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Cárcel y Fábrica - Darío Melossi y Massimo Pavarini
Cárcel y Fábrica - Darío Melossi y Massimo Pavarini
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siglo veintiuno editores,
CERRO DEL A G U A 248 MEXICO 20. Ü F
PRESENTACIÓN
C A R C EL Y FABRICA. L O S O R IG E N E S D E L SISTEM A
P E N IT E N C IA R IO {SIGLOS X V I-X IX )
INTRODUCCIÓN
A / f
i. GENESIS DE LA INSTITUCION CARCEI.ACIA EN ITALIA
PA R T E II . LA IN V E N C IÓ N P E N IT E N C IA R IA : LA E X PE R IE N C IA
D E LOS ESTADOS U N ID O S D E A M ÉRICA EN LA
PR IM E R A M IT A D D E L SIG L O X IX , por M A SSIM O PA V A R IN I
P ara el inv estig ado r (ita lia n o ) q u e esté interesado en los orígenes de
las instituciones p en iten ciarias, el m om ento presente es u n periodo
interesante. E n noviem bre de 1976 se publicó p o r fin en Ita lia el texto
de F o u c a u lt Vigilar y castigar. Y hoy ap arecen , reunidos orgánica
m en te en u n volum en, dos ensayos im p o rtan tes de D ario Melossi y
M assim o P a v a rin i: u n o d ed icad o a las relaciones existentes entre
cárcel y tra b a jo en E u ro p a y en Ita lia , en tre el siglo xvi y la prim era
m ita d del siglo x ix , y el o tro a las experiencias p enitenciarias de E sta
dos U n id o s de A m érica en la p rim e ra m ita d del siglo xix.
El interés, p o r cierto, n o es solam ente histórico: revisar los orí
genes del sistem a p en itenciario en E u ro p a y en los Estados U nidos sig
nifica, en realid ad , e n c o n tra r las razones de fondo que explican la
crisis del sistem a carcelario actu al, y plantearse el problem a de la ho
m ogeneidad en tre las instituciones carcelarias y los m odelos económicos
y políticos de n u e stra sociedad. Al d ecir esto no querem os afirm ar que
cu alq u ier investigación h istó rica d eb a tener, o ten g a siem pre, como
fin alid ad u n a m ejo r com prensión del presente, pero los ensayos de
Melossi y P av arin i, y en o tro sentido la o b ra d e F o u cau lt, son útiles
p a ra este fin, pues el m éto d o que utilizan su m in istra m odelos de in
vestigación susceptibles de aplicarse, en sus presupuestos generales, a
sociedades y a periodos distintos de los que ellos ex am inan. L a reflexión
del m o m en to a ctu al se h ace u n a consecuencia obligada, y ello les da
a estas investigaciones u n a a c tu a lid a d indiscutible.
E l d a to com ún, que se hace evidente ta n to en la o b ra d e F oucault
com o en la extensa y en m uchos sentidos original sistem atización hecha
po r M elossi y Pavarini d e u n m aterial bibliográfico poco conocido o
desconocido p o r com pleto en Ita lia , es la inversión que hacen de un
cierto m odo de considerar a la cárcel com o u n a institución aislada
y se p a ra d a del contexto social. L a cárcel, y las dem ás instituciones de
confinam iento, son lugares cerrados, y p o r lo tan to están aislados y
separados de la sociedad libre, p ero esta separación resulta m ás a p a
ren te q u e real, ya que la cárcel no hace m ás q u e m an ifestar o llevar
al paroxism o m odelos sociales o económ icos d e organización que se
in te n ta n im p o n er o que ya existen en la sociedad.
F o u c a u lt p o r u n a parte., y Melossi y Pavarini p o r la otra, siguiendo
m étodos y proyectos ideológicos m uy diferentes, llegan a la m isma
conclusión, que. se puede considerar ya como el p u n to de p artid a de la
[7]
3 PR E S E N T A C IÓ N
nel periodo della form azione del modo di produzione capitalistico [C ár
cel y trabajo en E uropa y en Ita lia en el periodo de la form ación del
m odo de producción capitalista]. Los Bridewells y los Workhouses de
la In glaterra isabclina, como los Rasp-huis de Am sterdam , se encuen
tra n y se conectan con exigencias económicas y de m ercado m uy pre
cisas, en u n a perspectiva com pletam ente nueva, al menos en el con
texto de la bibliografía carcelaria italiana.
Los orígenes del internam iento obligado en la Inglaterra de la se
gunda m itad del siglo xvi, en el que se recogen ociosos, vagos, ladrones
y delincuentes menores p a ra obligarlos a hacer trabajos forzados bajo
u n a rígida disciplina, y la m ultiplicación, siguendo el modelo que se
experim entó en el castillo de Bridcwell, de correccionales en numerosos
lugares de Inglaterra, se consideran a la luz de las hipótesis de M arx,
tan avanzadas en su tiem po, sobre la necesidad d e enfrentar con ins
trum entos represivos a las grandes masas de ex trabajadores agrícolas
y de desbandados que, como consecuencia de la crisis irreversible del
sistema feudal, se desplazan h acia las ciudades, sin que la naciente
m an u factu ra sea capaz de absorberlos con la m ism a rapidez con que
ellos abandonan el cam po. E n esta prim era fase, la segregación no
se debe tan to a una necesidad de destrucción o elim inación física sino
más bien a la utilización de m ano de obra, o quizás incluso a la ne
cesidad de adiestrar p a ra el trabajo m anufacturero a ex campesinos
reacios a someterse a los nuevos mecanismos de producción.
Se hace el mismo análisis, de m anera m ás cuidadosa, de las casas
de trabajo holandesas de la prim era m itad del siglo xvn, de cuya o r
ganización emerge nítidam ente que el propósito era el aprendizaje
forzado de la disciplina de fábrica. Con toda objetividad se dem uestra
que este fin era más im portante que el de control del m ercado de tra
bajo, aunque no sea m ás que p o r la im portancia relativam ente restrin
gida que en aquel periodo histórico tuvieron tales instituciones.
L a precisión es im portante, porque cuando se cede a una excesiva
sobrevaloración, generalización del fenómeno, se corre el riesgo, una
vez encontrada un a fórm ula interpretativa, de extender su alcance
y aplicarlo m ecánicam ente a situaciones en que la cárcel, o la casa
de trabajo, si se prefiere, tiene dimensiones tan insignificantes que no
es posible atribuirle funciones de control social o alguna incidencia so
bre el m ercado de oferta y dem anda del trabajo.
H ab ría que ser más bien cauto cuando se precisa que “el secreto
de las W orkhouses o de las Rasp-huis [ . . .] consiste en representar en
térm inos ideales la concepción burguesa de la vida y de la sociedad,
en p rep a ra r a los hombres, en concreto a los pobres y a los proletarios,
p a ra que acepten u n orden y u n a disciplina tales que los haga ins
trum entos dóciles de la explotación”, o en sostener tout court — y es
10 PR ESEN TA C IÓ N
ia conclusión a la que llegan R uschs y K irchheim er— que “la prim era
form a de la cárcel m oderna [ ...] está estrecham ente ligada con las
casas-de-corrección-m anufactureras” . H acer esto es atribuir a la na
ciente burguesía m anu factu rera y a su organización social una im por
tancia y u n a capacidad que en realidad sólo se dio en experiencias
ciertam ente emblemáticas, pero cuya im portancia fue m uy lim itada
cuantitativa y territorialm ente.
L a relación existente entre cárcel y m ercado de trabajo, entre in
ternación y adiestram iento p a ra la disciplina fabril no se puede poner
en duda después de la investigación de Melossi y Pavarini, pero al
lado de esta lógica económ ica existen probablem ente otras que no son
simplemente coberturas ideológicas o justificaciones éticas. L a clave
p ara un a reconstrucción de la función global de las instituciones se-
gregatorias en el largo periodo de su gestación entre el siglo xvi y el si
glo xvnr, probablem ente está en u n a perspectiva que considere tam bién
otros com ponentes, ciertam ente contradictorios y menos racionales, que
volvemos a encontrar en las actuales instituciones carcelarias y
que abarcan un am plio abanico de motivaciones, a veces claram ente
m istificatorias, pero u n a vez que o tra reales, y que van desde las exi
gencias de defensa social hasta el m ito de la recuperación y reeduca
ción del delincuente, desde el castigo punitivo en sí h asta los modelos
utópicos de microcosmos disciplinarios perfectos.
Es cierto, sin embargo, que el análisis interpretativo que destaca
las reducciones entre el origen de las instituciones carcelarias, la difu
sión de la pena consistente en detener al culpable y el m odo de pro
ducción capitalista contribuye de m an era determ inante a la com pren
sión del fenóm eno y desm antela definitivam ente los mitos y los lugares
comunes de la inm utabilidad de la cárcel a través de los siglos. En este
sentido, es particularm ente convincente la relación de interdependencia
entre las cam biantes condiciones del m ercado de trabajo, el brusco
descenso de la curva del increm ento demográfico, la introducción de
las m áquinas y el pasaje del sistema m anufacturero al sistema de fá
brica propiam ente dicho, por u n lado, y el súbito y sensible em peora
m iento de las condiciones de vida en las cárceles, por el otro, a p a rtir
de la segunda m itad del siglo xvilj en In g laterra y en los otros países
europeos que se industrializan rápidam ente. Es en este periodo, en
efecto, cuando en las cárceles se d ejan de practicar formas de trabajo
productivo y com petitivo y comienza a prevalecer u n sistema intimi-
datorio terrorista de gestión que se perpetúa d urante el siglo x ix y
tam bién posteriorm ente. L a correlación entre los sistemas de organi
zación carcelaria y las exigencias del despegue industrial y del control
terrorista del proletariado, tiene fundam entos indiscutibles y se basa
en situaciones de hecho, tales como el notable desarrollo cuantitativo de
PR ESEN TA C IÓ N 11
P 71
18 CAUCEL Y FÁBRICA j
finió tem poral y espacialm ente nuestro objeto de m an era bastante pre
cisa: el área tem poral y espacial o coinciden con e inciden en la form a
ción de u n a determ inada estructura social, pues son un aspecto
particular de u n a estructura global. El objeto de este texto es la defi
nición en térm inos expresos de esta realidad. Pero entonces es necesario
liacer previam ente u n a doble advertencia: sobre lo que precedió y lo
que ha seguido a tal objeto.
de u n a acción arb itra ria com etida por u n a de las p a rte s[...] la pena, p o r lo
tanto, actúa com o equivalente q u e equilibra el daño sufrido por la víctima.®
D A R IO M E LO SSI
C Á R C E L Y T R A B A JO E N E U R O P A Y EN IT A L IA
EN E L P E R IO D O D E LA F O R M A C IÓ N
D E L M O D O D E P R O D U C C IÓ N C A P IT A L IS T A
1. C R E A C IÓ N D E LA IN S T IT U C IÓ N C A R C E L A R IA
M O D E R N A EN IN G L A T E R R A Y EN E U R O P A
C O N T IN E N T A L E N T R E LA SEG U N D A M IT A D
D E L S IG L O X V I
Y LA P R IM E R A M IT A D D E L S IG L O X IX
El proceso que crea a la relación del capital, pues, no puede ser otro que
el proceso de escisión entre el obrero y la propiedad de sus condiciones de
trabajo , processo que, por otra parte, transforma en capital los medios de pro-
dnrción y subsistencia sociales, y por otra convierte a los productores directos
on asalariados. La llamada acumulación originaria no es, por consiguiente,
más que el proceso histórico de escisión entre productor y m edios de pro
ducción. Aparece como “ originaria ” porque configura la prehistoria del ca
pital y del modo de producción correspondiente al mismo. La estructura
económica de la sociedad capitalista surgió de la estructura económica de
la sociedad feudal. La disolución de csia última ha liberado los elementos
lie aquélla.1
[2 9 )
30 G Á K CEI. Y T R A B A JO EN E L PER IO D O I>K FORM ACIÓN D E I. M PC
Las ovejas[...] acostumbraban ser mansas y comían poco, pero ahora, se
gún se dice, se han hecho voraces e indomables hasta el punto de comerse
a los hombres[...] En efecto, en los parajes en que se da una lana más fina
y por lo tanto más apreciada, los nobles y los señores[...] han rodeado toda
la tierra de cercas, para usarla como pastizales, y no han dejado nada para el
cuhivo[...] Y así, de un modo o de otro, tienen que abandonar la tierra
aquellos pobres desgraciados: hombres, mujeres, maridos y esposas, huér
fanos, viudas, padres de familia ricos en hijos pero no en bienes, porque la
agricultura necesita muchas m anos[...] Y cuando, andando de aquí para
3 M aurice D obb, op. c it., p . 263 [p. 269]. Véase K a rl M arx, I I C apitale
cit., i,3, p p . 174w. [t. i/3 , pp. 896íj.].
4 P a ra la discusión sobre la crisis del m odo de producción feudal, véase la
introducción de R . Z ang h eri al libro de D obb, y la bibliografía q u e allí se da.
0 V case M aurice D obb, op. cit., pp. 76-80 [pp. 70íí.]
0 K arl M arx, I I C apitale cit., i, 3, p. 183 [t. i/3 , p. 906], Sobre las enclo
sures, véase G. E. M ingay, Enclosures a n d th e sm all fa rm er in th e age o f the
industrial revolution, Londres, 1968 y la am plia bibliografía ya citad a.
[MIRACIÓN D E LA IN S T IT U C IÓ N CARCELARIA M ODERNA 31
illá, han gastado rápidam ente todo lo que tienen, ¿qué m ás les queda sino
robar, y ser ahorcados, cual conviene, o ir m endigando p o r esos m undos de
Dios?7
10 Ib id ., pp. 45«.
11 Véase F. Piven y R. A. Clow ard, Hegulating the poor, Londres, 1972,
p. 15.
12 Véase A. V an der Slice, “ Elisabethan houses of corrcctioii” , en Journal
of American Inslilute of Criminal l.aw and Criminoloi’y, xxvm (1936-1937),
p. 44; A. J. Copeland, “Biidewell Royal H ospital” , en Past & Prescnt, 1088;
M ax G rünhut, Penal reform, O xford, 1918, p. 15; S. & B. W cbb, English
prisons under local governm ent, Londres, 1963, p. 12.
13 V éase M ax G rünhut, op. cit., pp. 15-16. y A. V an d er Slicc, np. cit.,
p. 51.
14 V éase F. M . Edén, T h e stale of the poor, Londres, 1928, p. 16; G. Rüsche
y O . K irchheim cr, Punishm ent and social struclure, Mueva York, 1968, p. 41;
F. Piven y R. A. Cloward, op. cit., pp. 15-16; M;i>: G rünhut, op. cit., p. 16; A.
V an der Slice, op. cit., p. 16.
