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10
Mar
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Los 13 Errores más comunes de un psicólogo/a durante la terapia
o Error 1 | No ajustar bien la relación terapeuta-paciente
o Error 2 | Juzgar las creencias de tu paciente
o Error 3 | No practicar la escucha activa
o Error 4 | Hablar mucho (o poco) de tus cosas y de ti mismo/a
o Error 5 | Decirle a tu paciente lo que tiene que hacer
o Error 6 | No mostrarte auténtico/a en terapia
o Error 7 | Sentir lástima por tu paciente
o Error 8 | Obviar la alianza terapéutica
o Error 9 | Ser excesivamente subjetivo/a
o Error 10 | No tener en cuenta el momento de la terapia
o Error 11 | Usar un lenguaje demasiado técnico
o Error 12 | Ser demasiado rígido/a
o Error 13 | No aceptar las «derrotas» profesionales
Conclusiones Finales sobre los Errores en Terapia
o Lectura Recomendada
¿Cuáles son los errores más comunes que puede cometer un psicólogo/a durante una
terapia? Hacer terapia es algo complejo y sobre todo al principio, cuando aún no se tiene
experiencia. Si conoces los errores más habituales que se cometen en terapia, podrás
anticiparte a ellos y a la vez, potenciar y mejorar tus habilidades terapéuticas. Descubre
en este artículo cuáles son las 13 cosas que nunca debes hacer durante una terapia.
Sobre todo al principio, cuando aún estés dando tus primeros pasos como terapeuta,
cometerás muchos errores. Algunos de ellos serán meras equivocaciones o despistes. Sin
embargo, otros serán más importantes y tendrán mucha más repercusión para ti como
profesional.
No quiero generarte miedos o que este artículo se convierta en una fuente de inseguridad. Al
contrario. Espero que este artículo sea una linterna en la oscura noche que en ocasiones es la
práctica clínica de la psicología.
Me gustaría que analizases cada uno de los errores de la guía y sobre todo, que los
reflexiones y veas si estás cometiendo alguno de ellos, porque sin duda, éstos son los errores
más comunes que un psicólogo puede cometer durante la terapia.
Recuerda, ¡no te sientas mal o con inseguridad si cometes estos errores! Aprende de ellos y
estoy seguro de que te convertirás en un/a terapeuta realmente excepcional.
Es importante tener en cuenta que para lograr que dicha relación sea potenciadora necesita
establecerse de una forma adecuada. Para ello, es fundamental mantenerse en lo que he
denominado «La Línea de Implicación Óptima».
Por tanto, el error que puedes cometer en este primer punto es rebasar la línea hacia un lado o
hacia otro, dando lugar a dos posibilidades, con sus respectivas consecuencias.
Se trata de establecer una relación terapeuta – paciente demasiado cercana y con un alto nivel
de implicación emocional. Y por supuesto, no se trata de que el paciente no te importe, sino
de que te importe demasiado.
Con esto no quiero decir que no se pueda abrazar a un paciente en un momento determinado o
que no seas cercano/a, sino que recuerdes que la vuestra es una relación profesional, y para
que funcione, han de marcarse unos límites.
En caso de que esta relación sea demasiado estrecha, podrían aparecer, además de la pérdida
de efectividad de la terapia, algunas de estas consecuencias:
Uno de los principales factores que diferencian a los terapeutas exitosos de los que no lo son
es su interés en las personas y su compromiso con el paciente (Swenson, 1971).
No hace mucho tiempo, durante una clase sobre habilidades de terapia, dos alumnos
realizaban un role-playing en el que uno de ellos hacia de terapeuta y el otro de paciente. El
que hacia de psicólogo tenía que gestionar una situación en la que el paciente manifestaba
creencias y pensamientos claramente racistas y xenófobos con los que parecía sentirse muy a
gusto. El terapeuta se paso toda la práctica trabajando dicha creencia.
Al acabar, me preguntó que tal lo había hecho y le respondí que muy bien en cuanto a la
ejecución, pero que los psicólogos no somos quién para juzgar si lo que piensan nuestros
pacientes está bien o mal. No obstante, esto no implica que no puedas ayudarlo a reflexionar
sobre los pros y los contras o sobre las consecuencias que puedan acarrear.
Esta es una pequeña prueba a la que expongo siempre a mis alumnos/as para que comprueben
la importancia de aceptar los pensamientos de los pacientes sin poner por delante lo que
nosotros pensamos o creemos acerca de ello.
