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Fiedler de La Esencia Del Arte
Fiedler de La Esencia Del Arte
El arte verdadero nos libera siempre de todo lo que la vida pu- Tanto la historia como las biografías nos dan el más claro
do habernos atado como carga, y nos conduce directamente de ejemplo del fracaso de una interpretación científica de la vida;
retorno a la naturaleza; nos ayuda a retornar hacia nosotros mediante ella, el espíritu humano llega muy pronto a los lí-
mismos, o mejor dicho, nos obliga a ello, si es que queremos mites de lo posible y espontáneamente se ve obligado, puesto
comprenderlo. No es la distracción o desviación de nuestro que este órgano le falla, a utilizar otro órgano para apoderarse
pensamiento lo que en definitiva le debemos, sino la máxima de la vida. Es entonces cuando aparece el arte. Pero previa-
concentración y aguzamiento de nuestra capacidad intelectual mente es necesaria la conciencia de que el conocimiento cien-
frente al mundo. No nos conduce a un terreno que esté fuera tífico tiene sus límites naturales; sólo entonces la actividad
del mundo y nos haga olvidar los dolores de éste, sino que artística aparecerá como lo que es, es decir, como uno de los
eleva nuestra naturaleza por encima de la presión del mundo, medfos dados al hombre para apropiarse del mundo. Y será
hacia la contemplación y la comprensión de ese mundo. (A entonces, asimismo, cuando lo que ahora parece ser esencial
Hildebrand, 23 de febrero de 1875). en las obras de arte -su existencia como adornos del mundo--
desaparecerá del primer plano y será considerado como algo
secundario. (Escritos II, 36-37).
Comprender una individualidad artística es mucho más difícil Todo arle es desarrollo de imágenes, así como toda ciencia es
que comprender la de un pensador o la de un investigador; por- desarrollo de conceptos. (Escritos II, 40).
que éstos hablan el idioma que hablan todos, y aquélla se
distingue precisamente de los demás por hablar otro idioma.
(Escritos II, 85).
El arle no es una falsificación de la experiencia, sino una am-
pliación de ella.
El pensador siempre le reprochará al artista, y éste siempre a
M/is que n menudo se ha dicho que el arte es un idioma. ¿Qué aquél, que no comprende el mundo; y ambos tendrán razón.
,.,, empero, lo que expresa? El espíritu de una época, de una (Escritos II, 95).
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Es índice de un criterio confuso, y capaz de confundir, el atri- cados deban su significación momentánea a su tendencia
buir a la actividad artística del espíritu humano todas aquellas idealista; mas aun los grandes idealistas deberán su valor
fantasías que la mente humana produce y que, en su calidad duradero al núcleo realista de sus producciones. (Escritos 11,
de inventos, no caben entre los resultados del pensamiento 104).
exacto. (Escritos II, 39).
Puede ser que, en buena parte, pensadores y artistas desla- La apariencia artística es realidad en tan grande, o tan pe-
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inagotable de cultura para el mundo. Para el artista, en cam- ciéndolo de esa manera con una nueva manera de contem-
bio, que está llamado a cosas grandes, deben ser un punto de plarlo. Tales fenómenos siempre tienen que enfrentar una
vista superado. (Escritos II, 54). fuerte oposición porque, por su mera presencia, destruyen
muchas cosas; juzgar si son significativos o no es infinitamente
difícil, y sólo pueden hacerlo quienes dominen un vasto pano-
¿Qué es Jo que caracteriza a una gran época en el arte? No rama. ( Escritos II, 55).
otra cosa que la abundancia de verdad artística que se produce
en ella. Por ello la nueva época del arte fundada por Canova
y David, por Carstens y Cornelius, no es tal época del arte; El artista puede llegar al martirio del mismo modo que el
porque en ella se persiguen fines completamente distintos y investigador, y por la mjsma causa; porque el verdadero artis-
el talento esencialmente artístico es escaso. Por otra parte, la ta, igual que el genuino investigador, ¿qué otra cosa hacen
falta de sostén artístico íntimo en tales épocas queda demos- sino predicar al mundo su convicción, a su manera? Y si el
trada por la pronta aparición de otras tendencias, para las que mundo no quiere prestar oídos a su verdad, se perderá y
son válidas otras metas extra-artísticas de todo tipo. (Escri- cederá el campo a aquellos que sacrifican sus convicciones
tos II, 117-118). -si es que tienen alguna- a los deseos y a las modas del
mundo. Quizás sea Rembrandt el mejor ejemplo de esta afir-
mación. ( Escritos II, 134).
