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Los Cuadernos de Literatura

BAJO EL VOLCAN finalmente se vuelve trampa trágica para el prota­


gonista y el inadvertido lector. La muerte de Vir­
O LA VIDA VISTA DESDE EL gilio es el poema de la vida creadora como última
frustración del poeta, verdadera tragedia en que el
FONDO DE UNA BOTELLA héroe, Virgilio, condenado por sus virtudes poéti­
DE MESCAL cas, intenta destruir su creación que es su destino
y abolir su inmortalidad con su muerte. Paradiso
o la educación del poeta criollo es un libro alegre
G. Cabrera Infante por contraste, como un canto comparado al la­
mento de La muerte de Virgilio y al aullido de
Bajo el volcán, donde el Cónsul Firmin, poeta
fracasado, hombre fracasado, está condenado al
infierno que le espera bajo el volcán, en la ba­

T
res libros del siglo XX conozco que no
son ni un poema largo (como Los cantos rranca a donde va a dar su cadáver, como un
de Maldoror, por ejemplo) ni una nove­ perro, con un perro: condenado no sólo por sus
la, sino libros-poema, aunque partici­ defectos visibles y por sus virtudes ocultas, sino
pen de la forma informe de la novela. Estos poe­ por una voluntad de autodestrucción contraria a
mas-libro son La muerte de Virgilio, de Hermann los preceptos de su religión (Firmín no es un pa­
Broch, Paradiso, de Lezama Lima y este Bajo el gano, ni siquiera lo parece en México) y aún más,
volcán, de Malcolm Lowry. No puede haber li­ a la civilización que esa religión creó y en la que
bros más disímiles. Hasta están escritos en idio­ nació y vive. Aunque convive con el culto indio a
mas diferentes. Sin embargo aparece en ellos, ful­ la muerte como código de vida, el Cónsul no
gurando, esa intensidad expresiva que raramente puede suicidarse y busca que lo mate el mescal o
consigue la prosa y debe estar siempre presente en en su defecto, otro mexicano más letal.
la poesía, y a la vez su idiosincracia narrativa los Post vomitum omnia animalia trista sunt, pero
separa como un abismo de la pura poesía y aún el Cónsul puede beber mucho más mescal de lo
del poema épico, del romance o de la novela ri­ que quisiera vomitar, el vómito, el único acto físico
mada, como en Robert Browning. Los tres, cosa que es a la vez metafísico: desde la náusea inicial
curiosa, son libros que presentan problemas de hasta la arcada última todo puede ser una res­
penetrabilidad. Es imposible penetrar a fondo La puesta sin pregunta. ¿O es para Firmin la pregunta
muerte de Virgilio, tal vez el libro más oscuro del la propia vida, una tragedia sin héroes, sin virtu­
siglo en un siglo que adora Finnegans Wake por des, sólo con faltas que son siempre castigadas
su oscuridad y cuando las novelas de Faulkner, por diversos dioses con la misma muerte? Esa es
hechas de oscuro frenesí, ganan el premio Nobel. la vida del Cónsul, su vía estrecha. Pero la trage­
Es difícil penetrar Paradiso pero una vez que se dia de Geoffrey Firmin, como la tragedia shakes­
entró en esa manigua cubana se pierde uno en un pereana, está llena de risas y sonrisas y de guiños
paraíso de palabras, de pura prosa metafórica. de ojo. Hay que tener un corazón de piedra verde
Pero cuando se penetra Bajo el volcán, ayudado para no reír o al menos sonreír con las calamida­
por el engañoso, fácil Baedeker con que co­ des del Cónsul, ese procónsul. Además de que el
mienza, es difícil salir de esta maraña patética que idioma español, sabiamente tejido en la trama

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inglesa y el ambiente indio, es de un contraste contemporáneo Graham Green haya ido a parar al
crónicamente humoristico y metafórico como el limbo del olvido que merece, donde hoy están
diálogo esencial de esos dos mejicanos que cami­ Trollope o John Galsworthy, sus paisanos popula­
nan calle abajo al principio del libro y el introduc­ res de otrora. Lo digo porque Lowry resulta toda­