*¿Tú qué opinas lector/a?: ¿Ayudarías a tu paciente a sentirse mejor aún a sabiendas de
que no compartes para nada sus creencias o pondrías tus creencias por delante y decidirías
no ayudarle? Estaré encantado de que respondas al final del artículo, en la sección de
comentarios. Gracias
Aceptar a tu paciente como es no significa que tú tengas que aprobar sus pensamiento,
sentimientos o comportamientos. Recuerda que esto no significa que no puedas hacer
reflexionar a tu paciente sobre los pros y contras y consecuencias personales y sociales de
los mismos.
Cuantas veces en mi vida habré oído (seguro que tú también) aquello de «yo valdría para ser
psicólogo/a porque sé escuchar muy bien»… cientos o quizás miles. El caso es que, como
todo mito, una pequeña parte es verdad.
Y la verdad es que no basta con saber escuchar para ser terapeuta, pero sí que es
fundamental dominar la escucha activa.
Si no escuchas lo que te dice tu paciente, malamente podrás saber lo que le pasa, por qué le
pasa o cómo ayudarle. Por eso, será fundamental que:
También existen unas habilidades de escucha mucho más complejas y que habrás de
dominar tarde o temprano. Son estas:
Recuerdo que en la carrera siempre nos decían que hablar sobre nosotros o revelar
cualquier tipo de información sobre nuestra vida era contraproducente para la terapia y
que ante la insistencia del paciente debíamos responder remarcando la importancia de hablar
de él/ella y no de nosotros.
Para lograr que una persona se abra y se de a conocer de una forma sincera y transparente es
fundamental que tú hagas los mismo, porque de lo contrario se generará una situación de
desequilibro de confianza y en consecuencia, una baja implicación emocional.
No obstante, si hablas demasiado sobre ti estarás cometiendo un grave error, porque la
terapia es de tu paciente, no para ti y por tanto, no es un lugar para que hables de ti mismo/a o
de tus problemas. Las autorrevelaciones deben ser un ofrecimiento controlado de
información.
Sin duda, este es uno de los errores más comunes que un psicólogo puede cometer en
terapia y además, es una de las habilidades terapéuticas que me resultan más interesantes.
El error habitual que suelen cometer los y las profesionales de la psicología cuando empiezan
a hacer terapia es llevar al paciente por un camino determinado, sin tener en cuenta sus
decisiones. Es decir, decirle al paciente lo que tiene que hacer.
La clave fundamental es que guíes a tu paciente hacia el camino que él/ella quiera seguir.
Si le dices a tu paciente lo que tiene que hacer y no sale bien, corres el riesgo de que te eche la
culpa de que haya salido mal. En cambio, si haces las veces de guía, es menos probable que
algo salga mal y aún saliendo mal, estarás exento de responsabilidad o culpa, dado que la
decisión la tomó tu paciente.
Es habitual que tu paciente te pida que le digas lo que tiene que hacer ante un
determinado problema o decisión, para saber cómo responderle puedes leerte este artículo:
> > Las Preguntas más habituales que un paciente puede hacerte antes de acudir a terapia
contigo < <
Si diriges en exceso, dificultarás que tu paciente aprenda a ser más autónomo a la hora de
enfrentarse y solucionar sus problemas. Si no diriges nada la sesión, estarás privándolo de
la ayuda que necesita para resolver sus problemas. Por tanto, es realmente importante que
regules de forma adecuada el grado de directividad que muestras durante tus terapias.
Recuerdo que hace años le comentaba a un amigo mío que el lugar en el que más me sentía
«yo mismo» era en la consulta, haciendo terapia. Allí me encontraba con la posibilidad de ser
auténtico.
Beck et al. (1979/1983) han señalado que un terapeuta ha de conjugar la sinceridad con el
tacto, la diplomacia y la oportunidad para no perjudicar al cliente o a la relación terapéutica.
La clave para trabajar la autenticidad reside en saber qué decir, cómo decirlo y en qué
momento concreto hacerlo.
Si no te muestras como eres, no serás tú. Y si no eres tú, dudo que puedas hacer un buen
trabajo en la consulta. No obstante, no debes olvidar que la espontaneidad total tampoco es
adecuada.
