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I. Negación de la realidad y de la verdad en Los siete y Los lanzallamas.

“Pero él ya estaba vacío, era una cáscara de hombre movida por el automatismo de la
costumbre”1. De esta forma, en el despertar de Los siete locos, el narrador describe el
estado anímico de Erdosain. Es la alienación del sujeto: el descentramiento del
personaje. En este primer capítulo, llamaremos la atención sobre dos problemas que,
aunque cercanos al tópico de la alienación, abordaremos de un modo distinto a cómo
lo ha hecho la crítica sobre Arlt. Se trata de la negación de la realidad y de la verdad,
aspectos que serán analizados según el funcionamiento de la novela. Proponemos
que los personajes arltianos, ante la imposibilidad de tolerar el mundo ficticio que se
les presenta, deciden negar la realidad y la verdad que los rodean.

Las ensoñaciones y conductas huidizas de Erdosain 2, y de varios personajes en


menor medida, obedecen a sus incapacidades de relacionarse plena y
coherentemente con el mundo huraño que describe el narrador. Ese mundo esquivo
es inevitablemente la representación del Buenos Aires de las primeras décadas del
siglo pasado. Tal como ha señalado Beatriz Sarlo, la aparición de la modernidad en la
ciudad porteña implicó que lo novedoso, por supuesto desconocido, se ubicara en
medio de las relaciones sociales, del mercado, del trabajo, del amor y la amistad, y
transformara así las conductas cotidianas y la relación del ser humano con el mundo.
Con la experiencia urbana y técnica, se dio un descentramiento del hombre, que
ciertamente no supo cómo relacionarse con ese nuevo mundo que se le presentó 3. En
la novela de Arlt, Erdosain lo describe así: “La realidad mecánica ensordece la noche
de los hombres con tal balumba de mecanismo, que el hombre se ha convertido en un
simio triste”4, pensaba Remo en aquellos días en que diseñaba la fábrica de fosgeno
para el proyecto revolucionario del Astrólogo. El rompimiento que aparece entre el
mundo y el personaje trueca, por ejemplo, en la angustia sentida por Erdosain ante la
pérdida de espiritualidad de la vida 5. Ciertamente, Remo no quiere saber nada del
mundo6, y es por esto que “esperaba un acontecimiento extraordinario

1
Arlt, Roberto. Los siete locos-Los lanzallamas. Edición crítica, Mario Goloboff, coordinador. Ligugé: Colección
Archivos, 2000, p. 10
2
Pastor, Beatriz. Roberto Arlt y la rebelión alienada. Gaithersburg: Ediciones Hispamérica, 1980, p. 13
3
Sarlo, Beatriz. Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión,
1988, p. 32
4
Arlt, op. cit., p. 470
5
Masotta, Oscar. Sexo y traición en Roberto Arlt. Buenos Aires: Eterna Cadencia Editora, 2008, p. 46
6
Arlt, op. cit., p. 38

1
-inmensamente extraordinario- que diera un giro inesperado a su vida y lo salvara de
la catástrofe que veía acercarse a su puerta”7.

Así las cosas, el personaje arltiano padece un sufrimiento copioso, cuyas fuentes son:
primero, la imposibilidad de la comunión entre los personajes (Erdosain y su padre,
Erdosain y Elsa, Hipólita y Ergueta, Elsa y el Capitán, etc.) y, segundo, la ciudad,
como espacio de la narración. “Es que llevamos el sufrimiento en nosotros” 8, le decía
Erdosain a Hipólita. De todos los personajes movidos por el sufrimiento y la
alienación, el caso de Remo es, por supuesto, el más interesante, dado que cuenta
con un historial considerable, más extenso que el del Rufián o el de Elsa, que explica
su angustia. Nos encontramos con un personaje que parece estar al final, o cerca, de
su atormentada y descarriada vida, cuyos episodios pasados desconocemos o nos son
dados sólo en fragmentos9. Veamos, paso a paso, cómo es que tales fragmentos
explican la desoladora identidad del personaje Erdosain.

