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que ser una persona de inclinación espiritual no es simplemente una cuestión de sentimiento o elección propia. En realidad, es un asunto de vida o muerte. ¿Por qué puede
decirse que la persona espiritual recibe “vida y paz”? Porque, según la Biblia, en el presente disfruta de paz consigo misma y con Dios, y en el futuro será bendecida con vida
eterna (Romanos 6:23; Filipenses 4:7). Con razón Jesús afirmó: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual” (Mateo 5:3).
El hecho de que usted se encuentre leyendo esta revista demuestra que se interesa por la espiritualidad, y eso es digno de elogio. Sin embargo, las opiniones sobre este
asunto son tan diversas que tal vez se pregunte: “¿Qué es la espiritualidad realmente, y cómo se cultiva?”.
explicó a los cristianos de la antigua ciudad de Corinto la diferencia entre el hombre físico —que se deja llevar por los impulsos carnales— y el hombre espiritual —que valora
las cosas espirituales—. Pablo afirmó: “El hombre físico no recibe las cosas del espíritu de Dios, porque para él son necedad”. Por otra parte, aclaró que las personas de
inclinación espiritual se caracterizan por tener “la mente de Cristo” (1 Corintios 2:14-16).
Básicamente, tener “la mente de Cristo” significa manifestar “la misma actitud mental que tuvo Cristo Jesús” (Romanos 15:5; Filipenses 2:5). En otras palabras, un hombre
espiritual es aquel que piensa como Jesús y sigue sus pasos (1 Pedro 2:21; 4:1). Cuanto más se parece la mente de alguien a la de Cristo, más profunda es su espiritualidad y
Jesucristo. Pero ¿cómo es posible conocer la mente de alguien que vivió en la Tierra hace dos mil años? Pongamos un ejemplo: ¿cómo aprendió usted las hazañas de los
personajes históricos de su país? Probablemente, leyendo sobre ellos. De igual modo, una de las claves para conocer la mente de Cristo es leer la historia de su vida (Juan
17:3).
Existen cuatro relatos históricos muy gráficos sobre la vida de Jesús: los Evangelios, que fueron escritos por Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Si los lee con atención, percibirá la
manera de pensar de Jesús, la profundidad de sus sentimientos y los motivos que impulsaron sus actos. Al reflexionar en lo que lea sobre él, se hará una clara imagen mental
de la clase de persona que era. Incluso si considera que ya está siguiendo a Cristo, leer estos relatos y meditar en ellos le ayudará a ‘seguir creciendo en la bondad inmerecida
Con esto presente, analicemos algunos pasajes de los Evangelios para ver por qué era Jesús una persona tan espiritual. Luego veamos cómo podemos imitar su ejemplo (Juan
13:15).
La espiritualidad y “el fruto del espíritu”
El Evangelio de Lucas indica que Jesús recibió el espíritu santo de Dios cuando fue bautizado y que era un hombre “lleno de espíritu santo” (Lucas 3:21, 22; 4:1). Jesús, a su vez,
inculcó en sus seguidores la importancia de dejarse guiar por el espíritu santo, o “fuerza activa”, de Dios (Génesis 1:2; Lucas 11:9-13). ¿Por qué es eso tan importante? Porque el
espíritu de Dios tiene el poder de transformar la mente de las personas para que se vaya asemejando a la de Cristo (Romanos 12:1, 2). El espíritu santo produce cualidades
como “amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, autodominio”. Estas virtudes, que la Biblia llama “el fruto del espíritu”, permiten identificar a los
hombres y mujeres que son verdaderamente espirituales (Gálatas 5:22, 23). Dicho de otra manera, la persona de inclinación espiritual es la que se deja guiar por el espíritu de
Dios.
Jesús manifestó el fruto del espíritu a lo largo de su ministerio. Por ejemplo, al tratar con los miembros de las clases más bajas de la sociedad, demostró cualidades como el
amor y la bondad (Mateo 9:36). Esto lo notamos en un suceso que registró el apóstol Juan: “Al ir pasando, [Jesús] vio a un hombre ciego de nacimiento”. Sus discípulos
también se fijaron en él, pero lo vieron como un pecador. Así que preguntaron: “¿Quién pecó: este hombre, o sus padres[?]”. Por otra parte, para sus vecinos, aquel hombre
no era más que un mendigo, pues dijeron: “Este es el hombre que estaba sentado y mendigaba, ¿no es así?”. Sin embargo, lo que Jesús vio en este ciego fue a una persona
que necesitaba ayuda. Por eso, habló con él y lo curó (Juan 9:1-8).
¿Qué nos enseña este relato sobre la manera de pensar de Cristo? En primer lugar, que él no pasaba por alto a los más humildes, sino que los trataba con ternura y compasión.
En segundo lugar, que tomaba la iniciativa para ayudar al prójimo. ¿Qué hay de nosotros? ¿Seguimos el modelo que puso Jesús? ¿Vemos a las personas como él las veía? ¿Las
ayudamos a mejorar su vida actual y les brindamos la esperanza de un futuro maravilloso? ¿O más bien tendemos a favorecer a los que son prominentes, pasando por alto a
los demás? Si usted siente por la gente lo mismo que Jesús sintió, entonces puede afirmarse que está siguiendo su ejemplo (Salmo 72:12-14).
