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Yamileth Tamara
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Desarrollo
El homicidio doloso
El homicidio puede ser doloso cuando se comete mediante una acción dolosa. El dolo
supone el conocimiento y la voluntad de matar a otro. La jurisprudencia entiende que es
suficiente con el que el autor supiera que realizaba una acción que provocaba un peligro
jurídicamente desaprobado que afectaba a la vida humana de otra.n
En otras palabras: el elemento principal en el homicidio doloso es la intención de matar.
Este requisito diferencia el delito de homicidio del delito de lesiones, puesto que el autor de
un delito de lesiones no pretende causar la muerte de otro.
El homicidio imprudente
Si la acción que da lugar a la muerte es imprudente, estaremos ante un homicidio
imprudente. Eso ocurre cuando el autor infringe el deber objetivo y subjetivo de cuidado
que le era exigible. El homicidio imprudente puede ser por imprudencia grave o menos
grave.
El delito de homicidio por imprudencia grave puede cometerse utilizando un vehículo a
motor o ciclomotor, un arma de fuego o por imprudencia profesional (por ejemplo, una
negligencia médica). Todos estos delitos llevan penas accesorias aparejadas: privación del
derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotor, privación del derecho al porte o tenencia
de armas e inhabilitación especial para el ejercicio de la profesión, oficio o cargo,
respectivamente.
Por otro lado, el homicidio por imprudencia menos grave se cometerá en las mismas
situaciones del homicidio por imprudencia grave cuando el juez considere que la
imprudencia carece de la entidad suficiente como para considerarse grave.
El homicidio preterintencional
El homicidio preterintencional se emplea cuando la culpabilidad del autor no puede
clasificarse en ninguno de los supuestos de dolo o imprudencia.
Por ejemplo, se produce un homicidio preterintencional cuando alguien quiere lesionar a
otro y le causa la muerte. La intención del autor era lesionar, no matar. Para que el sujeto
activo responda penalmente del homicidio será necesario establecer una imputación
objetiva del resultado.
La víctima yacía en el suelo, con sus manos amarradas y con su cuello horadado en un
costado. El detalle que en un comienzo parecía no tener importancia era que al cuerpo le
faltaba un zapato.
Continuación:
Luego del aviso dado por este empleado público, un cuadrante de la Policía Nacional se
dirigió al sitio de los hechos y acordonó un perímetro de la zona, que al paso de las horas
abarcó toda la calzada.
Armados con linternas para disuadir las tinieblas, los uniformados empezaron a escudriñar
el sector y a unos 10 metros de allí, en un canal de aguas negras, encontraron otro
cuerpo sin vida, con el cuello perforado, sus manos atadas y la misma advertencia:
'Guerrilla presente, fuera paracos'.
El perito forense asignado para este caso sabía que faltaban piezas en ese macabro
rompecabezas. Y siguió escudriñando hasta encontrar una silla de ruedas, con un hilillo de
sangre, que conducía a un local comercial llamado Chatarrería La Parada, al otro costado
de esta doble calzada.
Esta marca letal condujo al hallazgo de un tercer cuerpo, que estaba dentro de una caneca
metálica, en posición fetal y con las mismas características de los muertos anteriores. Pero
faltaba uno más. Ya casi al despuntar la mañana, oculto en una jardinera, a pocos metros
de los primeros dos cadáveres, estaba el último cuerpo.
Los asesinados, todos de nacionalidad venezolana, fueron identificados como Jean Carlo
Enrique Pérez, de 25 años; Gustavo Enrique González, de 32 años; Paul Alfredo Blanco
Salas, de 34 años; y Odlanyer Reinaldo Pinto Hidalgo, de 36 años.
Las pistas
Las primeras cinco horas de inspección y búsqueda, lideradas en este sitio por el equipo de
Delitos contra las Bandas Criminales (bacrim) de la Sijín, fueron esenciales para establecer
que el lugar donde se hallaron los cuerpos no era la escena inicial del crimen y que los
homicidas eran unos expertos en reducir a sus víctimas en un total estado de indefensión y
en propinar heridas mortales.