tor de la trama, coro francés de la tragedia inglesa, vía un huésped embarazoso en todas las historias
los oye pasar conversando, indios sin levita por­ de la literatura inglesa: ese que vino a cenar sin
que visten sólo harapos, gravitando leves sobre un estar invitado y de colmo se aparece despeinado,
tema profundo como el abismo que bordea el pue­ sin afeitar y llevando un pobre apéame -uno de
blo, diciendo en esa alta voz mejicana que es diario cuando todos los invitados están de smo­
siempre un susurro: «Peifectamente borracho», king- y todavía se sienta conspicuo en un rincón,
dice uno. «Completamente fantástico», dice otro. polvoriento y cubierto de olvido. Pero Lowry
«Sí, hombre, la vida impersonal». «Positiva­ mismo padecía una curiosa manía persecutoria,
mente», dice el último de ellos, obviamente un una de las formas de su paranoia, sin duda, ali­
positivista zapoteca. Este es para mí uno de esos mentada por el mal mescal suyo de cada día. En
cómicos intercambios posibles solamente en Mé­ esta obsesión lo perseguían la fama y fortuna de El
xico, en América del Sur y, ¿por qué no decirlo?, fin de semana perdido, de Charles Jackson (ano­
en España, donde aún hay gente de pueblo que ten ese nombre inolvidable), novela publicada
habla como escribía Unamuno: ¡pero qué ocultos cinco años antes que Bajo el volcán. Este otro
son esos analfabetos! libro trata, hay que recordarlo, del último fin de
De entrada hay que admitir sin embargo, a pe­ semana de un dipsómano incurable que es a veces
sar del humor ubicuo, que Bajo el volcán es un un cleptómano y siempre parece pederasta en
documento doloroso. Digo documento ahora y no Nueva York, lo que es más fácil que parecer
digo novela o libro o poema porque precisamente poeta. Es también un suicida, como el Cónsul.
la idea de documento -un testigo, un testimonio­ Esta novela, un bestseller ruidoso en su tiempo, lo
como un tratado social es bien ajena a este libro que nunca ha sido Bajo el volcán, fue llevada al
poema. No es posible hablar aquí de una tranche cine por Billy Wilder y Ray Milland, con gran
de vie como una sombra Zola sino, al contrario, se éxito de crítica y de público, inmortalidad efímera
cuenta la vida, pasión y muerte de un personaje que tampoco ha conseguido Lowry, ni vivo ni
-es decir de un ente literario, absolutamente ficti­ muerto, a pesar de la intervención de quien es­
cio que no existe más que en el libro. Pero veo cribe, uno entre muchos ilusos que han querido
que no hay manera de ocultar que este es un libro proyectar Bajo el volcán sobre una pantalla. Pero
infeliz, incluso trágico y ante su tapa como una a El fin de semana perdido (o Días sin huella,
tapia de tumba siempre abierta declarar eri señal como se llamó la película del libro en español) no
de respeto: lasciate omnia frivolezza voi ch'en­ la recuerda ya nadie, ni siquiera como vehículo de
trate. actores laureados con esas estatuillas doradas
No tengo la menor duda de que si se hace una que usurpan el nombre de Osear Wilde. Ni aún si
inútil lista de las cien mejores novelas del siglo, usó el recurso nemotécnico de su momento más
Bajo el volcán estará en ella. Es más no dudo que memorable, esa imagen en que el borracho Don
Lowry, escritor de un solo libro en realidad, será Birnam, forzado a ver una representación de La
leído cuando su prolífico compatriota y exacto traviata y atrapado entre espectadores, llegada la

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famosa aria del brindis, ve en escena no tenores ni el libro pero fue Lowry quien escribió espléndido
sopranos disfrazados sino a innúmeras capas de Bajo el volcán no el Cónsul Firmin, poeta impo­
agua bailando solas, alegres por la botella de tente, y ese acto de creación redime a Lowry y
whiskey que cada una lleva en el bolsillo imper­ sus mil mescales miserables.
