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Historia escrita por Violeta Boyd registrada bajo el

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Commons Attribution-NonCommercial 4.0
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editar, almacenar, basarte o lo que quieras hacer
con la historia (excepto venderla) siempre y
cuando me des los créditos. Tan fácil como eso.
Me llamo Jazz
—Hola, Sam.

—Me llamo Jazz.

—Bueno... Hol-

—Te ha mandado el Profesor Mars, ¿verdad?

—¿Qué? No, claaaaro que no.

—No te hagas. Hace un rato los vi hablando de forma


peculiarmente sospechosa. Y ahora, por extrañas razones, estás
sentado junto a mí. Tengo cerebro, ¿sabes? Y lo que quieras
decir me vale pedo. Piérdete.

—Oh, que ruda eres.

—¿Debo deletreártelo? Ya te dije que te fueras. Vuelve con tu


cuarteto de retrasados, y déjame copiar lo que está escrito en la
pizarra.

—¡Pero Sam! Ahh... olvídalo. No me moveré de aquí.

—Me llamo Jazz.

—Bueno, Jazz. Me iré de acá, pero antes respóndeme una cosa.

—¿Qué?

—¿Qué fue primero: el huevo o la gallina?


Nazz el italiano

—Saaaaam~

—Me llamo Jazz.

—Ciao, bella mía.

—Tu italiano me da *Tinnitus. Y, por cierto, me llamo Jazz,


no "bella mía".

—Y yo Nazz.

—¿Qué quieres? Que te sientes aquí comienza a inquietarme.

—¿Ah, sí? ¿Sientes mariposas en el estómago, donna mía? No me


sorprendería, después de todo, soy un galán.

—Más bien dicho, son nauseas. Siento decepcionarte. ¿Te ha


enviado el Profesor Mars otra vez?

—Nopi. ¿Por?

—Ah. Olvídalo.

—Oh, te haces la difícil.

—...

—Sam, no me ignores. Ya te dije que me siento solito y vacio si no


hablo. Bueno, entonces cantaré una canción. Ejem, ejem... La
cucaracha, la cucaracha ya no puede caminar, porque no tiene,
porque le falta las alas de atrás.

—Cantas pésimo, ¿sabes? Y así no es la canción.


—¡Me hablaste! Jah, no fue difícil. Hey, Sam. ¿Sam? Otra vez, noooo.
Bueno, tendré que cantar otra canción.

—Ahh... hablaré con el profesor para que me cambie de puesto.

*Tinnitus: Frecuentemente los tinnitus son llamados "zumbido en los


oídos", pero también pueden sonar como como soplo, rugido,
zumbido, sibilancia, murmullo, silbido o chirrido.
¿Jazznazz?
—¿Te diste cuenta de que juntando Jazz con Nazz hacemos un
nombre de chica? Así podríamos llamar a nuestra primera hija.

—Tarara... ♫

—Oh, tramposa. Estás usando audífonos... ¡Profesor Mars, Sam está


usando audífonos en clases!

[...]

—Argh, no pongas esa cara.

—Es la única que tengo, gracias. Perdón por no ser una Scarlett
Johansson.

—Eres linda así, tal cual, Sam.

—Me llamo Jazz. Estoy cansada de repetirlo. Me agotas, me


desesperas, me pones los pelos de punta y sacas un lado
asesino que no creí tener. En resumen: calla tu puta boca de una
buena vez. ¡Cielos!

—Oh, Dios... ¡Profesor Mars, Sam dijo una grosería en clases!


La carta

—¿Y esa hoja? ¿Qué escribes, Jazz?

—¿Disculpa?

—¿Que qué escribes?

—No, lo siguiente...

—¿Este gesto?

—Olvídalo. No recordaba lo anormal que eres.

—¿Yo? ¿Anormal?

—¿Quién más, anormal?

—Soy una persona corriente, Sam. Tengo amigos, familia, una novia,
un perrito llamado Zapato, un hámster, un loro, un gato, dos canarios,
un hurón que también es de mi hermano, una araña y un-

—Okay, ya entendí. Eres normal dentro de tu anomalía. ¿Me dejas


terminar de escribir?

—¿Qué escribes? No hay nada en la pizarra.

—No es asunto tuyo, ¿sabías?

—¿Es una carta de amor? Ya te dije que tengo novia.

—...

—Bueno, seré benevolente y la recibiré de todas formas. ¡Oh, espera!


Es una carta al director.
—Vaya, qué sorpresa, sabes leer. Sí, pretendo enviársela para
que obligue al Profesor Mars a cambiarme de puesto.

—¿Por qué, Sam? ¿Es que no te consiento lo suficiente? ¿Sam? ¿Te


has puesto audífonos otra vez? Sam... ¡Saaaaaam! Prometo callarme
el resto de la hora, pero no me ignores. Eso se siente como ser
atravesado por millones de cuchillos. Samantha, psssst.

—Me llamo Jazz. Y ¿sabes? Te daré un punto por la imagen


mental que me acabas de regalar.