Lo que se llama el ideal de un artista, no es una naturaleza
corregida conscientemente de acuerdo con reglas ( es suma-
mente instructivo ver cuán malhadados son los resultados de Al exigirse una relación entre las artes plásticas y la vida
tales intentos), sino que es la manera, fundada en su sin~ula- pública, se demuestra que las obras de arte sólo se consideran
rísima esencia, de contemplar la naturaleza, de apropiarse como instrumentos para la utilidad o el placer. Se cree que
de ella, de someterla a su penetración artística y de represen- se le hace un honor especial al arte al asignarle un lugar entre
tarla, correspondientemente, en sus obras. Precisa~ente aque- los elementos de la función pública. Y es precisamente con ello
llo que, según las teorías más corrientes, se considera como con Jo que se le quita dignidad, porque de esa manera se ig-
producto de la reflexión consciente, tiene sus raíces en las nora completamente su valor intrínseco, que es la justificación
profundidades últimas de la individualidad, inaccesibles aun de su existencia, y que consiste en que por intermedio de él se
a la conciencia más penetrante. Por otra parte, ese sorber de llega' al conocimiento del mundo. Desde ese punto de vista
la fuente inagotable de una individualidad singular es carac- no tiene nada que ver con la vida de los hombres, a grandes
terística de una actividad auténticamente artística. La falta rasgos, y tampoco puede tener relación alguna con ella; sólo
de calidad individual siempre condujo al intento de reemplazar es accesible para un número infinitamente pequeño: el de
mediante reglas lo que no se puede reemplazar, si la naturaleza aquellos que, en sí, consideran que el conocimiento es la su-
lo ha negado. (Escritos II, 123-124). prema actividad humana, la única trascendente. (Escritos,
II, 53).
Los artistas no deben dar expresión al contenido de la época,
sino que son ellos los que deben otorgar contenido a esa Si el asombro es el comienzo de la filosofía, también es el
época. (Escritos II, 131). comienzo del arte. (Escritos II, 136).
Sólo se puede decir de un fenómeno "que ha hecho época", La afectación es el mayor peligro de todo arte; y donde más
cuando ha logrado ver un aspecto nuevo del mundo, enrique- existe, es sobre las tablas; en ellas no se da lo sublime sin un
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poquillo de afectación, ni siquiera en los poetas más ¡ d
(Escritos II, 137). gran es. El epíteto de "artístico" lo merecen sólo aquellas cualidades
de la obra de arte que surgen necesariamente del afán de
desarrollar más y más la expresión de la naturaleza, tal como
Al echar una ojeada a las obras de un artista, notar< debe perseguirse mediante los recursos de la representación
sólo la existencia de dichas obras, sino también una esem~s ~o plástica. (Escritos II, 40).
efecto general, de entre el cual aquéllas sobresalen. E,¡pecie e
actividad artística, y puede ser muy importante aufl st e una Comprendo muy bien lo que usted escribe acerca de su tenden-
conduzca a obras concluidas. Existe también, por ot~que ~o cia a la simplificación; todo el arte contemporáneo padece de
una vida artística interna. (Escritos II, 139). ra par e, una creciente complicación de los medios y de una disminución
de los efectos; alcanzar la mayor ilusión de vida con el menor
empico de medios es sin duda la verdadera meta, pero exige
Una obra de arte distinguida ejerce, sin duda, deter . d la mayor fuerza artística y seguridad. Ciertamente se podría
efectos, pero al mismo tiempo evidencia una indifereim~na os determinar la evolución de un artista de acuerdo con la ma-
respecto a esos efectos; está allí y su efecto se da p'ncia con nera de acercarse paulatinamente a esa meta. (A Hans Thoma,
presencia. Hay, en cambio, ciertas obras de arte que s.'º~- ~era 20 de febrero de 1892).
tan abiertamente hacia el logro de los efectos, que par mgen
sólo existen por amor del efecto y en el efecto. (Esc"e_ceqluie
143). cr,tos , Se equivocan quienes creen que el poeta maniobra con con-
ceptos, porque maneja palabras; poéticamente, las palabras
representan imágenes, no conceptos. (Escritos II, 387).
El empleo de ornamentos que cubran la superficie es .
prueba de que falta la fuerza para seguir plasmando 1\ s1;mpre
(Escritos ll, 52). a orma. La capacidad de creación artística, como cualquier otra ca-
pacidad humana, se presentará siempre en relación con otros
talentos. Nunca el hombre es únkamente artista, y su obra
únicamente obra de arte. La fuerza artística puede manifes-
La alegoría, más que como parte del arte, debería de .b. tarse hasta en la forma más impura, en tanto que la forma
como disfraz del arte, del mismo modo como se emple,iscr\ tr~e
para fines decorativos, sin que por ello las necesida1ª ad ar
decoración puedan ser consideradas necesidades artíst _es ~ ª
t aparentemente más pura puede encerrar, a veces, un contenido
artístico muy precario. (Escritos II, 399).
exigencias que Winckelmann plantea a la alegoría, ,:tea~ ~s
que sea simple, amable, y en tal medida clara, que es icir, El efecto que produce una obra de arte depende en buena
comprensible sin explicación adicional, se justificar se aga parte de las ideas que quien la contempla se haya hecho acerca
mente, pero hay que tener en cuenta que no se re!i~ p 1enr de la esencia y de la función del arte. Más que una medida
obra de arte como tal, sino en su calidad de alegoría. er;:,n ªb ª del valor de la obra de arte, es una medida del estado espiri-
de a,·te no tiene por qué ser alegoría, ni la alegoría a O ~a tual del público. (Escritos ll, 33-34).
arte; ambas pueden coincidir, pero no es esencial que obra ~
El que los griegos hayan alcanzado una cúspide hase se\ as •
insuperada en las representaciones alegóricas, es unftada ora Sólo hará justicia al arte quien no lo subordine ni a una fina-
virtudes. Pero el alto valor de sus obras de arte ei/ª . e sus lidad estética ni a una finalidad simbólica; porque es más que
otras cualidades, completamente distintas. (Escritos sitb a et un excitante estético y más que medio de ilustración: es un
3 79 lenguaje que sirve al conocimiento. (Escritos II, 33).
