En su acertadísimo comentario, Piglia propone una lectura de Los siete locos-Los
lanzallamas y El juguete rabioso a partir del dinero. Pero no del dinero físico (cheques, billetes u oro) sino de la necesidad de hacerlo, tanto mejor si es mediante arterias y actos místicos. Hacer dinero de forma legal y mecánica, dice Piglia sobre la obra de Arlt, no tendría mayor efecto creador; en cambio, la estafa y la mentira abren la posibilidad de narrar. Como en la película de Robert Bresson, El dinero, Arlt requiere de su poder simbólico para estimular la trama novelesca y la acción de cada uno de los personajes. Existe una relación desfasada, podríamos decir, entre el deseo de hacer dinero y los medios que necesita, es decir, los personajes buscan el dinero a partir de ideas un tanto místicas e incluso ingenuas: una flor de plata, prostíbulos que mantengan económicamente una revolución, hacerse el ciego y pedir limosna, hacer una fábrica de gases, crear una Jefatura de Minas, etc. Ciertamente, muchas de esas formas de hacer dinero son condenables moralmente, pero son las que permiten la construcción novelesca de Arlt. Piénsese, por ejemplo, en la estafa del Astrólogo a Barsut: Los siete locos es un relato construido a partir de la idea de secuestrar a Barsut para firme un cheque que sería el embrión económico a la Logia, que, a la sazón, nunca se cristaliza. En otras palabras, desde el momento en que los personajes deciden adherirse al proyecto de Lezin hasta el instante en ven frustradas sus ilusiones, el dinero está ahí actuando como un catalizador, guiando los pasos de los sujetos arltianos. Por supuesto que en esta lectura, las mentiras y las comedias juegan un papel fundamental; diríamos que son uno de los reflejos del deseo del dinero.