(¡REACIÓN DE L A IN S T IT U C IO N CARCELARIA M ODERNA 33
forzoso en Ja segunda m itad del siglo xvi y la prim era del xviilj
en E u ro p a continental, se debe a la declinación dem ográfica que ca
racterizó a la población europea después del siglo xvi y que contribuyó
m ucho a au m entar, como se diría hoy, la “rigidización” de la fuerzd
de trabajo.21 E sta hipótesis sostiene que en el periodo comprendida
en tre el siglo x v y la p rim era m itad del xvx la represión sanguinaria y
sin escrúpulos en con tra de la desocupación m asiva corresponde a una
situación de m ucha oferta de m ano de o b ra en el m ercado, pero a
m edida en que se acerca el siglo xvn disminuye la oferta y el capital
necesita la intervención del estado p a ra que éste le garantice las altí
simas ganancias que le había reportado la así llam ada “ revolución
de precios” del siglo xv .22 Si esto es verdad, es necesario sin embargo
considerar tam bién que, como n'otaba M arx en el pasaje citado, la
oferta y la dem anda de trabajo no cam inan al mismo ritm o, sobre
todo en este periodo “originario” del capitalismo, y es sólo m ás lenta
m ente que se logra proveer u n a m asa de capital suficiente p a ra valo
rizar toda la fuerza de trab ajo que h ab ía sido liberada. E n la segunda
m itad del siglo xvi, por tanto, a pesar de que la oferta de trabaje]
continúa creciendo, es insuficiente p ara hacer frente, en la m edida ne
cesaria, a la dem anda que produce el rico y borrascoso periodo isa-
belino. P ara que este nuevo proletariado no tom e la ventaja en esta
situación, se recurre al trabajo forzoso, que desde el principio asume
la función de regulación respecto del precio del trabajo en el mercado
libre. Y no se debe olvidar, p o r otro lado, como lo anota M arx,23 que
este nuevo proletariado, de muy reciente form ación, es muy renuente
a e n tra r en u n m undo de trabajo que le es absolutam ente extraño]
cual es el de la m anufactura. Como observan Piven y C low ard: 3
A costum brados a tra b a ja r al ritm o solar y d e las estaciones, p o r m ás qud
este m odo de tra b ajo sea duro, se resisten a la disciplina que exige la fáj
brica y la m áq uin a, que, aun q u e posiblem ente no sea m ás dura, apareca
com o tal, p o r desconocida. E l proceso de ad ap tació n hum ana a estas transJ
form aciones económicas ocasionó largos periodos de desocupación m asiva, de
m alestar y de desorganización.21
lis en H olanda, en la p rim era m itad del siglo xvii,25 donde la nueva
institución de la casa de trabajo llega, en el periodo de los orígenes
del capitalism o, a su form a más desarrollada. Y que la creación de
esta nueva y original form a de segregación punitiva responde más a
una exigencia relacionada al desarrollo general de la sociedad capi
talina que a la genialidad individual de algún reform ador — como con
frecuencia tra ta ría de convencernos una cierta historia jurídica enten
dida como historia de las ideas o “historia del espíritu”— se evidencia
en el hecho de que parece segura u n a influencia directa entre las
experiencias inglesas anteriores (brideweüs) y las holandesas del siglo
xvii.24 Pero la creación holandesa del T u ckth u is tiene el más alto grado
de desarrollo que el capitalism o hab ía alcanzado en ese tiempo, En
H olanda, a finales del siglo xvi y principios del xvn, hay dos factores
que, unidos, em pujan a la utilización del trab ajo forzado en u n a es
tructura distinta del modelo que funcionó en to d a la E uropa reform ada
de aquel tiempo. H ay, p o r un lado, la lucha por la independencia,
liderada p o r la clase m ercantil u rb an a y sancionada en la ju n ta de
U trecht en 1579, que hizo que las provincias del norte de los Países
lia jos recogieran la herencia de desarrollo ya en ese entonces secular
de las provincias de Flandes, pero p a ra entonces em pobrecido y tru n
cado p o r la represión de Felipe I I .27 Los años que siguieron, fueron
la edad de oro de A m sterdam . Por otro lado, el gran desarrollo del trá
fico m ercantil vino a increm entar la dem anda de trabajo en u n m er
cado en el que no había u n a oferta tan grande como en Inglaterra, y
25 M arx define a H olanda como “la nación capitalista modelo del siglo
xvn” ; véase II Capitule, i, 3, p. 211 [t. i/3 , p. 940],
20 Véase T. Sellin, Pioneering in penology, Filadelfia, 1944, p. 20 M ax
G rünhut, op. cit., p. 17; R. von Ilippel, “ Beitragc zur Geschichte der Frei-
lieitsslrassc”, en Zeitschrijt ¡ür (lie gesamte Sirajrechtwissenschaft, xvm
(1898), p. 648.
27 Véase T . Sellin, Ptonner'.ng in penology cit., pp. 1, 2.
36 CÁRCEL Y TRA BA JO EN E L PERIO DO DE FORM A CÓN D EL M
3D Ibid., p. 26.
36 E n el m om ento en que se abrió la casa, se calculaba que e n Arruter-
dam , u n a ciudad de 100 000 habitantes, h ab la alrededor de unos 3 500 jój
venes delincuentes (ibid., p. 4 1 ).
I|<I'ÍAClÓN M-, LA. IN S T IT U C IÓ N CA RC ELA R IA M O D ERN A 39
una clase de trabajadores que la industria artesanal excluía por entero, lo<
llam ados obreros no calificados. Así como aquélla, a costa de la capacidad
co nju nta de trabajo, desenvuelve hasta el virtuosism o la especialización to-
Sillos “obreros no calificados” son justam ente los que trab ajan en
¡iipectos de la producción como los que estamos describiendo, y que
■mistituyen generalm ente las prim eras operaciones del proceso p ro
ductivo. Estos obreros son, en la producción m anufacturera, u n a m i
noría, m ientras que los que conservan habilidad artesanal siguen
¡finiendo u n a cierta capacidad de resistencia y de insubordinación
Sute la producción m anu factu rera hasta que la aparición de las m á
quinas la viene a destrozar.42 Esto clarifica p o r qué cuando se trata
le m anejar un sector de la fuerza de trabajo que es necesario discipli
nar para introducirlo coactivam ente en el m undo de la producción
m anufacturera se tiende a escoger aquel proceso productivo que hace
ni trabajador más dócil y menos provisto de conocimientos y de h a
bilidad que el que los provee de instrum entos de resistencia.
Así, sea que se trata ra de fuerza de trabajo proveniente del campo,
nca de origen citadino-artesanal, la práctica m onótona y pesada del
Tttsping respondía m ejor que cualquier o tra a lo que ya desde enton
tas aparece como la función fundam ental d e la institución correccio
nal : el aprendiza de la disciplina capitalista de producción. Como tam
bién nota Sellin,43 las proposiciones contenidas en el program a prim i
tivo de Spiegel p a ra u n adiestram iento y u n a preparación profesional
de los internados fueron com pletam ente refutadas. Se destacó, en cam
bio, cjue la institución tenía como finalidad p rep arar a sus hos
pedados a llevar después “u n a vida de laboriosa honestidad”,44 fin
que se debía alcanzar p o r m edio de u n com portam iento regulado y
|ior el som etim iento a la autoridad. Esta actitu d debía m anifestarse
sobre todo en la actividad laboral; no es casualidad que la infracción
más grave al reglam ento de la casa, la única que m erecía no u n a san
ción interna o la prolongación de la pena sino u n a nueva com pare
cencia an te el tribunal, era negarse a tra b a ja r por tres veces. Esto se
unía a u n a visión ascética de la vida, propia del calvinismo de la joven
república holandesa,46 cuya función en el com plejo de la sociedad
ora reforzar el dogm a del trabajo, y por ende la sumisión ideológica,
dentro del proceso m anufacturero, pero que en la casa de corrección
tenía como objetivo propio, antes que nada, la aceptación de la ideo
logía, de la W eltanshauung burguesa-calvinista, y sólo en un segundo
los pobres de las manos privadas, se tom aron m edidas no sólo en los
fpriíses protestantes sino tam bién en países católicos como Francia, don-
■lo el desarrollo de una burguesía comercial y de un estado nacional
planteaba el mismo problem a y la m ism a solución. Es típico el caso
di! la ciudad de Lyon, centro comercial y de tráfico que dobló su po
blación en la prim era m itad del siglo xvi.C5 Después que en los años
I í>29, 1530 y 1531 continuas agitaciones de pobres, artesanos y jo rn a
laros pusieron en peligro el orden social de la ciudad, se decidió crear
una política de asistencia orgánica y centralizada. Dos años después,
finí decreto de Francisco I extendió el mismo sistema a todas las pa-
liTnquias de Francia. Al mismo tiempo se creó la figura francesa de la
<Workhouse: VHdpitál, en la cual, sin embargo, prevalece cada vez más
el principio del simple internam iento que el del trabajo, como había
?fiUlo típico en las instituciones de los países reformados. Sólo en la
hiegunda m itad del siglo siguiente, con un notable atraso respecto de
‘Inglaterra y de los países protestantes y con las limitaciones que ve
cem os, se generalizó el internam iento en Francia. Éste debió segura-
I Miente depender, más que de influencias religiosas, del desarrollo ca
fe ta lis ta más avanzado de otras zonas, como Flandes, los Países Bajos
’ y A lem ania septentrional, donde las casas de trabajo y de corrección
1se habían m ultiplicado bastante antes. Por otro lado, tam bién es cier-
? lo que, sea el movim iento reform ador, sea el nuevo m odo de entender
i la pobreza, encuentran en estas sociedades dinám icas y en profunda
[ transform ación su razón de ser y su alimento. Las religiones protes-
[, t.’intcs, en p articular el calvinismo, sum inistran m ucho más que la re
í ligión católica una visión del m undo y de la vida basadas en la ética
‘ tlcl trabajo, esa religión del capital, que an im a por sí a las institucio-
; nes segregantes.50
En el pasaje de la sociedad agrícola m edieval a la sociedad bur-
51 i'uesa industrial, el trab ajad or no está sujeto ya a un vínculo directo
■e inm ediato con el señor, vínculo jurídica y m ilitarm ente garantizado y
justificado a nivel ideológico por u n a visión teocrática global de la
vida. E lla debe ser conducida ahora por u n a fuerza m ucho más in-
i . . .
|fa n c ia , m u y p a rticu la rm en te en la infancia. P a ra L u tero y p a ra C a l
ino “Dios, p a d re y señor” e ra n la tría d a p erfecta.62 Pero al lado de la
uinilia se v a n form ando las otras instituciones. L a p rim e ra d e todas,
N la casa de tra b a jo y de corrección, que tiene la am b ivalencia de ser
S a la d e ra y p ro p iam en te lu g a r d e p roducción, p o r u n lado, e instru-
¡irnto educativo de tipo “ p a te rn o ” p o r el otro. V erem os com o pre-
tilece el segundo aspecto. L a am bigüedad to davía continúa.
T am b ién con la R e fo rm a cam bia co m p letam ente el m o d o de en-
jflíder la pobreza, q u e n o posee m ás la “ p o sitividad m ística” del
Irislianismo m edieval pero se convierte en signo de la m aldición divina,
fo u cault nos dice que con la R e fo rm a “la p o b reza designa u n cas
ta ) ” ™ y es com prensible que sea excluido y castigado p o r los horn
e e s quien es excluido de la predilección d iv in a y castigado p o r su
’ólera. Y esto es ta n to m ás v e rd a d e ro si él — el pobre— no pued e o
lo quiere p a rtic ip a r en las obras h u m an as d estin adas a d a r gloria a
i)ios.B‘ O b ras que, po r o tra p a rte , n o tienen n in g ú n v alo r en sí mis-
iius; la to tal desvalorización de la praxis, expresa la irracio n alid ad de
"lia sociedad en la que la p roducción tiene com o fin la acu m ulación
J no el uso y el consum o de los bienes producidos.65 Pero justam en te
¡Kir esto, p o r la absoluta in d iferen cia de la a ctiv id ad terren a respecto
ni único fin q u e tiene v alo r, el logro del estado d e gracia y la com u
nión con Dios, el hom bre está libre p a ra o b ra r y vivir en el m undo
í'on el fin de a u m e n ta r la gloria d e Dios y con ello el signo de su
eterna salud. N o hay n in g u n a justificación racional p a ra respetar el
orden y el tra b a jo en sí m ism os: la ideología p ro testan te tiene la visión
pesimista de u n m u n d o sum ergido en el p ecad o : a b su rd a epifanía
divina en la que los hom bres c a n ta n las glorias de Dios, trab ajan d o ,
ahorran d o y acum u land o (a lg u n o s ). L u tero se rep resen ta la situación
hum ana com o u n a cárcel, cárcel canónica probablem ente, ya que él
había sido m onje y h ab la de aislam iento. A dem ás, u n a vez suprim idos
los sacerdotes, L u tero llega a la “ n atu ra le z a sacerd otal” de todos. A la
.. . ] en el libro del com ercio dice continuam ente que los príncipes deben
jioilnr an d ar tranqu ilam ente entre los ladrones y los bandidos. P ero no dice
uAl es el origen del hurto y la ra p iñ a [...] Los peores usureros, ladrones y
limididos, son nuestros príncipes, que se posesionan d e todo lo que existe. Los
peces del ag u a y las aves d el cielo, deben ser de ellos (Isaías V ). Y después,
lim en la desvergüenza de predicarles a los pobres el m an d am ien to de D ios:
|ii> deben robar, m ientras ellos no lo observan. D evastan todo, despojan y
desangran al pobre cam pesino, al artesasno y a todos los seres vivientes.88
Il
Mita rebelión es p ara L utero la cosa más grave. C itando a Lutero,
Marcuse dice:
capitalismo, espera afirm arse. Esto resulta más claro aú n p a ra los ot¿
países católicos.76 A unque la fundación de los hospitales es de inicj
tiva real, fue la enérgica acción de los jesuitas G hauraud, D unod
Guevarre lo que hizo que se extendieran a toda F rancia.8® E n
opúsculo escrito en 1639, G uevarre justifica clara pero ingenuamer
la conveniencia del internam iento de todos los pobres, “ buenos”
“m alos”, siguiendo la teoría que estaba vigente en todas las casas
trabajo, protestantes o católicas: los pobres buenos deben agradec
el internam iento que los asiste y les da la posibilidad de trabajar,
malos se verán justam ente privados de la libertad y castigados con
trabajo. G uevarre resuelve así salomónicam ente la contradicción — c|
entonces no se sentía tal— entre la casa de trabajo p a ra pobres y
casa de corrección p a ra vagabundos y criminales, justificaciones c
eran en realidad la misma cosa, pues el verdadero delito era la pob
za, y la finalidad de la casa e ra el aprendizaje de u n a disciplina, cc
siderada como castigo. Gomo observa Foucault: i
hrtons sur Ies prisons des ordres religicux” , en Ouvrages Posthumes de D. Jean
Mabillon et de D. Thierry R u in a rt.. París, 1724, pp. 321-335. Edición en
¡ÍiikIís de T . Sellin: “D on Jean M abillon - A piison reformar of the seventeenth
¡Oiitury” , en Journal of Am erican Instituto of Criminal Lae and Crtminology”,
i v n (1926-1927), pp. 581-602.
b:i K arl M arx, II Capitale, i, 3, p. 196 [t. i/3 , p. 923].
M Ibid., p. 210 y cap. xxv, pp. ss. [t. i/3 , p. 94-0 y cap. xxv, pp. 955m.].
Ibid., p. 210 [t. i/3 , p. 940].
It" Ibid., pp. 196-sr. [t. i/3 , pp. 922-923],
*
I
56 CÁ RCEL Y T R A B A JO EN E L PERIO DO D E FO R M A C Ó N D EL MI
D u ran te todo el siglo xvii y buena p arte del xvm un o de los pri
blem ar graves que tuvo el capital fue la escasez de la fu e r/a c
trabajo, con el peligro continuam ente subyacente del posible aum cnj
d el nivel de salarios.87 El problem a fue m enos grave en el siglo xi]
sea porque estaba com enzando a darse ya un increm ento demográf,
co, sea porque se continuó, en form a im portante, el proceso de expu
sión y de expropiación de la clase cam pesina. C on todo, es significí
tiva la insistencia, d u ran te todo este tiem po, con la que se sigi
exigiendo el trab ajo f o r z a d o e l m odo de producción capitalista n
cesita m ucho tiem po p a ra term inar de destruir aquella residual capj
cidad de resistencia del proletariado que tenia origen en el viejo moc
de producción.
C u an to m ás avanzan las expropiaciones, en form a correlativa di
m inuyen las posibilidades de defensa de quienes son expropiados, y
econom ía cam pesina de subsistencia se v a destruyendo en la medid
en que se propaga el sistema de m ercado.80 No tiene n ad a de sorprei
dente, p o r tanto, que la gran acusada del periodo sea la ley sobre 1<
pobres de la reina Isabel: hay críticas y ataques continuos al sistem
isabelino de relief, hasta que en 1834, inm ediatam ente después de
tom a form al de poder p o r p arte de la burguesía, la nueva Poor La,
no acep tará ya las solicitudes que se hicieron en m últiples ocasioné
L a O íd Poor L aw — como se llamó com únm ente a la serie de dispe
siciones prom ulgadas entre 1572 y 1601— h ab ía transform ado el si:
tem a de la caridad p rivada en caridad pública y h ab ía obligado, a 1;
com unidades locales, a d a r trabajo a los pobres que estaban en cor
diciones de trabajar. Sin em bargo, el lado asistencial prevalecía, en 1
práctica, sobre el laboral, y era opinión unánim e de quienes criticaba
la ley que ésta tendía a reducir la cantid ad de fuerza de trabajo dii
ponible y p o r lo tanto que sostenía los salarios por encim a del niv<
que hubiera sido posible sin el relief system.
[
no charity, en A Selects Collection of Scarce and Valuable Economic Tracts,
liondrcs, 1859, p. 40; el volumen de Bendix es m uy sugerente para toda la
política social inglesa de los siglos x v i - x i x (prim era p arte, cap. ir).
01 F. M. Edén, op. cit., pp. 25ss.
®s J. D. M arshall, T h e oíd poor law 1795-1834, Londres, 1968, p. 14.
Ib id ., p. 15.
114 F. M. Edén, op. cit., pp. 25, 34-35.
[ 1,5 Ibid., p. 27.
uo S. y B. Webb, op. cit., pp. 15-17; L. W. Fox, T h e modern english prison,
p. 3; M. G rünhut, op. cit., p. 17.