La espiritualidad y la oración
Los relatos de los Evangelios revelan que Jesús oraba a Dios con frecuencia (Marcos 1:35; Lucas 5:16; 22:41). Durante su ministerio en la Tierra, se preocupó de dedicar tiempo
a orar. El apóstol Mateo registró: “Habiendo despedido a las muchedumbres, subió solo a la montaña a orar” (Mateo 14:23). Los momentos que Jesús pasó en íntima
comunicación con su Padre celestial lo fortalecieron mucho (Mateo 26:36-44). Así mismo, hoy día las personas de inclinación espiritual hacen lo posible por hallar momentos
para comunicarse con Dios. Saben que así fortalecerán su relación con el Creador y podrán amoldar más fácilmente su forma de pensar a la de Cristo.
Jesús a menudo pasó largos períodos orando (Juan 17:1-26). Por ejemplo, antes de escoger a los doce hombres que llegarían a ser sus apóstoles, “salió a la montaña a orar, y
pasó toda la noche en oración a Dios” (Lucas 6:12). Las personas con intereses espirituales imitan a Jesús, aun cuando no pasen necesariamente toda la noche orando. A la
hora de tomar decisiones importantes oran a Dios el tiempo que sea necesario, buscando la dirección del espíritu santo, pues desean que su decisión les beneficie en sentido
espiritual.
También aprendemos mucho de la intensidad con que Jesús oraba. Fíjese en lo que escribió Lucas sobre la manera en que Jesús oró la noche antes de morir: “Entrando en
agonía, continuó orando más encarecidamente; y su sudor se hizo como gotas de sangre que caían al suelo” (Lucas 22:44). Jesús ya había orado encarecidamente antes, pero
ahora que se enfrentaba a la prueba más difícil de su vida en la Tierra, oró “más encarecidamente”, y su oración fue contestada (Hebreos 5:7). Las personas espirituales siguen
el modelo de Jesús. Cuando encaran pruebas especialmente difíciles, le piden “más encarecidamente” a Dios espíritu santo, dirección y apoyo.
Estaba claro que orar era muy importante para Jesús, así que no sorprende que sus discípulos desearan imitarlo a este respecto. Por eso le solicitaron: “Señor, enséñanos a
orar” (Lucas 11:1). En la actualidad, quienes valoran los asuntos espirituales y desean la guía del espíritu santo también imitan a Jesús en su manera de orar a Dios. La verdadera
solas, sus apóstoles vinieron a decirle que muchas personas lo andaban buscando, tal vez para que las curara. No obstante, Jesús respondió: “Vamos a otra parte, a las villas
cercanas, para que predique también allí”. Entonces les explicó la razón: “Porque con este propósito he salido” (Marcos 1:32-38; Lucas 4:43). Aunque para Jesús era importante
curar a la gente, su misión principal era predicar las buenas nuevas del Reino de Dios (Marcos 1:14, 15).
Hoy día, la predicación del Reino de Dios sigue siendo una marca distintiva de quienes tienen la mente de Cristo. Jesús dio este mandato a todos los que desearan seguirle:
“Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones, [...] enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado” (Mateo 28:19, 20). Además, Jesús
predijo: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14). Participar con
diligencia en la predicación es señal de verdadera espiritualidad, pues la Palabra de Dios explica que esta obra mundial se realiza con el poder del espíritu santo (Hechos 1:8).
Para predicar el mensaje del Reino por todo el mundo se necesita el esfuerzo unido de millones de personas (Juan 17:20, 21). Quienes participan en esta obra no solo deben
tener inclinación espiritual, sino también estar bien organizados. ¿Sabe quiénes están siguiendo los pasos de Cristo y predicando las buenas nuevas del Reino por todo el
planeta?
averiguarlo, pregúntese: “¿Leo a diario la Palabra de Dios, la Biblia, y reflexiono en lo que dice? ¿Manifiesto el fruto del espíritu en mi vida? ¿Oro con regularidad? ¿Deseo
relacionarme con quienes llevan a cabo la predicación de las buenas nuevas del Reino de Dios por todo el mundo?”.
Un autoexamen sincero le ayudará a evaluar la profundidad de su espiritualidad. Por nuestra parte, le animamos a dar cuanto antes los pasos necesarios para disfrutar de “vida
SIGNOS DE ESPIRITUALIDAD
CAPÍTULO SEIS
“Aprendió la obediencia”
1, 2. ¿Por qué le complace tanto a un padre amoroso ver que su hijo le obedece, y cómo refleja esto los sentimientos de Jehová?
EL PADRE contempla desde la ventana a su hijito que juega en el jardín con unos amigos. De repente, la pelota sale rebotando hacia la calle, mientras el niño la sigue ansioso
con la mirada. “Corre y búscala”, insiste uno de sus amigos, pero él, meneando la cabeza, responde: “No me dejan”. El padre se sonríe complacido.