En uno de mis primeros casos como psicólogo, atendí a una mujer que mostraba síntomas
claramente depresivos. Después de unas semanas y de haber avanzado bastante en la
terapia, empeoró. No sabía lo que ocurría, así que decidí invitar a su familia a terapia. Al
investigar con la familia, me di cuenta de que ésta ejercía una influencia negativa sobre la
paciente.
El caso es que la paciente tenía la sensación o percibía que «daba lástima» a sus familiares,
porque estos repetían continuamente aquello de «pobrecita», «ay, dios mío como está», etc.
lo que alimentaba su idea de que estaba mal, que seguía igual que siempre, que lo suyo no
tenía solución… Al trabajar este tipo de discursos en el entorno familiar pude observar una
clara mejora en la paciente.
Lógicamente, este no era el único factor que influía en el pronóstico de mi paciente, pero sí
que era un factor relevante en el mismo.
En consulta te encontrarás con pacientes que te cuentan cosas realmente tristes y dolorosas y
estoy seguro de que tu primera reacción es sentir y mostrar pena o lástima por ellos. ¡Y
es normal que ocurra! pero aún así, puede que tenga consecuencias negativas cercanas a las de
la paciente que te contaba más arriba. Por eso, es importante que desde hoy empieces a
trabajar la compasión.
La compasión consiste en participar del sufrimiento del otro, es decir, que la persona que
la siente, hace todo lo posible para eliminar o mitigar el sufrimiento del otro de una forma
activa.
Como terapeuta es importante que actúes y que no te muestres pasivo ante el sufrimiento de tu
paciente, por ello, como te digo, será fundamental que desarrolles la compasión (Gilbert,
2009):
Este error consiste, ni más ni menos, en centrarte demasiado en las técnicas que debes usar,
en la evaluación, lo que debes hacer, etc. y obviar al paciente y/o tu relación con él.
Es habitual que, sobre todo al principio, dediques mucho tiempo a diseñar y planificar tus
sesiones (lo que resulta muy positivo, por cierto) para sentirte más seguro/a o con una
mayor sensación de control ante la terapia. Pero precisamente, será ese intento de controlar
la situación, lo que podrá debilitar la alianza entre tu paciente y tú.
Por tanto, en terapia, además de dominar las técnicas y herrmientas que brinda la psicología,
habrás de esforzarte por construir una buena alianza terapéutica, ya que ésta es, sin lugar a
duda, un predictor positivo del éxito en la terapia (Keijsers, Schaap y Hoogduin, 2000).
La alianza terapéutica es un pacto implícito entre tu paciente y tú (como terapeuta) cuya
meta es lograr la consecución de los objetivos terapéuticos. Para lograr que esta alianza
terapéutica sea adecuada es importante que tengas en cuenta estos 3 aspectos o componentes
de la alianza:
Por útlimo, quiero que tengas en cuenta que la alianza terapéutica no es algo que se establece
una vez y ya está, sino que se trata de un proceso continuo y por tanto, será fundamental que
atiendas de forma habitual a cómo se desarrolla para que puedas mantenerla, mejorarla o
repararla en caso de que se haya visto dañada.
Dentro de la afirmación «yo no creo en la Psicología» va implícita una creencia subjetiva que
obvia totalmente la realidad objetiva de que la Psicología es una ciencia, más o menos exacta,
pero una ciencia al fin y al cabo, y eso es innegable.
Por otra parte, un nivel subjetividad aceptable sería aquel en el que una persona dice que la
psicología no le ha resultado efectiva o en el que dice que no le ha sido de gran ayuda, lo que
a su vez es muy aceptable e inegable.
La terapia tiene un cierto componente de arte y en ella, las características personales del
terapeuta y la subjetividad son un componente imprescindible. Ahora bien, eso no quiere decir
que la objetividad haya de ser deslegitimada.
Es un hecho demostrado que la terapia cognitivo-conductual tiene una alta eficacia, y pese
a quien le pese, eso es así y si pones en duda este hecho, quizás estés cayendo en la
subjetividad absoluta. No obstante, ello no quiere decir que no puedas abrazar otra
corriente o que otra sea más adecuada para ti o incluso, más efectiva. El caso es que la
TCC sí lo es, y de nuevo, eso es inegable.
En este punto, la clave reside en mantener un equilibrio aceptable y lógico entre los hechos
objetivos y tu propia visión de las cosas, teniendo en cuenta que lo importante no es tener la
razón, sino lograr que tu paciente se sienta mejor y evolucione positivamente.