Pimentel ha dicho que los personajes, aunque meras funciones narrativas, gozan de
una identidad conformada por su ser (apariencia física), el hacer (su ética), su
nombre y su entorno. En este caso, desconocemos el aspecto físico de Erdosain, pero
en cambio conocemos su forma de actuar y sus entornos en el pasado, que explican
su identidad melancólica. Así, debemos tener en cuenta que el trabajo industrial,
representado en la Azucarera, no es el único motivo de la alienación y del sufrimiento
en Remo; hay otras instancias, descritas por el narrador, que le niegan la posibilidad
de ser feliz, que, como habíamos planteado en la introducción, es uno de los
motivos10 capitales dentro del díptico. La primera etapa de alienación y sufrimiento
en los personajes, habíamos dicho, obedece a la imposibilidad de relacionarse
armoniosamente con sus semejantes. En este caso, debemos hacer énfasis en la
tormentosa relación que Erdosain mantuvo con su padre y con su esposa, Elsa.
Respecto al primero, Erdosain le cuenta al Capitán, cuando éste está por irse con
Elsa, que “quien comenzó este feroz trabajo de humillación fue mi padre. Cuando yo
tenía 10 años y había cometido alguna falta, me decía: mañana te pegaré. Siempre
era así, mañana... ¿se da cuenta? mañana… Y esa noche dormía, pero dormía mal,
con un sueño de perro, despertándome a medianoche para mirar asustado los vidrios

7
Arlt, op. cit., p. 10
8
Ibid., p. 236
9
Corral, op. cit., p. 22
10
Entendiendo el motivo como la mínima parte del relato que permite su construcción, según Tomaschevski

2
de la ventana y ver si ya era de día, mas cuando la luna cortaba el barrote del
ventanillo, cerraba los ojos diciéndome: falta mucho tiempo” 11. Así, el contacto con el
padre inicia en el niño arltiano su ruptura, insalvable, con el mundo y consigo
mismo12. También, en la niñez sobreviene un episodio traumático para el pequeño
Erdosain, quien “había vivido casi una infancia aislada” y había comenzado a estar
“triste a la edad de siete años” 13, que consistió en la humillación de su padre al verlo
jugar con un pequeño fuerte hecho de arena. “¿Hiciste los deberes, imbécil?”, le
preguntó fríamente el padre a Remo, quien sintió “una angustia desgarradora”, que
“hacía temblar el alma del niño”, y a renglón seguido Remo, “humillado hasta lo
indecible, iba a lavarse las manos”14. El padre restringe la posibilidad vital y la
imaginación de Erdosain, es decir, interviene su mundo material y simbólico. Por
eso, resulta significativo y apenas comprensible que, en el episodio del gaseado,
Remo se dirija al padre y hable de forma tan autocompasiva: “Padre, padre mío;
estoy solo. He estado siempre solo. Sufriendo. ¿Qué tengo que hacer? Me han roto
desde chico, padre. Desde que empecé a vivir. Siempre me han roto. A golpes, a
humillaciones, a insultos. He sufrido, padre” 15. Erdosain se dirige al padre, claro está,
porque ha sido quien le ha negado primeramente su rasgo imaginativo, inventor.

Hay otras escenas que Erdosain recuerda como humillantes, por ejemplo, cuando en
el colegio, estando desatento, es interpelado por su profesor que, molesto, le
pregunta “¿Pero usted, Erdosain, es un imbécil que no me oye?” y Remo pensaba
para sí: “los otros no hacían nada más que terminar lo que había comenzado mi
padre”16. De modo que el personaje se amilana tempranamente, su visión del mundo
objetivo se desdibuja y lo que parecía certeza o pureza, como el amor, torna en una
prolongación angustiosa de la interioridad del personaje, cada vez más vacilante y
arrinconado17.

Respecto a la relación de Erdosain y Elsa, podemos decir que los tratos de ella fueron
los que descentraron irremediablemente la personalidad de Erdosain: “Tan
numerosas fueron las desdichas de su vida, que los desastres que más tarde provocó
11
Ibid., p.62
12
Pastor, op. cit., p. 20
13
Arlt, op. cit., p. 473
14
Ibid., p. 477
15
Ibid., p. 487
16
Ibid., p. 63
17
Corral, Rose. El obsesivo circular de la ficción: asedio a Los siete locos y Los lanzallamas de Roberto Arlt .
México: El Colegio de México, Fondo de Cultura Económica, 1992, p. 28

