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1. ¿Cuántos papas menciona el autor?

Para determinar eso, lea cuidadosamente el


total de las páginas, anote los nombres de cada papa, luego cuente los nombres y
escriba el número de papas.
Alrededor de 12 papas.
2. ¿Cuáles son los nombres de cada papa? Como ya los habrá anotado, escriba sus
nombres como respuesta a esta pregunta.
1.Martin V
2.Eugenio IV
3.Félix V
4.Nicolas V
5.Pio II
6.Sixto IV
7.Julio II
8.Calixto III
9.Alejandro VI
10.Pablo II
11.Clemente VII
12.Inocencio VIII
3.
¿Qué dice el autor sobre cada papa? Escriba una síntesis de lo que el autor dice
sobre cada papa.

1- Martín V enérgico, competente y políticamente astuto, vivía con relativa sencillez a


pesar de pertenecer a una de las grandes familias de la nobleza Romana. No obstante,
hacia amplio uso del prestigio y el poder familiar cuando convenía a sus propósitos.
2- Eugenio IV, Piadoso hombre la de Iglesia, a quien su tío, siendo papa favoreció
abiertamente concediéndole desde muy pronto honores eclesiásticos, carecía de la
sutileza de su predecesor a la hora de abordar los complicados problemas que se le
presentaban.
3- Félix V, Favoreció a la representación latina y a la unificación de los griegos. Fue
considerado el antipapa de Basilea.
4- Nicolás V, Aceptó cortésmente, demostró ser el pontífice hábil y conciliador que se
requería después de tan tormentosos años. Es recordado por su mecenazgo cultural.
5- Calixto III, Que únicamente ocupó el papado durante tres años, fue otro candidato de
compromiso y lo que realmente sorprendente, español. Con una determinación
extremadamente falta de realismo.
6- Pío II, Era un papa completamente diferente y el único del que puede verdaderamente
afirmarse que era un destacado hombre de letras. Había hecho una carrera eclesiástica
bastante accidentada.
7- Pablo II, siendo cardenal se hizo construir como residencia personal el palazzo
Venezia, tampoco casi no hizo nada por promover el programa cultural y artístico que
Nicolás había puesto en marcha. Su pontificado fue de escasa importancia.
8- Sixto IV, nacido en una familia relativamente prospera de Savona, ingreso siendo
adolescente en la orden Franciscana donde hizo una brillante carrera como teólogo y
predicador. Fue un extraordinario e inteligente mecenas de las artes y las letras. Mas que
ninguno de sus predecesores fue el responsable del renacimiento cultural y artístico en la
ciudad.
9- Julio II, este fue el papa terrible, no el pésimo papa, sino un papa que, con sus
palabras, sus obras o simplemente con su mirada atemorizaba y sobrecogía a todos. Fue
también el papa guerrero, antihéroe del dialogo satírico de Erasmo titulado Julio
Excluido.
10-Alejandro VI, Rodrigo de Borgia, casi sinónimo de ´´degenerado papa renacentista´´
sucedió a Inocencio para un pontificado de 11 años. Francesco Giucciardini, el gran
historiador contemporáneo suyo dijo que en Alejandro se daban cita de manera inusual la
prudencia, la agilidad mental, la reflexión madura, un maravilloso poder de persuasión y
una extraordinaria habilidad y capacidad para manejar los más dificultosos asuntos.
11- Clemente VII, Fracasó, tanto en el campo político como en el religioso, seguramente
por su temperamento indeciso, sus arriesgadas apuestas políticas y los intereses
familiares, circunstancias que hicieron de él «el más desgraciado de los papas». Sin
embargo, mando a Miguel Ángel que pintara el juicio final en la pared del fondo, a modo
de esplendido retablo.
12- Inocencio VIII, carente de iniciativa y crónicamente enfermo, el nuevo papa heredo
de su predecesor unas inmensas deudas que trato de pagar creando en la curia cargos
absolutamente inútiles que eran vendidos al mejor postor.
4. ¿Cuáles problemas tuvo que enfrentar cada papa?
1.Martin V:
2.Eugenio IV
3.Félix V
4.Nicolas V
5.Pio II
6.Sixto IV
7.Julio II
8.Calixto III
9.Alejandro VI
10.Pablo II
11.Clemente VII
12.Inocencio VIII

5. ¿Qué solución le encontró cada papa a cada problema?


6.
A su juicio, ¿cuál fue el aporte más importante de cada papa?
1.Martin V, Denunció la violenta predicación antijudía y prohibió, bajo pena de
excomunión automática, bautizar por la fuerza a los niños judíos. Hizo la mayoría de las
cosas que debían hacerse, pero gobernó con mano de hierro, dado que la riqueza y las
relaciones de su familia se lo permitían. A su vez, Martín favoreció a sus familiares a
base de concesiones de tierras y otros beneficios, lo cual alimentó el resentimiento contra
ellos y contra él mismo. Aunque elegido por el concilio, era tan ardiente defensor de las
prerrogativas tradicionales del papado como cualquiera de sus predecesores.
2.Eugenio IV, Antes de su elección firmó un acuerdo por escrito con los cardenales, en el
cual se comprometía a distribuirles la mitad de las ganancias de la Iglesia y, en adición,
prometió consultarles sobre todo tipo de cuestiones de importancia, tanto espirituales
como temporales. Los tiempos eran difíciles: El movimiento conciliarista, que
proclamaba que el Concilio era superior al Papa, se hallaba en su apogeo. La
insuficiencia de las reformas intentadas por el Concilio de Constanza habían aumentado
el malestar y la insatisfacción. Desde el primero hasta el último día de su pontificado,
Eugenio tendría frente a sí un Concilio anti papal. El conflicto era inevitable.