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¿A qué se debe la satisfacción del padre? A que es él quien le ha dicho a su hijo que nunca se lance solo a la calle. El hecho de que el niño haga caso —aun sin saber que el
padre lo está mirando— indica que está aprendiendo a ser obediente, y, por tal razón, corre menos peligro. Algo parecido siente nuestro Padre celestial, Jehová. Él sabe que
para permanecer fieles y ver el espléndido porvenir que nos espera, debemos aprender a confiar en él y hacer lo que nos manda (Proverbios 3:5, 6). Por eso nos envió al mejor
de los maestros.
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La Biblia dice algo un tanto sorprendente acerca de Jesús: “Aunque era Hijo, aprendió la obediencia por las cosas que sufrió; y después de haber sido perfeccionado vino a ser
responsable de la salvación eterna para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:8, 9). Este Hijo primogénito había existido por millones y millones de años en el cielo. Allí
presenció la rebelión de Satanás y sus ángeles, pero nunca se les unió. Su actitud se ve reflejada en estas palabras inspiradas: “No fui rebelde” (Isaías 50:5). Entonces, ¿cómo es
que “aprendió la obediencia” si siempre había sido obediente a Dios? ¿Cómo fue “perfeccionado” si ya era perfecto?
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Hagamos una comparación. Supongamos que un soldado posee una espada de hierro. Aunque nunca ha sido probada en la guerra, es de fabricación perfecta y bellamente
trabajada. Sin embargo, el soldado decide cambiarla por una más dura, de acero templado, que ya ha sido empleada eficazmente en el combate. ¿No diríamos que ha salido
ganando? De la misma manera, la obediencia de Jesús antes de venir al mundo era irreprochable; pero después de haber vivido aquí, fue de una calidad totalmente distinta:
había sido probada —o templada, por así decirlo— en circunstancias que jamás se habrían dado en el cielo.
5. ¿Por qué fue tan importante la obediencia que demostró Jesús? ¿Qué examinaremos en este capítulo?
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La obediencia era fundamental para la misión de Jesús en la Tierra. Como “el último Adán”, él vino a hacer lo que nuestros primeros padres no hicieron: obedecer a Jehová
Dios aun bajo prueba (1 Corintios 15:45). Su obediencia, sin embargo, no fue mecánica, pues observó los mandatos divinos con toda su mente, corazón y alma; y lo hizo con
alegría. Para él, hacer la voluntad de su Padre era más importante que el alimento mismo (Juan 4:34). Ahora bien, ¿qué nos ayudará a imitar a Jesús? Empecemos por analizar
qué lo motivaba a ser obediente. Si logramos que nuestra motivación sea como la de él, nos resultará más fácil vencer las tentaciones y hacer la voluntad de Dios. Luego
veremos algunos de los beneficios de obedecer a Jehová tal como lo hizo Cristo.
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La obediencia de Jesús nacía de lo que tenía en su corazón. Como vimos en el capítulo 3, él era una persona humilde. Esta cualidad es muy importante, ya que quienes son
humildes están dispuestos a obedecer a Jehová de buena gana, mientras que los orgullosos y arrogantes se niegan a hacerlo (Éxodo 5:1, 2; 1 Pedro 5:5, 6). Además, la
obediencia de Jesús tenía que ver con aquello que amaba pero también con aquello que odiaba.
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Jesús amaba a Jehová sobre todas las cosas, como se explica con detalle en el capítulo 13, y fue ese amor lo que lo motivó a demostrar siempre un temor reverente a su Padre
celestial. Tan intenso era el amor y tan profunda la reverencia que sentía por él, que temía disgustarlo. Dicho temor reverencial fue una de las razones por las que sus oraciones
fueron escuchadas (Hebreos 5:7). El temor de Jehová es también una de sus principales características como Rey Mesiánico (Isaías 11:3).
Al elegir el entretenimiento, ¿demuestra usted que odia lo malo?
8, 9. Según se había predicho, ¿qué sentía Jesús por la justicia y por la maldad, y cómo lo demostró?
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Amar a Jehová también implica odiar lo que él odia. Note, por ejemplo, la siguiente profecía dirigida al Rey Mesiánico: “Has amado la justicia y odias la iniquidad. Por eso
Dios, tu Dios, te ha ungido con el aceite de alborozo más que a tus socios” (Salmo 45:7). Más que todos sus “socios”, es decir, que los demás reyes del linaje de David, Jesús
tiene motivos de sobra para alborozarse por su ungimiento. ¿Por qué? Porque la recompensa que él recibirá es mucho mayor que la de ellos y porque los beneficios de su
reinado son ilimitados. Su amor a la justicia y su odio a la maldad lo impulsaron a obedecer a Dios en todo, y por eso fue premiado.
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¿Cómo manifestó Jesús sus sentimientos con respecto a la justicia y a la maldad? Por ejemplo, cuando los discípulos tuvieron éxito en la predicación por haber seguido sus
instrucciones, ¿cómo reaccionó? Se alegró muchísimo (Lucas 10:1, 17, 21). Y cuando vio que los habitantes de Jerusalén desobedecían vez tras vez sus advertencias y
rechazaban su amorosa ayuda, ¿cómo se sintió? Lloró por la rebelde ciudad (Lucas 19:41, 42). Como vemos, a Jesús le afectaban profundamente tanto la buena como la mala
conducta.