58 CÁ RCEL Y T R A B A JO EN E L PERIO DO DE FORM A CÓN DEL M I
100 Kai-1 M arx, D ibattiti sulla legge contro i furti de legna, en Scritti po-
litici giovanili, p. 213.
101 F. Pivcn y R. A. Cloward, op. cit., p. 29. V éase tam bién E. P. T hom p
son, op. cit., pp. 59íí.
10a Sobre este tem a, véase J. D. M arshall, op. cit.
103 Sobre la elaboración de la nueva ley p ara los pobres, véase ibid. p . 17;
F. Piven y R. A. Cloward, op. cit., pp. 33-34; G. Rusche y O . K irchheim er,
ÜO CÁ RCEL Y TRA BA JO E N E L PERIO DO DE FORM ACÓN DEL M fl
E n una casa así, nad ie en trará voluntariam ente; el trabajo, el aislam iento )
la disciplina atem orizarán al indolente y al m alvado, y nadie, si no se en
cuentra en absoluta necesidad, o btendrá lo q u e necesita, pagando comc
precio la renuncia d e la libertad de contratarse p o r sí mism o, y del sacri'
ficio de la gratificación y d e las prácticas habituales.100
<
El fin de la casa de trabajo era, u n a vez más, forzar al pobre a ofre
cerse a quienquiera que quisiera darle trabajo en las condiciones que
fueran .107 P ara eso e ra necesario que la casa ofreciera, com o m odo de
vivir, un nivel m ás bajo que el que podía obtener el trabajador libre
del m ás bajo estrato social.108 El internam iento en la casa de trabajo]
a c tú a sobre el m ercado, pero a diferencia de lo que pasaba antes, en]
que un sector de la producción funcionaba a u n costo m uy bajo debido:
al trabajo com prim ido, ah o ra debido al carácter de terror que compor-'
ta, el trab ajad o r evita caer en las garras de la institución cueste lo que’
op. cit., p. 94; Friedrich Engels, La situazione della classe operaría in Jn-
ghilterra, Rom a, 1972, pp. 340jí.
104 Friedrich Engels, L a situazione della classe operaia in Inglhilterra, p. 312
[La situación de la clase obrera en Inglaterra, Buenos Aires, Futuro, 1965,
p. 271],
106 K arl M arx, II Capitale, i, 1, p. 301 [t. i / l , p. 333].
ioo f . Piven y R. A. Clow ard, op. cit., pp. 33-34.
307 Loe. cit.
jos Ibid. p. 34. Este principio se llam aba de less eligibility.
Il* II ACION D E LA IN S T IT U C IÓ N CA RCELA RIA M O D ER N A 61
En las prim eras líneas de la obra se repite que esta “idea” es apli
cable,
Inm ediatam ente antes, al final del capítulo iv, M arx invita a seguir el
análisis que hace de ese extraordinario intercam bio de equivalentes
en tre capital y trabajo, que tiene la propiedad de crear valor, más
allá de la esfera de la circulación monetaria, en la “oculta sede de la
producción”.1*6 A quí se aclara “el misterio que envuelve la produc
ción del plusvalor”,13# A bandonando esa “esfera” , he aquí cómo M arx
la describe:
Jas instituciones carcelarias, y así de las dem ás), o sea desde el punto de vista
de la de transform ación que el control social h a ido teniendo en el desarrolló
neocapitalista. Es oportuno destacar que el trabajo que se lee tiene como punto
de llegada el momento de m adurez del sistema carcelario y por ende el capi
talismo “clásico” del siglo pasado, lis desde este punto de vista (que es el
mismo del libro prim ero de El capital) que aquí se habla.
185 K arl M arx, II Capitale, i / l , p. 193 [t. i / l , p. 214].
1311 Loe. cit.
137 Loe. cit.
«« Ib id ., p. 184 [t. i / l , p. 203].
330 I,oc. cit.
110 Loe. cit.
CREACIÓN DE X,A IN S T IT U C IO N CARCELARIA M ODERNA 69
143 Véase s t i p r a el J 3.
144 Véase vigilar y castigar cit. Pudimos ver el texto de F oucault cuando
esta investigación ya estaba terminada. Es, más que nada, un brillante discurso
de F oucalut sobre la cárcel (o que tom a como pretexto la cárcel, pero eso
quería ser) que una historia de la institución, y es difícilmente utilizable,
aunque no fuera más que por su claro francocentrismo (cada recodo, cada
(acontecimiento, se incluye en la historia de Francia, lo cual, si no d añ a dem a
siado la reflexión de u n filósofo, resulta desconcertante, como creo haberlo
demostrado, p ara la investigación histórica). Pero, repito, me parece que los
objetivos de Foucault (que son los que más nos interesan de su trabajo) son
otros, no son “históricos” . Para una discusión sobre este texto, véase el núm.
2 /3 de L a queslione crimínale, ii (1976).
Véase V. Cotesta, “ M ichel F oucault: dell’archeologia del sapere alia
genealogía del potere, en L a questione crimínale, i i (1976), 2 /3 .
110 C on relación a la enajenación del hombre con relación a su propio
cuerpo (p. 200 [p. 67]), la reducción del hombre a obrero (pp. 209». [pp.
72».], la tem ática de los sentido.': (pp. 226». [pp. 85.».]) y de las necesidades
(pp. 236». [pp. 91.»]), véase K arl M arx, M anoscritti economico jilos oficie
del ¡844, en Opere Filosoficke giovanili, Roma, 1971 [Manuscritos económi
cos filosóficos de 1844, en K arl M arx/F riedrich Engels, Escritos económicos
varios, México, G rijalbo, 1962].
CREACIÓN D E LA IN S T IT U C IÓ N CARCELARIA M ODERNA 71
117 Michel Foucault, Surveiller et punir, pp. 197ss. [pp. 199.».] Tam bién
Bentham, como ya vimos, op. cit., p. 40.
72 CÁRCEL V TRA BA JO KN EL PÜKIODO B E FORM ACÓN DEL M PC
de los reform adores de los prim eros años del siglo xix, de la idea del ais
lam iento continuo. L a fundam ental orientación reform adora de John
H ow ard, prevalece en la ley de 1810 y después en el Peel’s Gaol A ct
de 1823.14'8 L a idea de la clasificación p o r grupos, de la división entre
sexos, del aislam iento celular nocturno y de la com unicación divina
en el trabajo, la abolición de la ganancia privada del carcelero, de
los castigos corporales y de los peores abusos del periodo anterior,
fueron consecuencias del em peño con que los pensadores de la era
del Uuminismo, desde J. Ilo w ard hasta Jcrem y B entham y de Sir
Sam uel Rom illy a Miss Elizabeth Fry, lucharon por la reform a ca r
celaria. Pero este m ovim iento reform ador se enfrentó con u n a reacción
que abogaba por la represión y que se fu n d ab a en la situación social
y económ ica que se h abía creado con la revolución industrial. El miedo
al jacobinismo, el aum ento extrem o del pauperism o y de la crim ina
lidad que acom pañaban al inm enso ejército industrial de reserva y a
un nivel de vida del proletariado extrem adam ente bajo, la aparición
de form as crim inales que aunque no tienen aún u n sentido político sí
lo tienen ya de clase, hacen au m en tar la presión p ara que se vuelva a
los buenos tiempos del terrorism o y del m étodo d uro.11® La contra
dicción entre burguesía y proletariado, que había aparecido desde
hacía siglos, pero siem pre secundaria respecto a la existente entre
aristocracia y burguesía, aparece ah o ra en escena como la contradic
ción principal. E sta postura reaccionaria sobre los ta n a s de la crim i
nalidad coincide con la discusión que atraviesa toda E uropa, prove
niente de los Estados U nidos, sobre los dos sistemas carcelarios: el de
separación de Filadelfia y el silencioso de A ubu rn .150 El prim er sis
tem a, que en u n a situación social d ife re n te 151 h abía tenido poca
fo rtun a en América, recibe u n a acogida ca d a vez más favorable en
Europa, porque corresponde perfectam ente a la exigencia de u n a
cárcel pun itiv a y de terror, sin uso de un trab ajo “útil” , que se había
estado form ando en E uropa y particularm ente en Inglaterra. El tra
bajo, en el sistema de aislam iento celular, sólo conserva el aspecto
repetitivo, fatigoso, m onótono, en u n a p alab ra punitivo del trabajo
externo, pero que es com pletam ente inútil. L a tread-wheel o el crank
eran simples instrum entos que se podían instalar en u n a celda y cuyo
significado real, a pesar de su apariencia de instrum entos de trabajo,
e ra el torm ento, la to rtura. En el periodo 1840-1865 triu n fa en Ingla-
11s L. W. Fox o/>. cit., pp, 6-7. G. C. M arino, La ¡ormaziones dello spirito
borghese in Italia, Florencia, 1974, pp. 353-355.
119 Véase G. Rusche y O. K irchheim er. op. cit., pp. 9!>ss.
130 Véase el f siguiente.
,;il Véase ol ensayo de Pavarini.
CREACIÓN DE LA IN S T IT U C IÓ N CARCELARIA M ODERNA 73
152 Véase Ij. W. Fox, op. cit., pp. 14 íí.; G. Rusche y O. K irchheim er, op.
cit., pp. I3 2 « .
153 El título completo del prim er volumen de la ya citada obra de John
H ow ard es T he state of the prisons in England and ¡Vales, with preliminary
observations, and an account of some ¡oreign prisons and tíospitáis, reseña de
las prisiones y hospitales extranjeros que se hace en la sección iv, p. 44.
154 Véase G. Rusche y O. K irchheim er, op. cit., cap. vi, pp. 84-ss.
74 CÁ RCEL Y T R A B A JO EN E L PERIO D O D E FORM ACÓN DEL M PC
E nco ntré aquí u n gran cam bio, p a ra lo peor: la útil y floreciente m an u fac
tura, arru in ad a; todas las m áquinas y los utensilios, vendidos, debido a la
exagerada atención d el em perador a las dem andas d e unas cuantas gentes
interesadas. Lo que debía h ab er sido el criterio-guia de todas estas casas, se
había perdido, exactam ente en c sta [.. . ] 101
« i Ibid., p. 72.
Ibid., pp. 72-73.
Ibid., p. 73.
«o C Á R C lil, Y T R A B A JO EN E L PERIO DO D E FORM ACÓN D EL M FO
Estos problem as, en los años de p rofunda crisis económ ica que an te
cedieron a la gran revolución, estaban a la vista de cualquier francés.
E n las ciudades y en el cam po el innum erable “ejército de reserva” de
desocupados se ve obligado, p a ra no m orir de ham bre, a m endigar,
vagar, robar, y en los casos m ás desesperados, a convertirse en ban
didos .176 E n el cam po, la rebelión de los miserables contra los proce
dim ientos que M arx llamó la “acum ulación originaria”, va tom ando
fuerza. Los derechos colectivos, que siempre h abían sido de gran ayuda
p a ra los campesinos pobres, se ven conculcados, en la segunda m itad
del siglo xvm , p or los terratenientes y arrendatarios apoyados por el
gobierno : 177
por todos lados, al final del antiguo régimen, se encuentra gente buscando
tierra desesperadamente; los miserables invaden terrenos comunales y pu
lulan en. los bosques, páramos, al borde de los pantanos; protestan contra
/
trabajo, en la praxis concreta de las autoridades y de los m ercaderes
que las dom inaban, donde nace el rechazo de la pena de m uerte y de
Jas penas corporales, la id ea de que a un determ inado delito debe
corresponder u n quantum de pena, y la convicción de que la situa
ción in tern a de la cárcel debe ser más “h u m an a” . El ím petu revo
lucionario de la burguesía de] siglo xvin añ ad irá a esta praxis ya
existente la lucha p or el principio de la legalidad y de la tax ativ id ad ; y
es im portante observar cómo estos principios que no correspondían ya
ni se derivaban de la lucha entre la burguesía y el proletariado, sino de
la lucha entre la burguesía y el estado absoluto, se convertirán cad a vez
más en arm a del proletariado. El gran pensam iento iluminista del
siglo xvm retom ará y expresará este desarrollo; y no se tra ta ú n i
cam ente de la enunciación de principios, sino que en muchos países
de E uropa trae como resultado el desarrollo y la difusión de la casa de
corrección. No sólo los políticos y los reform adores sociales ven con
claridad la conexión existente entre reform a penal y casas de trabajo,
tam bién en las obras dedicadas al derecho, adem ás de sostenerse la
validez de estos principios apoyándose en la ley n atural, aparece con
claridad la vinculación entre pobreza y desocupación y m uchas otras
formas de delincuencia.
Por otro lado, la form alización de la potestad p unitiva ínsita en
los principios revolucionarios no hace sino conducir a sus últim as con
secuencias el concepto expresado por Ilegel y Pasukanis: el concepto
de trabajo representa la necesaria ligazón sobre el contenido de la ins
titución y su form a legal. El cálculo, la m edida de la p ena en térm inos
de valor-trabajo en unidades de tiempo, sólo se hace posible cuando la
m ism a p en a se h a llenado de este significado, cuando se trab aja o c u an
do se adiestra p a ra el trabajo ( trabajo asalariado, trabajo c a p italista).
Esto es cierto aun si en la cárcel no se tra b a ja : el tiempo (el tiem po
m edido, escandido, regulado) es uno de los grandes descubrimientos
de este periodo, tam bién en otras instituciones subalternas, como la
escuela ;185 y aunque con el tiem po pasado en la cárcel no se rep ro
duce el bien destruido con el crimen — lo que, com o observa Ilegel,
es la base de la igualación que la ley del talión establece— la n a tu ra
leza propedéutica, subalterna, de la institución, hace que baste para
este fin la experiencia del tiem po que se desgrana, del tiempo m edido,
la form a ideológica vacía que ya no es idea sino que m uerde en la
carne y en la cabeza del individuo que se debe reform ar, estructu
rándolo con parám etros utilizables en el proceso de explotación. Así,
como p a ra poder resistir los ataques del pueblo, pero no tanto como
p a ra no poder ser destruidos con cañonazos. E l buen filántropo inglés
daba las oportunas indicaciones del arte m ilitar p a ra poder resistir en
contra de u n enemigo com ún que se encontraba afuera y adentro de
la cárcel.
E n las zonas menos desarrolladas de E uropa, aunque sea con algu
nos años de retraso, a m edida en que aum enta desm esuradam ente el
ejército de reserva, aum entan tam bién el pauperism o y la crim inalidad.
Además, después de la revolución y la experiencia jacobina, en u n
m om ento en que la organización obrera está en sus prim eros pasos,
es el terreno de la crim inalidad, de la solución violenta personal, d o n
de se da la lucha de clases. L a gran cantidad de desocupados, la
desorganización de las masas, la m iseria extrem a, hace d e este periodo
quizás aquel en que el salario real ha llegado a l punto más bajo en
toda la historia del capitalism o: todo im pulsa a la m endicidad, al
robo, en algunos casos a la violencia y al bandidaje, y a formas p ri
m itivas de lucha de clase, como los incendios de los sembradíos, las
rebeliones contra las m áquinas, etc. A nte este fenómeno, creado por
él mismo, el capital, y las fuerzas políticas burgueses que lo represen
tan, no necesita responder con u na fuerza de trabajo forzada que
reduzcan los salarios de los trabajadores libres y al m ismo tiem po sea
adiestrada y recuperada p a ra el trabajo en la fábrica. L a institución
carcelaria perm anece como adquisición definitiva y cada vez más
dom inante en la práctica punitiva burguesa, sin em bargo su función,
en E uropa al menos y m ientras d u ra esta situación, o sea más allá
de la m itad del siglo, adquiere un tono cad a vez m ás terrorífico y de
m ero control social; el principio de la disciplina tout court prevalece
sobre el de la disciplina productiva de la fábrica. El vuelco reacciona
rio de la Restauración, que corresponde en los países más desarrolla
dos a la unificación de u n frente en el cual la burguesía ya victoriosa
acoge los restos teóricos y prácticos del antiguo absolutismo, si p o r u n
lado m arca todavía u n a resistencia antiliberal, antiburguesa, por el
otro, se caracteriza cad a vez más por su postura antiproletaria. L a
em ergencia de u n incipiente potencial político en las clases dom ina
das, im pide, a p a rtir de la Restauración, considerar la cuestión crim i
nal y carcelaria en particu lar como desligada de los conflictos de clase
más generales. Lo que hasta este momento h a b ía sido una relación
inconsciente entre las nuevas clases del régim en capitalista en sus orí
genes, se torn a cada vez más u n a relación consciente: u n a hostilidad
política. El “terrible aum ento de la reincidencia” 357 es lo que im pulsa
a varios gobiernos europeos en las prim eras décadas del siglo pasado a
/ *
(¡mientos podían d a r a los reos, cosa que estaba organizada hasta en
los sistemas m ás rígidos .200 Acusaban adem ás al sistema del silencio
de ser m uy difícil de realizar y de d a r oportunidad a los guardianes de
ejercer violencia excesiva sobre los reos p a ra hacer respetar la regla,
l'/l com pleto desinterés de la cultura euro pea sobre el problem a del
trabajo en la cárcel se m anifiesta en el hecho d e que la diferencia
esencial entre los dos sistemas — el de ser en uno posible la realización
de un verdadero proceso de trabajo productivo y en el otro no— p a
saba ordinariam ente desapercibido, o p or lo menos n o se le consideraba
diferencia esencial. M ucho más im portante, p a ra el tesoro de varios
estados, fue el hecho de que el sistema filadelfiano exigía la construc
ción de establecimientos con celdas, lo que exigía im portantes gastos,
y éste fue el motivo p or el cual algunos estados, que en principio' se
habían declarado partidarios de este sistema, después no lo realizaron.