3.Félix V, promulgó los estatutos que darían forma al Estado de Saboya, centralizó la
administración y el aparato judicial y organizó el gobierno.
4.Nicolas V, inició la construcción de la actual Basílica de San Pedro y fundó la
Biblioteca Vaticana.
5.Pio II, Durante su pontificado, contra las esperanzas de los humanistas, sus esfuerzos
no tendieron hacia la actividad cultural, sino a la organización de una cruzada contra los
turcos otomanos. Si bien durante el Concilio de Basilea se había mostrado favorable al
conciliarismo, ya siendo papa condenó esta doctrina. Murió cuando se disponía a
embarcarse con la cruzada.
6.Sixto IV, se caracterizó a nivel político con la enemistad de Florencia y la familia
Médicis, a nivel artístico destacamos la labor del papa Sixto IV por ser considerado uno
de los principales artífices del Renacimiento. Fue mecenas de una serie de artistas de la
mayor importancia de su tiempo, a los que ordenó la construcción de la Capilla Sixtina,
que recibe el nombre en honor a él. Además, mandó restaurar iglesias por toda Roma, y
sentó las bases de la colección artística de los Museos Capitolinos.
7.Julio II, llevó a cabo un gran impulso de las artes llegando a ser mecenas de Rafael o
Miguel Ángel, entre otros. A ellos les encargó distintos trabajos en la ciudad de Roma
tales como su retrato o el techo de la Capilla Sixtina. Es durante su papado cuando
comienza la construcción de la actual Basílica de San Pedro.
8.Calixto III, ha sido acusado de haber introducido hasta límites censurables el nepotismo
en la corte papal. Es innegable que enalteció desmesuradamente a sus sobrinos. Su
pontificado se caracterizó por el acceso de muchos de sus familiares a altos cargos de la
curia papal, lo que atrajo contra los «catalanes» la hostilidad de las familias de la
oligarquía romana.
9.Alejandro VI, fue mecenas de artistas de la talla de Bramante o Rafael, a los que llegó a
encargarles obras como la construcción de la nueva Basílica de San Pedro, el templete de
San Pietro in Montorio, o el techo de Santa Maria Maggiore, convirtiéndose en un gran
impulsor de las artes y las ciencias.
10.Pablo II, restó juramento comprometiéndose a abolir el nepotismo imperante en
la Curia, a mejorar las costumbres en la Santa Sede y a hacer la guerra a los turcos.
11.Clemente VII, destacamos de su reinado fue su mecenazgo como defensor de las artes.
Bien conocida es la relación entre el papa y Miguel Ángel, el cual recibió los encargos
del primero para la construcción de la Biblioteca Laurenciana en Florencia y la bóveda de
la Capilla Sixtina en Roma.
12.Inocencio VIII, Entre sus primeras medidas estuvo la organización de una cruzada
contra los turcos. Su llamada a los monarcas cristianos resultó infructuosa porque estos
andaban enzarzados en luchas entre sí.

7. De todos los papas estudiados, ¿cuál fue el más destacado según su opinión y por
qué?
8. ¿Qué dice el autor sobre el Renacimiento?
La expresión «papas del Renacimiento» hace que asome una Sonrisa burlona en el rostro
de la gente, como para indicar que ya saben la clase de sinvergüenzas que eran. Y de
inmediato acude a la mente el nombre de los Borgia, a quienes los libros de texto gustan
de describir como los que movieron a Lutero a denunciar a la institución como una
sentina de vicio, y a los papas como el mismísimo anticristo. Pero la expresión también
hace que asome otro tipo de sonrisa en el rostro de los historiadores del arte: una sonrisa
de satisfacción. Y es que desde mediados del siglo XV hasta mediados del XVII, los
papas, sus familiares y otras personas de su entorno se contaban entre los más preclaros y
pródigos mecenas de las artes de todos los tiempos. También es cierto que tuvieron la
fortuna de contar con imponentes genios como Rafael, Miguel Ángel, Bernini o
Caravaggio. Y por si no bastara con estos nombres, recordemos que contaron también
con Botticelli, Signorelli, Perugino, Pinturicchio, Pietro da Corotona, Bramante,
Borromini y otra serie, aparentemente interminable, de artistas, arquitectos, ingenieros y
urbanistas dotados de un talento superlativo. Fueron ellos quienes convirtieron a Roma
una ciudad poseedora de un tesoro artístico incomparable. Aunque los aspectos más
escabrosos del papado en esa época hayan sido exagerados, lo que resulta casi imposible
de exagerar es lo conseguido en el aspecto cultural.
9. ¿Con cuáles personajes se enfrentó cada papa?
1.Martin V,
2.Eugenio IV
3.Félix V
4.Nicolas V
5.Pio II
6.Sixto IV
7.Julio II
8.Calixto III
9.Alejandro VI
10.Pablo II
11.Clemente VII
12.Inocencio VIII
10.
Según su opinión, ¿Cuál fue el papa que mejor refleja la época del “Papado
restaurado” y por qué?
Considero que fue el papa Martin V, ya que a pesar de que Roma, nunca fue fácil de
gobernar ni proteger, había sido desatendida y prácticamente abandonada durante todo un
siglo debido a la caída del imperio romano, decidido a devolver y restaurar el papado a
Roma.