10. ¿Qué sentimientos debemos desarrollar hacia lo que es bueno y lo que es malo, y cómo lo logramos?
Meditar en los sentimientos de Jesús nos ayuda a examinar cuál es nuestra motivación al obedecer a Jehová. Aunque somos imperfectos, podemos desarrollar un amor
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intenso hacia lo que es bueno y un odio profundo hacia lo que es malo. Para ello, tenemos que rogar a Jehová que nos ayude a cultivar los mismos sentimientos de él y de su
Hijo (Salmo 51:10). Al mismo tiempo, debemos evitar las influencias que puedan corromper tales sentimientos, por lo que es preciso ser muy cuidadosos a la hora de elegir el
entretenimiento y las amistades (Proverbios 13:20; Filipenses 4:8). Si tenemos la misma motivación que Jesucristo, no obedeceremos simplemente por cumplir, sino que
haremos lo bueno porque amamos lo bueno. Asimismo, evitaremos todo lo malo, no solo por el temor a ser descubiertos, sino porque aborrecemos lo malo.
11, 12. a) ¿Qué ocurrió al principio del ministerio de Jesús en la Tierra? b) ¿En qué consistió la primera tentación que el Diablo le puso a Jesús, y qué tretas utilizó?
El odio de Jesús por el pecado fue puesto a prueba al principio de su ministerio. Tras su bautismo, pasó cuarenta días y cuarenta noches en el desierto sin comer nada.
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Entonces se le acercó Satanás para tentarlo, ¡y con qué astucia lo hizo! (Mateo 4:1-11.)
Lo primero que le dijo fue: “Si eres hijo de Dios, di a estas piedras que se conviertan en panes” (Mateo 4:3). ¿Cómo se sentía Jesús después de aquel largo ayuno? La Biblia
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dice claramente que “sintió hambre” (Mateo 4:2). A fin de aprovecharse del deseo natural de comer, Satanás sin duda esperó a que Jesús estuviera débil. Fíjese también en el
tono provocador de la frase: “Si eres hijo de Dios”, como si él no supiera que Jesús era “el primogénito de toda la creación” (Colosenses 1:15). Pero Jesús no se dejó desviar
hacia un modo de actuar desobediente. Sabiendo que no era la voluntad de Dios que él usara sus poderes con fines egoístas, rechazó la propuesta del Diablo y demostró
humildemente que confiaba en que Jehová le brindaría alimento y guía (Mateo 4:4).
13-15. a) ¿Cómo tentó Satanás a Jesús la segunda y la tercera vez, y cómo reaccionó Jesús? b) ¿Cómo sabemos que Jesús nunca bajó la guardia en la lucha contra Satanás?
Satanás lo tentó por segunda vez subiéndolo a una parte alta de la muralla del templo. Tergiversando hábilmente las Escrituras, le propuso que realizara un acto espectacular:
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que se arrojara al vacío para obligar a los ángeles a acudir en su auxilio. Si así lo hacía, ¿acaso se atrevería alguien a dudar de que él era el Mesías prometido? Después de todo,
las multitudes que se hallaban en el templo verían el milagro. Además, ¿no se ahorraría muchos problemas y penalidades si, gracias a aquel grandioso acto, el pueblo lo
aceptaba como el Mesías? Pudiera ser, pero Jesús sabía que la voluntad de Jehová era que el Mesías cumpliera su misión humildemente, y no que indujera a la gente a creer
en él por medios espectaculares (Isaías 42:1, 2). Así que tampoco en esta ocasión desobedeció a Jehová: no se dejó deslumbrar por la fama.
¿Y qué hay del poder? ¿Podría utilizarlo Satanás de señuelo? En la tercera tentación, ofreció a Jesús todos los reinos del mundo a cambio de un acto de adoración. ¿Consideró
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el Hijo de Dios la oferta? Su respuesta fue: “¡Vete, Satanás!”. Y agregó: “Porque está escrito: ‘Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es solo a él a quien tienes que
rendir servicio sagrado’” (Mateo 4:10). Por nada del mundo adoraría Jesús a otro dios. Por más que le ofrecieran poder o prestigio, nunca cometería un acto de desobediencia.
¿Se dio por vencido Satanás? Es verdad que en aquella ocasión se alejó ante la tajante orden de Jesús. Pero no desistió, sino que, como añade el Evangelio de Lucas, “se retiró
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de él hasta otro tiempo conveniente” (Lucas 4:13). En efecto, el Diablo buscaría otras oportunidades para probarlo y tentarlo hasta el final, pues dice la Biblia que Jesucristo fue
“probado en todo sentido” (Hebreos 4:15). Jesús nunca bajó la guardia, y lo mismo tenemos que hacer nosotros.
16. ¿Cómo tienta hoy Satanás a los siervos de Dios, y cómo podemos frustrar sus intentos?