1 S1 sistema del aislamiento continuo fue la línea que acabó p o r pre
valecer en distintos congresos penitenciarios internacionales, com en
zando po r el de F ran k fu rt de 1847. Esto sucedió po r las razones en u n
ciadas al principio, es decir el desinterés d e sociedades inundadas de
inano de obra por el trabajo forzado, posible en el sistema de A uburn,
y la preferencia, au nq ue no adm itida abiertam ente, p o r la actitud
terrorista que, de hecho, la elección del sistema filadelfiano expresaba,
con el horror que p od ría producir al reo potencial la perspectiva de
pasar en soledad — con frecuencia acom pañada de algún “ trabajo”
inútil y repetitivo, que en realidad era to rtu ra física— durante cinco,
diez o veinte años de condena. Las com plejas razones que hemos
intentado explicar son la causa del grave deterioro de la vida en la
cárcel y del uso ca d a vez m ás limitado del trabajo. H abía adem ás
■una razón técnica: en la época en que nace la fábrica m oderna, con
su m aquinaria costosa y voluminosa, y al desarrollar u n a organización
m ás estructurada del trabajo, sólo una política que con decisión cam -
a fin de que la com petencia del trabajo forzado respecto del trabajo
libre sea d errotada procurando asimilar la explotación de que es ob
jeto el prim ero al grado de explotación del segundo, va exactam ente
en la dirección indicida p or el proletariado parisiense. L a fugaz alu
sión de M arx perm aneció po r largos años como hecho aislado en la
política que el m ovim iento obrero desarrollara en tom o al problem a
carcelario. En todo caso, se tra ta de u n a historia que comienza donde
ésta term ina. H acia la m itad del siglo pasado, en todos los países
burgueses la institución carcelaria se alinea, ya m ad u ra y p ro n ta a
cum plir su cometido, entre los varios mom entos de la organización
social capitalista. L a historia posterior de la institución, que, desde
este m om ento de m adurez en adelante es m ás bien la historia de su
crisis, así como la historia del movimiento obrero organizado, ya for
m an p a rte de u na sociedad distinta.
1 M aurice Dobb, Problemi di storia del capitalismo cit., p. 187 [p. 185],
2 En lo que se refiere a la evolución de las relaciones sociales en el campo
italiano se tiene muy en cuenta, aquí y en lo que sigue, a E. Serení, Agricol-
tura e mondo rurale, en Storia d'Italia, i, T urín, 1972, p. 133, donde sin
tetiza las tesis que lia expuesto en otros trabajos fundam entales. Véase, sobre
todo, en lo que respecta al papel del sistema de aparcería en la dinámica de
[9 2 ]
O ÍÍN E SIS D E LA IN S T IT U C IÓ N CARCELARIA EN ITALIA 93
las relaciones sociales en Ita lia centro-septentrional del siglo x m en adelante, las
pp. 185íj. del mencionado ensayo.
3 Sobre los Ciompi florentinos, que originaron u n a fase muy intensa de
lucha de clases en la segunda m itad del siglo xiv, véase M aurice Dobb, op.
cit., p. 193 [pp. 191íj.],- N. Rodolico, I ciompi, Florencia, 1965; V. Rutem -
berg, Popolo e m ovim cnli popolari nelVItalia del '300 e 400, Bolonia, 1971,
pp. 157-329.
4 M aurice Dobb, op. cit., p. 155 [pp. 148-149]. Sobre estos temas véase
K arl M arx, II Capitale cit., i, 1, pp. 288-w. [t. i / l , pp. 31f!w.] y i/3 , pp. 197jí.
(t. i/3 , pp. 924 jj .].
5 M aurice Dobb. op. cit., p. 197 [p. 195],
« Ib id ., p. 193 [p. 191].
7 A. Fanfani, Storia del lavoro in Italia (D alla fine del secólo X V agli
inizi del X V I I I ) , M ilán, 1959, pp. 1-59.
8 Ibid.
94 CÁ RCEL Y T R A B A JO EN E L PER IO DO DE FORM A CÓN D E L M P 0
Y como era grato a D ios, reunidos en un día d e fiesta, que fue el xvm de
abril del año m di .xiii, en el p atio del O bispado todos los pobres mendigos
que entonces se encontraban en la ciudad, y h ech a una solem ne procesión,
con grandes limosnas d el pueblo, fueron conducidos en orden, ante la D ivina
M ajestad: y así se comenzó a darles, no sólo com ida y alim ento, sino ta m
bién fueron bien instruidos y am aestrados en las cosas de la religión, como
en las buenas costum bres y en diversos ejercicios, a los cuales, aquellos que
ii. e i , s ig l o xvm
.. . ... \
cipio del siglo x ix .27 Se reinicia, fatigosam ente, el proceso de acum ula
ción prim itiva que, habiéndose iniciado antes que en cualquier otra
zona de Europa, se había estancado en el R enacim iento .28 U n signo
seguro de este fenómeno es el em peoram iento progresivo del nivel de
vida de las clases explotadas, y en particu lar del salario real (que
en muchos casos se daba todavía en especie) .'2ÍI El em peoram iento de
las condiciones de vida de las grandes m asas se acom paña de u n pro
ceso de proletarización de las capas campesinas y artesanales, que au n
que menos extenso que el de Inglaterra y el de otros países europeos,
es índice de desarrollo capitalista: “A la com probación de que el
salario real de los jornaleros agrícolas y de los obreros industriales
disminuye entre 1700 y 1815, se añade el hecho de que su núm ero
va en aum ento con menoscabo de las otras categorías.” 30 Este proceso
se acelera en la segunda m itad del siglo, recibiendo en el norte un im
pulso decisivo d u ran te la dom inación francesa. Las leyes que liquida!
el sistema feudal, en Italia, como en los otros países, redistribuyen,
p o r u n lado, parte de los latifundios a los nuevos estratos burgueses,
favoreciendo así la concentración del capital y un m ayor desarrollo
del m undo rural, y destruyen, por el otro, la precaria economía de 3
subsistencia del viejo m undo feudal, creando un ejército de vagabun
dos. Com ienza, además, la crisis, que se prolongará hasta nuestros 5
días, y que tan ta im portancia h a tenido en la revolución de las rela
ciones sociales de la llan u ra del Po, el problem a de aparcería que s e l
vuelve u n obstáculo p a ra las transform aciones de la agricultura. Las
com unidades campesinas, en u n a situación de continua alza de pre
cios, se endeudan cada vez m ás, al mismo tiempo que se endurecen
Jas condiciones de los contratos .31 M uchos se ven obligados a hacerse
jornaleros, simples obreros agrícolas. E sta situación genera estratos
ca d a vez m ás amplios de pobres y mendigos, que no logran, por otra
parte, conseguir trabajo en la m anufactura.
Además, d urante el siglo xvm se va desarrollando cada vez más
en la política social u n a actitud sem ejante a la que concibió la teoría
m ercantilista de otros países, es decir !a idea de caridad restrictiva ,32
E l c o n tin u o e x c e d e n te d e fu e r z a d e tr a b a jo c o n re la c ió n a la d e m a n d a
q u e d e él tie n e la in d u s tr ia , e s lo q u e e x p lic a , c o n la s d e b id a s e x c e p
cio n es, la p o lític a m a lth u s ia n a lle v a d a a c a b o p o r el c a p ita l ita lia n o ,
so b re to d o e n las re g io n e s m e rid io n a le s : p r im e r o el h a m b r e y la h o r c a
y, d esp u és d e la u n ific a c ió n d e l p a ís, la e m ig ra c ió n , fu e r o n los in s
tru m e n to s q u e se u tiliz a ro n p a r a re m e d ia r el in s u fic ie n te d e s a rro llo
in d u s tria l d e la p e n ín s u la . E s to e x p lic a ta m b ié n p o r q u é la c á rc e l
it a li a n a n o c o n o c e rá n u n c a o casi n u n c a u n ré g im e n d e tr a b a jo i n
d u s tr ia l, cíe tr a b a jo p r o d u c tiv o : éste h u b ie r a q u ita d o tr a b a jo a los
tr a b a ja d o r e s lib res, y p o r o tr o la d o n o h a b r í a n e c e sid a d le p re s io n a r
a sí a l m e r c a d o - d e tr a b a jo .
A p e s a r de e sto e n el siglo x v m se in te n tó u tiliz a r p ro d u c tiv a m e n te
la m a n o d e o b ra b a r a ta , e n c e r r a d a e n los h o sp ita le s y las o b ra s p ía s, a l
irse d e s a r ro lla n d o la in d u s tria , e n los e sta d o s m á s d e sa rro lla d o s, c o rn o
A parece claram ente cuán necesario es este trab ajo q u e los aleja del ocio,
causa d e todos los pecados de los díscolos q u e h a n llegado a este lugar y,
consiguientem ente, es el rem edio m ás adecuado, m ás que cualquier otro,
pnra corregirlos, p o r lo cual conviene d a r lugar p ara que este ejercicio dom e
so Ib id ., pp. 309-390.
40 Véase infra.
41 Jo h n H oward, Prisons and lazarettos, i: T h e state of the prisons in
jíngland and Wales (17 9 2), M ontclair (N. J .) , 1973, p. 122.
y¿ Ib id ., p. 123. Sobic la situación de las cárceles en los estados de Saboya
n fines del siglo xvm véase tam bién M. Jleltrani-Scalia, op. cit., pp. 402íí.
43 C. A. Vianello, Introducción a. Relazioni sull’industria, il commercio e
l’agricolttira lombardi del ’700 (recopilados por C. A. V ianello), M ilán, 1941,
p. x m ; en general véanse G. Candeloro, op. cit., pp. 78sí.
102 CÁRCEL Y TRA B A JO E N E L PER IO DO D E FORM ACON D EL M PG
l,os robos que se h a n hecho sin violencia deb erían castigarse con m ultas.
Q uien busca enriquecerse con lo ajeno debe ser em pobrecido perdiendo lo
propio. P ero com o éste es com únm ente el d elito d e la m iseria y d e )a deses
peración, el delito de aqu ella infeliz porción de seres hum anos a quienes el
derecho de propiedad (terrible y quizás no necesario derecho) no h a d ejad o
más que la existencia; y com o la m u lta au m en ta el núm ero de los reos por
encim a del de los delitos, y arreb ata el pan de la boca de los inocentes,
p;ira dárselo a crim inales, la pena m ás oportuna es aquella única especie
de esclavitud que puede llamarse justa, la esclavitud por un tiem po, de la
actividad y de la persona, a la sociedad com ún, para resarcirla, con la propia
y perfecta dependencia, d el injusto despotism o usurpado al pacto social.*9
Por los mismos años en que Beccaria escribe estas líneas, se procede,
caso m uy raro en la historia italiana de ese siglo (y no solamente de
éste), a la construcción de dos cárceles, basándose en criterios más
modernos. Bajo el evidente influjo central — ya que la construcción
de M ilán coincide con la de G ante en el F lan des austríaco ,u0 tan ala-
5° Ibid., p. 106.
60 Véase en general G. C ándcloro, op. cit., pp. 98s.t.; M. Beltrani-Scalia,
op. cit., p. 374; A. Bernabó-Silorata, op. cit., f 6.
151 M. Beltrani-Scalia, op. cit., pp. 400-401.
52 G. C andeloro, op. cit., pp. 11 lw.
03 Ib id ., p. 121; M. Beltrani-Scalia, op. cit., p. 374; D. Palazzo “A ppunti
di storia del carcere”, en Rassegna d i S tu d i Penitenziari, 1967, p. 20; A. Ber
nabó-Silorata, op. cit., 5 6.
04 G. Candeloro, op. cit., p. 125; véase tam bién P. Nócito, I reati d i Stato,
T urín, lf¡93, pp. 202íí.; p ara las relaciones sociales en el campo, véase el en
sayo de E. Sereni, Agricoltura e mondo rurale.
II&NHSIS D E LA IN S T IT U C IÓ N CARCELA RIA EN ITA LIA 107
«los cárceles florentinas: el Palazzo degli O tto y las S tin ch e.os Su es-
liulo es el h ab itu al y no hay en ellas n in g u n a señal d e m ejoría. Es
mucho m ás im portante la fortaleza de L iorna, donde están encerrados
■lento tre in ta y dos prisioneros .06 Los culpables de delitos graves per-
■Himecen en el presidio, m ientras q u e los otros tra b a ja n en obras p ú
blicas (cuando se suprim ió la p en a de m uerte en 1786, se sustituyó
iton trabajos forzados). L a vida en la cárcel está totalm ente regulada
y licne las huellas de las reform as hechas p o r Leopoldo en el ám bito
m lininistrativo. Y a están presentes casi todas las reglas clásicas de las
frirceles m odernas: horarios, lim pieza, inspecciones, uniform e, corte
iló cabello, etc. Los condenados se dirigen a trab ajar, trabajo por el
Cual son retribuidos, encadenados y en filas de dos en dos. T ra b a ja n
Cl) la lim pieza del p uerto y en la construcción de edificios públicos,
fum o el lazareto. R esultan interesantes las estadísticas recogidas por
Ilow ard sobre el G ran D ucad o :
r.n los diez años anteriores a 1765 fueron encarcelados 3 076 hombres por
(leudas, 704 por delitos leves, 210 fueron condenados a las galeras, 27 fue
ron. ajusticiados, de los cuales 5 sufrieron la hoguera, suplicio que fue su-
jirimido por el príncipe Leopoldo. En los cuatro años siguientes no hubo
ninguna pena capital. En los diez años que van desde 1769 hasta 177.9
(nerón encerrados 3 036 deudores, 1 126 por delitos leves, hubo 142 conde-
mulos a galeras y 2 fueron ajusticiados.67
situación cíe miseria fue Giuscppe M aria G alanti, que auspició la fun
dación de hospitales p a ra pobres y m ostró cómo la m ayor parte de los
cielito del reino de Nápoles eran robos en el cam po, el delito típico de,
los campesinos pobres:
Para entender el gran núm ero de detenidos que pueblan las prisiones
napolitanas hay que tener en cuenta que en 1791 esta ciudad, con
su casi medio millón de habitantes, era, sin lugar a com paración, la
más grande de Italia y entre las prim eras de Europa. L a prisión más
im portante, la V icaria, tenía en 1781, 980 presos .72 Algunos trab aja
ban — según la descripción de H ow ard— , pero la m ayor parte per
m anecían ociosos. D om inan la suciedad, el calor (que los obliga a estar
desnudos), las infecciones. H ay otros ciento cincuenta presos disemi
nados en otras tres cárceles. H ay cuatro cárceles, con 1 130 hombres, y
por fin, en el Serraglio o casa de pobres, están encerrados otros 360
presos, empleados, al menos los que son capaces, como peones. Aquí
están encerrados los viejos, los enfermos, los mendigos, los vagos. H o
w ard añade algunas consideraciones sobre los hospitales y sobre los
delitos de sangre en Italia. Sobre los hospitales, que encuentra en
general numerosos y bien atendidos, observa que “ los italianos cuidan
m ucho a sus enfermos, pero no tom an precauciones p a ra evitar las
enferm edades. Se diría que son m ucho más sensibles que previsores ” .73
Después ano ta cómo los hechos de sangre son bastante comunes en
Italia: los homicidios que se com eten en R om a o en Ñapóles, en u n
año, son m ás numerosos que los que se com eten en G ran B retaña e
Irlanda juntas. Y cómo es orgullo p a ra los presos aceptar que h an
usado el cuchillo, pero que nun ca h an com etido u n robo, (lo que
m uestra cómo ya existía, en ese tiem po, u n a distinción clara entre
el m undo de la delincuencia y la m asa de los vagabundos, desocupa
dos, etc., que sobrevivían a base de pequeños hurtos).