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III. Arte y belleza naturaleza. Para liberar al arte de este reproche debe supo-
nerse que la belleza del arte es algo clistinto y superior a la
belleza de la naturaleza, algo que faltaría al mundo, si el
hombre no hubiese sido dotado de talento artístico. (Escritos
II, 388).
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porque esa fuerza es singular y rara, o porque suele gastársela punto de vista de que a las obras de arte hay que aplicarles
en otros terrenos, los hombres no saben encarar las obras de el patrón del gusto, ignora el significado de aquéllas. El
arte más que con una pasiva capacidad para el goce. Y ésta sentimiento de placer que se deriva de toda obra de arte ver-
sólo sirve para captar ciertos efectos del arte, pero nunca daderamente importante, se halla en el mismo nivel que el pla-
para compenetrarse de su esencia. (Escritos II, 392). cer que acompaña a todo conocimiento. Quien sólo reconozca
al gusto como juez acerca de las obras de arte, demuestra
que considera a éstas únicamente como estimulantes de su
A veces se oye, en calidad de reproche, que un artista, pese sensibilidad estética, función que las equipararía a todas las
a su talento, no ha llegado a la belleza; y esto se atribuye ora demás cosas que impresionan sensualmente.
a un defecto de su naturaleza, ora a circunstancias de época. No se puede construir la belleza partiendo de conceptos. El
Semejante reproche revela el punto de vista que adopta nues- valor de una obra de arte, en cambio, puede apreciarse a par-
tra manera de contemplar el arte. Pretender que la obra de tir de ellos. Una obra de arte puede, por lo tanto, no gustar
arte tenga belleza es tan injustificado como exigirle una ten- y ser buena, sin embargo.
dencia moral. El hecho de que muchos artistas grandes, hasta El juicio estético no presupone un conocimiento de las co-
la mayoría de los más grandes, hayan pretendido llegar, en el sas; el juicio artístico sólo puede formarse mediante el cono-
ejercicio de su arte, a lo que hoy nos complacemos en llamar cimiento.
lo bello, y que de ahí los hombres se hayan acostumbrado a no Todo el mundo tiene juicio estético: es tan innato en el
poder imaginar una obra de arte sin belleza, sólo nos sirve hombre como lo es la conciencia moral. En cambio son muy
de prueba de que también en el arte, como en muchas otras pocos los que tienen un criterio acerca del arte. Excitabilidad
cosas, el hombre olvida lo fundamental por fijarse demasiado y sensibilidad estéticas no constituyen de manera alguna el
en lo secundario. Leonardo no es menos artista al dibujar sus fundamento para el criterio en materia de arte. Las obras de
rostros desfigurados que al pintar la Mona Lisa. Y son sobre arte no deben ser juzgadas de acuerdo con los principios de la
todo los artistas nórdicos, desde Durero hasta Rembrandt, estética.
los que, sin haber sido menos artistas de primera categoría que Para el ejercicio del arte los principios estéticos sólo se
Rafael o Miguel Angel, han ido en pos de cualquier otra cosa, pueden emplear si las obras de arte han de servir a un fin
pero no de la belleza. Es una injusticia, basada en la incom- decorativo. . . Pero téngase en cuenta que ese aspecto del
prensión, el reprocharles compasivamente a esos artistas un arte 'es secundario y que carece del todo de esencialidad. (Es-
defecto de su naturaleza o de su desarrollo. Que una obra de critos ll, 9-11).
arte nos guste o no, es asunto que no debe importarle al artista.
Y quien considere que una obra de arte es buena, sólo porque
lisonjee su sensibilidad artística, no comprende esa obra de No se les puede negar a los animales, de una manera absoluta,
arte y no sabe nada acerca de la esencia del arte. (EscritoD el que tengan sensaciones estéticas; lo que en cambio no tienen
II, 17-18). es impulso artístico. La sensación estética se presenta en una
serie infinita de graduaciones, y así como su desarrollo máxi-
mo y su libertad sólo se hallan en el hombre, sus gérmenes
El juicio estético, sobre si algo es bello o feo, si gusta o no, etc., inferiores podrían encontrarse, sin duda, en peldaños bastante
no puede ser sometido (de acuerdo con Kant) a reglas de va- primitivos de la evolución animal. Mas lo que suele llamarse
lidez universal; es puramente subjetivo y en cada caso singu- instinto artístico de los animales (la construcción de los pana-
lar el gusto debe dar de nuevo su fallo. El juicio artístico se les, los tejidos de las arañas, etc.), no tiene nada que ver ni
distingue plenamente de ello: puede y debe ser sometido a con la estética ni con el arte. Se llaman artísticas ciertas acti-
ciertas reglas universalmente válidas; porque este juicio no vidades de los animales, pero sólo porque ya se cree hallar
es dado por el gusto, sino por la razón. Quien sustente el arte en la forma, estéticamente agradable, de un producto
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mecánico. Pero si se tiene en cuenta que el arte sólo comienza renciarlos, se refiere a efectos que por una parte provienen
en el instante en que el instinto se dirige hacia el conocimiento de la impresión estética, y por la otra del conocimiento fo-
se deberá confesar que los animales están enteramente exclui~ mentado por la obra de arte; y globalmente los hace derivar
dos del arte, Y que hasta en los hombres el arte comienza úni- de la belleza. (Escritos II, 27).
