determinada de una disposición normativa)
muestra que otra tesis distinta o incompatible es rechazable por dar lugar a consecuencias o
resultados absurdos. Así, al rechazar un punto de vista contrario se apoya el punto de vista
propio.
Una interpretación puede resultar absurda entre otras razones, porque da como
resultado una norma incompatible con otra de rango superior (CPR) o es considerada injusta
o irrealizable o irracional desde el punto de vista económico, etc.
En ese caso, ese resultado se manifiesta como una razón para rechazar esa posibilidad
interpretativa e indirectamente, para aceptar las propuestas alternativas respaldadas por el
intérprete
En todo caso, la percepción de lo que es absurdo y de lo que es razonable es subjetiva
y, por lo tanto, siempre controvertible. Y en las pocas ocasiones en que una determinada
interpretación aparece como evidentemente absurda para la generalidad de los intérpretes, el
argumento es totalmente inútil, porque sirve para excluir una interpretación que nadie
pensaría en proponer.

iii.- EL ARGUMENTO NATURALISTA, que apela a la naturaleza de las cosas, las


variaciones en las circunstancias de hecho para desacreditar el significado literal de un
documento normativo. Este argumento tendrá mayor fuerza persuasiva en la medida que se
aplique a fuentes lejanas en el tiempo.
A este argumento subyace la idea de un derecho natural. Como si dijéramos que una
cierta realidad o estado de cosas le corresponde “por naturaleza” una cierta regulación
jurídica.

B.1.- LA INTERPRETACIÓN EXTENSIVA.


Como dijimos la interpretación correctora puede consistir en atribuirle a una
disposición un significado más amplio, en cuyo caso hablamos de interpretación extensiva.

Concepto
Es aquella en que como resultado de la actividad interpretativa se llega a la conclusión
que el enunciado normativo debe aplicarse a más casos de los que se desprenden de su tenor
literal. La extensión del significado de una disposición tiende a confundirse con la
formulación de una norma nueva y, en realidad, no son dos cuestiones lógicamente diferentes
entre sí, sino que sólo existe entre ellas una cuestión de grado.
Los argumentos capaces de sostener una interpretación extensiva son principalmente
dos: el argumento a fortiori y el argumento analógico o a simili.
Nótese que pueden existir al menos dos razones distintas para extender una norma
más allá de su campo de aplicación.
a) Que el intérprete desee aplicar a un determinado supuesto de hecho una cierta
norma y no otra para satisfacer su sentido de justicia o
b) puede suceder que el intérprete desee aplicar una cierta norma a un cierto supuesto
de hecho que de otra manera quedaría privado de regulación jurídica.

i.- El argumento “a simili” o argumento analógico.


Consiste en aplicar a un supuesto de hecho no regulado por ninguna norma la
consecuencia jurídica prevista por una norma que regula otro supuesto de hecho, cuando
entre ambos supuestos existe similitud y existe, además, la misma razón para aplicar la misma
consecuencia. Es un mecanismo para integrar el ordenamiento jurídico que se expresa en el
siguiente aforismo jurídico "donde existe la misma razón debe existir la misma disposición".
La interpretación correctora extensiva fundada en el argumento analógico supone la
identificación, a) de una situación de hecho no regulada, b) de un rasgo común no accidental
sino esencial entre ese hecho no regulado y uno regulado y, además, la identificación de una
ratio común entre ambos.
La identidad de razón exige que las similitudes entre el caso a resolver y el regulado
por la disposición a aplicar sean centrales o relevantes. La relevancia es un concepto
valorativo y bastante vago que otorga gran discrecionalidad al intérprete a la hora de decidir
si procede o no aplicar la a analogía.
La analogía tiene aplicación, sin duda, en el ámbito del derecho privado, pero no la
tiene en aquellos sectores del ordenamiento jurídico en que rige el principio de legalidad,
notoriamente en el derecho penal y, en general, se sostiene que no se aplican sanciones por
analogía, y tampoco se crean excepciones por este medio. Se dice que las sanciones y
excepciones son de derecho estricto, o lo que es lo mismo, sanciones y excepciones deben
estar expresamente señaladas en la ley.

ii.- El argumento a fortiori


Del mismo modo que el argumento analógico, el argumento a fortiori es un
mecanismo para dar respuesta a una supuesta laguna normativa. El supuesto para que opere
es que nos encontremos frente a un caso para el que el ordenamiento no ofrece al menos en
forma explícita una solución.
El argumento a fortiori consiste en acudir a otra norma para resolver el caso (una
norma que resuelve un caso distinto) justificando su aplicación por el hecho de que la razón
o fundamento que subyace en la norma aplicada se manifiesta aun con mayor intensidad en
el caso a decidir.
Los requisitos para que pueda operar son similares a los de la analogía:
a) Una laguna normativa.
b) Un juicio acerca de la razón o fundamento de otra norma del sistema
c) Un juicio de que dicha razón se manifiesta con mayor intensidad que en los casos
cubiertos por la norma.
Tiene este argumento dos modalidades
A maiori ad minus. La primera modalidad se usa cuando se trata de una norma que
confiere derechos o posiciones ventajosas en general y se puede condensar en el aforismo
que reza: “quien puede los más puede lo menos”. (Quien puede vender una cosa, puede con
mayor razón darla en arrendamiento).
A minori ad maius. La segunda se utiliza cuando el precepto establece obligaciones o
algún tipo de posición desventajosa para los afectados. Por ej. Prohibido entrar con perros,
prohibido entrar con leones.
Interpretación extensiva y la analogía