Tras revisar el lugar, el uniformado descubrió que en el interior de esta estructura de hierro
se extendían dos charcos de sangre y, sobre uno de ellos, flotaba el zapato del primer
muerto, indicando que ese lugar era la escena original del homicidio múltiple.
"Acá encontramos más material probatorio, que, de acuerdo con el principio de Locard,
podíamos establecer un parámetro de correspondencia, porque se halló un zapato con las
mismas características de la primera víctima, documentos de ciudadanos venezolanos y
unas hojas con la misma inscripción, que se había encontrado en los otros cuerpos",
aseguró el investigador.
El resultado arrojó una pista clave, que no era visible para el ojo humano: en un descuido,
los victimarios cometieron el error de haber dejado plasmadas sus huellas en los panfletos
amenazantes y en la caneca de metal, donde fue arrojado uno de los cadáveres.
"Una muchacha ahí me hizo cambio de luces con los ojos y me dijo que ellos eran ‘paracos’,
que siempre llevaban a la gente para torturarla, les pegaban y demás. A uno de estos
señores lo dejaron ahí amarrado. No pasó una hora y llegaron con los otros tres. A ellos los
llevaron al interior del contenedor, los amenazaban y los señalaban”, aseguró la testigo.
En esa misma versión, la mujer describió a uno de los homicidas. Dijo que medía 1,65
metros, tenía tez morena y hablaba con acento venezolano.
Además, recordó que el hombre utilizaba una gorra verde y un jean claro, que se ensució
con la sangre de las víctimas.
Con este retrato hablado, uniformados de la Mecuc emprendieron una serie de controles en
inmediaciones del puente internacional Simón Bolívar y lograron, en un paso irregular, más
conocido como ‘trocha’, la captura de un venezolano que coincidía con estas
características físicas y que vestía un pantalón descolorido, con rastros de fluidos
corporales.
A los hombres que fueron señalados por el detenido les tomaron las impresiones
dactilares y fueron cotejadas con las recogidas en el lugar de la matanza, arrojando un
resultado positivo de compatibilidad.
El mismo cotejo fue practicado en el primer detenido y se pudo corroborar que él también
había participado en el asesinato de estos cuatro venezolanos.
Los capturados fueron identificados como Diego Antonio Piñango, Wrayan José Riveros
Rodríguez y Ángel Guillermo Arias, quien también está procesado por la muerte del
trabajador informal Jubito Peralta, que fue decapitado en este sector limítrofe, cuya cabeza
jamás fue encontrada por las autoridades.
Tiempo después, la Sijín vinculó a estos extranjeros con una banda delincuencial
denominada La Frontera, que se dedicaba a extorsionar a los vendedores ambulantes del
sector de La Parada y que forzaba a la población migrante a pagar estos cobros ilegales por
medio de perpetrar actos de violencia con sevicia, como asesinatos selectivos, torturas y
decapitaciones.
Reporte Personal.
Entrando más en contexto con la noticia se ve, y se describe como fueron los actos
hechos por los victimarios ( Homicidas ) actos crueles, actos violentos, actos que
dañan a nuestra sociedad y más viendo como personas pudieron ayudar, pero no lo
hicieron, dándome a ver, en la triste sociedad en la que vivimos…
ejemplo:
Las personas que fueron testigos de uno de esos Homicidios, pudo llamar a la
policía, como primera opción, como segunda opción pudieron hacer un alboroto
( escándalo ) para que los Victimarios Huyeran ( si es que lo hacen ) y poder ayudar
a la víctima,, la segunda opción no es muy recomendable, pero sigue siendo una
opción, la tercera opción es esperar a que pase lo peor a que pase el Homicidio y
llamar a la policía...pero en resultado de la espera, la víctima posiblemente ya esté
muerta, o en estado crítico.
Conclusión:
Solo me queda decir, que estamos ante una sociedad que busca el bien propio y no
el de los demás, dejando ( en lo que pude ver ) morir a seres inocentes, ante manos
de seres despreciables y muy poco aptos para vivir en una sociedad de paz y
tranquilidad.
Dato Extra: