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De los francos al Imperio Carolingio (Influencias/antecedentes en la formación del

feudalismo, organización, política, social y económica) (siglos IX – X)


El origen de los francos (“los hombres libres”) es aún desconocido. Como lo
describe su nombre, se trataban de un grupo de etnias fragmentadas que se agrupaban
mediante ligas de “soberanías señoriales” (García Moreno, 2001, p. 38 – 39).
Comenzaron a poblar el río Rhin para luego trasladarse hacia el oeste.
Estas “soberanías señoriales” se creían que tenían un antepasado común que era
Meroveo, siendo presuntamente era el padre de Childerico. Sin embargo, nos
enfocaremos en el hijo de este último conocido como Clodoveo o Clovis. Comenzará
por lo tanto la dinastía merovingia (García Moreno, 2001, p. 39), organizando su
reinado ubicando la capital en París porque era una ciudad equidistante a otros puntos
importantes en aquel entonces.
Clodoveo tras buenas victorias militares y lazos matrimoniales genera un gran
poder local. Se casa con Clotilde. Junto a su esposa se bautiza en 498. Este no es un
dato menor porque pasa del paganismo al catolicismo de manera directa sin tener como
paso intermedio la conversión al arrianismo. Cuando se bautiza Clodoveo comienza a
tener la ayuda de la iglesia para destruir fuertes enemigos.
Consideró su reino como patrimonial, es por ello que al morir lo divide en cuatro
partes iguales, siendo la herencia de cada uno de sus hijos. Entre estos territorios se
encuentran Neustria y Austrasia (García Moreno, 2001, p. 42). Con las divisiones de los
reinos es evidente que el poder dinástico disminuyó.
En el siglo VII se transfieren los poderes hacia los mayordomos palaciales, que
eran los administradores de los reinados. Esto sucedió porque al no existió una
reglamentación de herencia clara y porque se comienzan a tildar a los reyes como
“holgazanes”, siendo estos “itinerantes entre sus residencias campestres y abandonado
el ejercicio del poder a una camarilla nobiliaria abanderada por la figura del mayordomo
de palacio” (García Moreno, 2001, p. 44). Con el tiempo el mayordomo de palacio de
Austria, Pipino de Heristal, obtiene el poder.
Al morir Pipino de Heristal en 714 toma el poder es su hijo bastardo Carlos
Martel (Martel proviene de “martillo”) que tuvo entre sus grandes victorias bélicas
como por ejemplo la sucedida en Poitiers venciendo definitivamente al avance
musulmán en 732. Ello fue posible mediante la compra de voluntades expropiando
territorios que eran de jurisdicción eclesiástica y por la ayuda de una gran caballería.
Muere en 741 dejando el poder a sus dos hijos, el cual prevalecerá uno de ellos: Pipino
“el Breve”. Al no pertenecer a una dinastía, Pipino se dirigió hacia el papa con el fin de
consultar “quien debía ser el rey de Francia: si el que poseía el poder de nombre o el que
lo ejercía de hecho” (García y Sesma, 2014, p. 117). La respuesta fue que el poder es de
hecho y por lo tanto fue considerado como el rey de Francia. Nace una relación estrecha
entre los francos y el papado. Esto destierra definitivamente a la dinastía merovingia
dando paso a la dinastía carolingia.
Pipino “el Breve” le entregó territorios al papado, los cuales fueron llamados “el
patrimonio de San Pedro” (García y Sesma, 2014, p. 118).
Al morir Pipino “el Breve” en el 768 le deja su basto reinado a sus dos hijos, el
cual solamente uno llega a dirigirlo con gran notoriedad: Carlomagno.
La coronación del mismo fue hecha por el papa León III en la navidad de 800. El
hecho ocurrió de la siguiente manera: el papa coronó al flameante emperador y luego
permitió que todos sus allegados y guerreros vinieran a congratularlo. En una sociedad
donde carecía la escritura este acto simbólico se traducía como el poder del papado
concediendo el Imperio. Esto desagradó a Carlomagno, dejando claro que el papa iba a
ser solamente “un ministro religioso del Imperio, sometido a las decisiones de doctrina
y organización eclesiástica tomadas por el emperador” (García y Sesma, 2014, p. 120).
He elegido el siguiente
mapa porque hace un repaso
visual de todo lo que he expuesto
en el trabajo hasta el momento.
En él se puede observar el
territorio que estaba estuvo
comandado por el reino de los
francos y luego las conquistas que
se obtuvieron en el imperio
carolingio.
Se observa en el mapa
además la ubicación Neustria y
Austrasia, reinos que fueron
nombrados a lo largo del trabajo.
En dicho mapa se puede
ver también como referencia el
lugar donde ocurrió la coronación
de Carlomagno.
Los poderes que tuvo
Carlomagno a su disposición
estuvieron enmarcados en el poder de ban militar y el munt judicial, siendo ambos de
