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Publio Virgilio Marón: La Eneida - Borges

Una parábola de Leibniz nos propone dos bibliotecas: una de cien libros
distintos, de distinto valor, otra de cien libros iguales todos perfectos. Es
significativo que la última conste de cien Eneidas. Voltaire escribe que, si
Virgilio es obra de Homero, éste fue de todas sus obras la que le salió mejor.
Diecisiete siglos duró en Europa la primacía de Virgilio; el movimiento
romántico lo negó y casi lo borró. Ahora lo perjudica nuestra costumbre de
leer los libros en función de la historia, no de la estética.

La Eneida es el ejemplo más alto de lo que se ha dado en llamar, no sin algún


desdén, la épica artificial, es decir la emprendida por un hombre,
deliberadamente, no la que erigen, sin saberlo, las generaciones humanas.
Virgilio se propuso una obra maestra; curiosamente la logró.

Digo curiosamente; las obras maestras suelen ser hijas del azar o de la
negligencia.

Como si fuera breve, el extenso poema ha sido limado, línea por línea, con esa
ciudadosa felicidad que advirtió Petronio, nunca sabré por qué, en las
composiciones de Horacio. Examinemos, casi al azar, algunos ejemplos.

Virgilio no nos dice que los aqueos aprovecharon los intervalos de oscuridad
para entrar en Troya; habla de los amistosos silencios de la luna. No escribe
que Troya fue destruida; escribe Troya fue. No escribe que un destino fue
desdichado; escribe De otra manera lo entendieron los dioses. Para expresar lo
que ahora se llama panteísmo nos deja estas palabras: Todas las casas están
llenas de Júpiter. Virgilio no condena la locura bélica de los hombres; dice El
amor del hierro. No nos cuenta que Eneas y la Sibila erraban solitarios bajo la
oscura noche entre sombras, escribe:

Ibant obscuri sola sub nocte per umbram

No se trata, por cierto, de una mera figura de la retórica, del hipérbaton;


solitarios y oscura no han cambiado su lugar en la frase; ambas formas, la
habitual y la virgiliana, corresponden con igual precisión a la escena que
representan.

La elección de cada palabra y de cada giro hace que Virgilio, clásico entre los
clásicos, sea también, de un modo sereno, un poeta barroco. Los cuidados de
la pluma no entorpecen la fluida narración de los trabajos y venturas de Eneas.
Hay hechos casi mágicos; Eneas, prófugo de Troya, desembarca en Cartago y
ve en las paredes de un templo imágenes de la guerra troyana, de Príamo, de
Aquiles, de Héctor y su propia imagen entre las otras. Hay hechos trágicos; la
reina de Cartago, que ve las naves griegas que parten y sabe que su amante la
ha abandonado. Previsiblemente abunda lo heroico; estas palabras dichas por
un guerrero: Hijo mío, aprende de mí el valor y la fortaleza genuina; de otros,
la suerte.

Virgilio. De los poetas de la tierra no hay uno solo que haya sido escuchado
con tanto amor. Más alla de Augusto, de Roma y de aquel imperio que a
través de otras naciones y de otras lenguas, es todavía el Imperio. Virgilio es
nuestro amigo. Cuando Dante Alighieri hace de Virgilio su guía y el personaje
más constante de la Comedia, da perdurable forma estética a lo que sentimos y
agradecemos todos los hombres.

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