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- El ministro y la oración
1) El ministro y sus compañeros
Los verdaderos líderes son siervos. (San Lucas 22:25-26.)
Los líderes debe ser ejemplo de labor ardua. (Eclesiastés 9:10.)
Los líderes efectivos reconocen sus limitaciones. (Deuteronomio 1:9)
Los líderes de éxito delegan, comparten la carga de trabajo. (Éxodo
18:21).
Los líderes de éxito muestran aprecio por el trabajo de otros. (Éxodo 39:43.)
El liderazgo efectivo incluye supervisión y confirmación. (Éxodo 39:42-43)
Trate a los que están bajo su dirección como usted desearía ser tratado.
"Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced
vosotros con ellos". (San Lucas 6:31.)
El ministro y la mayordomía
El ministro y la enseñanza
O bom Ministro é o criado na fé e na Doutrina (1Tm.4:6).
Debe conocer la doctrina
Debe sufrir la sana doctrina
2) El ministro y su intimidad con Dios
1. Un buen líder escucha las instrucciones de Dios.
"Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el
camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a
la mano izquierda". (Isaias 30:2.)
- El ministro y la oración
9. Trate a los que están bajo su dirección como usted desearía ser tratado.
"Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced
vosotros con ellos". (San Lucas 6:31.)
El ministro y la mayordomía
El ministro y la enseñanza
O bom Ministro é o criado na fé e na Doutrina (1Tm.4:6).
Debe conocer la doctrina
Debe sufrir la sana doctrina
El ministro y su crecimiento
Introdução: O obreiro foi comissionado pelo Senhor Jesus Cristo para “ir e dar frutos” – Jo
15.16. A obra de Deus foi entregue a ele. As “chaves” do reino estão em suas mãos, ou
seja, a autoridade de realizar as obras de Cristo e anunciar seu nome já está sob sua
responsabilidade. O êxito dependerá unicamente dele. Pelos frutos ele será recompensado;
e pelas perdas, castigado.
O ÊXITO DO OBREIRO
«¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿A un hombre cubierto
de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes
están. Pero, ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta... Entre los
que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el bautista» (Mt. 11:7-11).
Compañeros ministros, obreros del Señor, líderes cristianos, qué mayor privilegio puede
haber que el de servir a Dios. Por esta razón, detengámonos un momento a considerar cuáles
son las características de la persona a quien Dios utiliza. Para ello, tomemos como modelo la
vida de Juan, el Bautista.
«Hubo un hombre enviado e Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para
que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. Juan no era la luz sino para
que diese testimonio de la luz» (Jn. :6-8). El hombre a quien Dios utiliza, en primer lugar es
un hombre que vive consciente, veinticuatro horas al día, de su irresistible vocación divina.
Fue un hombre enviado de Dios.
Hoy en día, como ha ocurrido a través de las edades, son muchos los que se autoenvían, esto
es, se envían a sí mismos. Han hecho del ministerio cristiano su modus vivendi, su medio de
vida. Son ministros porque para eso estudiaron, porque eso es lo que saben hacer, porque
para eso les pagan.
A otros los envían los familiares -el deseo de la madre, la presión de la familia que quieren
tener un hijo en el ministerio cristiano. Ya lo tienen, pero no ha sido enviado por Dios.
A otros los han enviado sus respectivas organizaciones eclesiásticas a las cuales están
jurisdiccionados -presbiterios, convenciones, juntas- y están en el lugar por un tiempo
establecido para realizar una obra determinada, hasta que la organización lo juzgue
conveniente.
Pero colegas, quiero decirles enfáticamente que Juan estaba más que consciente de que era
lo que era y hacía lo que hacía, porque para eso lo había levantado Dios. Para eso y para
ninguna otra cosa. Su sentido de vocación cristiana le permitió vivir esa vida austera como
anacoreta del desierto allá en la soledad, y ser en muchos sentidos el hazmerreír de propios
y extraños, vista su rara indumentaria. Pero él sabía lo que hacía, y cuando tenía que
enfrentarse a la gente, Dios le daba una santa audacia en la entrega de su mensaje.
A la clerecía, llámense príncipes de los sacerdotes, escribas, señores del pueblo, la llamaba:
«generación de víboras». No cedía al respeto humano, como el común de los hombres.
Cuando el reyezuelo Herodes le arrebató la esposa a su propio hermano y la tomó por mujer,
fue el hombre de Dios, Juan, quien con audacia le dijo: «No te es lícito tener por mujer a la
mujer de tu hermano». Consciente de su misión, no era un diplomático. Al pan le llamaba
pan y al vino, vino. A cada cosa la denominaba por su propio nombre, sin temor a ser mal
recibido o mal visto, sin miedo a la represalia o a ir al mismo cadalso, como a la postre
ocurrió.
