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¿Qué era discipular en el tiempo de Jesús?

por Pedro S. Williamson


El tipo de formación personal que Jesús les dio a
sus doce discípulos era familiar para los judíos de
su tiempo. Puede que también nos sea útil hoy si
lo miramos con detenimiento.

Hace varios años, le preguntaron a Billy Graham: "Si usted fuera el pastor de una
gran iglesia en una ciudad importante, ¿cuál sería su plan de acción?". Graham
respondió: "Convocaría a un pequeño grupo de ocho, diez o doce hombres alrededor
mío para reunimos unas horas por semana... y para pagar el precio. Compartiría con
ellos todo lo que tengo durante algunos años; luego tendría, en efecto, doce ministros
en la congregación, ellos podrían, a su vez, tomar a otros hombres y enseñarles.
Conozco iglesias que lo están haciendo y eso está revolucionándolas".

Jorge Martín, en La Parroquia de Hoy (Today's Parish), propone un plan similar para
resolver la inminente escasez de líderes. Martín señala el ejemplo de Jesús en la
formación de los doce y dice:

"Quizás los pastores debieran pensar que van a quedarse sólo tres años más en sus
parroquias como pastores y que, cuando se vayan, nadie vendrá de otro lugar a
cubrir su puesto.

Si actuaran como si esto fuera a ocurrir, agrega, "pondrían la máxima prioridad en la


selección, motivación y entrena miento de aquellos líderes laicos que tomarán la
larca. Los resultados de tres años continuos de este enfoque serían muy significativo.
Hasta revolucionario".

En estos últimos años muchos cristianos se han vuelto a interesar por el método de
Jesús para entrenar hombres para el ministerio. La falta de obreros cristianos, el
descontento con la preparación académica para el ministerio, la necesidad de
entrenar a los laicos, la necesidad de líderes cristianos que puedan funcionar en las
comunidades como ancianos, son todos factores que han influido para que la
atención de la iglesia se dirija a la relación de Jesús con sus discípulos.

Hay una gran variedad de interpretaciones sobre el discipulado. Hace algunos años
este lema suscitó bastante controversia en la irrupción de la renovación carismática.
Algunas personas han cuestionado lo apropiado de estas relaciones de formación,
esta metodología, en manos de otro líder que no sea Jesús mismo. Otros se han
valido de ella como solución para muchos de los problemas de la iglesia.

Sugiero que veamos tres relaciones de formación: la relación rabino-discípulo, la


relación de padre-hijo entre los judíos en el tiempo de Jesús, y la relación líderes de
la iglesia primitiva y los hombres a quienes ellos entrenaban.

DOS SIGNIFICADOS

Como cristianos modernos, cuando pensamos en "discípulos", tendemos a pensar


sólo en aquellos doce de Jesús. Pero el Nuevo Testamento se refiere también a los
discípulos de los fariseos y los de Juan el Bautista (Mt. 9.14,22.15-16; Mr. 2.18; Le.
11.1).

En aquellos tiempos, la relación maestro-discípulos era, entre los judíos, forma más
común de preparar a los hombres para los roles de liderazgo religioso. A pesar de
que la palabra griega para discípulo quería decir simplemente "alumno", en el Nuevo
Testamento tienen siempre una mayor connotación. Los discípulos a los que se alude
en el Nuevo Testamento eran, en cuanto a la relación con sus maestros, más bien
aprendices.

Ahora bien, el Nuevo Testamento usa también el término discípulo para todos los que
creen en Jesús, de modo que la palabra es usada de dos formas: una, en forma
especial para aquellas personas que seguían a un maestro tal como Jesús o Juan el
Bautista a todas partes, en una relación explícitamente de formación como aprendiz,
y otra, para denominar a todos los que aceptaban el evangelio y se convertían en
cristianos. El no reconocer estos dos sentidos de la palabra discípulo en el Nuevo
Testamento ha sido una fuente de confusión para muchos, especialmente al
interpretar Mateo 28: "Id y haced discípulos a todas las naciones". Algunos concluyen
que todo cristiano debería ser discipulado en la misma forma que los doce. Otros,
queriendo cubrir la necesidad de formación e instrucción que tiene todo nuevo
cristiano, han aplicado el término "enseñanza del discipulado" a la enseñanza básica
de la evangelización, al llamado a un compromiso total. En consecuencia, se ha
desarrollado un concepto del discipulado, a mi modo de ver, diluido, que tiene sólo un
leve parecido con aquella relación de Jesús con sus discípulos.