U n caso interesante es el del ducado d e M ódena, debido a un
amplio estudio de G. Poni que perm ite relacionar las transformaciones
socioeconómicas de este periodo en esta zona con la tem ática que
tratam os aq u í .74 A pesar de que el pequeño ducado no esté p articu
larm ente a la v an g u ard ia de la actividad reform adora por los límites
que le dab an su atraso estructural y la fragm entación territorial, la
obra de Ludovico Antonio M uratori es u n a de las más conscientes y
eficaces en el tratam iento de los problem as del pauperism o y del deli
to .75 Gomo p ara los ilum inistas lombardos o napolitanos, el tra ta r la
cuestión de la caridad y de los pobres y de los modos de d a r solucio
nes, n o es m ás que u n aspecto de u n a lucha antifeudal más com pleja .76
M uratori se da cuenta del progresivo empobrecimiento del campo, pero
no lo liga con el pauperism o urbano, que, según él, se alim enta con la
'limosna excesiva .77 El hecho es que, tam bién en esta zona, se había
dado, al principio del siglo xvi, u n m odesto proceso de acum ulación
prim itiva en el cam po, p o r la que los aparceros o pequeños propie
tarios se fueron transform ando en proletarios (braceros o jornaleros)
o en vagabundos, y las pequeñas propiedades se fueron reuniendo en
™ Ibid., p. 131.
79 Ib id ., p. 170; lo mismo sucedió d urante gran parte del siglo siguiente,
8“ Ib id ., p. 134.
81 A. L. M uratori, op. cit., p. 397. .
Ib id ., p. 397. .
Ibid ., p. 398.
81 Ib id ., p. 401.
IJÍíN E S IS D E LA IN S T IT U C IO N CARCELARIA EN ITALIA 111
p l i n a d o s , se v a d a n d o e l p a s o d e l a c a s a d e t r a b a j o p a r a p o b r e s d e
p e r i o d o m e r c a n t i l , c o n c a r a c t e r í s ti c a s d e p r o d u c c i ó n m u y c la r a s , a la
c á r c e l p r o p i a m e n t e d i c h a d e f in a le s d e l sig lo x v i i i , c u y o ú n ic o o b jeto ;
y l a ú n i c a p r e o c u p a c i ó n d e su s id e ó lo g o s y a d m i n i s t r a d o r e s n o es sino'
la d e t ip o t e r r o r i s t a , c a d a v e z m á s “ id e o ló g ic a ” , d e i m p r i m i r e n los]
c u e r p o s y e n la s m e n t e s d e la s c la s e s e x p lo t a d a s l a m a r c a d e fu e g o ;
d e l a o b e d ie n c i a d i s c ip l i n a d a .
112 Ésta es la tesis de Hobsbawn, (véase p. 123: “El bandido como sím
bolo” ). Hasta pensar al inmenso florecimiento de m aterial folclórico al que la
figura del bandido social h a dado origen
113 Véanse los numerosos documentos recopilados por Manzoni, op. cit., pp.:
165«. .La insistencia se derivaba, naturalm ente, de la ambigüedad del compor
tam iento del bajo clero, ligado a la población, con la autoridad napoleónica;]
114 Véase F. Manzoni, op. cit., p. 94-, aviso del 7 de junio de 1005. J
113 Ib id ., p. 119, decreto del 21 de noviembre de 1806.
Ib id ., pp. 153-194.
117 Véase supra p. 84; vale la pena reproducir la carta en la que el pre
fecto del departam ento del Rubicón daba la noticia a los párrocos: “[. . .] Ha
sido del placer de nuestro sapientísimo soberano otorgar a sus pueblos del
R eino de Italia un Código de Leyes Penales. Todos los párrocos deberían
tener este libro tan necesario p ara la instrucción de sus fieles. Es cosa muy
conforme con su santo ministerio que en los días de fiesta, después de la expli-;
cación del Evangelio que da luz a los hombres sobre las ofensas que cometen
contra Dios y contra el prójim o y sobre las penas eternas, también sean ilusr
trados sobre los delitos y las penas temporales.
”Se invita, por lo tanto, a los señores párrocos a explicar desde el altar
Con qué penas amenaza el código, para que cada quien sepa de qué delitos
se debe abstener, que son la causa de aquéllas.
"Especialm ente es necesario que la población conozca bien el libro cuarto
que contiene las contravenciones y las penas de orden público. Porque cuando
W N H S IS D E LA IN S T IT U C IÓ N CARCELARIA EN ITA LIA 119
r
ili'fcnsa de la propiedad — en las formas en las que en ese m om ento
5o atacaba, y p o r lo tan to sobre todo de la propiedad agraria— y de la
Autoridad legal. Pero las penas, y entre ellas la prisión, bajo las dos
formas de casa de fuerza y casa de trabajo, se extienden a los vaga
bundos desde 1802.118 Por otro lado, el interés po r la reform a carce
laria, ya m uy vivo desde el periodo del Ilum inism o, se acelera con la
('fervescencia m aterial y m oral que la revolución burguesa provocó.
El principio de la pena de detención y del trabajo en la cárcel, aunque
ya presente en la m ayor parte de los estados italianos del siglo xvm , se
difunde de m anera uniform e por las tropas francesas en todo el terri
torio de la nación hasta convertirse en la práctica y en la costumbre de
Jos italianos (al menos como principio). Aquí tam bién, como ya vimos
para los otros países de E uropa, y precedentem ente tam bién en Italia,
Jas relaciones sociales propias del modo de producción capitalista
conllevaban los problemas y las soluciones (desde el punto de vista
de estas relaciones) : creaban al mismo tiem po el delito y la pena,
los vagabundos, los bandidos, los desertores, y el trabajo en las casas
de corrección, los trabajos públicos forzados y los pelotones de eje
cución.
El periodo que siguió a la derrota de los franceses no com prom e
tió profundam ente, tras u n a pausa, el proceso inevitable que ya so
había puesto en movimiento. G uando más, solidificó el status quo,
especialmente en Italia, entre las viejas fuerzas aristocráticas y la b u r
guesía, que esta últim a inclinó siempre m ás a su favor hasta lograr,
bajo la bandera de la m oderación y del compromiso, la prim era etapa
del desarrollo capitalista italiano, la obtención de la U nidad nacional.
Las características de varios estados no cam biaron mucho, en el siglo
xix, en relación con la situación que en ellos prevalecía antes de la
revolución, menos en Piam onte que, quizá debido a u n desarrollo siem
pre más rápido, se hizo capaz de dirigir el proceso de unificación.
130 M . Beltrani-Scalia, op. cit-., p. 441; A. Bem abó-Silorata, op. cit., f 10;
C. Peri, C enni sulla riforma del sistema penitenziario in Toscana, 1848, trae el
reglam ento en la página 15.
131 M . Beltrani-Scalia, op. cit., p, 440.
132 Ib id ., p. 441; A. Bem abó-Silorata, op. cit., 5 10.
IflN t'.íilS DE I.A IN S T IT U C IÓ N CARCELARIA E N ITA LIA 123
137 F. Serantiní, F atti memorabili della banda del Passatore in térra di Ro-
magna, R ávena, 1973.
138 E. Serení, I I capitalismo nelle campagne, pp. 216-221.
130 E. Ferri, “I contadini m antovani all’Assise di Venezia (1 8 8 6 )”, en
Dijese penali e studi di giurisprudenza, T u rin , 1899.
1)0 M . Beltrani-Scalia, op. cit., p. 464.
* « Ib id ., p. 466.
142 Ibid., pp. 467.fí.; C. I. P etitti di R oreto, op. cit., p. 420; se recuerda el
escrito de F. Volpicella Delle prigioni e del loro ordinamento, Nápoles, 1837;
sobre la obra de Volpicella véase D. Palazzo, “A proposito di ‘riforma delle
prigioni1 nella prim a m eta del secolo scorso, en Rassegna di S tu d i Peniten-
ziari, 1970, p. 677; id., “ Su alcune speciali prigioni del sccolo scorso, ibid., 1971,
p. 591; id., “Delle careen che si disrro di “buon govemo’ e ‘di polizia’ ” ,
ibid., 1972, p. 377.
tlÍN K S IS DE ,\A IN S T IT U C IÓ N CAKCl'.LARIA KN IT A U A 125
Ib id ., p p . 330.W .
I
G É N E S IS DE LA IN S T IT U C IÓ N CARCELARIA EN ITALIA 127
l'iam ontc, Lom bardía-V enecia y Toscano (que po r otro lado eran los
más adelantados en todos los cam pos), se produce un a gran activi
dad en. el ám bito de la reform a carcelaria. Se estaban poniendo las
bases p a ra el periodo de intensa actividad de las instituciones que
seguirían a la U n id ad ; tam bién se ocupan de eso los congresos de
intelectuales, en p articu lar los de Florencia (1841), P adua (1842) y
Lucca (184 3 ).14* En Florencia se suscitó el problem a por la in ter
vención de Petitti. E n el intervalo entre éste y el de Padua, aparecie
ro n un a serie de memorias sobre el tem a, entre las cuales se cuentan
las del mismo Petitti y la de Cario C attaneo. Estas obras no hacen más
que continuar los escritos con que, desde 1840, ambos autores habían
tornado posición sobre el tem a.14* Típico representante de una cultura
sólidamente ligada a u n a actividad p ráctica y de gobierno, Petitti
estaba en contacto con los m ás ilustres autores europeos del campo de
la reform a penitenciaria y profundam ente com prom etido en la discu
sión, bastante viva en ese m om ento, sobre los “dos sistemas” norte
am ericanos.1'18 Después de describir la “condición actual de las cár
celes” 140 y la “historia de la educación correctiva” 150 de los distintos
países europeos y de Italia, afron ta el tem a fundam ental de su escrito
Del sistema d i educazione correctiva che sem bra degno di preferenza
[Del sistema de educación correctiva que se debe escoger],151 y por
consiguiente analiza las ventajas y los defectos de los varios sistemas,
el de la vida en común, el filadelfiano y el de A uburn, y el m ixto, que
los com bina de varios modos. Lo que aparece a prim era vísta es la
absoluta indiferencia que m uestra p a ra escoger cualquiera de los dos
sistemas que se com paran, debido a la im portancia que le d a al p rin
cipio del aislamiento. Petitti, como todos los escritores de su época,
m anifiesta u n a hostilidad extrem a contra la vida en común en la cár-
reí. Todos estos trabajos, estas afirmaciones, estos escritos son una
especie de florilegio de la W eltanshauung burguesm anchesteriana. Se
citan, como testimonio de esto, la obra de Petitti las Ragioni addotte
dagli aderenti alia scuola detía della segregazione notturna y della
riunione süenziosa diurna col lavoro.152 No tiene m ayor im portancia
citar estas antes que aquellas que sostienen el sistema de Filaclelfia,
puesto que, con relación al problem a fundam ental, las diferencias son
m ínim as. Nótese en p articu lar la estrecha correlación entre fobia se
xual, productividad del trabajo, espíritu de obediencia y disciplina.
Este últim o punto, que Petitti cita como ventaja del sistema de aísla
m iento, es el más terrible, y manifiesta claram ente lo que significa 1i
decantad a civilización carcelaria. ¡ Son preferibles los golpes, la inmvin-
dicia, la abyección y la fatiga a un orden y u n bienestar que sor
torturas peores que la abyección de las antiguas galeras! 153 Sigue final-
. '
¿tiente la opinión de! propio Petitti, que en general se declara parti-
llario de la escuela de A uburn en lo que se refiere a las condenas la r
cas, en cuanto éstas perm iten un m ás productivo rendim iento industrial
•y la posibilidad de participar en los ritos que se desarrollan en com ún,
i/u la religión católica. P or el contrario, p a ra las condenas breves en
Jtfs que sólo se puede recurrir a medios de intim idación pero no co
rrectivos, prefiere el m étodo del aislamiento continuo.154 C altaneo se
'pronuncia siempre a favor de este últim o sistema, insistiendo así sobre
la eficacia psicológica del aislam iento continuo.155 Y tal tesis, en efecto,
fue casi acep tada en el Congreso de P ad u a de 1842.150 Esto, no obs
tante que de otros sectores, sobre todo de los médicos, se obtuvieran
resultados de investigaciones desarrolladas exteriorm ente sobre los efec
tos de los dos sistemas com parados, que m ostraban u n a gran a cen tu a
ción de la m ortalidad (tam bién de los suicidios) y de la alienación
luental ( ¡ la “eficacia psicológica” !) m ientras se llevaba a cabo el
Aislamiento continuo.157 L a comisión, que debería haber entregado
tm inform e al Congreso de Lucca, se dividió; la reacción de los m é
dicos provocó u n a severa crítica en su contra, pues pretendiendo salirse
de su papel de “ técnicos de la salud” se estaban mezclando en proble
mas políticos.158 E sta crítica no tom aba en cu en ta que se había llam ado
era por su bien, pero que antes se reprochaba no haber cometido el segundo
delito (de traición) en Francia, porque hubiera vuelto a las galeras, porque
ft pesar ele la apariencia de una vida más d u ra la estancia resultaba más agra
dable para la mayor parte por poder gozar del aire libre, p o r las relaciones más
libres, por la esperanza de la inga, la posibilidad de tener bebidas alcohólicas,
Clc. A ñadió que incluso después de haberse hecho m ejor, el recuerdo de la
vida m ejor de la galera le volvía de vez en cuando, y lo hacía odiar su per
manencia en la cárcel en que estaba.”
151 Ib id ., pp. 455íí .
I3S¡ M. A. Cattaneo, op. cit,, pp. 302íj.
,5a F. C. M arino, op. cit., p. 351.
157 E n la nota 200 de la prim era parte de esta investigación nos referimos
íil párrafo de M arx en el que relata la situación del aislamiento continuo con la
creación, por parte del hom bre aislado, “de espectros tangibles, palpables” ,
proceso idéntico al “misterio de todas las visiones piadosas” y “ la form a ge
neral de la locura” (K a rl M arx y Friedrich ISngels, L a Sacra famiglis, cit.,
p. 239 [250]; éste parece ser el proceso que describe C attaneo en la obra
citada, donde describe la eficacia psicológica que el aislam iento tiene sobre
ni reo: “En el silencio de los hombres y en el sueño de las pasiones, los con
sejos tantas veces desoídos, las palabras que parecían no tener im pacto, vuel
ven a la mem oria; los terrores religiosos, todas las imágenes y los recursos del
bien y del mal, resurgen en la conciencia culpable y se hacen dia a d ía más
potentes c irresistibles” (p. 304). T an to Petitti (en la p. 462) como M arino
registran los resultados de las encuestas de la época sobre los desastrosos resal
lados (suicidios y casos de locura) del sistema de Filadelfia.
" 138 F. C. M arino, op. cit., pp. 362-363.