—¿Yo recibiendo tu carta de amor?

—No. Tú siendo atravesado por cuchillos.


Nazz no escucha
—Nazz...

—¡Oh, por Dios! Sam, me has hablado primero... No me lo creo.

—Nazz, escucha...

—Debo contárselo a alguien... ¡Profesor Mars!

—Nazz, cierra el pico y escucha...

—Espera, espera... ¡Oye, Nell, Samuela me habló primero!

—¡NAZZ! ¡Me estás pisando el pie!

—¿Qué?

—Me estabas pisando el maldito pie, genio.

—¿Es decir que me hablaste primero sólo para decirme eso...?

—Claro, ¿qué esperabas?

—Pa k kieres saber eso jaja saludos.


Disección
—Hola, Sam. Espera, ¡tú no eres Sam! Eres Megg... ¿Y Sam?

—Jazz me pidió cambiar de asientos.

—¿Por qué ella haría una cosa así?

—Bueno, me dijo que necesitaba un respiro... de ti.

—¿Sam? ¿De mí? Pero si soy un amor con ella.

—Dijo que tu amor la saturaba demasiado y que mi compañero de


puesto habla menos.

[...]

—Sam, estoy molesto... No, más que molesto contigo. Me destrozaste


el corazón cuando preferiste a Patt antes que a mí.

—¿Nazz...? Argh. ¿Dónde está Patt?

—Le cambié de puesto.

—Dios... Megg es mucho más interesante que yo, ¿sabes? Ella


está dispuesta a oír tus idioteces.

—Sam, me duele el *kokoro con tus constantes rechazos.

—Es lindo escucharlo. Ahora, ¿puedes dejar que Patt vuelva?

—¿Para qué quieres a Patt si me tienes a mí?

—Oye, me has dado una gran idea. Le cambiaré puestos a Patt y


me sentaré desde ahora con Megg. Bien, Nazz, no eres un inútil
después de todo.
—No creo que al Profesor Mars le agrade la idea, después de todo fue
él quien m-

—¿Qué fue eso?

—Eso fue queso.

—Basta, Nazz. ¿Qué traes en tu mochila?

—N-nada. ¿Cuál mochila? No sé de qué hablas, Sam.

—Me llamo Jazz y hablo de tu mochila, Einstein.

—No traigo nada... ¡Nada de nada!

—...

—¡No, Sam! No la muevas así... lo vas a lastimar...

—¿A quién?

—A Frazada, mi nueva rata. Mira...

—¿La trajiste para las clases de disección?

—¡No! Primero mi cuerpo que el de Frazada.

—Entonces no esperemos más...

—¡Sam, guarda ese corta-cartón!


Gusto o busto
—Sam, no te muevas... ¡No te muevas!

—¿Qué haces?

—¡Shhh! No te muevas.

—¿Conoces lo que es "espacio personal"? Porque estás


invadiendo el mío, ¿sabes?

—Quiero comprobar algo que Patt dijo el otro día...

—Entonces, ve a comprobarlo con él.

—Es que dijo que tenías buen busto... ¡Ouch! ¿Por qué me golpeas?

—No creo que él haya dicho eso.

—Anda a preguntarle tú misma.

[...]

—¡OUCH! ¡Sam, deja de maltratar mi hermoso cuerpo!

—A ver si así aprendes a escuchar bien. Patt dijo que tenía buen
gusto, no busto.

—Bueno, bueno. Tienes buen gusto y busto... ¡Ouch! Sam, eres cruel.

—Golpearte se siente bien, je.

—Hey, pero estoy seguro que Patt hablaba de tus pechos.

[...]

—¿Qué hay, Nazz? ¿Y esa cara?


—Oye, el otro día no hablabas de gustos sino de bustos, Patt. Por tu
culpa, Sam me maltrató.

—Ah, sí. Le mentí porque sé que me golpearía si le decía la


verdad. No m-

—Ustedes dos quieren morir, ¿verdad?

—¡Corre, Patt! ¡CORRE!

—¡Jazz, no! ¡En la cara noooo!


Papas fritas
—¿Sam, es mi idea o estás más cachetona?

—¿A qué te refieres?

—Pos, a esto... Pareces una ardilla.

—No sé de qué hablas.

—¡Estás comiendo! Y no me das. Como tu futuro marido deberías


compartir esas papas fritas conmigo.

—¿Futuro marido...? ¿No era que ya tenías novia?

—Sam, cariño, no cambies de tema y dame papitas fritas.

—Yo no cambio de tema, ni nada, ¿sabes? Eres tú quien acaba de


hacerlo. Y no, no te daré papas fritas.

—Profes-

—Ya, ya... Toma tu estúpida papa frita. Ten.

—Dámela en la boca, nena, tengo las manos ocupadas.

—No tienes... Nazz, suelta esos lápices.

—¡No puedo, sostenerlos depende de mí!

—¡Nazz, deja esos lápices! ¡No te daré en la boca!

—¡No puedo! ¡Si lo hago estallará la bomba!

