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EUTANASIA: A
PROPÓSITO DEL
CASO ANA
ESTRADA
UGARTE
Por: Rafael Santa María D’Angelo, decano de la Facultad de Derecho de la
Universidad Católica San Pablo. Doctor en Derecho por la Pontificia Universidad
Lateranense y Master en Bioética por la Universidad Regina Apostolorum, Italia.
El conocido poema Masa de Cesar Vallejo, comienza así: “…Al fin de la batalla, y
muerto el combatiente, vino hacia él un hombre y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo…”. Esta primera estrofa nos muestra una
situación dramática: el contacto de un hombre frente a otro, el primero busca animarle a
que viva, que no se deje morir; el segundo, se lamenta y sigue su deceso.
En días pasados hemos visto algo inusual en nuestro país. La primera sentencia de un
Juzgado Constitucional de Lima que ordena la práctica de la eutanasia para una peruana,
la sicóloga Ana Estrada Ugarte.
Fue la Defensoría del Pueblo, la que asumió el patrocinio de este caso y presentó hace
algunos meses una Acción de Amparo ante el Poder Judicial. Lo paradójico de esta
demanda es que es el Estado el que, motivado por el supuesto derecho fundamental de
la señora Ana Estrada, le pide al propio Estado – el Ministerio de Salud y Essalud – la
práctica eutanásica, renunciando así a los deberes de éstos previstos en nuestra
legislación.
Fueron tres los pedidos realizados por la Defensoría: i) La inaplicabilidad del artículo
112 del Código Penal, que tipifica el delito de homicidio piadoso; ii) Que el personal
médico que le pueda practicar el procedimiento de eutanasia no sea procesado
penalmente; iii) la aplicación de la eutanasia para situaciones similares. Con este punto
final no solamente se pretendía aplicar la “muerte digna” a la señora Estrada Ugarte,
sino a cualquier caso en adelante.
El argumento central del denominado derecho a la muerte digna y por el que pretende
ser considerado un derecho fundamental, es por su relación con la vida digna, en el
entendido que ésta es digna no por su valor inherente o en sí misma, sino por el grado
de autonomía. Bajo esta perspectiva, el único capaz para decidir hasta cuando se desea
vivir es el titular de este derecho. Una oposición de terceros sería considerada como
trato cruel e inhumano.
En otros Tribunales esta tesis ha sido descartada, pues del derecho de la vida no
corresponde un derecho a la muerte, por la sencilla razón que la vida es un bien jurídico
y no la muerte. Tras este bien existe una persona humana que resulta, por su dignidad, el
fin supremo del Estado.
Felizmente, como reza el dicho: “mientras hay vida hay esperanza”, y, volviendo al
Poema de Vallejo, éste nos recuerda en su final que: “Entonces todos los hombres de la
tierra le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado; incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar”.
Arequipa, 25 de marzo de 2021
4. A nivel personal, cada integrante debe plantear un juicio de valor sobre el «dilema ético» en el
que se muestre a favor o en contra de una de las posturas.
(5 puntos)