ca~ente en ~rados avanzados de evolución. La opinión general
se mclma mas bien a reconocerles a los animales y a los hom-
bres poco evolucionados el impulso artístico, y en cambio les El afán de establecer reglas para el arte es tan viejo como el
mega la capacidad de sentir estéticamente. Y es, por el con- arte mismo. Mas si examinamos los resultados de ese afán,
trario, en el terreno de las sensaciones donde más nos hallamos nos encontraremos con muchas contradicciones y no hallaremos
en el mismo nivel que los animales, en tanto que la diferencia ningún principio básico universalmente aceptado. En tal sen-
fundamental entre éstos y los hombres reside en el impulso tido puede decirse que se ha tratado de construir un edificio,
Y_en la posibilidad del conocimiento, propios de nosotros y sin haber investigado antes el terreno sobre el cual se alzaria.
a¡cnos a ellos. Sobre esta cualidad de la naturaleza humana El único terreno firme y duradero podría haber radicado en
se basan todas las esferas de actividad y de vida que caracteri- el concepto puro del arte mismo, mas todavía no se han hecho
zan al hombre. (Escritos II, 45-46). intentos ni suficientes ni afortunados para hallar ese concepto
• puro. ( Escritos II, 33) .
Cuando una obra de las artes plásticas posee un efecto estético No hay cosa más individual que la sensación estética. Se
esto n_oocurre por el hecho de ser una obra de arte; porqu~ man\iene todavía un resto de dogmatismo, semejante al mon-
ese mismo efecto estético puede nacer también de un producto tón de escombros que queda de un edificio destruido, y que
de la naturaleza. ( Escritos II, 45). como elemento extraño se opone aún a las rápidas ondas de la
crítica, pero que no tardará en ser desintegrado y arrastrado
por la corriente: es el concepto de que la belleza es algo que
La comprensión es la primera condición para el placer máximo existe Iuera de nosotros, firme y perdurable, de modo que
que pueda deparar una obra de arte. Es que este placer es sólo se tratarla de encontrarla, y de que la misión del arte
completamente diferente, es superior al goce estético. El así consiste en expresarla mediante la representación. Hoy día
llamado gusto suele ser el único órgano con el cual el público ya no se deberla aceptar sin discusión semejante concepto de
S? sitúa frente a las obras de arte; pero el secreto del arte una belleza absoluta. Por el contrario, si se analiza la capa-
siempre permanecerá oculto al gusto, y el criterio de éste no cidad de sensibilidad estética, se notará que los diversos gra-
llega ni siquiera a rozar el verdadero valor del arte ... dos de esta sensibilidad pueden ser provocados por objetos
La belleza y el arte son un binomio tradicional, y por ello muy distintos, no sólo de acuerdo con las épocas y los pueblos,
se los mezda Y se atribuyen efectos de éste a aquélla y vice- sino también de acuerdo con cada individuo, más aún, en cada
versa. Sch1ller, en las cartas sobre la educación estética del individuo de acuerdo con la edad, las situaciones, los estados
hombre (Carta 22), nos da el mejor ejemplo de ello: sin difc- de ánimo, etc. Lo que es eterno, mientras exista el género
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humano, es la capacidad de sentir estéticamente; esta capaci- IV. Acerca de cómo juzgar las obras de arte
dad es un don que recibimos de la naturaleza; en tanto haya
hombres, poseerán la capacidad de recibir la sensación esté-
tica en sus diversos matices, finamente diferenciados. Los
objetos, empero, que habrán de despertar esa sensación va-
riarán constantemente y siempre será un esfuerzo vano eÍ tra-
tar de someterlos a principios de validez universal. (Ese-ritos
II, 21-22).
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emplea para su propio provecho, según cualquier pretexto o de una obra de arte no tiene nada que ver con su valor de
premisa que haya hallado en ellas. (Crítica de obras de las belleza o con su contenido intelectual. Por otra parte, los
artes plásticas). pensamientos y las sensaciones estéticas engendrados por una
obra de arte varían de acuerdo con la individualidad del que
la contempla, y no está en el poder del artista producir, en
El hombre suele contemplar las obras de arte tal como mira esos terrenos, un efecto universalmente válido. En cambio,
los objetos en general. Es decir, que muy pronto termina de lo que la obra de arte ofrece al conocimiento es su contenido
contemplarlas y, como por el camino de la contemplación no universalmente válido y permanente, para todos los hombres
llega a ningún lugar, va en busca de otros puntos de vista, y para todas las épocas. ( Escritos II, 11-12).
desde los cuales podrá adquirir interés lo contemplado. Pero
si en las demás cosas se justifica el que sean objeto del más
múltiple interés, no sucede lo mismo con las obras de arte. El problema de la obra de arte sólo podrá ser comprendido
Se puede decir por ello, sin temor de exagerar, que la contem- por aquel que haya reconocido que la naturaleza visible es
plación de éstas no suele ser otra cosa que un mirar embobado completamente mutable, y que no es algo real en el sentido
y sin ,comprensión alguna. (Escritos II, 139-140). corriente. Del mismo modo, el problema del conocimiento sólo
puede ser abarcado por quien se haya dado cuenta de que lo
permanente no es la realidad de las cosas, sino únicamente la
La crítica de las obras de arte se hace comúnmente desde dos forma que la realidad toma a través de nosotros. (Escritos
puntos que conducen a resultados igualmente falsos. Unos II, 65-66).