—¿¡Qué bomba!? ¿¡De qué hablas!?

—La parejita de ahí... Largo de mi clase.


—Pero, Profesor Mars... Aish, gracias, Nazz.

—Y Jazz, al salir deje el envase de papas fritas sobre mi mesa.


Hombre mayor
—Oye, Sam.

—¿Qué?

—¿Cómo te gustan los hombres?

—Me gustan los hombres callados, que me llaman por mi nombre


real y no preguntan tonteras en clases.

—Hablo en serio, Sam. Anda, dime.

—Ya te lo dije, Nazz.

—Eso lo dijiste para fastidiarme, pero tú y yo sabemos que estás


loquita por mí. No seas tímida y admite que te encanta mi forma de
ser.

—Oye, oye. Baja de la nube, genio. No eres mi tipo, nunca te veré


con otros ojos que no sean de odio y, para que lo tengas
presente en tu minúscula cabeza, me gustan los hombres
mayores.

—¿Cuándo naciste?

—Ay, Dios...

—¡Sam, respóndeme!

—Nací el 23 de septiembre del 98.

—¡¿QUÉ?!

—¡Shhh! Harás que el Profesor Mars nos corra de la sala, otra


vez.
—Eres mayor que yo por... ¡Tres meses!

—Oh, Dios, qué problemón.

—No es justo... yo debería ser mayor.

—Para aclarar las cosas, cuando dije "mayores" me refería a


mayores mayooooores.

—¿Así como el Profesor Mars? Ah, te gusta el Profesor Mars. ¿Sam?


¿Saaaaam~? ¿Te gusta el profe? Oye, sé que me estás escuchando.
Sam, te gusta el Profesor Mars, anda dime. No hay por qué fingir.
Sam... ¡Sam! Ahora que lo pienso, él no debe pasar los 30 años, tiene
lindos ojos y a juzgar por su contextura debe hacer ejercicio.

—Ah... ¿qué hice para merecer esto?


Un mal corte
—Hola, Nazz.

—¿Ah? Hola.

—¿Te ocurre algo?

—Nada. ¿Por qué?

—Es que... estás muy raro. Es decir, más de lo normal.

—...

—¿Ves? A eso me refiero. Estoy de buen humor y dispuesta a


escuchar tus ñoñerías, ¿sabes? Deberías aprovechar.

—¿Aprovecharme de ti?

—NO. De contarme qué te sucede, bobo.

—No me pasa nada.

—¿Qué eres? ¿Una chica en su periodo? ...Oh, te vi sonreír.

—¿Verdad que tengo una linda sonrisa? No te vayas a enamorar, eh.

—Sueña, Nazz. Entonces... ¿qué pasó?

—Es complicado. Ayer le mandaron un citación a mamá, porque tenía


el pelo muy largo. Y como yo no quería cortar mi hermoso cabello,
mamá agarró unas tijeras mientras dormía y me lo cortó... Mira. Ya no
podré mecerlo ante el viento como soñaba.

—Oh, mierda... Mejor, vuelve a ponerte el gorro.

—¿Tan mal está?


—Si te sirve de consuelo, tu cara compensa el corte de cabello.
Despreocúpate.

—¿Eso es un cumplido o un insulto?

—Uhm, no lo sé.

—Estoy muy triste, Sam. ¿Me das un abrazo?

—Oye, no te aproveches de la situación... ¡Nazz!

—Oh, que rico. Tu cabello huele a frutas.

—Y tu hueles a... a... ¡Cielos, Nazz! ¿Alguna vez te bañas?

—Sólo después de la hora feliz.

—...

—¿Dije algo malo?


El diario
—¿Shaaaam peshosha, qué lees?

—Qué te importa.

—¡Come torta! ¡JAJAJAJAJAJA!

—De hecho lo haré cuando salgamos a recreo. Mi mamá me dio


un trozo.

—¿Lo compartirás con tu sexy compañero de asiento?

—Ehh, no. Y mi compañero de asiento era Todd desde el


comienzo, no tú.

—Sí, sí, ese chico revoltoso que odiaba al Profesor Mars. Me alegra
que lo suspendieran, de otra forma no estaría aquí junto a ti, Sham
peshosha.

—Eugh, no te acerques que vomito. No entiendo cuál es el afán


del Profesor Mars, siempre sienta a los peores chicos junto a mí.

—Jah... no imagino el porqué. En fin, ¿me dirás qué lees?

—Es una especie de diario con ilustraciones que hice hace un


año, no sé. No recuerdo haberlo hecho, ni recuerdo dibujar tan
feo... y esa ni siquiera es mi caligrafía.

—¿No será un regalo de un amante? ¿Sam, con quién me estás


engañando?

—Comienzo a preocuparme por tu novia...

—Yo también... ¿Y qué dice el diario?


—Hmm... como cambias el tema, Nazz. Siempre que la menciono
lo haces.

—¿Quieres que te hable de mi novia, Sham? Bueno, ella es alguien


muy part-

—Olvídalo, no me interesa. ¿Será que algún día me llamarás por


mi nombre?