meable. Y sin embargo, henos aquí hoy brindando Bajo el volcán es un libro, como una muñeca
con el poderoso mescal de la memoria para cele­ rusa, que contiene otros libros: entre ellos El in­
brar la salida en España, tan tarde que parece fierno, de Dante, el Fausto de Marlowe no el del
nunca, de Bajo el volcán, haciendo el elogio fúne­ pomposo Goethe y también, ambición de ambi­
bre de Malcolm Lowry y al mismo tiempo exal­ ciones, un Tercer Testamento, que termina como
tando su obra maestra, porque las obras maestras, un recordatorio de El paraíso perdido, mal de
ya se sabe, no mueren, solamente duermen, como Milton: «¿LE GUSTA ESTE JARDIN QUE ES
demostró Moby Dick y toda la obra de Shakes­ SUYO? EVITE QUE SUS HIJOS LO DES­
peare, y despiertan de cuando en cuando, como TRUYAN». Sólo que este aviso a Adán es un
bellas durmientes, asombradas de asombrarnos cartel leído por el propio Lowry en alguna parte
con su resurrección, cosa de todos los días para de México, país donde para no permitir aparcar
ellas. Esa es la magia de la literatura, hada ma­ camiones con material de construcción se escribe
drina que acoge a la obra más repudiada, la into­ este letrero: «SE PROHIBE A LOS MATERIA­
cable, la criada que nunca responde y la hace la LISTAS ESTACIONARSE EN LO ABSO­
más preciosa princesa, con el tiempo. Como ironía LUTO». Física y metafísica mexicana. Así las
cruel quiero revelar ahora que Charles J ackson, grandes ambiciones literarias lowrianas se resuel­
esa némesis particular de Malcolm Lowry, como ven con una cita no del Libro Sagrado sino de un
su personaje Don Birnam, se suicidó en Nueva pobre cartelista indio cuya gramática es dos veces
York hace unos años. Lowry, imitando al Cónsul parda. El Cónsul, entre mescales, atisba la poesía
Firmin, tomó años antes unas cuantas pastillas popular posible en una cantina donde una imagen
para dormir para morir. No consiguió matarse de la inmortalidad es una vieja que juega sola al
(Lowry era un chapucero) pero murió en el in­ dominó a las siete de la mañana -todos los días.
tento. Los somníferos insólitos no fueron suficien­ Esa visión es una de las razones que ofrece el
tes para matarlo, pero sí lo mató el alcohol habi­ Cónsul a su mujer para beber irracionalmente, por
tual. Combinado con los barbitúricos se le produjo la mañana, por la tarde, tarde en la noche: siem­
un violento espasmo de la glotis y murió asfixiado, pre: su Meca y meta es el mescal.
en una suerte de garrote invisible. El Cónsul, a su
vez, va en busca de la muerte y no consigue más Pero, ¿por qué bebe el Cónsul Firmin? Hay
que un matón mexicano termine con su vida a diversas respuestas que son otras interpretacio­
balazos -casi cantando el corrido que explica: «El nes, desde el fácil freudianismo que propone que
día que la mataron, Rosita estaba de suerte / De el Cónsul quiere regresar al útero (tan risible como
tres tiros que le dieron, uno sólo era de muerte». pensar que se trata de otra celebración de la Di­
Poco antes de caer muerto el Cónsul tiene tiempo vina Botella, esta vez llena de mescal), a la que
de murmurar: «¡ Qué manera miserable de morir!» habla del suicidio crónico, de un hombre que
Ese podría ser el epitafio de Lowry, si no fuera quiere acortar el viaje de su vida por la trocha del
que Firmin tuvo una manera miserable de vivir en alcohol (que es la explicación oída más a me-

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nudo), hasta aquella que revela que el Cónsul en­ llamaba «ese verso poderoso». Bajo el volcán es
mascara su impotencia con más mescal (otros, esa imposibilidad o ese anacronismo poético: una
más médicos, diagnostican que el Cónsul es impo­ novela isabelina. Así es que Lowry refuerza el
tente con su esposa Ivonne porque bebe dema­ tema del círculo infernal oculto en la barranca
siado, olvidándose de que en su día fatal el Cónsul dantesca, Malebolge, con una cita de Marlowe
fornica con una puta llamada María, aquélla que le que describe la vida del Cónsul en una sola línea y