3
en compañía del Astrólogo, pueden explicarse por los procesos psíquicos sufridos
durante su matrimonio”18. Erdosain expresa en un par de ocasiones lo dificultoso y lo
humillante que fue para él las relaciones sexuales con Elsa, acaso porque conservaba
ingenuamente un ideal de pureza en torno al amor y al matrimonio. “Vos has
deshecho mi vida. Ahora sé por qué no te me entregabas, ¡y me has obligado a
masturbarme! ¡Sí, a eso! Me has hecho un trapo de hombre. Debía matarte” 19, le
alegaba Erdosain a su esposa cuando ésta se negó a mantener relaciones con él. Y
aunque no lo parezca, Remo realmente amaba a Elsa, o es lo que da a entender
cuando ella se va con el capitán, o cuando ella misma lo confiesa en el convento de
las Carmelitas. Sin embargo, Elsa se convertiría eventualmente en otra instancia
represiva contra los deseos inventivos de Erdosain. “Mas tiempo después observé
que Remo insensiblemente cambiaba, cambiaba en algo” 20, les decía Elsa a las
monjas refiriéndose al hecho de que Remo tuvo que conseguir un trabajo antes que
continuar pensando en sus experimentos, que consistían en pintar perros y hacer
puños metálicos en las camisas. Tenemos, entonces, que la identidad del personaje
Remo Erdosain es impuesta, en los momentos más importantes de su vida, desde el
exterior, por elementos muy concretos, y no desde su autonomía 21. En ese orden de
ideas, la reacción de Erdosain no demoraría en aparecer y prontamente Elsa vio en
su esposo la manifestación de algo perverso. “Tenía la sensación de que algo horrible
se estaba elaborando en él” 22, confesaba Elsa, y agregaba: “Yo lo miraba a él [a
Erdosain] como si fuera otro, otro que hacía mucho tiempo se había perdido en mi
vida”23. En una de esas temporadas en que Erdosain atormentaba a su esposa, aquel
decidió llevar a su casa, por razones aparentemente altruistas, a una joven que
resultó siendo su amante, y habiendo sido humillada Elsa en su propia casa, entendió
que “Recién había visto el monstruo que existía en él. ¿Cuándo se despertó?”, no lo
sabe, “pero él era un monstruo, un monstruo frío, un pulpo” 24. Con estas palabras se
entiende el porqué del abandono de Elsa a Erdosain, que poco después se estrellaría
con el proyecto revolucionario del Astrólogo. Está, en otras palabras, a poco de tocar

18
Arlt, op. cit., p. 110
19
Ibid., p. 109
20
Ibid., p. 407
21
Pastor, op. cit., p. 51
22
Arlt, op. cit., p. 411
23
Ibid., p. 413
24
Ibid., p. 416

4
fondo. “Tengo que caer en algún pozo sin nombre. ¿Te pensás que no lo sé? Claro que
lo sé. ¡Hace años que lo sé!”25, le decía Remo a Elsa.

El segundo elemento represivo en Los siete locos y Los lanzallamas, habíamos


planteado, es la ciudad, ese espacio pavoroso que asola a los personajes. La ciudad
aparece como algo amenazante: al igual que Borges, Arlt tiene una fascinación por
Buenos Aires, pero mientras el primero la evoca melancólicamente en su poesía, el
segundo la retrata sin ningún halo nostálgico y en cambio la representa como algo
que repele al personaje26. Casi como una fuente de la degradación del hombre 27. “Las
ciudades son los cánceres del mundo. Aniquilan al hombre, lo moldean cobarde,
astuto, envidioso, y es la envidia lo que afirma sus derechos sociales, la envidia y la
cobardía”28, respondía el persuasivo Buscador de Oro ante el escepticismo de
Erdosain tras la primera y única reunión de los Jefes revolucionarios. Y hay tres
formas de eludir tal amenaza de la ciudad: huyendo al campo, como declara el
Buscador de Oro, aniquilando y destruyendo el espacio de la ciudad, como propone
el Astrólogo, o la muerte o el suicidio, que es el camino que toma Remo al no poder
realizar las primeras dos posibilidades29.

El personaje arltiano comparte la preocupación de Poe y de Baudelaire en torno al


copioso crecimiento demográfico, a la masa citadina, y el anonimato que aquella
implica, de modo que busca, de las maneras más extremas, sobresalir de la multitud:
“Yo soy la nada para todos. Y, sin embargo, si mañana tiro una bomba, o asesino a
Barsut, me convierto en el todo, en el hombre que existe, el hombre para quien
infinitas generaciones de jurisconsultos prepararon castigos y cárceles y teorías” 30,
decía, por ejemplo, Erdosain. El personaje arltiano, propone Masotta, “quiere dejar
de ser el oscuro individuo anónimo, para convertirse en un relámpago en sí mismo” 31.
En otras palabras, busca de todas las formas posibles recuperar la autenticidad que le
fue negada. La preocupación de ser un “don nadie” es tal que varios de los personajes
asumirán un rol o tomarán una máscara que les ofrecerá el reconocimiento que no

25
Ibid., p. 434
26
Sarlo, Beatriz. La imaginación técnica: sueños modernos de la cultura argentina. Buenos Aires: Ediciones
Nueva Visión, 1992, p. 44
27
Pastor, op. cit., p. 62
28
Arlt, op. cit., p. 177
29
Evasión
30
Ibid., p. 87
31
Masotta, op. cit., p. 26

5
han tenido; se moverán eventualmente mediante identidades prestadas 32. Este es el
caso, por ejemplo, de Barsut: “Mi sufrimiento proviene de ser como son los otros. ¿O
usted cree que yo soy el único simulador que da vueltas por allí? No, hombre.
Bufones, comediantes, envidiosos como los hay a millares en esta ciudad” 33. La
mentira, la farsa, la comedia como una forma de distinguirse, una identidad, de la
masa gris que es ahora el mundo representado en SL y LL.

Así las cosas, el mundo, sea a causa de la ciudad o por la imposibilidad de la


comunicación entre los personajes, se convierte en un lugar irremediablemente
aburrido, como aburrida vivía Emma Bovary, quien, ante la cotidianidad de la vida,
se refugia en los sueños y ensoñaciones. De igual, modo Barsut y Haffner se aburren.
El segundo decía: “Yo lo acompaño [al Astrólogo] relativamente, y de aburrido que
estoy. Ya que la vida no tiene ningún sentido, es igual que seguir cualquier
corriente”34, es lo que le responde el Rufián a Erdosain, cuando éste le preguntó al
proxeneta por sus funciones en la Sociedad del Astrólogo. “En el fondo le seré
sincero, nada me interesa. Me aburro. Me aburro horriblemente”, insiste Haffner,
tras el falso asesinato de Barsut, y subraya que “aquí no hay absolutamente nada que
hacer”35. Este carácter despreocupado por el mundo narrado, diegético 36, es otra
forma en la que se manifiesta la crisis del sujeto moderno; el mundo de la técnica
abruma tanto como aburre. El mismo Barsut lo sabe: “A veces observo mi
aburrimiento con tanta meticulosidad como podría verse el interior del vientre de un
hombre que tuviera la piel de cristal”37. De una u otra forma, la realidad no es digna
de vivirse.

Pero caso muy contrario es el de Erdosain, que era, en su juventud, un persecutor


esperanzado de la vida, cuyo anhelo era convertirse en un gran inventor: “Pero yo te
amo, vida. Te amo a pesar de todo lo que te abofetearon los hombres” 38. No obstante,
con el paso del tiempo, y las constantes humillaciones, los gestos abúlicos empiezan a
hacer presencia en la vida de Remo, quien en su interior piensa: “Estoy perdido. Es
mejor que me mate”39. Aparece, entonces, la posibilidad del suicidio, por dos razones

32
Corral, op. cit., p. 64
33
557
34
Ibid., p. 49
35
Ibid., p. 324
36
Pimentel 11
37
Ibid., p. 559
38
Ibid., p. 529
39
Ibid., p. 343

6
muy concretas: Erdosain no tolera más el sufrimiento y, además, desconoce la verdad
del nuevo mundo que se le presenta.

Para los personajes del díptico, la verdad aparece como un problema fundamental,
pues les permite o no entender el nuevo mundo que los rodea. “La gente
indirectamente busca verdades”40, dice el Astrólogo. Mientras Erdosain busca a
tientas la verdad, el Astrólogo es el personaje que más parece tener claro en qué
consiste tal asunto: “¿Qué es la verdad? me dirá usted. La Verdad es el Hombre. El
Hombre con su cuerpo”41, le indicaba Lezin a Hipólita cuando ésta fue a la quinta de
Temperley a extorsionarlo. Resulta interesante que el Astrólogo asocie la verdad al
cuerpo, porque es, a fin de cuentas, el que debe tolerar el sufrimiento y el
aburrimiento que padece el ser humano. Lezin, por tanto, propone una relación entre
el sufrimiento y la verdad, como si lo primero fuera el puente hacia lo segundo. “El
Cuerpo, el Hombre, la Verdad sufren... sufren porque mediante el aburrimiento
tienen la sensación de que existen, como el diente podrido existe para nuestra
sensibilidad cuando el aire toca el nervio” 42. Son el sufrimiento, el aburrimiento y el
cuerpo los que les recuerdan a los personajes que existen. Ahí, en los malestares, es
donde reside, parcialmente, la verdad de los personajes arltianos. “Los hombres que
sufren llegan a conocer idénticas verdades. Hasta pueden decirlas casi con las
mismas palabras, como los que tienen una igual enfermedad física 43, insistía el
Astrólogo, quien además aconsejaba a Haffner de la siguiente forma: “Encontrar la
verdad buscándose a sí mismo”44. La verdad está ligada a la corporalidad del
personaje; en un mundo cercado por las máquinas y la guerra, lo único cierto es el
cuerpo. Y como todos los personajes gozan de un cuerpo sensible, que debe soportar
ciertas desdichas, asimismo todos deben conocer en algún momento la verdad.
Hipólita, por ejemplo, se pregunta “¿Cuántas verdades tiene cada hombre?”, y ella
misma se responde que “Hay una verdad de su padecimiento, otra de su deseo, otra
de sus ideas”45. Aun en las tres posibilidades que plantea la Coja está siempre
presente la materialidad del cuerpo. Hay otros, como Barsut, que, absolutamente