11. Según su opinión, ¿Cuál fue el papa que mejor refleja la época del “Renacimiento”
y por qué?
Sixto IV por ser considerado uno de los principales artífices del Renacimiento. Fue
mecenas de una serie de artistas de la mayor importancia de su tiempo, a los que ordenó
la construcción de la Capilla Sixtina, que recibe el nombre en honor a él. Además, mandó
restaurar iglesias por toda Roma, y sentó las bases de la colección artística de los Museos
Capitolinos.

El papado restaurado

MARTIN V, enérgico, competente y políticamente astuto, vivía con relativa


sencillez, a pesar de pertenecer a una de las grandes familias de la nobleza romana.
No obstante, hacía amplio uso (en ocasiones brutal) del prestigio y el poder
familiares cuando convenía a sus propósitos. Estaba firmemente decidido a
devolver el papado a Roma, sede de su familia y más importante aún, sede de San
Pedro. Para muchas personas, la decisión de regresar no era un resultado
predecible. Roma, que nunca fue fácil de gobernar ni proteger, había sido
desatendida y prácticamente abandonada durante todo un siglo. Sus
infraestructuras se habían vistos enormemente deterioradas, las iglesias y los
edificios públicos se encontraban en pésimo estado, y su entorno rural se había
convertido en un nido de maleantes. Además, los Estados Pontificios, que suponían
para la ciudad su primera línea de defensa, estaban controlados por señores locales
e incluso, en ocasiones, por soldados de fortuna advenedizos, como Braccio da
Montone, que dominaba una gran parte del territorio. La propia Roma se
encontraba ocupada por tropas napolitanas, lo cual obligó a Martín a negociar su
entrada en la ciudad en compañía de la reina Juana II. Con Martín comienza el
lento proceso por el que los papas se convencen de que ya no pueden seguir
confiando en contar con la protección de príncipes extranjeros. Lo habían intentado
muchas veces, y otras tantas habían fracasado, pues los supuestos se habían
convertido. en sus señores. Ahora tratarían de confiar en sí mismos, estableciendo
un firme control sobre los Estados Pontificios e incrementando la fuerza de su
ejército. Comenzarían a considerarse cada vez más a sí mismos y a (página 185)
ser considerados por los demás como monarcas en toda la extensión de la palabra.
Lo cual no era precisamente una novedad, pero si resultaba ahora más obvio,
deliberado, programático y con mayores posibilidades de éxito. Martín recorrió
lentamente el trayecto desde Constanza hasta Roma, negociando y amenazando
aquí y allá, hasta que finalmente el 28 de septiembre de 1420, dos años después de
haber clausurado el concilio entró en la ciudad. Antes de que pudiera hacer mucho
más, tuvo que someter a Braccio, cosa que consiguió cuando sus fuerzas lo
derrotaron en 1424. Cinco años después tuvo que reprimir en los Estados
Pontificios una grave revuelta encabezada por Bolonia. Mientras tanto, no dejó de
prestar atención a la reconstrucción de la ciudad, lo cual marca el inicio del
renacimiento arquitectónico de Roma. La restauración emprendida por Martín fue
proseguida de manera aún más enérgica, si cabe, por sus sucesores, que a mediados
del siglo XVII ya habían configurado en esencia la Roma que conocemos hoy.
Aunque el papado siguió padeciendo muchas vicisitudes, tanto el papa como la
ciudad de Roma estaban camino de lograr una nueva estabilidad. Martín mostró su
capacidad organizativa en su forma de gobernar la curia y en nombrando
cardenales a hombres capaces y rectos, sobre los cuales, por otra parte, supo
mantener un estricto control. Como varios de sus predecesores, deseaba mejorar las
relaciones con la Iglesia de lengua griega y, aunque se quedara en mero proyecto,
accedió incluso, en principio, a celebrar un con-cilio en Oriente. Apoyó al
carismático predicador franciscano san Bernardino de Siena contra sus detractores.
Denunció la violenta predicación antijudía y prohibió, bajo pena de excomunión
automática, bautizar por la fuerza a los niños judíos. Hizo la mayoría de las cosas
que debían hacerse, pero gobernó con mano de hierro, dado que la riqueza y las
relaciones de su familia se lo permitían. A su vez, Martín favoreció a sus familiares
a base de concesiones de tierras y otros beneficios, lo cual alimentó el
resentimiento contra ellos y contra él mismo. Aunque elegido por el concilio, era
tan ardiente defensor de las prerrogativas tradicionales del papado como cualquiera
de sus predecesores. Sin embargo, se consideraba obligado por el decreto de
Frequens. Justamente cinco años después de la clausura del (página 186) Concilio
de Constanza, convocó un nuevo concilio que habría de celebrarse en Pavía cerca
de Milán en abril de 1423, aunque la peste obligo al concilio a trasladarse a Siena.
Martin temiendo el sentimiento anti papal decidió no aparecer por el concilio dado
que la asistencia al mismo fue un tanto escasa, pudo clausurarlo en febrero de 1424
sin que hubiera llegado a grandes conclusiones. Los obispos no estaban dispuestos
a pasarse varios meses fuera de casa para celebrar unos encuentros que no urgían
en lo más mínimo. _,.. 14 Pavía-lo nictS término al Concii: siena, el papa decretó
que, en conformidad. Sin embargo, antes de poner término al concilio de Pavía
Siena, el papa decreto que en conformidad con Frequens, en 1431 (siete años
después) debía celebrarse otro concilio, para el cual designó a Basilea como sede.