En la doctrina se plantea el problema de establecer el límite entre la interpretación


extensiva y la aplicación de la analogía propiamente tal.
Hemos dicho que la analogía es un procedimiento lógico mediante el cual se aplica a
un caso no regulado por la ley una norma relativa a un caso semejante cuando existe la misma
razón para aplicarla. En síntesis, la analogía responde al criterio de que donde existe la misma
razón debe existir la misma disposición. La diferencia entre la interpretación extensiva y la
analogía aparece, en principio, bastante clara de acuerdo a lo que acabamos de señalar.
En efecto, en la analogía se parte del supuesto de un caso no regulado, es decir, de
que existe un vacío y el vacío no se puede interpretar. En cambio, en la interpretación
extensiva, se refiere a una norma existente.
En la práctica, es muy difícil establecer esta distinción y por ello muchos autores
prefieren denominar a la interpretación extensiva como interpretación analógica. Para
nosotros, en rigor no existe tal diferencia, pues en ambos casos se trata de aplicar una norma
jurídica a un caso que ésta no regula, es decir de extender el ámbito de aplicación de la norma
más allá de lo aparece de su propio tenor literal.
En efecto, la diferencia es sólo aparente y la confusión se produce a nuestro entender,
porque quienes sostienen que existe la diferencia analizan la situación desde puntos de partida
diferentes. Al hablar de interpretación extensiva, parten de la disposición existente y, en
consecuencia, afirman que en este caso la disposición existe, lo que es un obviedad. Cuando
la distinguen de la analogía afirman que en este caso no hay disposición aplicable y, en
consecuencia, ambos procedimientos son diferentes, en el primero la disposición existe y en
el segundo no. Sin embargo, si partimos nuestro análisis tomando como punto de partida el
caso que se debe resolver, en ambas situaciones ocurre que el caso no tiene una regulación
(o tiene una que no satisface la idea de justicia del encargado de decidir). En el caso de la
interpretación extensiva, aplicamos una disposición a un caso que no aparece regulado en el
tenor literal de la disposición interpretada. Tratándose de la analogía, aplicamos una
disposición a un caso que no está regulado por ella, reuniéndose lo requisitos.
Con todo, es un debate vigente y que no está cerrado.

B.2.- LA INTERPRETACIÓN RESTRICTIVA.


Se llama restrictiva aquella interpretación en que como resultado del proceso
interpretativo el intérprete concluye que la disposición normativa debe aplicarse menos casos
de los que se desprenden de su tenor literal.
Como en la interpretación extensiva, puede ocurrir que el intérprete no desee aplicar
a un determinado supuesto de hecho la disposición que en principio debiera aplicar para
satisfacer su sentido de justicia o puede suceder que el intérprete desee excluir de la
aplicación de cierta norma un supuesto de hecho que de aplicarse produciría una antinomia.
Para justificar una interpretación restrictiva se utiliza normalmente el argumento de
la disociación.
El argumento de la disociación consiste en introducir subrepticiamente en el discurso
del legislador una distinción que éste no ha tenido presente, con el fin de reducir el campo de
aplicación de una disposición sólo a algunos de los supuestos de hecho previstos por ella.
En principio, nuestro Código Civil, reforzando su inclinación por la interpretación
literal, prohíbe la interpretación extensiva y también la restrictiva en el art. Art. 23, cuando
dispone “Lo favorable u odioso de una disposición no se tomará en cuenta para ampliar o
restringir su interpretación.”
C.- OTRAS CLASES DE INTERPRETACIÓN CORRECTORA.
Entre éstas encontramos la interpretación sistemática.
Se hace interpretación sistemática siempre que para decidir el significado de una
disposición no se atiende a la disposición misma, sino al contexto en que está situada,
contexto que puede ser más o menos amplio, desde los incisos de un mismo artículo hasta el
conjunto de las disposiciones de un ordenamiento jurídico. De manera que, según esta técnica
una disposición normativa no debe interpretarse aisladamente sino en relación o conexión
con otras disposiciones normativas, porque el derecho es un sistema (conjunto ordenado
coherente y pleno de normas jurídicas).
Este argumento sistemático tiene al menos dos modalidades.
El argumento de la coherencia: una disposición normativa debe interpretarse de modo que
resulte coherente con otras disposiciones del sistema, es decir, frente a distintos significados
posibles, debe optarse por la interpretación que no resulte en una contradicción con otras
disposiciones.
Este tipo de argumento suele fundamentarse en la hipótesis del legislador racional,
según el cual el legislador es un ente racional y, por lo tanto, no dicta disposiciones
contradictorias.
El argumento de la sede material:
Consiste en sostener que a la hora de interpretar una disposición debe tenerse en
cuenta el contexto normativo en el que esta se encuentra.
Dicho contexto puede resultar variable, muy limitado o muy amplio. Por ejemplo, el
sentido de propiedad en el derecho penal vs. su sentido en el derecho civil.
Hay también otras interpretaciones correctoras como la interpretación histórica o
evolutiva, la primera consiste en atribuir a una disposición uno de los significados que le
atribuyeron en la época en que fue creada y la evolutiva, por su parte, consiste en atribuirle
un significado nuevo y diferente de aquel.

D.- OTRAS CLASIFICACIONES DE LA INTERPRETACIÓN

1° Clasificación desde el punto de vista del agente que efectúa la interpretación. Desde este
punto de vista la interpretación se clasifica en interpretación privada y en interpretación
pública o de autoridad. Nosotros preferimos decir que esta clasificación se hace en función
de la obligatoriedad del resultado de la actividad interpretativa-

A.- La interpretación privada o doctrinaria: No tiene fuerza obligatoria. Es aquella que


realizan los particulares, tanto aquella que realizan aquellos a quienes van dirigidas las
normas como la que realizan los profesionales del derecho. La interpretación privada se
contiene normalmente en tratados, manuales, revistas, etc. Algunos distinguen la
interpretación privada realizada por los juristas de la realizada por los abogados, sosteniendo
que esta última está más ligada a la aplicación de las normas por un tribunal u órgano
administrativo. Se trata, dicen, de una interpretación más circunstancial que aquella que
realizan los juristas, y por lo mismo, más interferida por los intereses de las partes que el
abogado representa. Lo anterior no significa que la interpretación doctrinal realizada por los
juristas no esté ligada a la aplicación de las normas o que se encuentre libre de toda
interferencia, sino que, en el caso de la interpretación realizada por los abogados, esta
interferencia es mucho más marcada y directa.
Esta interpretación privada o doctrinal no tiene ninguna fuerza obligatoria y tendrá
mayor o menor influencia según sea el prestigio de quien la formule y la adhesión que
obtenga entre los distintos operadores jurídicos.