40
Ibid., p. 292
41
Ibid., p. 298
42
Ibid., p. 299
43
Ibid., p. 301
44
Ibid., p. 358
45
Ibid., p. 388

7
desinteresado, dice “¿Qué me importa a mí la verdad? ¿Para qué sirve la verdad? A
mí la verdad me importa un pepino”46.

Pero para Erdosain la búsqueda de la verdad es algo sustancial. “La verdad tampoco
está allí”47, se dice Remo pensando en la posibilidad de hallarla en Jesús, en la guerra
o en la revolución, sin encontrar una respuesta afirmativa. El problema lo abruma,
tanto así que se dice: “Estoy muerto y quiero vivir. Esa es la verdad” 48. La colección
de humillaciones y de dolores es lo que despierta la conciencia de Remo 49. De cierta
forma, los personajes de Los siete locos y Los lanzallamas soportan todo tipo de
tragedias porque así creen que llegarán finalmente hasta la verdad, la verdad de sí
mismos50. Y surge una pregunta muy interesante al respecto: ¿hasta qué punto está
dispuesto el personaje a soportar los sufrimientos y las humillaciones con tal de
hallar la verdad?

Lo cierto es que la verdad resulta algo insoportable para los personajes de la novela
de Arlt. Entonces, “¿De qué modo dar el gran salto?” 51, se pregunta Erdosain. “Su
verdad es un sufrimiento que reclama una tierra nueva, una ley nueva, una felicidad
nueva”52, les dice el Astrólogo a Barsut y a la Coja hablando sobre el destino de los
desgraciados como Erdosain. Y en efecto, Remo buscará la forma de encontrar tal
felicidad, de modo que decide, mediante la alternativa revolucionaria, dar el batacazo
a la realidad y adherirse al proyecto del Astrólogo 53, que promete un mundo nuevo
mediante la imposición de algún modelo político, que logre consolidar las distintas
esperanzas de los individuos.

No obstante, debemos entender que la negación de la realidad y de la verdad no


implica suprimirlas, como lo desea inicialmente el Buscador, Lezin o el mismo
Erdosain, sino reconstruirlas. La reconstrucción del mundo, se supone, queda en
manos del proyecto revolucionario del Astrólogo; pero, lamentablemente, las
acciones de los integrantes de la Logia son torpes e insuficientes, y la realidad que
tanto los atormentaba seguirá tan latente y asfixiante como antes de las aventuras del
46
Ibid., p. 551
47
Ibid., p. 471
48
Ibid., p. 344
49
Masotta, op. cit., p. 48
50
Corral, op. cit., p. 46
51
Arlt, op. cit., p. 506
52
Ibid., p. 515
53
Sarlo, Beatriz. “Un extremista de la literatura” en Escritos sobre literatura argentina. Buenos Aires: Siglo XXI,
2007.

8
mundo de las mentiras del proyecto revolucionario 54. Así, y como diría Beatriz Sarlo,
los personajes de Los siete locos y Los lanzallamas estarán condenados a ser lo que
son; están condenados al rotundo y funesto fracaso. Pero en esa caída, los personajes
maquinarán todo tipo de planes que procurarán salvarlos de su suerte 55.

No me queda muy claro el objetivo del capítulo en cuanto a su título, referido a las
dos obras y al desarrollo en la presentación de algunas alternativas en los personajes.

54
Masotta, op. cit., p. 93
55
Sarlo, op. cit., “Un extremista de la literatura”

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