Leighton Ford, en su libro La gran minoría cuenta que en sus jornadas misioneras en el
África, en un país musulmán, se encontró con un misionero de la Iglesia Reformada de
Francia. Era un académico, un hombre notable. En el aeropuerto de esa capital africana
empezó a conversar con él y resultó que este hombre en cuatro años había logrado sólo dos
convertidos. ¡Dos convertidos en cuatro años! Un hombre tan capaz, tan talentoso, que podía
estar enseñando en una universidad, con capacidades como para ayudar a la iglesia haciendo
muchas cosas. Entonces Leighton le preguntó: «¿Por qué está usted aquí, si tan sólo ha
logrado dos convertidos?» Aquel hombre le dijo: «Yo estoy aquí, porque Dios me tiene
aquí». Sentido de vocación. Vocación a toda prueba.
Amado hermano, compañero, lector, amigo, ¿puedes decir lo mismo? ¿Actúas a la luz del
llamamiento? ¿Por qué estás donde estás? ¿Por qué predicas lo que predicas, enseñas lo que
enseñas, visitas, haces, vives? ¿Por qué? «Predico porque no puedo hacer otra cosa. Arde
dentro de mí un fuego que me abrasara si callare», dijo alguna vez el célebre predicador
londinense Carlos H. Spurgeon. ¿Por qué enseñas, por qué sirves, por qué visitas? ¿Eres
consciente de tu vocación por el ministerio cristiano?
Ahí mismo, en Juan 5:55, leemos: «Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio
de la verdad». Versículo 35: «Él era antorcha que ardía y alumbraba; y vosotros quisisteis
regocijaros por un tiempo en su luz».
En segundo lugar, el hombre de quien hablamos, que Dios puede usar con poder, como usó
con poder al hombre cuyo perfil estamos tratando de presentar, es un hombre tea. Escúchenlo
bien, un hombre tea, un hombre antorcha, que alumbra, se consume, se gasta, ilumina vidas,
muestra la senda al desorientado y dice: «Este es el camino, andad por él».
«Entre los cuales resplandecéis como luminares en el mundo», afirma el de Tarso. «Alumbre
vuestra luz delante de los hombres», dijo el Señor.
Pero Juan no sólo alumbraba, sino que ardía, se quemaba, se gastaba, como una vela que se
enciende y alumbra, pero que por el hecho de alumbrar se está gastando, se está consumiendo
y termina por extinguirse. Dijo el Señor: «Y vosotros quisisteis regocijaros por un poco de
tiempo en su luz». Por un poco de tiempo, una vida fugaz y pasajera.
Lectores amados, el ministerio de Juan fue un ministerio muy breve, pero efectivo, porque el
hombre en esos pocos meses o años se realizó plenamente. Él no dejó su tarea inconclusa.
Hizo lo que tenía que hacer, dijo lo que tenía que decir, vivió lo que tenía que vivir, se quemó
de la manera en que se tenía que quemar. Misión cumplida. Antorcha que ardía y se
consumía.
Amado colega, Dios emplea a un hombre así. Pero sólo al hombre que está listo para darse a
sí mismo en el altar del servicio. La desgracia contemporánea es que la inmensa mayoría
quiere alumbrar sin arder, quiere arder pero sin gastarse, sin consumirse, sin extinguirse, y a
esa gente Dios no la utiliza. No quieren gastarse, se administran, se cuidan, se aman
demasiado como para darse de una buena vez y para siempre en el servicio al Señor. Pero
amar a Dios es dar la vida como Jesús, quien «me amó y se entregó a sí mismo por mí». Se
espera que nosotros demos de nosotros mismos antes de que pensemos en nosotros y
actuemos, como se dice de aquel poeta que «vivía intensamente más, mucho más que
extensamente».
Juan no fue una persona que se estuvo cuidando. No era de las personas que no ponen toda
la carne de una vez en el asador. Se daba por entero en cada entrega de su mensaje. Dios
emplea al hombre o la mujer que está dispuesto a arder, a darse, a consumirse.
Se espera que se levanten pastores que no se pastoreen a sí mismos, que no vivamos para
nosotros mismos, que no estimemos nuestra vida preciosa para nosotros, sino que nos demos
cada día, que nos entreguemos cada día a Dios y al hombre también.
En tercer lugar, leamos en Juan 3:26 al 33 «Y vinieron a Juan y le dijeron: Maestro, mira que
el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos
vienen a él. Juan dijo: Mira, el hombre no puede recibir nada, si no le fuere dado del cielo.
Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado
delante de él. El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado
y le oye se goza grandemente a la voz del esposo; así pues este mi gozo está cumplido». Lean
cómo termina el discurso del precursor: «Es necesario que él [Jesucristo] crezca, pero que yo
[Juan] mengüe». Es un hombre que en verdad deja de ser para que Jesucristo sea, es un
hombre que muere, para que Jesucristo viva.
«¿Quién eres?» Cuando vieron que Juan estaba en la cúspide de su misión, dijeron los
enviados: «¿Eres tú el Cristo, eres tú Elías, eres tú el profeta?» No, no, no, dijo el precursor
a tales interrogantes. «Pues entonces ¿quién eres? Dinos para que demos testimonio de ti a
los que nos han enviado». Dijo él: «Yo soy una voz». Esto es, yo soy tan sólo un sonido que
pasa, una expresión que va a desaparecer, eso soy yo.
Juan había puesto el dedo en la llaga de la sociedad hebrea de su época, y las multitudes iban
más allá del Jordán confesando sus pecados y pidiendo el bautismo del arrepentimiento. Juan
se había hecho muy popular, pero esa no era la misión de Juan. Eran muchos los que lo
seguían, pero su misión no era llamar a hombres para que fuesen detrás de él. Él era heraldo
del Rey de reyes y del Señor de señores; él era el precursor que iba delante de su faz, el que
iba preparando el camino para que en él transitase el Señor Jesucristo.
Y cuando Jesucristo apareció, apuesto y hermoso, señalado entre diez mil en las márgenes
del río Jordán, el bautizador lo contempló y dijo: «He aquí el Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo». De inmediato se fue tras el telón, desapareció. Cuando Jesucristo
comenzó a crecer, Juan empezó a menguar; cuando Jesucristo comenzó a ser, él empezó a
dejar de ser.
Cierta vez, cuando llegué al pulpito de una de las iglesias de Sevilla, me encontré con esta
expresión: «Pastor, predicador, quemamos ver a Jesús». También recuerdo que ya estaba listo
para entregar un mensaje en la ciudad de Madrid, cuando en un sitio que solamente el
predicador podía ver estaba esta expresión: «Háblanos de Jesús». Como si la iglesia le dijera
al predicador: «No nos hables de ti, háblanos de Jesús. Que no seas tú, que sea Jesús».
Dios utiliza en la tarea evangelística y misionera a los hombres y a las mujeres que dejan de
ser para que Cristo sea, que le dan toda la gloria, el honor, y el imperio al Señor Jesucristo.
Los líderes contemporáneos somos demasiado visibles, demasiado audibles, demasiado
tangibles, y la gente nos quiere decir: «Hermano líder, pastor, obrero, misionero, querríamos
ver a Jesús, no a ti. Quemamos oír a Jesús, no a ti». Nuestro privilegio es que no nos vean,
que no nos palpen a nosotros, sino que vean y palpen única y exclusivamente al Señor
Jesucristo.
Ha habido hombres a quienes Dios ha usado en un campo, pero que se comenzaron a llenar
de soberbia y, al llegar a la prominencia, no actuaron como Juan. Se hicieron famosos,
fuertes, poderosos y cedieron a la tentación de ser, de sentir que merecían ciertos privilegios,
atenciones, consideraciones, reconocimientos, y Él, que es celoso, que no comparte su gloria
con ninguno, los eliminó del ministerio cristiano, y aunque ahí están, más que viviendo están
vegetando, porque Dios ya no los utiliza.
El hombre a quien Dios emplea es aquel que deja de ser para que Él sea, que muere para que
Cristo viva, que trabaja, que da, que sirve, sin importar para quién sean los créditos y los
reconocimientos.
Dios nos está usando. Dios quiere usarnos más si nosotros exhibimos un perfil, como el que
hemos presentado en este escrito. Dentro de algunos años, pocos o muchos, usted, yo y cada
uno habremos dejado nuestro lugar, pero los vecinos, los amigos, los parientes y todos
aquellos a quienes servimos y ministramos, van a expresarse con respecto a nosotros. Que
ellos digan: «A la verdad, Juan, Pedro, María, Marcelino, ninguna maravilla hizo; pero todo
lo que él dijo, todo lo que pregonó respecto de Jesucristo, era verdad, la pura verdad».
«Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando
Juan; y ahí se quedó. Y muchos venían a Él y le daban este testimonio: Juan [el precursor,
el bautizador, el heraldo del Rey], Juan a la verdad ninguna señal hizo; pero todo,
[absolutamente todo] lo que dijo respeto de éste [Jesús], era verdad» (Jn. 10:40-42).
1
LAS CARACTERÍSTICAS DEL LÍDER
Santiago 3:13-18
Por Roberto Lloyd G.
