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UNIVERSIDAD DEL VALLE SEMINARIO FILOSOFIA DEL LENGUAJE I

FACULTAD DE HUMANIDADES PROF. Nelson Jair Cuchumbé


DPTO. DE FILOSOFIA

NOMBRE: Ángel David Silva Polo


CODIGO: 1125336
FECHA: 11/04/2013

Clase Nº10
El concepto de la experiencia y la esencia de la experiencia hermenéutica

Para Gadamer el concepto de experiencia le parece uno de los menos ilustrados y


aclarados. Para las ciencias este concepto de experiencia se ha visto sometido a una
esquematización epistemológica a la que Gadamer recortara su contenido originario.

“El objetivo de la ciencia es objetivar la experiencia hasta que quede libre de cualquier
momento histórico. En el experimento natural-científico esto se logra atreves de su
organización metodológica” (Cfr. Gadamer, VM, pág. 421).

Esta objetivación de la experiencia por medio de una organización metodológica por


parte de la ciencia de una manera muy parecida ha ocurrido con el método histórico y
critico de las ciencias del espíritu. Con esta objetividad se da a entender que las
experiencias pueden ser repetidas, así como en las ciencias naturales los experimentos
tienden a ser revisables y se someten a un proceso, la experimentación como un proceso
tiene que estar sometida a un control. Por eso en la ciencia no puede quedar lugar para
una historicidad de la experiencia, ya que la historia no puede tomarse como un proceso
que se puede repetir y del que se puede tomar un control.

“La experiencia tiene lugar como un acontecer del que nadie es dueño, que no está
determinada por el peso propio de una u otra observación sino que en ella todo viene a
ordenare de una manera realmente impenetrable” (Cfr. Gadamer, VM, pág. 428).

La experiencia se adquiere de improviso, se da de una manera actual, surge de alguna


manera con esto u con lo otro. La experiencia está constantemente siendo confirmada y
cuando esta falta se convierte necesariamente en otra distinta, aparece una experiencia
nueva, que no determina una sola cosa, sino que puede determinar cualquier cosa del
mismo tipo, la experiencia es de un carácter general en este caso.

Cuando la experiencia se reduce a un solo hecho como lo hace Aristóteles dejando de


lado su carácter general, se está pasando por encima del verdadero proceso de la
experiencia; a la experiencia no se le puede describir simplemente como la formación
sin rupturas, de generalidades típicas (ibíd. 428). La experiencia consta de rupturas en
tanto que en las experiencias se integran nuevas expectativas y se confirman, se
adquiere un saber abarcarte; mi experiencia con el objeto que me permite un mejor
saber, no solo sobre él mismo, sino también sobre una generalidad (prejuicios) de lo que
antes se creía saber. La experiencia con el objeto alteran nuestro saber y el objeto
mismo.

“La verdad de la experiencia contiene siempre la referencia a nuevas experiencias. En


este sentido la persona a la que llamamos experimentada no es solo alguien que se ha
hecho el que es a través de experiencias, sino también alguien que está abierto a nuevas
experiencias” (Cfr. Gadamer, VM, pág. 431).

La persona verdaderamente experimentada es la persona que no es dogmatica con su


saber, no es una persona autoritaria; la experiencia consiste en una ruptura, en un
constante renovar de mi horizonte y para esto se necesita estar abierto a otras
experiencias y otros horizontes que me permitan ensanchar. La persona verdaderamente
experimentada no es la que lo dice saber todo, es la que reconoce su finitud y su límite y
que es consciente de que la experiencia es ilimitada.

La experiencia desde la tradición requiere de un conocimiento y un reconocimiento; es


la experiencia del tú, la conciencia histórica; es la conciencia de la alteridad del otro y
la alteridad del pasado, que consiste en no cerrarse al otro y verlo como extraño, sino en
reconocerlo como otro, como una experiencia distinta, y como experiencia distinta es
una nueva experiencia que permite un saber y un ensanchar de mi horizonte; hay que
dejarse hablar por el otro y para eso es necesaria una apertura hacia él. Este
reconocimiento del otro constituye la más elevada manera de experiencia hermenéutica.

“Cuando dos se comprenden, esto no quiere decir que el uno


“comprenda” al otro, esto es, que lo abarque. E igualmente “escuchar al
otro” no significa simplemente realizar a ciegas lo que quiera el otro. Al
que es así se le llama sumiso. La apertura hacia el otro implica, pues, el
reconocimiento de que debo estar dispuesto a dejar valer en mi algo
contra mí, aunque no haya ningún otro que lo vaya a hacer valer contra
mí.” (Cfr. Gadamer, VM, pág. 438).

Bibliografía.

Hans George Gadamer, Verdad y método I, Sígueme Salamanca, 1984, (pp. 421-439).

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