B.- La interpretación pública o de autoridad, se llama de autoridad porque la interpretación


hecha por los poderes del Estado es siempre obligatoria, aunque el alcance de esta
obligatoriedad pueda ser diferente según el órgano que lleve a cabo la interpretación.
La interpretación pública se clasifica a su vez en, interpretación legal o auténtica,
interpretación judicial e interpretación administrativa.

B1-La interpretación legal o auténtica: es, como su nombre lo indica, la interpretación


realizada por el mismo órgano productor de la ley, esto es, por el poder legislativo, sea que
lo haga en el propio texto de la ley interpretada o en una ley posterior, que por ello toma el
nombre de ley interpretativa.
“Sólo toca al legislador explicar o interpretar la ley de un modo generalmente obligatorio,”
así lo dispone el Art.3º del código civil, de manera que la interpretación legal es la única que
tiene fuerza obligatoria general.
En cuanto a la ley interpretativa, se plantea el problema de la fecha de entrada en
vigencia, en efecto, el art.9 inciso 2º del código civil establece “sin embargo, las leyes que se
limiten a declarar el sentido de otras leyes, se entenderán incorporadas en éstas; pero no
afectarán de manera alguna los efectos de las sentencias judiciales ejecutoriadas en el tiempo
intermedio”.
Esto significa que la ley interpretativa se entiende haber entrado en vigencia el mismo
día que lo hizo la ley interpretada. Si la ley interpretativa se publica el día 10 de septiembre
de 2018 para interpretar una ley que estaba vigente desde el primero de marzo de 2017, se
entiende que la ley interpretativa ha entrado en vigencia también el primero de marzo. Ello
con la salvedad que en ningún caso se afectarán los efectos de las sentencias judiciales
ejecutoriadas en el tiempo intermedio, pues en tal caso se tratará de una ley con efecto
retroactivo.

B2- La interpretación judicial: Como su nombre lo indica, es aquella que realizan los jueces
en el ejercicio de su función jurisdiccional en virtud de la cual deben conocer y resolver los
casos jurídicamente relevantes que sean sometidos a su decisión. La interpretación judicial
también tiene fuerza obligatoria, pero solo relativa, pues obliga solo a las partes del juicio,
así lo establece el Art.3º inciso 2º del código civil, “Las sentencias judiciales no tienen fuerza
obligatoria sino respecto de las causas en que actualmente se pronunciaren”.
El instrumento que utiliza el juez para interpretar la ley son las distintas resoluciones
que dicta el curso del proceso y particularmente, la sentencia definitiva.

B3- La interpretación administrativa. Tiene fuerza obligatoria. Es la que realizan


determinados órganos y servicios públicos que cumplen funciones fiscalizadoras de distinta
naturaleza, tales como la Contraloría General de la República, el Servicio de impuestos
internos, la dirección del trabajo, etc.
Esta interpretación se expresa por medio de dictámenes que emanan del órgano
superior del servicio de que se trate. Estos dictámenes tienen por finalidad aplicar o facilitar
la aplicación de normas legales que rigen en el ámbito de competencia del respectivo servicio
u órgano de la administración.
La interpretación administrativa, a pesar de ser pública, se distingue de la legal y
judicial.
En primer lugar, porque estos órganos de la administración del estado sólo pueden
interpretar las normas jurídicas en el ámbito de su competencia, es decir, el SII sólo puede
interpretar leyes tributarias y no por ejemplo el Código Civil, y en segundo lugar, porque si
bien esta interpretación tiene un alcance obligatorio, cualquier particular que se sienta
perjudicado, en concreto, por un dictamen administrativo puede recurrir a los tribunales de
justicia para que a su respecto, se modifique o se deje sin efecto.

2ª Clasificación: Interpretación reglada y no reglada. Para hacer esta clasificación se atiende


al hecho que el ordenamiento jurídico contenga o no normas relativas a la forma de interpretar
las leyes.

A-Interpretación reglada: es aquella que en cuanto al método que debe seguir el intérprete
para establecer el o los significados de las disposiciones jurídicas interpretadas, se encuentra
regulado por el respectivo ordenamiento jurídico. Es lo que ocurre por ejemplo en el
ordenamiento jurídico chileno que contiene distintas normas acerca del modo de llevar a cabo
esta interpretación. Así por ejemplo están los Art. 19 al 24 del código civil, que se refieren a
la interpretación de la ley. Están también el Art. 1560 y siguientes relativos a la interpretación
de los contratos.