—Ouch, es difícil complacerte, nena. Ya, déjame leer.

—Está bien, pero mantén la distancia... no quiero olerte.

—¡Oye! Me bañe en la mañana, mala. A ver... «Hoy Jazz compro un


helado de fresa. Estaba delicioso, tanto así que manchó su nariz
mientras daba lengüetazos. Ella dijo que iría todos los días...»

—Está escrito en tercera persona, ¿ya ves? Me resulta extraño


porque yo no escribo de esa forma tan retrasada para referirme a
mí misma.

—¿No lo habrá escrito alguien más? ¿Tal vez, algún admirador...?

—¿Quién? ¿Tú? Ahí decía "Jazz" no "Sam", ¿sabes? Además, yo


no recibiría algo así, ni lo guardaría como algo valioso. Yo lo
habría tirado a la basura y lo hubiese quemado. De hecho, lo haré
cuando salga de clases...

—¡No, Sam! Por Alá, deja que me lo quede yo. Está muy lindo.

—Bueno, haz lo que quieras con él. Toma... Y por cierto, me


alegra que te raparas.

—¿Verdad que me veo como *Walter White?

—Claaaaro, y ahora dirás que tienes un laboratorio de


metanfetamina.
—Tengo un laboratorio de besos y todos dedicados a ti, guapa.

—Creo que pondré una orden de alejamiento...

*Walter White: También conocido como Heisenberg. Es el


protagonista de la serie de TV llamada Breaking Bad, es un padre de
familia y profesor de química al cual le detectan cáncer. Para
mantener a su familia comienza a cocinar metanfetamina junto a su
exestudiante y nuevo socio Jesse Pinkman. Joder, véanla que es
buenísima xD.
Fin de semana
—Hola, Sam.

—¿Qué? Ah, sí... Hola.

—¿Cómo estuvo tu fin de semana, querida Sam?

—Normal.

—Que bien, me alegro mucho por ti.... Ejem... ¿no preguntarás por el
mío?

—¿Debo hacerlo? Estoy copiando lo de la pizarra, Nazz.

—Anda, Sam. No seas mala, pregunta cómo estuvo mi fin de semana.

—Oye, detén los codazos, me dejarás el brazo morado.

—¡Pero, Sam! Anda, pregunta por mi fin de semana.

—No, déjame escribir.

—¡Saaaaaam!

—Naaaazz, ya déjame en paz.

—Es simple, pregunta por mi fin de semana y serás libre.

—No quiero.

—¡Profesor Mars, Sam no quiere preguntar por mi fin de semana!

—Jazz, pregúntale a Nazz sobre su fin de semana para que nos deje
en paz.

—Argh... ¿Nazz, cómo estuvo tu estúpido fin de semana?


—Sam, sé más amable para preguntar.

—¿Nazz querido, cómo estuvo tu jodido fin de semana?

—Sin groserías, eres una dama.

—¿Nazz querido, cómo estuvo tu fin de semana?

—Estuvo bien, gracias.

—...

—¿Qué?

—¿Para responder eso hiciste tanto escándalo?

—Sí, ¿hay algo malo con eso?

—Hay veces que me pregunto si eres idiota de nacimiento o lo


eres apropósito, ¿sabes?
Novios
—Sam... necesito un favor.

—¿Cómo?

—¡Que necesito un favor!

—¿Qué es?

—Necesito que finjas que eres mi novia. Sólo por un momento, nada
más.

—¿Ah? ¿Y cómo pretendes que haga eso?

—No sé, no sé... ¡Sólo hazlo!

—¿Por qué?

—Es complicado. Tengo miedo. Vamos, finge ser mi novia un


momento.

—¿Y qué ganaría a cambio? Digo, fingir ser novia de alguien no


es un trabajo simple, mucho menos fingiendo ser TU novia. No
quiero, pregúntale a Megg, Ross, Parr, o alguna de las chicas de
más adelante.

—¡Ouch! Te daré un beso cuando salga de esto, ¿okay?

—Olvídalo.

—¿Un perro?

—Paso, gracias.

—Una flor. Un libro. Un ratón... Am, no sé. Queso, zapatillas, libertad.


—Aburrido...

—Ayúdame, Sam. Te daré lo que quieras y haré lo que desees, sólo


finge ser mi novia frente a ella.

—¿Frente a quién?

—Pues, frente a... a... a Ness.

—¿Quién es Ness?

—La chica odiosa del otro curso que está loca por mí. No la culpo,
pero... ¡Dios! Ella me supera. Quiere darme unos regalos que no
puedo ni quiero recibir.

—Oh, cielos. Eso es frustrante. Ella puede entregarte los regalos


tanto hoy como mañana, ¿sabes? De todas formas, paso.

—Sam, ayuda a tu amante sensual. Vamos, deja los celos de lado.

—Olvídalo, Nazz. No quiero meterme en líos amorosos. Te pasa


por coqueto.

—¡Jamás le dije nada!