130 CÁRCEL Y TRA B A JO EN E L PERIO DO D E FORM ACON B E L MJ
a los médicos precisam ente con ese objetivo, es decir para que dieran s
aprobación científica a la solución política que, por lo visto, ya S
hab ía tom ado.109 L a contradicción fue resuelta en el Congreso co'
Ja intervención de Petitti, quien hizo aprobar la solución que él pro
ponía: el sistema de Filadelfia p a ra las sentencias cortas y el silent sys
tem p ara las prolongadas. Él fue, así, el verdadero, triunfador de todi
la disputa, no solam ente porque finalm ente se aceptó su hipótesis sino
sobre todo, porque, como ya vimos, en vísperas de la unificación, la
experiencias m ás avanzadas se hacían en dirección del sistema mixto
q ue de un m odo o de otro se fue consolidando en el nuevo R eino d<
Ita lia y en los otros países europeos. M arino destaca justam ente qu<
el filantropism o de los partidarios del sistema de A uburn resulta bas4
ta n tc falso, p o r cuanto se preocupaban más de las finanzas del gobier^
no que de la salud de los detenidos en razón de los enormes gastos
que se necesitaba hacer p a ra introducir un sistema celular com pleto.10l|
E n Italia, la discusión sobre el problem a carcelario, asi como toda¡
las soluciones practicadas, siguen el camino obligado de las circuns-jj
tancias sociales existentes, y, sin em bargo, sustancialm ente sim ilar a |
del resto de E uropa. Las experiencias verdaderam ente reformadoras,
com o las lom bardas, las toscanas y las saboyanas nacen y se desarrollan
en periodos limitados, cuando la orientación “correctiva” de u n a fuer
za de trabajo todavía escasa y reluctante, se presenta como verdadera
necesidad del m odo de producción. Pero la discusión en los años cua
renta, presenta ya u n a realidad bastante p arecida a la existente en
ese m om ento en In g laterra o en F ran cia (y es significativo como
va penetrando en la cu ltu ra ita lia n a ). L a introducción de las m áqui
nas, la ráp id a aparición de u n a gran sobrepoblación como consecuen
cia de la revolución industrial, alejan cada vez más la hipótesis de
u n a cárcel productiva y, al mismo tiempo, readaptadora social (según
los criterios capitalistas). L a discusión sobre los distintos sistemas se
colora sobre todo de contenidos ideológicos “espirituales” . En una
situación así, se confiere cada vez más, a la institución, u n significado
simbólico y representativo: el único valor en el que se tiene, o se
dice tener, confianza es el del aislamiento, garantizado por la segre
gación física o por el silencio. V alor por abajo del cual hay una
única exigencia: el control y la intimidación,"*1 así como aparece en
til análisis que hemos hecho y como lo reconoce Petitti, el autor políti-
«■¡miente más lúcido del periodo, quien se m uestra sustancialm ente
indiferente al “sistema” escogido. L a decisión en favor del sistema de
jAuburn p a ra las detenciones prolongadas deriva de las exigencias finan-
jfieras de no gravar dem asiado el gasto del sistema carcelario: entre
.imienes lo defienden, nadie sostiene lo que debería ser el motivo fun
dam ental p a ra hacerlo, esto es la posibilidad del trabajo en com ún, de
,iui trabajo productivo, de tipo industrial. E l acento que todos ponen en
Ja necesidad del aislam iento enm ascara — bajo las fórmulas de la pe
nitencia y de la polém ica espiritualista con tra la excesiva atención de
la filantropía ilum inista p o r la situación material de los detenidos— la
concepción de la cárcel como instrum ento de intim idación y de “pre
vención general”. Y en este sentido, más allá de las bellas palabras
«obre la “eficacia psicológica” del aislam iento, tam bién un sistema car
celario como el que existió después aun de la U nid ad , que m antiene
prisiones sobrepobladas como las de Nápoles, R om a o Palermo des
critas por H ow ard, responde m uy bien a sus fines, El principio de
less eligibility, de la m enor elegibilidad del régim en penitenciario
respecto del peor existente en el exterior, es salvaguardado a toda
costa. El esplritualismo del siglo x ix en el tem a carcelario encuentra
su núcleo de verdad en el perseguir el em peoram iento de las condi
ciones de v ida en la cárcel y en la im presión que la institución debe
producir en el “espíritu” de los reos, pero especialmente de los reos
potenciales. L a actividad anterior a la U nidad p rep ara así el am plio
uso que se le d a rá a la cárcel inm ediatam ente después de producida
aquélla: no sólo porque construye (pocas) cárceles nuevas y los ins
trum entos legales penales correspondientes sino porque tam bién in
dica u n a línea de tendencia que explotará literalm ente con la con
quista, po r parte de los estados de Saboya, de las provincias m eri
dionales, y la consecuente creación de u n enorm e ejército industrial
de reserva, que la crónica falta de capitales del mezzoqiorno de
Italia, u n id a a.1 m oderado desarrollo de las regiones septentrionales,
de ningún modo será capaz de encam inarla hacia la fábrica. Esto
explica la situación crónica de “crisis” de la cárcel en Italia. D epen
de, más que de razones intrínsecas de ]a institución, de la sobreviven
cia de relaciones precapitalistas en el sur del país y de la utilización
,I,A IN V E N C IÓ N P E N IT E N C IA R IA : LA E X P E R IE N C IA
,1)E L O S E ST A D O S U N ID O S D E A M É R IC A
JíN LA P R IM E R A M IT A D D E L SIG L O X IX
I. LA ER A JA C K SO N IA N A . D E S A R R O L L O E C O N Ó M IC O ,
M A R G IN A L ID A D Y P O L ÍT IC A D E C O N 'I’R O L SO C IA L
1 L a tesis es casi unánim e entre los autores que se h an ocupado del poor
relief en la época colonial. E ntre los estudios más documentados y más inte-
[1 3 5 1
, I
136 LA IN V E N C IO N P E N IT E N C IA R IA : LA E X PER IEN C IA DE EEll
* Además de las obras ya citadas, véase S. V. Jam es, A peo pie among
people: quaker benevolence in eighteenth-century America, Cambridge, Mass,.
J963, en particular los capítulos n y m.
5 Vcasc la obra ya clásica, aunque muy criticada de I’. J. T u rn er, T h e
jronlier in American history, Nueva York, 1920, traducida al italiano b ajo el
título: L a ¡rontiera nella storia americana, Bolonia, 1959, publicada también
en los Paperbaclts del Mulino, 1975.
0 D . J. Rothm an, op. cit., p. 12.
7 P ara \in análisis de los primeros asentamientos urbanos en la época co
lonial, véase M. Zuckerman, Peaceble kingdoms: N ew England towns in eighte-
enth century, Nueva York, 1970; P. J. Grevin, Jr., Four generations: population,
land and fam iliy in colonial Andover, Massachusells, Ith aca, Nueva, York, 1970.
8 Además de la obra de Romsey, para un análisis de la cultura social de las
comunidades de colonizadores, véase V. Bridenbaugh, Crities in revolt, N ueva
138 LA IN V E N C IÓ N P E N IT E N C IA R IA : LA EX PE R IE N C IA DE EEU U
York, 1955; H . Adams, The U nited States ni 1800, Ith aca, Nueva York [en ita
liano: CU Stati U niti nel 1800, Bolonia, 1960].
0 Además de los autores citados en la nota 1, véase S. Riesénfeld, “T he
íonnative era of am crican assistence law”, en California Law Review , 1955,
jiúm. 43, pp. 175-223.
10 Las informaciones y las fuentes más fidedignas sobre el sistema asisten-
cial en la América colonial, incluso desde el punto de vista cuantitativo, se en
cuentran en C. G. Chamberlayne, Veslry Book of St. Paul’s Parish, Hannover
Counlry, 1706-1786, Richm ond, V a., 1940; Idem , Vestry book and Register oí
St. Peter’s Parish, N ew K en t and James C ity Counties, Virginia, 1684-1786, i
jRichmond, V a., 1937; Idem , Vestry Book of Blisland Parish, N ew K e n t and j
James City Counties, Virginia, 1721-1786, Richm ond, V a. 1935.
11 L a fuente más im portante que docum enta la convicción de que el orden ¡
social óptimo se fundam enta en la estabilidad de la residencia y en la propiedad
inm obiliaria, está en la abundante producción de prédicas y sermones entonces
publicados en ediciones populares; véase entre otros 15. Colm an, T h e unspealca^
ble "ift of god: a rigkt charitable and bountiful spirit to ihe poor and needy
members of Jesús Christ, Boston, 1739; C. Chaumcy, T h e idle poor secludedj
f r o m the bread of charily bi chrisiian law, Boston, 1752.
D e Chauncy se recuerda aquí un trozo citado por A. H eim ert, (editando
a P .M iller), T he greal A w akening (Indianapolis, 1967, p. 302), que en pocas,
palabras resume la concepción entonces dom inante del orden social: “151 orden,
divino es fuerza y belleza del m undo. L a prosperidad del estado y de la iglesia
depende en m ucho de esto, ¿ l’uede haber orden donde los hombres, pasando
sobre los límites de su situación, se entrom eten en los negocios ajenos? Lejos ,
de todo esto, la única regla verdaderam ente eficaz[.. .] es que cada quien,
para ser fiel, se ocupe únicam ente de lo que le pertenece, perm aneciendo en
su lugar.”
f 1
I.A ERA JA C K S O N IA N A 139
12 E n Colonial laws of N ew York frorn the year 1664 ¡o the revolution, AI-
J>any, 1894.
15 D. M. Schneider, T h e history of public ívelfare in N ew York state, 1609
1866 , Chicago, 1938, cap. 2.
14 E n Laws of N ew York state frorn the year 1691 to 1751, inclusive, Nueva
York, 1752, pp. 143-145.
13 E n Colonial laws of N ew York, v, pp. 513-517.
140 LA IN V E N C IÓ N P E N IT E N C IA R IA : LA EX PE R IE N C IA D E EEUU
23 Ibid., p. 4.
20 Estos testimonios de R. V aux sobre el régimen interno del jail son espe*
tíficam ente del “O íd stone Prison” . Está en la obra de este autor: Ñotices of
th e original and succesive efforts, to improve the discipline of the prison of PhU
ladelphia, 182G, p. 14.
27 El diario de S. R. Fisher (1745-1834) describe su experiencia de encar»
cclam iento (1779-1781). Fue publicado, después de su muerte por su sobrina
A nna W harton Morris, en Filadelfia, sin fecha.
'ss T . Selling, Philadcphia prisons of the eighteenth century, p. 326.
A BRA JA C K S O N IA N A 143
llones, de los cuales medio millón eran esclavos negros, p a ra los cua
"u Este dato está tom ado de D. J. Rothrnan, T h e áiscovery of asyhtm. . . cit.,
1'. 31.
3U P ara la descripción del sistema preventivo represivo de la vagancia y del
l>iUi|Jcnsmo en la m adre patria, y p ara información sobre cantidad de in tern a
dla en las poorhouses y workhouses, véase Sidney y Beatrice Wcbb, English
local í’ouernment: english poor law history, parte i, T h e oíd poor law, Londres,
1!>H7; M. Blaug, “T he m yth of the oíd poor law and the making oí the ne'.v” , en
Jnurnal of Economic History, 1967, núin. 23, pp. 151-184.
111 Los datos sobre la población están tomados de t i . S. Census Bureau,
Jlistorical slalistic so) the U nited States, colonial times lo 1957, W ashington,
i% 0 , p. 14. '
; 112 Se pueden encontrar informaciones precisa:) sobre esta forma de socorrer
(i los pobres en la época colonial, en los volúmenes publicados por Chamberlayne,
■finados en la nota 10.
«a D. Carrol, “History of the Baltimore cily hospitals” , en M ary ¡and State'
jjHodical Journal, 1966, p. 15.
. "
144 LA IN VENCIO N ' P E N IT E N C IA R IA : L A EX PER IEN C IA D E EEUU
Guando los hijos son desobedientes con sus padres —amenaza en su opúscu*
lo The Well-Ordered Family el Ministro de culto Wadsworth— Dios so
siente tentado de abandonarlos a aquellos pecados que traen después
inevitablemente la más grande infamia y miseria [...] Cuántas veces, los
condenados al patíbulo, han confesado que la desobediencia a sus padre!
fue lo que los llevó al crimen.44
Pongan atención y hagan que todos los niños sean obedientes, se reco
mienda; los apetitos y las pasiones no controladas en la juventud se vuelven
41 Ibid., p. 55
42 Loe. cit.
43 Vcase nota 11.
** B. W adsworth, T h e well-ordered fam ily or relative duties: Bcing the
substance of several ser m am , Boston, 1712, p. 90.
|,1 ritA JA. CKSONIANA 147
P.n 1790, los Estados U nidos de América eran aún u n país de menos
de cuatro millones de habitantes y sin u na ciudad de 50 000 perso
nas ; hab ía sólo siete centros urbanos de m ás de 5 000 habitantes y
55 Ib id ., p. 68.
50 Ib id ., p. 74.
87 H . C onrad y J. R. Meycr, “T he cconomic of si a ver y in the antebcllum
south, en Journa lof Political Economy, 1958, vol. l x v i , núm, 2, pp. 95-130;
P. S. Foner, Business and slavery: the Neui Y ork mcrchants and the irrepressi»
ble conflict, Chapel Ilill, 1941.
I.A ERA JA C K S O N IA N A 151
del noreste. El intento político del capital del norte p a ra rom per el
cerco económico en que se encontraba acorralado de hecho, determ i
nó profundos cambios sociales y la radicalización del choque de los
intereses políticos-económicos entre sur y norte que llevó después a
la guerra civil.79
E ntre el final de las guerras napoleónicas y la iniciación de la
guerra civil, el oeste se desarrolló, después de ser tierra de pioneros,
hasta llegar al nivel de agricultura m ercantil. Ila s ta finales de la dé
cada de los treinta, la m ayor p arte del exceso de producción agrícola
se m andó al sur p ara alim entar la econom ía m ás especializada de esta
zona. L a situación cambió con el desarrollo industrial del este y el
aum ento de dem anda de productos agrícolas del oeste. Esta especia
lización de la economía del oeste y su relación con el norte llevó a la
producción de estos estados a presentarse en el nuevo m ercado con
precios competitivos respecto de la economía agrícola todavía flore
ciente en estas zonas industrializadas. Esto llegó a ser desventajoso
para la agricultura de New E ngland — en la m edida en que los pro
ductos del oeste se hicieron c a d a vez más baratos gracias, en parte,
a la reducción de los fletes— y provocó u n flujo constante de pobla
ción cam pesina hacia la industria, increm entando así en form a no
table la o ferta de m ano de obra asalariada.80
Esta situación favoreció en form a notable al capital industrial,
sin suprim ir, por esto, el problem a crucial de u n a m ano de obra d e
costo elevado, sobre todo si se com para con la paga que los tra b a ja
dores del viejo m undo tenían en esa época.
L a diferente densidad com parativa del viejo y del nuevo país — observan
con agudeza los comisarios ingleses enviados p o r el gobierno de Londres
para an alizar la situación económ ica de la ex colonia— explica probable
m ente las actitudes tan distintas con las que se recibe el aum ento de las
m aquinarias en Inglaterra y en Estados U nidos. A quí, los obreros saludan
con satisfacción cualquier m ejora m ecánica, cuya im portancia, por librarlos
de la fatiga a la que están som etidos los trab ajad o res m enos calificados,
son capaces de com prender y de apreciar.81
En este país —se afirmaba con entusiasmo— el trabajo de tres días puede
dar para vivir una semana entera, mientras que en Europa el trabajo de una
I.A ERA JA C K S O N IA N A 159
82 L a observación está tom ada del famoso informe de Yates (1824) al p ar
lam ento de Nueva York. El texto del informe definitivo se puede consultar
en el N ew York Senittc Journal, 1824.
83 Del informe Yates.
84 N .Y.S.P.P ., Second A nnual Rejiort, N ueva York, 1819, Apéndice, p. 6.
85 T . Sedgvvick, Public and prívete economy, parte i, Nueva York, 1836,
p. 95.
160 LA IN V E N C IÓ N P E N IT E N C IA R IA : LA E X P E R IE N C IA D E E E U l
I'il tem a del alcoholismo com o causa p rim aria de los procesos de des
integración social es recurrente en los docum entos de la época; se
jista c a con obstinación su conexión con la indigencia económica (más
bien con la absoluta ausencia de “voluntad” y de “am or” al tra
bajo) .
L o que es cierto es que el fenóm eno del uso desmedido y masivo
¡leí alcohol alcanzó niveles elevadísimos, sobre todo entre la población
íijue vivió en las prim eras grandes concentraciones urbanas.
Kíl New York Association for Improving the Condition of the Poor, T hirte-
entk A nnual R eport, Nueva York, 1856, p. 36.
00 New York Association for Im proving the Condition of the Poor, Vourte-
i'iith A nn ual R eport, N ueva York, 1857, p. 16.
nl New York Almshouse Comniissioncr, A n n v a l Report for 2848, Nueva
York. 1849, p. 86.
D. Rothm an, T he discovery o¡ asylum. . . cit., p. 164.
162 LA IN V E N C IÓ N P E N IT E N C IA R IA : LA EX PER IEN C IA DF. EEO'
* ,
JV, EL NACIMIENTO DE LA PENITENCIARIA:
M
DE WALNUT STREET JAIL A LA PRISION DE AUBURN
í,n situación norteam ericana de fines del siglo xvm , con relación al
problema del control social de la crim inalidad, hab ía perm anecido,
n i cierto sentido, parecida a la de la época colonial, aunque la nueva
tcalidad socio-económica h ab ía hecho profundam ente obsoleto el vie-
|i> sitsema de represión.
í El jail había conservado su finalidad prim itiva de cárcel preven
tiva, pero el control que se basaba en la house of correction o (con
,n| nombre que se le d ab a debido a su función) workhouse, había cam-
liliido m ucho. Y a dijim os cómo, surgida en u n principio de acuerdo
<un el m odelo europeo, la workhouse o house of correction servía
pura que los pequeños transgresores de la ley (fellons) purgaran su
pena; de hecho, con el tiempo, se transform ó tam bién en lugar de re
clusión p a ra ociosos y vagabundos; más adelante se utilizó tam bién
rumo hospedaje obligatorio para los “pobres residentes” y en ocasio
ne!) como cárcel para los deudores.
Desde el pun to de vista teórico, dentro de la institución debería
luiljer reinado la disciplina del trabajo, con el fin de im poner, por la
Jucr/a — im itando la práctica dom inante en E uropa— , el proceso
f 105 G. Riischc v O. K ifchhoim nr. P uniskm ent and social structure, N ueva
1 York, 1963, pp. (27.™.
, !