B- Interpretación no reglada: es aquella que no se encuentra normada por el ordenamiento


jurídico, de modo que el intérprete puede llevar a cabo su tarea con mucha mayor libertad.
Se sostiene por algunos que, en realidad, no existe un orden jurídico que no contenga normas
de interpretación, pues en todos ellos hay al menos alguna referencia al modo en que debe
interpretarse la ley. Por ello, prefieren hablar más que de interpretación reglada o no reglada
de gradualidad de los sistemas de interpretación.
Quienes defienden un sistema de interpretación reglada, argumentan que este
contribuye a la seguridad jurídica estableciendo reglas conocidas de todos y, además, facilita
la labor del juez, indicándole de antemano el modo en que deberá interpretar la ley.
Otros sostienen que la tarea de elaborar normas de interpretación le corresponde a la
ciencia del derecho y que, por lo mismo, esto no debe ser materia de regulación jurídica.
Argumentan que cuando las reglas de interpretación se encuentran contenidas en
disposiciones legales, surge el problema de saber si estas reglas de interpretación, al momento
de ser aplicadas, han de ser también interpretadas y, en caso de responder afirmativamente,
aparece el problema de saber conforme a qué reglas deben ser interpretadas estas reglas
interpretativas. Sostienen finalmente que un sistema reglado le resta flexibilidad al derecho
impidiéndole, a la larga, adaptarse a las nuevas realidades.
V.- ELEMENTOS DE LA INTERPRETACIÓN DE LA LEY
En general, se entiende por tales los distintos medios de que dispone el intérprete para
establecer el o los posibles sentidos y alcances de la ley interpretada, los cuales son
comúnmente aceptados por la doctrina y en ocasiones consagrados expresamente por los
distintos ordenamientos jurídicos.
Los elementos de interpretación son cuatro. El elemento gramatical, el elemento
lógico, el elemento sistemático y el elemento histórico.

a) El elemento gramatical: Es aquel que permite establecer el o los posibles sentidos y


alcances de la ley, atendiendo para ello al tenor de las palabras de la misma ley, es
decir, al significado de los términos y frases de que se valió el legislador para expresar
y comunicar su pensamiento normativo.
Este primer elemento parte de la base que la ley es expresión de la voluntad del legislador
que la crea y, puesto que las leyes se escrituran, el medio más confiable y seguro para
establecer esta voluntad del legislador tiene que consistir en la consideración de las palabras
y frases que este utilizó al momento de producir la ley que se trata de interpretar. “nosotros
creemos que lo más seguro es atenerse a la letra” afirmaba Andrés Bello.

b) El elemento histórico: Es aquel que permite establecer el o los posibles sentidos y


alcances de una ley, atendiendo para ello a la historia del texto legal que se trata de
interpretar. Dicha historia se ve reflejada documentalmente en cada una de las fases
o etapas del proceso de formación de la ley, en especial en el texto del mensaje o
moción y en las actas en que se hubiere dejado constancia de las discusiones habidas
al interior del órgano legislativo con ocasión de la tramitación del respectivo proyecto
de ley. Este es el concepto que se le ha dado en nuestro país a este elemento histórico.
Sin embargo, para Savigny, quien es el creador de esta doctrina de los cuatro elementos,
tiene un sentido distinto. En su sentido original, el elemento histórico consiste en indagar la
situación en que se encontraba el derecho en el momento anterior a la dictación de la norma
que se trata de interpretar. Ello permite comprender de mejor manera el cambio de legislación
o la dictación de normas allí donde no las había.

c) El elemento lógico: Es aquel que para establecer el o los posibles sentidos de una ley,
se vale del análisis intelectual de las conexiones que las normas de una misma ley
guardan entre sí, entendidas en el contexto que ellas forman y no de una manera
aislada, así como de las conexiones que las normas de la ley de que se trata puedan
reconocer con las de otras leyes que versen sobre la misma materia.
El elemento lógico parte de la base de que las normas de una ley hacen un conjunto y que
deben ser interpretadas no en forma aislada o desvinculadas unas de otras, sino en el contexto
de la ley de que forman parte y asume también como supuesto el que las normas de una ley
hacen también un conjunto con las de otras leyes que versen sobre un materia similar.

d) El elemento sistemático: No difiere sustancialmente del elemento lógico y representa


sólo un grado más avanzado de este, puesto que consiste en establecer el o los posibles
sentidos y alcances de una ley, atendiendo ahora a las conexiones que la ley pueda
tener con la totalidad del ordenamiento jurídico de que forma parte, incluidos los
principios generales del derecho y no solamente con las normas de otras leyes que
versen sobre la misma materia de la ley interpretada.
El elemento sistemático asume que las disposiciones de una ley no sólo guardan
conexiones entre sí y con las de otras leyes que versen sobre la misma materia, sino que tales
relaciones se dan con referencia a todo el ordenamiento jurídico, de modo que su
interpretación tiene que ser efectuada en el contexto más amplio de todo el ordenamiento.

*Hay quienes agregan un quinto elemento de interpretación, al que denominan teleológico:


aquel que permite establecer el o los sentidos posibles de una ley atendiendo a su fin, es decir,
a los determinados objetivos que se buscó conseguir por medio de su dictación. Este último
elemento parte de la base de que el legislador dicta leyes animado por ciertos propósitos que
deben ser tenidos en cuenta al momento de interpretar la ley. Puede decirse a este respecto
que más que un elemento distinto de interpretación de la ley es expresión de la teoría
subjetiva, pues la finalidad que la ley persigue sólo puede conocerse conociendo la voluntad
del legislador histórico que dictó la norma.

VI.- LOS ELEMENTOS DE INTERPRETACIÓN Y LOS ART. 19 AL 24 DEL CÓDIGO


CIVIL

Desde que en su obra “Explicaciones del derecho civil” el profesor Luis Claro Solar
recogiera la doctrina de los elementos de interpretación elaborada por Savigny, los estudiosos
e investigadores de la teoría de la interpretación han intentado establecer en qué forma se
expresan estos cuatro elementos en los Art. 19 al 24 del código civil.
Algunos autores han ido incluso más allá intentando también buscar estos elementos
en las normas relativas a la interpretación de los contratos de los Art. 1560 y siguientes del
código civil. Cabe señalar, sin embargo, que al momento de redactar el código civil, Andrés
Bello no conocía la doctrina de Savigny y, por lo mismo, no puede esperarse que estos
artículos incluyan exactamente a estos cuatro elementos.
Tan cierto es lo anterior el Art. 24, se refiere al espíritu general de la legislación y a
la equidad natural que no han sido mencionados ni considerados siquiera por Savigny. Sin
perjuicio de lo anterior, la doctrina chilena no sólo ha buscado, sino que ha creído encontrar
estos cuatro elementos en el párrafo 4º del título preliminar del código civil.