—No sé, no te creo. Si te gusta andar de galán por la vida


deberías hacerte responsable, ¿sabes?

—No voy de galán por la vida. Nunca le digo o insinúo cosas a nadie.
La única que tiene ese privilegio eres tú, Sam. Ahora, ayúdame.

—¿Privilegio? Okay, definitivamente paso.

—Saaaaaaam~ Yo sé que tienes buen corazón.

—Bien. Lo haré, pero con una condición.

—¿Cuál? ¿Un beso?


—Eugh, no. Quiero que desde hoy comiences a llamarme Jazz.

—Okay. ¡Jesús! ¡Ahí viene esa loca!

—Nazz, hola. Y... y hola... Ja-Jazz.

—Ah, hola.

—Ness, ella es mi novia, como te lo mencioné.

—¿E-eso es cierto, Jazz?

—Sí, estamos saliendo. Somos una linda y unida pareja feliz.

—Somos muy unidos, ajá.

—Somos como el Yin y el Yang. Y soy celosa, no le des regalos a


Nazz, ¿sí?

—Bueno... y-yo entonces me voy.

[...]

—Hola, Megg. ¿Qué tal el fin de semana?

—Todo bien... Oye, Jazz, ¿es cierto que Nazz y tú son novios?

—Ni en un millón de años. ¿Sabes lo horrible que sería tener que


aguantarlo?

—Es que todos aquí lo andan comentando.

—Ah, estábamos fingiendo. Nazz me pidió ayuda. Que tonta, no


pensé que esa tal Ness se lo diría a todos...

—Quien se lo dijo a todos fue el mismísimo Nazz, Jazz.

—¿Eso es cierto?
—Sí. Bueno, Patt dijo que Nazz se lo contó.

—Vaya, vaya... ¿Alguna vez viste "Masacre en Texas", Megg?

—No, ¿por?

—Tienes suerte... hoy la verás en vivo y en directo.


Confesiones

—¡Sam, hemos vuelto!

—Sí, la autora nos tenía algo olvidados.

—Es una desconsiderada... Ya que estamos aquí, ¿hacemos cosas


malas?

—No, gracias. Quiero leer.

—¿Leer qué?

—Lo que sea para no hablar contigo.

—¿Si te escribo un poema de amor lo leerías?

—No, me sacaría los ojos antes.

—¿Y si lo recito?

—Por fav-

—Las rojas son rojas, las violetas azules y éste pechito está que
arde... ¿Te gustó?

—Llegué a una fase de la vida donde todo lo estúpido que haces


no me causa ni odio, ni repulsión, ni vergüenza... No me causa
nada.

—¿Ni siquiera mariposas en el estómago?

—Más que mariposas, son gusanos.

—Deberías ir al veterinario, conejita traviesa.


—¿Te confieso algo?

—Ya sé que me amas e idolatras, Sam.

—Ah, no. La verdad, extrañaba tus incoherencias.

—¿Ya ves cómo me amas?

—Seguro, Nazz.

—¿Te confieso algo ahora yo?

—No me interesa. Gracias.

—Por favor, Sam. Yo escuché tu declaración de amor... ¡SAM!

—Bueno, confiesa. Haré como que te escucho.

—Bien, mi confesión es ésta: Hoy no me bañé.

—Sí, ya lo noté.

—Es cierto, Nazz. Todos lo notamos.

—Basta con pasar junto a ti. Nazz, existe el desodorante.

—¡Shh! ¿Te confieso algo más?

—¿Qué?

—Tampoco me peiné.

—No es necesario, estás rapado.

—¡Och! Sam, eres tan hiriente.

—Gracias.
—Te toca confesar algo a ti.

—¿En qué momento se convirtió en un juego? ¡Bien! Confesaré


algo, pero aléjate, ¿sí? Confieso que nunca jugué a las
confesiones.

—Eso no es una confesión. No me obligues a acercarme más, Sam.

—Okay, no lo hagas... por favor. Confieso que finjo leer en los


recreos; en realidad, observo a las personas para no actuar como
ellas.

—¿Eso cuenta como una confesión? Le preguntaré al profes-

—No lo hagas. Sí, cuenta. Punto final.

—Uy~ Pillina, me tocaste el brazo. Ehh... confieso que te miro el


trasero en los recreos. ¡Espera! ¡Es una broma! Gracias por
perdonarme la vida. Confieso que extrañaba tus amenazas de muerte
y tus golpes.

—Confieso que me gusta golpearte.

—Confieso que me gusta ser golpeado.

—Confieso que me gusta confesar que me gusta golpearte.

—Confieso que me gust- Mejor no.

—Confieso que es mejor dejar este juego hasta aquí. Me pondré a


leer...

—¡S-sí! Mejor has eso...


Cana
—¡Dame una S!

—Nazz...

—¡Dame una A!

—Estos inicios de capítulo...

—¡Dame una M! Ay, Sam... ¿Por qué no haces la mímica? Parezco un


idiota haciéndolo yo solo.