convierten al placer en el patrón de acuerdo con el cual miden
el valor de la obra; los otros, en cambio, preguntan si ésta
cumple con los postulados de la estética. Por lo tanto, la cri- Al arte no se lo puede encontrar por ningún otro camino que
tica de la obra de arte queda expuesta, por una parte, a la no sea el suyo propio. Sólo cuando uno trata de colocarse
volubilidad del gusto, y por la otra, a la disputa de las ideas frente al mundo con el interés propio del artista, se puede
estéticas, cuando, en verdad, sólo tendría que surgir del con- llegar a otorgar a las relaciones de aquél con sus obras el
cepto del arte mismo, que no tiene nada que ver ni con el gusto contenido que se basa exclusivamente en un conocimiento de la
ni con la estética, y del cual debe derivarse una pauta per- esencia intima de la actividad artística. (Crítica de obras de
manente y correcta para apreciar el valor de las obras de arte. la.s artes plásticas).
(Escritos II, 11).
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nas a su esencia; la múltiple labor de los eruditos, a quienes V. Conciencia artística y proceso de plasmación
las obras de arte sirven de material, de los historiadores,
arqueólogos, filólogos, críticos y gramáticos, ocupa sin duda
un nivel superior, porque la finalidad de ellos se justifica en
sí misma y es, además, una finalidad que se alcanza mediante
un trabajo intelectual serio. En cambio, ese gusto, que en
ciertas épocas constituye el orgullo sobre todo de las clases
superiores de la sociedad, se basa en el ocio y busca el placer.
(Teoría del arte de griegos y romanos, ll, 325).
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con lo que me comunicas de tus conversaciones con Kleinen- plan, y por los cuales éstos creen haberla captado, sólo son
berg,t me resulta característico que, como artista, te ocu- efectos lejanísimos y alcanzan a los que no estan más que en
pes más bien de lo objetivo, en tanto que él, investigador la antesala que conduce al reíno del arte. (A Hildebrand,
exacto y al mismo tiempo lego en materia de arte, apenas 29 de noviembre de 1881).
medita sobre el arte, se siente inclinado a descender a la
semipenumbra de procesos que bien pueden referirse a las
premisas de una actividad espiritual, pero que no tienen nada Cuando el artista le reprocha al no-artista que no sabe ver,
que ver con la actividad en sí. .. ; no le sigue los pasos al no sólo se expresa algo más, sino inclusive algo completa-
artista hasta donde éste llegue, sino hasta donde pueda llegar mente distinto del "no ver con exactitud". Tampoco es ín-
él en su caHdad de no-artista, y cree que, con ello, ha reco- dice de la diferencia, entre el artista y el que no lo es, el que
r;ido la parte esencial del camino, si no todo el camino. Y, éste posea en grado menor que aquél la facultad de realizar
sin embargo, de ese modo sólo se llega hasta un peldaño pre- ciertas operaciones mentales, cuya materia son las represen-
vio, necesario evidentemente, que es el de la relación sensi- taciones, como ser asociar, combinar, etc. Finalmente, no se
tiva con el arte y que tiene tan poco que ver con la verdadera expresa de ninguna manera esa diferencia al atribuirle al
comprensión del arte, que no nos salva ni de los mayores artista una vista especialmente intensa, una cercanía de la
errores ni de falsos conceptos. El error de la mayoría de los naturaleza aumentada por obra del ojo, como si fuese un
no-artistas es creer que basta con penetrar sentimentalmente sentido especial, en el cual se basa una relación particular-
-aunque fuese viva y aun apasionadamente- en el mundo mente íntima con el mundo externo. Aun cuando es verdad
de las sensaciones, percepciones y representaciones del hom- que el artista debe disponer de todos esos dones para ser
bre creador, en su contacto con la naturaleza y en el calor artista, no es menos cierto que todo ello lo puede compartir
de sus sentimientos; lo que les resulta ajeno, en cambio, es con el que no es artista. Lo que lo hace artista es que de
penetrar intelectualmente en la viviente actividad del artista; todas estas facultades se desarrolle una actividad artística,
porque sólo con la actividad comienza ese terreno que es lo que no sucede con el "no-artista".
verdaderamente ignoto para el no-artista, pero que es el Ocurre algo similar cuando un poeta pretende tener un
artístico por excelencia. Allí comienza la diferencia entre conocimiento de la vida que el que no es poeta no posee; tal
artista y no-artista; hasta aquí sólo se trataba de dones hu- con01:imiento no se muestra en su actividad poética, sino
manamente generales, que hacían del artista un hombre do- que consiste en ella. (Escritos JI, 82-83).
