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Flaubert,
“La tentación de San Antonio” (25-04-05)
Madrid: Siruela, 1989
La tentación es un libro escrito tres veces a lo largo de 30 años. Un libro que no encuentra su acomodo de
obra (como “La Adoración de los Magos” de Leonardo).
“San Antonio, un tanto bobalicón, ve desfilar ante él las diferentes formas de la tentación” (Du Camp),
“por el mecanismo de la alucinación” (Taine).
Hoy se sabe que las tentaciones son un monumento de meticuloso saber. Es una obra a partir de la
consulta de un montón de obras (ver pág. 10).
Flaubert encuentra los fantasmas en la vigilia, en la atención al acecho en el examen de libros.
Lo imaginario se presenta entre el libro y la lámpara.
Para soñar no es preciso cerrar los ojos, basta con leer. La verdadera imagen es conocimiento.
Lo imaginario no se constituye contra lo real para negarlo o compensarlo; se extiende entre las citas, de
libro en libro, nace y se forma en el intermedio de los textos. Es un fenómeno de biblioteca.
El XIX renueva una forma de imaginación conocida en el Renacimiento y olvidada después.
Onirismo erudito.
Las tentaciones son una obra que se constituye en el espacio del saber. Son un episodio en la historia de la
imaginación occidental. (Ya el Quijote o La nueva Justina –Sade– son ficciones desde la imaginación de
la lectura).
Es una obra que se extiende sobre el espacio de los libros puestos a la distancia del sueño.
Más tarde será posible “Le livre” de Mallarmé, y Joyce, Roussel, Kafka,... Borges.
Posiblemente “Desayuno en la hierba” y “Olimpia” (Manet) hayan sido las primeras pinturas expuestas
en las paredes de los museos.
Desde Manet y Flaubert, cada cuadro pertenece a la superficie cuadriculada de la pintura y cada obra
literaria pertenece al murmullo indefinido de lo escrito. Manet y Flaubert han hecho existir, en el propio
arte, los cuadros y los libros.
Flaubert pensaba en Fausto (otro engullidor de libros) pero (diseñó) organizó en las tentaciones una
representación teatral, una constitución espacial que parte de un cuadro de base (el retiro en la montaña
del eremita) sobre el que se van acoplando las nuevas escenas. El libro desaparece en la teatralidad que
lleva consigo y se instala en el interior del relato.
Los personajes fantásticos de los libros circundan a San Antonio, inmerso en la lectura y ajeno a todo. El
libro engendra el infinito de los monstruos. Sin protección, en una sombra dudosa en que se mezclan
imagen y saber. El libro es el lugar de la tentación.
El mal no está en los personajes sino en las palabras. El libro, que debe salvar, abre las puertas del
infierno.
La tentación es un espacio muy complejo.
Las imágenes fantasmagóricas de la obra están rigurosamente ordenadas... lo que pasa por fantasmas son
documentos gráficos, dibujos y libros, figuras y textos.
La Tentación es un libro de libros, una reedición seleccionada de lo ya dicho.
San Antonio es tentado por la lectura de los libros.
Bouvard y Pécuchet son tentados directamente por los libros.
Tanto para San Antonio como para Bouvard y Pécuchet, ser tentados es creer. Creer en lo que leen, en lo
que oyen decir, creer en el murmullo del discurso.
Lo que es leído y escuchado se convierte en lo que hay que hacer.
Bouvard y Pécuchet, que creen, renuncian a hacer lo que saben. Se separan de las obras pero conservan su
fe en la fe. Son, como Job, santos.
Para Antonio ser tentado es ver aquello en lo que no cree, es ver el error mezclado con la verdad (ver
aquello en que no quiere creer mezclado con aquello en lo que cree).
La recepción de las obras se vive como una incitación a hacer, o a pensar en una acción posible.