Martín convocó en su momento dicho Concilio de Basilea, pero febrero de 1431,
cinco meses antes de que el concilio iniciara sus sesiones. Después de sus
exequias, los cardenales se reunieron en la iglesia a de los dominicos de Santa
María sopra Minerva, en el centro mismo de Roma, y eligieron papa al cardenal
Gabriele Condulmaro, un veneciano, sobrino del papa Gregorio XII, que adoptó el
e nombre de Eugenio IV. El nuevo papa tendría un largo y tormentoso pontificado
(1431-1447). Piadoso hombre de Iglesia, a quien su tío, siendo papa, favoreció
abiertamente concediéndole desde muy pronto honores eclesiásticos, carecía de la
sutileza de su predecesor a la hora de abordar los complicados problemas que se le
presentaban. Además, carecía en Roma de la base política de que había gozado
Martín para sentirse apoyado en momentos de crisis. Su pontificado, en última
instancia, tuvo un desenlace aceptable, pero casi puede decirse que más a pesar de
Eugenio que gracias a él. Al igual que Martín, recelaba enormemente de los
concilios, uno de los cuales había forzado a su tío a renunciar. Su pontificado, sin
embargo, sería definido primero negativamente por el Concilio de Basilea) y
después positivamente por el Concilio de Florencia. A la vez que empezaba a
tomar medidas referentes al Concilio Basilea, a cientos de kilómetros de distancia,
se enfrentaba en Roma con la familia Colonna a algunos de cuyos miembros
Martín forzó torpemente a renunciar a vastos territorios que Martín les había
concedido, intentando también de actuar en contra de los partidarios de los
Colonna de otras muchas maneras. Aunque tal (página 187) vez fuera digno de
elogio lo que intentaba hacer, lo cierto obró de un modo excesivamente
apresurado, duro y apresurado. Aquello incomodo enormemente a los Colonna y
sus aliados, los cuales, al ser muy poderosos ocasionaron a Eugenio todas las
dificultades que pudieron, que eran muchas. Dos años después de su elección, la
situación de Eugenio Roma se había hecho desesperada. En mayo de 1434 estalló
rebelión abierta contra él, que trató de huir de la ciudad tan malamente disfrazado
que la gente enseguida lo reconoció y comenzó a arrojarle piedras y frutas podridas
hasta que finalmente consiguió escapar. Ya había perdido el control de los Estados
Pontificios, ocupados ahora por las tropas de Francesco Sforza en nombre de
Filippo Maria Visconti, duque de Milán. Eugenio no podía, por tanto, buscar
refugio en ciudades papales como Viterbo y Orvieto, por lo que tuvo que recurrir a
la compasión de Cosimo de Medici, en Florencia, que lo acogió como refugiado'
distinguido. Y en Florencia residiría durante los nueve años siguientes, hasta 1443.
Mientras se desarrollaban estos dramáticos hechos, Eugenio se encontraba cada
vez en más apuros en relación con el concilio, cuya necesidad no veía en absoluto
y cuya capacidad de ocasionarle problemas le aterrorizaba. Mientras tanto,
prosiguió las conversaciones iniciadas por Martín con Constantinopla, que de
nuevo miraba hacia Occidente en busca de ayuda contra los tur-cos otomanos que
amenazaban a la ciudad. Cuando el concilio se inauguró oficialmente en Basilea en
julio de 1431, la asistencia al mismo fue tan pobre que no pudo celebrar su primera
sesión formal hasta el 14 de diciembre. Aquellos meses de inactividad le
proporcionaron a Eugenio la excusa que necesitaba, y el 18 de diciembre disolvió
el concilio, al tiempo que prometía la celebración de otro en Bolonia dieciocho
meses después, al que asistirían los griegos y que él presidiría personalmente. La
precipitada acción de Eugenio constituyó un rotundo fracaso, pues conmocionó
una oleada de protestas los padres conciliares y desencadenó al concilio del que
hasta entonces había carecido o cual suscitó en todas Frequens ' proporcionó l hasta
entonces había carecido. Haec Sancta y Frequens proporcionó a los reunidos en
Basilea un profundo sentido de autoridad y el concilio se negó a disolverse; más
aún incrementó el número de asistentes. Para entonces, Eugenio había (página
188) perdido incluso el apoyo de sus cardenales, quedándose únicamente con seis
de los veintiunos que hasta entonces le habían apoyado. trató entonces de dar
marcha atrás, pero no del todo, lo cual hizo que creciera aún más la indignación.
