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Monición de entrada
Los ritos iniciales y la liturgia de la Palabra se realizan del modo acostumbrado, hasta el Evangelio
inclusive. Se dice o se canta el himno del Gloria según las rúbricas del día.
Leído el Evangelio, el Obispo se sienta en la cátedra o en la sede preparada en el lugar más apto,
recibe la mitra, y convenientemente el báculo. Cuando ya están todos sentados, un diácono o un
presbítero delegado para el caso, llama al candidato, diciendo:
Presente.
Y se acerca al Obispo, a quien le hace una reverencia, y vuelve a su puesto.
Estando todos sentados, el Obispo hace la homilía, en la cual explicará al pueblo, tanto los textos
leídos de la Sagrada Escritura, como el sentido que tiene el ministerio del Lector.
Monición
Con la bendición del Obispo y por la entrega de las Sagradas Escrituras, este
hermano nuestro queda instituido para ejercer el ministerio de Lector.
Terminada la alocución, el Obispo, dejados el báculo y la mitra, se levanta, y todos con él. El
candidato se arrodilla ante el Obispo. Este, con las manos juntas, invita a los fieles a orar, diciendo:
Pidamos, queridos hermanos, a Dios Padre
que bendiga a este siervo suyo,
destinado al oficio de Lector,
para que, cumpliendo fielmente el ministerio que se le confía,
proclame a Jesucristo ante los hombres,
y dé así gloria al Padre que está en el cielo.
Y todos oran en silencio durante algunos momentos. En seguida el Obispo, de pie y con las manos
extendidas, dice sobre el candidato la oración de bendición:
Amén.
Prosigue la Misa como de costumbre. Si lo indican las rúbricas, se dice el Símbolo de la fe.
El Lector que acaba de ser instituido puede proponer desde el ambón las intenciones de la oración
universal.