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EL LLAMADO CELESTIAL

Fabián Serrano
La vocación sacerdotal es aquella por la cual nos damos cuenta que Dios nos llama
para poder ser dignos de ser servidores de Él, nosotros no elegimos, Dios nos elige.
Debemos ser conscientes de que nos debemos a Dios, Él tiene planeado el rumbo que
debemos seguir para ser felices, esto respetando nuestra libertad al tomar decisiones y
no interponiendo su sendero, sino mostrándolo para poder ver los beneficios que traería
seguirlo.
Debemos considerarnos privilegiados si Dios nos da la oportunidad de servir en la iglesia
como sacerdotes, es una de las vocaciones más sinceras y plenas en felicidad que, en
mi opinión, pueden existir. Esta felicidad es consecuencia de que vivimos en plenitud
con nuestro el padre celestial encaminándonos en su sendero.
Quisiera contar la historia del padre Juan, encargado de la pequeña capilla donde asiste
mi entrevistada Yazmín Paucar, quien me ayudo a recoger el testimonio del padre. Él
cuenta que todo empezó cuando era pequeño. Sus padres no eran de ir a la iglesia,
pero su abuela le hizo conocer a Cristo. De niño, él jugaba con dos imágenes de la
Virgen, las cuales no sabía muy bien lo que eran ni de lo que trataban. Cuando cumplió
más edad, él cuenta que Dios lo invitó a ir a la iglesia por medio de la catequesis de la
primera comunión. Lo que más le gustaba de la catequesis era el hecho de estar en la
iglesia.
Cuando hizo su primera comunión, al comulgar sintió que Dios habitaba en él, que había
descubierto a un amigo que nunca falla. Nos cuenta que pasaron unos cuantos años,
que por cierto los pasó muy bien en su parroquia de monaguillo.
Un seminarista de su pueblo invitó a toda su parroquia a ir al festival de la Canción
Vocacional. Ese día notó que Dios lo llamaba a ser sacerdote. En un momento le
rondaron muchas preguntas en la cabeza. Pero Dios puso a un seminarista del Menor
en su camino para resolver esas preguntas tan complicadas. Nos cuenta que se fue de
aquel festival de la Canción Vocacional pensando durante todo el camino en esas
preguntas tan curiosas.
Cuando llegó a su pueblo, su cura empezó a hablarle de sus años en el Seminario
Menor. Y un día, se dijo a sí mismo: “ya no puedo más, ¡Tengo que ir al seminario!”. El
padre cuenta que otro día fue a hablar con su cura y le dijo que quería ir al Seminario y
él le dijo: “Iremos”. Fue al seminario, el cura se le enseñó y le gustó mucho. El cura le
invito a ser seminarista y, poco después, empezó el Seminario. Esos primeros días en
el Seminario fueron fantásticos. Al principio le acongojaba el hecho de estar lejos de su
familia, pero gracias a los seminaristas los cuales le ayudaron a descubrir que ellos eran
su otra familia y fue un poco más llevadero.
Pasando el tiempo establecido, Juan se ordenó sacerdote, primero fue encargado de
una capilla en la densa sierra peruana y, ahora es encargado de una capilla ubicada en
Chiclayo, donde asiste mi entrevistada Yazmín Paucar.

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