16» LA IN V E N C IO N P E N IT E N C IA R IA ; LA E X P E R IE N C IA DE ElSUl^
Ibid., p. 7.
na H . E. Barnes, T h e repression of crim e, N ueva York, 1926, pp. 2 9 « .;
O . F. Leváis, T h e developm ent o f A m erican prisons and prison costums, 1776-
lf¡45, pp. 4 3 « .; Kelwey, A m erican prisons, a study in A m erican social history,
pp. 4 « . •
1,1 J. B entham , Panopticon (1 7 8 7 ), e n T h e W orks of ] . B entham , vol. iv,
N ueva Y ork, 1962.
112 J . B entham , P anopticon, citado del subtítulo. A este propósito M . F o u
cault a p u n ta con agudeza, en u n a encuesta lan za d a p o r la revista Pro Justitia
(1973, núms. 3 y 4, p. 7 ) : “ Le rüvc de B entham , le Panopticon, oú u n scul
¡ndividu p ou rrait surveiller to u t le m onde, c’est au fond, le riv e, ou p lú to t,
un des reves de la bourgeoisie (parce q u ’clle a beaucoup des reves” ) [El sueño
<1(5 B entham , el P anopticon, d o n d e un solo individuo p o d ría v igilar a todo
inundo, es en el fondo, el sueño o, más bien, u n o de los sueños de la bu rg u e
s a (porque la burguesía h a soñado m ucho)].
170 LA IN V E N C IÓ N P E N IT E N C IA R IA : LA E X P E R IE N C IA D ü E E U U
de trab ajo sino que es un instrum ento que da eficacia a las técnicas de
corrección.120
■ ■
em pleados en actividades internas de la cárcel pero no en depende)
cia y bajo el control de la adm inistración penitenciaria. E l empresar\
contratante — quien p ag a al estado u n precio determ inado por cad
d ía de trabajo y por preso que em plea— es quien, por m edio de su
empleados, dirige y vigila la producción en los talleres del penal. I
detenido-trabajador queda así sujeto a dos autoridades: a la dista
p lina del trabajo, bajo la dirección del em presario, y a la carcelari|
en el tiempo en que no está trabajando. ■ 1
Bajo este régim en se asiste a u n tipo de “retribución” diaria. L'i
utensilios o las m áquinas son generalm ente sum inistradas por el
nal, m ientras que la m ateria prim a, la organización del trabajo *
la colocación de la m ercancía en el m ercado corren por cuenta di
em presario privado. Este funcionam iento ofrece ventajas económicÉ
innegables p a ra la adm inistración; en efecto: -j
a] la m ano de obra carcelaria se em plea con ganancia; 1 i
¿>] la utilidad p a ra el estado está g arantizada y no está sujetaj
ningún riesgo. Las cárceles que adop tan este sistema de empleo ci
la fuerza de trabajo llegan a reponer hasta el 65% de los gastC
de funcionam iento, m ientras que en el sistema de public account ^
llega cuando más al 32% .1ZG Sin embargo, la explotación del encaj
celado-trabajador inevitablem ente tiende a au m entar hasta nivelj
inaguantables; al mismo tiempo la com petencia entre trabajo libij
y trab ajo carcelario lleva a las organizaciones de la clase o b re ra 1!
lu ch ar p o r la abolición de este sistema ocupacional correetamen^
visto como instrum ento p a ra im poner topes a las dem andas salaríale!
T am bién en esta hipótesis la dimensión reeducativa tiende a suboí
diñarse a las exigencias puram ente productivas, hasta el punto d
destruir, en ocasiones físicamente, la fuerza de trabajo em pleada
Imc.e cargo. Tam bién aquí son innegables las ventajas p a ra la adm i
nistración; en efecto el leasing system resulta el m ás “rem unerativo”
«lu todos: p o r más bajo que sea el precio pagado por el empresario,
lo conseguido en el contrato es ganancia libre de cualquier gasto
pura el estado.
i liste sistema, que se aplicó am pliam ente en los estados del sur, so-
lire todo p a ra hacer tra b a ja r a los presos como braceros en las plan-
liic.ioncs, adem ás de extrem ar la explotación (se asiste a la reaparición
iln las form as m ás brutales de castigos Corporales p a ra los presos-
<ilii'eros reacios a la disciplina y al ritm o de trabajo) genera un pe
ligroso compromiso entre los órganos judiciales y los intereses em pre-
iiilríales, con la consecuencia de transform ar las condenas cortas en
condenas largas o de duración interm edia.128
i P ara reconstruir la historia de los sistemas de empleo de la fuerza
ili\ trabajo carcelaria en la Am érica de la prim era m itad del siglo x ix
r» preciso ver de nuevo, pero fijándonos ah ora en el aspecto de la
organización del trabajo, la evolución m ism a del sistema penitencia
rio; es decir, la organización del sistema penitenciario se corta y se
modela sobre las líneas de evolución del trabajo penitenciario. M ejor
iiiin: la historia de la cárcel norteamericana, en sus orígenes, es (ta m
bién) la historia de los modelos de empleo de la población internada
i’n ella (con la advertencia de leer el térm ino “modelo de empleo”
lio en clave exclusivamente económica sino tam bién en el sentido de
“modelo de educación y tipo p articular de trab ajo subordinado” ).
• De este m odo se reconfirm a la estrecha dependencia entre el “fue-
in“ y el “dentro” no sólo en general sino en u n a acepción más ca
lificada y cualificante; exactam ente: entre los procesos económicos
ilc.I/en el m ercado libre de trabajo y la organización penitenciaria. La
lühma contraposición entre el solitary confinm ent y el silent system
(mitre los modelos penitenciarios de Filadelfia y de A uburn) encuen-
Im su propia justificación en el predom inio (económico-social) de la
producción m an ufacturera o de la producción industrial, y m uestra
Inmbién la naturaleza estructuralm ente antinóm ica del empleo misino
ild la fuerza de trabajo carcelaria: el sistema penitenciario que se
Inspira en el solitary confinm ent ,dc hecho ad o p tará el criterio del
jiublic account, m ientras que el que se organiza en torno al sistema
iln silent system se inclinará a su vez por el covtract. Dos sistemas
jiniitenciarios radicalm ente diversos; dos modos diam etralm ente
njiiiestos de explotar la fuerza de trabajo.
L a contraposición entre los dos modelos de ejecución penitenciaria
inicialm ente propuesta con fines pu ram ente expositivos— encuen-
tra tam bién u lterio r confirm ació n en este sector específico. E n efectt
a] L a cárcel celular filadelfian a p ro p o n e n u ev am en te en ésca(
red u c id a el m odelo ideal (o sea la id e a a b s tra c ta de cóm o debería
organizarse las relaciones d e clase y de p ro d u cció n en el “m ercad o 1
bre” ) de la sociedad b urguesa d el p rim e r capitalism o. E l trab a jo r
debe ser necesariam ente productivo, en c u a n to in stru m en ta l pal
el proyecto entonces hegem ónico, p o rq u e su objetivo fu n d a m e n ta l (
“ tran sfo rm ar” al crim inal en u n “ser su b o rd in a d o ” ; el m odelo virtui
de “su b o rd in ad o ” que el cum plim iento de la p e n a fu n d a d a en (
solitary confinrnent p ro po ne es la del tra b a ja d o r o cu pado en u n a pr4
duc.ción de tipo artesanal, en u n a m a n u fa c tu ra . P a ra este fin la edi
cación p a ra el tra b a jo debe hacerse en u n proceso p ro d u ctiv o esencia’
m ente m an u al, donde el peso del cap ita l fijo es casi inexistente. i
E l sistem a del public account satisface estos requerim ientos; I
organización del trab ajo está com p letam en te a cargo de la adminil
tración p en iten ciaria y ya qu e al n o “ re trib u ir” en m odo alguno (
costo del trab ajo , p uede e n fre n ta r el m ercad o con precios absoluto
m ente com petitivos, sin necesidad de “in d u strializar” el proceso prc
ductivo.
. b] E l m odelo p en iten ciario de A u b u rn p rop on e, p o r el con trark
u n a fo rm a de trab a jo su b o rd in ad a a l de tipo in d u strial. D o n d e rein
el silent system se in tro d u cen las labor saving m achines, el tra b a jo e
com ún, la disciplina de fábrica. El contract system se ofrece, as
com o el m odelo m ás útil p a ra estos fin e s: el em presario ingresa en 1
cárcel, organiza eficientem ente la produ cció n, in d ustrializa los tallerci
retribuye — parcialm en te— el tra b a jo , p ro d u ce m ercancías no m u1
artesanales y procede personalm ente a colocar lo pro d u cid o en el mer
cad o libre. , i
H istóricam ente, sólo en 1796, en la cárcel de N ew gate (Nuevl
Y ork) — que fu n cion ab a con el sistem a de solitary co n fin m en t— , si
in tro d u jo p o r p rim era vez el tra b a jo carcelario en la fo rm a del publiá
account; en 1797 el estado de V irgin ia in tro d u jo en la penitenciaría
de R ich m o n d el m ism o tip o de em pleo de la fu erza de tra b a jo ca n
celaria; en los dos casos se pro d u cían zapatos y botas.129 U n poco des^
pues se abro g aro n en N u ev a Yersey (1799) y en M assachusetts (1802)]
las viejas leyes que im p on ían la obligación a los p arientes y a los supe¡¡
riores de p ro c u ra r tra b a jo a los m enores y a los dependientes preso!
en las houses o f correction;130 c o n tem p o rán eam en te se construyerort
nuevas cárceles p a ra custodia preventiva y algunas p en itenciarías esJ
este punto, se debe elevar todo el nivel de la escala. El más pobre, puede es-:
perar, y con razón, algo más que el crim inal; el hombre y la m ujer indigentes,!
algo más que el pobre” (L. T . Hobhousc, “Moráis in evolution” , en Lato
and Justice, 1915, p. 113).
133 E. T . Hiller, “Development of the system of control of convict labor
i n the U nited States” , en Journal of Criminal Law and Criminology, vol. V,
1915, p. 243.
|A KRA J A G K SO N IA N A 183
á través del leasing system.141 Por el contrario, fue precisam ente respec
to del uso cada vez m ás difundido del contract, contra lo que se
organizaron las prim eras protestas del movimiento sindical,142 Y a una
convención de trabajadores temporales, reunida en N ueva Y ork en
1823, tom ó posición ante la am enaza que representaba p ara su orga
nización la colocación en el m ercado de las m anufacturas fabricadas
por los presos.143
T am bién en 1823 los obreros del sector m ecánico efectuaron una
petición a las autoridades p a ra que se aboliera la com petencia que
significaba el trabajo carcelario; sus dem andas se sintetizaron en un
docum ento, en estos térm inos:
En este docum ento se pedía adem ás que los internados fueran en todo
caso em pleados en public works en las canteras de márm ol. U n expe
rim ento de este tipo realizado con internados de Sing-Sing, en 1825a
no satisfizo las exigencias de la clase obrera y en breve tiem po fue
abandonado.146 Poco después, en la convención o brera de U tica de
1834, los obreros del sector m ecánico reafirm aron sus posiciones ante
el trabajo penitenciario según el régimen de contract, de este modo:
Los obreros no sólo están obligados a pagar con sus impuestos el mante
nimiento de los detenidos sino también a través de los productos fabricado!
en las cárceles y que son vendidos en el mercado a precios inferiores en un
40-60% a los producidos por el trabajo libre. Con esto, el nivel de sata
rios se retrae hasta el punto de que un obrero no logra vivir y mantcnei
111 V éanse los autores citados en la nota 19. Sobre la -utilización del leas
ing system en los estados del sur, véanse tam bién: H . Alexander, “ T he convic
lcase and the system of contract labor. T hcir place in history” , en T h e Soutl
M obilizing for Social Service, 1913, p. 167; G. W . Cable, “T he convict least
system in the Southern states”, en Proceedings of N ational Conference 0
Charities and Correclions, 1883, pp. 296-297; C. E. Russell, “A burglar in thi
making” , en Everybody’s M agazine, 1908, vol. xxvm , pp. 753-760.
142 J . C. Simmonds y J. T . M e Ennis T h e story of manual labor in <i¡
lands and ages, Chicago, 1886, pp. 486-494.
143 J. R. Commons et al., H istory of labor iti the U nited States, Nuevi
York, 1921, vol. i, p. 155.
144 J. R. Commons et al,, History of l a b o r ... cit., vol. i, p. 155.
140 H . C. M ohler, Convict labor, p. 559.
I L A JiUA JA C K S O N IA N A 185
.
m ,f. R. Commons et al., History of labor . . cit., vol. í, p, 3+7.
152 H . T . M o h le r, Convict labor c it., p . 561.
153 Loe. cit.
151 J. R. Commons et al., History of la b o r. . . cit., vol. n, p. 37.
LA ERA JA C ItSO N IA N A . 187
I, LA C Á R C E L C O M O “ F A B R IC A D E H O M U ItE s ”
[1 8 9 }
i
190 LA in v e n c ió n p e n it e n c ia r ia : la E X P E R IE N C IA D E E E U U
Debemos darnos cuenta de que, en analogía con las instituciones que sirven
para la infancia y para la mujer, los presos son una inversión educativa,
y éste es el único fin que se debe perseguir. Los costos de su mantenimiento
se deben considerar como se consideran los gastos de educación o la ayuda y
(mandamiento dados a las universidades.2
ir. la doble id e n t id a d : “ c r im in a l -e n c a r c e l a d o ”
y “no p r o p ie t a r io - e n c a r c e l a d o ”
■* Véanse 1 ( 3 y 4 de la Parte i.
r‘ Michel Foucault, Surveiller et punir cit., p. 254 [p. 254],
|,A p e n i t e n c i a r í a : m o d e lo de la s o c ie d a d id e a l 193
i i I
iirnitenciaria, y las adaptaciones con que responden los detenidos a
Iipii modelos impuestos y a la violencia clasificatoria que están sufrien
do, Pero p a ra que esta “ciencia infeliz” p udiera crecer y pudiera im
ponerse como “ciencia positiva”, como “ciencia de la sociedad”, queri-
ilu por la burguesía ilum inada, e ra necesario que la cárcel m oderna, la
"ntrcel panóptica” , se transform ara en laboratorio, en gabinete cien
tífico donde después de la a ten ta observación del fenómeno, se in
tentara el gran experim ento: la transformación del hombre.
Foucault descubre con extrem a lucidez el sentido del panoptism o
i"¡í* m ovim iento ideológico que en términos completos y orgánicos se
iralizará en las instituciones disciplinarias norteam ericanas del si-
l'.lo xix. L a cárcel, como todas las otras “instituciones totalizadoras” ,
*r-estructura de acuerdo con el “modelo panóptico” . Es u n a m áquina
excepcional que rom pe el binom io “ver-ser visto” ; 7 en este sentido es
un dispositivo que perm ite a pocos no vistos observar, escrutar y
iinalizar continuam ente a u n a colectividad perm anentem ente expues
ta, Se realizan así las condiciones p a ra que los pocos se conviertan en
científicos; los m uchos en objetos, en conejillos de indias; la cárcel
en laboratorio.
L a exposición a la “curiosidad científica” es absoluta: cada gesto,
ruda signo de incom odidad, de dolor, de im paciencia, cada intim idad
«ti describe, se clasifica, se com para, se analiza, se estudia. El in ter
nado introycctará, progresivam ente, la conciencia de su perm anente
visibilidad, de la exposición expropiante. E n este nivel consciente su
imlvación — o su com pleta enajenación como realidad “distinta” y
"desviante”— dependerá solam ente de su autocontrol, de la disciplina
que im ponga a su propio cuerpo, de su capacidad de tom ar com o
modelo de com portam iento el estar “sujeto al poder” . L a otra alterna
tiva es sólo “la destrucción”, la locura. El detenido observado se tran s
forma así en el instrum ento de su propio som etim iento, de su trans
formación en algo distinto.8
L a inspección, hecha principio e interiorizada, transform a el m o
mento disciplinar en ejercicio de poder tout court. Pero, ¿sobre cuál
"proyecto ideal” el poder disciplinar, el p oder institucional m edirá
hu capacidad de transform ar el objeto crim inal?