tado y trascendente, pero todavía no le daban su cualidad
de artista. En general, no debe diferenciarse tanto en su raiz
al artista del resto de la humanidad: lo que Jo distingue Y le
da excelencia es algo que precisamente aparece más tarde, La conciencia de las formas que posee el hom brc corriente
pero entonces de modo superlativo, de manera que la diferen- es infinitamente baja y vaga, y cuando desea precisarla sólo
cia se hace más y más fina y aguda, por lo cual el artista es puede hacerlo mediante la medición. Podría imaginarse uno
mucho más fácilmente comprensible en sus comienzos que la existencia de una conciencia de formas sumamente des-
en su evolución posterior. Ahora bien: sólo puede acercarse arrollada, en la cual todos los objetos existirían de acuerdo
al arte aquel que trata de entender precisamente aquello para con su forma estereométrica, y tales formas podrían, asimis-
mo, presentarse en esa conciencia en diversos órdenes, ora
Jo cual no halla condiciones en su propia naturaleza. Los
de acuerdo con su relación natural, ora según la casualidad,
efectos que una obra de arte ejerce sobre quienes la contem-
o el capricho, o un sistema cienti!ico. ¿ Qué hace, pues, el
artista para que una forma en ese sentido se convierta en
t Nlcolnl K1clncnbcrg (n. en 1842) era nslstcnto de Dohrn, zoólogo Y fun- una forma en sentido artístico? Expresa ese mundo de formas
dador del Instituto Zoológico de Nápolcs, cuya biblioteca est.A decorada
con frc1co1 de Maréea.
por medio de y para el ojo; el arte, por así decirlo, se convierte
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en el idioma del ojo. Y esto no debe comprenderse como si se su relación con la naturaleza. Cabe preguntarse, pues, si el
tr~tase de una !raducción a un idioma determinado de algo que proceso espiritual que se realiza en ese sentido es análogo al
existe de por s1, de otra manera; esto podría hacerse si se tra- que se efectúa en el conocimiento abstracto, o si no tenemos
tase, por ejemplo, de proyectar un cuerpo sobre una superficie· que ver aquí con un terreno de la actividad espiritual cuyas
lo que sucede más bien es que, por medio del ojo como facto; leyes no se han descubierto todavía. De todos modos, el ar-
formador, se engendra un mundo completamente indepen- tista tiende hacia un apoderarse de la naturaleza mucho más
diente, el mundo de la plasmación, que no es expresado por efectivo que el pensador abstracto, puesto que éste no ve su
el arte, sino que existe únicamente por el arte. (A Hilde- meta en asir los fenómenos, sino que la alcanza mejor no
brand, 29 de noviembre de 1881). fijándose demasiado en los fenómenos. Por ello habría que
referirse, en el caso del artista, más que al conocimiento
a la exposición, mediante la cual trata de adueñarse plena-
Ahora, empero, se me ocurre que el impulso hacia el cono- mente de la naturaleza; y más que llamar al arte una especie
cimiento no es, en verdad, el impulso espiritual primitivo. de conocimiento, habría que considerar el arte y el conoci-
Antes aun de percatarse de la existencia de algo que se pueda miento como dos medios, de los que se vale el hombre para
conocer y que quiera ser conocido, se mueve en el hombre la satisfacer su necesidad suprema y más urgente: reconquis-
necesidad de terminar con el aislamiento en que se encuen- tarse en Jo singular la naturaleza, de la cual se sabe extrañado
tra, como parte individualizada de la naturaleza. Me parece en su totalidad. (A Hi!debrand, 17 de mayo de 1877).
que la _conciencia de su soledad, de su extrañamiento (que
necesariamente debe presentarse en un ser que, de pronto,
se encuentra colocado, por lo que denominamos autocon- Para una naturaleza artística verdaderamente dotada, el
ciencia humana, frente a la trama inconsciente de la natu- mundo no es ese cuaderno de láminas coloreadas que se
raleza dentro de la cual debe vivir, y que por Jo tanto tiene imagina la conciencia vulgar, y cuyo mayor o menor co-
qu_e sentirse como expulsado de esa trama) ha de ser lo nocimiento suele constituir toda la diferencia que muchos
primero que debemos mencionar al hablar de una actividad hombres establecen entre los más y los menos dotados. La na-
espiritual del hombre. El impulso de salir de ese aislamiento turaleza artí.stica siente el yugo al cual está sujeta cuando
es el verdadero impulso productivo del hombre y la nece- se halla encerrada en la realidad de la conciencia vulgar,
sidad de conocimiento científico, que no nos explicábamos pefrificada en el hábito. Pero no se somete a ese yugo, y en
del todo al fundarla de manera inmediata en la naturaleza sí misma reconstituye el proceso por el cual la realidad toma
espiritual del hombre, se explica ahora por el ansia del in- forma para los hombres, proceso que la conduce hacia una
dividuo de derribar el tabique que lo separa de la naturaleza· nueva libertad. Ve cuanto la rodea como máscaras inertes e
es. uno de los medios con los cuales el hombre cree que ha d~ incomprensibles, en tanto no la ate a ello otra conciencia
asir nuevamente lo que perdió en el momento de convertirse que la que ha recibido por tradición. Abandona el punto de
en un ser independiente. Por lo tanto, no es exactamente vista frente al mundo, y se siente a sí misma como parte del
una necesidad de conocimiento lo que provoca la actividad mundo. Con todas sus fuerzas se insinúa en el mundo, de-
artística, dado que el conocimiento científico sólo podría ex- searía abarcarlo, unificarse con él. Entonces siente con apa-
phcar al mundo en un cierto sentido; es más bien el impulso sionada conmoción las miles y miles de impresiones que se
de acortar la distancia que nos separa de la naturaleza de repiten ininterrumpidamente y para las cuales sus órganos
acercarnos más y más a ella, hasta asirla y poseerla, Jo 'que sensoriales están abiertos; se disuelve en cierta medida en
consl!tuye el fundamento de toda actividad artística. De esa el mundo, y se siente el punto al cual convergen los ele-
manera, el arte no vendría a ser simplemente una manera de mentos separados y caóticamente entrecruzados, en el cual
conocer, sino más bien uno de los medios por los cuales el hom- se unen, se ordenan y adquieren forma. Ahora Je parece que
bre trata de r,dimirse de su posición solitaria y de readquirir la separación ha terminado, que ha caído el tabique que la
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divorciaba del mundo como de algo extraño. No lo sabe como abrir las puertas de los sentidos, mientras que la actividad
una verdad que se impone al entendimiento, sino que es una espiritual sólo comienza cuando se trata de llegar a un cono-
vivencia íntima la que Je revela que aquella separación entre cimiento conceptual. ( Escritos II, 82).