—¿Pareces o eres?

—Eres tan malvada..., pero me encanta.

—No hagas de nuevo eso.

—¿Qué cosa?

—Relamerte los labios así, es mu- ¡Nazz!

—¿Tan irresistible soy?

—Claaaaro, eres todo un Brad Pitt.

—¿Quieres ser mi Jolie...? ¡Oye, quedate quieta!

—¿Qué pasa?

—Aquí.

—Ouch... ¿Qué pasa?


—Oh Dios mío, es una cana. Oh no, eres una anciana. Te estás
marchitando... No, mi belleza es tanta que te está absorbiendo la vida
para conservarme joven para siempre... ¡Profesor Mars! ¡Prof-!

—Cállate, ¿quieres? Tener una cana no tiene nada de malo.

—¡Pero, Sam, te estoy absorbiendo la vida!

—¿Quién eres? ¿La bruja de «Blanca Nieves y El Cazador»? No


seas tonto.

—Mi Sam creció tan rápido, ya hasta le salieron canas.

—A ver, quiero verla con... Nazz, esto no es una cana. Es un


cabello castaño.

—¿Qué? No, no.

—¿Cómo que no? No estoy ciega, ¿sabes? Eso es un pelo café.

—Ahh... Es que quería hacer una poción multijugos.

—...

—¡Sam, no te enojes! ¡Oye! Sam. Samita querida, no me ignores.


Hey, la locura no es contagiosa. Sam... Saaaam~ Te responderé lo
que quieras pero no me ignores... Sam, oye.

—¿Lo que quiera? Bien. ¿Por qué me llamas "Sam"?


Sam
—Buenos días, Jazz.

—Buenas, Na- Tú no eres Nazz. ¿Dónde está él?

—¿Quién?

—Patt...

—Ah, AJAJAAJAJAAJAJAAJAJAJAAJ. No me vayas a golpear.

—No lo haré.

—Nazz me pidió cambiar puestos.

—Gracias por tu respuesta. No fue difícil, ¿verdad?

[...]

—¡Nazz!

—¡Ay, no! ¡No me golpees!

—No te golpearé, Nazz. Me haces ver como una maltradora,


¿sabes? Yo aprecio a todos los animales.

—Qué bueno. Espera ¿qué? Yo no soy un animal...

—No cambies de tema. Ayer saliste huyendo cuando te pregunté


sobre el absurdo apodo que me tienes. Te salvó la campana,
literalmente, pero ahora no tienes escapatoria. Ya, dime por qué
me llamas Sam.

—¡No!

—¡Sí!
—¡No!

—¡No!

—¡Sí!

—Perfecto, soy toda oídos.

—Y-yo... Ahh, bien te lo diré mañana sin falta, es una promesa.

[...]

—Hola, Jazz.

—¿Disculpa?

—Bueno, te disculpo... Ten.

—¿Y esto?

—Es el supuesto diario que querías quemar. Es el diario que escribió


Sam...

—¿Sam? ¿Qué Sam? No suspires ni estés tan enigmático, Nazz.

—Okay.

—Bien, te escucho.

—Sam es mi amigo... o al menos lo fue hace tiempo. Estaba


locamente enamorado que una niña con la que empezó a salir, pero
ella una tarde no lo recordó. Descubrió que ella tiene una enfermedad.
Ella se olvidaba de cosas y comenzó a olvidarse de él, así que decidió
hacer un diario para que ella lo recordará... Pero no lo hizo, así que yo
decidí llamarla por el nombre de mi amigo con la esperanza de que lo
recordase. ¿Puedes recordar ahora?
No es lo que tú crees
—¡Hola, Sam!

—¿Sigues llamándome así? Me sorprende tu perseverancia, Nazz.

—Ya te dije que lo hago para que recuerdes.

—No hay nada que recordar. La verdad es que debo felicitarte por
tu creatividad para inventar una historia como la que me contaste
ayer, no lo esperaba de alguien tan idiota como tú.

—Siempre tan cariñosa, Shamichita. ¡Ouch! ¡Mi nariz! ¡Esto es


maltrato! ¡Deshonor, desgracia! ¡Todo!

—Dishinir, digricia... Tidi. Ahora que todo ha vuelto a la


normalidad, retomaré mis apuntes. Y más vale que tú hagas lo
mismo, supe por las malas lenguas que en matemática te fue
horrible. Puedes quedarte repitiendo con lo mal que te va,
¿sabes?

—Uy... ¿Estás preocupada por mí? Claro, sin mí tu existencia es muy


aburrida.

—Seguro, Nazz, muuuuy aburrida. Ahora, si me disculpas,


cumpliré el objetivo real de "asistir al colegio".

—Estás disculpada, cariño.

[...]

—Nazz... Nazz para de reírte o el profesor Mars te quitará el


celular. Nazz... ¡Nazz! ¿Qué estás...? ¿Eso es lo que creo que es?

—¿Ups?

—...
—Juro que no es porno.

—Oh, claro, y eso no es un... eso no es una "banana", ¿verdad?