Usado con permiso
INTRODUCCIÓN:
El párrafo comienza con una pregunta que se contesta en el resto de la porción: ¿Quién es
sabio y
entendido entre vosotros? v. 13a
El líder cristiano ha de ser hombre “sabio y entendido”. O sea, persona que tiene
conocimiento y
experiencia y que aplica su conocimiento y experiencia a la vida práctica.
¿Cuáles son las características de un líder “sabio y entendido”? La respuesta se encuentra
en los
versículos 13b-18.
I. SE CARACTERIZA POR LA SABIA MANSEDUMBRE, v. 13b.
A. Mansedumbre = prautës. “Es lo opuesto a la arrogancia e indica la actitud humilde y
gentil que se expresa en una sumisión paciente a las ofensas, libre de malicia y el deseo
de vengarse”. (Clave lingüistica al griego del Nuevo Testamento, Rienecker, ed. Rogers.
T. 2, p. 388).
B. Es una actitud, o sea, es algo interno. Ser manso:
1. hacia Dios representa ser sumiso a su voluntad.
2. hacia sí mismo representa ser humilde.
3. hacia otros representa ser amable
C. La actitud interna se manifiesta en las acciones externas.
1. Sumiso ante ofensas
2. Libre de malicia
3. Libre del deseo de vengarse
II. SE CARACTERIZA POR NO ACTUAR DE ACUERDO A LA SABIDURÍA “DE
ABAJO”, vv. 14-16.
A. La sabiduría de abajo es, v. 15
1. terrenal= pertenece al medio ambiente terreno
2. animal= pertenece al hombre incrédulo. Compare “natural” en 1 Co. 2:14
3. diabólica= pertenece al diablo y sus demonios (su origen)
B. La sabiduría de abajo se caracteriza por, vv. 14, 16
1. Motivaciones negativas (“en vuestro corazón”, v. 14a), vv. 14a, 16a
a. Celos amargos = zëlon pikron
(1) El celoso promueve sus propias opiniones a exclusión de las de otros.
(2) La NVI95 traduce “envidias”
b. Contención = eritheia
(1) Busca ganar a otros por medio de ofrecer regalos
(2) Se usa del líder de una facción o partido creado para satisfacer su propio
orgullo.
(3) En esencia significa ambición egoísta, o sea, uno que es ambicioso.
(4) La NVI95 y la RVR95 traducen “rivalidades”
2. Su conducta hablada o verbal, v. 14b
2
a. Jactancia
b. Mentira
3. Conducta actuada o acciones, v. 16b
a. Perturbación: Se traduce “confusión” en la NVI95
(1) Disturbio, revolución, inestabilidad, desorden = anarquía
(2) En 1:8 se vierte “inconstante”
b. Perversidad
(1) Literalmente significa “toda obra mala”.
(2) Representa toda acción sin valor o vil.
El líder bíblico debe ser INGENUO (inocente o sencillo)
en relación con la sabiduría de este mundo
III. SE CARACTERIZA POR ACTUAR DE ACUERDO A LA SABIDURÍA “DE
ARRIBA”, vv. 17-18
A. La sabiduría de arriba es:
1. Celestial= pertenece al medio ambiente celestial
2. Espiritual= pertenece al hombre salvo. Juan 3:3, 7 “nacer de nuevo”= nacer de
arriba.
3. Divina= pertenece a Dios y los suyos (su origen)
B. La sabiduría de arriba se caracteriza por ser:
1. Pura
a. Originalmente significaba lo que estaba dispuesto para adorar, o sea,
ceremonialmente limpio.
b. En tiempos del N. T. significaba sinceridad o integridad
2. Pacífica, vv. 17 y 18
a. V. 17, capacitado o impulsado por la paz
b. V. 18, produce el bienestar (shalom) de todos
3. Amable, v. 17
a. La NVI95 traduce “bondadosa”
b. Es equilabrado, ecuánime y razonable
c. No exige que se cumpla la letra de la ley
4. Benigna, v. 17
a. La NVI95 traduce “dócil”
b. Es uno que cede sus derechos.
c. Es obediente y sumiso
d. Se somete voluntariamente.
5. Misericordiosa, v. 17 Está llena de compasión.
6. Fructífera, v.17 “de buenos frutos” = llena de obras intrínsecamente buenas
7. Firme en sus convicciones, v. 17 “sin incertidumbre (compare 1:6 “dudar”)
a. No dividido
b. No vacilante
c. La NVI95 traduce “imparcial”
8. Genuina, v. 17 “sin...hipocresía”
a. La NVI95 traduce “sincera”
b. No es hombre de dos caras.
3
9. Justa, v. 18
a. Siempre justa en su trato de los demás.
b. Como dijo Benito Juárez, “El respeto al derecho ajeno es la paz”.
El líder bíblico debe ser IMBUIDO
(penetrado o infundido) por la sabiduría celestial
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