RABINOS Y DISCÍPULOS

Recientemente encontré información útil sobre la naturaleza del discipulado en los


tiempos de Jesús en un artículo titulado Las relaciones entre maestro y discípulo en
la Era Talmúdica, de Moisés Aberbach. Como lo describe el autor, lo que llama la
atención sobre el modelo de educación rabino-discípulo es en cómo estaba ligada la
enseñanza a una relación personal, de compromiso, entre el estudiante y el maestro.
A pesar de que se conocía el aprendizaje autodidacto, se lo desaprobaba, ya que
podía terminar en aberraciones.

La enseñanza que recibía un discípulo de su maestro era mucho más que un estudio
académico e iba mucho más allá del aula de clase. El discípulo pasaba el mayor
tiempo posible con su maestro y a menudo vivía con él en la misma casa. Aberbach
dice: "Se esperaba que los discípulos no sólo estudiaran la ley y todas sus
ramificaciones, sino también que se familiarizaran con un tipo específico de vida, lo
que sólo podía realizarse estando constantemente pendientes de su maestro... Los
rabinos enseñaban tanto con ejemplos como con preceptos. Es por esto que los
discípulos necesitaban anotar tanto los hábitos y conversaciones diarias de su
maestro, como su enseñanza".

Los alumnos trataban a sus maestros con la mayor deferencia y respeto. "Seguir" a
un maestre significaba aceptar su enseñanza, pero cuando lo acompañaban, se
suponía que los discípulos caminaban literalmente detrás de él, hacia un lado o el
otro. Los alumnos también servían a su maestro en muchas formas prácticas, desde
acomodar los bancos en el cuarto que se usaba para la enseñanza hasta cocinar
para él; también el ayudarlo en las casas de baños era un servicio comúnmente
asociado con el discipulado.

A pesar de la subordinación y de las costumbres respetuosas que caracterizaban a la


relación entre el maestro y el discípulo, ésta no era para nada distante o meramente
formal. El maestro trataba de criar a sus discípulos como hijos: los cuidaba, proveía
para ellos (generalmente el rabino costeaba esta educación) y alababa o amonestaba
a sus discípulos según su parecer. Aberbach describe a la relación como muy
estrecha y caracterizada por un profundo amor paterno filial. El resumen estándar de
las responsabilidades del discípulo era que todas las obligaciones que él tenía con su
padre le correspondían para con el maestro.

Después de completar sus entrenamientos, se esperaba que los discípulos se


convirtieran en maestros y transmitieran la enseñanza recibida a otros.

JESÚS Y LOS DOCE

Cuando examinamos los evangelios a la luz de esto, podemos reconocer varias


cosas que nos son familiares. Jesús se ocupaba de que sus discípulos aprendieran
estando con El y observando lo que El decía y hacía. Ellos vivían con El y viajaban
con El. Era una relación de compromiso. Los discípulos de Jesús dejaban a sus
familias, amigos y ocupaciones para seguirlo y aprender de El. Es muy posible que
muchas de las costumbres respetuosas que caracterizaban a las relaciones de los
rabinos y sus discípulos se daban también entre Jesús y los doce. Los evangelios
indican que los discípulos de Jesús le servían de varias maneras: comprando
comida, preparando la pascua y pagando el impuesto del templo, por nombrar unas
pocas instancias (Jn. 4.8, Mt. 26.17, Mt. 17.24-27).

Vemos la misma meta en la relación de Jesús con sus discípulos. El desea que ellos
entiendan y transmitan sus enseñanzas y que, en un cierto sentido, tomen su lugar,
"un discípulo... después de que se ha preparado bien, será como su maestro" (Lc.
6.40 BDLA). "Como me envió el Padre, así también yo os envío". (Jn. 20.21) "El que
a vosotros oye, a mí me oye, y el que a vosotros desecha, a mí me desecha" (Lc.
10.16).