ofrecen como si fuera una versión de la Virgen: al mismo tiempo la expresa en términos poéticos
«¿Quiere María? -o tal vez como otro licor exó­ poderosos: «Cortada está la rama que pudo crecer
tico, ¿Quiere, Tía María?»). Pero no hay otra res­ toda derecha». Sé que al traducirla no hago ju sti­
puesta posible que ésta, me parece, a la repetida, cia a Marlowe pero espero haber rendido justo
ineludible pregunta: ¿Por qué bebe realmente el homenaje a Bajo el volcán, una obra maestra en
Cónsul Firmin? Bebe para que Malcolm Lowry que el inglés moderno alcanza su expresión poé­
escriba un libro. O dicho de otra manera, Lowry tica extrema, ayudado curiosamente por el espa­
bebía para que el Cónsul viviera y muriera, no una ñol en un contrapunto que quizás la traducción
vida digna ni una muerte heroica sino la vida dan­ destruya -o tal vez refuerce. Malcolm Lowry es­
tesca en la muerte eterna de quien está ya en el taba tan enamorado del español como preocupado
infierno. Todo Bajo el volcán es la ilustración de con sus traducciones, que no fueron tantas como
una breve escena del Dr. Fausto. Es ese inter­ mereció en vida. Así preguntaba a menudo a su
cambio entre Lucifer y Fausto, a quien promete el mujer Margerie cuándo se traduciría Under the
primero: «Silencio, Fausto, en el infierno hay toda Volcano a Bajo el volcán. Ahora al volver a pre­
clase de delicias», y Fausto se regala con un deseo guntar desde el más allá por su universo escrito en
desesperado: «Ah poder ver el infierno y regresar español de nuevo, no es Margerie Lowry sino
sano y salvo, ¡ qué feliz me haría!» Pero es el Mefistófeles disfrazado de agente literario (que,
teniente del diablo, Mefistófeles, quien se encarga por supuesto, van todos al infierno: siempre se las
de iluminar a Fausto que pregunta insistente arreglan para estar donde hay más calor y un diez
dónde está ese infierno prometido, tan temido, tan por ciento), quien podría responderle: «Pero
querido. ¿Cómo es que ese agente condenado, cómo, Malcolm mío, no hay una sola traducción al
Mefistófeles, está fuera del infierno? Reponde ma­ español» y al ver a Lowry lamentable, lamentán­
licioso Mefistófeles: «Pero este es el infierno dose añadiría el malvado Mefistófeles: «Hay dos
fausto y no estoy fuera de él». Aquí está la res­ traducciones ahora y los dos estamos condenados
puesta a los buceadores del alma del Cónsul, para a vivir doblemente en ellas entre espejos. Eso se
aquellos que la buscan como si este libro fuera llamaba en mis tiempos el infierno. En este siglo
una novela rusa. El corazón, es decir el motor creo que se llama posteridad».
central del Cónsul, está en una botella como el Pero Malcolm Lowry tenía razón para la sinra­
efrit árabe de Las mil y una noches y es allí que zón de su paranoia. Oigan estas estadísticas mor­
hay que encontrar su espíritu libre y a la vez tales. Lowry sometió su libro a trece editoriales
prisionero. americanas antes de que fuera aceptado en su
La inspiración de Malcolm Lowry no es la mala última versión y publicado en Nueva York en
metafísica de Marlowe sino su gran poesía, su 1947. Al revés de The Lost Week-end, versión
dominio del poema dramático, lo que Ben Jonson barata, Bajo el volcán no sólo no fue un best-seller

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sino que fue acogido por la crítica con una frialdad quinta. Por razones profesionales he leído Bajo el
rallana en la indiferencia absoluta -que todavía volcán unas seis veces y como una selva salvaje
dura. Una popular enciclopedia literaria ameri­ de palabras que resultó siempre penetrable, impe­
cana, que por otra parte es bastante decente (al netrable, inextricable, laberíntica, bosque del que
menos me menciona), cuando uno busca en ella a no se sale a menos que se dejen señales detrás
Lowry, Malcolm, envía al lector a otra parte, vir­ para el regreso, como si el ocupado lector fuera
tualmente al exilio eterno, a la literatura cana­ Hansel y Gretel a la vez de la lectura.