—Bueno sí, pero no quiere decir que esté viendo porno... Es una
serie.

—¿Ah, ahora es una "serie"?

—Lo es, Sa-

—Me llamo Jazz. Desde hoy me mantendré lejos de tí por un


metro y evitaré golpearte.

—No, Sam. ¡No! ¡No puedes hacerme esto...!

—Oye, bájale al drama o el profesor Mars vendrá y verá que estás


vie-

—¿Jazz y Nazz, qué es ese escándalo de allá atrás?

—N-nada, jeje.

—¿Qué tiene bajo la mesa?

—Su estuche, profesor Mars.

—Nazz no trae nunca estuche... o lápices. Tú, dame el celular.

—Sí, Sam, entrega tu celular.

—Nazz...

—Okay, okay... Pero yo no lo estaba viendo, Sam me dijo que lo viera,


ella corrompe mi ment- ¡Ouch! Y me maltrata.

—...
—Veamos... Esto es... ¡Por Dios!

—Yo no vi nada.

—Nunca lo pensé de ustedes, chicos.

—Profesor...

—¡Ustedes ven Game of Thrones! Esa serie es excelente.

—¿KHÁ?

—A ese enano le gusta la buena vida, ¿verdad? Ten, Nazz. Sé que la


serie es adictiva pero intenta resistir y verla en casa.

—No entiendo nada.

—¿Ves? Te dije que era una serie, no porno.


La nueva moda
—No puedo creerlo...

—¿Qué cosa, mi querida y poco empática Sam?

—Que salgamos a recreo y todos estén con las narices pegadas a


sus celulares.

—Es el boom del Pokémon Go, amore.

—¿Qué es eso?

—Es un juego de celular en el que puedes capturar pokemones y vas


subiendo de nivel.

—Suena interesante.

—¡Lo es! Yo estoy en busca de Pikachu.

—Ah, era sarcasmo. Encuentro ilógico que todos estén buscando


"mascotas" virtuales cuando hay tantos animales abandonados
en las calles, que personas muevan el trasero para buscar a esos
pokemones y no salgan a buscar trabajo o ayudar a los demás. El
mundo se está yendo cuesta abajo.

—Apuesto a que dices eso porque no lo has jugado... Mira, yo tengo


un montón y es divertido jugarlo.

—Bah... qué estupidez.

[...]

—¡Buenos días, Sam! Que bella mañana hace cuando mis ojos
degustan con sublime pasión tu rostro paciente y... ¿No me vas a
golpear?
—Tengo cosas más interesantes que hacer, ¿sabes?

—¿Qué estás haciendo?

—Nada que te importe.

—Anda, déjame ver.

—Aléjate, ser defectuoso.

—¡Saaaaaam, dime qué es esooo!

—No te dir- ¡Pikachu! ¡Apareció Pikachu!

—¡Lánzale la pokebola!

—¿Pikachu? ¿¡Dónde?!

—¡Atrás, salvajes, es mío!

—¡Lánzale la pokebola antes de que se acerquen! ¡Atrás, o les lanzo


la mesa!

—No puedo, se sale de ella...

—A ver..., dame el celular.

—Ten... ¡Oye!

—¡Adiós, ilusa, Pikachu es mío!

—¡Nazz...! ¡Nazz!

*Al día siguiente Nazz falleció debido a los múltiples golpes que Jazz
le causó por robar su celular. Pikachu logró escapar y se dice que
ahora da clases a otros pokemones sobre cómo no ser capturados.
Fundó la campaña "Pokémon Libres", contra todos los humanos que
capturan pokemones.*
No soy Sam
—¿Hola? Planeta Tierra llamando a Sam... Hellow, it's me
JAJAJAJAJ... Sam, ríete.

—No soy Sam, y tú deberías dejar de llamarme así.

—¿Otra vez con eso? Hace un billón de años que te llamo igual, creí
que te estabas acostumbrado, bella mía.

—Nadie, absolutamente nadie, podría acostumbrarse a ti, Nazz.

—¿Discuuuuulpa? ¿Cómo dijiste?

—Creo que escuchaste perfectamente... ¡Ay, por Dios! No hagas


eso con tu pobre oreja. Eugh, viéndola así, entiendo porqué no
escuchas... Eugh.

—¿Puede ser que no limpiar mis oídos es el causante y detonante que


me vaya tan mal en el colegio?

—Lo dudo, tu falta de atención fue así desde niños.

—¿Cómo?

—Que tu falta de atención fue desde... Debo irme.

—¡Pero Sam! Estamos en clas-

—¡Que no soy Sam!

—...

—Tú, vuelve a tu asiento. Se acabó la función.

—¿Y por qué ella puede salir de clases sin que le digan nada y yo no?
—Porque tú eres feo y te huelen los pies. Vuelve a tu asiento, Sam.

—¡Ah, uh...! Profesor Mars..., le dije que no me llamará así. Nazz, soy
Nazz.

—Ella no está aquí, Sam. Se acabó la función.


