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9/8/2017 Algo podría fallar en el cerebro de un asesino | Pacifista

Por Colaborador Paci sta Publicado Junio 15, 2017 En Opinión, Proyecto Homicidios, Recomendados Proyecto Homicidios

Esta columna forma parte de nuestro proyecto #NiUnMuertoMas, de la estrategia


latinoamericana de reducción de homicidios Instinto de Vida de Open Society Foundations e
Igarapé. Para ver todos los contenidos haga clic aquí.

Lea aquí la primera entrega de ‘¿Por qué los humanos asesinamos?’.

La agresividad y la violencia son comportamientos que quisiéramos controlar, mientras


que el altruismo y las conductas gregarias son utopías o proyectos que imaginamos
propios de sociedades más justas o al menos ideales. ¿Cómo reducir las cifras de
asesinatos y conductas violentas en un país como el nuestro? Seguramente ciertas
características identi can a quienes viven en un territorio particular, pero el cerebro
humano, tal y como lo conocemos actualmente, no es singular a una nación.

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Como el cerebro de cualquier ciudadano del mundo es igual al del colombiano, las altas
cifras de homicidios en Colombia dependen, seguramente, de variables no propiamente
biológicas. Sin embargo, creo que, aunque parezca extraño, conocer qué es y qué
sabemos del cerebro social ayudará a enfrentar el desafío que todos los países del
mundo tienen frente a la reducción de homicidios y conductas violentas. En otras
palabras, comprender qué es el cerebro social, y porqué no funciona en casos muy
puntuales, se puede convertir en una herramienta útil para el reto anunciado: disminuir
las cifras de homicidios.

Hay dos momentos muy importantes en los estudios actuales del cerebro que nos van a
ayudar a plantear lo propuesto, y son investigaciones que parten de hallazgos casi que
exclusivamente celulares.

En primer lugar, conocimientos muy básicos de la empatía cobraron relevancia a partir


de unas investigaciones de Giacomo Rizzolati y sus colegas de la Universidad de Parma,
en Italia. En la década de los años 90 del siglo anterior, observando la conducta motora
de los chimpancés macacos, Rizzolati y su grupo informaron que los monos tienen
células cerebrales especiales que funcionan no sólo si el mono agarra un objeto con su
mano, sino también si simplemente mira a otro hacer lo mismo.

Los estudios fueron replicados también en humanos y dado que estas células se activan
tanto por hacer, como por ver a otra persona hacer, se les dio el nombre de neuronas en
espejo. El cerebro de quien observa funciona como espejo del cerebro del que hace.
Parecería entonces que formas complejas de empatía, durante el desarrollo del ser
humano, así como a través de la evolución de las especies, surgen de procesos
elementales como las neuronas en espejo.

Las neuronas en espejo impulsaron muchos estudios, desde lo biológico, del mundo
social de ciertos primates, en especial del ser humano: la adquisición de conductas
mediante la imitación, la comprensión intencional de otros, el sentir lo que otro siente
desde “la propia neurona” o mecanismos básicos relacionados con el poder ser
empático. La empatía probablemente evolucionó en el contexto del cuidado parental
típico de los mamíferos junto con otras conductas complejas como el apego y la
cooperación.

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Trabajos posteriores dieron cuenta de que no solo la inferencia de la acción del otro
dependía de los procesos cerebrales en espejo, sino que estos mecanismos estaban
presentes en los sitios cerebrales reguladores de las emociones o aquellos que
funcionan cuando siento y digo “puedo sentir tu dolor”. Si así funciona el cerebro, algo
le pasa a quien, aparentemente, no siente el dolor del otro cuando asesina.

El segundo evento relevante, menos conocido fuera del ámbito académico, son las
llamadas neuronas Von Economo. Estas células fueron identi cadas, más por su forma y
ubicación en el cerebro que por su función, por el cientí co austríaco Constantin von
Economo en los años treinta del siglo pasado. Lo particular de estas neuronas es que
estudios recientes [1] encontraron que solo las tienen primates con comportamientos
sociales complejos; que la densidad o el número de neuronas en cierta parte del
cerebro es mayor en la medida en que el primate exhiba comportamientos sociales más
complejos.