Hoy Satanás sigue tentando a los siervos de Dios. Por desgracia, la imperfección a menudo nos hace presas fáciles. El Diablo se aprovecha con astucia de actitudes como el
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egoísmo, el orgullo y la ambición de poder; incluso se vale del cebo del materialismo para que adoptemos estas malas actitudes. Por consiguiente, es esencial que de vez en
cuando nos hagamos un examen de conciencia. Reflexionemos sobre las palabras de 1 Juan 2:15-17 y preguntémonos si los deseos carnales de este mundo, las ansias de
riquezas y el deseo de impresionar a los demás han debilitado hasta cierto grado el amor que le tenemos a nuestro Padre celestial. Recordemos que este mundo y su
gobernante, Satanás, se encaminan a la destrucción. Frustremos los astutos intentos del Diablo de hacernos pecar, y dejemos que nos motive el ejemplo de nuestro Maestro,
17. ¿Cómo se sentía Jesús al obedecer a su Padre? ¿Qué pueden objetar algunos al respecto?
Obedecer significa mucho más que abstenerse de pecar. Implica acciones, como lo demostró Cristo, quien cumplió cada uno de los mandatos de su Padre. “Yo siempre hago
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las cosas que le agradan”, sostuvo (Juan 8:29). Y esa obediencia le causó gran felicidad. Claro, siempre habrá alguien que objete y diga que para Jesús era fácil obedecer, pues
al fin y al cabo tenía que rendir cuentas solamente a Jehová, que es perfecto; en cambio, nosotros tenemos que rendir cuentas a hombres imperfectos que ocupan posiciones
de autoridad. No obstante, lo cierto es que Jesús también se sometió a la autoridad de seres humanos imperfectos.
Jesús creció bajo la tutela de José y María, quienes después de todo eran imperfectos. Probablemente notaba las imperfecciones de sus padres mucho más que otros niños.
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¿Se rebeló por eso? ¿Dejó de respetar el papel que Dios le había dado como hijo y se puso a decirles cómo debían criar una familia? Lucas 2:51 dice que Jesús, a la edad de 12
años, “continu[aba] sujeto a ellos”. Con su actitud dio un magnífico ejemplo a los jóvenes cristianos, que procuran obedecer a sus padres y mostrarles el debido respeto
(Efesios 6:1, 2).
19, 20. a) A diferencia de los demás seres humanos, ¿qué dificultades enfrentó Jesús al tener que obedecer a hombres imperfectos? b) ¿Por qué deben ser obedientes los cristianos verdaderos de hoy a quienes
dirigen la congregación?
La obediencia a hombres imperfectos le planteó a Jesús ciertas dificultades por las que los cristianos de la actualidad nunca hemos tenido que pasar. Piense, por ejemplo,
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en la singular época en que vivió. Si bien el sistema religioso judío —con el templo de Jerusalén y el sacerdocio— gozaba de la aprobación de Jehová desde hacía mucho
tiempo, estaba a punto de ser rechazado y sustituido por la congregación cristiana (Mateo 23:33-38). Mientras llegaba aquel momento, muchos de los líderes religiosos
enseñaban doctrinas falsas derivadas de la filosofía griega. Además, la corrupción en el templo estaba tan extendida que Jesús lo llamó “una cueva de salteadores” (Marcos
11:17). ¿Lo alejó esto del templo y las sinagogas? No, pues todavía eran instrumentos de Jehová. Hasta que Dios intervino y cambió las cosas, Jesús celebró obedientemente
Si Jesús obedeció en tales circunstancias, ¡cuánto más deberíamos hacerlo los verdaderos cristianos! Después de todo, vivimos en tiempos muy diferentes: vivimos en la era
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en que se ha restablecido la adoración pura, como se había anunciado muchos siglos atrás. Dios nos asegura que nunca permitirá que Satanás corrompa a su pueblo
restaurado (Isaías 2:1, 2; 54:17). Es cierto que en la congregación cristiana encontramos fallas e imperfecciones. Pero ¿debemos escudarnos en las faltas ajenas para
desobedecer a Jehová, quizás dejando de ir a las reuniones o criticando a los ancianos? ¡Jamás! Más bien, debemos apoyar de toda alma a los que dirigen la congregación.
Mostramos nuestra obediencia al asistir a las reuniones y asambleas, y seguir los consejos bíblicos que se nos dan (Hebreos 10:24, 25; 13:17).
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Jesús no permitió que nadie —ni siquiera algún amigo bienintencionado— lo hiciera desobedecer a Jehová. En cierta ocasión, el apóstol Pedro intentó persuadirlo de que
no era necesario que sufriera tantas penalidades ni que muriera. Sin embargo, Jesús rechazó categóricamente el consejo de Pedro de ser bondadoso consigo mismo, consejo
que, aunque se dio con las mejores intenciones, estaba equivocado (Mateo 16:21-23). De igual forma, a veces hay familiares bienintencionados que tratan de disuadirnos de
obedecer las leyes y principios divinos. Es entonces cuando, a imitación de los discípulos de Jesús del siglo primero, “tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien
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La obediencia de Jesús se vio sometida a la prueba máxima cuando se encaró a la muerte. En aquel tenebroso día “aprendió la obediencia” en todo el sentido de la palabra.