-Elemento gramatical: estaría consagrado en el Art. 19 inc. 1º que establece que “cuando el
sentido de la ley es claro, no se desatenderá su tenor literal, a pretexto de consultar su
espíritu”, de modo que lo primero a considerar son las palabras y expresiones de que se ha
valido el legislador.
Respecto a cómo han de entenderse estas palabras, los Art. 20 y 21 establecen una
regla general y dos excepciones o mejor dicho reglas especiales,.
La regla general está contenida en el Art. 20 inc 1º que dispone que las palabras de la
ley se entenderán en su sentido natural y obvio, según el uso general de las mismas palabras.
En cuanto a qué deba entenderse por uso general de una palabra, se ha entendido que es el
que fija el diccionario de la RAE, aunque en el último tiempo existe una tendencia que
entiende que este sentido natural y obvio es el que se le da a una palabra en el uso cotidiano.
Esta disposición es expresión del denominado argumento del lenguaje común que
sostiene la interpretación literal.
La 1ª excepción o primera regla especial está contenida en el Art 20 parte 2ª, que
establece que “cuando el legislador las haya definido expresamente para ciertas materias, se
les dará en éstas su significado legal”.
Existe una serie de definiciones en el párrafo 5º del título preliminar del código civil
y también en otros cuerpos legales. Debe tenerse presente que hay definiciones que son
propias de ciertas materias y que la definición legal normalmente tiene valor para esa materia
determinada y no para todo el ordenamiento, aunque las hay también con carácter general.
Por ejemplo, la noción de remuneración, o empresa definidas en el Código del trabajo, tienen
valor sólo en el derecho laboral y la definición de presunción o persona contenidas en el
código civil, tienen un alcance general. Del mismo modo por ejemplo, las definiciones de
culpa y dolo contenidas en el Art. 44 del código civil no tienen valor en materia penal.
La 2ª excepción o regla especial está contenida en el Art. 21 que establece que “las
palabras técnicas de toda ciencia o arte se tomarán en el sentido que les den los que profesan
la misma ciencia o arte, a menos que aparezca claramente que se han tomado en sentido
diverso.”
Esto quiere decir que cuando el legislador utilice expresiones propias de alguna
ciencia o arte, no se entienden en el sentido que se usan comúnmente sino en el sentido
específico que se les atribuye en el campo respectivo, como el lenguaje de la medicina o de
la biología.
Esta regla del art. 21, contiene un contra excepción y es que se volverá a la regla
general cuando la palabra respectiva se haya usado claramente en un sentido diferente.
Como ejemplo típico de palabra técnica tomada en un sentido diverso al que le dan
los que profesan la ciencia o arte respectiva, es la expresión demente, contenida en el Art.
1447 del código civil, que se entiende referida no sólo a la demencia tal como la entiende la
psiquiatría, sino referido al que por cualquier causa se encuentra privado de razón.

-El elemento histórico: estaría contenido en el Art.19 inciso segundo parte final, en la parte
que se refiere a la historia fidedigna del establecimiento de la ley. Esta historia fidedigna es
la que está contenida en la respectiva moción o mensaje y en las actas de las sesiones
legislativas en que se discutió el respectivo proyecto.
Esta forma de entender el elemento histórico refuerza la idea que Andrés Bello no se
inspiró en Savigny para redactar estas disposiciones. En efecto, como dijimos, Savigny que
fue el máximo representante de la Escuela histórica del derecho entendía elemento histórico
de otra manera. Así como se entiende en nuestro país, equivale al denominado argumento
teleológico, en su forma subjetiva, que sirve para justificar una interpretación correctora
cuando estamos frente a una expresión obscura.

-Elemento lógico: estaría este consagrado en el Art. 22 del código civil en su inciso 1º que
dispone que “el contexto de la ley servirá para ilustrar cada una de sus partes, de manera que
haya entre todas ellas la debida correspondencia y armonía”. Para algunos el elemento lógico
se encontraría también en el art. 19 inc. 1, cuando se usa la expresión “sentido”, pero, es una
opinión aun minoritaria, aunque nosotros la compartimos. Según el profesor Agustín Squella,
el inciso 2º de este Art. 22 consagraría también este elemento al establecer que “los pasajes
obscuros de una ley pueden ser ilustrados por medio de otras leyes, particularmente si versan
sobre el mismo asunto”. Sin embargo, la gran mayoría de la doctrina nacional sostiene que
aquí estaría consagrado el elemento sistemático.

-Elemento sistemático, estaría este consagrado, como acabamos de decir, en el Art. 22 inciso
2º y para muchos también lo estaría en el Art. 24 en aquella parte que remite al intérprete al
espíritu general de la legislación.
Finalmente, la disposición del Art. 23 como ya hemos señalado, contiene una regla
que refuerza la inclinación del código por la interpretación literal, es decir, de estarse
principalmente a la letra de la ley. La favorable u odioso no debe influir en el sentido que se
le da a ley, sino que debe estarse a su sentido genuino conforme a las reglas de interpretación
precedentes. También puede decirse que esa disposición se encuentra consagrada allí por una
razón histórica, pues, con anterioridad a la dictación del código civil, lo favorable u odioso
de una disposición podía ser tomado en cuenta para ampliar o restringir su sentido.
Por otra parte, esta disposición pretende garantizar una interpretación literal,
restringiendo las facultades del juez quien debe aplicar la ley tal cual la dictó el legislador.
Suele afirmarse que la aplicación de estos elementos tiene un orden de jerarquía en el
sentido de que habría unos más decisivos que otros al momento de atribuir significado a las
normas jurídicas. Así se afirma que corresponde en primer término recurrir al elemento
gramatical, y si con él no basta, recurrir al lógico, luego al sistemático y finalmente al
histórico.
No concordamos con esa opinión, pues la tarea interpretativa es compleja, y habrá
que recurrir a todos los elementos para dilucidar el sentido de una disposición. Por lo demás,
Savigny, que como hemos señalado es el creador de esta doctrina no propuso nada en ese
sentido.