Finalmente, recibió un ultimátum hizo del concilio, que le amenazaba con entablar
un proceso judicial contra si no se presentaba cuanto antes. Durante breve un
tiempo, pareció como si estuviera gestándose un nuevo cisma, cosa que
únicamente pudo evitarse gracias a la intervención y la mediación en el concilio
del emperador Segismundo. Eugenio agobiado ahora de problemas en Roma y en
los Estados Pontificios, se hallaba entre la espada y la pared. Por eso tuvo que
reconocer, y en unos términos sumamente humillantes la legitimidad del concilio y
rescindir la bula de disolución. El concilio de Basilea empezó inmediatamente a de
adoptar la postura de un conciliarismo radical, según el cual el concilio gozaba de
primacía frente al papa. Basilea había ganado el primer asalto: una victoria que no
hizo sino incrementar su sensación de poder. Constanza había considerado la
reforma de la iglesia 《en su cabeza y en sus miembros en cuestiones tanto de te
como disciplinarias》 como uno de sus tres principales objetivos. Pero únicamente
había sido capaz de abordar la reforma en 1418, cuando el concilio estaba ya
finalizando. Ahora Basilea comenzó a asociar la reforma con la venganza. El 9 de
junio de 1435 abolió en toda la cristiandad casi todos los impuestos pontificios,
incluidos los annates, y prohibió el cobro de todo tipo de tarifas por los
documentos oficiales emitidos por la curia: era la reforma de «la cabeza». Eugenio
condenó inmediatamente tales medidas y envió una protesta solemne a los
príncipes cristianos. El concilio y el papa se hallaban, pues, en pleno
enfrentamiento. Pero lo que acabó dividiéndolos de veras fue la posibilidad de una
unificación con la Iglesia griega. Eugenio estaba en contacto con el emperador
Juan VII, el Paleólogo, pero también lo estaba el concilio. El 7 de septiembre de
1434, el concilio emitió un decreto por el que hacía saber que el emperador y el
patriarca de Constantinopla habían recibido a unos enviados del concilio, y que los
griegos habían nombrado tres delegados para que asistieran al mismo, los cuales
llegaron a Basilea y manifestaron su deseo de lograr la unificación. El concilio
sugirió varias (página 189) ciudades como posibles sedes de un concilio de
unificación, pero excluyó a Florencia y a Módena, que habían sido propuestas por
Eugenio. Los griegos, sin embargo, preferían las ciudades que proponía el papa,
porque tenían más fácil acceso a ellas, y lo que es más importante aún, porque eran
conscientes de que para la unificación funcionase, tenía que efectuarse bajo los
auspicios del obispo de Roma. Al fin había llegado el momento de Eugenio,
transfirió el concilio a Ferrara, importante ciudad de los estados pontificios que se
hallaba ya bajo control, y los griegos acudieron a ella. Después de seis meses,
mientras la peste se extendía por la región y los fondos estaban a punto de
agotarse, Eugenio transfirió nuevamente el concilio en esta ocasión a Florencia,
una vez que Cosimo hubo aceptado contribuir a financiarlo. De este modo, había
asestado un golpe mortal a Basilea, y aunque algunos obispos permanecieron en
dicha ciudad, esta había perdido su atractivo. La perspectiva de un concilio de
unificación, legítimamente convocado por el papa, era realmente atrayente, y la
posibilidad de otro cisma inspiraba auténtico horror. El contingente, todavía
bastante numeroso, que aún permanecía en Basilea suspendió a Eugenio en enero
de l438, lo declaró depuesto al año siguiente y eligió a Félix V para sucederle. Los
franceses siguieron todavía por algún tiempo apoyando a Basilea, pero, a medida
que Florencia avanzaba hacia su feliz conclusión, Basilea se veía prácticamente
reducida a la insignificancia. Los griegos llegaron a Ferrara, y posteriormente a
Florencia, con toda su fuerza, encabezados por el propio emperador Juan, que llevó
consigo a José, el patriarca de Constantinopla. La delegación en pleno de obispos,
teólogos, notarios y demás miembros ascendía a unas setecientas personas. De esos
setecientos 《 griegos 》 , unos doscientos no eran propiamente tales, porque la
delegación incluía, por ejemplo, al metropolita de Kiev y a obispos de Georgia.
Con sus exóticas (a ojos occidentales) vestimentas y sus formas y cantos litúrgicos
diferentes, fascinaron incluso a los refinados florentinos. En comparación con
ellos, la representación latina parecía pequeña y falta de brillo: tan solo unos cien
obispos, apoyados obviamente, por numerosos teólogos y acompañantes. Pero el
papa estaba entre ellos, lo cual daba a la asamblea un sello de autenticidad (página
190) Tanto él como José estuvieron presentes en las sesiones celebradas en la
catedral, junto al magnífico campanile (campanario) del Giotto. Florencia refulgía
con el prístino brillo de su Renacimiento literario y artístico. El concilio produjo un
profundo impacto cultural en Occidente al desencadenar un nuevo entusiasmo por
la literatura y la filosofía griega. Con la excepción de unos cuantos grupos
dispersos aquí y allá, el conocimiento de la lengua griega prácticamente se había
reducido a la nada en Occidente. Lo que los estudiosos medievales sabían de la
cultura griega lo habían conocido a través de traducciones al latín. Pero las cosas
comenzaron a cambiar rápidamente. Cosimo de Medici, por ejemplo, encargó la
primera traducción al latín de las obras de Platón, como consecuencia directa del
impacto que el concilio le había producido. Pues el emperador Juan quien impulsó