orígenes germánicos. Con estos dos, Carlomagno podía fortalecer los vínculos entre
hombres libres (García y Sesma, 2014, p. 120).
El poder de ban es el derecho que tiene una persona de aplicar su autoridad,
convirtiéndose “así en el poder – ejercido por el soberano – de obligar y de castigar”
(Bonassie, 1988, p. 30). Carlomagno centralizó aplicándolo en los delitos o infracciones
del orden público considerándolos como un acto atentatorio hacia el rey debiendo ser
castigado inmediatamente quien lo haya hecho (Bonassie, 1988, p. 30).
La administración del reinado se podría decir que era piramidal. Por encima de
todo se encontraba el poder del palacium ejercido evidentemente por el emperador. Al
principio no tuvo sede fija, sin embargo a finales del siglo VIII Carlomagno se instala
en Aquisgrán (actual Alemania). Para controlar un territorio muy extenso era necesario
contar con colaboradores, es por ello que Carlomagno dividió todo su terreno en
condados, llegando a doscientos aproximadamente. Estos condes estaban a disposición
de una aristocracia zonal que funcionaba en la práctica como líderes locales. Por encima
de ellos, para controlar su debida gestión, estaba la dupla missi dominici, conformado en
general por un eclesiástico y un laico (García y Sesma, 2014, p. 120).
En un contexto donde las guerras eran predominantes, Carlomagno comienza
afirmar su poderío mediante la implementación de vasallos. El emperador contó con los
más selectos, conocidos como vassalli dominici. Por la relación que se producía al
vasallo se le entregaba “tierras en usufructo, los beneficios, en un principio revocables.
La construcción imperial carolingia quedó así en manos de la fidelidad personal de sus
vasallos” (García y Sesma, 2014, p. 121). Existía además que vasallos tenían otros
vasallos, produciendo así una cadena de vasallajes.
En este contrato existía un doble vínculo. El primero era personal, en donde
mediante el juramento de fidelidad y encomendación del vasallo se dirigía hacia el
señor. El homenaje en este caso, mediante el gesto de las manos (en donde el vasallo las
pone dentro de las manos del señor) y un beso entre ambos, sellando la protección del
segundo hacia al primero siempre que el vasallo ayude al señor con elementos
relacionados a la milicia. El segundo vínculo es el material en el cual al vasallo se le
entregaba un feudo que podía ser una porción de tierra para que explotase (García y
Sesma, 2014, p. 121). En este caso, el trabajo lo haría el siervo de la tierra, no el vasallo.
Con el paso del tiempo, el vasallo tiene que tener otras consideraciones con su señor
ajena a lo militar: el aporte a la dote de su hija mayor. El vasallo debe encargarse de
aumentar dicha dote con el fin de demostrar el estatus de la misma. Es decir, si la dote
era más opulenta en productos el hombre soltero vería con buenos augurios el
casamiento con la hija del señor feudal.
Algo que hay que tener en cuenta del vasallaje es que se trata de un contrato de
dos personas libres. La relación en este caso se denomina relación feudo - señorial. Se
estilaba dar como feudo parcelas de tierra porque era lo que más abundaba en aquel
entonces. Sin embargo, existieron otros tipos de beneficios: se le podía dar maravedís
(moneda de aquel entonces) o un feudo de cámara.
El contrato del vasallaje se cancelaba cuando alguno de los dos involucrados
fallecía. Con el paso del tiempo, se comienza a implementar las herencias, comenzando
a ser tanto mujeres y como niños señores.
En esta repartición de tierra se puede suponer que Carlomagno fue perdiendo su
poderío ya que dividió los terrenos de su reinado entre otros aristócratas que tenían
vasallos a su poder. Nos queda preguntarnos, por lo tanto, qué sucedía con el poder de
ban planteado anteriormente. Se puede concluir que dicho poder nunca lo perdió
Carlomagno, sino que él entregaba una parte a cada señor feudal para que usufrutue la
tierra. Sin el poder de ban el trabajo en la tierra no serviría de nada. En definitiva, lo
importante en este tiempo y en el sistema económico que más adelante se instalará no es
la tierra sino el poder de ban. Mediante este poder se puede obligar a la gente a producir
la tierra.
Este poder de ban sigue hasta la modernidad.

BIBLIOGRAFIA
Bonnasie, P (1988). Vocabulario básico de la historia medieval. Crítica. Barcelona
Duby, G (1987). Atlas histórico mundial. Debate. España.
García, J. y Sesma, J (2014). Manual de Historia Medieval. Alianza. Madrid.
García Moreno, L (2001). La construcción de Europa. Siglos V – VIII. Síntesis. España.

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