Por supuesto que la relación de Jesús con sus discípulos se diferencia en formas
diversas e importantes de las relaciones de otros rabinos con sus discípulos. El
requería de sus seguidores más de lo que cualquier rabino se hubiera atrevido a
pedir; por otra parte, nunca pretendió que sus discípulos tomaran totalmente su lugar.
"Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el
Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la
tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados
maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo" (ml 23.8-10).
PREPARÁNDOSE PARA SER HOMBRE

Entre los judíos del Antiguo Testamento, como entre los del siglo I, era la madre la
que cuidaba, enseñaba y educaba tanto a los niños como a las niñas durante sus
primeros años de vida. Pero a partir de los cinco o siete años, el padre toma el rol
principal en la educación de los varones. Estos estaban todo el tiempo con sus
padres. Por ejemplo, si el padre de un niño era herrero, el niño iba con él y lo
ayudaba, haciendo cosas muy simples mientras era pequeño y asumiendo más y
más responsabilidades a medida que iba creciendo. El hijo tenía así la posibilidad de
observar cómo se desenvolvía su padre en cada circunstancia de la vida, a la vez
que aprendía el oficio de él. El padre le enseñaba al hijo mostrándole lo que él mismo
hacía. Jesús alude a esta dimensión de la relación entre padres e hijos cuando dice:
"Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace" (Jn. 5.20). El
ideal de un padre era criar a un hijo que fuera igual a él.

PAPA, EL MAESTRO

Las Escrituras enfatizan el rol que tienen los padres en la educación de sus hijos.
Cuando Dios instruye a Israel acerca de la Pascua, ordena que los padres expliquen
a sus hijos cómo los sacó el Señor de Egipto (Ex. 13.14). El sería la fuente principal
de enseñanza sobre la fe de la familia, la historia del pueblo y sobre asuntos de
comportamiento: "Pregunta a tu padre, y él te declarará" (Dt. 32.7; ver también Dt.
6.6-7,20-25, Ex. 13.13-15). El libro de Proverbios está lleno de exhortaciones a los
hijos a que presten atención a la instrucción de sus padres; y a los padres, a que
enseñen a sus hijos (Pr. 1.8, 3.1; 19.18,29.17. La palabra para "disciplina" y "corregir"
tiene aquí también el significado de instruir).

El diálogo entre el hermano mayor y el padre al final de la historia del Hijo Pródigo
(Le. 15) ilustra el tipo de relación que existía entre padres e hijos en los tiempos de
Jesús, El hijo mayor se queja por la fiesta que le hacen a su hermano y objeta que él
ha sido tratado mal, ya que "todos estos años te he servido y obedecido". Estas eran
las obligaciones que un hijo, aun de adulto, tenía para con su padre mientras viviera
en la casa de éste.

El padre le responde diciendo que las circunstancias justificaban la celebración, y que


él no había faltado a sus obligaciones para con su hijo mayor: "Hijo, tú siempre estás
conmigo, y todas mis cosas son tuyas". El había compartido todo con su hijo mayor.
Lo que le pertenecía al padre era virtualmente de su hijo, y cuando el padre muriera,
el hijo heredaría todo lo de su padre.

¿DISCÍPULOS EN LA IGLESIA?

Cualquiera sea la idea que nos hayamos formado sobre la relación de Jesús con los
doce y la formación que los padres daban a sus hijos, queda por hacer una pregunta:
¿Hay un lugar para este método intensivo de formación de líderes en la iglesia o la
formación que dio Jesús a los doce fue único, así como único es el rol de esos
discípulos en la historia de la salvación y en la iglesia? ¿Es que el carácter de Jesús
lo calificaba únicamente a él para hacer discípulos de esta manera?

La historia de la iglesia primitiva nos muestra que los primeros cristianos empleaban
relaciones de formación como las que hemos estado examinando. A pesar de que el
Nuevo Testamento sólo usa una vez el término discípulo para describir la relación de
los cristianos con otro que no fuera Jesús (Hch. 9.25), muestra claramente a Bernabé
enseñando a Pablo y éste a Timoteo, Tito y probablemente a otros.

"TIMOTEO, HUO MIÓ"

Pablo se llevó a Timoteo de Listra para que viajara con él y lo asistiera en su


ministerio. Timoteo se quedó con él varios años. Durante ese tiempo, fue enviado a
varias misiones y finalmente se le dio la responsabilidad de la iglesia en Efeso. Es a
Timoteo, el discípulo graduado, a quien Pablo dirige las dos cartas que llevan su
nombre.

Pablo lo consideraba como a su hijo y él veía a Pablo como a su padre en el Señor (1


Tim. 1.2,18). Pablo se sentía con libertad de darle órdenes a su discípulo sobre el
gobierno de la iglesia en Efeso (1 Tim. 1.3,18; 5.3,9,17). Timoteo estaba bajo su
autoridad en el ministerio; la iglesia de Efeso se hallaba bajo la supervisión final de
Pablo.