Hizo la voluntad del Padre, y no la suya (Lucas 22:42). Al pasar esta prueba, dejó un modelo perfecto de integridad (1 Timoteo 3:16). De este modo, se convirtió en la respuesta
a una cuestión muy antigua: la de si un ser humano perfecto puede ser obediente a Jehová aun bajo prueba. Adán y Eva fallaron. Entonces vino Jesús, quien con su vida y su
muerte dejó claro cuál era la verdad al respecto. La más importante de todas las criaturas de Jehová suministró la respuesta más contundente posible. Fue obediente a pesar
23-25. a) ¿Qué relación existe entre la obediencia y la integridad, y cómo podría ilustrarse? b) ¿Cuál será el tema del siguiente capítulo?
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Damos prueba de nuestra integridad, o devoción incondicional a Jehová, siendo obedientes. Debido a su obediencia, Jesús se mantuvo íntegro y así benefició a la humanidad
(Romanos 5:19). En consecuencia, Jehová lo recompensó generosamente. Si nosotros obedecemos a Cristo, nuestro Amo, Jehová también nos dará una recompensa, pues la
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Además, la integridad ya es de por sí un premio. Proverbios 10:9 dice: “El que está andando en integridad andará en seguridad”. Si comparáramos la integridad a una
mansión hecha con ladrillos de calidad, cada acto de obediencia equivaldría a uno de ellos. Por sí solo, un ladrillo tal vez parezca insignificante, pero ocupa su lugar y tiene su
importancia. Y cuando unimos uno tras otro, construimos algo de mucho más valor. Con nuestros actos de obediencia sucede igual: a medida que se acumulan día a día y año
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La obediencia que se manifiesta a lo largo de los años nos recuerda otra cualidad: el aguante. Esta cualidad, que también ejemplificó Jesús, será el tema del siguiente capítulo.
¿Cuáles son algunos mandatos que dio Cristo? ¿Cómo podemos obedecerlos, y con qué resultados? (Juan 15:8-19.)
En un principio, ¿qué opinaban del ministerio de Jesús sus parientes? ¿Qué aprendemos de la manera como él manejó la situación? (Marcos 3:21, 31-35.)
¿Por qué no deberíamos pensar nunca que obedecer a Dios puede privarnos de felicidad? (Lucas 11:27, 28.)
¿Qué nos enseña el que Jesús accediera a obedecer cierta ley aun cuando no estaba obligado a hacerlo? (Mateo 17:24-27.)
¿Cómo demostró el Hijo de Dios que ya era humilde antes de venir a la Tierra?
JESÚS está pasando la última noche de su vida en la Tierra con sus apóstoles en el piso superior de una casa en Jerusalén. Durante la cena, Jesús se levanta, pone a un lado sus
prendas de vestir exteriores y se ata una toalla a la cintura. Entonces vierte agua en un recipiente y empieza a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla.
Finalmente, se pone sus prendas exteriores. ¿Por qué realizó esta acción tan humilde? (Juan 13:3-5.)
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Él mismo explicó: “¿Saben lo que les he hecho? [...] Por eso, si yo, aunque soy Señor y Maestro, les he lavado los pies a ustedes, ustedes también deben lavarse los pies unos a
otros. Porque yo les he puesto el modelo, que, así como yo hice con ustedes, ustedes también deben hacerlo” (Juan 13:12-15). Al estar dispuesto a llevar a cabo un trabajo tan
servil, les dio a sus apóstoles una lección magistral que nunca olvidarían y que los impulsaría a ser humildes por el resto de sus vidas.
3. a) ¿Cómo enseñó Jesús en dos ocasiones la importancia de ser humildes? b) ¿Qué examinaremos en este artículo?
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Aquella no fue la primera vez que Jesús les enseñó a sus apóstoles la importancia de ser humildes. Anteriormente, cuando vio que algunos de ellos manifestaban un espíritu
competitivo, puso a un niño a su lado y les dijo: “Cualquiera que reciba a este niñito sobre la base de mi nombre, a mí me recibe también, y cualquiera que me recibe a mí,
recibe también al que me envió. Porque el que se porta como uno de los menores entre todos ustedes es el que es grande” (Luc. 9:46-48). Consciente de las ansias de
grandeza de los fariseos, dijo tiempo después: “Todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado” (Luc. 14:11). Sin duda, Jesús desea que todos sus
seguidores cultivemos humildad, es decir, una actitud opuesta al orgullo, la vanidad y la arrogancia. A fin de imitarle, examinemos su ejemplo de humildad y veamos cómo
4. ¿Cómo demostró el Hijo unigénito de Dios que ya era humilde antes de venir a la Tierra?
