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El cerebro del corrupto

El 9 de diciembre pasado se conmemoró el Día Internacional Contra la Corrupción y también


la semana pasada, la Comisión Presidencial de Integridad -formada luego del vergonzoso
destape del asesor médico del presidente Pedro Pablo Kuczynski- dio a conocer su informe
final, en el que se revela que la corrupción le cuesta al Perú 12,600 millones de soles al año,
lo que equivale al 10% del Presupuesto General de la República.

¿Pero qué se sabe acerca del cerebro del corrupto? ¿Existe algún mecanismo neurobiológico
que pueda explicar la deshonestidad? Pues parece que si, un revelador estudio del University
College de Londres publicado en Nature Neuroscience, encuentra que el cerebro humano es
capaz de aceptar y adaptarse a la deshonestidad.

La amígdala cerebral

Diferente de la amígdala palatina o tonsila, que se encuentra en la garganta, la amígdala


cerebral es una región cerebral responsable del desarrollo de las emociones humanas y es
parte del sistema límbico, un conjunto de núcleos cerebrales responsables de la vida afectiva,
el desarrollo de la memoria, el instinto de preservar el organismo y la especie y el nexo entre
el medio ambiente y nuestros órganos internos antes de realizar una acción. Al estimular la
amígdala cerebral de un animal, este responde con agresividad, pero si es extraída, el animal
se vuelve indiferente y ya no reacciona ante un estimulo que antes le había causado miedo o
excitación sexual. Una persona con lesión de la amígdala cerebral no solo es incapaz de
expresar sus emociones, sino que –a pesar de reconocer el rostro de otros- es incapaz de
reconocer las emociones en el rostro de otras personas. La amígdala cerebral es responsable
del “creer en nuestros instintos” (gut feeling en inglés), en que -sin pensarlo dos veces-
interpretamos instantáneamente una experiencia y la aceptamos o rechazamos de plano.
El experimento

Lo que hicieron los científicos fue estudiar dos hechos de común observación. 1) Cómo se
explica que los grandes actos de corrupción empiecen siempre con pequeñas transgresiones,
las cuales van creciendo progresivamente, hasta convertirse en delitos de gran magnitud. En
otras palabras cómo es que el corrupto empieza de a poquitos y sus delitos van
progresivamente haciéndose cada vez mayores. 2) Cómo se explica que el miedo inicial que
desarrolla el corrupto al darse cuenta de que esta haciendo algo malo, va desapareciendo poco
a poco con subsecuentes actos de deshonestidad; convirtiéndose progresivamente en un
sinvergüenza que -como se dice popularmente- “ya no tiene sangre en la cara”.

Debido a que previos estudios habían demostrado que la disminución de la actividad de la


amígdala cerebral hacía que las personas se acostumbren progresivamente a estímulos
negativos y que un estudio demostró que los estudiantes que tomaban un medicamento
inhibidor de la función de la amígdala cerebral eran mas propensos a copiar que los que no
estaban medicados, los investigadores pensaron que la actividad de la amígdala cerebral tenia
mucho que ver con la deshonestidad.

Para demostrarlo, diseñaron un experimento en el que 55 voluntarios participaron en un juego


que los tentaba a engañar a sus compañeros y favorecerse económicamente de manera
deshonesta. El juego estaba diseñado de tal manera que, al no enterarse de que sus
compañeros se den cuenta del engaño, el deshonesto iba perdiendo el miedo a sus actos y se
iba favoreciendo cada vez mas y mas.

Lo novedoso del estudio, y algo que nunca se había hecho antes, fue que se estudió la
actividad de la amígdala cerebral con la resonancia magnética funcional (fMRI), la cual
permitió ver si la actividad de la amígdala cerebral iba aumentando o disminuyendo a medida
que el deshonesto iba engañando mas y mas.

Los resultados fueron impresionantes. Con los primeros actos deshonestos, la amígdala
cerebral se activaba fuertemente, pero con cada subsecuente acto deshonesto, su actividad
disminuía progresivamente, es decir, la amígdala cerebral se iba “acostumbrando” a los actos
deshonestos. En otras palabras, el corrupto empieza poco a poco y al ir perdiendo la actividad
de su amígdala cerebral, va perdiendo el miedo y se va acostumbrando al delito. La
consecuencia es que al ir perdiendo el miedo al castigo, el corrupto avezado va aumentando
la magnitud de sus actos deshonestos. El gran corrupto pierde entonces completamente la
actividad de su amígdala cerebral.

Corolario

Este estudio tiene profundas implicancias para el individuo y la sociedad. En primer lugar,
debemos entender -y aceptar- que el mecanismo descrito –que el cerebro humano es capaz de
ir escalando y adaptándose a los actos deshonestos- es un fenómeno natural y que puede
ocurrir en cualquiera de nosotros. La gran pregunta es entonces ¿por qué ocurre mas
frecuentemente en ciertas sociedades y mucho menos en ciertas otras?

Raymond Fisman, economista y especialista en comportamiento humano de la Universidad


de Boston dice que el asunto de la corrupción no es un asunto de la persona, sino del sistema
en que vive. Si la corrupción es percibida como normal en un país, hasta la persona sin
inclinación a serlo puede iniciarse y aprovechar del mecanismo cerebral descrito para
acostumbrarse. Sin duda, el cerebro del ser humano es capaz de adaptarse a la corrupción
cuando el sistema en que vive lo permite.

Christoph Stefes, profesor de ciencia política de la universidad de Colorado dice que la


historia enseña que una manera de luchar contra la corrupción sistémica es creando “islas de
honestidad” en la sociedad, lideradas por individuos honestos, rodeados de personas
honestas y que logren movilizar grandes segmentos honestos de la población, inclinando la
balanza de la sociedad hacia el lado de la honestidad.

¿Algunos voluntarios para liderar ese movimiento en el Perú?

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