Algo pasa en el cerebro de quien,


aparentemente, no siente el dolor del otro
cuando asesina.

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En los seres humanos, las neuronas Von Economo inician a formarse al nal de la
gestación, con un pico de mayor producción a los ocho meses de edad. Solo
terminaremos de tener el total de estas neuronas alrededor de los cuatro años, cuando
justo desarrollamos capacidades empáticas sólidas. Es decir, cuando podemos
comprender las intenciones de los otros.  Cuando es posible reconocer los estados
mentales de otros y alcanzamos a realizar ciertos juicios morales, por ejemplo, es
cuando ya tenemos las neuronas Von Economo que tendremos hasta nuestra edad
adulta.

El simpático chimpancé bonobo tiene una de las mayores densidades de neuronas Von
Economo en el área anterior del cerebro. Siendo uno de los últimos grandes mamíferos
encontrados por la ciencia, además de tener comportamientos sociales complejos, el
bonobo otorga un papel a las relaciones sexuales distinto al de procrear: resolver
con ictos, disminuir la agresividad y la tensión entre machos y hembras de sus grupos.
Una hembra bonobo da a luz una cría cada cinco a seis años, a pesar de conductas
sexuales muy frecuentes. Comparte esta especie con la nuestra, la posibilidad de
separar el sexo y la reproducción.

El bonobo  tiene el 98 por ciento del per l genético de nuestra especie, lo que lo hace
tan cercano a un humano como lo es un perro y un lobo. La distancia entre el bonobo y
el humano es más corta que con el resto de mamíferos por ese mundo social descrito, y
su cercanía a los humanos se mide objetivamente por la densidad de estas células en la
corteza anterior de su cerebro.

Igualmente, hay neuronas Von Economo en el cerebro de mamíferos con


comportamientos sociales sorprendentes, como en el delfín, que cuando va a morir
decide apartarse de su grupo; no sabemos si, queriendo proteger a los suyos, decide
reservar para sí un momento singularmente privado. También los elefantes con
conductas complejas de apego con su madre, al momento de nacer, y con su clan a lo
largo de su vida, cuentan con neuronas Von Economo, por enumerar unos pocos
ejemplos.

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Hoy se sabe que la destrucción selectiva de estas neuronas es típica en enfermedades


neurodegenerativas que afectan la capacidad natural de percibir y ser sensible a los
estados emocionales de los otros. Estudios recientes estudian las anormalidades en las
regiones anatómicas donde están estas células en los psicópatas, sociópatas o quienes
tienen un trastorno antisocial grave. Ciertas particularidades en relación a las neuronas
Von Economo han sido descritas en los niños autistas, quienes tempranamente tienen
limitaciones para relacionarse con otros, así como en otras enfermedades psiquiátricas
en las que profundizaré en la tercera entrega de esta columna.

En suma, las neuronas, los genes y los procesos intracelulares ayudan a explicar cómo
funciona el cerebro humano, en relación a las conductas sociales. Lo que las ciencias
sociales han debatido por muchos años no signi ca que esté en contraposición a lo que
se discute en las neurociencias. Estas dos orillas pueden, y deben, con uir en tanto
recordemos que la complejidad de la conducta, en particular la social, es ambigua. Los
hallazgos recientes de las neuronas en espejo y las de Von Economo se tornan
necesariamente relevantes; no sólo porque de allí nacieron en parte las neurociencias
sociales, sino porque comprendiendo su funcionamiento podremos proponer qué
hacemos cuando no funcionan.

[1] Trabajos publicados por Nimchinsky y Alleman, investigadores de los laboratorios de Neuropatología


del Instituto de Mount Sinai en Nueva York y la división de Biología del Instituto de California en
Pasadena. Por ejemplo, Nimchinsky EA, Gilissen E, Allman JM, Perl DP, Erwin JM, Hof PR. (1999). A
neuronal morphologic type unique to humans and great apes. Proc Natl Acad Sci U S A. 96:5268–5273.

*Diana L. Matallana E. es neurocientí ca y profesora titular de la Facultad de Medicina de la


Ponti cia Universidad Javeriana. 

** Este es un espacio de opinión. No compromete la posición de VICE Media Inc.

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