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Encuentro en El Aula. La Verdadera Educacion
Encuentro en El Aula. La Verdadera Educacion
“Si hemos de crear un mundo nuevo, una nueva civilización, un arte nuevo, no
contaminado por la tradición, el miedo, las ambiciones, si hemos de originar
juntos una nueva sociedad en la que no existan el «tú» y el «yo», sino lo nuestro,
¿no tiene que haber una mente que sea por completo anónima y que, por lo
tanto, esté creativamente sola? Esto implica, ¿no es así?, que tiene que haber
una rebelión contra el conformismo, contra la respetabilidad, porque el hombre
respetable es el hombre mediocre, debido a que siempre desea algo; porque
su felicidad depende de la influencia, o de lo que piensa su prójimo, su gurú, de
lo que dice el Bhagavad Gita o los Upanishads o la Biblia o Cristo. Su mente
jamás está sola.” -El libro de la vida de Krishnamurti.
La educación y el entorno nos han adiestrado a todos para que nuestras metas
sean la ganancia personal y la seguridad, y para que luchemos en beneficio
propio. Por mucho que lo disimulemos con eufemismos, se nos ha educado
para que desempeñemos una diversidad de profesiones encuadradas en el
marco de un sistema cuyas bases son la explotación, la ambición y el miedo
que ésta genera. Semejante adiestramiento ineludiblemente ha de ser fuente
de confusión e infelicidad para cada uno de nosotros y para el mundo, pues
crea en cada individuo barreras psicológicas que lo separan y aíslan de los
demás. La educación no consiste en adiestrar la mente.
La verdadera educación no tiene nada que ver con ninguna ideología, por
mucho que ésta prometa una utopía futura; ni está fundada en ningún sistema,
por bien pensado que sea; ni tampoco constituye un medio de condicionar al
individuo de una manera especial. La educación, en el verdadero sentido,
capacita al individuo para ser maduro y libre para florecer abundantemente
en amor y bondad. En esto, en verdad, debiéramos estar interesados, y no en
moldear al niño de acuerdo con una norma idealista.
Krishnamurti: Durante muchos años, hemos estado tratando que todas estas
escuelas actúen como una unidad, aunque sean legales y nacionalmente
independientes. Intentamos originar un sentimiento que no existe en ninguna
otra parte del mundo, el de que todos juntos estamos trabajando con el mismo
fin. Vamos a ver si podemos descubrir la forma de transmitir o interpretarles
estas enseñanzas a los estudiantes por medio de las asignaturas. ¿Qué dicen
ustedes? Si pudiéramos tener el mismo tipo de docencia, la misma clase de
educación en todas estas escuelas, aquí, en la India, en California, seria algo
maravilloso. ¿Me explico o no?
Krishnamurti: Sí. Enseñar las materias normales es esencial por varias razones que
no es preciso mencionar ahora, pero ¿podemos transmitirles estas enseñanzas a
los estudiantes por medio de las asignaturas que cada uno de ellos tiene que
cursar? Digamos que soy un profesor de historia en una de estas escuelas. Me
gustaría transmitir estas enseñanzas a los estudiantes cuando doy clase de
historia.
Profesor/a: Me parece que incluso entre los profesores que se encuentran aquí
no hay verdadero acuerdo sobre lo que son las enseñanzas. No debería decir
que «no hay acuerdo»; mejor diría que existe cierto desacuerdo acerca de lo
que son las enseñanzas y, por supuesto, éstas están pasadas por el tamiz del
punto de vista personal de cada uno de nosotros.
Krishnamurti: Mire, ¿podemos hacer esto aquí? Si todos nosotros creemos que
estas enseñanzas son importantes, ¿cómo se las transmitiremos al estudiante, de
modo que salga de estas escuelas un tipo diferente de persona, alguien que no
sea como todos los demás? No me estoy haciendo el esnob ni trato de ser
súper elitista, pero creo que ésa es la intención de todas estas escuelas. Ahora
bien, ¿cómo lo haremos? Siendo profesores aquí, integrantes del personal,
¿cómo colaboraremos para llevar esto a cabo?
Profesor/a: Si todos tenemos bien claro lo que son las enseñanzas, seguramente
suceda sin ningún plan. Lo que uno lleva dentro de sí se revela en el modo de
abordar las asignaturas.
Krishnamurti: Ahora bien, ¿no podemos ver juntos lo que cada uno de nosotros
está haciendo, cómo cada uno le transmite esto al estudiante, e intercambiar
pareceres y procurar mejorar?
Profesor/a: Señor, esto tendría que ocurrir no solamente en la clase, sino
también fuera de clase.
Krishnamurti: Sí, la relación con el estudiante. Usted está diciendo que si como
profesor comienzo por subirme a un pedestal y rebajarlos a ellos respecto a mí,
entonces se ha terminado, se acabó. Así que eso es lo primero que usted está
apuntando, que la relación entre el educador y el educando no debe ser
autoritaria. Ahora bien, ¿cómo le transmite al estudiante la verdadera
responsabilidad de ese sentimiento? ¿Cómo comunica esto en la clase y
durante todo el día?
Krishnamurti: Si, todos decimos estas cosas. Pero, ¿cómo, por favor?
Profesor/a: Cada año, lo primero que hago con los estudiantes nuevos es
conversar de exactamente esta clase de temas, lo que entiendo por las
enseñanzas y lo que he entendido en el pasado.
Krishnamurti: Mire, señor. Yo visito estas escuelas; tengo que hablar de todo esto
por separado e individualmente con los estudiantes y con los profesores, y no
ha estado sucediendo nada. ¿Entienden? Nada. Lo que estoy diciendo es que
para evitar que no suceda nada, hay que hacer algo.
Krishnamurti: Sí. ¿Cómo entabla una relación? Atengámonos a ese único tema.
El estudiante llega absolutamente condicionado, sin la menor relación. Le teme
a sus padres, le teme a todo y así está condicionado. Y usted le habla de
relación. Ni siquiera lo entenderá.
Profesor/a: Cuando usted dice «en la clase», ¿quiere decir que están todos
sentados en el aula, son las once, hora de estudiar matemáticas, y entonces les
habla de estas cosas? ¿O está diciendo que las introduce durante el estudio de
las matemáticas?
Mientras los niños son tiernos, debemos, por supuesto, protegerlos de todo daño
físico, e impedir que se sientan físicamente inseguros. Pero desgraciadamente
no nos detenemos ahí; queremos dar forma a su manera de pensar y sentir;
queremos amoldarlos a nuestros anhelos e intenciones. Procuramos plasmarnos
en nuestros hijos para perpetuar en ellos nuestro ser. Construimos muros a su
alrededor, los condicionamos con nuestras creencias e ideologías, con nuestros
temores y esperanzas y entonces nos lamentamos y oramos cuando los matan
o los mutilan en las guerras, o cuando sufren de alguna otra manera con las
experiencias de la vida.
El niño es el resultado del pasado y del presente y está condicionado por estas
circunstancias. Si le transmitimos nuestro pasado, perpetuaremos su
condicionamiento y el nuestro. Hay una transformación radical sólo cuando
comprendemos nuestro condicionamiento y nos libertamos de él. Discutir lo
que debe ser la verdadera educación, mientras nosotros mismos estamos
condicionados, es completamente fútil.