diense -si es que tal cosa existe. Lowry, por su­ Bajo el volcán (Under the Volcano: título es­
puesto, era tan canadiense como Juan Ferraté, pléndido en inglés) ha resultado para mí un libro
que pasa el invierno en Alberta por pura perversi­ atroz, admirable, adictivo, adelantado y anónimo
dad. Pero con alevosía, al residir Lowry en Ca­ como el folklore y al mismo tiempo tan personal
nadá un tiempo, esta enciclopedia lo localiza en como un poema de Baudelaire, un cuento de Poe
ese limbo en que Pierre Trudeau mira caer la o una página de De Quincey -precisamente de sus
nieve todo el año. Otro diccionario de literatura, Confesiones de un comedor de opio inglés o Con­
esta vez inglés, dice que Bajo el volcán es un libro fesiones de un inglés comedor de opio o Confe­
caótico, sin caer en cuenta que ese caos es el de la siones de un comedor inglés de opio. Como gus­
creación. téis. Loado sea el láudano. A chacun ses gouttes.
Es tiempo, creo, de hablar someramente de Milagroso mescal que induce, como el opio, sue­
Lowry, la persona. Lowry el escritor es Lowry el ños creadores, pesadillas literarias -antes de ma­
autor y Bajo el volcán es una metáfora de su vida. tarte. No es por casualidad que el vecino inglés
Según el propio Lowry el Volcán no tiene más que del Cónsul en Cuernavaca se llama De Quincey. Y
un sujeto, él mismo, y es una fantasmagoría inspi­ la simbología de los nombres es esencial para
rada por el mescal. Lowry comenzó el Volcán en apreciar Bajo el volcán, donde el personaje cen­
1936 y de veras debió antes ser esclavo del mes­ tral, nada firme, se llama Firmin. Su amigo mé­
cal, esa bebida en la que el alcohol se acerca dico es un tal Dr. Vigil, que pronunciado a la
peligroso a las drogas. Lowry hablaba desde la inglesa resulta ser el Virgilio de este infierno que
concepción de su libro de las posibilidades poéti­ el Cónsul se apresura a declarar que no e.s Cuer­
cas (el subrayado es mío) del Volcán y decía que navaca ni México ni el mundo sino la vida misma,
su novela se debió leer como una historia que se y central a la vida humana, el corazón del hombre
puede leer a saltos o una historia de la que saca -es decir, de las tinieblas. Pero la muerte es en
más el lector si no da esos saltos. Para él el libro realidad, como siempre, quien tiene la última pa­
era una sinfonía o una especie de ópera -o una labra y pronuncia el primer nombre. Bajo el vol­
ópera vaquera, es decir un oeste. O música cálida cán está lleno de zopilotes, los buitres mexicanos
(como el jazz), un poema, una canción, una trage­ y el libro comienza el Día de Difuntos de 1939,
dia, una farsa -y todo eso y más es Bajo el volcán, que sirve para recordar circularmente el Día de
pero esencialmente es un poema dramático. O me­ Difuntos del año anterior, cuando murieron el
jor, una tragedia en verso en prosa. Lowry, tan Cónsul y su mujer Ivonne, que regresó a resca­
ambicioso en la escritura como en la lectura, no tarlo para la vida y halló la muerte a manos del
pide como otros autores una segunda lectura de su. Cónsul por trasmano, ese destino chambón. La
libro sino una tercera y tal vez una cuarta y una matanza mutua de la Guerra Civil española se ve

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invocada a menudo por el hermano del Cónsul, tico y mortal. El libro es absolutamente trocal. Es
Hugh, que viene de ella para encontrar a su her­ decir tiene la forma de la rueda y gira implacable­
mano mayor increíblemente disminuido por la be­ mente hacia la destrucción y la muerte del cre­
bida, por la vida. Hay una frase memorable a los yente, como una Juggernaut india. Es por su­
protagonistas y al lector, una entre tantas, antes puesto la rueda del infortunio, un aparato de tor­
del reencuentro de Ivonne con el Cónsul, inevita­ tura y el destino cíclico: el único infierno de veras
blemente, en una cantina temprana: «Van a trans­ es estar condenado a repetir una y otra vez la
portar un cadáver por expreso», dice una voz vida.