mundo e individuo sólo era una apariencia engañosa, que en el
individuo el mundo renueva constantemente su creación.
(Naturalismo moderno y verdad artística). Es un error decir que todo el mundo sabe ver, pero que_ no
todos saben dibujar; de esa manera se separan ambas activi-
dades como si fuesen cosas distintas, cuando en verdad no son
La concepción y la concepc10n artística son cosas totalmente más que dos grados distintos de una misma actividad. ( Es-
distintas. (Escritos, II, 84).
critos II, 81-82).
Se puede explicar la actividad artística diciendo que en ella la Quienes se complacen en llamar inconsciente la actividad ar-
actividad de las manos aparece como dependiendo exclusiva- tística, no hacen más que demostrar cuán poco capaces son de
mente del ojo, del interés de la vista. (Escritos II, 41).
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penetrar en la manera peculiar de la conciencia artística. Esta de seguir al artista, no lo considerará, ni se considerará a sí
circunstancia es culpable de que existan tantas concepciones mismo, como presa de locura, sino en todo caso a los demás
falsas respecto de la posición del artista en el mundo, concep- hombres en general, porque los hallará trabados por una es-
ciones con las que se cree halagar al artista, en tanto que se pecie de oscuridad. Si una serie de artistas fueron locos, o al
le quita su derecho. Se suele considerarlo como una especie menos mentalmente enfermos, es porque compartían el desti-
de artículo de lujo de la humanidad, se lo venera por una no de muchos otros mortales. ( Escritos II, 89).
especie de actividad que se destaca entre las demás activida-
des humanas y que se describe como la flor de la actividad
humana, porque parece liberarse de la existencia terrena. Pe- El hecho de que la actividad del artista se contraponga, en
ro, al eximir de esa manera al artista, considerando en cierto calidad de inconsciente, a la actividad consciente, se debe a
modo su obra como una especie de agregado que la buena que no se suele notar que buena parte de la actividad que se
providencia ha dado a la humanidad para su solaz y su con- emplea en la vida corriente depende de cierto tipo de refle-
suelo, se le niega el reconocimiento mucho más importante de xión que, en su desarrollo, se convierte en la reflexión del
que, en la obra cotidiana de la humanidad, realiza su parte tan artista, en tanto que otra parte pertenece al ámbito de la
seria y necesaria como la de cualquier otro, y que sin él la reflexión conceptual, con la que comúnmente se hace coin-
humanidad no pierde un placer, por noble que éste fuere, cidir la conciencia y que, por su parte, conduce a la ciencia.
sino toda una manera de superior existencia espiritual. Se (Escritos II, 89).
llama al arte algo divino, porque no se comprende lo humano
que hay en él. El arte, empero, es algo extremadamente hu-
mano y tampoco se puede comprender cómo dejaría de serlo. "El artista se halla en otro mundo, ha sido arrebatado a la
No es más extraordinario de lo que Jo son otras obras huma- realidad corriente", ciertamente, siempre que se considere el
nas importantes. Podemos llamar divino aquello de lo cual mundo conceptual como el mundo a secas; y en eso reside el
tenemos conciencia que ninguna fuerza humana lo puede rea- error. (Escritos II, 37).
lizar; pero más a menudo llamamos divino lo que no hemos
comprendido como humano, y evidentemente es más fácil
atribuir lo no comprendido a algo incomprensible, en lugar
de intentar convertirlo en algo que se pueda comprender. La obra de arte es expresión de una conciencia artística ele-
(Critica de obras de las artes plásticas). vada hacia una altura relativa. La forma artística es expresión
inmediata y única de esa conciencia. El artista no llega por
medio de rodeos a emplearla; no necesita buscarla, para for-
Puesto que no hallamos en nuestra conciencia (la conciencia jar en ella un contenido que, de origen amorfo, haya estado
discursiva) el proceso que conduce a la generación de la obra buscando un cuerpo en el cual albergarse; contrariamente a
de arte, suponemos que el artista crea inconscientemente. Eso ello, la expresión artística es inmediata y necesaria, y al mis-
mismo podría suponer el artista respecto del filósofo. ( Escritos mo tiempo exclusiva; no es que el contenido del arte sea en-
gendrado por el espíritu artístico de manera amorfa, sino
II, 88).
