Relatos Riachuelo Antiguo 4

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La fuga del Riachuelo

Un viaje lejos de la contaminación, con paradas en la "torre Eiffel" de La Boca y un paseo de compras
guiado por los quinteros de la isla Maciel.
MIÉRCOLES 23 DE AGOSTO DE 2006 • 22:54

A pocas cuadras del Riachuelo la vida de muchísimos vecinos transcurre como si estuvieran a kilómetros del
agua. Así, arrastrados por la contaminación y otros males a esa fuga lejos de la costa, abandonaron en la orilla
antiguos tesoros como la torre Eiffel de La Boca y las quintas de verduras de la isla Maciel.
No todos quieren recordar cómo era el Riachuelo. Si bien el problema de la contaminación es tan viejo que
hasta Sarmiento llegó a hablar de él, no hay que ir mucho tiempo atrás para descubrir que la relación de los
vecinos con el agua era muy diferente.

Aroma sin igual. "Hoy el río sólo tiene presencia cuando sopla viento del sudeste o del este pero -a diferencia
de mis hijos- para mí el Riachuelo era un lugar de aventuras, de juegos", bromea Osvaldo Moreno -vecino de
Villa Riachuelo- sobre el legendario olor de esas aguas, que empeora en los días muy calurosos de verano.
Él vive a tres cuadras del autódromo que hoy bordea el río, a diferencia de lo que sucedía unas seis décadas
atrás donde sólo había un campito, muy cerca de donde Roberto D'Angelis, otro vecino, iba a bañarse con "los
pibes de la barra".
Según cuenta D'Angelis, miembro vitalicio del Club Yupanqui, detrás del campo sembrado y lindante con el
antiguo Puente de la Noria, había una laguna a la que él y otros chicos iban en forma "clandestina".
"Nos bañábamos completamente desnudos. El short no era muy común en esa época. Salíamos corriendo por
ese campo y zafábamos de la policía porque no quería que fuéramos ahí. Era una cosa sin control y muchos
chicos se ahogaban. En aquel entonces todo el mundo caminaba e iba a donde quería y después rendía cuentas
como sea en la casa.",
Ya en ese entonces los padres de los que hoy son los vecinos de mayor edad se lamentaban de que el río
estaba sucio. Pero a pesar de todo era común ir a pescar, atrapar ranas o cazar gorriones, en especial cuando el
menú indicaba "polenta con pajaritos". Un estofado poco usual por estos días.

Picnic en el Dock. Julio Pazos, bisnieto de Vicente Fonda, uno de los fundadores de la actividad de buzo
comercial en el Riachuelo dice: "En esa época, me contaron mis tíos que se iban a bañar allá. Mis padres,
también, practicaban remo en un club de Dock Sud, en el Club Regatas Almirante Brown. Incluso había
domingos que iban a hacer picnics a lugares que hoy son peligrosísimos como Puerto Piojos o Dársena
inflamable."
Pazos aprendió a bucear -a diferencia de la mayoría de sus colegas- en aguas sin visibilidad, lo opuesto a las
límpidas aguas del mar chubutense en las que hoy trabaja. "Como lo tuve de muy chico y para nosotros
siempre fue algo muy natural, yo tengo cierto afecto por el Riachuelo. Cada vez que estoy en Buenos Aires
hago una pasada porque siento alguna atracción, no sé de que tipo, por ese río que hoy por hoy está muy feo,
muy deteriorado, pero no deja de tener una personalidad especial."

¿Eiffel en La Boca? Mucho antes, cuando empezaba el siglo XX, y el furor del progreso se contagiaba hasta
estas tierras, se levantó el puente trasbordador Nicolás Avellaneda. "La torre Eiffel de La Boca", tal como le
dicen en el barrio.
La estructura, que tiene forma de puente, funcionaba como un montacargas horizontal y Lito Discioscia un
vecino que podría definirse como "militante" -ya que integra muchas de las asociaciones y organizaciones
boquenses existentes- llegó a usarlo.
"Yo tenía un amigo que hacía el reparto de pan en la isla Maciel y yo lo acompañaba con la canasta y el
caballo", dijo Discioscia durante una recorrida del Museo Quinquela Martín con LANACION.com mientras
señalab hacia fuera del balcón principal del edificio para mostrar la vista que solía inspirar al pintor.
Del otro lado, estaban los quinteros con las verduras. Las compras se hacían cruzando con el bote, por
supuesto.

Los barcos y el trabajo. La Boca era una zona concentradora de marineros de todas partes del planeta y de
decenas de barcos que se apretujaban cerca de las cinco en torno a la vuelta de Rocha.
"Había tripulaciones de buques, extranjeros, gente relacionada con el ambiente de astilleros. Era un barrio de
obreros, bohemio y con toda la influencia directa de Europa, gente que había llegado recientemente y había
pasado por guerras. Los anarquistas, las regiones europeas que a veces no se llevaban muy bien unos con
otros.", cuenta Pazos.
Uno de esos obreros fue, según Discioscia, Quinquela Martín: "El iba a hombrear bolsas al puerto. La cultura
de él era el trabajo por eso usted va a ver que todas sus obras muestran el trabajo".
Tras las sucesivas crisis, el paisaje cambió. La contaminación creció -de la mano de la pobreza y el
desempleo- y la zona se transformó en lo que, según otro vecino, son los patios traseros de las casas: "dónde
uno pone la basura y las porquerías".
Quizás por eso, y otro poco por la "vergüenza" (uno de los comerciantes locales dice que evita mencionar la
palabra Riachuelo), muchos vecinos no quieren hablar del tema. "No, yo no voy a hablar", dice
a LANACION.com un botero de unos 70 años mientras aleja la embarcación hacia la isla Maciel, "si yo le
contara. ¡Acá se podía nadar! ¡Y mire cómo está ahora", grita -enojado- desde mitad del río.

D'Angelis coincide en que en el barrio "ni se comenta del Riachuelo". Recuerda que se bromeó bastante
respecto a la famosa promesa de los 1000 días de María Julia y destaca que muchos añoran pescar otra vez en
esas aguas: "Y yo mismo digo -como pienso vivir 120- espero que en 10 años lo puedan purificar. Yo tengo
confianza de que lo van a hacer".

Silvana Santiago De la Redacció n de LANACION.com


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