Algunas doctrinas acerca de la interpretación de la ley y del razonamiento judicial.

1.- El Método tradicional de la Interpretación o formalismo interpretativo.

En términos generales, podemos caracterizar este método tradicional de


interpretación señalando que es el método utilizado por la escuela de la Exégesis que se funda
en el principio o doctrina de la separación de los poderes y que defiende la idea de un
legislador racional que expresa en forma clara su pensamiento normativo a través de cuerpos
legales denominados Códigos que no dejan nada al arbitrio del intérprete y que están libres
de contradicción.
Especial importancia en el desarrollo de esta escuela tuvo el Código Civil Francés de
1804 denominado también Código de Napoleón.
Esta doctrina parte de la base de que no hay otro derecho que el que se produce por
parte del Estado y sus demás órganos, y más específicamente de considerar que la ley es la
única fuente del derecho y que las demás son solo fuentes aparentes y en el mejor de los casos
subordinadas a la ley.
Nuestro Código Civil recoge sin duda esta doctrina en el Art.2º, en el sentido de
considerar la ley como la principal fuente del derecho. En efecto, en relación con la
costumbre, sólo le asigna valor en los casos en que la ley se remite a ella, lo que ha llevado
a algunos a señalar que en este caso la verdadera fuente de derecho es la ley.
Según los partidarios de esta doctrina, el juez sólo debe aplicar la ley. En palabras de
Andrés Bello, el juez es esclavo de la ley. Para esta doctrina el poder judicial no es un órgano
de producción jurídica o, dicho de otro modo, los jueces no crean derecho, sino que se limitan
a aplicar el derecho creado previamente por el legislador.
Para aplicar la ley los jueces deben interpretarla buscando la voluntad histórica del
legislador que produjo la ley. Una vez establecidos los hechos e identificada la ley que
corresponde aplicar, los jueces deben trasladar al caso las consecuencias previstas por la ley.
En otras palabras, establecidos los hechos e identificada la ley aplicable basta formular un
silogismo judicial cuya premisa mayor será la ley y la menor estará conformada por los
hechos o mejor dicho por la comprobación de que se han cumplido los presupuestos de dicha
disposición, la decisión por tanto viene dada por la conclusión del silogismo.
Así, entonces, el juez toma su decisión conforme a la ley sin tener que preocuparse
por el carácter razonable, aceptable o justo de la decisión propuesta. Como servidor de la ley
el juez no tiene que buscar fuera de ella otras reglas que lo guíen, pues es sólo el portavoz de
la ley.
Según esta tesis entonces, y asumido que el derecho tiene un carácter completo y
coherente siempre frente a un caso determinado habrá una ley aplicable y además esta ley
contendrá una única solución posible para el caso.

2.- Doctrina de Hans Kelsen acerca de la Interpretación (un ejemplo de escepticismo