L a hipótesis proyectual que emerge en su cristalina racionalidad
rn total; su capacidad de resolver, en términos generales, el control
•nidal de las clases peligrosas, es, en efecto, exhaustiva. El “modelo” ,
T a m b ié n :
La celda com pletam ente aislada del crim inal, está, algunos días, llena de
terribles fantasm as. Agitarlo y ato rm entado por m il m iedos, acusa a la socie
dad de ser injusta y cruel, y con ta l disposición d e espíritu, en algunos
casos no es difícil que se rebele contra las órdenes que se le dan y se nie
gue a las consolaciones que se le brindan. E l único castigo que el regla
m ento contem pla es la segregación en una celda oscura y la reducción dcl
alim ento. Es muy raro que hasta los prisioneros m ás reacios pasen m ás
de dos días en este tratam iento sin que se dobleguen.21
recipiente adecuado; todas las sobras se deben recoger con cuidado y colo«
carse fuera de la celda, en el momento en que los celadoras den la ordenj
art. 7: sé, en todo instante, respetuoso y cortés con todo el personal de la
penitenciaria y no te dejes jamas desviar de tus deberes ni por la cólera
ni por el deseo de venganza; art. 8: santifica el Sábado; debes saber que nC
por estar separado del resto del mundo, este dia es inenos sagrado.25
días, d ejánd olo expuesto al frío en la m añana, ju n to a sus ropas, hasta que
aprendió a ponérselas.28
N o sería posible vivir aquí ad entro sin trabajo. ¡Les aseguro, señores, que
el sábado es un día interm inable! 32
37 V éase J 5 de la Pai te i.
LA p e n it e n c ia r ía : m odelo de la so c ie d a d id e a l 205
i
10 Loe. cit.
41 En G o vem em ent, discipline o f the N ew Y ork state prison, 1834, p. 16.
12 S. G. Howe, A n essay on separóte and congrégate systems o f prison
discipline, Boston, 1846, p. 55.
43 Loe. cit.
I.A p e n it e n c ia r ía : m odelo de la so c ie d a d id e a l 207
4-1 Board of Inspcctors of Iow a Penitentiary, Reporl for the lwo years end-
ing oclober, 1, 1859, Desmoines, la , 1859, p. 10.
45 G. Beaumont y C. A. II. Tocqucvillc, O n the penitentiary system U nited
States cit., p. 201.
40 Ibid., p. 41.
47 R eporte de G. Powers (1827, p. ii) en G. B eaum ont y C. A. H . Toc-
qiicville, O n the penitentiary system . . . cit., p. 44.
208 LA IN V E N C IÓ N P E N IT E N C IA R IA : L A E X P E R IE N C IA DE E E U U
Cuando respetan la norma del silencio, ellos (los presos) están necesaria
mente tentados de violar este precepto. Tienen, así, un cierto mérito en la
obediencia, sencillamente porque ésta no es “necesitada”. Y es por eso qué
la disciplina de Auburn educa los presos en una moral social que no re
ciben en las prisiones de Filadelfia.51
al Ibid., p. 25.
52 b p d s (Boston Prison Discipline Socie.ty), A n im a l R eport, 1826, p. 36.
210 LA IN V E N C IÓ N P E N IT E N C IA R IA : LA EX PE R IE N C IA DE E l i l j l
APÉNDICE I
Internado núm. 41. Es un joven; confiesa haber sido un criminal; llora du<
rante toda la conversación, particularmente cuando recuerda a su familia.
“Afortunadamente —añade— ninguno de ellos puede verme en este estado, (
aquí adentro”; espera poder regresar a la sociedad sin llevar el sello de lo
infamia y sin que ésta lo rechace. ■1
Pregunta: “ ¿Te es difícil soportar la soledad?” '
Respuesta: “ ¡Ah, señor, éste es el castigo más horrible que se puede uno
imaginar!” '«"
Pregunta: “¿Se resiente tu salud por ello?” 'j
Respuesta: “No, de salud estoy bien, pero mi alma está muy enferma.” *
Pregunta: ¿En qué piensas más?
Respuesta: “En la religión: los pensamientos religiosos son mi consuelo mAÍ*
grande.” _,
Pregunta: “¿Ves con frecuencia al pastor?”
Respuesta: “Sí, cada sábado.”
Pregunta: “¿Te gusta platicar con él?”
Respuesta: “Es la más grande felicidad ser admitido en su presencia. El slV
bado pasado se quedó conmigo una hora completa; me prometió que martes
na me traerá noticia de mi padre y de mi madre. Espero que todavíj
vivan; hace un año que no sé nada de ellos.”
Pregunta; “ ¿Qué idea te has hecho del sistema a que te han sometido?
Respuesta: “Si hay algún sistema capaz de hacer reflexionar a un hom brl’,
y de hacerlo mejor es, sin lugar a duda, éste.” >>'•
v
Internado núm. 61. Fue condenado por robar caballos; afirma ser inoccnlfli .
Nadie, se lamenta, puede imaginar el horrible sufrimiento que es la solcdafl
continua. Interrogarlo cómo pasa su tiempo, responde que de dos modoil
trabajando y leyendo la Biblia. La Biblia es su más grande consuelo. P h »
rece estar fuertemente “invadido” de ideas religiosas; su conversación Ai
animada; no logra hablar sin estar agitado y sin llorar. Es alemán de uncí*
LA p e n it e n c ia r ía : m odelo de la so c ie d a d id e a l 215
miento; perdió a su padre cuando era pequeño y recibió úna mala educa
ción. Ya estuvo en prisión por un año, pero en otra parte. Buena salud.
Internado núm. 22. Edad: treinta y cuatro años. Ya había estado condenado
por hurto; dieciocho meses de internamiento; bastante buena salud.
Pregunta: “ ¿Piensas que la disciplina a la que estás sometido es tan severa
como parece?”
Respuesta: “No. Pero eso depende de la disposición del que está en la cár
cel. Si se rebela al aislamiento, cae inevitablemente en estado de desespe
ración; si, al contrario, intuye las ventajas que puede tener un tratamiento
así, el aislamiento ya no es insoportable.”
Pregunta: “¿Antes estuviste internado en Walnut Street?”
Respuesta: “Sí, señor. Y no puedo imaginar un lugar en donde haya más
216 LA IN V E N C IÓ N P E N IT E N C IA R IA : LA EX PER IEN C IA DE EE U U
crímenes y pecados que allí. Bastan unos cuantos días para que una per
sona poco honesta se transforme en consumado criminal.”
Pregunta: “ ¿Piensas que este sistema penitenciario sea superior al de la
vieja cárcel?”
Respuesta: “Es como si me preguntara si el sol es más bello que la luna.”
Internado núm. 67. Edad: treinta y odio años; condenado por robo, inter
nado desde hace ocho meses, buena salud. Se ha convertido en zapatero
y fabrica seis pares de zapatos a la semana.
Este individuo parece tener por naturaleza una mente severa y medita
tiva. La soledad de la cárcel ha acentuado mucho esta disposición. Sus
reflexiones son el resultado de un nivel intelectual alto. Parece sólo intere
sarse en pensamientos filosóficos y cristianos.
Internado núm. 62. Es un hombre bien educado; treinta y dos años; es mé
dico. El aislamiento parece haber provocado una profunda turbación en el
espíritu de este hombre joven. Habla del periodo de su primer intemamien-
to con horror; el sólo recordarlo lo hace llorar. Actualmente está resignado
a su destino, por más cruel que pueda ser. Durante los dos primeros meses
—afirma— vivió en un estado de desesperación pero el tiempo ha alige
rado esta situación. No estaba obligado a trabajar, pero la ociosidad es tan
terrible que no ha dejado de trabajar. Como no tiene ninguna habilidad
manual, se dedica a cortar el cuero que van a trabajar los zapateros de la
prisión. Su más grande sufrimiento es no poderse comunicar con su familia.
Puso fin a nuestra conversación afirmando: “El aislamiento es muy dolo
roso, pero lo considero un instrumento muy útil para la sociedad.”
Internado núm. 00. Cuarenta años. Condenado por rapiña a mano arma
da. Parece inteligente; nos cuenta su historia en los términos siguientes:
“Tenía catorce o quince años cuando llegué a Filadelfia. Soy hijo de un
pobre campesino del oeste, y vine aquí buscando trabajo. No sabía hacer
nada, y no encontré trabajo; la primera noche me vi obligado a dormir
bajo el puente de una nave, al no tener otro lugar donde refugiarme. Allí
me descubrieron la mañana siguiente, me arrestaron y me condenaron a
un mes de cárcel por vagancia. Mezclado, durante mi corta estancia en la
cárcel, con malhechores de todas las edades, perdí los buenos principios
LA P E N IT E N C IA R ÍA : M ODELO D E LA SOCIEDAD IDEAL 217:
ese dólar lo quiero yo. Llamé a mi mujer y le ordené que vendiera toda la
ropa que no fuera estrictamente necesaria y que con el dinero que obtuviera
me comprara una pistola. Comencé cuando tuve fuerzas suficientes para
caminar sin muletas; me fui a las orillas de la ciudad, detuve al primero
que pasó y lo obligue a entregarme su portafolio. Me arrestaron esa misma
tarde. Me había denunciado la persona a quien había robado. Obligado por
el cansancio me había tenido que esconder en un bosque cercano. No se
necesitó mucho para descubrirme. Confesé mi delito sin dificultad, y me
internaron en esta prisión.” /
Pregunta: “ ¿Qué piensas hacer en el futuro?”
Respuesta: “No me interesa, se Jo digo francamente, reprocharme lo que
hice, ni me importa comenzar de nuevo eso que se llama una vida cristia
na; pero, al mismo tiempo, estoy decidido a no robar más, sobre todo ahora
que veo Ja posibilidad (le poderlo hacer. Cuando deje, dentro de nueve
años, esta prisión, nadie en el mundo me podrá reconocer; nadie, de hecho,
puede conocerme aquí adentro y tampoco yo puedo entablar relaciones
que puedan resultar peligrosas. Seré, finalmente, libre, para poderme ganar
en paz el pan de cada día. Ésta es la gran ventaja que encuentro en esta
penitenciaría y que me hace que la prefiera cien veces a la cárcel de Wal-
nut Street, a pesar de la severidad de la disciplina a la que estamos some
tidos aquí.”
Ya ha purgado un año de prisión; óptima salud.
Internado núm. 00. Treinta y odio años; apenas hace tres semanas que
está en la penitenciaría y parece sumergido en la más negra desesperación.
la p e n it e n c ia r ía : m odelo de la s o c ie d a d id e a l 219
Internado núm. 00. Edad: veinticinco años. Proviene de la clase más pri
vilegiada de la sociedad. Se expresa, de hecho, con elegancia y facilidad.
Fue condenado por bancarrota fraudulenta. Este joven mostró gran satis
facción por vernos. Es fácil darse cuenta que para 61 la soledad es un
tormento enorme. La necesidad de un contacto intelectual con otras gentes
parece atormentarlo mucho más que a sus compañeros de prisión, que han
recibido una educación inferior. Se obstina en contarnos su historia; habla
de su delito, de su posición en la sociedad, de sus amigos y, en especial, de
sus padres. No puede hablar de estas cosas sin llorar; saca de debajo de la
cama algunas cartas que su familia ha logrado enviarle y que ya están
despedazadas de haberlas leído tantas veces; las lee una vez más y
las comenta.
Pregunta: “No crees que el aislamiento pueda afectar la razón?”
Respuesta: “Creo que el peligro del que hablan sí existe. Recuerdo que
durante los primeros meses de mi soledad fui visitado muchas veces por ex
trañas visiones. Durante muchas noches seguidas me pareció ver un águila
posada en los pies de mi cama. Ahora me pongo a trabajar; ya me acos
tumbré a esta vida y ya no me atormentan ideas de este tipo.”
Un año de internamiento. Buena salud.
a p é n d ic e ii ■ ;
Si los vigilantes son lo que deben ser, si los detenidos, separados durante
la noche, trabajan durante el día, si la continua vigilancia se mezcla con
una apropiada instrucción religiosa, la prisión puede llegar a ser un lugar
de reeducación para los internados en ella y una fuente de ganancias
para el estado. i
Con mis respetos.
El hecho más evidente para quien debe ocuparse del problema religioso
de los detenidos es la extendida y profunda ignorancia de la Biblia que reina
entre la población internada [ . . . ] Sin mencionar ejemplos concretos de
esta ignorancia —que resultarían en verdad increíbles— baste decir que
muchos prisioneros no han sido capaces de citar el título de ningún libro
de los que componen la Biblia [ . . . ]
Otra característica [ . . . ] es el analfabetismo; [ . . . ] y, también, aunque
ya es conocido por todos, el elevado porcentaje de alcohólicos. El número de
presos, actualmente internados en la penitenciaría de Auburn, es de 682;
de ellos, 230 son intoxicados crónicos y 278 están, con frecuencia, en estado
de ebriedad; [ . . . ] más aún: 380 han confesado haber estado bajo la in
fluencia del alcohol cuando cometieron el delito por el que están en prisión
y 219 han confesado que sus padres eran alcohólicos [ . . . ]
Otro elemento interesante: el porcentaje de las personas no casadas: de
683 internados, ¡319! [ . . . ] Las personas casadas, actualmente en prisión,
tienen, entre todos, 901 hijos menores, 679 de los cuales no tienen medio
alguno de manutención; de éstos, solamente 180 es seguro que tienen al
gún pariente que se ocupe de ellos.
Respuesta: “Personalmente prefiero dirigir una cárcel donde hay esta posir
bilidad. Si evidentemente es imposible obtener la misma disciplina que se
podría tener en una cárcel circundada por altos muros, también es cierto
que si se logra doblegar al prisionero bajo el yugo de la disciplina, es po
sible hacerlo trabajar, sin peligro, en el tipo de trabajo que aparezca como
más conveniente. Solamente así puede el estado utilizar a los presos para mil
trabajos productivos.”
Pregunta: “¿Piensa que sea absolutamente imposible imponer su disciplina
en una cárcel ,que no disponga de un sistema de celdas para la noche?”
Respuesta: “ Pienso que. seria posible, mantener, aun en ese caso, un orden
aceptable, e incluso un buen nivel de productividad en el trabajo, pero se
ría absolutamente imposible prevenir una infinidad de abusos, cuyas conse
cuencias, a la larga, podrían ser muy serias.”
Pregunta: “¿Está realmente convencido de la posibilidad de reformar un
número considerable de presos?”
Respuesta: “Queridos señores, deben entender una cosa: yo, personalmente,
nunca lie creído en la posilibidad de una completa y absoluta reeducación.
En verdad, nunca se me ha ocurrido que un prisionero adulto pueda trans
formarse en un ciudadano religioso y virtuoso. Se los confieso abiertamente:
no creo en la santidad adquirida por quien abandona la prisión y no pienso
que los consejos del capellán o las meditaciones religiosas del detenido
puedan, por sí mismas, crear un buen cristiano. Al contrario, mi modesta
opinión es que un buen porcentaje de criminales pueden convertirse en bue
nos trabajadores en la medida en que en la cárcel hayan aprendido un
oficio údl y contraído la costumbre de un constante y disciplinado trabajo
subordinado. Ésta es la única reforma que pretendo realizar aquí adentro
y que, creo, es la única que la sociedad puede esperar,”
Pregunta: “¿Qué signos, cree usted, puede mostrar que el internado ha in
gresado en el camino de la reeducación?”
Respuesta: “Que esté claro: mientras esté en la cárcel, ninguno. Si estu
viera obligado a hacer pronósticos, yo diría que el que aquí adentro se com
porta correctamente, lina vez fuera, con toda probabilidad, volverá a delin
quir. IIc tenido la oportunidad de observar cómo los criminales más peligrosos
casi siempre se portan como prisioneros excelentes; son, normalmente, las
personas más inteligentes y más hábiles de los detenidos: con más rapidez
que los demás se dan cuenta que la única manera de hacer su situación más
tolerable es evitar a toda costa los castigos que inexorablemente siguen a
cualquier acto de insubordinación. Fingen. La consecuencia evidente de
esta observación es que la instilución de la reducción de la pena por buena
conducta no debe establecerse, de otro modo se acaba haciendo a todos los
presos unos hipócritas.”
Pregunta: “ Pero esta institución que usted critica tan acerbamente es defen
dida por todos los juristas.”
Respuesta: “En este caso, como para muchas otras cosas, los teóricos se en
gañan porque no tienen la más mínima experiencia práctica de las cosas
de las que hacen graneles discursos. Si el señor Livingston, por ejemplo, qui
siera aplicar sus teorías penales a gente como 61, nacida y perteneciente a
la p e n it e n c ia r ía : m odelo de la s o c ie d a d id e a l 225
[2 2 6 ]
C O N C L U S IO N E S 227
Así se abre el cam ino, sin solución de continuidad, entre organización co-
activo-carcelaria y organización coactivo-económ ica del trabajo. Los límites
son difusos, y ciertam ente no cualitativos, puesto que el mism o ap arato
institucional resulta funcional para am bas organizaciones.18
[234]
ÍNDICE IMi NOMBRES 235