Jazz y Sam
Golpeó la puerta blanca. Una voz femenina llamó desde el interior y,
en un par de segundos, la puerta se abrió: una mujer adulta, con el
cabello azabache, y con la expresión que rozaba entre la incredulidad
y la sorpresa, le sonrió.

—¡Jazz! Ha pasado... mucho tiempo.

—¿Está...?

—Está en su cuarto. Pasa, lo llamaré.

Ella entró a la casa mientras la mujer se adentraba por el pasillo. El


lugar le pareció algo familiar, muy hogareño, con un toque nostálgico
que la inquietó.

Fue cuando él se asomó por el pasillo.

—Jazz... No te resististe y viniste hasta aquí para verme... ¡Qué


avance!

—Ponte serio, cabeza de pepino. Y no vine a verte. Bueno, sí,


pero no. Quiero explicaciones.

—¿Qué tipo de explicaciones?

Él se sentó en uno de los sillones y, con un movimiento de cabeza,


invitó a que ella se sentara en el sofá del frente.

—Necesito saber por qué siento que estoy viviendo una vida que
no es la mía, por qué parece que me conoces mejor que nadie...
Necesito que me expliques por qué te hiciste llamar como Nazz
cuando realmente te llamas...

No pudo continuar. Él se limitó a observarla un momento.


—No me mires así, siento que la cabeza me va a explotar en
cualquier momento. Es una sensación horrible, ¿sabes?

Sonrió.

—Es curioso... ¿sabías que esta conversación la tuvimos antes?

Ella negó con la cabeza.

—Cuéntame, Nazz. Cuéntame todo, desde el principio o...

—¡No me golpees!

—Yo no tengo problemas con golpearte en tu propia casa.

—Y yo no tengo problemas en hacer que me recuerdes año tras año,


es como volver a enamorarme de ti. Y no importa si no lo haces, con
estar a tu lado me basta y sobra.

—T-tú...

Ella enrojeció mientras su compañero de asiento le regalaba una


sonrisa ladina. Luego de unos segundos terminó carraspeando.

—Te sonrojaste, ¡já! Ya sé que soy todo un romántico.

—No presumas, puerco. Ya, deja de dilatar el asunto y responde.

—Okay, te contaré todo: Tú y yo no nos conocimos en la sala de


clases, sino desde mucho antes. Éramos vecinos, tú vivías a dos
casas de aquí. Salíamos a jugar todas las tardes, no tardamos en
hacernos mejores amigos y luego... Bueno, chiquita, este atractivo
bombón te fue irresistible.

—No puedes ser serio nunca, ¿verdad?

—Claro que nop. Comenzamos a salir, éramos muy unidos... Hasta


que ocurrió. Era un miércoles cuando salimos del colegio, recuerdo
que me subí a mi bicicleta y tú te sentaste en el asiento de atrás, me
abrazaste y reposaste tu cabeza en mi espalda, era la tarde perfecta.
Esa era tú tarde perfecta.

—Y... ¿Qué pasó?

—Un auto se pasó la luz roja, nosotros íbamos cruzando. Te


golpeaste la cabeza, nunca había visto tanta sangre. Pensé que te
había perdido... y quizás lo hice, no lo sé... Despertaste y todos tus
familiares entraron a verte, los recordabas a todos. Amigos, vecinos,
conocidos. A todos excepto a mí. Me rehusé a creerlo y me rehusé a
que todo terminara allí. Busqué la forma de hacer que me recordaras.
Te escribí un diario, te llamé por mi nombre, les dije a todos en el
curso que me llamaran Nazz...

—Eso es... Si ya tuvimos esta charla, ¿entonces te olvidaré otra


vez, Nazz?

—Sí, pero ¿qué más da? Disfrutemos mientras puedas, y cuando


llegue el momento, prometo que estaré allí para sacarte de quicio con
mis locuras. Una persona no muere hasta que queda en el olvido, y yo
no quiero quedarlo para ti, Jazz. Nunca.

Su sonrisa era llena de optimismo, muy diferente a la expresión que


Jazz traía. Sus ojos se colmaron de lágrimas que secó rápidamente.
Inspiró hondo y alzó la vista para ver a su compañero de asiento.

—No quiero olvidarte.

—Una parte de ti no lo hará. Tú y yo estamos predestinados, es el


destino, bella mía.

Sam extendió su mano hacia Jazz y esperó que ella colocara la suya.
Lentamente, ella arrastró sus dedos sobre los del chico,
acariciándolos, apreciando el contraste de éstos con los suyos. Él la
sostuvo, aprisionando su mano con delicadeza. Fue ese instante en
que un choque eléctrico la golpeó, provocando que tensara todo su
cuerpo. Millones de recuerdos se aglomeraron en su cabeza y
pasaban por sus retinas como vívidas películas.

Dio un grito ahogado cuando su corazón se estremeció, entonces,


volvió a mirar al chico frente a ella.

—Sam...

La sonrisa de él se ensanchó y lo supo, ella había regresado.

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