la búsqueda de la unificación. Como siempre, la piedad sincera se hallaba
mezclada con las exigencias políticas, y él necesitaba imperiosamente la ayuda
militar de Occidente contra los turcos. Los obispos griegos no sentían tanta
urgencia al respecto, pero muchos de ellos, por muy semejantes motivos, deseaban
que el concilio tuviera éxito. El patriarca José, ya bastante anciano y con muy
precaria salud, ya bastante anciano y con muy precaria salud, falleció justamente
cuando concluyó el concilio, siendo enterrado en Florencia. Aunque su liderazgo
había sido débil, los griegos trataron de no perder terreno y no se mostraron
dispuestos a la unificación a cualquier precio. El concilio se centró en cuatro
puntos que ya tenían tras de sí una larga historia: primero, ¿era la primacía papal
una primacía de honor o de jurisdicción?; segundo, el filioque: procedía el Espíritu
Santo del Padre y del Hijo o del Padre a través del Hijo?;tercero, existía en la otra
vida venidera un estado conocido como purgatorio» ?; y cuarto, hay que emplear
en la Eucaristía pan sin levadura o pan ázimo? En este último asunto, que parece
trivial pero que tenía que cargar con un peso simbólico de siglos, el Concilio
adoptó un compromiso sensato y obvio: Occidente podía legítimamente seguir
empleando pan ázimo, y Oriente pan con levadura. El purgatorio era una doctrina
desarrollada en Occidente al unísono con la evolución del tema de las indulgencias,
pero no se había desarrollado en Oriente. No obstante, los griegos encontraban en
su propia tradición base suficiente como para (página 191) secundarla. Los
griegos, por último, aceptaron que el espíritu procedía tanto del Padre como del
hijo de acuerdo con la explicación que al respecto se ofrecía en el decreto. El gran
obstáculo, por supuesto, lo constituía la autoridad del papado. A algunos griegos
les convencieron las argumentaciones presentadas mientras que otros simplemente,
cedieron a la presión. En cualquier caso, alcanzaron un acuerdo sobre la afirmación
extraordinariamente fuerte: la de que el papa gozaba de 《pleno poder para vigilar,
presidir Y gobernar la iglesia entera》. Fue aquel para Eugenio el momento de su
más sonado triunfo. Finalmente, el 6 de julio de 1439 se promulgó la bula de
unificación Laetentur coeli («; Regocíjenselos cielos!). Los griegos partieron, pero
se negociaron ulteriores reuniones con los armenios en 1439, con los coptos en
1442, con los sirios en 1444 y con los caldeos y maronitas en 1445. La unificación
con los griegos, sin embargo, quedó agua de borrajas. Incluso en Florencia,
muchos griegos se habían limitado a apoyaron el decreto con bastante tibieza, a
regañadientes y puede que cruzando los dedos. Cuando la delegación regresó a
Grecia, fue recibida, especialmente por los monjes, con agrias acusaciones que
hablaban de vergüenza y de traición. La espera de ayuda económica, política y
militar de Occidente nunca llegó. Constantinopla cayó en poder de los turcos en
1453, menos de quince años después de que concluyera el concilio. La tragedia de
la caída de Constantinopla no había sucedido aún, sin embargo, cuando Eugenio
regresó a Roma en 1443, cosa que pudo hacer gracias, por una parte, al enorme
prestigio que había supuesto para él el concilio y, por otra, a un cambio favorable
producido en la política del reino de Nápoles. La cruzada que organizó aquel
mismo año para ayudar a los griegos acabó en un verdadero desastre, pero, por lo
demás, los últimos años de su pontificado, en llamativo contraste con los primeros,
fueron bastante tranquilos y exitosos. Finalmente falleció en 1447, aunque el
antipapa de Basilea, Félix V, únicamente presentó su renuncia, en 1449, al sucesor
de Eugenio, Nicolás V, el cual la aceptó cortésmente, nombró cardenal a Félix e
incorporó a varios de los cardenales de este a su propio colegio cardenalicio,
cerrando así el cisma de una manera enormemente tranquila. (página 192) La
fortuna le sonrió a Nicolás V. Elegido candidato de compromiso demostró ser el
Pontífice hábil y conciliador que se requería después de tan tormentosos años. En
su juventud, había ejercido como tutor de los hijos de algunas de las principales
familias de Florencia, incluidos los Medici, lo cual supuso para él una serie de
estimables relaciones en la ciudad. Durante el concilio de Florencia le causó una
impresión muy favorable a Eugenio que le hizo cardenal un año antes de morir. En
parte el éxito diplomático y político de sus primeros años como papa se lo debía
Nicolás al hecho de que no había sido cardenal el tiempo suficiente como para
verse enredado en las rivalidades entre sus homólogos. Nicolás declaró el año 1450
como año jubilar, logrando con gran éxito, pues fueron muchos miles los
peregrinos que dieron a la ciudad, lo cual complació lógicamente a los
comerciantes y contribuyó a linear las exhaustas arcas del papa. El acontecimiento
más significativo de aquel año fue la canonización de Bernardino de Siena, que
alegró especialmente a los peregrinos italianos que le habían oído predicar. El
jubileo incrementó el prestigio tanto del papado, que tan dañado se había visto a lo
largo del siglo que desembocó en el concilio de Florencia, como de la ciudad de
Roma, vista ahora por los peregrinos como bastante mejor de lo que su reputación
como cueva de ladrones daba a entender. Los fondos procedentes del jubileo
proporcionaron al papa dinero suficiente para reparar el acueducto que llevaba a
