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CONCLUSIÓN

Este fue el caso práctico sobre el juicio moral y el juicio ético de Karen Quinlan,
una mujer que provocó un debate nacional sobre el derecho a la muerte en
Estados Unidos, murió en un hospital de después de pasar años en estado de
coma profundo. Ella tenía 30 años de edad, a pesar de que su familia logró un año
más tarde una sentencia que permitió que fuera desconectada de un respirador
artificial y así continuar viviendo una vida vegetal durante toda una década sin
respiración asistida.

La muerte es el evento que determina el fin de la vida de los seres humanos, y por
ello ha sido desde siempre el centro de debates entre diversos pensamientos y
posturas antropológicas y culturales. Así mismo, su reconocimiento y la búsqueda
de signos inequívocos para certificarla han ido variando a través del tiempo, de
acuerdo a las distinta culturas y avances tecnológicos o científicos que se hayan
desarrollado. Hoy en día, mediante sistemas y aparatos extremadamente
sofisticados, la ciencia y la práctica médica son capaces no sólo de resolver
casos antes sin solución y de mitigar o eliminar el dolor, sino también de sostener
y prolongar la vida incluso en situaciones de extrema debilidad, de reanimar
artificialmente a personas que perdieron de modo repentino sus funciones
biológicas elementales.

El caso de Karen ha abierto la puerta al diálogo sobre la cuestiones éticas y


legales que rodean a la moderna medicina en la era tecnológica. Gracias a los
últimos avances técnicos y científicos, es posible prolongar hasta límites extremos
la vida de pacientes que hace unos años hubieran muerto irremisiblemente. Este
caso nos ha ayudado a abordar el dilema que plantea la medicina moderna: las
cuestiones de la vida y la muerte están en nuestras manos, no en las del destino.
Esta historia se ha convertido en un punto de referencia para pacientes muy viejos
o con enfermedades incurables que dirán que no quieren vivir como lo ha hecho
Karen.

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