interpretativo)
Kelsen sostiene que en primer lugar el significado lingüístico o sentido verbal de la
norma legal no es uno solo.
En segundo lugar, considera que la polémica en torno a la primacía de la voluntad
sobre las palabras de la norma legal conduce a la necesidad de admitir la posibilidad de
indagar otras fuentes a parte de su expresión verbal.
En tercer lugar, sostiene que siempre existe la posibilidad de contradicciones de
validez simultánea dentro del sistema jurídico, contradicciones que no pueden ser resueltas
en el marco del silogismo deductivo que propone la concepción tradicional.
Para Kelsen estas tres son razones suficientes para estimar que existe una pluralidad
en el significado de la ley.
Kelsen concibe la interpretación como un procedimiento espiritual que acompaña al
proceso de aplicación del derecho en su tránsito de un grado superior a uno inferior, en el
tránsito de una norma de mayor generalidad hacia una de menor generalidad. El caso más
frecuente es el de la interpretación de la ley, y la pregunta que hay que responder en este caso
es acerca del contenido que hay que dar a la norma individual de una sentencia, al deducirla
de la norma general, para su aplicación al caso concreto.
Según Kelsen existen 2 clases de interpretación:
a) Interpretación Auténtica: es la realizada por el órgano encargado de aplicar el
derecho.
b) Interpretación No Auténtica: es la realizada por los privados especialmente por la
ciencia del derecho.
La interpretación como procedimiento para ir de una grada superior a otra inferior del
ordenamiento jurídico, como por ejemplo de una ley a una sentencia, consiste en una relación
de determinación u obligación. La norma superior regula el acto mediante el cual se produce
la norma de grado inferior determinando no sólo el procedimiento mediante el cual esta
norma se establece, sino que en ciertos casos el contenido de la misma. Sin embargo, la
norma de grado superior es incapaz de determinar todos los sentidos del acto mediante el
cual se la aplica, siempre quedará un espacio para la libre discrecionalidad, de manera tal que
la norma de rango superior tiene respecto del acto de su aplicación el carácter de un marco
que debe llenarse mediante dicho acto de aplicación. Hasta la orden más minuciosa tiene que
dejar al ejecutor una cantidad de determinaciones que el órgano emisor es incapaz de prever.
Resulta de este modo que todo acto jurídico de producción o ejecución de derecho en el cual
el derecho es aplicado está determinado sólo en parte por la norma superior, quedando en
parte indeterminada.
Esta indeterminación puede ser intencional o bien no intencional:
-La indeterminación es Intencional cuando ha sido establecida por voluntad del órgano que
instauró la norma que ha de aplicarse.
Por ejemplo: en el caso del derecho penal la ley prevé para el caso de un determinado delito
una pena que puede ir desde la multa hasta la privación de libertad, dejando al juez la decisión
de aplicar una u otra según las circunstancias de caso.
-La indeterminación puede ser no Intencional, es decir, puede ser la consecuencia no buscada
de la forma de ser de la norma jurídica que debe ser aplicada mediante al acto en cuestión.
Esto puede ocurrir por distintas razones:
1.- Por la ambigüedad de una palabra o de una secuencia de palabras mediante las cuales la
norma se expresa, de modo que el sentido lingüístico de la norma no es unívoco y el órgano
encargado de aplicar la norma se encuentra ante varios significados posibles.
2.- puede ser que el órgano encargado de aplicar la norma crea que existe una discrepancia
entre la expresión lingüística de la norma y la voluntad de quien la dictó.
La jurisprudencia tradicional reconoce, en forma general, que la llamada voluntad del
legislador o la intención de los contratantes de un negocio jurídico puede no corresponder a
las palabras utilizadas en la ley o en el respectivo negocio. Esta discrepancia entre voluntad
y expresión lingüística puede ser completa o parcial. Es parcial cuando la voluntad del
legislador corresponde al menos a uno de los sentidos que la expresión lingüística de la norma
lleva consigo.
3.- La indeterminación puede producirse porque dos normas con pretensión simultánea de
validez se contradicen total o parcialmente.
En todos estos casos de indeterminación se ofrecen a la aplicación del derecho varias
posibilidades. Cualquiera sea la acción, en todos los casos el derecho por aplicar constituye
sólo un marco dentro del cual están dadas varias posibilidades de aplicación, con lo cual la
decisión estará ajustada a derecho si se mantiene dentro de ese marco colmándolo en alguno
de los sentidos posibles.
Según la tesis de Kelsen el resultado de la interpretación jurídica sólo puede ser
determinado el marco que expone el derecho por interpretar y, por lo tanto, el conocimiento
de varias posibilidades dadas dentro de ese marco, de manera entonces que la interpretación
de una ley no conduce necesariamente a una decisión única como si se tratara de la única
correcta, si no que conduce a varias soluciones posibles, todas las cuales tienen el mismo
valor, aunque sólo una de ellas se convertirá en derecho positivo en el acto de la aplicación
por el órgano respectivo.
Que una sentencia esté fundada en la ley significa sólo que se mantiene dentro del
marco que la ley despliega y que es una de las normas individuales y no la norma individual
que puede ser producida en el marco ofrecido por la norma general. Este acto de voluntad
mediante el cual el órgano aplicador del derecho elige una de las soluciones posibles dentro
del marco que la ley le da, es un acto creador de derecho.
La interpretación auténtica, según Kelsen, es por tanto creadora de derecho. Por
cierto, esta interpretación auténtica se distingue de la que no lo es, sea la que efectúa un
privado que acata la norma o bien la que hace la ciencia jurídica.
La interpretación no auténtica es pura determinación cognitiva del sentido de las
normas jurídicas y no una producción de derecho, es más, la interpretación jurídico científica
tiene que evitar con el mayor cuidado la ficción de que una norma admite un solo sentido
correcto.
Se trata de una ficción de la que se sirve la jurisprudencia tradicional para mantener
la seguridad jurídica. La jurisprudencia tradicional, con todo, cree que la interpretación no
debe limitarse a establecer el marco de posibilidades que ofrece la norma general y establece
como su principal función desarrollar un método que permita completar correctamente el
marco establecido. La teoría tradicional, según Kelsen, quiere hacer creer que la ley aplicada
al caso concreto siempre podría librar una única solución correcta. Concibe la interpretación
como un procedimiento mecánico en que al órgano de aplicación le bastaría con poner en
movimiento su entendimiento y no su voluntad, como si mediante una pura actividad del
entendimiento pudiera encontrarse entre las posibilidades dadas, una única opción correcta
según el derecho positivo.

3-Hart y la textura abierta del derecho. (Teoría mixta)