«Si abres una puerta, tienes que estar seguro/a de que podrás cerrarla después».
Esta es una frase que suelo repetir a menudo para ejemplificar la importancia del momento
de la terapia o más bien, del momento en el que se encuentra el paciente dentro de la
terapia.
Cuando hablo de «abrir una puerta» me refiero a profundizar en los sentimientos y
emociones de tu paciente. Me refiero a que si entras en lo más profundo de la mente, en los
recuerdos mejor guardados, en los esquemas o en las creencias o valores más profundos de tu
paciente, tienes que estar seguro/a de que podrás controlar o mejor dicho, gestionar
adecuadamente dicha circunstancia.
Esta es una de las habilidades terapeuticas más complejas y además requiere de una gran
experiencia para ejecurtarse adecuadamente.
Terapeuta: Bueno A., llegados a este punto creo que sería importante que hablasemos de la
relación que mantienes con tus padres y de los problemas que ello te ocasiona. Se que para ti
puede ser difícil o incluso doloroso hablar sobre temas tan íntimos, pero creo que será algo
fundamental para que empieces a sentirte mejor. Te propongo que empezamos hablando de
tu madre, por ejemplo. ¡Ah! Si en algún momento te sientes incómodo o no te ves preparado
para hablar de algún tema házmelo saber e iremos un poco más despacio.
Esta es una de esas cosas que nunca he entendido: ¿por qué los psicólogos/as usamos un
lenguaje técnico con nuestros pacientes?
No obstante, eso no significa que desde el primer momento sea adecuado hablar a tu paciente
con un lenguaje demasiado técnico. Es más, lo más probable es que tu paciente no entienda
lo que estás diciendo.
He visitado webs en las que el psicólogo o la psicóloga describía sus servicios usando
términos como «Uso la Terapia Cognitivo Conductual», «sigo los principios fundamentales
de Terapia Sistémica» o «Me baso en el modelo ABC». Y encima sin explicar lo que era una
cosa u otra.
Una de las claves para conectar con una persona consiste en hablar «su idioma». Si no
traduces los conceptos de la psicología a términos que tu paciente pueda entender, no los
entenderás y en consecuencia puede que no mejore, que no entienda lo que tiene que hacer,
que abandone la terapia (o que directamente no vaya nunca), que se sienta molesto… Lo que
tengo claro es que no sacará nada positivo de ello.
Hay una cita célebre de Eurípides que dice que «lo esperado no sucede, es lo inesperado lo
que acontece» y desde mi punto de vista refleja muy bien lo que ocurre en una consulta de
psicología.
Llevas dos semanas planificando la próxima sesión con tu paciente y te has percatado de una
par de cosas sobre su comportamiento que te han dado pistas para seguir avanzando en el
proceso. Te preparas la sesión, la estudias, piensas qué técnicas usarás… y cuando llegas a
terapia tu paciente te revela una información muy importante sobre la que no tenías
conocimiento. ¿Qué haces? ¿Sigues tu planning o por el contrario te adaptas e improvisas?
La improvisación, usada con cautela y con medida es sin duda una de las mejores bazas que
puedes tener para tu día a día en la consulta, dado que te dotará de flexibilidad, espontaneidad,
naturalidad… y sobre todo, se convertirá en un recurso muy práctico cuando ocurra lo
inesperado.
Acepta que eres una persona que siente y padece y que se equivoca y no un superman o una
superwoman a los que todo le sale bien.
Acepta que hay cosas que se escapan a tu control y que por mucho que te empeñes no podrás
cambiarlas.
Acepta que a veces tus métodos o técnicas fallan, que no eres un/a profesional infalible.
Como habrás podido observar, la mayor parte de las habilidades de terapia consisten en
mantener un equilibrio lógico entre dos polos opuestos: no implicarte mucho ni poco, no
ser rígido o flexible en exceso, adecuar la subjetividad y la objetividad, gestionar bien los
tiempos para no actuar antes o después de tiempo… En resumidas cuentas, se trata de que no
cometas excesos y verás como a medida que ganes experiencia, tú mism/a irás ajustando ese
equilibrio hasta un punto en el que te sientas cómodo/a y en el que tu paciente obtenga los
mejores resultados.
¿Tienes alguna duda o sugerencia o hay alguna pregunta que no haya incluido en este
artículo y no entiendes cómo se me ha podido olvidar? Déjame un comentario en este
mismo post y te prometo que te responderé cuanto antes.
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