desencajada pero reconocible. Esa frase es para
Lowry una metáfora del libro, la metáfora de la Debo esta lúcida explicación de Bajo el volcán a
metáfora. Al principio del paseo recordatorio del su autor, el alucinado Malcolm Lowry, el escritor
productor de cine francés amigo de infancia del que ninguna literatura reclama como suyo, bus­
Cónsul y amante ocasional de su mujer, aparecen cado por unos pocos obsesos que lo leen una y
dos descubrimientos esenciales al libro y al hom­ otra vez, ese extranjero en todas partes que no era
bre. Laruelle, ese es el nombre del cineasta -casi el gringo' borracho que creían las autoridades me­
escribe Lowry la rouelle- recibe un libro del Cón­ xicanas sino tal vez el último gran novelista inglés.
sul olvidado en un cine -el Dr Faustus de Mar­ Las acotaciones de arriba aparecen en una carta
lowe, ¿qué otro libro si no? En el viejo tomo hay que dirigió Lowry al editor Jonathan Cape en
una carta más olvidada que el libro, escrita por el Londres, otro publicista que no entendió su libro,
Cónsul a Ivonne un año atrás y nunca enviada, que exigía cortes insensatos o insensibles, que
uno de los proyectos imaginarios del Cónsul. La­ pedía siempre explicaciones que Malcolm Lowry
ruelle lee la carta ahora y su lectura se oye como dilucidaba inteligible más allá del mescal. Cape
uno de los documentos literarios más desgarran­ finalmente publicó Bajo el volcán en Inglaterra,
tes, conmovedores y mejor escritos de la literatura para su crédito, para mi regocijo propio que leí esa
inglesa de este siglo: edición, para el beneficio de ustedes, lectores es­
Leo con permiso por sobre el hombro de Larue­ pañoles, que sufrirán y gozarán y nunca olvidarán
lle: «Noche: y una vez más el nocturno combate este libro único. Compren un ejemplar. Compren
con la muerte, el cuarto que cimbra con demonía­ dos y regalen uno porque quedarán más. Desgra­
cas orquestas, las ráfagas de sueño aterrado, las ciadamente, como lo prueban La muerte de Virgi­
voces fuera de la ventana, mi nombre que repiten lio y Paradiso, las obras maestras de la literatura
con desdén imaginarios grupos que ya llegan -es­ se venden siempre como pan duro y frío, hogazas
pinetas en la oscuridad». Poco después de leer la de hogaño que aparecieron antaño, como nieve
carta dolorosa aparece visible a Laruelle la estre­ olvidada, hielo.
lla de neón que es la rueda luminosa de un parque
de diversiones. La rueda real se detiene, da mar­ Además de la última petición y un lema («Viva

e
cha atrás la rueda imaginaria y con ese movi­ Bajo el volcán este invierno»), quiero finalmente
miento retrógado comienza la larga narración del repetir lo que otro escritor americano dijo
vía crucis del Cónsul que vive en un paraíso natu­ de otro libro inglés en otra época: «He
ral que ha convertido en artificial primero y luego aquí un libro que por muchos lectores que
en un infierno desde el purgatorio del mescal mís- tenga, nunca tendrá bastante».

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