Roma el agua que acabaría fluyendo en la afamada Fontana di Trevi. Con el
pontificado de Nicolás, la riqueza de la ciudad mejoró significativamente, y
seguiría haciéndolo, aunque no sin altibajos, con el paso de las décadas. Nicolás es
recordado, sobre todo, por su mecenazgo cultural. Profundamente piadoso, era
también profunda y ampliamente culto. Hizo que la biblioteca papal fuera
trasladada a Roma desde Avignon. Invitó a innumerables estudiosos a su corte para
traducir al latín a autores cristianos y a los griegos clásicos. De ese pudo añadir
unos 1.200 manuscritos griegos y latinos a la colección, lo cual le convierte en el
auténtico creador de la Biblioteca vaticana. Elegido en la festividad de santo
Tomás de Aquino, inició la costumbre de tener todos los años, en la iglesia de
Santa María Sopra Minerva, una celebración litúrgica del santo que llego (página
193) a constituir el más solemne acontecimiento en Roma fueron los Imites del
Vaticano. A petición suya Fra Angélico dominico florentino pintó los frescos de
una pequeña capillano: el primer signo de que Roma iba a suceder a Florencia
como Ciudad renacentista por excelencia. Dado que el palacio de Letrán se
encontraba en un estado deplorable, Nicolás se instaló en el Vaticano y se dispuso
a restaurar el Borgo, la zona en torno al mismo. Sus planes para dicha zona no
pasaron en su mayoría, de ser meros planes; pero él había establecido un
precedente: el Vaticano desplazó a Letrán como residencia habitual de los papas
una tradición que ha perdurado hasta nuestros días. En 1452, Nicolás coronó como
emperadora Federico II en San Pedro, última coronación imperial que tendría lugar
en Roma. Fue aquel un nuevo triunfo para el papa, aunque al año siguiente
descubrió un complot para asesinarle, lo cual revelaba que, por debajo de la
aparente tranquilidad, en Roma aún bullía el malestar. El presunto asesino, Stetano
Porcaro, soñaba con librar a la ciudad del gobierno del papa y establecer en su
lugar una república. La caída de Constantinopla aquel mismo año le produjo a
Nicolás una enorme tristeza, puesto que con ello llegaba a su final, tanto para el
papado como para la Iglesia cristiana, una era que había comenzado más de un
milenio antes, con el acceso al trono imperial de Constantino el Grande y el
traslado de la capitalidad de Roma a la ciudad del Bósforo (página 194). Los
papas del renacimiento: La expresión «papas del Renacimiento» hace que asome
una Sonrisa burlona en el rostro de la gente, como para indicar que ya saben la
clase de sinvergüenzas que eran. Y de inmediato acude a la mente el nombre de los
Borgia, a quienes los libros de texto gustan de describir como los que movieron a
Lutero a denunciar a la institución como una sentina de vicio, y a los papas como
el mismísimo anticristo. Pero la expresión también hace que asome otro tipo de
sonrisa en el rostro de los historiadores del arte: una sonrisa de satisfacción. Y es
que desde mediados del siglo XV hasta mediados del XVII, los papas, sus
familiares y otras personas de su entorno se contaban entre los más preclaros y
pródigos mecenas de las artes de todos los tiempos. También es cierto que tuvieron
la fortuna de contar con imponentes genios como Rafael, Miguel Ángel, Bernini o
Caravaggio. Y por si no bastara con estos nombres, recordemos que contaron
también con Botticelli, Signorelli, Perugino, Pinturicchio, Pietro da Corotona,
Bramante, Borromini y otra serie, aparentemente interminable, de artistas,
arquitectos, ingenieros y urbanistas dotados de un talento superlativo. Fueron ellos
quienes convirtieron a Roma una ciudad poseedora de un tesoro artístico
incomparable. Aunque los aspectos más escabrosos del papado en esa época hayan
sido exagerados, lo que resulta casi imposible de exagerar es lo conseguido en el
aspecto cultural. Y no deja de ser bastante curioso que exista una conexión entre
ambas cosas, algo que únicamente se percibe con claridad cuando se comprenden
los problemas que los papas tuvieron que afrontar y las soluciones que adoptaron
para resolverlos. El primero y más apremiante era el ya viejo problema de la
seguridad, tanto de su persona como de la Ciudad. (página 195). El problema se
extendía a los Estados Pontificios primera línea de defensa. Lo cual no significa
negar que los papas explotaran la ciudad los mencionados Estados para enriquecer
a sus familiares y amigos. Pero cuales fueran los motivos que pudieran intervenir
en un determinado momento, el conseguir un eficaz control militar y político de los
Estados Pontificios fue siempre motivo de preocupación para los papas durante
este periodo. Los papas, sin embargo, no gozaban de en una posición lo bastante
sólida para obtener dicho control. A diferencia de la mayoría parte de los
gobernantes de Europa en aquella época, llegaban al trono mediante una elección.
El fallecimiento de un papa, por lo tanto, suponía una crisis para la institución. Los
papas, casi invariablemente, eran elegidos cuando se encontraban ya en la última
década de su vida, por lo que su pontificado solía ser bastante breve. Ya partir de
esta época en adelante, rara vez habían nacido en la ciudad o incluso en la región
de Roma, por lo que tenían que hacer valer su autoridad cuanto antes o, de lo
contrario, ya no lo conseguirían nunca. Dado que muchas veces no sabían en quién
podían confiar volvían sus ojos hacia su propia familia, lo cual no era nada nuevo
porque el nepotismo llevaba muchos siglos siendo un mal endémico del papado.