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El Hijo unigénito de Dios ya demostró que era humilde durante los millones de años que pasó en el cielo con su Padre antes de venir a la Tierra. Hablando sobre la estrecha
relación que tenía con él, el libro bíblico de Isaías explica: “El Señor Soberano Jehová mismo me ha dado la lengua de los enseñados, para que sepa responder al cansado con
una palabra. Él despierta mañana a mañana; me despierta el oído para que oiga como los enseñados. El Señor Soberano Jehová mismo me ha abierto el oído, y yo, por mi
parte, no fui rebelde. No me volví en la dirección opuesta” (Is. 50:4, 5). Ansioso de aprender, Jesús escuchó con humildad lo que el Dios verdadero le enseñaba. Y, sin duda,
prestó mucha atención al ejemplo de humildad que Jehová dio al mostrarle misericordia a la humanidad pecadora.
5. En su función de arcángel, ¿cómo fue Jesús un ejemplo de humildad y modestia al tratar con el Diablo?
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Pero no todos los seres celestiales tuvieron esa misma humildad. Hubo un ángel que, en lugar de dejarse enseñar, permitió que lo dominaran el orgullo y la vanidad. Tanto es
así que se rebeló contra Jehová y se convirtió en Satanás, el Diablo. Jesús, en cambio, nunca se sintió insatisfecho con su posición en los cielos ni tentado a abusar de su poder.
“Cuando Miguel el arcángel [es decir, Jesús] tuvo una diferencia con el Diablo y disputaba acerca del cuerpo de Moisés”, no se excedió en su autoridad, sino que fue humilde y
modesto. Con gusto esperó a que Jehová, el Juez Supremo del universo, se encargara del asunto a su debido tiempo y manera (léase Judas 9).
6. ¿Cómo demostró Jesús que era humilde cuando aceptó la misión de ser el Mesías?
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Sin duda, entre las cosas que Jesús aprendió en el cielo estuvieron las profecías sobre su vida humana. Por lo tanto, es muy probable que antes de venir a la Tierra a vivir y
morir como el Mesías prometido ya supiera las desagradables experiencias que le aguardaban. Aun así, el Hijo unigénito de Dios aceptó la misión. ¿Por qué? Porque era
humilde. El apóstol Pablo destacó este hecho cuando escribió: “Aunque existía en la forma de Dios, no dio consideración a una usurpación, a saber, que debiera ser igual a
Dios. No; antes bien, se despojó a sí mismo y tomó la forma de un esclavo y llegó a estar en la semejanza de los hombres” (Filip. 2:6, 7).
7, 8. ¿De qué maneras demostró Jesús humildad en su niñez y durante su ministerio en la Tierra?
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Pablo señaló que, durante su vida humana, Jesús “se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento” (Filip. 2:8). Ya desde niño fue un
modelo de humildad. Aunque lo criaron José y María, que eran imperfectos, “continuó sujeto a ellos” (Luc. 2:51). Los jóvenes pueden aprender mucho de él. Si imitan su buen
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De adulto, Jesús demostró su humildad anteponiendo la voluntad de Jehová a la suya (Juan 4:34). Durante su ministerio empleó el nombre divino y ayudó a las personas de
buen corazón a conocer con exactitud las cualidades de Jehová y su propósito para la humanidad. Además, vivió de acuerdo con lo que enseñaba sobre Dios. Por ejemplo,
comenzó la oración modelo diciendo: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre” (Mat. 6:9). De ese modo subrayó que lo principal es la santificación del
nombre de Jehová. Y él mismo predicó con el ejemplo. Por eso, hacia el final de su ministerio pudo decirle a su Padre celestial: “Yo les he dado a conocer tu nombre [a los
apóstoles], y lo daré a conocer” (Juan 17:26). Además, siempre le dio a Jehová el mérito por todo lo que logró en la Tierra (Juan 5:19).
9. ¿Qué profetizó Zacarías sobre el Mesías, y cómo cumplió Jesús sus palabras?
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Zacarías profetizó sobre el Mesías: “Ponte muy gozosa, oh hija de Sión. Grita en triunfo, oh hija de Jerusalén. ¡Mira! Tu rey mismo viene a ti. Es justo, sí, salvado; humilde, y
cabalga sobre un asno, aun sobre un animal plenamente desarrollado, hijo de un asna” (Zac. 9:9). Estas palabras se cumplieron en el año 33, cuando Jesús entró en Jerusalén
antes de la fiesta de la Pascua. La muchedumbre lo recibió tendiendo sobre el camino prendas de vestir exteriores y ramas de palmera, y la ciudad entera se alborotó por su
llegada. Pero Jesús no perdió la humildad ni siquiera cuando fue aclamado como Rey (Mat. 21:4-11).
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Con su muerte en el madero, Jesús culminó su trayectoria de humildad y obediencia en la Tierra. Así demostró más allá de toda duda que los seres humanos pueden ser
leales a Jehová aunque sean probados hasta el límite. Además, desmintió la afirmación de Satanás de que los seres humanos solo sirven a Dios por interés (Job 1:9-11; 2:4).
Su perfecto historial de integridad sirvió para defender la legitimidad y la justicia de la soberanía universal de Jehová, quien ciertamente se regocijó por la lealtad
11. ¿Qué dos esperanzas tienen los seres humanos fieles gracias al sacrificio de Jesucristo?