El aconsejó a Timoteo sobre cómo manejar diversas relaciones con la gente, así
como aconsejaría un padre a su hijo: "No reprendas al anciano, sino exhórtale como
a padre; a los más jóvenes, como a hermanos; a las ancianas, como a madres; a las
jovencitas, como a hermanas, con toda pureza" 1 Tim. 5.1-2. Le da directivas
personales sobre su salud. No trata de persuadirlo sino que directamente le dice lo
que debe hacer: "Ya no bebas agua, sino usa de un poco de vino por causa de tu
estómago y de tus frecuentes enfermedades". 1 Tim. 5.23

En otra parte. Pablo lo exhorta personalmente sobre un área de debilidad: "Por lo


cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición
de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de
amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro
Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el
poder de Dios" (2 Tim. 1.6-8). Timoteo, como muchos siervos de Dios, tenía un
problema de confianza y una tendencia a no manejar las cosas de la manera directa
que era apropiada.

Pablo le recuerda a Timoteo que continúe por el camino que él le mostró por medio
de su ejemplo y enseñanza: "Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste,
en la fe y amor que es en Cristo Jesús. Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo
que mora en nosotros" (2 Tim. 1.13-14); "Pero tú has seguido mi doctrina, conducta,
propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, persecuciones, padecimientos, como
los que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra; persecuciones que he
sufrido, y de todas me ha librado el Señor. Y también todos los que quieren vivir
piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución; mas los malos hombres y los
engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados. Pero persiste tú
en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido" (2 Tim.
3.10-14).

JUAN, POLICARPO, PAPIAS

Más allá de la información dada por el Nuevo Testamento, hay considerable


evidencia de que al menos algunos de los doce tomaron discípulos. Por ejemplo,
parece que hubo una relación de formación entre Pedro y Marcos, y Juan y
Policarpo; a su vez Policarpo, antes de terminar su vida como mártir, les comunicó a
Ireneo y Papias lo que había recibido. Era una práctica común que los obispos,
maestros y monjes tomaran discípulos a quienes ellos formarían.

¿QUE ES ESTA RELACIÓN?

A este punto sería útil identificarla característica común de las relaciones entre
rabinos y discípulos, padres e hijos, y líderes de la iglesia primitiva tales como Pablo
y líderes pastorales jóvenes como Timoteo. Esto va a aclarar lo que quiero decir con
"relación de formación".

Primero, el propósito de estas relaciones era preparar a alguien para un rol similar al
de la persona que está enseñando. Así se preparaba a los hijos para asumir las
responsabilidades del hombre y de la paternidad; Timoteo y los doce fueron
preparados para los roles de liderazgo cristiano.

Segundo, en la relación había un orden definido: una persona instruía y la otra


aprendía. La persona que era instruida servía a la persona que lo instruía y recibía
directivas personales de él. La relación de formación suponía un grado de dirección
personal mayor que la del pastoreo normal.

Tercero, gran parte de la formación se daba a través del instructor, viviendo su vida y
haciendo su trabajo en la presencia de la persona que recibía la instrucción. Durante
el tiempo que pasaban juntos, la persona que daba instrucción buscaba enseñar por
medio de su ejemplo, y la persona que lo recibía buscaba modelarse según su
maestro.

En cuarto lugar, una responsabilidad importante del instructor era el enseñar. En


todos los ejemplos que hemos considerado en este artículo, la enseñanza era
tomada de las Escrituras; cómo conducirse en la vida diaria y cómo hacer lo que
hacía el instructor, ya fuera carpintería, hilandería o pastoreo, era lo que el discípulo
asimilaba.

Finalmente, la relación entre el instructor y su discípulo era profunda, estrecha y


personal. En estos ejemplos, era análoga a la relación entre un padre y un hijo. Dado
que el propósito de la relación era la formación, la fase de instrucción era temporaria,
aunque se establecía un vínculo para toda la vida, siendo paralela a la relación de un
hijo adulto con su padre.
UN MÉTODO PARA HOY

Pienso que las ventajas de las relaciones de formación son obvias. ¿Cuántos hijos se
beneficiarían con una relación de este tipo con sus padres? ¿Cuántos líderes
cristianos podrían alcanzar la madurez más rápidamente y con menos problemas si
se practicara este tipo de entrenamiento con ellos? No importa que otros argumentos
puedan ser aducidos por su utilidad; si Jesús se valía de estas relaciones para
entrenar a los primeros líderes de la iglesia, debería motivamos a considerarlo
seriamente y comenzar a desarrollar la forma práctica de hacerlo.

Apuntes Pastorales, Volumen VI – Número 2

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