que su forma aún no está desarrollada. La obra de arte no
constituye una expresión para algo que tendría existencia,
Conduce a confusión el querer definir el estado del artista aunque fuese sin esa expresión, ni es el retrato de la forma
calificándolo como una especie de locura; la locura consti- que vive en la conciencia artística -porque entonces la crea-
tuye un oscurecimiento de la conciencia, el éxtasis del artis- ción de la obra de arte no seria necesaria ni siquiera para el
ta una intensificación de la conciencia; parecerá locura a artista-; la obra de arte es la conciencia artística misma,
quienes no pueden elevarse a él, mas quien tenga la capacidad tal como llega, en casos individuales, al máximo desarrollo que
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el individuo pueda alcanzar. (Crítica de obras de las artes dible para el espíritu humano, si es que éste no desea mutilarse
plásticas). a sí mismo. (Crítica de obras de las aTtes plásticas).
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individuo, no le asegura en ningún momento una posesión du- del hombre; lo que ya ha estado sujeto a algún proceso espiri-
radera, de la cual podría gozar en paz, sino que cada conciencia tual, está perdido para el arte; porque él mismo es un proceso
desaparece en el momento de su nacimiento, para ceder lugar por el cual el patrimonio espiritual del hombre se ve enrique-
a otra. (Crítica de obras de las artes plásticas). cido en forma inmediata; lo que excita su actividad es aquello
que aun no ha sido tocado por el espíritu humano; crea la for-
ma para lo que todavía no existe de manera alguna para el es-
La fantasía del artista no es en definitiva otra cosa que la píritu humano, una forma bajo la cual toma existencia para ese
fuerza imaginativa, de la que todos necesitan para poseer espíritu. No parte del pensamiento, del producto espiritual,
en si el mundo como un mundo de manifestaciones visibles. para descender a la forma, sino que parte más bien de lo que
Pero la fuerza es débil y nuestro mundo sigue siendo pobre carece de forma para ascender hacia la forma, y en ese camino
y menesteroso. Solamente cuando, en actividad permanente e reside toda su significación espiritual. (Crítica de obras de las
incansable, una fuerza imaginativa poderosa atrae del fondo artes plásticas).
inagotable del mundo elemento tras elemento, el hombre se
ve de pronto, en el mismo lugar donde antes se abría paso con
toda facilidad, frente a problemas infinitamente complicados.
Es la fantasía la que, con amplio golpe de vista, conjura las co-
El idioma como movimiento expresivo y el proceso
sas más distantes y las reúne en el espacio más estrecho, y
de conformao!ón
descubre como por encantamie¡,to la plenitud de la vida, ocul-
ta a los sentidos obtusos. Es una de las intuiciones que hacen
posible la entrada en una esfera superior de existencia espiri-
tual, para que el hombre perciba en su inmensa riqueza y Es un engaño creer que la expresión idiomática designa algo
en su oscilante vaguedad la manifestación visible de las cosas, que existe ya fuera de ella, perfectamente formado y que só-
que estaba acostumbrado a considerar como algo sencillo y lo debe ser señalado por la palabra. Contrariamente a ello,
claro. La actividad artística comienza cuando el hombre se la expresión idiomática es un grado de evolución de la con-
ve frente al mundo -en su manifestación visible-- como fren- ciencia de la realidad y, al aparecer, se produce algo total-
te a un enigma infinito, cuando, impulsado por una necesidad mel\te nuevo; ocurre una especie de milagro, al surgir de
interior, se apodera con la fuerza del espíritu de la masa con- la confusa masa de las imágenes algo que se distingue entera-
fusa de lo visible que se abalanza sobre él, y la desarrolla en mente de esa masa y que, en un nivel superior, cobra esa
forma de existencia conformada. En el arte, el hombre acomete misma realidad que ya se daba en el nivel inferior de la masa
la lucha contra la naturaleza, no por su existencia física, sino de imágenes.
por la espiritual; porque hasta la satisfacción de sus necesida- ... En el idioma, la realidad pasa repentina e inmediatamen-
des espirituales sólo le es dada como recompensa del afán te a una forma determinada, que se encuentra en una situación
y d~l trabajo. única, que no tiene par y que constituye un mundo por sí
De esa manera, el arte no tiene que vérselas con figuras misma; mundo que, por otra parte, suele ser el único que la
con las que se encuentra desde antes de su actividad e inde- gran mayoría de los hombres reconoce, al lado del cual y fuera
pendientemente de ella, sino que el comienzo y el fin de su del cual no puede existir otro. Quien tome plena conciencia
actividad estriba en la creación de las figuras que únicamente de esto, verá en la expresión idiomática no sólo una liberación,
existen por acción del arte. Lo que crea no es un mundo una redención que se ofrece al alma ansiosa de expresarse,
secundario, al lado de uno que existe ya sin él, sino que es sino al mlsmo tiempo una restricción, una coerción, porque el
él quien saca a luz el mundo por medio de la conciencia artísti- material sensorial inmediato y pleno debe volcarse en la forma
ca y para ella. Y de esa manera, tampoco tiene que vérselas estrecha del idioma para poder hallar su expresión. Tal con-
con un material que de alguna manera se ha vuelto propiedad ciencia no existe en general y, puesto que la forma del idioma
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