Al igual que Kelsen, Hart mantiene una posición escéptica acerca de la posibilidad de
alcanzar la certeza del derecho mediante procedimientos lógicos y cognitivos. Señala que en
todo sistema jurídico habrá siempre casos no previstos y no regulados legalmente, esto es,
casos para los que ningún tipo de decisión es dictada por el derecho claramente establecido
y en consecuencia el derecho es incompleto y solo parcialmente determinado. Esta es la tesis
que Hart denomina Tesis de la discreción judicial. El fundamento de la existencia de cierto
margen de discrecionalidad se encuentra en la textura abierta del lenguaje que podemos
caracterizar del siguiente modo:
Todas las reglas imponen reconocer o clasificar casos particulares como ejemplos de
términos generales y, frente a cualquier regla, es posible distinguir casos centrales claros a
los que sin duda ella se aplica y casos en los que hay tantas razones como para afirmar o
negar que se aplican.
Resulta imposible eliminar esta dualidad entre un núcleo de certeza y una zona penumbra,
e duda, cuando se trata de colocar situaciones particulares bajo reglas generales. La
aplicación del derecho a los casos concretos no es una operación simplemente mecánica
como lo pretendían las teorías tradicionales basadas en el modelo del silogismo jurídico. Las
características de abstracción y generalidad del derecho y la textura abierta del lenguaje
afectan a la regulación legal provocando dificultades e imprecisiones que son imposibles de
resolver metódicamente. Aunque pueden reducirse mediante reglas de interpretación.
Decimos que pueden reducirse y no eliminarse, porque estas reglas de interpretación
son a su vez reglas generales para el uso del lenguaje y emplean términos generales que
también requieren de interpretación. La textura abierta del derecho implica un cierto margen
de apreciación en los denominados casos difíciles que son los que están en las zonas de
penumbra de las reglas. La ciencia del derecho provee en estos casos los medios suficientes
para reducir este margen de apreciación mediante el razonamiento jurídico, atribuyendo a los
jueces una potestad de elección, de modo que la textura abierta del derecho obliga al
interprete a realizar una acción sin el respaldo de las reglas el ámbito discrecional que le deja
el lenguaje puede ser muy amplio de modo que si la conclusión puede no ser arbitraria es en
realidad una elección. El formalismo o conceptualismo es un vicio que ha intentado
minimizar esta elección planteando que la resolución de los casos jurídicos es una tarea casi
mecánica. El hecho de que la textura abierta del derecho obligue al interprete a hacer una
elección debe permitirnos concluir que la racionalidad de las oraciones jurídicas que recaigan
sobre los casos difíciles tiene que sustentarse, no en una relación lógica con las premisas,
sino que deberá sustentarse en algo diferente. De este modo, entonces la textura abierta del
derecho es un factor que la teoría jurídica no puede ignorar si quiere describir cómo funcionan
las cosas en la aplicación del derecho y como se legitiman las decisiones jurídicas. Pero debe
tenerse en cuenta también que el margen de discrecionalidad donde los tribunales tiene un
amplio campo, hará elección prudente al tenor de las circunstancias del caso concreto, lo que
es lógicamente necesario desde el punto de vista del funcionamiento del derecho. Así en todo
sistema jurídico hay un importante y amplio campo abierto al ejercicio de la discreción por
los tribunales, quienes la ejercen fijando el contenido de criterios o pautas inicialmente vagos,
resolviendo las incertidumbres de las leyes o desarrollando y acondicionando las reglas que
solo han sido comunicadas de un modo muy general. El hecho de que Hart reconozca un
cierto margen de discrecionalidad de las decisiones que toman los tribunales no quiere decir
que no sean decisiones regladas, pues la estructura dentro de la cual tienen lugar consiste en
reglas generales. Esta teoría de Hart puede resumirse formando dos tesis principales:
1.- Presupuesta la textura abierta del derecho en la zona de penumbra, lo jueces tienen ante
si un cierto margen de decisiones posibles. Como consecuencia de esto, las partes o sus
representantes pueden esperar del tribunal sus decisiones interpretativas distintas que siempre
estarían fundadas.
2.- Pese a ese margen de discrecionalidad judicial, la decisión adoptada será válida
excluyendo la posibilidad de que el resto de las decisiones lógicamente posibles puedan ser
tenidas en cuenta jurídicamente. Hasta el punto de que la misma ha de ser aceptada por todos,
sin posibilidad de controversia valida dentro del sistema jurídico.

4-La Doctrina de Ronald Dworkin. (otro ejemplo de formalismo interpretativo)

Este autor es uno de los principales críticos de las tesis que acabamos de exponer,
fundamentalmente de la tesis de Hart. Según él, es posible mediante el razonamiento
adecuado encontrar la única respuesta correcta para cada caso que hay que decidir. Por lo
tanto, cuestiona el principio de la textura abierta del derecho y más precisamente cuestiona
el reconocimiento de un margen de discrecionalidad en el ámbito de las decisiones judiciales.
Frente a ello defiende no solo la posibilidad sino la obligación del juez de descubrir los
derechos de las partes con absoluta precisión y certeza, ya que tales derechos existirían según
él con antelación y plena autonomía respecto del procedimiento que se sigue para su
descubrimiento. Según este autor, los problemas del positivismo jurídico en este punto se
derivarían de la incapacidad de esta teoría para comprender y dar cuenta de lo que ocurre
cuando se resuelven casos jurídicos. Sostiene que en realidad las tesis positivistas reproducen
en gran medida el modelo del silogismo jurídico. Ante los hechos dados se busca la norma
aplicable y se colocan los hechos en la regla para resolver el caso con la solución que la
misma establece con carácter general. Cuando la textura abierta del derecho permite un
margen de discrecionalidad la operación es similar, las complicaciones aparecen por la
necesidad de elegir dentro de la zona de penumbra de la norma, pero siempre dentro del
marco general de la misma cual es la solución del caso. El modelo de decisión del que parte
Dworkin es más complejo, parte reconociendo que junto con las normas jurídicas
propiamente dichas existen pautas o índices intelectuales (principios) de la decisión jurídica
que harán posible individualizar en cada caso una solución ponderada y racional que es
considerada una mera probabilidad, sino que por el contrario, el órgano judicial está obligado
a actuar conforme a esas pautas o índices cuya ponderación razonable ofrecerá además esa
única solución correcta. Según lo anterior para cualquier hipotético caso hay una solución
que ya es derecho antes que el juez se pronuncie sobre el mismo ya que espera ser descubierta
por el juez. El juez no debe suponer que el derecho es incompleto, inconsciente o
indeterminado, si así lo pareciera el defecto no estaría en el derecho, sino en los limitados
poderes de discernimiento de un juez humano. El juez debe actuar en todo caso como si el
derecho fuera incompleto y preciso lo que supone que el juez conozca no solo el derecho
positivo, sino también todas aquellas pautas, índices o principio que se entienden formar
parte de él. Solo de esta manera va a estar en condiciones de poder descubrir la única solución
correcta para el caso. Por esta razón el juez que propone Dworkin en función de las
características que debe reunir para cumplir adecuadamente su papel ha sido denominado el
Juez Hércules.

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