Lo realmente nuevo a este respecto en el Renacimiento era la existencia de una
serie de sobrinos enormemente corruptos y a medida que el papado iba haciéndose
más seguro y próspero, la prodigalidad con que los papas derrochaban sus
lucrativos favores sobre toda clase de personas, dignas o indignas. Después del
desastre de Basilea, los papas empezaron a mostrarse más recelosos de los
concilios que de la supuesta amistad de los príncipes. A los papas del
Renacimiento les resultaba muy conveniente, y así lo hicieron, olvidarse de
Frequens. Los juramentos que se veían obligados a pronunciar antes de que
comenzarán las votaciones en el ónclave incluían a veces la mesa de convocar un
concilio si eran elegidos; pero ningún papa una vez elegido, se sintió obligado a
cumplir semejante promesa. Pío lI, Sixto IV y Julio II, además, promulgaron bulas
por las que prohibían apelar a un concilio pasando por encima del papa. Los papas
llevaban tanto corona como mitra. A medida que recelaban más de los príncipes,
fueron radamente en príncipes ellos mismos, en parte a modo de (página 196).
Auto defensa, y en parte otros motivos menos dignos. El prestigio de la corte papal
adquirió nueva importancia lo cual significaba un emplazamiento adecuado, una
ciudad que le otorgará el debido crédito. De este modo, la defensa, la restauración
y la ornamentación de Roma se convirtieron en una prioridad capital para los papas
del nacimiento. Aunque tal empresa, respondía a motivos políticos, no podía
disociarse del celo de los papas por honrar a Dios y a los santos con lo mejor que el
talento humano era capaz de producir. Hacía ya mucho tiempo que Constantino
había puesto el listón, bastante alto, por cierto. Como el prior general de los
agustinos, Giles de Viterbo, decía del nuevo San Pedro cuando estaba siendo
construido: «Ojalá se alce sobre este mundo para ser un espléndido edificio en el
que Dios pueda ser más gloriosamente alabado». Los tres papas que sucedieron a
Nicolás V hicieron relativamente poco por promover las artes, y en ciertos aspectos
casi no parecen 《 papas renacentistas 》 , Calixto III, que únicamente ocupó el
papado durante tres años, fue otro candidato de compromiso y, lo que es realmente
sorprendentemente, español. Con una determinación extremadamente falta de
realismo, ardía en deseos de recuperar Constantinopla, para lo cual trató de
promover una cruzada. Fue el primer papa Borgia, y se le recuerda sobre todo por
haber concedido el cardenalato a su joven sobrino Rodrigo, el primer paso que
habría de conducir al papado al futuro y tristemente célebre Alejandro VI. Pio lI
(1458-1464), el sucesor de Calixto era un papa completamente diferente, y el único
del que puede verdaderamente sé que era un destacado hombre de letras. Había
hecho una carrera eclesiástica bastante accidentada, pues, entre otras cosas, había
sido secretario de Félix V, el antipapa de Basilea. Como papa, y al igual que a
Calixto, le obsesionaba la idea de organizar una cruzada para recobrar
Constantinopla; pero, también como Calixto, fue incapaz de aunar a reyes y
príncipes para abordar semejante empresa. A pesar de sus antecedentes, apenas
hizo nada por promover el programa cultural y artístico que Nicolás había puesto
en marcha. Pablo II (1464-1471), sobrino de Eugenio IV, siendo cardenal se hizo
construir como residencia personal el Palazzo Venezia, que, hoy sigue siendo uno
de los grandes monumentos del centro (página 197). de Roma. Pero, una vez que
llegó al papado, tampoco hizo demasiado por la vida cultural de la ciudad y, de
hecho, fue acusado, aunque injustamente, de reprimirla. Los turcos estaban
ejerciendo una fortísima presión sobre Hungría, y Pablo no pudo hacer mucho más
que proporcionar asistencia económica contra ellos. Fue un pontificado, en suma,
de escasa importancia. No puede, ciertamente, decirse lo mismo de Sixto IV (1471-
1484), Francesco della Rovere, uno de los grandes enigmas de la historia del
papado. Los valores que parecía defender antes de acceder al papado contrastan tan
abiertamente con su actuación como papa que casi parece que se trata de dos
personas diferentes. Nacido en una familia relativamente próspera de Savona,
ingresó siendo un adolescente en la orden franciscana, donde hizo una brillante
carrera como teólogo y predicador y llegó a ser elegido en 1464 superior general
de la orden. Tres años después, era cardenal; cuatro años, después papa. Fue
elegido papa de compromiso justamente por el margen de los dos tercios
requeridos: doce votos de dieciocho. Nuevo en el colegio cardenalicio, estaba por
encima de las distintas fracciones y tenía fama entre los demás cardenales, de ser
austero y culto y con dotes para el gobierno. Pero algo ocurrió, como no podía ser
menos, y las primeras señales se manifestaron durante el mismo cónclave, debido a
las intrigas de su sobrino Pietro Riario, que actuaba como su asistente y que
prometía favores y prebendas a los cardenales que votaran por su tío. Durante los
primeros años del papado de Sixto, Pietro, ambicioso y carente de escrúpulos, llegó
a ser conocido como el 《tutor》del papa, el hombre que instruía a su tío en los
esquemas por los que se regía el mundo. Ya fuera por la influencia de Pietro o por
cualquier otra razón, lo cierto es que el nuevo papa formado durante su juventud en
la austeridad y la ritualidad de la Regla de san Francisco no tardó en dar muestras
de un materialismo y una crueldad que sorprendió y llegó incluso a hartar a sus
contemporáneos. Apenas se había hecho el recuento de los votos cuando el nuevo
papa nombró cardenales al Pietro y a otro joven sobrino Gruliano della Rovere
(futuro papa Julio II), a beneficios. Más tarde nombraría también cardenales a otros
cuatro sobrinos, los cuales, junto con otros treinta individuos a los que instaló en el
Colegio cardenalicio, dieron comienzo a una (página 198).

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