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La muerte de Jesús también sirvió para pagar el rescate de la humanidad (Mat. 20:28). De este modo, Jehová puede perdonar a los seres humanos pecadores sin pasar por
alto las normas divinas de justicia y darles la oportunidad de vivir para siempre. Pablo escribió: “Mediante un solo acto de justificación el resultado a toda clase de hombres es
el declararlos justos para vida” (Rom. 5:18). El sacrificio de Cristo les dio a los cristianos ungidos por espíritu la esperanza de ir al cielo y recibir la inmortalidad, y a las “otras
“HUMILDE DE CORAZÓN”
12. ¿Cómo demostró Jesús que era humilde y apacible al tratar a los seres humanos imperfectos?
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Jesús invitó a “todos los que se afanan y están cargados” a acudir a él. “Tomen sobre sí mi yugo y aprendan de mí —dijo—, porque soy de genio apacible y humilde de
corazón, y hallarán refrigerio para sus almas.” (Mat. 11:28, 29.) Como era humilde y apacible, trató a los seres humanos imperfectos con bondad e imparcialidad. No les pidió a
sus discípulos más de lo que podían dar, sino que los elogió y animó. No los hizo sentir inútiles ni indignos. Y, desde luego, no fue duro ni opresivo con ellos. Al contrario, les
garantizó que si se acercaban a él y seguían sus enseñanzas, se sentirían reconfortados, pues su yugo era suave y su carga, ligera. Las personas se sentían cómodas a su lado
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Jesús se compadeció al ver la triste situación de la gente común de Israel y atendió con amor sus necesidades. Cerca de Jericó se encontró con dos mendigos ciegos, uno de
ellos llamado Bartimeo, quienes le pidieron ayuda con insistencia. Pero la multitud los regañó y los mandó callar. Para Jesús habría sido muy fácil ignorar las súplicas de
aquellos ciegos. Sin embargo, pidió que se los trajeran y, llevado por la compasión, les devolvió la vista. Como vemos, Jesús imitó a su Padre, Jehová, siendo humilde y
14. ¿Cuáles han sido los beneficios de la humildad que Jesús manifestó durante su vida en la Tierra?
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La humildad que Jesucristo ha manifestado durante toda su vida es una fuente de gozo y de grandes beneficios. Jehová se regocijó al ver a su amado Hijo someterse de
buena gana a su voluntad. Los apóstoles y discípulos se sintieron revitalizados por la personalidad llana y apacible de Jesús. Su ejemplo, sus enseñanzas y sus afectuosos
elogios los impulsaron a progresar espiritualmente. La gente común se beneficiaba de su humildad porque él les prestaba ayuda, les enseñaba y los animaba. Y todos los seres
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¿Y Jesús? ¿Se benefició de su propia humildad? Desde luego que sí. Él les dijo a sus discípulos: “El que se humille será ensalzado” (Mat. 23:12). Sus palabras se cumplieron en
él mismo, pues Pablo señaló: “Dios lo ensalzó a un puesto superior y bondadosamente le dio el nombre que está por encima de todo otro nombre, para que en el nombre de
Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo y de los que están sobre la tierra y de los que están debajo del suelo, y reconozca abiertamente toda lengua que
Jesucristo es Señor para la gloria de Dios el Padre”. Debido a que fue fiel y humilde durante su vida humana, Jehová lo ensalzó —es decir, lo elevó a un puesto superior— al
concederle autoridad sobre todas sus criaturas celestiales y terrenales (Filip. 2:9-11).
En el futuro, el Hijo de Dios seguirá siendo humilde. El salmista predijo cómo actuará Jesús contra sus enemigos desde su elevado puesto en los cielos: “En tu esplendor sigue
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adelante al éxito; cabalga en la causa de la verdad y la humildad y la justicia” (Sal. 45:4). En Armagedón, Jesucristo cabalgará en defensa de la verdad y de la justicia, pero
también de la humildad. ¿Y qué sucederá al final del Reinado de Mil Años cuando el Rey Mesiánico “haya reducido a nada todo gobierno y toda autoridad y poder”? Con su
17, 18. a) ¿Por qué es importante que los siervos de Jehová imiten el modelo de humildad de Jesús? b) ¿Qué preguntas se responderán en el siguiente artículo?
¿Qué hay de nosotros? ¿Seguiremos el ejemplo de humildad de nuestro Modelo? ¿Cómo nos irá cuando el Rey Jesucristo venga a ejecutar la sentencia divina en Armagedón?
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La causa por la que cabalga exige que solo se salven quienes sean justos y demuestren humildad. Por lo tanto, esta cualidad es esencial para sobrevivir. Además, tal y como la
humildad de Jesucristo le benefició a él y a otras personas, la nuestra puede producir diversos beneficios.
¿Qué puede ayudarnos a imitar el modelo de humildad de Jesús? ¿Cómo podemos esforzarnos por ser humildes a pesar de los obstáculos? Estas preguntas se responderán
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en el siguiente artículo.